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SISTEMAS DE MOVILIDAD URBANA SOSTENIBLE

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sostenible. No obstante, varios aspectos problemáticos surgen en este contexto: ¿Por qué se siguen ritmos y modelos de implementación distintos en cada ciudad? ¿A qué factores sociales y políticos responden las políticas urbanas de movilidad sostenible? ¿Qué consecuencias locales y globales tienen para la equidad social y la vitalidad democrática? ¿Cómo contribuyen los distintos colectivos ciudadanos a los cambios en la movilidad urbana? Estas cuestiones han sido abordadas sólo tangencialmente por las investigaciones sobre el transporte. La presente investigación se propone analizarlas desde un enfoque propio de las ciencias sociales y con un énfasis primordial en los procesos de participación de los múltiples actores sociales implicados, seleccionando para ello los casos de Madrid y Sevilla en el período lado, entendemos que los procesos de transición desde regímenes con predominio de la "automovilización" hacia otros de carácter más sostenibles local o globalmente exigen la identificación de los factores potenciadores u obstaculizadores más destacados. PALABRAS CLAVE: Movilidad, sostenibilidad, participación política, ciclabilidad, investigación, integralidad.
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SISTEMAS DE MOVILIDAD URBANA SOSTENIBLE.
Alberto Fernández López (al_fernandez_l@hotmail.com); Álvaro Fernández Heredia;
Antonio Álvarez Benavides; Fernando Sabín.
Las mejoras de la movilidad peatonal y ciclista, la versatilidad de los medios de
transporte colectivos, la pacificación del tráfico motorizado, y la accesibilidad urbana
para diversos colectivos sociales, constituyen las principales dimensiones operativas en
las políticas de movilidad urbana sostenible. No obstante, varios aspectos problemáticos
surgen en este contexto: ¿Por qué se siguen ritmos y modelos de implementación
distintos en cada ciudad? ¿A qué factores sociales y políticos responden las políticas
urbanas de movilidad sostenible? ¿Qué consecuencias locales y globales tienen para la
equidad social y la vitalidad democrática? ¿Cómo contribuyen los distintos colectivos
ciudadanos a los cambios en la movilidad urbana? Estas cuestiones han sido abordadas
sólo tangencialmente por las investigaciones sobre el transporte. La presente
investigación se propone analizarlas desde un enfoque propio de las ciencias sociales y
con un énfasis primordial en los procesos de participación de los múltiples actores
sociales implicados, seleccionando para ello los casos de Madrid y Sevilla en el período
1990-2010 y centrándose en la movilidad ciclista.
Las variaciones y los modelos de implementación de los sistemas de movilidad ciclista
se analizarán con un enfoque multinivel y procesual. Por un lado, se parte de la
concepción de las prácticas ciclistas utilitarias como resultado contingente de una
combinación de cuatro niveles de acción y condicionamiento: las políticas urbanas, el
movimiento urbano pro-bici, las cualidades singulares de cada entorno urbano
construido y medioambiental y las configuraciones sociales. Aunque existen numerosas
aportaciones parciales en algunos de esos cuatro niveles, es precisamente en su
interacción mutua donde aún no disponemos de suficiente conocimiento holístico. Por
otro lado, entendemos que los procesos de transición desde regímenes con predominio
de la “automovilización” hacia otros de carácter más sostenibles local o globalmente
exigen la identificación de los factores potenciadores u obstaculizadores más
destacados.
PALABRAS CLAVE: Movilidad, sostenibilidad, participación política, ciclabilidad,
investigación, integralidad.
1. Justificación.
La oportunidad actual del estudio se justifica, en primer lugar, en los rápidos avances en
esta materia que se ha experimentado en las ciudades europeas gracias al respaldo que la
movilidad urbana sostenible ha recibido por parte de las instituciones de la Unión
Europea. Numerosas ciudades españolas de diferente tamaño, por lo tanto, enfrentan
similares retos por transformar sus sistemas de movilidad urbana mejorando su
ciclabilidad. Los recientes cambios legislativos en cuanto al tráfico, la creación de
infraestructuras urbanas adecuadas para los desplazamientos ciclistas, o la línea de
ayudas del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) para
implementar sistemas de uso público de bicicletas, son indicadores de esos cambios y la
investigación sociológica como la propuesta aquí puede informar sistemáticamente
acerca de los fundamentos sociales y políticos de las pautas de movilidad ciclista. En
segundo lugar, asistimos a un giro político notable en relación al uso de la bicicleta que
se manifiesta en la creación de una “comisión de la bicicleta” en el Congreso de los
Diputados, una “mesa de la bicicleta en España” con representación interministerial y la
Red de Ciudades por la Bicicleta constituida en 2009
(http://www.ciudadesporlabicicleta.org/). Estas dinámicas institucionales no pueden ser
ajenas a las cualidades singulares que tiene cada territorio y las prácticas sociales que se
desarrollan en relación a la bicicleta, por lo que el presente trabajo puede abrir espacios
de colaboración y participación ciudadana vinculados a esas nuevas orientaciones
políticas.
No obstante, consideramos que todavía hay cuestiones poco abordadas en profundidad y
que requieren un enfoque más propio de las ciencias sociales y culturales: en particular,
el análisis de los procesos de cambio de hábitos y la consideración del papel jugado por
los procesos de participación ciudadana en los cambios de régimen de movilidad. La
geógrafa urbana Carmen Miralles Guasch, por ejemplo, apunta en su obra Ciudad y
transporte: el binomio imperfecto (2002), que el diseño de las políticas de movilidad
son resultado de diferentes actores y agentes sociales que actúan en un contexto
específico integrado por tres esferas: la económica, la política y la de la sociedad civil.
En este sentido se han generado distintas corrientes de opinión y praxis a nivel global,
pero localizadas en ciudades y áreas metropolitanas concretas en forma de movimientos
sociales a favor de una movilidad más sostenible. Degrowth Movement, The Slow City
Movement y la Critical Mass son algunas de estas experiencias que principalmente se
caracterizan por una puesta en práctica de la movilidad ciclista como uno de sus ideales
de ciudad. Sus aportaciones en materia de participación ciudadana y en la
implementación y desarrollo de las políticas de movilidad sostenible y la gestión del
espacio público, han sido puestas de manifiesto por diversos autores (White 1992, 1999;
Carlsson 2002, 2008; Rondinella 2004; Furness 2005).
Podemos observar, tres tipos de desconexiones en la literatura científica sobre la
bicicleta utilitaria:
. La falta de protagonismo de las disciplinas sociales y culturales, tratándose de forma
tangencial y poco profunda temas como los cambios de hábitos y la participación
ciudadana de los movimientos pro-bici en relación a otros agentes urbanos. Hay algunas
excepciones valiosas, pero aisladas de las aplicaciones políticas y urbanísticas concretas
(Augé 2008)
. La distancia que se ha generado entre los debates científicos y los que emergen de las
articulaciones ciudadanas donde sí se habla de participación y procesos democráticos en
la generación de políticas urbanas, pero se desconocen las dinámicas del debate
institucional y de la producción de políticas públicas en materia de movilidad sostenible
(Pucher y Buehler 2008).
. Las múltiples diferencias existentes en los ritmos y modelos de implementación de las
políticas de movilidad ciclista entre municipios (y países), en los que desconocemos sus
condiciones sociales y políticas de causalidad.
2. Objetivos e hipótesis de partida.
a. Hipótesis de partida.
1. Los modelos de desarrollo e implementación de políticas urbanas de
movilidad dan lugar a movimientos urbanos pro-bici de reacción crítica y de
influencia social en la promoción del uso de la bicicleta urbana utilitaria.
2. Cuanto mayores son los cauces y niveles de participación ciudadana en las
decisiones acerca de los sistemas de movilidad ciclista, mayor es la
ciclabilidad de las ciudades.
b. Objetivos generales.
1. Conocer cuáles han sido los procesos de implementación de políticas
urbanas de movilidad sostenible en Madrid y Sevilla.
3. Conocer cómo han evolucionado y qué efectos han tenido los movimientos
urbanos pro-bici en las dos ciudades.
4. Determinar las relaciones de interacción producidas entre las políticas
urbanas y los movimientos pro-bici.
5. Promover dispositivos de participación ciudadana en los que verificar la
ciclabilidad urbana e intervenir en los sistemas de movilidad urbana
sostenible.
3. Análisis contextual y comparado y su influencia en la movilidad entre Madrid y
Sevilla.
3.1 Dinámicas demográficas en España, Madrid y Sevilla.
Durante las últimas décadas las dinámicas demográficas en España han cambiado
sustancialmente. Hasta los años 60 y 80 se dio un doble proceso de centralización de la
población bastante fuerte: a nivel nacional aumentó el porcentaje de población que
residía en las provincias más pobladas, entre ellas Madrid y Sevilla, y dentro de éstas la
población tendió a asentarse en las capitales.
Obviamente este proceso de centralización no tuvo la misma intensidad en todas partes:
mientras la Comunidad de Madrid sigue concentrando más población (un 13,75% del
total de la población española en 2011), pues crece con más rapidez que el resto del
estado, la Provincia de Sevilla tocó techo en 2001 con un 4,28%.
Dentro de estas dos provincias el proceso es más acentuado. En 1960 el Municipio de
Madrid acaparaba casi el 90% (86,71%) de la población de toda la provincia, gracias en
gran parte a la anexión de multitud de municipios durante la década de los 50 derivada
de la fuerte centralización política y administrativa. A partir de entonces Madrid Capital
ha ido perdiendo peso progresivamente en la Comunidad Autónoma hasta encontrarse
apenas por encima del 50% en 2011. Esto es resultado de una tendencia a la dispersión
urbana que promueve que el resto de municipios tiendan a crecer con mayor rapidez
que la capital, que se haya en una suerte de meseta ondulante desde hace unos 40 años
alrededor de los 3-3,2 millones de habitantes. Baste contrastar que frente a un aumento
de la población del 10% en la ciudad de Madrid, la Corona Metropolitana ha aumentado
en un 23% y la Corona Regional en un 42% en los últimos ocho años.
Este fenómeno de dispersión urbana viene caracterizado por aumentos de población allí
donde las densidades son bajas. Así comprobamos como en los últimos 20 años, para
un crecimiento demográfico del 15%, el suelo destinado a uso urbano ha aumentado un
30% y, por consiguiente, la densidad poblacional ha descendido un 10%. Esta
dispersión de la población genera aumentos considerables de la movilidad, se producen
un mayor número de viajes motorizados y con distancias mayores, dos factores que
afectan a la movilidad ciclista.
El crecimiento demográfico en Sevilla se está estancando desde los años noventa, sin
embargo se pueden observar cierta movilidad demográfica interna de la ciudad principal
a su área metropolitana. Frente al estancamiento de la ciudad de Sevilla, contrastan
poblaciones del entorno Sur, Aljarafe y Norte donde ha habido aumentos poblaciones
considerables en los últimos años.
Sevilla está perdiendo su peso respecto al total de la población de la provincia. En el
área metropolitana vemos como Sevilla ha pasado de suponer un 72% de la población
total en 1970 a un 60% en la actualidad.
Estos cambios apuntan a una nueva dinámica que viene marcada por la
desconcentración de la población dentro de las provincias, con capitales como
Madrid y Sevilla representando cada vez menor proporción de la población de sus
comunidades. Mientras que algunas provincias como Madrid concentran a un porcentaje
cada vez mayor de la población nacional, este no es estrictamente el caso de la provincia
de Sevilla, donde se observa un leve incremento del porcentaje de población nacional
que se asienta en esta provincia en los últimos 3 o 4 años.
Tenemos entonces que las provincias tradicionalmente más pobladas mantienen o
incluso incrementan su peso dentro del total del estado, pero dentro de estas la
población está cada vez más dispersa, resultado de la contra-urbanización o la sub-
urbanización que se ha ido imponiendo tanto en España como en otros países
desarrollados como modelo de desarrollo urbano. Todo esto en el marco de un
envejecimiento y estancamiento de la población a nivel nacional.
Estos dos movimientos de población (centrífugo y centrípeto) tienen una relación
importante con la movilidad: estas dos provincias nunca habían tenido tanta
población, pero a su vez esta nunca había estado tan dispersa; ni tan unida y
separada por un sistema de movilidad tan tupido.
3.2. La movilidad no motorizada: la movilidad ciclista
España es un país con una movilidad no motorizara comparativamente alta frente a
otros países desarrollados, debido a características propias de la geografía, el clima y
algunas características del urbanismo. En Madrid, alrededor de un 30% de los viajes
totales en 2004 fueron a pie (EDM 2004), porcentaje muy similar al que se da en Sevilla
(30,5%). Las encuestas MOVILIA de 2006 eleva este porcentaje al 43,6% para los
municipios de más de 500.000 habitantes en la media del conjunto del territorio español.
Uno de los mayores problemas que enfrentamos es la ausencia de datos de movilidad de
calidad. Especialmente que registren detalladamente los viajes a pie y en bici.
Tradicionalmente, debido al poco volumen de viajes en bicicleta, ambas categorías se
unificaban como viajes no motorizados. En la Encuesta de Movilidad de Sevilla, sin
embargo, aparece la categoría bicicleta desglosada e incluso hay datos de bicicleta
pública y privada, lo cual facilita el análisis.
4. Sobre la importancia del uso de las bicicletas como modo de transporte utilitario
En primer lugar y teniendo en cuenta lo anterior hay que resaltar que un mayor uso de la
bici no tiene necesariamente que traducirse en un descenso en el uso del coche, sino más
probablemente en una reducción de los desplazamientos a pie o en transporte público.
Esto tiene que ver con las inercias territoriales descritas, que dificultan los viajes a pie
haciendo atractiva la bicicleta, pero generando también mayores dependencias del coche
(Fernandez-Heredia & Rondinella 2012).
En segundo lugar hay que decir que el modelo de desarrollo económico en general y
urbanístico en particular impone determinadas limitaciones al uso de la bicicleta. El
proceso de crecimiento urbano de forma dispersa descrito para Madrid y Sevilla
provoca mayores necesidades de realizar viajes que antes no se hacían y mayores
distancias. Además genera una movilidad poco resoluble con los modos no
motorizados.
Figura 1: Reparto modal de ciudades españolas con sistema de bicicletas públicas
(gris) o sin él (elaboración propia a partir de Monzón y Rondinella 2010).
Reparto modal
Sevilla
6%
Donostia
3%
Vitoria
3%
Zaragoza
3%
Sabadell
2%
Lleida
2%
Barcelona
1,33%
Madrid
0,5%
Granada
0,3%
Málaga
0,3%
La aparición de la bicicleta como modo de transporte supuso una alternativa que fue
ganando adeptos con los años, desplazando viajes a pie o en tracción de sangre. La
aparición progresiva de otros modos de transporte, especialmente el coche, supuso una
competencia que influyó sobre el uso de la bicicleta. Esto dio lugar a un retroceso en la
cuota modal de la bicicleta a partir de los años 50. En el caso español, algunas ciudades
pueden responder, con un cierto retraso temporal, a este esquema mientras que otras
nunca tuvieron una participación representativa de la bicicleta.
Figura 2: líneas tendenciales del reparto modal de la bicicleta en diversas ciudades
europeas (Albert de la Bruzehe, A. A. et al. 1999)
En la década de los ochenta y en adelante, muchas ciudades comenzaron a realizar
medidas que fomentaban el uso de la bicicleta, consiguiendo en algunos casos un
resurgir de este modo. Es importante conocer la evolución en el uso de la bicicleta si se
quiere comprender y abordar la movilidad ciclista con una base sólida. Es
imprescindible enmarcar este tipo de estudios evolutivos dentro de la cultura general de
la movilidad del ámbito de estudio.
4.1. El caso de Sevilla y Madrid
Madrid nunca ha sido una ciudad donde los ciclistas hayan sido especialmente
numerosos en comparación con otras. El Plan Director de la Movilidad Ciclista de
Madrid recoge varias cifras históricas del número de bicicletas en Madrid de diversas
fuentes. Así podemos decir que en Madrid había 9 bicicletas por cada mil habitantes en
el año 1.927 y que esta cifra se mantuvo en unas 10 bicicletas por cada mil habitantes en
los años cincuenta; mientras otras ciudades alcanzaban cifras muy superiores, como fue
el caso de Vitoria con 129 o Castellón con 166 bicicletas por cada mil habitantes
(Ayuntamiento de Madrid 2007).
Estas cifras esconden otra realidad y es que en el Madrid de 1.927, esas 9 bicicletas por
cada mil habitantes suponían un total de 7.490 bicicletas, frente al total de 11.000
automóviles. Por lo que se podría decir que la importancia de la bicicleta era similar a la
del automóvil, pero mientras ésta sufrió un estancamiento, las cifras del automóvil se
vieron disparadas.
El escaso uso de la bicicleta puede explicarse por varios factores: empedrado poco apto
para la circulación de las bicicletas antiguas, la topografía característica de Madrid o la
existencia de una oferta alternativa de transporte mayor que en otras ciudades. Sea como
fuera es un indicativo de que la cultura de la bicicleta en esta ciudad ha sido escasa.
En los últimos años se ha podido constatar un aumento de ciclistas en algunas ciudades
españolas en el Barómetro de la Bicicleta (Fundación Eca Bureau Veritas, 2010). A
pesar de no disponer de cifras oficiales, pues no hay ningún censo de ciclistas, ni
tampoco su uso es considerado correctamente en las Encuestas de Movilidad de Madrid,
hay varios indicios para esta afirmación. Indicios como la aparición de asociaciones de
defensa de la bicicleta, estudios realizados no oficiales y eventos de reivindicación de la
bicicleta. Los datos de estadísticas de uso de la bicicleta en la ciudad de Madrid no son
abundantes. El Censo de Población y Vivienda del 2001 del Instituto Nacional de
Estadística facilita los viajes que son realizados al centro de trabajo o lugar de estudios
por los mayores de 16 años de edad para la ciudad de Madrid. Dentro de los modos
observados se encuentra la bicicleta, que ocupa un 0,1% del reparto modal.
La Encuesta Domiciliaria de Madrid del 2004, realizada por el Consorcio Regional de
Transportes de Madrid, también incluye los viajes en el modo bicicleta. En una
explotación de los viajes con origen o destino en Madrid el porcentaje modal es del
0,07%. Esta distorsión con el censo puede explicarse por aquellos viajes de personas
que no son residentes en Madrid y que, lógicamente, no se hacen en bicicleta. Si
realizamos una explotación más restringida de aquellos viajes internos en la Almendra,
el reparto modal es del 0,1%. En cualquier caso es una cifra marginal, lo que también
pone en duda las informaciones que aportan estas encuestas sobre ciclistas, al no ser la
muestra suficientemente representativa.
Figura 1: reparto modal de la bicicleta en Madrid
0,00%
0,10%
0,20%
0,30%
0,40%
0,50%
0,60%
0,70%
2000 2002 2004 2006 2008 2010
Reparto
modal
Fuente
0,10%
Censo Población y Vivienda 2001 (INE)
0,07%
Encuesta Domiciliaria de Madrid (Municipio, CRTM)
0,10%
Encuesta Domiciliaria de Madrid (Almendra, CRTM)
0,30%
Estudio de la demanda ciclista de Madrid (Pedalibre)
0,14%
Informe sobre la Movilidad 2006/2008 (Fundación
Movilidad)
0,60%
Informe sobre la Movilidad 2009 (Fundación Movilidad)
Estas cifras permiten situar la importancia de la bicicleta en Madrid y su posible
crecimiento reciente. Pero no deben ser extendidas a la Ciudad Universitaria, por sus
condiciones singulares dentro de la ciudad y el perfil sociológico de sus usuarios. En la
Ciudad Universitaria, como resultado del presente estudio, se ha obtenido que el reparto
modal ascienda a un 3,5%, cifra muy superior a la aplicable al resto de la ciudad.
Si bien estos datos no nos sirven para compararlos con los obtenidos en otras ciudades o
países, nos puede dar una idea de la relativamente poca importancia que tiene la
bicicleta como modo de transporte en Madrid.
En Sevilla obtener información es mucho más sencillo debido a que la apuesta política
de esta ciudad por la bicicleta ha conllevada un esfuerzo considerable por estudios sobre
movilidad ciclista en la ciudad. Según datos del Ayuntamiento en un estudio sobre el
uso de la bicicleta realizado en 2010 el reparto modal estaría en un 6,6% de los viajes
mecanizados. Para poder comparar este reparto modal con otras ciudades deberíamos
considerar también el peso de los viajes a pie (un 36% del total). Haciendo una
estimación, al no poder contar con los datos debidamente desagregados en las fuentes
institucionales, estaríamos hablando de un reparto modal real del 4% en 2010.
4.2. La ordenación del territorio: actividades, usos del suelo y transporte.
El sistema de movilidad tiene una estrecha relación con la configuración del territorio.
El transporte, por lo general, no es un fin en si mismo. Nos transportamos para poder
realizar actividades o acciones en nuestro destino. Esas actividades o acciones vienen
determinadas en gran medida por la forma en que la planificación urbanística y
territorial asigna los usos del suelo (Wegener et al. 1.999). De forma que el transporte,
en último término, responde a la organización territorial.
Figura 4: El ciclo del transporte y los usos del suelo adaptado de (Wegener et al.
1999).
En los últimos tiempos la movilidad ha crecido debido a los cambios en la estructura
demográfica, al crecimiento metropolitano difuso y a un mayor crecimiento
económico. Este crecimiento ha causado una adaptación en el sistema de transporte,
tanto público como privado, con un mayor peso de los modos motorizados y,
especialmente, del automóvil privado (Nijkamp et al. 1997).
5. Condicionantes de eficiencia de la bicicleta como transporte urbano.
En los sistemas de transporte urbano cada modo oferta unas características que le hacen
más eficientes en determinadas circunstancias frente al resto. En ese sentido, conviene
identificar cuáles son esas circunstancias para el modo bicicleta. Una de las variables
claves para estudiar las circunstancias donde la bicicleta poner en valor su eficacia
como modo de transporte urbano es la distancia media de viaje. En determinado rango
de distancias, entre los 2 y 7 kilómetros (Petritsch et al. 2008; Rietveld 2001, Krag,
1990), la bicicleta resulta ser competitiva en términos de tiempo de viaje y coste (Hunt
et al. 2007). El tiempo de viaje y, en menor medida, son las variables claves de decisión
modal. Los buenos resultados en términos de tiempo de viaje de la bicicleta en estas
distancias son debidos a la capacidad de desarrollar velocidades comerciales medias en
torno a los 20 km/h (Green et al. 2003), similares a las del coche.
En las ciudades consolidadas y de densidades elevadas el espacio disponible destinado a
la movilidad es un bien escaso. El empleo del coche de forma masiva produce graves
problemas de congestión y esto obliga a modos alternativos con un mejor
aprovechamiento del espacio. La movilidad ciclista permite capacidades de flujo de
vehículos mayores que las del autobús y cercanas a un tranvía urbano (Botma et al.
1991).
Figura 5: Relación; viajes no motorizados y tamaño del municipio
Distancias medias de viaje no muy grandes requieren de un modelo de ciudad que
facilite la conectividad, la densidad, la diversidad de usos terciarios y mixtos del suelo:
un modelo que favorece al transporte público, la bicicleta y el viaje a pie (Frank et al.
2008, Saelens et al. 2003, Wegener et al. 1999, Litman 2008, Kemperman et al. 2009)
En los últimos tiempos asistimos a un fenómeno generalizado en las ciudades en la
dirección contraria: crecimiento en formas de baja densidad y especialización de áreas
para usos determinados, lo que ha venido en llamarse el crecimiento difuso y la
zonificación. Ambas tendencias tienen un efecto que conlleva un aumento de las
distancias medias y, por lo tanto, un empeoramiento de las condiciones de ciclabilidad
de las ciudades. En estas condiciones la movilidad en coche es la que mayor presencia
tiene (Nijkamp et al. 1997, Campbell_Lendrum et al. 2007).
Este aumento de las distancias puede tener un efecto paradójico. Un mayor crecimiento
de los viajes en bicicleta, pero no a costa de viajes motorizados sino a costa de viajes a
pie. Este fenómeno por el que aumentan la cuota modal de la bicicleta y del coche,
mientras bajan la de los viajes a pie, ha sido llamado por efecto succión (Sanz 2007,
Fernández Heredia & Rondinella 2012 ;-). El proceso lleva a que las distancias cortas de
viaje aumenten, dejando de ser atractivas para realizarlas a pie y haciéndolas interesante
para cubrirlas en bicicleta (Dill 2004, Horning et al. 2008).
Una conclusión de los efectos de la configuración del territorio y las condiciones para la
ciclabilidad es apostar por re-densificar las ciudades y diversificar sus usos. Sin
embargo, Frank et al. (2008) nos avisan de que ninguna medida será efectiva sino va
acompañada de políticas restrictivas del uso extensivo que se hace del coche en nuestras
ciudades. Así, Cervero y Radisch (1996) encuentran que los residentes en comunidades
equipadas convenientemente para el transporte a pie o en bicicleta, hacen un 49% de
viajes al trabajo y un 15% de otros viajes en estos modos. Estos porcentajes descienden
al 31% y 4% respectivamente, en comunidades de similares características pero
orientadas al automóvil. Otro aspecto importante es que los propios habitantes de estas
zonas desean usar el transporte público y los modos no motorizados (Karash et al.
2008).
6. Paso del paradigma del tráfico a la movilidad: la Cultura de la Bicicleta
en la complejidad urbana.
El uso de la bicicleta dentro del sistema de movilidad en las áreas urbanas viene
marcado por toda una serie de condicionantes de carácter material, simbólico y
relacional que modulan tanto su proporción de uso respecto a otros modos de movilidad
como su frecuencia. Estos factores que condicionan su uso generan un continuo entre
factores objetivos (como la orografía, las infraestructuras o el clima) y subjetivos (la
cultura ciclista, el entorno social, los hábitos o las percepciones) de cuya interrelación se
producen unos u otros resultados.
6.1. La demanda como nudo de interacción entre factores y frecuencia de
uso.
En los estudios sobre la influencia que diversos factores de carácter material y
simbólico tienen en la elección del modo ciclista, se insiste en la necesidad de relacionar
unos con otros y cómo esas intersecciones generan resultados distintos, de modo que los
factores subjetivos, cobran una relativa importancia a la hora de comprender los usos
modales en unos y otros contextos. En este sentido, Alfonso Sanz en la introducción de
su libro “Calmar el tráfico” (2008) nos señala como esta integración de factores
“objetivos” y “subjetivos” toma cuerpo en los actuales enfoques de estudios y políticas
de movilidad, ya que se extiende el enfoque transformador no solo a los aspectos
físicos, infraestructurales y técnicos sino también a las raíces sociales, económicas,
psicológicas y comportamentales. Frente a transporte cuyo objeto de estudio era la
circulación de tráfico motorizado, la movilidad trata de movimiento de personas y
mercancías sin que tenga que ser de motor. Actualmente los ingenieros y técnicos no
deben resolver los problemas de circulación de vehículos, sino garantizar unas
condiciones de movilidad adecuadas bajo criterios ambientales, sociales y económicos.
Y el objeto de estudio se desplaza hacia el sujeto social que se mueve con toda su
diversidad y matices de comportamiento. Esto supone también una ampliación de los
métodos de análisis y nuevos indicadores que choca con la tradición ingenieril. No solo
se analizan hechos, sino percepciones (como la de riesgo). También varia las formas de
intervención. Mientras que antes se centraban en la oferta de infraestructuras, ahora se
extiende hacia el campo de la gestión de la demanda, o sea que se considera que los
desplazamientos son también resultado de la ordenación de actividades, la regulación,
las mentalidades y la gestión de lo escaso.
La necesidad de interrelacionar los diversos factores (de carácter objetivo y subjetivo)
que determinan el uso de la bicicleta tiene que ver entonces con la comprensión de la
complejidad que envuelve las diferentes configuraciones en el uso de la bicicleta
(superando el modelo convencional estructurado en modelos de elección (Heinen 2010).
Un análisis que incorpore la dimensión participativa en el estudio de la mejora de las
políticas públicas en esta materia, ha de contar entonces con esta perspectiva. De hecho,
según apunta Alfonso Sanz (2008) ha sido la propia irrupción de las demanda lo que ha
transformado el concepto de movilidad que actualmente se maneja, la irrupción de los
conflictos ambientales globales y la sostenibilidad también ha influido en la
transformación hacia el concepto de cultura de la movilidad. La preocupación sobre
cuestiones globales se refuerza al considerar que la movilidad confronta con la
sostenibilidad no solo en el momento de los desplazamientos sino en todos los
eslabones de la cadena de actividades y procesos que son necesarios para el
desplazamiento.
6.2. Factores de uso y sus interrelaciones.
Un gran número de estudios se ha centrado en la relación entre los factores relacionados
con el medio (orografía, clima, distancias, infraestructuras viarias...) y el
comportamiento ciclista (Crane 2000, Ewing and Cervero 2001) En cuanto al medio
urbano afectan: la distancia (Moritz 1998, Zacharias 2005, Pucher and Buehler 2006,
Cervero 1996, Dickinson et al 2003, Timperio et al 2006 Parkin et al 2008) -más en las
mujeres- ( Garrand 2008) que se refleja también en la diferencia entre campo y ciudad o
ciudades grandes y pequeñas (Martens 2004, Rietveld and Daniel 2004) y la densidad
de redes de comunicación, en relación a las infraestructuras, destaca la importancia del
tipo de infraestructura ciclista, especialmente en relación a la seguridad (Klobucar and
Fricker 2007) tanto en términos objetivos como subjetivos: la percepción de seguridad,
las vías con menos carriles para tráfico y sin aparcamiento son preferidas por asociarse a
una menor densidad de tráfico y por tanto más seguridad, también importa la
continuidad o interrupción de las infraestructuras ciclistas, y la cantidad de carriles bici,
por el contrario, los dispositivos de regulación del tráfico -como señales de stop o
semáforos- dificultad a los ciclistas y suelen evitarse por éstos. (Taylor and Mahmassani
1996, Wardman el al 1997, Abraham 2002, Stinson and Bath 2005, Hunt and Abraham
2007 Pucher 2001).
En cuanto a los factores socioeconómicos, esto es, en la relación entre el uso y
frecuencia de la bici y el género, la edad, los ingresos, la propiedad de vehículo, la
situación de empleo, la estructura familiar, etc los estudios muestras que los hombres
usan más la bici que las mujeres (Räsänen and Summala 1998. banister ang Gallant
1999, Howard McDonald and Burns 2001, Dickinson t al 2003, Krizek et al 2004,
Rietvel and Daniel 2004, Rodriguez and Joo 2004, Moudon et al 2005, Plaut 2005,
Stinson and Bhat 2005, Ryley 2006, Dil and Voros 2007) aunque depende de los países
y el hábito ciclista de éstos. Los hábitos ciclistas se reducen también con la edad aunque
no es un factor significativo. (Wardman et al. 2007, Zacharias 2005) La relación con los
ingresos no es clara pero el coche en propiedad va en detrimento del uso de la bici
(Cervero 1996, Stinson and Bath 2004)). Respecto a la situación de empleo, el uso de la
bici es superior en empleados a media jornada que completa (Bouman and Harms
2004)). Un alto status y una familia joven reduce el uso de la bici. (Moudon et al. 2005).
7. Hacia la intersubjetividad.
Por último, los factores subjetivos, ya sea individuales o colectivos e intersubjetivos
(culturales), son aquellos que engloban actitudes, normas sociales, identidades y
hábitos y tienen una especial influencia (tanto en positivo como en negativo) en la
elección del modo ciclista.
Entre éstos, destaca especialmente la percepción de seguridad como elemento
condicionante en el uso de la bici. En este sentido es especialmente revelador el texto de
David Horton (2007) quien señala que el miedo a la bici, al igual que otros miedos
sociales, necesita ser producido señalando las campañas por el uso del casco, de
educación vial y la creación de carriles bicis como hechos sociales que contribuyen a
ver el ciclismo como una actividad peligrosa.
Por otro lado, la variable de género marca una importante diferencia en dicho factor
determinante a la hora de entender las percepciones subjetivas tanto del espacio público
como del miedo o la seguridad, entre otras cosas, porque una de las características que
diferencia la socialización de las mujeres en el uso del espacio público es el aprendizaje
de estrategias de autoprotección que pueden incidir en una menor exposición al riesgo y
pueden generar límites en el uso del espacio público y la movilidad (Naredo) y en
general en el comportamiento ciclista y las preferencias en cuanto a instalaciones y usos
(Krizek, Emond)
El salto para comprender la interconexión entre lo individual y el comportamiento
colectivo estriba en observar cómo se generan las referencias comunes, se comparten y
socializan las categorías, su conformación material a través de las conductas y de las
políticas públicas. En este sentido podremos observar cómo se reproducen las
estructuras sociales, pero también como se insertan y promueven procesos de
transformación social.
8. Identidad, cambio social y ciudadanía.
En los últimos años, se ha generado una intensa producción científica desde las ciencias
sociales que se centra en los factores intersubjetivos relacionados con el uso de la
bicicleta. En este sentido la “cultura de la bicicleta” es observada desde su producción
en el seno de las interacciones sociales. Esto supone un importante salto ya que los
estudios relacionados con la movilidad urbana han pasado de considerar la subjetividad
como un factor individual y analizable desde las herramientas de la psicología, a
ubicarlo como algo que se produce y se reproduce en colectivo.
Esta corriente de producción teórica y empírica parece ir parejo al auge de iniciativas de
promoción del uso de la bicicleta desde la esfera social. Tal y como menciona Carmen
Miralles a Guasch, en su obra Ciudad y transporte: el binomio imperfecto (2002), el
diseño de las políticas de movilidad son resultado de diferentes actores y agentes
sociales que actúan en un contexto específico integrado por tres esferas: la económica,
la política y la de la sociedad civil. Es el análisis de la sociedad civil y su influencia en
la movilidad urbana lo que está tomando cuerpo en estos estudios.
Por otro lado, la cuestión de la identidad cobra especial relevancia, no solo para
comprender los procesos de difusión del ciclismo como opción de movilidad urbana,
sino como clave estratégica de las iniciativas de la sociedad civil de promoción ciclista:
revertir el estigma del ciclista, generar sentimiento de pertenencia y redes de apoyo
mutuo y una relación diferente con el espacio público y el concepto de la ciudad.
También, y tal como señala Horton (2007), el activismo ciclista genera también
divisiones entre los que se sienten dentro y fuera de ello aunque usen la bicicleta.
Éste es el salto que nos permite trabajar los procesos de cambio social y el papel de la
ciudadanía. En estos estudios la bicicleta no es simplemente una opción que necesita ser
ampliada, sino que es un instrumento de transformación del concepto mismo de la
ciudad. Así Rachel Aldred (2010) nos señala como la bicicleta en sí misma, está cargada
de potenciales que sostiene los valores ciudadanos: autonomía personal y sostenible,
localización del arraigo, y apertura hacia la comunidad y respeto al medio
La bicicleta se convierte en el caballo de batalla no solo del medio ambiente sino de la
recuperación de un modo de vida comunitario que el aumento del uso del coche ha
desarticulado. Alfonso Sanz (2008) nos recuerda que el tráfico motorizado socava las
redes de comunicación vecinal. Hay una relación inversa entre columnas de tráfico e
interacción social en el espacio público (Appleyard, 1981). En este sentido referencias a
la recuperación del espacio público como el espacio de la ciudadanía y de la bicicleta
son abundantes. David Horton (2007) nos señala como el coche es una extensión del
hogar extendido al espacio público ante lo cual el ciclista vive bajo el escrutinio de los
demás conductores. Rachel Aldred (2010) nos señala el potencial comunitario por la
recuperación de las calles como un espacio de socialización y Chris Carlsson (2001)
señala como la mismas masa de ciclistas se convierte en un lugar de socialización, una
“comunidad” en movimiento mientras que se hace realidad en el propio momento lo que
se reclama para un futuro inmediato (Nowtopia). En su origen este movimiento está
marcado por los movimientos de “reclaim the streets” que en los años 90 tomaron
cuerpo en San Francisco.
La transformación social por tanto es un ejercicio que pasa por el encuentro, y las
bicicletas no solo generan una liberación del espacio público, sino que son capaces de
facilitar que el tiempo de la movilidad sea un momento para ser y relacionarse.
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Article
Full-text available
One proposed means of increasing use of both transit and bicycles is to replace long automobile trips with “bike and ride” trips. In this study, a stated-preference survey was conducted using hypothetical scenarios within which respondents ranked their preferences for making a work trip by automobile only, park and ride, or bike and ride. The survey addressed numerous potential factors that might influence this choice, including three policy variables that were systematically varied in the scenarios: on-street bicycle facility type, bicycle parking facility type, and bicycle access distance to transit. The survey data are summarized and used to estimate discrete choice models. A nested logit choice model was developed as the preferred model. From this model, inferences are drawn about many factors. Conclusions are drawn about the three main policy variables. In short, the results support the notion that bicycle lockers are the preferred parking facility to increase bike and ride use. The results also indicate that bike lanes are superior to wide curb lanes as an incentive for casual and inexperienced cyclists, but that bike lanes and wide curb lanes are an identical incentive for experienced cyclists.
Article
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Space syntax research has found that spatial configuration alone explains a substantial proportion of the variance between aggregate human movement rates in different locations in both urban and building interior space. Although it seems possible to explain how people move on the basis of these analyses, the question of why they move this way has always seemed problematic because the analysis contains no explicit representations of either motivations or individual cognition. One possible explanation for the method's predictive power is that some aspects of cognition are implicit in space syntax analysis. This article reviews the contribution made by syntax research to the understanding of environmental cognition. It proposes that cognitive space, defined as that space which supports our understanding of configurations more extensive than our current visual field, is not a metric space, but topological. A hypothetical process for deriving a nonmetric space from the metric visibility graph involving exploratory movement is developed. The resulting space is shown to closely resemble the axial graph.
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One proposed means of increasing use of both transit and bicycles is to replace long automobile trips with “bike and ride” trips. In this study, a stated-preference survey was conducted using hypothetical scenarios within which respondents ranked their preferences for making a work trip by automobile only, park and ride, or bike and ride. The survey addressed numerous potential factors that might influence this choice, including three policy variables that were systematically varied in the scenarios: on-street bicycle facility type, bicycle parking facility type, and bicycle access distance to transit. The survey data are summarized and used to estimate discrete choice models. A nested logit choice model was developed as the preferred model. From this model, inferences are drawn about many factors. Conclusions are drawn about the three main policy variables. In short, the results support the notion that bicycle lockers are the preferred parking facility to increase bike and ride use. The results also indicate that bike lanes are superior to wide curb lanes as an incentive for casual and inexperienced cyclists, but that bike lanes and wide curb lanes are an identical incentive for experienced cyclists.
Article
Research in transportation, urban design, and planning has examined associations between physical environment variables and individuals' walking and cycling for transport. Constructs, methods, and findings from these fields can be applied by physical activity and health researchers to improve understanding of environmental influences on physical activity. In this review, neighborhood environment characteristics proposed to be relevant to walking/cycling for transport are defined, including population density, connectivity, and land use mix. Neighborhood comparison and correlational studies with nonmotorized transport outcomes are considered, with evidence suggesting that residents from communities with higher density, greater connectivity, and more land use mix report higher rates of walking/cycling for utilitarian purposes than low-density, poorly connected, and single land use neighborhoods. Environmental variables appear to add to variance accounted for beyond sociodemographic predictors of walking/cycling for transport. Implications of the transportation literature for physical activity and related research are outlined. Future research directions are detailed for physical activity research to further examine the impact of neighborhood and other physical environment factors on physical activity and the potential interactive effects of psychosocial and environmental variables. The transportation, urban design, and planning literatures provide a valuable starting point for multidisciplinary research on environmental contributions to physical activity levels in the population.
Article
This article contributes to a growing literature examining the sociological significance of mobile places, exploring mobile place-making through an analysis of the practice of weekend group leisure cycling. These rides represent a mobility practice where the main aim of participants may be ‘leisure’ but most infrastructure used is designated for ‘transport’. Using ethnographic methods, the article provides an analysis of rhythm, positioning and communication on two group rides, one from Hull into the East Yorkshire countryside and one in London. External (including motor traffic flow and route type) and internal (including group composition and experience) factors shape the relationship between the riders and their ride, and hence the mobile places that they co-create. The article argues that cyclists riding in groups create distinctively flexible social spaces. These group cycling practices variously challenge, mimic and adapt to the motorized orientation of much road space.
Article
Current trends in transport indicate that the system is moving away from sustainability and that major changes are necessary to make the transport system more compatible with environmental sustainability. Main problems may occur in urban transport, where not many promising solutions are expected, while the problems are severe. In view of the great number of uncertainties, we will in our paper resort to the use of scenarios. We will address in particular expert scenarios, concerned with a sustainable transport system, by applying the recently developed spider model. Based on a set of distinct characteristics, represented in eight axes in the spatial, institutional, economic and social-psychological field, an evaluation framework is constructed which visualises the driving forces that largely influence the future of the urban transport system. Next, expected and desired scenarios are constructed on the basis of information obtained from a survey among Dutch transport experts (both average scenarios and scenarios reflecting segments of respondents). The expected scenarios show that many current trends will continue, while the transport system is largely the same as the current one. The desired scenarios on the other hand, suggest the emergence and the need for a more collective system, in which also many new modes are operating. In the paper the resulting urban transport systems are also discussed. By calculating the CO2 emissions in the average expected and desired scenario, we can test the fulfilment of environmental quality norms. It appears that the expected scenario does not lead to a significant reduction of those emissions; the desired scenario however, may lead to a large scale reduction of the emissions. The conclusion is that the differences in expert opinion are small and that a sustainable (urban) transport system is still far away in the future, although the compact city concept may perhaps offer a promising perspective.
Article
Links between life stage and travel behaviour are explored using Scottish Household Survey non-motorised mode data for Edinburgh. Employing cluster analysis, the sample is split into ten population segments, largely based on life stage. The life stage of having children is shown to affect individual travel behaviour. Households with children present have distinctive travel behaviour characteristics: they are particularly car dependent, tend to own but not use bicycles, and favour leisure cycling trips. A concerted, targeted policy effort is recommended in order to reduce motor car usage and encourage non-motorised modes.
Article
Bicycles offer a promising transportation alternative to private motor vehicles, especially in areas with congestion, poor air quality, and high fuel prices. The study on which this paper is based sought rational methods for determining the most efficient use of the available funds to improve bicycle transportation. A bicycle network analysis tool was developed to assess the networkwide level of service offered to bicyclists in a study area. The tool uses route length and measures of perceived safety to quantify the bicycle friendliness of a street network. The tool can be used to compare networks and assist with the selection of locations for bicycle facility improvements.
Article
In December 1996, 20 percent (4,712) of the League of American Bicyclists members were surveyed about their cycling experiences during calendar year 1996. The 33 questions included bicycle type and equipment, distribution of bicycle trips by purpose (e.g., work, on-road recreation), total distance cycled, commuting habits, accidents, and demographic data. The survey was designed to update one done by Kaplan in 1975. By the March 31, 1997, deadline over 2,400 (51 percent) had been returned. Of these, 19 percent were rejected due to incompleteness or inconsistent responses, leaving 1,956 valid surveys. The "average" respondent was a 48-year-old, married (66 percent) male (80 percent) professional (48 percent) who rode 4670 km in 1996. Just over 9 percent reported having had a serious crash (resulting in at least $50 of property damage or medical expense) in 1996. Based on the experience reported by these cyclists, the average cyclist in this group could be expected to ride for 11 years before having such a crash. Falls accounted for 59 percent of the incidents, whereas running into a fixed object happened 14 percent of the time. Moving motor vehicles were involved in 11 percent of the crashes and another bicycle in 9 percent. A relative danger index is calculated that shows that streets with bike lanes have a significantly lower crash rate than either major or minor streets without any bicycle facilities (38 and 56 percent, respectively). Multiuse trails have a crash rate about 40 percent greater than would be expected based on the miles cycled on them, whereas cycling on the sidewalk is extremely dangerous.