December 2019
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Introducción El cambio climático que sufre el planeta, se atribuye en gran medida, al carbono emitido por las actividades humanas más rápidamente de lo que puede ser absorbido por los bosques y los océanos [1].; y la ganadería contribuye con 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) [2], medidos en kilogramos de CO2 equivalentes (CO2eq). De acuerdo con FAO, la ganadería representa 40% del producto interno bruto (PIB) agrícola mundial, genera mil 300 millones de empleos, y medios de subsistencia para mil millones de pobres en el mundo [2]. Los productos de origen animal satisfacen un tercio del consumo mundial de proteínas [2], y a la vez que contribuyen a la pandemia de obesidad, se han visto como una posible solución a la desnutrición. Como consecuencia de los nuevos patrones de consumo impuestos por la globalización y el incremento del ingreso en economías emergentes, se ha modificado la estructura del mercado global, se han incrementado los flujos comerciales y se han intensificado los modelos de producción en naves industriales. Los nuevos modelos de negocio en la ganadería, son dominados por grandes empresas trasnacionales; integradas vertical y horizontalmente, para apropiarse cada vez más de la cadena productiva y de los factores geográficos de producción; a menudo, las materias primas se producen en un espacio, se industrializan en otro y los productos se consumen en un tercero [3]. Los inversionistas de la ganadería industrial buscan maximizar sus rendimientos financieros. En consecuencia, se observa mayor crecimiento de la producción de especies no rumiantes confinadas en naves industriales a la proximidad de los grandes centros de consumo, por ser éstas de ciclos productivos y reproductivos más cortos que los rumiantes, generalmente criados en condiciones extensivas, pero finalizados en confinamiento [4].