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¿Epidemia de histeria, trastorno
conversivo epidémico o trastornos
somatomorfos epidémicos?: un
nuevo caso de una realidad para el
siglo xxi
Tizón, JL; Pañella, H; Maldonado, R
Publicado en Aten Primaria. 2000;25:67-86. - vol.25 núm 07
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Tizón, JLa; Pañella, Hb; Maldonado, Rb
aUnidad de Salud Mental de Sant Martí. Instituto Municipal de Salud Pública.
Barcelona.Psiquiatra de Atención Primaria y Psicoanalista. Director de la Unidad de Salud Mental
de Sant Martí (nord) del Institut Catalá de la Salut en Barcelona.
bUnidad de Salud Mental de Sant Martí. Instituto Municipal de Salud Pública. Barcelona.Técnicas
del Instituto Municipal de Salud Pública de Barcelona.
Resumen
Objetivos. Describir un nuevo brote de «histeria de masas» o «trastorno conversivo epidémico»
acaecido en Barcelona durante 1997. A partir de las características diferenciales del mismo
respecto a otros brotes similares descritos en la literatura o tratados por el mismo equipo,
proponer un replanteamiento del encuadre teórico de dichos fenómenos somatomorfos
grupales. Diseño. Descriptivo de la investigación epidemiológica clínica y de las intervenciones
realizadas en el caso. Emplazamiento. Centro de salud urbano. Investigación epidemiológica y
análisis de los datos realizados por el Instituto Municipal de la Salud de Barcelona.
Intervenciones y mediciones. Se han realizado: a) cribados diagnósticos poblacionales; b) las
encuestas epidemiológicas usuales del IMSP de Barcelona; c) entrevistas semiestructuradas con
los profesionales asistenciales del barrio, y d) 2 sesiones de grupo con los profesionales
sanitarios del barrio. Las técnicas del IMSP realizaron el análisis estadístico de los datos
proporcionados por las mediciones b) y c). Resultados. Se investigó a 276 personas (el 42% de
la población del barrio). La tasa de ataque resultó ser del 10%. El análisis de los datos apunta
que la comunicación de la fantasía del brote de escabiosis facilitaba el autodiagnóstico e incluso
el diagnóstico por parte de los profesionales sanitarios. Conclusiones. Dada la frecuencia y
repercusiones sociosanitarias de este tipo de trastornos somatomorfos, tanto en países
tecnificados como en vías de desarrollo, parece importante que investigadores clínicos y
epidemiólogos no esperen a plantearse su posibilidad hasta después de descartar totalmente la
etiología «orgánica» de todo brote epidémico. La segunda serie de conclusiones apunta hacia
que no es adecuado calificar todos estos brotes como trastornos histéricos de masas. En
realidad, habría que pensar, en forma más abierta y científicamente actualizada, en trastornos
somatomorfos epidémicos de diversos tipos. El brote descrito en el presente trabajo podría
referirse a la variedadhipocondriforme de aquéllos, mientras que los descritos en trabajos
anteriores del mismo equipo podrían entenderse como la variedad conversiva. Palabras clave:
Epidemiología. Psicoanálisis. Psicopatología. Histeria. Histeria de masas. Trastorno conversivo.
Hipocondría. Trastorno somatomorfo.
Texto completo
Introducción
En la investigación epidemiológica de brotes epidémicos agudos a menudo la calidad y rigor de
las mediciones y estudios quedan alterados por la necesidad de intervenciones concurrentes.
Esa es una de las características básicas de lo que algunos autores han llamado «epidemiología
campo»1. En estos casos, la investigación de brotes está determinada básicamente por las
características, repercusiones y evolución del proceso: número de personas afectadas, tipo de
proceso del que se trata, conocimientos epidemiológicos existentes sobre el mismo y, ante
todo, por el tipo de medidas de control necesarias, por la urgencia o rapidez que precisan las
mismas... Ese conjunto de variables hace que la investigación pueda ser más completa y
«metodológicamente perfecta» o bien más decantada del lado de la intervención y, por lo
tanto, metodológicamente menos completa y sólida.
Esa implícita contradicción metodológica resulta magnificada en el caso de los
brotes de histeria
o trastornos conversivos epidémicos,
para ajustarnos a nuestra terminología y la de la APA2. En
estos casos, los estudios epidemiológicos intentan, ante todo, «descartar» otros procesos,
generalmente biológicos, con los que se confunden. Pero a menudo, esa perspectiva de la
intervención epidemiológico-clínica, habitual en muchos autores en la investigación de estos
brotes y en general en la clínica de la histeria, limita en gran medida su conocimiento, lo que,
con cierta frecuencia, resulta psicológicamente iatrogénico. La hipótesis de trastorno conversivo
epidémico no suele plantearse al inicio de la investigación3,4: lo más frecuente es que se trate
de una hipótesis que surja cuando se han descartado otros procesos. Esta realidad asistencial
queda plasmada ya en la propia definición de estos brotes epidémicos y en uno de los criterios
que Small5 estableció para confirmar la existencia de un brote de este tipo (el criterio de
«normalidad en las exploraciones físicas y analíticas»).
Las características epidemiológico-clínicas del brote de histeria de masas fueron definidas por
Sirois6, y por Small y Nicholi5. Diferentes autores han añadido algunas otras características
claves del mismo3,4,7-20. Una de las más importantes, desde el punto de vista de salud pública,
es el riesgo de recaídas de este tipo de trastornos, en especial si no se establecen medidas de
intervención y/o control. De ahí la importancia del reconocimiento temprano del proceso,
puesto que existen brotes publicados cuya duración ha llegado a ser de semanas e incluso de
varios meses5,6,13,21-25. Por ejemplo, en el año 1995, se investigó en Barcelona un supuesto
brote toxialimentario en una escuela pública. La hipótesis de
trastorno conversivo
epidémico
pudo incluirse casi desde el inicio de la
investigación, lo que permitió poner en marcha intervenciones psicológicas supuestamente
terapéuticas y prevenir intervenciones psicosociales
supuestamente iatrogénicas. El resultado es que, a pesar de lo habitualmente aparatoso de
estas situaciones, el brote pudo finalizar en
horas, y hasta el momento de la redacción de este artículo (1999) no se han producido recaídas
en dicho medio3,4.
Sujetos y método
El primer objetivo del presente trabajo es describir un nuevo brote de «histeria de masas» o
«trastorno conversivo epidémico» acaecido en Barcelona durante 1997. También en este caso
afectó a una comunidad bastante aislada y marginalizada, más aislada y anómica incluso que la
de nuestra comunicación anterior3,4.
La investigación se inició a partir de la notificación de un supuesto brote de escabiosis, el cual,
según las comunicaciones sanitarias iniciales, afectaba a unos 30-40 niños de una barriada de
la ciudad de Barcelona habitada por 631 personas en total (según un censo propio, elaborado
por los servicios sociales del distrito municipal). Como es habitual en estos casos, las
notificaciones que pusieron en marcha la investigación se realizaron al Institut Municipal de la
Salut (IMS). Tales notificaciones oficiales provenían de la dirección de una de las escuelas de la
barriada y del centro de atención primaria de salud de la zona.
A partir de ese momento se pusieron en marcha las siguientes intervenciones:
a)
un cribado
diagnóstico poblacional a cargo de 2 dermatólogos especializados;
b)
las encuestas
epidemiológicas usuales del IMSP de Barcelona para brotes epidémicos, adaptadas para la
supuesta escabiosis;
c)
entrevistas semiestructuradas con los profesionales asistenciales del
barrio, y
d)
2 sesiones de grupo con los profesionales sanitarios del barrio.
Simultáneamente, las técnicas del IMSP realizaron el análisis estadístico de los
datos proporcionados por las mediciones b) y c).
Como decimos, 2 días después de las notificaciones se practicó una intervención comunitaria
con el fin de detectar todos los casos de escabiosis existentes en la barriada y lograr su
tratamiento inmediato y simultáneo. Tras la intervención de 2 dermatólogos especializados en
el tema, que lograron una cobertura del 83% de la población supuestamente afectada,
no se
encontró ningún caso de escabiosis
. Las lesiones, sobre todo en la población infantil,
correspondían a picaduras de insecto.
Ante esta nueva situación se reelaboraron las hipótesis de la investigación. Teniendo en cuenta
la experiencia anterior del equipo del Instituto Municipal de Salud Pública, se pasó a confirmar
la existencia de un
trastorno conversivo epidémico o brote de histeria colectiva
entre la
población de la barriada y de los profesionales que trabajan en ella, una hipótesis que alguno
de los técnicos de dicho instituto había planteado ya desde las primeras aproximaciones. La
fuente, en este caso, serían los progenitores de los niños afectados por las picaduras.
Para la identificación de casos, y ante el rechazo que se suscita en este tipo de situaciones
entre las personas afectadas, se utilizó un cuestionario para el diagnóstico de escabiosis. Se
recogió información de 276 personas (42% del total de población): información demográfica
básica, edades y sexos en el núcleo familiar, tratamiento de escabiosis, fecha en que se realizó,
número de veces que se trató y medicamento que utilizó cada individuo investigado.
Se adoptó como definición de caso la siguiente:
«Persona que en el período de noviembre de
1996 a mayo de 1997 hubiera hecho tratamiento antiescabiosis y viviera en la barriada o
trabajara con la población de la misma.»
Con esta definición pudo observarse que el aumento inusualmente brusco de casos y otra serie
de datos que luego reseñaremos se contradecían con los elementos señalados en los modelos
de investigación epidemiológica usuales26,27. Había que confirmar pues la hipótesis de un nuevo
brote de
histeria de masas
o
trastorno conversivo epidémico
. Los criterios de diagnóstico para
esta hipótesis fueron los del propio equipo investigador, definidos en trabajos anteriores3,4. A su
vez, tales criterios están basados en la propia experiencia de tratamiento de casos de histeria
individuales, en los criterios del DSM-IV2, en los de Small5,15, en los de las investigaciones
bibliográficas previas (p. ej., Sirois6) y en los hallazgos de otra experiencia de tratamiento por
parte de uno de nosotros (JLT) de otro brote de trastorno conversivo epidémico en una
institución escolar de clases medias de la ciudad de Barcelona.
Para poder confirmar esta segunda hipótesis, al tiempo que se realizaba la intervención
epidemiológico-clínica se puso en marcha un diseño de casos y controles a partir de los datos
recogidos. El objetivo en este campo consistía en perfilar y describir el brote y analizar la
transmisión de la angustia entre los profesionales y la población. La información se
obtuvo:
a)
mediante el interrogatorio de los habitantes del barrio a partir del cuestionario
anteriormente comentado para detección de la escabiosis, y
b)
mediante las entrevistas
semiestructuradas a los profesionales de las instituciones del mismo (escuela de enseñanza
primaria, guardería, taller de adultos y centro de atención primaria) después del 26 de mayo.
Las preguntas se referían al inicio del brote, al cómo se enteraron y qué es lo que hicieron. Las
respuestas se compararon con la información que se disponía de las mismas personas, previa al
conocimiento de que no se trataba de escabiosis (antes del 26 de mayo).
Las medidas de frecuencia utilizadas fueron las tasas de ataque, las de asociación, la
odds
ratio
y su intervalo de confianza del 95%. El test estadístico fue el test de Fisher.
Resultados
La tasa de ataque en la población se estimó a partir de las 276 personas investigadas (un 42%
de la población): habían sido 26 las personas que recibieron tratamiento para la escabiosis en el
período descrito. La tasa de ataque global fue pues del 10%.
La distribución temporal de los casos registrados (fig. 1) muestra un inicio en diciembre y 2
picos con un mayor número de casos en marzo y mayo. Después del 26 de mayo sólo se tuvo
conocimiento de un nuevo caso de diagnóstico (también erróneo) de escabiosis (en un
profesional del taller de adultos).
Figura 1. Distribución temporal de los casos que habían recibido tratamiento. La primera
notificación de casos de escabiosis a l´Institut de la Salut se realizó en noviembre de 1996 (10
casos). En aquel momento no se consideró necesaria la intervención desde salud pública. En la
investigación posterior, estos 10 casos no quedaron reflejados, y las personas que declararon
haber recibido algún tratamiento de escabiosis se situaban a partir del mes de diciembre. El
número de personas que recibió tratamiento fue aumentando solapadamente hasta el mes de
marzo, cuando se produjo un pico de tratamientos que de nuevo descendió, para aumentar
posteriormente en mayor grado en el mes de mayo, cuando en dicho mes de nuevo se volvió a
declarar el brote con 30-40 afectados, según la comunicación, pero en la investigación fueron
sólo 12.
Los elementos investigados para la hipótesis ampliada (que incluía el
trastorno conversivo
epidémico
) fueron los siguientes:
1.
Inicio del brote: al parecer, este último brote (o este último agravamiento de un supuesto
brote de escabiosis que venía enseñoreándose en la barriada desde hacía «meses o años»)
había comenzado en noviembre del año anterior. No pudo confirmarse ni uno solo de los
supuestos diagnósticos de «sarna» anteriores.
2.
Final del brote epidémico: justo el 28 de mayo, cuando el 26 se habían iniciado las medidas
de control.
3.
Agente trasmisor: se investigó y descartó que desempañaran ningún papel los insectos
endémicos, un rebaño de cabras que existe en el barrio, una endemia en la población de la
barriada o la infección de algunos profesionales de la misma...
4.
Agente patógeno: se investigaron diversos insectos y parásitos, así como la angustia o
ansiedad persecutoria ante el contagio de una enfermedad considerada producto de la pobreza
y la falta de limpieza. No existían datos a favor de los factores biológicos y sí datos empíricos y
clínicos (procedentes de las entrevistas con la población y las sesiones de grupo con los
profesionales) a favor de la hipótesis psico[pato]lógica.
5.
Población afectada: habitantes del barrio, con posterior difusión a alguno de los técnicos que
trabajan en él (maestros de escuela infantil y de adultos),
sin que en ningún caso aparecieran
lesiones patognomónicas
.
6.
Vía de trasmisión: numerosos datos y observaciones apuntaban a que fueron la visión de las
lesiones de los niños y la comunicación y escucha (de la fantasía persecutoria) de que existía un
brote de escabiosis en la zona, lo que favoreció la difusión de los casos (tablas 1-4).
La distribución de casos según edad y sexo (tabla 2) muestra que de 0 a 14 años la
probabilidad de haber recibido tratamiento de escabiosis fue mayor en los niños varones,
mientras que de 15 a 29 años fue superior en mujeres. A partir de los 30 años, para ambos
sexos, no hubo ningún tratamiento. Al «encartar» desde el principio de la investigación la
perspectiva psicosocial, una de las subhipótesis manejada era que los progenitores (y en
especial la madres) fueran las que propagaran el falso diagnóstico. Esta hipótesis recibe un
cierto apoyo a partir de una serie de datos:
a)
el grupo de edad de 20-29 años, que incluía a la
mayoría de las madres de las familias afectadas, era el segundo grupo con mayor tasa de
ataque entre las mujeres;
b)
en los núcleos familiares con una madre de este grupo de edad,
más del 50% de sus miembros habían recibido tratamiento;
c)
el padre no había recibido
tratamiento en ninguna familia, y
d)
los dos primeros casos registrados fueron mujeres de 27 y
23 años, respectivamente.
En la distribución de casos según lugar (tabla 3), se observó una mayor tasa de ataque entre la
población de la barriada. Después, entre los maestros de las escuelas de niños. Fue menor
entre profesionales que trabajaban con adultos y no hubo casos entre los profesionales
sanitarios y de servicios sociales. Los casos en profesionales aparecieron después de que
«supieran» que había personas afectadas de escabiosis en la población.
La angustia vivida por el miedo al contagio (padres y maestros) o por el hecho de tratarse de
una enfermedad relacionada con la suciedad, la pobreza y la marginalidad (padres y sanitarios),
también se reflejó en las entrevistas. La hipótesis de transmisión de esta angustia, medida
mediante la probabilidad de un diagnóstico de escabiosis sin base orgánica para el mismo, fue
estudiada por el equipo del IMS, dividiendo la población en dos categorías de exposición de
mayor a menor intensidad (tabla 5). Las diferencias fueron estadísticamente significativas y
la
odds ratio
de 9,8 (1,01-233,2). No olvidemos, además, que el cribado poblacional de los
dermatólogos había proporcionado unos resultados diáfanos: no se confirmó ni un solo
diagnóstico de escabiosis.
Tras establecer el diagnóstico de trastorno conversivo o somatomorfo epidémico, se realizaron
4 tipos de intervenciones puntuales:
a)
comunicación a los supuestos afectados de los
resultados de la exploración dermatológica de la comunidad, comunicación que fue recibida con
incredulidad y escepticismo;
b)
comunicación de la situación a los sanitarios presentes en
algunas reuniones informales realizadas (principalmente, al equipo coordinador del centro de
atención primaria de salud), comunicación que también fue recibida con cierto
escepticismo;
c)
investigación conjunta entre los técnicos del IMSP y la población acerca del
origen de las picaduras de insectos recordemos que anteriormente se habían atribuido las
lesiones a «sarna procedente de unas cabras que pastaban por la zona», a la suciedad de unos
basureros clandestinos realmente existentes junto al barrio y otra serie de hipótesis
epidemiológicamente inverosímiles (pero psicológicamente muy creíbles para esta población),
y
d)
recomendaciones para que los sanitarios no aceptaran, en lo sucesivo, las «presiones
psicológicas» encubiertas o inconscientes que, hasta entonces, habían llevado a diagnósticos
erróneos de escabiosis.
Ante la renuente aceptación de este dictamen por parte de los profesionales, tanto pedagógicos
como sanitarios, se pensó en la posibilidad de que hubiera que considerarlos como
población
también sujeta, en este caso, al supuesto trastorno conversivo epidémico
, al menos
como agentes propagadores (involuntarios e inconscientes, desde luego). Por ello se puso en
marcha una nueva medida de intervención: la realización de
2 sesiones de grupo
con el
personal sanitario. Los objetivos eran los siguientes:
a)
que las mismas actuaran como
elemento de contención del equipo (y, por mediación de los profesionales, de la
población);
b)
lograr una cierta reelaboración de las ansiedades confusionales y persecutorias
que llevan a esas situaciones29-32, y
c)
comunicar elementos cognitivos para la comprensión de
los brotes epidémicos (de escabiosis y de conversión).
Discusión
Discusión epidemiológica
La comparación entre las entrevistas antes y después del día 26 (tabla 4) mostró una
importante discordancia entre la información facilitada en un momento y otro, divergencias
temporales que, en nuestra experiencia, adquieren gran sentido en la comprensión de estos
brotes epidémicos. Comentaremos algunas de las discordancias apreciadas en la tabla,
escogidas precisamente para ilustrar la discusión:
1.
La presión (psicológica) de las madres y de algunos profesionales, sobre la certeza de que se
trataba de escabiosis, junto al miedo al contagio, se pusieron de manifiesto en los relatos de
cómo habían sugerido el diagnóstico. También pudo observarse esa «certeza interna»
(psicológica, pero no lógica) en algunos profesionales no sanitarios e incluso en algunos
profesionales sanitarios.
2.
Los propios médicos, pertenecientes a un equipo con buena preparación, capacidades,
voluntad clínica y alta producción científica y clínica, notificaron en repetidas ocasiones el
diagnóstico de escabiosis. En un segundo momento, reconsideraron sus diagnósticos, salvo
algún profesional.
3.
Pero llama la atención el que estos profesionales, a pesar de las dudas sobre el diagnóstico
de escabiosis, no consultaran en ningún momento a un especialista.
4.
La escuela notificó un total de 42 casos de escabiosis en niños, cuando en realidad tenían
este diagnóstico sólo dos de ellos (y, como se vio más tarde, se trataba de un diagnóstico poco
verosímil). La base para estas notificaciones era las lesiones de picaduras de ácaros o
mosquitos que sí padecía gran parte de la población infantil de la escuela.
5
. Antes del 26 de mayo algunos padres habían dejado de llevar a sus hijos a la escuela por
miedo al contagio.
6.
Antes de esa fecha, los temores (o fantasías persecutorias) de padres y maestros habían
llevado a solicitar el cierre de la escuela.
7.
El taller de adultos se cerró, a pesar del dictamen contrario del Instituto Municipal de la
Salud, durante un período de 10 días.
Opinamos que la situación descrita puede considerarse como un brote de «histeria de masas»
o, en nuestra terminología, de «trastorno conversivo epidémico», porque cumple los criterios
básicos de Small5 numerados en la tabla 1: desde el 1 al 8 y del 11 al 16. Parcialmente, los
criterios 9 y el 10. Además, siguiendo con el resto de los elementos para el diagnóstico de tal
proceso, fue un proceso contagioso, desorganizado e incontrolado porque:
a)
la investigación
puso de manifiesto falsos diagnósticos incluso entre maestros y el riesgo de aparición de un
caso a partir de la transmisión de la angustia, y
b)
los casos de falsos diagnósticos fueron
surgiendo durante un período de 6 meses y ninguno fue confirmado por un especialista (criterio
de proceso desorganizado e incontrolado).
Acerca del resto de criterios de la tabla 1 podríamos decir resumidamente que:
a)
el brote en sí
mismo se ha tratado de un proceso inusual puesto que no había experiencia de otro semejante
en la zona y, en 2 años, no ha habido notificación de otro del mismo género en el municipio de
Barcelona, y
b)
ha sido un proceso
espontáneo
, puesto que a pesar de haberse iniciado a
consecuencia de la profusión de picaduras de insectos, estas lesiones fueron confundidas con
escabiosis probablemente sin otro motivo que las fantasías (conscientes e inconscientes) de
relación entre escabiosis, suciedad y pobreza.
Sin embargo, a diferencia del otro cuadro de trastorno conversivo epidémico anteriormente
descrito por el mismo equipo3,4, la comunidad no proporcionó contención al proceso ni logró
paralizar su difusión, a pesar de que en las distintas visitas realizadas a la población se
detectaron personas que no estaban de acuerdo con el diagnóstico de escabiosis. No obstante,
pese a haber manifestado su incredulidad, estas personas no contuvieron la presentación de
nuevos casos. En este brote probablemente los líderes comunitarios no colaboraron en la
contención de la ansiedad, como sí había hecho un líder musulmán en el brote de comparación.
Incluso cabe la duda razonable de que contribuyeran a su difusión, presionados por su propia
situación de penuria asistencial y por la marginalidad e injusticia en que habita la población del
barrio.
Por otra parte, se trata de una
población cerrada
(tabla 1), incluso físicamente: está rodeada de
vallas que la aíslan de las barriadas limítrofes, sólo dispone de una línea de autobús, no cuenta
con más servicios que los mencionados en este trabajo... La inmensa mayoría de la población
es de etnia gitana. El proceso ocurría entonces en un entorno social inestable, con
desestructuración relacional y/o de las red de relaciones sociales y en una población cerrada,
aislada y anómica (en el sentido de Durkheim33) (criterios 4, 5 y 6 de la tabla 1): en efecto, se
trata de una población con un estatus socioeconómico bajo o marginal, que en sus tiempos
había requerido la puesta en marcha de un programa social específico por parte de la
municipalidad de la ciudad (programa poco valorado aún hoy, tanto por la población de la zona
como por los propios profesionales). El tema se hizo patente en las sesiones de grupo: estaba
claro que la municipalidad y sus representantes, incluidos los técnicos del IMSP, eran vividos
como persecutorios y/o desinteresados por la población de la barriada... e incluso por los
profesionales de los servicios públicos de la misma.
De nuestros criterios para el diagnóstico, que recogen los de Small, parece que sólo dejan de
cumplirse los más anecdóticos, y sólo parcialmente. En efecto, en nuestra investigación
epidemiológica el inicio de la epidemia no pudo determinarse con claridad, pero los primeros
casos recogidos no correspondían a las edades de la adolescencia o preadolescencia. El
predominio del sexo femenino no queda reflejado en las tasas de ataque globales por sexo. El
papel que las madres tuvieron en el «diagnóstico» y la propagación de las fantasías y
ansiedades persecutorias29queda reflejado en que fue su grupo de edad el más afectado, no
observándose casos en varones de la misma edad; también, porque en los núcleos familiares
de estas madres afectadas más de un 50% de sus miembros lo estuvieron. Evidentemente, no
afectó a todos los miembros del mismo ambiente, ni del barrio, ni del mismo núcleo familiar
(criterio 11). Pero este dato, en el presente «brote», también sirve para descartar la hipótesis
de escabiosis, puesto que desde un punto de vista epidemiológico era casi imposible aceptar
que hubiera escabiosis en niños sin afectación de ninguno de los progenitores.
La transmisión sí que fue por la vista y el oído, puesto que dichos habitantes de la Barcelona
«del cuarto mundo» veían las picaduras y (se) comunicaban entre ellos que era
sarna
(criterio
13). Hasta la intervención, sí habían existido algunas recaídas en la población, en el sentido que
algunas personas habían recibido tratamiento para la escabiosis en más de una ocasión. Sobre
la rapidez del inicio de la epidemia, no se ha podido determinar con suficiente fiabilidad: de
hecho, la curva ascendente se inicia de forma solapada durante meses. La primera
comunicación del proceso a los servicios de salud pública de la ciudad tuvo lugar en noviembre
de 1996, con la declaración de 10 casos en niños. Pero es claramente identificable un acmé o
«brote» de inicio y caída rápidos: el mayor número de diagnósticos se produjeron en el mes de
mayo 1997. A partir del 26 de mayo, fecha en la cual los especialistas en dermatología, después
de revisar al 83% de la población afectada, concluyeron que no se trataba de escabiosis, sólo
hubo un nuevo diagnóstico, también erróneo (criterio 15). Ese final tuvo lugar desde el
momento en el cual, a pesar de sus reservas conscientes e inconscientes, los profesionales
dejaron de apoyar (confirmar) la fantasía de que se trataban de lesiones de escabiosis y no de
picaduras de insectos. En este brote, el criterio de normalidad en las exploraciones físicas y
analíticas se puso de manifiesto por la confirmación llevada a cabo por los 2 especialistas en
escabiosis: no la padecía ninguno de los casos calificados con dicho diagnóstico. En la
investigación de posibles diagnósticos de escabiosis emitidos por el servicio de dermatología del
hospital de referencia de la barriada, tampoco se confirmaron dichos diagnósticos (criterio 16).
Discusión conceptual
Son pocos los brotes de histeria en comunidades descritos en la bibliografía en comparación
con la realidad de su presencia clínica. La mayoría corresponden a brotes en medios escolares3-
8,10,11,13-21,36-39 y cumplen mucho más claramente los criterios de
trastorno conversivo
epidémico
o
epidemia de histeria
que definimos en nuestro anterior trabajo. Pero precisamente
las discrepancias encontradas en este brote, junto con el carácter indudablemente poco
definible o concreto de muchos de los criterios expuestos en la bibliografía o enumerados por
nosotros mismos, nos obligan a ir un paso más allá en esta discusión. En realidad, nuestra
opinión sobre los estudios acerca de este tipo de situaciones es que, al menos en los aspectos
psicológico-psiquiátricos de los mismos, nos movemos habitualmente a un nivel muy
rudimentario, con excesiva disociación, dejando «demasiado de lado» los componentes
psicológicos del tema. Nos referimos a los «componentes psico(pato)lógicos», tanto de la
psicopatología clínica tradicional como de la psicología clínica y la social.
En este caso, además, volvemos a encontrarnos con profesionales que no llegan a detener la
propagación de las fantasías persecutorias y la ansiedad secundaria a la existencia de
escabiosis. Al contrario, bastantes de entre ellos parece que apoyaron tales «diagnósticos»
sin
que, a pesar de poseer capacidades y medios para ello
, llegaran a un diagnóstico negativo y se
lo comunicaran así a la población y los afectados. En contra de lo que podían ver por sí mismos,
y sin, en caso de dudas, consultar con un especialista o solicitar los informes hospitalarios
(negativos), algunos médicos o enfermeras parece que colaboraron en la difusión de la
supuesta «epidemia».
¿Cómo puede haber sucedido así, tanto en este caso como en otro muchos? ¿Habrá que pensar
que dichos profesionales sanitarios están «poco al día» del tema y deben reciclar sus
conocimientos o actitudes? O, como nosotros proponemos, ¿habrá que pensar que el principal
contagio que ocurre cotidianamente en la asistencia sanitaria no es el de microorganismos o
parásitos? La ansiedad también «se contagia» y es uno de los vectores más contagiosos e
influyentes, pues llega a «oscurecer» las capacidades cognitivas y la experiencia personal29. Se
nos dirá que ello es obvio, pero no creemos que las organizaciones sanitarias hoy estén
orientadas de cara a esta realidad tan obvia. De ahí que, cada vez que ocurre un nuevo brote
de trastorno conversivo epidémico, el aparato sanitario resulte normalmente tan poco eficaz
para establecer un diagnóstico precoz y una atención adecuada. El resultado es que incluso
excelentes profesionales pueden quedar confundidos y que haya habido brotes de TCE de días
o semanas de duración... incluso en hospitales6,22.
La segunda consideración teórica que queríamos realizar para concluir este artículo era acerca
del propio diagnóstico. En nuestro anterior trabajo proponíamos un diagnóstico más adecuado,
operativo y organizado de la «histeria de masas» o «síndrome sociogénico de masas»: por eso
proponíamos designarlo como
«trastorno conversivo epidémico»
. En efecto: creemos que con la
noción de «histeria de masas» se ha caído nuevamente en los aspectos marginalizadores y casi
insultantes con los cuales el término «histeria» se utiliza hoy34. Pero, además, lo fundamental
en este brote no eran los síntomas concretos,
sino la convicción de que se trataba de una
«sarna» no descubierta o atendida por los servicios comunitarios
.
En consecuencia, es evidente que se trata de una propagación grupal de ansiedades
persecutorias vividas en el cuerpo, vividas como una enfermedad. En terminología
psicopatológica más actualizada y exacta, ese tipo de trastorno hoy se denomina
trastorno
somatomorfo
: el trastorno se comunica mediante el cuerpo, asemejándose más o menos a una
afección médica. Pero, si no se puede hablar con seguridad de histeria, de trastorno por
conversión, ¿a qué tipo de trastorno somatomorfo podemos remitirnos? Evidentemente, no
puede tratarse de un
trastorno por somatización
: en los brotes, los afectados se quejan de 1, 2
o como mucho 3 síntomas (en este brote, de uno solo). Lejos pues del mínimo de 8 síntomas
somatomorfos necesarios para hablar de un trastorno por somatización. Pero sí se cumplen los
criterios del
trastorno somatomorfo indiferenciado
2: uno o más síntomas bastan... En realidad,
en el brote estudiado se cumplían casi todos los criterios de este trastorno salvo, naturalmente,
la duración (en el caso de la psicopatología clínica, no social, se ha adoptado el criterio de que
debe ser de al menos 6 meses). Con nuestra experiencia y los estudios anteriores en la mano,
podemos afirmar hoy que
muchos de los «brotes de histeria de masas» descritos hasta hoy en
la bibliografía deberían describirse en realidad como brotes de trastornos somatomorfos
indiferenciados
.
Pero en el presente «brote» o «epidemia» se dan otros fenómenos que merecen nuestra
atención. Recordémoslos:
a)la convicción de presentar «sarna»
en la población, más resistente
de lo habitual en otros «brotes»;
b)
el hecho de que tal convicción era compartida por
bastantes profesionales de la pedagogía del barrio (se llegó a cerrar el taller de adultos para los
adultos del barrio, se solicitó el cierre de la escuela...), y
c)
tal convicción era compartida
incluso por los profesionales sanitarios (sobre cuya preparación médico-biológica y dedicación,
desde luego, no teníamos ni tenemos ninguna duda).
Si revisamos el apartado de
trastornos somatomorfos de las clasificaciones
psiquiátricas
internacionales, observamos que hay otro trastorno somatomorfo cuyos criterios
encajan con gran perfección con las características de este brote. Nos referimos a la
hipocondría. Es más: si se revisan tales criterios y se comparan con los de los otros 2 trastornos
psiquiátricos apuntados, podemos llegar a la conclusión de que es el cuadro que más encaja
con la fenomenología del presente brote2,28 (tabla 6).
Ello nos ha llevado a pensar que, en la conceptualización de los «brotes de histeria»,
«epidemias sociogénicas de masas» o «epidemias de trastorno conversivo», probablemente se
ha incurrido en un error conceptual de entrada al calificar como histeria y, en consecuencia,
banalizar fenómenos más amplios, complejos y abigarrados. Uno de nosotros (JLT) lleva años
insistiendo sobre la importancia sanitaria y personal de la vivencia del cuerpo. Y tanto en
psicología como en psicopatología (véase, por ejemplo, citas 28, 29 y 35). Al igual que en la
psicopatología individual, el cuerpo y la vivencia del cuerpo es siempre uno de los elementos de
cada trastorno mental. Se considera el más demostrativo de los criterios en el caso de los
trastornos somatomorfos, que se expresan fundamentalmente a través del cuerpo, usándolo
como análogo. Pero hay otras formas de utilizar el cuerpo en la psicopatología, que hemos
designado como el cuerpo dramático, el cuerpo evacuativo y el cuerpo vivido como
perseguidor28,35. Por tanto, en la psico(pato)logía social, en la psicología social, y en
consecuencia, en la epidemiología clínica, tal vez debiéramos ser consecuentes con estas
realidades y entender que también en psico(pato)logía social el cuerpo es utilizado de muy
diversas formas. En la tabla 7 presentamos una serie de cuadros de «histeria de masas»
habitualmente mencionados en la bibliografía tanto epidemiológica como psiquiátrica. Desde
nuestra perspectiva actual, tal vez deberían entenderse como cuadros o síndromes psicosociales
con expresión fundamental a través del cuerpo, somatomorfos.
Creemos que este punto de vista:
1.
Permite una conceptualización más estricta y operativa de los mismos.
2.
Sin el reduccionismo a la histeria que otras conceptualizaciones implican, probablemente
influido, como en los casos de la calificación de «histérico/a» en la vida social, por una
tendencia a despreciar/banalizar ese tipo de problemas.
3.
Permite trabajar en la teoría, en la clínica y en la investigación con una perspectiva más
amplia de las manifestaciones de la vivencia del cuerpo la psicopatología.
4.
Permite una mayor colaboración entre clínicos, epidemiólogos, sociólogos y antropólogos:
probablemente cada cultura poseerá unas formas y un hincapié específico en el uso del cuerpo
para la relación. Probablemente sólo algunos de tales usos pueden ser calificados de
«psicopatológicos». Eso permitiría entender cómo determinadas culturas, etnias y pueblos
llamados «primitivos», o «del sur», tal vez tengan una mayor tendencia a la expresión del
sufrimiento psicológico y social a través del cuerpo que las culturas del norte tecnológicamente
desarrollado del planeta41-43.
5.
Con lo que podríamos tal vez entender mejor el porqué de tales manifestaciones, incluso las
«psicopatológicas» e incluso de las más llamativas o abigarradas de las mismas. Tenderán a
expresarse en las transiciones psicosociales y tenderán a desaparecer sin dejar huellas en la
mayor parte de los individuos que las manifiestan: en realidad, son formas sociales de
comunicación. Incluso puede que, en algunos casos, se trate de formas «psicopatológicas» de
comunicación social. Pero discriminan poco la psicopatología de cada uno de los individuos
involucrados en el brote.
6.
Si pueden diferenciarse las diversas variedades de trastorno somatomorfo epidémico, ello tal
vez permita un abordaje diferenciado a las mismas. Un ejemplo de tal abordaje diferenciado se
muestra en la tabla 8, en la cual presentamos una adaptación de nuestra tabla para la atención
a los trastornos conversivos epidémicos, pero dirigida en este caso a la atención primaria,
secundaria y terciara de lo que tal vez podríamos llamar
variedad hipocondriforme de los
trastornos somatomorfos epidémicos.
Seguramente esa tendencia disociativa y peyorativa de la comunidad científica empirista
respecto a estas manifestaciones psicosociales ha influido de forma determinante en el bajo
grado de conceptualización de las mismas. La gran carga «peyorativa», despectiva, y las
defensas proyectivas y disociativas consecuentes, dificultan el conocimiento de estos
fenómenos28,36-38. Y sin embargo acarrean a menudo importantes sufrimientos a individuos y
poblaciones, además de consecuencias sociosanitarias negativas y gastos innecesarios, en
ocasiones de gran trascendencia, como ilustramos en nuestros trabajos anteriores sobre el
tema3,4. Y como, por cierto, ilustra el hecho de que la «epidemia de escabiosis» de este caso
llevara siendo diagnosticada y tratada más de 6 meses. Como describimos en esos otros
trabajos, tales cuadros, si bien no suelen poseer repercusiones biológicas directas, sí pueden
favorecer la iatrogenia. Además, suelen conllevar posteriormente importantes reacciones de
rechazo en los grupos sociales cercanos a los afectados. Pues bien: al menos parte de esas
consecuencias y sufrimientos posiblemente serían evitadas con una mayor aceptación y
reconocimiento de los mismos. En el brote presentado, el rechazo se puso de manifiesto por la
aceptación-aparición de diagnósticos erróneos de escabiosis al saberse la procedencia de la
población, así como por la negativa de 2 escuelas de adultos a recibir durante días a los
alumnos procedentes de la barriada.
En nuestra experiencia, en una ciudad como Barcelona, a pesar de la universalización de la
atención sanitaria primaria, de la atención primaria a la salud, anualmente se comunican 1-2
brotes de histeria colectiva. Habitualmente van asociados a otros brotes de enfermedades
infecciosas (enfermedad meningocócica, giardiasis y hepatitis A, entre otras). Normalmente
suelen controlarse con las intervenciones orientadas a la especie morbosa que los propicia36-39.
En nuestra experiencia, en la última década sólo en dos ocasiones estos brotes no se han
asociado con la presencia de situaciones médico-biológicas epidémicas, pasando a constituir por
sí mismos motivo de investigación y de la puesta en marcha de medidas de control específicas
de los trastornos somatomorfos epidémicos3,4,6,9,20. En esta ocasión, las medidas de control
propuestas eran tan sencillas como propiciar entre la población y los profesionales la no
aceptación de que se trataba de escabiosis. Otra cosa es «lidiar» con la ansiedad persecutoria y
las fantasías conscientes e inconscientes de enfermedad, apoyadas en la fantasía más o menos
subliminal, pero poderosa, de ser marginados, engañados y maltratados por la sociedad
«pudiente». Probablemente, es uno de los criterios para pensar, en casos similares, en la
«variedad hipocondriforme» de las mismas.
Como conclusión, cabe destacar la idea de que los brotes de
histeria colectiva
(en nuestra
terminología,
trastornos somatomorfos epidémicos
) seguirán existiendo en el siglo XXI, tanto en
los países tecnológicamente desarrollados como en los que no lo son, a pesar de las
trasformaciones sociales que se han producido. Lo que ha cambiado de ellos es la forma de
manifestarse. Tal vez es hora ya
de cambiar también ¡qué menos! nuestra actitud ante los mismos y el punto de vista teórico
con el cual los estudiamos. Posiblemente ese cambio de perspectiva podría mejorar nuestra
comprensión de tales manifestaciones biopsicosociales y la efectividad y adecuación de las
medidas de atención a las poblaciones afectadas.
Tizón, JLa; Pañella, Hb; Maldonado, Rb
aUnidad de Salud Mental de Sant Martí. Instituto Municipal de Salud Pública.
Barcelona.Psiquiatra de Atención Primaria y Psicoanalista. Director de la Unidad de Salud Mental
de Sant Martí (nord) del Institut Catalá de la Salut en Barcelona.
bUnidad de Salud Mental de Sant Martí. Instituto Municipal de Salud Pública. Barcelona.Técnicas
del Instituto Municipal de Salud Pública de Barcelona.