99 Reads
·
53 Citations
I Seguir ocupándose de los géneros puede parecer en nuestros días un pasatiempo ocioso además de anacrónico. Todos saben que existían baladas, odas y sonetos, tragedias y comedias en tiempos de los clásicos, pero, ¿hoy? Incluso los géneros del siglo xix, que, sin embargo, no son para nosotros géneros de un modo absoluto poesía, novela, parece que se disgreguen, por lo menos en la literatura «que cuenta». Como escribía Maurice Blanchot de un escritor moderno, Hermann Broch: «Ha sufrido, como otros muchos escritores de nuestro tiempo, esa presión impetuosa de la literatura que no soporta ya la distinción de los géneros y necesita romper los límites». Incluso sería un signo de auténtica modernidad en u n escritor no someterse ya a la separación en géneros. Esta idea, a cuyas transformaciones podemos asistir desde principios del siglo xix (aunque los Románticos alemanes, en particular, fueron grandes constructores de sistemas genéricos), ha tenido en nuestros días uno de sus más brillantes portavoces en la persona de Maurice Blanchot. Con más rotundidad que nadie, Blanchot ha dicho lo que otros no osaban pensar o no sabían formular: no existe hoy ningún intermediario entre la obra singular y concreta, y la literatura entera, género último; no existe, porque la evolución de la literatura moderna consiste precisamente en hacer de cada obra una interrogación sobre el ser mismo de la literatura. Releamos esas elocuentes lineas: «Sólo importa el libro, tal cual es, aparte de los géneros, fuera de las clasificaciones prosa, poesía, novela, testimonio en las que rehúsa incluirse y a las que niega el poder de fijar su lugar y de determinar su forma. Un libro ya no pertenece a un género, todo libro remite únicamente a la literatura, como si ésta contuviese de antemano, en su generalidad, los únicos secretos y fórmulas que permiten dar a lo que se escribe realidad de libro.