August 2016
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La fuerza política, que adquirió el movimiento feminista en la década de los sesenta y setenta, facilitó la denuncia pública de una infinidad de tratos discriminatorios ejercidos en los más diversos espacios sociales contra mujeres. Dichas protestas han sido lo suficientemente poderosas para que el Estado, empresas e instituciones sociales se vieran obligados a distanciarse, por lo menos en el plano discursivo, de la discriminación femenina y para que adoptaran políticas a favor de la igualdad y la equidad de las mujeres. No obstante, ello no ha conllevado a la erradicación de la discriminación por concepto de género como tal sino, sólo a la disipación de sus formas más burdas y visibles. La invisibilidad se debe, en parte, también al incremento del nivel general de violencia en las sociedades neoliberales y, muy en particular, en la mexicana, con lo que se aminora la brecha de violencia ejercida contra hombres y mujeres en el espacio laboral.