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Abstract

In this review we present and discuss the main risk factors for Alzheimer's disease (AD) reported by epidemiological, genetic and biochemical studies. The most frequently mentioned factors are: 1. Age. It is the principal marker for the disease risk; 2. Sex. It is estimated that the prevalence of AD is higher in women than in men; 3. Genetics. Although the genetic role has been demonstrated, there is an important genetic heterogeneity; 4. Tobacco. Various studies have found a protective effect, however this effect could be attributed to survival bias; 5. Alcohol. The regular consumption of alcohol was associated with reduced incidence of AD, especially with wine consumption; 6. Family history of dementia. Nearly 40% of persons with AD have family history of dementia; 7. Non steroidal antiinflammatories (NSAIDs). The use of NSAIDS could help in reducing the symptoms of the disease or even avoid them; 8. Craneoencephalic trauma. The role of the craneoencephalic trauma is controversial; 9. Education. The increase of AD in low education persons was published; 10. Diet. The consumption of antioxidants in diet o in supplementary forms appears to be neuroprotector. The grand variety of published epidemiological studies with different methodology makes it difficult to find homogeneous results. This leaves us controversial impressions about how to prevent the disease.
REVISIÓN
REV NEUROL 2005; 40 (10): 613-618 613
INTRODUCCIÓN
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una demencia degenerati-
va primaria de origen desconocido que se inicia de manera gra-
dual y progresa con lentitud. Suele debutar con pérdida de
memoria, a la que se le añaden con el paso del tiempo otros défi-
cit cognitivos, como son: apraxia, afasia, desorientación, disfun-
ciones sensoriales e incapacidad para el razonamiento, lo que
conlleva un deterioro del individuo en todos los sentidos [1,2].
Esta enfermedad es la causa más frecuente de trastorno
mental en el mundo occidental y constituye entre el 60 y el
75% de todas las demencias [1]. Su incidencia y prevalencia
se incrementan casi exponencialmente con el envejecimiento.
Se calcula que, para la población occidental mayor de 64 años,
la prevalencia de las demencias está entre el 5 y el 10%, mien-
tras que en España se cree que puede oscilar entre el 4 y el
16%. La incidencia mundial y española es de 1/100 personas
al año [1,3].
ALZHEIMER’S DISEASE RISK FACTORS
Summary. Aim. In this review we present and discuss the main risk factors for Alzheimer’s disease (AD) reported by epidemio-
logical, genetic and biochemical studies. Development. The most frequently mentioned factors are: 1. Age. It is the principal
marker for the disease risk; 2. Sex. It is estimated that the prevalence of AD is higher in women than in men; 3. Genetics.
Although the genetic role has been demonstrated, there is an important genetic heterogeneity; 4. Tobacco. Various studies have
found a protective effect, however this effect could be attributed to survival bias; 5. Alcohol. The regular consumption of alcohol
was associated with reduced incidence of AD, especially with wine consumption; 6. Family history of dementia. Nearly 40% of
persons with AD have family history of dementia; 7. Non steroidal antiinflammatories (NSAIDs). The use of NSAIDS could help
in reducing the symptoms of the disease or even avoid them; 8. Craneoencephalic trauma. The role of the craneoencephalic
trauma is controversial; 9. Education. The increase of AD in low education persons was published; 10. Diet. The consumption
of antioxidants in diet o in supplementary forms appears to be neuroprotector. Conclusions. The grand variety of published
epidemiological studies with different methodology makes it difficult to find homogeneous results. This leaves us controversial
impressions about how to prevent the disease. [REV NEUROL 2005; 40: 613-8]
Key words. Age. Alzheimer’s disease. Antioxidants. Craneoencephalic trauma. Genetics. Review. Sex. Tobacco.
Aceptado: 25.10.04.
Cátedra de Medicina Preventiva y Salud Pública. Facultad de Medicina.
Universidad de Córdoba. Córdoba, España.
Correspondencia: Dr. Mohamed Farouk Allam. Cátedra de Medicina Pre-
ventiva y Salud Pública. Facultad de Medicina. Universidad de Córdoba.
Av. Menéndez Pidal, s/n. E-14004 Córdoba. Fax: +34 957 218 573. E-mail:
fm2faahm@uco.es
© 2005, REVISTA DE NEUROLOGÍA
Factores de riesgo de la enfermedad de Alzheimer
J.L. Barranco-Quintana, M.F. Allam, A.S Del Castillo, R. F.-C. Navajas
rias, se comparó con placebo en tres ensayos multicéntricos, aleato-
rizados y doble ciego que incluyeron a 1.052 pacientes con epilepsia
parcial no controlada con otros fármacos. Los resultados demostra-
ron que era eficaz a partir de una dosis de 150 mg/día y que había
una clara relación dosis/respuesta hasta los 600 mg/día. En esta
última dosis, la pregabalina producía una reducción de la frecuen-
cia de crisis de 44,3-54% que resultaba muy significativa frente al
grupo placebo (p 0,0001). Asimismo, la tasa de respondedores era
de 43,5-51% (p 0,001). En uno de estos estudios, el 12% de los
pacientes tratados con 600 mg/día de pregabalina no sufrieron crisis
durante el último mes de tratamiento, mientras que otro estudio
demostró su eficacia cuando se administró en dos tomas al día.
Estudios posteriores confirmaron los resultados de los primeros
ensayos. Los efectos secundarios observados con mayor frecuencia
han sido: mareo, somnolencia, ataxia, astenia y aumento de peso.
En estudios controlados, el porcentaje de retiradas por efectos se-
cundarios fue del 15,3% para quienes tomaban pregabalina frente al
6,1% en los tratados con placebo. Conclusión. Sus favorables pro-
piedades farmacocinéticas, su tolerabilidad generalmente buena y
su destacable eficacia convierten a la pregabalina en una atractiva
incorporación al ya extenso arsenal disponible para el tratamiento
de las epilepsias focales. [REV NEUROL 2005; 40: 609-13]
Palabras clave. Efectos adversos. Eficacia. Epilepsia. Nuevos fár-
macos antiepilépticos. Pregabalina. Revisión.
nistrada em dois ou três tomas diárias, comparou-se com o place-
bo em três ensaios multicêntricos, aleatórios, que incluíram 1.052
doentes com epilepsia parcial não controlada com outros fármacos.
Os resultados demonstraram que era eficaz a partir de uma dose
de 150 mg/dia e que havia uma clara relação dose/resposta até aos
600 mg/dia. Nesta última dose, a pregabalina produzia uma redução
da frequência de crise de 44,3-54% que se tornava muito significati-
va face ao grupo placebo (p 0,0001). Mesmo assim, a taxa de res-
postas era de 43,5-51% (p 0,001). Num destes estudos, 12% dos
doentes tratados com 600 mg/dia de pregabalina não sofreram crises
durante o último mês de tratamento, enquanto que outro estudo de-
monstrou a sua eficácia quando se administrou em duas tomas diá-
rias. Estudos posteriores confirmaram os resultados dos primeiros
ensaios. Os efeitos secundários observados com maior frequência
foram: tontura, sonolência, ataxia, astenia e aumento de peso. Em
estudos controlados, a percentagem de suspensões por efeitos se-
cundários foi de 15,3% para aqueles que tomavam pregabalina face
a 6,1% nos tratados com placebo. Conclusão. As suas favoráveis
propriedades farmacocinéticas, a sua tolerância, geralmente boa e
a sua destacável eficácia convertem a pregabalina numa atractiva
incorporação ao já extenso arsenal disponível para o tratamento
das epilepsias focais. [REV NEUROL 2005; 40: 609-13]
Palavras chave. Efeitos adversos. Eficácia. Epilepsia. Novos fár-
macos antiepilépticos. Pregabalina. Revisão.
J.L. BARRANCO-QUINTANA, ET AL
REV NEUROL 2005; 40 (10): 613-618614
Esta tendencia al incremento en el número de casos y en las
cifras globales de prevalencia de las demencias, en general, se
debe a la mejora en el diagnóstico de esta entidad y a la mayor
supervivencia de los enfermos; pero, sobre todo, se debe al
envejecimiento progresivo de la población, a pesar de que un
tercio de la población con EA no acude nunca al médico y, por
tanto, no se diagnostica, ya que los síntomas se identifican
como propios del envejecimiento [4]. Existen estudiosestimati-
vos que indican que la prevalencia de la EA se multiplicará por
3,7 en los próximos 50 años; sin embargo, la incidencia de las
demencias y de la EA permanecerá constante por grupos de
edad a lo largo del tiempo [5]. A esto hay que unirle la tremen-
da carga que supone el cuidado de los enfermos, tanto desde el
punto de vista social como económico [6]
Se trata ésta de una enfermedad multifactorial, heterogénea e
irreversible que requiere la conjunción de factores genéticos, no
necesariamente los mismos en los diferentes grupos poblacionales
y étnicos, y de factores ambientales para su desarrollo. El sustrato
básico puede ser un envejecimiento neuronal acelerado no contra-
rrestado por los mecanismos compensatorios normales. Los facto-
res genéticos predispondrían al padecimiento de la enfermedad y
modularían la edad de inicio de la clínica; los factores ambientales
actuarían como favorecedores o desencadenantes de los síntomas.
Esta revisión presenta y discute los principales factores de
riesgo (FR) de la EA aportados por los diferentes estudios epi-
demiológicos, genéticos y bioquímicos.
EDAD
La edad es en la actualidad el principal marcador de riesgo de la
enfermedad, de tal forma que la prevalencia de la enfermedad
se duplica cada 5 años a partir de los 60 años de edad; pasa del
1% entre los 60 y los 65 años al 4,3% a los 75 años, hasta llegar
al 28,5% a los 90 años [7].
SEXO
Se dan estimaciones de prevalencia de EA mayores entre las
mujeres que entre los hombres (2:1), aunque probablemente
esto pueda deberse más a una mayor expectativa de vida que a
FR específicos relacionados con el sexo [8]. Por el contrario, se
ha demostrado una capacidad protectora de los estrógenos en
las mujeres premenopáusicas, ya que los estrógenos influyen
sobre las enzimas colinérgicas y el factor de crecimiento ner-
vioso y, además, actúan como antioxidantes [8-11]. Al mismo
tiempo, los estrógenos, y en concreto el 17 β-estradiol, previene
la muerte celular inducida por el péptido β amiloide [12].
GENÉTICA
Si bien se ha demostrado la asociación entre factores genéticos
y EA, todo parece indicar que existe una importante heteroge-
neidad genética. Los marcadores genéticos de esta enfermedad
que se conocen actualmente son de dos tipos [1]:
Determinantes. Se trata de mutaciones de ciertos genes, cuya
presencia determina inexorablemente la aparición de la EA.
Se transmiten de manera autonómica dominante, con una alta
penetrancia y son responsables de la enfermedad hereditaria,
de inicio precoz (entre 35 y 55 años), que afecta a algunas
familias. Afortunadamente, son mutaciones muy infrecuentes
y, por tanto, responsables de muy pocos casos. Las más fre-
cuentes son las que afectan al gen que codifica la presenilina
1 (PS-1), ubicado en el cromosoma 14, que pueden ser res-
ponsables de hasta el 70% de las formas familiares de inicio
precoz. Otras mutaciones afectan al gen del cromosoma 21
que codifica la proteína precursora del amiloide (PPA), y al
gen que codifica la presenilina 2, ubicado en el cromosoma 1.
Predisponentes. Su presencia aumenta el riesgo de padecer la
EA. Destaca el alelo ε4 del gen que codifica la apolipoproteína
E (gen APOE), ubicado en el cromosoma 19 [13]. Este gen, a
su vez, posee tres alelos (ε2, ε3 y ε4), que pueden presentarse
en homocigosis o heterocigosis y determinan las tres isofor-
mas de esta apolipoproteína: apo-E
2,
apo-E
3
y apo-E
4
. La pose-
sión del alelo ε4, especialmente en homocigosis, se ha asocia-
do a un mayor riesgo de EA [9], aunque la magnitud de este
exceso de riesgo todavía no se ha determinado con precisión:
los riesgos relativos estimados para el alelo ε4 en heterocigosis
con respecto al alelo ε3 varían entre 1,5 y 5, mientras que en
homocigosis oscilan entre 5 y 40. En un metaanálisis realizado
por Rubinsztein et al [14], se ha estimado un riesgo relativo de
3,18 para la presencia del alelo ε4, en relación con el alelo ε3,
especialmente para los casos de inicio tardío. En España [15]
se identificó el alelo ε4 en el 44% de los pacientes con la EA,
frente al 24,5% detectado en controles sanos, con una odds
ratio ajustada de 2,34. Álvarez et al [16] estiman una prevalen-
cia del alelo ε4 casi cuatro veces superior en los casos de EA
que en los controles (47% frente al 12,5%). Por otra parte, en
casi todos los estudios se ha constatado que la presencia del
alelo ε4 se asocia a un adelanto en el inicio de los síntomas, si
bien no parece afectar al curso de la enfermedad una vez ini-
ciada. Es ciertamente atrevido cuantificar el riesgo atribuible
poblacional asociado al alelo ε4, dadas las discrepancias en la
valoración de su prevalencia y fuerza de asociación con la EA.
Así, la proporción de casos atribuibles a este alelo oscila entre
el 14 y el 65%. Lo que parece claro es que no justifica la mayo-
ría de los casos familiares de esta enfermedad.
Tabla II. Asociación entre la enfermedad de Alzheimer y el alcohol en es-
tudios epidemiológicos seleccionados.
Año de Tipo de Riesgo Intervalo de
publicación estudio estimado confianza
del 95%
Lyndsay et al [25] 2002 Cohorte 0,68 0,47-1,00
Maia et al [62] 2002 Casos y controles 0,69 0,40-1,20
Tyas et al [29] 2001 Casos y controles 0,64 0,24-1,69
Tabla I. Asociación entre la enfermedad de Alzheimer y el tabaco en estu-
dios epidemiológicos seleccionados.
Año de Tipo de Riesgo Intervalo de
publicación estudio estimado confianza
del 95%
Graves et al [17] 1990 Casos y controles 0,88 0,67-1,15
Broe et al [18] 1990 Casos y controles 0,76 0,44-1,31
Katzman et al [19] 1989 Casos y controles 0,27 0,11-0,61
Ott et al [20] 1998 Cohorte 1,70 1,00-2,40
Wang et al [21] 1999 Casos y controles 1,1 0,50-2,40
FACTORES DE RIESGO DE ALZHEIMER
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TABACO
Diversos estudios han encontrado un efecto protector [17-19]; sin
embargo, este efecto protector puede deberse a un sesgo de
supervivencia. Mientras que Ott et al [20] comprobaron que este
efecto desaparecía en los pacientes que presentaban el alelo ε4,
en otros [21,22], sin embargo, no se ha hallado relación alguna
entre el tabaco y la EA; pero sí se ha observado que la mortalidad
de los enfermos fumadores es 3,4 veces superior a la de los no
fumadores, lo que apoyaría el sesgo de supervivencia como expli-
cación de la asociación protectora previamente detectada. La
dirección de la relación entre el tabaco y la EA [23] permanece
poco clara en la actualidad. Los resultados de los recientes estu-
dios de cohortes [7,21,23] sugieren que haber fumado se asocia
con un riesgo aumentado de padecer EA en el futuro, sobre todo
en los pacientes que todavía fumaban en el momento de incluirse
en el estudio. Sin embargo, estos estudios tienen la limitación de
ser muy pocos y con un número de participantes muy pequeño;
por ello, tendrá que contrastarse con estudios de cohortes con un
número mayor de participantes –multicéntricos– (Tabla I).
ALCOHOL
El consumo regular de alcohol también se ha asociado con una
menor incidencia de EA, especialmente el consumo de vino [24-
26]. Sin embargo, Rao et al [27]sugieren en su estudio que lo que
produce el consumo de alcohol es un debut a edades tempranas de
la EA. Del mismo modo, otros estudios [17,18,21,28, 29] no han
hallado relación entre esta variable y el posterior desarrollo de EA.
En un estudio reciente [24], se postula que el resveratrol, un
polifenol natural que se encuentra principalmente en el vino tinto
parece tener efecto cardioprotector y quimioprotector, y evita la
acción del β-amiloide sobre las células cerebrales (Tabla II).
HISTORIA FAMILIAR DE DEMENCIA
Alrededor de un 40% de los sujetos afectados de EA presentan
una incidencia familiar de demencia, que alcanza el 50% si los
afectados son muy longevos (85-90 años). Se constata un sensi-
ble aumento del riesgo de padecer demencia (entre dos y siete
veces) entre los familiares de los afectados con EA –sobre todo,
en casos con comienzo antes de los 70 años–. Puede, incluso,
plantearse la posibilidad de la realización de cribados para de-
terminar la posibilidad de heredar esta enfermedad [30].
Sugerida la relación en los estudios de prevalencia [31,32],
no ha llegado a demostrarse en los estudios prospectivos, o bien
se ha limitado a los familiares en primer grado [19]. Esto podría
explicarse en los estudios descriptivos por diferentes motivos:
Al ser los controles hospitalarios, es más probable que, en
caso de que existan múltiples casos familiares, al menos uno
se ingrese en el hospital.
Los pacientes con varios familiares afectados recuerdan me-
jor la presencia de demencias en la familia que los que de-
buta en ellos la enfermedad.
ANTIINFLAMATORIOS NO ESTEROIDEOS
En la producción de EA se han implicado mecanismos inflama-
torios e inmunitarios, de ahí la creencia de que el uso de antiin-
flamatorios, en general, y de antiinflamatorios no esteroideos
(AINE), en particular, puede ayudar a disminuir la sintomatolo-
gía de la enfermedad, e incluso evitarla.
La actividad antiinflamatoria de los AINE reside en su capaci-
dad para inhibir la enzima ciclooxigenasa, la cual convierte el áci-
do araquidónico en prostaglandinas; además de que determinados
AINE (indometacina e ibuprofeno, entre otros) reducen la produc-
ción de amiloide Aβ42 –principal causante del daño cerebral–, in-
dependientemente de la actividad frente a la ciclooxigenasa.
A pesar de la existencia de múltiples estudios con diferentes
resultados en cuanto al efecto protector de los AINE frente a la
EA, en un reciente metaanálisis [33] se afirma que el uso de
AINE disminuye el riesgo de desarrollar EA, hallazgo consis-
tente con un gran estudio longitudinal [34].
Este efecto protector [33] es mayor cuando la duración de la
administración de los AINE es mayor de 12 meses que cuando
la administración es entre 1 y 12 meses –motivo que puede
explicar la falta de efecto protector en algunos de los estudios
publicados–, y se llega [35] a sugerir que el tiempo de exposi-
ción necesario para obtener un beneficio completo sería de dos
años, y que estos AINE se deberían administrar a lo largo de un
período concreto antes de padecer la EA, que puede finalizar
incluso varios años antes del desarrollo de ella. Además, se
sugiere que la administración preventiva de los AINE se debería
realizar en los pacientes menores de 85 años para poder ser
efectiva.
Esta protección se debería, además de al efecto antiagregan-
te plaquetario, a la disminución de la toxicidad celular al redu-
cir el glutamato (COX-2) [36], a la inhibición de los radicales
libres producidos por la COX-2 intraneuronal, a la reducción
del β-amiloide inicial y el depósito en el cerebro. Sin embargo,
esta hipótesis no la sostienen Gasparini et al [37]. La diversidad
entre los diferentes estudios se podría deber a:
Puede ser que el uso de AINE ayude a la actuación y preven-
ción de determinados factores todavía desconocidos frente a
la EA.
Puede que los AINE sean sólo efectivos para disminuir la
Tabla III. Asociación entre la enfermedad de Alzheimer y el traumatismo
craneoencefálico (TCE) en estudios epidemiológicos seleccionados.
Año de Tipo de Riesgo Intervalo de
publicación estudio estimado confianza
del 95%
Tyas et al [29] 2001 Casos y controles 1,59 0,63-4,01
Maia et al [62] 2002 Casos y controles 6,25 0,66-50,00
Fleminger et al [39] 2003 Casos y controles 1,58 1,21-2,06
Plassman et al [44] 2000 Casos y controles 2,32 1,04-5,17
(TCE moderado)
Plassman et al [44] 2000 Casos y controles 4,51 1,77-11,47
(TCE grave)
Tabla IV. Asociación entre la enfermedad de Alzheimer y la educación en
estudios epidemiológicos seleccionados.
Año de Tipo de estudio Riesgo Intervalo de
publicación estimado confianza
del 95%
Lyndsay et al [25] 2002 Cohorte 0,97 0,94-0,99
Karp et al [63] 2004 Casos y controles 3,4 2,00-6,00
Launer et al [7] 1999 Casos y controles 1,83 1,17-2,88
Letenneur 2000 Cohorte 1,78 1,27-2,45
et al [64]
J.L. BARRANCO-QUINTANA, ET AL
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EA en aquellos pacientes típicamente incluidos en los estu-
dios [38], con inflamación crónica, artritis, etc.
Puede que exista un sesgo de publicación.
TRAUMATISMO CRANEOENCEFÁLICO
El papel que puede desempeñar el traumatismo craneoencefáli-
co (TCE) en la patogénesis de la EA es controvertido, ya que, si
bien existen estudios epidemiológicos que implican al TCE
como FR para el posterior desarrollo de EA [39-42], existen
otros en los cuales no se llega a esta afirmación [7,18,31,43].
Del mismo modo, existen discrepancias en cuanto a la pre-
sencia del gen ApoE ε4 y el posterior desarrollo de la enferme-
dad [39,44-47].
Lo que sí se ha podido demostrar es que las personas porta-
doras del alelo ε4 de la apolipoproteína E presentan una menor
respuesta después de un TCE, y un mayor riesgo de demencia
tras los traumatismos crónicos, como los que se dan en los bo-
xeadores (Tabla III).
EDUCACIÓN
Se ha publicado el incremento de la EA entre las personas con
menor educación [7,19,47]. Katzman [19] propuso que la educa-
ción debe aumentar las reservas cerebrales e incrementar la den-
sidad de sinapsis neocorticales. A esta hipótesis se le une el efec-
to positivo de la actividad mental prolongada a lo largo de toda
una vida [48]. También se ha considerado la educación como
una medida de la inteligencia, la cual estaría relacionada inversa-
mente con el riesgo de padecer EA [49]. Sin embargo, esto pue-
de deberse a su sesgo de detección, puesto que se detectaría más
tardíamente en las personas con mayor nivel educativo.
Sin embargo, todos estos hallazgos deben interpretarse con
cautela, ya que existe la posibilidad de la existencia de factores
de confusión no medidos que sean responsables de esta asocia-
ción (Tabla IV).
DIETA
Suplementos vitamínicos antioxidantes (vitaminas E y C)
El consumo de antioxidantes, bien en la dieta, o bien a través de
suplementos dietéticos, parece ser neuroprotector y puede miti-
gar el declive cognitivo relacionado con la edad. Así, la vitami-
na E y la vitamina C son compuestos de la dieta que funcionan
como recicladores antioxidantes de radicales libres tóxicos.
La vitamina E (liposoluble) es un antioxidante que protege a
los ácidos grasos poliinsaturados de las membranas y otras estruc-
turas celulares de la acción de los radicales libres, actúa en diver-
sos sistemas enzimáticos y participa en la agregación plaquetaria.
La vitamina C (hidrosoluble) existe en dos formas: el ácido
ascórbico y el ácido deshidroascórbico. Entre las funciones de
la vitamina C destaca la de ser un potente antioxidante que par-
ticipa en los sistemas enzimáticos de detoxificación.
Si bien ambas se han relacionado con un posible efecto pro-
tector en diferentes enfermedades, éste no se ha demostrado
todavía. En el estudio de Zandi et al [50] se concluye que se
obtiene una reducción de la prevalencia y de la incidencia de la
EA cuando se administran suplementos de vitamina E y C de
manera conjunta, y no se encuentra reducción en la incidencia
de EA cuando se usan por separado ni cuando se utilizan otros
complejos multivitamínicos. A este estudio se le unen en sus
hallazgos otros cuatro estudios prospectivos, que mantienen el
efecto protector del uso de estas vitaminas en el posterior desa-
rrollo de la EA [51-53]; sin embargo, otros estudios no encuen-
tran esta relación inversa [54,55]. Si bien en el estudio de Mo-
rris et al [53] la relación inversa se daba en aquellos con el alelo
ε4, en el estudio de Engelhart et al [52] esta relación inversa se
daba en los fumadores actuales.
Ácidos grasos poliinsaturados
También teniendo en cuenta los factores dietéticos, se ha rela-
cionado el consumo semanal de pescado y de otras fuentes ali-
menticias de ácidos grasos ω3 con una reducción del riesgo de
padecer EA [56].
Los resultados de este estudio muestran que quienes consu-
mían pescado al menos una vez por semana presentaron un 60%
menos de riesgo de desarrollar la enfermedad neurológica que
los que rara vez consumían pescado. La ingesta total de ácidos
grasos poliinsaturados ω3 también se asoció con un menor ries-
go de EA, en concreto del 70%, tras ajustar por otros factores.
Restricción calórica
Desde una visión global, analizando la incidencia de la EA en
relación con la ingesta calórica diaria, los países en los que la
ingesta diaria de calorías es baja, como por ejemplo China y
Japón, presentan una incidencia de EA menor que aquellos en
los que esta ingesta es mayor. En los últimos años han aparecido
diversos estudios que relacionan la ingesta calórica con el poste-
rior desarrollo de la EA [55,57-59]. Mattson [60], en su estudio,
sostiene la hipótesis de que manteniendo una concentración baja
de homocisteína se pueden proteger los vasos cerebrales y preve-
nir la acumulación de ADN dañado en las neuronas y los vasos
cerebrales, así como prevenir el estrés oxidativo y el acúmulo del
amiloide β mediante tres mecanismos: evitar la oxidación de las
proteínas, la oxidación del ADN y la peroxidación de los lípidos.
Sin embargo, esta hipótesis debería confirmarse con los perti-
nentes estudios en seres humanos. La concentración de homocis-
teína aumenta con los años, puesto que se duplica entre los 40 y
los 90 años.
Los dos factores dietéticos que afectan a la concentración
posterior de homocisteína son el ácido fólico y la ingesta calóri-
ca. Existe una relación inversa entre la concentración de ácido
fólico y la ingesta calórica, y la concentración de homocisteína.
Seshadri et al [61] consideran que un aumento de 5 μmol/L
incrementa el riesgo de padecer EA en un 40%, y esta relación
es independiente de otros posibles FR, como pudieran ser la
edad, el sexo, el genotipo APOE, la concentración plasmática
de vitaminas y otras covariables.
CONCLUSIONES
La diversidad de los resultados en los estudios encontrados pue-
de deberse a los siguientes hechos:
La existencia de sesgos de publicación, de manera que sólo se
publicarían los estudios en los que se encuentra asociación.
La presencia de factores de confusión y sesgos, que pueden
ser más significativos en los metaanálisis de los estudios de
observación que en los metaanálisis de los ensayos clínicos
aleatorizados. Así, los estudios de casos y controles tienen
un riesgo especial de sesgo de selección de los pacientes,
que pueden decantar la medición hacia el FR que se mide.
La mayoría de los estudios de casos y controles mantienen
FACTORES DE RIESGO DE ALZHEIMER
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que existe un efecto protector del FR medido, mientras que
en los estudios de cohortes existe mayor variabilidad de
resultados. Sin embargo, en los estudios de cohortes pode-
mos encontrarnos con un sesgo de recuerdo.
Diferentes metodologías en los estudios, tanto en la exposi-
ción como en el ajuste de los factores de confusión, así
como no realizarse siempre éstos, por la importancia de los
FR de la EA.
Tamaño de los estudios. Existen muy pocos estudios con un
tamaño de la muestra suficientemente amplio como para
inferir conclusiones a partir de él.
En definitiva, lo que se pretende con todos estos estudios es
determinar los FR modificables de la EA, para, una vez conoci-
dos, intentar evitarlos mediante estilos de vida saludables. Si
bien, como se ha comentado anteriormente, la gran diversidad
de estudios epidemiológicos realizados, y con diferente meto-
dología, hacen que en realidad no se lleguen a encontrar resulta-
dos homogéneos y se creen al mismo tiempo luces y sombras
sobre cómo prevenir esta enfermedad que cada día afecta a más
personas en nuestro medio, tanto por el padecimiento de la
enfermedad como por sus cuidadores, con la patología que les
acompaña.
BIBLIOGRAFÍA
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trolled study. Neurology 2004; 62: 66-71.
FACTORES DE RIESGO DE LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER
Resumen. Objetivo. Esta revisión presenta y discute los principa-
les factores de riesgo (FR) de la enfermedad de Alzheimer (EA)
aportados por los diferentes estudios epidemiológicos, genéticos y
bioquímicos. Desarrollo. Los FR más citados son: 1. Edad. Es el
principal marcador de riesgo de la enfermedad. 2. Sexo. Se dan
estimaciones de la prevalencia de la EA mayores entre las mujeres
que entre los hombres. 3. Genética. Si bien se ha demostrado la
asociación entre factores genéticos y EA, todo parece indicar que
existe una importante heterogeneidad genética. 4. Tabaco. Diver-
sos estudios han encontrado un efecto protector; sin embargo, este
efecto protector puede deberse a un sesgo de supervivencia. 5. Al-
cohol. El consumo regular de alcohol se ha asociado con una me-
nor incidencia de EA, especialmente el consumo de vino. 6. Histo-
ria familiar de demencia. Alrededor de un 40% de los sujetos afec-
tados de EA presentan una incidencia familiar de demencia. 7. An-
tiinflamatorios no esteroides (AINE). El uso de AINE puede ayudar
a disminuir la sintomatología de la enfermedad e incluso a evitar-
la. 8. Traumatismo craneoencefálico. Su posible papel es contro-
vertido. 9. Educación. Se ha recogido un incremento de la EA entre
las personas con menor educación; 10. Dieta. El consumo de an-
tioxidantes, bien en la dieta, o bien a través de suplementos dietéti-
cos, parece ser neuroprotector. Conclusiones. La gran diversidad
de estudios epidemiológicos realizados, con diferente metodología,
hacen que en realidad no se lleguen a encontrar resultados homo-
géneos, lo que crean al mismo tiempo luces y sombras sobre cómo
prevenir esta enfermedad. [REV NEUROL 2005; 40: 613-8]
Palabras clave. Antioxidantes. Edad. Enfermedad de Alzheimer.
Factores de riesgo. Genética. Revisión. Sexo. Tabaco. Traumatismo
craneoencefálico.
FACTORES DE RISCO DA DOENÇA DE ALZHEIMER
Resumo. Objectivo. Este estudo apresenta e discute os principais
factores de risco (FR) da doença de Alzheimer (DA) baseados nos
diferentes estudos epidemiológicos, genéticos e bioquímicos. Desen-
volvimento. Os FR mais citados são: 1. Idade. É o principal marca-
dor de risco da doença; 2. Sexo. Existem estimativas que apontam
para o predomínio da DA nas mulheres comparativamente aos
homens; 3. Genética. Se a associação entre os factores genéticos e a
DA for devidamente demonstrada, tudo parece indicar que existe
uma importante heterogeneidade genética; 4. Tabaco. Diversos es-
tudos encontraram um efeito protector; sem dúvida, este efeito pro-
tector pode dever-se a um desvio de força da sobrevivência; 5. Álco-
ol. O consumo regular de álcool tem sido associado a uma menor
incidência de DA, especialmente com o consumo de vinho; 6. Histó-
ria familiar de demência. Cerca de 40% dos sujeitos afectados pela
DA apresentam uma incidência familiar de demência; 7. Anti-infla-
matórios não esteróides (AINE). O uso de AINE pode ajudar a dimi-
nuir a sintomatologia da doença e inclusivamente a evitá-la; 8. Trau-
matismo crânio-encefálico (TCE). O papel que pode ter o TCE é
controverso; 9. Educação. Foi divulgado o aumento da DA entre
pessoas com menos estudos; 10. Dieta. O consumo de antioxidantes
quer através da dieta, quer através de suplementos dietéticos, pare-
ce ser neuroprotector. Conclusões. A grande diversidade de estudos
epidemiológicos realizados e com diferentes metodologias, fazem
com que na realidade não se chegue a encontrar resultados homo-
géneos, criando ao mesmo tempo alguma controvérsia quanto ao
modo de prevenir esta doença. [REV NEUROL 2005; 40: 613-8]
Palavras chave. Antioxidantes. Doença de Alzheimer. Estudo. Fac-
tores de risco. Genética. Idade. Sexo. Tabaco. Traumatismo crânio-
encefálico.
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J.L. BARRANCO-QUINTANA, ET AL
... In addition, it enables both the increase of the endogenous ACh concentration released in the synaptic cleft and the activation and action of the adjacent cholinergic receptors, thus retarding the cognitive degradation of these patients. [18][19][20][21] Therefore, the objective of this study is to outline a physiological and behavioral profile of patients followed at an Alzheimer's referral center in southern Brazil, in order to identify the consequences of anticholinesterase use and to evaluate the predominant characteristics of these patients, comparing these findings with the available literature. ...
... The analysis of patients previous histories show that some elderly people who have developed Alzheimer's have in common the fact that they had suffered TBI before diagnosis. 19 This correlation between TBI and AD was confirmed in this study, as the statistical analysis detailed a strong correlation between patients with a history of TBI with low ADLs in the diagnosis of the disease (Spearman's test, R2= -0.593, P<0.01). This connection was expected because trauma associates and corroborates with the pathophysiological changes of the disease, with a greater chance of loss of the elderly's functionality, making them more vulnerable to falls, injuries, fractures, vestibular alterations and gait disturbances. ...
... This connection was expected because trauma associates and corroborates with the pathophysiological changes of the disease, with a greater chance of loss of the elderly's functionality, making them more vulnerable to falls, injuries, fractures, vestibular alterations and gait disturbances. [18][19][20] Studies have shown that about 60% of patients with cognitive decline suffer twice as many falls and fractures, thus being more likely to have TBI. 18 Acetylcholinesterase inhibitors (AChEi), the drugs of choice in the treatment of AD, have the effect of competition inhibition of Acetylcholinesterase (AChE) and increase the concentration of endogenous ACh released in the synaptic cleft, potentiating the activation and action of the adjacent cholinergic receptors (21) . ...
... Alzheimer's disease (AD) is a degenerative brain disorder that compromises cognitive functions, affecting the individual's behavioral, social and professional performance [1]. The etiology is still unknown, however, there are several factors that have been investigated as a probable cause of AD, including cytogenetic, environmental, genetic, infectious and neuropathological factors [2][3][4][5][6]. Genetic studies have highlighted four genes responsible for AD as amyloid precursor protein, presenilin-1, presenilin-2 and Apolipoprotein E [6]. ...
... However, several authors suggest the chromosomal abnormalities may not necessarily be related to Alzheimer's disease, but to aging, which is considered one of the risk factors for AD [2]. Yet, AD is a complex systematic disease that accelerates aging in which the chromosomes (autosomes and sexual chromosomes) may underlie instability of the AD cell genome leading to significant level of chromosomal abnormalities [20,21]. ...
Article
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AIMS: To report the first case the concomitance of numerical chromosomal abnormalities with structural as well as chromosomal abnormalities structural in a patient diagnosed with Alzheimer disease in Manaus/Amazonas.CASE DESCRIPTION: A male patient with 76 years of age was diagnosed with diagnosis of cognitive disorder- Alzheimer’s disease with late onset - temporal variant after laboratory, physical and imaging exams. Cytogenetic analysis was requested for this patient, revealing the presence the concomitant of numerical and structural chromosomal abnormalities with metaphase cells composed of 45 chromosomes with the loss of one of the homologues of chromosome 21 (monosomy) and a deletion of the long arm of one of the homologues of chromosome 1 [45, XY, -21, del (1) (q?)] and metaphase cells containing 46 chromosomes with a deletion of the long arm of one of the homologues of chromosome 15 [(46, XY, del (15) (q?)]. Currently, the patient is in outpatient treatment for maintenance and control of the disease.CONCLUSIONS: Our study has underlined that karyotyping is one of the fundamental investigations for patients with Alzheimer’s disease. It highlighted, in the form of a chromosomal abnormality, may have been the risk factor in Alzheimer’s disease.
... Among the risk factors involved for the onset of Alzheimer's disease, genetic factors and age are highlighted. Barranco -Quintana et al., (2005) in their review, presented that sex is also presented as a risk factor for the disease and that its prevalence is higher in females. In this same work, other risk factors are presented as family history.In addition, other studies (Honig et al., 2003;Mohajeri et al., 2015) show that stroke, heart disease and hypertension are directly related to the risk of Alzheimer's disease.Interestingly, recent studies have shown that the onset of Alzheimer's disease is also related to Type 2 Diabetes Mellitus, and this risk factor can be reduced with control of serum glycemic levels (Luchsinger et al., 2009;Ohara et al., 2011).Therefore, nutrition presents itself as a good non-drug intervention in the fight against Alzheimer's disease. ...
Article
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Aging is accompanied by several intrinsic and extrinsic factors that influence the mental, physical and social health of the elderly. Among the most diverse diseases associated with people who are over 65 years, stands out Alzheimer's disease. Alzheimer's is a neurodegenerative disease and associated with age and causes physical dependence and disability. The main initial symptom is recent memory loss, and with the increasing evolution of the disease, it is verified by alterations in the cognition being they the deficiencies of language and visual /spatial functions. In addition, it can be associated by behavioral disorders, aggression, depression and even hallucinations. Alzheimer's disease can originate in aging and genetics. Among the most diverse treatments and prevention, we have the nutritional care, which helps to prevent the development of the disease. Some studies have shown that there is a direct relationship between the high levels of cholesterol in the blood with the development of this disease. Therefore, the aim of this study is to discuss nutritional aspects and interventions in elderly people with Alzheimer's disease.
... With regard to the intake of chemical substances, the results in alcohol studies indicate an association between the prevention of AD and low levels of red wine consumption [194] due to its polyphenols composition, whereas drinking alcohol frequently was associated with a risk of dementia [195]. Different molecules have been proposed for their neuroprotective effect, including glucosamine, omegas 3 and 6 which induce interleukins or prostaglandins for inflammatory responses [196], and antioxidants such as -carotene and lycopene 6 [197]. ...
Article
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Alzheimer’s disease (AD) is the most common cause of dementia associated with a progressive neurodegenerative disorder, with a prevalence of 44 million people throughout the world in 2015, and this figure is estimated to double by 2050. This disease is characterized by blood-brain barrier disruption, oxidative stress, mitochondrial impairment, neuroinflammation, and hypometabolism; it is related to amyloid- β peptide accumulation and tau hyperphosphorylation as well as a decrease in acetylcholine levels and a reduction of cerebral blood flow. Obesity is a major risk factor for AD, because it induces adipokine dysregulation, which consists of the release of the proinflammatory adipokines and decreased anti-inflammatory adipokines, among other processes. The pharmacological treatments for AD can be divided into two categories: symptomatic treatments such as acetylcholinesterase inhibitors and N-methyl-D-aspartate (NMDA) receptor antagonists and etiology-based treatments such as secretase inhibitors, amyloid binders, and tau therapies. Strategies for prevention of AD through nonpharmacological treatments are associated with lifestyle interventions such as exercise, mental challenges, and socialization as well as caloric restriction and a healthy diet. AD is an important health issue on which all people should be informed so that prevention strategies that minimize the risk of its development may be implemented.
Article
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Alzheimer’s disease (AD), the most common form of dementia, is characterized by the accumulation of amyloid β (Aβ) and hyperphosphorylated tau protein aggregates. Importantly, Aβ and tau species are able to activate astrocytes and microglia, which release several proinflammatory cytokines, such as tumor necrosis factor α (TNF-α) and interleukin 1β (IL-1β), together with reactive oxygen (ROS) and nitrogen species (RNS), triggering neuroinflammation. However, this inflammatory response has a dual function: it can play a protective role by increasing Aβ degradation and clearance, but it can also contribute to Aβ and tau overproduction and induce neurodegeneration and synaptic loss. Due to the significant role of inflammation in the pathogenesis of AD, several inflammatory mediators have been proposed as AD markers, such as TNF-α, IL-1β, Iba-1, GFAP, NF-κB, TLR2, and MHCII. Importantly, the use of anti-inflammatory drugs such as NSAIDs has emerged as a potential treatment against AD. Moreover, diseases related to systemic or local inflammation, including infections, cerebrovascular accidents, and obesity, have been proposed as risk factors for the development of AD. In the following review, we focus on key inflammatory processes associated with AD pathogenesis.
Article
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Microglia, the brain's resident myeloid cells, play central roles in brain defense, homeostasis, and disease. Using a prolonged colony-stimulating factor 1 receptor inhibitor (CSF1Ri) approach, we report an unprecedented level of microglial depletion and establish a model system that achieves an empty microglial niche in the adult brain. We identify a myeloid cell that migrates from the subventricular zone and associated white matter areas. Following CSF1Ri, these amoeboid cells migrate radially and tangentially in a dynamic wave filling the brain in a distinct pattern, to replace the microglial-depleted brain. These repopulating cells are enriched in disease-associated microglia genes and exhibit similar phenotypic and transcriptional profiles to white matter-associated microglia. Our findings shed light on the overlapping and distinct functional complexity and diversity of myeloid cells of the CNS and provide new insight into repopulating microglia function and dynamics in the mouse brain.
Article
Multi-target drugs have raised considerable interest in the last decade owing to their advantages in the treatment of complex diseases and health conditions linked to drug resistance. Single-target drugs, although highly selective, may not necessarily have better efficacy or fewer side effects. Therefore, more attention is being paid to developing drugs that work on multiple targets at the same time, but developing such drugs is a huge challenge for medical chemists. Each target must have sufficient activity and have sufficiently characterized pharmacokinetic parameters. Multi-target drugs, which have long been known and effectively used in clinical practice are briefly discussed in the present article. In addition, in this review we will discuss the possible applications of multi-target ligands to guide the repositioning of prospective drugs.
Article
Introduction: Both genetic and nongenetic factors contribute to the risk profile of young onset dementia (YOD), but risk factors often co-occur. This matched case-control study examined whether nongenetic risk factors cluster together, to inform targeted prevention efforts. Methods: Ninety-six participants with non-autosomal-dominant degenerative and/or vascular YOD and 175 controls were recruited to 2 Australian epidemiological studies. Risk exposure was retrospectively self-reported and/or informant-reported. Results: Each additional exposure increased the risk for YOD, though only where vascular dementia was included in the analysis. Cluster analysis identified 4 risk groups, one of which reported a high probability of exposure to all risks and a significantly higher risk for YOD. Discussion: Results suggest that combinations of nongenetic risk factors confer more risk for young onset vascular dementia, and possibly primary degenerative YOD, than a single factor on its own. Compared with their same-age peers, some people with YOD experience a lifetime of risk exposure starting from early in life.
Article
In this study, the authors evaluated whether the association between low educational level and increased risk of Alzheimer's disease (AD) and dementia may be explained by occupation-based socioeconomic status (SES). A cohort of 931 nondemented subjects aged ≥75 years from the Kungsholmen Project, Stockholm, Sweden, was followed for 3 years between 1987 and 1993. A total of 101 incident cases of dementia, 76 involving AD, were detected. Less-educated subjects had an adjusted relative risk of developing AD of 3.4 (95% confidence interval: 2.0, 6.0), and subjects with lower SES had an adjusted relative risk of 1.6 (95% confidence interval: 1.0, 2.5). When both education and SES were introduced into the same model, only education remained significantly associated with AD. Combinations of low education with low or high SES were associated with similar increased risks of AD, but well-educated subjects with low SES were not at high risk. Low SES at 20 years of age, even when SES was high at age 40 or 60 years, was associated with increased risk; however, this increase disappeared when education was entered into the model. In conclusion, the association between low education and increased AD risk was not mediated by adult SES or socioeconomic mobility. This suggests that early life factors may be relevant.
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Objective. —Several cross-sectional studies have found an association between Alzheimer's disease (AD) and limited educational experience. It has been difficult to establish whether educational experience is a risk factor for AD because educational attainment can influence performance on diagnostic tests. This study was designed to determine whether limited educational level and occupational attainment are risk factors for incident dementia.Design. —Cohort incidence study.Setting. —General community.Participants. —A total of 593 nondemented individuals aged 60 years or older who were listed in a registry of individuals at risk for dementia in North Manhattan, NY, were identified and followed up.Interventions. —We reexamined subjects 1 to 4 years later with the identical standardized neurological and neuropsychological measures.Main Outcome Measure. —Incident dementia.Results. —We used Cox proportional hazards models, adjusting for age and gender, to estimate the relative risk (RR) of incident dementia associated with low educational and occupational attainment. Of the 593 subjects, 106 became demented; all but five of these met research criteria for AD. The risk of dementia was increased in subjects with either low education (RR, 2.02; 95% confidence interval [CI], 1.33 to 3.06) or low lifetime occupational attainment (RR, 2.25; 95% CI, 1.32 to 3.84). Risk was greatest for subjects with both low education and low life-time occupational attainment (RR, 2.87; 95% CI, 1.32 to 3.84).Conclusions. —The data suggest that increased educational and occupational attainment may reduce the risk of incident AD, either by decreasing ease of clinical detection of AD or by imparting a reserve that delays the onset of clinical manifestations.(JAMA. 1994;271:1004-1010)
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Objective To assess the possible association between smoking and dementia. Design Prospective study. Setting Cohort of British male doctors followed up since 1951. Subjects 34 439 male British doctors, with 24 133 deaths recorded. Results For all types of dementia combined the relative risk was 0.96 (95% confidence interval 0.78 to 1.18), based on 473 deaths at a mean age of 81 years. For probable or definite Alzheimer's disease, the relative risk in continuing smokers was 0.99 (0.78 to 1.25), based on 370 deaths at a mean age of 82 years. In aggregate, however, the other prospective studies indicate a direct, although not clearly significant, association between smoking and the onset of dementia in general and of Alzheimer's disease in particular. Conclusions Contrary to previous suggestions persistent smoking does not substantially reduce the age specific onset rate of Alzheimer's disease or of dementia in general. If anything, it might increase rather than decrease the rate, but any net effect on severe dementia cannot be large in either direction.
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Objective: To investigate the risk of AD associated with a family history of dementia, female gender, low levels of education, smoking, and head trauma. Background: These putative factors have been identified in cross-sectional studies. However, those studies are prone to bias due to systematic differences between patients and control subjects regarding survival and how risk factors are recalled. Methods: The authors performed a pooled analysis of four European population-based prospective studies of individuals 65 years and older, with 528 incident dementia patients and 28,768 person-years of follow-up. Patients were detected by screening the total cohort with brief cognitive tests, followed by a diagnostic assessment of those who failed the screening tests. Dementia was diagnosed with the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 3rd ed. (revised), and AD was diagnosed according to National Institute of Neurological and Communicative Disorders and Stroke-Alzheimer's Disease and Related Disorders Association criteria. Incident rates and relative risk (95% CI) express the association of a risk factor for dementia. Results: Incident rates for dementia and AD were similar across studies. The incidence of AD increased with age. At 90 years of age and older the incidence was 63.5 (95% CI, 49.7 to 81.0) per 1,000 person-years. Female gender, current smoking (more strongly in men), and low levels of education (more strongly in women) increased the risk of AD significantly. A history of head trauma with unconsciousness and family history of dementia did not increase risk significantly. Conclusion: Contrary to previous reports, head trauma was not a risk factor for AD, and smoking did not protect against AD. The association of family history with the risk of AD is weaker than previously estimated on the basis of cross-sectional studies. Female gender may modify the risk of AD, whether it be via biological or behavioral factors.