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En memoria de José Mª Valverde Pacheco Valencia de Alcántara (Cáceres), 1926 - Barcelona, 1996

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En
memoria de José
Valverde Pacheco
Valencia de Alcántara (Cáceres), 1926-
Barcelona, 1996
MARGARITABOLADERAS
«(...)
no
es un erudito, ni un hombre de ciencia,
sino alguien que ejercita la cultura
como
modo
de
humanidad
en toda su plenitud»
Esta
frase se encuentra en el libro de José
Valverde Guillermo de Humboldt
yla filosofía del lenguaje; era su forma de caracterizar al gran humanista, en
un trabajo que presentó como tesis de doctorado (Universidad Complutense
de Madrid, 1952), publicado en 1955 (Madrid, Gredos). Ahora, desde la pers-
pectiva de ese punto yaparte que nos ha sido impuesto entre el hilo de su
vida yel nuestro, su afirmación se nos presenta en cierta medida discutible
para el caso de Humboldt ytotalmente adecuada para definir su propia vida,
su incansable actividad profundamente humana, de penetrante lucidez crítica
yde gran despliegue creativo (poeta, filósofo, historiador ycrítico de la lite-
ratura, traductor, articulista...). .
José Mª fue el hombre cabal, para el que la cultura no
era
un añadido,
una estrategiade fuego fatuo, sino una forma de vivir,de articular su sensibilidad
ysus relaciones personales, su comprensión del mundo ysu compromiso social.
En la impresionante ceremonia litúrgica que siguió a su muerte (en su parroquia
de San Ildefonso de Barcelona), se hizo patente el cariño yel respeto de
centenares de personas, de sectores muy diversos. A través de las palabras
de parientes y amigos, todos percibíamos la exquisita discreción del buen hacer
de este hombre yadmirábamos su entereza moral durante los últimos meses
de su vida, cuando ya sabía que un cáncer en las cervicales estaba acabando
con él.
A pesar del vacío producido por su muerte, queda su presencia en la palabra,
en la voz apremiante que habla desde su vida y sus obras. Nos recuerda que
no hayplenitud humanasin el ejercicio permanente del pensamientoy la acción.
Las situaciones de flagrante injusticia, que tanto proliferan en nuestro mundo,
requieren nuestra acción, de forma directa e indirecta. José
se preocupó
de ello toda su vida. Con todo, cabe destacar dos situaciones de especial
radicalización:
La primera, cuando dimitió de su Cátedra de Estética de la Universidad
de Barcelona, que había ganado en 1955, en solidaridad con José Luis L.
Aranguren, García Calvo yTierno Galván, tras su expulsión de la Universidad
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española por la dictadura franquista (1965); este «gesto» le obligó a emigrar
a los Estados Unidos yal Canadá (1968-1977) para poder seguir su labor
universitaria (fue profesor de literaturas hispánicas ycomparada) ymantener
con dignidad a su numerosa familia (en 1952se había casado con Pilar Gefaell,
una joven madrileña, hija de austríaco yespañola; el matrimonio Valverde
tuvo cinco hijos). No se le restituyó la Cátedra hasta 1977.
La segunda situación nos lleva a considerar una actividad que le ocupó
muchos años. Los acontecimientos políticos que se produjeron en Nicaragua
contra el régimen somocista, en los que se involucraron poetas yescritores
católicos amigos de Valverde (especialmente Ernesto Cardenal, el Ministro
de Cultura del gobierno sandinista), provocaron su movilización. Quiso aportar
una ayuda efectiva al pueblo nicaragüense. Con este fin no sólo dio conferencias,
participó en lecturas poéticas, mesas redondas, programas de radio yTV, etcé-
tera, sino que también creó (1982) una asociación catalana de amistad con
dicho país, la Casa de Nicaragua en Barcelona, de la que fue presidente durante
diez años y que en los primeros tiempos tuvo su sede en la propia casa de
los Valverde (con Pilar, su esposa, como activista infatigable). El objetivo prin-
cipal
era
la ayuda directa, con el envío de material, dinero ypersonas que
acudían a Nicaragua como cooperantes. Se sentía solidario con los pueblos
oprimidos porel sistema capitalista
(<<no
hay más que países "subdesarrollados"
y países "subdesarrollantes" de los dernás») y
era
crítico de los procedimientos
de intervención de los Estados Unidos en otros países. Como puede suponerse,
esta toma de partido le comportó duras críticas de algunos famosos contertulios
en los medios de comunicación, así como de ciertos colegas universitarios.
Pero siempre tuvo amigos que le apoyaronysecundaron.
Sería un error asociar su radicalismo a la ideología política; Jose
reac-
cionaba, sobre todo, contra la injusticia, la indignidad y la infidelidad. Recuerdo,
por ejemplo, su malestar ante el psicodrama nacional de la familia Panero,
con la película «El desencanto»; el falangista Leopoldo Panero merecía un
respeto como persona ycomo poeta, yno podía comprender que se lo negara
su propia familia (a la que conocía personalmente). Y no es que fuera partidario
de la ocultación: el matrimonio Valverde hablaba abiertamente de sus vidas
y las de sus hijos, siempre con delicadeza; y se demostró con creces en su
manera de afrontar algunas situaciones concretas.
En su faceta de Catedrático de Estética en la Facultad de Filosofía de
la Universidad de Barcelona, actuaba como la voz de una memoria yel aus-
cultador de las querellas más recientes, ofreciendo cada año temáticas distintas,
al tiempo que ampliaba y fundía horizontes: filosofía, literatura, artes plásticas,
contextos socio-históricos. Una voz que se había fraguado en el
dUTO
trabajo
de la creación poéticayde la traducción.
Por su larga ydensa trayectoria como traductor recibió el Premio Nacional
en 1990. Por su cabeza y sus manos (siempre mecanografió él mismo sus tra-
ducciones ylibros) encontraron expresión literaria castellana los textos del
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En memoria de José Mª Valverde Pacheco
Ulises de Joyce y el teatro completo de Shakcspcare, obras de Rilke, Hólderlin
(así corno laslntelpretaciones sobre la poesía de Holderiin, de Heidegger), Heine,
Goethe, Novalis, Morgenstern, Dickens, Melville, T. S. Ellot, Faulkner, Thomas
Merton, Henry James, Bellow,
Jane
Austen, Doris Lessing, Alain-Fournier,
loan
Maragall, Gabriel Ferrater, etc. Incluso llevó a cabo
una
versión del
Nuevo Testamento del griego ycolaboró en la edición castellana de la liturgia
católica.
Su obra poética comprende: Hombre de Dios(1945, con prólogo de Dámaso
Alonso),
La
espera (1949), Versos del domingo (1954), Voces yacompañamientos
para
San
Mateo (1959),
La
conquista de este
mundo
(1960).
En
1961 hizo
una
primera recopilación, Poesías reunidas, y en 1971
una
segunda, Enseñanzas
de la edad. Poesía 1945-1970,
que
presenta «no con criterio de antología, sino
con supresiones que querría
que
se consideraran definitivas», yañade nuevos
poemas titulados «Años inciertos» (1970). Ser de palabra (y otros
poemas)
apa-
rece en 1976. Finalmente, su nueva recopilación Poesías reunidas. 1945-1990
(1990) recibió el premio de poesía Ciudad de Barcelona en 1991. Premoni-
toriamente José Luis L. Aranguren había escrito
en
1957: «(...) ahí está José
María Valverde, de quien tal vez un día haya de hablarse más que de nadie.
Es lapoesía concreta de nuestra vida,
que
pide Banfi.,»
(<<Poesía
yexistencia»,
en Critica ymeditación, Madrid, Taurus, 1957, pp. 27-28.) Poco antes de su
muerte, la revista
El
Ciervo (abril 1996) le homenajeó
en
el cincuentaaniversario
de su primer libro de poesía; además del director Lorenzo Gomis colaboraron,
entre otros, Xavier Rubert de Ventós, Francisco Fernández Buey, Rafael Argu-
llol, Félix de Azúa, Jordi Llovet, Pascual Maragall, Victoria Camps, Norbert
Bilbeny...
Asimismo llevó a cabo varias antologías: A. de la literatura española ehis-
panoamericana (1965, con Martín de Riquer), A. p. de
Unamuno
(1977), A. p.
de Ernesto Cardenal (19792) , A. p. de Roberto Fernández
Retamar
(1982), A.
de la literatura española ehispanoamericana (1986-88, con Dámaso Santos).
Como escritor y
poeta
Valverde se declaraba deudor de Antonio Machado,
Azorín ysus compañeros
de
generación Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco...,
yadmiraba a Rilke (de manera especial), Holderlin, Heine, Eugenio D'Ors,
García Calvo, etc. Su erudición fue sobresaliente desde su juventud. Ya en
1949escribió en Ínsula un artículo sobre «T. S. Eliot, desde la poesía americana»,
calificado de prodigioso
por
Juan
Ramón
Jiménez, en el
que
aJude a grandes
nombres de la literatura anglosajona, Pound, Whitman, Hardy, Yeats, al lado
de referencias aCésar Vallejo, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Hólderlin,
Por
cierto, que ahí empieza su llamada de atención sobre la pregunta de este
autor «¿y para
qué
poetas en tiempo de necesidad?» (Brot
und
Wein, VII,
v. 122), esa idea
que
le acompaña
toda
su vida: «tiempo menesteroso»,
¿qué
hacer en este tiempo menesteroso (in dürftiger Zeit)?
Publicó su primer libro de poemas durante el segundo
año
de «comunes»
de Filosofía yLetras (1945, Universidad de Madrid), con un prólogo muy
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Margarita
Boladeras
elogioso de
Dámaso
Alonso. Y, aunque éste le hubiera querido en sus aulas
de filología, Valverde optó por la especialidad de Filosofía, «sin tener claro
qué podría hacer en la práctica con ella». Probablemente su búsqueda inquieta
de un sentido del mundo vinculado a la religión de la Palabra influyó en su
determinación. La experiencia inicial de la Facultad fue absolutamente decep-
cionante: «La enseñanza resultó desastrosa: un poco de escolástica de segunda
mano y las ocurrencias personales de algunos profesores. Yo, sin embargo,
dispuse de un arma secreta: los apuntes de dos cursos de Zubiri, de antes
de la guerra, cuidadosamente tornados por el
poeta
Luis Felipe Vivanco, sobre
introducción a la filosofía griega y sobre Aristóteles, así como las conferencias
semanales del propio Zubiri, deslumbrante muestra de sabiduría y de inte-
ligencia crítica.» [«Terceras Conferencias Aranguren de Filosofía», Instituto
de Filosofía de Madrid, publicadas en
Isegoria,
11 (1995), p. 6.] Siempre recordó
con entusiasmo estas conferencias zubirianas, que valoraba muy por encima
de las
que
también dio en aquella época Ortegay Gasset.
A la huella que dejó en él Zubiri como pensador hay que añadir otros
importantes complementos. José
destacaba siempre el impacto que le pro-
dujeron Cassirer, Humboldt, Walter Benjamín... Le impresionó asimismo la
cultura italiana, que conocía muy bien, puesto que pasó cinco años en Roma
como lector de español (1950-55). De esa época son sus colaboraciones para
el semanario barcelonés Revista.
Entre sus libros destacan: Estudios sobre la palabra poética (1952), G. de
Humboldtylafilosofia del lenguaje (1955), Storia della letleraturaspagnola (1955),
Cartas a un cura escéptico en materia de arte moderno (1959), Breve historia
de la literaturaespañola (1%9),Azorín (1972),Antonio Machado (19752) , Conocer
Joyce
y su obra (1978),
El
Barroco: una visión de conjunto (1980), Joyce (1980),
VidaYmuerte de las ideas: Pequeña historia del pensamiento (1980, ed. ampliada
1989), Breve historia yantología de la estética (1987), Viena: fin del Imperio
(1990), Cervantes (1991), Arquitectura ymoral (1992), Nietzsche, de filólogo a
Anticristo (1993),
El
arte del articulo (1994, selección de sus artículos perio-
dísticos, desde 1949 hasta 1993; algunas veces utilizó el seudónimo «Garn-
brinus»), Diccionario de Historia (1995). Especialmente relevante fue su cola-
boración con Martín de Riquer en la Historia de la literatura universal, una
obra en 10 volúmenes. Participó en los homenajes a J. L. L. Aranguren, Teoría
ysociedad (1970) y Homenaje a... (1972). La prensa publicó varias entrevistas
a lo largo de los años; los acontecimientos dieron especial relevancia a la
que le hizo Salvador Pániker poco antes de presentar su dimisión de la Cátedra
de Barcelona y que forma parte del libro Conversaciones en Cataluña (1966).
En el texto antes mencionado de las «Terceras Conferencias Aranguren
de Filosofía», que tuvieron lugar el 7, 8 Y9 de marzo de 1994 en el Instituto
de Filosofía de Madrid (publicadas en el volumen 11 de la revista
lsegoria,
1995), ofreció algunas pinceladas de su currículum y explicó aspectos básicos
de su concepción del lenguaje, que configuran su trayectoria filosófica y poética.
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En memoria de José Mª Valverde Pacheco
También nos da un aviso: no leer G. de
Humboldt
yla filosofia del lenguaje
(edición de 1955), sino la reedicíón publicada como «Introducción» al libro
de W. von Humboldt Escritos sobre el lenguaje (Península, 1991). El primero
es un libro sorprendente yextraordinario para la época en que fue escrito,
en el contexto español. Valverde no sólo quiso aportar un estudio original
yde conocimiento directo de la obra de Humboldt (primera parte), sino también
relacionar este autorcon Croce, Vossler, Karl BühleryCassirer (segunda parte)
yofrecer
una
traducción selectiva de «Sobre la diversidad de estructura del
lenguaje humano y su influjo en la evolución espiritual de la humanidad»,
de Humboldt. En la segunda parte se dejó influir demasiado por estudios
de su tiempo que no estaban a la altura de su investigación humboldtiana;
de esa parte prescindeen la edición de 1991.Sin embargo, ya en el planteamiento
del libro de 1955 encontramos explícitamente formulado lo que será carac-
terístico de la
obra
en prosa de este autor: «una labor de índole informativa
yaclaratíva», «histórica, pero no erudita, sino sintética
-sin
confundir la sin-
tetízación con la vulgarización estilo
Digest-»,
«una crítica literaria de rango
filosófico». Algunas ideas de Humboldt tampoco le abandonarán: «el lenguaje
es la forma de operación del pensamiento humano»; «la naturaleza del lenguaje
es la actuación por despliegue sucesivo, en conexión con una materia articulada
quelo encarna, y en que se sintetizala subjetividad de que nace con la objetividad
aque abre acceso» (p. 31).
En el verano de 1985 acompañé al matrimonio Valverde en un viaje a
Viena (luego siguieron otros a Albi, PortBou
-tras
las huellas de W. Ben-
jamin-,
al Montseny...).
En
Viena querían rememorar sus raíces austríacas
-destruidas
odispersas
por
el nazismo-s- y zambullirse en esa magna exposición
que fue «Traum
und
Wirklichkeit» (Sueño yrealidad), dedicada a la historia
del desarrollo de la ciudad (en todas sus facetas) durante la época de 1870
a 1930. Allí se gestó su libro sobre Viena (1990).
Por
otra parte, tenía ya
en la cabeza una obra sobre Nietzsche, en la
que
se pudiera oír la voz de
ese mago de la palabra a través de sus textos, como la publicada en 1993.
Apesar de su intenso trabajo aún encontraba tiempo para echar
una
mano
en una traducción, dar un consejo
(en
mi época de Decana se lo solicité varias
veces), animarme a escribir yconcursar a un premio de ensayo, etc. Por ello,
por nuestras sosegadas conversaciones viajeras, por su espíritu humano, quise
expresar mi gratitud dedicándole mi libro loes de vida (premio de ensayo «Joa-
quim Xirau» del Ateneo barcelonés, 1989). Más adelante actué de puente
entre el editor yJosé
para
que se publicara
El
arte del articulo. Ahora
únicamente puedo evocar su palabra.
Valverde escribió una necrológica que tituló «Presencia de Eugenio D'Ors»,
La presencia de Valverde es, como se acaba de ver, multiforme. Recordaré
tan sólo seis versos de sus primeras poesías, «Elegía para mi muerte»; en
ella expresa su desazón, su miedo ante la muerte, pero también su fe ... Pues
habéis sido un día, seréis siempre») y su esperanza en la presencia de una
voz nunca acallada:
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Murgarita Boladeras
Ya,
Muerte,
estás
en
mí.
Ya tu hielo
me
ha
entrado
al corazón
ytu
plomo
amis pasos.
¿Adónde
iré, si todos los caminos
llevan atu horizonte?
(
...
)
En
penumbra,
mis versos
hablarán
en
voz baja.
(Enseñanzas de la Edad. 1945-1970, pp. 14-15)
Barcelona, 20 de
enero
de 1997
18EGORíN15 (1997)
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