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Cisneros, José Luis
25 días de miedo
El Cotidiano, Vol. 25, Núm. 159, enero-febrero, 2010, pp. 37-43
Universidad Autónoma Metropolitana - Azcapotzalco
México
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El Cotidiano
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El Cotidiano 159 37
José Luis Cisneros*
in duda, los recientes aconteci-
mientos de la contingencia sanitaria
que vivimos los mexicanos, son dignos
de una reexión social, primero por
las implicaciones en materia de salud
que traen consigo, después por el des-
pliegue del manejo de la información
que se dio al fenómeno de la inuenza,
y nalmente como un deber moral y
critico que nos conere el ser univer-
sitarios.
Durante 25 días el miedo en los
mexicanos se encontró signado por
una visión catastrófica del mundo
Durante 25 días el miedo en los mexicanos se encontró signado por una
visión catastrófica del mundo que fue marcada por una tenebrosa realidad futura,
en la que ni el avance tecnológico, ni ningún otro invento del hombre sería capaz
de salvarnos; vivíamos días de desánimo, manifestados por la burla, la ironía y los
chistes, cuyo humor negro juegan la veces de una catarsis.
que fue marcada por una tenebrosa
realidad futura, en la que ni el avance
tecnológico, ni ningún otro invento del
hombre sería capaz de salvarnos; vi-
víamos días de desánimo, manifestados
por la burla, la ironía y los chistes, cuyo
humor negro juegan la veces de una
catarsis, basta sólo con recordar que a
cuatro días de la contingencia, el 27 de
abril para ser exacto, apareció en You
Tube la cumbia de la inuenza, o aquel
famoso chiste que a un par de horas
recorrió México: “qué le dijo México a
la inuenza, mira cómo tiemblo”.
Para acabar de atizar el miedo, al
tercer día de la contingencia sanitaria
los citadinos fuimos testigos de un
sismo de 5.8 que sacude a la ciudad.
Parecía una suerte de profecía anun-
* Profesor-Investigador. Depto. Relaciones
Sociales, integrante del Área de Investigación,
Educación, Cultura y Procesos Sociales, uam-x.
Correo electrónico <cijl0637@correo.xoc.
uam.mx>.
25 días de miedo
Sciada desde 1962 cuando el Santo
luchó contra las mujeres vampiro para
librarnos de una epidemia de vampiros
que invadió la tierra, o en 1995 cuando
el director de la película Epidemia,
nos anuncia los horrores provocados
por el ébola1. O en 2002 cuando en
Resident Evil se pierde el control de
enero-febrero, 2010
“La mentira elegida pasa a los registros permanentes y se convertirá en verdad.”
“Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controla el futuro.”
George Orwell
1 Es una película norteamericana dirigida
por Wolfgang Petersen. Trata de la aparición de
un virus parecido al ébola que se extiende en
el África, y a causa de la importación ilegal de
un simio contagiado, la peste se expande por
distintos sitios, cobrando sus primeras víctimas
en la ciudad de Cedar Creek, California. Así un
equipo de control de enfermedades infecciosas
del gobierno norteamericano busca las causas
de la plaga; sin embargo algunas posturas radi-
cales pretende arrasar la ciudad infectada con
una bomba.
A-H1N1: miedo social
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un poderoso virus que hace que los humanos muten en
horribles seres2; al igual que el Resident Evil Apocalipsis en
2004, donde se muestran las mutaciones creadas por la fuga
del virus T3. Parece una suerte de miedo anunciado que se
recicla y trasmuta generacionalmente de cuando en cuando
mediante forma de pánico.
Sin embargo, más allá de ese pánico que se esparce y
circula invadiendo todos los rincones de la vida social y
familiar de la ciudad, se funda en un miedo al incremento
de la sensación de contagio y a la percepción de tener la
posibilidad real de ser afectados, una percepción orientada
por los medios de comunicación que difunden la idea de
una ausencia de control del virus.
Para ese momento la condición de miedo generalizado,
se muestra como una amenaza constante de perecer, al
mostrar en las pantallas de televisión, el recuento de una
guerra que se pierde paso a paso en la avanzada del enemigo.
Tal y como ocurre con el personaje del Gran Hermano
en la película basada en la novela de George Orwell 1984,
donde los grandes televisores se encargaron de monitorear,
interpretar y ofrecer una mirada a todo el mundo de los
acontecimientos que vivíamos en México frente al virus.
Los televisores nos orientaron y vigilaron para no realizar
ninguna otra actividad previamente dispuesta, de lo con-
trario cualquiera podría ser considerado un subversivo y
condenado a la mirada de todos, a la desconanza, al castigo
colectivo de la exclusión.
Lo que vivimos en esos días fue una clara expresión
de la anti-utopía orwelliana, expresada en una realidad
marcada por las noticias de una gran epidemia mostrada
en las pantallas de televisión, que dan evidencia de cuando
menos tres tipos de miedos presentes: a) el miedo al otro,
el cual puede ser visto como un foco potencial de infección;
b) el miedo a la exclusión social; c) el miedo a un futuro
incierto, como resultado de la desinformación.
No se trata ya de un miedo a lo ya conocido, se trata
esencialmente de un miedo que se suma a otros miedos,
precisamente por la falta de respuestas, por las armaciones
televisivas que anuncian la inexistencia de alguna solución.
Un miedo corporativizado en dispositivos informativos
que cruza todo estrato y clase social, al tiempo que exige
una vigilancia obsesiva del otro, del ajeno, del extranjero,
del vecino.
Este dispositivo informativo, montado por el Ejecutivo
en contubernio con las grandes televisoras, y que fue cali-
cado por Ciro Gómez Leyva como la dictadura sanitaria,
logró dos efectos: el primero, más allá de la taquicardia co-
lectiva, produjo un efecto subjetivo que mostró a un Estado
fuerte, que toma decisiones contundentes, incuestionables,
un Estado que funciona a favor de los mexicanos, y con ello
mostrando de pasadita la inexistencia del tan nombrado
Estado fallido.
El segundo efecto de este dispositivo mediático, generó
una especie de reciclamiento y trasmutación rápida en la
conquista de los espacios privados, clausurando el libre
tránsito de los ciudadanos, los espacios de recreación y el
disfrute de la vida cotidiana. Un dispositivo cuyos efectos
lograron la dilatación del miedo y la instalación de éste
por igual en todas las capas sociales, un miedo narrado y
acumulado como un acontecimiento infernal, que obliga a
establecer límites, a la clausura, a no circular libremente;
un miedo que no se expresó de igual manera, pues algu-
nos tenían más miedo que otros, por la guración de un
escenario catastróco.
Así, el miedo que durante 25 días recorrió los inters-
ticios cotidianos de los citadinos, no tenía como fuente el
miedo a la inseguridad, al secuestro, al robo, a la falta de
agua o al desempleo; se trataba de un nuevo miedo sumado
a los anteriores, sólo que este extraño miedo, a diferencia
de los otros, contaba con un dispositivo de información que
subrayaba la inexistencia de una solución; no era un miedo
cuya fuente sea estructural, por el contrario era un miedo
inscrito en la exacerbación de la alerta, en el control de lo
dicho, en lo hablado.
Hablamos de un miedo instalado y construido por la
real existencia de un virus, del cual nadie puede negar su
existencia; pero tampoco podemos negar que los medios
de comunicación tuvieron una participación directa en su
construcción social, y en su intervención para que la gente
abandonase las calles y se resguardara en sus casas.
Para que la gente tenga miedo al otro, porque si ese
otro es un sujeto pobre, desaseado, menesteroso, sucio
o con tos, más miedo habría que tenerle. Así el otro se
convierte en un enemigo potencial dada su peligrosidad de
contagio; hablamos pues de una naturalización del peligro
que trastoca la intimidad y nos pone un bozal.
2 Película norteamericana dirigida por Paul W.S. Anderson, en donde
se trata el tema de un centro militar clandestino de investigación genética,
donde se produce un brote vírico que contamina todo el edicio. Para
contener la fuga el ordenador que controla el centro sella toda la insta-
lación, y en un principio se cree que mueren todos los empleados, pero
en realidad se han convertido en feroces zombis.
3 Un lm de Alexander Witt en el que se narra un desastre ocurrido
en Racoon City, en un complejo secreto en el que se escapa el virus T, el
cual infecta a toda la población de la ciudad, convirtiendo a la gente en
algo que no está muerto pero tampoco vivo.
El Cotidiano 159 39
De lo que fuimos testigos durante los primeros días
de la contingencia sanitaria, fue de una sociedad completa-
mente desmovilizada, castrada, nadie dijo nada, los medios
periodísticos tardaron en reaccionar, el mundo académico
quedó mudo por algunos días, como mudo ha quedado
ante los miles de secuestrados, ante el fallo arbitrario de
la Suprema Corte en el caso de Lydia Cacho, o ante tanto
acontecimiento en lo que hay una cosa contraria de lo
que uno esperaría, como sería el despliegue inmediato de
profundos debates por los acontecimientos presentes.
el hijo del amigo de la esposa de mi tío, que trabaja en el
hospital dice que vio tantos muertos, o tantos enfermos.
Cómo no habríamos de dudar, si en la memoria de
nuestro pueblo permanece el recuerdo del error de di-
ciembre de 1994, cuando la economía sufrió uno de los
embates más catastrócos, la devaluación del peso que
originó una deuda impagable y el quiebre de cientos de
negocios.
Recordemos que por esos días apareció sospechosa-
mente un personaje que fue mediáticamente sostenido, el
famoso Chupacabras; este personaje causó expectación
entre los habitantes, con todo y el problema económico
que vivíamos cientos de mexicanos, razón por la cual para
muchos no fue otra cosa que un distractor de la crisis. Sin
embargo, más allá del escepticismo, el miedo se anidó en
la condición de destrucción de la vida misma, de ahí que
esta duda sembrada haya logrado, después de casi tres
siglos, sacar de su recinto en la Catedral Metropolitana de
la ciudad, al Señor de la Salud, para realizar una procesión
con este Cristo protector de las epidemias, las pestes, las
tempestades y los rayos.
Este aparente consenso para reconocer la presencia de
un virus, de momento funcionó como un eje ordenador de
la práctica cotidiana del sujeto; sin embargo, una vez pasa-
dos los primeros días, aparecieron las dudas generalizadas.
¿Dónde están los enfermos contagiados? ¿Tú conoces a
alguien enfermo? Si bien el miedo como eje ordena, aglu-
tina, también divide entre buenos y malos, entre sanos y
enfermos, entre crédulos e incrédulos.
En este contexto, el mismo imaginario del miedo que
reorientó el discurso de la creencia cotidiana en dos sen-
tidos; uno orientado contra el sistema político, dentro del
cual se difundió la idea de:
a) Que fue un invento fabricado por EEUU para tapar el
problema la crisis nanciera (esta hipótesis difícilmente
puede sostenerse, dado que no explica por qué de ser
cierto todo el mundo sigue la patraña del virus).
b) Que todo es un invento del Estado para distraernos de
la venta de Pemex.
c) La tesis del conspiraciónismo e incredulidad como una
estrategia ante el escenario de elecciones.
El otro a favor del discurso sanitario, sostenido por las
visibles huellas del rumor que difundió la versión de que
Fuente: Diario Milenio. Miércoles 29 de abril de 2009.
Como puede advertirse, hablamos de un miedo que
involucra la posibilidad de vislumbrar la propia nitud como
experiencia de lo catastróco inherente al mundo propio, o
a la devastación engendrada en un virus. El miedo nombra
una variedad sutil e indeterminada de estremecimientos,
inclinaciones, disposiciones, sensaciones y sentidos de esa
devastación que se anticipa vaga o claramente. Una devasta-
ción cuyos efectos se conjugan y confunden con frecuencia
en los rasgos que se vislumbran en esa atmósfera de devas-
tación pregurada e integrada en múltiples evocaciones y
reminiscencias del dolor corporal o psíquico, más que en
una afección puntual.
Fuente: Diario Milenio. Lunes 27 de abril de 2009.
A-H1N1: miedo social
40
En esos días, dichos acontecimientos, si bien continua-
ban esparciendo el miedo, también lograron un efecto inver-
so: incrementar la sensación y percepción de una posibilidad
real de un montaje, dado que las dudas continuaban como
resultado de la inconsistencia de las cifras difundidas.
Por ejemplo, según datos difundidos desde el sábado
25 de abril, se registraban 1,384 contagiados por inuenza,
de los cuales se reportaban 81 decesos. Para el domingo
26 de abril 1,844 casos y 125 decesos, el lunes 27 de abril
ya se hablaba de 2,376 casos y 223 decesos. Por su parte
los medios de comunicación indicaban que, según la oms,
EEUU reportó 40 casos, México 26, Canadá 6, Escocia 2,
España 1.
Los primeros cuestionamientos se orientaron a pre-
guntarse: ¿De dónde salieron los 2,376 casos? Alguien se
equivocó o mintió al minimizar o maximizar los datos. ¿Por
qué la gripe porcina causa más muertos entre los mexica-
nos que en los estadounidenses, canadienses o españoles.
¿Este resultado atípico tendrá que ver algo con nuestra
pobreza, desigualdad o falta de oportunidades de miles de
mexicanos? Por ejemplo la gripa común causa anualmente
la muerte de miles de sujetos; sin embargo el epicentro de
la pandemia es el DF, que tiene en promedio 20 millones
de habitantes, pero la inuenza sólo ha podido afectar a
unos cuantos, cuando en consecuencia uno se preguntaría
por qué tener miedo, e incluso estas dudas condujeron a
que la gente no crea en las recomendaciones ¿Cómo un
triste tapaboca nos libra de tan terrible contagio? ¿El solo
hecho de lavarnos las manos con frecuencia es suciente
para disminuir a más de la mitad el riesgo de contraer el
virus? Y cómo le hacemos con aquellas colonias en las que el
agua no llega en meses, y en aquellas otras donde el agua es
tan sucia que posiblemente la gente se enferme por el solo
hecho de estar tanto tiempo en contacto con esa agua; así
el ánimo de escepticismo se acrecentó en la población y la
idea de que la inuenza es sólo otro distractor se albergó
en el imaginario de los citadinos.
Aún cuando en los rostros de los citadinos, el temor
producido por la incertidumbre de pensar qué tan riesgoso
es saludar a un amigo, mandar a los hijos a la escuela, o más
aún clausurar el beso como expresión de saludo, dado que
es la principal fuente de contagio. Sin embargo, pensar en
establecer un límite, en borrar la experiencia del contacto
en una cultura como la nuestra que justamente se caracte-
riza por el apapacho, se hace sumamente difícil.
Así desde el jueves 23 de abril por la noche, cuando
en cadena nacional se anunció el cierre de escuelas, como
resultado de una gripe letal, México terminó en cuaren-
tena y su capital paralizada; al día siguiente se desplegó al
ejército con el distintivo del DN-III, aun cuando en teoría
sólo puede actuar en labores de auxilio de la población,
y sin cumplirse este supuesto salió a las calles a repartir
tapabocas, que por cierto se agotaron en las farmacias al
uniformar a la ciudadanía. Este acontecimiento mostró al
mundo entero la imagen de una ciudad paralizada por lo que
en un principio se nombró como la gripe porcina, después
como el virus H1N1.
La imagen de una sociedad silente, amordazada por
un miedo desencadenado, cuya expresión simbólica se ar-
ticuló de manera insólita a la limitación de las sensaciones
y emociones compartidas en la experiencia con el otro,
al grado que el futbol dominical fue a puerta cerrada, las
iglesias suspendieron sus homilías dominicales, los cines y
teatros fueron obligados en un primer momento a que los
usuarios usaran tapabocas. Más aún algo raro, sospechoso y
difícil de creer, es cómo el miedo ha dado como resultado
la disipación de una violencia y el desenmascaramiento
de la escucha disruptiva, al grado que ha suspendido las
determinaciones grupales y aparecen bajo otra máscara
los gobiernos panistas, priístas y perredistas, para estar
de acuerdo en paralizar la ciudad y su metrópoli, algo que
sólo ocurre cuando se unen para votar sus incrementos
salariales o para darse bonos, o antes de las vacaciones
cuando acuerdan prolongar los días de asueto.
Los efectos reales y el efecto mediático de la inuenza,
pusieron en un vilo al país, sumando en nosotros un miedo
más, un miedo colectivo que proviene de una enfermedad
peligrosa, mortal y misteriosa. Así cuando a falta de claridad
y precisión se trasmite incertidumbre, miedo, preocupación,
lo que en parte puede uno advertir sólo son acciones in-
tencionadas que tienen el exclusivo propósito de manipular
las conductas y actitudes de los mexicanos.
Incertidumbres atizadas por un escenario de violencia,
donde existe un clima recurrente de secuestros, ejecuciones,
tráco de armas y consumo de drogas en el paisaje cotidiano.
Por ejemplo, en el periodo comprendido durante los prime-
ros ocho días del mes de abril, de inicio de la contingencia
sanitaria, fueron ejecutados 118 sujetos; en los siguientes
17 días del mes de mayo la suma ascendió a 276.
Durante este periodo de contingencia, para ser precisos
el día 28 de abril, se aprobó con 87 votos la Ley contra el
narcomenudeo, con la que se permitirá la portación de 5
gramos de mariguana, 2 de opio, medio gramo de cocaína,
50 miligramos de metanfetamina, entre otras drogas, con lo
cual se pretende combatir la venta al menudeo de drogas.
También a puerta cerrada, la Cámara de Diputados aprobó
El Cotidiano 159 41
la Ley para regular el uso de la fuerza de los integrantes
de las Instituciones de Seguridad Pública y un Proyecto
de reformas a la Ley de Seguridad Nacional, así como la
aprobación de una enmienda al Código Penal Federal para
denir el concepto de servidores públicos y sancionarlos
hasta con 8 años de prisión por actos de corrupción.
Un escenario de escándalos de disputas políticas e in-
formación amarillista. Cómo no esperar con este escenario
una multitud incrédula, llena de desencanto y envuelta en
un miedo trazado por la alarma desmesurada del virus de
la inuenza, que nos hace frágiles, y quedamos atrapados
por un miedo social que es el resultado de la exageración.
De ahí que el tratamiento que se dio a la información dada
por el gobierno de la contingencia sanitaria, nos impuso un
miedo al armar que propiamente estamos viviendo una
tragedia nacional que pone en peligro a miles de mexicanos,
hablamos pues de un miedo producto de un imaginario más
que de una realidad.
De ahí que no dudemos en armar que los miedos co-
lectivos no son otra cosa que el fruto de una ignorancia, que
debilita al ciudadano. Por ejemplo, en 1994 en un escenario
contextualizado por la violencia del ezln, Ernesto Zedillo
obtuvo un amplio margen para ganar la presidencia, aquí el
miedo operó de otra manera orientando el voto.
Como se puede advertir, el fenómeno de la inuenza,
como efecto mediático, sólo tuvo éxito en la medida que
contó con una sociedad civil débil, susceptible de ser víctima
de un virus, y propensa a ser manipulada; así el miedo fue
apropiado por la memoria colectiva de un pueblo, en el
que los miedos se han sumado y el miedo a la naturaleza
siempre es visto como una experiencia con la muerte, de
ahí su difícil erradicación.
Sin embargo, el miedo a los virus es un miedo concreto
que puede ser representado en los medios de comunica-
ción como una epidemia de miedo, que genera un pánico
alimentado irresponsablemente por la información parcial
y contradictoria. Un miedo que causa mucho más daño que
los propios virus, al crear un perjuicio económico y armar
un temor basado en la pérdida de conanza como resulta-
do de la falta de claridad, y en consecuencia nos hacemos
frágiles y la fragilidad nos conduce a la sumisión.
El miedo hizo obedecer la consigna del Presidente de
quedarse en sus casas, de no salir: “Quédense en sus casas”.
Por cuánto tiempo este miedo se quedará con nosotros, qué
nuevas conductas de incredulidad, recelo o desconanza se
infundaron en nosotros
Así el escenario catastróco alimentado por la imagen
de calles vacías, comercios cerrados, eventos culturales,
deportivos y religiosos suspendidos, compras de pánico y
gentes con tapabocas, alimenta un imaginario en la pobla-
ción, en el que orbita la idea del contagio y provoca un aire
de fatalidad que nos induce a pensar en el desastre4.
Como la llamó Ciro Gómez Leyva, “la dictadura sani-
taria en acción” en una situación de emergencia sanitaria,
la salud pública no se pone a votación, como si la oms y
gobiernos como el de EU, Inglaterra o España pudieran ser
manipulados desde el centro del poder en México,
Por la muerte de 15 personas ocurridas en cuatro en-
tidades, suspendieron las clases de 33 millones de alumnos,
se cerraron todos los negocios de venta de alimentos, se
exhortó y de facto se impuso un paro económico de 5 días,
se adoptaron medidas extremas e inéditas que alarmaron
al mundo y en corto plazo golpearon a la industria turística
del país, que después de dos meses de la inuenza aún no
se recupera.
En el pasado nos han azotado terribles plagas como
son la pobreza, la miseria, la ignorancia, la corrupción, el
cacicazgo, los partidos políticos, las crisis económicas, los
terremotos, inundaciones, el narcotráco, inseguridad,
depredación del medio ambiente, la ilegalidad, el comercio
ambulante, los gobiernos priístas, panistas y perredistas,
la desnutrición, el subdesarrollo; y ahora la obesidad, las
adicciones, la devastación del campo, senadores, diputados
y presidentes municipales imbéciles y ladrones.
Virólogo europeo arma que el origen exacto se des-
conoce, es una combinación inédita de cepas porcina, aviar
y humana que se transmite en humanos, especialmente en
jóvenes. El patrimonio genético del virus está formado por
8 segmentos o trozos que pueden ser combinados, lo que
lo convierte en algo que jamás puede ser dentado5.
El miércoles 29 de abril José Córdova conrma que
se han contabilizado 2 mil 498 casos sospechosos de gripe
porcina, de los cuales 311 siguen hospitalizados. Además
armó que de los 159 muertos por sistemas similares a
la inuenza porcina, sólo 7 están conrmados como causa
de la infección de la nueva cepa. (Milenio diario, miércoles
29 de abril del 2009).
4 La gripe rusa en 1889 mató a un millón de personas, la gripa española
entre 1919 y 1920 mató a un promedio de entre 40 y 100 millones de
humanos, la gripe asiática del 1957 -58 cobró la vida de cerca de 750 mil,
la gripe aviar de 2003 mató a 45 mil.
5 La suspensión de las actividades impuestas como resultado de la
inuenza, giró en el orden de los 1,500 millones de pesos diarios, con lo que
se puso en riesgo a 450 mil empleos, según lo estimaron representantes
de Coparmex, Concanaco, Concamin, Canirac y Canacope. Para el lunes
18 de mayo se informó de la pérdida de 20 mil empleos.
A-H1N1: miedo social
42
Para el día miércoles 29 de abril se anunciaba de los
nuevos datos a nivel mundial.
ramos que todo es un montaje, una mentira, o si en verdad
esto era una catástrofe que nuestros políticos pudieron
detener. (Milenio Diario. Miércoles 29 de abril del 2009)
Fuente: Diario Milenio. Miércoles 29 de abril de 2009.
El viernes 1 de mayo la oms elevó a fase cinco su alerta
sanitaria, e informó que en todo el mundo existían 483
infectados y 13 personas fallecidas. Se indicaba que México
era la nación más afectada con 312 casos y 12 muertos
conrmados, le seguía Estados Unidos con 120 casos y un
fallecido, Canadá con 19 infectados,
Más bien hablamos de una propagación instantánea del
virus del miedo a través de los medios.
Qué tan de verdad es esta epidemia, dónde están los
cadáveres, donde están los testimonios de los familiares
de las víctimas. Como pueden advertir, continúo siendo un
incrédulo, quizás porque como muchos mexicanos, ya estoy
harto de tanta mentira; desde que yo tengo uso de memoria
siempre los políticos han tenido un ingenio inusitado para
engañarnos, nos mienten una y otra vez, por eso en esta
ocasión, cientos al igual que yo no creímos, simplemente
porque dudamos que cerrar una ventana, o usar un triste
tapabocas sea suciente para detener un virus tan mortal
como lo muestran; cuándo sabremos la verdad, se imaginan
cuál sería la respuesta de los mexicanos si al nal nos ente-
Fuente: Diario Milenio. Viernes 1 de mayo de 2009.
La oms informó que el A/H1N1, sigue expandiéndose
por el mundo, son 30 países los contagiados con más de 4
mil 200 casos. México encabeza la lista con mil 626 con-
tagios y 48 fallecidos, EEUU con 2 mil 254 infectados y 2
muertos, Canadá informó de 242 casos y 1 deceso.
Fuente: Diario Milenio. Domingo 10 de mayo de 2009.
El domingo 3 de mayo se publicó la conrmación de
473 casos, 255 mujeres y 218 hombres, de los cuales 19
fueron decesos. El total de casos se registró en 18 entidades
de la República.
Fuente: Diario Milenio. Domingo 10 de mayo de 2009.
Fuente: Diario Milenio. Domingo 3 de mayo de 2009.
El Cotidiano 159 43
El día miércoles 6 de mayo de difundió que el caso de
infectados por inuenza A/H1N1 se incrementó a 942 y de
éstos fallecieron 26; las edades oscilan entre 20 y 40 y un
poco más de la mitad son mujeres.
De los 942 casos, se habla de 214 defunciones, de las
cuales 74 fueron descartadas, de 77 no se tomaron muestras
y sólo en 29 se conrmó la presencia del virus.
50 casos se conrmaron en DF, Hidalgo, Estado de
México y San Luis Potosí.
El costo económico del virus según datos de Hacienda es
de 4 mil 500 millones de dólares, es decir el 0.5% del pib.
El regreso a la normalidad,
¿De qué normalidad hablamos?
Dos medicamentos sirven para reducir el impacto
de la pandemia de la inuenza, el Tamiú (oseltamivir), y
el GlaxoSmithkline (gsk) que es similar pero de uso más
complicado.
¿El solo hecho de lavarnos las manos con frecuencia
es suciente para disminuir a más de la mitad el riesgo de
contraer el virus?
Fuente: Diario Milenio. Miércoles 6 de mayo de 2009.
La marcha del día primero de mayo, amordazada.
Fuente: Diario Milenio. Sábado 9 de mayo de 2009.
Fuente: Diario Milenio. Sábado 2 de mayo de 2009.
Cuando se dice que hemos regresado a la normalidad, a lo
que nos referimos es a que después de este shock de infor-
mación en el que el miedo se ha soldado en la cotidianidad
de la relación con el otro, cuando hablamos de la normalidad
nos referimos a una nueva cotidianidad, no marcada por la
limpieza en todos los sentidos, basura, aire, agua. Ni libre
de la contaminación visual de la publicidad o los gratis o
el desorden del paisaje urbano; más aún una normalidad
caracterizada por la falta de tolerancia, por la corrupción,
por servicios de salud, limpieza y justicia mediocres.
Sin duda entonces hablamos de la normalidad referida a
la otra crisis, a la que nos persigue como un agelo, la de la
inseguridad, la de la crisis económica, y otra que es la igual-
mente cíclica y recurrente a la de la política. Así conforme
disminuye la alerta sanitaria brotaron los virus de siempre: los
de las ejecuciones y las detenciones de narcotracantes.