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Abstract

RESUMENUnamuno fue un escritor polémico, un auténtico agitador de conciencias, que empleó el arte de la provocación como arma para despertar del sueño de la inconsciencia. Esta es la actitud que el escritor español adopta ante el problema de la muerte, tal como es planteado en « Del sentimiento trágico de la vida». En este artículo se analiza el deseo de pervivencia en Unamuno, distinguiendo lo que él llama el »mínimo» de pervivencia deseable, y el «máximo» de inmortalidad imaginable. Asimismo, se aborda la ética que se desprende de ese sentimiento trágico de la vida, pues Unamuno convierte a la experiencia del sufrimiento compartido, la compasión, en la fuente de la moral, como ya hicieron Rousseau y Schopenhauer.PLABRAS CLAVE:UNAMUNO, MUERTE, PERVIVENCIA, COMPASIÓN, SENTMIENTO TRÉGICOABSTRACTUnamuno was a controversial writer and, wielding the art of provocation, he sought to stir readers from a perceived state of unconsciousness. The Spanish writer’s «The Tragic Sense of Life», which discusses the question of death, exemplifies such approach. This article examines Unamuno’s desire to survive, drawing a distinction between what he calls the «minimum» survival desirable, and the «maximum» immortality imaginable. Moreover, it explores the ethical bearing that can be inferred from the tragic sense of life; as Unamuno, with clear echoes of Rousseau y Schopenhauer, presents the experience of common suffering or compassion as a source of morality.KEY WORDS:UNAMUNO, DEATH, SURVIVAL, COMPASSION, TRAGIC SENSE
C O N T R A S T E S
Revista Internacional de Filosofía
Volumen XII (2007) • ISSN: 1136-4076
S U M A R I O
ESTUDIOS
Susan Haak La integridad de la ciencia: significado e importancia
Jesús Alcolea Razonamientos no rigurosos y demostraciones
Rafael Cejudo El debate entre P. Pettit y A. Sen sobre la libertad
Antonio Diéguez La relatividad conceptual y el problema de la verdad:
Ricardo A. Espinoza Deleuze y Zubiri...en torno a una lógica de la
impresión
Javier Franzé La polémica de Strauss y Voegelin con Max Weber
José García Leal La condición simbólica del arte
Mª T López de la Vieja Los argumentos resbaladizos. El uso práctico
Angel Puyol Filosofía del mérito
DEBATES
Mª Luz Pintos Gurwitsch, Goldstein, Merleau-Ponty. Análisis de una
estrecha relación
NOTAS
Roberto Augusto La antropología filosófica de Schelling
Antolín Sánchez Cuervo El humanismo de Eduardo Nicol en su Centenario
Alicia Villar Muerte y pervivencia en Unamuno
MATERIALES DE INVESTIGACION
Gemma Muñoz-Alonso Anatomía de la investigación filosófica: claves
prácticas para la elección del tema
INFORME BIBLIOGRAFICO
Juan Carlos Velasco Un solo mundo o la perspectiva de la justicia
UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
© Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, vol. XII (2007), pp. 239-250. ISSN: 1136-4076
Licenciatura de Filosofía, Universidad de Málaga, Facultad de Filosofía y Letras
Campus de Teatinos, E-29071 Málaga (España)
Muerte y pervivencia en Unamuno
ALICIA VILLAR EZCURRA
Universidad Pontificia Comillas
Recibido: 18.02.2007 Aprobado definitivamente: 14.05.2007
RESUMEN
Unamuno fue un escritor polémico, un auténtico agitador de conciencias, que empleó el arte
de la provocación como arma para despertar del sueño de la inconsciencia. Esta es la actitud
que el escritor español adopta ante el problema de la muerte, tal como es planteado en « Del
sentimiento trágico de la vida». En este artículo se analiza el deseo de pervivencia en Unamuno,
distinguiendo lo que él llama el »mínimo» de pervivencia deseable, y el «máximo» de inmor-
talidad imaginable. Asimismo, se aborda la ética que se desprende de ese sentimiento trágico
de la vida, pues Unamuno convierte a la experiencia del sufrimiento compartido, la compasión,
en la fuente de la moral, como ya hicieron Rousseau y Schopenhauer.
PLABRAS CLAVE:
UNAMUNO, MUERTE, PERVIVENCIA, COMPASIÓN, SENTMIENTO TRÉGICO
ABSTRACT
Unamuno was a controversial writer and, wielding the art of provocation, he sought to stir
readers from a perceived state of unconsciousness. The Spanish writer’s «The Tragic Sense of
Life», which discusses the question of death, exemplifies such approach. This article examines
Unamuno’s desire to survive, drawing a distinction between what he calls the «minimum» sur-
vival desirable, and the «maximum» immortality imaginable. Moreover, it explores the ethical
bearing that can be inferred from the tragic sense of life; as Unamuno, with clear echoes of
Rousseau y Schopenhauer, presents the experience of common suffering or compassion as a
source of morality.
KEY WORDS:
UNAMUNO, DEATH, SURVIVAL, COMPASSION, TRAGIC SENSE
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Contrastes vol. XII (2007)
I. IntroduccIón
El papEl dE unamuno como EscrItor: dEspErtar al dormIdo
Unamuno fue un escritor polémico que no quiso callar lo que otros muchos
callan. Advertía que, con demasiada frecuencia, el ser humano huye, corre y
se enreda en un activismo febril, con tal de no «sentirse a sí mismo»1 , con tal
de eludir lo más intenso e íntimo, por el esfuerzo que exige llegar a ello. Es la
llamada «pereza espiritual».
A su juicio, a lo largo de la vida, el mundo deposita capas de aluvión2 en
nuestro espíritu, capas que nos envuelven, ahogan nuestro interior y llegan a
convertirnos en cáscara vacía, en puro caparazón. Entonces, por un extraño
proceso de petrificación, se genera una extraña insensibilidad por los proble-
mas esenciales y un excesivo afán por lo superfluo3, insensibilidad que tanto a
Unamuno, como a Pascal, asombraba e irritaba.
Para romper esa dura costra que ahoga el espíritu e impide crecer de dentro
a fuera, en ocasiones y por «suprema misericordia», no cabe más despertar al
dormido. Y así, como Kierkegaard, a quien llamaba «hermano espiritual», la
tarea de Unamuno como escritor fue entrar en contacto real con su lector4, a
quien interpela de continuo para que él mismo se cuestione su propia existencia,
bajo los parámetros más profundos. Quiso suscitar ideas y sentimientos para
que el público5 dejara de serlo y pensara por su cuenta6. Antes desconcertar
que «adormecer con canciones de cuna»7.
Por tanto, Unamuno declara la guerra a la superficialidad8 y no vacila en
poner al desnudo su propia alma, aunque ello le suponga asomarse hasta el
1 Estas referencias son constantes en su Diario Íntimo,
2 Miguel de Unamuno, Nicodemo el fariseo, en Obras selectas, Madrid, Plenitud, 1950,
p. 963
3 El propio Unamuno reconoce haber estado en esa situación en algún periodo de su
vida:».. Vivía dormido, sin pensar en tales cosas, perdido en mis proyectos y mis estudios,
confiado en la razón, como viven otros. Vivía alegre y animoso, sin pensar en la muerte más
que como se piensa en una proposición científica y sin que su pensamiento me diera más frío ni
calor que el que me da el del que el sol apagará un día..» Diario íntimo, O.C., VIII, pp. 836-836
4 En muchas ocasiones, al igual que Kierkegaard (Obras del amor), confiesa que se
conforma con llegar tan sólo uno de los sus lectores. En el Del sentimiento trágico de la vida,
increpa continuamente a su lector.
5 Miguel de Unamuno, «El desinterés intelectual», La Nación, Buenos Aires, 3 marzo
1903,O.C., vol. VIII, p. 287
6 Miguel de Unamuno, «Manuel Machado y yo. Arabesco tópico paradójico» El Impar-
cial, Madrid, 5 de enero de 1914,. O.C., vol. VIII, Madrid, Escelicer, p.307
7 Miguel de Unamuno,«Macanas de Miguel», La Nación, Buenos Aires, 4 de junio de
1907, O. C., p. 247
8 Ibidem
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Contrastes vol. XII (2007)
fondo del abismo y reconocer los irreconciliables conflictos entre la razón y el
sentimiento vital9. Como otros pensadores, precisamente aquellos que más le
interesan: Agustín, Montaigne y Rousseau, investiga su yo concreto, personal,
viviente y sufriente y se convierte en el espejo en el que el lector puede reco-
nocerse10.
Él, que también había pasado, durante muchos años por el cientifismo,
aceptaba que calificaran a su pensamiento de pura poesía, incluso de mitología.
Unamuno, al igual que Schopenhauer, Nieztsche y Kierkegaard, fue un crítico
de su propia época que prefirió buscar la verdad 11y no la razón de las cosas12 y
exploró los problemas radicales de la existencia, aún a riesgo de no ser entendido
por la mayoría. Insistía en que se había pasado muchos años repitiendo unos
pocos temas fundamentales, pues estaba convencido de que quien piensa con
el corazón, crea sentimientos para siempre 13.
Quiso profundizar sobre la experiencia del sufrimiento, sabiendo que al
igual que el dolor físico nos hace experimentar nuestro cuerpo, el dolor espiri-
tual, la angustia, nos permite darnos cuenta del alma 14 y nos lleva a descubrir
la interioridad y la individualidad, despertando del sueño de la inconsciencia. El
pensamiento que no nos duele es un pensamiento muerto, es un puro esqueleto15;
en cambio, de noche y a oscuras es como uno puede a llegar a ver en desnudo
su alma16.
9 Miguel de Unamuno, Cap. VI Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, Espasa-
Calpe, 1982, p. 121
10 Miguel de Unamuno, «Sobre mí mismo (pequeño ensayo cínico)», El Imparcial,
Madrid, 24 de noviembre de 1913, O.C., Vol. VIII,, p. 300. En algunos escritos, con cierta
ironía, reconoce que habla de sí mismo por el ser el hombre que tiene más cerca y es así como
ejemplariza sus asertos de aplicación general a la condición humana. Cfr. «Ganivet y yo», La
Nación, Buenos Aires, 29 junio 1908, O.C., vol. VIII, p. 250.
11 Cfr. Su artículo Mi religión (1902)
12 Esta oposición entre la razón y la vida, o entre la razón y la fe se explica por las ideas
predominantes en su tiempo. Como indicó José Luis Aranguren, en su momento, por una parte
imperaba el positivismo y el cientifismo que pretendían dar cuenta de lo real. Por otro lado,
la fe católica parecía haber olvidado la proclamación del misterio para caer en una excesiva
racionalización que Unamuno llamaba abogacía escolástica. Entre una idolatría a la razón y una
teología escolástica, convertida en una cadena de silogismos, Don Miguel no encontraba más
salida que la antítesis y el abismo (J.L. Aranguren, Unamuno y nosotros, en el libro: Unamuno.
El escritor y la crítica, Edición de A. Sánchez Barbudo, Madrid, Taurus, 1980, p. 67)
13 Miguel de Unamuno, «El dolor de pensar», (La Esfera, Madrid, 7 de agosto de 1915,
O.C., vol. VIII, Escelicer, Madrid, 1970, p.
14 Cap. IX Del sentimiento trágico de la vida, Colección Austral, Espasa-Calpe, Madrid, p. 184.
15 Miguel de Unamuno, «El dolor de pensar», La Esfera, Madrid, 7 de agosto de 1915, p. 347
16 « Escribo con al sangre de mi corazón, no con tinta neutra. Mis pensamientos, muchas
veces contradictorios, mis dudas, mis anhelos, no son redactados como redacta un Secretario
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Contrastes vol. XII (2007)
Este es el horizonte desde el que Unamuno se plantea el hecho de la muerte,
o más bien, su voluntad de vivir y su negativa a «morirse del todo», tema que
recorre su obra Del sentimiento trágico de la vida y que aquí aludiremos. Su
rechazo a la perspectiva racional de la aniquilación del propio yo, visceralmente
vivido, le hace plantearse todos los modos posibles de pervivencia. No excluye el
máximo imaginable, ni renuncia al mínimo aceptable, que es pervivir, al menos,
en la memoria de los otros. Y así, busca la respuesta en el lenguaje poético y la
metáfora, más allá de la razón, donde el deseo, la imaginación y la creación se
funden. Pues a su juicio, la filosofía, la verdadera filosofía, la contemplación de
nuestro destino, está más alta y es más honda que la poesía misma17.
II. El ansIa dE no morIr
Unamuno es un pensador trágico, que se rebela contra el propio destino
como los griegos, y busca el equilibrio entre dos extremos: el deseo de perviven-
cia y la certeza racional de la propia muerte y aniquilación. Su vocabulario en
este punto es amplio y tanto se refiere a la pervivencia, como a la sobrevivencia
y sobre todo al ansia, al «hambre de inmortalidad» , o al «inmortal anhelo
de inmortalidad»18. Así, aunque recurrió al vocabulario propio de la tradición
platónico cristiana, su propósito era bien diferente.
De hecho, sorprende comprobar que las expresiones empleadas para
referirse al deseo de pervivencia sean términos como «apetito», «hambre»,
«ansia», «sed», todos ellos referidos a nuestra dimensión corporal. Lo que él
llama «alma» es un término que designa la conciencia humana en su integridad
y no una entidad o sustancia espiritual, separable del cuerpo. Pues el hecho
que le preocupaba era el de la muerte individual del hombre de carne y hueso,
cuestión que se convierte en problema central, en la medida en la que la propia
esencia de nuestro ser consiste en querer persistir19.
A su juicio, el ansia de no morir es la base afectiva de todo conocer y en el
íntimo punto de partida personal de toda filosofía humana que busca la finalidad
de las cosas, la respuesta al para qué. Ese punto de partida personal y afectivo
de toda filosofía y de toda religión, es llamado por Unamuno el sentimiento
de Comisión sus conclusiones» El dolor de pensar»,. La Esfera, Madrid, 7 de agosto 1915.
O.C., vol. VIII, p. 347
17 «Divagaciones vacacionales», La Nación, Buenos aires, 25 de julio de 1914, p. 328.
En algunos momentos, considera que la literatura y la poesía puede convertirse en un poder
más revolucionario que la ciencia. Castelar, El día gráfico, Barcelona, 22 abril, 1915, O.C., vol..
VIII, p. 342. Cap. III Del sentimiento trágico de la vida.
18 Cap. III Del sentimiento trágico de la vida
19 Reconoce que lo que llamamos vida espiritual se alimenta precisamente de nuestro
recuerdo por perseverar y de nuestro pasado por hacerse porvenir (Cap. I Del sentimiento trágico
de la vida).
243
Muerte y pervivencia en Unamuno
Contrastes vol. XII (2007)
trágico de la vida, que nace de la lucha entre el corazón que dice sí y la cabeza
que dice no, de una razón empeñada en morder el «cogollo del corazón»20.
Su obra Del sentimiento trágico de la vida 21 se orienta, como indica Pedro
Cerezo, a esclarecer el alcance de este sentimiento vital, más que a tratar de
demostrar la pervivencia del alma , esto es, sus reflexiones pertenecen al ámbito
de la búsqueda del sentido.
III. las dIfIcultadEs para ImagInar la propIa anIquIlacIón
Es sabido que Unamuno coincide con Spinoza en considerar que cada cosa,
cada ser «en cuanto es en sí, tiende a perseverar en el ser». Pero Don Miguel
advierte que el ser humano no es una cosa, es algo concreto, unitario, sustantivo.
Y precisamente en virtud de ese principio de unidad, todo lo que conspire a
romper la unidad y la continuidad de mi vida, conspira a destruirme.
El escritor español pensaba que eludir o ignorar la proximidad de la muerte
era «vivir en el sueño de la vida», ya que comprender la vida exige acogerse
a la luz de la muerte que es su término natural y su fin. Sin embargo, recono-
ce que existe un problema real para representarnos la propia muerte, incluso
para imaginárnosla. Nuestra conciencia supone la representación de ideas y
es siempre conciencia de algo, por ello ¿cómo representarnos la ausencia de
representaciones, como concebir lo inconcebible, cómo imaginar la ausencia
de imágenes? La dificultad de esta experiencia es descrita por Unamuno de un
modo elocuente:
«…Imagínate lo más vivamente que puedas que de pronto te quedas ciego y
que luego, cuando ya vas consolándote de tu ceguera con las impresiones de
los demás sentidos, te quedas sordo; y que luego pierdes el tacto y el olfato y
el gusto y hasta la sensación de tus propios movimientos, quedando como cosa
inerte a la que ni el suicidio le es posible por no poderse servir de sí mismo. Aún
te quedan tus pensamientos, tu memoria, aún puedes vivir en tu pasado. Pero he
aquí que hasta tus pensamientos empiezan a abandonarte y, privado de sentido
no puedes sustituirlos ni renovarlos, y se te van liquidando y se te evaporan, y te
quedas con la mera conciencia de existir y, hasta ésta pierdes, y te quedas, que
ya no eres nada, y ni aún queda la conciencia de tu nada…»22
20 Conclusión. Del sentimiento trágico de la vida, p. 269
21 A juicio de P. Cerezo esta obra es un escrito de inspiración poética. Cfr. P. Cerezo, Las
máscaras de lo trágico. Filosofía y Tragedia en Miguel de Unamuno, Madrid, Trotta, 1996
22 Cap. III Del sentimiento trágico de la vida, p. 54
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Contrastes vol. XII (2007)
Imaginarse la propia muerte, supone prescindir del propio yo que es
quien imagina, de aque absoluta aniquilación resulte incomprensible y no
podamos concebirnos como no existiendo. Sin duda, soy capaz de concebir e
imaginar fácilmente la destrucción de las cosas o incluso de mi propio cuerpo,
pero tropiezo con la imposibilidad de que mi conciencia, siempre conciencia
de algo, se conciba como no existiendo23 y a misma se niegue. Dicho en
términos kantianos, mi conciencia es la condición de posibilidad de cualquier
representación, incluso de la de mi propia destrucción. De ahí que Unamuno
hable de la tortura y del horror de la sepultura espiritual24. A su juicio, causa
«congojosísimo vértigo imaginarse como no existiendo»25.
Hay además otra dificultad para aceptar la propia muerte. Pues si un día
he de volver a la nada, si un día se ha de acabar toda conciencia personal sobre
la tierra, ¿para qué ésta?, se pregunta. Si todas las obras humanas, la belleza,
la justicia, los avances de las ciencias han de acabar en la nada y no existirá
conciencia humana que las reciba ¿qué valor hay que asignar a este juego de
apariencias? ¿qué clase de realidad es aquélla que perece? ¿es real lo que no
es eterno? Don Miguel reconoce que el descubrimiento de la vanidad de la
realidad, ha sido un tema recurrente que ha inspirado a la poesía, desde tiem-
pos inmemorables. Por ello, está convencido de que la cuestión de saber qué
será de nuestra conciencia después de la muerte, es la «cuestión humana» por
excelencia, es el problema que preocupa al hombre de carne y hueso, al que
nace, sufre y muere, sobre todo muere26.
IV. las formas dE pErVIVEncIa
A juicio de Unamuno, la razón no es capaz de ofrecer pruebas concluyentes
de la inmortalidad. Bien es verdad que a lo largo de la Historia se han presentado
múltiples pruebas y argumentos, pero a juicio del escritor español no son más
que pura «abogacía», defensa de una tesis aceptada de antemano. Estas pruebas
sólo pueden ser admitidas si se aceptan sus premisas, de ahí que no quede más
salida que el escepticismo racional.
Pero el término «escepticismo» significa para Unamuno, como para los
antiguos, investigar, lo que explica que él siga indagando, aunque por otras vías,
23 Es curioso observar que, en este punto, Unamuno no haga referencias a la diferencias
de mentalidad entre Occidente y Oriente, mucho más familiarizado con la evocación de la nada
y la idea de nirvana.
24 Cap.XI Del sentimiento trágico de la vida, p.. 242
25 Cap. III Del sentimiento trágico de la vida
26 Cap. I Del sentimiento trágico de la vida, p. 25
245
Muerte y pervivencia en Unamuno
Contrastes vol. XII (2007)
sobre lo que considera un problema eterno. El escepticismo, en su caso, no es
indiferencia, ni plácida distensión, sino que actúa como un excitante que no
disuelve el problema, sino que le incita a desplegar su imaginación, en búsqueda
de otras respuestas posibles. No sucumbe a la rigidez de la indiferencia, ni deja
que se entumezca su sensibilidad. Las razones no siempre pueden anular los
deseos, sobre todo en el caso de que los deseos expresen la propia esencia de
nuestro ser: perseverar en el ser con duración indefinida. No tienen intención
de dar opio, s bien al contrario, pues prefiere «poner vinagre en las heridas
del alma»27.
No es de extrañar que Don Miguel se aleje de las doctrinas de los griegos
que prueban la inmortalidad, porque además nos escinden de nuestra dimensión
corporal. Tampoco le convencen las pruebas de los filósofos modernos, pues no
sólo no resultan convincentes racionalmente, sino que ni siquiera satisfacen sus
deseos reales de pervivencia. Él no aspira simplemente a que su espíritu sepa-
rado del cuerpo sea inmortal, lo que realmente desea es seguir viviendo, seguir
perviviendo. Ni siquiera le satisface las soluciones panteístas, pues al decir que,
al morir, volvemos a Dios, se renuncia a la conciencia humana, a la propia indi-
vidualidad. Lo que en rigor anhela para después de la muerte es «seguir viviendo
esta misma vida, pero sin sus males, sin el tedio y sin la muerte»28 .
Esta es la confesión que el principio de veracidad, la sinceridad con sus
propios sentimientos, exige a Unamuno. Por ello, considera que la idea de la
resurrección cristiana, de la resurrección también de la carne, sería la repuesta
a nuestros anhelos reales. Recuerda en este punto, lo que se llamaba «locura
del cristianismo», frente a la aparente seguridad de las pruebas tomistas, y así
construye su propia teoría, sin identificarse ni con los meros razonadores, ni
con los ingenuos creyentes, pues no puede pretender tener «fe de carbonero»
quien no lo es.
Aún reconociendo que la razón humana prueba, dentro de sus mites,
que la conciencia individual no puede persistir después de la muerte del orga-
nismo corporal del que depende, Unamuno aboga por recorrer los límites de
lo racional, y acceder a lo irracional, lo sobrerracional o lo contrarracional29,
convirtiendo en creadora a la propia incertidumbre .A la hora de expresar sus
anhelos reales, sin poner límite ninguno a esta exploración, el escritor español
aspira una pervivencia absoluta, sin restricción alguna, incluso referida a todas
las cosas. Pues si para la ciencia, el mundo material camina, por la degradación
de la energía, hacia una especie de homogéneo final, él se pregunta si acaso
el universo, que empezó con un cero de espíritu y un infinito de materia, no
27 Cap. XI Del sentimiento trágico de la vida, p. 237
28 Cap. III Del sentimiento trágico de la vida , p. 199
29 Cap. V Del sentimiento trágico de la vida, p. 106
246 ALICIA VILLAR EZCURRA
Contrastes vol. XII (2007)
terminará con un infinito de espíritu y un cero de materia. Recuerda en este
punto al poeta Antero de Quintal que soñó que había un espíritu preso en la
naturaleza y que todas las almas despertarían un día en la conciencia.
En realidad, no sólo se busca la propia pervivencia, sino que también se an-
hela la de todo lo existente, incluso la de esa estrella que vacilante parpadea en el
cielo. Éste es el máximo de pervivencia imaginable, si no se ponen límites a los
deseos: ser siempre, serlo todo, sed de eternidad. Unamuno aspira a ser él mismo
y sin dejar de serlo, adentrarse a la totalidad de las cosas visibles e invisibles,
extenderse a lo ilimitado del espacio y prolongarse a lo inacabable del tiempo30.
El capítulo X Del sentimiento trágico de la vida se dedica a estas ensoñaciones
que escenifican el máximo de pervivencia deseable para todo el Universo:
.. Ahí está esa masa informe, parece una especie de animal, no se le distinguen
miembros, sólo veo dos ojos y ojos que me miran con mirada humana, de se-
mejante, mirada que me pide compasión, y oigo que respira, y concluyo que
en aquella masa informe hay una conciencia. Y así y no de otro modo, mira
el creyente el cielo estrellado, con mirada sobrehumana, divina, que le pide
suprema compasión y amor supremo y oye, en la noche serena, la respiración
de Dios que le toca el cogollo del corazón, y se revela a El. Es el Universo que
vive, ama y pide amor…31
Don Miguel también se plantea la vuelta de todo a Dios, la apocatásta-
sis paulina o el triunfo final de la conciencia, del espíritu, de la divinización
o humanización de todo. A su juicio, ¿no sería un término ideal al que nos
acercaremos sin cesar, y al que nunca llegaremos? ¿No es la eterna esperanza,
eterna felicidad32? Unamuno reconoce que son preguntas sin respuesta, pero
no por ello renuncia a formularlas. Piensa que la apocatástasis paulina es un
grandioso modo de expresar la solidaridad final humana.
Se hace también la siguiente reflexión: ¿sacrificaría mi conciencia indivi-
dual, mi «pobre conciencia», en aras a una eternidad sin recuerdo alguno y sin
esperanza? Una eternidad sin memoria y sin esperanza ¿no se parecería más a la
muerte que a la vida, a las ideas muertas que a los hombres de carne y hueso? Don
Miguel se declara partidario de un eterno acercarse sin llegar nunca, un eterno
presente, incluso un purgatorio, antes que un morir de la propia conciencia.
Siguiendo por este camino de ensueños, Unamuno se pregunta por quienes
se salvan. Piensa que se salvarán aquéllos que anhelaron salvarse, los que vi-
vieron aquejados del hambre de inmortalidad. Quizá en ello consista en lo que
30 Cap. III Del sentimiento trágico de la vida, p. 54
31 Cap. IX Del sentimiento trágico de la vida, p. 174
32 Cap. XI Del sentimiento trágico de la vida, p. 210
247
Muerte y pervivencia en Unamuno
Contrastes vol. XII (2007)
se ha llamado el pecado contra el espíritu: no desear que Dios exista, implica
no desear eternizarse y no es injusto no conceder lo que no se ha deseado. Hay
que querer creer en la otra vida eterna, individual y personal para merecerla,
pues de ese conflicto trágico, entre la razón y el sentimiento, puede surgir, a
juicio de Don Miguel, una ética, una estética y una religión. Así, del abismo
de la desesperación, puede surgir la esperanza, fuente de acción humana, de
solidaridad y hasta de progreso 33.
Una vez que Don Miguel ha dado rienda suelta a su imaginación y ha ex-
presado sus deseos sin límite alguno, los máximos de pervivencia, se plantea
también los mínimos irrenunciables, pues la inmortalidad puede lograrse de
muchas formas y en diversos grados y no quiere prescindir de ninguno de ellos.
El mínimo de pervivencia al que se aspira, consciente o inconscientemente, es
a dejar recuerdo o memoria en la mente de otros individuos. Los héroes y los
artistas, los mismos escritores, buscan, de hecho, perpetuarse a través de sus
obras y de sus actos. Así, Don Quijote buscaba la fama porque no se resignaba a
perecer y quería que perduraran sus acciones a través de los siglos. Así, buscan
los padres perpetuarse en los hijos. Así, cada uno reivindica la autoría y valor
de su propia obra, por muy pequeña que sea.
V. la sEd dE EtErnIdad y El amor EntrE los sErEs humanos
Si el individuo se moviera exclusivamente por el mero instinto de con-
servación que dicta los actos egoístas, la especie humana hace tiempo que
hubiera desaparecido. En el orden de la vida también se cuenta con el instinto
de perpetuación que origina la sociedad humana y el mundo espiritual. Gracias
al amor, advierte Unamuno, sentimos todo lo que de carne tiene el espíritu 34 .
Pero incluso el mismo amor está estrechamente vinculado con el sufrimiento,
pues incluso los amantes no llegan a amarse plenamente, a fundir sus almas,
hasta que «el dolor no ha triturado sus corazones…en un mismo almirez de
pena»35. Observa que los seres humanos experimentan36 el más intenso amor
espiritual cuando han sufrido juntos un mismo dolor, cuando han compartido
un mismo sufrimiento. Entonces, conociéndose profundamente en su desvali-
miento, se compadecen y se aman. De ahí su afirmación de que las almas se
33 Cap. V Del sentimiento trágico de la vida, p. 123
34 Cap. VII Del sentimiento trágico de la vida, p. 126
35 Cap. VII Del sentimiento trágico de la vida , p. 129
36 Unamuno advierte un carácter trágico incluso en el amor sexual, pues, por una parte,
vivir es darse, perpetuarse y, en esa medida, supone, de algún modo, morir. Lo que perpetúan
los amantes está condenado a ser carne de dolor. Sin embargo, de este amor carnal, puede surgir
un amor espiritual también doloroso. Cap. VII Del sentimiento trágico de la vida, p. 128
248 ALICIA VILLAR EZCURRA
Contrastes vol. XII (2007)
unan en dolor y de que amar sea compadecer. En los amores que nos describen
las grandes Tragedias, cuantas más dificultades encuentran los amantes, más
intensa es la atracción que les hace buscarse uno al otro. Pues crece el dolor de
no poder quererse libremente y entonces se compadecen uno del otro, lo que
impulsa y fortalece su amor.
De un modo similar, el amor para consigo consiste en sentir la propia
nada, la fragilidad y la inestabilidad. Por ello, se compadece uno de sí mismo,
de su propia finitud, y de ahí brota el amor espiritual, al sospechar que al igual
que se procede de la nada, se volverá a la nada. De ese sentir la propia nada,
que puede llevar a la desesperación, también puede brotar el amor espiritual
o la compasión hacia todos los semejantes37, incluso por todo lo que vive y
dejará de ser: «chispas de conciencia que brillan un momento en las infinitas
y eternas tinieblas»38. Así, el amor personaliza todo cuanto ama y despierta
la sensibilidad para sufrir. Cuando el amor crece, se extiende a todo y el dolor
es el vínculo que realmente nos une con las cosas y nuestros semejantes. Si el
amor lamenta lo caduco es porque anhela lo eterno
Este es el principio de una ética que se rige por el cuidado de la vida. El
llamado amor universal, fruto de un sentimiento de compasión generalizado,
se origina por amor a la vida y a todo lo que vive, ante el descubrimiento de su
carácter pasajero. También por amor, por compasión, se llega a personalizar
al Universo, y dándole conciencia, se le otorga personalidad para salvarlo de
la nada. Se tiende a animar lo inanimado y a humanizar lo viviente, incluso lo
existente, para salvar el carácter perecedero de las cosas y poder eternizarlas.
Como Schopenhauer, para Unamuno la compasión se convierte en el funda-
mento de la moral que nos permite descubrir la unidad de todos los seres en
el dolor. Pero a diferencia de Schopenhauer, Don Miguel vincula el amor y la
compasión con la esperanza, pues considera que lo propio del amor es esperar
contra toda desesperanza y mirar de frente al porvenir. La congoja de sentir
que todo pasa, nos revela al tiempo el consuelo de lo eterno39 y nos permite
crear lo que no vemos.
37 «Los hombres encendidos en ardiente caridad hacia sus prójimos, es porque llegaron
al fondo de su propia miseria, de su propia apariencialidad, de sus naderías, y volviendo luego
sus ojos así abiertos hacia sus semejantes, los vieron también miserables, aparienciales, ano-
nadables, y los compadecieron y los amaron». ( Del sentimiento trágico de la vida, p. 130)
38 Cap. VII Del sentimiento trágico de la vida, p. 131
39 Para Unamuno el anhelo de dar finalidad al Universo puede llevar a creer en Dios,
a querer que haya Dios. Concibe la fe en Dios como esperanza en Él. Es el amor lo que nos
hace creer en Dios en quien esperamos, y de «quien esperamos la vida futura» (cap. IX Del
sentimiento trágico de la vida). Creer, además, es una forma de conocer, aunque sea conocer
nuestro anhelo vital y la esperanza es una forma de la fe que nos hace ser capaces de soñar
nuestra propia vida.
249
Muerte y pervivencia en Unamuno
Contrastes vol. XII (2007)
En definitiva, Don Miguel funda su ética y orienta su acción, a partir del
sentimiento trágico de la vida, de ese permanente combate entre el deseo de
pervivencia y la constatación de la finitud de las cosas, de modo que, del fondo
mismo del abismo, pueda surgir la esperanza y la solidaridad. Por muy absurda
que la idea de pervivencia le parezca al racionalista o al científico, piensa que
hay que anhelar algún modo de pervivencia y creer en ella para vivir esta vida y
«darla sentido y finalidad». Como señala Pedro Cerezo40, Unamuno desarrolla
una moral solidaria a partir del amor compasión, que lleva a descubrir un mismo
destino de muerte y una misma vocación de trascendencia. El ser mortal es un
ser indigente y desvalido que, desde el sentimiento de su propia contingencia,
se siente vinculado con los otros y concernido en su destino. El amor, la raíz
común de eternidad, nos descubre lo que de eterno puede haber en nosotros y
en nuestros prójimos41.
VI. ConsideraCiones finales
Para terminar habría que resaltar el afán de Unamuno por confesar sus con-
tradicciones, sus sospechas de que el ser humano es perecedero y, al tiempo, sus
deseos de pervivencia de todo tipo. Incrédulo con necesidad de creer, quiso creer
en lo que esperaba y dialogar con incrédulos y creyentes que siempre albergan
alguna duda en su interior y no acallan la sospecha de que «quien sabe», «¿y si
quizás…?». Pensador libre, se empeñó en buscar la verdad en la vida y la vida en
la verdad 42, y así su apasionada incertidumbre, le hizo obrar y comprometerse.
Lejos de suspender su juicio y su acción, prefirió rebelarse como los héroes de
las Tragedias, sacar fuerzas de flaqueza y oponer resistencia al destino. Como
aprendió de un autor querido por él, Sénancour: «perezcamos resistiendo y si la
nada nos está reservada hagamos que sea una injusticia» (Obermann).
La máxima moral de Unamuno fue: obra de tal modo que merezcas a tu
propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible,
que no merezcas morir 43. Dicho de otro modo, obra como si hubieras de
morirte mañana, pero para sobrevivir y eternizarte; proponte dar de sí cuanto
puedas, cada uno en su «propia vocación y oficio»44, así te harás insustituible.
En definitiva, el recuerdo que se deja a los otros es el testigo del valor que se
40 P. Cerezo, Las máscaras de lo trágico: Filosofía y Tragedia en Miguel de Unamuno,
o.c., p. 460
41 La sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres y quien a otro ama es
que quiere eternizarse en él ( Del sentimiento trágico de la vida, p. 56)
42 M. de Unamuno. Mi religión
43 Cap. XI Del sentimiento trágico de la vida, p. 225
44 Cap. X Del sentimiento trágico de la vida.
250 ALICIA VILLAR EZCURRA
Contrastes vol. XII (2007)
ha otorgado a la propia existencia. De este modo, la conducta se convierte en
la mejor prueba del anhelo supremo, y la práctica sirve de prueba a la doctrina.
Si no hay una finalidad fijada de antemano, al ser humano no le cabe más que
reaccionar al absurdo y crear imaginativamente un sentido que oriente la existen-
cia y unos valores que guíen la acción. Su postura anticipa la que años después
adoptará Camus: ante el absurdo, se exige la rebelión y el compromiso en la
transformación de la realidad injusta en la que ha tocado vivir. Se comprueba
que Unamuno no quiso instalarse en la desesperación que paraliza, sino que
trató que de ella brotara una vida vigorosa, una acción y una ética, sin importarle
que le acusaran de falta de pruebas racionales o de argumentos científicos. La
creación, que busca otorgar realidad a lo que merece ser inmortal, se convirtió
en su modo de redimir el sufrimiento.
Por último, hay que observar que la reflexión sobre la muerte no suele estar
presente en nuestros días, por mucho que sea un hecho ineludible ante al que
hay que situarse y abordar interiormente. Pero, ¿es posible eludir el hecho del
final de la propia existencia? Don Miguel se esforzó por provocar a sus lectores,
con tal de avivar la inquietud y el anhelo, e incitar la reflexión apasionada sobre
el propio vivir, sobre su término y sentido. Era su modo de hacer despertar
la interioridad de cada individuo. Ciertamente, y como se ha comprobado,
no buscaba una visión beatífica, ni la quietud del nirvana, sino acrecentar la
conciencia45 aunque ello suponga dolor y conflicto. En muchas ocasiones, sus
reflexiones seguirán siendo para sus lectores un grito de rebelión que clama en
el desierto. Pero, aún con todo, cabe esperar en que algún día, al menos para
alguien, el desierto oiga y se convierta en soledad sonora46.
alIcIa VIllar Ezcurra es Catedrática de Filosofía en la Facultad de Ciencias Humanas y So-
ciales de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), actualmente Directora del Departamento
de Filosofía, Humanidades y Comunicación; ha sido Vicerrectora de Estudiantes y Servicios
(2000-2003)
Publicaciones recientes:
El irracionalismo. 2 volúmenes. Madrid, Síntesis, 2000
La Conversación de Pascal con el Sr. de Saci. Salamanca, Sígueme, 2006; «La compasión
en Rousseau y Kant». Revista Portuguesa de Filosofía. Tomo 61, fasc. 2, 2005, Braga.
Dirección electrónica: avillar@chs.upcomillas.es
45 Cap. X Del sentimiento trágico de la vida
46 Fin Del sentimiento trágico de la vida, p. 271
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La narrativa breve de Miguel de Unamuno ostenta una más que notable riqueza filosófica, y se ve influenciada por muchos de los pensadores y literatos más importantes de la Historia. La dialéctica, clave para comprender la naturaleza de sus relatos, es un elemento fundamental dentro de su literatura, ya que enfrenta fuerzas opuestas que coexisten entre sí. Es esta la lógica que se aprecia en uno de sus relatos más interesantes, “El que se enterró”, siendo un cuento que habla de la muerte, el temor y la vida. En este relato puede apreciarse una notable influencia de la narrativa breve de Edgar Allan Poe, sobre todo en lo que se refiere al tratamiento del miedo y de la presencia de la muerte, elementos clave de la literatura de terror del estadounidense. De este modo, este trabajo pretende relacionar ambas obras estudiando los conceptos de miedo y muerte, observando la importancia que tienen tanto en Unamuno como en Poe, para analizar cómo ha influido la obra de Poe en el bilbaíno.
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Resumen: En este trabajo se indaga en las respuestas que Miguel de Unamuno (1864 - 1936) ofrece al problema de la conciencia de ser como parte esencial de la construcción biográfica. A partir de algunas de sus obras más representativas pero, sobre todo, a través la más genuinamente existencialista, Del sentimiento trágico de la vida (1913), tratamos de esclarecer los códigos argumentales sobre los que Unamuno desarrolla, a veces abruptamente, las ideas de memoria, intimidad o mismidad así como las tribulaciones que estas le provocan respecto de dos de los ámbitos doctrinales que más le definen como filósofo: la doctrina del hombre de carne y hueso y la doctrina de la inmortalidad. Constatamos cómo ambas doctrinas, singularmente construidas a partir de la noción de conciencia encarnada, se resuelven a través de la conciencia de singularidad y esta, a su vez, como volición de pervivencia corpórea.
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A partir de 1991, en Colombia puede hablarse de un nuevo derecho, un derecho enmarcado en la Constitución, en el cual se da prevalencia a los derechos humanos y a los derechos fundamentales. Ese nuevo derecho se ve reflejado en las áreas del conocimiento jurídico, tanto sustancial como procesal. Y una de esas formas en que se refleja, es la posibilidad de que algunos particulares participen en forma activa en la solución de los conflictos, en tanto que en el artículo 116 de la Carta Política se faculta a los particulares para la solución de conflictos en su calidad de árbitros o de conciliadores. La necesidad de generar mecanismos de descongestión para la administración de justicia, llevó a que a partir del año mencionado se empezara con una ardua tarea legislativa sobre esos temas, pero basada, considero, en el error de llamarlos siempre mecanismos de descongestión, cuando desde el punto de vista legal y constitucional son una forma de solución de conflictos con fuerza similar a las decisiones judiciales. No es un simple formalismo para descongestionar, sino una verdadera forma de terminar los conflictos socio jurídicos de una comunidad. En estos 27 años aproximadamente se han dado diferentes leyes sobre el tema, pero tratando en cada una de ellas de dar una mayor prevalencia a estos mecanismos, incluso motivando a través de diferentes capacitaciones a los profesionales del derecho para que agoten estos mecanismos antes de acudir a los jueces de la República. Sin embargo, el legislador insta a las partes dentro del proceso para que se realice la conciliación, tal vez esto sea un error, ya que los principios procesales pueden verse afectados en esta instancia. Además, durante este tiempo, muchas de los Consultorios Jurídicos de las Universidades de Colombia han creado centros de conciliación, los cuales han servido como un medio de acción social para las universidades y las interacciones con la comunidad, han llevado a que las instituciones educativas sean reconocidas por su labor social. Igualmente, muchos debates se han dado entorno a estos mecanismos, desde la discusión de su naturaleza hasta su efectividad, han tratado de buscar su mejor desarrollo legislativo y su aplicación, a estos temas no ha sido ajena la Corporación Universitaria Americana, y como resultado de ese hacer académico se presenta este libro, en el cual se encuentran distintas perspectivas de la solución de conflictos a partir de la conciliación. Desde su visón filosófica, social y jurídica se pretende aportar a la discusión académica sobre esta materia. No se trata de dar solo una visión parcializada y subjetiva sobre el tema, sino que lo que se busca es dar una conceptualización objetiva que permita desde el punto de vista de la investigación, generar nuevo conocimiento y por ende una nueva legislación. La aproximación desde la filosofía moral a lo que es la conciliación, implica reconocer al hombre como ser no solo como una parte de un conflicto, sino como un ser integral que posee problemas sociales, morales, culturales, un ser poseedor de derechos más allá de los reconocidos por el ordenamiento positivo. Los textos de los autores Cesar Augusto Ramírez Giraldo y Diego Correa Correa, nos muestran al hombre en su esencia dentro un contexto social. Además de la visión de la persona desde su componente mental se encuentra en texto de Santiago Restrepo Restrepo, Manuel José Gómez Restrepo y Adriana Patricia Arboleda López. En un segundo plano, se presentan los mecanismos de solución de conflictos desde su componente jurídico, analizando la efectividad de un mecanismo para la solución de conflictos entre particulares nacidos de los distintos negocios jurídicos o por mandato de la ley. De igual forma, el ejercicio de la conciliación desde los consultorios jurídicos y su aplicación en algunas de las áreas del derecho, a si se observa en los trabajos de Sol Leonor Mejía Pulgarín, María Isabel Ortiz Cano, Silvia H. Muñoz Cortina y Carlos A. Gómez García. Finalmente, se encuentra en el texto el aporte de los semilleristas y estudiantes de la Corporación Universitaria donde se observa la forma en que se percibe estos medios de solución, como Jorge Juan de Bedout Quiroga, Camilo Cesar Molina Cerón, Edwin Alexander Jiménez y Santiago Rendón Ruiz.
Chapter
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Plantear los argumentos que, en la contemporaneidad, principalmente, desde la filosofía, analizaron el sufrimiento y la tragedia, destacando sus concepciones tendientes a la forma como se supera el padecimiento humano y la implicación en el Estado democrático, es el propósito de este texto.
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This paper analyzes Unamuno’s book Amor y pedagogía from a philosophical and educational approach. Unamuno’s reflection on the emotional features of the individual provides useful elements to be applied in formal education contexts.
Las máscaras de lo trágico: Filosofía y Tragedia en Miguel de Unamuno
  • P Cerezo
P. Cerezo, Las máscaras de lo trágico: Filosofía y Tragedia en Miguel de Unamuno, o.c., p. 460