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Feminismo transnacional o feminismo global: autoritarismo, poder y pluralidad

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Los análisis feministas necesitan abordar el cambio global, y el futuro global necesita de la perspectiva de género. Sylvia Walby' En los últimos años, parecen proliferar los balances sobre la situación del fe-minismo como movimiento social en las agitadas coordenadas históricas y geo-políticas en las que vivimos^. El contexto de la globalización neoliberal y sus efectos empobrecedores en las poblaciones del Sur del planeta, de un lado, y, del otro, la polarización Occidente-Oriente promovida por la llamada «guerra con-tra el terrorismo», paralela al auge de los fundamentalismos en Estados Unidos y el mundo árabe-islámico, son dos de los asuntos más acuciantes para una redefi-nición del feminismo con alcance mundial. Tal como señala Christine Sylvester, el territorio de las relaciones internacionales ha invisibilizado tradicionalmente a las mujeres y se ha configurado desde una mirada androcéntrica^. Las guerras y la globalización económica afectan de manera prioritaria a las mujeres, pero en los análisis que se vocean tanto en los medios de comunicación como en los aca-démicos, las mujeres suelen estar ausentes. Con la salvedad de la discutida cues-tión de los derechos de las mujeres afganas^, y la utilización que de tal asunto hizo la administración Bush para apoyar su intervención militar, las reuniones de los poderosos del mundo obvian a las mujeres. A esta luz, es interesante notar el ' «Gender, globalization and democracy», Gender and Developmtnt, 8, 1, 2000.
Feminismo transnacional o feminismo global:
autoritarismo, poder y pluralidad
María José Guerra
Los análisis feministas necesitan abordar el
cambio global, y el futuro global necesita de la
perspectiva de género. Sylvia Walby'
En los últimos años, parecen proliferar los balances sobre la situación del fe-
minismo como movimiento social en las agitadas coordenadas históricas y geo-
políticas en las que vivimos^. El contexto de la globalización neoliberal y sus
efectos empobrecedores en las poblaciones del Sur del planeta, de un lado, y, del
otro,
la polarización Occidente-Oriente promovida por la llamada «guerra con-
tra el terrorismo», paralela al auge de los fundamentalismos en Estados Unidos y
el mundo árabe-islámico, son dos de los asuntoss acuciantes para una redefi-
nición del feminismo con alcance mundial. Tal como señala Christine Sylvester,
el territorio de las relaciones internacionales ha invisibilizado tradicionalmente a
las mujeres y se ha configurado desde una mirada androcéntrica^. Las guerras y
la globalización económica afectan de manera prioritaria a las mujeres, pero en
los análisis que se vocean tanto en los medios de comunicación como en los aca-
démicos, las mujeres suelen estar ausentes. Con la salvedad de la discutida cues-
tión de los derechos de las mujeres afganas^, y la utilización que de tal asunto
hizo la administración Bush para apoyar su intervención militar, las reuniones de
los poderosos del mundo obvian a las mujeres. A esta luz, es interesante notar el
' «Gender, globalization and democracy»,
Gender
and
Developmtnt,
8, 1, 2000.
2
M. Nussbaum, «Public Philosophy and International Feminism», Ethics, 108, 1998. C. T. Mohanty,
«Under Western Efes; Revisited: Fetninist Solidarity through Anticapitalist Stru^es», 5%7is, 28, 2,
2003.
N.
Fraser y N. Naples, «To interpret the World and to change it: An interview with Nancy Fraser»,
Signs,
29, n.
4,
2004, N. Fraser, «Mapping the Feminist Imagination: From Redistribution to Recognition to Representa-
tion»,
Comtellations,
12, 3, 2005.
3 Feminist International
Relatiom.
An unfinished joumey, Cambridge University Press, 2002.
* Señalo dos páginas web donde se puede rastrear este tema: http://www.law-lib.utoronto.ca
/Diana/afghanwomen.htm; http://www.peuplesmonde.com/article.php3?id_article=269.
243
descontento con la formulación de los mismos Objetivos de Desarrollo del Mile-
nio de la ONU^ desde organizaciones de base de mujeres de todo el mundo''.
Tanto las activistas como las teóricas señalan el estrechamiento del objetivo-
mero tres («promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer»),
el cual, enfocado fondamentalmente en la extensión de la educación a las niñas y
jóvenes^, en el acceso al trabajo remunerado y en el incremento de la representa-
ción política de las mujeres, olvida en gran medida los compromisos alcanzados
en Beijing —especialmente, en lo que se refiere a los derechos reproductivos, vio-
lencia contra las mujeres y lucha contra leyes injustas—. En palabras de Naila Kaa-
ber, «las desigualdades de género son multidimensionales y no pueden ser reduci-
das a un conjunto de prioridades únicas e universalmente consensuadas»^. Esta
autora desconfía igualmente del dirigismo que preside la formulación de los obje-
tivos,
dado que no se detecta la voluntad de que sean las propias mujeres quienes
protagonicen, en cada lugar del mundo, el diseño de las políticas destinadas a
combatir la injusticia de género. También se plantea que no existen mecanismos,
ni se prevé proponerlos, para garantizar la responsabilidad de los agentes implica-
dos,
ya sean ONGs, gobiernos o corporaciones privadas: «Las visiones y los valo-
res de las organizaciones y grupos de mujeres en todo el mundo han sido traduci-
dos a una serie de metas técnicas, para ser implementadas principalmente por los
mismos actores e instituciones que han bloqueado su realización en el pasado».
Carol Barton abunda en la misma dirección, pero poniendons el dedo
en la
IIÍ^:
«no está claro que los objetivos de desarrollo del milenio puedan ser lo-
grados sin cuestionar los modelos de desarrollo que promueven el crecimiento eco-
nómico desde visiones neoliberales que están en contradicción con los principios
de los derechos hvunanos»'. Desde su punto de vista, ampliamente compartido por
las organizaciones de mujeres, la formulación de los objetivos minimiza el alcance
de la justicia de género y asume como marco el consenso de Washington sobre po-
lítica macroeconómica, el cual «ha incrementado la pobreza, particularmente para
las mujeres, y oscurecido el marco de los derechos humanos al que se debía la De-
claración del Milenio». Como consecuencia de lo anterior, una gran mayoría de
grupos de mujeres han elegido «situarse en los márgenes»^ °. Un ejemplo del situar-
' Cf. http://www.un.org/spanish/niillenniumgoals/
' Una distinción en la que no puedo entrar en este artículo remite a las diferencias entre feminismo y
movimientos u organizaciones de mujeres. La visións prometedora de este asunto se plantea en términos
dinámicos de convergencias y divergencias dependiendo de los cambiantes contextos. No obstante, la trans-
versalidad de la perspectiva de género en todo movimiento social o institución es un hecho incuestionable.
«Al en&tizar que todos los movimientos de mujeres están enraizados en estructuras generizadas de opresión y
de oponunidad, ponemos de manifiesto que tales movimientos tienen alguna relación real o potencial con el
feminismo, tanto si éste es una meta para ellos como si no». Cf M. Marx Feree, «Feminist an the women's
movement: a global perspective», en D. A. Snow,
S.
A. Soule y
H.P.
Kriesi (eds.),
The Blackwell Companion
to
Social
Movement,
Blackwell,
2003.
La autora demanda una perspectiva comparativa, histórica y transnacional
para enfrentar este asimto.
' M. Nussbaum, «Women's Education: A Global Challenge»,
Signs,
29, 2, 2004, pp. 325-355.
* N. Kaaber, «Gender equality and women's empowerment: a critical analysis of che Third Millen-
nium Development Goal», en C. Sweetman (ed.),
Gender
and
the
MilUnnium
Development
Goés, Oxfam,
2005.
' «With compücated questions like these, it is not clear that the MDGs could be achieved without
questioning erowth driven models of development - neo-liberal visions of development at odds with the
principies of human rights.» Cf http://topics.developmentgateway.org/gender/highlights/showMore.do
I" C. Barton, «Wiere to for womens movements and the MDGs?», en C. Sweetman (ed.),
Gender
and
the MiUennium
Development,
Goals, Oxfam, 2005, p. 25.
244
se en los márgenes de forma crítica lo encontramos en WEDO (Women's Envi-
ronment and Development Organizatiorí), una organización transnacional que ha
elaborado el informe Beijing
Betrayed,
en el que se desgrana cómo los gobiernos
han fracasado estrepitosamente al no seguir las directrices emanadas de la agenda
acordada en Beijing en 1995. «Los gobiernos en el mundo entero han adoptado
un acercamiento parcial y cuantitativo hacia la implementación que no puede
operar la transformación política, social y económica subyacente a las promesas y
a la visión de Beijing.»
La militarización creciente tras el 11 de septiembre, las medidas neoliberales
que arruinan el sector público y dejan especialmente desprotegidas a las mujeres
y el avance, en todo el mundo, de los fundamentalismos suponen, volvemos a
repetir, un contexto nada propicio para el avance de los derechos de las mujeres.
En este contexto sumamente hostil, el objetivo de la igualdad de los sexos y del
empoderamiento de las mujeres parece a todas luces impracticable. Frente a la
retórica bien intencionada, pero falaz, de la Declaración del Milenio, las organi-
zaciones de mujeres de todo el mundo piden volver a la Declaración de Beijing
como documento irrenunciable de la agenda del feminismo global. A esta luz, se
reafirma la necesidad de realizar «un serio examen de los obstáculos» a los dere-
chos de las mujeres en el contexto de la globalización neoliberal.
Después de leer Beijing traicionada, nadie puede negar que en los últimos
diez años se ha generado una progresiva red de organizaciones feministas'' y de
mujeres en todo el mundo que tiene como objetivo común no retroceder a una
situación anterior a lo que Beijing supuso como toma de conciencia mundial del
feminismo. No obstante, no podemos despreciar ni las tensiones ni los desacuer-
dos que la transnacionalización del feminismo ha creado sumándose al emergen-
te marco de la opinión pública global. En la historia reciente, práctica y teórica,
del feminismo se advierten las tensiones a la hora de lograr consensos operativos,
cuando se entretejen la lucha por los derechos con las demandas de respeto a las
diferencias en un contexto estructural de desigualdades (Norte/Sur, clase, raza,
orientación sexual, cultura, etc.). La transnacionalización del feminismo en los
últimos tiempos está igualmente aquejada de contradicciones que yo me atreve-
a a diagnosticar como creativas en el sentido de aguzar la necesaria autocrítica
de la teoría y de la práctica de un dinámico y autocrítico movimiento social. En
este marco, lo interesante es atender a cómo la interpretación de las luchas políti-
cas del presente impulsa un debate simiamente vivo motivado siempre por ase-
gurar la inclusividad, la igualdad y la justicia en el interior del movimiento y en
sus propuestas a la agenda política mundial. La paradoja es que las posiciones
que cuestionan los planteamientos «universales» o «globales» lo hacen porque és-
tos son, a menudo, presas fáciles para la apropiación tendenciosa por parte de
minorías situadas en lugares privilegiados para designar y definir a los «otros» y
«otras» al margen de su experiencia, privándoles de voz y participación. Las auto-
ras que objetan el punto de vista feminista global sospechan de la enunciación
parcial y situada que no reconoce su limitación. La normatividad del universal es
'' Este asunto, la práctica de la creación y mantenimiento de redes trasnacionales {networkin^,
es
por sí
mismo apasionante. Cf.
V.
M. Moghadam, «Transnational Feminist Network. CoUectivc Action in an Era of
Globaliíation»,
InternationalSocioíogy,
15, 1, 2000, pp. 57-85.
245
recusada por no serlo efectivamente y acabar violentando siempre a aquellos que
no pueden enunciar su subalternidad. La paradoja del universal, que no es nun-
ca suficientemente inclusivo o «interactivo», siguiendo la propuesta de Seyla
Benhabib, nos persigue y es el motor de la lucha por la inclusión feminista de las
realidades y pensamientos de todas las mujeres dando cuenta de las diferencias
de poder así como de la diversidad de localizaciones. Desde mi perspectiva co-
municativa'^, me propongo abordar algunas de las tensiones actuales provocadas
por esta paradoja autorrecurrente del universal objetado por no acoger afable-
mente a la pluralidad de las mujeres del mundo y a sus demandas de reconoci-
miento y justicia. Uno de los frentes de lucha abierto hoy desafía la apropiación
del citado universal por parte del feminismo occidental, adjetivado además de li-
beral y humanista, cuya representante señera es Martha Nussbaum.
Podemos interpretar, en consecuencia, que las tensiones en torno a cómo
definir el feminismo en la actual coyuntura histórica como internacional, global
o transnacional es un pasos en la espiral crítica que define a la teoría feminis-
ta contemporánea, y a su compromiso con la práctica ahora glocalizada, en una
nueva operación recontextualizadora
—rejraming es
el término que utiliza Nancy
Fraser-13.
Frente a la globalización neoliberal tan nociva para las mujeres, espe-
cialmente las que viven en el Sur global''*, la dinámica del reconocimiento de las
diferencias y la lucha contra las desigualdades se tensa como vamos a ver a conti-
nuación en diferentes direcciones. Apuntaremos tan sólo algunos de sus capítu-
los,
sin pretender agotar un tema tan vivo y polémico que nos proponemos se-
guir estudiando. En primer lugar, atenderé a la centralidad del tópico del
«desarrollo de las mujeres», que, para muchas autoras y activistas, supone cano-
nizar la visión feminista liberal como la tínica «correcta y buena». La falta de
compromiso de esta visión respecto de la globalización neoliberal y sus negativas,
o al menos ambivalentes, consecuencias para las mujeres del Sur va a ser señala-
da, así como su miopía para visualizar las estructuras de opresión social. En los
últimos años, Martha Nussbaum ha sido sensible a esta crítica y se ha esforzado
por proponer un modelo de responsabilidades globales'^. No obstante, pese a su
esfuerzo por responder a todas las críticas, la acusación de autoritarismo que le
lanzan las propuestas feministas dialógicas y postcoloniales, que son conscientes
de los diferenciales de poder a la hora de enunciar y definir la agenda del femi-
nismo mundial, y que se alimentan de la deriva crítica de la misma teoría femi-
nista contemporánea, puede mantenerse para su propuesta de las capacidades.
En segundo lugar, la lucha por la denominación mundialista del movimiento fe-
minista en la nueva sociedad civil global refleja también interesantes tensiones y
'' Soy deudora de las contribuciones en la década de los noventa de N. Fraser, S. Benhabib, I. M.
Young
y,
entre nosotras, de Celia Amorós, para establecer un marco comunicativo sensible a las asimetrías de
poder y a las desigualdades sociales y disctu^ivas.
" «Re-framing Justice in a Globalizing World»,
Anales
de U
Cátedra Francisco
de
Suárez,
número ex-
traordinario, 2005, pp. 85-100.
''' Corrijo esta afirmación con un dato generacional. Las mujeres jóvenes de los países desarrollados se
ven abocadas ai nuevo mal neoliberal que es la precariedad. Cf. Eskalera Karakola, A
la
deriva por
los circuitos
de
la
precariedad.
Traficantes de sueños, Madrid,
2003.
Las mujeres, en general, y sobre todo las ancianas su-
fren los recortes del Estado del Bienestar que el neoliberalismo esta desmantelando.
'•^ «Beyond the Social Contraer: Capabilities and Global Justice»,
Oxford Development
Studies',
32, 1,
2004.
246
objeta, en sintonía con lo anterior, la posibilidad de una sola voz feminista de-
nunciando su componente autoritario. La insatisfacción con el universalismo,
que al mismo tiempo puede ser el motor des ys inclusividad, se modula
en estos asuntos de diversas maneras con el objetivo siempre de que la normati-
vidad universal no imponga una antropología normalizadora
—la
mujer «desarro-
llada» occidental—, cómplice con las asimetrías unilaterales, en lo económico y
en lo cultural, que enfrentan al Norte y al Sur del planeta. Las demandas de aco-
gida de la pluralidad, sin desestimar los diferenciales de poder, deben ser las guías
del pensamiento feminista transnacional. Nada ajeno por otra parte a la tradi-
ción crítica y comunicativa del feminismo en la que algunas autoras, sin embar-
go,
no se reconocen.
I. ¿QUIEN TEME A MARTHA NUSSBAUM? SOSPECHAS
FEMINISTAS ANTE LA RECIENTE HEGEMONÍA
DEL PARADIGMA DEL DESARROLLO HUMANO
Uno de los puntos calientes del actual debate sobre el feminismo global y su
posible connivencia con el imperialismo económico y cultural occidental es pre-
cisamente todo lo que gira en torno al tópico del «desarrollo de las mujeres» que,
sobre todo, tras la publicación en elo 2000 del libro de Martha Nussbaum
Women and Human Development, se ha convertido en piedra de toque de un
agrio debate en el que se vuelve a objetar la visión hegemónica de las feministas
occidentales sobre lo que deben hacer las mujeres del Sur para «desarrollarse»'6.
Vistas con perspectiva, nadie puede dudar que las redefiniciones de Amartya Sen
y de M. Nussbaum respecto a cómo entender el desarrollo —sumándole el adjeti-
vo de humano han sido cruciales y revolucionarias, dada la obsesión de la ante-
rior teoría del desarrollo con el mero crecimiento económico. Humanizar la eco-
nomía y entenderla al servicio de los individuos concretos y el desarrollo de sus
capacidades ha sido un elemento fundamental para subvertir el reduccionismo
economicista y replantear las estrategias socioeconómicas y sus finalidades. No
obstante, un importante sector crítico desconfía de la supuesta coherencia del
«entorno» del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en
el que Sen y Nussbaum han desarrollado sus propuestas, por no diagnosticar
adecuadamente los procesos de globalización neoliberal que generans ys
pobreza, explotación laboral y/o exclusión. Los enfoques críticos al desarrollo y
los defensores del postdesarrollo forman un frente plural de discusión sobre la
hegemonía de los discursos oficiales de la ONU, los cuales, como apuntábamos
al principio siguiendo las observaciones de Carol Barton, no se pronuncian sobre
el consenso de Washington sobre política macroeconómica
—el
principal generá-
is Desde 1999, a panir de una reseña de las obras de Judidí Buder que hizo para
The
New
Repuhlic,
Nussbaum ha concitado la denuncia de autoritarismo por parte de numerosas e importantes teóricas (Spivak,
Benhabib, Fraser, Nicholson, Cornell y Murphy, entre otras) al ofrecer su feminismo humanista y liberal como
el único «bueno y
correcto»,
el único que afronta la provisión de la base material de las capacidades de las mu-
jeres del Tercer Mundo (Cf. «The Professor of Parody»,
The
New
Repuhlic,
February 22, 1999, pp. 43^5). Las
feministas de la teoría crítica y de la teoría postcolonial objetan su apropiación unívoca del feminismo.
247
dor de pobreza, dada la acumulación ilimitada de riqueza que permite en manos
de las corporaciones trasnacionales'^-.
En el ámbito feminista, Nussbaum es especialmente criticada por señalar-
lo los obstáculos locales, religiosos y culturales a la autonomía de las mujeres. Sus
textos se han desentendido, hasta hace poco, de los impedimentos globales que
configuran una economía interconectada que excluye y empobrece a los habitan-
tes del Sur global. La globalización neoliberal es, además, especialmente lesiva
para las mujeres, sumando nuevas servidumbres a las viejas'^.Tras el Informe so-
bre Desarrollo Humano de 1995 en el que se introdujeron indicadores sensibles
al género, los siguientes Informes han seguido manteniendo el Indicador de De-
sarrollo Humano (IDH) como hegemónico, cuando muy bien se podría tener
una lectura generizada de las realidades de los países con el índice de Desarrollo
relativo al género (IDG) o con las mediciones del empoderamiento de género.
La lectura generizada de los datos queda, así, relegada a un segundo o tercer pla-
no.
Las críticas también inciden en la falta de representatividad de los comités de
expertos formados mayoritariamente por varones e instan a lo siguiente:
Para el ftxturo, en vez de publicar los Informes sobre Desarrollo Humano, el
PNUD debería publicar el «Informe sobre Globalización y desigualdad de géne-
ro» para revisar y evaluar el impacto de la globalización sobre el género, la raza, la
clase social o la pobreza. Es importante reconocer que el programa de la globaliza-
ción es incrementar la desigualdad de género y la diferenciación de clase. Los eco-
nómicamente ricos, aunque una pequeña minoría, cada vez sons ricos mien-
tras que lo contrario les ocurre a los pobres. De acuerdo con el Informe de
Desarrollo Humano de 1997, en los pasados siete años, desde 1990, el número de
billonarios en dólares se ha triplicado de 157 a 447''^.
Existe, en suma, un creciente malestar en amplios sectores del feminismo,
ante la hegemonía «oficial» lograda por los planteamientos de Martha
Nussbaum, y, también, aunque en menor medida, de la ya fallecida Susan Mo-
ller Okin^o y su recusación del multiculturalismo. Un importante sector del fe-
minismo teórico crítico considera insuficientes las redefiniciones del liberalismo
de estas autoras que no incorporan en la medida suficiente el legado de la plura-
lización de la teoría feminista contemporánea. En un tentativo ensayo voy a enu-
merar algunas de las críticass recurrentes a la entronización del liberalismo
como referente único del feminismo llamado «global»:
En primer lugar, Sen y Nussbaum, como ya avanzábamos, no afrontan
las implicaciones sociales de la globalización neoliberal y prefieren poner de ma-
nifiesto los obstáculos «locales» al desarrollo. En concreto, los discursos del desa-
rrollo himiano no atienden a la necesidad de analizar los efectos de las políticas
'^
V.
Shiva, «New Emperors,d clodies. Anyone serious about making poverty history needs to un-
derstand where poverty actually comes and what it really
is»,
TheEcologtit,
July/August 2005, pp.
22-23.
'* R. Cobo, «Globalización y nuevas servidumbres de las mujeres», puede consultarse en www.mujere-
senred.net/iberoamericanas/article.php3?id_article=17.
" S. Ramjí, «Globalization and Gender Inequality»,
The
Peak,
26, July 1997.
-" M. Kate Smith, «Is Western Liberal Feminism Bad for Woraen?», Lahyrinth, 3, Winter 2001.
http://labyrintli.iaf.ac.at/2001 /Smith.html
248
neoliberales sobre las mujeres, como por ejemplo, el tremendo efecto de la priva-
tización de los servicios públicos (educación, salud, pensiones, etc.). Una contra-
dicción que creemos detectar en las últimas respuestas de Nussbaum a las críticas
es su aferramiento a la responsabilidad prioritaria de los Estados-nación, salva-
guardando su soberanía, para proveer el desarrollo de las capacidades de sus ha-
bitantes. Nussbaum no cae suficientemente en la cuenta de que el marco neoli-
beral debilita la capacidad de acción de los Estados nacionales. Nos parece,
además, que el «desarrollo» es una idea que nació en un marco keynesiano en el
que se resaltaba la importancia del sector público, el marco neoliberal debilita a
gobiernos e instituciones que deben ser los impulsores del cambio social^i.
En segundo lugar, frente a la riqueza teórica y política del feminismo
plural, la hegemonía del planteamiento de Nussbaum en las burocracias de la
ONU parece santificar la visión liberal del feminismo como la del «feminismo
global». Es revelador que los tres criterios elegidos por los Objetivos del Milenio
coinciden con la agenda sufragista: educación para las niñas, acceso al mundo
del trabajo y representación política. Las críticas que hemos visto a este plantea-
miento se alarman ante la desaparición de la agenda socialista y radical del femi-
nismo occidental y no occidental que luchan, la primera, contra la explotación
económica (que en el Tercer Mundo tiene tintes neoimperialistas), y la segunda,
a favor de la libertad sexual y reproductiva de la mujer. Mi opinión al respecto es
la de apostar por que las tres agendas estén vigentes y vivas al mismo tiempo, ali-
mentando las prioridades de la lucha feminista a la vez que redefiniéndose y
reinterpretándose desde los contextos locales para establecer en cada momento
las prioridades. Una de las preguntas a contestar es si la lista de las capacidades
de Nussbaum recoge la riqueza y la pluralidad de la misma tradición feminista.
Mi impresión es que no, que su discurso ha tenido tanta aceptación, no sólo por
ir atado al de Sen, una autoridad masctdina indiscutible, sino por alimentarse de
la tradición filosófica occidental en la que sus notable referente feminista es
Stuart Mili. A este respecto, las preferencias que muestra nuestra autora son: la
discusión con la tradición contractualista, para volver, en un último giro, a las
intuiciones del «derecho natural»; la inspiración aristotélica sobre la vida buena;
el dato ineludible de la dignidad humana que postuló Kant; y algunos motivos
de las reflexiones antropológicas de Marx. Por otra parte, las referencias feminis-
tas preferidas de Nussbaum son C. Mckinnon y A. Dworkin, dos de las autoras
s polémicas y que tensaron en los ochenta el feminismo norteamericano en
torno a la cuestión de la pornografía con una irresponsable alianza con la dere-
cha de Reagan22_ L^ definición del feminismo como un humanismo, sins
aportación que lo que da de sí en flexibilidad y autocrítica la tradición liberal, no
es para muchas autoras una definición adecuada. La señal de alarma que da Ca-
rol Quillen es la necesidad de contar con otros análisis para detectar las implica-
ciones del feminismo occidental (geopolíticamente situado en su gran mayoría
^' «The only universal prescripción is that it takes strong, able, public spirited, far-sighted, enlightened
and committed governments to forge che institutions and adopt the policies appropriate to each develop-
ment phase and engineer the substitutions and transitions...» Irma Adelman and CynthiaTaft Morris, «De-
velopment History and its Implications for Development Theory», en WoM
Development,
25, 6, 1997,
p.
837.
^^
R. Osborne, La
construcción
sexual de
la
realidaJ.
Madrid, Cátedra,
2003.
249
La falta de atención de Nussbaum aquí a la constitución de las personas
humanas como sí mismos mina su capacidad para analizar los mecanismos exis-
tentes de diferenciación y opresión, anulando así sus objetivos emancipatorios. Su
proyecto de hacer un humanismo liberal internacional y feminista no puede tener
éxito.
De hecho, una de las consecuencias de su compromiso con el humanismo
Uberal es que el feminismo como un modo de análisis distinto para analizar a las
mujeres y al género parece teóricamente innecesario^?.
Iris Young, en su libro delo 90, ya había mostrado esta limitación del li-
beralismo que, con sus «gafas» de ver sólo individuos, se pierde la visión social de
los grupos heterodesignados y de los mecanismos que los oprimen. En su res-
puesta a Quillen, Nussbaum propone su propia revisión de la psicología del libe-
ralismo incidiendo en un modelo de sujeto interdependiente y relacional que
ella ha detectado en la literatura y en la teoría de las relaciones objétales de
Nancy Chodorowf. Sin embargo, en este punto ignora la larga crítica que a los
modelos de subjetividad masculinizada
a
la falaz antropología normativa del
androcentrismo ha dedicado el feminismo, a la vez que no atiende a las com-
plejas relaciones de opresión que organizan la vida social. Nussbaum contraataca
en su réplica y considera, también, desacertada la acusación de que no aprecia
suficientemente lo concreto y lo contextual, y para ello vuelve a las polémicas na-
rrativas sobre las mujeres indias que inician Women and Development. Su pro-
puesta, dada la famosa lista de capacidades, es que ésta sea trabajada en los con-
textos para adecuarla a las condiciones locales. En suma, aunque valoramos la
densidad que Nussbaum ha encontrado en el recurso narrativo de las historias de
casos y sus interesantes visiones de las emociones y la imaginación para salvar de
la inanición a la psicología moral de la tradición liberal, no encontramos que el
mismo recurso narrativo sea aplicado a las situaciones de opresión que también
pueden historiarse, si visibilizamos colectivos humanos, para dar cuenta de cómo
se han creado, en lo material y en la representación, las estructuras relativas al-
nero,
la raza, la cultura o la clase.
No hay, tampoco, referencia alguna a cómo la globalización neoliberal ha
creado la situación de la que dan cuenta los datos de los Informes sobre el Desa-
rrollo Humano. Se parte de los datos y ya está. Al considerar el terreno de las re-
laciones internacionales se objetan las limitaciones del modelo rawlsiano de The
Law ofPeople, condenando la excesiva tolerancia de Rawls hacia las sociedades
que no respetan los derechos humanos. A este respecto, Nussbaum se ha mostra-
do crítica con las situaciones de Abu Ghraib y Guantánamo, criticando la mira-
da estadounidense sobre el resto del mundo en los hobbesianos términos de «po-
der desnudo y fuerza», en términos de mera «seguridad nacional», y ha puesto de
manifiesto lo injustificado de la intervención de Bush en Irakés.
Su planteamientos reciente reafirma la organización cosmopolita de la
sociedad internacional, ya que sólo el cosmopolitismo daría lugar a una globali-
2'
C. Quillen,
op.
cit.,
p. 100.
2'
«The Bush Gov. is Turning the War against Terrorism into a Cold War. An Interview with Martha
Nussbaum», Indian
Express,
January 30,
2003.
«Quicksand: Denying Foes their Humanity»,
Chicago
Trihu-
ne,
May 16, 2004.
251
zación «sana», que se sostenga sobre una concepción mínima de justicia social re-
lativa a la producción de determinados resultados a partir de la provisión para el
desarrollo de las capacidades. Al implicarse en el debate sobre la justicia y las res-
ponsabilidades globales, propone otra lista de diez puntos en la que se asignan
éstas a determinados actores: los Estados-nación pobres y prósperos -éstos deben
aportar a los primeros un 1% del
PIB
y las corporaciones multinacionales -que
tienen que sumar a la lógica del beneficio la de la «caridad», que en USA ejercen
financiando, por ejemplo, las universidades, en un nuevo concepto de «hacer ne-
gocios decentemente»^'—. Sus ideas sobre los deberes de las corporaciones re-
crean la idea de la responsabilidad social y ambiental corporativa, a la vez que
considera mal informados éticamente las políticas económicas del Fondo Mone-
tario Internacional y de la Organización Mundial del Comercio. Nussbaum ani-
ma a la cada vezs poderosa esfera pública global a que proponga una mínima
estructura de gobernanza global con un tribunal internacional de justicia para
tratar las violaciones de los derechos humanos, poderes para implementar medi-
das ambientales globales, estándares para las condiciones laborales, impuestos so-
bre las corporaciones y los países prósperos, etc. En definitiva, se aboga por una
mayor coordinación entre los sistemas legales y judiciales de todos los países^"^.
Los últimos cuatro puntos de la lista postulan: la atención a los desfavorecidos en
cada nación y región —aquí es donde pone como ejemplo a las mujeres-; el cui-
dado de las personas en situaciones de dependencia —ancianos, enfermos y disca-
pacitados—, teniendo cuidado de decir que esta responsabilidad no puede recaer
sólo sobre los hombros de las mujeres; la protección de la familia como institu-
ción compatible con los derechos de los individuos, pero bajo la supervisión de
la ley para evitar la situaciones de opresión de niñas y mujeres; y, finalmente, el
énfasis en la necesidad de la educación, que es una de las llaves para abrir la caja
de posibilidades que es el desarrollo de las capacidades. Todo esto al servicio de
una «sociedad global decente»^'. Nos tememos que en esta revisión de los desfa-
vorecidos, las mujeres se diluyan en otras categorías como aducía Quillen, por-
que Nussbaum parece perder de vista el género como factor estructurante de la
realidad social.
La propuesta de Nussbaum es la de moralizar la globalización, pero sin obje-
tar la inevitabilidad del modelo económico que la sostiene. Sus buenas intencio-
nes se traducen en aquella proclama de los socialistas utópicos para convencer a
los empresarios de que mejoraran las condiciones de vida de sus obreros gracias a
las buenas razones.
-' M. Nussbaun, «Beyond the Social &)ntra«:...»,
op.
cit.,
p. 16.
* Con gran pesimismo encontramos una valoración de esta perspectiva en
F.
Laporta, «Globalización e
imperio de la
ley.
Un texto provisional para el debate con algunas dudas y perplejidades de un viejo vfestfalia-
no»,
en
Anales
de
la Cátedra Francisco
Suárez,
op.
cit.,
pp. 231-253.
^' Los textos que venimos comentando ahora han aparecido recientemente en forma de libro. Cf. fron-
tiers
efjustice:
Disahility.
Nationality.
Species Memhership
(The Tanner Lectures on Human Valúes), Cambrid-
ge,
Mass., Harvard University Press, 2005.
252
II.
LA voz DE LAS MUJERES: MATERL\LIDAD
Y EMERGENCIA COLECTIVA
Martha Nussbaum, en su incansable defensa de su versión de la teoría de las
capacidades, sigue creyéndose con la autoridad moral y teórica de definir lo que
es bueno para las mujeres del Tercer Mundo. Su visión monológica desafía el
proceso de autoconstitución de una conciencia feminista trasnacional fraguada
en el intercambio y la discusión de visiones muy diferentes, que siempre ha apos-
tado por la inclusión y la producción intercultural, sin caer en la ingenuidad de
no reconocer los diferenciales de poder para simplemente decir y enunciar. El
postular «apliquen mi lista en sus contextos» se recibe con no disimulado males-
tar y se reeditan así los fantasmas de la supuesta superioridad occidental en el
concierto del feminismo transnacional. Encontramos referencias a la cuestión de
la voz de las mujeres en los liltimos escritos de nuestra autora32.
Este asunto es el verdaderamente peliagudo y consideramos una pena que
Nussbaum no haya leído los planteamientos de, por ejemplo, Alisson Jaggar, a
los que ya en otras ocasiones nos hemos referido^^, Nussbaum condena las pre-
ferencias «primarias» de las mujeres del Sur, adoctrinadas en sistemas patriarcales
que no dejarían emerger el deseo de libertad, el deseo de poder tomar sus propias
decisiones sin responder a las expectativas sociales. Bien podemos pensar que
aquí hay trampa y que las preferencias «primarias» de algunas mujeres occidenta-
les son modeladas igualmente por el capitalismo neoliberal patriarcal, que las
considera «racionales» y «deseables». Nussbaum apuesta por la garantía de la li-
bertad de expresión y la protección del pluralismo, pero desprecia la emergencia
colectiva de la voz, que necesita la independencia del colectivo oprimido y su or-
ganización sociopolítica, apostando por el enfoque del «deseo informado». El in-
dividualismo de su modelo le impide apreciar el carácter social no sólo de las
«preferencias adaptativas», sino también de la emergencia de la voz, que siempre
es un fenómeno colectivo, político, dialógico, y nunca meramente individual.
Presionada por las críticas, Nussbaum entra en el terreno de lo intersubjetivo,
pero según un canon que obvia toda la reflexión feminista sobre la contestación
publica (como, por ejemplo, la propuesta de Nancy Fraser de las «contraesferas»
públicas que denuncian el statu quo)^^. Veamos la propuesta de Nussbaum:
'' «On Heiring Womens
Voices:
A reply to Susan Okin»,
Philosophy
and Public Affain, 32, 2, 2004.
^^ Me propongo en el futuro abordar las cuidadas elaboraciones de Jaggar, mucho menos publicitadas
que las de Nussbaum, pero para mí muchos interesantes. Cf. A. Ja^ar, «Is Globalization Good fot Wo-
raen?»,
Comparative
Literature'i'i,A,
2001,
pp. 298-314. «'Saving
Amina':
Global Justice fot Women and In-
tercultural Dialogue»,
Ethics
and International Ajfain 19, 3, 2005, pp. 85-105. «Western Feminism and Glo-
bal Responsibility»,
Feminist Interventiom
in Ethia and
PoUtics,
Barbara S. Andrew, Jean Keller, and Lisa H.
Schwartzman (eds.), Lanham, MD, Rowman and Littlefield, 2005, pp- 185-200. «A Feminist Critique of
the Alleged Southern Debt», Hypatia, 17, 4, 2002, pp. 119-142. «Vulnerable Women and Neo-liberal Glo-
balization: Debt Burdens Undermine Womens Health in the Global South», TheoreticalMedicine and
Bioethics,
23, 6, 2002. «Challenging Womens Global Inequalities: Some Priorities fot Western Philosop-
hers»,
Philosophical
Tapies,
30, 2, 2002, pp. 229-253. «Arenas of Citizenship: Civil Society, State and the
Global OrdeD>,
International
Feminist
Journal
of
PoUtics
7,
1, 2005, pp- 1-24. Para una completa bibliografía
de
A.
Jaggar, cf. http://www.colorado.edu/philosophy/fac/j^garcv.htrnl
^ N. Fraser, «Rethinking the Public Sphere: A Contribution of the Critique of Actually Existing De-
mocracy», en
Social
Text,
25/26, 1990.
253
¿Cómo permite mi concepción [...] que las voces de los pobres y de la gente
desfavorecida sea oída? En primer lugar, socráticamente: el proceso de justifica-
ción le pide a cada y a toda persona ponderar los argumentos, en el curso de la
búsqueda de esa persona por el equilibrio reflexivo. A causa de su concepción po-
lítica, la búsqueda podría ser acompañada por el diálogo con otros ciudadanos
pares.
En segimdo lugar, el contenido de la concepción [de las capacidades] prote-
ge áreas cruciales del empoderamiento de los desfavorecidos: muchas de las capa-
cidades son prerrequisitos para que aquellas voces sean oídas [...]. Tercero, y el
s importante, las concepciones [de los ciudadanos] se proponen en la arena
pública como una buena idea, una probable guía para principios políticos domés-
ticos y quizás para acuerdos internacionales^s.
El arranque es individualista: la deliberación queda restringida a un «podría»
y sólo en tercer lugar se supone que la esfera pública acogerá las demandas de los
pobres y desfavorecidos. El camino es lineal y para nada aparecen los temas de la
opresión y el poder que son los que silencian las voces de la gente oprimida.
Creo que la contestación de Nussbaum a Okin revela el déficit intersubjetivo, fe-
minista y político de su pensamiento. Leyendo esta cita parecería como si las
condiciones democráticas estuvieran garantizadas y todos tuvieran igual acceso a
la ciudadanía en su rol de proponer principios públicos. Nussbaum desatiende
los resultados de la crítica feminista a ambos conceptos, democracia y ciudada-
nía, que entre otras cosas han puesto de manifiesto sus limitaciones liberales.
Como ya hemos visto, Susan MoUer Okin recrudece su crítica al señalar que
la famosa lista de las capacidades tienes que ver con la educada y sensible
Nussbaum que con las mujeres del Tercer Mundo, que «sólo piden comer y
mantener su integridad corporal»^^. El minimalismo de la descripción de Okin
es insultante desde cualquier punto de vista y reproduce la visión victimista de la
mujer del Tercer Mundo, olvidando su capacidad para hacer y desafiar el statu
quo.
La respuesta de Nussbaum es que las capacidades son la condición necesaria
para que emerja la voz de las mujeres y que su lista, como ya decíamos, se puede
reinterpretar desde los contextos. Nadie puede negar que poner de manifiesto la
materialidad de la que emerge la voz es una cuestión fiíndamental, descuidada
por las versiones apelianas y habermasianas de la ética del discurso, por ejemplo.
Apreciamos, por lo tanto, el poner el acento en la necesidad de cubrir la materia-
lidad de unas condiciones de vida mínimas tanto de Okin como de Nussbaum
para que emerja la voz. Sin embargo, el iluminismo de sus perspectivas y los-
ficit críticos ligados a cómo operan las opresiones y los silenciamientos no les
permiten irs allá. Carol Quillen recrimina a Nussbaum, en cambio, la usur-
pación monológica del punto de vista feminista, prefiriendo a otras autoras que,
sin desestimar la tradición liberal, la tamizan con los instrumentos de la teoría
crítica, el postestructuralismo y los postcolonialismos, sin por ello abandonarse
al relativismo -aunque mostrando su apertura a la discusión intercultural y
35
«On Hearing Womens
Voices:
A reply to Susan Okin»,
Phibsophy
and
Public
Affairs,
32, n.2, 2004,
p.
199.
* S. M. Okin, «Poverty, Well-being and Gender: What counts, Who's Heard?»,
Philosophy Se
Public
Affairs,
31, 200X
254
sensibilidad a las desigualdades de poder de las diferentes instalaciones sociales y
geopolíticas—. La sustantividad de la vida buena no puede arruinar el procedi-
miento por el que se determinan los contenidos de la voz que reclama. A este res-
pecto,
el hacer consciente desde dónde se habla (por ejemplo, desde las posicio-
nes de privilegio), parece una precaución metodológica feminista que no sigue
en ningún momento Nussbaum. Las críticas a su arrogancia occidental arrecian.
La valoración de la obra de la incansable Nussbaum dará todavía para mu-
cho37.
De mi juicio provisional sólo quiero destacar la falta de ilustración teórica
feminista de la que, creo, está aquejado su pensamiento. No obstante, me atrevo
a plantear que, en otra dirección, dada la carga crítica almacenada contra el para-
digma del desarrollo —sobre todo desde sectores del Sur y desde planteamientos
críticos con la globalización neoliberal, y a pesar de la historia de la serie de adje-
tivaciones (sostenible, humano, centrado en el género, participativo, etc.)^^ con
las que se pretende otorgarle credibilidad y redirigirlo—, quizás, esta categoría es-
tá obturando otras posibles comprensiones de la justicia global como las clá-
sica de la redistribución replanteada en los últimos tiempos por Nancy Fraser. Si
aceptamos como probado el hecho de la interconectividad de la economía global
y lo planteamos como dato estructural tenemos que reconocer que gran parte de
la clase obrera «global» (cada vezs feminizada) vive en los países del Sur. La
ayuda al desarrollo no tiene que ser vista como «ayuda» ni como «caridad» sino
como elemento de redistribución de una riqueza generada por la mano de obra
del sur y por sus recursos naturales. El embridar democráticamente a la econo-
a global y resituar al mercado frente a un sector público que ahora necesita re-
definirse como global, es el gran reto planteado por la idea de justicia global que
motiva a la emergente sociedad civil mundial en la que la coloración violeta, en
todos sus tonos, no debe faltar. La hegemonía pretendida del punto de vista de
Nussbaum traiciona la vocación democrática y plural de la conversación feminis-
ta mundial. Debería aceptar que su propuesta es unas entre otras y no la
«única» y la «correcta». Con Nussbaum hemos retrocedido a posiciones anterio-
res al giro intersubjetivo que sí son un serio obstáculo para albergar la pluralidad.
m. ¿INTERNACIONAL, GLOBAL O TRANSNACIONAL?
LA LUCHA POR LA DENOMINACIÓN
Como botón de muestra, voy ahora a volcar la anterior problematización en
otro de los capítulos del vivo debate en el seno del feminismo mundial, el que
voy a llamar «la lucha por la denominación»^'. El feminismo siempre ha tenido.
3^
Solamente valorar qué tipo de liberalismo es el suyo es ya ima ardua tarea. Cf. L. Barclay, «What
kind of liberal is Martha Nussbaum?», San, Nordic
Journal
ofPhiíosophy,
4,2,
2003-
3'
No puedo reproducir aquí la discusión sobre las reformulaciones del desarrollo y su contestación crí-
tica desde sectores del Sur Global, el feminismo, los movimientos ecologistas, etc. En la actualidad, trabajo
en un proyecto que intenta clarificar esta dura polémica. Una lectura interesante a este respecto es W. Sachs
(comp.).
Diccionario
del
Desarrollo.
Una
Guia
del
Conocimiento Como
Poder,
Cochabamba, CAÍ, 1997; o G.
Rist, El
desarrollo:
historia
de una
creencia
occidental.
Libros de la Catarata, 2000.
3'
No he podido por menos que sentirme concernida con las iras desatadas ante la denominación «fe-
minismo global» al haberla yo utilizado con profiísión. Cf M. J. Guerra, «Apostar por el feminismo global»,
Leviatán,
80, 2000.
255
desde sus orígenes sufragistas, vocación internacionalista. El recordar y reactivar
esta seña de identidad parece importante en la actual coyuntura. Pero tal como
Moghadam y otras aclaran, internacional no es lo mismo que transnacional'"'. La
palabra transnacional se utiliza aquí para referir «un cruce consciente de las fron-
teras nacionales y una superación de las orientaciones nacionalistas»"". El proce-
so de confluencia de las diferentes agendas feministas, centradas las occidentales,
al hilo de la segunda ola, en la igualdad legal y al autonomía sexual y las de las
mujeres del Sur, en los sesenta y setenta del siglo pasado, en el imperialismo y el
subdesarrollo, fue constituyéndose a golpe de cumbre de la ONU (México, Co-
penhague y finalmente Beijing). Tal confluencia ha dado lugar al proceso de
creación y mantenimiento de redes que implica que las organizaciones de muje-
res,
aun estando enraizadas en lo local y lo nacional, companan un horizonte co-
n («vocabulario, estrategias y objetivos») por encima de estas fronteras. Se
puede hablar de una agenda comúns allá de las fronteras nacionales. Beijing,
en concreto, sería el punto de cristalización de un feminismo mundializado. Las
redes ayudarían a sostenerlo y recrearlo (DAWN, WEDO, WLUML o WIDE
son algunas de las que menciona Moghadam). El enfoque hasta aquí es descrip-
tivo y sociológico, y responde políticamente a la necesidad de abordar global-
mente la violencia contra las mujeres, fenómenos como las migraciones o el trá-
fico de mujeres, la feminización de la fuerza de trabajo global y otros asuntos
trasnacionales.
Encontramos, no obstante, otra acotación específica de trasnacional en la li-
teratura y teoría postcolonial en la que las narrativas específicas de desarraigo,
desplazamiento y migración rompen con la ficción de la pertenencia nacional'*^.
La nación se transfigura en algo ficticio que alimenta la hibridación cultural de
la experiencia del inmigrante y que dinamita las categorías estáticas de asigna-
ción de pertenencia. La perspectiva de la «subalternidad» y la imposibilidad para
hablar, tema escamoteado en Nussbaum, es uno de los desafíos teóricos al femi-
nismo, puesto que éste no sería ajeno a la «violencia epistémica» con la que, co-
mo Edward Said mostraba en Orientalismo, Occidente ha definido y esencializa-
do a los otros. La pregunta que se repite incesantemente es cómo pueden los
feminismos no occidentales salir del cerco de la «heterodesignacion colonial». Es
curioso, en este contexto, la conexión entre la problemática postcolonial de la
emigración
y
el alarmismo del cierre de fronteras europeo del momento y los
discursos del desarrollo a los que antes nos referíamos:
La «migración postcolonial» (Spivak) es la condición normal del mundo en
este momento. Es lo que Dif)esh Chakrabarty podría llamar el «ahora», un tiem-
po en las relaciones internacionales que rehusa el mensaje implícito en muchos
trabajos sobre el desarrollo: que aquellos que están «allí» deben permanecer y de-
sarrollarse en su mayoría en esos (ficticios) lugares nacionales [...]. Si el desarrollo
'"' D. Manisha, «Transnationaüsm: the face of feminist politics post-BeiiÍM»,
Internationa!
Social
Scien-
ce Journal 57,184,2005, pp. 319-330.
<i Mc^adam, «Transnarional Feminist Nerwork»,
op.
cit.,
p.
60-61.
*^
Para una revisión exhaustiva del feminismo postcolonial, c£ M. L. Femenias, «El feminismo postco-
lonial y sus límites», en C. Amorós y
A.
de Miguel (eds.) Teoría feminista: de
¡a ilustración
a
la
globalización,
Madrid, Minerva Ediciones, Tomo III, pp. 153-213.
256
se frena «allí», entonces hagan
el
ajuste económico correcto, instalen las estructu-
ras
de
gobernanza adecuadas
y
sean virtuosamente pacientes
con las
condiciones
temporales
del
«todavía no»*^.
Cuando hablamos de feminismo trasnacional no podemos obviar nuestras
distintas situaciones en marcos de poder asimétricos en lo económico, cultural o
social. La solidaridad feminista tantas veces invocada tiene que afrontar las asi-
metrías en lo que concierne a la voz, y siempre agazapada aparece la amenaza de
que unas se arroguen el poder de decirlo todo. El autoritarismo de visiones sus-
tantivas del bien como las de Nussbaum son contestadas duramente por aquellos
que rechazan la denominación de «feminismo global». B. Mendoza formula cla-
ra y crudamente este punto. El paradigma del desarrollo es mirado con sospecha,
dado que implica una asimetría valorativa de partida entre la «desarrollada» y la
«subdesarroUada»:
Los enfoques feministas occidentales sobre
el
desarrollo
nos
presentan
un
interesante caso
de
feminismo global. Operando dentro
del
paradigma del desa-
rrollo,
que de
manera irrefutable atribuye superioridad económica, cultural
y
po-
lítica
a
Occidente,
las
feministas globales
del
desarrollo
no se
dejan desviar
por
nociones ilusorias
de
igualdad, equivalencia
o
solidaridad automática entre
las
mujeres
del
Primer
y
del Tercer Mundo basado
en una
opresión
de
género com-
partida
por
todas.
Por el
contrario,
los
enfoques feministas occidentales
al
desa-
rrollo descansan
en la
noción
de una
«inherente» desigualdad entre
las
mujeres
del Primer Mundo
y
del Tercer mundo, que produce
un
feminismo global
por el
cual las feministas del Primer Mundo están
en
la posición de salvadoras de sus po-
bres hermanas
del
Tercer Mundo. Para asegurar esta posición, ellas
se
basan,
de
acuerdo
con
Mohanty (1991),
en una
versión homogeneizada
de
mujeres
en la
que
no
existe distinción alguna de clase, taza, etnicidad
o
sexualidad
en
los dos
la-
dos
de la
división [...]. La solidaridad feminista global deriva aquí
en un
proceso
orquestado
de
planeamiento
de
género concebido, dirigido
(e
incluso financiado)
por
las
mujeres
del
Primer Mundo
con el
objetivo
de que las
mujeres del Tercer
Mundo aprendan
a
desarrollar las capacidades
que no
poseen para llevar unas
vi-
das menos explotadas
y
opresivas.
De
este modo,
el
desarrollo deviene
el
gran
igualdador
en un
mundo dividido entre naciones desarrolladas,
en
desarrollo
y
subdesarrolladas.
De
esta manera,
el
desarrollo
se
convierte
en la
sustancia
de la
solidaridad feminista global. Las políticas feministas globales también moldean
a
las feministas
de
clase media del Tercer Mundo
que
convalidan
los
enfoques
de
género
y
desarrollo'*'*.
El desafío lanzado por Mendoza cuestiona de maneta demasiado radical la
posibilidad misma de un feminismo mundial, a pesar de que, como ella bien sa-
be,
se trata de un feminismo que es ya una realidad tanto en el ámbito del acti-
vismo como en el de la creación y mantenimiento de redes {networkin^. Sin du-
da, hay otras maneras de acercarse al tema. Por ejemplo, ver cómo se negocian
••^
C.
Sylvester, «Global Developmenr Dramaturgies/Gender Stallings»,
Borderlands,
2, 2,
2003.
'>**
B. Mendoza, «Transnational feminism
in
question»,
Feminist
Theory,
3, 3, 2002, pp. 295-314.
257
«política de la identiclad»*^. En el actual contexto las demandas de reconocimien-
to de las otras diferentes y excluidas están atravesadas por el hecho de la injusticia
económica global y de los efectos que la globalización ha tenido y está teniendo
sobre las mujeres. Si nos retrotraemos a esas formulaciones encontramos el senti-
do de la denominación feminismo transnacional que evita, en el atravesar nacio-
nes y localizaciones diversas la formulación de un «único» y «correcto» punto de
vista feminista definido por una minoría situada en posiciones estratégicas de po-
der como los centros de poder académico o las burocracias de la ONU. El pro-
yecto de globalización «desde abajo» no se atisba en el iluminismo de Martha
Nussbaum. Se habla de una esfera pública mundial «formal», pero se olvida con
su planteamiento vertical la emergencia de alternativas y visiones silenciadas des-
de el Sur y desde los movimientos sociales globalizados frente al neoliberalismo.
Ni el autoritarismo de un solo punto de vista del llamado «feminismo glo-
bal»,
a lo Nussbaum, ni tampoco el juicio sumarísimo de Mendoza a toda pro-
puesta venida desde el feminismo occidental son la vías a seguir. La misma Mo-
hanty, a la que Mendoza invoca en su reconsideración del ya clásico «Under
Western Eyes», apunta a la necesidad del reconocimiento de un proyecto femi-
nista común que necesita que el feminismo occidental y blanco se reconozca a sí
mismo como un conocimiento situado, determinado localmente y con una pers-
pectiva parcial, para después lograr la convergencia con otros feminismos igual-
mente situados y contextúales. Ella misma recusa la interpretación de su texto
como «un testamento sobre la imposibilidad de una producción académica igua-
litaria, no colonizadora e intercultural», y niega, de paso, el haber opuesto como
categorías antitéticas el feminismo occidental y los feminismos del Tercer Mun-
do.
El punto a resaltar en su alegato es compartido por la teoría feminista como
teoría crítica comprometida con la denuncia de una universalidad traicionada
por la apropiación de unos pocos: ya sean hombres, blancos o mujeres occiden-
tales según el caso que estudiemos. La discusión sobre la posible violencia encar-
nada en el universal vuelve a la carga en esta nueva fase de reproblematización fe-
minista transnacional en coordenadas globales, en la que la novedad reside en los
tres factores ya aludidos: primero, el protagonismo de las fuerzas económicas
globales que, a nuestro entender, fuerza el explícito compromiso antineoliberal
del feminismo; segundo, el unilateralismo estadounidense y británico traducido
en militarización que utiliza retóricamente el legado de la ilustración para el do-
minio político y económico, azuzando el antioccidentalismo en el Tercer Mundo
con la peregrina idea de «imponer» la democracia con bombas. En este sentido,
la reflexión feminista sobre la paz, el terrorismo, la tortura, los refugiados, y la
misma igualdad y libertad de las mujeres frente a la imposición de modelos coer-
citivos de vida se vuelven prioritarios. La ola conservadora de revival funda-
mentalista que se dirige directamente en Occidente y Oriente contra los dere-
chos de las mujeres exige, como Elina Vuola ha propuesto, una revisión del
legado patriarcal de las distintas religiones. La producción de un feminismo
mundial requiere abordar estos asuntos, pero cuenta en su haber con algo mas
que proyectos futuros: la labor de creación de redes trasnacionales con presencia
*" N. Fraser, «Mapping the Feminist Imagination: Form Redistribution to Recognition to Representa-
non»,
Constellations,
vol. 12, n. 3, 2005.
259
... Para estas reflexiones se recuperan las ideas de Mabel Bellucci (2019) quien presenta a las viajeras militantes, como mujeres profesionales, universitarias con disponibilidad económica para viajar, que adoptan y adaptan acciones e ideales mediante el contacto con feministas de otros contextos, las viajeras militantes llevan la información aprendida para difundirlo con las compañeras creando un circuito de sur a norte en búsqueda de nuevos posicionamientos y planteamientos feministas. S. E. tiene el papel de ser una militante transfronteriza, entendiendo este como un feminismo sin fronteras, en donde a través del espacio transnacional circulan ideas, ubicándolo en una frontera donde convergen una pluralidad de voces donde las demandas no se someten a una relación de poder entre los países, sino que las demandas, intereses y acciones construyen parte de un feminismo transfronterizo situado (Guerra, 2007), si bien no cumple con la totalidad de las característica que propone Bellucci, S. E. tiene el perfil de ser una mujer transfronteriza, de doble nacionalidad, con manejo del inglés y el español, la capacidad para cruzar la frontera las veces que desee, por lo que ella logra triangular los aprendizajes de WomanCare, el aborto, sexualidad, Emancipación en el contexto transfronterizo, dando origen a un circuito de comunicación-acción en torno al aborto en la frontera en la década de los 70. ...
Article
Full-text available
For many years, feminists throughout the world looked to the United States for the most advanced theory and practice. Today, however, US feminism finds itself at an impasse, stymied by the hostile, post-9/11 political climate. Unsure how to pursue gender justice under current condition’s, we are now returning the favor, by looking to feminists elsewhere for inspiration and guidance. Today, accordingly, the cutting edge of gender struggle has shifted away from the United States, to transnational spaces, such as „Europe“, where the room for maneuver is greater. The consequence is a major shift in the geography of feminist energies.
Article
This article discusses the third Millennium Development Goal (MDG), on gender equality and women's empowerment. It explores the concept of women's empowerment and highlights ways in which the indicators associated with this Goal – on education, employment, and political participation – can contribute to it.