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Salas-Calderón, Saskia
Psicoterapia del movimiento: herramienta terapéutica con pacientes esquizofrénicos
Actualidades en Psicología, Vol. 21, Núm. 108, 2007, pp. 97-115
Universidad de Costa Rica
Costa Rica
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Actualidades en Psicología
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Universidad de Costa Rica
Costa Rica
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Actualidades en Psicología,
21, 2007, 97-115
Psicoterapia del movimiento: herramienta
terapéutica con pacientes esquizofrénicos
1
Saskia Salas-Calderón
Instituto de Investigaciones Psicológicas
Universidad de Costa Rica
Dirección postal: 13231-1000 San José
Ce: sas1610@yahoo.com
Resumen.
En el presente trabajo se presenta la psicoterapia del movimiento como una
herramienta terapéutica cuyo principal canal de abordaje del conflicto es el cuerpo, siendo éste
el medio de expresión de la transformación y al mismo tiempo su instrumento. Se explicitan
los antecedentes teórico-prácticos de la psicoterapia del movimiento, así como sus alcances y
limitaciones en el tratamiento de las dificultades de comunicación de emociones con pacientes
adolescentes diagnosticados con esquizofrenia.
Palabras clave: psicoterapia del movimiento, esquizofrenia, comunicación de emociones,
movimiento corporal.
Abstract. Movement psychotherapy is presented as a therapeutical tool which main approach
to the conflict is the body. The body is the way of expression of transformation and, at the
same time, its instrument. Theoretical and practical backgrounds of movement psychotherapy
are stated, as well as its achievements and limitations in the treatment of emotional
communication difficulties in adolescents diagnosed with schizophrenia.
Key words:
Movement psychotherapy, schizophrenia, emotional communication, body
movement.
1
Este artículo es subproducto de Salas, S. y Arce, L. (2005). Psicoterapia del movimiento: una propuesta de trabajo en la
comunicación de emociones de pacientes esquizofrénicos. Tesis de licenciatura en psicología, Universidad de Costa Rica.
Saskia Salas-Calderón
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Introducción
El movimiento es inherente a todo ser vivo. Históricamente ha sido
utilizado como el medio de comunicación por excelencia, permitiendo
expresar conflictos internos y sentimientos que las palabras, tal vez aún
desconocidas, no podrían describir. Sucede lo mismo con el individuo al
inicio de su historia personal. El bebé, que aún desconoce la palabra, utiliza
el movimiento corporal para comunicarse con el mundo convirtiendo el
cuerpo en su principal medio de expresión. Es así como éste sirve al sujeto
como conexión con el mundo, enviando y recibiendo mensajes que en
ocasiones no requieren o no toleran la palabra como medio de codificación.
Es de esta premisa que parte la investigación de la cuál se desprende el
presente artículo: “Psicoterapia del movimiento: una propuesta de trabajo en
la comunicación de emociones de pacientes esquizofrénicos”, estudio
realizado como tesis de graduación para optar por el grado de Licenciatura
en Psicología. Su objetivo general fue indagar los efectos sobre la
comunicación de emociones en adolescentes diagnosticados con
esquizofrenia de un programa o plan de sesiones estructurado según el
modelo de la psicoterapia del movimiento.
Este proyecto se desarrolló con pacientes adolescentes del Hospital
Nacional Psiquiátrico. La duración de la intervención terapéutica fue de tres
meses, con una sesión grupal por semana de una hora cada una. El número
de pacientes a trabajar inicialmente fue de cuatro y las sesiones fueron
presididas por las sustentantes en el rol de terapeutas. Finalmente, se
realizaron evaluaciones repetidas a lo largo del tratamiento, incluyendo una
medición anterior y posterior al mismo para detectar si la variable
comunicación de emociones sufrió algún tipo de modificación. El análisis de
los datos se hizo de manera individual para cada uno de los participantes.
En dicha investigación se puso a prueba un modelo terapéutico
diseñado por las investigadoras y cuya principal característica es la utilización
del cuerpo como herramienta de trabajo más importante: la psicoterapia del
movimiento (Salas & Arce, 2005). En el presente trabajo se intenta dar
cuenta de esta herramienta terapéutica, sus antecedentes y fundamentos
teórico-prácticos, así como sus alcances y limitaciones
.
El movimiento corporal como herramienta terapéutica
El movimiento corporal natural ha evolucionado a través de la historia
hacia formas estéticamente más refinadas y ha logrado convertirse en arte.
Estas nuevas formas artísticas de movimiento no sólo fueron adoptadas por
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las distintas sociedades en su sentido estético, sino que también fueron
relacionadas con capacidades curativas o de sanidad. Sachs (1944) hace
referencia en su “Historia Universal de la Danza” a las danzas medicinales,
utilizadas por todas las culturas shamánicas para ahuyentar y vencer a los
espíritus que amenazan el bienestar de las personas.
Aunque la utilidad del arte como medio de curación se conoce desde
hace tanto, las terapias de arte surgen como tales en el Siglo XX (Murow,
1998). Actualmente existen distintas corrientes terapéuticas que utilizan
recursos del arte, incluyendo el movimiento, para lograr el acercamiento y la
posterior resolución de los conflictos del paciente, convirtiéndose en una
alternativa viable en el proceso psicoterapéutico. Estas nuevas corrientes son
los principales antecedentes teórico-prácticos de la psicoterapia del
movimiento. Entre ellas encontramos a la danzaterapia y la terapia
psicomotora, pero también a la expresión corporal, herramienta pedagógica
que se centra en el desarrollo de las habilidades expresivas y motoras de los
individuos.
La expresión corporal ha sido concebida desde un sentido amplio como
“toda conducta observable;…las manifestaciones externas –generalmente
inconscientes- de procesos emocionales” (Vládich, 1998, p. 47). Lo general
es que a la expresión corporal se la considere como un lenguaje no verbal a
través del cual el ser humano envía mensajes a los otros y, si se habla del
lenguaje del cuerpo “el lenguaje natural del hombre, el más inmediato y
propio de él”, como afirma Santiago (1985, p. 26), se identifica lo corporal
con lo no verbal. Sin embargo, es importante tener presente que la expresión
corporal se constituye a partir de las posibilidades verbales y no verbales
empleadas indistintamente y de modo complementario; es un error pensar
que se desarrolla en ámbitos exclusivamente no verbales dejando de lado la
palabra. “La palabra es tan del cuerpo como el movimiento, el gesto o el
sonido” (Santiago, 1985, p. 27).
No obstante, desde una concepción más pragmática la expresión
corporal se ha desarrollado como un recurso pedagógico cuyo objetivo
general consiste en:
...rescatar y desarrollar una condición intrínsecamente
humana: la capacidad de absorber o recibir por su aparato
sensorioperceptivo impresiones del mundo interno y externo,
y la de manifestar y comunicar respuestas personales propias
de esas impresiones, por medio del lenguaje corporal. (Stokoe,
1978, citada en Dinámica de la relación docente-grupo de
alumnos en expresión corporal, s.f.)
Por su parte, Santiago (1985) define como objetivos de la expresión
corporal los siguientes: toma de conciencia, espontaneidad, creatividad,
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relaciones con lo otro y con los otros. “La expresión corporal como el juego,
es una forma de exteriorizar los estados anímicos; comunica y traduce la vida
interior a través del gesto, el sonido, la actitud, el ademán y el movimiento”
(Unikel & Galeano, 1995, p. 35). Es así como se convierte en el área que más
desarrolla la capacidad expresiva (Arteaga, Viciana & Conde, 1997).
La expresión corporal, como resultado de la percepción reflexiva y del
movimiento expresivo, debe estar centrada en la presencia, conciencia y
vivencia del cuerpo como totalidad personal en el movimiento. Debido al
desarrollo evolutivo, el niño/a debe lograr la conciencia de su propio cuerpo
como espacio de percepción propia que le posibilita la expresión y
comunicación de forma intencional y creativa (Arteaga et al., 1997).
La expresión corporal ha sido también definida por Brikman (s.f., citada
por Tizón, s.f.), como una disciplina que se propone rescatar y desarrollar
todas las posibilidades humanas inherentes al movimiento corporal; que
requiere redescubrir el propio cuerpo por la vía de la sensibilidad, la vivencia
y la concientización, es decir percibir los aspectos físicos y psíquicos del
cuerpo y sus interrelaciones. La expresión corporal como disciplina de
movimiento busca un reencuentro con la actividad lúdica, lo espontáneo,
teniendo conciencia del propio cuerpo, sus posibilidades y limitaciones.
En la expresión corporal el cuerpo es el principal medio de
comunicación, y lo que se busca es ampliar el repertorio de movimientos que
maneja el individuo para así poder brindarle un espectro más amplio de
formas de expresión.
Según Murow y Unikel (1998), estas técnicas permiten
...descubrir la relación que tenemos con nuestro cuerpo,
observar nuestra autoestima en relación con el cuerpo, gozar y
desinhibir el movimiento, estimular el movimiento, conectar
emociones y movimiento, dramatizar, descargar energía a
través del cuerpo y la voz. (p. 13)
Por su parte, la Terapia Psicomotora (TPM) fue postulada por Da
Fonseca (1996) como
…una terapia que actúa por intermedio del cuerpo sobre las
funciones mentales perturbadas y considera al individuo en su
unidad y en su medio de vida (...) La TPM se sitúa entre la
pedagogía y la psicoterapia, es un medio que, haciendo actuar
al cuerpo, se dirige al individuo en su totalidad
somatopsíquica. (p. 115)
El objetivo fundamental de la TPM es el de descondicionar al niño de
ciertas formas de reacción a través de adaptaciones progresivas y compensar
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así algunos problemas motores en él existentes. Desde esta postura
psicoterapéutica los desórdenes se consideran consecuencia de atrasos en la
maduración, fijaciones o regresiones evolutivas, lesionales o funcionales que
provocan la desorganización de la motricidad en diferentes niveles, y
alterarán la relación y la evolución de varias estructuras comportamentales.
La conducta motora que se encuentra alterada y origina reacciones de
inmadurez, de inestabilidad e incluso de debilidad, es responsable del
desajuste motor a nivel de las vivencias corporales (Da Fonseca, 1996).
Partiendo de la premisa de que los problemas psicomotores son reflejo de
problemas afectivos subyacentes mediados por el pensamiento, se postula
reeducar la psicomotricidad del niño para acceder así a una re-estructuración
de sus problemas afectivos, pues en la medida en que se enseñen nuevas
formas de movimiento se desarrollan nuevas formas de pensamiento y de
relación con el mundo. El trabajo terapéutico, entonces, va de lo externo a lo
interno, intentando modificar los problemas afectivos a través de la
enseñanza de nuevas formas de movimiento. La TPM es una educación del
pensamiento a través del acto motor.
Ahora bien, la danzaterapia, antecedente más cercano de la psicoterapia
del movimiento, es definida por la Asociación Estadounidense de
Danzaterapia (ADTA por sus siglas en inglés) como “el uso terapéutico del
movimiento como un proceso que impulsa la integración emocional,
cognitiva, social y física del individuo” (ADTA, s.f., citado por Murow &
Unikel, 1998). Se fundamenta en la naturaleza expresiva de la danza y
principalmente es una terapia de tipo creativo. Ambos componentes facilitan
el desarrollo psicosocial, afectivo y cognitivo del individuo (Escobar, 1998).
La danzaterapia, como la mayoría de las terapias centradas en el cuerpo,
tiene sus más profundas raíces en el trabajo de Wilheim Reich, quien fue el
primero en reconocer que no sólo era importante lo que decía el paciente,
sino cómo lo decía (Hendricks, 1986). En el campo práctico, a partir de 1930
el personal de las instituciones psiquiátricas comenzó a reconocer que las
clases de danza moderna impartidas a sus pacientes tenían efectos
terapéuticos. Alrededor de una década después aparece de manera formal la
danzaterapia, principalmente con el trabajo pionero de Marian Chace en el
Hospital Saint Elizabeth, en Washington D.C. (Schmais & Whitte, 1986).
Como precursoras de la danzaterapia es importante también mencionar a
Trudi Schoop y Mary Whitehouse, quienes comenzaron a trabajar en 1940 en
California, basadas únicamente, al igual que Chace, en su experiencia como
bailarinas y coreógrafas (Hendricks, 1986).
Posteriormente, y desde la psicología, Lowen (1976, citado por
Quesada & Quesada, 2004), desarrolla el concepto de bioenergética, según el
cuál cada persona es su cuerpo, ninguna persona existe aparte de su cuerpo
viviente, a través del cual se expresa y se relaciona con el mundo que lo
rodea. Rescata que, mientras la expresión verbal permite a la persona negar u
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ocultar sentimientos propios, el cuerpo y su expresión no verbal develan
siempre los más internos y contradictorios conflictos de cada ser humano.
Ahora bien, en la danzaterapia se utiliza el movimiento o la danza como
vehículo primario de la comunicación (Hoban, 2000), partiendo de la
concepción de que el movimiento es reflejo de las dinámicas intrapsíquicas y
las formas de relación social previamente desarrolladas por el individuo. El
repertorio de movimientos de un sujeto constituye un espejo de su mundo
interno, por lo que al modificar dicho repertorio, el mundo interno es
también modificado. De esta manera, un amplio repertorio de movimientos
es un signo de salud, porque se es capaz de responder de distintas formas
ante el estrés (Schmais & Whitte, 1986).
La Asociación Estadounidense de Danzaterapia define como objetivos
básicos de esta práctica:
1. Desarrollar la imagen corporal, el concepto personal y un
repertorio amplio de movimiento.
2. Incrementar la conciencia de los estados fisiológicos y su
contraparte psicológica, tensiones emocionales y físicas y
alternativas para la conducta verbal y no verbal.
3. Expresión de la integración mente-cuerpo, interacción social y
ritual, incluyendo patrones individuales y grupales. (ADTA,
1981, citado por Murow & Unikel, 1998)
Uno de los objetivos de la danzaterapia es abrir canales de
comunicación en el ser humano (Benenzon, 2000). Hablar de danzaterapia es
hablar de comunicación pero en el sentido de la teoría de la comunicación de
Watzlawick, Beavin y Jackson (1967/1991) cuyo axioma es: “No hay
posibilidad de no comunicarse”. La danzaterapia formaría parte del proceso
de la comunicación dentro del gran mundo del contexto no verbal. Es así
como pensar en danzaterapia es pensar en una serie de metodologías y
técnicas diferentes en pos de la comunicación.
En el trabajo terapéutico, las actividades con movimiento son utilizadas
para motivar la expresión de emociones y desarrollar la psicomotricidad, para
obtener efectos terapéuticos y profilácticos, en la medida en que es posible
producir cambios en la relación del individuo consigo mismo y con los otros,
por medio de la aceptación del propio cuerpo, la integración y el cambio del
esquema corporal y la capacidad de vincularse; el goce por el juego, la
afirmación creativa, la exteriorización de los afectos y la aceptación del
colectivo, la adquisición de seguridad, de mayor autoestima, y la construcción
de recursos internos a partir del conocimiento de sí mismo, de sus límites y
sus posibilidades (Sefchovich & Waisburd, 1992, citados por Murow &
Unikel, 1998).
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En el ámbito investigativo el movimiento humano ha sido objeto de
estudio desde distintas disciplinas y por tanto, con perspectivas disímiles. Los
aspectos fisiológicos, neurológicos, sociales, culturales y psicológicos que
están relacionados con él han sido abordados por investigadores(as) y
autores(as) a través de la historia. La utilización de recursos del arte en forma
psicoterapéutica ha sido sustentada sobre bases teóricas diversas, entre las
que se pueden encontrar aquellas de tipo guestáltico, psicoanalítico,
transpersonal-humanista e incluso marxista, coincidiendo todas en que el arte
es un medio de acceso directo a aquello que no se puede expresar con las
palabras, a lo preverbal.
La revisión del material existente en el campo de las llamadas terapias
de arte permite observar que éstas han sido utilizadas no sólo para fines
psiquiátricos y psicológicos, sino que también se han realizado
investigaciones de corte médico para verificar las consecuencias que tienen a
nivel fisiológico, pues en muchos casos son utilizadas en el tratamiento de
dolencias físicas (Martí, 1999; Petterson, 2001; Pellizzari, 1999; Nordoff y
Robbins, 1962; Norris, 1999; Kumar, Tims, Cruess, Mintzer, Ironson, et al.,
1999; Burns, Harbuz, Hucklebridge & Bunt, 2001; Verdes & Fernández,
1994; Humphrey, 2000; Le Scouranec et al., 2001; Kaplan, s.f.; Schaverien,
s.f.).
Desde un enfoque psicoterapéutico (es decir, el movimiento como
agente de cambio psíquico) se logró acceder únicamente a cuatro
investigaciones, una de las cuales no se refiere a la utilización
psicoterapéutica del movimiento, sino a la danza como factor de promoción
ético-moral en adolescentes marginados (Murcia & Jaramillo, 1997). Dos de
estas investigaciones fueron realizadas en Costa Rica (Quesada & Quesada,
2004; Mora, 2001).
En un ambiente clínico, Unikel, Tiburcio y Rascón (1998) buscaron
fomentar la rehabilitación de pacientes con esquizofrenia crónica a través de
un programa de terapia de danza y movimiento en el Instituto Mexicano de
Psiquiatría. Algunas de las áreas en las cuales se observaron más claramente
los cambios de los pacientes después del tratamiento (de un año de duración)
son: socialización, expectativas a futuro, capacidad creativa, expresión de
emociones, participación, miedo a la crítica y capacidad para disfrutar la
actividad. De esta manera, la investigación muestra que los principales
beneficios que se pueden alcanzar mediante la terapia de danza y
movimiento expresivo con pacientes esquizofrénicos, se ven reflejados en
dos áreas características de la sintomatología de esta enfermedad: los
trastornos de la volición y los del afecto.
En este caso la metodología de investigación fue cualitativa, hecho que
permitió reflejar el tipo de proceso que se da durante esta terapia. El trabajo
con el cuerpo demostró abarcar también lo inconsciente, la mente y el
espíritu. La apropiación del espacio corporal incentiva la apropiación
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también del espacio emocional e intelectual, siendo un instrumento
terapéutico de suma importancia y utilidad. No obstante, es necesaria una
investigación más exhaustiva en cada una de las áreas y en cada uno de los
trastornos en los que se utiliza la danzaterapia para poder así sustentar de
forma más satisfactoria una práctica como esta.
En Costa Rica el estudio realizado por Mora (2001) consistió en un
tratamiento experimental con música y danza para determinar los efectos
agudo y crónico sobre el comportamiento no verbal de individuos con
discapacidad múltiple severa. Los resultados de la investigación demuestran
que las conductas analizadas se incrementaron significativamente con los tres
tipos de tratamiento, aunque el de música-danza fue superior a los otros,
además de presentar efecto de retención a los quince días de finalizar el
tratamiento, es decir, que los cambios conductuales se mantuvieron después
de este período.
Más recientemente, Quesada y Quesada (2004) desarrollaron y
evaluaron un programa de danza y/o movimiento creativo como una
estrategia alternativa para fomentar el bienestar psicológico de adolescentes
con discapacidad visual. Entre los principales resultados obtenidos se
evidencian una mayor autoaceptación de los participantes y empoderamiento
para emprender una vida independiente, mayor asertividad en la exploración,
expresión y manejo de sentimientos y una mejor relación con su corporeidad
y con el movimiento. Además los participantes lograron establecer relaciones
interpersonales nuevas y más significativas, lo cual resulta importante para
fortalece sus redes de apoyo y aprender de los otros nuevas modalidades de
enfrentar la vida.
Al analizar las investigaciones ya existentes en el campo de la utilización
del movimiento de forma terapéutica, cabe resaltar algunos elementos
importantes. Uno de ellos es la escasez de investigaciones que evalúen este
tipo de terapia. Es evidente la enorme dificultad de demostrar mediante
experimentos e investigaciones, cuantitativas o cualitativas, la existencia de
los elementos básicos de las teorías que sustentan esta práctica. Sin embargo,
una terapia es un medio para el cambio y si el cambio no se produce (a corto,
mediano o largo plazo) la terapia no cumplió su cometido. Pero ¿cómo saber
si una terapia en particular es beneficiosa en el tratamiento de un
determinado tipo de patología si no se le pone a prueba? Los resultados
obtenidos en las pocas investigaciones realizadas en psicología o psiquiatría
en el campo del movimiento como herramienta terapéutica son favorables y
apoyan su efectividad; no obstante, es necesario profundizar en su estudio.
Otro enfoque que se le ha dado al movimiento corporal es el de la
expresión corporal. Aunque inicialmente ésta no fue concebida como una
técnica terapéutica, su utilización también ha sido sometida a verificación
científica. Unikel y Galeano (1995), buscaron establecer una relación entre la
conducta del niño y la práctica de la expresión corporal como técnica del
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movimiento, partiendo de la hipótesis de que el medio social, en la mayoría
de los casos, no tiene los recursos para el desarrollo pleno del niño, hecho
que interviene en la formación de perturbaciones de la conducta. La práctica
de la expresión corporal se plantea como un elemento para detectar y tratar
estos problemas en forma no agresiva para los niños, los padres y los
maestros.
Los autores afirman que efectivamente la práctica de la expresión
corporal disminuyó significativamente la problemática conductual estudiada,
quedando así confirmadas las hipótesis del estudio, ya que el trabajo con las
imágenes corporales y el lenguaje inconsciente brindó una opción válida para
su representación y modificación. Al término de la investigación existió una
modificación conductual importante basada en la experimentación de la
corporeidad por medio del movimiento de los niños.
A partir de las conocidas propiedades psicoterapéuticas del movimiento
corporal, se han planteado modelos de tratamiento que también han sido
sometidos a investigación. En Cuba, Presmanes y Alonso (1996) utilizaron el
Modelo Psicoterapéutico de Acción Corporal (M.P.A.C.) para el tratamiento
de niños con trastornos de conducta, incluyendo en esta categoría patologías
como hiperactividad, timidez e inadaptación neurótica, entendidas según el
Glosario Cubano de la Clasificación Internacional de Enfermedades
Psiquiátricas. El modelo consiste en una serie de ejercicios corporales que
van desde la movilización e interrelación grupal hasta la relajación y los
ejercicios de formación o terapia. Cada sesión tiene además un período para
hablar sobre lo sentido o vivenciado mediante la ejecución de los ejercicios.
Al finalizar el tratamiento 54 de los 67 pacientes (80.5%) se ubicaron en
las categorías “altas” (desaparición total de la problemática) y “mejorados”
(eliminación parcial de la problemática). La patología que mayor mejoría
obtuvo fue la de timidez, seguida por inadaptación neurótica e
hiperactividad. El M.P.A.C. se presenta así como un modelo terapéutico
efectivo para este tipo de problemas.
Como se puede observar, el movimiento corporal como herramienta
terapéutica ha sido utilizado con éxito con distintos trastornos y distintas
poblaciones. Sin embargo, los enfoques ya existentes presentan algunas
debilidades, frente a las cuáles se plantea la psicoterapia del movimiento
como posible alternativa.
Hacia una psicoterapia del movimiento
Como se mencionó anteriormente el modelo psicoterapéutico
denominado psicoterapia del movimiento fue diseñado como parte de un
proyecto de investigación que intentaba trabajar sobre los procesos de
comunicación de adolescentes entre 14 y 18 años con un diagnóstico de
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esquizofrenia. Es por esta razón que las raíces y alcances de esta herramienta
terapéutica deben entenderse en este contexto específico.
La psicoterapia del movimiento pone énfasis en lo psíquico más que en
la conducta motora. Se parte del supuesto de que el movimiento evoluciona
conforme evoluciona el psiquismo y por tanto no se enseña el movimiento,
sino que éste se transforma por sí solo cuando se transforma el conflicto
psíquico. El cuerpo es el medio de expresión de la transformación y al
mismo tiempo su instrumento.
Este modelo terapéutico se diferencia de la expresión corporal y la
terapia psicomotora en que no es una pedagogía, es decir, no se enseña al
paciente a utilizar su cuerpo de una forma determinada, sino que se le incita a
descubrir su propio movimiento a través de ejercicios que fomentan la
autoexploración y la expresión. En este sentido, aunque se hace uso de la
expresión corporal como recurso básico, no se atiende a sus objetivos
pedagógicos, sino que se responde a objetivos meramente terapéuticos. Es
necesario diferenciarla también de la danzaterapia, ya que ésta se posiciona
como una corriente psicoterapéutica en donde se intenta acceder a los
conflictos intrapsíquicos únicamente a través del cuerpo y no de la palabra
para modificar el repertorio de movimientos del sujeto y por tanto su
conflicto interno. En el caso de la danzaterapia la palabra es un
complemento terapéutico, no un instrumento protagónico. La psicoterapia
del movimiento se postula como una herramienta psicoterapéutica, no una
corriente, basada en los supuestos psicológicos básicos, y en donde el trabajo
con el cuerpo cobra sentido en tanto posibilite la resolución posterior de los
conflictos internos del paciente, o al menos una aproximación terapéutica a
ellos. No se intenta modificar el movimiento para modificar el conflicto; el
movimiento se modifica conforme cambia la realidad psíquica del paciente y
en este proceso la palabra juega un papel importante, pues la palabra es tan
del cuerpo como el movimiento.
En el trabajo de investigación del que se desprende este artículo se trató
directamente con pacientes esquizofrénicos.
La etiología de esta enfermedad resulta todavía un misterio. La
complejidad del trastorno y sus múltiples variantes impiden establecer una
causalidad directa con alguno de los factores que influyen en su aparición y
curso.
Es innegable que existe evidencia de una predisposición genética y
alteraciones del neurodesarrollo que favorecen su surgimiento. Es evidente
también, que el ambiente socioafectivo influencia este surgimiento, al igual
que las características intrapsíquicas del individuo. Es por esta razón que en
este caso se aborda la esquizofrenia como un trastorno de origen y desarrollo
multifactorial, es decir, se reconoce la diversidad de influencias en su
etiología y la interrelación entre unas y otras. No obstante, se intenta trabajar
únicamente sobre los aspectos psicológicos del trastorno.
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Desde una perspectiva psicodinámica la realidad intrapsíquica del
individuo cobra mayor importancia, resaltando lo subjetivo y lo social-
relacional del sujeto. El paciente esquizofrénico no es únicamente un
producto de su estructura genética o biológica, o las condiciones sociales en
las que nace o crece, es también un producto de su propia psicodinamia y de
los mecanismos intrapsíquicos que utiliza para lidiar con ella. Esto posibilita
un abordaje terapéutico desde el cual el sujeto es partícipe de su propia
recuperación y no simplemente el objeto de procesos neuroquímicos que
intentan regular su estado. No se intenta de ninguna forma negar la
influencia que una predisposición genética o problemas del neurodesarrollo
puedan tener en la aparición de la enfermedad. Por el contrario, se
reconocen estas influencias en tanto se ven interrelacionadas con la
imposibilidad del sujeto de resolver en forma exitosa sus conflictos
intrapsíquicos.
Es así como en este trabajo se asume el conflicto esquizofrénico como
poseedor de las siguientes características:
1. El conflicto esquizofrénico implica una vuelta a etapas
preverbales del desarrollo en las que los límites entre el Yo y los
otros no se encuentran definidos claramente.
2. Los síntomas psicóticos tienen un significado que puede
contextualizarse en la problemática intrapsíquica ulterior y
refieren a la pérdida de contacto con la realidad y a los límites
del sí mismo.
3. Para los pacientes esquizofrénicos la relación humana está
cargada de terror, asociado especialmente al temor de
fusionarse con otros. Esto provoca el aislamiento físico y
emocional del paciente como medida defensiva.
Con respecto a los procesos de comunicación verbal y no verbal en la
esquizofrenia, los mismos se ven entorpecidos por la falta de límites del Yo y
por lo tanto del Otro.
Uno de los principales axiomas de la teoría de la comunicación de
Watzlawick, Beavin y Jackson (1967) se refiere a la imposibilidad del ser
humano de no comunicarse.
Para los autores un mensaje es cualquier unidad comunicación al
singular. Una serie de mensajes intercambiados entre personas recibirá el
nombre de interacción. Desde esta perspectiva teórica, toda conducta en una
situación de interacción tiene un valor de mensaje y por lo tanto es
comunicación. Es así como el no comunicar se vuelve imposible y ésta es la
base del dilema esquizofrénico.
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Si la conducta esquizofrénica se observa dejando de lado las
consideraciones etiológicas, parecería que el esquizofrénico
trata de no comunicarse. Pero, puesto que incluso el
sinsentido, el silencio, el retraimiento, la inmovilidad (silencio
postural) o cualquier otra forma de negación constituye en sí
mismo una comunicación, el esquizofrénico intenta la tarea
imposible de negar que se está comunicando y, al mismo
tiempo, de negar que su negación es una comunicación.
(Watzlawick et al., 1967, p. 51)
Ahora bien, este dilema conlleva particularidades que afectan todas las
áreas de la comunicación de los pacientes esquizofrénicos (semántica,
sintáctica y pragmática) debido a su estrecha interrelación, haciendo que en
estos casos la comunicación sea poco eficaz.
Laguna (2002) afirma que muchos de los problemas cotidianos de los
pacientes mentales crónicos tienen su origen en su incapacidad de expresar
sentimientos o para comunicar sus intereses y deseos. Las peculiaridades
anteriormente mencionadas provocan déficit social que afectan la calidad de
vida de estos pacientes.
Esto se asocia directamente con el papel que, según Greenberg y Paivio
(1997), juegan las emociones en la vida cotidiana de los individuos. Para
estos autores, las emociones regulan el funcionamiento mental organizando
tanto el pensamiento como la acción. Son un determinante crucial de la
conducta humana, pues dirigen las cogniciones y las acciones. El concepto
de emoción propuesto por Greenberg y Paivio (1997) se basa en el concepto
de Gendlin (1982, citado por Greenberg & Paivio, 1997) de “Sensación-
sentida”, la cual “se produce cuando uno puede sentir más de lo que
comprende, cuando lo que hay ahí es más que palabras y pensamientos,
cuando algo está bastante experienciado pero todavía no está claro, no se ha
abierto, o no se ha liberado” (Gendlin, 1982, citado por Greenberg & Paivio,
1997, p. 23, nota al pie).
Las emociones cumplen una función adaptativa y dirigen las acciones
del ser humano hacia el bienestar. Una de sus funciones más importantes es
la de conectar la naturaleza biológica de las personas con el mundo en el que
están inmersas (Greenberg & Paivio, 1997). Además tienen una función de
comunicación a lo interno y externo del individuo, ya que proporcionan
información acerca de las reacciones ante una situación, la valoración que se
hace de ésta y de las necesidades y metas que están operando en ese
momento. Por otro lado, proporcionan información a los demás sobre las
intenciones y disponibilidad para actuar de un sujeto en una situación
específica, ya que se presenta como resultado de una valoración automática
de la situación relacionándola con aquello que necesitamos/constituye
nuestra meta/nos importa y con la habilidad existente para enfrentarla. La
Psicoterapia del movimiento
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valoración puede ser rápida y automática o lenta y deliberada; la inmediatez
de la respuesta puede variar de acuerdo a la intensidad de la experiencia que
se está produciendo y con las experiencias asociadas al pasado (Greenberg &
Paivio, 1997).
Como se ha mencionado anteriormente, en el paciente esquizofrénico
la comunicación de las emociones se encuentra afectada, ocasionándole
dificultades para entrar en contacto con el mundo externo que les rodea. El
proceso natural de surgimiento y terminación de la emoción se ve
interrumpido, impidiendo que la emoción cumpla su función adaptativa al
ser comunicada a otros o reconocida por sí mismo.
Al ser las emociones instancias primitivas en el desarrollo del individuo
que coadyuvan a su adaptación al medio, se inscriben dentro de las etapas
preverbales del desarrollo, con la característica de ser allí “sensaciones-
sentidas”, como diría Gendlin (1982, citado por Greenberg & Paivio, 1997),
pues aún no existen concepciones lingüísticas que logren explicar lo que se
vivencia. En estas etapas únicamente existe el lenguaje analógico como
medio de comunicación y por lo tanto la comunicación de las emociones se
limita a la expresión por medios no verbales.
La regresión a períodos arcaicos del desarrollo de los pacientes
esquizofrénicos, su vuelta a estas etapas que anteceden a la palabra, implican
a su vez la dificultad para poner en palabras sus “sensaciones-sentidas”, o
para adaptar la expresión de sus emociones a los cánones sociales a los que
se accede en etapas posteriores del desarrollo. Es por esta razón que las
emociones difícilmente cumplen su función adaptativa.
Tomando en cuenta estas características de la comunicación de
emociones en los pacientes de esta investigación, se estudiaron todas las
manifestaciones verbales que provinieron de los pacientes, pero se dio una
mayor importancia a las manifestaciones del lenguaje no verbal que se
evidenciaron durante las sesiones terapéuticas. Dadas las características de la
investigación realizada, existió un énfasis en los componentes no orales o
corporales de la comunicación no verbal, asociados directamente a lo que
Watzlawick et al. (1967/1991) denominan “pragmática de la comunicación”.
Debido a que la esquizofrenia es conceptuada como una vuelta al
narcisismo, una fijación en etapas preverbales del desarrollo, se consideró
que la utilización del movimiento podía ser de gran utilidad en el tratamiento
de dicha enfermedad, pues éste también antecede a la palabra y es inherente
al ser humano desde el vientre materno. El paciente, entonces, trabaja su
conflicto desde un lenguaje propio que no le es desconocido y para el cual
no necesita acceder desde el primer momento al lenguaje verbal.
Entendiendo que desde la pragmática de la comunicación toda conducta es
comunicación, el movimiento constituirá para el paciente un medio para el
intercambio con el otro y este intercambio afectará la conducta tanto del
emisor como del receptor, permitiéndoles desarrollar un lenguaje común que
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puede evolucionar hacia formas de comunicación convencionales (el lenguaje
socialmente reconocido).
Al trabajar los procesos comunicativos desde un ámbito preverbal, que
es en el que se encuentra atrapado el esquizofrénico, la psicoterapia del
movimiento podría ser una herramienta útil para el mejoramiento de la
comunicación eficaz. Incentivando estos procesos comunicativos a través del
movimiento, se beneficiaría al paciente en su adaptación al medio externo,
pues esto permitiría que sus emociones fueran realmente reguladoras de la
adaptación (Greenberg & Paivio, 1997). Posteriormente, la utilización de la
palabra cobra también una importancia trascendental, pues todo intento de
comunicar emociones a través de las palabras implica un acceso, al menos
momentáneo, a etapas posteriores del desarrollo y por tanto un
reconocimiento de los límites del Yo y los Otros. Cuando esto sucede se
puede intentar una comunicación eficaz y simétrica con Otro que no
absorbe, sino que posee sus propios límites y esto significa un paso adelante
en la resolución del dilema esquizofrénico.
Aunque no se plantea la psicoterapia del movimiento como la solución
a los problemas subyacentes a las deficiencias en la comunicación de los
pacientes esquizofrénicos, al poner a prueba el modelo se obtuvieron
resultados alentadores en el sentido de que abren la posibilidad de ir más allá
en el estudio de dicha problemática.
En el proceso analizado con psicoterapia del movimiento se produjeron
cambios importantes a nivel comunicativo en los pacientes. El movimiento
corporal, lenguaje que antecede a la palabra y principal herramienta
terapéutica empleada, logra ser un canal efectivo para la codificación de los
mensajes y permite una comunicación más eficaz entre el paciente y los
Otros. A través del cuerpo se evaden mecanismos de defensa que entorpecen
la comunicación y las emociones logran ser expresadas con más facilidad,
pues no requieren de su “traducción” al lenguaje digital. Además el lenguaje
analógico y los aspectos relacionales de la comunicación permean los
mensajes de los pacientes y logran dar sentido a los símbolos emitidos. Las
acciones de los pacientes dejan de ser simples movimientos para convertirse
en un código que, tanto investigadoras y cuidadoras primarias como los
mismos pacientes, llegan a comprender y a asumir como propios,
estableciendo así intercambios comunicativos claros sin necesidad de decir
una palabra.
Por otro lado, se da una creación de vínculos paulatina, la cual supone
la disminución de las barreras de defensas psicóticas construidas alrededor
del núcleo del conflicto. El temor al Otro, característica central del trastorno
esquizofrénico, disminuye porque el trabajo con el cuerpo refuerza el
imaginario corporal de los pacientes y los límites del Yo. Cuando esto ocurre
disminuyen también las interferencias de la comunicación. El ruido y la
redundancia, por ejemplo, dan lugar a mensajes transparentes y permiten la
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adopción de símbolos del contexto psicosocial del individuo, acercándolo
más a los Otros que le rodean y poniendo en evidencia la disminución del
miedo a la fusión.
Este miedo a la fusión, que aparece más fuerte cuando los pacientes se
encuentran en estado de crisis, inscribe al sujeto en intercambios
comunicacionales de tipo complementario. El esquizofrénico responde a la
pregunta del Otro, pero limitando el intercambio lo más que pueda para no
acercarse demasiado y no ser succionado. Con los cambios en los límites del
Yo y la apertura a la comunicación lograda a través de la psicoterapia del
movimiento, estos intercambios se vuelven más simétricos y el paciente logra
percibirse en una condición de igual con su interlocutor, estableciendo así
relaciones interpersonales equivalentes en donde ambos tienen establecidos
sus límites personales. “Yo soy yo y él es él, por eso nos comunicamos en
igualdad de condiciones”.
Uno de los alcances más importantes de la psicoterapia del movimiento
fue lograr que, a pesar de la aparición de mecanismos de defensa en los
pacientes que provocaron un repliegue en el proceso, las conductas ya
desarrolladas dentro de un código para la comunicación se mantuvieran tres
meses y medio después de finalizado el tratamiento
1
, impidiendo así que el
dilema esquizofrénico se volviera a apropiar por completo del paciente y
beneficiándolo en cuanto a sus procesos comunicativos.
Limitaciones del modelo y recomendaciones
para su puesta en práctica
Aún y cuando la psicoterapia del movimiento tuvo resultados positivos
en su primera puesta a prueba como herramienta psicoterapéutica, es
importante tomar en cuenta las limitaciones del estudio realizado y algunas
recomendaciones que se desprenden de él para trabajos similares posteriores.
Una limitación importante para el proceso terapéutico en análisis es la
existencia de un clímax en las posibilidades de apertura comunicacional de
los pacientes, después del cuál aparecieron resistencias e incluso el abandono
del tratamiento. Debido a que dichas resistencias surgieron en la última etapa
del tratamiento, resultaba muy arriesgado intentar vencerlas. Traspasar el
límite de apertura se presenta como un reto para posteriores investigaciones
sobre este tipo de terapia, especialmente por la posibilidad del retroceso y un
nuevo repliegue en la situación segura (delirio psicótico).
1
En el caso específico del único paciente que completó el proceso terapéutico sin faltar a ninguna sesión.
Este periodo corresponde al momento de la última entrevista de seguimiento realizada a los participantes
del proyecto.
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El efecto de las variables extrañas no debe obviarse en ningún
momento. Entre ellas deben contarse la diversidad de tratamientos a los que
están sometidos los pacientes participantes, los acontecimientos de su vida
cotidiana durante el proceso, el curso natural de su enfermedad y la posible
influencia de factores inherentes a la terapia, como la activación motora y el
efecto del trabajo en grupo. Desde un estudio de tipo cuasiexperimental,
como fue el llevado a cabo, estas variables resultan imposibles de controlar.
Resultaría de mucha utilidad que posteriores investigaciones permitieran
conocer el efecto de la psicoterapia del movimiento controlando al máximo
estas variables.
Algunos síntomas negativos de la esquizofrenia, como la apatía, la
anhedonia y las dificultades de concentración, resultan en ocasiones una
limitante para un trabajo que implica la movilización y activación corporal de
los pacientes, como en el caso de la psicoterapia del movimiento. Flexibilizar
al máximo las sesiones es una medida recomendada para quien desee trabajar
con este tipo de terapia. Éstas deben adaptarse al estado de ánimo y
posibilidades del paciente en ese momento.
Ahora bien, mientras el delirio se apodera del psiquismo del individuo
lo mantiene sumergido en los conflictos básicos del trastorno. Conforme va
desapareciendo el delirio, las barreras se desmoronan y es más fácil acceder al
centro del conflicto utilizando el cuerpo como medio principal. Es en este
momento que la psicoterapia del movimiento puede ser más útil al paciente.
No obstante, durante el estudio se presentó el caso de una paciente para la
que se obtuvieron resultados positivos a partir del tratamiento aún y cuando
la paciente atravesaba crisis constantes. Resulta de vital importancia,
entonces, explorar las posibilidades terapéuticas de la psicoterapia del
movimiento durante el brote psicótico para comprobar su efectividad.
Por las características inherentes a la psicoterapia de movimiento, se
recomienda realizarla en grupo; sin embargo, debe existir un cuidado
riguroso de la información generada para no reemplazar el proceso
terapéutico individual por el proceso grupal. Cada paciente debe recibir
atención individualizada de acuerdo a sus necesidades y a la hora de analizar
los logros y limitaciones de la terapia cada caso debe ser explorado en forma
individual. El desarrollo de las sesiones debe, por tanto, tomar en cuenta no
sólo el proceso terapéutico del grupo, sino también el de cada paciente,
intentando adaptarse así a las necesidades de cada uno.
Al trabajar con pacientes esquizofrénicos debe tomarse en cuenta que,
en muchos de los casos, no existe una remisión total y permanente de los
síntomas positivos y por lo tanto son sensibles a las recaídas en cualquier
momento. Esta fragilidad se incrementa aún más cuando los pacientes niegan
o no comprenden el trastorno y deciden abandonar el tratamiento
farmacológico cuando ya se sienten mejor. Un trabajo estrecho con el
médico psiquiatra y el (los) psicoterapeuta (s) tradicional (es) que trabaja (n)
Psicoterapia del movimiento
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con el paciente se recomienda como medida para controlar el estado de éste,
o al menos entender algunas situaciones que podrían darse durante el
proceso con psicoterapia del movimiento.
Resulta también importante adaptar la continuidad del tratamiento al
proceso psíquico del paciente, no forzando ni alargándolo más allá de sus
posibilidades y tomando en cuenta el compromiso ético de buscar su
bienestar en todo momento.
Cada paciente posee características específicas en las manifestaciones
del trastorno y por tanto éstas deben tomarse en cuenta a la hora de trabajar
con este tipo de psicoterapia y a la hora de analizar sus resultados. Hacer
generalizaciones a partir de estos resulta muy riesgoso pues se pueden crear
falsas expectativas e incluso causar un efecto placebo.
Una recomendación importante generada a partir de las entrevistas con
los pacientes participantes y sus cuidadoras primarias está relacionada con el
espacio físico de trabajo. Este debe ser un espacio alternativo y neutral
donde los pacientes puedan trabajar sin sentirse estereotipados como
enfermos mentales, pues en ocasiones estos sentimientos negativos pueden
traspasarse al proceso terapéutico.
Por otra parte, los procesos de cierre deben ser cuidadosamente
planificados y llevados a cabo. El espacio que abre la psicoterapia del
movimiento es un espacio de apertura emocional. Un cierre abrupto o mal
manejado podría significar el repliegue del sujeto y la pérdida de los avances
logrados, situación que conllevaría el fracaso de la terapia. Desde un inicio
debe establecerse claramente el propósito del proceso, ya sea de tipo
investigativo o terapéutico, los límites y las características de éste. En ningún
momento debe permitirse la mala interpretación de la relación o el espacio
terapéutico. Límites claros resultarán en concepciones claras sobre lo que
realmente es el proceso y a lo que se aspira con él.
Conclusiones
De ninguna manera es posible finalizar sin mencionar la enorme puerta
que se abre al trabajar con los pacientes esquizofrénicos a través del cuerpo.
Sin intenciones de establecer esta propuesta psicoterapéutica como la
solución a los conflictos internos psicóticos, sus resultados evidencian una
luz que debe ser aún más explorada para conocer sus alcances reales. La
búsqueda de métodos alternativos de tratamiento para aquellos que no tienen
una vida mental saludable debe ser el norte de posteriores investigaciones
que partan de los resultados encontrados en ésta. Aún quedan muchos
misterios sin esclarecer. Una investigación con principios éticos fuertes y
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rigurosidad metodológica podría aportar al avance de la ciencia que beneficie
a ese 1% de la población que aún vive encerrada en sus propios temores.
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