Un aspecto que, en el ámbito de la lingüística aplicada al aprendizaje de segundas lenguas, está cobrando cada vez mayor pujanza es, sin duda, el relativo a la enseñanza de la lengua a inmigrantes y refugiados. Los cambios que se están operando en nuestra sociedad, con la creciente llegada de inmigrantes, y dejando a un lado todas sus importantes implicaciones políticas o económicas, han hecho variar la situación sociolingüística, por un lado, y han creado la necesidad de aprender la lengua del país de acogida, por otro. Así desde un punto de vista sociolingüístico, se ha multiplicado el contacto de lenguas, con el consiguiente bilingüismo o multilingüismo no sólo de los individuos, sino de la sociedad; la necesaria integración de importantes colectivos de inmigrantes genera a su vez el reto de su aprendizaje de la lengua, así como el de una escolarización no excluyente y que favorezca la multiculturalidad, para lo cual es imprescindible el dominio lingüístico y comunicativo. Es cierto que cuando aludo a inmigrantes (o desplazados, que también es un término que se plantea como alternativa) me estoy refiriendo a un colectivo muy amplio, y por tanto, con características muy dispares, en función de sus objetivos de aprendizaje, su procedencia y lengua materna, su formación previa y el conocimiento de otras lenguas que posean, su situación económica y laboral, etc. Pero también lo es que, precisamente por tal diversidad, no podemos caracterizar al grupo con un solo perfil y enfocar la metodología de enseñanza de la lengua de manera absolutamente distinta a como lo haríamos tratándose de hablantes no nativos que pretenden aprender una segunda lengua. Como es lógico, tanto la actuación del profesor como la elaboración de materiales y programas o las técnicas de enseñanza, entre otros aspectos, deberían abordarse de un modo específico, a partir del conocimiento de la realidad psicolingüística, sociolingüística y pedagógica a la que nos enfrentemos. Y para ello será crucial que hagamos un correcto análisis de necesidades que nos dará las pautas para programar adecuadamente en cada caso. Pero, en definitiva, el problema que subyace a la consideración de que la enseñanza a inmigrantes y refugiados ha de ser 'diferente' es que sobre la imagen de qué sea un inmigrante existen aún muchos estereotipos. Aunque sobre ello volvemos más adelante, creo que sería apropiado plantear la cuestión y programar la enseñanza desde la adaptación a la realidad concreta que asumamos (repito: muy variable) y no intentar aplicar un modelo especial previsto a priori para una situación que quizás no coincida con la que se nos plantea realmente. Desde esta última perspectiva, la que tiene que ver estrictamente con la enseñanza de la segunda lengua, tanto a los inmigrantes adultos como a sus hijos en edad escolar, abordo la presente comunicación. A partir de mi experiencia en la