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Estudios de Psicología:
Studies in Psychology
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Mitos y realidades
en torno al ciclo
menstrual: análisis de la
sintomatología asociada
Victoria A. Ferrera, Margarita Gilia &
Esperanza Boscha
a Universidad de las Islas Baleares
Published online: 23 Jan 2014.
To cite this article: Victoria A. Ferrer, Margarita Gili & Esperanza Bosch
(1999) Mitos y realidades en torno al ciclo menstrual: análisis de la
sintomatología asociada, Estudios de Psicología: Studies in Psychology,
20:63-64, 21-32
To link to this article: http://dx.doi.org/10.1174/02109399960256739
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Mitos y realidades en torno al
ciclo menstrual: análisis de la
sintomatología asociada
VICTORIA A. FERRER, MARGARITA GILI Y ESPERANZA BOSCH
Universidad de las Islas Baleares
Resumen
A través de la historia, el ciclo menstrual ha sido un fenómeno mal conocido y considerado como factor debilitador
y limitador de la actividad femenina. En relación a los trastornos asociados a la menstruación se han mantenido pos-
turas contradictorias. Así, algunos sectores profesionales y científicos han desestimado su ocurrencia, considerando que
las molestias y los dolores son consustanciales a la menstruación y no constituyen un trastorno específico. En cambios,
otros han sostenido que la menstruación genera sistemáticamente trastornos, malestares y disminución del rendimiento,
llevando incluso al abandono de las tareas habituales, en todas las mujeres y en todos los casos.
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia, realizada, por una parte, con población universitaria
y, por otra, con población general, para conocer la vivencia y sintomatología asociada al ciclo menstrual en mujeres de
nuestro entorno.
Los resultados obtenidos indican que entre un 10-15% de las mujeres entrevistadas presentan cambios relaciona-
dos con su menstruación de suficiente magnitud y/o impacto como para hablar de la existencia de patología o incapaci-
tación. En el resto de los casos, o no se detectan cambios o éstos son mínimos y no repercuten sobre la vida de las mujeres.
Así pues, estos resultados confirman que, aunque algunas mujeres padecen trastornos relacionados con la menstrua-
ción, para la mayoría la menstruación no es un trastorno, si no un suceso natural que no interfiere en sus vidas. Con-
secuentemente, la ocurrencia de la menstruación ni puede ni debe ser empleada para argumentar una supuesta debili-
dad física o emocional de las mujeres.
Palabras clave: Ciclo menstrual, trastornos menstruales.
Myths and facts on menstrual cycle:
Analysis of associated symptomatology
Abstract
Throughout history, menstrual cycle have been a mislead concept and regarded as a factor of weakness and restric-
tive of feminine activities. Symptoms associated to menstruation have been object of controversial points of view. Some
professional and scientific groups have regarded them as a non important phenomena, suggesting that pain and dis-
comfort as a part of menstruation and not an specific disease. However, other groups have suggested that menstruation
origins systematically diseases, discomfort and a decrease of performance, leading sometimes to giving up daily tasks,
in all women and ever.
This analysis is part of a broader investigation carried out, on the one hand with undergraduated students and,
on the other with general population in order to know the experience and associated symptomatology of menstrual cycle.
Results suggest that a 10-15% of women show changes related to menstruation that are so important that allow
to think about pathology or handicap. Rest of cases does not show important changes that rebound on daily life. So,
results confirms that, although some women suffer from disorders related to menstruation, for the major part of women
menstruation is not a disease, but a natural phenomena that does not interfere with daily life. As a consequence, mens-
truation can not be used as an argument to the assumption of physical or emotional weakness of women.
Keywords: Menstrual cycle, disorders related to menstruation.
Correspondencia con las autoras: Departamento de Psicología. Universidad de las Islas Baleares. Campus de la
UIB. Ctra. Valldemossa km 7’5. 07071 Palma de Mallorca. Baleares. España. Telf. 971-17-34-80; Fax 971-
17-31-90.
© 1999 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-9395 Estudios de Psicología, 1999, 63-64, 21-32
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Tal y como ha sucedido con otras cuestiones, el ciclo menstrual y el aparato
reproductor femenino han sido estudiados a través de la historia de forma poco
objetiva y respondiendo muchas veces más a creencias mágicas o populares que a
los conocimientos científicos disponibles.
Durante la Edad Media se consideraba que la menstruación era una demostra-
ción de la naturaleza esencialmente pecaminosa y de la inferioridad de las muje-
res. Y, aunque podemos encontrar intentos de aproximación científica al tema
según los cánones de la época, como los de la abadesa Hildegarda de Binge
(1098-1178), la última gran profetisa (Bertini et al., 1991), única mujer medie-
val que aplica las características de los diferentes humores a las mujeres (Labarge,
1988), estos intentos no tuvieron gran transcendencia.
En plena Revolución Científica (s. XVI) no sólo continuaron estas inexactitu-
des y creencias mágicas sino que, además, se incluyeron en los textos médicos lo
cual les otorgó un tinte de cientificidad. Como señalan Anderson y Zinsser
(1992), la Revolución Científica no existió para las mujeres. Así, los escritos y las
conclusiones sobre la anatomía y la fisiología de las mujeres, sobre la reproduc-
ción y el ciclo menstrual, de autores como Fallopio y otros, más que basarse en
las observaciones y en los hallazgos científicos de la época, recuperaron los conte-
nidos de autores clásicos como Aristóteles o Galeno (que se consideraban supera-
dos en otros temas) y plasmaron las ideas tradicionales sobre la inferioridad inna-
ta de las mujeres, sobre su naturaleza y su función. Así, aunque el sistema repro-
ductor masculino se conocía y comprendía desde finales del s. XVII, el ciclo
reproductor femenino siguió siendo un misterio hasta bien avanzado el s. XIX
(el óvulo fue descubierto en 1827 y la fertilización fue comprendida en 1883).
Igualmente, la naciente psicología y, particularmente el psicoanálisis reforza-
ron en los inicios del s. XX esa visión tradicional sobre las mujeres. El propio
Freud asumió y defendió la idea de que las mujeres eran inferiores y debían estar
supeditadas a los varones, seres superiores y más sanos. Célebres psicoanalistas,
como Helen Deutsch, afirmaron el carácter innato del masoquismo femenino
considerando que, ya que la biología hacía necesario que las mujeres sintieran
dolor en varios momentos de su vida (la menstruación, la rotura del himen, el
parto, etc.), la capacidad de obtener placer a través del dolor era un ajuste de
madurez femenina a la realidad. Además, a partir de la influencia psicoanalista,
los primeros estudios psicológicos que abordaron el ciclo menstrual lo relaciona-
ron con las variaciones en la conducta sexual de las mujeres, lo que supuso una
clara limitación y una actualización de las ideas tradicionales al respecto.
Y, si hay que esperar a finales del s. XIX para disponer de conocimientos cien-
tíficos sobre el ciclo reproductor femenino, no será hasta la segunda mitad del s.
XX cuando los trastornos asociados a la menstruación comiencen a ser objeto de
estudio para médicos y psicólogos.
Pero, además de poco conocida, la menstruación ha sido considerada a lo largo
de la historia, por la comunidad en general y por las mujeres en particular, como
un suceso negativo. Esa connotación queda de manifiesto, entre otros, en dos
aspectos básicos. Por una parte, queda de manifiesto en un proceso de negación
de su existencia. La menstruación es algo que sucede pero que se intenta hacer
invisible y se menciona mediante eufemismos o formas alternativas que la disfra-
zan y/o encubren. En un trabajo previo realizado por nosotras en el ámbito medi-
terráneo recogimos más de 50 eufemismos relativos a la menstruación y emplea-
dos habitualmente aún en la actualidad (Bosch et al., 1993a). Dentro de la Psico-
logía, esta negación podría encontrar continuidad en las palabras de Freud
(1932-1974) quien considera el pudor como una cualidad femenina por excelen-
cia, cuya intención primaria sería encubrir el carácter defectuoso de sus genitales.
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Por otra parte, esa connotación negativa se refleja en una amplia gama de restric-
ciones conductuales ligadas a la menstruación. Dichas restricciones van desde la
prohibición a la mujer menstruante de participar en las ceremonias religiosas,
hasta su exclusión de la vida cotidiana en algunas comunidades, la prohibición
de tocar ciertos objetos o ciertos alimentos, etc. y han quedado recogidas incluso
en textos científicos. Así, por ejemplo, el British Medical Journal en un trabajo
publicado en 1878 recogía la idea de que la carne se corrompía cuando la tocaba
una mujer que estaba menstruando (Iglesias, Camarasa y Centelles, 1987). En
trabajos realizados recientemente en nuestro entorno cultural (Bosch et al.,
1993b; Sau, 1980) se observa la permanencia de algunas de estas restricciones
(como no lavarse la cabeza o caminar descalza, no regar las plantas o arreglar las
flores, no preparar ciertos alimentos, ...). Dichas restriccciones podrían relacio-
narse con dos cuestiones básicas.
En primer lugar, a lo largo de la historia, ha sido frecuente la presentación de la
menstruación como un suceso especialmente debilitador e incapacitante para la
mujer, considerando que se trata de una enorme tensión a la que se ve sometido
un organismo, el femenino, ya débil de por sí. En algunos escritos del siglo XIX
encontramos claras referencias a la debilidad derivada de la menstruación y a la
necesidad consecuente de restringir la actividad. Por ejemplo, Jules Michelet afir-
maba en su libro “Sobre el amor” (1859, en Anderson y Zinsser, 1992, p. 179)
que debido a la menstruación “durante 15 ó 20 días de 28 (podríamos decir que
casi siempre) una mujer no es sólo una inválida, sino una inválida herida”. Rela-
cionado con esto, los tratados médicos de la época sugerían que se debía impedir a
las chicas que realizasen cualquier actividad física y, especialmente, cualquier tipo
de esfuerzo intelectual durante el período (Anderson y Zinsser, 1992).
Otra razón para estas restricciones podemos encontrarla en la consideración
de la menstruación como recordatorio de la impureza de la mujer. En la tradi-
ción judeo-cristiana, en la islámica, en las religiones orientales, y también en
muchas tribus primitivas se considera que la sangre menstrual es impura y/o
tiene poderes malignos y por ello la mujer que está menstruando debe mante-
nerse alejada de los demás para no contagiarles la impureza o causarles algún
mal.
En definitiva, a lo largo de la historia el ciclo menstrual ha sido un fenómeno
mal conocido y considerado como un factor debilitador y limitador de la activi-
dad femenina y el hecho de que las mujeres perdieran sangre cada mes, sin enfer-
mar o morir por ello, ha añadido un motivo de confusión que ha llevado a atri-
buir al flujo menstrual toda clase de cualidades mágicas y maléficas (Berriot-Sal-
vadore, 1992).
En cuanto a los trastornos asociados a la menstruación, como se indicó ante-
riormente, éstos comenzaron a ser objeto de estudio para la medicina y la psico-
logía en la segunda mitad de nuestro siglo y hoy en día constituyen un impor-
tante ámbito de trabajo, entre otras cosas, porque con la incorporación de la
mujer al mundo laboral han comenzado a ser medidos no sólo en forma de coste
personal sino también en forma de pérdidas en horas de trabajo, gastos sanita-
rios, etc. (Larroy, 1993).
El estudio de estos trastornos, como todo lo relativo a la menstruación y al
ciclo menstrual, tampoco ha estado exento de polémica. En este caso, la polémi-
ca se ha centrado en lo siguiente: Mientras algunos sectores científicos y profesio-
nales consideran que estos trastornos no constituyen un problema de salud sino
una característica propia de la menstruación cuya única solución proviene de los
analgésicos y la paciencia; otros consideran que la menstruación incluye trastor-
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nos, malestar y disminución del rendimiento, que constituyen un problema de
salud en todas las mujeres y en todos los casos.
Como es lógico, la polémica también alcanza a la definición y epidemiología
de estos trastornos, de entre los cuales los más frecuentes son la dismenorrea pri-
maria y el síndrome premenstrual.
La dismenorrea suele definirse como el conjunto de dolor (abdominal, de
espalda, de piernas, de cabeza, ...) y síntomas asociados (calambres, malestar
general, vómitos, sentimientos disfóricos, ...) que aparecen de unos días a unas
horas antes del inicio de la menstruación y se prolongan durante la misma
(Larroy, 1993). Los datos sobre la prevalencia de la dismenorrea son muy dispa-
res, oscilando, según el tipo de población estudiada y la definición del trastorno
que se maneje, en considerar que entre un 35% y un 95% de las mujeres en edad
menstrual padecen dismenorrea (Larroy, 1996). En términos generales, se puede
decir que la dismenorrea afecta al 50% de las mujeres menstruantes, siendo este
porcentaje superior entre las más jóvenes (65-80%) e inferior (50-60%) entre las
más mayores (Iglesias et al., 1987; Larroy, 1995).
En cuanto a la tensión o síndrome premenstrual, este término fue acuñado
por Frank en 1931 para referirse a la presencia de sintomatología nerviosa, ten-
sión, irritabilidad, inestabilidad y depresión en los días anteriores al inicio de la
menstruación. Desde entonces se han realizado numerosos estudios sobre el tema
y aún actualmente el término sigue siendo vago y difuso. Así, se han descrito
hasta 150 síntomas diferentes característicos de este síndrome (incluyendo bási-
camente manifestaciones mamarias, alteraciones psíquicas y de comportamiento
y congestión abdomino-pelviana) y aunque se considera que para poder diagnos-
ticarlo los síntomas deben estar presentes antes del inicio de la menstruación y
desaparecer con su inicio, no existe consenso sobre los intervalos de tiempo. Esta
ausencia de criterios generales hace que los datos epidemiológicos sean muy
variables, de manera que, como ya señalaba Moos (1968), se ha llegado desde
considerar que no existe este síndrome hasta establecer que todas las mujeres en
edad menstrual lo padecen. Los estudios actuales sugieren que se trata de un pro-
blema que afecta aproximadamente a entre un 25% y un 97% de las mujeres,
siendo frecuente en la menarquía y acentuándose con el paso del tiempo (Iglesias
et al., 1987; Larroy, 1996). Sin embargo, y al igual que ocurre con la dismeno-
rrea, la prevalencia del síndrome premenstrual es muy variable según el método
de detección empleado y los criterios diagnósticos aplicados (Logue y Moos,
1986).
Los trastornos menstruales no son trastornos psicopatológicos y por ello no
están recogidos como tales en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Tras-
tornos Mentales, aunque sí se incluye un trastorno (denominado “Trastorno dis-
fórico del final de la fase luteínica” en el DSM-III-R y “Síndrome Disfórico Pre-
menstrual” en el DSM-IV) que abarca los síntomas psicológicos del síndrome
premenstrual y de la dismenorrea primaria y que pone énfasis en los síntomas
afectivos (bajo humor, oscilaciones de ánimo, tensión, agresividad, ...) y en el
deterioro funcional que causan. Manejando criterios para el diagnóstico de Sín-
drome Disfórico Premenstrual se habla de una prevalencia de entre el 2% y el
9% (Ramcharan et al., 1992), aunque tampoco queda claro si este síndrome
constituye realmente una forma de depresión o de síndrome premenstrual (Sal-
vatierra y Moreno, 1996).
Este trabajo pretende analizar el tipo y cantidad de sintomatología relaciona-
da con el ciclo menstrual de la que informan las mujeres. Para ello se revisan los
datos procedentes de dos muestras, una de estudiantes universitarias y otra de
población general.
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MÉTODO
a) Datos sobre población universitaria
Sujetos: La muestra está compuesta por 115 estudiantes universitarias de
Psicología y Enfermería de la Universitat de les Illes Balears. Tras excluir a
aquellas que estaban tomando anticonceptivos orales en el momento de reali-
zar las entrevistas para evitar los efectos distorsionadores que ello pudiera cau-
sar, quedó compuesta por 95 estudiantes. Su edad media es de 21.51 años
(rango 18-43 años, d.t. 3.66) y el 67.4% de ellas tiene entre 19 y 21 años. La
mayoría son solteras (93.7%), sin hijos (94.7%) y residen actualm ente
(75.8%) en la ciudad. En cuanto a su historia menstrual, la edad media de la
primera regla se sitúa en 12.39 años (rango 8-17 años, d.t. 1.37), predominan-
do quienes recibieron la primera información sobre el tema de sus madres
(47.4%). La duración media de la menstruación es de 4.92 días (rango 3-9
días, d.t. 1.19) y la media entre menstruaciones de 29.47 días (rango 0-50
días, d.t. 5.87), considerando la mayoría de ellas (53’7%) que su ciclo mens-
trual es regular.
Instrumentos: Para recoger datos demográficos y clínicos relativos a la historia y
características actuales del ciclo menstrual se empleó una entrevista estructurada
elaborada al efecto.
Para evaluar la presencia de sintomatología asociada al ciclo menstrual se
empleó el “Moos Distress Questionnaire” (MDQ, Moos, 1968), formado por 47
items, agrupados en 8 factores relativos a los síntomas más frecuentemente reco-
gidos en la literatura y que son valorados en una escala de 7 puntos (de 1, ausen-
cia del síntoma, a 7, presencia aguda o parcialmente incapacitante). De esos fac-
tores, 6 se refieren a síntomas negativos (dolor, dificultades de concentración,
alteraciones del comportamiento, reacciones vegetativas, retención de líquidos y
humor negativo), uno a activación o síntomas positivos y el último es una escala
de control.
Procedimiento: Los instrumentos descritos anteriormente fueron adminis-
trados a las estudiantes durante su horario lectivo. El MDQ fue administrado
en su forma C, es decir, valorando los síntomas retrospectivamente en rela-
ción a tres momentos del ciclo menstrual, fase premenstrual (7 días anteriores
a la menstruación), menstrual (menstruación) e intermenstrual (resto del
ciclo).
Análisis de datos: En primer lugar se obtuvieron las puntuaciones medias para
cada factor (promediando la puntuación de los items que comprende ese factor,
obteniendo así puntuaciones factoriales que oscilan entre 1 y 7) en cada fase del
ciclo menstrual y se compararon entre sí. Se obtuvo también una puntuación
global de síntomas negativos (promedio de las puntuaciones obtenidas en los 6
factores de síntomas negativos). A continuación, se revisó en qué medida la
sintomatología se hallaba presente en la muestra estudiada. Para ello se toma-
ron como base los criterios de la Conferencia de consenso sobre el síndrome pre-
menstrual del “National Institute of Mental Health” (Hamilton et al., 1984) que
considera anormales las puntuaciones de las fases premenstrual y menstrual que
muestren un incremento superior al 30% con respecto a las de la fase inter-
menstrual para cada escala de síntomas negativos y para la puntuación global
de síntomas negativos. Además, y de acuerdo, con autores como Salvatierra y
Moreno (1996), se consideraron anormales los decrementos en la escala de acti-
vación superiores al 30% entre las fases intermenstrual y premenstrual y mens-
trual.
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b) Datos sobre población general
Sujetos: Por encargo de la “Comissió Interdepartamental de la Dona del Govern Bale-
ar” y cofinanciado por esta comisión y por el Instituto de la Mujer del Ministerio
de Asuntos Sociales se llevó a cabo un estudio sobre la situación de las mujeres en
nuestra comunidad (Bosch et al., 1996). Para ello, se seleccionó, mediante un
muestreo estratificado por municipios y cuotas (sexo y edad), una muestra de
1.800 personas, mayores de 18 años y menores de 80, residentes en las Islas Balea-
res. En este trabajo se revisan los datos de aquellas mujeres incluidas en la muestra
que no han llegado a la menopausia (N=521). Su edad media es de 33.34 años
(d.t. 10.73) y la mayoría de ellas están casadas (59’1%) y tienen una media de
1.07 hijos (d.t. 1.31 hijos).
Instrumentos: A las personas incluidas en la muestra se les aplicó una encuesta
elaborada al efecto (Bosch et al., 1996) que analiza diferentes aspectos de la reali-
dad social (datos socio-demográficos, hábitos familiares, estudios, ....). De ellos,
en el presente trabajo se analizan los datos relativos a salud y, concretamente, al
ciclo menstrual.
Procedimiento: La mencionada encuesta fue administrada mediante entrevistas
domiciliarias ralizadas por un equipo de 40 entrevistadores previamente entre-
nados para tal fin.
Análisis de datos: Se hace un análisis descriptivo de los resultados obtenidos
presentando los porcentajes de mujeres que indican padecer algún tipo de
molestia premenstrual y menstrual. Cabe señalar que las mujeres entrevistadas
podían especificar hasta un máximo de tres molestias o síntomas en cada caso.
RESULTADOS
a) Datos sobre población universitaria
En primer lugar se obtuvieron las puntuaciones medias para los factores del
MDQ y para los síntomas negativos en cada fase del ciclo menstrual y se compa-
raron entre sí.
Como puede observarse (Figura 1), para la fase intermentrual se obtienen las
puntuaciones medias más bajas en los 6 factores relativos a síntomas negativos,
en sintomatología negativa y en control, y las puntuaciones medias más altas en
activación. Las puntuaciones medias más elevadas para cada fase corresponden al
factor activación para la fase intermenstrual y al factor retención de líquidos para
las fases premenstrual y menstrual, y las más bajas para cada fase al factor reac-
ciones autonómicas o vegetativas para la fase intermenstrual, a las dificultades de
concentración para la fase premenstrual y al control para la fase menstrual.
Al establecer comparaciones entre fases (Tabla I) se observa que las diferencias
entre las fases intermenstrual y premenstrual e intermenstrual y menstrual van
en el sentido ya descrito y son estadísticamente significativas en todos los casos.
La comparación de las puntuaciones medias obtenidas para las fases premens-
trual y menstrual (Tabla II) indica que éstas son significativamente más elevadas
para la fase premenstrual en activación (t=2.28, p=0.0247) y control (t=2.26;
p=0.0259) y significativamente más elevadas para la fase menstrual en dolor (t=-
3.18; p=0.0028), cambio conductual (t=-4.91; p=0.0000), reacciones autonómi-
cas (t=-4.05; p=0.0001) y síntomas negativos (t=2.28; p=0.0247).
Al revisar la distribución de esta sintomatología en la muestra estudiada
(Tabla III) se observó, en primer lugar, que el porcentaje de mujeres que no pre-
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sentaban sintomatología oscilaba para la fase premenstrual entre el 7’4% (reten-
ción de líquidos) y el 51’6% (reacciones vegetativas) y para la fase menstrual
entre el 5’3% (dolor) y el 38’9% (control).
Por otra parte, se observó la presencia de puntuaciones que podían considerar-
se anormales (variación superior a un 30% con respecto a la fase intermenstrual)
en un porcentaje de mujeres que oscilaba entre el 1’1% (dificultades de concen-
tración) y el 35’8% (retención de líquidos) para la fase premenstrual y entre el
2’1% (control) y el 30’1% (retención de líquidos) para la fase menstrual.
En opinión de Salvatierra y Moreno (1996), a partir de las variaciones entre
fases en las escalas del MDQ puede diferenciarse la presencia de síndrome pre-
menstrual, síndrome menstrual o síndrome combinado. Así, por comparación
con la fase intermenstrual: Hablaremos de síndrome premenstrual cuando la
27
FIGURA 1
Puntuaciones medias para cada factor del MDQ en cada fase del ciclo menstrual
Dolor Concentr ac. C.conduct. R.autonó m. R et. líquidos H. negativ. Sint.neg at. Ac tivación Contro l
1
2
3
4
5
6
7Intermen str.
Premenstr .
Menstruac.
Puntuació n media
TABLA I
Puntuación media en cada factor en las fases intermenstrual, premenstrual y menstrual (muestra
universitaria)
Media Media Media t; p t; p
Factor (d.t.) (d.t.) (d.t.) intermenstr. intermenstr.
intermenstr. premestr. menstr.
F1: Dolor 1.45 2.32 2.67 -8.42 -11.91
(0.67) (1.21) (1.19) 0.0000 0.0000
F2: Dificultades de concentración 1.15 1.50 1.55 -5.68 -6.59
(0.31) (0.61) (0.69) 0.0000 0.0000
F3: Cambio conductual 1.33 1.90 2.48 -5.91 -9.25
(0.54) (1.00) (1.35) 0.0000 0.0000
F4: Reacciones autonómicas 1.10 1.58 2.04 -5.59 -7.72
(0.30) (0.87) (1.26) 0.0000 0.0000
F5: Retención de líquidos 1.26 3.10 2.91 -12.00 -13.09
(0.48) (1.50) (1.35) 0.0000 0.0000
F6: Humor negativo 1.39 2.51 2.56 -9.25 -10.39
(0.56) (1.27) (1.22) 0.0000 0.0000
SÍNTOMAS NEGATIVOS 1.28 2.15 2.37 -11.12 -13.83
(0.36) (0.82) (0.91) 0.0000 0.0000
F7: Activación 2.82 2.16 1.96 4.98 6.39
(1.41) (1.10) (1.14) 0.0000 0.0000
F8: Control 1.15 1.67 1.54 -7.65 -6.44
(0.33) (0.75) (0.75) 0.0000 0.0000
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puntuación global en síntomas negativos aumenta más de un 30% (y no lo hace
para la fase menstrual) y la puntuación en activación decrece más de un 30%
durante esta fase. Hablaremos de síndrome menstrual cuando la puntuación glo-
28
TABLA III
Distribución de la sintomatología para cada factor (muestra universitaria)
Factor Ausencia de síntomas Anormalidad
F1: Dolor
Fase premenstrual 15 (15,8%) 14 (14,7%)
Fase menstrual 5 (5,3%) 19 (20%)
F2: Dificultad concentración
Fase premenstrual 28 (29,5%) 1 (1,1%)
Fase menstrual 25 (26,3%) 2 (2,2%)
F3: Cambio conductual
Fase premenstrual 30 (31,6%) 10 (10,5%)
Fase menstrual 15 (15,8%) 20 (21,1%)
F4: Reacciones autonómicas
Fase premenstrual 49 (51,6%) 7 (7,4%)
Fase menstrual 32 (33,7%) 12 (12,6%)
F5: Retención de líquidos
Fase premenstrual 7 (7,4%) 34 (35,8%)
Fase menstrual 8 (8,4%) 29 (30,1%)
F6: Humor negativo
Fase premenstrual 12 (12,6%) 18 (18,9%)
Fase menstrual 8 (8,4%) 21 (22,1%)
SÍNTOMAS NEGATIVOS
Fase premenstrual 3 (3,2%) 8 (8,4%)
Fase menstrual 1 (1,1%) 16 (16,8%)
F7: Activación
Fase premenstrual 19 (20,0%) 15 (15,8%)
Fase menstrual 29 (30,5%) 17 (17,9%)
F8: Control
Fase premenstrual 23 (24,2%) 3 (3,2%)
Fase menstrual 37 (38,9%) 2 (2,1%)
Ausencia de síntomas: P=1; Anormalidad: Aumento del 30% respecto a la fase intermenstrual (decremento en el caso
del factor actividad).
Tabla II
Puntuación media en cada factor en las fases premenstrual y menstrual (muestra
universitaria)
Factor Media (d.t.) Media (d.t.) t p
premenstruación menstruación
F1: Dolor2.32 (1.21) 2.67 (1.19) -3.18 0.0028
F2: Dificultad concentración 1.50 (0.61) 1.55 (0.69) No sign.
F3: Cambio conductual 1.90 (1.00) 2.48 (1.35) -4.91 0.0000
F4: Reacciones autonómicas 1.58 (0.87) 2.04 (1.26) -4.05 0.0001
F5: Retención de líquidos 3.10 (1.50) 2.91 (1.35) No sign.
F6: Humor negativo 2.51 (1.27) 2.56 (1.22) No sign.
SÍNTOMAS NEGATIVOS 2.15 (0.82) 2.37 (0.91) -2.97 0.0038
F7: Activación2.16 (1.10) 1.96 (1.14) 2.28 0.0247
F8: Control1.67 (0.75) 1.54 (0.75) 2.26 0.0259
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bal en síntomas negativos aumenta más de un 30% (y no lo hace para la fase pre-
menstrual) y la puntuación en activación decrece más de un 30% durante esta
fase. Hablaremos de síndrome combinado cuando la puntuación global en sínto-
mas negativos aumenta más de un 30% y la puntuación en activación decrece
más de un 30% durante las fases premenstrual y menstrual. Al aplicar estos cri-
terios a la muestra estudiada observamos que el 1’1% (1) de las mujeres entrevis-
tadas presentaba síndrome premenstrual, el 5’3% (5) síndrome menstrual y el
1’1% (1) síndrome combinado, mientras el 92’5% restante presentaba un ciclo
menstrual que podía considerarse como normal de acuerdo con estos criterios.
Finalmente, señalar que en el cuestionario de datos sociodemográficos se
incluyó una pregunta relativa a la existencia de días de incapacitación debidos a
la menstruación en los 6 meses anteriores a la cumplimentación de las pruebas.
El 29’5% de las mujeres entrevistadas contestaron afirmativamente a esta cues-
tión.
b) Datos sobre población general
En primer lugar, de entre las mujeres que contestaron a la pregunta “¿Tiene
Vd. molestias el/los dias anteriores al inicio de su menstruación?” (97’5% de las
entrevistadas), un 52’5% afirmó tener algún tipo de molestia premenstrual (sin
especificar), frente a un 47’4% que indicó no tenerla. Entre las molestias pre-
menstruales más citadas (Tabla IV) destacan el dolor abdominal (11’2%), los
cambios de humor (9’3%), el dolor de cabeza (7’5%), de ovarios (7’3%) y de
riñones (5’9%).
TABLA IV
Molestias más frecuentes antes de la menstruación (población general)
Síntoma n%
(N=508)
Cambios de humor 47 9’3%
Cansancio 7 1’4%
Dolor abdominal 57 11’2%
Dolor de cabeza 38 7’5%
Dolor de ovarios 37 7’3%
Dolor-tensión en el pecho 19 3’7%
Dolor de piernas 8 1’6%
Dolor de riñones 30 5’9%
Dolor generalizado 23 4’5%
Malestar general 14 2’8%
Mareos, nauseas, vómitos 12 2’4%
Otros 14 2’8%
En segundo lugar, de entre las mujeres que contestaron a la pregunta “¿Tiene
Vd. molestias durante su menstruación?” (97’1% de las entrevistadas) un 35’4%
afirmó tener algún tipo de molestia menstrual (sin especificar), frente a un
64’6% que indicó no tenerla. Entre las molestias menstruales más citadas (Tabla
V) destacan el dolor abdominal (10’9%), de ovarios (6’0%) y generalizado
(4’8%), los cambios de humor (4’3%) y el dolor de cabeza (4’0%).
Finalmente, de entre las mujeres que contestaron a la pregunta pregunta
“¿Cree Vd. que la menstruación la incapacita para realizar sus tareas habituales?”
(95’6% de las entrevistadas), un 13’1% respondió afirmativamente.
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DISCUSIÓN
Los datos obtenidos a partir de la muestra de universitarias indican que una
amplia mayoría de estas mujeres tienen un ciclo menstrual normal y sólo algo
menos de un 10% de ellas presentaría algún síndrome (premenstrual, menstrual
o combinado) relacionado con el ciclo menstrual. En aquellos casos en los que sí
aparece sintomatología, la más frecuente es la relativa a retención de líquidos,
humor negativo, y dolor, tanto en la fase premenstrual como en la fase mens-
trual, aunque la sintomatología se halla presente en mayor medida durante la
menstruación.
En relación a la presencia de trastornos, al comparar estos datos con los obte-
nidos por Salvatierra y Moreno (1996), se observan algunas diferencias. Así, en el
presente trabajo se obtiene una prevalencia sensiblemente menor de trastornos
menstruales (7’5% frente a 15’67%) y una distribución diferente de los mismos
ya que mientras en el estudio de estos autores hay una distribución aproximada-
mente igual de síndrome premenstrual, menstrual y combinado (5’67%, 4’47%
y 5’33% respectivamene), en nuestro caso destaca claramente el síndrome mens-
trual (5’3%) en relación a los otros dos (presentes respectivamente en el 1’1% de
las mujeres entrevistadas).
En el caso de población general, los resultados obtenidos se hallan en la misma
línea. Es decir, un amplio porcentaje de mujeres (30-40%) afirma no padecer
molestia alguna ni premenstrual ni menstrual y menos del 15% afirma que su
menstruación la incapacita para seguir con su vida cotidiana. En cuanto a sinto-
matología asociada al ciclo menstrual en población general, ninguna de las moles-
tias citadas lo es por un porcentaje superior al 12% de las entrevistadas, y, entre
las más frecuentes, destacan el dolor de diversos tipos y los cambios de humor.
En definitiva, los resultados obtenidos en ambas muestras corroboran la hipó-
tesis de que la incapacitación no es algo consustancial al ciclo menstrual sino que
constituye una excepción, debiendo hablarse de la presencia de trastornos o alte-
raciones relacionados con el ciclo menstrual (al igual que hay trastornos o altera-
ciones relacionados con procesos como la digestión, la respiración, ...) y no de la
menstruación como una alteración o trastorno en sí misma.
Sin embargo, a pesar de las evidencias, tanto científicas como derivadas de la
propia experiencia, de que la menstruación no tiene necesariamente efectos inca-
pacitantes, las creencias sobre dichos efectos, las teorías implícitas sobre la mens-
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TABLA V
Molestias más frecuentes durante la menstruación (población general)
Síntoma n%
(N=506)
Cambios de humor 22 4’3%
Cansancio 6 1’2%
Dolor abdominal 55 10’9%
Dolor de cabeza 20 4’0%
Dolor de ovarios 30 6’0%
Dolor-tensión en el pecho 3 0’6%
Dolor de piernas 9 1’8%
Dolor de riñones 13 2’6%
Dolor generalizado 24 4’8%
Malestar general 13 2’6%
Mareos, nauseas, vómitos 9 1’8%
Otros 4 0’8%
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truación como un suceso distorsionante en la vida de la mujer, perduran en gene-
ral y en un porcentaje considerable de mujeres. En este sentido, en un trabajo
anterior (Ferrer et al., 1994) tuvimos oportunidad de constatar cómo aproxima-
damente un 20% de las mujeres entrevistadas presentaban creencias contradic-
torias sobre los efectos de la menstruación en ellas mismas y en el conjunto de la
población femenina, asumiendo un doble discurso que incluía simultáneamente
la creencia de que la menstruación afecta a diversas áreas del rendimiento de la
mujer y la creencia de que su propia vida no estaba afectada en absoluto por la
menstruación.
Como sugieren diversos autores (Hyde, 1995; McFarland et al., 1989), dado
que los estudios sobre la sintomatología presente a lo largo del ciclo menstrual
suelen ser retrospectivos (como ocurre, por ejemplo, en este caso), cabe la posibi-
lidad de que las creencias culturales sobre los síntomas cíclicos influyan en la
percepción de los estados corporales y, consecuentemente, de que las mujeres
proporcionen informes sesgados (sobre-estimaciones), ajustando la descripción
de su ciclo menstrual a sus teorías implícitas sobre la menstruación como enfer-
medad o suceso distorsionante. Son muchos los autores (Olavson y Jackson,
1987; Parlee, 1974; Ruble, 1977; Ruble y Brooks-Gunn, 1979) que constatan
empíricamente los efectos de las expectativas y de las creencias estereotípicas
sobre los resultados en este tipo de estudios.
Por otra parte, es frecuente que los trabajos sobre sintomatología relaciona-
da con el ciclo menstrual incidan especialmente en la presencia de alteraciones
afectivas. Como sugieren McFarland, Ross y DeCourville (1989), el concepto
de menstruación como enfermedad multisintomática está basado en la asun-
ción de que las mujeres experimentan variaciones cíclicas en sus características
físicas, emocionales y conductuales debidas a las fluctuaciones de los niveles
hormonales a través del ciclo menstrual, y lo cierto es que la mayoría de las
mujeres tan sólo experimentan pequeños incrementos de la síntomatología
física asociada al dolor y la retención de líquidos durante la fase menstrual pero
no cambios sistemáticos en la afectividad.
En relación con esto, los datos obtenidos en este trabajo indican que en las dos
muestras estudiadas el dolor y el humor negativo aparecen como síntomas desta-
cables asociados al ciclo menstrual. Puesto que la mayoría de estudios afirman
que la presencia de dolor genera cambios de humor, y, especialmente sintomato-
logía ansiosa y/o depresiva (Ahles, Cassens y Stalling, 1987; y Wadden, 1989;
Pilowsky, 1988), cabría pensar que los cambios de humor ligados al ciclo mens-
trual podrían ser una consecuencia del dolor. O podría pensarse que muchos
cambios de humor que se producen sin razón aparente y que son atribuidos a las
variaciobnes producidas por el ciclo menstrual se hallan en realidad más relacio-
nados con otros factores como los niveles de estrés, las condiciones vitales, etc.
(Iglesias et al., 1987).
En conclusión, parece importante remarcar que aún hoy día existen falsas cre-
encias en torno a posibles factores debilitantes, tanto físicos como emocionales,
para las mujeres, que no se corresponden con la realidad, y que favorecen el man-
tenimiento del estereotipo femenino clásico. Y, entre estos factores estarían el
ciclo menstrual y las supuestas limitaciones asociadas a él. En este sentido, los
conocimientos actuales sobre el tema nos permiten asegurar que el ciclo mens-
trual constituye un cambio continuado para la mujer en los apectos físico, men-
tal y social pero estos cambios no tienen por qué considerarse patológicos ya que
forman parte del funcionamiento normal de las mujeres durante más de la mitad
de sus vidas (Laws, 1983; Iglesias et al., 1987). Además, una elevada proporción
de mujeres no detecta cambios relacionados con su menstruación, o si lo hace
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éstos son tan débiles que no tienen ninguna repercusión sobre ella, y sólo en
algunas mujeres esos cambios son lo suficientemente importantes y/o tienen el
suficiente impacto como para que podamos hablar de la existencia de patología
(Hyde, 1995).
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