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Papers 80, 2006 283-306
Ressenyes
Estos dos libros surgen como reacción
contra una forma de hacer sociología.
O, para ser más precisos, contra una
forma de explicar y de construir teorías:
por un lado, la de quienes pecan por
exceso de conciencia empírica y se olvi-
dan de sistematizar los resultados de sus
análisis; por el otro, la de quienes pecan
por defecto y desgajan la teoría de su
aplicación analítica, de su verificación
con hechos tangibles, en suma, de su
contrastación empírica. Es ésta una reac-
ción que parte del convencimiento de
que no hay mejor forma de demostrar el
movimiento que echando a andar. En
realidad, estos dos libros recopilan las
reflexiones de unos autores que ya andu-
vieron largo y que alertan del cariz que
está adoptando en su curso la investiga-
ción social. On Sociology y Social
Mechanisms son dos estandartes de un
mismo empeño por reconducir las prio-
ridades de la investigación sociológica.
Pero lo hacen desde el ejemplo, anali-
zando procesos concretos y apelando a
resultados más que a sugerencias; suge-
rentes, no obstante, en su descripción de
los retos que han de definir la labor de la
investigación social.
On Sociology es un compendio de
ensayos publicados con anterioridad en
diversos foros. En ellos, Goldthorpe
diagnostica la crisis metodológica que
anega buena parte de la investigación
sociológica y propone un programa para
ponerle fin o, al menos, remediar sus
efectos. Los ensayos cumplen un doble
objetivo: rastrear, por un lado, la influen-
cia que el positivismo, la reacción contra
sus principios y lo que él llama «la reac-
ción contra la reacción» ejercen en el
quehacer sociológico; y aplicar, por el
otro, los fundamentos de esa contrarreac-
ción, a la que el autor se suma, al estudio
y a la explicación de procesos sociales
concretos.
Goldthorpe define el positivismo como
la investigación cuantitativa basada en
encuestas, orientada al análisis de varia-
bles y a la construcción de modelos esta-
GOLDTHORPE, J. H.
On Sociology: Numbers, narratives, and the integration of research and theory
Oxford: Oxford University Press, 2000
H
EDSTRÖM, P.; SWEDBERG, R. (eds.)
Social Mechanisms: An analytical approach to social theory
Cambridge: Cambridge University Press, 1998
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dísticos. El primer bloque de ensayos lo
dedica a explorar las críticas que este posi-
tivismo ha recibido desde tres frentes: la
sociología histórica, la macrosociología
comparativa y la etnografía. Según
Goldthorpe, la primera es una aproxima-
ción vulnerable, porque basa sus explica-
ciones en restos del pasado o, para usar
sus palabras, en «reliquias», lo cual inha-
bilita la tarea fundamental de la investi-
gación sociológica: explorar constante-
mente nuevos procedimientos de
investigación que generen datos que no
existían previamente. La propuesta que,
desde la macrosociología, promueve el
análisis de casos como alternativa al aná-
lisis de variables también es criticada por
caer en los mismos problemas que pre-
tende sortear: por un lado, el exceso de
variables explicativas y la escasez de uni-
dades de análisis, y, por el otro, la acu-
mulación de «cajas negras» bajo la estrecha
explicación que proporcionan las corre-
laciones estadísticas y los coeficientes de
regresión. Finalmente, en el último de los
ensayos que conforman este bloque,
Goldthorpe explora las posibilidades que
la etnografía abre como alternativa al posi-
tivismo. De nuevo, su análisis revela que
la solución a los problemas a los que pre-
tende hacer frente (por ejemplo, evitar el
sesgo en la selección de unidades de aná-
lisis) pasa por adoptar las técnicas de
muestreo tal y como han sido desarrolla-
das por la tradición positivista.
El mensaje que Goldthorpe transmite
desde estos ensayos es claro: una vez depu-
radas las incoherencias en las que estas
alternativas caen buscando su justifica-
ción, la lógica de la inferencia (y, con ella,
la del positivismo) se muestra única.
Según esa lógica, sólo los datos que
proporcionan las encuestas a gran escala
pueden poner de manifiesto regularida-
des del mundo social que se mantienen
en el espacio y en el tiempo. Sin embargo,
es igualmente cierto que estas regularida-
des son significativas sólo en la medida
en que se convierten en objeto de una
explicación; es decir, si, más allá de la des-
cripción, también se aporta información
acerca de los mecanismos que pudieron
generar esas tendencias. Consciente de
ello, así como del riesgo que implica el
exceso de positivismo (léase, la acumula-
ción desordenada de datos empíricos),
Goldthorpe propone usar la teoría de la
elección racional para salvar el vacío exis-
tente entre causación y estadística. Es en
la unión entre el análisis estadístico y la
narrativa causal que ofrece la teoría de la
elección racional donde Goldthorpe
encuentra la línea de investigación más
fructífera con la que cuenta la sociología
contemporánea. Para ilustrarlo, en el
segundo bloque de ensayos pone en prác-
tica su prédica e ilustra el modo en que
este programa de investigación puede lle-
varse a cabo.
Los ensayos de este segundo bloque
inspeccionan tres procesos sociales al tras-
luz del análisis de clases: los diferenciales
educativos, las relaciones laborales y la
movilidad social intergeneracional. Y no
es casual: el núcleo de la contribución que
Goldthorpe ha legado a la teoría socioló-
gica se encuentra, precisamente, en el
esquema de clases que subyace a estos aná-
lisis. De todos, el problema de los dife-
renciales educativos ofrece un ejemplo
especialmente ilustrativo del potencial que
abre la alianza entre el positivismo y la
teoría de la elección racional. El proble-
ma puede expresarse con las siguientes
generalizaciones: (1) todas las sociedades
económicamente avanzadas han experi-
mentado un proceso de expansión edu-
cativa, y (2) aun así, la influencia de las
diferencias de clase en los logros acadé-
micos exhibe cierta estabilidad (con algu-
nas excepciones como en los casos de
Suecia y Holanda). Es decir, si bien la
educación se universaliza, el éxito acadé-
mico sigue siendo más común en las cla-
ses altas. Para resolver esta contradicción,
Goldthorpe, siguiendo a Raymond
Boudon y con la colaboración de Richard
Breen, propone lo siguiente: considerar
284 Papers 80, 2006 Ressenyes
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que los individuos toman sus decisiones
en el contexto de una estructura de cla-
ses ordenada jerárquicamente en lo que
respecta al acceso a recursos; y que, en
este contexto, hay tres factores funda-
mentales que guían a los individuos en su
toma de decisión: (1) los costes de per-
manecer en la educación; (2) la probabi-
lidad de éxito si continúan estudiando, y
(3) el valor o la utilidad que ven en sus
logros académicos. En función de la clase
social de pertenencia (en función de sus
distintos recursos), los individuos tendrán
una mayor o menor aversión al riesgo y
diferentes expectativas de triunfo. Así,
prosigue la explicación, los individuos de
clase alta tienden a pensar que seguir estu-
diando aporta más beneficios que costes,
mientras que los individuos de clase baja
tienden a pensar lo contrario. En conse-
cuencia, el éxito académico sigue siendo el
patrimonio mayoritario de individuos de
estrato medio o alto.
No es difícil dar con distintas formas
de expandir este modelo para analizar ele-
mentos que no contempla, como por
ejemplo redes de interacción que capten
la influencia de quienes rodean a los indi-
viduos más allá de su clase de pertenen-
cia, o criterios de racionalidad estratégi-
ca, o dinámicas de retroalimentación entre
niveles de análisis que conviertan en bidi-
reccional el enlace micro-macro que pro-
porciona la teoría de la elección racional.
Tal y como está formulado, no obstante,
el modelo permite explicar de forma plau-
sible el problema que plantean unos datos
empíricos que se antojan contraintuiti-
vos. La contradicción entre la universali-
zación de la educación y la persistencia
de diferencias de clase no se hubiera podi-
do descubrir sin el análisis estadístico;
pero, al mismo tiempo, su explicación no
se puede formular sin la definición de
mecanismos generativos que ofrece, por
ejemplo, la teoría de la elección racional.
Es en este énfasis sobre la importancia
de los mecanismos explicativos donde On
Sociology encuentra su mayor punto de
convergencia con Social Mechanisms. A
diferencia de aquél, éste no es un libro
que capture la propuesta de un único
autor, sino, más bien, la de académicos
de distintas procedencias. Todos buscan,
no obstante, un mismo objetivo: fundar
los principios de una sociología orienta-
da hacia la búsqueda de mecanismos.
Peter Hedström, Thomas Schelling, Jon
Elster, Diego Gambetta y Raymond
Boudon son algunos de los autores que
contribuyen en este volumen. Todos ellos
abogan por la construcción de teorías
basadas en la acción de los individuos, en
la precisión de las explicaciones y en la
abstracción de los elementos comunes a
diversos procesos generativos. Dos ejem-
plos de este tipo de proceder, explicados
en la introducción, son el de la profecía
que se cumple a sí misma, de Robert
Merton, y el de la difusión de innovacio-
nes, de James Coleman. Una profecía que
se cumple a sí misma es, por ejemplo, la
creencia acerca de la insolvencia de un
banco: si todos sus clientes actúan en con-
secuencia, el banco acabará en quiebra,
incluso en el caso de que la creencia
original estuviera infundada. Con este
ejemplo, Merton pone de manifiesto el
poder causal de las creencias —o, para ser
más precisos, de las acciones que esas cre-
encias engendran. Por su parte, en el pro-
ceso de difusión que estudia Coleman,
los doctores deciden si adoptar, o no, una
nueva medicina en función del número
de compañeros que lo hicieron antes.
Tanto Merton como Coleman fundan su
explicación en el mismo mecanismo bási-
co de formación de creencias: asumen que
los individuos están orientados hacia fines,
y que su propensión a llevar a cabo una
acción es una función del número de
otros individuos que ya actuaron así pre-
viamente. Es a este nivel al que procesos
tan diversos como la administración de
un banco o los procesos de difusión de
una innovación son análogos: ambos pue-
den ser explicados por el efecto generati-
vo de un mismo mecanismo.
Ressenyes Papers 80, 2006 285
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 285
Así pues, la propuesta de Social
Mechanisms va más allá de la que hacía
Goldthorpe, pues considera que son los
mecanismos (no las variables) los blo-
ques elementales que subyacen a la cons-
trucción de teorías. Tomando de nuevo
el análisis de clases como ejemplo, hablar
del efecto estadístico de una variable de
clase indica —según lo expresan los mis-
mos editores del libro— que no somos
capaces de especificar más pormenoriza-
damente los mecanismos explicativos que
en él subyacen. Es decir, esconde el hecho
de que, para poder explicar una relación
entre dos variables, siempre debe apelar-
se a un agente causal. En el caso de las
ciencias sociales, este agente causal sólo
pueden ser actores individuales con
deseos y creencias, capaces de ejecutar
acciones. Pero, ¿en qué avanza exacta-
mente este libro respecto a la propuesta
que hace Goldthorpe? En que lleva la
búsqueda de esos mecanismos a hori-
zontes más elaborados (algunos dirían
que más plausibles) que el que ofrece la
teoría de la elección racional. Ejemplos
de ello lo son la propuesta de Elster,
quien, en la línea de otros trabajos suyos
anteriores, explora el papel de las prefe-
rencias adaptativas y del wishful thinking;
la de Gambetta, que explica la existen-
cia de una institución subóptima (el sis-
tema educativo italiano) como resultado
de una concatenación de mecanismos de
decisión individual, más que de un meca-
nismo único; o la de Hedström, que uti-
liza la simulación social para demostrar
que mecanismos de imitación racional
pueden generar dinámicas complejas con
patrones similares a los que presenta la
realidad social. Algunos de los artículos
publicados en este mismo número son
la elaboración de buena parte de las ideas
que ya aparecen en el libro.
En general, la defensa del individua-
lismo metodológico como fundamento
ineludible de cualquier explicación social
es más clara en Social Mechanisms que
en la propuesta de Goldthorpe. Pero en
su positivismo reaccionario (de reacción
a la reacción) se encuentran ya los visos
de la autoproclamada sociología analíti-
ca, es decir, de una sociología cuyo inte-
rés versa más en la búsqueda de meca-
nismos que en el descubrimiento de
regularidades —quizá por el hecho
de que de éstas ya se han encontrado
muchas, pero aún pendientes de expli-
cación. En el contexto de la sociología
que se cultiva en Oxford, ello refleja,
además, una evolución doméstica:
Goldthorpe como representante de la
vieja escuela; Hedström, Gambetta y
Breen como portadores de un nuevo rele-
vo en esta carrera de acumulación que
es la ciencia. La moraleja común de
ambos libros es que no es posible avan-
zar en este empeño si los datos empíri-
cos no son biselados por una teoría que
les dé forma; tampoco si nos embarca-
mos en teorías que estén completamen-
te desgajadas de la realidad. Más impor-
tante aún, de la buena consecución de
este empeño depende el buen diseño
de políticas de intervención: si no sabe-
mos qué causas subyacen a determina-
dos procesos, difícil será ponerles reme-
dio o crear las condiciones para su
promoción. Ninguno de estos libros ofre-
ce muchas pistas acerca de los problemas
con los que uno se encuentra cuando los
datos sobre los que construir una expli-
cación son escasos o inexistentes. Pero
éste es un tema que, definitivamente,
queda más allá de sus objetivos. Como
introducción a la sociología (a lo que la
sociología es como método, práctica y
análisis), estos dos libros son, sin lugar
a dudas, dos excelentes manuales.
Sandra González Bailón
University of Oxford
Nuffield College
sandra.gonzalezbailon@nuffield.ox.ac.uk
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Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 286
El concepto de capital social ha logrado
gran popularidad en las ciencias sociales
durante las últimas décadas. Si bien exis-
ten antecedentes en la obra de autores
como Tocqueville y Hanifan, es sólo a
partir de su tratamiento explícito por
sociólogos como Bourdieu y Coleman y
sobre todo por el politólogo Robert
Putnam, con su famoso libro Making
Democracy Work (1993), que la atención
sobre el capital social ha crecido en forma
exponencial. La literatura actualmente
disponible referida a este recurso relacio-
nal es abundante. Generalmente, es ana-
lizado como variable independiente
vinculada al fortalecimiento de la
democracia, la eficiencia institucional, el
desempeño económico y la acción colec-
tiva. Al análisis científico del concepto se
suma el entusiasmo que han mostrado
agencias nacionales e internacionales de
desarrollo, que, al pretender establecer
una complementación virtuosa del capi-
tal social con el capital humano, el capital
físico y el capital económico, valoran al
primero como «clave olvidada del desa-
rrollo» y «eslabón perdido». No es de
extrañar que, ante tanto interés, surjan
voces críticas que indican que el capital
social se ha convertido en un concepto
tan amplio y difuso que finalmente pier-
de su potencial explicativo. Efectivamente,
a partir de una revisión de lo escrito se
encuentra que se le vincula con una
amplia gama de aspectos que incluyen la
confianza, la reciprocidad, las redes, las
instituciones, las asociaciones, las normas,
la cooperación, las tradiciones culturales
y los valores, entre otros. A esta confu-
sión conceptual se suma la escasa clari-
dad respecto a la dirección de causalidad
entre el capital social y sus supuestos efec-
tos beneficiosos.
En su libro, Francisco Herreros reali-
za aportes significativos para superar estas
deficiencias presentes en el programa de
investigación de capital social. En el pri-
mero de los cuatro capítulos de esta obra
que constituye su tesis doctoral, el autor
señala que para que el capital social sea
un concepto teóricamente fecundo, es
necesario reconsiderar qué es y cómo se
produce, y como resultado de esto será
posible comprender mejor sus efectos.
Herreros realiza una rigurosa investiga-
ción que entrega valiosos resultados para
estudiar de forma más prometedora las
consecuencias del capital social, sobre todo
en relación con el buen funcionamiento
de las democracias.
El segundo capítulo se aboca a revisar
el concepto de capital social, aspecto fun-
damental para el posterior análisis sobre
las vías para su creación. Herreros iden-
tifica dos tipos de definiciones en la lite-
ratura sobre el capital social: la definición
estructural y la cultural. Opta por la pri-
mera y presenta objeciones a la segunda.
El enfoque estructural, desarrollado por
autores como James Coleman en traba-
jos como Social Capital in the Creation of
Human Capital y Foundations of Social
Theory, define al capital social como un
conjunto de recursos derivados de la par-
ticipación en redes sociales. Herreros se
basa en Coleman para concebir como
recursos de capital social a las obligaciones
de reciprocidad y la información, ambas
accesibles para los individuos a través de
las relaciones sociales que establecen. Las
obligaciones de reciprocidad se derivan
de relaciones de confianza, debido a que,
primero, si un individuo A confía en B,
B es deudor de una retribución en el futu-
ro hacia A, y, segundo, si A confía en B,
B tiene la obligación de honrar la con-
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HERREROS, Francisco
¿Por qué confiar? El problema de la creación de capital social
Madrid: Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales.
Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones, 2002
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fianza depositada en él, es decir, de no
defraudar a A. La información es un
recurso estratégico porque permite el acce-
so a otros recursos y oportunidades y, ade-
más, posibilita conocer las preferencias de
otros. En la definición cultural o dispo-
sicional son capital social preferencias
como la fraternidad y la virtud cívica y
creencias como las actitudes y los valores
de los individuos. Las críticas de Herreros
a este enfoque, vinculado al concepto de
cultura política y presente en estudios
sobre el capital de autores como Stolle,
Uslaner y, en parte, Putnam, se refieren,
primero, a los problemas en la dirección
de causalidad entre el capital social y otras
variables como la democracia, y, segun-
do, a que preferencias y creencias como
las señaladas no constituyen un capital
porque no permiten el acceso directo a
recursos. En este sentido, estas preferen-
cias y creencias no se relacionan con la
confianza, la que a su vez debe producir
obligaciones de reciprocidad. Este capí-
tulo es interesante porque el autor logra
despejar el problema de la vaguedad del
concepto de capital social al distinguir
entre sus fuentes (la red de relaciones y la
confianza), sus manifestaciones (recursos
en forma de información y de obligacio-
nes de reciprocidad) y sus consecuencias
(la cooperación, por ejemplo).
Contando con un concepto claro de
capital social, en el tercer capítulo
Herreros aborda el tema principal de su
investigación, referido a las vías para su
creación. Las dificultades para la creación
del capital social son la falta de incenti-
vos para invertir en él y la existencia de
información asimétrica. Para analizar esto,
enfoca la atención en la confianza, que es
concebida como una expectativa sobre las
preferencias de otros individuos, y que,
como se mencionó, se asocia al capital
social en tanto genera obligaciones de reci-
procidad. La confianza toma la forma de
confianza particularizada, que es confianza
en conocidos, y de confianza social o
generalizada, entendida como confianza
en extraños. El primer problema de la
forma de creación de capital social se refie-
re a que el capital social presenta algunas
características de un bien público, como
la imposibilidad de exclusión y la subs-
tractibilidad, que en definitiva permiten a
los individuos beneficiarse de este recur-
so sin incurrir en costos para su provisión.
Esto provoca que un individuo A no
tenga incentivos en invertir en capital
social, pues un individuo B, que se com-
porta como free rider, se beneficia del
esfuerzo de A, al acceder a las externali-
dades positivas gracias a su participación
en una red social. El segundo problema
se refiere a la asimetría de información
que afecta a la decisión de un individuo
de confiar en conocidos (confianza par-
ticularizada) y en desconocidos (confian-
za social). Ante estos problemas que supo-
ne la creación de capital social, la solución
indicada por autores como Coleman es
generarlo como subproducto de otras acti-
vidades. La participación en asociaciones
que persiguen fines determinados puede
producir confianza particularizada y con-
fianza social. La confianza particulariza-
da se puede formar a través del conoci-
miento del «tipo» de los individuos, es
decir, accediendo, a partir de sus com-
portamientos pasados, a información pri-
vada sobre las preferencias de los otros
miembros de la asociación, en base a lo
cual se tienen expectativas de si éstos son
o no dignos de confianza. Herreros con-
sidera esta vía plausible, a pesar de que
reconoce que presenta problemas tales
como la incertidumbre en la información
a la que se accede (por ejemplo en rela-
ciones jerárquicas) y el cambio de prefe-
rencias, debido a que éstas se adaptan al
conjunto de oportunidad de un indivi-
duo. La confianza social se puede crear
de tres formas. Primero, como subpro-
ducto de la participación en asociaciones.
Si bien esta vía es identificada en la lite-
ratura sobre el capital social, no se pro-
ponen mecanismos para explicar cómo,
a partir de la participación en asociacio-
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nes, se genera confianza hacia individuos
que no son parte de la membresía de éstas.
El autor aporta como mecanismos la
generalización de expectativas desde cono-
cidos hacia desconocidos (se considera a
los individuos conocidos, a los miembros
de la asociación, como una muestra repre-
sentativa de la sociedad, lo que incluye
reconocer signos en desconocidos que los
hacen ser evaluados como que son del
«tipo» de los conocidos confiables), el
cambio de creencias y preferencias de los
individuos como producto de la delibe-
ración en las asociaciones (lo que depen-
de de los fines de la organización) y el
efecto de la estructura de la red a la que
se pertenece en la existencia de confian-
za en desconocidos (la cantidad de
vínculos y el acceso a recursos que se deri-
va de ellos definen la evaluación de cos-
tos y beneficios que realiza un individuo
ante el riesgo que supone confiar en quie-
nes no forman parte de sus redes).
Segundo, de forma directa o intenciona-
da, un individuo puede enviar señales de
ser confiable a otro individuo, a fin de
que éste modifique sus expectativas y con-
fíe. Tercero, el papel del Estado, que
puede favorecer la formación de confian-
za social, al sancionar a quienes no cum-
plen con compromisos adquiridos y de
esta forma disminuyen las expectativas de
que los desconocidos defraudarán en los
intercambios, pues se reducen los incen-
tivos que tienen para ello. Además, la par-
ticipación en asociaciones promovida por
el Estado beneficia la formación de capi-
tal social. Esto es posible de dos formas:
una directa, relacionada con la entrega de
subvenciones y otros aportes que facili-
ten las actividades asociativas y la insti-
tucionalización de algunas asociaciones,
y otra indirecta, que genera efectos posi-
tivos sobre factores que inciden en la par-
ticipación, como son los niveles educa-
cionales y de ingreso. El papel del Estado
permite explicar las diferencias de los
estocs de capital social entre comunida-
des. En base a los antecedentes presenta-
dos, Herreros propone un «círculo vir-
tuoso del capital social», según el cual el
Estado contribuye a la generación de con-
fianza particularizada y generalizada. Estos
dos tipos de confianza favorecen la parti-
cipación en asociaciones, lo que propicia
la existencia de más confianza, que es
fuente de capital social.
En este apartado, el autor destaca la
relevancia que se concede a la confianza y
al Estado en el estudio del capital social.
En relación con la confianza, para anali-
zar las posibilidades de formación de capi-
tal social, se vinculan sus manifestaciones
(la información y las obligaciones de reci-
procidad) con sus fuentes (las redes de rela-
ciones y la confianza). La importancia ana-
lítica otorgada a la confianza es justificada
y el autor se apoya para su análisis en la
teoría de juegos, basándose en desarrollos
teóricos previos de autores como Russell
Hardin, Diego Gambetta, Michael Taylor
y Jon Elster. En este punto, cabe reseñar
que actualmente se realizan variados estu-
dios sobre la confianza, entre los que des-
tacan los impulsados por la Fundación
Russell Sage. Como producto de los apor-
tes de politólogos, filósofos, antropólogos,
sociólogos, psicólogos y economistas, se
ha publicado una serie de volúmenes que
incluye títulos como Trust & Governance,
Trust in Society, Trust & Reciprocity y Trust
and Trustworthiness. Se trata de compila-
ciones de estudios de vanguardia sobre
aspectos conceptuales y empíricos de la
confianza como base para la cooperación
y sobre su incidencia en ámbitos econó-
micos, sociales y políticos. La obra de
Herreros se encuentra en total sintonía
con este programa de investigación. En
relación con el Estado, el autor aporta una
explicación más completa que la realiza-
da por Putnam sobre la creación del capi-
tal social. Putnam propone que la perte-
nencia en asociaciones produce confianza,
pero no distingue mecanismos para expli-
car de forma plausible cómo esto se pro-
duce. Herreros identifica claramente estos
mecanismos. En este marco, destaca que el
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Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 289
capital social puede ser creado como sub-
producto de otras actividades, idea que ya
había sido formulada por Coleman, pero
quedaba pendiente explicar la diferencia
de estocs de capital social entre comuni-
dades. Herreros lo hace, y en esta explica-
ción resulta clave el papel del Estado, cuyo
rol no es considerado en el estudio de
Putnam. Con esto contradice lo común-
mente afirmado sobre el efecto debilita-
dor del capital social que genera el Estado
y postula que tiene un papel determinan-
te en la formación del mismo.
Finalmente, en el cuarto capítulo, el
autor se aboca a una comprobación empí-
rica de las hipótesis derivadas de los ante-
cedentes teóricos presentados en el apar-
tado antes reseñado, que se refieren a la
creación de confianza particularizada y
social. En relación con la confianza par-
ticularizada, se indica que puede ser creada
como subproducto de la participación en
asociaciones y se revisa si la formación de
confianza particularizada es influida por el
tipo de asociación en la que participan los
individuos. Los resultados obtenidos a
partir de una regresión logística con datos
de una encuesta, comprueban la hipóte-
sis y muestran la importancia de las aso-
ciaciones horizontales en la formación de
confianza particularizada. En el caso de la
confianza social, se comprueba la hipó-
tesis relativa a que el Estado incide posi-
tivamente en su generación. La capacidad
sancionadora del Estado aporta mucho
en este sentido, y su tamaño (en térmi-
nos del gasto público como porcentaje
del PIB) afecta favorablemente a la pro-
babilidad de participar en asociaciones.
Para la comprobación empírica del mode-
lo del «círculo virtuoso» de capital social,
Herreros utiliza un modelo de ecuacio-
nes simultáneas a partir del cual confir-
ma que una dotación de confianza social
tiene incidencia en el surgimiento de nue-
vas asociaciones, las que a su vez permi-
ten la formación de confianza en tanto
fuente de capital social. En este punto, es
interesante la distinción que realiza entre
asociaciones que persiguen bienes priva-
dos y las orientadas hacia bienes públi-
cos. Ambas tienen un papel en la forma-
ción del capital social; la pertenencia a
asociaciones vinculadas a la consecución
de bienes privados se relaciona con la cre-
ación de confianza social y ésta se asocia
con la participación en asociaciones des-
tinadas a obtener bienes públicos. Además
del análisis cuantitativo, el autor ilustra,
a partir de dos ejemplos de narrativas his-
tóricas, cómo opera el círculo virtuoso de
creación del capital social.
La tesis doctoral de Francisco Herreros,
que fue reconocida con el Premio
Extraordinario de Doctorado de la
Universidad Complutense en el año 2003
y que posteriormente constituyó la base
de su libro The Problem of Forming Social
Capital. Why Trust? (Nueva York:
Palgrave, 2004), es un importante aporte
para encausar al capital social como un
concepto fructífero para las ciencias socia-
les. El rendimiento explicativo de la pro-
puesta del autor se debe a la perspectiva
analítica en la que se basa. Su enfoque
individualista metodológico, su anclaje
en la teoría de la elección racional (que
en este caso supone que los individuos
disponen de una racionalidad limitada
para el procesamiento de información en
el desciframiento de un entorno comple-
jo, y, además, que en la base de sus deci-
siones existe una pluralidad de preferen-
cias y no solamente las egoístas) y la
utilización de modelos formales, hacen
viable el análisis de la relación entre agen-
cia individual (acción intencional de los
individuos desde sus creencias, preferen-
cias y deseos) y estructura social, pues se
establecen microfundamentos a través de
la identificación de mecanismos que
hacen inteligibles las explicaciones
que desarrolla.
Mauricio García Ojeda
Universitat Autònoma de Barcelona
Departament de Sociologia
sathyamg72@yahoo.es
290 Papers 80, 2006 Ressenyes
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Que los caminos de la prescripción en
materia moral y política deben cruzarse
con los del examen de la estructura de la
vida social y de la arquitectura cognitiva
de los individuos que en ella moran, es
una certeza que no por añeja ha dejado
de resultar insólita a parte de la academia
de las últimas décadas. Afortunadamente,
muchos son los autores que, reciente-
mente, han mostrado cómo una visión
global de la constitución psicológica de
los individuos, por un lado, y de los meca-
nismos a través de los cuales éstos quedan
socioinstitucionalmente encuadrados, por
el otro, es un elemento fundamental para
definir una ontología social desde la que
dotar a la normatividad de fuerza cate-
górica y contenido informativo. La obra
de Philip Pettit constituye un claro y suge-
rente ejemplo de este intento de derivar
un esquema ético-político robusto y ambi-
cioso en cuanto a sus implicaciones ins-
titucionales —su republicanismo— de la
explicitación y categorización de fenó-
menos tanto cognitivos como relacionales
y sociales, fenómenos cuyo análisis, a
menudo, queda disgregado por los domi-
nios que corresponden, quizás de forma
demasiado fragmentaria, a las distintas
disciplinas académicas.
La ontología social que Pettit hace suya
arranca de una opción tomada con total
claridad frente a una doble distinción que
el propio autor plantea en relación con la
conformación de las identidades indivi-
duales, por un lado, y, por el otro, con
respecto al peso de la interacción social
en la evolución de las mismas. Veámoslo
con cierto detenimiento. Por un lado,
Pettit propone una dicotomía entre indi-
vidualismo y colectivismo. ¿Hasta qué
punto las identidades individuales se ven
constreñidas por regularidades agregadas
y fuerzas sociales, esto es, por agencias
colectivas? Pettit no duda en tomar par-
tido en favor de la tesis, individualista,
según la cual los seres humanos, lejos de
resultar de un proceso de formación de
creencias y deseos totalmente exógeno a
su propia conciencia, constituyen siste-
mas que gozan de plena autonomía inten-
cional, al margen del impacto que las pau-
tas de socialización puedan ocasionar
sobre tales creencias y deseos.
Ello no significa, sin embargo, que se
niegue la posibilidad de un despliegue
dinámico, en un contexto de interacción
social, de los atributos que conforman las
particulares psicologías intencionales
—las identidades— de los individuos.
Bien al contrario, Pettit defiende una
visión holista de las relaciones sociales,
que opone a una perspectiva atomista de
las mismas, visión según la cual buena
parte de las capacidades humanas —muy
señaladamente, las que definen a los seres
humanos como sistemas intencionales
pensantes, capaces de someter creencias y
deseos a constricciones de racionalidad—
dependen del goce de relaciones sociales,
y lo hacen de forma no causal, sino cons-
titutivamente. Los atomistas, en cambio,
se sitúan en el extremo opuesto y aseguran
que es perfectamente posible que un ser
humano desarrolle todas las capacidades
que lo caracterizan como tal en una situa-
Ressenyes Papers 80, 2006 291
PETTIT, Philip
The Common Mind: An Essay on Psychology, Society and Politics
Nueva York: Oxford University Press, 1993
Republicanism: A Theory of Freedom and Government
Nueva York: Oxford University Press, 1997
A Theory of Freedom: From the Psychology to the Politics of Agency
Nueva York: Oxford University Press, 2001
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 291
ción de total aislamiento con respecto a
otros individuos: según los atomistas,
pues, no existe incoherencia alguna, como
algunos sostienen, en la propia noción de
individuo solitario.
Al decir de un Pettit que se aparta de
posturas contractualistas, pues, el pensa-
miento requiere un perímetro socioinsti-
tucional que garantice constitutivamen-
te la participación en la dinámica de las
relaciones sociales, una dinámica cuyos
engranajes dependen, precisamente, de la
posibilidad, por parte de todos, de acceder
a la sustancia de un pensamiento —el de
todos y cada uno de los individuos— que
se hace público y que, de este modo,
deviene bien común, objeto de careo y de
escrutinio colectivos —nótese que tales
planteamientos quedan lejos también de
cualquier forma de relativismo—. En defi-
nitiva, los hombres, en tanto que siste-
mas intencionales pensantes, albergan
tanto el deseo de poseer creencias y deseos
verdaderos, que guarden relación con la
realidad, como la creencia de que un
camino hacia el logro de tales creencias y
deseos verdaderos es posible bajo ciertas
condiciones de tipo institucional.
De ahí la importancia del requisito de
publicidad que Pettit propone: es preciso
que los miembros de la comunidad ten-
gan acceso a los procesos del pensamien-
to de cada cual, esto es, posean las herra-
mientas necesarias para inferir las reglas
a través de las cuales los demás han for-
mado sus creencias y deseos y, si cabe,
para hacerlas suyas. El pensamiento, pues,
halla en la interacción personal, en la
comunidad, un elemento consubstancial
a sí mismo.
En cambio, el individuo solitario, el
yo aislado en el tiempo y en el espacio, el
sujeto separado tanto de los demás como
de los distintos yoes que se extienden a lo
largo de otros momentos temporales, el
yo momentáneo que pinta el atomismo
naufraga cognitivamente, se muestra inca-
paz de desarrollar las capacidades propias
de la especie humana porque carece de
constricciones, porque se encuentra falto
de marcas para inferir el pensamiento de
los demás, marcas hacia las que poder
también referir los contenidos del propio
pensamiento y hacerlo traducible, desci-
frable. De este modo, una comunidad
interpersonal no sólo no compromete la
autonomía de los individuos, sino que
aparece como una condición necesaria
para la conformación y proyección del
pensamiento —de las identidades— de
los individuos. En otras palabras, la psi-
que humana resulta de un programa onto-
genético, pero se desarrolla socialmente.
De lo que se trata es de garantizar la
presencia de instituciones sociales que
reconozcan y expliciten públicamente que
todos tenemos la capacidad de convertir-
nos en sistemas intencionales pensantes, lo
que ha de favorecer el despliegue com-
pleto de nuestras potencialidades y atri-
butos cognitivos.
Éstas son las razones que llevan a Pettit
a destacar la importancia, para el logro de
la libertad por parte de los individuos, del
control discursivo, entendido éste como la
capacidad, tanto racional como relacio-
nal-social, para involucrarse en procesos
discursivos libres de cualquier forma de
dominación. Un individuo es libre cuan-
do goza de capacidades para una interac-
ción discursiva racional que, a la postre,
le permite alcanzar, junto con los demás,
una suerte de mente común que, a su vez,
es espejo y motor de las mentes —de las
identidades— individuales.
Con todo, los humanos, en tanto que
agentes intencionales pensantes, precisa-
mos el goce de relaciones sociales en el
seno de una comunidad políticamente
constituida que otorgue a sus miembros
una posición o un estatus social inaliena-
ble del que depende, a su vez, la posibi-
lidad de un intercambio racional como el
descrito. Se precisa, en suma, una comu-
nidad políticamente constituida que pro-
mueva una libertad entendida como
ausencia de dominación, entendida ésta
como la libertad de la que disfruta un
292 Papers 80, 2006 Ressenyes
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 292
individuo cuando vive en presencia de
otros individuos y, en virtud de un deter-
minado diseño social e institucional, nin-
guno de ellos cuenta con la mera posibi-
lidad de interferir de forma arbitraria
—no consensuada racionalmente e in-
disputable— en las decisiones que, ancla-
das en sus particulares creencias, aquél
pueda tomar en relación con los planes
de vida propios.
Ésta es la razón que lleva a Pettit a afir-
mar que la libertad no es el bien atomís-
tico asociado a la mera no-interferencia: la
libertad es un bien que los individuos sólo
pueden alcanzar en la medida en que dis-
fruten de él los grupos sociales a los que
pertenezcan. En efecto, deben disponer-
se las condiciones socioinstitucionales
necesarias para que tales grupos sociales
devengan comunidades en las que todos
se vean capacitados para definir y desa-
rrollar sus planes de vida en condiciones
de control discursivo. ¿Qué significado polí-
tico-práctico adquiere todo ello? De lo
que se trata es de someter las institucio-
nes políticas a los vínculos constitucio-
nales apropiados para que, siempre que
sea preciso, intervengan legítimamente
—no arbitrariamente— en la vida social
para fomentar la libertad como no-domi-
nación y ampliar su alcance tanto como
sea posible.
Los individuos, pues, deben gozar de
una posición social blindada políticamen-
te que los haga inmunes a cualquier tipo
de interferencia arbitraria. Tales son los
planteamientos que conducen a Pettit a
señalar que la idea de libertad no gira alre-
dedor de elecciones, entendidas éstas en
abstracto, sino que apunta a sujetos elec-
tores situados en el trance de llevarlas a
cabo. Se trata de una noción de libertad
basada, no en una mera descripción aso-
ciológica de un eventual proceso de toma
de decisiones, por parte de individuos ais-
lados, con respecto a cierta colección de
objetos —tal descripción arrojaría una
noción de libertad estérilmente pura,
absoluta—, sino en una caracterización
de las diferentes formas de interferencia
interpersonal que pueden constreñir tales
procesos de decisión en el mundo social y,
de ahí, en un criterio empírico y objeti-
vo concerniente al estatus social del que
ha de gozar el sujeto elector para que con
rigor pueda ser considerado libre.
Es en este sentido en el que Pettit
sugiere que no es «la decisión en sí
misma» aquella entidad susceptible de
merecer —o no— el atributo de «libre»,
sino «el sujeto que la toma»: la libertad,
dice Pettit, debe ser chooser-based, no
choice-based. Los sujetos electores —se
pregunta Pettit—, ¿son libres en la medi-
da en que sus elecciones se toman libre-
mente? ¿O las elecciones son libres en
tanto que son tomadas por sujetos elec-
tores libres? Pettit no duda en afirmar,
con el grueso de la tradición republica-
na, que la libertad no puede entenderse al
margen de la consideración de aquellas
condiciones socioinstitucionales que per-
miten afirmar —o no— que el sujeto que
elije se encuentra en condiciones de liber-
tad —como ausencia de dominación—:
la afirmación de la libertad requiere la
presencia de marcas, señales institucio-
nalmente trazadas que indiquen que los
individuos se hallan protegidos con res-
pecto a la mera posibilidad de interfe-
rencias arbitrarias por parte de instancias
ajenas. Así, el sujeto elector tendrá su
libertad garantizada en la medida en que
lo esté su posición social con respecto a
los demás; y manifestará su libertad social
en tanto que sujeto elector tomando sus
decisiones desde el goce de dicha posi-
ción.
De ahí que Pettit identifique tres com-
ponentes esenciales para levantar la noción
de libertad que él mismo propone: la
libertad de la acción llevada a cabo por el
agente; la libertad del yo implícito en la
capacidad del agente para identificar los
objetivos logrados a través de dicha
acción, y la libertad de la persona que goza
de un estatus social que le permite conce-
bir la acción en cuestión como algo pro-
Ressenyes Papers 80, 2006 293
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 293
pio, como algo producto de la voluntad
propia y no de la ajena.
La obra de Philip Pettit, pues, nos ofre-
ce una aproximación a la idea de libertad
que, lejos de rehuir la difícil cuestión de la
definición de lo que debería considerarse
un individuo autónomo en un contexto
social, arranca, en primer término, de una
exploración concienzuda de los condicio-
nantes relacionales-sociales y cognitivos
que dicha noción de libertad lleva de la
mano. A partir de ahí, la caracterización
de los contenidos de la libertad en el marco
conceptual del republicanismo, en la que
Pettit hace gala de un pluralismo metodo-
lógico poco frecuente —planos de reali-
dad distintos conllevan estrategias expli-
cativas distintas, desde explicaciones en
términos intencionales hasta explicaciones
de tipo estructural e histórico—, deviene
tarea compleja, pero no complicada.
David Casassas
Universidad Católica de Lovaina
Cátedra Hoover de Ética Económica
y Social
y Universitat de Barcelona
Departament de Teoria Sociològica,
Filosofia del Dret i Metodologia
de les Ciències Socials
dcasassas@ub.edu
Irkus Larrinaga
Universitat Autònoma de Barcelona
Departament de Filosofia
irkus.larrinaga@uab.es
294 Papers 80, 2006 Ressenyes
En esta obra de talante divulgativo,
Raymond Boudon recopila una serie de
argumentos propios que defienden la
necesidad de reformular la noción de
racionalidad en ciencias sociales, supe-
rando las limitaciones de la teoría de la
elección racional (TER).
Boudon arranca su ensayo con una
introducción sobre los diversos tipos de
explicaciones causales presentes en las
ciencias sociales en la actualidad. Hace
una crítica a las teorías que descansan en
fuerzas «culturales», «biológicas» o «psi-
cológicas», tales como la falsa conciencia,
la mentalidad primitiva, los cuadros men-
tales, los sesgos cognitivos o el incons-
ciente, que caracteriza como cajas negras.
La alternativa a este tipo de explicaciones
es la TER, que, con promotores como
Gary Becker, pretende erigirse en la teo-
ría general de las ciencias sociales.
Boudon reconoce la utilidad de esta
teoría en tanto que da explicaciones auto-
suficientes y elimina el recurso a fuerzas
ocultas, pero hace una crítica a las limi-
taciones de la TER en cuanto a su campo
de aplicación. Afirma que muchos fenó-
menos sociales que no caben en una expli-
cación de este tipo también deben ser
estudiados como acción racional. En una
línea declaradamente heredera de Weber,
la intención del autor es que la raciona-
lidad deje de asimilarse con su forma ins-
trumental, liberando las ciencias sociales
de la seducción utilitarista. De modo que
«el postulado de racionalidad admite que
el sentido para el actor de sus actos o cre-
encias reside en las razones que tiene para
adoptarlas» (p. 52).
El primer capítulo expone someramente
el sistema de postulados que componen
la teoría de la elección racional. Boudon
BOUDON, Raymond
Raison, bonnes raisons
París: Presses Universitaires de France, 2003
(Collection Philosopher en Sciences Sociales)
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 294
enuncia los postulados teóricos sobre las
acciones, las creencias y las actitudes de
los sujetos de la siguiente manera:
(1) El primer postulado es el individua-
lismo metodológico.
(2) El segundo postulado es la compren-
sibilidad de toda acción, creencia o
actitud individual.
(3) El tercer postulado es la racionalidad
de las acciones, creencias y actitudes.
(4) El cuarto postulado es el instrumen-
talismo o consecuencialismo que carac-
teriza la acción.
(5) El quinto postulado es el egoísmo o
autointerés.
(6) El sexto postulado, la maximización,
se refiere al método por el cual el suje-
to hace cálculos de costes y beneficios
a la hora de tomar decisiones.
Tras su descripción de la TER, el autor
realiza un breve recorrido por las aplica-
ciones de esta teoría en el campo de la
ciencia política contemporánea. Resalta
el éxito de la teoría para explicar las reglas
decisorias de la mayoría y de la unani-
midad en determinadas sociedades
(Popkin
1
), y los fracasos de dicha teoría
para explicar otros fenómenos como la
paradoja del voto.
Boudon identifica tres tipos de fenó-
menos ante los cuales la TER se revela
impotente:
(1) Las creencias descriptivas no triviales,
es decir, la adhesión de los individuos
a teorías específicas que les sirven para
dar una explicación satisfactoria a
unos hechos. Estas creencias cogniti-
vas no son de tipo instrumental.
Según el autor, la mayor insuficiencia
de la TER viene de ignorar esta natu-
raleza cognitiva de muchas creencias.
(2) Las creencias axiológicas, que el indi-
viduo adopta porque le parecen
correctas, sin que le reporten ventajas
instrumentales. «Hay que reconocer
que el actor social puede tener opi-
niones muy cerradas, que incluso con-
cibe como constituivas de su identi-
dad, sobre sujetos que no le
conciernen ni de lejos en sus intere-
ses personales. Es una de las razones
por las que la TER, a pesar de su
importancia decisiva, no podría cons-
tituir una base para la sociología» (p.
158).
(3) El tercer tipo de fenómenos que esca-
pan a la TER son las acciones no
egoístas. Cabe mencionar que el autor
no define con claridad este tipo de
acciones.
Para hacer frente a las insuficiencias de
la TER, Boudon propone deshacerse de los
postulados 4 a 6 —instrumentalismo,
egoísmo, maximización— y dejar la teo-
ría armada con los postulados 1 a 3
—individualismo, comprensibilidad, racio-
nalidad—. Acepta que los postulados 4, 5
y 6 pueden ser pertinentes en algunos tipos
de situación específica, pero que los pri-
meros postulados son los más generaliza-
bles al análisis de la acción y las creencias,
y, por tanto, son los que han de vertebrar
un modelo general de racionalidad.
El segundo capítulo de esta obra está
dedicado a exponer la categoría de racio-
nalidad cognitiva, que se comporta en el
conocimiento ordinario exactamente igual
que en el campo científico. Una teoría es
aceptada mientras no se disponga de una
teoría alternativa igualmente aceptable. Sin
saberlo, los sujetos aplican el principio pop-
periano de la «falsificación» al formar sus
creencias. Si bien todo conocimiento viene
marcado por su contexto, el autor recha-
za la clasificación del conocimiento ordi-
nario como meramente cultural, y el del
conocimiento científico como puramente
racional, y propone que ambos son racio-
nales y contextuales. Precisamente, la labor
Ressenyes Papers 80, 2006 295
1. POPKIN, S. (1979), The Rational Peasant: The Political Economy of Rural Society in Vietnam,
Berkeley University of California Press.
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 295
del sociólogo es identificar los mecanismos
y los parámetros contextuales que produ-
cen las creencias en cada contexto concre-
to. Y en el descubrimiento de mecanismos
comunes a contextos dispares está la fun-
ción claramente propia de las ciencias socia-
les respecto a la historia.
Para ejemplificar el uso sociológico de
la racionalidad cognitiva, Boudon se expla-
ya en ejemplos de sociólogos clásicos cuya
virtud es limitarse a las explicaciones basa-
das en lo que vagamente denomina «psi-
cología ordinaria». Por ejemplo, Toc-
queville
2
explicó el anticlericalismo francés
de fines del siglo XVIII como un razona-
miento de los individuos que veían en la
fe y en la Iglesia a unos cómplices de un
poder político alejado del interés de los
ciudadanos. La agregación de estas cre-
encias individuales generó una creencia
colectiva percibida por muchos como fun-
damentada en razones fuertes. A esta cre-
encia cognitiva se sumó el apoyo de
muchos que, por razones estratégicas, no
declaraban su apoyo a la religión para así
sumarse a la opinión anticlerical domi-
nante en su contexto social.
Por su parte, Durkheim
3
explicó las
creencias mágicas como derivadas de un
pensamiento religioso que no era irracio-
nal. Por ejemplo, los ritos de lluvia se efec-
tuaban en época de necesidad, y a menu-
do coincidían con el acontecimiento real,
de modo que la falsa relación de causali-
dad parecía estar confirmada. Si no acon-
tecía esta correlación espurea de rito y llu-
via, los magos imaginaban hipótesis
auxiliares para no desechar su teoría mági-
ca. Efectuaban el mismo razonamiento
de los científicos descrito por la tesis de
Duhem-Quine, según la cual las contra-
dicciones entre una teoría y los hechos
empíricos pueden ser atribuidas a un ele-
mento secundario. De modo que, efec-
tuando una modificación menor de la teo-
ría, se conserva la totalidad de la misma
y se la hace compatible con los hechos.
Boudon critica el carácter metafísico
de las nociones de «cuadro mental» y
«sesgo cognitivo» y propone que se con-
ceptualicen los errores de inducción y las
creencias razonables pero falsas como pro-
ductos de parámetros contextuales. A con-
tinuación, ofrece una breve descripción
de algunos tipos de parámetros contex-
tuales.
Los parámetros de posición son el punto
de vista impuesto por la posición social
del individuo. Por ejemplo, Boudon afir-
ma que un funcionario difícilmente puede
tener una visión liberal, puesto que per-
cibe el Estado como el mecanismo capaz
de introducir orden en la jungla de inte-
reses privados.
Los parámetros cognitivos pueden
depender del contexto social y limitan el
nivel de complejidad de las teorías y la
capacidad del sujeto de juzgar su validez.
El autor pone el ejemplo de una encues-
ta de opinión de Inglehart, Basañez y
Moreno
4
, que testaba hipótesis erróneas
sobre la creación de empleo en varios paí-
ses, y cuyas respuestas más o menos cer-
canas a la teoría —errónea— se corres-
pondían con los niveles de instrucción de
los entrevistados.
En el tercer capítulo, Boudon desa-
rrolla su noción de racionalidad axiológi-
ca, que es una forma de racionalidad,
puesto que «las convicciones axiológicas
se forman en el espíritu del individuo
sobre la base de razones percibidas por él
como fuertes, exactamente igual que sus
convicciones no axiológicas» (p. 100).
Boudon considera la racionalidad axioló-
gica como una forma de racionalidad cog-
296 Papers 80, 2006 Ressenyes
2. TOQUEVILLE, A. (1986, [1856]), L’Ancien Régime et la Révolution, París, Laffont.
3. D
URKHEIM, E. (1979 [1912]), Les formes élémentaires de la vie religiesuse, París, PUF.
4. I
NGLEHART, R., BASAÑEZ, M., MORENO, A. (1998), Human Values and Beliefs, a Cross-cul-
tural Sourcebook, Ann Arbor, The University of Michigan Press.
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 296
nitiva. Y tales razones axiológicas también
dependen de los parámetros contextuales
que caracterizan al sujeto. Boudon pone
dos ejemplos de sentimientos morales
racionales.
Su primer ejemplo es el empeño de los
empleados por ser tratados de manera
exactamente igual, y su reacción de indig-
nación ante violaciones de esta igualdad
—tal y como describe Mills
5
—. Tal indig-
nación se fundamenta en el razonamien-
to axiológico de que debe existir una abso-
luta igualdad entre contribuciones y
retribuciones.
El autor aborda, en segundo lugar, los
principios que fundamentan los senti-
mientos sobre la legitimidad de las desi-
gualdades desde un experimento de
Frohlich y Oppenheimer
6
en el que se
pidió a los entrevistados de dos países ele-
gir la más justa entre cuatro distribuciones
ficticias de ingresos. El resultado —en
ambos países— difería del principio de
diferencia de Rawls, ya que la opción
mayoritariamente seleccionada fue la dis-
tribución que maximiza la media de ingre-
sos con límites de ingresos mínimos para
los estratos inferiores. La interpretación
que el autor da a estos resultados es que
los sujetos del estudio pensaban que las
distribuciones ficticias eran funcionales
—con correspondencia entre contribu-
ción y retribución—, y, por tanto, razo-
naban que se trataba de desigualdades
legítimas.
Como en el caso de la racionalidad cog-
nitiva, Boudon propone parámetros con-
textuales que intervienen en la racionali-
dad axiológica. El parámetro de anclaje
comunitario hace que el sujeto tienda a
suscribir principios e ideas por su valor
funcional, puesto que los valores de la
comunidad de adscripción sirven a la
comunidad en cuestión y, por extensión,
al propio individuo. Boudon pone el
ejemplo de unos sondeos de opinión fran-
ceses relativos al enjuiciamiento de los ex
ministros socialistas Fabius, Dufoix y
Hervé por el caso de la sangre contami-
nada. En dicho sondeo se activó el pará-
metro de anclaje comunitario, en tanto
que los simpatizantes socialistas y los sim-
patizantes del Frente Nacional dieron
muchas más respuestas partidistas que el
resto de los encuestados, mientras que en
otra pregunta del mismo sondeo no se
activaba la respuesta partidista y, por
tanto, no aparecían tales diferencias en las
respuestas de los simpatizantes de distin-
tos partidos.
El autor también menciona los intere-
ses personales y los intereses de rol o cate-
goría como parámetros contextuales que
influyen en las opiniones de los indivi-
duos. Nuevamente, el autor emplea un
ejemplo de un sondeo de opinión fran-
cesa sobre la ley de las treinta y cinco
horas para mostrar cómo las opiniones
varían en función de la categoría social
del encuestado (empleado, desempleado,
empresario). Interpreta que el apoyo a esta
ley por parte de empleados y desemplea-
dos viene dado por su interés personal, y
que en el caso de los empresarios, su inte-
rés de rol les hace adversos a una medida
que pueda afectar negativamente a los
resultados de la empresa.
El capítulo cuarto es un conjunto de
respuestas y aclaraciones que el autor
anticipa a objeciones que pueda recibir
el modelo general de racionalidad que
propone. Boudon aboga por superar la
dicotomía constructivismo/objetivismo
absoluto, y propone un «objetivismo
relativo». El sujeto elige X en el momen-
to en el que juzga el sistema T1 de razo-
nes sobre las que descansa X mejor que
los demás sistemas de razones alternati-
Ressenyes Papers 80, 2006 297
5. MILLS C. W. (1951), White Collar. The American Middle Classes, Nueva York, Oxford
University Press.
6. F
ROHLICH, N., OPPENHEIMER, J. A. (1992), Choosing Justice, an Experimental Approach to
Ethical Theory, Oxford, University of California Press.
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 297
vos. El hecho de que no existan criterios
generales para declarar verdadera una
teoría no significa que esta teoría y los
juicios sobre la misma sean arbitrarios o
convencionales. Tanto las creencias cog-
nitivas como las axiológicas están fun-
damentadas en razones «que o bien el
actor tiene por sólidas, o bien estima
satisfactorias» (p. 133).
En cuanto a la formación de creencias
colectivas, el autor cree que siguen un
proceso de racionalización por el cual van
sobreviviendo las ideas más sólidas
—razones fuertes— que guardan una
autonomía relativa respecto de la histo-
ria. En un intento más bien confuso de
explicar la diferencia entre buenas razones
y razones fuertes, el autor explica que las
buenas razones se producen cuando el
sujeto elige una explicación satisfactoria
para no tener que seguir buscando, mien-
tras que cuando el sujeto tiene una mayor
intensidad de convicción, tendrá razones
fuertes.
El autor aborda la cuestión de la inde-
terminación diciendo que el sociólogo
puede imputar razones no observables a
los comportamientos de los sujetos pos-
tulando hipótesis psicológicas «compren-
sibles». Podemos asumir que toda estruc-
turación clara de los datos estadísticos
resulta del hecho de que los sujetos obe-
decen a ciertos grandes tipos de razones
o de motivaciones (p. 142). Boudon no
ofrece una definición nítida ni un crite-
rio delimitador de las razones «compren-
sibles» e «incomprensibles» ni entre «psi-
cología ordinaria» evidente y «variables
disposicionales» oscuras. Desafortuna-
damente, esta carencia de una microfun-
damentación psicológica entorpece su
afán de construir una teoría sólida de la
racionalidad cognitiva.
Boudon, asimismo, adopta una posi-
ción crítica de la tesis de la razón comu-
nicativa, afirmando que si bien la comu-
nicación puede facilitar la determinación
de la verdad, no es una condición nece-
saria para que el sujeto determine sus razo-
nes cognitivas ni axiológicas.
Según este autor, se puede dar el caso
de la racionalización de emociones, en el
que el sujeto busca una teoría que aco-
mode sus afectos y la acepta aunque sólo
tenga un mínimo de credibilidad. Sin
embargo, construye su concepto de racio-
nalidad axiológica asumiendo que las cre-
encias normativas suelen ser racionales y
desinteresadas. Cabe decir que el autor
deja abierta, y por tanto analíticamente
borrosa, la relación entre razones y emo-
ciones. No aclara un criterio operativo
para distinguir y detectar las respectivas
motivaciones afectivas o racionales para
las creencias normativas.
En su conjunto, este libro aporta una
interesante mirada crítica a la teoría de
la elección racional, si bien no profun-
diza en la misma. Tampoco trata las
aportaciones sobre racionalidad limita-
da que se están realizando desde disci-
plinas afines a la sociología, como la
investigación sobre los mecanismos cog-
nitivos humanos de la psicología cogni-
tiva o los modelos teóricos herederos de
Herbert Simon.
El gran mérito de esta obra es su efi-
cacia a la hora de persuadir al lector de la
necesidad para el análisis sociológico de
desarrollar un nuevo modelo general de
racionalidad.
Natalia Matas Piper
Universitat Autònoma de Barcelona
Departament de Sociologia
nataliamatas@wanadoo.es
298 Papers 80, 2006 Ressenyes
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 298
Without a well-developed and formalized
technique of qualitative, holistic com-
parison, social and political science
researchers encounter considerable frus-
trations and difficulties in terms of under-
going comparative work. In cases of cross-
national data sets, which are relatively
small in size, conventional quantitative
techniques, such as multivariate statisti-
cal analysis cannot maintain patterns of
statistical interaction. Moreover, if
researchers want to compare different
countries, statistical methods encourage
them to increase sample size and ignore
or at least skip other issues of compara-
bility like historical, cultural or geo-
graphical aspects of the social phenome-
non in the study.
Charles Ragin tries to move beyond
qualitative and quantitative strategies in
comparative social research. His first
book, The Comparative Method: Moving
Beyond Qualitative and Quantitative
Strategies (1989), continues to represent
the leading methodological work in com-
parative social science. It represents a sig-
nificant attempt to step back from tradi-
tional statistical techniques, particularly
in comparative social and political sci-
ence, and explore alternative ways of link-
ing theory and evidence. Ragin proposes
a synthetic new strategy, based on an
application of ‘Boolean Algebra’, in order
to simplify complex data structures in a
logical and holistic manner. The strengths
of both quantitative and qualitative social
science methods are, therefore, deliber-
ately combined with some sophistication,
in order to get to the task of comparing
cases.
Before starting a more in-depth review
of the book, it would be imperative to
underline Charles Ragin’s major contri-
bution to Qualitative Comparative
Analysis (QCA). The School of
Comparative Social Research had its ear-
lier roots in substantive social research,
especially Theda Skocpol’s substantial
studies of comparative historical trajec-
tories and J.S Mill’s comparative meth-
ods (the methods of agreement and dif-
ference). However, It is indisputable that
Ragin’s book stands out as the most rep-
resentative work on comparative social
research. In the book, he tries to reveal
the epistemological vigour of combining
qualitative and quantitative methods in
comparative research.
Charles Ragin is Professor of Sociology
and Political Science at the University of
Arizona; he has developed his contribu-
tion in the area of comparative methods
and their role in advancing systematic
cross-case analysis and small-n studies.
Thus, books like the edited collections
of essays Issues and Alternatives in
Comparative Social Research (1991), What
Is a Case? Exploring the Foundations of
Social Inquiry (1992), the short intro-
ductory methodology text Constructing
Social Research. The Unity and Diversity
of Method (1994), and the edited collec-
tion Formal Methods of Qualitative
Analysis (1994), deal with issues such as
the balancing emphasis on cases and on
variables in good comparative social sci-
ence; ‘configurational’ comparative
research as a middle path between the
very small-n and the very large-n
approaches; the nature of the case and the
Ressenyes Papers 80, 2006 299
RAGIN, Charles C.
The Comparative Method: Moving Beyond Qualitative and Quantitative
Strategies
Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1989, 185 p.
Fuzzy-Set Social Science
Chicago: University of Chicago Press, 2000, 352 p.
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 299
ways in which a different understanding
of what a case is affects the conduct and
the results of research; and the possibili-
ty of blending three major traditions by
asserting their different goals: (1) quali-
tative research (many variables, few cases)
studies commonalities, (2) comparative
research (some cases, some variables) stud-
ies diversity, and (3) quantitative research
(many cases, few variables) examines rela-
tionships among variables.
Coming back to Ragin’s first book
The Comparative Method, I want to
emphasize its main aim, that of identi-
fying the distinctive strengths of case-
oriented methods (qualitative strate-
gies), in relation to variable-oriented
methods (quantitative tools), and for-
malizing them as a general method of
qualitative comparison using ‘Boolean
Algebra’ —the algebra of logic and set
theory. This analytical strategy is called
Qualitative Comparative Method
(QCA) and may be applied to a few
cases or to hundreds.
Ragin considers that the essential
characteristics of the qualitative/quanti-
tative split in the social sciences are clear-
ly noticeable in comparative social sci-
ence. Cross-national studies that use
quantitative tools, even though they can
analyse many cases, tend to overlook
important research questions or to dis-
tort them; they are variable-oriented (as
opposed to case-oriented) and abstract-
ly causal (as opposed to historical).
Moreover, they are likely to become
vague and abstract by trying to broaden
the scope of a study so they can lead to
general conclusions. On the other side,
comparative case studies, while they can
examine just a few cases, are case-ori-
ented, sensitive to complexity and his-
torical specificity, and holistic —they
treat cases as whole entities and not as
collections of parts and capable of
generating new conceptual schemes.
Furthermore, case-oriented methods per-
ceive causation as being ‘conjunctural
and complex’ —any of several combi-
nations of conditions might produce a
certain outcome and, thus, they inge-
niously intermingle theory and data.
Ragin’s main enquiry deals with how
to avoid the shortcomings of the two
approaches: the limited range of cases by
using case-oriented methods and the sim-
plifying assumptions in the case of vari-
able-oriented methods. The qualitative
comparative method comes to link
together the two approaches, providing
an alternative to multivariate statistical
analysis that is both holistic or histori-
cally interpretative —the cases are treated
as whole entities— and causal-analytical
—more than a few cases can be examined
and modest generalization is possible.
Nevertheless, it does not supersede tradi-
tional statistical analysis, but rather com-
plement it. The data matrix of multi-
variate analysis is replaced by truth tables
of ‘Boolean Algebra’ in order to logically
minimize data’s complexity. Subsequently,
two advanced methods of ‘Boolean
Algebra’ are introduced: one that address-
es the limited diversity of social phe-
nomena and so the difficulty of manip-
ulating them experimentally, and the
second one, which concerns the use of set
theory to contrast empirical configura-
tions with theoretically constructed mod-
els.
The last innovative approach of Ragin
to the practice of social science is encom-
passed in his book Fuzzy-Set Social Science
(2000). This new book goes beyond
Boolean analysis —binary scores (0 –
“out”, 1 – “in”) and explores the use of
fuzzy-sets -an approach originated in the
mid-1960s— in bridging the gap-line
between quantitative and qualitative
methods. Fuzzy-sets refers to planning a
labelling scheme that is numeric but ordi-
nal like, for example:
—0 refers to “fully out” of the set
—lower numbers below 0.5 refers to
“barely more out than in”
300 Papers 80, 2006 Ressenyes
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 300
—0.5 represents neither “more in” nor
“more out” of the set
—higher numbers than 0.5 represent
“almost fully in” the set
—1.0 refers to “fully in” the set
Cases are not seen a combinations of
variables as in the quantitative approach,
but rather as configurations of set mem-
berships or combinations of aspects and
conditions. Ragin gives the example of
poor countries, which are only a sub-set
of the low-income countries. He argues
that fuzzy-sets permit a far richer inter-
connection between theory and empiri-
cal evidence in social research than pre-
viously possible. They not only allow
quantitative researchers to abandon
“homogenizing assumptions” about cases
and causes but broaden diversity-orient-
ed research strategies and provide a strong
connection between theory and data
analysis. More importantly, fuzzy sets can
be cautiously adapted to fit evolving the-
oretical concepts, sharpening quantita-
tive tools with in-depth knowledge
gained through qualitative, case-orient-
ed inquiry.
This approach is potentially a great
advancement in research methods not
only in sociology, political science, and
anthropology, but also in whatever field
of inquiry dealing with complex patterns
of causation. The traditional dichoto-
mous categories like old versus new, poor
versus rich, left versus right, open ver-
sus closed economies, proportionality
versus majority, democracy versus dic-
tatorship, etc., are more and more
blurred by the complexity of social real-
ity. The integration of (or interdepen-
dence between) various aspects of social
life gives rise in the end to a mix of ele-
ments that originally follow from dif-
ferent ideal types. Thus, fuzzy-set social
science comes to explain and examine
the fuzziness, vagueness or ambiguity of
social reality.
Ragin’s contribution to comparative
social science is undeniable and major.
QCA and fuzzy QCA approaches move
beyond standard social science analyt-
ic techniques and promote two new
methods of comparison in social sci-
ence that surpass in an innovative way
the well-known problems of both case-
oriented and variable-oriented meth-
ods: case complexity and analytic
causality are thus peacefully reconciled.
Hence, the traditional gap between
qualitative and quantitative methods in
social sciences becomes thinner if not
obsolete. Nevertheless, social scientists
using ‘configurational’ methods may
criticize Ragin for his total dismissal of
cluster analysis or scaling when seeking
data patterns, while statisticians would
remain unconvinced about the sound
justification of fuzzy-sets instead of
probability tests, or by the limited
exploration of the potential application
of fuzzy logic in social sciences - only
to qualitative comparative analysis
(QCA).
Mihaela Vancea
Universitat Pompeu Fabra
Departament de Ciències Polítiques
i Socials
mihaela.vancea@upf.es
Ressenyes Papers 80, 2006 301
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 301
The logic of any good research project
remains essentially the same whether qua-
litative or quantitative techniques are
used. This is the main argument of the
famous book by King, Keohane and
Verba. In 1994, just at the point when
the debate about the relative merits of
quantitative or qualitative methods was
apparently becoming endless and threa-
tened to undermine the legitimacy of
social sciences, this book offered a single
conciliatory focus: both types of research
have to follow the same logic of inferen-
ce. The authors insist on the major legacy
that qualitative writers like Barrington
More, O’Donnell, Skocpol, Dahl,
Putnam or Lipset have bequeathed to
sociology and political science. This, pro-
bably, is the book’s main contribution to
the academic debate.
While it is true that the two kinds of
research are clearly different in style, King
et al. maintain and demonstrate that the
underlying inferential logic is always the
same. What distinguishes social sciences
from occasional observation is precisely
that the former aims to make valid infe-
rences through the systematic use of con-
trasting procedures. In brief, social rese-
arches should use immediate data that
will lead to something on a broad scale
that cannot be directly observed. This
“something” may involve the use of des-
criptive or causal inference depending on
whether the aim is to reveal facts hither-
to not observed or to discover causal
effects on the basis of the data collected
doing the research.
The main goal of the book is to
encourage qualitative researchers to use
scientific inference in their work. Thus,
the book analyses significant issues in
social research design, such as the ways of
increasing the number of observations,
the use of observable results to link the-
ory and data, how to avoid bias (with
particular attention to selection bias),
and how to deal with the problems
of endogeneity and multicolineality.
Nevertheless, according to the authors,
all these subjects are important for the
researchers using quantitative methods
too, who should be as careful as those
using qualitative methods in order to
avoid the same kind of problems in their
research.
This is a major book for social scien-
tists that emphasizes for the first time the
singular scientific procedures that should
guide both qualitative and quantitative
research. Even though it is primarily a
book for academics, it was written for
political and other social scientists of all
persuasions and career stages, from qua-
litative field researchers to statistical
analysts, from advanced undergraduates
and first-year graduate students to senior
scholars. Consequently, it can offer to
young scholars invaluable and essential
insights into the logic of qualitative rese-
arch: a unified approach to valid des-
criptive and causal inference. Summing
up, King’s et al. book clearly highlights
that “valid inference is possible only so
long as the inherent logic underlining all
social scientific research is understood and
followed” (p. 230).
Àlex Boso
Universitat de Barcelona
Departament de Teoria Sociològica,
Filosofia del Dret i Metodologia
de les Ciències Socials
alexboso@ub.edu
302 Papers 80, 2006 Ressenyes
KING, Gary; KEOHANE, Robert; VERBA, Sidney
Designing Social Inquiry: Scientific Inference in Qualitative Research
Princeton: Princeton University Press, 1994
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 302
Cuando aparecieron los primeros sistemas
de computación electrónica, grandes
máquinas calculadoras de una rigidez y
determinación abrumadora para la mente
humana, se comenzó a extender la idea de
que los sistemas humanos (sociedades) cada
vez serían más similares a los sistemas
computacionales. Sin embargo, tan sólo
algunos años más tarde, aquellos ordena-
dores o computadores tuvieron un desa-
rrollo tecnológico acelerado y espectacular,
especialmente en cuanto a su programa-
ción o arquitectura lógica, y de repente se
comenzó a extender la idea contraria de que
los sistemas informáticos cada vez serían
más similares a una sociedad humana. La
concepción original de la sociedad com-
putadora aún ocupa un gran número de
mentes humanas, mientras que la segunda
(la computadora sociedad) parece ser patri-
monio propio de quienes diseñan ordena-
dores y programación aplicada
1
. La llamada
«inteligencia artificial» cambió radicalmente
de orientación cuando Marvin Minsky
(uno de los fundadores de la disciplina y
defensor hasta ese momento de su línea clá-
sica) propuso, en 1987, el nuevo modelo
de «sociedad de la mente» como modelo
para los futuros sistemas informáticos
2
.
Desde entonces, las características esencia-
les de funcionamiento de sistemas huma-
nos y sistemas informáticos se han acerca-
do tanto que incluso se han desarrollado
ya algunas teorías en las que ambos coin-
ciden como objetos de reflexión, estudio y
desarrollo, como, por ejemplo, las teorías
de la complejidad en la línea abierta en
1990 por Maturana y Varela
3
. Si, en cier-
to sentido fundamentalmente relevante para
las prácticas de investigación social común-
mente aceptadas, es tan similar un sistema
informático a un sistema humano, ¿por qué
no utilizar sistemas informáticos para avan-
zar en el conocimiento de sistemas huma-
nos? Esta aproximación a la investigación
social, que utiliza sistemas informáticos
como modelos útiles para el conocimiento
de sistemas humanos, es lo que se conoce
como «simulación social por ordenador»,
y a ella se dedica el libro objeto de la pre-
sente reseña.
En defensa de la utilidad de las simu-
laciones computerizadas en el campo de
las ciencias sociales, y particularmente en
sociología, resulta interesante revisar los
diversos aspectos favorables y desfavora-
bles que en 2000 destacaron Marney y
Talbert
4
. Pero, para apreciar cabalmente
la relevancia del libro reseñado sobre simu-
lación social, así como el lugar preciso en
que ubicarla, hay que entender esta simu-
lación como una nueva metodología de
investigación científica, en el sentido que
defiende (y practica) Robert Axelrod
5
:
Ressenyes Papers 80, 2006 303
1. Se desconoce, a día de hoy, cual de las dos concepciones ocupa las mentes electrónicas, si es
que alguna de ellas lo hace.
2. M
INSKY, Marvin (1987), The Society of Mind, Nueva York, Simon & Schuster, 1987.
3. M
ATURANA, H., VARELA, F. (1990), El árbol del conocimiento: Las bases sociales del conocimiento
humano, Madrid, Debate, 1990.
4. M
ARNEY, J. P.; TALBERT, HEATHER, F. E. (2000), «Why do simulation? Towards a working
epistemology for practitioners of the dark arts», Journal of Artificial Societies and Social
Simulation, vol. 3, n. 4, http://www.soc.surrey.ac.uk/JASSS/3/4/4.html (12 de septeimbre
de 2004).
5. A
XELROD, R. (2003), «Advancing the Art of Simulation in the Social Sciences», Japanese
Journal for Management Information System, Special Issue on Agent-Based Modeling, vol.
12, n. 3, diciembre.
GILBERT, Nigel; TROITZSCH, Klaus
Simulation for the Social Scientist
Buckingham: Open University Press, 2005 (2a edición)
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 303
Simulation is a third way of doing scien-
ce. Like deduction, it starts with a set of
explicit assumptions. But unlike deduc-
tion, it does not prove theorems. Instead, a
simulation generates data that can be analy-
zed inductively. Unlike typical induction,
however, the simulated data comes from a
rigorously specified set of rules rather than
direct measurement of the real world.
While induction can be used to find pat-
terns in data, and deduction can be used
to find consequences of assumptions, simu-
lation modeling can be used as an aid intui-
tion. (Axelrod, 2003)
Así, la simulación como metodología
se propone como herramienta y estrate-
gia de generación de contenido teórico, en
un sentido similar a la propuesta meto-
dológica correspondiente a la grounded
theory de Glaser y Strauss (en su versión
original)
6
.
Significativamente, la distribuidora on-
line Amazon.com ofrece
7
este libro con-
juntamente con el clásico Micromotives
and Macrobehaviour de Thomas Schelling
(1978). Si la obra de Schelling ofrece ejem-
plos de los primeros intentos de aplica-
ción de tal metodología, el manual aquí
reseñado permite a cualquier persona inte-
resada, que disponga de un ordenador per-
sonal, adentrarse en la implementación
concreta y en el uso inmediato de mode-
los de simulación como soporte a su acti-
vidad de generación y reflexión teórica. E,
igual que en el caso de Schelling, las prác-
ticas metodológicas derivadas del uso de
la simulación siguiendo el libro de Gilbert
y Troitzsch, requieren como condición
necesaria la asunción de la perspectiva
conocida como individualismo metodoló-
gico, en el sentido propuesto (y practica-
do) por otros autores vinculados a la «teo-
ría social analítica», e. g. R. Boudon,
J. Elster, J. S. Coleman, F. Barbera, J.
Searle, R. Axelrod, R. Goodin, E. O.
Wright y Ph. Van Parijs. Del mismo
modo, Peter Hedström dedica un aparta-
do de su más reciente obra a una modali-
dad de simulación social (basada en agen-
tes) como parte de las estrategias
metodológicas relevantes en el desarrollo
de teoría social analítica explicativamen-
te potente, y que permite tratar de mane-
ra efectiva la problemática del vínculo
entre los niveles microsocial y macroso-
cial a través de la especificación de «meca-
nismos explicativos»
8
.
Los autores han hecho de este un libro
eminentemente práctico sobre técnicas de
construcción de simulaciones mediante
ordenador, dedicado a cuestiones de carác-
ter social o económico. Proporcionan con-
sejos sobre cómo acercarse a la compren-
sión de complejos fenómenos sociales a
través de la construcción y el análisis de
modelos o «mundos» informáticos. Su
primera edición, publicada por Open
University Press en 1998, fue el primer libro
escrito por sociólogos que se dedicaba explí-
citamente a la simulación en el sentido men-
cionado. Ciertamente, existían manuales de
simulación mediante sistemas informáticos,
pero ninguno adoptaba fundamentalmen-
te la perspectiva de la ciencia social y, al
mismo tiempo, se orientaban a modalida-
des concretas, muy especialmente a la diná-
mica de sistemas (system dynamics), mien-
tras que el reseñado abarca un amplio
panorama de modalidades.
El libro destaca por contener varios
niveles de detalle, lo que permite su lec-
tura bien como introducción a este inte-
resante campo, bien como panorámica crí-
304 Papers 80, 2006 Ressenyes
6. GLASER, Barney, STRAUSS, Anselm L. (1967) The Discovery of Grounded Theory, Chicago,
Aldine Publishing Co.
7. http://www.amazon.co.uk/exec/obidos/ASIN/0335197442/026-9477392-7459614 (20
de enero de 2005).
8. H
EDSTROM, Peter (2005), Dissecting the Social: On the Principles of Analytical Sociology,
Oxford, University of Oxford, 2005, cap. 6.
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 304
tica de herramientas metodológicas, o bien
como manual de aplicación práctica. El
primer nivel permite adentrarse en la
metodología genérica de la modelización
de procesos sociales, así como en la vali-
dación de modelos y el análisis de sus
resultados (caps. 1, 8 y 9). El segundo nivel
ofrece una visión amplia y autorizada de
las diversas modalidades de simulación
social, con sus descripciones, ejemplos,
criterios de aplicación, y una introducción
a la literatura y los recursos para profun-
dizar en cada variante (caps. 2-10).
Finalmente, el tercer nivel de detalle per-
mite, a quien tenga unos conocimientos
mínimos de programación informática,
desarrollar simulaciones concretas para sus
propios proyectos de investigación social.
Además de los capítulos correspon-
dientes a una revisión histórica y a una
caracterización operativa de la metodolo-
gía de simulación mediante ordenador, el
libro repasa, capítulo a capítulo, las dife-
rentes modalidades de simulación, con
numerosos ejemplos del ámbito propio de
las ciencias sociales, e incluyendo en
muchos casos las líneas de código de pro-
gramación correspondientes al ejemplo
tratado. Gracias a esta explicitación del
código (y a las referencias al final de cada
capítulo que permiten conseguir gratui-
tamente en Internet las aplicaciones per-
tinentes), la persona lectora puede repro-
ducir, con poco esfuerzo, los resultados de
las simulaciones en su propio ordenador,
como base para explorar modificaciones
en el código y otros ejercicios propuestos
a lo largo del texto. Frente a otros manua-
les, ofrece una introducción suficiente de
hasta siete diferentes aplicaciones que pue-
den usarse para poner en funcionamien-
to diversas modalidades de simulación
social, como son STELLA, SPSS,
UMBDS, SimLab, SimProcess, MIMO-
SE, y especialmente NetLogo (a partir del
capítulo 7). En esta segunda edición, se
añade, en relación con la original, un capí-
tulo completo dedicado en detalle a cómo
construir, depurar, probar, analizar y publi-
car modelos de simulación multiagente.
En conjunto, este libro proporciona
una excelente perspectiva general de las
diversas modalidades de simulación
social, insistiendo esta segunda edición
en los aspectos operativos de aquellas
modalidades que los autores consideran
especialmente útiles en el desarrollo de
la investigación social actual. Debido a
esta insistencia particular, existe una cier-
ta descompensación entre los capítulos;
en ocasiones puede dar la sensación de
que algunas modalidades son tratadas
meramente como menciones honoríficas
de carácter quasi historicista, mientras
que otras (especialmente, la simulación
multiagente) reciben un tratamiento ope-
rativo sumamente detallado. Incluye,
entre sus diversos capítulos, una intro-
ducción suficiente a la metodología de la
simulación y un excelente complemento
para el aprendizaje del uso de la aplica-
ción NetLogo a estos efectos. Esta segun-
da edición ha revisado y ampliado nota-
blemente las lecturas complementarias
de ciertos capítulos, así como las refe-
rencias a los recursos informáticos dis-
ponibles, con un apéndice específico
incluyendo sitios www que pueden fun-
cionar como un buen punto de partida
para explorar Internet, clasificados por
temas. Igualmente, se ha mejorado el
catálogo comentado de aplicaciones y
entornos de programación disponibles,
lo que permite orientarse entre la multi-
tud de aplicaciones que están en proce-
so de desarrollo actual y que configuran
un panorama a un tiempo rico y confu-
so. Cabe destacar, en esta edición revisa-
da, la apuesta clara y explícita por el
entorno NetLogo
9
, que si bien no es cier-
Ressenyes Papers 80, 2006 305
9. Página WWW del proyecto NetLogo, http://ccl.northwestern.edu/netlogo/ (5 de diciem-
bre de 2005).
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 305
tamente el más evolucionado, rápido, ni
operativo para simular sistemas comple-
jos, sí que presenta indudables ventajas
frente a otros en cuanto a su facilidad de
aprendizaje, su potencia y flexibilidad,
su proyección de desarrollo futuro y sus
cualidades pedagógicas
10
.
Gilbert y Troitzsch se dirigen a cientí-
ficos sociales de campos muy diversos,
particularmente sociología, economía,
antropología, geografía, teoría de la orga-
nización, ciencia política, políticas socia-
les, psicología cognitiva y ciencias cogni-
tivas en general, aunque todos ellos
relacionados por el interés común en la
aplicación fundamental de alguna o
ambas de las ideas fuertes de la perspec-
tiva metodológica individualista (la inten-
cionalidad individual como «razón» expli-
cativa, y la complejidad de la agregación
de resultados). Sin embargo, dada la sin-
gular atracción por tales ideas que en los
últimos años ha crecido entre los cientí-
ficos de la computación, el libro puede
interesar igualmente a quien trate cues-
tiones relativas a la inteligencia artificial
distribuida y a arquitecturas informáticas
o tecnología multiagentes. Incluso aque-
llas personas que trabajen habitualmente
con simulaciones (de cualquier modali-
dad) pueden beneficiarse al obtener una
perspectiva más amplia de la metodolo-
gía asociada a la modelización mediante
ordenadores. La adición, en esta segunda
edición, de un nuevo capítulo (cap. 9),
proporciona una guía sistemática de las
etapas y tareas implicadas en el diseño, la
depuración, la prueba y la validación
recursiva de simulaciones sociales que
puede resultar de gran utilidad para quien,
desde una formación en ciencias sociales
pero sin conocimientos de programación,
desee iniciarse en tal metodología.
En definitiva, el libro proporciona ele-
mentos suficientes para poder plantearse
cuestiones clave, como: ¿qué contribu-
ción pueden hacer las simulaciones por
ordenador a las ciencias sociales? Pero no
se trata de una obra filosófica, sino de un
manual eminentemente práctico, que res-
ponde a cuestiones de índole pragmáti-
ca, como ¿qué tipo de simulación corres-
ponderá mejor a mi proyecto concreto de
investigación social?, y, sobre todo ¿cómo
diseñaré, llevaré a cabo y analizaré los
resultados de mi propia simulación por
ordenador? Resulta, pues, un excelente
punto de partida para iniciar, en palabras
de A. Lizón, esa «vía de exploración para
que la sociología analítica emprenda cami-
nos “empíricos”, de la mano de resulta-
dos ciertos de las ciencias cognitivas y
favorecida por la potencia (tanto teórica
como tecnológica) alcanzada por las cien-
cias de la computación».
Más información en:
http://mcgraw-hill.co.uk:2000/html/
0335216005.html (24 de enero de 2005).
Página www del libro mantenida por los
propios autores, con fe de erratas y fiche-
ros con código ejecutable, en http://cress.
soc.surrey.ac.uk/s4ss (24 de noviembre de
2005).
Reseña de la primera edición de 1998,
en JASS: http://jasss.soc.surrey.ac.uk/3/3/
reviews/schertler.html, por Andrea Schertler.
Francisco J. Miguel Quesada
Universitat Autònoma de Barcelona
Departament de Sociologia
miguel.quesada@uab.es
306 Papers 80, 2006 Ressenyes
10. NetLogo no es tan potente, ni dispone de tantas librerías de procedimientos (para realizar
tareas auxiliares), como el lenguaje Lisp, o el entorno Swarm, pero cuenta con ventajas
como la de ser sumamente sencillo de aprender y de usar, muy visual, gratuito, y con una
importante y creciente comunidad de usuarios que desarrollan un amplio y creciente depó-
sito público de código con ejemplos en todos los ámbitos del conocimiento.
Papers 80 001-312 13/12/06 10:55 Página 306