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Michel Foucault posfundacional: la potencia práctica de la noción de modos de subjetivaciónMichel Foucault postfundacional: la potència pràctica de la noció de modes de subjectivacióPost-foundational Michel Foucault: The practical power of the notion of modes of subjectivation

Authors:

Abstract

Este artículo parte de una problematización del campo de pensamiento político posfundacional a partir de la deriva nietzscheana. Desde allí busca poner en valor la perspectiva histórico-crítica de Michel Foucault. El examen de las categorías tradicionales de sujeto y de poder, tanto como su elaboración de la noción de «modos de subjetivación», nos permitirá calibrar en clave posfundacional la potencia práctica de su pensamiento.
Enrahonar. An International Journal of Theoretical and Practical Reason 74, 2025 145-164
ISSN 0211-402X (paper), ISSN 2014-881X (digital) https://doi.org/10.5565/rev/enrahonar.1624
Michel Foucault posfundacional: la potencia
práctica de la noción de modos de subjetivación
Senda Sferco
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET)
Universidad de Buenos Aires. Instituto de Investigaciones “Gino Germani”
senda.sferco@gmail.com
Resumen
Este artículo parte de una problematización del campo de pensamiento político posfun-
dacional a partir de la deriva nietzscheana. Desde allí busca poner en valor la perspectiva
histórico-crítica de Michel Foucault. El examen de las categorías tradicionales de sujeto
y de poder, tanto como su elaboración de la noción de «modos de subjetivación», nos
permitirá calibrar en clave posfundacional la potencia práctica de su pensamiento.
Palabras clave: sujeto; poder; subjetividad; verdad; política
Abstract. Post-foundational Michel Foucault: The practical power of the notion of modes of
subjectivation
This article starts with a problematisation of the field of post-foundational political thought
based on Nietzsche’s work. From there, it seeks to highlight Michel Foucault’s historical-crit-
ical perspective. The examination of the traditional categories of subject and power, as well
as his elaboration of the notion of “modes of subjectivation” will allow us to offer a
post-foundational calibration of the practical power of his thought.
Keywords: subject; power; subjectivity; truth; politics
Reception date: 13-11-2019 Fecha de recepción: 25/9/2024
Fecha de aceptación: 11/11/2024
Fecha de publicación: 31/3/2025
© de la autora
Sumario
1. Introducción
2. Foucault posfundacional
3. La potencia práctica posfundacional de
la noción de «modos de subjetivación»
4. Recapitulación
Referencias bibliográficas
146 Enrahonar 74, 2025 Senda Sferco
1. Introducción
La perspectiva posfundacional abre un margen de visión particular dentro del
campo de las ciencias humanas. Su puesta en cuestión de los conceptos fun-
dacionales de la teoría social y política —el sujeto, la sociedad, el Estado, el
poder y la historia, por nombrar tan solo algunos de ellos— no busca restituir
la contraparte o el fondo oculto de cada categoría desde un abordaje dualista.
De un modo más complejo, su crítica apunta a ir más allá de los binarismos
para señalar las tensiones constitutivas e irreductibles que implica la tarea
conceptual de las ciencias humanas.
En su delimitación del campo posfundacional, Oliver Marchart (2007)
situó esta línea de pensamiento en la estela de la filosofía de Heidegger. La
apuesta por pensar una ontología dispuesta a reflexionar al ser no como res-
puesta, sino como pregunta, permitiría poner en cuestión la necesidad de
establecer un fundamento basal, originario para el hombre. La conceptualiza-
ción heideggeriana del hombre como ser-ahí —Dasein—, yecto ante la abisa-
lidad irreductible de su existencia, permitía abrir una línea de problematización
de su base ontológica. Esta ya no se asentaría en una antropología cognoscen-
te o metafísica, sino en una «diferencia ontológica» que vincula el doble regis-
tro óntico-ontológico al modo de estar-en-el-mundo constitutivo del hombre1.
Una interrogación existencial abisal, sin ontología estable, impregnaría de un
«heideggerianismo de izquierda»2 a los modos de concebir la política en la
posguerra. El pensamiento político posfundacional, desde aquí, se abre a la tarea
de elaborar horizontes del pensar hacia un indefinido pos- que ya no puede
reposar la inquietud comprensiva de su relación con el mundo sobre un fun-
damento primero o último (Marchart, 2007: 232).
Ahora bien, otros abordajes más recientes (Espinosa et al., 2023) han bus-
cado balizar la delimitación del campo de pensamiento posfundacional en la
herencia intempestiva y crítica de la filosofía de Friedrich Nietzsche. Este
punto de emergencia no solo es importante a fin de reconocer otras herencias
en el campo del pensamiento contemporáneo, sino también para poner en
valor la apuesta crítica, histórica y política que, a nuestro entender, desde aquí
se desprende, brindando una instancia que la raigambre heideggeriana no
problematiza.
En este sentido, entendamos que la constatación nietzscheana de la «muer-
te de Dios» ha inscripto en el pensamiento del siglo xx varias derivas a la hora
de asumir la falta de fundamentos de las verdades que erigimos, y una de ellas
es la que reenvía dicha inquietud hacia una perspectiva de apertura existencial
como la heideggeriana. Sin embargo, otra es la que enfatiza el carácter del punto
de vista extramoral del pensamiento nietzscheano, que recuerda que dicha ver-
1. Cf. M. Heidegger (1927), Sein und Zeit, Tübingen, Max Niemeyer Verlag §42 y §64. [El
ser y el tiempo. Traducido por J. Gaos, Barcelona, Planeta DeAgostini, 1993.]
2. La obra de Marchart circunscribe como área de trabajo una constelación teórica que deno-
mina «heideggerianismo de izquierda» y que dialoga junto con el pensamiento de J. L. Nancy,
C. Lefort, A. Badiou y E. Laclau.
Michel Foucault posfundacional: la potencia práctica de la noción de modos Enrahonar 74, 2025 147
dad es el resultado de luchas de fuerza historizadas, contingentes que permiten
abordar el plano de la experiencia desde un punto de vista material, no solo
existencial3. Esta consideración permite hacer advenir al registro un doble nivel:
crítico con relación a las pretensiones epistémicas del sujeto moderno e intem-
pestivo respecto de la historia. Desde aquí la verdad es entrevista como una
elaboración, como una «metáfora» siempre construida por el juego humano.
Dicha arbitrariedad exige la caída de los relatos monumentales de la moderni-
dad en provecho de una mirada atenta a la discontinuidad histórica.
A partir de la constatación de la fertilidad analítica que puede aportar un
registro fragmentario, la perspectiva posfundacional adquiere una potencia
práctica, materialista, política, puesto que apunta a detectar y a caracterizar
cuáles fueron las relaciones de fuerza que dieron surgimiento, en determinado
contexto histórico, a los discursos de verdad. Esta impronta es productiva a
dos niveles: el del análisis, que ahora ha de contentarse con una dimensión
más humilde, cercana al plano de las prácticas, y el ético y político, en tanto
su objetivo no es solamente existencial, sino que también apunta a dar cuenta
del plano de relaciones mediante las cuales reproducimos, y podemos todavía
inventar, nuevos modos de vida con otros. La potencia práctica de la perspec-
tiva posfundacional se arma entonces de una mirada política no solo abierta a
su abisalidad, sino también comprometida en un hacer táctico, estratégico.
Son las relaciones de contienda y de antagonismo, en sus modos concretos de
funcionar, heterogéneos, singulares e históricamente situados, los que dan
cuenta de la elaboración efectiva de las nociones, siempre historizadas, que
puedan servir de fundamento. En efecto, si es preciso sostener los discursos de
verdad sobre alguna base, es preciso entender que esta es arbitraria y construi-
da. Por eso una indagación del nivel práctico puede permitir cartografiar cuá-
les son las relaciones de fuerza que allí disputan ciertos sentidos de verdad. El
objetivo no es tanto saber de qué verdades se trata, sino más bien de dar lugar
a la pregunta acerca de cómo estas son sostenidas a través de distintas prácticas,
hábitos o discursos que forman parte de la contienda. Se trata de seguir el trazo
de una lucha de poder desde abajo, forjada mediante diversas tensiones donde
se disputan modos de saber, formas de hacer, de orientar nuestras conductas.
Dentro de esa cartografía relacional, y sin precipitar una superposición de
abstracciones teóricas sobre el plano empírico, esta perspectiva permite posi-
cionar la trama constitutiva de un problema y considerar los modos en que
puede ser analizado para hacer advenir una mirada distinta de la de una meta-
física de los fundamentos.
Este nuevo cuestionamiento de los trascendentales sobre los cuales se fue
forjando, a lo largo del siglo xx, la producción de conocimiento de las ciencias
humanas acarrea también la pregunta sobre los modos a través de los cuales
pueda buscarse dar respuesta —de un modo más o menos continuista o supe-
3. Cf. F. Nietzsche (1996), Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Traducido por
L. Valdés y T. Orduña, Tecnos, Madrid. [Versión original: Über Wahrheit und Lüge im
aussermoralischen Sinne, escrito en 1873 y publicado póstumamente en 1903.]
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rador— a la inquietud abierta por el prefijo pos- que da nombre a esta pers-
pectiva. Desde el prisma nietzscheano actualizado por el pensamiento político
posfundacional esta tarea ya no es la de una mera ampliación teórica. Tampo-
co la de la derivación de confianza en una futuridad teleológica. Implica, más
bien, un análisis del campo de experiencia donde los saberes son sostenidos y
puestos a prueba a partir del examen particularizado de sus relaciones de fuer-
za. De ahí la potencia práctica que este punto de vista habilita, tanto en tér-
minos teóricos como en los efectos ético-políticos de su alcance.
Es desde esta mirada que planteamos la incorporación de la perspectiva
histórico-crítica elaborada por Michel Foucault para la tarea de la filosofía y de
las ciencias humanas dentro del campo de pensamiento político posfundacional.
Si bien este autor ha sido parte —en la década de 1980— de algunas discusio-
nes con algunos de sus referentes4, importantes aportes se deslindan, a nuestro
entender, de la perspectiva foucaultiana, sobre todo cuando estos pueden ser
recuperados desde la deriva nietzscheana, intempestiva y crítica con la que el
francés impregna a la filosofía su modo de pensar. Al recorrido epistémico y a
la puesta en valor de esta contribución se dedica el presente artículo.
Para ello elaboraremos primeramente una contextualización de algunos
aspectos generales que permiten situar al pensamiento de Foucault dentro de
esta perspectiva. Una reconstrucción de los tópicos principales que hacen a su
crítica del sujeto tanto como a la comprensión tradicional del poder completa
el panorama. Como ejemplo de elaboración de nociones con una potencia
práctica específica, plantearemos, finalmente, los aspectos más relevantes de la
idea de «modos de subjetivación», bajo la hipótesis de que puede resultar una
pieza clave del enfoque posfundacional aquí propuesto.
2. Foucault posfundacional
Foucault afirmaba que su modo de filosofar intentaba «plantear problemas de
manera rigurosa» a partir de «las formas más singulares y concretas» (Foucault,
1994b: 84). Pensador «escéptico» (Rajchman, 1987: 8), no podía creer en una
verdad fuera de aquella que cuentan los hechos. Tampoco «admitía ninguna
trascendencia fundamental» (Veyne, 2014: 13). Su manera de pensar debía
4. Aunque no formaron parte explícitamente de un debate público, son conocidas sus dife-
rencias con C. Castoriadis, por ejemplo, o C. Leffort, ambos fundadores del grupo Socia-
lismo o Barbarie, una tendencia disidente del PCI troskista. Los análisis teóricos del grupo
serán muy innovadores en el campo de la izquierda, ya que optan por un socialismo auto-
gestionario, criticando el papel dirigente de los partidos y la estructura burocrática del
Estado. Critican a Foucault su concepción omnipresente del poder que limitaría el campo
de injerencia de la política, tanto como una posición no suficientemente partidaria de
la democracia como ideal político. Cf. C. Leffort (1996), Essais sur le politique, Paris,
Seuil, y M. Foucault (2008), Le Gouvernement de soi et des autres: Cours au Collège de
France 1983-1984, París, Gallimard. En la «Leçon du 2 février 1983», Foucault discute la
idea de «lo político» (le politique) planteando una dinámica del poder relacional donde todo
pertenece al campo de la política y donde el sujeto se halla involucrado en un trabajo de
gobierno de sí y de los otros (2008: 146-147).
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guardar un gesto intempestivo, capaz de irrumpir en diversos campos de expe-
riencia. Esta excede el marco de una comprensión fenomenológica situada en
un sujeto existencial, trascendental o cognoscente, y busca inscribirse, mejor,
en las formas en las que, efectivamente, en condiciones concretas históricas de
posibilidad, elaboramos relaciones de verdad con el mundo. En este sentido,
«¿qué es el hombre?», «¿qué es la verdad?» y «¿quiénes somos» no son pregun-
tas a las que busque acceder metafísica o teóricamente (no le interesa la orien-
tación hacia su esencia, ni el qué de su naturaleza). Son instancias de interro-
gación que plantean un modo de relación específico con la praxis, con el
proceso singular y complejo a través del cual se forjan estas nociones.
Es en la dinámica social histórica donde se elaboran y se sostienen los
discursos. Estos no son abstracciones metafísicas ni fundamentos trascenden-
tales. Son, por lo contrario, «materialidades», es decir, el resultado de forma-
ciones históricas particulares cuyos modos de hacer no solo provienen de un
campo de saber vinculado al conocimiento, sino también de una heterogenei-
dad de costumbres, palabras, saberes, normas, leyes e instituciones que luchan
entre sí y sostienen su sentido (Foucault, 1971: 30).
Este punto de partida del análisis permite a Foucault denunciar el «orden
discursivo» dado por evidente para el campo de las ciencias humanas y socia-
les, como también para la filosofía (1971: 42). En efecto, al igual que para la
producción de verdad nietzscheana —que olvidó el valor del troquelado de las
luchas de fuerza que la hicieron surgir y pervive como hueste de metáforas sin
contenido (Nietzsche, 1996: 25)—, es necesario retrazar la historia de proce-
dencia de los discursos que sostenemos como válidos sin más. Es decir, dar
cuenta de cuáles fueron y siguen siendo los repartos decisivos que definen la
inclusión de determinados saberes en tal o cual ordenamiento y la exclusión
de otros frente a qué intereses, a qué estrategias específicas de poder5.
El análisis de los discursos (filosófico, jurídico, psi, de sexualidad —por
nombrar tan solo algunos de los tópicos que atraviesan los intereses de traba-
jo del autor—) consistirá entonces en retrazar un campo de acción cotidiano,
local y azaroso, a la vez que determinado históricamente. El método que el
autor plantea es el de una «crítica a los universales» como esquema de inteli-
gibilidad de las prácticas concretas (Foucault, 2004: 4). Para ello, en lugar de
partir de las leyes normativas que generalizan marcos unívocos y reproducen
órdenes discursivos ya dados para abordar un campo de experiencia sin atender
a su particularidad, Foucault propone el camino inverso: se trata de tomar
como punto de partida a las prácticas, a la singularidad de sus modos y dis-
cursos, pero no para oponer —de un modo binario— azar y regla, sino «para
5. Sus indagaciones históricas respecto de la locura —de 1961— y del surgimiento de las
ciencias humanas —de 1966— dan cuenta de un proyecto arqueológico donde se movili-
za no solo un punto de vista, sino también un método de análisis histórico que renuncia a
una mirada trascendental. El enfoque relacional y fragmentario propio de la arqueología,
en efecto, le impide restituir un origen natural a la hora de explicar la división entre razón
y sinrazón de cara a la historia de la locura, o contener en una relación cognoscitiva que
tenga la forma sujeto-objeto la problematización acerca del conocimiento del hombre.
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pasar en cierto modo a los universales por la trama de las conductas» (Foucault,
2004: 5). El objetivo aquí no es únicamente dar cuenta de la historicidad de
los discursos convertidos en universales, sino que esta historización pueda
poner a prueba, cada vez, la necesidad de su generalidad.
Hacer pasar a los discursos por la opacidad de la experiencia. He ahí el tipo
de labor «crítica» con la que Foucault identifica su propio trabajo en línea con
la herencia kantiana, abriendo los bordes antropológicos de dicha crítica a la
pregunta históricamente situada por las condiciones del conocimiento y los
discursos desde los cuales el hombre busca darse una verdad.
Podríamos citar muchos ejemplos ilustrativos de la relación arbitraria, con-
tingente e historizada que Foucault inscribe como pieza de análisis crítico para
el campo de las ciencias humanas. Uno de los más célebres tal vez sea el que el
autor desarrolla en 1966, en su famoso libro Les mots et les choses: Une archéo-
logie des sciences humaines. Allí, a partir del planteo de una analítica de la finitud
que oficia de zócalo en nuestros modos de pensamiento desde la modernidad6,
Foucault demuestra que no hay «nada» per se que oficie como lazo natural
entre palabras y cosas. No hay esencia ni fundamento que vincule objetos y
conceptos en un plano sustancial o natural y que, por lo tanto, pueda oficiar
de fundamento originario, garante de certezas, tampoco de horizonte teleoló-
gico, indicador de sentidos «necesarios». El fundamento sobre el que se yergue
la tarea del sujeto no es un a priori trascendental, sino histórico (Foucault,
1966: 11). Entre palabras y cosas, o lo que para nuestro argumento resulta
similar, entre conceptos y prácticas, las relaciones son contingentes, arbitrarias
y de fuerza. Las indagaciones arqueológicas foucaultianas demuestran, en este
sentido, que se trata de un vínculo siempre históricamente situado, que invo-
lucra una puja entre relaciones móviles de saber y de poder, a través de las
cuales se disputa y se delimita el campo de legitimidad de lo «verdadero» y lo
«falso». Esta tarea epistémica, desde el prisma de análisis foucaultiano, no
inicia ni agota su incidencia a nivel del conocimiento, sino que sus efectos
resultan decisivos en un arco práctico que prolifera más allá de las miradas
específicas dispuestas por las ciencias, permeando cabalmente nuestros modos
de hacer experiencia.
Este punto de partida ciertamente «posfundacional» de la perspectiva de
Foucault nos permite poner en valor no solo sus aportes teóricos, sino tam-
bién la compleja mirada que su abordaje puede habilitar sobre el campo
práctico. En efecto, ¿qué margen de acción aporta sostener, en lugar de la
mirada lejana del búho de Minerva, una visión «de rana» cercana al nivel de
nuestras experiencias? ¿Cuál es el desafío ético y político que implica disponer
la producción conceptual hacia una tarea crítica, capaz de crear «palabras»
para las «cosas» que ya tienen lugar en la experiencia, pero que aún no hemos
nombrado? ¿Cómo podemos hacernos cargo de esta elaboración, siendo que,
como investigadores e investigadoras en ciencias sociales y humanas, sin cesar
6. Período laxo que en los estudios arqueológicos y genealógicos foucaultianos se extiende
desde finales del siglo xviii y durante todo el siglo xix.
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constatamos que aquello que no se nombra, efectivamente, no tiene lugar en
el análisis?
La apuesta foucaultiana, lejos de desentenderse de la herencia y del prisma
de visión de las ciencias sociales y humanas, se asienta en ellas desde una estra-
tegia crítica de «problematización» de los términos en los que han sido conva-
lidadas históricamente. Ello implica atender a una articulación práctico-teórica
que oficie como relación de fuerza, capaz de tensar otros elementos que los ya
vinculados por la larga historia de reproducción epistémica. Se trata de abrir
una suerte de instancia de afuera o de alteridad respecto de la larga historia
«Lo Mismo y de Lo Otro»7, a cuya reproducción de compartimentos estancos
fue abocada la razón. La apuesta es dar emergencia a nuevos registros, a modos
de hacer, sentir y pensar de otra manera que quedaron solapados por la lógica
binaria de inclusión y exclusión. El propósito, empero, no es el de un desocul-
tamiento de un «entre» ni el de una restitución plena en nombre de la historia.
Se trata más bien de la tarea de elaboración de relaciones y reposicionamientos,
partiendo de un registro nominal capaz de habilitar otra intelección, una lec-
tura diferente de sus restos.
En este sentido, si se trata de reposicionar los términos discursivos que
delimitan el rango de visión de la experiencia que hasta el momento las cien-
cias humanas han sido capaces de indagar, Foucault advierte que un punto de
vista interdisciplinario no solo resulta ineludible, sino también necesario. De
hecho, el mismo análisis lo exige cuando la investigación se anima a no cerce-
nar la complejidad de relaciones —de conocimiento, de saber, de poder— en
las que habitamos, vivimos, sentimos y sostenemos nuestros modos de hacer
en el mundo. De esta manera, no hay un «conocimiento» ni un «saber» que
rija con primacía teórica sobre el resto, sino «saberes» en plural, que circulan,
se confrontan y se intensifican en una complejidad de registros que hacen de
la tarea investigativa un escudriñamiento difícil, nunca estabilizable. La filo-
sofía, en este sentido, habrá de quererse menos ambiciosa y más humilde, tal
vez un poco más historiadora y periodista —como decía el francés (Foucault,
1994a: 706)—, de modo tal que pueda permanecer siempre atenta a elaborar
palabras para las cosas cuyo rango de experiencia aún no podemos interrogar.
En función de cómo entendamos este podemos deriva, también, la posibi-
lidad de realizar un análisis «político» en clave posfundacional. Como veremos,
no se trata de descubrir, reivindicar o esperar el advenimiento de un Poder con
mayúsculas, fundamento de la ley, del Estado, o de las posibilidades de acción,
de la historia, de la posibilidad de realizar una transformación revolucionaria.
Tampoco de un sujeto de la acción o un colectivo revolucionario. Se trata de
comprender tanto al poder como al sujeto a la manera de una relación. Ni uno
7. Mediante este par opositivo aborda la cuestión de la «diferencia» tal como esta ha sido
entendida desde la perspectiva clásica de la representación, como instancia siempre rein-
corporada a una escena de ordenamientos discursivos ya dados. Cf., por ejemplo, los estu-
dios arqueológicos que tienen lugar en Les mots et les choses, op. cit., 54, 215, 262, o en
Histoire de la folie…, op. cit, 415, donde la figura del «loco» va a encarnar una suerte de
«punto cero» en los repartos históricos que hacen a la división entre razón y sinrazón.
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ni otro preexisten al modo en el que, en determinadas condiciones de posibi-
lidad, disputan la verdad. No hay ontología ni fundamento que sostenga esta
tarea. De las relaciones entre sujeto, poder y verdad surgirán las posibilidades
de transformación subjetivas, tanto como éticas y políticas con los otros.
Empecemos por reconstruir brevemente la crítica que el autor realiza a la
idea tradicional de sujeto y a la forma según la cual comúnmente se ha enten-
dido al poder, para poner en valor la potencia práctica posfundacional que, a
nuestro entender, desde aquí se desprende.
2.1. El sujeto
Para Foucault, el hombre no tiene una esencia, tampoco una sustancia que
explique cuál es la naturaleza, su verdad. A diferencia de la tradición filosófica,
desde su perspectiva, el vínculo entre sujeto y verdad no se asienta en un «fun-
damento» —metafísico, gnoseológico, ontológico—, tampoco en el movi-
miento de una realización histórica, positiva o dialéctica, que pueda consumar
su forma final. El sujeto, al contrario, no precede, sino que resulta de relaciones
de poder con diversos saberes que irán dando forma a sus discursos de verdad.
Como lo había explicado en 1966, en la ya citada arqueología de las cien-
cias humanas, «el hombre» es una figura historizada. Su nacimiento es recien-
te y corresponde a la modernidad, un período laxo que el autor sitúa entre
los siglos xviii y xix, época en que la secularización de las signaturas teológicas
lo sitúa en el centro de un proyecto científico-positivista y de transformación
histórica. Las ciencias humanas nacen junto con él para producir los discursos
capaces de explicarlo, comprenderlo, anticiparlo. El hombre, así, a ojos del
análisis arqueológico de Foucault, es una categoría epistémica, que anuda una
miríada de saberes dispuestos a conocerlo: biología, medicina social, economía
política, psiquiatría, analítica del lenguaje, por nombrar tan solo algunas de las
disciplinas que pretenden construir su discurso científico. Un proyecto huma-
nista —filosófico, ético y político— acompaña una misión teórica y práctica
que tiene en un sujeto trascendental racional la garantía de una buena guía.
Recordemos que, desde la sistematización filosófica kantiana que opera
como base de este proyecto, el hombre es un sujeto de conocimiento cuya
razón fundamenta su capacidad de inteligir analíticamente los fenómenos que
forman parte del rango de impresiones de las que puede hacer experiencia. El
gesto crítico es el de una delimitación de las condiciones de posibilidad del
conocimiento, donde la metafísica queda afuera del rango científico. De ahí,
el sujeto de las ciencias humanas es al mismo tiempo sujeto que conoce y objeto
de su análisis. Foucault critica el a priori racional de este sujeto tanto como al
cientificismo en el que se basa y que guía este proyecto, advirtiendo que el
despertar crítico de Kant recae rápidamente en un «sueño antropológico»
(1966: 352). El hombre, en cuanto categoría epistémica, permite reunir el
plano empírico a una instancia trascendental, deviniendo origen y finalidad
de diversas discursividades que, en nombre de la razón, reproducen a la vez
que excluyen rangos importantes de su experiencia. Según Foucault, Kant
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dejaría planteado el gesto crítico de la modernidad8, en el que el hombre
habría asumido la mayoría de edad que le permite buscarse a sí mismo como
sujeto racional más allá del registro de la metafísica, asumiendo el coraje de
vincular su producción de conocimiento a una experiencia fenomenológica que
pueda sintetizar y hacer avanzar el proyecto científico. Ahora bien, al integrar
todas sus posibilidades cognoscentes a un canon analítico, racional, no histó-
rico, este pierde la visión de la dinámica de luchas a través de las cuales la razón
clasifica y selecciona los tópicos en los que centrará su atención y aquellos que
serán sistemáticamente omitidos.
Los estudios arqueológicos de Foucault muestran que el sujeto de conoci-
miento moderno funciona también como vector de repartos discursivos. Como
lo demuestra el autor en su temprana Histoire de la folie à l’âge classique (1961),
la fundación de la razón moderna se ha servido de una contraparte que ha
opuesto y excluido sistemáticamente: la sinrazón. Los archivos consultados por
el autor dan cuenta de la arbitrariedad de estas distribuciones9, en el umbral
de una modernidad donde la partición epistémica entre racional e irracional
comenzará a tener efectos a nivel normativo que exceden los límites del cono-
cimiento. La distribución entre normal y anormal, en este sentido, incluso el
paso de la denominación «loco» a la de «enfermo mental» no implican la
misma idea de sujeto y, sobre todo, la misma relación de sujeción a la que este
viene sumido. Por eso, mediante un adentramiento transversal en la historia,
Foucault reposiciona el gesto genealógico nietzscheano que hace tajos en la
articulación monumental entre historia y verdad, para quebrar la linealidad
con la que ha edificado sus relatos y planteado los términos de una transfor-
mación posible. El análisis arqueo-genealógico que propone se ocupa de his-
torizar y retensar los términos de estas polarizaciones binarias, puesto que sus
particiones redundan en la división de campos de experiencias como contra-
dictorios entre sí, solapando las dinámicas conflictivas y lábiles que constitu-
yeron decisivamente sus focos de emergencia. Este enfoque le permite situar-
se en una historicidad discontinua, justo allí donde las relaciones se tensan y
dan emergencia a articulaciones hasta entonces inéditas, planteando una
modalidad de trabajo crítico y políticamente potente en tiempo presente, pues
se dispone a interrogar el registro historizado de las relaciones de fuerza cons-
titutivas de las prácticas que iteramos, para encontrar pistas factibles para su
desdoblamiento y posible novedad.
8. En las lecciones de 1983, en El Gobierno de sí y de los otros…, op. cit., encontramos una
relectura de Kant más centrada en los opúsculos acerca de la filosofía de la historia, la cual
permite a Foucault recuperar otros aspectos del legado kantiano en unos términos distintos.
9. Conocido es su análisis de archivo en lo que concierne a la creación del Hospital General
en París, en 1656, como El Gran Encierro (Le Grand Renfermement). En efecto, allí fueron
confinados de por vida los individuos considerados socialmente inadecuados o improduc-
tivos. El estudio histórico de Foucault muestra cómo el objetivo de estas instituciones no
era tanto curar, sino controlar y disciplinar a quienes se consideraban una amenaza para el
orden social, movilizando saberes y técnicas que marcaron la precuela de exclusión que más
adelante señalará al «individuo peligroso» y al «enfermo mental» (Cf. M. Foucault [1961].
L’Histoire de la folie à l’âge classique, París, Gallimard, p. 67 s.).
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El análisis demuestra que las codificaciones reenviadas a la larga historia de
Lo Mismo y Lo Otro, en realidad, surgen de dinámicas que exceden estas
delimitaciones. Se trata de campos experienciales mayores y más complejos que
el del reduccionismo categorial en el que insisten sus racionalizaciones. Y es
que, efectivamente, aun si dentro de los límites de las clasificaciones que selec-
cionan e iteran las diferencias de igual manera estos registros no llegan a ser
objetivados, sus experiencias no desaparecen. Permanecen en los bordes y,
muchas veces, interpeladas por coyunturas y demandas provenientes de las
prácticas, se intensifican, trayendo una nueva visión a este campo de asuntos
del «hombre» que el análisis de Foucault muestra en constante re-elaboración.
Interrogado desde el presente, y solicitando el desfasaje —décalage— que exige
su análisis crítico, el hombre y su gravitación antropológica aparecen como
términos historizados. Tal vez —insiste— desde la categoría epistémica y el
proyecto humanista que comporta, «el hombre» haya sido el rostro que la
modernidad pudo dibujar para hacer frente a la finitud que le legaba el aleja-
miento de las signaturas divinas producido por el racionalismo, buscando
laicizar el dogmatismo teológico en un proyecto positivo cognoscente. Esta
historicidad, el análisis concreto de los límites que el modelo de conocimien-
to imprime a la visión de la experiencia posible, es la que le permite, sobre el
final de Les mots et les choses…, vaticinar su desaparición inminente, puesto
que no es sino un rostro posible dibujado en la arena, al lado de un mar
inmenso de preguntas que siguen reclamando, una y cada vez, la problemati-
zación de una experiencia plural que excede los cánones del proyecto ilustrado
centrado en el conocer.
El carácter contingente de esta problematización es el que permite a Fou-
cault interpelar y ampliar cualquier reducción antropológica a través de la
indagación arqueo-genealógica del suelo material, relacional y dinámico en el
que tiene lugar su experiencia de conocer, de saber y de sentir el mundo (tanto
como la experiencia de no poder conocerlo, ni saberlo, ni sentirlo). No solo
la forma «hombre» y su remisión al «sujeto» cognoscente deberá disponerse
a historizar de sus condiciones de posibilidad (el a priori histórico), sino que
«la verdad», como fundamento, como esencia primera y última, también habrá
de descender del cielo contemplativo que la preserva de vincularse a las cir-
cunstancias, para dar cuenta, al contrario, y nietzscheanamente, de su histori-
cidad fragmentaria de luchas y desgarramientos.
No obstante, si bien la perspectiva foucaultiana vaticina la muerte del
hombre como categoría epistémica, no por ello liquida completamente la idea
de sujeto. Al contrario, abre una problematización que busca historizar y regis-
trar la experiencia mediante la cual este puede darse y, efectivamente, va dán-
dose forma, como una elaboración relacional. En esta tarea de reposiciona-
mientos y vinculaciones no cuenta con definiciones que puedan brindar un
fundamento primero o último a sus interrogaciones. Foucault se anima a abrir
la posibilidad de realizar un juego creador dentro de un campo siempre con-
dicionado históricamente, donde el sujeto es objeto, cada vez, de un trabajo
singular y ético, que se forja en las dinámicas y en las maneras según las cuales
Michel Foucault posfundacional: la potencia práctica de la noción de modos Enrahonar 74, 2025 155
efectivamente va creando un vínculo amplificado con la verdad. El sujeto, a
partir de los escritos foucaultianos de la década de 1980, será una noción
central pero nunca estable. Ya lo veremos cuando lleguemos a la noción de
«modos de subjetivación» (Foucault, 1975: 6). El sujeto devendrá una inquie-
tud elaborativa, emergerá al análisis vinculado a problemas específicos, a los
focos de experiencia donde su materialidad va tomando forma (sexualidad,
deseo, placer, hablar franco, cuidado, etc.). Se incorpora como interrogación en
el zócalo crítico que puede dar cuenta de los límites de su saber, de su acción y
de su espera, en una trama concreta de relaciones de fuerza.
2.2. El poder
A diferencia de lo que suele asociarse cuando se habla de Foucault como de
un «filósofo del poder», su pensamiento no elabora una teoría del poder, sino
un análisis histórico y crítico respecto de sus modos de ejercicio. En 1982, en
Le sujet et le pouvoir, Foucault señala que «[…] abordar el tema del poder por
medio de un análisis del “cómo” implica introducir varios cambios críticos en
relación con el supuesto de un poder fundamental» (Foucault, 1994b: 232)10.
Es necesario desplazarse de la mirada tradicional de la teoría política y la filo-
sofía política, según la cual el poder es una posesión y su potestad permite una
jerarquía por encima de los otros, sea por ascendencia divina y sanguínea en
la figura del rey o por delegación de una voluntad general en el caso del Esta-
do. Yendo en sentido contrario, Foucault, más bien, trata de plantear «como
objeto de análisis a las relaciones de poder y no a un poder» que opere «de
arriba hacia abajo» (Foucault, 1994b: 233)11, reproduciendo así una relación
verticalista donde la acción prohibitiva del soberano se acople con el funcio-
namiento de la ley. El autor busca historizar este modo de comprender al poder
para elaborar una crítica capaz de dejar en evidencia cuáles son los límites que
este tipo de abordaje comporta a la hora de producir una lectura de los modos
en que efectivamente se ejerce el poder. A lo largo de los cursos impartidos en
el Collège de France en los primeros años de la década de 1970, especialmen-
te en Il faut défendre la société de 1974-1975 y en su famosísimo libro Survei-
ller et punir: Naissance de la prison, Foucault se aboca a demostrar que la teoría
hobbesiana del poder no es más que una hipótesis de lectura, cuyo surgimien-
to corresponde a un preciso momento histórico: el que coincide con el auge
de la razón de Estado en el siglo xvii y necesita trasvasar las facultades del rey
a la nueva forma de gobierno laicizada. El poder aquí es una propiedad, del
soberano y del pueblo, que ha delegado su representación en este. Dicha cesión
habilita, también, al uso de la represión y de la fuerza. El soberano es quien
puede decidir «hacer morir» o «dejar vivir» a sus súbditos. Esta doble fórmula
vinculada a un carácter decisional sobre la vida y la muerte que el sujeto no
tiene permite a Foucault ilustrar el modo de funcionamiento del «poder sobe-
10. Traducción nuestra.
11. Traducción nuestra.
156 Enrahonar 74, 2025 Senda Sferco
rano» en el umbral de la modernidad. Ahora bien, a finales del siglo xviii el
poder ya no puede ser explicado a partir de esta teorización, puesto que, según
sus análisis arqueológicos, demuestra que ya funciona de otro modo. Por eso,
a su crítica a Hobbes se suma Marx y también Freud, en tanto su modo de
comprender al poder en términos de «represión» seguiría reproduciendo las
explicaciones soberanistas clásicas que dan cuenta de la capacidad de acción
del poder, reduciendo su arco de incidencia a una mirada verticalista que solo
atiende a su «cara externa» (Foucault, 1997: 10). En Il faut défendre la société,
Foucault contrapone esta forma de concebir al poder a la que denomina la
«hipótesis Nietzsche» (1997: 17). Según esta idea, de un modo similar al des-
crito en la introducción de este artículo, el poder puede ser pensado como
pólemos —‘guerra’, ‘lucha’, ‘enfrentamiento’—. Ya no es objeto de una pose-
sión, sino materia de una relación. Desde esta idea no hay poder que sea
previo a la entrada en relación de determinados términos, a las disputas entre
modos de saber, cuyas relaciones de fuerza —como anticipamos— resultarán
decisivas a la hora de definir los discursos de verdad.
En la modernidad, Foucault analiza cómo el poder ya no funciona «hacien-
do morir» como el viejo poder soberano, sino más bien disponiendo una serie
de aparatos y dispositivos dispuestos a «hacer vivir» a su población, nueva
unidad de administración normativa y estadística que incorpora como variable
de ajuste normativo al sujeto (Foucault, 1997: 220). Este estudio lo obliga a
sumar una dimensión más a su análisis de los mecanismos del poder: la del
gobierno, entendida como un arte —tecné— de conducción de conductas
planteadas en direcciones diversas y simultáneas. En efecto, los saberes que
disputan las relaciones de poder son heterogéneos y productivos, no pueden
ser descritos desde un único foco.
Así lo demuestra en el primer tomo de su saga Histoire de la sexualité: La
volonté de savoir, de 1976, en cuyo capítulo «Méthode» Foucault presenta no
una teoría, sino una «analítica del poder», a la manera de un modo de abor-
daje crítico e historizado del engranaje estratégico, táctico y productivo de sus
relaciones. La idea misma de relaciones de poder no permite plantear que este
funcione desde un solo centro, sino que más bien circula a partir de varios
focos de acción. Su modo de funcionar es, en este sentido, productivo: las
relaciones de saber que entrama van modulando las formas de subjetividad del
sujeto. Es un poder de gobierno que busca dirigir, conducir conductas. Tiene
como objetivo, por ejemplo, como plantea en este libro, producir un sujeto
de sexualidad o un sujeto de deseo. Sin embargo, incluso si dicha forma de
subjetividad está siempre sujetada a las condiciones de posibilidad de una
pretensión de sujeto particular, Foucault no desdeña que nuevas relaciones
de saber y de poder puedan matizar e incluso revertir las relaciones de fuerza de
las que estas codificaciones forman parte. Y ello porque «donde hay poder,
hay resistencia», como insiste el autor (1976: 125). Su tesis del poder como
relación entre cuerpos libres habilita siempre una dimensión creativa, no cap-
turable, donde es posible posicionar, aunque sea algún término, a otro modo
de vinculación. Foucault no niega que esta potencialidad existe dentro de
Michel Foucault posfundacional: la potencia práctica de la noción de modos Enrahonar 74, 2025 157
esquemas de dominación cuyas relaciones de desigualdad reproducen la rela-
ción verticalista y opresora del poder soberano. Este, lejos de haber desapare-
cido, ha desplazado su modo de «hacer morir» hacia una forma más solapada.
Ahora se escuda tras el modo normativo que toma la ley cuando precisa justi-
ficar estadísticamente una cifra de exclusión y muerte dentro de la población
para la cual gobierna (la fórmula del autor es que al lado del «hacer vivir» del
liberalismo moderno se reactiva un «dejar morir» al servicio de la necesidad de
desacumulación de los cuerpos que precise el capitalismo en sus distintos
momentos [1976: 178]). Esta forma de comprender los mecanismos de poder
sigue funcionando bajo la égida de un «discurso filosófico-jurídico» (1976:
170), cuyo orden oblitera desde arriba las posibilidades resistentes del sujeto
imponiéndole la reproducción de una voluntad de saber determinada (en nom-
bre de la sexualidad, del deseo, de la normalidad). En este sentido, la concep-
ción jurídica del poder, tan presente en la literatura clásica, filosófico-política
y teórico-social, para Foucault pasiviza el lugar del sujeto que entrevé en el
poder solo una función de coacción. No habilita la visión relacional a través
de la cual el poder efectivamente disemina sus mecanismos, ni tampoco el
margen de libertad y de resistencia que permitiría reposicionar tácticamente
algunos de los términos de estas relaciones. En un gesto ciertamente posfun-
dacional, tampoco su análisis crítico del poder comulga con los discursos de
la dialéctica y del existencialismo, donde el sujeto es conceptualizado con
relación a su enajenación y ya tiene, teóricamente, estipulados los términos de
su liberación. Sobre el final de La voluntad de saber interpela estos discursos a
partir de la noción de dispositivo, donde las relaciones de poder le permiten
configurar una escena más compleja y heterogénea que las de las formas de
represión del Estado o de la ideología. «Ironía del dispositivo —insiste—
hacernos creer que va por su “liberación”» (Foucault, 1976: 211). El binomio
formado por la liberación y la represión emerge en su análisis como uno de los
modos según los cuales el discurso jurídico-filosófico de la modernidad sigue
capturando las posibilidades estratégicas del poder. Foucault abre el juego a
una escena menos dual y más heterogénea, táctica, donde se combina el bra-
mido de la guerra y las artes de gobierno, donde las relaciones de poder tienen
como soporte saberes que disputan, nada menos que los sentidos de verdad de
la subjetividad del sujeto. Todo esto —para la frustración de quien quiera
encontrar aquí un programa— sin reposar en un fundamento que brinde una
hoja de ruta respecto de «cómo hacer» ni de cómo orientar per se —sin acudir
a su emergencia práctica— las relaciones entre poder y verdad. En tanto que
este no es una posesión, sino una relación, no dependerá de un fundamento
gnoseológico o histórico, sino del modo en el que puedan disponerse las rela-
ciones de fuerza en que circule del modo más amplificado posible, las posibili-
dades de transformación. Una tarea de elaboración táctica y estratégica de repo-
sicionamiento y resistencia es la que se demuestra efectivamente capaz de
activar y producir otros modos de subjetivación que los esperados por un poder
meramente represivo.
158 Enrahonar 74, 2025 Senda Sferco
3. La potencia práctica posfundacional de la noción
de «modos de subjetivación»
La crítica a las teorías tradicionales del sujeto y del poder planteadas por Fou-
cault, que intentamos sintetizar brevemente, nos trae ahora a la noción de
«modos de subjetivación». La hipótesis que venimos desarrollando, recorde-
mos, es la que afirma su valor posfundacional, tanto como su potencia prác-
tica a nivel ético y político.
El filósofo francés elabora esta noción durante su último período de escri-
tura, entre 1980 y 1984. Como vimos, en las décadas anteriores había plan-
teado una crítica al modo tradicional de entender al poder, a la verdad y al
sujeto como entelequias estables, e introducido la noción de gobierno para
dar cuenta de los modos en los que estas nociones se relacionan estratégica-
mente para dar forma a instancias no solo binarias y represivas, sino también
plurales y productivas. El vínculo entre poder, sujeto y verdad aparece inda-
gado a lo largo de diversas experiencias, dando cuenta del carácter móvil y
microfísico a través del cual las relaciones de saber y de poder operan a nivel
local y a nivel general mediante sus discursos. Foucault se interesa en exami-
nar cómo es que estas relaciones dan forma específica a nuestra subjetividad.
La pregunta por el lazo entre subjetividad y verdad lo lleva a estudiar cánones
éticos y morales desde donde se ha buscado conducir al sujeto hacia determi-
nada producción de sí mismo. El proyecto de la genealogía del sujeto de
deseo, por ejemplo, o la genealogía de la moral, de la ética, y más general-
mente de la subjetividad moderna (Foucault, 2013, 2014; Lorenzini, 2019;
Sferco, 2020; Irrera, 2021) persiguen esta impronta. Frente a una pretensión
de dar forma a la subjetividad del sujeto, Foucault abre la vía de la subjetiva-
ción como experiencia de un descalce posible respecto de los códigos de
conducta ya estipulados. Los modos de subjetivación no buscan acoplarse a
las formas dadas de subjetividad. Su posibilidad elaborativa puede ser otra, y
ello no por una factibiidad metafísica u ontológica, sino por el modo de
posicionamiento respecto de las relaciones de fuerza en las que se hallan
situadas sus condiciones de experiencia.
Foucault, así, interpela a un doble eje respecto a la relación entre sujeto y
poder: el primero se refiere a su relación con la sujeción —assujetissement— en
el sentido en que «somos sujetos de», ya discursivamente determinados, y el
segundo, a su relación resistente, táctica, polivalente y creativa con el saber y
el poder, según la cual el sujeto emerge como tarea de fabricación abierta.
En este sentido, Foucault advierte que aquello que llamamos «subjetividad»
también es el resultado de una serie de codificaciones que asumimos como
«verdad» del «sujeto» que «somos» en determinado momento histórico. No hay
nada «natural» ni «esencial» en esta «forma» desde la cual se ha buscado conce-
bir y se ha obligado a «objetivar» nuestra verdad en tanto que sujetos. Al contra-
rio, se trata de un conjunto de relaciones de poder que involucran la conducción
de una vasta variedad de saberes (entendido en sentido amplio y nunca subsu-
mibles a los parámetros epistémicos del «conocimiento»), en los que no solo
Michel Foucault posfundacional: la potencia práctica de la noción de modos Enrahonar 74, 2025 159
se va tejiendo la reproducción de una codificación ya dada, sino también la
posibilidad de dar apertura a diversos focos de inventiva. La polarización for-
mada por «códigos objetivables de la subjetividad / modos de subjetivación»
(Foucault, 1994b: 223) podría sistematizar la apuesta analítica de esta doble
dimensión crítica. En efecto, la posibilidad de desdoblar el acoplamiento iden-
titario entre ambos términos radica en escindir dos niveles: el de la reproduc-
ción de codificaciones ya fijadas para dar forma a nuestra subjetividad, impues-
tas como objetivación necesaria tanto para el sujeto como para el vínculo
ético-político hacia el interior de sí mismo y con los otros (el problema de que
no podamos sino vivirnos a nosotros mismos como «sujetos de deseo», por
ejemplo, y sigamos constantemente vinculados a determinada forma de sub-
jetividad y a cierta obligación de objetivación de nuestra interioridad en nom-
bre de la verdad), y el de las posibilidades de modos de subjetivación que
interpelen a los ya dados para generar otro tipo de articulación, en relación
con sí mismos tanto como un reposicionamiento vincular con los otros.
De este modo, si los códigos de nuestra sociedad, historia y cultura fomen-
tan y defienden la validez de determinada forma de la subjetividad como inte-
rioridad propia y verdadera del sujeto que es preciso hacer objetivable median-
te cánones ético-morales y políticos determinados12, la noción de «modos de
subjetivación» viene a producir una torsión que afecta tanto a los términos aquí
puestos en relación como al modo en que tradicionalmente se ha buscado
acoplar sus particularidades adecuando sus procedencias específicas a una uni-
dad fundacional identitaria. Una vez más, a Foucault no le interesa tanto situar
la pregunta por el «qué» sobre el que se fundamenta, estructura, explica, com-
prende, dialectiza, espera y salda la pregunta por la subjetividad desde la obje-
tivación prefijada que le viene dada como necesaria —cuya respuesta, en todo
caso, se articula siempre con un análisis arqueo-genealógico—, sino que su
foco de interés busca franquear el dilema cognoscente para ubicarse un poco
más acá, cerca del plano práctico, a fin de registrar la dinámica heterogénea de
«cómo» van dándose estos procesos. Es decir, a través de qué modos, y median-
te qué relaciones y articulaciones, efectivamente tienen lugar y en qué tiempo
suceden las dinámicas en las que se tejen, se destejen y se vuelven a tejer nues-
tras subjetividades. ¿Qué pasa entonces si nos animamos a concebir el proceso
subjetivo de elaboración prescindiendo de la identidad del sujeto o de la inte-
rioridad de la conciencia y, en cambio, consideramos la medialidad compleja
y constante que hace a sus modos de ir realizando experiencia, sin apurarnos
a resguardar su forma en un punto originario o en un punto de llegada?
La noción de modos de subjetivación constituye una de las piezas princi-
pales del trabajo político del autor. Cuando este se aboca a detectar diversas
manifestaciones y movimientos sociales capaces de producir acciones de resis-
tencia, reclamando otros modos de hacer, de ser conducidos y de ser goberna-
12. Es el problema de «invariancia histórica» que parece traer la cuestión del deseo, de la sexua-
lidad, del militantismo, de la locura, etcétera, según los análisis que efectúa Foucault entre
los años 1980 y 1984.
160 Enrahonar 74, 2025 Senda Sferco
dos, es a estos procesos a los que presta atención13. No sigue la pista de cate-
gorías de la acción que reposen su desenvolvimiento en tesis dialécticas o
filosóficas de la historia. Su unidad no es la de un sujeto «de» la historia, sino
la de un sujeto «en» la historia, condicionado por esta, pero también capaz de
desdoblar sus juegos. Esto involucra tanto a las relaciones de poder, saber y
verdad que componen la escena pública de gobierno como a las artes de
gobierno que conducen hacia un vínculo crítico de relación del individuo
consigo mismo y con los otros.
En este sentido, Foucault insiste desde la década de 1980 en que se trata
de dar lugar a una dinámica de «ocupación» y de «cuidado». Es decir, una
relación ampliatoria y erótica consigo mismo y con los otros, en donde se
afirma que es posible, tal como atestiguan las referencias greco-latinas de las
indagaciones genealógicas foucaultianas, insistir en una actitud activa del suje-
to respecto de sí mismo. Esta actitud implica un trabajo ético y político de
intensificación de sí en la sociedad y la cultura de su tiempo. En efecto, la
subjetividad qua subjetivación se anima a analizar una dinámica compartida,
criticada, intensificada, siempre reposicionada, que Foucault postula a la mane-
ra del «ethos crítico» torsionando el legado griego14. Sus movimientos no depen-
den de una esencia ontológica o natural que oficie como gravitación o guía,
sino de relaciones heterogéneas que se van posicionando y desplazando por
diversos órdenes de prácticas, vectorizando éticamente recorridos subjetivantes
tanto para el sujeto como para el «nosotros» al que va dando forma su vincu-
laridad. Para ninguna de estas tareas existe una forma per se que se muestre
capaz de conceptualizar su inercia sin obturar sus juegos: ni el ethos compar-
tido se subsume a una identidad colectiva, ni la interioridad del sujeto lo hace
a un canon subjetivo.
Se trata de un ejercicio que se dispone a realizar una tarea contingente, pero
no por ello evanescente, ya que implica un trabajo que va siendo conducido
por interrogaciones y criterialidades específicas, que solicita un equipamiento
fuerte por parte de un sujeto y al que se va dando forma continuamente
mediante relaciones de poder siempre reversibles. Este movimiento, claro está,
no puede tener lugar ni tiempo si no existe una solicitud activa por parte del
sujeto, un dejarse incitar por las relaciones del contexto que lo involucran
13. Atañe al tono según el cual comprende a la política como posibilidad siempre renovada de
reposicionar las relaciones de poder, saber y verdad. En este sentido, amerita nombrarse el
trabajo de militancia en el GIP (Grupo de Información sobre las Prisiones) durante 1971,
sus reportajes de ideas durante la Revolución iraní, sus debates con contemporáneos sobre
el sindicalismo, la democracia, el Estado, por nombrar tan solo algunos casos donde el eje
no está puesto en un sujeto determinado de la política, sino en los modos en que los suje-
tos van deviniendo políticos al mismo tiempo que movilizan artes de gobierno y se invo-
lucran en estrategias de reposicionamiento de relaciones de fuerza (Cf. M. Foucault
(1994b), Dits et écrits IV, 1980-1988, París, Gallimard).
14. Esta noción aparece cuando Foucault direcciona el trabajo ético hacia la interrogación de
la actualidad como «ontología crítica» de un «nosotros mismos» que es preciso ir compo-
niendo y modelizando contingente y políticamente. Cf. M. Foucault, Le gouvernement de
soi et des autres, op. cit., 14-22.
Michel Foucault posfundacional: la potencia práctica de la noción de modos Enrahonar 74, 2025 161
histórica y vitalmente a ocuparse de la tarea de interpelación de sí, sin que un
fundamento guíe su duda.
Lejos de caer en un nihilismo o en un posmodernismo impotente, esta
perspectiva permite —y esta fue la hipótesis que fue guiando subrepticiamen-
te esta escritura— calibrar el pleno alcance de la potencia práctica de dicho
pensamiento crítico. Aquí la falta de guía rectora no anula el deseo de realizar
una acción transformadora. Al contrario, soporta tener que sostener sus inte-
rrogaciones en el coraje de una apertura a un «hacer» no completamente cap-
turado. Entre una pretensión general y una factibilidad local se teje entonces
una urdimbre y se abre una hendija, capaz de reposicionar la relación entre
sujeto y verdad a partir de las posibilidades productivas del poder y no de la
remisión a un fundamento.
4. Recapitulación
A partir del estudio aquí desarrollado pudimos ver que cuando Foucault ela-
bora la noción de «modos de subjetivación» está produciendo una serie de
torsiones conceptuales respecto de las maneras en las que las ciencias sociales
y humanas han concebido las relaciones entre sujeto, poder y subjetividad. Es
una noción que le permite acercarse a inteligir el nivel de las prácticas a partir
de un prisma teórico-conceptual lo suficientemente amplio como para perma-
necer abierto a explorar el carácter singular con el que se van dando estos
procesos. Se trata de una noción paciente, que, en lugar de subsumirse a una
sistematización teórica general, viene a dar tiempo para seguir de cerca las
diversas elaboraciones que los sujetos vayan produciendo a nivel de las prácti-
cas, procurando registrar un doble «agarre»: 1) tanto el que vincula estos desa-
rrollos a una reproducción histórica, social, cultural y económico-políticamen-
te situada, puesto que hace las condiciones de posibilidad que configuran los
márgenes de visión de una época y no de otra; 2) como el que permite que
esta condición de reproducción no sea determinante, al menos no cabalmen-
te, respecto de las posibilidades que pueda elaborar respecto de sí mismo y de
los otros.
En este sentido, la noción de modos de subjetivación es una pieza clave
para la crítica práctica de los universales arriba mencionada. Lejos de poder
sustraerse completamente de los discursos veridiccionados por las condiciones
de posibilidad de su propio tiempo, entiende que es en el modo de relación
que mantenga con estos que también podrá dar lugar y tiempo a la apertura
necesaria para elaborar otros modos de relación con la verdad. Es preciso
aclarar que esta potencia creativa no es vitalista o metafísica, sino una posibi-
lidad relacional cuya tensión de fuerzas le permite al sujeto disponer de cierto
margen de sujeción respecto de los cánones dados. Así, emerge la posibilidad
de darse forma a sí mismo de otra manera. Se trata de una tarea, vincular,
posicional, táctica, que no puede hacerse sola. Traza vínculos de resistencia a
las pretensiones de los cánones de poder (respecto de conformarse como suje-
tos de sexualidad o de deseo, por ejemplo, adecuándose a una forma identita-
162 Enrahonar 74, 2025 Senda Sferco
ria dada) que exigen no solo una movilización activa por parte del sujeto, sino
también el gesto de coraje que lo lleve a ponerse en juego en una amplificación
de relaciones de experiencia posibles. (Esto no ha de entenderse, nuevamente,
desde un punto de vista abstracto, sino en una relación de negociación con-
creta con las reglas del juego que pautan sus márgenes de transformación y
respecto de las cuales puede posicionarse de otra manera.)
La apuesta práctica que Foucault moviliza con esta noción es, a nuestro
parecer, potente. El punto de vista posfundacional, en este sentido, le permite
hacer de su propio escepticismo una crítica activa. El gesto crítico toma aquí
la dimensión de una «actitud» que emula el carácter intempestivo respecto del
relato histórico denunciado por Nietzsche. En este sentido, no solo se trata de
una forma de mirar la realidad, sino también de un modo de registrar y reco-
nocer la presencia efectiva de relaciones de sentido que exceden los cánones
que los órdenes discursivos —del poder y del saber— disponen para ellos. Y,
a partir de allí, elaborar nuevas palabras para sus cosas. Por ello, no solo es
posible concebir un Foucault posfundacional, sino que la noción de modos de
subjetivación puede contribuir a calibrar la potencia política y práctica de esta
perspectiva.
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Senda Sferco es doctora en Ciencias Sociales (UNQ, Argentina) y doctora en Filosofía (Uni-
versité Paris 8, Francia). Se desempeña como investigadora del CONICET en Argentina y del
Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, y es docente en la UNL y la UNSAM,
en Argentina. Se dedica al pensamiento de Michel Foucault. Integra el Programa de Estudios
foucaultianos dirigido por M. Raffin y G. Seguezzo en el IIGG UBA y es coeditora de la colec-
ción «Fragmentos foucaultianos», dirigida por E. Castro en la editorial Siglo XXI. ORCID:
<https://orcid.org/0000-0001-9482-5801>
Senda Sferco has a PhD in Social Sciences (UNQ, Argentina) and in Philosophy (Université
Paris 8, France). She works as a researcher at CONICET in Argentina and at the Gino Germa-
ni Research Institute of the UBA, and teaches at UNL and UNSAM in Argentina. Her work
focuses on Michel Foucault, and she is a member of the Foucauldian Studies Program directed
by M. Raffin and G. Seguezzo at the IIGG UBA, and co-editor of the collection Foucauldian
Fragments, directed by E. Castro at the publisher Siglo XXI. ORCID: <https://orcid.org/0000-
0001-9482-5801>
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Book
This book, a wide-ranging overview of the emergence of post-foundationalism and a survey of the work of its key contemporary exponents, presents the first systematic coverage of the conceptual difference between ‘politics’ (the practice of conventional politics: the political system or political forms of action) and ‘the political’ (a much more radical aspect which cannot be restricted to the realms of institutional politics). It is also an introductory overview of post-foundationalism and the tradition of ‘left Heideggerianism’: the political thought of contemporary theorists who make frequent use of the idea of political difference: Jean-Luc Nancy, Claude Lefort, Alain Badiou and Ernesto Laclau. After an overview of current trends in social post-foundationalism and a genealogical chapter on the historical emergence of the difference between the concepts of ‘politics’ and ‘the political’, the work of individual theorists is presented and discussed at length. Individual chapters are presented on the political thought of Jean-Luc Nancy (including Philippe Lacoue-Labarthe), Claude Lefort, Alain Badiou, and Ernesto Laclau (including Chantal Mouffe). Overall, the book offers an elaboration of the idea of a post-foundational conception of politics.
Sein und Zeit. Tübingen: Max Niemeyer Verlag. Versión castellana: El ser y el tiempo
  • M Heidegger
Heidegger, M. (1927). Sein und Zeit. Tübingen: Max Niemeyer Verlag. Versión castellana: El ser y el tiempo. Traducido por José Gaos. Barcelona: Planeta DeAgostini, 1993.
Surveiller et punir: Naissance de la prison. París: Gallimard. Versión castellana: Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión
  • M Foucault
Subjectivité et verité: Cours au Collège de France. 1980-1981. Editado por F. Gros y dirigido por F. Ewald y A. Fontana. París: Éditions du Seuil. Versión castellana: Subjetividad y verdad
  • M Foucault
Essais sur le politique
  • C Leffort
Leffort, C. (1996). Essais sur le politique. París: Seuil.
Le gouvernement de soi et des autres: Cours au Collège de France. 1982-1983. Editado por F. Gros y dirigido por F. Ewald y A. Fontana. París: Gallimard-Seuil. Versión castellana: El gobierno de sí y de los otros
  • M Foucault
Foucault, M. (1961). Histoire de la folie à l'âge classique. París: Gallimard. Versión castellana: Historia de la locura en la época clásica. 2 vols. México: FCE, 2010. -(1966). Les mots et les choses: Une archéologie des sciences humaines. París: Gallimard. Versión castellana: Las palabras y las cosas: Una arqueología de las ciencias humanas. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. -(1971). L'ordre du discours. París: Gallimard. Versión castellana: El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets, 1992. -(1975). Surveiller et punir: Naissance de la prison. París: Gallimard. Versión castellana: Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. -(1976). Histoire de la sexualité I: La volonté de savoir. París: Gallimard. Versión castellana: La historia de la sexualidad, I: La voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. -(1994a). Dits et Écrits III: 1976-1979. París: Gallimard. -(1994b). Dits et Écrits IV: 1980-1988. París: Gallimard. -(1997). «Il faut défendre la société»: Cours au Collège de France 1976. París: Gallimard-Seuil. Versión castellana: Defender la sociedad. Buenos Aires: FCE, 2010. -(2001). L'Herméneutique du sujet: Cours au Collège de France (1981-1982). París: Gallimard-Seuil. Versión castellana: La hermenéutica del sujeto. Buenos Aires: FCE, 2002. -(2004). La naissance de la biopolitique: Cours au Collège de France (1978-1979). París: Gallimard-Seuil. Versión castellana: Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: FCE, 2010. -(2008). Le gouvernement de soi et des autres: Cours au Collège de France. 1982-1983. Editado por F. Gros y dirigido por F. Ewald y A. Fontana. París: Gallimard-Seuil. Versión castellana: El gobierno de sí y de los otros. Buenos Aires: FCE, 2010. -(2013). L'origine de l'herméneutique de soi: Conférences prononcées à Dartmouth College, 1980. Editado por H. P. Fruchaud y D. Lorenzini. París: Vrin. Versión castellana: El origen de la hermenéutica de sí. Buenos Aires: Siglo XXI, 2019. -(2014) Subjectivité et verité: Cours au Collège de France. 1980-1981. Editado por F. Gros y dirigido por F. Ewald y A. Fontana. París: Éditions du Seuil. Versión castellana: Subjetividad y verdad. Buenos Aires: FCE, 2020. -(2015) Qu'est-ce que la critique?: Suivi de La culture de soi. Editado por H. P. Fruchaud y D. Lorenzini. París: Vrin. Versión castellana: ¿Qué es la crítica?: Seguido de La cultura de sí. Buenos Aires: Siglo XXI, 2018.
Histoire de la sexualité I: La volonté de savoir. París: Gallimard. Versión castellana: La historia de la sexualidad, I: La voluntad de saber
  • M Foucault
Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Traducido por Luis ML
  • F Nietzsche
Nietzsche, F. (1996). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Traducido por Luis ML. Valdés y Teresa Orduña. Madrid: Tecnos.