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La Razón Histórica, nº55, 2022 [148-167]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social
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LA RAZÓN HISTÓRICA
Revista hispanoamericana de Historia de las Ideas
ISSN 1989-2659
Número 55, Año 2022, páginas 148-167
www.revistalarazonhistorica.com
El cóctel de la polarización: los ingredientes
de una España agitada por los partidos políticos
The cocktail of polarization: the ingredients
of a Spain shaken by political parties
F. Ramón Villaplana Jiménez1
Université Catholique de Lille, ESPOL
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9643-6156
Resumen: Interrelacionar los diferentes fenómenos políticos de forma coherente entre sí,
situados en su contexto, y poner en relieve su importancia como factores explicativos de la
polarización política en España en desde el estallido de la crisis financiera internacional, en
2008, será el propósito del presente trabajo, desde un acercamiento empírico y crítico. De
este modo, se identifican los principales elementos contribuyentes a la polarización política
en la España contemporánea: dos crisis económicas (la segunda de ellas causada por una
pandemia), un proceso soberanista, que llegó a proclamar la independencia en Cataluña, y
la aparición de nuevos partidos que cuestionaban la legitimidad del sistema político. Asi-
mismo, identificar las principales características de un posible efecto de retroalimentación
entre la polarización política y sus causas, a partir del caso español contemporáneo. A dife-
rencia de los estudios centrados en datos de encuesta, este trabajo presenta la polarización
política como resultado de la actividad de los partidos políticos, en cuanto agentes de movi-
lización social y de opinión pública.
Palabras clave: polarización política, crisis económica, partidos políticos, independentismo.
1 Investigador postdoctoral del programa Margarita Salas del Ministerio de Universidades, con la fi-
nanciación de fondos europeos NextGenerationEU y el Plan de Recuperación, Transformación y Resi-
liencia del Gobierno de España mediante el Programa para la Recualificación del Sistema Universita-
rio Español durante el trienio 2021-2023, contratado por la Universidad de Murcia para el desarrollo
del proyecto de investigación «Las transformaciones en los partidos políticos durante la era digital»
y adscrito a la European School of Political and Social Sciences (ESPOL) de la Universidad Católica de
Lille, durante el bienio 2022-2023.
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Abstract: The purpose of this paper is to interrelate the different political phenomena in a
coherent way, placed in context, and to highlight their importance as explanatory factors of
political polarization in Spain since the outbreak of the international financial crisis in 2008,
from an empirical and critical approach. Thus, the main elements contributing to political
polarization in contemporary Spain are identified: two economic crises (the second of them
caused by a pandemic), a sovereigntist process, which went as far as proclaiming independ-
ence, in Catalonia and the emergence of new parties that questioned the legitimacy of the
political system. Likewise, to identify the main characteristics of a possible feedback effect
between political polarization and its causes, based on the contemporary Spanish case. Un-
like studies focused on survey data, this paper presents political polarization as a result of
the activity of political parties, as agents of social and public opinion mobilization.
Keywords: political polarization, economic crisis, political parties, independence move-
ment.
1. Introducción
La polarización política de los españoles ha evolucionado in crescendo desde el
arranque de la crisis bancaria y económica del año 2008 que, sumada al malestar
provocado en la ciudadanía por los escándalos de corrupción política de los partidos
políticos tradicionales, motivó las movilizaciones que se acabarían identificado
como el movimiento 15-M. En ese momento, se introdujo una retórica divisoria en-
tre ‘vieja’ y ‘nueva’ política que favoreció la irrupción de un partido de izquierda ra-
dical, Podemos, y la expansión territorial de un partido catalán en origen, Ciudada-
nos, ideológicamente moderados pero marcadamente antinacionalista y anticorrup-
ción. Paralelamente, desde 2012 se estaba desarrollando en Cataluña un procés de
la élite gobernante hacia la independencia de la región, basado una estrategia de
conflicto muy mediatizada e internacionalizada, con un protagonismo creciente de
las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) y de los Comités de Defensa de la Repú-
blica (CDR), representantes, ambos, de la izquierda antisistema y soberanista cata-
lana.
El caótico escenario político español, con bloqueo institucional y elecciones genera-
les en 2015 y 2016, se volvió propicio para la aparición de un partido de extrema
derecha en escena. Vox empezó a convertirse en fuerza decisiva para la formación
de gobiernos subnacionales, a partir de las elecciones andaluzas de 2018. Desde la
crisis económica, la polarización se ha profundizado incluso en el interior de los par-
tidos políticos, si atendemos a los fenómenos de faccionalismo, tal y como lo de-
muestran la ruptura de Convergència (posteriormente, PDeCAT y, más tarde, Junts)
con Unió, o la creación de Más País a partir de una escisión de Podemos. Más recien-
temente, la pandemia de Covid-19 provocó una nueva crisis económica, además de
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sanitaria, dando lugar a un nuevo foco de conflicto a la vez que ahondaba en los ya
existentes.
Resulta, pues, de gran importancia estudiar la presencia y evolución de la polariza-
ción política a partir de sus dos vertientes, la ideológica (Sartori, 2005; Lachat, 2008;
Torcal y Magalhães, 2022) y la afectiva (Iyengar et al., 2019; Wagner, 2021), como
fenómenos políticos y sociales de creciente relevancia social y académica, así como
estrechamente relacionados con otras tendencias globales como son la posverdad y
el auge de nuevos populismos (Rodríguez-Medina, 2021). No podemos dejar de lado
la importancia del impacto de la polarización sobre el sistema político español, la
normalidad democrática y la paz social, a la luz de estudios como el de Gidron et al.
(2020) que sitúan los niveles de polarización afectiva en España entre los más ele-
vados del planeta. Por tanto, la aclaración narrativa de sus principales causas resulta
oportuna como objeto de investigación, para la comprensión completa del fenómeno,
más allá de los habituales datos de encuesta que correlacionan características de los
individuos con y actitudes y comportamientos que se identifican con las distintas
facetas de la polarización.
2. Metodología
Realizamos un estudio de caso longitudinal, el de España durante periodo que com-
prende las seis últimas legislaturas, desde 2008 en adelante, el cual abordamos me-
diante una aproximación histórico-empírica (Nohlen, 2013; Lange, 2013; Mahoney
y Thelen, 2015), poniendo un especial énfasis en los factores del contexto sociopolí-
tico que afecta a nuestro objeto de estudio. Compararemos la situación del país en
los diferentes momentos clave del periodo, a fin de interpretar el potencial impacto
de las variables seleccionadas (crisis económicas, proceso soberanista y nuevos par-
tidos políticos) en el fenómeno estudiado, la polarización política, a través del com-
portamiento de los principales actores políticos: los partidos; bajo la premisa de que
estos actúan en función de sus intereses a corto plazo, en términos de poder y de
rendimiento electoral (Downs, 1957; Strøm, 1990).
3. La polarización en España.
De acuerdo con Torcal (2021: 50), sin ser fenómenos nuevos, la polarización, el clima
de polarización y el papel polarizador de las élites políticas son temas de notable
presencia en los debates públicos y académicos, en España, durante los últimos años.
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Este autor ha trabajado con datos de cinco fuentes de encuesta: los estudios inter-
nacionales Comparative Study of Electoral Systems (CSES) y Comparative National
Election Project (CNEP), dos encuestas de panel diseñadas para el estudio de la po-
larización en España (CIUPANEL y E-DEM3) y la base de datos del CIS, para el estudio
tanto de la polarización ideológica como de la afectiva en España. Torcal argumenta
que los niveles comparados de polarización política (afectiva e ideológica) en España
no tan altos como se señala con frecuencia, aunque sí que existe evidencia de que
han aumentado sensiblemente durante la última década, quedando por encima de
la media de los países considerados a partir de las elecciones de 2015, pero aún lejos
de la experimentada recientemente en Estados Unidos o Turquía. Otro de los hallaz-
gos es que la aparición de Podemos y de Vox en el escenario político apenas ha tenido
impacto en el extremismo ideológico de los españoles. Por otro lado, se indica que la
polarización afectiva se instala en el sistema español desde 2008, aunque sin que se
puedan identificar unas pautas claras de su evolución (Torcal, 2021: 57-60).
Complementariamente, el CEMOP realizó en 2021 la «Encuesta nacional de polari-
zación política»2, cuyos principales resultados se encuentran recogidos en Garrido
et al. (2021) y otros artículos del número especial de la misma revista. La encuesta
reflejó que las afinidades de los electores con los partidos de un mismo bloque ideo-
lógico han aumentado durante los últimos años, a la vez que se han avivado los sen-
timientos de animadversión hacia los partidos de signo ideológico distinto al propio.
Sus datos también mostraron que los votantes de Unidas Podemos y de Vox son los
electores que más simpatía sienten por su propio partido pero, a su vez, son los que
más rechazo sienten por sus opuestos ideológicos y, lógicamente, los más rechaza-
dos. Este grupo de investigación también operacionaliza e indaga sobre la «brecha
política», un concepto compuesto, a su vez, de tres subtipos de brechas: de identidad
(partidismo negativo), de percepción y de polarización (Crespo et al., 2021). La se-
gunda oleada de esta encuesta ha confirmado la tendencia al alza de la polarización
afectiva en el país3.
Nosotros vamos a centrar nuestra atención en el sistema de partidos. A continuación,
en el Gráfico 1 presentamos la evolución del número efectivo de partidos (NEP) y de
la polarización ideológica -simple y ponderada- en el sistema de partidos para las
últimas seis elecciones generales celebradas en España, entre 2008 y 2019. El NEP
es calculado a partir del índice de fragmentación de Rae (1967), representada como
F, mediante la fórmula NEP = 1 / (1 – F) (Laakso y Taagepera, 1979; Taagepera y
2 CEMOP, “Encuesta nacional de polarización política”. Resumen y base de datos disponible en:
https://www.cemopmurcia.es/estudios/polarizacion-politica/
3 CEMOP, “II Encuesta nacional de polarización política”. Resumen disponible en: https://www.ce-
mopmurcia.es/estudios/ii-encuesta-nacional-de-polarizacion-politica/
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Shugart, 1989; Ruiz y Otero, 2013). El cálculo de la polarización ideológica no pon-
derada o simple responde a la fórmula Ps = Xa – Xb (Sartori, 2005; Ruiz y Otero, 2013),
por la cual se resta el valor de la ubicación del partido más situado en la izquierda al
valor de la ubicación del partido más situado a la derecha, sin importar el tamaño de
ninguno de los dos, siempre y cuando sean suficientemente relevantes para ser con-
siderados, electoral o parlamentariamente. En cuanto a la polarización ponderada,
se obtiene mediante la fórmula Pp = ΣJj=1 ppj | X j – X p | (Taylor y Herman, 1971;
Knutsen, 1998; Ruiz y Otero, 2013), ofreciendo una visión más ajustada del fenó-
meno, teniendo en cuenta el tamaño de cada fuerza política, en términos electorales
o parlamentarios, a la hora de determinar su peso en la configuración de la polariza-
ción del sistema de partidos.
El gráfico nos muestra una tendencia al alza de los tres indicadores desde las elec-
ciones de 2008. Comenzando por el NEP, este salta de un 2,6 en 2011 a un 4,53 en
2015, oscilando entre el 4 y el 5 desde entonces, en parte por el juego de alianzas
electorales de los partidos, que concurren en diversas coaliciones durante el pe-
riodo4. Es un número muy elevado para un país acostumbrado al sistema biparti-
dista imperfecto durante décadas. Si bien la polarización simple siempre ha sido re-
lativamente elevada por la diferencia ideológica entre Partido Popular e Izquierda
Unida, esta se agrandó a partir de 2015 con la entrada en juego de Podemos, y ha
alcanzado máximos, por encima de 7, al coexistir la formación de izquierda radical
con la ultraderecha, estando Vox en el Congreso desde las elecciones de abril de 2019.
En cuanto a la polarización ponderada, comprobamos que crece de forma muy simi-
lar a los otros indicadores, aunque fluctuando en función de los resultados electora-
les. En el caso de las elecciones de abril de 2019, la fuerte caída del Partido Popular
y el ascenso de Ciudadanos, junto con la pérdida de escaños de Unidas Podemos,
hacen que la polarización ponderada aparezca más suave que en las elecciones de
2016, pese a la irrupción de Vox, con un 9,4 de media ideológica percibida por la
ciudadanía. En cambio, en las elecciones de noviembre de 2019, la recuperación del
PP junto con el auge de Vox, unidos al desplome de Ciudadanos, sitúa la polarización
ideológica ponderada en niveles similares a los de las elecciones de 2016, confir-
mándose la consolidación de un sistema pluralista polarizado (Sartori, 2005). Tal y
como se aprecia en el Gráfico 2, con leves fluctuaciones, los posicionamientos ideo-
lógicos de los principales partidos de ámbito estatal han permanecido estables en
las seis últimas convocatorias electorales.
4 Téngase en cuenta que los datos de referencia son los de las candidaturas oficiales presentadas a
la convocatoria electoral, bajo distintas marcas, aunque formen parte de un mismo movimiento po-
lítico. Por ejemplo, Podemos, En Comú Podem y En Marea.
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Gráfico 1. Evolución del NEP parlamentario, la polarización ideológica simple y la
ponderada en el sistema de partidos español, en las seis últimas elecciones genera-
les.
*Solo los dos partidos ideológicamente más extremos de ámbito estatal.
**Todos los partidos con representación en el Congreso de los Diputados recogidos por el CIS.
Fuente: Elaboración propia. El NEP está calculado a partir de los datos electorales ofrecidos por el
Ministerio del Interior. La polarización -simple y ponderada- se ha calculado a partir de las medias de
ubicación ideológica de los partidos, según la opinión pública, recogida en los barómetros del CIS
posteriores a las elecciones más inmediatos disponibles: 2775, 2029, 3124, 3156, 3248 y 3269.
Gráfico 2. Evolución de la ubicación ideológica de los principales partidos po-
líticos españoles, en las seis últimas elecciones generales.
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*Los valores de IU y Podemos en 2019A coinciden porque se preguntó por ambos partidos conjunta-
mente, a diferencia del resto de encuestas en las que aparecen por separado.
Fuente: Elaboración propia. Mismos barómetros del CIS que en el gráfico 1.
Un estudio muy reciente de Moral y Best (2022) ha considerado datos de posiciones
partidistas entre 1971 y 2019 para un total de diecinueve democracias consolidadas,
encontrando que la polarización de los ciudadanos suele seguir a la polarización de
los partidos, siendo aquellos ciudadanos con mayor cultura política más sensibles a
la polarización que los menos políticamente sofisticados. La investigación arrojó es-
casa evidencia de una relación a la inversa, según la cual la ciudadanía polarizaría a
los partidos. Esta información se suma al ya conocido papel de la élite política como
agente polarizador del electorado (Zingher y Flynn, 2018). Por eso, para el caso es-
pañol sería conveniente analizar la polarización ideológica y afectiva del electorado
en paralelo a la polarización ideológica del sistema de partidos, considerando esta
última como un posible predictor de las anteriores. Algunos de estos efectos ya han
sido estudiados entre los votantes de la derecha española, concluyendo que la estra-
tegia polarizadora de Ciudadanos, imitada por el Partido Popular, habría favorecido
el crecimiento electoral de Vox (Rodríguez Teruel, 2020). Igualmente, la irrupción de
Podemos y de Vox ha demostrado tener efectos en la polarización de la ciudadanía
respecto a la cuestión territorial (Garmendia y Riera, 2022).
En los siguientes apartados se exponen los acontecimientos que pueden explicar es-
tos cambios en el sistema político y de partidos español.
4. Crisis financiera, 15-M y fin del bipartidismo.
La crisis financiera internacional que estalló en 2007 comenzó a tener unos efectos
especialmente graves y duraderos, en España, a partir del año siguiente. Hasta en-
tonces, el país estaba viviendo uno de sus periodos más prósperos, con crecimiento
económico acelerado, una tasa de desempleo relativamente baja y con expansión de
los derechos sociales. La crisis económica que se inició en el año 2008, provocada
por las malas prácticas de los bancos y de las cajas de ahorros, junto al estallido de
la burbuja inmobiliaria española, ha sido identificada, con frecuencia, como el arran-
que de un proceso de transformaciones sociales y políticas en el país durante los
siguientes años (Mateos y Penadés, 2013; Castells, 2016; Ferri y Román, 2020). La
agenda pública de aquellos años estuvo protagonizada por las cifras disparadas de
desempleo y de deuda pública, así como por la desintegración del sistema bancario.
El milagro económico español experimentado desde la entrada de España en la
Unión Europea comenzaba a desvanecerse, y el país que había aspirado a situarse
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entre los principales motores económicos comunitarios pasó a convertirse en uno
de los principales problemas de la zona euro, situándose al borde de la completa
intervención por parte de las autoridades centrales.
El gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, en primer lugar, y el conservador de
Mariano Rajoy, después, se encontraron en la necesidad de aplicar fuertes recortes
en el gasto público, afectando a pilares básicos del estado del bienestar, especial-
mente, en lo que se refiere a la sanidad, la educación y las ayudas sociales. Tal y como
ha dejado constancia la OCDE (2018), el «ascensor social», la posibilidad de que una
persona mejore su posición socioeconómica a lo largo de su vida, sea cual sea su
situación de partida, quedó parcialmente roto, una vez acabado el periodo de pros-
peridad anteriormente disfrutado. Especialmente dura ha sido la situación de los jó-
venes, quienes han sufrido la cronificación de la tasa de desempleo juvenil más alta
de la Unión Europea, un exceso de contratación parcial y temporal, una acusada pér-
dida de poder adquisitivo respecto a las generaciones anteriores y grandes dificul-
tades para al acceso a la vivienda, entre otras problemáticas (Injuve, 2021).
La élite y las organizaciones políticas no contribuyeron a rebajar la tensión social. El
malestar de una población preocupada y empobrecida se vio acrecentado por una
constante aparición de escándalos de corrupción que salpicaban, en mayor o menor
medida, a todos los partidos. En 2008, el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Gar-
zón, comenzó a recabar, en secreto, pruebas de una extensa red de corrupción polí-
tica, conocida como trama Gürtel, encabezada por el empresario Francisco Correa,
que implicaría el amaño de contratos públicos y el desvío de grandes caudales de
financiación ilegal al Partido Popular. Esta investigación enlazaría con otra al teso-
rero del PP, Luis Bárcenas, sobre la trama conocida como los papeles de Bárcenas.
Asimismo, en 2011, se destapaba otro caso que, en esta ocasión, afectaba al partido
predominante en Andalucía, el PSOE, la macro causa de los ERES, que suponía la
malversación sistemática de cientos de millones de euros por parte de la Junta de
Andalucía, con la colaboración de los sindicatos UGT y CC.OO, que señalaba como
implicados al presidente nacional del PSOE, Manuel Chaves y a su sucesor como pre-
sidente andaluz, José Antonio Griñán. A estos casos, se sumaban otros grandes es-
cándalos de redes clientelares como los de la operación Púnica, el de las tarjetas
black de Caja Madrid o el caso Nóos, que afectaba directamente a miembros de la
familia real, entre otros. Por su parte, en Cataluña, del descubrimiento de una for-
tuna de Jordi Pujol oculta en el extranjero, reconocida por él mismo en julio de 2014,
alimentaba las sospechas que se arrastraban desde hace años sobre el cobro de co-
misiones del tres per cent (3%), por parte de CiU, a cambio de la adjudicación de
contratos públicos de la Generalitat y de los ayuntamientos gobernados por los con-
vergentes.
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Había motivos más que suficientes para que, entre amplios sectores de la población
española, se generalizasen expresiones como «todos los partidos son iguales» o «to-
dos los políticos roban». Así lo demuestran los datos sobre la desconfianza en los
partidos señalados por el Eurobarómetro o los indicadores del Centro de Investiga-
ciones Sociológicas. Desde el año 2009, en adelante, se refleja un elevado creci-
miento de la identificación de la corrupción política y de la clase política, incluidos
los partidos, como dos de los principales problemas con los que cuentan España,
junto al desempleo o a la economía. Durante estos años se percibe, así mismo, un
aumento del interés por la política -o descenso del desapego político-, al tiempo que
la desafección hacia las instituciones políticas se mantenía en niveles muy elevados
(Megías, 2020).
El clima político iba a ser más fácilmente agitado gracias al creciente uso de las redes
sociales, principalmente Twitter, y a la paulatina aparición de nuevos medios de co-
municación más críticos -especial, pero no exclusivamente, los digitales-, desarro-
llándose la polarización característica del modelo mediático mediterráneo (Hallin y
Mancini, 2004). Las noticias que se sucedían sobre la clase política tenían también
que ver con información sobre sueldos públicos, pensiones, condonaciones de deuda
a los partidos políticos, coches oficiales, regalos, aforamientos y otro tipo de privile-
gios. Finalmente, el malestar político acumulado se materializa en un nuevo movi-
miento social: el 15-M, un movimiento social de gente políticamente huérfana y sin
representación en las instituciones (Martí i Puig, 2011). Tal y como recoge Portos
(2016), la andadura del movimiento comenzó cuando, 15 de mayo de 2011, el colec-
tivo ¡Democracia Real Ya! reunió en el centro de Madrid a unos pocos cientos de ma-
nifestantes bajo los eslóganes «No nos representan» y «No somos mercancía en ma-
nos de políticos y banqueros». Esta manifestación se daba solo una semana antes de
las elecciones municipales y en trece de las comunidades autónomas. Al finalizarse
la protesta, parte de los jóvenes iniciaron una sentada pacífica, que acabó siendo re-
primida por las fuerzas policiales. Esto dio lugar a una nueva concentración y una
acampada en la Puerta del Sol, que provocó una imitación en otras capitales españo-
las donde también se establecieron campañas. Estas acciones también alcanzaron
una gran repercusión social y mediática gracias a la acción en redes sociales me-
diante la etiqueta #SpanishRevolution.
Este estallido español del movimiento de los indignados, demostraba que muchos
ciudadanos españoles consideraban que la democracia española estaba en crisis,
que deseaban mayores niveles de deliberación pública, así como ocupar un papel
más central en la vida política del país (Martí, 2017). El movimiento, aunque también
despertaba rechazos, recabó importantes niveles de apoyo social y la implicación de
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destacados intelectuales. El nuevo movimiento social trajo consigo una mayor movi-
lización del republicanismo, así como la popularización de nueva terminología para
definir a la clase política, «la casta», y las prácticas de la misma, como la «puerta
giratoria», que hacía alusión a la connivencia de los grandes partidos con la banca y
las empresas energéticas del país, identificadas como un oligopolio. Meses más tarde,
el 25 de septiembre de 2012, un nuevo acto de indignación política se materializó en
la iniciativa Rodea el Congreso, que acabó provocando fuertes disturbios y una gran
polémica. Se generaba un nicho electoral, con una base social movilizada, para una
nueva fuerza política: Podemos. De tal manera, Cordero y Coller (2018: 4) han rela-
cionado los movimientos de protesta por toda Europa con el hecho de que nuevos
partidos se convirtiesen rápidamente en partidos mayoritarios o en actores políticos
clave, señalando los casos de Austria (NEOS y Team Stronach), Islandia (Partido Pi-
rata), República Checa (ANO), Italia, (Movimiento 5 Estrellas), Alemania (Alternativa
por Alemania y Partido Pirata), Hungría (LMP) y España (Podemos y Ciudadanos)
como respuesta a las demandas de mayor participación de la ciudadanía. Pero las
protestas también habrían provocado que partidos pequeños adquiriesen importan-
cia, en casos como el de Irlanda (Alianza Anti-austeridad-PeopleBeforeProfit) y Gre-
cia (SYRIZA) o, incluso, que los partidos tradicionales introdujeran cambios en su
reparto interno de poder, evitando dar argumentos de crítica a otros partidos, como
en los casos de Bélgica y Portugal.
En relación con lo anterior, otro factor de contexto altamente impactante en los par-
tidos políticos españoles eran las previsiones sobre el fin del tradicional biparti-
dismo imperfecto característico desde 1989, como se adelantaba al comienzo del
capítulo tercero. En las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas el 25 de mayo
de 2014, en España, PP y PSOE cayeron muy por debajo de sus porcentajes de voto
habituales, y se anunciaba un crecimiento muy sensible de la fragmentación en el
sistema de partidos político español (Oriols y Cordero, 2016; Rama, 2016; Llera, Ba-
ras y Montabes, 2018). Podemos había entrado en escena y Ciudadanos había con-
seguido traspasar con éxito las fronteras del ámbito político exclusivamente catalán.
Otros pequeños partidos, como Equo, supieron encontrar coaliciones, Primavera Eu-
ropea, en este caso, mediante las cuales se garantizase la representación de la can-
didatura. Nótese que el partido más votado, entre los que no obtuvieron representa-
ción, fue Vox, fuerza de ultraderecha fundada por exdirigentes del PP que alcanzará
un gran protagonismo a finales de la década (Rama et al.; 2021).
Los cambios en la autoubicación ideológica de los españoles, desde el año 2012, ya
adelantaban una radicalización, por la izquierda, de los votantes de cara a las elec-
ciones europeas de 2014 y las convocatorias electorales siguientes (Martínez y Ga-
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rrido, 2015: 86-87). En 2016, también se percibe un notable crecimiento de los vo-
tantes auto ubicados en posiciones del 7 al 10 en la escala ideológica (Rodríguez Te-
ruel et al. 2018: 262). La radicalización política continuó acusándose durante las
elecciones municipales autonómicas de 2015 (Botella y Montabes, 2019) y, final-
mente, el nuevo reparto plural de escaños se hizo efectivo en el Congreso tras las
elecciones generales de diciembre de 2015, en las que el Partido Popular descendió
del 44,6% al 28,7% de los votos, volviendo a cuotas similares a las de los años
ochenta, mientras que el PSOE ahondó su mínimo histórico hasta el 22%. El sistema
de partidos había cambiado de un modo tremendo a partir de la aparición del movi-
miento 15-M (Barrio, 2019). El nuevo parlamento fragmentado no consiguió nom-
brar un gobierno, lo que provocó la repetición de elecciones en junio de 2016, tras
las que, finalmente, el PSOE realizó una abstención técnica para permitir que Ma-
riano Rajoy volviese a formar gobierno.
Podemos concluir en este apartado, que el fracaso de los partidos políticos tradicio-
nales, en la gestión de la crisis económica y en conseguir suavizar sus efectos sobre
la población, por un lado, y su comportamiento autodestructivo al reincidir en fre-
cuentes escándalos de corrupción, provocó la irrupción de nuevos partidos cuyo
ideario se fundamentaba en el rechazo a los partidos del poder establecido, fortale-
ciendo la polarización afectiva hacia líderes y partidos, e iniciándose un aumento de
la polarización ideológica, debido a la irrupción de Podemos.
5. Un proceso independentista sin final a la vista.
Jordi Pujol situará a Artur Mas como su delfín en la secretaría general del partido en
el XI Congrés de CDC, del año 2000, pero no le cederá la presidencia de la formación
hasta el XVI Congrés, en marzo de 2012, una vez que Mas ya ha conseguido ser in-
vestido presidente de la Generalitat, en diciembre de 2010, gracias a un pacto con el
PSC, que se abstuvo. Jordi Pujol se desprendió de la presidencia del partido, pero
continuó teniendo un gran peso en el mismo: fue nombrado Presidente Fundador,
en ese mismo momento, y su hijo Oriol se quedó como secretario general, elabo-
rando la lista de secretarios ejecutivos de la formación. Pero la estabilidad en el -
parcialmente- renovado nacionalismo conservador catalán, fue relativamente breve.
Tras las elecciones al Parlament del 25 de noviembre de 2012, Mas vuelve a ser ele-
gido presidente autonómico, pero esta vez formando un gobierno de coalición con
ERC, un gobierno que traza un itinerario soberanista, conocido como procés, que
tuvo primer punto álgido con la celebración de una consulta, organizada por la Ge-
neralitat a pesar de la oposición del gobierno español, sobre la independencia de
Cataluña, el 9 de noviembre de 2014.
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Previamente, e 6 de septiembre de 2014, tras la repercusión cobrada por los escán-
dalos de corrupción de Jordi Pujol y su familia (caso Pujol, caso Palau y caso de las
ITV, entre otros), CDC celebró un Consejo Nacional, máximo órgano del partido entre
congresos, en el que se eliminó la figura del presidente de honor, así como la del
presidente, y cambió su estructura de partido hacia uno en el que el liderazgo del
partido recae en el secretario general, que pasó a ser Artur Mas. La marca política
CDC se asumió entonces como agotada y, la misma clase dirigente y base social, fun-
dan el PDeCAT, formación heredera. También se acaba rompiendo la coalición con
UDC, enterrándose el proyecto político de CiU, que había dado tradicionalmente a
Unió, de carácter más moderado en la cuestión territorial, la portavocía de la coali-
ción en el Congreso de los Diputados. CDC concurrió a las elecciones autonómicas
del 27 de septiembre de 2015 junto a ERC bajo la marca electoral Junts pel Sí, con el
ánimo de conseguir una mayoría parlamentaria independentista y, aunque ganan las
elecciones, el apoyo necesario de las CUP para gobernar hizo que Mas tuviera que
renunciar a la reelección, siendo nombrado, en su lugar, Carles Puigdemont. Co-
menzó, entonces, a profundizarse la división con el gobierno español y con los par-
tidos constitucionalistas.
La mayor fractura entre nacionalistas y no nacionalistas llega con la celebración un
referéndum ilegal, el 1 de octubre de 2017, y con la declaración unilateral de inde-
pendencia, por parte de Puigdemont, en el pleno del Parlament, veintiséis días des-
pués, aunque sin la intención de hacerla efectiva. Ante semejante desafío al orden
constitucional e institucional (Teruel, 2020; Pérez de los Cobos, 2020), se inició un
largo proceso, judicial de consecuencias severas para los protagonistas. El debate
entre quienes deseaban negociación y quienes deseaban castigo firme no hacía más
que empezar. Por parte de las fuerzas nacionalistas catalanas, se procedía a una gue-
rra de desgaste internacional, no sólo contra el gobierno español, sino contra todas
las instituciones símbolo de la unidad nacional: especialmente hacia la corona y ha-
cia las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Los gobiernos de Quim Torra y,
más recientemente, de Pere Aragonès, se han preocupado de mantener la tensión en
un punto álgido frente a todos aquellos que cuestionan la vía de la independencia
catalana. En este sentido, Colomer (2018), ha señalado la precariedad de las institu-
ciones como un incentivo para las estrategias competitivas de las élites de los parti-
dos de ambos extremos. Además, el debate entorno a la actuación policial y el ejer-
cicio de la violencia, tanto por parte de las autoridades centrales, como de las cata-
lanas, como de los CDR, supuso otro importante foco de conflictividad, pues cada
uno de los sectores justificaba los actos de su parte e identificaba los contrarios como
brutal represión, desde la completa subjetividad en lo relativo al procés (Pradillo-
Caimari y Di Masso, 2022).
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Como conclusión de este apartado, la situación de crisis vivida por movimiento con-
servador catalán (en sus diferentes marcas), envuelto en numerosos escándalos de
corrupción, unida a su necesidad de gobernar junto con ERC y con el apoyo de las
CUP, hizo que forzar el proceso soberanista resultase una opción atractiva en térmi-
nos de supervivencia política para los primeros, a sabiendas del mayor poder movi-
lizador del sentimiento nacionalista frente al rechazo a la corrupción en clave polí-
tica catalana. Este viraje, sin embargo, generó una fuente de conflicto político y social
duradera en todo el país.
6. VOX, «Un Podemos de derechas», y la desaparición de la moderación.
Tras la entrada de Podemos en el escenario político español, no se tardó mucho en
confirmarse la dinámica centrífuga propia de los sistemas de partidos pluralistas
polarizados prevista por Sartori (2005), que ha llevado al brusco descenso electoral
de Ciudadanos. Vox es un partido que surge promovido por una élite conservadora
profesionalizada, perteneciente al propio sistema, que pretendió mejorar y prolon-
gar su propia trayectoria política mediante una nueva marca, distinta a la del Partido
Popular. Responde a la idea de creación de un Podemos de derechas para frenar al
independentismo, a la izquierda, y como un rechazo a la supuesta moderación dis-
cursiva del PP. Su principal característica ideológica es su carácter reaccionario, sos-
tenido en cuatro pilares: nacionalismo exacerbado, xenofobia, homofobia y antife-
minismo. Su éxito ha sido posible gracias un contexto favorable, caracterizado por
el establecimiento de la posverdad, la expansión de los nuevos populismos y la co-
municación de guerrilla. Pero no podemos obviar que la aparición en escena de Vox
permite identificar y abordar una realidad sociológica preexistente, un sector pobla-
cional que carecía de interlocutores institucionales. Su aparición modificó la agenda
pública y mediática, provocando mayores dinámicas centrífugas en la política espa-
ñola.
Su entrada en las instituciones ha supuesto la amenaza de grandes bloqueos legisla-
tivos y de gobierno, dada su alta incompatibilidad con todos los partidos estatales,
excepto con el PP. Ciudadanos ha aceptado, en reiteradas ocasiones, su apoyo parla-
mentario pero rechazando, a su vez, compartir gobierno con Vox. Como fuerza po-
pulista y de protesta, ha mostrado coincidencias con Podemos, especialmente, en su
visión crítica hacia la Unión Europea (por distintos motivos) y hacia la clase política
(por los mismos motivos). La consolidación de Vox sitúa a España en una situación
similar a la de otros países occidentales con partidos de derecha radical gobernantes,
con opciones de formar parte de gobiernos o de, al menos, condicionarlos. En cierto
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modo, Vox se ha beneficiado de una oleada internacional favorable de populismo de
extrema derecha con Orbán, LePen, Trump y Bolsonaro como principales referencias
(Norris e Inglehart, 2020), y con las experiencias cercanas de Alternativa por Alema-
nia, la Liga Norte o el propio Brexit.
Al igual que en aquellos casos, nos encontramos con similares peligros, tales como
la extensión de prejuicios y de discursos de odio hacia quienes no son como nosotros
o no opinan como nosotros. Tal que así, Vox no ha tenido inconveniente en manifes-
tar, desde un primer momento, quienes son sus enemigos políticos: inmigrantes, ho-
mosexuales, feministas, la izquierda y nacionalistas. Además, los líderes del partido
se han valido de un lenguaje y una estética belicistas. El análisis de su discurso ha
conducido a la conclusión de que Vox «desde una perspectiva simbólica, temática y
espacial combina manifestaciones y asuntos típicos de la derecha radical europea
tanto de carácter populista como, especialmente, nativista» (Garrido y Mora, 2020).
Como estos autores muestran, tanto Vox como Podemos se encuentran en los posi-
cionamientos más extremos tanto de la Global Party Survey como de la Chapel Hill
Expert Survey, ambas de 2019, en la mayoría de los indicadores.
En este apartado podemos concluir que Vox entró en el sistema de partidos con una
estrategia clara de polarización política que contribuye a las dinámicas centrífugas
que le benefician electoralmente, al igual que beneficia a los actores del otro extremo,
Podemos y los partidos nacionalistas, reduciendo la viabilidad del proyecto mode-
rado de Ciudadanos y de otros nuevos como Más País, escisión de Podemos.
7. Una pandemia para enfrentarnos a todos: la segunda gran crisis econó-
mica.
Aunque ya existían suficientes motivos para el enfrentamiento entre españoles, en
el año 2020, además, emergió una pandemia que lo alteraría todo. La crisis sanitaria
no sustituyó los problemas anteriores, sino que se unió a ellos. En primer lugar, se
produjo un debate sobre la existencia, el origen, las causas y la importancia de pro-
pio virus. En segundo lugar, se produjo un permanente debate sobre cualquier as-
pecto de la gestión de la crisis sanitaria: qué medidas se toman, cuáles no, por qué
se toman cuando se toman, quién debe tomarlas, etc. Tercero, en cuanto pasó lo peor
de la pandemia, se abrió el debate, ¿salud o economía? Para muchas personas, los
efectos económicos de la pandemia se percibían como más graves que los de la pro-
pia enfermedad en sí. En términos temporales, los efectos de la crisis económica sub-
yacente a la sanitaria se prevén más duraderos, en un país que apenas se había re-
cuperado de la crisis económica iniciada en 2008.
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Todavía es pronto para evaluar, detalladamente, la importancia de la actual crisis
respecto al comportamiento político de los españoles. No obstante, podemos aven-
turarnos a pensar que tanto las pérdidas de vidas como las de ingresos, han contri-
buido a incrementar los niveles de malestar con el gobierno entre quienes ya eran
detractores del partido gobernante y que, probablemente, los cercanos a este se ha-
yan visto más fuertemente inclinados a repudiar el discurso de quienes atacan a un
gobierno que asume un papel de sacrificio en la gestión de la crisis.
8. España, un cóctel de polarización política, bien agitado por los partidos.
Los partidos son reflejo de lo que la ciudadanía vota y, a la vez, adoctrinan a los vo-
tantes en su propio ideario. No hay partidos radicales relevantes en sociedades com-
pletamente tranquilas ni partidos moderados en sociedades altamente conflictivas.
Partidos y electorado se adaptan mutuamente hasta establecer una relación cohe-
rente. Los partidos han encontrado en la polarización una forma de movilizar elec-
toralmente a los miembros de sus parroquias, al tiempo que desmovilizan a sectores
más moderados de la población, entre quienes se profundiza un desinterés y un re-
chazo respecto a la actividad política. La consolidación, en primer lugar, del bloque
de izquierda y partidos periféricos, formados a partir de la moción de censura a Ma-
riano Rajoy, en 2018, y, posteriormente, la del bloque de la derecha a partir de la
concentración en la plaza de Colón, en febrero de 2019, ha contribuido a que la po-
blación se pueda anclar en posiciones inflexibles, entendidas como incompatibles
respecto a las posiciones alternativas, de una forma clara y obvia. La España «del
berrinche» (Molina, 2021), ha perfeccionado las técnicas de la crispación, fenómeno
del que se hablaba con frecuencia un par de décadas atrás.
Desde un punto de vista crítico, el comportamiento egoísta de los partidos políticos
–y de las élites que los controlan- está provocando una erosión de la comunidad po-
lítica democrática y la destrucción de importantes redes de solidaridad que se fun-
damentaban en el principio de ayudar sin importar a quién. Además, la incapacidad
para el entendimiento ha alcanzado el interior mismo de los nuevos partidos, los
cuales están sufriendo confrontaciones internas, abandonos y escisiones, en un claro
ejercicio de voz y de salida (Hirschman, 1970). El narcisismo como valor común
(Lapuente, 2021) y una sociedad dirigida por la industria artificial de la felicidad
mediante el consumo (Cabanas e Illouz, 2019), facilitan que los partidos puedan ma-
nipular a amplios sectores de la población, sencillamente, diciéndoles lo que esperan
oír y señalando culpables ajenos. La contribución de los hitos históricos señalados a
la polarización ideológica y afectiva, entendidas como resultado de un conjunto de
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elementos combinados, en España se muestra como una línea de trabajo interesante
sobre la que realizar investigaciones más profundas. Por último, podemos reflexio-
nar acerca de «efecto espanto» o dinámica política que conduce a una espiral de se-
lección adversa, según la cual los electores se ven obligados a optar por apoyar a los
partidos que les generan menos rechazo, en un contexto de abundante información
negativa –de carácter tanto institucional, como profesional y personal- sobre todos
los políticos de primera línea, de desprestigio de la clase política, de sospecha, y de
desconfianza generalizada hacia quienes desean ejercer la labor política.
Para finalizar, es pertinente indicar que, junto a los estudios de encuesta –cuyos re-
sultados sobre la polarización pueden, en ocasiones, verse afectados por variables
coyunturales no controladas en los modelos estadísticos- el estudio riguroso del sis-
tema de partidos y del comportamiento de los partidos en el contexto que les rodea
sirve a la comprensión del fenómeno de la polarización política en todas sus varian-
tes.
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