Available via license: CC BY 4.0
Content may be subject to copyright.
PERSONALIZAR
eISSN 1988-8376
Idioma Castellano
ISSN-L 1130-2097
FUENTE Isegoria, Num. 70 (2024)
EDITOR Consejo Superior de Investigaciones Cientícas
DOI https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
Isegoría. Revista de Filosofía moral y política
N.º 70, enero-junio, 2024, 1348
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
DESAFECCIÓN POLÍTICA Y NUEVOS VÍNCULOS SOCIALES /
POLITICAL DISAFFECTION AND NEW SOCIAL BONDS
ARTÍCULOS
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde
la epistemología de la virtud
Arrogance, distrust and disaffection. An approach based on
the epistemology of virtue
Gonzalo Velasco Arias
Universidad Carlos III de Madrid
gvelasco@hum.uc3m.es
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-9584-5051
Resumen: La desafección política puede vincularse con la comprobada desconanza en las instituciones de
intermediación más relevantes en las democracias representativas: partidos políticos y medios de comunicación.
La relativa cronicación de esta desconanza se explica por una generalización de disposiciones subjetivas de
arrogancia epistémica y de conanza ilusoria, que suponen o bien una renuncia o bien un mal uso de los criterios
para evaluar la condencialidad de las mediaciones. Para diagnosticar las situaciones y valorar posibilidades de
respuesta, se propone un análisis fundamentado en el marco teórico de la epistemología de la virtud y de la
epistemología social basada en sistemas. Contra las narrativas nostálgicas excepcionalistas sobre la sociedad
digitalizada, se apuntará como línea de indagación constructiva al estudio de formas de reelaboración de la
conanza que asuman de forma realista la fragmentación del espacio público digitalizado.
Palabras clave: arrogancia; conanza; desafección; epistemología de la virtud; públicos receptivos.
Cómo citar este artículo / Citation: Velasco Arias, Gonzalo (2024) “Arrogancia, desconanza y desafección. Una
aproximación desde la epistemología de la virtud”. Isegoría, 70: 1348. https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
Abstract: Political disaffection can be related to the demonstrated distrust in the most relevant intermediary
institutions in representative democracies: political parties and the media. The relative cronication of this distrust
can be explained by a widespread subjective disposition of epistemic arrogance and illusory trust, which implies
either a resignation or a mistaken use of the criteria for assessing the trustworthiness of the mediations. In order
to diagnose the situations and assess possible responses, an analysis based on the theoretical framework of virtue
epistemology and systems-based social epistemology is proposed. Against nostalgic exceptionalist narratives
about the digitalised society, a constructive line of enquiry will be pointed to the study of forms of re-elaboration
of trust that realistically assume the fragmentation of the digitalised public space.
Keywords: Arrogance; Trust; Disaffection; Epistemology of virtue; Receptive publics.
Recibido: 30 junio 2023. Aceptado: 25 marzo 2024. Publicado: 28 octubre 2024.
Copyright: © 2024 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso
y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0).
Gonzalo Velasco Arias
2ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
1. DESAFECCIÓN Y DESCONFIANZA EN LAS
MEDIACIONES
“Desafección” es un concepto ambiguo cuando
se emplea en relación con las instituciones demo-
cráticas. Su uso es a la vez descriptivo y valo-
rativo, pues suele referir a una tendencia social
comprobable, al declive o la pérdida de las dis-
posiciones subjetivas que permiten un funciona-
miento óptimo de los mecanismos representativos
de la democracia. Se trata, por tanto, de un indica-
dor negativo en relación a una normatividad pre-
supuesta que, sin embargo, no resulta claramente
identicable: pese a que pueda estar implícita en
las preguntas con las que los encuestadores suelen
identicar y medir la desafección, no está del todo
claro cuál debería ser la conguración afectiva
ideal para la adecuada relación entre la dimensión
objetiva y la subjetiva de la democracia.
Mi hipótesis de partida en el presente artí-
culo, no muy alejada de los criterios de medición
cuantitativa, es que la desafección democrática es
siempre una derivación de la desconanza de la
ciudadanía respecto a las instituciones y media-
ciones democráticas. La disposición normativa
presupuesta cuando se describe y valoran los
fenómenos de desafección, por tanto, es la con-
anza. Y a su vez, la desconanza se comprende
como una patología social que genera estados de
anomia que hacen que una sociedad sea vulnera-
ble a formas de desorden político y a alteraciones
de sus dinámicas sistémicas por parte de agentes
externos contrarios a sus principios constituyen-
tes, fundamentalmente partidos políticos extre-
mistas o líderes populistas en sus distintas varie-
dades ideológicas (Rosanvallon, 2015).
Que la conanza en las intermediaciones
representativas sea un índice de salud democrá-
tica tiene una justicación epistemológica (Orig-
gi, 2004). Dado que es imposible que sobre cada
asunto tengamos toda la información y todo el
conocimiento necesario para emitir un juicio
autónomo, es racional delegar nuestro juicio en
otro agente basándonos en nuestra experiencia
de su acierto en cuestiones análogas preceden-
tes. La conanza no es totalmente heterónoma,
porque implica un juicio de valor (muchas veces
tácito o consuetudinario) sobre la trayectoria del
agente intermediador, que nos permite calibrar
su conabilidad, es decir, la disposición estable
de esa persona, institución o sistema social que
media entre los individuos y su percepción de la
realidad social (Hardin, 2002). Desde un punto de
vista abstracto, podemos denir “intermediación”
como un proceso que hace posible interacciones
sociales de todo tipo (contratos, decisiones de
consumo, adquisición de conocimiento, deter-
minación de preferencias políticas) mediante la
intervención de terceras partes sin capacidad de
imposición (Sánchez-Cuenca, 2022, p. 105). En el
ámbito político, los principales agentes interme-
diadores de las democracias representativas son
los partidos políticos y los medios de comunica-
ción. Su función de mediación consiste en ltrar
y reducir la diversidad de intereses, demandas y
temas de discusión que se dan en una sociedad
en un momento dado. Y si los partidos agregan
las preferencias, los medios ensamblan las opinio-
nes al crear una agenda relativamente compartida.
Las mediaciones representativas, por tanto, nos
permiten tener una visión del mundo ordenada
y relativamente integrada en sociedades de cre-
ciente complejidad.
La literatura sobre la crisis de las interme-
diaciones tiende a coincidir en torno a un deter-
minismo tecnológico moderado, que atribuye la
pérdida de conanza en las mediaciones especí-
camente políticas a los procesos de digitalización
de múltiples esferas de la vida social, pero tam-
bién a dinámicas especícas que han afectado a
la conabilidad de partidos y de medios de comu-
nicación. De acuerdo al primer factor, la transfor-
mación digital y la generalización del uso de dis-
positivos móviles inteligentes habría catalizado la
irrelevancia de las mediaciones de prescripción,
agenda setting y agregación de demandas, debido
a su capacidad para facilitar el acceso interactivo
a la información y a la opinión. Ciudadanos que
valoran la capacidad de decisión y autonomía
personal descubren que los cambios tecnológi-
cos producidos por la digitalización les permiten
adueñarse de elecciones que anteriormente tenían
que pasar por alguna instancia de intermediación.
La posibilidad de prescindir de tales instancias
se percibe como una ganancia de libertad y auto-
nomía, si bien en todo rigor la delegación en las
intermediaciones es sustituida por la delegación
en sistemas de agregación de la opinión (Velasco
Arias, 2023, p. 67).
El factor tecnológico no es la única explicación
causal de la desconanza de las intermediaciones.
Respecto a la desconanza hacia los partidos, y
sin ánimo de exhaustividad, los factores que sue-
len esgrimirse son la percepción de pérdida de
autonomía de lo político debido a la nanciariza-
ción y deslocalización de la economía global, la
subsidiariedad de las democracias nacionales res-
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde la epistemología de la virtud
3ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
pecto a instituciones transnacionales con meca-
nismos de representación menos transparentes, la
colusión o coincidencia programática de partidos
políticos ideológicamente dispares, que genera
en la ciudadanía una sensación de indiferencia, la
inconsistencia entre las propuestas programáticas
y las acciones de gobierno, así como la corrupción
(Sánchez-Cuenca, 2022). En relación a los medios
de comunicación, y sin entrar en la explotación de
sesgos y heurísticas cognitivas para captar la aten-
ción por parte de las redes sociales, la desinterme-
diación se explica por una desconanza profunda
hacia los medios tradicionales, que son percibidos
por parte de la ciudadanía como dependientes de
servidumbres económicas, en parte debido a ten-
dencia a que los medios se agrupen en oligopo-
lios empresariales, o bien como un engranaje del
establishment (Reuters Institute, 2019, citado por
Sánchez-Cuenca, 2022, p. 129). Esta “crisis de
autoridad” lleva a que el acceso directo a la infor-
mación a través de las redes sociales sea percibido
como un modo de sortear el criterio para estructu-
rar el debate y la organización de la información
de los medios clásicos.
La desafección democrática es, por tanto, un
producto de la desconanza en las mediaciones
tradicionalmente encargadas de la ordenación del
debate público. Sin embargo, existen razones para
rechazar que la desconanza, por sí misma, sea
suciente para explicar una desafección genera-
lizada y sostenida en el tiempo. La principal de
estas razones es que la conanza es una disposi-
ción cognitiva y afectiva necesaria e irremplaza-
ble para la agencia epistémica en entornos infor-
macionales complejos, y más aún en contextos de
crisis e incertidumbre. Si la desafección fuera una
manifestación de una desconanza social endé-
mica, entonces sus epifenómenos tendrían que
ver con conductas nihilistas y con un escepticismo
radical que solo permitiría justicar el vínculo
social en el objetivo de impugnar la autoridad y
la conabilidad de las fuentes institucionalizadas
de conocimiento y certeza. Este es el caso de las
actitudes conspiracionistas, que en el momento
presente están alimentando un nuevo tipo de sub-
jetividad política asociado a la derecha alternativa
y a sus posiciones anti-establishment (Cassam,
2019).
Sin embargo, pese a la importancia social de
este fenómeno, el conspiracionismo no es la dis-
posición epistémica más generalizada. Al contra-
rio, mi hipótesis es que la desconanza no suscita
estados de escepticismo radical estable, sino más
bien de arrogancia epistémica. Entiendo por arro-
gancia epistémica la conanza excesiva e injusti-
cada en las propias capacidades y habilidades para
crear conocimiento o para discernir la conabili-
dad de las fuentes que lo aportan y de las eviden-
cias de orden superior que permiten identicarlas.
Podemos clasicar la “arrogancia epistémica”,
por tanto, como un “vicio epistémico”, puesto
que supone disposiciones estables de los agen-
tes (individuales o colectivos) a generar o conar
en creencias falsas que erróneamente aceptan y
difunden como si fueran verdaderas. Mi conjetura
es que la desafección se asienta de manera rela-
tivamente perdurable en una comunidad cuando
se sostiene en dispositivos de arrogancia episté-
mica que socavan los vínculos de conanza entre
la ciudadanía y las intermediaciones democráticas
e institucionales, pero también la conanza entre
los propios ciudadanos entre sí.
2. MODELOS EPISTEMOLÓGICOS PARA UNA
SOCIEDAD DIGITALIZADA
Antes de proseguir con el análisis de la arro-
gancia epistémica como posible factor explicativo
de la desconanza y la desafección hacia las inter-
mediaciones democráticas, es necesario aclarar
y justicar el sentido con el que voy a emplear
los términos “virtud” y “vicio” epistémicos. Para
ello, en este apartado voy a presentar de un modo
sintético el debate entre las distintas ramas de la
epistemología de la virtud, y daré cuenta de la
aproximación por la que me decanto para la pre-
sente investigación.
Desde el punto de vista de la epistemología de
la virtud, una creencia verdadera merece ser con-
siderada conocimiento si a) es un logro vinculado
a las capacidades o disposiciones del agente, b) no
interviene la suerte, c) maniesta la habilidad del
agente para alcanzar la verdad. El conocimiento,
por tanto, es una creencia verdadera justicable y
no accidental (Broncano, 2020). No basta, pues,
con tener una creencia verdadera. Para que sea
considerada conocimiento, esa creencia debe ser
atribuible de modo maniesto a las virtudes cog-
nitivas e intelectuales del agente en cuestión, que
por tanto es susceptible de ser reconocido por su
logro (Greco, 2003, 2010; Riggs, 2007, 2009).
El situacionismo es la principal crítica interna
a esta aproximación estricta y reduccionista a las
virtudes epistémicas. La tesis del situacionismo
es que cuando un agente cognitivo está debida-
mente integrado con objetos naturales, artefactos
Gonzalo Velasco Arias
4ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
y otros agentes en su entorno material, social y
político, esos externalia pueden ser parcialmente
constitutivos de sus disposiciones cognitivas. Esta
aproximación, por tanto, devalúa el papel de los
méritos epistémicos y reivindica el de la situación
en el reparto social de los de bienes epistémicos,
lo cual introduce a su vez una dimensión de justi-
cia social y de evaluación de los privilegios epis-
témicos (Turri et al., s. f.), hasta el punto de que se
ha hablado del entorno político como un modo de
“suerte epistémica” (Pritchard, 2014). De acuerdo
a esta aproximación situacionista, Mark Alfano ha
distinguido entre “cognición incorporada”, “anda-
miada” (scaffolded) y “extendida” para dar cuenta
de que, si se trata de optimizar la abilidad de los
agentes de un conjunto social en la formación de
creencias, conviene prioritariamente trabajar en la
mejora del ecosistema epistémico e informativo
en el que estos se encuentran insertos, en lugar de
poner exclusivamente el acento en recursos cogni-
tivos internos (Alfano, 2016; Alfano et al., 2018;
Alfano y Skorburg, 2018). Alfano señala princi-
palmente a los “sistemas de cognición extendida”
porque permiten una cognición que reacciona
dinámicamente al entorno, frente a la cognición
incorporada en sistemas naturales estables a la
andamiada, dependiente de sistemas articiales
igualmente estables.
Este enfoque resulta muy pertinente en el con-
texto de un espacio público digitalizado, en el que
nuestra cognición depende de un modo variable-
mente andamiado o extendido de nuestros recur-
sos tecnológicos (será analizado con más detalle
en la próxima sección). En ese contexto, pensar
la agencia epistémica en términos clásicos puede
resultar inadecuado.
Podemos denir la agencia epistémica como
nuestra capacidad de responsabilizarnos de nues-
tros estados mentales epistémicamente relevan-
tes y de nuestras contribuciones al entorno epis-
témico. Esta responsabilidad tiene un “alcance
corto” y un “alcance amplio” (Gunn y Lynch,
2021). El alcance corto concierne a la minimi-
zación crítica de las consecuencias negativas de
nuestros sesgos, heurísticas y malos hábitos epis-
témicos; el “alcance amplio”, en cambio, alude
a las prácticas que contribuyen a la calidad del
entorno epistémico, sobre todo al justo recono-
cimiento de las capacidades epistémicas de los
demás. Aunque esa responsabilidad epistémica
puede ser exigida en ámbitos online, resultaría
ingenuo sobreestimar la autonomía de los agen-
tes frente a buscadores de información o redes
sociales cuya estructura y dinámicas productivas
son mucho más opacas que las de las intermedia-
ciones clásicas a las que han sustituido. La mera
prescripción de virtudes y vicios (Heersmink,
2018), por tanto, puede resultar ilusoria.
Concuerdo con Joshua Habgood-Coote en que
la aproximación más pertinente a las dinámicas
epistémicas digitalizadas es la de la epistemo-
logía social crítica orientada a sistemas (Hab-
good-Coote, 2019). Basándose en el trabajo inau-
gural de Goldmann (2010), este enfoque propone
evaluar las redes sociales por su capacidad para
generar buenos resultados epistémicos, tanto en
los estados cognitivos de los individuos, en las
propiedades epistémicas institucionales, como
también en su contribución a la consecución de
la justicia epistémica. Trata de evitar así el “relato
excepcionalista”, que entiende que la digitaliza-
ción de nuestras disposiciones epistémicas ha
supuesto la neutralización o decadencia de algu-
nas virtudes de los agentes individuales y/o del
espacio público de discusión ofine. Al contrario,
Habgood-Coote deende que la aplicación de
un modelo clásico basado en la distribución del
trabajo epistémico ofine a la sociedad digital,
produce interferencias y contradicciones. La más
importante para los nes de este trabajo, como
desarrollo en las secciones subsiguientes, es la
contradicción denominada “del segundo mejor
escenario”, según la cual en condiciones no idea-
les una aproximación al modelo normativo (en
este caso, el del espacio público unicado) puede
producir injusticias epistémicas.
Mi aproximación en lo que sigue considerará
que nuestra agencia epistémica en escenarios
digitalizados debe considerarse como una cog-
nición extendida (Alfano y Skorburg, 2018) y
evaluada de acuerdo a los criterios de la episte-
mología social crítica orientada a sistemas (Hab-
good-Coote, 2019).
3. ARROGANCIA EPISTÉMICA, CONFIANZA
ILUSORIA Y MALAS CREENCIAS
De acuerdo a lo anterior, estoy en condiciones
de conjeturar que la arrogancia epistémica es un
vicio contingente o coyuntural en contextos epis-
témicos ofine, pero es un producto estructural
en formas de vida o de los sistemas digitalizados,
que son aquellos en las que el acceso digital a la
infoesfera está tan integrado que debe conside-
rarse una extensión de nuestras capacidades cog-
nitivas (Lynch, 2017, p. 10). La opacidad de los
algoritmos socava la posibilidad de justicar las
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde la epistemología de la virtud
5ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
creencias adquiridas online (Lynch, 2017, p. 27;
Miller y Record, 2013). Al mismo tiempo, fenó-
menos de segmentación grupal de la información
como las cámaras de eco o las burbujas epistémi-
cas hacen que sea más difícil determinar la abi-
lidad de las fuentes y de los testimonios online
(Nguyen, 2020), lo cual es la condición de posi-
bilidad para la expansión de formas de desinfor-
mación, noticias falsas y propaganda (Broncano,
2019; Sunstein, 2017).
Sin duda, la estructura de producción de la
información en la red referida por estos concep-
tos da cuenta de una falsa conciencia que, tomada
por acertada y absoluta, puede suscitar actitudes
ingenuamente arrogantes. Sin embargo, el mero
hecho de estar encerrado en una burbuja episté-
mica sin tener conciencia de ello no implica que el
agente tenga conductas arrogantes. En esos con-
textos, puede darse el caso de que el agente inten-
cionalmente haya querido cumplir con sus deberes
epistémicos, lo cual prima facie justica el juicio
sobre su propia abilidad, pero sin embargo no
haya evaluado cómo el entorno informacional de
internet modica las condiciones de acierto de esa
agencia pretendidamente responsable (De Ridder,
2022, p. 2). Voy a llamar a esta actitud “conanza
ilusoria”. La injusticada conanza en sí mismo
del arrogante, en cambio, le disuade de esforzarse
por cumplir con sus deberes epistémicos pues de
forma intuitiva y reforzada por la percepción de
consenso grupal considera que su disposición, tra-
yectoria y criterios para elegir las fuentes ables
son sucientes para acreditar su propia abilidad
a la hora de enunciar juicios sobre determinados
estados de cosas.
De acuerdo a la psicología cognitiva, esta ten-
dencia a la arrogancia epistémica es inherente a
nuestro modo de calibrar el valor de nuestro cono-
cimiento en relación a las creencias y al nivel de
conocimiento de nuestro entorno (Kahneman,
2012). Ahora bien, esta heurística de nuestra cog-
nición se potencia cuando tenemos la posibilidad
de completar nuestro conocimiento mediante con-
sultas online. Distintos estudios han acreditado
que los sujetos que han tenido la posibilidad de
consultar en internet las respuestas a una serie de
problemas son más propensos a sobreestimar su
capacidad para dar respuesta a otras cuestiones
no relacionadas sin consultar medios externos
(Fisher et al., 2015). El acceso naturalizado a la
información online lleva a que se considere un
recurso siempre disponible, una prótesis de nues-
tra capacidad para compilar argumentativamente
evidencias. Ante estas conclusiones, la posición
epistemológica más clásica consiste en advertir
sobre la tendencia a confundir el mero acceso a la
información con verdadero conocimiento y com-
prensión.
Si las consultas online pueden detonar acti-
tudes de arrogancia epistémica se debe a que el
diseño de los buscadores diculta el seguimiento
adecuado de las normas meta-cognitivas que per-
miten evaluar la calidad de una indagación (De
Ridder, 2022). Voy a enumerar cuatro factores.
(1) La intertextualidad inherente a toda búsqueda
online induce a evaluar ilusoriamente como cono-
cimiento la conexión por defecto de diferentes
piezas de información sugerida por hipervíncu-
los, recomendaciones o resultados de búsqueda
(Fisher et al., 2015). Esta relación entre fragmen-
tos informativos, sin embargo, puede ser espuria
y no tiene por qué estar argumentativamente jus-
ticada, motivo por el que la sensación de com-
prensión no tiene por qué corresponder al tipo
de relación de dependencia explicativa en la que
consiste el acto de comprender (De Ridder, 2022,
p. 7). (2) Una indagación virtuosa tiene la exigen-
cia de evaluar si la pregunta que la guía es ade-
cuada. Esto equivale a plantear si no está guiada
por sesgos de conrmación, si sus presuposicio-
nes son correctas, si no entraña contradicciones
que hagan imposible la respuesta. Sin embargo, si
las preguntas están mal formuladas, los buscado-
res van a rearmar y reiterar dichos sesgos. Si se
delega la responsabilidad de revisar las preguntas
que guían la indagación en el modo en que los
buscadores las completan y redirigen, el agente
epistémico puede incumplir sin ser consciente
de ello el criterio de plantear preguntas y proble-
mas adecuados. Alfano, Carter y Cheoang han
caracterizado este proceso como una “seducción
tecnológica” (Alfano et al., 2018). (3) Al guiar
su indagación a partir de los resultados de bus-
cadores online, el agente epistémico se enfrenta
a la dicultad estructural de no saber cuál es el
criterio para reconocer una respuesta adecuada, ni
tampoco para evaluar la calidad de la evidencia
encontrada. Primero porque, en frecuentes ocasio-
nes, los resultados de una búsqueda dependen de
las valoraciones de otros usuarios, de manera que,
aunque el agente crea que está guiando su inda-
gación de forma autónoma, en realidad está dele-
gando en criterios de agregación de la opinión. El
agente epistémico es, además, más vulnerable al
sesgo del “efecto ancla” (Kahneman, 2012, p. 11)
con el que se designa el modo en que el primer
Gonzalo Velasco Arias
6ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
resultado de la búsqueda condiciona la valoración
de prioridades y de autoridad de los sucesivos
pasos de una indagación. (4) Dicho esto, incluso
con independencia de estos factores, la identi-
cación de criterios y de garantías en internet está
estructuralmente dicultada por la recursividad
de la búsqueda y por la imitación de los indica-
dores de autoridad. Para comprender este factor,
resulta útil la comparación con una enciclopedia
al uso. Aunque la información esté espacialmente
limitada, una enciclopedia garantiza que el con-
tenido de cada entrada es able y suciente para
adquirir conocimiento sobre la cuestión. La di-
cultad de encontrar esas garantías en entornos
digitales devuelve la responsabilidad de evaluar
la suciencia y abilidad de la evidencia al agente
epistémico que, en rigor, no tiene por qué tener el
conocimiento ni las destrezas necesarias para tal
evaluación. De ahí que el acceso al conocimiento
experto, que por un lado es una de las ventajas de
la era de la información digitalizada y de la des-
intermediación de la esfera comunicativa, puede
tener como perverso efecto que los agentes episté-
micos consideren que el acceso a un solo criterio
autorizado ya es suciente para que su creencia
sobre un tema sea verdadera. Antes bien, para
poder evaluar la abilidad y la suciencia de una
opinión experta, se requeriría a su vez el cono-
cimiento experto de todo el ámbito de discusión
especializada de la que participa (Goldman, 2001).
La desintermediación del conocimiento experto
en el ámbito digital, en consecuencia, lleva a que
el agente individual se arrogue la capacidad de
sancionar cuándo el resultado de una búsqueda o
cuándo una respuesta experta reúne los criterios
de suciencia, abilidad y autoridad (Innerarity,
2022; Velasco Arias, 2023).
Si la tendencia a sobreestimar nuestros logros
cognitivos es un rasgo psicológico exacerbado
por el acceso inmediato a la información, y si la
propia estructura de la búsqueda diculta el cum-
plimiento de las normas epistémicas que permiten
evaluar la virtud meta-cognitiva de una indaga-
ción, entonces las “ilusiones de la comprensión”
son un fenómeno inherente a la sociedad digital
que se puede manifestar incluso en agentes epis-
témicos responsables. Esta conclusión parcial es
relevante porque contrasta con la tendencia a juz-
gar que los fenómenos asociados a la desinforma-
ción y a la difusión de noticias y creencias falsas
son el resultado de vicios o negligencias epistémi-
cas inducidas por el modo en que los algoritmos
de búsqueda explotan nuestras fragilidades cogni-
tivas, sobre todo en las redes sociales (Broncano,
2019; Sunstein, 2017).
La tesis sobre la insuciencia de la responsa-
bilidad epistémica en contextos comunicativos
online ha sido polémicamente defendida por Neil
Levy en su libro Bad Beliefs (Levy, 2022), que
ha venido generando un amplio debate académico
desde su publicación (Dutilh Novaes, 2023). La
principal tesis de Levy es que las “malas creen-
cias” no son siempre consecuencia de prácticas
epistémicas defectuosas, sino que, al contrario, es
habitual que estén formadas y se mantengan por
los mismos mecanismos de aprendizaje social que
guían la mayor parte de procesos de formación
de creencias. De acuerdo con esta posición, la
formación y difusión de creencias falsas es, más
bien, el resultado de procesos racionales indivi-
duales en medios epistémicamente contaminados
(Levy, 2022, p. xiii). Levy participa pues de las
aproximaciones moderadamente deterministas,
que entienden que la autonomía epistémica del
individuo solo puede defenderse aceptando una
retroalimentación de bidireccionalidad variable
con el medio epistémico y el grupo social de per-
tenencia. La novedad especíca que aporta Levy
en su libro, sin embargo, es la consideración de
factores a los que normalmente no se atribuye
valor epistémico (p. ej., pertenencia a un grupo)
como “evidencias de orden superior”, es decir,
como marcadores epistémicos.
Las evidencias de orden superior son “evi-
dencias acerca de las evidencias” (Levy, 2022, p.
136), es decir, indicadores de abilidad de un tes-
timonio o creencia que pueden inclinar al agente
a conar o desconar en un testimonio, opinión
experta o argumentación con independencia de
su evaluación acerca del contenido. El concepto
de “evidencias de orden superior” manejado por
Levy, no obstante, diere del signicado que
se le suele atribuir en la literatura especializada
(Dutilh Novaes, 2023). Normalmente se emplea
para analizar situaciones en las que una circuns-
tancia sobrevenida altera las condiciones norma-
les de conanza y la evaluación de las evidencias
de primer orden. Por ejemplo, un agente able a
la hora de realizar una determinada tarea puede
no ser conable si existen evidencias de que su
estado psíquico está alterado (por una droga, por
un mal momento anímico, etc.). En estos casos, la
evidencia de primer orden está disponible, pero
la evidencia de orden superior determina jerár-
quicamente cómo la vamos a evaluar. En cambio,
los fenómenos en los que Levy está interesado,
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde la epistemología de la virtud
7ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
son aquellos en los que o bien no tenemos su-
cientes evidencias de primer orden para alcanzar
una conclusión satisfactoria, o bien no tenemos
las habilidades para interpretar correctamente las
evidencias disponibles. En estas situaciones, tanto
el consenso entre expertos como la opinión mayo-
ritaria operan como evidencias de orden superior
que justican la formación de creencias incluso
si la evidencia de primer orden es insuciente o
no se puede interpretar adecuadamente. Uno de
los principales argumentos esgrimidos por Levy
es que si el desacuerdo en situaciones de paridad
epistémica es aceptado como una evidencia de
orden superior (p. ej., si dos personas con igual
destreza aritmética discrepan a la hora de dividir
la cuenta de una cena compartida, el desacuerdo
es una evidencia de que ambos deben revisar su
cálculo), entonces el acuerdo también puede ser-
vir como evidencia de orden superior (p. ej., si
tras un cálculo de cierta dicultad compruebo que
mis pares han llegado al mismo resultado, enton-
ces puedo interpretar el acuerdo como una eviden-
cia para conar en que mi creencia es acertada)
(Levy, 2022, p. 138).
El debate generado por el libro de Levy se
debe a que su análisis no se queda en una des-
cripción acerca de la función doxática de las evi-
dencias de orden superior, sino que las sitúa en un
plano normativo en el que operan como recomen-
daciones que resulta racional seguir. La ventaja
de este enfoque es que evidencia la vulnerabili-
dad de los agentes epistémicos ante lo que Mun-
ton ha denominado “estructuras de prominencia”
(Munton, 2023): formas de ordenación del acceso
a la información que condicionan su distribución.
El criterio de Levy es que el mero hecho de que
muchos de mis pares o de los integrantes de un
mismo grupo de anidad (Rini, 2017) presen-
ten atención prioritaria a una cierta información
es una evidencia en favor de que yo también lo
haga. Ahora bien, que haya evidencias empíri-
cas acerca de la tendencia a confundir la promi-
nencia de una información con su veracidad no
quiere decir que esta sea racional desde el punto
de vista normativo. Estas conductas se podrían
categorizar también como “conanza ilusoria”
que es aquella en la que el agente es responsable
salvo porque infravalora la determinación de la
estructura social y tecnológica que interviene en
la formación de sus creencias. Según esto último,
el problema sería que los ambientes epistémi-
cos contaminados hacen difícil la identicación
y, sobre todo, la evaluación de las evidencias de
orden superior que justican la deferencia episté-
mica en esos sustitutos de la intermediación tra-
dicional. Dicho de otro modo, aunque bajo ciertas
condiciones pueda ser racional deferir en fuentes
conables, es muy difícil reconocer de forma pre-
cisa la conabilidad (Dutilh Novaes, 2023, p. 12).
Cuando un agente confía en otro para formar una
creencia, (a) es vulnerable a la mala intención, (b)
se fía de la competencia del agente para hacer o
formar una creencia acerca de la tarea o el asunto
en relación al cual es depositario de conanza.
Por lo tanto, cuando se evalúa la conabilidad de
un informante, dos de los principales factores a
tomar en consideración son la benevolencia y la
competencia. El problema de este requerimiento
es que el prestatario de la conanza está estructu-
ralmente incapacitado para evaluar la competen-
cia del informante. Evaluar la competencia de un
experto, o la validez de su posición en relación
al debate existente en una disciplina o campo
de estudio cuya comprensión requiere a su vez
experticia, es un requerimiento que implica una
petición de principio. Ha habido intentos de iden-
ticar evidencias de orden superior cuya iden-
ticación no requiera la experticia en la que se
quiere delegar (Goldman, 2001): p. ej, reputación
formal reconocida, acuerdo de pares, destrezas
argumentativas. La dicultad estriba en la trasla-
ción de estos criterios del ámbito ofine, en el que
son operativos, al ámbito online, en el que pueden
ser simulados de un modo difícil de discernir. Por
esto, la metáfora que emplea Levy para ilustrar
lo que quiere decir con “contaminación episté-
mica” es la del trilero: no se trata de una produc-
ción sistemática de mentira, sino de una dicultad
objetiva para que las virtudes epistémicas online
resulten efectivas a la hora de determinar en qué
fuentes conar.
En lo que se reere al criterio de benevolencia,
Levy entiende que el “sesgo de conformidad” (la
tendencia a actuar y juzgar en consonancia a los
otros agentes del entorno inmediato) es una estra-
tegia able para evaluar la buena intención de los
depositarios de conanza (Levy, 2022, p. 85). Si
delegar el propio juicio en el testimonio de perso-
nas ables es racional, y si el historial de creen-
cias y actitudes acertadas es un factor decisivo
para evaluar la abilidad de un agente, entonces
es razonable que un agente confíe en quienes acre-
ditan una trayectoria ideológica similar a la suya.
Aplicado al ámbito digital, se añade la dicultad
de la ambigüedad normativa de ciertos comporta-
mientos comunicativos como son los “testimonios
Gonzalo Velasco Arias
8ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
doblados” (bent testimonies), como por ejemplo
el acto de compartir una noticia o un artículo en
una red social (Rini, 2017). Al no quedar claro
cuál es el signicado intencional de ese acto (¿es
un apoyo?, ¿una manera de generar debate?, ¿una
recomendación que no implica acuerdo total con
el contenido?), la conanza partisana, racional en
contextos online, introduce un elemento de incer-
tidumbre que puede generar efectos agregados
negativos como las “noticias falsas”. Dicho de
otro modo, dado que, en contextos comunicativos
no ideales, es razonable atribuir a las personas que
comparten ideología ciertos criterios normativos
y de jerarquización de la relevancia de la informa-
ción, el impulso individual de creer, conar y vol-
ver a compartir “testimonios doblados” es racio-
nal desde un punto de vista práctico individual,
pero introduce incertidumbre desde un punto de
vista doxático colectivo.
4. SISTEMAS PARA LA REELABORACIÓN DE
LA CONFIANZA
Llegado este punto, este análisis no permite
dilucidar con total claridad si el reverso de la des-
conanza en las mediaciones democráticas tradi-
cionales es una disposición arrogante o, más bien,
una conanza ilusoria en la propia capacidad para
identicar y evaluar evidencias de primer orden,
que son las que detonan la conanza. Lo contrario
de la arrogancia es la humildad epistémica, que
implicaría la disposición estable a revisar las pro-
pias creencias y, como consecuencia, la apertura de
miras para conar o deferir en el criterio de otros.
Sin embargo, la humildad epistémica no sería una
compensación suciente para la conanza ilusoria
(del mismo modo que la mera introspección no
es suciente para identicar los sesgos que tra-
ban nuestra cognición). La humildad epistémica
es una virtud compensatoria y, como tal, rige la
disposición estable a activar otra serie de virtudes
cuando no existe total certidumbre acerca de la
adecuación de nuestras creencias. Pero cuando la
estructura de cierto ambiente epistémico diculta
la identicación de los criterios para evaluar la
experticia y los sesgos grupales, la humildad no es
un antídoto contra las “malas creencias” formadas
como efecto de conar ilusoriamente en nuestra
destreza para discriminar entre la oferta de juicios
expertos. La humildad es una meta-actitud con-
traria a la arrogancia. No obstante, en relación a la
conanza ilusoria, es una predisposición necesa-
ria pero no suciente.
En este último apartado quiero proponer que la
superación tanto de las disposiciones arrogantes
como de las derivas de la conanza ilusoria puede
venir de una reelaboración de la autoconanza
de los agentes vinculada y acotada a los recursos
disponibles en su burbuja o grupo de adscripción.
Con este n, apuntaré a las propuestas que han
realizado recientemente Samantha Copeland y
Lavinia Marin en relación al pensamiento crítico
y la autoconanza (Marin y Copeland, 2022),
Joshua Habogood-Coote acerca del papel de los
“públicos receptivos” (Habgood-Coote et al.,
2024), y de Karen Frost-Arnold sobre la “con-
anza esperanzada” (Frost-Arnold, 2016).
Copeland y Marin han defendido que el pen-
samiento crítico no ilusorio puede ser ejercido en
el interior de burbujas epistémicas cuando estas
se constituyen como sistemas capaces de generar
autoconanza. Su análisis parte de la pregunta
sobre si sería posible que naciera una actitud crí-
tica dentro de aquellas burbujas epistémicas que
desconfían de la intermediación cientíca. Por
esto, aunque hay muchas deniciones de pensa-
miento crítico, entendido como una disposición
intelectual, como un conjunto de habilidades
cognitivas o como un conjunto de virtudes epis-
témicas —como “curiosidad, apertura mental,
atención, cuidado intelectual, coraje intelectual,
rigor intelectual y honestidad intelectual” (Baehr,
2013)—, la función en la que estas autoras se
jan es la de proporcionar un medio para que
los usuarios en línea decidan si quieren formar
parte de las burbujas epistémicas en las que están
inmersos. En primera instancia, esto parece con-
ducir a la irremisiblemente paradójica denición
de pensamiento crítico como el arte de analizar
y evaluar los procesos de pensamiento con vistas
a mejorarlos, es decir, como pensamiento autodi-
rigido, autodisciplinado, autocontrolado y auto-
correctivo. Así, el pensador crítico ideal es auto-
suciente en su provisión de razones tanto para
perseverar en sus creencias como para delegar
y conar en el criterio de otros. La candidez de
esta denición ha sido denunciada por la literatura
interdisciplinar acerca de la insuciencia de la
introspección para la autocrítica, sobre todo en lo
que concierne a la detección de sesgos (Holroyd,
2012; Kelly, 2022). Esta crítica encaja con la
denición individualista del fenómeno de la bur-
buja epistémica: “Un agente cognitivo X ocupa
una burbuja epistémica precisamente cuando es
incapaz de dominar la distinción entre su pensa-
miento de que conoce P y su conocimiento de P”
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde la epistemología de la virtud
9ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
(Woods, 2005, p. 740). No podemos, por deni-
ción, saber lo que está fuera de nuestras burbujas
epistémicas, porque eso es exactamente lo que
ignoramos (Arni, 2019). En lo concerniente a la
agencia epistémica en internet, adquiere especial
importancia la denición social de la burbuja, que
según C. Thi Nguyen es “una estructura episté-
mica social que tiene una cobertura inadecuada
a través de un proceso de exclusión por omisión.
Las burbujas epistémicas se forman dejando fuera
fuentes epistémicas relevantes, en lugar de des-
acreditándolas activamente” (Nguyen, 2020, p.
143). Las burbujas epistémicas son producto
de la ignorancia individual, pero, lo que es más
importante, a menudo se ven reforzadas por la
ignorancia colectiva: la información se comparte
y evalúa de acuerdo con normas compartidas que
conducen a prácticas excluyentes y a las normas
epistémicas compartidas de esa burbuja. Las bur-
bujas se convierten en “cámaras de eco” (Panke y
Stephens, 2018) cuando están marcadas por una
desconanza extrema hacia los extraños. Lo que
es más, las comunidades formadas en plataformas
de redes sociales establecen normas de abilidad
y desconanza que sus miembros trasladan a otros
ámbitos de la vida.
Pero, además, Copelan y Marin destacan que
la principal paradoja en los enfoques que rela-
cionan el pensamiento crítico con la autonomía
individual es que olvidan que la formación en las
habilidades de pensamiento crítico depende de las
estructuras sociales en las que estén insertos. La
especicidad de los grupos online es que funcio-
nan como fuentes de conocimiento y espacios de
aprendizaje, incluso cuando no están constituidos
para este n (Boyd, 2023). Percibimos y distin-
guimos los grupos ofine por sus nes educati-
vos, políticos o de ocio. En cambio, en los grupos
online, los criterios para la distinción del carácter
y la nalidad de los grupos se difumina. En primer
lugar, porque, como ya he expuesto previamente,
internet es el espacio al que acudimos en primer
lugar cuando queremos averiguar algo, apren-
der y estar informados, creándose así “ilusiones
de la comprensión”. En segundo lugar, porque
la ausencia de límites espacio temporales para
la conversación posibilita un estado de continua
interacción en el que los marcos temáticos y los
códigos se diluyen en formas de cohabitar más
parecidas a la convivencia que a un intercambio
codicado y nalista como el que se produciría en
grupos ofine. Y en tercer lugar porque los gru-
pos de redes sociales se presentan como espacios
donde no solo se comparte información sobre un
tema, sino también estándares de conocimiento
y normas de lo que cuenta como conocimiento
able. Arni señala que nuestros intercambios
en línea, especícamente cuando compartimos
información entre nosotros a través de platafor-
mas de redes sociales, nos llevan a confundir lo
que normalmente son métodos para evaluar las
relaciones sociales, como las señales sociales de
conabilidad, con métodos que deberíamos usar
para el pensamiento crítico (Arni, 2019, p. 234).
Por este motivo Copelan y Marin aplican el
concepto de “autonomía relacional” al ámbito de
las redes sociales (Marin y Copeland, 2022). No
podemos evaluar la autonomía de un individuo
sin evaluar también el sistema y la red de relacio-
nes en las que puede y no puede ejercer su auto-
nomía. La analogía con el margen de autonomía
de los grupos oprimidos me parece muy ilustra-
tiva. Sería falso e injusto armar que los oprimi-
dos carecen de autonomía debido al sistema de
opresión que restringe sus opciones. Como distin-
tos estudios culturales históricos han sostenido,
juzgarlos exclusivamente por sus limitaciones
impide entender las estrategias ensayadas para
adquirir y promover su propia agencia. De modo
análogo, las burbujas epistémicas, que en su ver-
sión online son una manifestación ya inevitable
de nuestra socialización, condicionan la forma-
ción de nuestras creencias, pero también permiten
un margen de autonomía inmanente a la propia
burbuja. Al mismo tiempo, como he señalado,
las burbujas epistémicas online son espacios de
especial inuencia formativa. Por consiguiente,
el grado de virtud (colectiva) de una burbuja crí-
tica debe medirse no tanto por el grado de verdad
de las creencias que genera, sino por el “compro-
miso crítico” de sus usuarios. Un agente puede
no llegar a las conclusiones correctas después
de evaluar y justicar la calidad de sus razones,
pero esa actitud pública crea un mejor clima epis-
témico en general, promociona el coraje intelec-
tual y hace audibles los puntos de vista fuera del
campo de visión mayoritario (Marin y Copeland,
2022, p. 10).
Desde la perspectiva de la epistemología
social orientada a sistemas, favorecer grupos que
potencien el compromiso crítico en lugar de la
desconanza o la arrogancia parece un objetivo
realista. Y esto es así porque ese compromiso crí-
tico solo es posible en condiciones de autocon-
anza de los agentes. En un sentido constitutivo,
la conanza de la agente en sí misma existe en
Gonzalo Velasco Arias
10 ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
parte porque los demás refuerzan esa conanza en
sus relaciones con ella (Marin y Copeland, 2022,
p. 11). Pero la autoconanza no equivale a auto-
suciencia. Siguiendo a Karen Jones, entendemos
que la autoconanza es relativa a un dominio
determinado, “una actitud de optimismo sobre la
propia competencia cognitiva dentro de ese domi-
nio” (Jones, 2012, p. 72). Según Jones, la auto-
conanza guarda similitudes con el pensamiento
crítico porque ambas son disposiciones agencia-
les que aceptan la propia falibilidad. La diferencia
estriba en que la autoconanza no es ni tan exi-
gente en sus objetivos ni tan restringida al indi-
viduo en su alcance. El pensador crítico trata de
evaluar los procesos por los que forma sus creen-
cias para evaluar si son legítimos y adecuados. La
autoconanza no implica hacerse esas preguntas,
pero sí al menos generar una “brecha” o separa-
ción de nuestros propios mecanismos epistémi-
cos, una predisposición a cuestionarlos incluso si
esto supone separarse parcialmente de los proce-
sos de legitimación del conocimiento de la propia
burbuja. Del mismo modo que la opresión tiende
a impedir estructuralmente la toma de conciencia
del oprimido, pero no impide un cierto margen
de agencia y de resistencia, tampoco todas las
burbujas epistémicas implican una identicación
total de los procesos epistémicos subjetivos con
los sancionados grupalmente como legítimos. La
autoconanza, así, tiene efectos más actitudinales
que doxáticos.
Aunque pueda resultar una tesis sencilla en
primera instancia, la apuesta por un sistema orien-
tado a grupos capaces de generar autoconanza
y compromiso crítico en sus agentes implica una
apuesta epistemológica fuerte, a saber: (a) que los
resultados epistémicos de estos grupos son más
actitudinales (compromiso crítico) que doxáti-
cos (abilidad de la creencia verdadera) y (b) que
el alcance de la virtud epistémica generadora de
conanza está ligada a la situación y a un grupo
especíco y, por tanto, no es generalizable. Es
decir, supone una renuncia a la prescripción nor-
mativa de virtudes válidas para un espacio público
presuntamente unicado.
Esta última tesis es coherente con los “pro-
blemas del segundo mejor escenario” advertidos
por la epistemología crítica basada en sistemas,
es decir, aquellas situaciones en las que la mejor
opción no es la ideal, lo cual genera situaciones de
desigualdad e injusticia. En el caso de las teorías
del espacio público idealmente unitario y trans-
parente, la persistencia de injusticias epistémicas
lleva a que las aproximaciones al ideal, es decir,
una unicación parcial pero no total de la esfera
pública, socave las condiciones de su funciona-
miento. Por ejemplo, Nancy Fraser señaló que, en
circunstancias no ideales, las mujeres y los gru-
pos minoritarios se enfrentan a una serie de barre-
ras relacionadas con la participación, además de
la simple exclusión de los espacios discursivos,
entre las que se incluyen las conceptualizaciones
restrictivas de los límites de la política, las nor-
mas masculinas del discurso político y las lagunas
conceptuales (Fraser, 2016). Además, Fraser pro-
pone que la causa de la igualdad política y de una
esfera pública que funcione bien se promovería
mejor mediante una red de espacios contrapúbli-
cos, que permita a los grupos minoritarios poner
entre paréntesis la opresión epistémica de la esfera
pública principal, y desarrollar los recursos epis-
témicos tanto para representar adecuadamente sus
intereses como para impugnar las restricciones de
la esfera pública. Según la denición de Fraser,
un contrapúblico es un grupo de personas discri-
minadas reunidas para (1) generar contradiscur-
sos, (2) inuir en la esfera pública, (3) mantener
identidades minoritarias distintivas y, podríamos
añadir, (4) cultivar la autoconanza y la agencia
responsable entre sus miembros. Los contrapúbli-
cos surgen debido a la dicultad para traspasar las
barreras de entrada en esfera públicas no ideales.
Por lo tanto, un grupo capaz de generar com-
portamientos críticos basados en la autoconanza
puede catalizar la proliferación y la presencia de
contrapúblicos, lo cual puede mejorar la calidad
de una esfera pública no unicada de acuerdo a la
crítica de Fraser y Habgood-Coote a los perjuicios
del “segundo mejor escenario”. Habgood-Coote ha
complementado esta réplica al modelo de la esfera
pública unitaria y transparente alegando la nece-
sidad de “públicos receptivos” constituidos para
el aprendizaje y el desarrollo de las herramientas
necesarias para la escucha de grupos discriminados
por parte de quienes no lo están (Habgood-Coote
et al., 2024). Según su hipótesis, el problema de
nuestro espacio público en la actualidad no sería
tanto la invisibilidad de públicos contrahegemó-
nicos, como diagnosticaba Fraser a principios de
los noventa, sino una proliferación no acompañada
de espacios de aprendizaje y escucha activa. Esta
interpretación permitiría explicar que el auge de
las políticas de la identidad en las democracias
occidentales haya generado la emergencia pro-
porcional de fuerzas políticas reactivas y ultra-
conservadoras. La propuesta de Habgood-Coote
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde la epistemología de la virtud
11ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
complementa la de Copelan y Marin, pues si esta
última idea un modelo para generar autoconanza
intragrupal, aquella sugiere una dinámica para que
pueda darse una conanza intergrupal. Es decir,
el comportamiento crítico dentro de cada burbuja
genera autoconanza y, con ello, agencias episté-
micas activas y responsables.
Pero a su vez, esta agencia se ve retroalimentada
por la certeza de públicos receptivos que permiten
que su acción transcienda el grupo de adscripción.
De lo contrario, los agentes del grupo oprimido
podrían inhibir cualquier acto comunicativo por
miedo a las barreras que suponen la existencia de
injusticias testimoniales, la ignorancia defensiva
de los grupos privilegiados, y la percepción de
ausencia de alternativas (Frost-Arnold, 2016). La
existencia de públicos receptivos permitiría que
en los contrapúblicos se manifestara una “con-
anza esperanzada” que tendría efectos performa-
tivos en el público receptor, debido a que suscitan
inspiración en el receptor, porque le ponen en la
situación contrafáctica de no dañar al vulnerable,
y porque engendran el deseo de cumplir con las
expectativas puestas en ellos (Frost-Arnold, 2016,
pp. 521-523).
5. CONCLUSIÓN
En la esfera pública digitalizada, en la que la
agencia epistémica es indisociable de su exten-
sión tecnológica, la desafección en las intermedia-
ciones representativas se explica por sistemas que
potencian actitudes de arrogancia epistémica y de
conanza ilusoria. Si bien los primeros implican
una renuncia a cumplir con los deberes epistémi-
cos, alimentados además por contextos de anta-
gonismo y polarización, también en contextos de
cierta autoconciencia y responsabilidad la inte-
racción epistémica con los entornos online favo-
rece una conanza ilusoria que hace poco ables
y potencialmente manipulables los juicios de los
agentes y sus evaluaciones acerca de la conabili-
dad de las fuentes.
Ante este diagnóstico, la principal conclusión
extraída de las investigaciones en epistemología
social aplicada es que ninguna propuesta de solu-
ción será posible de mantener la narrativa excep-
cionalista acerca de internet ni la nostalgia de un
espacio público transparente y unitario. No hay
ninguna virtud especíca capaz de compensar los
riesgos de un ecosistema epistémico digitalizado,
y la apelación a un espacio público unitario solo
generaría nuevas formas de injusticia epistémica.
Por esto último, este artículo ha apostado por pro-
puestas que deenden una reelaboración del espa-
cio público a través de la fragmentación. Podría
parecer que esta conclusión equivale a una acep-
tación nihilista de la desafección como destino.
Pero, al contrario, a partir del análisis de las tesis
de Habgood-Coote, Frost-Arnold y Copeland y
Marin, se ha concluído que la revitalización de la
autoconanza de los agentes de manera intragrupal
permite pensar, de un modo realista y adaptado a
la especicidad de la sociedad digital, maneras de
regenerar afectos de conanza y esperanza inter-
grupal que no cedan ni a la nostalgia ni a la inge-
nuidad de una esfera pública ofine cuyas condi-
ciones comunicativas ya no son recuperables.
DECLARACIÓN DE CONFLICTO DE
INTERESES
El autor de este artículo declara no tener con-
ictos de intereses nancieros, profesionales o
personales que pudieran haber inuido de manera
inapropiada en este trabajo.
DECLARACIÓN DE CONTRIBUCIÓN DE
AUTORÍA
Gonzalo Velasco Arias: conceptualización,
investigación, metodología, redacción ‒borrador
original, redacción ‒ revisión y edición.
BIBLIOGRAFÍA
Alfano, M. (2016). Friendship and the Structure of
Trust. En A. Masala y J. Webber (Eds.), From
Personality to Virtue (pp. 186-206). Oxford Uni-
versity Press. https://doi.org/10.1093/acpro-
f:oso/9780198746812.003.0009
Alfano, M., Carter, J. A. y Cheong, M. (2018). Techno-
logical Seduction and Self-Radicalization. Journal
of the American Philosophical Association, 4(3),
298-322. https://doi.org/10.1017/apa.2018.27
Alfano, M. y Skorburg, J. A. (2018). Extended Knowle-
dge, the Recognition Heuristic, and Epistemic
Injustice (Vol. 1). Oxford University Press. https://
doi.org/10.1093/oso/9780198769811.003.0014
Arni, S. (2019). Ignorant Cognition: A Philosophi-
cal Investigation of the Cognitive Features of Not-
Knowing. Springer Verlag.
Baehr, J. (2013). Educating for Intellectual Virtues:
From Theory to Practice: Educating for Intellectual
Virtues. Journal of Philosophy of Education, 47(2),
248-262. https://doi.org/10.1111/1467-9752.12023
Boyd, K. (2023). Group Epistemology and Structural
Factors in Online Group Polarization. Episteme,
20(1), 57-72.
Gonzalo Velasco Arias
12 ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
Broncano, F. (2019). Puntos ciegos: Ignorancia
pública y conocimiento privado. Lengua de Trapo.
Broncano, F. (2020). Conocimiento expropiado: Epis-
temología política en una democracia radical. Akal.
Cassam, Q. (2019). Conspiracy theories. Polity Press.
De Ridder, J. (2022). Online Illusions of Understan-
ding. Social Epistemology, 1-16. https://doi.org/10.
1080/02691728.2022.2151331
Dutilh Novaes, C. (2023). The (higher-order) eviden-
tial signicance of attention and trust — Comments
on Levy’s Bad Beliefs. Philosophical Psychology,
36(4), 792-807. https://doi.org/10.1080/09515089.
2023.2174845
Fisher, M., Goddu, M. K. y Keil, F. C. (2015). Sear-
ching for explanations: How the Internet inates
estimates of internal knowledge. Journal of Expe-
rimental Psychology: General, 144(3), 674-687.
https://doi.org/10.1037/xge0000070
Fraser, N. (1990). Rethinking the Public Sphere: A
Contribution to the Critique of Actually Existing
Democracy. Social Text, (25/26), 56–80.
Frost-Arnold, K. (2016). Social Media, Trust, and the
Epistemology of Prejudice. Social Epistemology,
30(5-6), 513-531. https://doi.org/10.1080/0269172
8.2016.1213326
Goldman, A. I. (2001). Experts: Which ones should you
trust? Philosophy and Phenomenological Research,
63(1), 85-110. https://doi.org/10.2307/3071090
Goldman, A. I. (2010). Systems-oriented social epis-
temology. En Tamar Szabó Gendler y John Haw-
thorne (eds.), Oxford Studies in Epistemology, Vol.
3. (pp. 189-214). Oxford University Press.
Greco, J. (2003). Knowledge as Credit for True
Belief. En M. DePaul y L. Zagzebski (Eds.),
Intellectual Virtue (pp. 111-134). Oxford Uni-
versity Press. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/
9780199252732.003.0006
Greco, J. (2010). Achieving knowledge: A virtue-theo-
retic account of epistemic normativity. Cambridge
University Press.
Gunn, H. y Lynch, M. P. (2021). The Internet and Episte-
mic Agency. En J. Lackey (Ed.), Applied Epistemo-
logy (pp. 389-409). Oxford University Press. https://
doi.org/10.1093/oso/9780198833659.003.0016
Habgood-Coote, J. (2019). Towards a Critical Social
Epistemology of Social Media. En Jennifer Lac-
key y Aidan McGlynn (Eds.), Oxford Handbook of
Social Epistemology. Oxford University Press.
Habgood-Coote, J., Ashton, N. A. & El Kassar,
N., (2024) “Receptive Publics”. Ergo an Open
Access Journal of Philosophy 11: 5. https://doi.
org/10.3998/ergo.5710
Hardin, R. (2002). Trust and trustworthiness. Russell
Sage Foundation.
Heersmink, R. (2018). A virtue epistemology of the
Internet: Search engines, intellectual virtues and
education. Social Epistemology, 32(1), 1-12.
https://doi.org/10.1080/02691728.2017.1383530
Holroyd, J. (2012). Responsibility for Implicit Bias.
Journal of Social Philosophy, 43(3), 274-306.
https://doi.org/10.1111/j.1467-9833.2012.01565.x
Innerarity, D. (2022). La sociedad del desconoci-
miento. Galaxia Gutenberg.
Jones, K. (2012). Trustworthiness. Ethics, 123(1),
61-85. https://doi.org/10.1086/667838
Kahneman, D. (2012). Thinking, fast and slow. Pen-
guin Books.
Kelly, T. (2022). Bias: A philosophical study (New edi-
tion). Oxford University Press.
Levy, N. (2022). Bad beliefs: Why they happen to good
people. Oxford University Press.
Lynch, M. P. (2017). The internet of us: Knowing more
and understanding less in the age of big data. W.W.
Norton & Company.
Marin, L. y Copeland, S. M. (2022). Self-Trust and
Critical Thinking Online: A Relational Account.
Social Epistemology, 1-13. https://doi.org/10.1080/
02691728.2022.2151330
Miller, B. y Record, I. (2013). Justied Belief in a Digi-
tal Age: On the Epistemic Implications of Secret
Internet Technologies. Episteme, 10(2), 117-134.
https://doi.org/10.1017/epi.2013.11
Munton, J. (2023). Prejudice as the misattribution of
salience. Analytic Philosophy, 64(1), 1-19. https://
doi.org/10.1111/phib.12250
Nguyen, C. T. (2020). Echo chambers and epistemic
bubbles. Episteme, 17(2), 141-161. https://doi.
org/10.1017/epi.2018.32
Origgi, G. (2004). Is Trust an Epistemological Notion?
Episteme, 1(1), 61-72. https://doi.org/10.3366/
epi.2004.1.1.61
Panke, S. y Stephens, J. (2018). Beyond the Echo
Chamber: Pedagogical Tools for Civic Engagement
Discourse and Reection. Educational Technology
& Society, 21, 248-263.
Pritchard, D. (2014). Knowledge and Understanding.
En A. Fairweather (Ed.), Virtue Epistemology
Naturalized (vol. 366, pp. 315-327). Springer Inter-
national Publishing. https://doi.org/10.1007/978-3-
319-04672-3_18
Riggs, W. (2007). Why epistemologists are so down on
their luck. Synthese, 158(3), 329-344. https://doi.
org/10.1007/s11229-006-9043-y
Riggs, W. (2009). Two problems of easy credit. Syn-
these, 169(1), 201-216. https://doi.org/10.1007/
s11229-008-9342-6
Rini, R. (2017). Fake News and Partisan Epistemo-
logy. Kennedy Institute of Ethics Journal, 27(S2),
43-64. https://doi.org/10.1353/ken.2017.0025
Rosanvallon, P. (2015). La Contrademocracia: La
política en la era de la desconanza. Manantial.
Arrogancia, desconanza y desafección. Una aproximación desde la epistemología de la virtud
13ISEGORÍA, N.º 70, enero-junio, 2024,1348, ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376, https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1348
Sánchez-Cuenca, I. (2022). El desorden político:
Democracias sin intermediación. Catarata.
Sunstein, C. R. (2017). #Republic: Divided democracy
in the age of social media. Princeton University
Press.
Turri, J., Greco, J. y Alfano, M. (s. f.). Virtue Episte-
mology. En The Stanford Encyclopedia of Philoso-
phy (Winter 2021 Edition). https://plato.stanford.
edu/archives/win2021/entries/epistemology-virtue/
Velasco Arias, G. (2023). Pensar la polarización.
Gedisa.
Woods, J. (2005). “Epistemic Bubbles.” In We Will
Show Them: Essays in Honour of Dov Gabbay,
edited by Sergei Artemov, Artur d’Avila Garcez,
Howard Barringer, Luis C. Lamb, and John Woods,
731–774. College Publications.