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Percepción dinámica de expresiones faciales y atribución de emociones

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Percepción dinámica de expresiones faciales
y atribución de emociones
Z SÁNCHEZ BARBIERI (UNC – CONICET)
1. Introducción
En muchas situaciones de la vida cotidiana, los huma-
nos nos vemos inmersos en interacciones que requieren
comprender el comportamiento de los individuos con los
cuales interactuamos. Contamos, para ello, con diferentes
herramientas cognitivas: en algunas ocasiones, razonamos
acerca de las conductas pasadas del agente para entender
su acción presente. En ciertas circunstancias, tendemos a
generalizar, a partir de nuestro propio caso, para dar senti-
do a la conducta ajena, o bien comprendemos al otro apli-
cando un estereotipo (Andrews, 2012). En la mayoría de los
casos, la comprensión, explicación y predicción del com-
portamiento ajeno involucra la detección y adscripción de
una variedad de estados mentales, tales como creencias,
deseos, intenciones, dolores, emociones, entre otros. Los
psicólogos cognitivos y los lósofos de la mente han ela-
borado una serie de términos técnicos para dar cuenta de
esta habilidad, entre los que se encuentran: “lectura de la
mente”, atribución intencional” y “psicología folk. Espe-
cícamente, estas expresiones se utilizan para caracteri-
zar, a grandes rasgos, el conjunto de habilidades de una
criatura para atribuir estados mentales a otros individuos,
201
basándose para ello en la observación de su comporta-
miento en un determinado contexto, con el objetivo de
explicar y predecir su conducta (Goldman y Sripada, 2005;
Hutto, Herschbach y Southgate, 2011).
En este trabajo, voy a centrarme en una habilidad
especíca que forma parte de la atribución intencional
denominada “reconocimiento de emociones”. Esta capa-
cidad consiste en la detección y atribución de emociones
a otros individuos sobre la base de sus expresiones facia-
les y corporales. Esta capacidad está basada de manera
predominante en claves visuales o auditivas, que integran
información proveniente del rostro, la posición del cuerpo
y la voz. Por ello, en este tipo de habilidades se destaca
la relevancia de algún tipo de interacción cara a cara que
le permita al intérprete poder extraer ese tipo de informa-
ción. Especícamente, voy a sostener que la percepción
dinámica y contextualizada de las expresiones faciales a-
na nuestras habilidades de reconocimiento emocional.
De acuerdo con la literatura especializada, el recono-
cimiento de emociones está denido por dos característi-
cas particulares: a) el agente interpretado despliega algún
patrón de comportamiento expresivo (por ejemplo, una
expresión de enojo), y b) el intérprete debe tener algún
tipo de acceso observacional y/o perceptual a las expre-
siones faciales y/o corporales del agente interpretado. En
este trabajo, solo me voy a concentrar en aquellos casos de
reconocimiento de emociones donde existe una interac-
ción cara a cara entre intérprete e interpretado y donde el
interpretado maniesta un tipo de comportamiento expre-
sivo observable para el intérprete. Estas aclaraciones son
importantes debido a que algunos autores han distinguido
entre reconocer (emotion recognition) y conocer (emotio-
nal knowledge) una emoción (Castro, Cheng, Halberstadt
y Grühn, 2015). Las habilidades para reconocer emociones
202 LOS SIGNOS DEL CUERPO
requieren detectar las expresiones prototípicas y las claves
contextuales relevantes para la emoción en cuestión. Por el
contrario, las capacidades de conocimiento requieren de
habilidades lingüísticas y conceptuales complejas y suelen
estar sustentadas en vínculos entre intérprete e interpreta-
do que no involucran necesariamente una interacción cara
a cara54 (por ejemplo, a partir de testimonios de un terce-
ro). Además, según Grühn, Lumley, Diehl y Labouvie-Vief
(2013), las capacidades de conocimiento de las emocio-
nes suelen involucrar capacidades complejas, como enten-
der las funciones sociales y morales de las emociones y
la monitorización de estados representacionales propios y
ajenos. Posiblemente, este tipo de capacidades requieran
de un análisis diferente al de las habilidades de reconoci-
miento, que no voy a discutir en este trabajo55.
Distintos enfoques de la atribución intencional han
intentado explicar esta capacidad. Podemos distinguir
entre ellos dos grandes grupos: a) las posturas inferencialis-
tas y b) las no inferencialistas. Entre las primeras se ubican
diversas versiones de la teoría de la teoría y de la teoría
de la simulación, dos enfoques clásicos que sostienen que
hay una brecha entre la observación del comportamiento
54 Por ejemplo, cuando un intérprete intentacomprender las emociones del perso-
naje principal de una novela, es probable que tenga que apelar a información
guardada en la memoria, construir alguna narrativa acerca del personaje y recu-
rrir a algún tipo de conocimiento conceptual, lingüístico y proposicional para
poder comprender las representaciones internas del personaje que lo hacen
sentir de tal o cual manera.
55 Aunque Castro y colaboradores no dicen nada al respecto, considero que podría
establecerse una línea de continuidad gradual entre los casos de reconocimien-
to de emociones y los casos de conocimiento. Es posible que haya situaciones en
nuestras interacciones cotidianas en las que las habilidades de reconocimiento
y las de conocimiento estén solapadas, conformando casos de comprensión
emocional “híbridos”. Ahora bien, como he señalado, en este trabajo solo voy a
concentrarme en los casos de reconocimiento de emociones, dejando de lado
los casos de conocimiento y los posibles casos de solapamiento entre los dos
tipos de habilidades.
LOS SIGNOS DEL CUERPO 203
(las expresiones faciales) y el estado mental subyacente del
interpretado (la emoción)56. De acuerdo con estas posicio-
nes, esta brecha es cubierta por medio de algún proceso
de inferencia, ya sea empleando algún tipo de teoría psi-
cológica folk (TT) o mediante un proceso de simulación
(TS). Dentro del segundo grupo, se encuentran aquellos
que han defendido el enfoque de la percepción directa en
sus diferentes variantes. Los defensores de este tipo de pro-
puesta han puesto de relieve que hay casos de interacción
que son difíciles de explicar desde las perspectivas orto-
doxas. Estos tienen la particularidad de que no requieren
necesariamente de elementos lingüísticos (aunque puede
haberlos) y de que descansan, fundamentalmente, en un
involucramiento corporal y emocional, tanto del intérprete
como del interpretado, donde el comportamiento es “leí-
do” como signicativo o expresivo en distintos tipos de
prácticas sociales. Por ejemplo, las interacciones prima-
rias entre un bebé y su cuidador, los movimientos de los
jugadores de un equipo de fútbol, una coreografía de una
pareja de baile, etc. (Pérez, 2013). Brevemente, estos sostie-
nen que nuestro modo primario de interactuar no requiere
de una lectura de la mente del modo en que las teorías
tradicionales habían pensado, sino que descansa en la per-
cepción directa de, al menos, algunos estados mentales. De
acuerdo con estos autores, el intérprete ve la tristeza en el
56 La teoría de la teoría (TT), supone que la atribución mental está mediada por
una gran cantidad de información y conocimiento conceptual a partir del cual
se congura una “teoría” acerca de los estados mentales ajenos. Para este enfo-
que, la predicción y explicación del comportamiento ajeno está estrechamente
vinculada con el empleo, por parte del intérprete, de una serie de leyes que vin-
culan los estados mentales con el comportamiento (Gopnik y Meltzo, 1997;
Wellman, 1990). Por su parte, la teoría de la simulación (TS) sostiene que la
comprensión, explicación y predicción de los estados mentales y el comporta-
miento ajeno está mediada por un mecanismo de simulación por el cual el intér-
prete “nge” o “pretende” poseer los estados mentales del interpretado con el
objeto de predecir cuál será su acción posterior, empleando su propio aparato
cognitivo (Heal, 1996; Goldman, 2005; Gordon, 1986).
204 LOS SIGNOS DEL CUERPO
rostro, observa la vergüenza en la coloración de sus meji-
llas, percibe el miedo o la ansiedad en su voz, etc57. Bási-
camente, este enfoque rechaza que las inferencias entre el
comportamiento y el estado mental jueguen un rol funda-
mental en la comprensión de los otros.
Pese a los grandes desacuerdos respecto a cómo expli-
car en qué consisten las habilidades de reconocimiento
y atribución emocional y qué capacidades cognitivas e
interactivas involucran, existe una tendencia general entre
los investigadores a considerar las expresiones faciales y
corporales como una fuente fundamental de información
al momento de atribuir un estado emocional. Muchas
de las propuestas teóricas contemporáneas se apoyan en
los aportes tradicionales de Ekman y cols. (Ekman 1993;
1999), quienes sostienen que algunas emociones, deno-
minadas “básicas”, poseen expresiones faciales y corpo-
rales prototípicas que se presentan en todas las culturas.
Especícamente, el equipo de Ekman sostiene que todos
los miembros de nuestra especie expresan e interpretan
las expresiones de las emociones básicas de manera simi-
lar, independientemente de su contexto y de las variables
socioculturales, debido a que estas tienen un valor comu-
nicativo universal.
En el marco de estos debates, voy a sostener que la
dinámica del comportamiento expresivo, entendida como
la secuencia temporal de las expresiones faciales y corpo-
rales, es un factor esencial al momento de explicar la habi-
57 La idea de que el mecanismo de atribución primaria de estados mentales es per-
ceptual ha sido complementada y enriquecida con otras tesis, como la de la
interacción cara a cara (Newen, Welpinghus y Juckel, 2015) y la del carácter
extendido, enactivo y corporizado de la mente. Este conjunto de tesis ha dado
lugar a un enfoque más amplio y actual denominado “de segunda persona o
interaccionista”. Para más detalles ver Gomila (2002), Scotto (2002), Gallagher
(2008) y Clark (2010).
LOS SIGNOS DEL CUERPO 205
lidad para reconocer emociones58. Además, voy a defender
que la dinámica de la expresión facial, en conjunto con
el registro de cierto tipo de información contextual, cola-
bora para una detección apropiada de las emociones que
los otros experimentan. A n de alcanzar el objetivo pro-
puesto, seguiré los siguientes pasos: en primer lugar, voy a
examinar brevemente algunas de las metodologías usuales
que los psicólogos cognitivos han empleado para evaluar
el reconocimiento de emociones. En segundo lugar, voy a
mencionar algunas dicultades que afectan a dichos estu-
dios tradicionales, principalmente basadas en la evalua-
ción del reconocimiento de emociones a partir de expre-
siones faciales desprovistas de un contexto. Por último, a
partir de los aportes de Stout (2010) acerca de la impor-
tancia de la dinámica de las expresiones faciales, señala-
que la dinámica, en conjunto con el contexto, permite
al intérprete identicar adecuadamente el tipo de estado
emocional y, además, posibilita que pueda diferenciarlos
de otro tipo de estados psicológicos.
2. El estudio del reconocimiento de emociones
Durante las últimas décadas, la psicología cognitiva, la
psicología del desarrollo y las neurociencias han utiliza-
do diferentes metodologías para abordar el estudio de la
58 Como he mencionado en la introducción, voy a restringir la dinámica de las
expresiones a la secuencia de movimientos faciales y corporales, dejando de
lado aquellos casos en los que haya, además, interacciones verbales entre los
sujetos u otro tipo de procesos de comprensión emocional involucrados que
exceden a la denición de “reconocimiento de emociones” proporcionada más
arriba.
206 LOS SIGNOS DEL CUERPO
habilidad para reconocer emociones59. Debido a la pre-
ponderancia que posee la información facial en las interac-
ciones sociales entre los individuos, muchas de las pruebas
estuvieron enfocadas en evaluar la detección de las emo-
ciones por medio de las expresiones del rostro o partes de
él (Rhodes, Calder, Johnson y Haxby, 2011).
Los enfoques de corte evolucionista de las emociones
han sido pioneros en el estudio cientíco de esta habilidad
(Ekman y Friesen, 1999; Matsumoto et al., 2000). Este tipo
de perspectivas sostienen, al menos, dos tesis principales:
a) que existe un conjunto de emociones básicas que son
de carácter universal, las que, según Ekman, serían ale-
gría, tristeza, asco o disgusto, sorpresa, miedo y enojo; y
b) esas emociones básicas son universalmente reconoci-
das, independientemente de la cultura donde esté inmerso
el individuo, debido al valor evolutivo y comunicativo de
dichos estados60.
Inspirado en los aportes de Darwin (1872), el equipo
de Paul Ekman inauguró una corriente metodológica que
evalúa el reconocimiento de emociones basado en la
59 Luego, las pruebas comenzaron a diversicarse, y se evaluó la capacidad para
detectar emociones por medio de los tonos de la voz (Scherer y Scherer, 2011) o
a través de videos con personajes que interactúan entre sí, donde se demanda
que el sujeto comprenda no solo los estados emocionales, sino también creen-
cias, deseos y otros estados cognitivos (Dziobek et al., 2006).
60 Recientemente, Ekman (2003) ha sostenido que podemos identicar las emo-
ciones básicas como “programas de afecto”, esto es, una familia de estados rela-
cionados, donde cada miembro de la familia comparte algunas características
generales de la emoción en cuestión, pero admite algunas variaciones. Por
ejemplo, la emoción de alegría podría subsumir a una familia de estados simila-
res, como la graticación, el éxtasis, la diversión, etc. De acuerdo con Ekman,
cada emoción tiene un “tema” y una “variación”. El tema está compuesto por las
características únicas de esa familia, mientras que las variaciones son productos
de las diferencias individuales y las del contexto especíco donde ocurre esa
emoción. Los temas son producto de la evolución, y las variaciones, producto
del aprendizaje. Los programas de afecto son complejos, evolutivamente deter-
minados, responden a una variedad de condiciones ambientales y pueden
incluir expresiones faciales, cambios siológicos, evaluaciones y disposiciones
conductuales.
LOS SIGNOS DEL CUERPO 207
detección de patrones de expresiones del rostro y, poste-
riormente, de algunas partes del cuerpo. Brevemente, han
defendido la idea de que la detección de emociones es
un proceso rápido y automático asociado a claves proto-
típicas de cada emoción básica. Para ello, desarrollaron el
método FACS (Facial Action Coding System, o, en espa-
ñol, sistema de codicación facial),donde se establecie-
ron las expresiones prototípicas de cada emoción básica
y se desarrollaron métodos para la evaluación del reco-
nocimiento de dichas expresiones por parte de otros indi-
viduos.Este sistema está basado en la anatomía del ros-
tro y registra cada movimiento de los músculos faciales
(al que denominan “unidad de acción”) subyacente a la
expresión de las emociones básicas. El sistema distingue
44 unidades de acción, que consisten en la combinación
de diferentes movimientos de los músculos faciales, posi-
ciones de la cabeza, dirección de la mirada, etc., codi-
cando cada movimiento y luego asignándole a cada com-
binación un número que la identica. Especícamente, el
sistema de codicación facial tiene como nalidad poder
medir objetivamente aquellas subexpresiones del rostro y
lograr una interpretación lo más exacta posible de la expre-
sión facial en su totalidad. El FACS ha sido uno de los
sistemas para evaluar reconocimiento de emociones más
utilizado, ya que constituye una guía que permite recrear
expresiones emocionales prototípicas y estandarizadas a
partir de indicarles a los sujetos los movimientos propios
de cada unidad de acción inherente a la expresión de, al
menos, las emociones básicas. Esto es, se les pide a sujetos
voluntarios que realicen los movimientos faciales propios
de cada emoción básica y luego se les toma una serie de
fotografías. Estas imágenes son las que posteriormente se
utilizan como material para evaluar el reconocimiento de
emociones.
208 LOS SIGNOS DEL CUERPO
Especícamente, utilizando este sistema, Ekman
tomó 110 fotografías de expresiones faciales, teniendo en
cuenta las unidades de acción mencionadas anteriormen-
te: las fotografías de afectos faciales (POFA). Estas han sido
utilizadas en diversos campos de investigación, especial-
mente en estudios transculturales, con el objetivo de pro-
bar la universalidad de las emociones a partir de su reco-
nocimiento. Como he mencionado anteriormente, Ekman
sostiene que las emociones básicas tienen valor adapta-
tivo, razón por la cual todos los miembros de la especie
expresan y reconocen las expresiones de las emociones
básicas de manera similar, independientemente de su con-
texto y de las variables socioculturales. Dado su carác-
ter fundamental para la supervivencia, la expresión de las
emociones básicas es rápidamente captada o registrada
por otros individuos. Según Ekman, el asco se caracteri-
za por la nariz arrugada y el labio superior levantado; el
miedo, por las cejas levantadas y juntas, los párpados supe-
riores levantados y los inferiores tensos, y la boca ligera-
mente estirada; la sorpresa, en cambio, se caracteriza por
las cejas elevadas y los ojos y boca bien abiertos. Según su
perspectiva, este tipo de expresiones da indicios a nuestros
semejantes de lo que le ocurre psicológicamente a quien
experimenta la emoción. Además, arma que la observa-
ción de las expresiones faciales podría proporcionar algún
tipo de información acerca de los antecedentes de la emo-
ción o de sus causas, como también de algunos comporta-
mientos posteriores de quien las posee. Por ejemplo, cuan-
do vemos una expresión de asco, sabemos que la persona
está respondiendo a algo”, por ejemplo, un olor o un gusto
desagradable, que es probable que haga sonidos de des-
agrado antes que de agrado y que intente evadir la fuen-
te de aquello que le resulta desagradable (Ekman, 1999,
LOS SIGNOS DEL CUERPO 209
p. 2). Así pues, este tipo de información tendría un valor
importante en la regulación y coordinación de las relacio-
nes interpersonales.
Si bien este tipo de enfoques ha tenido una gran
recepción entre los psicólogos y lósofos de la mente, las
críticas no tardaron en llegar. Gran parte de ellas están
relacionadas con un debate clásico respecto al peso rela-
tivo que las expresiones faciales tienen al momento de
atribuir estados emocionales frente a otras variables, por
ejemplo, contextuales (Carroll y Russell, 1996). Los enfo-
ques evolucionistas del reconocimiento de emociones han
sostenido la tesis de la dominancia facial”, que arma
que, cuando un intérprete ve una expresión facial de una
emoción básica, la información del rostro se vuelve tan
saliente y preponderante que el intérprete desestima otro
tipo de información, como, por ejemplo, la situación en la
que se encuentra el individuo que expresa la emoción o
las expectativas previas del intérprete (Buck, 1984; Ekman,
1972; Fridlund, Ekman y Oster, 1987; Izard, 1971). Otros,
en cambio, deenden la tesis de la dominancia limitada,
que sostiene que las expresiones faciales no son la única
variable que los individuos tienen en cuenta al momen-
to de atribuir la emoción. Según estos autores, la infor-
mación situacional juega un rol importante en la atribu-
ción (Fridlund, 1994; Ortony y Turner, 1990; Russell, 1994;
Woodworth, 1938).
Estudios recientes favorecen, con distintos matices, la
línea de la dominancia limitada de las expresiones faciales,
y han señalado algunos límites teóricos y metodológicos
de aquellas corrientes que ponderan en exceso el papel de
las expresiones faciales. De acuerdo con sus detractores,
una de las desventajas de este tipo de metodologías es que
la detección de las emociones ha sido investigada usan-
do fotos estáticas de expresiones faciales que maximizan
210 LOS SIGNOS DEL CUERPO
la distinción entre categorías y generan resultados experi-
mentales forzados y articiales. En nuestra vida diaria, las
expresiones faciales están fuertemente inuenciadas por
la cultura y no son tan nítidas, rígidas y prototípicas. En
segundo lugar, se ha señalado que la detección de emocio-
nes está siendo evaluada de manera descontextualizada.
Habitualmente, los rostros no son percibidos de manera
aislada, sino que aparecen en un contexto particular, esto
es, en un ambiente especico, en conjunto con otras per-
sonas y, además, de manera concomitante, con otro tipo
de información socialmente signicativa. Aún más, existe
un conjunto de información de carácter social, adquirida
por medio del aprendizaje y de distintos tipos de proce-
sos cognitivos (por ejemplo, prejuicios raciales), que jue-
ga un rol en la percepción de los estímulos emocional-
mente importantes, por ejemplo, dirigir nuestra atención
(Feldman Barrett et al., 2011). En conclusión, la percepción
de las expresiones faciales está inuenciada por diferen-
tes tipos de variables, más allá de la información estric-
tamente facial.
Ahora bien, veamos con algo más de detalle qué sig-
nica que las variables contextuales inciden en el recono-
cimiento de emociones a partir de las expresiones facia-
les. Habitualmente, en la literatura, la expresión “variables
contextuales” puede aludir a múltiples ideas. Frecuente-
mente, alude a variables situacionales relacionadas con la
escena particular donde se desarrolla la atribución psico-
lógica y la situación en la que se encuentra el individuo
que experimenta la emoción; esto es, en qué situación la
persona está desplegando tal o cual patrón expresivo, por
ejemplo, en un partido de fútbol, en un cumpleaños, en
el trabajo, etc. A veces, las mismas expresiones faciales en
contextos distintos son reconocidas como alusivas a dife-
rentes emociones (Feldman Barrett et al., 2011). En este
LOS SIGNOS DEL CUERPO 211
artículo, cuando me reera a “variables contextuales” voy
a hacerlo en este sentido, que es el cual se ha utilizado
habitualmente.
En otras ocasiones, contextual” reere a las carac-
terísticas del rostro y de la posición del cuerpo que no
tienen que ver estrictamente con el modo prototípico en
el que se maniesta este conjunto de emociones básicas,
por ejemplo, la dirección de la mirada, la postura corporal
y la prosodia afectiva. Algunos estudios muestran que la
dirección de la mirada, por ejemplo, suele estar relaciona-
da con la intensidad de la emoción que los sujetos atribu-
yen, mientras más directa es la mirada del individuo (en
oposición a la mirada apartada o distraída), más intensa es
la emoción que se atribuye. Por otro lado, los sujetos ven
disminuido su éxito en tareas de reconocimiento cuando
la mirada del interpretado se encuentra apartada (Binde-
mann et al., 2008).
En un tercer sentido, contextual reere a variables
relacionadas con el intérprete: descripciones verbales pre-
vias que tenga del contexto, sesgos de distintos tipos (por
ejemplo, raciales o de género), ciertos tipos de aprendi-
zaje social, tales como: “Las personas cuando están tris-
tes hacen tales o cuales cosas”, entre otras cosas (Wieser
y Brosch, 2012).
Esta caracterización acerca de los diferentes tipos de
variables contextuales no tiene la intención de ser exhaus-
tiva, sino de mostrar los motivos más relevantes por los
cuales se ha justicado la tesis de la dominancia limita-
da de las expresiones faciales. Teniendo en cuenta estas
consideraciones respecto a la complejidad de las emocio-
nes y su reconocimiento, en el siguiente apartado voy a
argumentar a favor de que la dinámica de las expresio-
nes faciales y el contexto en el que se expresa la emo-
ción son dos elementos fundamentales para dar cuenta
212 LOS SIGNOS DEL CUERPO
de la habilidad para reconocer emociones. Por dinámica
de las expresiones faciales” voy a entender a la secuencia
temporal de movimientos faciales y corporales que se dan
durante la expresión de ciertos estados psicológicos. En la
mayoría de nuestras interacciones cotidianas, los sujetos
con los que interactuamos despliegan movimientos facia-
les y corporales continuos que nos permiten extraer distin-
to tipo de datos socialmente relevantes. Por ejemplo, nos
proporcionan información acerca de su foco de atención
(Emery, 2000; Nummenmaa y Calder, 2009) y, según Zlo-
teanu, Krumhuber y Richardson (2018), la dinámica de los
movimientos faciales permite mejorar nuestra habilidad
para reconocer expresiones de emociones improvisadas
versus emociones genuinas61.
Pese a que distintos aportes empíricos han reconoci-
do la importancia de la dinámica de las expresiones en el
proceso para reconocer emociones, considero que no se
ha examinado teóricamente con suciente atención cuál
es el aporte que efectivamente tiene la dinámica de las
expresiones para este tipo de habilidades de atribución
intencional.
61 En este estudio, los autores evaluaron el reconocimiento de emociones en tres
situaciones experimentales: a) en la que las personas expresaban sorpresa
genuina; b) en la que se le pedía a los sujetos que improvisaran o ngieran una
expresión de sorpresa; y c) en la que se les pedía que ngieran sorpresa pero lue-
go de haber pasado por la primera situación descripta, es decir,de haber experi-
mentado sorpresa genuina. En cualquiera de los tres casos, la dinámica de las
expresiones faciales les permitió a los sujetos experimentales reconocer, con
mayor éxito, si las expresiones emocionales de las personas que observaban
eran improvisadas, falsas o genuinas.
LOS SIGNOS DEL CUERPO 213
3. La dinámica de las expresiones faciales y el reconocimiento
de emociones
En este último apartado, voy a centrarme en dar razones a
favor de la importancia de la dinámica de las expresiones
faciales para el reconocimiento de emociones. Para ello,
voy a retomar algunos aportes losócos de Stout (2010)
acerca de la detección de estados emocionales que reparan
en la distinción proceso-producto, y destacan la importan-
cia de la dinámica temporal de las expresiones. Especí-
camente, Stout argumenta a favor de la relevancia de la
dinámica de las expresiones en el marco de una defensa
del enfoque de la percepción directa de los estados men-
tales y, en este caso, emocionales. Si bien en este artículo
no me ocupo del enfoque de la percepción directa de las
emociones, ni de la defensa particular que el autor hace
de ella, solo voy a hacer referencia a la percepción directa
con el objetivo de contextualizar y esclarecer la posición
de Stout.
En el artículo “Seeing the Anger in Someone’s Face,
Stout deende la tesis de que podemos percibir direc-
tamente, al menos, algunos estados mentales (Gallagher,
2008; Gallagher y Varga, 2014; Krueger, 2012; McNeill, 2012;
Pacherie, 2005; Smith, 2015; 2016 y Zahavi, 2011). Especí-
camente, estos enfoques sostienen que, en algunas oca-
siones, podemos tener un acceso perceptual a los esta-
dos mentales sin necesidad de emplear inferencias u otros
procesos cognitivos de orden superior. En efecto, como ya
señalamos antes, los defensores de la percepción direc-
ta rechazan la idea de que todos los casos de atribución
mental sean casos de transiciones inferenciales entre el
comportamiento y el estado mental o transiciones entre
contenidos proposicionales. En algunas ocasiones, usamos
intuitivamente expresiones que parecen dar cuenta de este
214 LOS SIGNOS DEL CUERPO
fenómeno: “Veo que Juan está enojado”, “Siento la ansie-
dad en su voz”, “Veo la vergüenza en la coloración de sus
mejillas”, “¿No ves acaso que está feliz?”, etc.
Para entender la estrategia que Stout emplea para
defender la percepción directa, es necesario mostrar que
las tesis que este enfoque propone pueden abordarse de
diferentes modos. Por un lado, en un sentido psicológico:
como una tesis acerca de los mecanismos que utilizamos
para atribuir estados mentales, en este caso perceptuales
(en oposición a inferenciales, como en el caso de la teo-
ría de la teoría o de la teoría de la simulación, donde el
intérprete realiza una serie de inferencias entre el com-
portamiento, el ambiente y el estado mental)62. Por el otro,
en un sentido epistemológico, que alude a si efectivamente
podemos conocer las mentes de los otros por vías percep-
tuales. Por último, en un sentido fenomenológico, que ree-
re a cómo las mentes son percibidas conscientemente, su
carácter experiencial. Especícamente, Stout se va a cen-
trar en el aspecto epistemológico de la percepción directa,
aunque también va a hacer algunas alusiones a la percep-
ción directa en sentido psicológico, que es el aspecto que
me interesa en este artículo63.
62 En tiempos recientes, algunos lósofos (Hershbach, 2015; Michael y De Bruin,
2015) han caracterizado a la percepción como un proceso inferencial. Esta idea
ha generado múltiples debates entre aquellos que sostienen a la percepción
directa en un sentido psicológico. Los que deenden esta idea, sostienen nocio-
nes de inferencia deacionada o minimalista, de carácter sub-personal, implíci-
ta y no proposicional diferente a la noción de inferencia en los debates clásicos
sobre la atribución intencional.
63 Las razones por las que las que es importante distinguir los distintos modos de
entender la percepción directa son variadas, por ejemplo, algunos autores han
puesto de relieve que, aunque la fenomenología del intérprete podría ser la de
una detección inmediata, directa y no inferencial, esto no excluye que en el cur-
so de la atribución estén involucrados procesamientos de tipo sub-personal o
algún otro tipo de proceso explicado en términos computacionales (Spaulding,
2015; Herschbach, 2015).
LOS SIGNOS DEL CUERPO 215
Conjuntamente con las discusiones que se han dado
en el ámbito de la losofía de la mente acerca de si pode-
mos acceder perceptual o inferencialmente a los estados
emocionales de otros individuos, ha habido un gran cuer-
po de evidencia empírica, proveniente de la psicología
cognitiva y de las neurociencias, que ha sido integrada a
estos debates para fortalecer o rechazar argumentos y para
mostrar algún punto importante acerca de las diferentes
posiciones. Los abordajes evolucionistas y neuroculturales
de las emociones, bien establecidos dentro de la psicolo-
gía, han sido retomados por los defensores de la percep-
ción directa64 porque ponen de relieve dos ideas que son
interesantes para este enfoque. Por un lado, la tesis de que
existe una conexión estrecha entre la emoción y sus expre-
siones faciales, razón por la cual puede ser más plausible
que pudiéramos observarlas” o tener algún tipo de acceso
perceptual65. Por el otro, la idea de que el reconocimiento
de emociones es una habilidad automática, relativamente
simple e independiente de la cultura donde se inserta el
individuo. Esto último armoniza bien con el enfoque de la
percepción directa porque uno de sus focos de atención
radica en explicar interacciones primitivas, tempranas y
propias del desarrollo ontogenético. En este contexto, una
gran cantidad de lósofos y psicólogos que realizan estu-
dios teóricos sobre la habilidad para reconocer emociones
han retomado estos experimentos y elaborado distintos
tipos de propuestas.
64 También, este tipo de pruebas ha sido utilizado por otro tipo de enfoques de la
atribución intencional, como la teoría de la simulación aplicada al reconoci-
miento de emociones (Goldman, 2006).
65 Existen dos debates en torno a este punto que, si bien están estrechamente
emparentados, es necesario diferenciar: a) la discusión acerca de cuán constitu-
tivos y universales son los patrones de expresiones faciales a la emoción experi-
mentada por el sujeto (Jack et al., 2012); y b) cuán relevantes son los patrones de
expresión facial y/o corporal para una adecuada detección de la emoción por
parte del intérprete (Russell, 199; Nelson y Russell, 2013).
216 LOS SIGNOS DEL CUERPO
No obstante, la idea del reconocimiento de emociones
como una habilidad universal y basada exclusivamente
en la percepción de expresiones faciales ha sido desaa-
da en varias oportunidades. Desde el punto de vista de
Stout, aquellas explicaciones acerca del reconocimiento de
emociones que se basan en las pruebas tradicionales pro-
venientes de la línea de investigación de Ekman se ven
enfrentadas a algunos problemas, pero por razones ligera-
mente diferentes a las que señalé anteriormente (relativas
a la evaluación de la habilidad desprovista de variables
contextuales). Retomando la idea del apartado anterior, la
metodología habitual consiste en mostrarles a los sujetos
fotos y pedirles que identiquen de qué estado emocional
se trata. Así, lo que se espera es que las respuestas sean
similares independientemente de las diferencias interindi-
viduales y culturales. Esto ha llevado a algunos lósofos
a pensar que las emociones básicas tienen una especie
de apariencia característica (Smith, 2015) o componente
característico (Green, 2010) que hace que cada una de las
emociones básicas se “vea” de una cierta manera que es
sensible a nuestras capacidades recognoscitivas66.
Una de las críticas principales de Stout reere a una
preocupación epistemológica acerca de si podemos dis-
tinguir de manera conable las emociones a partir de la
observación de patrones de expresión facial en una foto-
grafía. De acuerdo con Stout, no podemos. Según él, los
autores que basan sus explicaciones en este tipo de estu-
dios no distinguen entre asociar un patrón de expresión
facial con una emoción y reconocer realmente cuál es el
estado emocional. La razón es que los observadores logran
66 Según Green, podemos identicar un conjunto de expresiones que funcionan
como componentes característicos, es decir, un aspecto de ese estado emocional
que habilita al intérprete a atribuir apropiadamente la emoción en cuestión en
un contexto particular. Para más detalles, ver Green (2010; 2007).
LOS SIGNOS DEL CUERPO 217
reconocer el tipo emocional en un patrón facial (por ejem-
plo, enojo, alegría, tristeza, sorpresa) independientemente
de si la imagen corresponde a una emoción real o a una
falsa. De hecho, las pruebas están realizadas con actores
voluntarios que representan el estado emocional según las
indicaciones de los investigadores, y no con personas que
genuinamente experimentan esos estados. Sin embargo,
la pregunta en cuestión es si uno puede realmente ver el
estado emocional real de alguien en una expresión facial
estática. Para Stout, estos experimentos solo demuestran
que somos buenos para asociar una expresión facial con
una emoción, pero no evidencian patrones conables y
exibles de reconocimiento.
Para dar sentido a su idea, Stout hace una analogía
del caso del reconocimiento de emociones con la rma
de alguien en un papel (signature). Cuando alguien rma
en una hoja de papel, realiza un escrito que representa su
nombre. Sin embargo, esta no sería una rma propiamente
dicha si los patrones de la escritura fueran, por ejemplo,
accidentales o falsicados. Así pues, solo con mirar una
rma en un papel, uno no puede ver si realmente es una
rma auténtica, solo puede inferir que es tal a partir de una
o varias de sus características. Según el autor, algo similar
sucede cuando nos enfrentamos a una expresión de enojo.
Si solo vemos un rostro con una expresión de enojo, no
podemos distinguir si es una emoción real o una falsa. De
hecho, un buen actor puede engañarnos simulando una
buena expresión de enojo, sin estar experimentando en
absoluto una emoción. En resumen, la analogía es simple,
de la misma manera que no podemos saber con solo ver
la rma de alguien en un papel si es una rma genuina o
falsa, no podemos conocer ablemente el enojo de alguien
con solo ver la foto, debido a que no podemos distinguir si
esta es falsa o genuina.
218 LOS SIGNOS DEL CUERPO
Para Stout, lo que debemos agregar para poder dar
cuenta del reconocimiento de emociones de manera a-
ble es que el intérprete pueda captar el proceso dinámico
mediante el cual se despliega la emoción. No basta con
captar productos parciales del proceso, como las imágenes
estáticas capturadas por una fotografía, porque estas solo
muestran asociaciones simples entre expresiones y estados
mentales. Por el contrario, lo que necesitamos es obser-
var el despliegue secuencial de las expresiones corporales
y faciales para acceder de manera conable a ese estado
mental. Como he señalado anteriormente, captar la diná-
mica temporal es parte de captar el proceso mediante el
cual se expresa la emoción. Básicamente, se trata del regis-
tro, momento a momento, de los cambios relevantes en
los patrones de expresión facial y corporal de un indivi-
duo (Sato, 2004).
Además del problema de distinguir emociones de
manera conable, existe otra dicultad teórica relacionada
con la evaluación del reconocimiento mediante imágenes
estáticas que Stout menciona, brevemente y sin demasiada
atención, pero que también pone de relieve la importan-
cia de la dinámica del comportamiento expresivo. El autor
señala que reparar en el proceso dinámico en el que se
está desplegando un estado emocional nos permite dis-
tinguir namente ante qué tipo de estado mental estamos
(lo que técnicamente se ha denominado en losofía de la
mente como la actitud psicológica”). Una de las razones
que Stout esgrime a favor de considerar el proceso es que
hay ciertos elementos expresivos que, en principio, pare-
cerían característicos de ciertas emociones (por ejemplo,
el llanto en la tristeza, la sonrisa en la alegría o el ceño
fruncido en el enojo), pero que se presentan en distin-
tos tipos de estados, incluso no emocionales. Por ello, es
preciso considerar en qué contexto y en qué proceso se
LOS SIGNOS DEL CUERPO 219
despliegan. Por ejemplo, estallar en lágrimas de frustración
es un proceso distinto del sollozo propio de la tristeza, el
rubor por vergüenza es un proceso distinto del enrojeci-
miento de las mejillas debido a los efectos del alcohol en
los vasos sanguíneos, o retorcer la cara (twitching the face)
de pena es distinto de retorcer la cara por desesperación o
por dolor (Stout, 2010, p. 39). En estos casos, la dinámica
de las expresiones es una buena herramienta para poder
distinguir con mayor neza ante qué tipo de estado mental
estamos, porque nos permite captar los pasos previos y los
posteriores y, además, observar cuál es el curso especíco
que toma el comportamiento expresivo vinculado con los
distintos estados mentales.
Esta indeterminación o ambigüedad de ciertos patro-
nes expresivos también ocurre, por ejemplo, con los ros-
tros sonrientes. Orlowska, Krumhuber, Rychlowska y Sza-
rota (2018) han señalado que, a pesar de la asociación
entre sonrisas y sentimientos positivos como la alegría,
también estos patrones se presentan de modo similar en
situaciones donde se quiere expresar cooperación y con-
anza. Incluso, puede mostrarse también durante expe-
riencias desagradables, como un modo de ocultar senti-
mientos negativos o mostrar menor estatus social ante una
gura de autoridad. Por lo tanto, la sonrisa se utiliza en
una amplia variedad de situaciones, según el contexto y
las normas sociales aprendidas a través de la socialización
y la experiencia.
Asimismo, fuera del contexto de laboratorio, las expre-
siones emocionales no se presentan de manera prototí-
pica, como inicialmente habían pensado los investigado-
res. En su mayoría, las expresiones faciales en contextos
cotidianos de interacción están constreñidas por diversos
factores sociales y culturales, razón por la cual se ven mez-
cladas con gestos idiosincrásicos de cada individuo y otros
220 LOS SIGNOS DEL CUERPO
propios de la cultura en la que se encuentra inmerso. Ade-
más, las expresiones emocionales van cambiando a una
gran velocidad en un período corto de tiempo, ajustándose
a los cambios del contexto. Una vez más, reparar en el pro-
ceso dinámico podría ayudar a desambiguar estos casos,
porque permite tener una visión más integrada respecto a
cómo tiene lugar la emoción, ante qué está reaccionando
ese individuo y cómo va regulando su estado emocional
conforme pasa un período de cierto tiempo.
Debido a que las expresiones faciales pueden estar
vinculadas con diferentes estados emocionales, la diná-
mica en conjunto con el contexto proporciona una bue-
na herramienta para dirimir el peso de la información de
cada elemento. De acuerdo con Stout, captar el proceso en
el que se despliega una emoción implica poder registrar
perceptualmente las distintos tipos de expresiones en una
secuencia temporal. Pero, además, Stout va un paso más
adelante diciendo que esa percepción de las expresiones
faciales no solo registra el carácter dinámico, sino que ade-
más lo hace de manera activa e interactiva. En consonan-
cia con los aportes de Gibson (1966), Stout recalca que la
percepción no es un proceso pasivo, sino que requiere del
sujeto que se involucre activamente en el entorno.
Así pues, cuando alguien está enojado podría seña-
lizar su emoción al otro de diferentes maneras: con su
expresión facial, pero también elevando la voz y gritan-
do, e imponiendo cierta presencia física. Esto, de alguna
manera, interpela y exige una respuesta por parte de su
interlocutor. Esa réplica podría ser una disculpa y, de este
modo, el enojo podría, eventualmente, disminuir, o bien
podría ser otra respuesta de enojo, por la cual la emo-
ción podría intensicarse aún más. Por ello, para Stout, la
percepción de las expresiones emocionales implica nece-
sariamente involucrarse en prácticas sociales, que son las
LOS SIGNOS DEL CUERPO 221
que permiten captar namente no solo el tipo de estado,
sino también aspectos como la intensidad de la emoción
y la valencia.
Ahora bien, hasta aquí he mostrado la importancia
que podría tener para un intérprete reparar en la dinámica
de las expresiones faciales para identicar con mayor ne-
za el tipo de estado psicológico, en este caso emocional,
de otro individuo. Además, he señalado que la detección
de esa dinámica se realiza en muchas ocasiones mediante
la percepción activa e interactiva del intérprete, que tam-
bién le permita captar rasgos como la valencia y la inten-
sidad de la emoción. Asimismo, en nuestras interacciones
ordinarias, el registro de esa dinámica del comportamiento
expresivo se da en contextos y situaciones particulares que
nos sugieren diferentes modos de entender la secuencia
de las expresiones como perteneciente a un tipo de estado
emocional o bien a otro tipo de proceso psicológico.
En resumen, el reconocimiento de emociones está
integrado a una variedad de procesos dinámicos de inter-
acción y otros procesos cognitivos, de manera que nun-
ca ocurre de forma aislada y con propósitos epistémicos
desinteresados. Finalmente, considero que este conjun-
to de factores nos permite tener una imagen más inte-
grada teóricamente y empíricamente mejor informada de
un fenómeno socialmente muy complejo que posee una
importancia social crítica.
4. Conclusiones
En este trabajo, he ofrecido algunas razones para conside-
rar la dinámica de las expresiones faciales como un fac-
tor importante al momento de reconocer y atribuir esta-
dos emocionales. Para lograr dicho propósito, retomé los
222 LOS SIGNOS DEL CUERPO
estudios clásicos basados en la detección de emociones
por medio de fotografías con expresiones estáticas, pro-
vistas por los enfoques evolutivos y neuroculturales de las
emociones. Este tipo de estudios ha tenido una inuencia
extraordinaria en la psicología de la emoción y ha sido
fuente de innumerables trabajos teóricos y metodológicos.
Ahora bien, en tiempos recientes, han surgido críticas de
diversa índole que han permitido examinar y renar estos
protocolos de reconocimiento de emociones. Gran parte
de las críticas estuvieron orientadas a que este reconoci-
miento se evaluaba con expresiones estáticas que estaban
desprovistas de un contexto.
En el segundo apartado de este trabajo, señalé posi-
bles acepciones de “variables contextuales” en la literatura
y he sostenido que se puede distinguir, al menos, entre: a)
variables situacionales, relacionadas con la escena parti-
cular donde se desarrolla la atribución; b) aquellas asocia-
das al agente que experimenta la emoción, como la direc-
ción de la mirada, la postura corporal, la prosodia afectiva
entre otras; c) variables referidas al intérprete, como, por
ejemplo, información previa emocionalmente signicativa
y sesgos de razonamiento (v. g. de tipo racial o de géne-
ro), etc. El objetivo fue mostrar que existe una importancia
moderada de las expresiones faciales en algunos contex-
tos de atribución de emociones, y advertir la relevancia
de los factores contextuales que ajustan y enriquecen la
atribución.
Luego, en el tercer apartado, sostuve que la dinámica
de las expresiones faciales es un factor fundamental para
comprender cómo tiene lugar el reconocimiento de emo-
ciones. En particular, esa dinámica del comportamiento
expresivo es la que nos permite advertir el proceso en el
que están inmersos esos patrones de expresión facial. Ade-
más el despliegue secuencial de las expresiones faciales
LOS SIGNOS DEL CUERPO 223
tiene lugar en un contexto situacional en que también
colabora en la detección del tipo emocional o la actitud
psicológica.
En este contexto, la importancia de la dinámica de
las expresiones faciales, sumada a un enfoque contextual
e interactivo, es fundamental para explicar nuestras habili-
dades de atribución emocional. Considero que estas ree-
xiones debieran servirnos de base para crear protocolos
experimentales más ecológicos, que no solo consideren la
dinámica de las expresiones faciales, sino también posibles
modos interactivos entre intérprete e interpretado. Estu-
dios de este tipo proporcionarían una versión teóricamen-
te más rica y exible del fenómeno de reconocimiento de
emociones.
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and Psychology, 2(3), pp. 541-558. DOI: 10.1007/
s13164-011-0070-3.
Zloteanu, M., Krumhuber, E.G.y Richardson D. C. (2018).
“Detecting Genuine and Deliberate Displays of Sur-
prise in Static and Dynamic Faces. Frontiers in Psycho-
logy, 9(1184), pp. 1-8. DOI: 10.3389/fpsyg.2018.01184.
230 LOS SIGNOS DEL CUERPO
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La reivindicación del cuerpo en la psicología cognitiva y la filosofía de la mente se ha unido a la de la intersubjetividad en la denominada perspectiva de la segunda persona. La precedencia ontogenética de esta visión no conlleva sin embargo desafectación de las teorías competidoras, por lo cual se hace preciso esclarecer de qué manera las tres pueden coexistir explicando distintos casos de la atribución mental. Junto con ello, se ha tornado objeto de debate si la comprensión de la expresión facial del otro es in origine por percepción directa o corresponde a un proceso semiótico. El texto trata ambas cuestiones y argumenta en favor de una primitiva percepción no semiótica de la emoción en el rostro y el cuerpo de los semejantes, la cual sería más tarde objeto de una semiotización cuando el complejo -en el comienzo indisociable- expresión-emoción se escinda en partes como efecto de la interrupción del contacto afectivo-corporal directo en las interacciones adulto-bebé.
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Certain facial expressions have been theorized to be easily recognizable signals of specific emotions. If so, these expressions should override situationally based expectations used by a person in attributing an emotion to another. An alternative account is offered in which the face provides information relevant to emotion but does not signal a specific emotion. Therefore, in specified circumstances, situational rather than facial information was predicted to determine the judged emotion. This prediction was supported in 3 studies—indeed, in each of the 22 cases examined (e.g., a person in a frightening situation but displaying a reported “facial expression of anger” was judged as afraid) . Situational information was especially influential when it suggested a nonbasic emotion (e.g., a person in a painful situation but displaying a “facial expression of fear” was judged as in pain) .
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People are good at recognizing emotions from facial expressions, but less accurate at determining the authenticity of such expressions. We investigated whether this depends upon the technique that senders use to produce deliberate expressions, and on decoders seeing these in a dynamic or static format. Senders were filmed as they experienced genuine surprise in response to a jack-in-the-box (Genuine). Other senders faked surprise with no preparation (Improvised) or after having first experienced genuine surprise themselves (Rehearsed). Decoders rated the genuineness and intensity of these expressions, and the confidence of their judgment. It was found that both expression type and presentation format impacted decoder perception and accurate discrimination. Genuine surprise achieved the highest ratings of genuineness, intensity, and judgmental confidence (dynamic only), and was fairly accurately discriminated from deliberate surprise expressions. In line with our predictions, Rehearsed expressions were perceived as more genuine (in dynamic presentation), whereas Improvised were seen as more intense (in static presentation). However, both were poorly discriminated as not being genuine. In general, dynamic stimuli improved authenticity discrimination accuracy and perceptual differences between expressions. While decoders could perceive subtle differences between different expressions (especially from dynamic displays), they were not adept at detecting if these were genuine or deliberate. We argue that senders are capable of producing genuine-looking expressions of surprise, enough to fool others as to their veracity.
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Smiles are distinct and easily recognizable facial expressions, yet they markedly differ in their meanings. According to a recent theoretical account, smiles can be classified based on three fundamental social functions which they serve: expressing positive affect and rewarding self and others (reward smile), creating and maintaining social bonds (affiliative smile), and negotiating social status (dominance smiles) (Niedenthal et al., 2010; Martin et al., 2017). While there is evidence for distinct morphological features of these smiles, their categorization only starts to be investigated in human faces. Moreover, the factors influencing this process – such as facial mimicry or display mode – remain yet unknown. In the present study, we examine the recognition of reward, affiliative, and dominance smiles in static and dynamic portrayals, and explore how interfering with facial mimicry affects such classification. Participants (N = 190) were presented with either static or dynamic displays of the three smile types, whilst their ability to mimic was free or restricted via a pen-in-mouth procedure. For each stimulus they rated the extent to which the expression represents a reward, an affiliative, or a dominance smile. Higher than chance accuracy rates revealed that participants were generally able to differentiate between the three smile types. In line with our predictions, recognition performance was lower in the static than dynamic condition, but this difference was only significant for affiliative smiles. No significant effects of facial muscle restriction were observed, suggesting that the ability to mimic might not be necessary for the distinction between the three functional smiles. Together, our findings support previous evidence on reward, affiliative, and dominance smiles by documenting their perceptual distinctiveness. They also replicate extant observations on the dynamic advantage in expression perception and suggest that this effect may be especially pronounced in the case of ambiguous facial expressions, such as affiliative smiles.
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Abstract In this paper I intend to show that the debate between the first and the third point of view of ordinary mental attribution needs to be redefined making place to a more basic perspective, the second person point of view, because it is able to account of a variety of phenomena that are left out of consideration from the other ones. Firstly, I defend a caractherization of the different abilities that includes this kind of reciprocal understanding. Secondly, I identify some interactive phenomena that are better viewed as cases of intentional attribution from the second personal point of view
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The direct social perception (DSP) thesis claims that we can directly perceive some mental states of other people. The direct perception of mental states has been formulated phenomenologically and psychologically, and typically restricted to the mental state types of intentions and emotions. I will compare DSP to another account of mindreading: dual process accounts that posit a fast, automatic "Type 1" form of mindreading and a slow, effortful "Type 2" form. I will here analyze whether dual process accounts' Type 1 mindreading serves as a rival to DSP or whether some Type 1 mindreading can be perceptual. I will focus on Apperly and Butterfill's dual process account of mindreading epistemic states such as perception, knowledge, and belief. This account posits a minimal form of Type 1 mindreading of belief-like states called registrations. I will argue that general dual process theories fit well with a modular view of perception that is considered a kind of Type 1 process. I will show that this modular view of perception challenges and has significant advantages over DSP's phenomenological and psychological theses. Finally, I will argue that if such a modular view of perception is accepted, there is significant reason for thinking Type 1 mindreading of belief-like states is perceptual in nature. This would mean extending the scope of DSP to at least one type of epistemic state. Copyright © 2015 Elsevier Inc. All rights reserved.
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We develop a version of a direct perception account of emotion recognition on the basis of a metaphysical claim that emotions are individuated as patterns of characteristic features. On our account, emotion recognition relies on the same type of pattern recognition as is described for object recognition. The analogy allows us to distinguish two forms of directly perceiving emotions, namely perceiving an emotion in the (near) absence of any top-down processes, and perceiving an emotion in a way that significantly involves some top-down processes (including expectations and background knowledge); and, in addition, an inference-based evaluation of an emotion. Our model clarifies the epistemology of emotion recognition.
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Wellman presents evidence that children as young as age three do possess a commonsense theory of mind—that they grasp the distinction between mental constructs and physical entities and that they have an understanding of the relationship between individuals' mental states and their overt actions. He delves in detail into questions about the nature of adults' commonsense theories of mind and about the nature of commonsense theories. Wellman then examines the content of the three-year-old's theory of mind, the nature of children's notions of mind before age three, the changes in the theory during subsequent development from ages three to six, and the young child's conception of mind in comparison with those of older children and adults. Bradford Books imprint