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En un análisis de imágenes prediseñadas (“cliparts”) relacio-
nadas con la ciencia, Schummer y Spectorencontraron que
más del 40% se pueden asociar a la química,[1] lo que indica
que la química domina el estereotipo visual popular de la
ciencia en su conjunto. Según ese estudio, los objetos más
emblemáticos de la química son los aparatos de laboratorio
de vidrio, tales como vasos de precipitados, balones, erlen-
meyers o tubos de ensayo, y, en menor medida, el mechero
Bunsen. De la misma manera, la imagen emblemática de las
ciencias biomédicas es el microscopio, la de la astronomía el
telescopio y la de las matemáticas son las ecuaciones. Aun-
que la tabla periódica contiene una carga simbólica mucho
mayor, a la que se han dedicado en los últimos años nume-
rosas publicaciones,[2] posiblemente no ha entrado en la lista
de éxitos de Schummer y Spector debido a que su estudio se
limitaba a cliparts.
A pesar de su elevado potencial simbólico, otras imá-
genes como los modelos atómicos o moleculares, el fuego,
las explosiones, las substancias tóxicas o el “cientíco loco”
parecen tener menos preeminencia en la iconografía contem-
poránea. Por ello en esta columna iré revisando imágenes de
la química de fuerte contenido simbólico que suelen pasar
inadvertidas o que, como un guadiana, desaparecen durante
una temporada de nuestro entorno visual para reaparecer
esporádicamente, sin que muchas veces seamos conscientes
de su potencial evocador.
Para esta primera entrega he elegido el archiconocido
el óleo de grandes dimensiones (260 x 195 cm) Retrato de
Antoine-Laurent Lavoisier y de su esposa que el pintor neoclá-
sico francés Jacques-Louis David (1748-1825) hizo en 1788
que se conserva actualmente en el Metropolitan Museum of Art
de Nueva York. Esa obra está considerada una de las mejores
imágenes de la Wikipedia en inglés y aparece en numerosos
libros y artículos de historia de la química. David fue un artista
reconocido que supo adaptarse a los profundos cambios de la
sociedad francesa a nales del siglo XVIII y principios del XIX,
como puede verse en la evolución de sus obras más famosas.
A título de ejemplo podemos citar en primer lugar El juramento
de los Horacios (1784, Museo del Louvre), realizada por en-
cargo de Luis XVI, que se considera como una alegoría de la
delidad al rey. Tras la Revolución Francesa, David pasó a ser
uno de los artistas más destacados de la República Francesa
y pintó otro cuadro histórico, La muerte de Marat (1793, Mu-
seos Reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas), para realzar
la gura del líder revolucionario, amigo suyo (como lo fue
también Robespierre) y enemigo declarado de Lavoisier. Eso
no le impidió, tras haber pasado por la cárcel en la última fase
de la Revolución y después del golpe de estado de Napoleón
Bonaparte en 1799, convertirse en el pintor ocioso del nuevo
régimen napoleónico. Ese status se maniesta en las cinco ver-
siones de la espectacular obra Napoleón cruzando los Alpes,
pintadas entre 1801 y 1805, así como en La consagración de
Napoleón, un óleo de casi diez metros de ancho (1806-1807,
Museo del Louvre) y en el Retrato de Napoleón en su gabinete
de trabajo (1812, Galería Nacional de Arte, Washington).
Mucho se ha escrito sobre el papel histórico de Lavoisier
en el desarrollo de la química como ciencia y sobre el impor-
tante trabajo de observación e ilustración de los experimen-
tos por parte de su esposa Marie-Anne, al cual se le atribuye
una mayor relevancia con el paso de los años. En un libro
publicado recientemente por Francesca Antonelli se analiza
ese papel utilizando nuevos detalles obtenidos tras una deta-
llada disección de los cuadernos de laboratorio de Lavoisier
y de la abundante correspondencia de la pareja.[3] Marie-An-
ne actúa en muchos de esos cuadernos como secretaria, do-
tándolos de una tabla de contenidos, redactando porciones
no desdeñables de ellos, o anotando tiempos –cronómetro en
mano– en los experimentos con gases, pero también contri-
buye dibujando las láminas del Traité de Chimie, o traducien-
do al francés An Essay on Phlogiston, and the constitution of
acids (1787) de Richard Kirwan, traducción que aparecería
tan sólo un año después de la edición original. Tampoco
su papel en este libro se limita a la traducción, y adopta
también el papel de editora, redactando un prólogo crítico
con la teoría del ogisto de Stahl y Kirwan y favorable a las
tesis de Lavoisier, y añadiendo a la versión francesa comen-
tarios de químicos antiogísticos como Lavoisier, Guyton de
Morveau, Berthollet o de Fourcroy. Por último, mantiene una
abundante correspondencia con numerosos cientícos euro-
peos, en un empeño de hacerles llegar las ideas y publicacio-
nes de Lavoisier, y recibe a muchos de ellos en los salones de
sus sucesivas residencias, donde tienen ocasión de observar
La revista de la Real Sociedad Española de Química
El retrato de Marie-Anne Paulze y Antoine
Lavoisier
The Portrait of Marie-Anne Paulze and Antoine Lavoisier
An. Quím. RSEQ, 2024, 120 (2), 99-101
http://doi.org/10.62534/rseq.aq.1988
IMÁGENES DE LA QUÍMICA
Santiago Álvarez
Catedrático Emérito de Química Inorgánica.
Departament de Química Inorgànica i Orgànica, Secció de Química Inorgànica; Institut de Química
Teòrica i Computacional UB; Universitat de Barcelona.
* C-e: santiago.alvarez@qi.ub.es
© 2024 Real Sociedad Española de Química
CÓMO CITAR:
. S. Álvarez. An. Quím. RSEQ 2024, 120, 99-101, DOI: 10.62534/rseq.aq.1988
El retrato de Marie-Anne Paulze y Antoine Lavoisier
100 An. Quim. RSEQ, 2024, 120(2), 99-101
© 2024 Real Sociedad Española de Química
www.analesdequimica.es
demostraciones de los experimentos de su marido. Ese traba-
jo de promotora de la “nueva química” de Lavoisier, continúa
incluso después de la muerte de éste, y es coronado con la
aparición de las Mémoires de physique et de chimie (1805),
una recolección en dos volúmenes de todas las memorias
leídas por él en la Académie des Sciences.
El lector interesado en los avatares del matrimonio Lavoi-
sier encontrará más información en algunas de las biografías
disponibles o en la ingente obra de Marco Beretta sobre los
Lavoisier.[4-7] Incidentalmente, en los cuatro libros aquí cita-
dos se reproduce el retrato de David que aquí comentamos.
Volviendo al retrato, éste fue realizado a nales de 1788, en
vísperas de la Revolución Francesa, al mismo tiempo que Lavoi-
sier completaba la redacción de su Traité élémentaire de chimie.
Aparte de los dos protagonistas, el cuadro muestra algunos instru-
mentos de los que utilizaba Lavoisier para sus experimentos, así
como un manuscrito sobre el que trabaja, sin duda el de su Traité,
que se publicaría en 1789. Se observa también la presencia de
una carpeta a la izquierda, que podría contener las ilustraciones
que Marie-Anne había hecho para el libro. El centro de atracción
del retrato, sin embargo, es el rostro de Marie-Anne, que aparece
más centrado y mejor iluminado que el de su marido, mirando
frontalmente al observador. Incluso la mirada de Lavoisier apunta
hacia el rostro de ella, que se recuesta en su hombro y lo tapa
parcialmente con sus brazos y manos. Según Beretta,[8] en esa
imagen, Lavoisier mira a su esposa «como si fuera una musa
inspiradora», suspendiendo momentáneamente la escritura del
Traité. Por último, la composición evidencia una
diagonal que apunta a la cara de Marie-Anne,
formada por su brazo derecho y la pierna dere-
cha de su marido, reforzada por un pliegue del
paño que cubre la mesa y por la mano izquierda
de ella y la pluma que sostiene Lavoisier en la
mano. Con esa composición, David parece darle
a Marie-Anne el protagonismo que tuvo realmen-
te en la carrera académica de Lavoisier y en su
conversión en un personaje central de la “nueva
química”,[9,10] protagonismo que fue poco valo-
rado durante muchos años por la historiografía
de la química.
Después de más de cuarenta años de estar
expuesto en el Metropolitan Museum of Art de
Nueva York, el cuadro de David ha sido so-
metido recientemente a un minucioso examen
mediante microscopía óptica, reectografía
infrarroja (IRR), un mapeado mediante ma-
cro-uorescencia de rayos X (MA-XRF), espec-
troscopía Raman, microscopía electrónica de
energía dispersiva (SEM-EDS), y el microaná-
lisis de muestras de pintura.[11] La imagen IRR
pone al descubierto el dibujo al carboncillo so-
bre el que se realizó la pintura, así como restos
de pigmentos ocultos bajo la última capa, datos
a partir de los cuales los autores del estudio
pueden deducir algunos cambios de último mo-
mento introducidos por David, sobre los cua-
les Philip Ball ha escrito unos comentarios muy
acertados.[12] Veamos cuáles son esos cambios.
En primer lugar, los instrumentos de labo-
ratorio no aparecían en la primera versión del
cuadro, lo que hace suponer a Ball que original-
mente Lavoisier no se presentaba como químico,
sino haciendo su trabajo de Fermier Général, es
decir, recaudador de impuestos para Luis XVI.
En segundo lugar, un ribete de bronce, que de-
coraba los laterales de la mesa inicialmente, quedó nalmente
cubierto por el paño rojo, igual que una papelera colocada
debajo de la mesa y que la pierna izquierda de Lavoisier.
En tercer lugar, el esbozo original mostraba unas estante-
rías llenas de libros en el extremo superior derecho de la pa-
red. A mi entender, David las eliminó para evitar elementos cir-
cunstanciales que restaran protagonismo a la pareja, dejando
una pared lisa sobre la que destacan más los protagonistas.
El descubrimiento más sorprendente del estudio es que la
cabeza de la dama estaba cubierta con un enorme sombrero
con cintas negras y rojas, festoneado de ores. Según Ball, era
de un estilo muy de moda en aquellos años, característico de
la ostentación de la clase dominante.
Mientras Lavoisier terminaba su libro y David su retrato,
otaba en la atmósfera de Francia una desazón que presa-
giaba la Revolución que no tardaría en llegar. Al descontento
de agricultores y otros grupos sociales con el sistema feudal
se añadían una sucesión de años de malas cosechas y los
intentos de la monarquía por salir de su décit nanciero per-
manente con más impuestos.[13] Ello condujo a una inación y
a la consiguiente disminución del poder adquisitivo de la gran
masa de la población que tenía problemas para el abasteci-
miento de pan y de leña o carbón. En resumen: paro, hambre,
carestía, problemas nancieros de la monarquía derivados de
los préstamos bancarios solicitados para poder mantener el
ejército en la guerra de independencia americana y una feroz
competencia de los productos manufacturados británicos, eran
Figura 1. Retrato de Antoine-Laurent y Marie-Anne Paulze Lavoisier, 1788. Óleo
sobre tela de Jacques-Louis David. Imagen de dominio público.
Santiago Álvarez 101
An. Quim. RSEQ, 2024, 120(2), 99-101
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los nubarrones que se cernían sobre la sociedad francesa. A
todo ello hay que añadir la construcción en 1784 de una nue-
va muralla para controlar la circulación de mercancías en la
capital, con el n de evitar el contrabando y asegurar el pago
de impuestos, proyecto cuyo principal responsable a ojos de
los parisinos era Lavoisier, quien fue objeto de ataques en di-
versas publicaciones.[3]
Todo ello debió ser detectado por el perspicaz David, de
cuya habilidad para saber de dónde soplaban los vientos ya
hemos hablado, quien introduciría los cambios necesarios en
su obra para evitar mostrar a los Lavoisier como parte de la
clase dominante y destacar su perl de químico y autor. O tal
vez David realizó los cambios siguiendo las instrucciones de un
Lavoisier que empezaba a olfatear el peligro que podía supo-
ner en esos tiempos el ser un recaudador de impuestos de la
monarquía. Lo cierto es que esos esfuerzos resultaron baldíos.
Finalizados el retrato y el libro, la Revolución explotaría con
la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789. A pesar de los
intentos de Lavoisier de poner sus capacidades de recaudador
de impuestos al servicio de la República, no pudo escapar de
la guillotina y perdió la cabeza (literalmente) el 8 de mayo de
1794, a los 50 años. Que sepamos, David no se encargó de
inmortalizar esa muerte como había hecho con la de Marat.
Bibliografía
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[12] P. Ball, Chem. World 2021, 18, 21.
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Santiago Álvarez
Catedrático Emérito de Química Inorgánica. Departament de Química
Inorgànica i Orgànica, Secció de Química Inorgànica; Institut de Química
Teòrica i Computacional UB
Universitat de Barcelona, Martí i Franquès 1-11, 08028 Barcelona.