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MÁS QUE TARROS Y LATAS: MODERNIZA-
CIÓN, MATERIALIDADES Y PRÁCTICAS DE
CONSUMO EN TRES CAMPAMENTOS
AZUFREROS DE OLLAGÜE (1890-1992)
MORE THAN JARS AND CANS: MODERNIZATION,
MATERIALITIES AND CONSUMPTION PRACTICES IN
THREE SULFUR CAMPS OF OLLAGÜE (1890-1992)
Francisco Rivera1 y Rodrigo Lorca2
1. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM), Universidad Ca-
tólica del Norte, Chile, y The Archaeology Centre, University of Toronto, Cana-
dá. f.riveraamaro@gmail.com
2. Gestiona. rlorcah@gmail.com
Creative Commons | Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).
Resumen
Los sitios industriales de la mine-
ría del azufre del siglo XX en Ollagüe
formaron parte de la industrialización
y expansión capitalista en el norte de
Chile. Este trabajo presenta una sín-
tesis de los conjuntos materiales de
tres campamentos azufreros abando-
nados. Los resultados permiten con-
formar un panorama de las materia-
lidades históricas de sitios azufreros
en esta porción de la puna andina,
con el fin de contar con datos para
estudios comparativos con otras re-
giones, evaluar el grado de inserción
de Ollagüe en los mercados globales
durante los años de explotación mi-
Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología
Número 56, junio 2024. Páginas 203-232. DOI: https://doi.org/10.56575/BSCHA.05600240828
Recibido: 13.01.2024. Aceptado: 15.05.2024. Publicado: 30.06.2024.
Abstract
The industrial sulfur mining sites of
the twentieth century in Ollagüe were
part of northern Chile’s industrializa-
tion and capitalist expansion. This
paper synthesizes the material as-
semblages of three abandoned sulfur
mining camps. The results provide an
overview of the historical materialities
of sulfur sites in this portion of the
Andean Puna, to have data for com-
parative studies with other regions,
to evaluate the degree of insertion of
Ollagüe in global markets during the
years of mining, and the impact that
capitalist expansion in the area had
on the new consumption practices of
204bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
nera y el impacto que la expansión
capitalista en la región tuvo en las
nuevas prácticas de consumo de la
comunidad minera inserta en esta in-
dustria.
Palabras clave: minería del azufre,
patrimonio industrial, consumo,
modernización, Ollagüe.
the mining community inserted in this
industry.
Keywords: sulfur mining, industrial
heritage, consumption, moderniza-
tion, Ollagüe.
De Calama”, responde rápidamente O. M. cuando le preguntamos de
dónde traían la mercadería que llegaba a la pulpería de los campa-
mentos azufreros de Ollagüe. “El patrón traía, el jefe”, agrega. “Tenía
que poner la pulpería para el trabajador. Entonces había harina, arroz, azúcar,
fideos, salmón, atún. Todas esas cosas. Porotos, lentejas. Toda mercadería
que existe ahora. Antes había mortadela en tarro, manjar en tarro, había puro
tarro nomás” (Figura 1). El tarro, o contenedor de metal, es un objeto conspi-
cuo, abundante y tenaz en los muchos campamentos mineros abandonados
que pueblan el desierto del norte de Chile. ¿De qué forma el tarro atestigua las
prácticas de consumo de los habitantes de los nuevos campamentos mineros
construidos ex nihilo en las alturas andinas de Ollagüe? ¿Cómo se entienden
aquellas materialidades en el contexto de transformación social y económica
de las comunidades indígenas insertas en las nuevas lógicas de producción
minero-industrial?
En la región de Antofagasta, las industrias mineras y extractivas que se de-
sarrollaron desde finales del siglo XIX y principios del XX generaron profundos
cambios en las técnicas y escalas de producción, así como en las prácticas de
consumo que emergieron con ellas (Pinto y Ortega 1990). Mientras que a me-
diados del siglo XIX la producción minera chilena se concentró principalmente
en la extracción de plata y carbón, al finalizar el siglo la demanda mundial de
materias primas condujo a la diversificación de la producción (salitre, cobre,
oro) y a la integración de nuevas regiones en este proceso de expansión ca-
pitalista. A través del fomento a la minería, la extensión de la soberanía en el
territorio despojado a Bolivia tras la Guerra del Pacífico (1879-1884) propició
la incorporación de nuevas regiones productoras de materias primas (Pinto y
Ortega 1990). Entre 1930 y 1970, el desarrollo económico chileno se subsumió
en el proyecto de modernización del Estado, que se orientó progresivamente
“
205
hacia el control de los recursos naturales (Larraín 2005). Desde la crisis eco-
nómica de 1929 y hasta los años setenta, un nuevo proceso de industriali-
zación se apoyó en fuertes inversiones y en políticas estatales centralizadas
(Larraín 2005; Salazar 2003; Véliz 1980). La minería entró así en una nueva
fase de expansión y desarrollo (Rivera 2020b).
La modernización chilena se orientó a través de la expansión del capita-
lismo y la industrialización y dio lugar a importantes cambios demográficos,
económicos y sociales (Larraín 2005; Sanhueza y Gundermann 2009). Así,
los restos de la minería industrial resultan ser nuevas fuentes de conocimiento
sobre un momento crítico de la sociedad contemporánea. Las investigaciones
relacionadas con la arqueología de la minería en las regiones septentrionales
del país se han centrado, por ejemplo, en la minería del salitre, el cobre, la
plata y el oro (una síntesis en Salazar y Vilches 2014), solo recientemente se
ha empezado a prestar atención a la extracción de azufre y bórax (Angelo
2018; Galaz-Mandakovic y Rivera 2021; Rivera 2020a; Rivera et al. 2021). En
Ollagüe, la explotación de estas reservas trajo consigo nuevas formas de vida
y reconfiguró el espacio geográfico, ecológico y social de sus habitantes. El
desarrollo minero alcanzó a la población pastoril local, que se adaptó a él y
Figura 1. Santa Cecilia, contenedores de metal.
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
206bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
experimentó la incorporación a un nuevo sistema económico capitalista. Así,
la construcción del ferrocarril Antofagasta-Bolivia a finales del siglo XIX y el
desarrollo minero marcaron un punto de inflexión en la historia de Ollagüe al
abrir el territorio a la explotación de sus recursos naturales.
Este trabajo es un sobrevuelo, a escala local, de las prácticas de consumo
asociadas a este proceso de expansión capitalista y minera. A través del es-
tudio de tres campamentos azufreros de Ollagüe, destacamos las particulari-
dades de un proceso económico local, cuya singularidad se encuentra en los
restos materiales asociados a la expansión minera en la región. Presentamos
un tipo de industria menos conocida, pero igualmente importante, como lo fue
la minería de azufre de altura, desarrollada entre 1890 y 1992, en un territorio
que hoy forma parte de la Comunidad Indígena Quechua de Ollagüe. Sintetiza-
mos los conjuntos materiales de tres campamentos abandonados para ofrecer
una visión regional comparada de la expansión minera en la región.
Los campamentos de azufre de Ollagüe
Ollagüe se ubica en el extremo noreste de la región de Antofagasta, a 3.660
metros sobre el nivel del mar. Forma parte de la puna, una macrozona de
gran altitud, con un paisaje áspero, árido y frío. En este texto, describimos tres
campamentos mineros ubicados dentro de los límites del actual municipio de
Ollagüe: Estación Puquios, Santa Cecilia y Buenaventura, centrándonos en
los resultados sobre la identificación funcional de los espacios de cada cam-
pamento, así como en sus materiales superficiales. El trabajo incluyó cuatro
actividades principales: elaboración de un catastro de sitios relacionados con
la explotación de azufre; identificación y documentación de los modos de in-
teracción entre los sitios de explotación y los asentamientos (campamentos,
caminos, etc.); documentación de las ruinas arquitectónicas y restos de cultura
material de superficie de los tres campamentos mencionados, y entrevistas a
trabajadores y habitantes de estos campamentos mineros. También se rea-
lizaron planimetrías para un estudio sistemático de la organización espacial,
identificación de áreas, zonas de actividad y densidad de cultura material de
superficie. Para cada sitio se definieron áreas de acuerdo con criterios funcio-
nales: laboral/industrial, habitacional, administrativa y basurales.
Estación Puquios
Estación Puquios se ubica a 30 km al norte de Ollagüe y a seis kilómetros
de la frontera de Chile y Bolivia, a 4.169 metros de altitud. Orientado a la explo-
tación de azufre del volcán Olca, situado a 12 km aproximadamente y cuyas
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zonas de extracción se localizan a 5.300 metros de altitud, Puquios es también
una antigua estación del ramal del ferrocarril Antofagasta-Bolivia (Risopatrón
1924: 717), construido en 1907, que unía Ollagüe con el centro minero de Co-
llahuasi, en la región de Tarapacá (Fawcett 1963).
Para la población de Estación Puquios, la información disponible son los
censos de 1920, 1930 y 1952. El primero menciona 39 personas (14 mujeres
y 25 hombres), y el segundo una población total de 14 personas (4 mujeres y
10 hombres) (Dirección General de Estadística 1925, 1930). En 1952, el censo
registraba 24 habitantes (7 mujeres y 17 hombres). El período activo de Esta-
ción Puquios fue entre 1907, con la construcción del ferrocarril, y su cierre en
1964, con un paréntesis de explotación entre 1937 y 1941 (Servicio Nacional
de Estadística y Censos, 1956). De esta manera, la historia de Estación Pu-
quios comenzó a principios del siglo XX.
La propiedad minera en la zona del sitio pertenecía a Salvador Fontecilla,
que reclamaba las tierras en el lado chileno de la frontera, mientras que Jacin-
to Ramos las poseía en el lado boliviano. Fontecilla y Ramos unieron sus pro-
piedades y las arrendaron a Ángel Montoya. En la década de 1930, Montoya
trabajó durante varios años bajo el nombre de Empresa Azufrera Santa Elena
e instaló cuatro autoclaves (hornos de tratamiento de azufre) en el lugar donde
se procesaba el azufre. Sin embargo, en 1937 las actividades mineras se pa-
ralizaron (Vila 1939). A principios de la década de 1940, el geólogo holandés
Hendrica Johanna de Wijs visitó el lugar e informó que “hace unos años” L. L.
Ellis y W. D. O’Brien habían adquirido la propiedad y reanudado las operacio-
nes en 1941. En 1942, Ellis se convirtió en el único propietario.
Lamentablemente, los relatos históricos no precisan si Ellis era el propietario
cuando el sitio cerró sus operaciones. La explotación de azufre en Estación
Puquios y el volcán Olca fue fluctuante y desigual, con una producción a me-
nor escala en comparación con los grandes sitios de los volcanes Ollagüe y
Aucanquilcha. En 1968, Joaquín Sánchez detalló, en un informe geológico, la
extensión y el estado de las propiedades mineras en esta zona, informando
sus nombres, sus propietarios y su extensión en hectáreas. Destacó que todas
se encontraban paralizadas (Sánchez Rojas 1968a: 21).
Hemos identificado ocho zonas según su función y ubicación (Figura 2). Las
zonas muestran edificios construidos principalmente con mampostería de pie-
dra y, en menor medida, con adobe. El sitio incluye estructuras para funciones
administrativas, viviendas e instalaciones industriales. Se organiza en torno a
la estación, un espacio administrativo situado en el centro del recinto, que está
construido con mampostería de bloques de hormigón y pavimento de hormi-
gón, este último ausente en las otras estructuras del sitio.
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
208bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
El Sector 1 incluye la estación de tren, situada en el centro del sitio. La orga-
nización general de los sectores muestra un centro de los edificios de la em-
presa (Sector 5) en el eje privilegiado de la estación. Los espacios domésticos,
o campamento obrero, de los sectores 4 y 5, se encuentran en buen estado de
conservación y presentan una ligera variabilidad en cuanto a tamaño, forma y
materiales utilizados para su construcción. Existe un alto grado de estandari-
zación en el espesor de los muros y las dimensiones de los accesos y venta-
nas. Por otro lado, los espacios domésticos de los sectores 2 y 7 muestran un
tipo de construcción en piedra, diferente al resto de las estructuras domésti-
cas, y muy variable en sus dimensiones (anchura de muros, accesos y venta-
nas). Estas dos áreas se encuentran en los márgenes del sitio, lo que sugiere
que los ocupantes de estos espacios no habrían formado parte de las mismas
actividades productivas, aunque estuvieran relacionados con sus residentes.
Hay instalaciones industriales en el Sector 3, el Sector 6 y el Sector 8. Estas
se encuentran en los márgenes este y oeste del sitio y están directamente
unidas a la línea de ferrocarril. Esta separación en dos áreas sugiere pro-
bablemente que incluían equipos tecnológicos diferentes. Basándonos en las
dimensiones de estos espacios, suponemos la presencia de hornos (retortas)
Figura 2. Estación Puquios, plano del sitio.
209
en el Sector 3 y de autoclaves en el Sector 6. Sin embargo, esta interpretación
es aún preliminar debido a la ausencia de estos artefactos y al mal estado de
conservación de ambas áreas.
Las zonas de vivienda de pastores dominan el sitio por el sur (Sector 2) y
el norte (Sector 7), donde se mezclan las funciones de residencia, cría y al-
macenamiento. Estas zonas apartadas de las áreas reservadas a la empresa
tienen un acceso limitado al interior del pueblo, ya que el Sector 7 solo está
conectado por una carretera al oeste del Sector 4. Este complejo de hábitats
(Sector 4), incrustado entre el ferrocarril y la carretera, tiene una disposición y
funciones distintas, lo que refleja probablemente una construcción más anti-
gua que los espacios residenciales del Sector 5.
Construido en torno al ferrocarril, el sitio de Estación Puquios presenta una
organización espacial en cuatro niveles, que ordena la concentración de mano
de obra y orienta las actividades industriales. Estos son: un primer nivel, en el
centro del sitio con estructuras administrativas bien conservadas (oficinas), un
segundo nivel con espacios habitacionales para trabajadores, un tercer nivel
con las instalaciones industriales (ferroviario, retortas, autoclaves) y, por últi-
mo, un cuarto nivel con espacios domésticos periféricos de pastores.
Santa Cecilia
Santa Cecilia se encuentra a 8,3 km al sureste de Ollagüe y a 3,3 km de la
frontera chileno-boliviana, a una altitud de 4.300 metros. El sitio corresponde
a un campamento minero ubicado en la ladera del volcán Ollagüe, a 3,5 km
al noroeste de la zona de extracción de azufre ubicada en las cumbres del
volcán, a 5.700 metros de altitud. El sitio fue construido sobre una terraza arti-
ficial, donde hoy se encuentran las ruinas del campamento y sus instalaciones
habitacionales. Santa Cecilia es el más pequeño de los tres sitios estudiados
en términos de superficie. Tampoco cuenta con instalaciones industriales y
todas las estructuras son domésticas y unidades administrativas. Se identifi-
caron tres zonas principales en función de su ubicación en la terraza, donde
se encuentra el campamento, que comprenden 48 unidades arquitectónicas,
todas ellas de carácter residencial o administrativo (Figura 3).
Santa Cecilia está dividida en tres zonas. Dos áreas muestran un conjun-
to de edificios residenciales y administrativos con diversas funciones: taller
mecánico, baños, oficinas, almacén y, probablemente, una unidad de cocina
o cantina. Se observan características arquitectónicas similares en todas las
zonas. Existe un alto grado de estandarización, tanto en los materiales utili-
zados (mampostería de piedra) y las medidas de los muros (grosor y altura),
como en los materiales de construcción, por ejemplo, los materiales utilizados
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
210bo let ín | Sociedad Chilena de Arqueología
para las ventanas y el acceso, principalmente hormigón para los umbrales. El
solar cuenta con 39 viviendas. Teniendo en cuenta que el censo de 1930 men-
ciona 26 “casas” sin definir el término, se puede deducir que se construyeron
nuevas unidades de vivienda en años posteriores, para nuevos trabajadores,
después de 1930. Es probable que esto sea también un signo de aumento de
la producción y, por tanto, de beneficios económicos. Cabe señalar que estas
nuevas estructuras siguieron el mismo patrón de construcción que las estruc-
turas existentes, lo que muestra una lógica rectora de los propietarios del lugar
para mantener una cierta homogeneidad y estandarización de los edificios.
El Sector 3 presenta unidades residenciales con una disposición irregular,
correspondientes a una estructura de trazado diferente a las otras dos áreas,
atribuible a viviendas de pastores o yareteros3. Su ubicación en altura y en los
márgenes de las estructuras centrales muestra una similar disposición que las
áreas de pastores de Estación Puquios, pero a menor escala. Posiblemente se
3. Yareteros refiere a grupos, hombres o mujeres, que trabajaron en la ex-
tracción de Azorella compacta, una planta utilizada en la región como com-
bustible.
Figura 3. Santa Cecilia, plano del sitio.
211
trate de un área más antigua, construida antes de la construcción de la terraza
para la edificación de las estructuras del Sector 1 y el Sector 2. Es posible que
la habilitación de la terraza haya destruido estructuras más antiguas, de las
cuales el Sector 3 sería un remanente. Sin embargo, no se registraron estruc-
turas como el Sector 3 en ningún otro lugar de la terraza, lo que sugiere dos
tipos de edificios distintos y contemporáneos en el sitio.
La historia del sitio de Santa Cecilia está poco documentada, y las únicas
fuentes disponibles son informes de ingenieros y geólogos, centrados en datos
de producción y explotación. En cuanto a la historia demográfica, solo el cen-
so de 1930 proporciona datos sobre el número de habitantes. Ese año, Santa
Cecilia tenía una población de 85 personas, de las cuales 25 eran mujeres y
60 hombres, una media de 3,3 individuos por hogar (Dirección General de Es-
tadística 1930). Las actividades comenzaron probablemente a principios de la
década de 1930 y fueron abandonadas a mediados de la década de 1970. El
sitio pertenecía a la Sociedad Industrial Azufrera Minera (S.I.A.M. Carrasco).
La explotación se realizaba a cielo abierto y la carga era transportada por ca-
mión hasta la estación de Ollagüe y desde allí por ferrocarril hasta Antofagas-
ta, donde se procesaba en una planta de concentración, también propiedad
de la empresa (Sánchez Rojas 1968b). Tomás Vila señala que las propiedades
mineras de la empresa Carrasco en el volcán Ollagüe fueron reconocidas en
1928 por A. Repening, quien estimó en 1.000.000 de toneladas la cantidad de
azufre que se podía explotar (Vila 1939).
Hendrica Johanna de Wijs visitó el sitio a inicios de la década de 1940. Tra-
bajaba para una empresa minera que pretendía evaluar el potencial económi-
co de la zona para negociar la venta de los sitios. Por ello, su informe contiene,
entre otras cosas, cálculos precisos de la calidad del mineral y los precios de
las instalaciones industriales. El informe da cuenta del interés de los propie-
tarios por vender las licencias de explotación, aunque rápidamente concluyó:
“Aparte de este precio bastante excesivo, se considera que la propiedad care-
ce de interés para nuestra empresa en vista del escaso tonelaje de caliche de
ley explotable y de la falta total de agua en un radio de al menos 10 kilómetros”
(De Wijs 1943: 138). Esta dura opinión también fue compartida por el ingeniero
Federico Ahlfeld, unos años antes, para quien la ubicación de los sitios en la
ladera este del volcán Ollagüe “es incómoda, en una región sin agua, de gran
altura y fuera de este inconveniente, muy lejos del ferrocarril” (Ahlfeld 1940: 6).
A mediados de la década de 1960, otro ingeniero, Joaquín Sánchez, visitó
los sitios de extracción. El autor describe el trabajo minero, destacando que la
mano de obra semicualificada y manual era la característica de la explotación
y su principal obstáculo para un desarrollo a mayor escala. Para el autor, el
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
212bo let ín | Sociedad Chilena de Arqueología
uso de taladros manuales y la reducción del tamaño del material mediante
martilleo, en lugar de una trituradora primaria, se traducía en una baja efi-
ciencia operativa (Sánchez Rojas 1968b). Algunos años después del relato de
Sánchez, a mediados de la década de 1970, Santa Cecilia cerró finalmente
sus operaciones y el campamento fue abandonado.
Buenaventura
El sitio de Buenaventura está situado a 5 km al suroeste del pueblo de Olla-
güe y a 6,9 km de la frontera entre Chile y Bolivia, a una altitud de 3.730
metros. Es el mayor y más complejo de los sitios aquí descritos. Es también
un sitio omnipresente en la tradición oral y un referente importante para la
construcción de relatos históricos sobre la historia de la minería del azufre. El
mineral se extraía desde el volcán Ollagüe, en zonas de extracción ubicadas
entre 5.100 y 5.500 metros de altitud y a 11 km aproximadamente del sitio.
Buenaventura se encuentra en la pampa de Ollagüe, una zona caracterizada
por su terreno llano y árido y una ausencia total de fuentes de agua. El agua
necesaria para el campamento minero y su población tuvo que ser transporta-
da en camiones y a través de una tubería desde el salar de Ollagüe, a 4,5 km
Figura 4. Buenaventura, plano del sitio.
213
al sureste del sitio. La elección de este lugar inhóspito se debe a su conexión
con el ferrocarril Antofagasta-Bolivia, del que Buenaventura era una de sus
principales estaciones (Figura 4).
La historia oficial de la explotación del volcán Ollagüe se remonta a 1899,
cuando los empresarios Francisco Caralps Ribot y Federico Lesser presenta-
ron la primera solicitud de licencia minera para explotar las minas de azufre de
este volcán. En 1902, la sociedad Caralps-Lesser realizó las primeras pruebas
de sublimación de azufre en una planta construida en el puerto de Antofagas-
ta, pero debido al alto costo del transporte desde los sitios de extracción hasta
la planta, esta fue paralizada al año siguiente (Vila 1939). En 1916, instalaron
una refinería de diez autoclaves en Buenaventura. Más tarde, Luis Borlando,
yerno de Caralps, adquirió 43 % de la concesión y explotó los sitios del volcán
entre 1932 y 1936, en virtud de un acuerdo de negociación. En 1934 se añadió
un autoclave vascular, que más tarde sería sustituido por un autoclave vertical
fijo de mayor rendimiento. Tras este período, Luis Borlando se hizo cargo de la
mayor parte de los intereses de Francisco Caralps (De Wijs 1943).
La Sociedad Azufrera Borlando Ltda., propiedad de Luis Borlando, constru-
yó las instalaciones industriales y el campamento de viviendas de Buenaven-
tura. En cuanto a sus instalaciones industriales, Benjamín Leiding señala, en
su informe, que Buenaventura contaba, además de la estación de ferrocarril,
con las instalaciones necesarias, como el campamento obrero, la administra-
ción y la pulpería (Leiding 1934: 6).
La información disponible sobre la población de Buenaventura se encuentra
en los censos de 1920, 1930 y 1952. En 1920 se informa una población de 53
personas (19 mujeres y 34 hombres). El censo de 1930 registra 43 hombres y
19 mujeres, y 14 casas. Con una población total de 62 personas, encontramos
una media de 4,4 personas por hogar. En 1934, Benjamin Leiding señalaba
que “sólo hay una media de 50 trabajadores entre la Mina y la Fábrica (Bue-
naventura) para lo que sigue siendo una explotación muy pequeña” (Leiding
1934: 3). En 1952, el censo nacional registró 182 habitantes, de los cuales 55
eran mujeres y 127 hombres. La empresa Borlando cesó sus actividades en
1976, aunque el campamento y todas sus instalaciones fueron abandonadas
definitivamente en 1982.
El sitio de Buenaventura (Figura 4) se dividió en ocho zonas, definidas según
su función: zonas industriales y de trabajo (Zonas 1, 2, 6, 7 y 8), viviendas (Zo-
nas 3 y 5) y administración (Zonas 3 y 4). En total, el sitio comprende 122 uni-
dades arquitectónicas de función industrial, residencial o administrativa (Tabla
1). A diferencia de Estación Puquios y Santa Cecilia, Buenaventura no muestra
estructuras o zonas periféricas de viviendas de pastores.
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214bo let ín | Sociedad Chilena de Arqueología
Sitio Sector Función Área (m2)
Estación Puquios
1 Estación 2.000
2 Doméstico/Corral 88.000
3 Infraestructura industrial 10.200
4 Doméstico 800
5 Doméstico/Administración 4.250
6 Infraestructura industrial 22.800
7 Doméstico/Corral 10.200
8 Infraestructura industrial 600
Santa Cecilia
1 Doméstico/Administración 7.500
2 Doméstico/Administración 7.000
3 Doméstico 1.600
Buenaventura
1 Infraestructura industrial 1.200
2 Infraestructura industrial 2.600
3 Doméstico/Administrativo 936
4 Administración 2.200
5 Doméstico 6.000
6 Bodega, taller 7500
7 Rampla de carga 35
8A Horno 9
8B Horno 13.322
Tabla 1. Sitios, sectores estudiados.
Los espacios del sitio están claramente definidos. Las Zonas 1 y 2 incluyen
los edificios de las instalaciones industriales de refinado y transformación del
azufre y están situadas al este del sitio. Las unidades arquitectónicas están
construidas con mampostería de cemento y piedra. Del mismo modo, los Sec-
tores 6, 7 y 8, situados al oeste del sitio, presentan construcciones con mate-
riales similares. En el caso del Sector 6, estas instalaciones están asociadas
al ferrocarril. El Sector 4, de función administrativa, se localiza en el centro del
sitio, e incluye unidades de funciones diferenciadas destinadas a la gestión del
trabajo y la vida en el campamento, como es el caso del taller mecánico, la pul-
pería y los almacenes. El Sector 5 muestra una organización arquitectónica de
tipo lineal, lo que Ching (2015) definió como “una secuencia lineal de espacios
repetidos”. La forma lineal se define como el producto de una variación pro-
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porcional en las dimensiones de una forma o, en otras palabras, la disposición
de una serie de formas a lo largo de una línea. La serie formal de unidades
arquitectónicas es repetitiva, organizada por muros que separan las viviendas
de los trabajadores.
La configuración arquitectónica y espacial de Buenaventura se compone de
unidades con un alto grado de inversión en función de los materiales utilizados
(mampostería de piedra, cemento, madera de origen foráneo). El sitio también
muestra una organización espacial de forma radial (Ching 2015), con un cen-
tro residencial y administrativo y una periferia en la que se sitúan los espacios
laborales e industriales. Dentro de los espacios domésticos, se observa la dife-
rencia tanto en tamaño como en complejidad entre el Sector 3 (viviendas para
empleados, capataces o personas de rango superior) y el Sector 5 (viviendas
para trabajadores y sus familias). Estas diferencias sociales, así como la ho-
mogeneización de los espacios domésticos de los trabajadores, se explorarán
a través de los objetos y artefactos en la siguiente sección.
Restos materiales del pasado industrial de Ollagüe
A fines del siglo XIX, un conjunto de objetos industriales comenzó a fluir ha-
cia los campamentos mineros del norte de Chile. Estos artefactos y materiales
formaban parte de la integración de nuevos espacios extractivos (Vilches et
al. 2013). Los tres sitios suman un conjunto de 5.934 artefactos clasificados
en seis grandes categorías de materiales. Los artefactos de vidrio son los más
numerosos (50,9 %), seguidos de los de metal (22,9 %), orgánicos (16,6 %),
cerámicos (8,1 %), minerales e inorgánicos (1,2 %) y materiales compuestos
(0,3 %). El mayor número de artefactos procede de Buenaventura (62,7 % del
total). Números menores, pero aún considerables, se presentan en Estación
Puquios y Santa Cecilia (22,4 % y 14,8 %, respectivamente). A continuación,
discutimos en detalle la cultura material de los tres sitios.
Alimentación
La cultura material asociada a la alimentación es mayoritaria en los tres si-
tios (Tabla 2). Representa 72,9 % en Estación Puquios, 67 % en Santa Cecilia
y 55 % en Buenaventura. En cuanto a su distribución espacial, las zonas mejor
representadas son, como era de esperar, las zonas domésticas: 52,5 % en
Estación Puquios, 44,9 % en Santa Cecilia y 51,2 % en Buenaventura. En Es-
tación Puquios, los artefactos relacionados con la alimentación se concentran
en basurales asociados a viviendas de trabajadores. La distribución espacial
muestra que se concentraron casi exclusivamente en las áreas centrales de
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216bo let ín | Sociedad Chilena de Arqueología
los sitios. Esta distribución cercana a las áreas residenciales y administrativas,
así como la ausencia de un área externa para la disposición de desechos, su-
giere que en este sitio no se implementó una estrategia específica de manejo
de desechos.
Sitio
Complejos materiales
Alimentación Arquitectural Doméstico Trabajo
Industrial Total
Estación Puquios 920 108 122 112 1.262
Estancia 205 14 28 25 272
Habitaciones 278 20 18 35 351
Administración 109 11 11 11 142
Espacios industriales 328 63 65 41 497
Santa Cecilia 566 52 161 66 845
Estancia 76 3 20 12 111
Habitaciones 178 23 88 24 313
Administración 312 26 53 30 421
Buenaventura 2.016 670 231 751 3.668
Zonas externas 873 274 133 280 1.560
Habitaciones 9 8 6 2 25
Administración,
espacios públicos 1.024 352 73 182 1.631
Espacios industriales 110 36 19 287 452
Total 3.502 830 514 929 5.775
Tabla 2. Materiales asociados a alimentación por sitio.
Una proporción significativa de los restos de consumo alimentario se en-
cuentra en las zonas administrativas. En Santa Cecilia, esto representa 55,1 %
de los restos. En Buenaventura, los restos están fuertemente concentrados en
basurales asociados con las áreas domésticas y administrativas. A diferencia
de los casos de Estación Puquios y Santa Cecilia, en Buenaventura se obser-
va una alta proporción en áreas periféricas del sitio, lo que sugiere un manejo
de desechos y una probable organización centralizada de disposición dentro
del campamento.
Cerámica
La cerámica de los tres sitios es relativamente homogénea y muestra un
predominio significativo de los tipos de loza blanca sin decoración (69,3 % del
total de los tres sitios). Los tres sitios muestran un importante número de vaji-
llas producidas en Penco. Esta presencia se explica por la demanda nacional
217
de artículos industriales, generada principalmente por el desarrollo urbano y la
expansión minera. Las fluctuaciones de los precios internacionales y la deva-
luación de la moneda chilena a fines del siglo XIX encarecieron los productos
importados, lo que estimuló el consumo de productos de fabricación nacional
(Salazar 2009). Este marco económico tuvo dos consecuencias importantes:
el desarrollo de la manufactura y la producción industrial local, entre ellas la
cerámica, en especial en la ciudad de Penco, uno de los centros de producción
más importantes, y la expansión de este mercado para su venta en los campa-
mentos mineros del norte del país.
Botellas de vidrio
El vidrio es la mayor categoría de material en los tres sitios. Los restos de
vidrio relacionados con la alimentación representan 71,6 % del total, entre los
cuales 1.527 fragmentos de botellas de diversos tipos. Dentro de esta catego-
ría, las botellas observadas dan testimonio de un proceso de fabricación auto-
mático, cuya aparición puede fecharse cronológicamente a principios del siglo
XX (Busch 1987; Newman 1970). En Chile, las marcas de fábrica informan
sobre la datación de su producción. En 1902, la Fábrica Nacional de Vidrios
(FNV) inició la producción de botellas de vidrio en su fábrica de Santiago. En
1929, la FNV pasó a llamarse Cristalerías Chile (CC) (Kirsch 1977).
La proporción de fragmentos de botellas con sellos FNV y CC para cada uno
de los tres sitios muestra algunas diferencias. En Buenaventura predomina el
sello FNV (53 %), mientras que el sello CC predomina en los sitios Estación
Puquios (70 %) y Santa Cecilia (79 %). Esta distribución podría indicar diferen-
cias en el orden cronológico. En efecto, Buenaventura pudo haber tenido un
acceso temprano a las botellas fabricadas por FNV, ya que el campamento
minero se construyó en 1916. En cambio, en Santa Cecilia, las operaciones
comenzaron en 1930, mientras que Estación Puquios pasó por dos etapas de
explotación: la primera entre 1907 y 1937, y la segunda entre 1941 y 1964. Así
pues, la importante presencia de botellas fabricadas por CC podría atestiguar
este segundo período de ocupación del lugar.
Es interesante notar la abundancia de restos de bebidas alcohólicas (32,1
% del total de la categoría de bebidas), considerando que el alcohol estaba
prohibido en los campamentos mineros. La presencia de bebidas alcohólicas
embotelladas sugiere que los controles sobre el acceso a las bebidas eran
flexibles, o que no existían sanciones reales para impedir que los residentes
del lugar accedieran a ellas. La posibilidad de una circulación y consumo clan-
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
218bo let ín | Sociedad Chilena de Arqueología
destino de bebidas alcohólicas no debe tampoco ser descartada4, una arista
que debería ser profundizada en futuras entrevistas. Esta situación se observó
en otros contextos mineros del norte de Chile (Vilches et al. 2013) y probable-
mente no era infrecuente en los campamentos azufreros de Ollagüe. Las bote-
llas de vino predominan en los tres sitios. Sin embargo, alcanzan proporciones
más elevadas en Buenaventura (45 % de las bebidas alcohólicas en este sitio,
frente a 39 % en Estación Puquios y 25 % en Santa Cecilia). Cabe señalar que
22 fragmentos de botellas de vino llevan una marca o inscripción atribuida a
la producción nacional. Del mismo modo, entre las bebidas alcohólicas des-
tiladas, el pisco de origen chileno predomina sobre otros alcoholes de origen
extranjero, como el brandy o el whisky. Esto podría demostrar una preferencia
o un mejor acceso a las bebidas de producción nacional. Es importante tener
en cuenta el papel que desempeña la reutilización de botellas, lo que Michael
Schier define como “lateral cycling”5 (Schier 1972: 159). Según los testimo-
nios, el alcohol se consumía y las botellas se reutilizaban. Una habitante de
Santa Cecilia, que trabajaba como cocinera, recuerda haber llenado botellas
vacías de pisco y vino con té, y haberlas dado a los trabajadores por la maña-
na antes del trabajo.
Las botellas de refrescos y leche indican el acceso a productos industriales.
Las botellas de leche se encuentran casi exclusivamente en el sitio de Buena-
ventura, lo que puede estar relacionado con el hecho de que este campamento
haya acogido a un mayor número de familias con niños. Las botellas de refres-
cos, presentes en los tres sitios, también atestiguan el consumo de productos
elaborados industrialmente. Tal es el caso de las botellas de Coca-Cola, una
buena ilustración de la inserción de prácticas de consumo masivo, ya que esta
marca se convirtió en un hito de la influencia cultural estadounidense y de las
transformaciones locales de la modernidad capitalista (Miller 1998).
Contenedores de metal
La abundancia de latas metálicas producidas industrialmente en los tres si-
tios también indica prácticas relevantes de consumo de alimentos. En Chile, la
industria nacional de fabricación de latas estaba poco desarrollada a principios
del siglo XX, ya que en aquella época la mayoría de los alimentos enlatados
eran importados. Las sardinas, por ejemplo, fueron un producto popular entre
1909 y 1913, siendo España y Portugal los principales proveedores. Como
las sardinas se importaban a bajo precio, el producto estaba al alcance de la
4. Agradecemos a José Francisco Blanco por señalarnos esta tercera posi-
bilidad.
5. “Ciclo lateral” (la traducción es nuestra).
219
población de renta media y baja (Couyoumdjian 2009). Esta situación cambió
gradualmente hacia la década de 1930, cuando la crisis económica provocó
una drástica reducción de las importaciones. Sin embargo, la demanda no
disminuyó, lo que estimuló el enlatado de productos locales (Couyoumdjian
2009).
En los centros mineros como Ollagüe, las conservas juegan un papel im-
portante debido a la lejanía de los puntos de producción y distribución o venta,
que sin embargo están conectados a los centros mineros por el ferrocarril. Las
latas metálicas son abundantes en los basurales, principalmente en el de San-
ta Cecilia (63,2 % de la categoría de objetos). Más allá de su función culinaria
primaria, estos artefactos a menudo eran reciclados, una práctica común en
los campamentos mineros del siglo XX. Los llamados “choqueros” son un ob-
jeto esencial y omnipresente en estos espacios productivos del norte de Chile
(Vilches et al. 2013), casi un símbolo de la precariedad y el ingenio minero.
Paralelamente a la presencia de artefactos asociados a la alimentación, la
ausencia de ciertos objetos es igualmente reveladora. Los utensilios metálicos
de mesa están prácticamente ausentes en los tres sitios y se encontraron
escasos restos exclusivamente en sus basurales. Estación Puquios y Santa
Cecilia presentan solo cucharas (n=1 y n=2, respectivamente), mientras que
en Buenaventura se identificaron tres cucharas, un tenedor y dos mangos de
utensilios indeterminados. Esta baja representación es llamativa, teniendo en
cuenta la abundancia de otros artefactos de consumo alimentario. Un testimo-
nio ofrece una posible explicación a esta ausencia: “Cada uno tenían sus cu-
charitas. Distintas clases de cucharita. Algunos tenían sus cucharitas de palo.
Ellos [los trabajadores] se hacían sus propias cucharitas” (O. M., Ollagüe). Así
pues, la rareza de los utensilios de mesa podría indicar una falta general de
disponibilidad de estos objetos utilitarios en el inventario de productos dispo-
nibles en los sitios. La historia oral sugiere que los habitantes eran autosufi-
cientes en este sentido, ya fuera por elección, tradición o por necesidad, un
fenómeno común observado en otros sitios mineros de la región (Vilches et al.
2013).
Restos zooarqueológicos
Registramos 219 fragmentos de restos óseos de animales, 67,6 % en Bue-
naventura, 14,6 % en Estación Puquios y 17,8 % en Santa Cecilia. Estos res-
tos se encuentran principalmente en los basurales asociados a los espacios
domésticos de los sitios. El basural 1 en Estación Puquios representó 50 % de
los fragmentos del sitio; de manera similar, dos tercios de los restos en Santa
Cecilia se registraron en el basural 1, asociado con los espacios domésticos
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
220bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
en el Sector 1. En Buenaventura, sin embargo, 44.6 % se encontró en el basu-
ral 2, al oeste del sitio, comparado con 35,1 % en el basural 1, asociado con
espacios domésticos en el Sector 5.
El mal estado general del conjunto óseo y el avanzado deterioro de la su-
perficie ósea afectaron la identificación de especies y la observación de posi-
bles huellas tafonómicas. No obstante, el análisis permitió una identificación
taxonómica y se pudo atribuir 64,8 % a la clase Mammalia (Bos taurus) y 19,2
% a camélidos (lamas) (Rivera 2018). La hipótesis del consumo de especies
silvestres como el guanaco o la vicuña no debe desecharse. Carl Koford, por
ejemplo, describió la caza ilegal de vicuñas en Perú, refiriéndose a un cam-
pamento minero en el que estuvo alojado y donde la carne de vicuña era un
alimento habitual (Koford 1957). Según el autor, la carne de vicuña era uno
de los alimentos favoritos de las comunidades indígenas: “In remote areas
where fresh meat is scarce, one can hardly blame local natives for killing vi-
cuñas to obtain meat and hides for their own use. The Indians prefer vicuña
meat to any other kind”6 (Koford 1957: 213). Koford (1957) también mencio-
na que en los campamentos azufreros de la región de Antofagasta se solía
matar vicuñas por su carne. Según los testimonios orales registrados, en los
campamentos de Ollagüe la carne de camélidos era consumida, aunque la
carne parece provenir de llamas. Finalmente, las huellas de corte reflejan di-
ferentes etapas de procesamiento y sugieren dos estrategias de adquisición
diferentes. El Bos taurus parece llegar preprocesado a los sitios, mientras
que los restos de Camelidae muestran un procesamiento local.
Medicación y cuidados corporales
Los objetos de medicación y cuidado corporal forman parte del complejo
doméstico y proporcionan información sobre aspectos de la vida cotidiana en
los campamentos. La distribución espacial de los artefactos pertenecientes
al complejo doméstico varía entre los tres sitios. En Estación Puquios, estos
objetos están asociados a espacios administrativos e industriales (62,3 %). En
Santa Cecilia, en cambio, están asociados a espacios domésticos (67,1 %). En
el caso de Buenaventura, se encuentran principalmente en los basurales 1 y
2, en las áreas periféricas del sitio (57,6 %), a pesar de una parte significativa
asociada a espacios residenciales y administrativos en el Sector 4 en el centro
del campamento (31,6 %).
6. ”En zonas remotas donde escasea la carne fresca, difícilmente se puede
culpar a los nativos locales por matar vicuñas para obtener carne y pieles para
su propio uso. Los indígenas prefieren la carne de vicuña a cualquier otro tipo”
(la traducción es nuestra).
221
La atención se centra aquí en los artefactos de cuidado corporal, belleza,
medicación e higiene, que proporcionan información sobre las prácticas de
cuidado en los campamentos. En Chile, la necesidad de reformar y rehabilitar
el “capital humano” se convirtió en una prioridad estatal ya en la década de
1930. Las reformas sanitarias tenían como objetivo mejorar las capacidades
laborales de los trabajadores para que dispusieran de las herramientas ade-
cuadas para el proceso de industrialización, que entonces se consideraba la
clave del desarrollo del país (Ibarra 2016). Las condiciones sanitarias de los
trabajadores se convirtieron así en una preocupación importante tanto para el
Estado como para las empresas industriales.
La diversidad de medicamentos y cuidados personales en los sitios indica la
importancia que se le otorgó al mantenimiento de la salud individual. Se obser-
va una diferencia significativa entre la proporción de artículos de medicación
en Buenaventura (29 % del total) y Estación Puquios (6,4 %). Esta diferencia
de proporciones sugiere un acceso distinto al mercado en lo que respecta a
la salud y el bienestar. Aunque los habitantes de los dos sitios no tenían ac-
ceso a un servicio de salud in situ, sin embargo, los de Buenaventura habrían
tenido acceso a algunos de los productos disponibles en el pueblo cercano de
Ollagüe. En cambio, los habitantes de Estación Puquios, más aislados de los
centros poblados, se habrían visto obligados a viajar para cada consulta de
salud.
Los artículos de belleza también ocupan una presencia importante en forma
de peinetas, rizadores, frascos de crema y perfume, especialmente en Bue-
naventura. Aunque hemos identificado un conjunto homogéneo de artefactos,
el uso de objetos de cuidado personal probablemente contribuyó a un sentido
de identidad y quizás de individualidad entre los trabajadores (Shackel y Palus
2006). Las entrevistas también ponen de relieve la existencia de una “hibrida-
ción” de prácticas culturales (Bhabha 1994) relacionada con la salud de los
trabajadores, donde la llamada medicina científica convivía con los cuidados
tradicionales. Así lo recuerda A. Q., una vecina de Ollagüe, al evocar el papel
de su padre, un curandero al que varias personas acudían para consultar:
Con las personas que están enfermos, lo que querían que le haga el pago a
la tierra, le venían a buscar. Y decía que “pucha, mi hijo está enfermo”, leía
las cartas, “pucha tú tanto tiempo no hiciste el pago a la tierra, que adonde tú
trabajas, necesitas que tu hagas el pago a la tierra y con este te va a ir bien”.
Y hacía eso y les iba bien. Y la gente más fe le tenía.
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
222bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
Restos arquitectónicos y de construcción
La categoría de restos arquitectónicos incluye todos los elementos asocia-
dos a las fases de construcción, reparación y desmantelamiento de las es-
tructuras de los sitios. Representa 8,1 % en Estación Puquios, 5,9 % en Santa
Cecilia y 18 % en Buenaventura. Los artefactos más numerosos en los tres
sitios corresponden a vidrios de ventanas (n=330), clavos (n=300) y artefactos
varios de sujeción (n=86). Otros restos de esta categoría están relacionados
con el diseño arquitectónico e incluyen componentes de fontanería y tuberías
(n=10) y artefactos de iluminación (n=21). Para cada sitio, esta categoría está
asociada con espacios administrativos: 68,5 % en Estación Puquios, 50 % en
Santa Cecilia y 52,5 % en Buenaventura. Estas proporciones sugieren que
los edificios de estos espacios han sido objeto de importantes inversiones en
obras de reparación y reordenación.
Los materiales de este complejo testimonian de la constante necesidad de
mantenimiento y reparación de los espacios construidos y sobre las prácticas
de desmantelamiento de edificios e instalaciones industriales tras su abandono
(Figura 5). Según las entrevistas, estas prácticas continúan en la actualidad:
–Y me parece que en Buenaventura ahí, en la planta todavía quedan auto-
claves, en buenas condiciones parece que están, porque yo la otra vez fui a
darme una vuelta por ahí, andaba buscando unos tubos que necesitaba, dije
yo de repente encuentro ahí, y fui, y ahí me di una vuelta así como a “luquiar”,
mirar por ahí, bueno, materiales todavía quedan, porque el dueño de esa azu-
frera era Borlando y Compañía, el dueño de la minera San Pedro, ese era
el dueño. Pero después lo arrendó, él se fue, los hijos, después los hijos no
hicieron nada, y ahí está, está todo desarmado ya.
–¿Abandonado?
–Abandonado. Cuando terminó eso, el campamento estaba techado, la es-
cuela, los chalés, todo estaban techados, ahora está todo un desastre. Le han
sacado las calaminas, le han sacado las puertas, ventanas, todo (Entrevista
V. A., Ollagüe).
Restos de producción industrial
Los restos industriales incluyen todos los artefactos relacionados con el tra-
bajo minero. Representa 8,4 % del conjunto material en Estación Puquios, 7,5
% en Santa Cecilia y 20,2 % en Buenaventura. La proporción de artefactos
del complejo industrial muestra diferencias entre los tres sitios. En Estación
Puquios, una alta proporción se encuentra en el basural 2 (36,6 %), asociado
al ferrocarril, y en el basural 1 (31,3 %), asociado a espacios residenciales.
Ambos se encuentran en las zonas centrales del sitio. En Buenaventura, en
223
cambio, una proporción significativa está asociada a las áreas periféricas del
sitio (24,2 % en el basural 1 y 30,6 % en el basural 3) y a unidades industriales
en el Sector 2 (33,4 %). En Santa Cecilia, una elevada proporción del complejo
industrial está asociada a zonas residenciales, tanto de trabajadores como de
pastores (74,2 %).
Para este complejo industrial, los metales desempeñan un papel esencial.
La mayoría de los artefactos metálicos registrados en los tres sitios presentan
un alto índice de fragmentación y oxidación. Se observa un predominio de
recipientes y residuos de hierro, ya que estos objetos remiten sobre todo a
funciones constructivas. Cabe señalar que los objetos metálicos de fabrica-
ción industrial son cuatro veces más numerosos que los objetos artesanales
(1.076 fragmentos de fabricación industrial frente a 284 fragmentos artesa-
nales). Esta diferencia es más pronunciada en Santa Cecilia que en Buena-
ventura, ya que en el primer sitio hay más de 90 % de artefactos industriales
y en el segundo hay una mayor proporción de objetos artesanales (25,8 %),
especialmente herramientas de trabajo. Los artefactos metálicos sugieren una
posible estandarización y normalización, probablemente una característica de
la producción industrial en contextos geográficos aislados.
Figura 5. Buenaventura, habitación de trabajadores desmantelada.
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
224bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
Ollagüe y el mercado global
Para los tres campamentos azufreros, los artefactos analizados correspon-
den principalmente a restos secundarios (Schier 1972, 1987; Wilson 1994).
La cultura material dentro y fuera de los edificios y en las zonas de descarte
adyacentes son lo que Schier (1972) define como “backyard dumps”. Tam -
bién se registró una proporción significativa de artefactos en los basurales de
la periferia de los sitios, especialmente en Buenaventura.
En cuanto a las prácticas de consumo y descarte, el alto grado de fragmen-
tación de las botellas de vidrio probablemente indica un acceso continuo a
nuevos artefactos y vínculos comerciales estables con centros de producción
o distribución de bienes. Jane Busch (1987) señala que cuando la oferta supe-
ra a la demanda hay menos necesidad de reutilizar objetos como las botellas,
una cantidad significativa de las cuales se desecha después de un solo uso.
La elección de reutilizar o desechar es en sí misma un aspecto significativo de
las prácticas de consumo y puede observarse en los tres lugares estudiados.
Los artefactos analizados pueden ser entendidos como agentes activos en
la configuración del espacio social de los campamentos y revelan similitudes
con otros contextos industriales y mineros del norte de Chile (Angelo 2018;
Salazar et al. 2023; Vilches et al. 2007; Vilches et al. 2013). Son predominan-
temente de fabricación industrial, lo que refleja la creciente disponibilidad de
estos objetos y una amplia conectividad territorial posibilitada por el ferrocarril
desde fines del siglo XIX (Figura 6). Además, hay poca variación en el conjunto
material. El aislamiento de los campamentos mineros y la influencia comercial
de los propietarios explicarían esta escasa variabilidad de la cultura material.
En Buenaventura, donde existía una pulpería de la empresa, los objetos im-
portados de los centros urbanos vecinos conforman un conjunto homogéneo,
con escasas diferencias en cuanto a marca u origen de fabricación. Esta ho-
mogeneidad material podría responder a una política de uniformidad y fruga-
lidad, considerando que quienes controlan el abastecimiento, y el mercado
interno, son los dueños del campamento. En otros contextos, algunos autores
han sugerido que el uso de objetos y los hábitos alimentarios estandarizados
establecían comportamientos disciplinados que apoyaban la jerarquía (Leone
y Shackel 1987). Más allá de esta estandarización, la materialidad de los cam-
pamentos de Ollagüe probablemente también contribuyó a crear un sentido
de pertenencia a la comunidad minera, si acordamos que la baja variabilidad
observada sugiere una homogeneización de la comunidad a través de la adop-
ción del consumo masivo.
225
La materialidad del capitalismo industrial de Ollagüe acentúa las formas en
que la comunidad local, integrada a las nuevas formas de trabajo asalariado,
articuló los parámetros locales de la modernización. Artefactos y materiales
dan testimonio de prácticas de consumo que se inscriben en un contexto re-
gional de explotación minera a corto plazo, caracterizado por un conjunto limi-
tado en términos de variabilidad material. El aislamiento de los campamentos
mineros de Ollagüe y el control comercial ejercido por los dueños son clave
para entender la estrecha gama de materialidades. Esta homogeneidad puede
entenderse a partir de la política de desarrollo industrial y la estrategia eco-
nómica colectiva que orientaba las prácticas de consumo, una estrategia que
favorecía las ganancias maximizando la producción, lo que tendía a reducir
la variabilidad material. Los trabajadores utilizaban artefactos más eficientes
para realizar sus tareas, estandarizando así su uso. Del mismo modo, los pro-
pietarios, que tenían el control comercial y la venta de los productos de la pul-
pería, importaban un conjunto uniforme y rentable de materialidades.
Sin embargo, esta situación no es observable en la incorporación de bienes
de equipamiento y nuevas tecnologías industriales (andariveles, autoclaves,
camiones), según una lógica de relación proporcional entre minimización de
costes y maximización de la producción. Esta lógica de estandarización de la
oferta material y de los artefactos puede situarse, por tanto, en el marco del
beneficio a través de la minimización de costos. El conjunto de la cultura mate-
rial proporcionaría así pistas sobre las lógicas del sistema capitalista impuesto
en la región durante el siglo XX.
Figura 6. Rango cronológico de materiales por sitio.
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
226bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
La inserción de Ollagüe en la política de modernización, derivada de la cons-
trucción del ferrocarril, la expansión minera y la conectividad vial a través de
la incorporación de camiones, necesitó también de un conjunto de bienes de
producción nacional y extranjera incorporados en la vida cotidiana de estas
nuevas sociedades mineras que se desarrollaron en los campamentos. A
partir de la historia oral, sabemos que los almacenes locales y las pulperías
funcionaban frecuentemente sin dinero. La gente pedía lo que necesitaba, se
tomaba nota y se descontaba.
Ollagüe se incorporó a los circuitos comerciales regionales y mundiales,
cuyas mercancías llegaban para satisfacer nuevas necesidades. Así, la cultura
material da testimonio de estas redes comerciales provenientes de los gran-
des centros industriales del mundo (Figura 7). Sin embargo, cabe señalar que
los artefactos de origen chileno son mayoritarios. El acceso a los productos
de origen extranjero puede haber estado controlado o restringido, a juzgar por
su escasa proporción. Por otro lado, los artefactos de producción nacional se
habrían beneficiado de una mayor disponibilidad. Ollagüe ilustra una situación
bien conocida en los Andes: el polo minero funcionaba como un mercado de
mano de obra y bienes de consumo, abastecido tanto por las unidades agríco-
las circundantes como por las redes de comercio interregional.
A su vez, la demanda minera modificó la agricultura regional (Assadourian
et al. 1980). Cuando los campamentos mineros como Estación Puquios, Santa
Cecilia y Buenaventura estabilizaron el mercado laboral a través de la mano
de obra local y migrante, comenzó a configurarse un mercado de bienes de
consumo. El funcionamiento de un nuevo tipo de mercado de consumo creó, a
su vez, una nueva forma de relación entre las unidades agrícolas y el mercado
minero. Al mismo tiempo, la actividad minera generó una demanda de bienes
de capital que solo podía satisfacerse a través de canales comerciales nacio-
nales y mundiales. De ese modo, las relaciones capitalistas de producción
fueron constituyéndose en los principales factores que condicionaron el ritmo
del cambio social en Ollagüe.
Conclusiones
En Chile, la expansión territorial del Estado chileno tras la guerra con Perú
y Bolivia (1879-1884) fue de carácter militar, político, económico y cultural.
Reformuló el imaginario nacional y estableció políticas de integración de las
poblaciones locales, principalmente indígenas, en la historia nacional. Durante
el siglo XX, la expansión de la industria minera y sus nuevas demandas en tér-
minos de tecnología, infraestructura, vías de comunicación y abastecimiento
227
conducirían a una progresiva intensificación de la dependencia de las pobla-
ciones locales al mercado capitalista.
La escasez de recursos locales necesarios para la mantención de un soste-
nido incremento de población trabajadora que llegó a los nuevos campamentos
mineros (Galaz-Mandakovic y Rivera 2021) se resolvió con una dependencia
del sistema de distribución de las redes de comercialización, lo que favoreció
la introducción de materialidades procedentes de otros países y de otras regio-
nes chilenas. La instalación de los campamentos mineros requirió de un nuevo
conjunto de materialidades para mantener una mano de obra creciente. Esta
necesidad favoreció el desarrollo de nuevas redes comerciales entre distintas
zonas ecológicas (Monbeig 1951) –y, por ende, el transporte (Richard et al.
2016; Richard et al. 2018)–, que se volvieron fundamentales en la configura-
ción del capitalismo periférico en el espacio social industrial de Ollagüe.
Las materialidades de los campamentos azufreros de Ollagüe revelan el
predominio de manufacturas de origen industrial. También reflejan el grado de
acceso e integración de las comunidades locales a los mercados regionales
debido a la nueva conectividad territorial establecida por los nuevos medios de
transporte desde finales del siglo XIX. En Ollagüe, el ferrocarril y la industria
transformaron un paisaje inhóspito, cuyas materialidades de origen nacional y
extranjero atestiguan la inserción de las políticas modernizadoras derivadas
del impulso a la minería del azufre. Es más, tal como ejemplificamos al inicio
con el objeto tarro, los diferentes conjuntos materiales demuestran también
Figura 7. Procedencia identificada por marcas y sellos.
Más que tarros y latas: modernización, materialidades... | Francisco Rivera y Rodrigo Lorca
228bol etí n | Sociedad Chilena de Arqueología
las prácticas de reutilización y, más importante aún, de apropiación en la vida
cotidiana de los trabajadores y sus familias.
–Igual ahí en los cerros íbamos a jugar, ahí hacíamos los… de los tarritos de
sardinas, hacían como una bateítas, jugábamos a los trenes.
–¿Hacían juguetes con las latitas?
–Sí, con las latitas. Sí, mis hermanos, yo me acuerdo que hacíamos unos
camioncitos de unos alambres, de latas, de los tarros de salmón, sardina. De
esos. Parece que no, nosotros no teníamos regalos para la Navidad, esos
eran nuestra entretención. Después último sí, po, la empresa nos empezó a
mandar regalos [risas]”.
Agradecimientos. Este trabajo es parte del Proyecto FONDECYT Nº 11220113,
financiado por ANID, Chile. Agradecemos a la comunidad de Ollagüe por su
apoyo a esta investigación, al equipo pasado y presente del Proyecto Arqueo-
lógico Alto Cielo, a Paula González por el registro de entrevistas, y a José
Francisco Blanco, y a los editores y revisores anónimos por sus observaciones
y comentarios.
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azufre. Ministerio de Fomento, Departamento de Minas y Petróleo, Santiago de
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