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abierto
Íconos. Revista de Ciencias Sociales
ISSN: 1390-1249
ISSN: 1390-8065
FLACSO Ecuador
Verdú-Delgado,, Ana D.; Guarderas-Albuja., Paz
“Nadie dice nada”. Percepción de estudiantes sobre el acoso sexual universitario en Ecuador
Íconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 79, 2024, Mayo-Agosto, pp. 147-165
FLACSO Ecuador
DOI: https://doi.org/10.17141/iconos.79.2024.5935
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50977853008
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 79 • vol. XXVIII (2do. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
mayo-agosto 2024 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.79.2024.5935 • Páginas 147-165
Resumen
El acoso sexual constituye un fenómeno cotidiano que actualmente está acaparando una considerable atención
en Ecuador, tanto por la denuncia del movimiento feminista como por su mayor visibilidad a través de los
medios de comunicación. El objetivo de este artículo es identicar la percepción subjetiva del estudiantado
universitario ecuatoriano sobre el acoso sexual en los centros de educación superior. En especíco, nos
interesa comprender las particularidades culturales que pueden limitar la ecacia de las estrategias orientadas
a la prevención del problema en dicho contexto. Para la obtención de los datos realizamos entrevistas a 63
estudiantes de entre 18 y 23 años con matrícula en una universidad privada ubicada en Quito. Los resultados
obtenidos muestran que se percibe menor presencia del acoso sexual en el contexto universitario que en el
resto de los espacios públicos. El estudiantado muestra una actitud crítica con respecto a la normalización
de este problema en el país y a la falta de información sobre la sexualidad, el acoso y la violencia sexual. Sin
embargo, establecen una actitud pasiva frente a ello, en concordancia con la actitud social que observan.
Los resultados también sugieren que el acoso sexual afecta signicativamente más a las mujeres y a personas
LGTBI.
Descriptores: acoso sexual; Ecuador; estudiantes; percepción social; universidad; violencia de género.
Abstract
Sexual harassment is a daily phenomenon that is currently attracting considerable attention in Ecuador both
because of denunciations by the feminist movement and because of its greater visibility in the media. e
objective of this article is to identify the subjective perception of Ecuadorian university students about sexual
harassment in higher education institutions. Specically, we are interested in understanding the cultural
particularities that may limit the eectiveness of strategies aimed at preventing the problem in this context.
To obtain data, we conducted interviews with 63 students between 18 and 23 years of age enrolled in
a private university located in Quito. e results obtained show that sexual harassment is perceived to
be less present in the university context than in other public spaces. e student body shows a critical
attitude regarding the normalization of this problem in the country and the lack of information on sexuality,
harassment, and sexual violence. However, they adopt a passive attitude towards it in accordance with the
social attitude they observe. In addition, the results indicate that sexual harassment aects women and
LGTBI people signicantly more.
Keywords: sexual harassment; Ecuador; students; social perception; university; gender violence.
temas
“Nadie dice nada”. Percepción de estudiantes sobre
el acoso sexual universitario en Ecuador
“Nobody says anything”: Students’ perception of university
sexual harassment in Ecuador
Dra. Ana D. Verdú-Delgado, Profesora. Universidad Técnica Particular de Loja. (Ecuador).
(adverdu@utpl.edu.ec) (https://orcid.org/0000-0001-6461-8502)
Dra. Paz Guarderas-Albuja. Profesora titular. Universidad Politécnica Salesiana (Ecuador).
(mguarderas@ups.edu.ec) (https://orcid.org/0000-0002-2217-7179)
Recibido: 28/04/2023 • Revisado: 20/07/2023
Aceptado: 27/10/2023 • Publicado: 01/05/2024
Libros de FLACSO Ecuador
Ana D. Verdú-Delgado y Paz Guarderas-Albuja
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1. Introducción
El acoso sexual universitario es un problema que comenzó a instalarse en la esfera
pública en Ecuador a partir de que los movimientos feministas y estudiantiles visibi-
lizaron el fenómeno y los medios de comunicación generaron un debate en la socie-
dad civil.1 Desde ese momento las estudiantes no han parado de denunciarlo.2 Este
proceso ha ido de la mano de la emergencia de un feminismo con nuevos rostros. Las
calles de Quito se han llenado de jóvenes que gritan contra la violencia de género y a
favor de la despenalización del aborto.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos ([INEC] 2019),
el 19% de las mujeres ecuatorianas han experimentado violencia de género en las
instituciones educativas. Por su parte, Larrea et al. (2023) apuntan que cinco de cada
10 mujeres docentes y estudiantes han vivido acoso sexual en las universidades y seis
de cada 10 personas de las disidencias sexogenéricas han sufrido ese tipo de violencia
en Quito. Por ello, las entidades rectoras de las políticas públicas de la educación su-
perior en el Ecuador sugirieron a las universidades la implementación de protocolos
de prevención y actuación para casos de acoso, discriminación y violencia basada en
género y orientación sexual. Desde entonces han surgido diferentes iniciativas para
sensibilizar sobre este asunto en el ámbito universitario.
El objetivo del presente artículo es identicar la percepción subjetiva que el estu-
diantado tiene sobre el acoso sexual en Ecuador. Especícamente, nos interesa com-
prender las particularidades culturales que pueden limitar la ecacia de las estrategias
desarrolladas contra el acoso sexual en dicho contexto, pues existe un esfuerzo por
implementar medidas orientadas a la prevención del problema. Este objetivo es co-
herente con la necesidad de entender en qué medida el imaginario social sobre la se-
xualidad de la juventud ecuatoriana afecta su comprensión del acoso sexual o incluso
de su normalización.
El estudio en el que se basa este artículo se realizó mediante entrevistas a estu-
diantes de una universidad en Quito, donde previamente se habían realizado diver-
sas campañas de sensibilización sobre el problema y en paralelo con la aplicación
de un protocolo especíco para prevenir el acoso sexual. En los primeros acápites se
abordan las investigaciones realizadas en torno a la juventud y a la sexualidad, par-
ticularmente para el caso ecuatoriano, pues en este contexto se evidencia un esque-
ma binario de género que puede impactar en la forma de entender el acoso sexual.
Posteriormente, se indaga acerca del acoso sexual universitario y su percepción por
parte de las juventudes. Luego se presenta la metodología de la investigación y
1 Entre los múltiples artículos de prensa que abordan el tema se pueden mencionar dos de El Comercio, titulados “Denuncias de presun-
to acoso en Facultad de Trabajo Social de la U. Central preocupan” (Bravo 2016) y “Docente acusado de supuesto acoso fue separado
de la Universidad Central” (Pacheco 2016).
2 Diferentes diarios de Ecuador han tratado este hecho. Para revisar artículos sobre el tema ver Cevallos (2018) y Wambra (2022).
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los resultados organizados de acuerdo con las categorías emergentes en el análisis.
Finalmente, las conclusiones destacan cómo se normaliza y se responde al acoso
mediante una actitud pasiva a pesar de existir un pensamiento bastante crítico con
respecto a este problema en la juventud universitaria ecuatoriana.
2. Juventud y sexualidad en Ecuador
Desde sus orígenes el feminismo ha convertido el amor y la sexualidad en cuestiones
clave para el análisis de la desigualdad de género, así como para abarcar en toda su com-
plejidad la violencia contra las mujeres en cuanto problema social. En el contexto ecua-
toriano, donde el género forma parte de un rígido sistema de jerarquización impuesto
desde la Colonia, la desigualdad en el ámbito de la sexualidad sigue estrechamente
unida a los desequilibrios de poder entre mujeres y hombres. La doble moral sexual,
o lo que María Cuvi y Alexandra Martínez (2001, 326) llaman “concepción dual del
placer”, constituye un elemento fundamental de la desigualdad de género. En su estu-
dio sobre la construcción de la identidad femenina en Ecuador, las autoras exploran la
condición moral de la feminidad, cuya sexualidad ha de subordinarse a la masculina.
Así, las mujeres aprenden a ser “buenas”, concepto que va unido a la virginidad, a
la maternidad y a la disposición al cuidado. En contraste, la masculinidad tradicional
en Ecuador se ha construido a partir de la idea de virilidad y honor, y en el ámbito
de las relaciones con las mujeres se ha asociado a la indelidad y al abandono (Cuvi y
Martínez 2001). Para Cuvi y Martínez (2001) la violencia contra las mujeres aparece
como forma de castigo frente a la transgresión de estas normas.
La cuestión del servicio o disponibilidad femenina para el otro no es un aspecto
que deba subestimarse cuando analizamos el acoso, pues representa un código de gé-
nero que a su vez está presente en el modo en que ocurre el abuso sobre las mujeres.
Un rasgo de las estructuras patriarcales es precisamente la capacidad masculina de
acceso a los cuerpos femeninos (Amorós 2008, 218), generalmente en condiciones
que erotizan la desigualdad (Bourdieu 2000, 35). Esto implica que el no consenti-
miento femenino también puede constituir un elemento de conicto, clave a la hora
de entender las dinámicas del abuso en contextos donde la disponibilidad de las
mujeres congura un ideal cultural. De hecho, Pagnone et al. (2021) destacan que el
acoso sexual en el contexto universitario se da muy comúnmente en el umbral entre
la seducción y el acoso y señalan que este patrón de género, aunque no garantiza que
los hombres no puedan ser a su vez víctimas de acoso sexual, sí afecta la forma en que
este será percibido.
En la actualidad, analizar la desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito afec-
tivo-sexual supone entender cómo las relaciones heterosexuales siguen atravesadas por
una distribución asimétrica del poder, a pesar del cambio experimentado por la ju-
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ventud en relación con el género. En América Latina dicho cambio conlleva un salto
intergeneracional importante que se expresa en una mayor conciencia con respecto
al machismo y a la violencia contra las mujeres, algo favorecido por las dinámicas del
mundo globalizado y por el acceso a las tecnologías de la información. La desvincula-
ción de la sexualidad de la procreación y la “creciente diversidad de prácticas de relacio-
namiento” (Moreno 2008, 47) coexisten en un escenario complejo y contradictorio en
el que también se aprecia un proceso de resignicación de lo sexual hacia modelos más
igualitarios. Así lo apunta Nitschack (2008) al observar la superación de la oposición
mujer pura/sexualizada en la mente de los hombres jóvenes.
En la práctica el nuevo ideal de pareja colisiona con papeles sexuales poco com-
patibles con la igualdad y con diferentes expectativas por parte de hombres y mujeres
(Moreno 2008; Lagarde 2005). Además, la ruptura de la jerarquía de género en el
orden afectivo-sexual no afecta por igual a todas las capas sociales. El machismo
continúa siendo un elemento cultural “típicamente latino” asociado a las clases más
populares (Bastos 2007, 107-108).
Así, la sexualidad estaría atravesada por signicaciones cuyo sentido hay que bus-
carlo en el sistema de género. No hay que olvidar que en América Latina persisten
limitaciones en el acceso a anticonceptivos y al aborto (Zabala 2010, 153), y que el
placer ha sido tradicionalmente deslegitimado en las mujeres (Salgado 2008), lo que
explica que la lucha por los derechos sexuales y reproductivos ocupe un espacio cen-
tral en la agenda feminista. En opinión de Judith Salgado (2008), en Ecuador estos
derechos, tratados principalmente desde un enfoque biomédico, se han centrado en
la prevención de riesgos y en la violencia sexual, sin romper la imagen negativa que
todavía existe de la sexualidad como fuente de peligros. La sexualidad en cuanto vi-
vencia placentera es algo nuevo, pues en la sociedad ecuatoriana prevalece una idea
de lo sexual ligada a los problemas: violencia sexual, embarazos no deseados, transmi-
sión de enfermedades o abortos clandestinos (Salgado 2008, 79), lo que converge con
un discurso moralizante permeado por la inuencia de la Iglesia católica que asocia
la sexualidad a la reproducción, promueve la abstinencia sexual entre los jóvenes y es-
tigmatiza la homosexualidad, cuya condición dejó de considerarse delito en Ecuador
en 1997 (Salgado 2008).
En resumen, el ámbito de la sexualidad se experimenta a través de relaciones asi-
métricas de poder que a menudo colocan a las mujeres en una posición vulnerable.
En este contexto, la juventud ecuatoriana empieza a reivindicar la sexualidad y el
placer en cuanto derecho, rechazan cada vez más la discriminación de las personas
LGTBI y en las mujeres también se reconoce un deseo de independencia y auto-
nomía que reeja, en palabras de Salgado (2008) un proceso de reapropiación del
propio cuerpo.
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3. Acoso sexual universitario
El acoso sexual en las instituciones de educación superior es un tema investigado a
nivel global (Cuencas Piqueras 2013; Pagnone et al. 2021; Ferrer-Pérez y Bosch-Fiol
2014). En los estudios feministas se considera una forma de violencia de género
que introduce algunas limitantes en su tratamiento jurídico y prevención debido a
su fuerte normalización e integración de los valores en la comunidad universitaria
(Maceira y Medina 2021).
Existen diversas deniciones en torno al acoso sexual universitario. En el pre-
sente artículo se entiende como una “práctica verbal, escrita u oral, física o gestual,
de contenido sexual, no consentida ni deseada por la persona acosada” (Guarderas
y Cuvi 2020, 34), cuya nalidad suele ser el ejercicio de poder o satisfacción sexual
del agresor, generando malestar, intimidación o incomodidad en quien lo recibe.
Además, “implica el aprovechamiento de las situaciones de superioridad basadas en
las relaciones jerárquicas institucionales, pero también basadas en las desigualdades
de género, por orientación sexual, por condiciones socioeconómicas y étnicas, entre
otras posiciones de subalternidad social” (Guarderas y Cuvi 2020, 34).
En Ecuador las diversas investigaciones sobre el acoso sexual se centran en el con-
texto desigual que promueve su naturalización y justicación. Por un lado tenemos la
existencia de identidades de género fuertemente polarizadas, y por otro, el desconoci-
miento y la tendencia a culpabilizar a las propias víctimas. En relación con el primer
factor, Tatiana Cordero y Gloria Maira (2001) destacan que la socialización de géne-
ro impone a los hombres un aprendizaje de la sexualidad que calican de “fácilmente
provocada” que les conecta de modo simbólico con la identidad masculina, al mismo
tiempo que asocian lo femenino con la sexualidad controlada y recatada. En este
contexto es habitual que las mujeres se consideren las responsables de las violencias
sexuales (Cordero y Maira 2001), en especial si no cumplen con su rol de género, o
que se establezca que quienes presentan denuncias tienen un trastorno psicológico
(Sigal et al. 2005). Hasta hace pocos años la mayoría de estudiantes desconocían el
fenómeno del acoso sexual (Crespo 2010) y su percepción estaba notablemente in-
uida por los estereotipos en torno a la sexualidad y al género.
Estudios posteriores muestran una mirada crítica del problema, que mantiene la
atención en la visión tradicionalista que contienen los roles de género en Ecuador
(Barredo 2017). Pero, si bien en la actualidad es común que el estudiantado reconoz-
ca que el acoso es un problema, lo cierto es que no lo perciben como una situación lo
sucientemente grave para denunciarla, motivo que se une al miedo y a la vergüenza
que genera y también a la desinformación (Agustín Bosch 2018; Martínez Abarca
2016) y a una actitud pasiva por parte de los testigos (Lyons et al. 2022). También
existen estudios que analizan los obstáculos que enfrentan las estudiantes al denun-
ciar el acoso sexual debido a la instauración de prácticas disciplinarias. Según Nancy
Ana D. Verdú-Delgado y Paz Guarderas-Albuja
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Carrión (2012, 171), la ley en la universidad contribuye a imponer el silencio que
acaba protegiendo a los perpetradores y culpabilizando a las mujeres. Carrión con-
sidera que la violencia sexual castiga especialmente la reivindicación feminista y, a la
larga, gesta la salida de las mujeres de las universidades.
A nivel internacional la discusión académica en torno al acoso sexual también
indaga en los procesos de subjetivación femenina y masculina emergentes en el
ámbito universitario en relación con el acoso sexual. Se vincula con la reactivación
de prácticas propias de los hombres jóvenes que construyen sus masculinidades a
partir de la homosocialidad, de la cosicación de las mujeres y de la pornografía
(Phipps y Young 2015), elementos característicos del “neoliberalismo sexual” (De
Miguel-Álvarez 2021). La cosicación del cuerpo de las mujeres representa un nue-
vo esfuerzo por controlar el cuerpo femenino y negar la subjetividad de las mujeres
(Calogero, Tantle-Dunn y ompson 2011; Verdú 2018).
En otras palabras, existe una lad culture (“cultura de los muchachos”), de acuerdo
con Phipps y Young (2015), que opera integrada a la “cultura del campus” y que por
tanto tiene impactos en la construcción de la identidad y la experiencia de hombres y
mujeres, pudiendo vincularse con los altos niveles de acoso y con la escasa denuncia.
En muchos casos esa cultura que emerge en el campus representa una defensa ante
la percepción del éxito de las mujeres o actúa como mecanismo de reclamo de poder
y espacio en el ámbito académico (Bennett 2009). Si bien los valores, prácticas e
identidades sexuales enfrentan cambios hacia actitudes más permisivas cercanas a la
liberación sexual, la normalización de los patrones sexistas premia ciertos comporta-
mientos sexuales de los hombres, mientras que estos mismos son juzgados negativa-
mente en las mujeres (Phipps y Young 2015; De Miguel-Álvarez 2021). Desde esta
perspectiva ciertas relaciones universitarias pueden llegar a limitar la expresión sexual
de las mujeres jóvenes, facilitando que su sexualización sea aceptada de forma acrítica
como un elemento esencial de su identidad y convirtiéndose en una barrera para su
empoderamiento (Phipps y Young 2015).
Nos situamos en un contexto global en el que los feminismos han tomado fuerza, lo
que ha generado una “reacción patriarcal” (Cabezas y Vega 2022), es decir, la expresión
de una nueva ola fundamentalista que se opone a las demandas vinculadas con los dere-
chos de las mujeres. Las universidades no están exentas de estas dinámicas. Es evidente
que se han dado cambios en los roles femeninos con la inserción de las mujeres en la
educación superior y con la paulatina transformación de las sexualidades femeninas.
Por ello, el acoso en las universidades puede reejar un rechazo de ambas realidades
simultáneamente, volviendo hostil un espacio académico con notable presencia feme-
nina y castigando a los cuerpos femeninos que aparentan liberación.
Por otro lado, siguiendo a Marta Lamas (2018), el análisis del acoso sexual debe
trascender la visión reduccionista que genera la victimización femenina en relación
con una visión esencialista de los roles de género. En este sentido, su prevención no
“Nadie dice nada”. Percepción de estudiantes sobre el acoso sexual universitario en Ecuador
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debe operar como mero control de la sexualidad que sostenga patrones represivos,
sino que debe realizarse desde el respeto de las libertades sexuales de mujeres y hom-
bres, con el único objetivo de erradicar prácticas hostiles o violentas.
4. Metodología
La investigación en la que se basa el presente artículo surge de la necesidad de ampliar
los conocimientos sobre el acoso sexual en las universidades ecuatorianas, particular-
mente en relación con las percepciones y vivencias del estudiantado, a quienes suelen
dirigirse las campañas de sensibilización en los entornos educativos. Este objetivo
implica un acercamiento a la experiencia subjetiva de un grupo y al modo en que este
grupo congura un imaginario particular sobre el acoso sexual, la sexualidad o el gé-
nero, con la nalidad de profundizar en el contexto del problema y en los limitantes
culturales que pueden intervenir en el trabajo de prevención. Por tanto, se plantea
la necesidad de trabajar desde un enfoque cualitativo que permita acceder a los sen-
tidos propios de las personas participantes y dar continuidad a un proceso iniciado
en 2019 a través de la aplicación de la Escala de Acoso Sexual en las Instituciones de
Educación Superior (ASIES) (Guarderas et al. 2023).
En esta investigación se aplicó un cuestionario abierto autoadministrado que fue
contestado por 63 estudiantes de las asignaturas Psicología Social, Modelos y Técni-
cas de Intervención Psicosocial e Investigación Cualitativa de una universidad priva-
da ubicada en Quito.3 Se eligió este instrumento debido a la posibilidad de mantener
el anonimato en las respuestas y permitir que la juventud se exprese libremente sin te-
mor a ser juzgada por las investigadoras. El cuestionario contó con 15 preguntas y se
organizó en tres ejes: amor y sexualidad, concepciones sobre el abuso y acoso sexual,
y percepciones sobre su experiencia personal. Fue aplicado de manera personal en
un aula de cómputo. Para el análisis de las respuestas se desarrolló una codicación a
posteriori. Se analizaron las respuestas basándonos en tres dimensiones (concepciones
y conocimientos sobre la sexualidad, el abuso y el acoso sexual, experiencias vividas
y percepciones sobre las respuestas individuales e institucionales ante el acoso sexual)
para posteriormente agruparlas de acuerdo con los sentidos expresados.
De las personas invitadas a participar en el estudio solo una se negó a hacerlo.
Participaron 41 mujeres, 19 hombres, dos personas que marcaron la opción “otro”
en género y una que no especicó ninguna opción de respuesta. El personal entre-
vistado tiene entre 18 y 23 años, 36 residen en Quito, 24 en zonas aledañas a la
capital ecuatoriana y cuatro personas se rehusaron a ofrecer información sobre este
aspecto. Todas las personas entrevistadas son ecuatorianas excepto un estudiante de
nacionalidad argentina. Se realizaron todos los procedimientos éticos para mantener
3 Esta universidad se dirige a un estudiantado de estrato social medio y cuenta con becas para personas de estrato medio bajo o bajo.
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el anonimato y la condencialidad, por lo que en la presentación de los resultados se
utilizan nombres cticios.
5. Análisis de resultados
A continuación, se presentan los resultados obtenidos en función de las categorías de
análisis, organizados en el siguiente orden: la educación sexual de los jóvenes, la nor-
malización del acoso sexual, experiencias personales de acoso sexual y ante el acoso,
la pasividad con respecto a este tema y el papel de la universidad.
La educación sexual de los jóvenes
Trabajar con la generación actual de estudiantes implica entender las particularidades
que han marcado profundamente el cambio intergeneracional con respecto a sus pro-
genitores. El acceso a un gran volumen de información los ha hecho más conscientes
de sus derechos y hasta cierto punto, autodidactas, algo que se reeja en sus respues-
tas. En primer lugar, quienes responden la entrevista enfatizan la carencia de forma-
ción útil y de calidad, aluden al hecho de que la sexualidad todavía se considera un
tema tabú en los centros secundarios y cuando se realizan acciones de sensibilización
al respecto se centran en el coito y en la abstinencia sexual como principal estrategia
para la prevención de los riesgos que conlleva la práctica sexual, sin profundizar en
otros aspectos, por ejemplo, la afectividad o el abuso.
Ecuador experimentó un avance en cuanto a derechos sexuales y reproductivos
con la llamada Estrategia Nacional Intersectorial de Planicación Familiar y Pre-
vención del Embarazo Adolescente (ENIPLA), que funcionó entre los años 2011 y
2014. Dicha política logró reducir el embarazo adolescente, pero provocó el rechazo
de los grupos más conservadores (Paz 2020, 79). En 2014 fue sustituida por el Plan
Nacional de Fortalecimiento de la Familia, dando un paso atrás en lo que se reere
a educación sexual y a la anticoncepción. El Plan Nacional de Salud Sexual y Salud
Reproductiva 2017-2021, publicado posteriormente, reeja un nuevo esfuerzo por
ampliar la cobertura de salud sexual y reproductiva, pero su ecacia se ve limitada por
falta de voluntad política y de presupuestos. Resulta evidente que la tensión generada
en el debate sobre sexualidad y derechos permanece vigente. La educación sexual es
un tema especialmente sensible que incluso cuenta con el rechazo de una parte de
la población, como se constata con la presencia del movimiento “Con mis hijos no
te metas”, cuya postura es contraria a la normalización de la diversidad sexual y los
derechos sexuales a través de la educación (Metro Ecuador 2017).
A pesar de esta situación, las personas participantes restan importancia a la
educación sexual formalizada al considerar que las redes sociales y otros medios
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proporcionan la información que necesitan. Esto resulta especialmente valioso para
quienes no cuentan con un clima de diálogo en sus propias familias. Por otro lado,
parte de las respuestas también mencionan que los noticiarios televisivos son una
de las fuentes de información sobre el acoso sexual.
Cabe señalar que la comunicación en el seno de la familia constituye un tema de
gran importancia. Más de la mitad de los participantes armaron que han mantenido
conversaciones sobre sexualidad con ambos progenitores. También se aprecia que las
conversaciones familiares sobre sexualidad adoptan matices diferentes en función del
género. Los hombres en general valoran de manera muy positiva el diálogo con sus
padres y relacionan la falta de comunicación con el hecho de que el tema sea tabú
para ellos, con su mayor curiosidad o incluso con el riesgo de asumir embarazos no
deseados. Un participante indica de forma crítica que, en su caso, fue únicamente su
padre quien le habló de sexualidad, pero no del modo que hubiese necesitado, sino
más bien con la intención de “convertirlo en hombre”, de inculcarle los “estereotipos
de macho seductor”. Otro estudiante menciona que sus conversaciones se presenta-
ron después de haber sufrido él mismo acoso en el transporte público.
Por su parte, las entrevistadas que han recibido información directa de su familia
consideran que el impacto ha sido muy positivo porque les ha permitido desarrollar
una mayor conciencia. Sin embargo, también destacan que en muchos casos estas char-
las se orientan a “la defensa de la mujer”, al deseo de advertirles sobre los peligros a los
que se enfrentan. Las estudiantes asocian la inseguridad que les hace sentir la cuestión
sexual a la falta de información recibida por parte de su entorno más íntimo y al exceso
a información disponible que no siempre reeja la realidad. Incluso aunque en menor
medida, a los diálogos con sus madres, quienes tienden a poner demasiada responsabi-
lidad sobre ellas cuando se trata el tema de la violencia sexual.
En este sentido, una estudiante experimenta cierta confusión en relación con el
abuso, pues considera que escuchar comentarios de culpabilización de las víctimas
por parte de su familia fue algo que la paralizó cuando ella misma fue víctima de
abuso. Las estudiantes que declaran no haber tenido una buena comunicación con
sus padres y madres creen que la falta de información les ha hecho normalizar el acoso
sufrido en las calles y no tener capacidad de distinguir los diferentes tipos de abuso.
En resumen, identican la falta de conanza con sus progenitores como una fuen-
te de malestar4 y se percibe una signicativa diferencia intergeneracional. Son jóvenes
que además relacionan la necesidad de información con el hecho de estar empezando
a adquirir responsabilidades e independencia y con el deseo de establecer relaciones y
de experimentar. Se reconoce que en esta etapa vital les gustaría tener una relación de
pareja formal (ya hay quienes la tienen) y se enfatiza en el hecho de que una relación
4 María Soledad Varea (2008) observa la escasa comunicación de los y las adolescentes con sus padres y madres como factor que pro-
fundiza la vulnerabilidad frente al abuso y que converge con la falta de educación sexual y la impunidad cuando la violencia ocurre en
hogares y colegios.
Ana D. Verdú-Delgado y Paz Guarderas-Albuja
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ideal debe incorporar el respeto, la reciprocidad y el placer. En este aspecto también
se observan algunas diferencias por género: solo las mujeres destacan la seguridad
como rasgo ideal de una relación y solo algunos hombres reconocen no buscar en
estos momentos una relación monógama.
La normalización del acoso sexual
El acoso y abuso sexual no es un tema nuevo para el estudiantado en Quito. De for-
ma constante los medios de comunicación tratan casos de violencia contra las muje-
res. Concretamente la universidad donde se realizó el estudio ha efectuado diferentes
acciones de sensibilización al respecto. Desde el año 2019 se han llevado a cabo inves-
tigaciones, ruedas de prensa, eventos cientícos, cursos de sensibilización dirigidos a
representantes estudiantiles y a estudiantes durante la inducción y acciones puntuales
con el material de la campaña #laUsinAcoso. También se ha activado un protocolo5
que incluso ha signicado la desvinculación de docentes.
Sin embargo, en las entrevistas aparecen ciertos patrones que resultan interesantes;
por ejemplo, la tendencia a normalizar esta clase de violencia cuando se da sobre las
mujeres y la pasividad que adoptan frente al problema, a pesar del rechazo general
que expresan hacia el mismo. Más de la mitad de quienes participaron en la investi-
gación han visto o escuchado una situación de acoso en el ámbito educativo y quienes
no conocen directamente casos concretos indican otras situaciones presenciadas en
colegios y principalmente en las calles. El acoso sexual resulta ser una práctica perci-
bida como “típica” que se realiza generalmente de hombres a mujeres. En este con-
texto las personas entrevistadas lo identican en bromas, palabras o comentarios obs-
cenos, comúnmente entre pares, y en menor medida por parte de los docentes. No
obstante, cuando la situación implica al docente el impacto se considera mayor por
el poder que representa su posición: “por el simple hecho de ser profesores tenemos
que quedarnos calladas ante una mirada intimidante, por el miedo de que nos hagan
reprobar la materia” (entrevista a Valeria, Quito, 13 de diciembre de 2022). Por su
parte, entre los testimonios masculinos se alude a que “la mayoría de los adolescentes
lo hacen” desde el colegio y que “es típico ver a los hombres viendo los senos o glúteos
de las mujeres” (entrevista a Pablo, Quito, 16 de diciembre de 2022).
También se aprecian concepciones que continúan responsabilizando a las muje-
res. En este sentido, una estudiante plantea que las mujeres “no se dan a respetar”
(entrevista a Andrea, Quito, 15 de diciembre de 2022) y un estudiante interpreta que
el acoso que sufrían muchas compañeras en el colegio se relacionaba con sus propias
actitudes, “ya que mis compañeras eran medias coquetas” y “ellos confundían las
5 En Ecuador las entidades rectoras de las políticas públicas han sugerido a las universidades la implementación de protocolos y median-
te una resolución se envió un modelo de protocolo. No obstante, cabe aclarar que la Ley de Educación establece la autonomía de las
universidades, ver más detalles en Guarderas y Cuvi (2020).
“Nadie dice nada”. Percepción de estudiantes sobre el acoso sexual universitario en Ecuador
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cosas que querían insinuar” (entrevista a Luis, Quito, 15 de diciembre de 2022). De
ese modo, se rebaja la importancia del hecho.
El acoso que se narra es principalmente aquel que genera un ambiente hostil e in-
cómodo para las personas que lo sufren, lo que la literatura cientíca entiende como
acoso ambiental (Ferrer-Pérez y Bosch-Fiol 2014). En la mayoría de los casos incluye
miradas, gestos o palabras que no siempre tienen la intención de conseguir el acceso
sexual a la persona. Su efecto inmediato es la intimidación y la incomodidad, unido a
la percepción de que dichas actitudes forman parte de un escenario ya conocido pero
difícil de cambiar. El acoso sexual es un fenómeno integrado a dinámicas sociales que
la sociedad ecuatoriana está empezando a visibilizar en la actualidad. Su complejidad
radica en que “hay factores que nutren un ambiente de violencia y discriminación, de
silencio o desconocimiento, de complicidad, etc., que están en estrecha relación con
la cultura y los valores de la comunidad universitaria –y la del entorno–” (Maceira y
Medina 2021, 406).
Experiencias personales de acoso sexual
De todos los tipos de acoso, el que se señala con más frecuencia es el comentario
sexual no deseado. De las 41 mujeres entrevistadas solo siete declararon no haber
recibido nunca esta clase de comentarios, cinco relataron algunas experiencias en la
universidad, especialmente por parte de sus compañeros de estudio y 29 contaron
diferentes situaciones de acoso fuera de la universidad. Estas situaciones van desde pi-
ropos desagradables, propuestas sexuales en la calle y acoso en el transporte público,
piscinas o parques. Las expresiones de acoso que se juzgan con una mayor gravedad
son las que se dan en colegios. Aunque estas situaciones se perciben como cotidia-
nas por parte de las jóvenes, también hacen hincapié en el impacto que han tenido
para ellas. Muchas señalan el miedo que genera y cómo este se vuelve presente cada
vez que transitan espacios públicos. Otras destacan el bloqueo, el enojo e incluso el
choque emocional que supone ser consciente de la manera en la que son percibidas
por la sociedad. “Su mirada hacia mí fue de abajo hacia arriba y como si estuviera
viendo carne fresca” (entrevista a Amelia, Quito, 13 de diciembre de 2022); “mi
mente queda en blanco por completo y lo único que siento es miedo, inseguridad y
repugnancia” (entrevista a Luisa, Quito, 15 de diciembre de 2022).
De los 19 hombres participantes, cuatro declararon haber recibido comentarios
sexuales alguna vez en sus vidas. Aquí se incluyen comentarios en el transporte públi-
co por parte de otros chicos, situaciones desagradables sin entrar en detalles (repro-
duciendo el prejuicio que asocia la homosexualidad con el acoso) y un comentario
sexual por parte de una mujer mayor. Por otro lado, en la participación masculina
también se recogen cinco respuestas no especícas que muestran incomodidad con
la pregunta o confusión entre el acoso y otros tipos de violencia o discriminación
Ana D. Verdú-Delgado y Paz Guarderas-Albuja
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por cuestiones raciales o estéticas. Las personas con identidad de género no binaria
o de orientación homosexual que participaron en el estudio relataron situaciones de
acoso y discriminación cotidiana, lo que nos hace pensar que el acoso sigue siendo
un fenómeno que afecta de forma estructural a las mujeres y al colectivo LGTBI, es
decir, a los cuerpos feminizados.
No obstante, para la juventud la universidad representa un espacio que tiende a
reproducir, con menor intensidad o de forma menos evidente, los esquemas sexistas
vigentes en la sociedad. La distinción, tan frecuente en las respuestas, entre el mundo
universitario y el que está “fuera de la universidad” quizá inuya en la percepción ge-
neralizada de que no existe discriminación en las universidades. Sin embargo, resulta
interesante analizar los comentarios de quienes sí perciben discriminación, pues sus
observaciones revelan una presencia común de los estereotipos en el aula, en concor-
dancia con un esquema de género que concibe a las mujeres como un grupo débil
y de menor inteligencia. En este sentido se relatan casos en los que el docente solo
halaga la participación masculina e interrumpe a la alumna cuando intenta dar una
respuesta, realiza “preguntas de tipo sexual sin ningún contexto” o rebaja el mérito de
las alumnas cuando presentan buenos trabajos.
Ante el acoso sexual, pasividad
Si bien ante el acoso sexual el rechazo es general, el silencio surge como principal
respuesta. Algunas mujeres expresan este rechazo como “enojo y frustración”, “iras
e impotencia”, “consternación” o “asco de que nos vean como carne”. En ocasiones
estos efectos se asocian con “no tener la fuerza para decirlo” o con el bloqueo y la
paralización en el momento en que ocurre: “no sé cómo reaccionar, solo me quedo en
blanco y camino rápido” (entrevista a Valeria, Quito, 13 de diciembre de 2022), lo
que reeja los efectos psicológicos que acompañan al acoso sexual (Cleary et al. 1994;
Cuencas Piqueras 2013). La mayoría de participantes conesa no saber con exactitud
qué hacer ante estas situaciones, aunque una amplia proporción conoce normativas
o protocolos. Se señalan principalmente dos motivos: el temor a las represalias acadé-
micas y a ser juzgados por otras personas.
La respuesta basada en la expresión de sentimientos negativos (la más común
entre quienes participaron en el estudio) indica en esencia una falta de acción o de
dirección concreta en el manejo del problema, tanto si se ha sufrido como si se ha
sido testigo. Cuando se es testigo la forma más común de enfrentar el acoso sexual es
mediante la huida, escapando de una situación que, aunque no se apruebe, es perci-
bida como algo cotidiano. Si la situación implica a una persona amiga es común el
apoyo entre pares a través de la escucha o de la compañía. De quienes participaron
en el estudio, solo cinco maniestan haber adoptado actitudes de confrontación con
un agresor –en una ocasión impidiendo que sus propios amigos dieran “una nalgada
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a cada mujer que pasaba” (entrevista a Miguel, Quito, 16 de diciembre de 2022)– o
han tratado de comunicarse con alguien para pedir ayuda o denunciar un caso.
La reacción más común consiste en quedarse callado, muchas veces por el mie-
do: “solo he bajado la cabeza y he continuado” (entrevista a Esther, Quito, 15 de
diciembre de 2022). El estudiantado es consciente de la fuerte normalización de este
problema en la sociedad, por ello “nadie dice o hace algo” (entrevista a persona no
binaria, Quito, 13 de diciembre de 2022), lo que diculta desarrollar una actitud
activa contra el acoso. Enfrentar el acoso sexual implica activar prácticas evitativas
más que acciones orientadas a la confrontación, a la denuncia o a la acción colectiva
(Cano-Arango et al. 2022; Lizama y Hurtado 2019).
El papel de la universidad
Como ha quedado demostrado se trata de un problema que existe en la universi-
dad, quizá igual o en menor medida que fuera de esta, aunque conlleva una especial
complejidad por el hecho de darse en un ambiente institucional con unas marcadas
diferencias de poder entre docentes y estudiantes. Las personas que aprecian esta
complejidad estiman que el problema del acoso escapa a las leyes pues genera inti-
midación y miedo, lo que hace que quienes lo reciben no consideren seriamente la
posibilidad de denunciar.
También reconocen el esfuerzo que se realiza a través de las campañas –a pesar
de que tienen la percepción de que son insucientes o sesgadas, como cuando se
promueve el “cuidarse más”– y esperan de la universidad un mayor compromiso y
un respeto a la juventud, cuya imagen reconocen que se estigmatiza. Así lo expresa
una estudiante de 21 años: “en ocasiones las presentaciones de acoso son vistas como
formas de convivencia entre jóvenes o como una explicación de la conanza que se
puede tener entre compañeros, esto ayuda a normalizar más las situaciones de acoso”
(entrevista a Lucía, Quito, 16 de diciembre de 2022).
Como observan Pagnone et al. (2021, 87), la normalización del acoso puede estar
relacionada con el hecho de que se basa en los mismos códigos de género que operan en
las relaciones de seducción, por lo que no es suciente la implementación de medidas
punitivas para solucionar el problema, se requieren a su vez cambios hacia el “desman-
telamiento de los guiones del cortejo”. Otro problema que apuntan algunas alumnas
es que el personal de las universidades todavía no toma en serio las denuncias. Esto
desalienta especialmente a las mujeres que sufren acoso, pues profundiza su miedo a ser
señaladas y culpabilizadas por la sociedad. Algunos testimonios sugieren que las muje-
res todavía perciben que una situación de este tipo puede poner en juego su reputación.
Por otro lado, el miedo a denunciar y que no les crean hace que algunas estudian-
tes esperen también una mayor capacitación del personal laboral de las universidades
o incluso la posibilidad de realizar quejas anónimas, de cambiarse fácilmente de clase
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o de contar con una red formal de apoyo para garantizar su bienestar emocional.
“Que la universidad tenga bastante sostén para los estudiantes y ellos sepan que si les
pasa algo pueden hablar y ser escuchados” (entrevista a Alicia, Quito, 16 de diciem-
bre de 2022). De forma general, las opiniones recogidas sobre la forma en la que las
universidades deben enfrentar este problema sugiere que es todavía necesario propor-
cionar una mayor información tanto de la naturaleza del problema como de los ser-
vicios y protocolos de los que la universidad dispone para hacerles frente. Una parte
de las estudiantes también menciona la necesidad de aplicar sanciones más fuertes.
En resumen, el estudiantado expresa la importancia de hablar y de visibilizar el
problema y demandan una mayor ecacia en cuanto a la aplicación de las medidas
que adoptan las universidades. Muchos consideran también que el acoso sexual es un
tema demasiado complejo para ser abordado únicamente desde la normativa o espe-
cícamente en el ámbito educativo, ya que forma parte de la cotidianidad en todos
los espacios de la vida social.
6. Conclusiones
El acoso sexual es un problema que puede afectar directamente a la juventud en sus
espacios cotidianos, por eso es de vital importancia comprender de qué modo lo
experimentan y perciben. En este artículo nos acercarnos a sus percepciones en el
contexto de la educación superior. A la luz de los resultados obtenidos, pensamos
que el acoso sexual, dentro o fuera de las universidades, puede afectar a ambos sexos.
Sin embargo, constituye un fenómeno cotidiano y normalizado cuando se dirige a
las mujeres y adolescentes y a las personas LGTBI. En estos casos el acoso sexual es
percibido de modo general por la juventud como una práctica machista coherente
con la cosicación sexual de los cuerpos femeninos y feminizados. Esta consideración
hace que muchas personas ignoren la gravedad del acoso que en la práctica es un
fenómeno normalizado y complejo.
Muchas de las personas entrevistadas son conscientes de esta complejidad y han
desarrollado posturas críticas con respecto al acoso y a las desigualdades de género
que lo acompañan. Sin embargo, las diferencias entre las experiencias de hombres
y mujeres en este aspecto siguen estando muy presentes. Aunque de forma general
todos han recibido una educación sexual orientada hacia la abstinencia, las mujeres
han crecido inuidas por una serie de tabús y prejuicios en torno a su sexualidad
y desde pequeñas se les ha inculcado cierto temor hacia el sexo. El conocimiento
que ellas deben adquirir tiene el objetivo de hacerlas responsables sobre posibles
embarazos y de protegerlas contra peligros como el abuso o la violación. El exceso
de información que reciben hoy en día a través de sus redes sociales también pro-
fundiza estos temores.
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Partiendo de esta diferencia, y del hecho de que para las mujeres la experiencia del
acoso está mucho más extendida, el impacto que tiene en ellas es claramente visible.
Hablan de miedo, de asco, de paralización, de frustración, de sentimientos de inse-
guridad e incluso de choque emocional al visualizar la imagen cosicada que tiene
de ellas la sociedad. Por eso, las mujeres en particular esperan de la universidad un
mayor esfuerzo. Si bien mujeres y hombres consideran que es recomendable difundir
una mayor información y fortalecer los protocolos de actuación para combatir este
tipo de violencia, son ellas especialmente quienes están pidiendo una mayor escucha.
En ellas persiste el miedo a que sus denuncias no sean creídas. La denuncia supone
para las mujeres un riesgo adicional de malestar emocional, por lo que valoran po-
sitivamente las redes de apoyo que la universidad pueda ofrecer para enfrentar estos
hechos. El acoso sexual que sufren los hombres conlleva igualmente un componente
de vergüenza y de paralización, en especial cuando es cometido por otros hombres,
pues en la sociedad ecuatoriana la homosexualidad todavía sufre una fuerte estigma-
tización en algunos sectores. En estos casos, la dicultad para hablar puede ser mayor.
Constatamos un rechazo general hacia esta problemática, unido a la sensación de
que la sociedad es en cierta medida cómplice, lo que hace que sea difícil actuar contra
el acoso. Cuando son testigos preeren mirar hacia otro lado por miedo a generar
más conicto y cuando son quienes lo sufren la denuncia tampoco se contempla
como la principal solución, pues existen múltiples causas que les desalientan, entre las
que destacan la tendencia social a juzgar a quien lo recibe, especialmente si es mujer,
o el miedo a fracasar en sus estudios si el acoso lo inicia un docente. Estos resultados
nos hacen pensar que el estudiantado de la universidad analizada, aunque muestra
cierto grado de conocimiento y sensibilización sobre el acoso sexual, establece una
actitud pasiva frente al fenómeno, en concordancia con la actitud social que observa.
No obstante, como mencionamos al inicio, son cada vez más las estudiantes univer-
sitarias que han denunciado casos de acoso sexual en los últimos años, generalmente
con el acompañamiento de organizaciones feministas.
La dimensión que adquiere el acoso sexual en Ecuador (particularmente en las
calles y transportes públicos, según indican las personas participantes) nos lleva a
entenderlo como un fenómeno arraigado en la cultura. Cuando ocurre en el espacio
universitario, por medio de chistes, gestos o comentarios sexistas, no necesariamente
busca el acceso sexual a la persona que lo sufre, pero sí genera un ambiente hostil e
incómodo, manifestándose como acoso ambiental (Ferrer-Pérez y Bosch-Fiol 2014).
En las entrevistas realizadas, las mujeres y las personas no binarias han descrito con
detalles las características y consecuencias de este tipo de discriminación, mostrando
su inconformidad con respecto a los comentarios que reciben sobre sus cuerpos, acer-
ca de la ropa que usan o lo que los demás desearían hacer con ellas. La experiencia de
estar sometidas a estas miradas y juicios constantes impacta en la formación de sus
identidades, haciendo que el miedo forme parte de su modo de habitar el mundo.
Ana D. Verdú-Delgado y Paz Guarderas-Albuja
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De cara a la prevención, los hallazgos de este artículo apuntan a la necesidad de
generar procesos de información sostenidos que cuestionen de un modo crítico los
roles de género asociados a la sexualidad. Se reconoce que en la universidad escogida
para el estudio se ha logrado en buena medida desnaturalizar este tipo de violencia,
pero no basta con este proceso. Resulta fundamental contar con acciones que ga-
ranticen las transformaciones de los roles de género en la universidad, que exploren
nuevos modos de vivir la sexualidad lejos de las violencias y cercanos a las libertades.
Es necesario que los mensajes que se realicen evidencien que el acoso sexual genera
incomodidad en el entorno y que reduzcan la visión del ámbito universitario como
un espacio hostil. También se debe evitar el traslado de una imagen sobre la sexua-
lidad que se asocie con el peligro, más bien comprenderla como una negociación
basada en el consentimiento y el pacto de placer y del respeto. Asimismo, el asunto
requiere una respuesta activa por parte de la comunidad universitaria, pero para ello
es clave que las entidades que aplican la política institucional se encuentren capacita-
das y con la competencia para brindar respuestas adecuadas.
Apoyos
Este artículo es parte del proyecto de investigación “Intervención psicosocial y violencia
de género”, nanciado por la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) del Ecuador.
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Nathalie Ludec, 145-166. Quito: Abya-Yala.
Entrevistas
Entrevista a Alicia, Quito, 16 de diciembre de 2022.
Entrevista a Amelia, Quito, 13 de diciembre de 2022.
Entrevista a Andrea, Quito, 15 de diciembre de 2022.
Entrevista a Esther, Quito, 15 de diciembre de 2022.
Entrevista a Lucía, Quito, 16 de diciembre de 2022.
Entrevista a Luis, Quito, 15 de diciembre de 2022.
Entrevista a Luisa, Quito, 15 de diciembre de 2022.
Entrevista a Miguel, Quito, 16 de diciembre de 2022.
Entrevista a Pablo, Quito, 16 de diciembre de 2022.
Entrevista a persona no binaria, Quito, 13 de diciembre de 2022.
Entrevista a Valeria, Quito, 13 de diciembre de 2022.
Cómo citar este artículo:
Verdú-Delgado, Ana D., y Paz Guarderas-Albuja. 2024. “‘Nadie dice nada’. Percepción de
estudiantes sobre el acoso sexual universitario en Ecuador”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales
79: 147-165. https://doi.org/10.17141/iconos.79.2024.5935