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Abstract

E xcediendo sus propios límites y aquellos sostenidos por los pre-juicios sociales, por primera vez en su historia, el feminismo se hizo masivo. Decirse feminista ya no es una práctica exclusiva de mujeres cis, de clase media, o de lesbianas. De hecho, todavía sor-prende que identificarse como feminista ya no sea motivo de burla o insulto y, por el contrario, sea lo políticamente correcto. Parece que hay feminismo para todas y todos, todxs, todes. Este nuevo es-cenario-en particular, propio de la Argentina-da cuenta de una transformación abismal en las condiciones de posibilidad para los feminismos, una que redirecciona su histórica marginalidad al cen-tro de la escena política y social. ¿Cómo se explica este crecimiento exponencial? 1 O, lo que me interesa comenzar a abordar desde aquí, ¿qué implicancias tiene este exceso para la política feminista? 1 Esta pregunta es abordada en un trabajo previo, en coautoría con la Dra. Barros: Barros, Mercedes y Martínez Prado, Natalia, "Populismo y derechos humanos en el devenir masivo de los feminismos argentinos" en La Aljaba, Segunda Época, Revista de Estudios de la Mujer, Segunda época, Volumen XXIII, 2019, pp. 33-57. En la marea El feminismo, su nombre, no evoca una realidad o escena unívoca. De ahí la necesidad de definir: ¿qué feminismo? Acudir a la definición breve, pero efectiva de "multiplicidad" no resuelve la complicación en cuanto a su nombre y su política. alejandra castillo, Matrix, el género de la filosofía Un punto de partida ineludible para abordar el presente inédi-to de los feminismos es descartar cualquier empeño por la unidad. Como afirma Alejandra Castillo, 2 no hay realidades o escenas uní-vocas que traduzcan la comprensión del feminismo. Tampoco al-canza la inversión simple de lo uno por lo múltiple para compren-der su heterogeneidad tensa y constitutiva. Ni siquiera nos es útil la gran metáfora de las "olas" como el gran relato ordenador de la in-conmensurabilidad de sus incursiones y debates. Al decir de Clare Hemmings, 3 en esa narrativa se pone de manifiesto una gramática política que reifica una temporalidad definida como propia de los feminismos, despolitizándola. Esto es, se desconoce la (geo)politici-dad inherente de toda cronología y, lo más importante, se evaden las implicancias de asumir como verídicas o relevantes lo que no deja de ser sólo una versión de las historias feministas, se niega la politi-cidad de su archivo. Hacerse cargo de esas implicancias, por otra parte, supone admitir que no hay verdad que sostenga la política feminista. Como hace tiem-po señalara, oportunamente, Judith Butler, 4 sus fundamentos siempre son contingentes. A pesar de los innumerables intentos por definir lo propio o, mejor dicho, gracias a ellos, podemos inferir que el feminis-mo carece de esencia. Hoy, más que nunca, queda claro que el feminis-2
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FEM INISMOS PAR A TODES NATALIA MARTÍNEZ PRADO
Excediendo sus propios límites y aquellos sostenidos por los pre-
juicios sociales, por primera vez en su historia, el feminismo se
hizo masivo. Decirse feminista ya no es una práctica exclusiva de
mujeres cis, de clase media, o de lesbianas. De hecho, todavía sor-
prende que identificarse como feminista ya no sea motivo de burla
o insulto y, por el contrario, sea lo políticamente correcto. Parece
que hay feminismo para todas y todos, todxs, todes. Este nuevo es-
cenario –en particular, propio de la Argentina– da cuenta de una
transformación abismal en las condiciones de posibilidad para los
feminismos, una que redirecciona su histórica marginalidad al cen-
tro de la escena política y social. ¿Cómo se explica este crecimiento
exponencial?1 O, lo que me interesa comenzar a abordar desde aquí,
¿qué implicancias tiene este exceso para la política feminista?
1 Esta pregu nta es abord ada en un tra bajo previo, en coautor ía con la Dra. Ba rros: Bar ros,
Mercedes y Marnez Prado, Natalia, “Populismo y derechos humanos en el devenir
masivo de los feminismos argentinos” en La Aljaba, Segunda Época, Revista de Estudios
de la Mujer, Segunda época, Volumen X XIII, 2019, pp. 33-57.
Feminismos para todes
NATALIA MARTÍNEZ PRADO
(CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS –
FEMGES, CENTRO DE INVESTIGACIONES DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y
HUMANIDADES, UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA)
En la marea
El feminismo, su nombre, no evoca una
realidad o escena unívoca. De ahí la
necesidad de definir: ¿qué feminismo?
Acudir a la definición breve, pero
efectiva de “multiplicidad” no resuelve
la complicación en cuanto a su nombre
y su política.
alejandra castillo, Matrix, el género de
la filosofía
Un punto de partida ineludible para abordar el presente inédi-
to de los feminismos es descartar cualquier empeño por la unidad.
Como afirma Alejandra Castillo,2 no hay realidades o escenas uní-
vocas que traduzcan la comprensión del feminismo. Tampoco al-
canza la inversión simple de lo uno por lo múltiple para compren-
der su heterogeneidad tensa y constitutiva. Ni siquiera nos es útil la
gran metáfora de las “olas” como el gran relato ordenador de la in-
conmensurabilidad de sus incursiones y debates. Al decir de Clare
Hemmings,3 en esa narrativa se pone de manifiesto una gramática
política que reifica una temporalidad definida como propia de los
feminismos, despolitizándola. Esto es, se desconoce la (geo)politici-
dad inherente de toda cronología y, lo más importante, se evaden las
implicancias de asumir como verídicas o relevantes lo que no deja
de ser sólo una versión de las historias feministas, se niega la politi-
cidad de su archivo.
Hacerse cargo de esas implicancias, por otra parte, supone admitir
que no hay verdad que sostenga la política feminista. Como hace tiem-
po señalara, oportunamente, Judith Butler,4 sus fundamentos siempre
son contingentes. A pesar de los innumerables intentos por definir lo
propio o, mejor dicho, gracias a ellos, podemos inferir que el feminis-
mo carece de esencia. Hoy, más que nunca, queda claro que el feminis-
2 Casti llo, Alejandra, Matrix. El género de la filosofía, Santiago de Chile, Ediciones Macul,
2019.
3 Hemmings, Clare, La gramática política de la teoría feminista. ¿Por qué las historias
importan?, trad. Mónica Rozanski, Buenos Aires, Prometeo, 2018.
4 Butler, Judith, “Fundamentos Contingentes: El feminismo y la cuestión del
‘postmodernismo’” en La Venta na, Nº 13, [1992] 2001, pp. 7-41.
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mo no tiene un sujeto exclusivo que lo sostenga, ni reclamos que le den
una única forma. El feminismo no es más ni menos que un nombre.
Esto quiere decir, por una parte, que no podemos reconocer o asignar
como “feminista” a cualquier persona u organización que se movili-
ce por los derechos de “las mujeres” u otras identidades de género. En
nuestro país, por caso, el feminismo tiene más de un siglo de historia
y en todo su recorrido tuvo infinitos enfrentamientos con referentes
de otras tradiciones políticas que también quisieron representar “la
voz de la mujer”.5 Por otra parte, sin embargo, que el femi-
nismo no sea más que un nombre no significa que no tenga
un sentido específico. Como hace más de medio siglo adver-
tía Simone de Beauvoir, la vía nominalista no alcanza para
definir qué es una mujer, como tampoco, podemos agregar
ahora, es suficiente para comprender la política que se eri-
gió en su nombre: “todo ser humano concreto está siempre
singularmente situado”.6 Y ¿cuál es la situación singular de
nuestro feminismo?
Una de las peculiaridades de la Argentina, como señalé
al principio, es que en la actualidad cualquiera se dice fe-
minista. Lejos del feminismo fundante devenido de la mano
de universitarias, socialistas y librepensadoras, hoy hay feminismos
populares, peronistas, sindicales, feminismos comunitarios y transfe-
minismos, por sólo nombrar algunos. En este marco, se debilitan las
repercusiones de quienes dicen erigirse en nombre del “verdadero”
feminismo –como aquellas que tanto ruido hicieron en la región entre
las reconocidas como “autónomas” y las definidas como “instituciona-
listas”. A cambio, hay una especie de acuerdo tácito en que la hetero-
geneidad no sólo es constitutiva del feminismo, sino que es lo que lo
potencia. Ahora bien, cuando se dice heterogeneidad –un rasgo que se
podría atribuir a cualquier movimiento político– pareciera que las di-
ferencias que el feminismo abraza pueden ser infinitas. Pero, de ese
modo, definirse como “feminista” ya no tendría sentido. Aun cuando
cualquiera pueda definirse como feminista, no toda diferencia es sig-
nificativa para el feminismo. Hay una historia, en realidad hay mu-
chas, que dan cuenta de qué es lo que importa.
5 Véase: AAVV, La Voz de la Mujer. Periódico comunista-anárquico, Buenos Aires, Univer-
sidad Nacional de Qui lmes, [1896] 1997.
6 Simone de Beauvoir, El segundo sexo, trad. Juan García Puente, Buenos Aires, Sudame-
ricana, 1949, p. 16.
II. En nombre propio
[...] la impropiedad pol ítica no es la no perte-
nencia. Es la doble pertenencia: la pertenen-
cia al mundo de las propiedades y las partes
y la pertenencia a la comunidad impropia,
a esa comunidad que la lógica igualitaria
construye como parte de los sin parte.
jacques rancière, el desacuerdo
¿Cómo abordar a los feminismos sin caer en un relato unitario,
una lectura impregnada por la búsqueda de su veracidad? ¿Cómo
reconocer lo propio del feminismo sin recortar la impropiedad de
su carácter? A modo de ensayo, propongo aquí una ref lexión sobre
la modulación de su política en el presente. Esto es, cómo se desen-
vuelve en su heterogeneidad constitutiva la tensión propia de toda
política: aquella que se configura en torno a lo universal y lo parti-
cular, el todo y la parte.
De manera exploratoria, habría una primera modalidad que privi-
legia al feminismo como parte, como el particular, no necesariamente
ligado a una experiencia de opresión singular o a un saber exclusivo
devenido de la diferencia sexual –aunque ese vínculo también puede
estar presente– sino, sobre todo, definitorio de la política feminista. El
feminismo concebido como política de la parte que no tiene parte, ni
aspira a tenerla. El feminismo como política de lo plebeyo, como políti-
ca de la interrupción. No deja de haber un leve gesto por lo común –“la
amistad de ese No certero”, al modo de Blanchot–7 pero sólo al precio
de rechazar sus implicancias. La apelación al todo, a lo universal, aquí
sólo se entiende como hegemonía, pérdida y asimilación. La irrupción
del particular feminista busca afectar la vida comunitaria, pero exclu-
sivamente como ruptura, desde sus márgenes. Desde esta modalidad
de la política feminista, el presente masivo del feminismo invita al des-
encanto, es algo menos que un síntoma del fracaso de la radicalidad
que habría de caracterizar a la política feminista. Los feminismos se
hicieron demasiado comunes y, de ese modo, agotaron la particulari-
dad que los distinguía.
7 Blanchot, Maurice, “El Rechazo”, traducción de Diego Luis Sanromán, en Escritos
Políticos, Madrid, Acuarela & A. Machado, 2010.
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Una segunda manera que asume la política feminista en la Ar-
gentina, de forma casi inversa a la anterior, es aquella que concibe
que las partes han de subsumirse al todo, comprendido en términos
sistémicos: se orienta a cuestionar las bases del sistema vigente, pa-
triarcal y capitalista. Se reconoce la pluralidad de feminismos, pero
la efectividad de sus acciones se evalúa según su potencial crítico y
de transformación integral de la sociedad. Las políticas feministas
orientadas y organizadas sólo por una parte se juzgan individua-
listas, esencialistas, sectarias y funcionales al sistema; las
que aspiran a construir políticas intermedias, son oportu-
nistas o reformistas. O se transforma todo el sistema o no
se logra cambiar nada. Las masas feministas, desde este
marco, estarían dando cuenta del éxito de la orientación
de esta política feminista revolucionaria, antipatriarcal y
anticapitalista.
Una tercera y última modalidad de la política feminista,
al menos de las que aquí podemos dar cuenta, cuestiona
su sumisión a un todo orgánico y programático, como así
también la concepción que halla su radicalidad exclusiva-
mente en su definición como pura parte. Rechaza de plano
que haya un modo privilegiado de articular lo universal y no nie-
ga su apuesta por formar comunidad. Si la fuerza del feminismo
emerge como parte que no tiene parte, en términos de Rancière, su
potencialidad se mide por la conmoción al todo comunitario y su re-
configuración. Aquí no hay privilegio por uno de los momentos de lo
político, es todo a la vez. De hecho, de las tres modalidades de abor-
dar la tensión propia de la política entre una dimensión universal
y otra particular, ésta es la única que explícitamente privilegia la
tensión.
III. El nudo de la política feminista
[...] sucedió que un gran número de
mujeres parió una idea, la echó al
mundo...
y ya la creatura no nos pertenece.
Adquirió vida propia.
Podríamos haber craneado, pensado la
dirección,
pero no podíamos fijar ni determinar
su trayectoria.
A lo más, saber desde dónde haremos
los lanzamientos futuros sucesivos
y seguir responsablemente las
trayectorias.
julieta kirkwood, ser política en chile.
los nudos de la sabiduría feMinista
Sin ánimos de producir lecturas omnicomprensivas, en esta bre-
ve reflexión intento descifrar ciertos gestos de la política feminista
que, ajenos a su propia complejidad, insisten en habitar nuestros
activismos, incluso ahora que estamos inmerses en una gran ma-
rea feminista. Comprender las implicancias de esta masividad que
nos es ajena –si no en lo que esperábamos proyectar, al menos, con
certeza, en cuanto a nuestras costumbres– quizás fue más bien una
excusa para seguir indagando sobre lo (im)propio de la política fe-
minista.
Analizando “la política para y desde las mujeres” en Chile, Julieta
Kirkwood señaló que desde el mismo momento en que la “contra-
dicción entre universalidad y particularidad se verifica quedará
también determinada la posibilidad del surgimiento o de la forma-
ción de una conciencia contestataria femenina la que, en tanto posi-
bilidad podrá o no asumir expresiones sociales concretas”.8 Es decir,
la política feminista no puede subsistir en la obstinada afirmación
de la diferencia, ni en la pura negación de lo universal; pero tampo-
co en la apelación homogeneizante ni asimilacionista de la retórica
de lo universal. Es más bien en el atravesamiento de las dos lógicas
opuestas en donde se puede hallar el nudo de la política feminista.
El nudo es, efectivamente, una metáfora que logra condensar tan-
to las paradojas del feminismo, como su principal potencial. Como
señala Alejandra Castillo,9 el nudo cuestiona la figuración dicotómi-
ca jerarquizada de las diferencias propia del pensamiento moderno
8 Kirkwood, Julieta, Ser política en Chile. Los nudos de la sabiduría feminista, Santiago de
Chile, Cuarto Propio, 1986, p. 24.
9 Castillo, Alejandra, Julieta Kirkwood. Políticas del nombre propio, Santiago de Chile,
Palinodia, 2007.
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y patriarcal –entre lo Uno y lo otro, lo público y lo privado, la razón
y el sentimiento– en la procura de que cada lazo se sostenga en ten-
sión, sin subsumirse uno al otro. En el nudo no hay figuración posi-
ble de la inversión de un orden, sólo hay movimiento. Aunque lo más
relevante del nudo como figura condensatoria de la política feminis-
ta, desde mi perspectiva, es el modo en que transfigura la tensa coe-
xistencia de los lazos entre sí. Es decir, no es sólo el modo novedoso
en que lo público y lo privado puede atarse desde el feminismo. Hay
diferentes modos de hacerlo, desde los feminismos. Y esos
diferentes feminismos en su alteridad, cohabitan. Hay in-
tentos de hegemonizar sus diferencias, por supuesto. Así lo
hacen las políticas feministas que priorizan su lógica uni-
versal; pero esa lógica no es exclusiva. Por la propia figura-
ción de la política feminista y sus movimientos en el tiem-
po, hay diferencias que han pasado a ser inasimilables.
Esto resulta en tensión, indudablemente; pero también en
movimiento, en potencia. Por eso quizás la modulación del
nudo a la que alude la política feminista, su propiedad, no
esté entonces en el clásico nudo, formado por hilos separa-
dos y enlazados, sino al modo figurativo que también plan-
teó Julieta Kirkwood. Para ella, “nudo” también
[...] sugiere tronco, planta, crecimiento, proyección en círculos
concéntricos, desarrollo –tal vez ni suave ni armónico, pero en-
volvente de una intromisión o de un curso indebido, que no lo
llamaré escollo– que obliga a la totalidad a una nueva geografía,
a un despliegue de las vueltas en dirección distinta, mudante,
cambiante, pero esencialmente dinámica. Las formas que entor-
nan y definen a un nudo son distintas, diferentes, no congruen-
tes con otros nudos. Pero todos ellos tienden a adecuar dentro de
su ámbito su propio despliegue de movimiento, de modo tal que
se unirán mutuamente en algún punto y distancia, imprevisible
desde el punto mismo, para formar una nueva y sola continui-
dad de vida. A través de los nudos feministas vamos conforman-
do la política feminista.10
Adecuar dentro de su ámbito su propio despliegue de movimiento:
considero que aquí está la clave para comprender el crecimiento
exponencial de los feminismos, la cohabitación de sus diferencias y
el potencial (im)propio de su política.
10 Kirkwood, Julieta, Ser política en Chile. Los nudos de la sabiduría feminista, op. cit., p. 213.
Notas (al pie) sobre
cisnormatividad y feminismo
BLAS RADI
(UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES – SOCIEDAD ARGENTINA DE ANÁLISIS FILOSÓFICO –
CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS)
[...] más allá del texto filosófico, no hay
un margen blanco, virgen, vacío, sino
otro texto, un tejido de diferencias de
fuerzas sin ningún centro de referencia
presente
j. derrida, Márgenes de la filosofía
1 .
Este trabajo es producto de una lectura atenta que da centrali-
dad y presta cuidadosa atención a las zonas “marginales” de la
producción feminista contemporánea en Argentina, fundamental-
mente a las notas al pie. Con demasiada frecuencia éstas son consi-
deradas poco relevantes para la comprensión del sentido general de
la obra, meras aclaraciones formales, necesarias para la escritura
pero prescindibles para la lectura. Por este motivo suelen ocupar
distintas posiciones menores en la geografía de los textos, tienen un
formato distinto, con un tamaño más reducido, y se prestan a ser
obviadas –en una primera lectura por lo menos–, cuando no direc-
tamente ignoradas.
En estos elementos peritextuales, sin embargo, como en las letras
pequeñas de un contrato, se establecen cláusulas importantes y se
toman decisiones fundamentales. En cierto modo el orden del mun-
do se define en las notas al pie.
2. Este trabajo también puede ser leído como una sucesión de no-
tas. Todas ellas conformarían un gran comentario en los márgenes
del feminismo. El objetivo consiste en abrir el espacio de reflexión
que interrumpa el fluir de la norma cis.
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