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Ensayos
© Los autores. Este artículo es publicado por Espiral, revista de geografías y ciencias sociales de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos. Este es un artículo de acceso abierto, distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Atribución 4.0
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Espiral 4(7): 085 - 102. https://doi.org/10.15381/espiral.v4i7.22003
eISSN: 2708-8464, ISSN: 2663-8134
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
| 085
La economía mixta en el socialismo liberal
The mixed economy in liberal socialism
A economia mista no socialismo liberal
Manuel José Kamichi Miyashiro
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú
manuel.kamichi@unmsm.edu.pe
https://orcid.org/0000-0002-3222-3319
RESUMEN
El presente ensayo tiene como objetivo aportar en el debate sobre si la economía mixta puede ser
compatible con un sistema de socialismo liberal. Es decir, si la coexistencia de los agentes privados y
públicos en la economía pueden promover un modelo que se base en el desarrollo de las libertades
individuales y la igualdad de oportunidades. Para ello es que se realizó una revisión histórica en el ámbito
político y económico para buscar antecedentes tanto teóricos como empíricos de experiencias sobre
este tema. Mostrando primero la compatibili dad entre el liberalismo con el soc ialismo, y posteriormente,
describiendo economías mixtas como la de China, Francia, Argentina y Estados Unidos en etapas
específicas de su crecimiento económico. Para finalmente, complementar con otras sugerencias para
que se pueda formar un sistema económico completo propio del socialismo liberal.
ABSTRACT
The present essay aims to contribute to the debate on whether the mixed economy can be compatible
with a system of liberal socialism. That is, if the coexistence of private and public agents in the economy
can promote a model that is based on the development of individual freedoms and equal opportunities.
For this reason, a historical review was carried out in the political and economic field to look for both
theoretical and empirical background of experiences on this subject. First showing the compatibility
between liberalism with socialism, and later, describing mixed economies such as China, France,
Argentina and the United States in specific stages of their economic growth. Finally, complement with
other suggestions so that a complete economic system typical of liberal socialism can be formed.
RESUMO
O presente ensaio visa contribuir para o debate sobre se a economia mista pode ser compatível com
um sistema de socialismo liberal. Ou seja, se a convivência de agentes privados e públicos na economia
pode promover um modelo que se baseie no desenvolvimento das liberdades individuais e da igualdade
de oportunidades. Por isso, foi realizada uma revisão histórica no campo político e econômico para
buscar o embasamento teórico e empírico das experiências sobre o tema. Primeiro mostrando a
compatibilidade do liberalismo com o socialismo e, posteriormente, descrevendo economias mistas
como China, França, Argentina e Estados Unidos em estágios específicos de seu crescimento econômico.
Por fim, complemente com outras sugestões para que se forme um sistema econômico completo típico
do socialismo liberal.
Citar como:
Kamichi, M. (2022). La economía mixta en el socialismo liberal. Espiral, revista de geografías y ciencias sociales, 4(7), 85-102.
https://doi.org/10.15381/espiral.v4i7.22003
Recibido: 28/03/2022 - Aceptado: 01/05/2022 - Publicado: 02/12/2022
Manuel José Kamichi Miyashiro
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PALABRAS CLAVES: socialismo; liberalismo; mercado; socialismo liberal; socialismo de mercado.
KEYWORDS: socialism; liberalism; market; liberal socialism; market socialism.
PALAVRAS-CHAVE: socialismo; liberalismo; mercado; socialismo liberal; socialismo de mercado.
INTRODUCCIÓN
Como el presente trabajo es histórico se comienza mostrando los orígenes
del liberalismo y el socialismo con el objeto de conocer, en primer lugar, si hay
compatibilidad entre ambas corrientes desde sus inicios y posterior desarrollo,
con lo cual se confirmaría la posibilidad de la existencia del socialismo liberal, y
posteriormente se abarcará la economía mixta para saber si este tipo de economía
calza con este modelo.
El Liberalismo es vástago de la Ilustración y la Reforma, sus principios empararon
la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y sirvió como motor de la
Revolución Francesa, y fue el que avisó el inicio de la modernidad (Roux, 1989), pero
su orígenes históricos es dudoso, se sabe que antes de la Edad Moderna estuvo la
Edad Media pero no se conoce exactamente la fecha de finalización de esta última
y la de iniciación de la primera. Se indica que Dante es el primer hombre moderno
por la Divina Comedia, mientras que también se dice que Maquiavelo (en la ciencia
política) sería el primer pensador político moderno, asimismo se encuentran Lutero
como divisor entre lo medieval con lo moderno en el ámbito religioso y Galileo en las
ciencias. En general, se puede concluir que principalmente es en el siglo XVII donde
se encuentran las personas que dividen la época medieval con la moderna (Mertz,
1982).
El liberalismo fue en el siglo XVIII una ideología perteneciente a la clase media
burguesa que se enfrentaba a la oligarquía de los señores de la tierra y también de las
armas que eran apoyados por un Estado de tipo autocrático. El liberalismo radical del
siglo XVIII o inicios del XIX era de tipo revolucionario (Bresser, 2009).
Mientras que por el otro lado, el nacimiento del socialismo, según Mario Bunge
(2010), se ubica en el Renacimiento gracias a algunos intelectuales, particularmente
en Thomas More, quien creó Utopía (1516), y Tommaso Campanella, quien es el autor
de La ciudad del sol (1623). Pero también menciona que Platón con su República
los precedió aunque su tipo de sociedad era autoritaria, mientras que el de los dos
anteriores se caracterizaban por ser libres e igualitarias. Esto último coincide con
el liberalismo, puesto que en la tradición liberal se busca maximizar justamente la
libertad y la igualdad (Mertz, 1982). Por lo que la compatibilidad entre socialismo con
liberalismo es que ambos luchan por la libertad y la igualdad.
La libertad que se hará referencia en el presente trabajo es a la positiva, es decir, el de
poder hacer, poder realizarse (Mertz, 1982). Se ha optado por este tipo de libertad y no
el de tipo negativo (el de no interferencia en las acciones) por la referencia que realiza
el socialista liberal John Stuart Mill cuando se refiere justamente a este tema de la
libertad, indicando no puede existir una felicidad general sin las libertades de tipo
positivas, emancipatorias y que conducen a la autodeterminación y al auto-desarrollo
(Guisán, 1991-1992).
En lo que se respecta al concepto de igualdad, se referirá en la presente investigación
a la igualdad de oportunidades, debido a que se ha tomado como referencia lo dicho
por Ochoa (2010), que la igualdad política, que es un valor liberal por excelencia, tiene
como fundamento el hecho de que cualquier persona puede tener la posibilidad de
poseer un mayor poder de tipo social, es decir, que todos somos iguales ante la ley,
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con iguales derechos. Aunque en este caso se extenderá ese concepto de igualdad
política a igualdad socio-económica.
Rosselli señalaba que el socialismo es heredero del liberalismo, que están lejos de
oponerse, más bien se ligan de manera muy estrecha, en donde el liberalismo funciona
como fuerza ideal de tipo inspiradora, mientras que el socialismo termina siendo la
fuerza práctica de tipo realizadora (Fillipi, 2017). Piero Calamandrei señalaba que el
reconocer y proteger constitucionalmente los derechos sociales:
Debía considerarse la necesaria garantía de los mismos derechos de libertad,
en cuanto condición indispensable para su efectivo disfrute y ejercicio, en otro
caso restringido al privilegio de pocos; y en tal reconocimiento invitaba a ver el
«injerto» de la tradición socialista en la tradición liberal. Citaba la emblemática
afirmación de Rosselli, «socialismo es liberalismo en acción», señalando en ella:
«el significado de ciertas fórmulas programáticas —socialismo liberal, justicia
y libertad, liberalsocialismo— en las que se ha tratado de expresar en síntesis
no tanto una especie de equilibrio inestable entre dos aspiraciones heterogéneas
y contrapuestas, libertad individual y justicia social, cuanto la superación de
esta contraposición y el reconocimiento de que la justicia social es condición de
la libertad individual» (Bovero, 2006, p. 125).
Ochoa (2010) señala que en la historia europea-occidental se puede observar que el
socialismo con el liberalismo son una continuación filosófica, y que esto se evidencia
con los social-demócratas, como por ejemplo, con el Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) o el Partido Socialista de Chile. También en Argentina se ha defendido el
socialismo liberal, como por ejemplo, con ciertos sectores pertenecientes al Partido
Radical, especialmente durante el gobierno de Raúl Alfonsín (García J. , 2015).
Cabe recordar que la socialdemocracia es una variante socialista que se distanció del
marxismo y practican ciertos aspectos de la economía de mercado (Puerta, 2008). Se
trata de un socialismo moderado, de tipo parlamentario (Giddens, 1999). Este modelo
se caracteriza, entre otras cosas, por tener un Estado de bienestar y sus máximos
representantes actualmente son los países nórdicos.
Ahora, a nivel económico hay que diferenciar -como Croce lo indicaba- la distinción
entre liberalismo y liberismo. Esta última es una palabra italiana y se refiere a lo
que se conoce comúnmente como liberalismo económico, mientras que el primero
–liberalismo- se refiere al plano político (Anderson, 1989). Es decir, el liberismo hace
referencia a lo económico, diferenciándose del liberalismo –ideas políticas liberales-
(Fillipi, 2017).
El liberalismo liberista busca un Estado mínimo y asciende las leyes del mercado
como principio más alto del ordenamiento social, por lo que es incompatible con
el socialismo, en donde esta última es inseparable de la lucha por la justicia como
igualdad en satisfacer necesidades consideradas esenciales y que no sea expuesta a
la mercantilización de la vida social. La vía entre socialismo y liberalismo es, con
los cambios necesarios, la de conjugar los derechos de libertad, que es propio del
liberalismo, con los derechos sociales, algo propio de los socialistas, con sus propuestas
en defensa del trabajo, los débiles y de los desiguales (Bovero, 2006).
Como lo indica Sartori (1993), si el liberalismo no hubiera coincidido con la
transformación industrial de Occidente no se confundiría el de tipo político con
el económico. De hecho, personajes como Locke, Coke, Blackstone, Montesquieu,
Madison y Constant no teorizaron sobre la economía del “dejar hacer”, en cambio
sí lo fueron del constitucionalismo y se preocuparon por la libertad política (no
económica). Por lo que el liberalismo clásico –el puro y simple- no es la económica,
ante ello, liberalismo se define como “la teoría y la praxis de la libertad individual, de
la protección jurídica y del Estado constitucional” (Sartori, 1993, pág. 196).
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Esto crea un vacío teórico de una verdadera economía del liberalismo; y la pregunta
clave es si esta puede ser compatible con el socialismo creando un solo modelo
económico en donde también se mantenga una economía de mercado. Entendiendo
que el mercado se trata de un conjunto de compradores (quienes son los que determinan
la demanda) y vendedores (los que determinan la oferta) de un determinado bien o
servicio (Mankiw, 2002).
PERSONAJES SOCIALISTAS Y LIBERALES
Tocqueville
Alexis de Tocqueville fue un francés (1805-1859) considerado “el más grande de los
liberales franceses del siglo XIX” (Basabe, 2019, pág. 424), entre sus estudios descubrió,
por ejemplo, que los estadounidenses tenían la predisposición de ejercer el “arte
asociativo”, a diferencia de los franceses (López, Martín , & Romero, 2007). En su
planteamiento el liberalismo se reconoce en la libertad, mientras que la democracia
hace lo propio en el principio de igualdad, por lo que la liberal-democracia tiene como
objetivo conciliar la libertad con la igualdad (Sartori, 1993).
Basabe (2019) indaga en las relaciones que tuvo el pensador liberal Tocqueville con el
pensamiento de socialistas durante la primera mitad del siglo XIX. Esta figura estuvo
en contra de los socialistas, pero su pensamiento comienza a cambiar en ciertos
aspectos coincidiendo en parte con ellos.
Tocqueville fue ponente en la comisión para redactar el texto constitucional en la
Asamblea Constituyente de la Segunda República en Francia (1848) y tuvo que dar
réplica sobre el derecho al trabajo a Claude Pelletier, en lo que se considera como “el
primer enfrentamiento en la historia entre liberales y socialistas”. En este considera
que socorrer al miserable es un deber por parte de la sociedad, pero que eso es diferente
al hecho de reconocer el derecho universal al trabajo. Asimismo, critica la regulación
por parte del Estado de la industria y la economía, puesto que según él, esta entidad
sería igual que la del Antiguo Régimen que se eliminó con la Revolución de 1789 y
que entonces estaría lejos de la libre competencia y las libertades individuales. El
liberal francés también señaló que si el Estado era distribuidor del trabajo entonces
solo habría un amo y esclavos (Basabe, 2019).
Pero, en lo que se conoce como en una “posición evolutiva”, es decir, en una siguiente
etapa en donde cambió su pensamiento político, defendió la asistencia pública,
una caridad cristiana que se aplicaría a la política. En su obra L’Ancien Régime et la
Révolution (1856) Tocqueville se refirió a la división de clases como un crimen de la
antigua monarquía. Su segundo viaje a Inglaterra en 1835 le hace surgir una nueva
sensibilidad sobre las consecuencias de la industrialización, le comienza a preocupar
la falta de libertad política al indicar que la legislación excluye a las clases consideradas
como inferiores de la vida pública, mientras que los derechos políticos se concentran
solamente en la clase media (Basabe, 2019).
Tocqueville también compara la relación entre el patrón –nacido para mandar- con el
obrero –nacido para obedecer- con la aristocracia. Sumado a ello, critica la división del
trabajo porque, según él, degrada el hombre, deja de pertenecerse a sí mismo, lo que
parece que prefiguraría la alienación desarrollada por Marx (Basabe, 2019).
Tocqueville se refería en una nota al “mayor problema de nuestros días” a la cuestión
social, y cabe mencionar que este último término fue acuñado por los fourieristas
-Jules Lechevalier y Victor Considerant lo usaban en 1833 y 1834-, y alude al hecho
de acercarse al problema de la pobreza sin considerar a esta última como natural, ni
que es un problema individual, ni que se debe dejar en manos de la caridad privada
porque se trata de la consecuencia de una mala organización en el sistema de trabajo
de la economía industrial (Basabe, 2019).
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Al igual que como lo haría un socialista, Tocqueville criticó las condiciones de los
trabajadores en las industrias, por ejemplo, cuando visitó Birmingham señaló que:
…el hombre civilizado se convierte casi en un salvaje. De Manchester no
extrajo mejor impresión, y ante el paisaje de las pésimas condiciones de vida
y salubridad de los barrios obreros, escribió el siguiente testimonio a Marie
Mottley:
“Aquí está el esclavo, ahí el amo. Allí, las riquezas de algunos; aquí, la miseria
de la mayoría. Allí, las fuerzas organizadas de una multitud producen, en
beneficio de uno solo, aquello de lo que la sociedad todavía no ha sabido dotarse;
aquí, la debilidad individual se muestra aún más frágil y desamparada que en
medio del desierto” (Basabe, 2019, p. 435).
En la primera Memoria sobre el pauperismo Tocqueville propone la caridad
pública para ciertos casos (orfandad, enfermedad, etc.) y medidas preventivas (freno
a la migración del campo a la ciudad, el facilitar medidas para que el obrero pueda
ahorrar, etc.). En su Segundo artículo sobre el pauperismo plantea la solución al
problema industrial con la distribución de la industria, al igual que con el problema
agrario con la distribución de la tierra, indicando que se le debe dar un interés a la
fábrica al obrero y hábitos de propiedad. Con lo que propone extender las prácticas
de tipo asociativas a la economía, como por ejemplo, con mutualidades –con el inicio
de un fondo común y que después se transformaría en una mutualidad asistencial o
cajas de ahorros- y cooperativas de tipo solidarias (Basabe, 2019).
En Democracia en América Tocqueville indicaba que la clase industrial tenía
que ser reglamentada, vigilada y contenida, además de señalar que las atribuciones
del gobierno debían acrecentarse en relación al crecimiento de esa clase (Basabe, 2019).
Keslassy se refiere a un “Estado situado” en Tocqueville, en donde el gobierno
y también la administración serían actores fundamentales en la economía, en donde
desarrollarían un programa social y distribuirían los bienes de manera más igualitaria
(Basabe, 2019).
En 1856, poco antes de su muerte, en una carta a Mme. Swetchine, conocida
salonnière, Tocqueville concedía: “Coincido con usted en que la repartición
más igualitaria de los bienes y los derechos de este mundo es el mayor objeto que
deben proponerse aquellos que se ocupan de los asuntos humanos” (Basabe,
2019, p.441).
En conclusión, se puede observar que Tocqueville propuso un Estado regulador en
las relaciones económicas, fue crítico de las instituciones económicas que existió en su
época, fomentaba una sociedad solidaria -Keslassy o Vernazza lo llaman “solidarista”,
encontrándose entre el liberalismo económico (liberismo) y el socialismo de tipo estatal-,
representando la pesquisa de una tercera vía que busca como fin una sociedad que
sea solidaria, coincidiendo con las propuestas de los socialistas premarxistas de las
asociacionismo y el cooperativismo.
Esto demuestra que él no se pegaba a las ideas del liberalismo económico (liberismo) y
parecía vaticinar –y sin desprecio-, en sus Memorias, un futuro más prometedor para
el socialismo:
¿Siempre seguirá el socialismo bajo la tremenda presión de desprecio que han
merecido los socialistas de 1848? Propongo esta pregunta sin contestarla. No
dudo que con el tiempo las leyes fundamentales de nuestra sociedad moderna
cambiarán (...) cuanto mejor conozco la variedad de las formas adoptadas
en todas partes y en todos los tiempos por el derecho de propiedad, más me
inclino hacia la convicción de que las llamadas instituciones necesarias son
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frecuentemente instituciones por el puro azar de haberse acostumbrado a ellas
y que, por tanto, existen muchas más posibilidades en el campo del orden
social de lo que se imaginan los hombres que viven dentro de una determinada
sociedad (Basabe, 2019, p. 443).
John Stuart Mill
John Stuart Mill fue un inglés (1806-1873) que es uno de los ilustres intelectuales
de la cultura anglosajona de mediados del siglo XIX que termina siendo uno de los
pioneros o precursores que intentó unir teóricamente los principios del liberalismo
y del socialismo, es decir, libertad individual y la promoción de la justicia social y la
igualdad (Bovero, 2006).
En su primera edición del libro “Principios de economía política” había enunciado las
dificultades del socialismo, oponiéndose a esta última a tal punto que se consideraba
antisocialista debido a la afirmación vigorosa de la dificultad de este sistema, pero
posteriormente decidió leer a diversos socialistas del Continente, lo que trajo como
consecuencia que eliminara la mayoría de lo redactado sobre el tema y que fueran
sustituidas por reflexiones y argumentos que consideró más avanzados, en donde
concluyó que la concepción que tenían los socialistas eran elementos considerados
entre los más valiosos para el mejoramiento humano (Anderson, 1989; Anderson,
Bobbio y Cerroni, 1993).
Cabe recordar que Mill estudió las propuestas de propiedad comunal de los socialistas,
de las diversas variantes que hay sobre este sistema consideraba al fourierismo
como la más hábil y de mayor poder. Él se consideró liberal y socialista, señalando
la necesidad de unir la máxima libertad individual con la propiedad comunal de
las materias primas y un igualitarismo participativo de los beneficios del laburo
colectivo. También defendió la Comuna de París y falleció mientras trabajaba en un
libro sobre el socialismo que él consideraba más importante que sus aportes sobre el
gobierno representativo (Anderson, 1989; Anderson, Bobbio y Cerroni, 1993).
Él se percató que la síntesis del liberalismo y el socialismo resumía las aspiraciones
humanas a una sociedad justa y libre (Guisán, 1991-1992). Critió al sistema capitalista
por considerarlo injusto y planteó el socialismo de tipo cooperativista y democrático,
pero también alabó al mercado y al librecambio, siendo precursor del socialismo de
mercado (Bunge, 2010). Rawls indica que John Stuart Mill pensaba que la economía de
tipo capitalista terminaría desapareciendo de manera gradual y que sería sustituida
de manera pacífica por empresas gestionadas por los propios trabajadores enmarcado
dentro de una economía de tipo competitiva (Lizárraga, 2021).
Bertrand Russell
Bertrand Russell fue un filósofo, matemático y escritor británico (1872-1970) que vio,
junto a John Stuart Mill, J.A. Hobson y J. Dewey, al socialismo como el único camino
para que se pudiera llevar a cabo los ideales de tipo liberales (Lizárraga, 2021).
Russell se autoproclamaba como liberal ortodoxo, esto se puede observar cuando
confesó setenta años después de haber escrito sobre la socialdemocracia alemana en
1895 que había redactado el libro desde la perspectiva ideológica antes mencionada
–como liberal ortodoxo-. En su libro Proposed Roads to Freedom (1918) consideró como
el mejor sistema practicable al socialismo gremialista porque percibía como idónea
la forma de la propiedad de tipo comunal para llegar a la libertad individual y
como medida de protección ante los peligros existentes de un Estado que sea muy
poderoso. Indicaba que la propiedad comunal del capital y la tierra era una fase
necesaria para borrar los males que aquejan al mundo y para hacer una sociedad
que cualquier humano tendría que desear ver realizada (Anderson, 1989; Anderson,
Bobbio y Cerroni, 1993). Él preguntaba cómo se podría mezclar un nivel de inciativa
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individual requerido para el progreso con la cohesión social que se necesita para la
sobrevivencia (Sartori, 1993).
Norberto Bobbio
Norberto Bobbio fue un intelecual italiano (1909-2004) que se vuelve liberal y
socialista por su lucha contra el fascismo y posteriomente contra el sistema de Stalin,
que lo consideraba tiránico (Anderson, Bobbio, & Cerroni, 1993). También criticó, en
su artículo de 1954 “Democracia y dictadura”, de manera severa que en el marxismo
se subestimara el valor por parte del legado liberal sobre la división y restricción de
poderes. Cabe señalar que el compromiso que tenía Bobbio con el liberalismo era
político –con el Estado constitucional-, no económico –libre mercado-, señalando que
esta permitiría el paso igualitario para el socialismo y que esta útima comprende al
liberalismo pero no es así al revés porque afirmaba que las personas de una sociedad
serán libres cuando tengan igualdad de poder (Anderson, 1989).
Bobbio caracteriza al liberalsocialismo articulada en dos niveles: el liberalsocialismo
mínimo, que sería lo mínimo indispensable para la democracia, y el liberalsocialismo
máximo, que vendría a ser la conjugación entre la máxima libertad individual con
la máxima justicia social. Además, desarrolló lo que él denominó como las cuatro
grandes libertades de los modernos: 1) libertad personal –evita las detenciones que
sean arbitrarias y a las torturas-, 2) libertad de conciencia y pensamiento –derecho
a expresar opiniones-, 3) libertad de reunión –protesta colectiva- y la 4) libertad de
asociación –formación de partidos y sindicatos-. Seguido de ello aseveró que se debía
declarar los derechos sociales –sobre el trabajo, educación, salud, previsión social y
subsistencia- como derechos fundamentales en igual plano que el de libertad como
iguales –igualmente a todos- y universales; ante ello, concebía a los derechos sociales
como precondiciones de la igual libertad y el efectivo disfrute de los derechos de este
último (Bovero, 2006).
Otros personajes
John Dewey fue un estadounidense (1859-1952) que afirmaba que el hecho de que los
medios de producción estén en manos de unos pocos opera como una herramienta de
tipo coercitiva contra la mayoría e indicaba que se perdería la causa del liberalismo si
no se socializaba las fuerzas de producción, resaltando que los objetivos del liberalismo
clásico necesitaban de la aplicación del socialismo porque, según dijo, para lograr el
libre desarrollo individual era necesaria una economía de tipo socializada (Anderson,
1989).
John Hobson era un liberal inglés (1858-1940) que posterior a la Primera Guerra
Mundial le dedicó trabajo en poder hacer una teoría económica socialista que lograra
poseer una estructura de la producción que satisfaga las necesidades básicas con
las condiciones sectoriales para lograr la libertad individual y la innovación a nivel
técnico (Anderson, 1989). Este autor también propone la intervención del Estado para
mejorar las condiciones de los obreros, cuestionando si eso es liberalismo o socialismo,
agregando que sí es posible que haya un socialismo liberal (Vejarano, 2001).
En Argentina hubo un interés por los debates entre el liberalismo y el socialismo,
y tuvo gran relevancia el pensamiento socialista del argentino Juan Bautista Justo
(1865-1928) (Fillipi, 2017), quien consideraba al liberalismo como fuerza impulsora de
la evolución social, mientras que al socialismo como la defensa y elevación de los
trabajadores que tiende a establecer humanos libres e inteligentes en una economía
donde los medios de producción son de propiedad colectiva. Defendió las cooperativas
y fundó la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos (1989) y la cooperativa de consumo El
Hogar Obrero (1907) (Rodríguez, 2000).
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Piero Gobetti fue un periodista y político italiano (1901-1926) que sostenía, en una nota
que realizó a un artículo de Carlo Rosselli, que su liberalismo es socialista si existe
equilibrio entre el marxismo y socialismo que ofrecen ellos, aceptando que el inicio
de todas las libertades son solidarias. Como lo admitió uno de los máximos teóricos
del socialismo liberal Carlo Rosselli, el socialismo es entendido como la obtención por
parte del proletariado de una relativa autonomía económica indispensable y el deseo
de las masas para poder afirmarse en la historia. Bobbio afirmaba que para resumir la
relación entre liberalismo con socialismo que hacía Gobetti había que percibir que la
revolución liberal, en donde el proletariado lucha por su liberación, es un liberalismo
en su forma más avanzada y completa (Fillipi, 2017).
Carlo Rosselli fue un italiano (1899-1937) que fundó e impulsó el movimiento Giustizia
e Libertà en 1929, que sería pilar del socialismo liberal, y se caracterizaba por ser
reformista y antisoviético. Además, Rosselli entendía al socialismo como una filosofía
de la libertad y que no era contrapuesta al liberalismo, sino como su continuador
(Rawicz, 2012).
José Carlos Mariátegui, peruano (1894-1930), indicaba en 1927 que el liberalismo
auténtico tenía como destino preparar el camino al socialismo. En 1928 señaló que
el primer Estado socialista fue más liberal que los que se autoproclamaban como tal
y que la función del liberalismo es ahora tarea del socialismo, en donde este último
continúa al liberalismo a nivel histórico como principio de progreso y civilización
(Fillipi, 2017).
ECONOMÍA MIXTA
Desde la perspectiva keynesiana la diferencia entre capitalismo con socialismo
deriva del grado de control por parte del gobierno (Mattick, 2009). Ante ello, se va a
considerar como socialismo la intervención del Estado en la economía, puesto que
esto es cierto siempre y cuando esta entidad vele por el bienestar de la sociedad,
como lo indicó Anthony Giddens (1999): “en la práctica, el socialismo y el comunismo
ponían igualmente un gran énfasis en el papel del Estado para generar solidaridad e
igualdad” (p. 46).
Dicho esto, se considera como economía mixt a aquella donde coexiste la iniciativa
privada con la pública para el desarrollo económico. El Estado, entendido como el
sistema de tipo constitucional–legal y el aparato que lo asegura, es complementario al
mercado (Bresser, 2009), no su reemplazo. Amarty Sen (1998, citado de García, 2014)
señala que: “no hay ninguna economía en el mundo actual que no sea una economía
mixta” (p. 22). La diferencia entre ellas radica en el grado de intervención y en el
tiempo, puesto que las economías que han usado la fachada de capitalistas de libre
mercado en verdad utilizaron altos grados de intervención del Estado en su desarrollo,
adoptando así una economía mixta, y recién cuando se conviertieron en economías
altamente industrializadas con empresas competitivas para el mercado global es que
recién ahí liberalizaron sus economías, lastimosamente es este último periodo el que
predomina en la mente de las personas obviando totalmente todo lo anterior.
Como indica Fiedich List (1885, citado de Chang H.-J. , 2013), una vez que las
economías consiguen alcanzar la cima de la gloria es común que den una patada a
la escalera para que otros no puedan subir. Para las naciones que usaron aranceles
proteccionistas y restricciones en la navegación, con lo que aumentaron su poderío
industrial naval y su capacidad marítima de transporte hasta lograr que ninguna
otra nación pueda mantener una libre competencia con ella, no hay nada más sabio
que eliminar la escalera por la que subió y enseñar a los demás las bondades del libre
comercio [lo opuesto a lo que realmente hicieron] y señalar que siempre estuvieron
equivacados [a pesar que eso fue realmente lo que los llevó al desarrollo].
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En la economía mixta coexiste el socialismo por la intervención del Estado y
el liberalismo por la posiblidad de crear un Estado de bienestar que promueva la
igualdad de oportunidades y por la libertad existente en las personas (sector privado)
para poder emprender, además, los trabajadores tienen la libertad de poder obtener
empleos y lograr mejores ing resos de manera más probable que en una economía donde
su desarrollo solamente se encuentre en manos de una de estas entidades (Estado o
privado). Como indica Sen (2004), la pérdida de libertad de no poder elegir el empleo
puede ser una privación importante; Elson (1994) señala que el hilo que conduce a la
economía de tipos socialista es la producción y reproducción de la fuerza de trabajo;
y Bunge (2010) afirma que en el socialismo no se pretende eliminar el trabajo, sino
la desocupación. En cuanto al salario, Sen dice que el ingreso es importante porque
genera oportunidades (Sen, 1976 citado de Béjar, 2011).
Otro aspecto clave que cabe mencionar es que producción de tipo mercantil, y
con ella el sistema de mercado, no es propio del capitalismo, puesto que surgió mucho
antes que este, y más bien nace de la evolución histórica humana, u na evolución cultural
que es capaz de tener modificaciones y que históricamente ha estado subordinada a
objetivos de los diversos modos de producción que han existido (García, 2014). Como
señala Joaquín García (2015), una de las primeras cosas que identifica a la renovación
socialista –que se diferencian de los ortodoxos- es la admisión de la economía de
mercado.
Por lo cual, hablar de mercado en un socialismo (intervención del Estado) sí es
posible. Si hubiera un control total del Estado sería una planificación centralizada,
mientras que si fuese manejado totalmente por el sector privado sería un libre
mercado, la coexistencia de ambos es lo que hace una economía mixta.
Empresas públicas y privadas
García (2014) considera a China como una de los más grandes modelos de
significación de economía de mercado socialista, señalando los grandes avances
que han hecho para gobernar el mercado con el objetivo de beneficiar objetivos
socialistas. En donde se ha establecido la propiedad pública como pilar sustentador
del socialismo, y en donde los principales instrumentos económicos serían el mercado
y la planificación.
Sobre ello, este país es el segundo a nivel mundial con más empresas Global Fortune
500, en donde casi todas ellas son de carácter estatal. Las empresas estatales son
vitales para su desarrollo económico; de hecho, según un informe de la OCDE (del
2009 usando información del 2006) estimó que estas tienen una participación del 30
% del PIB, mientras que una comisión del Congreso de los Estados Unidos (2011) lo
calculó en alrededor del 40 % (Lin & Milhaupt, 2013). Actualmente el país asiático
posee más de 150 mil empresas estatales (Jingrong, Lu, Zhang, & Zheng, 2020).
El hecho de que China acepte empresas extranjeras podría parecer que ha renunciado
al pensamiento de Mao, pero hay que recordar que este último dijo que se debía hacer
una retirada estratégica para poder vencer al enemigo cuando este último es superior,
se lo debe atraer, hacer que penetre el territorio, para que cuando ya esté dentro,
citando a lo que dijo Kai-Chek quien fue jefe de Estado Mayor de una de las brigadas
de Chiang, hacer que los gruesos se vuelvan flacos y a los flacos, cadáveres (Devillers,
1973). Mao también dijo que se debe ir a la gente práctica, se debe aprender de ellos,
luego se debe sintetizar la experiencia en principios y teorías para luego utilizar esos
principios y métodos (Schumacher, 1978).
Esto quiere decir, sintetizando y aplicándolo al contexto económico, que se debe atraer
la inversión extranjera, luego aprovecharla (principalmente conocimientos de su
funcionamiento), después se debe sintetizar lo aprendido (sobre todo de los que han
Manuel José Kamichi Miyashiro
094|Espiral 4(7) (2022)
trabajado en esas empresas) para finalmente replicarlo (empresas de capital chino).
Hay que recordar que Marx decía que el capitalismo tenía la semilla y el germen de
su propia destrucción, y los gérmenes del modelo socialista tenían que desarrollarse
necesariamente de los mecanismos de producción capitalista (Mertz, 1982). Entonces,
usar al capitalismo como medio para instaurar el socialismo no es renunciar a este
último, sino un camino aceptable para su establecimiento.
Otro punto clave es que el Estado chino no solamente interviene económicamente con
empresas públicas, sino que lo hace de otras maneras, hay una manu militari de puertas
para adentro, el [libre] mercado solo hay de la frontera para afuera, la economía no
se la deja a la mano invisible (Pavón, 2012). Por lo que es un mito que sea de libre
mercado, es claramente una de tipo mixta.
En cuanto al tema de los ingresos este ha ido en aumento, los salarios en el 2003 de
los mexicanos era siete veces mayor que el de los chinos, en el 2011 solamente eran 40
% mayores (Ghezzi & Gallardo, 2013). David Ibarra (2017) expone que los salarios en
China se duplican alrededor de cada diez años, por lo que calcula bajo esta tendencia
que en cuatro o cinco décadas lograría alcanzar a Estados Unidos.
En China el salario real, entre el 2008 al 2019, se duplicó con creces; de hecho, en el
periodo de 2006-2019 el mayor crecimiento del salario real de empleados en Asia y el
Pacífico estuvo liderado por China. El crecimiento del salario real en este país fue del
6,7 % en el 2015; 5,5 % en 2016; 5,9 % en 2017; 7 % en 2018; y 5,6 % en 2019. El salario
nominal pasó de 5 169 CNY en el 2015 a 7 542 CNY en el 2019 (OIT, 2019).
Cabe recordar que China no es el único país en usar intensivamente las empresas
públicas para su desarrollo, también lo hicieron países europeos como Austria,
Finlandia, Francia, Noruega e Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta la
década de los ochenta. En donde Finlandia y Francia tuvieron a las empresas públicas
al frente de su modernización tecnológica (Chang H.–J. , 2008).
Francia
En la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial el Estado francés aplicó un modelo
conocido como la planificación indicativa, y se dividió en cuatro etapas, en el primero
(1947-1953) se actúa en ciertos sectores básicos (carbón, electricidad, siderurgia,
cemento, maquinaria agrícola y transportes); en el segundo (1954-1957), se trata de
reducir los precios, aumentar los rendimientos productivos y lograr el equilibrio en los
mercados; por esta razón se realizan nuevas inversiones, modificaciones y reformas
en rubros productivos, además de considerar sectores que tienen importancia social
como la vivienda y el equipo de tipo escolar; en el tercero (1958-1961) se busca el
equilibro interior por la inflación, disminuir el déficit de la balanza de pagos y
combatir el crecimiento del gasto público improductivo; y en el cuarto (1962-1965)
y último plan, se enfoca en la expansión de la economía y a estabilizar la moneda,
además de obtener mayores objetivos sociales que en el anterior plan (Várela, 1963).
Este modelo se basó en empresas públicas (canalizó la inversión en rubros estratégicos
por medio de bancos estatales (Chang H.–J. , 2008)) y una política industrial al estilo que
usó el Este de Asia para lograr alcanzar a los otros países desarrollados. El resultado
sería que el cambio estructural fue exitoso para su economía y que lograra superar a
Gran Bretaña (Chang, 2013). Esta planificación fue vinculante para el sector público
e indicativa (no coercitiva) para el privado, se trata de complementar el mercado, no
suplantarlo, por lo que es compatible con este. El sistema se terminó difundiendo a
varios países (Ramos & Pires, 2008).
Pero el proteccionismo continuó, por ejemplo, en los setenta el país prohibió que se
importara autos y aceros de Asia, además de aumentar el control estatal principalmente
en el rubro informático, con el objetivo de proteger secretos industriales de su nación
La economía mixta en el socialismo liberal
Espiral 4(7) (2022)| 095
(Enrico, 2014). En los ochenta Francia se había convertido en líder tecnológico en
varios terrenos (Chang H.–J. , 2008).
Ahora, en lo que respecta a la intervención por parte del Estado en la economía no
era nuevo para este país, de hecho es una característica antigua, según Hollan (1987)
se remontaba a Luis XIV y Colbert. Ha Joon-Chang (2013) también confirma que el
colbertismo (1619-1683) fue muy intervencionista en cuanto a la política económica.
También señala que Napoleón III creó instituciones de investigación y desarrollo (I&D)
y apoyó la creación de infraestructura, además de modernizar el sector financiero y
supervisarlas.
Intervenciones económicas del Estado
Cabe recordar que la economía mixta se caracteriza por el control
gubernamental, no por la propiedad del mismo (Mattick, 2009). Esto significa que
este tipo de economía no puede ser reducido al grado de empresas públicas y privadas
que existen en un territorio, sino que puede ser totalmente (o abrumadoramente)
privada pero con altos grados de intervención estatal. Por ejemplo, Benegas Lynch
(1997, citado de Agafonow, 2007) incluye en el socialismo de mercado a casi cualquier
teórico que acepte la intervención estatal en la economía de mercado. En esa misma
línea, Huerta de Soto (2001) define al socialismo como cualquier sistema en donde
la función empresarial tiene que modificar su comportamiento y adecuarlo en vez
de que pueda actuar de manera libre. Esto quiere decir que cualquier normativa,
regulación y accionar similar que haga el Estado sobre las empresas privadas se
trataría de socialismo.
Argentina
En el último cuarto del siglo XIX hasta primeras décadas del siglo XX Argentina tuvo
gran prosperidad económica, pasaron de ser importadores de cereales a convertirse
en uno de los líderes en exportación, pero su desarrollo no fue bajo las libres fuerzas
del mercado, hubo gran intervención por parte del Estado, por lo que fueron fórmulas
mixtas, en donde la educación primaria era gratuita, laica y controlada por el
gobierno del país (Ley educativa 1420, que rigió entre 1884 y 1946), además estuvo
la instauración de la propiedad estatal del subsuelo (Código de Minería de 1887), la
legislación laboral de Roca González, habían bancos estatales, proteccionismo e ideas
impositivas, etc. Sobre esto último, por ejemplo, los derechos de aduana estaban en
torno al 15-20 % a finales del siglo XIX, los aranceles aumentaron y en 1905 llegó
al 40-50%. Por lo que el gran crecimiento económico que tuvo el país fue por una
intervención de manera justificada por parte del Estado (Rodríguez, 2000).
Estados Unidos
El presidente Franklin D. Roosevelt entendió de que lo que estaban haciendo en
Estados Unidos eran algunas cosas de lo que hacía la Unión Soviética y Alemania
bajo Hitler, solamente que ejecutadas de manera más ordenada (Mattick, 2009). Cabe
recordar que el grupo de economistas que llegó a la Casa Blanca con el mandato de
Roosevelt eran inspirados en las ideas de Keynes (Roucek, 1972). Ahora, la pregunta
es ¿qué estaban haciendo?, para ello hay que recordar el New Deal.
En el Nuevo Trato (New Deal), la política intervencionista implementada por Roosevelt
en EEUU, se realizó una política fiscal expansiva al aumentar enormemente el gasto
público para poder incrementar el empleo [el desempleo era del 25 % aproximadamente]
y dinamizar la demanda, después se dictaron leyes sindicales favorables, al igual que
para la contratación colectiva, las pensiones de jubilaciones, el seguro de desempleo
y la prohibición del trabajo infantil. Además, se aumentó los salarios (de siete dólares
a la semana se pasó a cinco diarios), se fijó la jornada de las ocho horas, se estableció
en 1933 la ley Glass-Steagall (Banking Act) que separó la banca comercial con la de
Manuel José Kamichi Miyashiro
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inversión -lo que benefició en evitar riesgos sistémicos por influir en la disminución
del tamaño de estas esta [la ley fue derogada en 1999, anterior a la crisis financiera
2007/2008]- y se aumentó en un 90 % el impuesto a las grandes riquezas (Gutiérrez,
2018).
Sobre esto último, cabe indicar que en el periodo de entreguerras Estados Unidos tuvo
una fiscalidad fuertemente progresiva para los que tenían los ingresos más altos y los
más importantes patrimonios heredaros, con lo que tuvo tasas marginales superiores
que igualaron o superaron el 70-80 % y que duró medio siglo (Piketty, 2015). La tasa
máxima de impuesto individual (Individual Income Tax) en 1932 era del 63 % y en 1981
fue del 70 %, pero habiendo varios años donde se superó el 90 % (de 1944 hasta 1963)
y muchos otros donde fue mayor al 80 % (Tax Foundation, 2021).
También hay que recordar que se aplicó la Ley Smoot-Hawley (1930), que consistió
en incrementar enormemente los aranceles a centenares de productos importados,
estableciendo así barreras comerciales. Si solamente se observa las tasas arancelarias
promedio sobre productos manufacturados de Estados Unidos siempre fue alto: en
1820 osciló entre 35-45 %; en 1875, 40-50 %; en 1913, 44 %; en 1925, 37 %; y en 1931
(después de la Ley mencionada) fue de 48 % (Chang, 2013). Es decir, históricamente el
país norteamericano nunca practicó el libre mercado para su desarrollo.
Y no solamente eso, sino que siguió ejecutando diversas medidas proteccionistas
después de su supuesta liberalización, por ejemplo, cuando en la década de 1970
los autos de Toyota comenzaron a causar dificultades a General Motors (GM), Ford
y Chrysler, el gobierno obligó a que la empresa japonesa se tuviera que aliar con
GM para fabricar en su territorio (Ganoza & Stiglich, 2015); se ejecutó cupos de
importaciones en el rubro textil y de ropa con el Acuerdo Multifibras (1974) (Chang
H.–J. , 2008); en 1996 cuando las importaciones de tomates mexicanas comenzaron a
crecer, los agricultores nacionales presionaron a su gobierno, así que este último acusó
falsamente de dumping a México, por lo que lo obligó a que subieran el precio; en el
2004 Estados Unidos puso trabas para importar medicina genérica de Marruecos con
el objetivo de no perjudicar a su industria farmacéutica nacional (Urbina, 2015); y así
se podrían encontrar muchas más prácticas proteccionistas.
Tampoco se debe obviar la participación en la financiación del gobierno en sectores
claves para su economía; por ejemplo, en la rama de la investigación y el desarrollo
el Estado norteamericano participa en alrededor del 35 % en este rubro (Chang H.-J. ,
2015), pero entre la década de los cincuenta y mediados de los noventa, la financiación
por parte del gobierno federal era del 50-70 %, con lo que pudo mantener su ventaja
en industrias tecnológicas claves como internet, ordenadores y similares (Chang H.–J.
, 2008). La agricultura fue otra actividad importante, con la Ley de Ajuste Agrícola,
Ley Farm Bill, etc.
Cabe resaltar que, debido al alto desempleo y a la alta inflación que sufría la economía
estadounidense en 1971, Richard Nixon aplicó medidas muy intervencionistas en su
gobierno, en donde se encuentra la congelación de precios y salarios por tres meses
y el levantamiento de una barrera nueva que recaía en las importaciones de bienes
que fuesen extranjeros, sobre esto último, ordenó imponer una sobretasa de un 10
por 100 a todos los bienes importados, exceptuando algunos pocos bienes como el
café, el aceite, entre otros. La fase II fue caracterizada por la revista Times como
el paso “de la congelación al deshielo dirigido”. Hubo determinación del aumento
salarial (se tenían que mantener a un 5,5 por 100 por año) y del aumento de los
precios (no más de un 2,5 por 100 al año). Estas nuevas normas avanzaban a más
a una economía de tipo dirigida de la que nunca había habido en tiempo de paz
(Roucek, 1972).
La economía mixta en el socialismo liberal
Espiral 4(7) (2022)| 097
Y estas medidas keynesianas fueron aplicadas por los discípulos de Friedman, de
hecho este último telefoneó a Rumsfeld, quien había sido su estudiante, y le ordenó
que no siga haciendo lo que estaba realizando, a lo que el funcionario respondió que lo
que estaba haciendo parecía surtir efecto, puesto que se estaba remitiendo la inflación
y estaba volviendo a crecer la economía. Nixon terminó ganando la reelección y en su
segundo mandato continuó alejándose de la economía de libre mercado de Friedman,
en donde incluso el mandatario proclamó su famosa frase “ahora todos somos
keynesianos”. Posteriormente, Friedman describiría a Nixon como “El más socialista
de los presidentes de Estados Unidos del siglo XX” (Klein, 2010).
PROPUESTA Y RECOMENDACIONES
Para el proceso de que los trabajadores sean dueños de los medios productivos
–obviamente no puede ser por coerción porque ya no tendría la parte liberal-,
una solución es la que expone Giddens (1999) sobre lo que hace California y otros
estados del país norteamericano, en donde hay áreas empresariales productivas
y otras planificadas, donde se propone beneficios como desistir del impuesto
sobre las ganancias que se obtienen del capital a cambio de que se reinvierten en
empresas donde las acciones sean conseguidas por empleados que viven en las
zonas empresariales.
Otra solución sería la creación y administración por parte del Estado u otra
organización supervisada de fondos de capital aportados por trabajadores para que
se inviertan en la construcción de empresas que tengan como dueños a los mismos
empleados que contribuyeron económicamente, también se podrían dar incentivos a
las empresas para que los mismos empleados puedan adquirir acciones de los centros
donde trabajan.
Un sistema que obligue a que todos los empleados sean dueños de los medios
productivos soslaya el hecho de que hay trabajadores que no les interesa esa posición,
sino simplemente ser empleados, mientras que otra que dificulte que los empleados
puedan ser dueños de medios productivos le quita libertades y oportunidades a
aquellos que sí desean eso. El tema clave acá es facilitar que los trabajadores que
quieran ser dueños de medios productivos lo puedan hacer y dejar la libertad de que
los empleados que no lo deseen se mantengan en su situación actual.
Una vez que existe la libertad de emprender y la libertad de que las personas puedan
elegir sus trabajos, ahora viene el hecho de que debido a la asimetría de poder estos
últimos, los empleados, no sean explotados, perdiendo así su libertad. Si el Estado
impone condiciones laborales ya no sería un sistema liberal sino coercitivo, para la
solución a este problema está en la determinación de que las condiciones laborales en
el socialismo liberal debería ser a través de la negociación colectiva; y para ello, está
el ejemplo de los nórdicos, que compensan la alta flexibilidad laboral que poseen con
negociaciones colectivas por medio de sindicatos. Con esto se respetaría las libertades
de ambas partes –empleadores y empleados- y la igualdad de relaciones, cumpliendo
los dos preceptos principales de socialismo y el liberalismo, además que es dentro de
las leyes del mercado.
En un estudio de la OIT (2019) sobre las tasas de sindicalización de 56 países, los
nórdicos ocupaban los primeros puestos: Islandia (1ro), Dinamarca (2do), Suecia (3ro),
Finlandia (4to) y Noruega (6to). Y es que los nórdicos poseen una tradición de negociar
por consenso. En el plano productivo hay convenios colectivos que los empleadores
tratan con los sindicatos. Además, estos últimos grupos apoyan a sus miembros,
por ejemplo, ayudando a los que se queden desempleados encontrándoles trabajo,
brindándoles servicios de formación o dándoles informaciones sobre el sector; además
de las bondades de los dispositivos de convenios de manera colectiva (Urteaga, 2008),
entre otros beneficios, lo que hace que sea muy atractivo afiliarse.
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Figura 1. Tasas de sindicación (para ambos sexos) en 56 países, 2016.
Fuente: OIT (2019, p.31).
Sobre esto, Pampillón (2008) describe al modelo nórdico como poseedor de “un elevado
nivel de gasto público en protección social, mercados laborales relativamente poco
regulados y fuertes sindicatos” (p.157). En esa misma línea, Camacho, Lau, Llanos y
Pozo (2023) señalan que “en el ámbito laboral, uno de los aspectos positivos a resaltar
(en los países nórdicos) es la alta densidad sindical y participación de los empleadores
en decisiones relevantes” (p.57).
Es tan arraigada la idea de la negociación colectiva por parte de los empresarios
nórdicos que, por ejemplo, cuando Volvo compró la rama de Samsung que producía
equipamiento pesado les pidió que formaran un sindicato porque los directivos suecos
no sabían cómo administrar la empresa sin tener negociaciones sobre las condiciones
laborales con un sindicato (Chang H.-J. , 2015).
En lo que respecta a las empresas públicas, además del sindicato, se podría adoptar el
modelo del socialismo autogestionario que tuvo Yugoslavia con Josip Tito, en donde
todas las empresa públicas se habían convertido en sociales (el auto-gobierno no se
limitó solamente al plano económico, sino también fue a nivel social y político) y
obtuvo muy buenos resultados.
“La autogestión [de Yugoslavia] tuvo consecuencias positivas; permitió, sobre todo,
que una sociedad atrasada en términos culturales, sociales y económicos, pudiese
superar en un plazo relativamente corto dichos inconvenientes” (Romero, 1994, p. 26).
“Desde el punto de vista del resultado económico, la autogestión yugoslava ha sido
un gran éxito, supone uno de los índices de desarrollo mayores del mundo” (Navas,
1977, p. 54).
El desarrollo de Yugoslavia se caracteriza, durante el período de la posguerra, por
un fuerte crecimiento del potencial de producción y un desarrollo dinámico de las
conquistas sociales basadas en la autogestión de los trabajadores. Comparando con
otros países, el incremento de la renta nacional ha sido muy fuerte, particularmente
a partir de la introducción de la autogestión en las empresas. La renta nacional se
ha triplicado en relación con la situación de antes de la segunda guerra mundial [...]
La economía mixta en el socialismo liberal
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Los resultados obtenidos en el desarrollo de las fuerzas productivas y del progreso
social han permitido elevar el nivel de vida de un modo sensible de los trabajadores.
Durante los años 1957-1964, el nivel de vida se ha duplicado (Glejdura, 1967, págs. 72-
73, 75).1
El sentido de igualdad, inspirado en Sen, se basa en que haya condiciones para que
los sujetos puedan poseer oportunidades reales de poder elegir de manera libre el
tipo de vida que quisieran vivir. Hay un principio de autorrealización por medio de
la autonomía individual (Herreras, 2015).
En el reporte de movilidad social del 2020 (The Global Social Mobility Report 2020) se mide
hasta qué punto los pertenecientes a una sociedad tienen la oportunidad de manera
justa para desarrollar su potencial. Lo que significa que al tener alta movilidad la
sociedad tiene menos desigualdades. En el ranking mencionado se encuentran entre
los primeros puestos los nórdicos: Dinamarca (1ro), Noruega (2do), Finlandia (3ro),
Suecia (4to) e Islandia (5to) (World Economic Forum, 2020).La pregunta clave es ¿qué
caracteriza a estos países para salir primeros en el ranking? La respuesta radica en el
Estado de bienestar, que como indica Giddens (2001) dota de prestaciones generales a
la comunidad. Se define como políticas comandadas por el Estado que aseguran un
mínimo bienestar a toda la población que los protege –desempleo, vejez, enfermedad
y maternidad- y les provee de salud y educación [y otros servicios] (Segura-Ubiergo,
2012 citado de Filgueira, 2014).
Por ejemplo, el modelo de Estado de bienestar de Suecia produce una economía que
se basa en el pleno empleo, un sistema de previsión social que es bastante generoso y
un modelo equitativo para la distribución de las riqueza e ingresos, con lo que se ha
logrado mayor igualdad social (Dios, 1993).
Como Miguel Quintanilla y Ramón Vargas-Machuca indican como una de sus tres
afirmaciones para que el socialismo tenga futuro es el hecho de que debe existir
igualitarismo, en donde el Estado pueda contrapesar las desigualdades productos de
la economía de mercado (García J. , 2015). Para ello está el Estado de bienestar, con lo
que Norberto Bobbio coincide como propuesta para poder corregir los malos efectos
del mercado (Yturbe, 1999).
En resumen, el socialismo y el liberalismo no son opuestos, por lo que ambos pueden
existir creando un sistema económico socialista liberal que defienda sus fundamentos
de la libertad e igualdad a través de una economía mixta, respetando así la economía
de mercado.
En la economía mixta habita el socialismo con el Estado y el liberalismo con los
emprendimientos privados. Ambos son claves para aumentar el empleo y el salario
en la población, lo que permite la libertad en los trabajadores al poder elegir puestos
laborales y tener ingresos para usarlos en los fines que deseen.
Para la libertad de que los trabajadores puedan ser dueños de medios productivos,
si así lo desean, se sugiere que el Estado cree oportunidades como fondos comunes
o incentivos a los empresarios privados para este fin, respetando así la propiedad
privada. En cuanto a las condiciones laborales, se recomienda que se dé por
negociaciones colectivas, a través de sindicatos y empleadores sin la intervención del
Estado para ello. En cuanto a la igualdad, se aconseja crear un Estado de bienestar,
esto produciría igualdad de oportunidades para la población, como ocurre en los
países nórdicos.
1 Para conocer más sobre las características y los resultados del modelo socialista yugoslavo véase: Kamichi, M. (2021).
Análisis del capital social y su implicancia en el desarrollo de diversas estructuras económicas. Espiral, revista de geografías
y ciencias sociales, 3(5), 53-84. https://dx.doi.org/10.15381/espiral.v3i5.18780
Manuel José Kamichi Miyashiro
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