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PSYKHE Copyright 2023 by Psykhe
2024, 33(1), 1-11 ISSN 0717-0297
https://doi.org/10.7764/psykhe.2020.25197 www.psykhe.cl
El Impacto del COVID-19 en la Salud Mental
de los Docentes Chilenos
The Impact of COVID-19 on the
Mental Health of Chilean Teachers
Vanessa Orrego
1
Elige Educar, Pontificia Universidad Católica de Chile
El COVID-19 modificó las rutinas y afectó los sistemas sanitarios, económicos y educativos. Lamentablemente,
insuficiente atención se ha puesto en sus efectos sobre la salud mental, particularmente en los docentes. En este
marco, esta investigación tuvo por objetivo describir la salud general auto-reportada de los docentes chilenos durante
las medidas de aislamiento físico y cuarentena impuestas a partir del COVID-19 en Chile. Metodológicamente, a
través de un muestreo no probabilístico, se aplicó el Cuestionario de Salud General de Goldberg en su versión de 12
ítems a 4.109 educadores, docentes y directivos entre el 09 de julio y el 06 de agosto de 2020. Usando frecuencias y
chi-cuadrado, los resultados muestran que el 68,8% de los encuestados auto-reportó problemas de salud mental,
especialmente críticos en las mujeres, jóvenes y quienes ejercían en aula en la educación básica y media, cuidadores
y aquellos con –o en su familia– síntomas o diagnóstico de COVID-19. Las conclusiones destacan la vulnerabilidad
de la profesión a los problemas de salud mental como efecto del brote, la educación a distancia y la precariedad en
sus condiciones laborales pre-pandemia.
Palabras clave: Salud mental, COVID-19, docencia
COVID-19 changed routines and affected health, economic and educational systems. Unfortunately, insufficient
attention has been paid to its effects on mental health, particularly on teachers. In this framework, this research
aimed to describe the self-reported general health of Chilean teachers during the physical isolation and quarantine
measures imposed after COVID-19 in Chile. Methodologically, through a non-probabilistic sampling, the Goldberg
General Health Questionnaire in its 12-item version (GHQ-12) was applied to 4,109 educators, teachers and
principals between July 9 and August 6, 2020. Using frequencies and chi-square, the results show that 68.8% of the
respondents self-reported mental health problems, especially critical in women, young people and those who
practiced in in the classroom in elementary and middle school, caregivers and those with –or in their family–
symptoms or diagnosis of COVID-19. The conclusions highlight the vulnerability of the profession to mental health
problems as an effect of the outbreak, distance education and the precariousness of their pre-pandemic working
conditions.
Keyword: Mental health, COVID-19, teaching
El COVID-19 es una enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 y la Organización Mundial de la
Salud la definió, desde el 11 de marzo del 2020, como una pandemia de alcance internacional que puso a
prueba tanto las rutinas cotidianas de las personas como la estructura y el funcionamiento de los sistemas
sanitarios, económicos y educativos.
Si bien la tasa de mortalidad del COVID-19 es relativamente baja, considerando la evolución de
pandemias anteriores, la evidencia científica ha enfatizado su alto impacto psico-social como efecto del brote
mismo, la ambigüedad del tratamiento y la recuperación (Quezada, 2020), y las medidas de cuarentena
impuestas para evitar el contagio y la propagación del virus (Brooks et al., 2020), pues aumentan los
sentimientos de inseguridad, preocupación, frustración, miedo, ira, pánico, decaimiento, soledad o
desesperanza, así como el estrés y la preocupación por el futuro (Buitrago et al., 2021; Giallonardo et al.,
2020; González & Labad, 2020; Marquina, 2020; Quezada, 2020; Ramírez et al., 2020).
Vanessa Orrego https://orcid.org/0000-0002-0977-2280
La autora trabaja ahora en el Programa Liderazgo Educación, Universidad Diego Portales.
El artículo es parte de la investigación “Situación de docentes y educadores en contexto de pandemia. Versión 2” de Elige Educar.
No existe ningún conflicto de intereses que revelar.
La correspondencia relativa a este artículo debe ser dirigida a Vanessa Orrego, Universidad Diego Portales, Vergara 210,
Santiago, Región Metropolitana, Chile. Email: vanessa.orrego@mail.udp.cl
2 ORREGO
Ahora bien, aunque estas reacciones son normales y predecibles ante las emergencias sociales, sanitarias
o desastres naturales (Robles, 2020), son también factores de riesgo para otros problemas y enfermedades
mentales (Giallonardo et al., 2020; González & Labad, 2020). Consecuentemente, el brote pandémico se ha
considerado un caldo de cultivo para diversos problemas de salud física y mental que puede afectar a las
personas de manera puntual, pero también bajo síndromes y trastornos mentales con alto deterioro de la
funcionalidad, por tanto, se estimaba que debía ser prioritario para los gobiernos identificar a las personas
que presentaron mayor vulnerabilidad e implementar medidas de mitigación y resiliencia (Robles, 2020).
Diversos estudios elaborados tempranamente en China han permitido dilucidar el alcance de estas
premisas. La investigación de Qiu et al. (2020), aplicando un cuestionario online entre el 31 de enero y el 10
de febrero de 2020 a 52.730 personas en 36 provincias del país asiático, concluyó que 35% de los encuestados
experimentó distrés psicológico durante la crisis sanitaria y, aunque la mayoría lo hizo de forma leve a
moderada (29,3%), hay un grupo residual que experimentó distrés de forma severa (5,7%). La prevalencia de
los trastornos de ansiedad y depresión también ha sido estudiada en este país y sus resultados han alcanzado
cifras preocupantes producto del COVID-19. El estudio realizado por Huang y Zhao (2020), por ejemplo,
reportó valores de 35,1% para el trastorno de ansiedad generalizada y 20,1% para el trastorno depresivo. En
cambio, Gao et al. (2020) señaló un 22,6% para el primero y 48,3% para el segundo, al tiempo que discutió
una comorbilidad entre ambos trastornos del 19,4%. Respecto al estrés postraumático, Lian et al. (2020)
indicó una prevalencia que llega al 14,4% de la población.
Entre estos cuadros clínicos es particularmente interesante discutir sobre el estrés y el distrés, pues son
conceptos que tienden a confundirse. El primero es una respuesta adaptativa a las exigencias que permite
al cuerpo enfrentar la situación luchando o huyendo; el segundo es su forma crónica y conforma una
enfermedad médica grave. Como bien explica Moscoso (2011), el distrés es un cuadro clínico de estrés
desadaptativo y descompensatorio, que se caracteriza por sentimientos persistentes e intensidad variable de
tristeza, inseguridad y confusión hasta otros más complejos como la ira, ansiedad y depresión pudiendo,
entonces, vincularse posteriormente al trastorno de ansiedad y depresión. Al combinarse con el trastorno de
ansiedad durante la pandemia, aparece una preocupación y miedo intenso, excesivo y persistente, por
ejemplo, a contagiarse o sufrir inestabilidad o disminución del ingreso familiar que se manifiestan como
problemas de sueño, cansancio, nerviosismo, agitación o tensión y mareos (Galindo et al., 2020); en cambio,
cuando hay síntomas o un trastorno depresivo puede haber también sentimientos de desesperanza,
inutilidad y pesimismo, así como pérdida de interés en actividades habituales, disminución de la actividad
social y fatiga y problemas de sueño (Huarcaya, 2020).
Junto a los estudios realizados en China, destaca la investigación realizada por Zixin y Wang (2020) en
Reino Unido, elaborada como parte del UK Household Longitudinal Study (UKHLS) y organizada por el
Economic and Social Research Council, donde se sigue a un panel de aproximadamente 100.000 individuos
desde enero del 2009 y a quienes entrevistan 1 vez al año.
En medio del confinamiento por COVID-19, específicamente entre el 24 y 30 de abril de 2020, aplicaron
de forma online el Cuestionario de Salud General de Goldberg, en su versión de 12 ítems (GHQ-12 por sus
siglas en inglés), a una muestra representativa de 15.530 personas. Los resultados evidenciaron que el 29,2%
de los encuestados auto-reportaron sospecha de psicopatología subumbral o indicativo de presencia de
psicopatología, es decir, problemas en su salud mental que afectan significativamente su vida cotidiana. El
análisis de Pierce et al. (2020), sobre la misma población manifiesta que, entre 2018 y 2019, la prevalencia
alcanzada con el mismo instrumento era del 18,9%. De esa manera, se evidencia claramente el impacto del
brote pandémico del COVID-19 en la población del Reino Unido.
Junto a estas cifras, la literatura ha sido enfática en destacar a la población más vulnerable para
presentar mayor prevalencia de problemas, síndromes o trastornos de salud mental. La lista incluye a las
mujeres, grupos minoritarios, jóvenes y personas que viven solas o tienen niños pequeños, así como aquellos
con patologías premórbidas graves, cuidadores y personal sanitario (Buitrago et al., 2021; Galindo et al.,
2020; Giallonardo et al., 2020; Huang & Zhao, 2020; Huarcaya, 2020; Marquina, 2020; Pierce et al., 2020;
Ramírez et al., 2020; Robles, 2020; Zixin & Wang, 2020). Además, se ha encontrado mayor prevalencia entre
las personas que pasan más de 3 horas diarias pensando en la pandemia (Huang & Zhao, 2020) o están
expuestas excesivamente a los medios de comunicación (Galindo et al., 2020; Gao et al., 2020). Es importante
destacar, siguiendo a Banks y Xu (2020), que la mayoría de ellos son grupos vulnerables que ya reportaban
menores niveles de salud mental antes de la pandemia por COVID-19.
COVID-19, SALUD MENTAL Y DOCENTES EN CHILE 3
A pesar de la alta prevalencia de síntomas y trastornos mentales, al inicio de la pandemia existía,
proporcionalmente, menor evidencia respecto a su impacto psico-social (Marquina, 2020), pues el foco estuvo
mayormente en la trasmisión y repercusiones físicas del brote (Huarcaya, 2020; Ramírez et al., 2020). Es
más, no se había debatido suficiente sobre su impacto entre los profesores chilenos, aunque el COVID-19
transformó súbita, masiva y sustancialmente la educación (Santiago et al., 2020).
Una de las pocas publicaciones que rompía esta tendencia fue desarrollada por Educar Chile y Circular
HR (2020), la cual, a través de un cuestionario online aplicado entre el 22 de abril y el 5 de julio de 2020,
estudió el agotamiento laboral para explorar el impacto de la adaptación del formato de educación remota
en el bienestar de los docentes chilenos durante la crisis sanitaria. Sus resultados mostraron que el 57% de
los encuestados reportó agotamiento crónico, el doble que la población general en el mismo período, el cual
llegó al 28%. El agotamiento crónico, explicaba la investigación, surge como resultado de un desbalance entre
el nivel de desafío percibido y los recursos disponibles para enfrentarlo constituyendo uno de los principales
componentes de burnout o síndrome de quemarse por el trabajo como referencia a la cronificación del estrés
laboral. Entre otros, el agotamiento crónico se asocia a un mayor desacuerdo con la percepción que se dispone
de metodologías y recursos para enseñar, menor capacidad de manejar adecuadamente las emociones y
dificultad para activar niveles estables de desempeño en la enseñanza. En esta misma línea destaca la
investigación de la Universidad del Desarrollo (UDD), Fundación Liderazgo Chile y Universidad Andrés
Bello (UNAB) (2020), la cual buscó evaluar el nivel de deterioro psicológico de los docentes aplicando de
forma online el Cuestionario para la evaluación del síndrome de quemarse en el trabajo. Además de
encontrar que el trabajo docente era una fuente de realización personal para 73,8% de los encuestados, el
55,7% reportó sentirse cansado físicamente, 54,5% desgastado emocionalmente y 53,6% señaló estar
saturado por el trabajo con frecuencia o mucha frecuencia.
Entre los profesores, los riesgos para la salud mental provienen no solo del brote o las cuarentenas que
afectó a toda la población, sino del cierre de los establecimientos educativos y, en particular, de la
transformación del proceso de enseñanza-aprendizaje hacia la educación remota y/o híbrida, la cual implicó
adaptar las metodologías, reajustar el currículo, diseñar materiales y diversificar medios, formatos y
plataformas de trabajo. Un proceso complejo que incrementó la carga laboral y disminuyó el tiempo libre a
favor de planificar, responder dudas, hacer seguimiento y estar atentos a las necesidades de estudiantes y
apoderados, las cuales iban más allá de lo meramente académico para atener su bienestar emocional y apoyar
su seguridad sanitaria, económica y alimenticia (Baptista et al., 2020; CEPAL & UNESCO, 2020; Elige
Educar, 2020; Ramos et al., 2020; Salas et al., 2020; Santiago et al., 2020).
Todas estas exigencias se produjeron en una profesión ya tensionada, desigual y agobiante que se
caracteriza por baja remuneración, escasas oportunidades de desarrollo, estrés, sobrecarga laboral y escasez
de tiempo no lectivo (Ascorra et al., 2014; Ávalos & Valenzuela, 2016; Bravo et al. 2006; Cornejo, 2009;
Donoso, 2020; Elige Educar, 2018; Muñoz & Fernández, 2018; Salas et al., 2020). Bien explica Ávalos y
Valenzuela (2016) que, a pesar del bienestar laboral asociado a la vocación para enseñar a niños, niñas y
jóvenes, los docentes chilenos están insatisfechos con sus condicionales laborales, específicamente respecto
a la escasez de horas no lectivas para preparar sus clases, las débiles oportunidades para desarrollarse
profesionalmente y el deficiente liderazgo desde los equipos directivos. Una lista a la que, siguiendo a Bravo
et al. (2006) y Donoso (2020), urge sumar baja remuneración, escaso reconocimiento y exigencias ergonómicas
excesivas por las largas horas en que los docentes están de pie y el ejercicio de forzar continuamente su voz.
Un estudio sobre satisfacción laboral realizado a una muestra representativa de 1.200 profesores en 2017
(Elige Educar, 2018) concluyó que si bien es cierto que, antes de la pandemia, el 70,5% de los docentes en
Chile reportó disfrutar su trabajo y el 75,3% se sintió motivado para hacer el mejor trabajo posible, también
lo es que solo el 22,8% señaló tener tiempo suficiente para realizar sus labores durante la jornada laboral y
16,6% consideró que, según sus esfuerzos y logros, recibía una paga justa.
En respuesta a algunas de estas condiciones laborales y de enseñanza, se implementó en 2017 la ley
20.903 de Carrera Docente. También llamada Política Nacional Docente, la iniciativa creó el Sistema
Nacional de Desarrollo Profesional, el cual apunta, entre otros, a mejorar la formación continua, aumentar
las horas no lectivas en un 35%, incrementar en 30% las remuneraciones y desarrollar cinco tramos de
desarrollo profesional que permiten a los docentes de establecimientos públicos y privados con
financiamiento fiscal progresar en la profesión en base a la experiencia laboral y los resultados de la
evaluación docente (Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas [CPEIP],
2017). Sin embargo, aún quedan importantes desafíos. Una revisión sistemática de artículos e informes entre
2011 y 2019 encontró una participación significativa de los docentes en actividades de formación, pero
4 ORREGO
temáticas poco atingentes a sus necesidades, así como la constante del agobio y la sobrecarga laboral en el
discurso de los profesores por escasez de tiempo lectivo, exceso de tareas burocráticas y falta de instancias
de reflexión profesional (Venegas, 2021). Asimismo, una consulta ciudadana en la que participaron 7.813
estudiantes, apoderados, educadores, profesores y asistentes de la educación entre julio de 2020 y enero de
2021 pidió, entre otros, mejorar el salario docente para dar cuenta del rol fundamental que desempeñan en
la sociedad, acabar con la doble evaluación, incentivar el trabajo colaborativo entre pares y valorizar más
profesional y socialmente la profesión (Elige Educar, 2021).
Entre los docentes, las precarias condiciones laborales se han asociado a la depresión, ansiedad, estrés y
el burnout mucho antes de la pandemia por COVID-19. Una investigación realizada en España, por ejemplo,
con 634 profesores de educación parvularia, básica y media encontró que el 56,1% presentaba síntomas
depresivos y la probabilidad de exhibir despersonalización aumentaba en un 7%; en ansiedad, los valores
eran de 58,8% y 8% y, finalmente, en estrés eran de 60,4% y 15% (Granados et al., 2019). Otro estudio con
docentes de Ontario encontró una correlación positiva entre la sobrecarga laboral y el comportamiento de los
estudiantes con la depresión en los docentes (Ferguson et al., 2012). De esa forma, las condiciones laborales
se asocian a las altas tasas de abandono de la profesión (Ávalos & Valenzuela, 2016; Donoso, 2020) y, entre
quienes siguen en el aula, el malestar docente (Ascorra et al., 2014; Cornejo, 2009; Donoso, 2020; Elige
Educar 2018; Muñoz & Fernández, 2018). Uno que, en Chile el 2008, se expresó en altos niveles de
agotamiento emocional (26,6%) y sensación de falta de logro (28,6%) en una muestra representativa de
docentes de la Región Metropolitana, aunque solo 6% de ellos presentó altos puntajes en el GHQ-12 (Cornejo,
2009).
En este escenario, el presente estudio tuvo por objetivo describir la salud general auto-reportada de los
docentes chilenos que trabajaban en la educación escolar durante las medidas de aislamiento físico y
cuarentena impuestas producto del COVID-19 en Chile y que, desde el 15 de marzo y hasta septiembre del
2020, mantuvo a las escuelas de todo el país cerradas.
Metodología
Se aplicó una encuesta online a 4.109 educadores, profesores y directivos, de todo el país, que trabajaban
en la educación escolar el año 2020 incluyendo, como porcentajes mayores al 5%, a 37% de docentes en la
región Metropolitana, 12% de Valparaíso, 8% de Biobío, 7% de O’Higgins, 6% del Maule y 6% de La
Araucanía. El muestreo fue no aleatorio y la población de estudio fueron los educadores, docentes y directivos
que trabajaban en el sistema escolar en Chile durante el 2020.
La distribución de la muestra por género evidencia que el 78,2% de los docentes encuestados eran
mujeres y 21,8% hombres y, según dependencia administrativa, un 43,8% estaba empleado en
establecimientos públicos, 42% en establecimientos privados con financiamiento estatal y 14,1% en
establecimientos privados sin financiamiento estatal. La distribución por niveles educativos muestra que el
12,9% trabajaba en la educación parvularia, 54,2% en la educación básica y 32,9% en la educación media;
mientras que la distribución por años de experiencia en el sistema educativo refleja que el 3,4% tenía 0-4
años de experiencia al momento de responder el cuestionario, 52,3% entre 5-15 años y 44,4% tenía 16 años o
más. Finalmente, la muestra fue diferenciada por cargo, así se observa que el 73,2% de los educadores y/o
docentes encuestados tenía función de aula exclusiva, 13% eran educadores y/o docentes con funciones
simultáneas en el equipo directivo y en el aula y 13,8% eran miembros del equipo directivo y no tenían
función de aula.
La encuesta se envió como una invitación formal por correo electrónico a una base de contacto interna
de la institución, la cual cubre a cerca del 50% de los educadores, docentes y directivos que trabajan en el
sistema educativo chileno en el año 2020. La encuesta estuvo disponible, a través de SurveyMonkey, durante
tres semanas, entre el 9 de julio y el 6 de agosto de 2020, y se aplicó tras casi 5 meses del cierre de los
establecimientos educativos y en medio de las medidas de distanciamiento físico y cuarentenas impuestas
en todo el país.
Para responder la encuesta, aunque no hubo certificación ética desde la Universidad Católica, los
educadores, docentes y directivos debían aceptar un consentimiento informado disponible también de forma
online, el cual, entre otros, señalaba la confidencialidad, voluntariedad, uso exclusivo de los datos para
investigación por parte del equipo responsable y difusión agrupada, es decir, sin individualizar los
resultados. Esta decisión se tomó ante la premura de un eventual regreso a la presencialidad y, por ende, un
COVID-19, SALUD MENTAL Y DOCENTES EN CHILE 5
cambio importante en las condiciones que debían enfrentar los docentes encuestados. Al respecto, es
importante mencionar que el retorno presencial fue una discusión que había estado en la agenda desde el
inicio de la pandemia, pero parecía especialmente plausible al iniciarse el segundo semestre del año escolar
y lo hizo en septiembre y no afectó la recolección de los datos.
La encuesta empleó, como parte de un estudio organizado por Elige Educar, el Cuestionario de Salud
General de Goldberg, en su versión de 12 ítems (GHQ-12). El instrumento ha sido validado en Chile, donde
es usado como instrumento de tamizaje auto-aplicado en las personas mayores de 15 años (Ministerio de
Salud [MINSAL], 2013), y sus respuestas se organizan en una escala Likert de 4 puntos: mucho menos de lo
habitual, menos de lo habitual, igual que lo habitual y más que lo habitual.
El análisis del GH1-12, siguiendo las recomendaciones del MINSAL (2013), consideró la recodificación
de las respuestas en una escala dicotómica, otorgando 0 puntos a las dos primeras alternativas de respuesta
indicadas y 1 punto a las dos últimas opciones, excepto para las preguntas 2, 5, 6, 9, 10 y 11 que están escritas
de forma inversa. De esa manera, las 12 preguntas se interpretan en una escala que va desde los 0 a los 12
puntos: entre los 0-4 puntos se considera ausencia de psicopatología, entre los 5-6 puntos se habla de
sospecha de psicopatología subumbral y entre 7-12 puntos corresponde a indicativo de presencia de
psicopatología. Ahora bien, en general, la literatura especializada considera que sobre los 5 puntos (inclusive)
hay indicativo de problemas de salud mental (Zixin & Wang, 2020).
El proceso de análisis estadístico, a través del programa SPSS versión 25, consideró frecuencias para
siete aperturas: género, años de experiencia profesional, nivel educativo, dependencia administrativa del
establecimiento, cargo del docente, si el docente es o no un cuidador de menores de 18 años y/o de personas
con alguna enfermedad y, finalmente, si ha presentado síntomas o diagnóstico de COVID-19 o lo ha hecho
su familia. Adicionalmente, con el fin de comparar los grupos y encontrar si las relaciones entre dichas
variables eran estadísticamente significativas, se utilizó la prueba no paramétrica de chi-cuadrado.
Resultados
Los resultados generales muestran que el 68,8% de los encuestados auto-reportó problemas de salud
mental al marcar sobre los 4 puntos en el GHQ-12: el 25,2% sumó entre 5-6 puntos y el 43,6% lo hizo entre
los 7-12 puntos. Como aparece en la Figura 1, las preguntas más críticas incluyen los sentimientos de agobio
o tensión (86,9%), problemas para dormir producto de las preocupaciones cotidianas (83,0%), menor disfrute
de sus actividades normales (72,4%) e infelicidad o depresión (67,0%).
6 ORREGO
Figura 1
Resultados por ítem del Cuestionario General de Salud, Versión de 12 ítems (GHQ-12)
Fuente: elaboración propia.
Tal como se observa en la Tabla 1, tras aplicar la prueba de chi-cuadrado, las diferencias por género
muestran que las mujeres tienden a situarse más en la categoría de indicativo de presencia de psicopatología
que los hombres (45,3% versus 37,7%) (χ2, N=4.098; p<0,001). Un fenómeno similar sucede al considerar los
años de experiencia profesional docente: aquellos docentes que tenían entre 0-4 años o entre 5-15 años de
experiencia tienden a ubicarse más sobre los 7 puntos que aquellos docentes que tenían 16 años o más de
experiencia profesional (47,8% y 48,1% versus 37,9%) (χ2, 4; N=4.109; p<0,001). Considerando el nivel
educativo principal donde el docente realizaba clases, se observa que los valores más críticos están presentes
entre aquellos que trabajaban en la educación básica y la educación media respecto a la educación parvularia
(46,9% y 45,8% versus 38,8%) (χ2, 4; N=3.540; p=0,037), mientras que las diferencias entre dependencias
administrativas no resultaron ser estadísticamente significativas evidenciando que el problema de la salud
mental es transversal entre los educadores, profesores y directivos de establecimientos públicos y privados
con y sin financiamiento estatal (χ2, 4; N=4.109; p=0,605). Por otra parte, el cargo del docente informa datos
llamativos: los educadores y docentes con función de aula tendieron a ubicarse más sobre los 7 puntos en el
Cuestionario de Salud General de Goldberg que los docentes con función exclusiva en los equipos directivos:
la diferencias entre ambos es de 15,5 puntos porcentajes (47,3% versus 31,8%) (χ2, 4; N=4.109; p<0,001).
62%
17%
17%
24%
13%
47%
72%
25%
33%
60%
82%
47%
38%
83%
83%
76%
87%
53%
28%
75%
67%
40%
19%
53%
0% 25% 50% 75% 100%
¿Ha podido concentrarse en lo que hace?
¿Sus preocupaciones le hacen perder mucho sueño?
¿Ha sentido que está jugando un papel útil en la vida?
¿Se ha sentido capaz de tomar decisiones?
¿Se ha sentido constantemente agobiado o en tensión?
¿Ha sentido que no puede superar sus dificultades?
¿Ha sido capaz de disfrutar sus activiades normales
cada día?
¿Ha sido capaz de hacer frente a sus problemas?
¿Se ha sentido poco feliz y deprimido?
¿Ha perdido confianza en sí mismo?
¿Ha sentido que usted es una persona que no vale
nada?
¿Se siente razonablemente feliz considerando todas las
circunstancias?
Mucho menos de lo habitual/Menos de lo habitual Igua que lo habitual/Más que lo habitual
COVID-19, SALUD MENTAL Y DOCENTES EN CHILE 7
Tabla 1
Resultados Cuestionario de Salud General, según sexo, años de experiencia, nivel
educativo, dependencia, cargo, rol de cuidador y temor al contagio
Variable
Ausencia de
psicopatología
Sospecha de
psicopatología
subumbral
Indicativo
presencia de
psicopatología
Sexo
Hombre
36,0%
26,4%
37,7%*
Mujer
29,8%
24,9%
45,3%*
Años de experiencia
0-4 años
21,7%
30,4%
47,8%*
5-15 años
26,2%
25,7%
48,1%*
16 años o más
37,6%
24,5%
37,9%*
Nivel educativo
Inicial
34,0%
27,2%
38,8%*
Básica
28,6%
24,5%
46,9%*
Media
28,8%
25,4%
45,8%*
Dependencia
Público
30,7%
24,7%
44,6%
Privado con financiamiento
estatal
30,8%
26,1%
43,1%
Privado sin financiamiento
estatal
33,4%
24,8%
41,8%
Cargo
Docente de aula
28,0%
24,8%
47,3%*
Directivo sin horas de aula
42,0%
26,2%
31,8%*
Directivo con horas de aula
37,3%
27,3%
35,4%
Rol de cuidador
Cuidador
30,0%
24,8%
45,2%*
No cuidador
33,4%
26,2%
40,4%*
Síntoma/contagio de COVID-19
Si
23,4%
24,4%
52,2%*
No
32,7%
25,5%
41,8%*
Total
31,1%
25,3%
43,6%
Nota. * indica diferencias significativas a p<0,05
Fuente: Elaboración propia.
Junto a estas variables propias de la investigación educacional, se consideró sumar dos propias del
contexto del brote de COVID-19. La primera pregunta inquirió sobre el cargo de cuidador/a de uno o más
menores de 18 años y/o un adulto con alguna enfermedad, particularmente pensando en la doble carga que
afectó a los empleados durante el trabajo a distancia. La segunda pregunta consideró si el docente o su
familia había tenido o no síntomas o recibido diagnóstico de COVID-19.
El resultado evidenció que los docentes que eran cuidadores/as tendieron a ubicarse en mayor proporción
en la categoría de indicativo de presencia de psicopatología que aquellos que no ejercían esa función (45,2%
versus 40,4%) (χ2, 2; N=4.109; p=0,012). Una tendencia que también se observó entre aquellos con síntomas
o diagnóstico de COVID personal o de la familia respecto a quienes no tuvieron síntomas ni diagnóstico
(52,2% versus 41,8%) (χ2, 2; N=4.109; p<0,001).
Discusión
En medio de la pandemia por COVID-19 y las consecuentes medidas de distanciamiento físico y
cuarentena, incluyendo el cierre de los establecimientos educativos, los resultados presentados en este
artículo demuestran que la docencia es una profesión vulnerable a los problemas de salud mental y,
probablemente, a los trastornos mentales y la comorbilidad psiquiátrica, pues el 68,8% de los educadores,
docentes y directivos chilenos auto-reportaron más de 4 puntos en el GHQ-12, de los cuales 43,6% obtuvo
8 ORREGO
entre los 7-12 puntos. Una diferencia sustancial respecto al 6% de docentes de la Región Metropolitana que
lo hizo en 2008 con el mismo instrumento, indicado por Cornejo (2009).
Considerando las preguntas más críticas obtenidas en este estudio es esperable encontrar mayor
prevalencia de estrés, así como de los trastornos de ansiedad generalizada, del sueño y depresión, una
propensión encontrada en otras investigaciones aplicadas en población general y en otros países también a
propósito de este brote pandémico (Buitrago et al., 2021; Giallonardo et al., 2020; González & Labad, 2020;
Huang & Zhao, 2020; Lian et al., 2020; Qiu et al., 2020).
Tal como detallan Buitrago et al. (2021), Huang y Zhao (2020), Marquina (2020), Penna et al. (2020),
Pierce et al. (2020), Ramírez et al. (2020) y Zixin y Wang (2020), en este artículo aparecen resultados que
avalan la mayor vulnerabilidad de las mujeres, los más jóvenes y los cuidadores, quienes, recuerda Banks y
Xu (2020), son grupos que reportaban menores niveles de salud mental antes de la pandemia por COVID-
19. Las mujeres docentes, por ejemplo, han destacado ya en estudios de bienestar docente por su mayor
tendencia al agotamiento emocional (Muñoz & Fernández, 2018) y, en pandemia, aparecen asociadas a la
doble carga laboral como responsables tradicionales del cuidado del hogar (Educar Chile & Circular HR,
2020; Salas et al., 2020); mientras que los docentes con 15 o menos años de experiencia profesional han
reportado en 2017 menor satisfacción laboral y peor percepción de su tiempo no lectivo, sus posibilidades de
desarrollo personal, su salario y sus relaciones con colegas y equipo directivo (Elige Educar, 2018).
A esta lista, esta investigación suma otros datos interesantes: las diferencias estadísticamente
significativas observadas por nivel educativo y cargo muestran mayor vulnerabilidad a los problemas de
salud mental en los docentes de la educación básica y media con función de aula. Aunque la evidencia
discutida sobre bienestar docente por Anaya y Suárez (2007, Elige Educar (2018), Muñoz y Fernández (2018)
y Spilt et al. (2011) no es enteramente consistente, hay tendencias que explicarían el fenómeno. Por un lado,
las educadoras de párvulo tendrían mejores condiciones prepandemia basadas en una relación más intensa
y satisfactoria con sus estudiantes (Anaya & Suárez, 2007 Spilt et al., 2011), por otro lado, habrían tenido
mayor autonomía pedagógica y cooperación con su equipo de trabajo, mejor clima laboral y buenas relaciones
de apoyo entre sus colegas y de confianza en sus jefaturas que los docentes de la educación básica y media
(Elige Educar, 2018). En este período de pandemia, hay que considerar también la complejidad de las
plataformas virtuales y el menor involucramiento y apoyo de las familias al aumentar la edad de los
estudiantes y, con ello, el incremento de la carga docente, lo que afecta especialmente a los docentes de la
educación media (Baptista et al., 2020).
En cambio, la ausencia de diferencias entre las distintas dependencias administrativas es nueva, pues
la evidencia sobre bienestar docente tiende a marcar cierta distancia entre los docentes que trabajan en
establecimientos públicos de quienes lo hacen en establecimientos privados (Bravo et al., 2006; Cornejo, 2009;
Elige Educar, 2018; Venegas, 2021). Ahora bien, aunque los docentes de establecimientos públicos tendrían
menos manejo de software y mayores dificultades para enseñar y retener la atención de sus estudiantes
durante la pandemia por COVID-19, lo cierto es que los educadores y docentes transversalmente han hecho
frente activamente a la translocación entre la escuela y las plataformas virtuales, han debido diseñar nuevas
estrategias de enseñanza y perciben, de primera mano, que sus estudiantes se sienten agobiados por los
cambios educativos (Centro de Investigación Avanzada en Educación [CIAE], Centro de Investigación para
la Educación Inclusiva & EduGlobal, 2020). Un vínculo cotidiano que les permite conocer de cerca sus
necesidades académicas, emocionales, sanitarias, sociales y económicas, así como la de sus familias
independiente de la dependencia del establecimiento donde trabajaban.
Finalmente, la diferencia estadísticamente significativa entre los docentes que presentaron o su familia
presentó síntomas o diagnóstico de COVID-19 y quienes no lo hicieron puede responder con los resultados
de Galindo et al. (2020), Gao et al. (2020) y Huang y Zhao (2020) en relación con la exposición diaria a
información vinculada al brote pandémico.
Además del efecto del brote mismo, las modificaciones al proceso de enseñanza-aprendizaje impulsadas
por el cierre de los establecimientos educativos, detalladas por autores como Baptista et al. (2020), CEPAL
y UNESCO (2020), CIAE, Centro de Investigación para la Educación Inclusiva y EduGlobal (2020), Ramos
et al. (2020), Salas et al. (2020) y Santiago et al. (2020), probablemente explican una parte significativa de
estos resultados. Una que es antecedida por una mayor vulnerabilidad prepandemia dadas las condiciones
laborales precarias que caracterizan a la profesión docente (Ascorra et al., 2014; Ávalos y Valenzuela, 2016;
Bravo et al., 2006; Cornejo, 2009; Donoso, 2020; Elige Educar, 2018; Muñoz & Fernández, 2018; Salas et al.,
COVID-19, SALUD MENTAL Y DOCENTES EN CHILE 9
2020), las cuales siguen vigentes tras la implementación de la Política Nacional Docente (Elige Educar, 2021;
Venegas, 2021).
Los ajustes al calendario escolar, la reorganización del currículum y el diseño de materiales digitales y
no digitales, así como la preocupación por el bienestar social, emocional, sanitario y económico de los
estudiantes, las brechas educativas, el escaso involucramiento de las familias, el incremento de las horas de
trabajo y la falta de apoyo institucional son altas demandas para los profesores en este nuevo contexto
educativo (Baptista et al., 2020; CEPAL & UNESCO, 2020; Elige Educar, 2020; Santiago et al., 2020; Penna
et al., 2020). Así, lo describe la encuesta elaborada por Elige Educar (2020) para conocer la situación de los
docentes entre el 21 de abril y el 5 de mayo de 2020: 63% señaló estar trabajando más o mucho más en los
últimos dos meses, desde la aplicación de la encuesta, que en su jornada habitual y un 53% consideró que su
nivel de estrés era alto o muy alto. En este escenario, sigue la encuesta, es relevante destacar las principales
preocupaciones que aquejan a los docentes: el bienestar de sus estudiantes y el bienestar de los educadores,
asistentes y docentes fueron las más significativas preocupaciones en comparación a la preocupación por los
aprendizajes académicos o su evaluación (91% y 86% respecto al 29% y 15%, respectivamente). Se evidencia,
así, la escasez del tiempo no lectivo y la sobrecarga laboral como problemas significativos de este período,
pero, sobre todo, que los profesores percibían el daño que la incertidumbre, temor, ira, desesperanza, soledad
y confusión, generados por la pandemia y las medidas instauradas para evitar la propagación del contagio,
podían generar sobre la salud mental de las comunidades educativas y cómo estos sentimientos
probablemente estaban perjudicando su propia salud mental en un círculo altamente vicioso.
Conclusiones
Los educadores, docentes y directores encuestados evidenciaron durante la pandemia por COVID-19
claramente la vulnerabilidad de la profesión ante los problemas de salud mental que afectaban,
probablemente, de manera significativa su vida personal y laboral. En este grupo destacaron las docentes
mujeres, los más jóvenes y los cuidadores, así como los educadores y profesores que ejercían en el aula,
particularmente en la enseñanza básica y media, y quienes presentaron síntomas o diagnóstico de COVID-
19 o lo hicieron sus familias.
Ahora bien, aunque los resultados del presente estudio muestran valores que duplican los resultados
reportados por Zixin y Wang (2020) durante la pandemia por COVID-19 y septuplican los hallados por
Cornejo (2009) en 2008 usando el mismo instrumento, lo cierto es que la evidencia no es completamente
comparable. Primero, debido a razones metodológicas. La muestra del Reino Unido es representativa y forma
parte de una investigación longitudinal más amplia, mientras que la investigación de Cornejo (2009) se
realizó considerando únicamente a docentes de establecimientos públicos de la Región Metropolitana, en
cambio, la muestra de la presente investigación es no probabilística, transversal e incluyó a docentes de todo
el país de establecimientos públicos y privados con y sin financiamiento. Segundo, por el momento en que
fueron aplicadas las encuestas. La investigación de Zixin y Wang (2020) se realizó después de
aproximadamente dos meses de confinamiento, la de Cornejo (2009) más de una década antes de la pandemia
por COVID-19 y la presente investigación se aplicó después de cinco meses de confinamiento y cierre de los
establecimientos educacionales en Chile en 2020. Tercero, las diferentes poblaciones de referencia respecto
a Zixin y Wang (2020), particularmente porque la profesión docente ya ha sido caracterizada por su
precariedad prepandemia y, en ese sentido, su potencial vulnerabilidad (Ávalos & Valenzuela, 2016; Bravo
et al., 2006; Cornejo, 2009; Donoso, 2020; Ferguson et al., 2012; Granados et al., 2019; Muñoz & Fernández,
2018; Salas et al., 2020). Considerando lo anterior, se propone que futuras investigaciones profundicen en
esta temática y permitan conocer cuánto efectivamente de los problemas de salud mental encontrados
durante el brote de COVID-19, y presentados en esta investigación, pueden asociarse específicamente a la
pandemia.
Además de esta limitación, hay otras metodológicas que surgen de la muestra no probabilística y el
método de recolección online, aplicados como efecto del contexto de pandemia que afectó al país, tal como
otras investigaciones citadas en este mismo período. La falta de representación de la muestra y la
distribución no normal de los resultados –evaluada a través de la prueba de Kolmogórov-Smirnov– implicó
aplicar la prueba no paramétrica de chi-cuadrado para comparar grupos, porque el supuesto de normalidad
de la muestra no se cumplía, así como reducir el riesgo de parcialidad de los resultados y contrastar
eficientemente los valores con los obtenidos por investigaciones como el estudio desarrollado por Zixin y
Wang (2020) y Cornejo (2009). A pesar de ello, este estudio destaca por evidenciar los problemas de la salud
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general auto-reportada que presentaban los docentes chilenos durante el primer año de las medidas de
aislamiento físico y cuarentena impuestas por el brote de COVID-19 en Chile.
El Ministerio de Educación en Chile tomó también un camino de reconocimiento de los efectos bio-psico-
sociales por efecto del brote pandémico, de esa forma, comenzó a relevar no sólo un discurso de regreso a
clases socioemocionalmente seguro (MINEDUC, 2021b), sino también práctico al enviar a los
establecimientos públicos y privados con financiamiento estatal un kit de aprendizaje emocional para el
trabajo con los estudiantes y los docentes. En el caso de los segundos, la bitácora de autocuidado docente
buscó responder a la necesidad de formarlos en bienestar socioemocional entregándoles estrategias concretas
de autocuidado a través de un minucioso trabajo personal. El ejercicio cubría cuatro claves: ayudarlos a
reconectar o redescubrir su propósito de vida, aprender tácticas de recuperación para enfrentar los problemas
de salud física y mental, desarrollar un mayor autoconocimiento de sus pensamientos y emociones y,
finalmente, cultivar sus relaciones (MINEDUC, 2021a). Desgraciadamente, la iniciativa no cubría las
condiciones de enseñanza y laborales que, como se ha visto en la literatura revisada aquí, afectan el bienestar
docente y la salud mental auto-reportada, aunque las propuestas de retorno a clases entienden y articulan
correctamente el contexto educativo.
En este escenario, el presente artículo espera aportar al debate que busca evidenciar a los docentes como
una población vulnerable a presentar problemas de salud mental y, gracias a ello, insistir en la generación
de medidas preventivas y paliativas para enfrentarla y que sean específicas a sus necesidades y urgencias.
Unas iniciativas que deberían comenzar en el individuo, pero también deberían modificar sus condiciones
laborales y de enseñanza.
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Fecha de recepción: Noviembre de 2020
Fecha de aceptación: Abril de 2022