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2
BOLETIN DEL MUSEO REGIONAL DE ATACAMA
Nº 1, año 2010, Copiapó
DIRECTORA DE LA DIBAM Y REPRESENTANTE LEGAL
- Magdalena Krebs Kaulen
SUBDIRECTOR NACIONAL DE MUSEOS
- Alan Trampe Torrejón
DIRECTOR MUSEO REGIONAL DE ATACAMA
- Guillermo Cortés Lutz
EDITOR
- Yuri Jeria Muñoz
COMITÉ EDITORIAL:
Ciencias Sociales y Humanas:
- Rafael Pérez-Taylor y Aldrete – Licenciado y Doctor en Antropología
- Guillermo Cortés Lutz - Profesor de Estado y Doctor en Historia
- Ángel Espina Barros - Doctor en Antropología
- Yuri Jeria Muñoz - Licenciado en Antropología y Magíster en Pedagogía
- Rodrigo Zalaquett Fuente-Alba - Profesor de Estado y Magíster en Historia
Ciencias Naturales
- Bernardo Sepúlveda Hernández – Licenciado y Doctor en Biología
- Eduardo Fernández Cisternas - Doctor en Electroquímica
CONTACTO
Museo Regional de Atacama
Atacama 98, Copiapó, Región de Atacama, Chile.
Teléfonos: (56-52) 212313 – 230496
Fax: (56-52) 212313 – 230496
Email Editor: yuri.jeria@dibam.cl
Sitio Web: www.museodeatacama.cl
Dirección Postal:
Casilla 134, Correo Copiapó, Región de Atacama.
Registro de Propiedad Intelectual Nº 199156
ISSN (en trámite)
Fotografía de Portada:
Escribanía (circa, 1900).
Colección del Museo Regional de Atacama.
3
SUMARIO
Pág.
5
PRESENTACIÓN
7
EL PRIMER CONTACTO INDÍGENA – ESPAÑOL. Siglo XVI en Atacama
Guillermo Cortés L.
17
CHILE, UNA VOLUNTAD DE SER
Gaspar Quintana J., CMF
25
ETNOGENESIS E IDENTIDAD CULTURAL ENTRE LOS GRUPOS COLLA DE
LA CORDILLERA DE ATACAMA
Daniel Quiroz L. y Yuri Jeria M.
45
UNA ENTRADA A LA CULTURA DE CHILOÉ: Antropología e Historia
Rafael Pérez-Taylor y A.
57
LA ALAMEDA MANUEL ANTONIO MATTA, EN COPIAPÓ. Visión crítica.
Danilo Bruna B.
63
INVESTIGACIÓN, CONSERVACIÓN Y PUESTA EN VALOR DEL
PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO DEL PROYECTO MINERO DAMIANA, EL
SALVADOR, REGIÓN DE ATACAMA.
Carlos González G., Catherine Westfall y Carmen Castells Sch.
Comunicaciones:
91
DESIERTO FLORIDO: PATRIMONIO NATURAL DE LA REGION DE
ATACAMA
Raúl Céspedes V.
4
63
BOLETIN DEL MUSEO REGIONAL DE ATACAMA
Nº 1, año 2010, pp. 63-87, Copiapó
INVESTIGACIÓN, CONSERVACIÓN Y PUESTA EN VALOR DEL
PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO DEL PROYECTO MINERO
DAMIANA, EL SALVADOR, REGIÓN DE ATACAMA.
Carlos González G.91, Catherine
Westfall92 y Carmen Castells Sch.93
Introducción
Desde el 2003, por una invitación del
Consejo de Monumentos Nacionales, a
petición de División Salvador de
Codelco y producto de la expansión del
proyecto Damiana, que se enmarcaba
dentro de la normativa legal ambiental
imperante, el primer autor y la
conservadora Castells, tomaron
conocimiento de la existencia del
patrimonio arqueológico de El Salvador,
Comuna de Diego de Almagro, Región
de Atacama (Figura 1). A raíz de la
intervención arqueológica, que constató
un conjunto de 13 sitios arqueológicos
jalonados a la vera de un tramo de 4 km
91 Departamento de Cultura y Turismo, Ilustre
Municipalidad de Diego de Almagro.
Investigador asociado MRA. Programa
Doctorado en Antropología (UTA-UCN),
Becario CONICYT. E-mail:
inkacarlitos@yahoo.es
92 Taguatagua Consultores. E-mail:
catherine.westfall@gmail.com
93 Patrimonio Consultores. E-mail:
carmen_castells@yahoo.com
de camino incaico existente dentro de
las dependencias divisionales (Vásquez
et al. 2003), y dadas las determinaciones
de la Resolución de Calificación
Ambiental Nº 055 del 15 de Julio de
2003 de la Conama Atacama, los
suscritos efectuaron durante el 2004 un
estudio del referido tramo y de sus
evidencias inmuebles y muebles,
prosiguiendo el 2006 con medidas de
protección (González 2006a),
complementadas el 2010 (González y
Castells 2010a).
El trabajo realizado consideró las
características viales del tramo
(González et al. 2004) desde el punto de
vista micromorfológico (Trombold
1991), como también su recuperación
estética, debido a una intervención
arqueológica errada efectuada
previamente -ajena al inicio de nuestras
actividades-, integrándose a las
medidas de conservación desarrolladas.
Durante estas labores arqueológicas se
descubrió un total de 14 sitios
arqueológicos (12 más que los
reportados el 2003) y una variedad de
artefactos y ecofactos (cerámica, restos
conquiológicos, etc.), que dan cuenta de
la incorporación de la localidad a una
64
ruta caravanera preincaica,
implementada al menos desde el 700
d.C. y que posteriormente el Inka
reconceptualiza bajo su rúbrica.
Como última etapa de este quehacer
arqueológico, se definió e implementó
un plan de cierres perimetrales y
carteles con información patrimonial de
los sitios arqueológicos adyacentes y
cercanos al Camino del Inka. Del
mismo modo, y como una de las más
importantes actividades contempladas,
se llevaron a cabo durante el desarrollo
del proyecto arqueológico, actividades
de educación patrimonial en torno al
trabajo arqueológico y el conocimiento
prehispánico de El Salvador.
En consecuencia, se presentan y
discuten en este artículo nuestras
definiciones respecto a los aspectos
patrimoniales de El Salvador, el trabajo
arqueológico, de conservación y
educación patrimonial que realizamos
en el actual campamento minero,
gracias al proyecto Damiana de
División Salvador. Asimismo, se
analizan las actividades emprendidas y
sus proyecciones, tanto a nivel local,
comunal como regional, enfatizando las
significaciones patrimoniales de este
proyecto, como la factibilidad de
efectuar un trabajo arqueológico
sistemático dentro de un marco minero
productivo sustentable dentro de la
Región de Atacama, destacando,
igualmente, sus implicancias científicas,
sociales y culturales.
1 Definiciones sobre patrimonio
arqueológico y patrimonio minero-
metalúrgico de El Salvador
1a.- Patrimonio Arqueológico
Esta definición se encuentra dentro de
una denominación global,
correspondiente al concepto patrimonio
cultural, que de acuerdo a UNESCO
“comprende las obras de sus artistas,
arquitectos, músicos, escritores y sabios, así
como las creaciones anónimas, surgidas del
alma popular, y el conjunto de valores que
dan sentido a la vida, es decir, las obras
materiales y no materiales que expresan la
creatividad de ese pueblo; la lengua, los
ritos, las creencias, los lugares y
monumentos históricos, la literatura, las
obras de arte y los archivos y bibliotecas”
(UNESCO 1982). Así entonces,
asimilamos el patrimonio cultural como
un legado de nuestros antepasados,
representado el fundamento cultural
colectivo de nuestra nación,
permitiendo el reconocimiento y el
fortalecimiento de una identidad
nacional y como país. Evidentemente,
el pasado nos remite a una historia
común, culturalmente distintiva,
permitiéndonos reconocer nuestro
entorno, como también a nosotros
mismos (Ballart 1997:43), configurando
un marco referencial identitario, desde
un nivel individual hasta colectivo.
De este modo, la identificación y la
especificidad de un determinado
patrimonio cultural, así como sus
aspectos connotativos, se deben a la
significación social, a la
representatividad que reviste para una
sociedad en particular (Simonetti
2005:98), como ejemplo de su singular
proceso histórico. Incluso, se alcanzan
niveles semánticos que integran a la
humanidad en su conjunto, como
acontece con las designaciones de la
UNESCO sobre lugares y sitios que
constituyen patrimonios mundiales
únicos. Prueba de ello son, por ejemplo,
las designaciones en Chile del
campamento minero de Sewell en la
65
Región de O’Higgins, las oficinas
salitreras Humberstone y Santa Laura
en la Región de Tarapacá, como del
casco histórico de la ciudad puerto de
Valparaíso, en la Región homónima;
esperando en un mediano plazo que
integre en esta categoría al Camino del
Inka94. UNESCO también abarca los
espacios naturales de especial
significancia mundial, como es el caso
de las Islas Galápagos en Ecuador95.
Lo anterior deja entrever que el
patrimonio cultural es la gran reserva de
aprendizaje no sólo de un individuo
respecto a su grupo humano, a nivel
étnico, cultural y nacional, sino de toda
la humanidad, comprendiendo
distintos niveles de reconocimiento de
tales expresiones, definibles como
patrimonio local, regional, nacional y
universal (Simonetti 2005), aspectos
reconocidos por UNESCO.
Complementando esta visión
integrativa, se reconoce que el
patrimonio cultural puede dividirse en
intangible, contemplando todos los
aspectos culturales inmateriales,
reconocidos en las costumbres, los
mitos, los ritos, el lenguaje, etc.; y por
otro lado, tangible, que reúne el
conjunto de aspectos culturales de
naturaleza material, tales como las
edificaciones, los sitios arqueológicos e
históricos, los sitios fúnebres
(cementerios y enterratorios, que a su
vez son sitios arqueológicos, de tipo
prehistórico o histórico), los útiles, los
artefactos manufacturados o en proceso
de elaboración, entre otros,
pertenecientes a un grupo o sociedad
94 Actualmente 6 países sudamericanos, entre
ellos Chile, están postulando ante UNESCO el
Camino del Inka (Qhapaq Ñan) como candidato a
Patrimonio de la Humanidad.
95 Ver información en: http://whc.unesco.org
en un tiempo y un espacio
determinado.
En este contexto es factible ubicar
nuestro concreto proceder disciplinario,
el arqueológico, ya que apunta hacia el
estudio y el conocimiento de las
sociedades humanas del pasado,
principalmente a través de sus restos
materiales abandonados, constituyendo
lo que ha sido denominada como
cultura material (Renfrew y Bahn
1998:9). Por lo tanto, la vinculación más
directa del quehacer arqueológico es
con el patrimonio cultural tangible,
aunque ello no objeta aproximaciones
hipotéticas al conocimiento de
realidades intangibles de una sociedad
humana extinta, por ejemplo, a través
del estudio del arte rupestre o de las
prácticas funerarias.
Desde estas consideraciones nuestro
trabajo, como expresamos antes, se
aboca al estudio del patrimonio cultural
tangible, pero se circunscribe en lo
conocido como patrimonio arqueológico,
que según Endere está “constituido por
todos los restos materiales de culturas del
pasado que puedan ser estudiados con
metodología arqueológica, su contexto de
depositación, así como la información que se
obtengan de dichas investigaciones”
(Endere 2000:216). Los restos materiales
se encuentran por lo general dentro
sitios arqueológicos de diversa
funcionalidad, siendo evidencias
concretas de grupos y poblaciones
humanas ya desaparecidas, que nos
entregan información sobre sus
conductas, percepciones y modos de
vida, independiente de sus específicas
definiciones como sociedades de
tiempos prehistóricos o históricos. En
este punto, valga destacar que pese a la
preferente orientación de las
investigaciones arqueológicas hacia
66
sociedades prehistóricas, la existencia
de evidencias materiales durante
tiempos históricos, incluso
contemporáneos, posibilita la
implementación de estudios
arqueológicos, los que se
complementan con registros escritos
disponibles. De allí que la actual
división instrumental entre arqueología
prehistórica y arqueología histórica,
radica en la distinción de los
particulares ámbitos temporales de
desarrollo disciplinar, aunque
comparten la atención analítica hacia
los restos materiales.
Por consiguiente, el patrimonio
arqueológico en Chile, como en cualquier
otro lugar del mundo, nos permite
acceder por medio de su estudio,
conservación, difusión y puesta en
valor, al conocimiento de nuestro
pasado remoto y reciente como
sociedad, representado una
herramienta científica y social que
posibilita estructurar una base
identitaria del país y, en nuestro caso,
de su realidad pluriétnica, como
también del devenir histórico que nos
singulariza. En esta dirección se
comprende la relevancia de proteger y
conservar el patrimonio arqueológico, ya
que simboliza, al decir de Ballart,
presencias sustitutivas que hacen de
nexo entre personas y sociedades
separadas por el tiempo, “por lo que son
testimonio de ideas, hechos y situaciones del
pasado” (Ballart 1997:66).
En nuestro país existe desde 1970 un
marco legal que protege el patrimonio
arqueológico, que igualmente considera
el patrimonio paleontológico, histórico,
arquitectónico y natural. Nos referimos
a la Ley Nº 17.288 de Monumentos
Nacionales y su reglamento de 1990,
que categoriza, registra, custodia y
norma el acceso y las intervenciones a
los monumentos de tipo cultural y
natural. Este cuerpo legal se
complementa con la Ley Nº 19.300 de
Bases Generales del Medio Ambiente
de 1994, cuyo articulado y reglamento
de 1997, junto con las modificaciones de
la Ley Nº 20.417 de 2010, ha sentado las
bases sobre el cuidado respecto al tema
patrimonial y sus regulaciones sobre
impactos ambientales de proyectos y/o
actividades que generen modificaciones
sobre el patrimonio cultural. Sin
embargo, la promulgación de este
marco legal no garantiza el respeto
hacia la temática patrimonial que nos
preocupa, sino que, y coincidiendo con
planteamientos de la Sociedad Chilena
de Arqueología, “serían responsables de la
protección y conservación del Patrimonio
Arqueológico todas las personas naturales y
jurídicas, así como las instituciones
privadas y del Estado. En este sentido, nos
interesa destacar que es responsabilidad de
las personas e instituciones no sólo la
conservación de los sitios y objetos
arqueológicos, sino también el registro de
sus asociaciones contextuales” (SCHA
2007).
Una efectiva vinculación entre el
trabajo de investigación, conservación,
protección y educación del patrimonio
arqueológico ha estado presente en El
Salvador, produciéndose el
cumplimiento divisional de la legalidad
vigente, al ampliar sus procesos
productivos y responder a los
requerimientos ambientales y de orden
patrimonial. No obstante, la
preocupación divisional trascendió lo
meramente legal, apoyando variadas
actividades que han contribuido a
incrementar el conocimiento del
patrimonio arqueológico y de la
prehistoria de El Salvador. Testimonio
de lo señalado son los compromisos
67
con una estrategia educacional y de
instrucción desarrollada por nosotros
sobre el patrimonio arqueológico de la
localidad, que comenzó con el proyecto
de expansión minera Damiana,
permitiendo una protección activa de
los bienes patrimoniales presentes. La
División ha mantenido este proceder en
el tiempo, como lo demuestra el
proyecto de la IV Ampliación del
Tranque de Relaves Pampa Austral,
implementado durante el 2006, que
generó el rescate, estudio y protección
de sitios arqueológicos de cazadores
recolectores del Período Arcaico (circa
5000 a.C.) (González 2006b; Peralta et al.
2010), presentes en el área del tranque,
que se ubica a 16 km al Norte de la
ciudad de Diego de Almagro. Junto a
estos trabajos arqueológicos en Pampa
Austral, se implementó un plan de
educación patrimonial y actividades de
difusión sobre el rescate arqueológico,
enfatizando la relevancia de estudiar y
proteger el patrimonio arqueológico
comunal, dirigido a estudiantes y
diversas comunidades de la Provincia
de Chañaral, desarrollándose también
un programa de charlas obligatorias de
inducción arqueológica para todos los
trabajadores que ingresaban a cumplir
variadas funciones en la ampliación del
tranque.
El patrimonio arqueológico de División
Salvador, sistematizado desde el 2003,
integra las evidencias arcaicas de
Pampa Austral, numerosos testimonios
arqueológicos industriales, históricos,
asentamientos de los grupos Collas
(Molina 2003; González y Castells
2010b) y las investigaciones realizadas
en El Salvador, presentando en esta
última localidad significativas
evidencias mineras lapidarias en el sitio
Mina Las Turquesas (en adelante MLT),
explotado desde tiempos formativos
(500 a.C. aprox.) hasta históricos (1950
d.C.) (González y Westfall 2005),
sumando también el cercano
Cementerio Las Turquesas (en adelante
CLT), un sitio funerario de los mineros
caravaneros atacameños que
explotaban la turquesa (alrededor del
1300 d.C.) (González y Westfall 2008).
También está integrado por las
explotaciones mineras cupríferas de
tiempos incaicos (1500 d.C.), y por un
tramo de Qhapaq Ñan o Camino del
Inka (González y Westfall 2010). Este
conjunto testimonia significativamente
que el patrimonio arqueológico de la
localidad puede caracterizarse con
mayor propiedad bajo la categoría de
patrimonio minero-metalúrgico,
singularizando a El Salvador como un
distrito minero por excelencia,
abarcando tanto épocas prehistóricas
como históricas. Hacia esa concreta
definición patrimonial apunta el
siguiente capitulo.
1b.- Patrimonio Minero-Metalúrgico
Las variaciones diacrónicas de los
procesos productivos mineros en Chile,
como en todo el mundo, han producido
una serie de evidencias de gran
importancia patrimonial, que reflejan
los diferentes momentos del desarrollo
tecnológico en torno a la explotación de
los minerales, al igual que demuestran
las distintas aproximaciones sociales de
los diversos grupos humanos que han
configurado una verdadera cultura
minera. Estas evidencias, los espacios
productivos y los asentamientos
mineros, conforman un patrimonio
minero que representa la historia de los
hombres que en distintos momentos del
tiempo han estado vinculados a estos
trabajos productivos. La atención
arqueológica hacia estas evidencias más
recientes se ha consolidado y
68
especializado a través de la llamada
arqueología industrial, consistente en un
tratamiento arqueológico de la
materialidad de características
industriales, que en Chile está en sus
albores.
Por esta razón se ha considerado
relevante conocer los procesos
históricos mineros y las localidades
asociadas, no sólo como una fuente de
interés científico, que se configura por
medio de un trabajo de investigación
(previo a cualquier iniciativa de puesta
en valor), sino también como espacios
alternativos, especialmente aquellos
abandonados, puesto que permiten por
medio de un turismo cultural
sustentable, el desarrollo de zonas
mineras deprimidas (Carvajal y
González, A. 2006). Según estos
autores, existe en la actualidad una
preocupación mundial por preservar
para las generaciones futuras los
utensilios y los materiales vinculados
con las industrias tradicionales, entre
ellos los vinculados con la minería,
particularmente luego que finalizan sus
faenas productivas, contándose en el
presente con un sinnúmero de
testimonios del antiguo funcionamiento
de tales industrias. Esta situación puede
observarse en casos “como los
ferrocarriles, centrales eléctricas,
instalaciones industriales del acero, textil ó
carbón que forman parte de nuestra historia
más reciente y que las nuevas tecnologías,
la utilización de nuevos materiales –
plásticos, por ejemplo- y modernas
actividades han dejado en desuso y, en
muchos casos, olvidadas (Carvajal y
González, 2003)” (Carvajal y González,
A. 2006:3-4). Desde este punto de vista,
los restos materiales industriales
abandonados, como por ejemplo los
generados por los habitantes de las
oficinas salitreras del Norte Grande,
han transitado desde un contexto
sistémico, de funcionamiento pleno, a
un contexto arqueológico (Schiffer
1972), de abandono de sus procesos
productivos, como de la vida cotidiana
de los mineros y sus familias; sólo
recientemente estos sitios están siendo
foco de interés sistemático de la
arqueología (Vilches et al. 2008).
En esta proyección cultural y social se
concibe el patrimonio minero, que
procura la investigación, preservación,
conservación y divulgación de cada
uno de los elementos que lo
caracterizan, siendo identificado en
propiedad como patrimonio minero-
metalúrgico, ya que no sólo contempla
las etapas iniciales de la extracción
minera, sino también las fases finales de
este particular proceso productivo
geominero. De esta forma, se
comprende la importancia de preservar
los enclaves mineros y sus distintos
rasgos, en especial aquellos
abandonados o que son parte de un
proceso de cierre minero. A nivel
mundial estos espacios forman parte de
ecomuseos, parques culturales o museos
abiertos (Carvajal y González, A. 2006)
(como el caso de Sewell), reuniendo
una amplia variedad de aspectos
patrimoniales que, por lo general,
permiten una visión integral de la
cultura minera, abarcando
particularmente lo tecnológico y lo
social. Este es un tema pendiente en el
caso de nuestra región donde, por
ejemplo, el emblemático mineral de
Chañarcillo se encuentra abandonado y
sin proceder a su imperativo estudio
arqueológico, como a planificaciones
concretas enfocas a estructurar su
puesta en valor
Resulta evidente considerar al
patrimonio minero abandonado como
69
una posibilidad real de desarrollo local
en el presente, bajo ciertas cláusulas de
protección y puesta en valor con
implicancias sociales. Previamente,
deben realizarse investigaciones
arqueológicas, antropológicas e
históricas que den cuenta de las
actividades mineras y sus entornos
sociales, con la finalidad de reconstruir
tanto los procesos productivos como la
vida de las comunidades mineras,
posibilitando un conocimiento integral
de las culturas mineras desaparecidas
(Carvajal y González, A. 2006). Esta
situación se constata en División
Salvador, puesto que presenta un
patrimonio minero prehispánico e
histórico que lo distingue de otras
localidades mineras en Chile, como de
otros ejemplos que grafican algunos
períodos del desarrollo industrial
histórico, como Sewell, remitido al
acontecer de un campamento minero
de la primera mitad de siglo XX.
En síntesis, en El Salvador el patrimonio
arqueológico forma parte de un
distintivo patrimonio minero-metalúrgico,
remontándose a épocas prehispánicas,
desarrollándose en tiempos históricos y
proyectándose hasta una presente
industrialización, representado sus
testimonios pasados y presentes el
continuum histórico de una localidad
minera, considerando sus quiebres y
particulares discursividades. Con el
objetivo de dar a conocer el
componente prehispánico y los
antecedentes arqueológicos del
proyecto Damiana, se describe y
analiza a continuación nuestro trabajo.
2. Recientes investigaciones
arqueológicas en El Salvador
2a.- Antecedentes de División
Salvador y del Proyecto Minero
Damiana
División Salvador corresponde a una
de las filiales de la empresa estatal
Codelco (Corporación Nacional del
Cobre), cuyos depósitos comenzaron a
ser explotados desde 1959, primero por
la empresa estadounidense Andes
Mining Company, que en 1913 había
desarrollado faenas extractivas en
Potrerillos, ubicada a 41 km al Sureste
de El Salvador y a 2800 msn. Luego de
la Nacionalización del Cobre en 1971, la
entonces Compañía de Cobre Salvador
pasa a manos chilenas, siendo con
posterioridad disuelta en 1976 (Baros
2006), creándose Codelco y sus
componentes mineros, entre ellos El
Salvador. Esta División se ubica en la
localidad homónima, a 1100 km al
Norte de Santiago, en la Comuna de
Diego de Almagro, Provincia de
Chañaral, en la Región de Atacama,
estando dividida en tres explotaciones
mineras: “Inca”, “Campamento
Antiguo” y “Damiana Norte”. Produce
cátodos electrorrefinados y
electroobtenidos de cobre, además de
concentrado cupríferos, alcanzando
65.462 toneladas métricas de cobre fino
en el año 2009 (Codelco 2009).
El Proyecto Damiana, que debe su
nombre a María Damiana Jerónimo,
una de las más antiguas e importantes
matriarcas Collas que habitó esta
zona96, se ubica a 5 km al Sureste de la
96 María Damiana Jerónimo organizaba
ceremonias religiosas y reunía a la comunidad
Colla hasta su muerte en 1990, a la edad de 105
años, aproximadamente (Cervellino y Zepeda
1994).
70
ciudad de El Salvador, a 2400 msm.,
con una superficie aproximada de 6
km². Corresponde a un proyecto
minero dedicado a explotar los
minerales oxidados de alta ley del
yacimiento Damiana, actuando como
foco de reposición respecto del mineral
proveniente de la mina Campamento
Antiguo. El mineral extraído es
procesado en la actual Planta de
Lixiviación de la Gerencia de Plantas de
División Salvador, produciendo
finalmente cátodos de cobre. El
proyecto posee reservas mineras que
alcanzan a 57.2 millones de toneladas,
con una ley de 0.69 % de cobre total,
planteándose en su oportunidad como
continuidad del negocio
hidrometalúrgico de la División un
plazo de 13 años97; hoy prorrogado
hasta el 2021.
En 1995 se inician los estudios
ambientales en División Salvador (Ley
Nº 19.300), específicamente
relacionados con el proyecto Damiana,
lo que condujo el 2003, en el marco de
la ampliación del rajo minero, la
intervención del Consejo de
Monumentos Nacionales y luego de
nosotros, a raíz de procedimientos
arqueológicos erróneos efectuados el
año 2002 en una extensión de 1 km del
camino inka, anteriores y ajenos a
nuestra intervención, consistentes en 39
pozos de sondeo efectuados en la traza
misma, dañando su integridad. La
información adquirida en terreno por el
Consejo de Monumentos Nacionales
(Vásquez et al. 2003), permitió la
formulación de los requerimientos
legales específicos en torno al proyecto,
desglosados en la Resolución Exenta
055 de Conama (15 de julio de 2003) -en
97 Conama, Región de Atacama. Resolución
Exenta N° 055, Copiapó, 15 de Julio de 2003.
acuerdo con el citado consejo-, con las
indicaciones de las etapas operacionales
del proyecto Damiana y su relación con
el patrimonio arqueológico existente,
entre ellos, el estudio, restitución
estética y protección de un tramo de 4
km de Qhapaq Ñan existente al interior
de las dependencias mineras, junto con
actividades de instrucción y educación
patrimonial. Valga señalar que dentro
del tramo, se encuentra un segmento
con disturbaciones precedentes, como
cortes y antiguas eliminaciones del
trazado vial de variada longitud, por
causa de las históricas faenas mineras
industriales. Por lo tanto, a partir de
estas consideraciones, tanto el Consejo
de Monumentos Nacionales y la
Conama Atacama aprobaron la puesta
en marcha de este proyecto divisional,
previa realización de los estudios
señalados, llevados a cabo por los
suscritos.
2b.- Alcances metodológicos sobre el
trabajo transdisciplinario realizado
Nuestra línea programática ha
procurado sistematizar las evidencias
prehispánicas de El Salvador por medio
de un criterio de investigación
transdisciplinario (arqueología,
conservación y educación),
planteándonos los siguientes objetivos:
a) estructurar una secuencia de
desarrollo cultural prehispánico,
reconstruyendo la ocupación y
dinámica prehistórica de la localidad;
b) definir el estado del camino incaico,
sus sitios asociados y materiales
superficiales, como también las
medidas respecto a su protección; y c)
desarrollar una política de educación
patrimonial y de difusión arqueológica.
De esta manera, el eje analítico
conformado por investigación-
conservación-educación, ha regido
71
nuestro quehacer arqueológico hasta la
actualidad, comenzando con las
evidencias viales incaicas.
Así entonces, y sobre la base de la
referida Resolución, se llevaron a cabo
el 2004 los trabajos arqueológicos que
se detallan, ocupando inicialmente los
antecedentes de Cervellino (2002) y
Vásquez y colaboradores (2003). Ellos
identificaron un total de 13 sitios
arqueológicos vinculados al tramo vial
de 4 km. No obstante, durante el 2004
registramos otros 14 sitios
arqueológicos. De ellos, 11 se localizan
en el área del proyecto Damiana,
asociados al Camino del Inka, mientras
que 3 se emplazan en la Quebrada Las
Turquesas, ubicada a unos 800 m al
Norte del límite septentrional del
proyecto Damiana, correspondientes a
los sitios MLT (Sal 25), basurero
histórico (Sal 26) y CLT (Sal 27). Este
último y la MLT son redescubrimientos
de sitios reportados por Iribarren (1972,
1972-1973) e Iribarren y Bergholz (1972,
1972-1973) (Figuras 2 y 3).
Por continuidad investigativa, se
prosiguió con la numeración postulada
por Vásquez y colaboradores (2003),
razón por la cual a los 13 sitios iniciales
conocidos, se agregaron los nuevos
sitios numerados en forma correlativa
desde el 14 al 27. Además, para una
identificación más directa de los sitios
con la localidad, se les agregó la
abreviatura “Sal” (El Salvador).
3 Desarrollo del trabajo
3a.- Arqueología
El 2004 efectuamos una prospección
arqueológica pedestre del citado tramo
del camino incaico y sectores contiguos,
entre el Túnel de Ventilación Nº 3 por
el Norte y la actual ruta C-13 por el Sur,
al interior del área industrial minera.
Específicamente, se efectuó el registro
en sentido Norte-Sur, entre las
coordenadas UTM (datum 56/huso 19):
443.257 E / 7.096.793 N y 441.423 E /
7.093.375 N, sobre los 2680 msm.
Los trabajos consistieron en: 1.-
caracterización y registro arqueológico
superficial del camino; 2.-
descubrimiento de 14 nuevos sitios
(González et al. 2004; Westfall y Castells
2004), que se suman a los 13 sitios
arqueológicos iniciales; 3.-
especificación del estado de
conservación del tramo y de los sitios
asociados; 4.- restauración de los
puntos dañados del camino (Westfall et
al. 2008); 5.- definición de las medidas
de protección de los sitios: y 6.-
actividades educativas y de difusión,
con la participación de los trabajadores
de la División y de la comunidad local.
Durante esta etapa, el número original
de 13 sitios bajó a 11, ya que los
yacimientos números 6, 7 y 8 (Vásquez
et al. 2003), formaban una sola unidad,
que se denominó sitio Sal 6-7-8. Luego,
se trabajó en los 14 sitios nuevos (Sal 14
a Sal 27). Finalmente, de los 25 sitios
determinados (Sal 1, Sal 2, Sal 3, Sal 4,
Sal 5, Sal 6-7-8, Sal 9, Sal 10, Sal 11, Sal
12, Sal 13, Sal 14, Sal 15, Sal 16, Sal 17,
Sal 18, Sal 19, Sal 20, Sal 21, Sal 22, Sal
23, Sal 24, Sal 25, Sal 26 y Sal 27), sólo 3
están alejados de la ruta incaica y del
área de influencia del proyecto: MLT
(Sal 25), basurero histórico (Sal 26) y
CLT (Sal 27), tal como se indicó
anteriormente.
El redescubrimiento fortuito del sitio
MLT (Sal 25), que se estimaba
desaparecido desde el registro de
Iribarren, producto del desplome
72
gradual y continuo del Cerro Indio
Muerto donde se localiza98, impulsó un
rescate exterior de sus contextos
culturales. En consecuencia, División
Salvador, como parte integral de su
política de gestión integral y dando
cumplimiento a la legislación
patrimonial vigente (Ley 17.288 de
Monumentos Nacionales), patrocinó la
recuperación del sitio y diversos
análisis, mientras que el Consejo de
Monumentos Nacionales aprobó la
investigación de sus contextos
materiales muebles e inmuebles, como
parte de un proyecto independiente,
que se realizó también el 2004.
El sitio MLT (Sal 25) (coordenadas
UTM: 444.254 E y 7.096.429 N, datum
56/huso 19) se ubica en la parte
superior de la Quebrada Las Turquesas,
a 2830 msm, en el Cerro Indio Muerto.
Aunque Iribarren postuló una
adscripción incaica del sitio (1972, 1972-
1973), nuestras excavaciones en el
exterior de la mina descartaron tal
apreciación, determinando la existencia
de un asentamiento preincaico y un
taller de manufacturación de bienes
suntuarios de turquesa, concha y hueso,
con registros fundamentalmente
prehispánicos, desde aproximadamente
los 500 a.C. al 1500 d.C., aunque su
explotación se proyecta hasta los 1950
d.C.
Algunos de los resultados más
significativos de esta investigación han
sido también la constatación de las
características específicas del interior de
la mina (eg. galerías, construcciones
internas, avances) que la convierten en
un sitio arqueológico minero único en
98 Este desplome se debe a los trabajos históricos
de la minería subterránea, que desde 1959 hasta
el presente han contribuido al derrumbe del
mencionado cerro.
el país y a nivel sudamericano;
asimismo, constituye hasta el momento
el primer sitio excavado de minería
lapidaria de turquesa en Chile. De igual
modo, las definiciones culturales dan
cuenta de interacciones circumpuneñas
a lo largo de la secuencia ocupacional,
reflejada por evidencias provenientes
de las cuencas del Loa y de los oasis de
San Pedro de Atacama, pertenecientes a
poblaciones atacameñas que explotaron
la turquesa y elaboraron abalorios,
quienes en algunos momentos
interactuaron con grupos locales, bajo
modalidades sociales que están siendo
estudiadas. En síntesis, se poseen
evidencias de los períodos: Formativo,
con ocupaciones mayoritariamente
Atacameña y una exigua presencia
Molle; Medio, con una abundante
presencia Ánimas y un mínimo registro
Atacameño; Intermedio Tardío, con un
acentuado y exclusivo establecimiento
Atacameño; Tardío, con una baja
frecuencia Inka Atacameña; hasta
mínimos indicadores Histórico
Indígenas y Subactuales (González y
Westfall 2005). A partir de esto, resulta
evidente que el sitio MLT constituye un
significativo representante del
patrimonio minero-metalúrgico de la
localidad, siendo en propiedad el
primer testimonio de mineros
lapidarios prehispánicos conocido a la
fecha en la localidad y Región de
Atacama.
Por su parte el CLT (Sal 27)
(coordenadas UTM: 443.910 E /
7.097.564 N, datum 56/ huso 19),
localizado en la ladera Sur de la
Quebrada Las Turquesas y a menos de
1 km de la MLT –con la que forma una
unidad en términos de asentamiento-,
presenta algunas fosas implementadas
a partir de la superficie del sustrato
calcáreo, saqueadas, con presencia de
73
restos óseos humanos al menos en una
de ellas; aunque sin evidencias muebles
en esta fosa como en el resto de la
superficie del sitio. Iribarren consignó
en 1969 la disturbación reseñada,
posibilitando comparaciones con
nuestro registro y los datos de
informantes locales, corroborando de
esta forma su redescubrimiento y las
variaciones del paisaje en el tiempo. El
hallazgo de fosas mortuorias, la
reciente localización en superficie de
restos óseos humanos (fragmento distal
de tibia derecha, vértebra toráxica y
porción distal de un fémur derecho),
además de un trozo de aguja de cactus
(González et al. 2009), junto a la
recuperación de un individuo
momificado con sus ofrendas desde
este lugar (Kuzmanic y Sanhueza 1984),
reevaluado por dos de nosotros
(González y Westfall 2008), nos señalan
claramente la existencia de un sitio
funerario prehispánico, que
adscribimos a mineros caravaneros
atacameños (1300 d.C.), quienes vivían
en grupos familiares, trabajaban y
morían en este foco minero de El
Salvador .
Retomando el trabajo del camino
incaico, registramos 120 “puntos de
observación”, ubicados por GPS y
relevados por medio de ficha tipo con
información arqueológica, de
conservación y con las características
distintivas del paisaje (quebradas,
elevaciones, etc.), además del empleo
de cartas geográficas. Al mismo tiempo,
se efectuó un registro fotográfico,
seguido de un levantamiento
topográfico del trazado vial, su entorno
y sitios. La topografía permitió
configurar los planos con las
características constructivas de la vía y
de las estructuras arquitectónicas
contiguas o próximas, los hallazgos
puntuales (eg. fragmentos cerámicos),
los hitos geográficos (eg. quebradas,
bloque errático aislado, etc.), los
deterioros antrópicos (eg. huellas de
retroexcavadora, plataformas de
sondaje geológicos, caminos mineros,
etc.) y naturales (eg. escurrimiento de
agua, madrigueras de roedores, etc.).
Por consiguiente, no sólo se efectuó un
relevamiento puntual del camino y sus
sitios, sino que se integraron datos del
entorno para interpretar el derrotero
del camino y su vinculación con las
evidencias arquitectónicas, bajo el
marco teórico de Paisaje e Itinerario
Cultural (Martorell 2003, 2008; Westfall
et al. 2008; ICOMOS-CIIC99 2010).
El tramo vial estudiado presenta
características casi exclusivamente
“informales” (Trombold 1991),
correspondiendo a una angosta
“senda” despejada de 0.40 m de ancho
promedio (Figura 4). El único registro
diferencial, de carácter más “formal”,
corresponde a una delimitación lateral
de un camino de enlace con la ruta
troncal, en el acceso Sur al sitio Sal 20.
Otras excepciones, dicen relación con
los sitios Sal 16, Sal 17 y Sal 24, sin
vinculación directa al trazado vial, al
igual que el sitio Sal 22, definido como
un acotado foco de actividad lítica.
99 Comité Internacional de Itinerarios Culturales.
“El objetivo del Comité es promover la
identificación, el estudio y la puesta en valor de
las rutas o itinerarios culturales y el significado
que entrañan como un conjunto en el que reside
su principal valor, así como la protección,
mantenimiento y conservación de sus
monumentos, grupos de edificios, restos
arqueológicos, paisajes culturales y sitios,
conectados todos ellos entre sí a través de
valores culturales y lazos históricos.
http://www.icomos-
ciic.org/CIIC/ESTATUTOS_esp.htm
74
Respecto a las evidencias inmuebles,
prácticamente todos los sitios con restos
arquitectónicos no presentan
morfologías ortogonales (eg.
irregulares, subcirculares, etc.) (Figura
5), de hilera simple, sin argamasa y de
reducido tamaño, menores a 4 m de
diámetro en el caso de las de formas
subcirculares; además, exhiben baja
altura, aproximadamente 0.50 m,
considerando los colapsos interiores y
exteriores. Sólo el sitio Sal 9 presenta
arquitectura ortogonal, conformada por
dos estructuras rectangulares contiguas
de muros dobles con relleno, que
posiblemente hayan sido activadas en
tiempos incaicos, siendo reutilizadas en
tiempos históricos.
A su vez, por medio de recolecciones
superficiales intensivas y no selectivas,
se registró un total de 397 evidencias
muebles, con mayor frecuencia
prehispánicas (eg. cerámica, lítica) que
históricas (eg. loza, vidrio), ubicándose
tanto en la vía como en los sitios. Se
encontraron en 22 sitios arqueológicos,
siendo generalmente escasas (sitios Sal
1, Sal 3, Sal 4, Sal 5, Sal 6-7-8, Sal 9, Sal
13, Sal 14, Sal 16, Sal 17, Sal 19, Sal 20,
Sal 21, Sal 22, Sal 23 y Sal 24), cuando
no ausentes (sitios Sal 2, Sal 10, Sal 11,
Sal 12 y Sal 15). Sólo los sitios Sal 18, Sal
21 y Sal 24, presentan contextos
históricos, mientras que los sitios Sal 9
y Sal 14 exhiben contextos históricos
con otros posiblemente prehispánicos.
La fragmentación cerámica se concentró
en el tramo vial, con un 48.5 % (101) del
total de fragmentos cerámicos
recuperados (208), formando parte de
contextos prehispánicos (eg. diminutos
trozos de mineral de cobre, desechos
líticos y fragmentos de concha).
El universo cerámico recuperado desde
los sitios adyacentes a la vía, indica una
mayoritaria presencia de fragmentos
asociados a los sitios Sal 14 y Sal 23, de
características monócromas no
diagnósticas. También se definió
alfarería tardía Diaguita Inka en los
sitios Sal 5 y Sal 6-7-8, Inka-La Paya en
dos puntos del camino, Inka Cusqueña
en Sal 3 y Saxamar. En gran parte el
registro coincide con las indicaciones de
Iribarren y Bergholz (1972, 1972-1973),
Cervellino (2002) y Rivera (2002), salvo
por la cerámica Inka-La Paya, la cual es
abundante en los valles de Huasco y
Limarí (Castillo 1998), no así en el valle
de Copiapó, donde es común la trilogía
decorada Diaguita Inka, Copiapó y
Punta Brava. Niemeyer y Rivera (1983)
tampoco encontraron cerámica Inka-La
Paya en el camino del borde oriental
del Salar de Atacama. Por otro lado,
resulta destacable la recolección
próxima al sitio Sal 4 de cerámica
Ánimas I del Período Medio local
(Figura 6), como de cerámica Ayquina
(atacameña) en el sitio Sal 1 y de
fragmentos de un aríbalo (Cervellino
2002), que adscribimos como Diaguita
Inka100 (Figura 7). En consecuencia, se
constató que la ruta fue al menos
utilizada desde el 700 d.C., por el
reconocimiento de cerámica Ánimas I,
siendo luego integrada en plenitud a la
red caravanera atacameña de raigambre
Loa-San Pedro de la Región de
Antofagasta, alrededor del 1300 d.C.,
para a continuación uniformarse con el
trazado vial incaico hacia el 1500 d.C.
De todas maneras, no descartamos una
implementación anterior de la ruta
caravanera que conecta el extremo
septentrional de la Región de Atacama
con los núcleos poblacionales de la
100 Cervellino recolecta en 2002 algunos de estos
fragmentos, siendo obtenidos otros de la misma
pieza con posterioridad, durante las tareas de
recuperación estética del segmento vial dañado
(Westfall y Castells 2004).
75
Región de Antofagasta desde el Período
Formativo atacameño, hacia el 500 a.C.,
debido a la presencia de cerámica Los
Morros en el sitio MLT (Sal 25)
(González y Westfall 2005; Uribe et al.
2004) (Figura 8).
3b.- Conservación
En términos del trabajo de conservación
del tramo y sus sitios (guiado
íntegramente por Castells), se procedió
metodológicamente a: 1)
documentación y registro; y 2.-
evaluación y propuesta de protección.
La primera parte consideró la
recopilación de antecedentes de
carácter histórico-arqueológico y
medioambiental, como de la
información topográfica de División
Salvador y de la cartografía del
Instituto Geográfico Militar (IGM).
Asimismo, se consignó información
geomorfológica, geológica, climática,
botánica y zoológica, integrando
antecedentes sobre los factores de
alteración antrópica y natural del
patrimonio arqueológico del área.
Mientras que el registro vial fue de tipo
micromorfológico, consistente en la
documentación de todas las
manifestaciones arqueológicas
superficiales, muebles e inmuebles, sus
deterioros como del entorno. Luego del
registro, las evidencias muebles fueron
trasladadas al laboratorio arqueológico
y de conservación implementado en El
Salvador, completándose su
descripción, mediciones y fotografías,
para concluir con su lavado, rotulado y
embolsado, separadas por materialidad
y procedencia. Finalmente, en la
segunda parte se evaluó el estado de
conservación de los sitios y sus
contextos, analizándose con mayor
profundidad los deterioros del camino,
sitios, entorno y evidencias materiales,
determinándose el grado de
vulnerabilidad del conjunto. El
concepto de vulnerabilidad se refiere al
grado potencial de ser afectado por
deterioros de distinta clase, hasta llegar
a la total destrucción, definiéndose por
tanto grados de vulnerabilidad bajo,
medio, alto, hasta muy alto. En este
sentido, la determinación de
vulnerabilidad del tramo vial fue muy
alta y de los sitios, alta a muy alta,
siendo necesaria una propuesta de
protección, considerada en la
Resolución de Calificación Ambiental
del proyecto, siendo complementada
recientemente.
Por consiguiente, se desarrolló en
primer lugar la reconstitución estética
del segmento vial dañado, cubriéndose
los pozos con los mismos depósitos que
se habían dejado al lado, utilizando un
geotextil, recuperándose la integridad
del trazado. A continuación, se
plantearon y diseñaron cierres
perimetrales de protección desde las
definiciones físicas de cada sitio
arqueológico, como protecciones
individuales, considerándose como
punto central las estructuras,
agregándose la dispersión de los
materiales culturales. Estos cierres
cumplen la función de resguardo frente
a los factores de deterioro y destrucción
que pueden eventualmente producirse
a lo largo del tiempo, con un área de
amortización particular para cada caso
(Westfall et al. 2008). Para este
propósito, en el 2006 se implementaron
los respectivos cierres, utilizándose
para cada uno de los sitios un cerco
perimetral conformado por un cable de
acero que pasa por una argolla
adherida a estacas también de acero,
separadas cada 5 m y pintadas de
amarillo. Se completó el trabajo con la
instalación de dos carteles metálicos
76
con largos soportes, también de metal,
que permitieron su cabal entierro y
perfecta visualización. De los letreros,
uno posee información patrimonial y el
otro de precaución (González 2006a)
(Figura 9), con letras y fondo
fluorescentes y reflectantes, para ser
igualmente visibles de noche, ya que las
faenas mineras son continuas, las 24
horas del día. Esta operación no dañó
ningún sitio o materiales presentes. De
este modo, se daba comienzo a la
puesta en valor de los sitios.
Por su condición particular y su lejanía
con el tramo vial, no se cerró el sitio Sal
25 (MLT), ya que se encuentra en un
sector de acceso actualmente prohibido,
por el peligro geomecánico de
derrumbes constantes. Además, el 2010
se instaló un cartel de precaución y otro
de información patrimonial, en el
camino secundario que lleva al sitio.
Estas acciones se suman a carteles
complementarios dispuestos este
mismo año en espacios aledaños al
Camino del Inka, previa autorización
del Consejo de Monumentos
Nacionales (González y Castells 2010a).
3c.- Educación Patrimonial
Durante el período en que se llevaron a
cabo las actividades arqueológicas del
proyecto Damiana, e incluso hasta el
presente, se ha desarrollado un Plan de
Educación Patrimonial sobre los
trabajos realizados y la puesta en valor
del patrimonio arqueológico.
Esencialmente, se efectuaron charlas
educativas patrimoniales y talleres
participativos con un lenguaje masivo y
con el empleo de material didáctico
(presentaciones Power Point,
fotografías, piezas prehispánicas, entre
otros). En estos encuentros, a través del
proceso de enseñanza-aprendizaje, se
explicitaba qué es arqueología, los
objetivos, metodología y resultados de
la investigación arqueológica, las
medidas de conservación y protección
implementadas, y qué hacer frente al
hallazgo de un sitio arqueológico,
concluyendo con reflexiones discutidas
en conjunto. Por último, se entregó una
visión general sobre los grupos
culturales y el desarrollo prehispánico
que caracteriza a El Salvador como un
distrito con una antiquísima tradición
minera, poseedor de un patrimonio
minero-metalúrgico, único en la Región
de Atacama y en nuestro país,
uniéndolo al actual conocimiento
prehispánico de la comuna de Diego de
Almagro (González 2008).
Esta estrategia educativa involucró a
distintos estamentos divisionales, a
modo de charlas de inducción
arqueológica a los trabajadores,
atendiendo a la significativa presencia
de evidencias arqueológicas dentro de
las dependencias de la División.
Asimismo, se dieron charlas a
estudiantes de los establecimientos
educacionales de la localidad,
pertenecientes a la Escuela Nº 1,
Escuela Nº 14 y Liceo Diego de
Almeida, abarcando desde 7º básico a
4º Medio y al Grupo de Ciencias del
citado liceo. Además, se integraron al
plan de difusión distintos actores
sociales de la comunidad local.
Las consecuencias del plan de
educación patrimonial han sido
positivas, con un gradual conocimiento
respecto a nuestra labor, posicionando,
finalmente, el tema arqueológico como
un elemento cultural y social relevante
e identitario de El Salvador,
redundando en la protección del
patrimonio arqueológico local, por parte
de agentes de diferentes espacios
77
sociales y laborales, fundamentalmente
trabajadores y estudiantes.
Lo anterior reafirma que la educación
patrimonial representa una efectiva
alternativa para internalizar el concepto
de patrimonio cultural (Teixeira 2006),
permitiendo la aprehensión de un
determinado conocimiento, con un
progresivo cambio de conducta, ya que
nadie protege lo que no conoce y
valora. Considerando, además, que la
educación patrimonial posibilita un
enriquecimiento individual y colectivo
y una verdadera “alfabetización
cultural” de un universo sociocultural y
de un contexto histórico temporal en
concreto (Horta et al. 1999, citado en
Teixeira 2006). Este quehacer debe
necesariamente concatenarse con la
puesta en valor de los bienes
patrimoniales, pues ella por sí sola no
produce consecuencias sociales activas,
a menos que vaya de la mano de una
adecuada política educativa
patrimonial.
Conclusiones
El conjunto de trabajos arqueológicos
realizados dentro del proyecto
Damiana de División Salvador permitió
sistematizar las dispersas, en gran
medida desconocidas y profusas
evidencias prehispánicas de la
localidad, contándose con sitios únicos
como los redescubiertos MLT y CLT,
los cuales se estimaban desaparecidos,
además de 24 sitios asociados al tramo
vial incaico de 4 km y un basurero
histórico. En consecuencia, cuantitativa
y cualitativamente se potenció y
sistematizó el estudio de un área que
presentaba un marcado déficit de
atención arqueológica, tomando en
cuenta el hiato de más de 35 años
transcurridos desde los primeros
trabajos de Iribarren en 1969. Por lo
mismo, en términos de la
reconstrucción prehistórica, los
resultados son significativos,
reconstruyendo más de 2500 años de
historia de un distrito minero.
En efecto, a partir de la visión
homogenizadora de Iribarren, que
relacionó todas las manifestaciones
arqueológicas al accionar incaico, entre
ellos los sitios MLT y CLT, por la señera
presencia del Qhapaq Ñan que transita
por el Cerro Indio Muerto, los actuales
trabajos han demostrado una presencia
humana desde tiempos formativos en
El Salvador, aproximadamente desde el
500 a.C., dedicada preferentemente a la
explotación de la turquesa. Asimismo,
son notables a lo largo del tiempo los
vínculos culturales entre grupos locales
con poblaciones del componente Loa-
San Pedro, orientados hacia la
obtención, procesamiento y
manufacturación del referido bien
lapidario, el cual termina siendo
controlado en plenitud por los
atacameños a partir del 1300 d.C.,
consolidando vínculos circumpuneños
y demostrando que el extremo
septentrional de la Región de Atacama
participó activamente con los
desarrollos culturales atacameños
preincaicos de la Región de
Antofagasta, quizás más que con los
desarrollos locales (Molle, Ánimas,
Copiapó); tema aun en discusión y que
se está estudiando con nuevos
antecedentes.
Lo definitivo es que la presencia
Atacameña no corresponde a una
“cuña” poblacional que irrumpe en un
territorio desconocido, sino que, desde
nuestra perspectiva, representa la
prolongación de sus espacios
territoriales, dentro de concepciones
78
políticas, económicas, socioculturales e
ideológicas distintivamente
circumpuneñas y puneñas, replegando
a las formaciones sociales Molle,
Ánimas y Copiapó a espacios más
próximos al valle de Copiapó y a focos
costeros en el extremo Norte de la
Región de Atacama, configurando un
panorama cultural prehispánico más
diverso y dinámico que el comprendido
tradicionalmente, definiendo a su vez al
desierto como un escenario con
ocupaciones culturales atacameñas
preincaicas en plenitud.
A su vez, los registros nos demuestran
por el momento que pese a la anexión
de la localidad al Camino del Inka, el
domino del Tawantinsuyu fue puntual
y dirigido hacia focos concretos de
explotación minera del lugar,
complementándose con una incaización
simbólica del paisaje. De igual modo, es
importante consignar que es el Inka
quien trae consigo componentes
culturales Diaguitas, desconocidos
previamente en la localidad y en el
territorio de la actual comuna de Diego
de Almagro. Indicadores Diaguita Inka
se remiten en El Salvador al camino
incaico, estando ausentes de la MLT,
donde son Atacameños incaizados
quienes, como mineros y caravaneros
del desierto, manejan un conocimiento
precedente respecto a la explotación de
la MLT. Finalmente, y ya en tiempos
históricos, se poseen antecedentes de
explotación minera indígena y
republicana, con una acentuada
dedicación hacia la minería cuprífera,
que se habría incrementado desde la
época incaica.
En el ámbito de la conservación, la
restitución estética del camino incaico
ha devuelto una visión integral del
segmento vial que fue dañado,
eliminando deterioros que habrían
acelerado su destrucción. Este
procedimiento se une a la disposición
de los cierres perimetrales de los sitios
del tramo vial y de sus respectivos
carteles patrimoniales, protegiendo por
un lado el conjunto de sitios y, por otra,
comenzando su puesta en valor, que se
corresponde con la continua labor
educativa patrimonial desplegada.
En este sentido, los trabajos ejecutados
han permitido aunar antecedentes para
estructurar una particular historia
minera en El Salvador, existiendo un
patrimonio que testimonia ese
desarrollo. De igual modo, puede
constituirse en un futuro cercano, con
adecuadas políticas de manejo de
bienes culturales, en un espacio
alternativo de desarrollo económico
local, comunal y provincial, por medio
de un turismo ecocultural, como el caso
de San Pedro de Atacama. Esta
posibilidad no sólo contempla aspectos
económicos, sino también implicancias
que apuntan hacia un desarrollo
cultural para la localidad, la comuna de
Diego de Almagro, la Provincia de
Chañaral en su conjunto, como para la
Región de Atacama. En esa dirección
apuntan también los diversos proyectos
culturales y patrimoniales emprendidos
tanto por División Salvador como por
la Ilustre Municipalidad de Diego de
Almagro.
Por último, los objetivos trazados han
cumplido con la legalidad patrimonial
y ambiental, al igual que con los
propósitos arqueológicos, bajo el eje
analítico transdisciplinario que aporta
la conjunción arqueología-
conservación-educación. Esta estrategia
científica, enfocada a estudiar, proteger
y difundir el patrimonio arqueológico y
minero-metalúrgico de El Salvador,
79
representa también un concreto
ejemplo que es factible complementar
la investigación y el cuidado
patrimonial dentro de la gran minería
del cobre en la Región de Atacama.
Agradecimientos. A División Salvador
de Codelco y a la Ilustre Municipalidad
de Diego de Almagro, por apoyar
decididamente nuestro trabajo.
Agradecemos a los Sres. Julio Cifuentes,
Jaime Rojas, Juan Aguilera, Eduardo
Silva, Rodrigo Vargas, Jorge Aracena,
Alex Calderón, Ernesto Ortiz, Jorge
Bravo, Cristián Aguilera, Sergio Lau y
Yermolay Peralta, como también a las
Sras. Alejandra Acuña, Paola Olivares,
Claudia Arancibia y Mónica Rojas, y a
la Srta. Andrea Acuña. Particularmente,
nuestro agradecimiento al Alcalde de
Diego de Almagro, Sr. Isaías Zavala,
como a los Sres. Gabriel Mánquez y
Jaime Acuña; al Sr. Gabriel Cobo,
Director del Museo Arqueológico de La
Serena; al geógrafo-topógrafo Pedro
Rodríguez por su trabajo con las
láminas y confección de planos; y a
todos los colegas y los especialistas que
aportaron con su trabajo. Por último, el
autor principal agradece la invitación a
publicar de los Sres. Guillermo Cortés y
Yuri Jeria, del Museo Regional de
Atacama. Finalmente, nuestro
agradecimiento a las comunidades de
El Salvador y de distintos espacios de la
comuna de Diego de Almagro, por sus
múltiples gentilezas.
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83
FIGURAS
Figura 1. El Salvador en la Región de Atacama.
84
Figura 2: Tramo de camino incaico estudiado en el Cerro Indio Muerto (línea blanca),
junto a la Mina Las Turquesas y el Cementerio Las Turquesas, vinculados con el actual
mineral y la ciudad de El Salvador.
Figura 3: Vista hacia el Oeste desde el Camino del Inka, Cerro Indio Muerto. Al centro
se aprecia El Salvador. Nótese las modificaciones del terreno.
85
Figura 4: Camino del Inka en el tramo estudiado (señalado por el caminante, al centro
de la fotografía), Cerro Indio Muerto, El Salvador.
Figura 5: Estructura aledaña al Camino del Inka, Cerro Indio Muerto, El Salvador.
86
Figura 6: Cerámica Ánimas I (puco). Figura 7: Cerámica Diaguita III (borde
aríbalo).
Figura 8: Cerámica Los Morros (LMS-B1), del sitio MLT.
87
Figura 9: Cierre perimetral y carteles patrimoniales en sitio Sal 15, inmediato al Camino
del Inka.