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Violencia Sexual en Mujeres Universitarias del Norte de México

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Abstract

Resumen La violencia sexual es un fenómeno mundial con una elevada prevalencia, se estima que en el mundo una de cada cuatro mujeres, a lo largo de su vida, son víctimas de esta. Autores sugieren que el ambiente universitario contribuye a una alta incidencia de agresiones sexuales. El presente estudio tuvo como objetivo identificar el porcentaje y las formas de violencia sexual con mayor incidencia en mujeres universitarias cisgénero que sufren o han sufrido algún tipo de dicha violencia. Para ello se desarrolló un estudio exploratorio, cuantitativo, transversal, con la aplicación de un cuestionario generado ex post facto para el estudio, el cual se aplicó a una muestra no aleatoria de 120 universitarias voluntarias, entre 16 a 24 años. Dentro de los principales resultados se encontró que 34.2% reportó haberse sentido agredida o lastimada física o verbalmente durante algún encuentro sexual, 84.2% se sintió acosada en alguna ocasión, 55% vivió contacto sexual o caricias no deseadas, 12.6% tiene sospecha de haber sido abusada sexualmente mientras se encontraba alcoholizada o drogada, 63.3% recibió fotografías de desnudos sin su autorización, y 50% reportó que alguna persona ha hecho comentarios obscenos acerca de su físico en un medio virtual. Se puede concluir que al ser las universidades un espacio de formación, para jóvenes y adultos, podría resultar un espacio óptimo para repensar ideologías, prácticas, asimetrías de poder y la gestación de políticas institucionales, entre otras acciones que incidan en la prevención de los diferentes tipos de violencia, pero sobre todo de la violencia de género y sexual.
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Violencia Sexual en Mujeres Universitarias del Norte de México
Daniel Said Martínez Hernández
46
Karla Patricia Valdés García
47
Jimena Alejandra López Ramos
48
Resumen
La violencia sexual es un fenómeno mundial con una elevada prevalencia, se estima que en
el mundo una de cada cuatro mujeres, a lo largo de su vida, son víctimas de esta. Autores
sugieren que el ambiente universitario contribuye a una alta incidencia de agresiones
sexuales. El presente estudio tuvo como objetivo identificar el porcentaje y las formas de
violencia sexual con mayor incidencia en mujeres universitarias cisgénero que sufren o han
sufrido algún tipo de dicha violencia. Para ello se desarrolló un estudio exploratorio,
cuantitativo, transversal, con la aplicación de un cuestionario generado ex post facto para el
estudio, el cual se aplicó a una muestra no aleatoria de 120 universitarias voluntarias, entre
16 a 24 años. Dentro de los principales resultados se encontró que 34.2% reportó haberse
sentido agredida o lastimada física o verbalmente durante algún encuentro sexual, 84.2% se
sintió acosada en alguna ocasión, 55% vivió contacto sexual o caricias no deseadas, 12.6%
tiene sospecha de haber sido abusada sexualmente mientras se encontraba alcoholizada o
drogada, 63.3% recibió fotografías de desnudos sin su autorización, y 50% reportó que
alguna persona ha hecho comentarios obscenos acerca de su físico en un medio virtual. Se
puede concluir que al ser las universidades un espacio de formación, para jóvenes y adultos,
podría resultar un espacio óptimo para repensar ideologías, prácticas, asimetrías de poder y
la gestación de políticas institucionales, entre otras acciones que incidan en la prevención de
los diferentes tipos de violencia, pero sobre todo de la violencia de género y sexual.
Palabras clave: Violencia, Mujeres, Univeristarias, Violencia Sexual, Género.
46
Universidad Autónoma de Coahuila. saidmartinez@uadec.edu.mx
47
Universidad Autónoma de Coahuila. karlavaldes@uadec.edu.mx
48
Universidad Autónoma de Coahuila. jimena.lopez@uadec.edu.mx
274
Introducción
La violencia es un problema de salud pública, que vulnera los derechos humanos y
afecta a todos los sectores de la población (Saldívar et al., 2015). Debido a la multiplicidad
de formas en las que la violencia se presenta, uno de los retos para el estudio de este
fenómeno, es la definición precisa del concepto, por lo que muchas veces, se prefiere hablar
de forma plural (las violencias), para así obtener, definiciones particulares para cada forma
de violencia a estudiar.
Así mismo un abordaje múltiple y desde diferentes campos disciplinarios ha
contribuido a mirar la violencia en su complejidad y destacar características más precisas de
las causas, formas en que se presentan y las dinámicas o funciones que asumen en su
particularidad (Martínez, 2016).
Dentro de los conceptos de violencia, que cuenta con un cierto consenso por parte de
los estudiosos, está aquellos que destacan el uso de la fuerza para causar daño a alguien. El
investigador francés Jean Claude, citado en Martínez (2016), propone que “la violencia en
sentido estricto, la única violencia medible e incontestable, es la violencia física. El ataque
directo corporal contra las personas” (p. 9). Por otro lado, Jean-Marie Domenach (como se
citó en Blair, 2009), llama violencia al “uso de una fuerza abierta o escondida, con el fin de
obtener de un grupo o un individuo, eso que ellos no quieren consentir libremente” (p. 16).
En este mismo sentido, el investigador Thomas Platt (en Martínez, 2016) establece al menos
siete acepciones del término, indicando como la más precisa la definición que indica que es
“la fuerza física empleada para causar daño” (p. 09).
De estas definiciones se pueden destacar algunos elementos centrales como, el uso de
la fuerza, el daño, la intencionalidad del daño, y el propósito de obligar. Esto permite
reflexionar la propuesta de Domenach, retomada en Martínez (2016), donde establece que la
violencia no solamente se limita al sentido físico abierta como ella lo llama, sino de otro tipo
escondida.
La violencia se trata de una actuación o comportamiento de alguien sobre otro/otra, e
involucra dos actores: quien realiza el acto violento (agresor) y quien lo recibe (víctima).
Sin embargo, la fuerza física no da suficientemente cuenta del hecho. Son las coerciones
morales y las relaciones de poder las que en mismas estructuran y naturalizan relaciones
275
de violencia, teniendo en cuenta que las coerciones psicológicas y hasta los chantajes, son
importantes como vehículos de violencia.
Analizar la conceptualización de la violencia puede limitarla a que el contexto en el
que se presenta, es un contexto restringido espacial y temporalmente, sin embargo, Frederic
Wertham (1971) señala que, “antes de que alguien pueda comenzar la violencia, muchos
otros ya han preparado el terreno” (p. 3) y muchas veces, esta preparación del terreno es la
que se termina invisibilizando. Pareciera que el acto violento se origina y se termina en el
instante en el que se produce, pero no necesariamente es así (Martínez, 2016).
Violencia de Género
En 1993, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró que la violencia
contra las mujeres supone una violación de los derechos humanos. Esta violencia que incluye
una multiplicidad de prácticas que coaccionan a las mujeres por el hecho de serlo, ha sido
invisible durante cientos de años. No era vista ni nombrada por nadie, incluso ni por las
propias víctimas (Alberdi y Matas, 2002; Bodelón, 2015).
Al hablar de violencia contra las mujeres se le denomina violencia de género. Esto
señala la importancia que en ello tiene la cultura y enfatiza que esta forma de violencia es
una construcción social y que no es parte de la naturaleza. Para Alberdi y Matas (2002), este
concepto involucra todas las formas de maltrato psicológico, de explotación sexual, de abuso
personal, agresión física, por mencionar algunas, a las que son sometidas las mujeres en su
condición de mujeres.
La violencia contra las mujeres está históricamente arraigada en nuestra sociedad.
Cuando tomamos conciencia de ella, dejamos de verla como una situación irremediable y
entonces la podemos nombrar. Es ahí cuando podemos puntualizar como un problema social
la violencia de género y comenzamos por comprender que hay un colectivo que la sufre
sistemáticamente (Alberdi y Matas, 2002).
Alberdi y Matas, (2002) retomaron la definición que estableció la ONU (1993) en
Viena, donde definió la violencia contra las mujeres como “cualquier acto que suponga el
uso de la fuerza o la coacción con intención de promover o de perpetuar relaciones jerárquicas
entre los hombres y las mujeres” (p. 10).
276
Por lo tanto, la violencia de género es el resultado de un proceso social que trasciende
la esfera privada y se transforma en un problema que no distingue edades, ni culturas, ni
clases, ni niveles académicos. Este tipo de violencia supera tanto los estereotipos existentes
respecto de quienes la sufren, como los lugares comunes sobre sus condiciones de ocurrencia
(Ramírez y Trujillo., 2019).
La violencia de género se puede observar en la mayor parte de la clasificación de
tipos de violencia, y la de hombres hacia mujeres, niños(as) y otros hombres son los casos
más comunes (Ferguson et al., 2005 como se citó en Zamudio et al., 2017).
Es por ello qué, el estudio de la violencia de género es relevante, en las universidades,
instituciones que tienen un papel fundamental en la formación y difusión de ideologías, entre
las que destacan, las reglas que subordinan lo femenino a lo masculino; es decir, un tipo de
violencia estructural donde los hombres se ubican en una posición superior, manteniendo las
asimetrías de poder y, por lo tanto, la violencia de género (Zamudio et al., 2017).
Al hablar de la igualdad entre los hombres y las mujeres, la persistencia de la
violencia de género es un problema grave que hay que eliminar. El no definir amplia y
claramente la violencia contra las mujeres como un atentado contra los derechos humanos
impide que se puede identificar, medir la incidencia y considerarse como delito, el cual se
debe sancionar (Alberdi y Matas, 2002).
Violencia Sexual
Específicamente la violencia sexual es un fenómeno que se presenta a nivel mundial
con una alarmante incidencia y prevalencia. Aunque no se tienen datos exactos del número
de mujeres que sufren este tipo de violencia, se estima que a nivel mundial una de cada cuatro
mujeres son sometidas a algún o algunos actos de esta naturaleza a lo largo de su vida
(Romero y Megías, 2009).
Romero y Megías (2009) retoman la definición de la Organización Panamericana de
la Salud [OPS] (2003), acerca de la violencia sexual, en el informe mundial sobre violencia
y salud, donde se refiere a ésta como:
todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o
insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de
cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona,
277
independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito,
incluidos el hogar y el lugar de trabajo. (p.45)
Al intentar definir qué se entiende por agresión sexual se encuentra una gran variedad
de conceptualizaciones. Las más restrictivas incluyen las formas de agresión más evidentes,
mientras las más amplias abarcan las formas sutiles que no implican el uso de la fuerza física,
como el chantaje, insistencia verbal, amenaza de ruptura, etc. Para estas últimas, algunos
investigadores utilizan el término de coerción sexual, la cual es definida por Adams-Curtis y
Forbes (2004) como se citó en Hernández y González (2009) como “cualquier situación en
la que se emplean métodos verbales o físicos para conseguir una actividad sexual, que no es
consentida libremente” (p. 41), es decir, un abanico de estrategias que involucran el uso de
la fuerza, la amenaza de violencia o la intoxicación, hasta fórmulas más sutiles como la
manipulación emocional. Otras definiciones consideran como aspecto diferenciador, el
empleo de la fuerza, entre coerción y agresión sexual (Saldívar et al., 2015).
Algunos autores clasifican los comportamientos sexuales considerando dos
dimensiones; la primera enfocada en los tipos de contacto sexual, que representa un continuo
de conductas que va desde las caricias y besos, hasta la penetración; y segundo las tácticas
utilizadas para obtener dicho contacto, lo que comprende desde la coerción verbal más sutil
hasta el uso de la fuerza (Hernández y González, 2009).
Los actos de violencia son variados y se presentan en circunstancias y ámbitos muy
distintos y frecuentes en la adolescencia y la juventud. Además, en numerosas ocasiones, la
violencia sexual que sufren las mujeres está ligada a la violencia psicológica y física que
padecen en sus relaciones de pareja (Romero y Megías, 2009). La mayor parte de las mujeres
que experimentan violencia física, por lo general son objeto de maltrato psicológico; y entre
un tercio y la mitad de las que reciben maltrato físico, también son víctimas de agresiones
sexuales (Krug et al., 2002 como se citó en Saldívar et al., 2015).
Las agresiones sexuales suelen ocurrir en las distintas etapas de la vida, sin embargo,
algunas investigaciones muestran que son especialmente significativas en la adolescencia y
en la juventud. Por ejemplo, en Estados Unidos de América se estima que aproximadamente
un cuarto de las violaciones ocurre entre universitarios (Ortega et al., 2008; U.S. Bureau of
the Census, 1996).
278
Diversos autores sugieren que el ambiente universitario contribuye a una alta
incidencia de agresiones sexuales derivado de que la experiencia universitaria es vista como
una etapa de exploración en la que las y los universitarios se alejan de la vida en familia;
frecuentemente, celebran fiestas en las que suele estar presente el alcohol, las drogas y el
sexo casual, entre otros factores que se asocian directamente con la ocurrencia de agresiones
sexuales, especialmente entre dicha población (Moreno et al., 2007; Romero y Megías,
2009).
Otro tipo de expresión de violencia, que ocurre en diferentes contextos, es el acoso.
Este tipo de violencia se relaciona con el ejercicio del poder y la posición de desigualdad, en
donde la condición de género desempeña un papel central; y particularmente, su presencia
en las universidades resulta relevante por la estructuración jerarquica de dichas instituciones,
en la que muchos puestos de autoridad son ocupados por hombres. Por lo tanto, podemos
decir que el acoso y el hostigamiento sexual son manifestaciones de la existencia de
relaciones de poder, donde las personas que se encuentran en una posición inferior, son más
vulnerables (Echeverría et al., 2017).
El problema de la coerción puede tener consecuencias graves para la salud sexual de
los jóvenes, además de que puede promover el aprendizaje de formas de relación en las que
se normalice la violencia (Saldívar et al., 2015).
Derivado de esto se puede considerar que la violencia sexual no es un fenómeno ajeno
al ámbito universitario y se presenta en todas sus formas desde el acoso verbal hasta la
violación. Por lo anterior el presente estudio buscó identificar el porcentaje y la forma de
violencia sexual con mayor incidencia en las mujeres cisgénero que sufren o han sufrido
algún tipo de violencia sexual siendo estudiantes universitarias.
Método
Se desarrolló un instrumento con fines de investigación para medir la presencia de
algún tipo de violencia sexual en mujeres universitarias. Este instrumento tuvo como objetivo
identificar el porcentaje y la forma de violencia sexual con mayor incidencia en las
participantes mujeres cisgénero que sufren o han sufrido algún tipo de violencia sexual siendo
estudiantes universitarias.
279
El instrumento generado ex pos facto para este estudio, solicitó información personal
cómo edad y estado civil; y cuenta con 15 reactivos dicotómicos, de respuesta si o no. Para
evaluar la confiabilidad interna del instrumento, se aplicó el coeficiente de Kuder-Richardson
obteniendo un resultado de 0.726, lo que indica confiabilidad en el mismo.
El instrumento de formato autoaplicable recabó la respuesta de 120 mujeres
cisgénero, estudiantes de una universidad pública de Coahuila. El mecanismo de difusión
que se utilizó fue mediante grupos de WhatsApp de la universidad donde se encontraba la
población encuestada, las participantes pertenecen a distintas carreras y campus, y fue
respondido de forma virtual a través de un formulario generado en la plataforma de
google/microsoft ®.
El periodo de aplicación fue de tres semanas durante el mes de noviembre de 2022
Se contó con el consentimiento informado de las participantes, a las cuales se les
compartieron los fines y usos de la investigación, así como la protección de datos personales.
Participantes
La muestra fue no probabilística, de 120 mujeres universitarias que participaron de
manera voluntaria pertenecientes a 7 facultades de la región sureste del Estado de Coahuila,
con un rango de edad que osciló entre los 16 a 53 años de edad, con un promedio de 22.06
años. El 85% de las encuestadas reportaron estar solteras, mientras que el 6.7% casadas, el
3.3% divorciadas y el resto, en unión libre o en una relación de noviazgo. Los datos
sociodemográficos detallados se pueden observar en la tabla 1.
Tabla 1. Datos Sociodemográficos
Indicador sociodemográfico
Variable
n
Edad
Rango de edad
16-18 años
20
19-24 años
84
25-30 años
5
30 o más años
11
Estado Civil
Estado civil
280
Soltera
102
Casada/ Unión libre
12
Noviazgo
2
Divorciada
4
Fuente: Elaboración propia.
Con respecto a la carrera que cursan, el 16.7% mencionó ser estudiante de la
licenciatura en psicología, el 6.7% dijo ser estudiante de la licenciatura en educación, el
10.8% de administración y el resto estudiaban la carrera de contaduría pública,
mercadotecnia, entre otras. Los semestres que mencionaron estar cursando fueron desde el
primero al octavo.
El 71.7% dijo estar o haber estado en alguna relación sexo-afectiva. El 77.3% se
identificó como heterosexual, el 20.2% como bisexual, mientras que el resto mencionó otras
orientaciones sexuales. Las respuestas específicas referidas de estas variables se pueden
observar en la Tabla 2.
Tabla 2. Datos de carrera cursada, relación sexo-afectiva y orientación sexual de la
muestra.
Indicador
Variable
Cantidad
Estudios Universitarios
Administración
13
Contador Público
7
Educación
8
Mercadotecnia
6
Psicología
21
Otras
65
En una relación sexo-afectiva
86
No
34
Heterosexual
92
281
Bisexual
24
Homosexual
2
Asexual
1
Otro
1
Fuente: Elaboración propia.
Resultados
De la aplicación del instrumento se obtuvieron los siguientes resultados, en relación
a la incidencia de violencia percibida por la muestra de mujeres universitarias encuestadas.
En cuanto a los encuentros sexuales que han tenido y si estos han sido por voluntad
propia, 87.3% de las mujeres que respondieron el instrumento, mencionaron que, hasta ahora
sus encuentros sexuales fueron voluntarios, mientras que el 12.7% restante refirió lo
contrario. Así mismo, el 34.2% reportó haberse sentido agredida o lastimada física o
verbalmente durante algún encuentro sexual, en comparación con el 65.8% restante. Las
preguntas y respuestas específicas se pueden observar en la Tabla 3.
Tabla 3. Encuentros sexuales voluntarios y percepción de agresión en encuentros
sexuales
Reactivos
Respuesta
No
SD
Hasta ahora, los encuentros que he tenido han sido por
voluntad propia.
103
15
2
Durante algún encuentro sexual me he sentido
agredida o lastimada física o verbalmente.
40
77
3
Nota. SD: sin datos.
Fuente: Elaboración propia.
Con respecto al acoso percibido por las mujeres encuestadas, el 84.2% mencionó
haberse sentido acosada en alguna ocasión por terceras personas, y del total de la muestra el
55% dijo haber sido víctima de contacto sexual o caricias no deseadas. El 50% reportó que
se hacen o han hecho comentarios obscenos acerca de su físico, por algún medio virtual. Así
también, el 54.6% destacó se hacen o han hecho comentarios obscenos acerca de su físico,
estando ellas presentes. Es decir, más de la mitad de las mujeres universitarias que
282
respondieron el formulario han sufrido algún tipo de acoso sexual a partir de dichas
manifestaciones. Los datos específicos se pueden observar en la tabla 4.
Tabla 4. Percepción de acoso, conductas sexuales no deseadas o comentarios obscenos.
Reactivos
Respuestas
No
SD
Me he sentido acosada en alguna ocasión.
101
19
0
He sido víctima de contacto sexual o caricias no
deseadas.
66
54
0
Alguna persona hace o ha hecho comentarios
obscenos acerca de mi físico, por algún medio virtual
60
60
0
Alguna persona hace o ha hecho comentarios
obscenos acerca de mi físico estando yo presente.
65
54
1
Nota. SD: sin datos.
Fuente: Elaboración propia.
En cuanto al hecho de haber sido abusada sexualmente, mientras se encontraba
alcoholizada o drogada, el 12.6% de las mujeres mencionó tener esta sospecha, con respecto
al 87.4% restante. Cabe resaltar que el 0.8% de la muestra mencionó haber sido víctima de
explotación sexual, lo que significa que, de las 120 mujeres universitarias encuestadas, 1
reporto haber sido víctima de este delito.
Por otro lado, el 16% de las universitarias reportaron haber estado en algún episodio
donde un tercero se desnudó frente a ellas, sin su consentimiento. En este mismo sentido, el
20% reporta también, haber estado en una situación donde una persona se masturbaba frente
a ellas sin su consentimiento. Las respuestas a dichos reactivos se puede observar en la tabla
5.
Tabla 5. Víctima de desnudos o masturbación de terceros sin el consentimiento de la
persona
Reactivos
Respuestas
No
SD
283
He sido víctima de algún episodio donde un tercero se
desnuda frente a mí, sin mi consentimiento.
19
100
1
He estado en una situación donde una persona se
masturba frente a mí, sin mi consentimiento
24
96
0
Nota. SD: sin datos.
Fuente: Elaboración propia.
Con respecto al ejercicio de la violencia sexual, en relación con sentirse observadas
y/o espiadas por terceras personas sin consentimiento, el 17.6% de las universitarias dijo
haber descubierto a un tercero espiando mientras se duchaban, estaban en el baño o se vestían.
En este mismo sentido, solo el 3.3% resaltó haber descubierto a un tercero espiando mientras
se masturbaba o estaba en el acto sexual, comparado con el 96.7% que dijo lo contrario. Esta
información se puede revisar en la tabla 6.
Tabla 6. Observación no consentida en situaciones de índole sexual
Reactivos
Respuestas
No
SD
He descubierto a un tercero espiándome, sin mi
consentimiento mientras me ducho, visto, o voy al
baño.
21
98
1
He descubierto a un tercero espiándome mientras me
masturbo o estoy en el acto sexual.
4
116
0
Nota. SD: sin datos.
Fuente: Elaboración propia.
Un dato relevante obtenido de la recolección de los datos, es que el 63.3% de la
muestra mencionó haber recibido fotografías de desnudos o partes del cuerpo por redes
sociales sin que ellas las soliciten. Por otro lado, el 10.8% de las mujeres encuestadas también
reportó que terceras personas han compartido fotografías de su cuerpo desnudo sin su
consentimiento. Esta información se puede revisar en la tabla 7.
284
Tabla 7. Violencia sexual digital
Reactivos
Respuestas
No
Me han compartido fotografías de desnudos o partes
del cuerpo por redes sociales sin que yo las pida.
76
44
Han compartido fotografías de mi cuerpo desnudo, sin
mi consentimiento.
13
107
Fuente: Elaboración propia.
En conclusión, además de los tipos de violencia que se mencionan en este
instrumento, cabe resaltar que el 40.8% de las mujeres universitarias encuestadas, dijeron
haber sentido vulnerada su sexualidad en alguna otra forma no mencionada aquí.
Discusión y Conclusiones
El objetivo del estudio fue identificar el porcentaje y forma de violencia sexual con
mayor incidencia en mujeres cisgénero universitarias, encontrando que el acoso fue la
principal manifestación de este tipo de violencia. Seguido de otras manifestaciones tales
como las caricias o contacto sexual no consentido; comentarios obscenos mediante redes
sociales y de forma personal; recepción de fotografías de desnudos o partes del cuerpo por
redes sociales, sin que sean solicitadas; haberse sentido agredida o lastimada, física o
verbalmente durante el acto sexual, por mencionar las más representativas.
Lo anterior se vincula directamente con una manifestación de la violencia de género,
misma que Alberdi y Matas (2002) proponen que incluye una multiplicidad de prácticas que
coaccionan a las mujeres por el hecho de serlo y que se vuelve invisible incluso para las
propias víctimas.
Estas manifestaciones, no son específicas de una cultura o país, pues se pueden
observar en diversos países. A nivel mundial se estima que una de cada cuatro mujeres es
sometida a algún tipo de acto de violencia sexual a lo largo de su vida (Romero y Megías,
2009), por lo que se ha reportado que la violencia sexual es un fenómeno mundial con una
prevalencia alarmante, principalmente en la población Universitaria, además, diversos
autores sugieren que el ambiente universitario contribuye a una alta incidencia de agresiones
sexuales (Romero-Sánchez y Megías, 2009).
285
En concordancia con estudios como el de Echverría et al. (2017) la presente
investigación encontró una elevada prevalencia de actos de acoso y hostigamiento en la
muestra estudiada. En este sentido se requiere conocer si aspectos como la idiosincrasia, el
machismo, la discriminación hacia la mujer, creencias sobre la inferioridad de los sexos, entre
otras pueden en conjunto facilitar este tipo de violencia.
En este estudio, se encontró como una de las principales incidencias dentro del
contexto de las universitarias, la violencia vinculada a recibir fotografías de desnudos o partes
del cuerpo por redes sociales sin haberlas solicitado. Esto confirma lo propuesto por
Hernández y González (2009) quienes establecen que existen formas de agresión sexual más
amplias y sutiles que no implican el uso de la fuerza física.
Por otro lado, considerando los resultados de esta investigación se puede vincular
estrechamente el término de coerción sexual propuesto por Adams-Curtis y Forbes (2004),
en relación con la sospecha que tienen un porcentaje de las encuestadas donde creen haber
sido abusadas sexualmente mientras se encontraban alcoholizadas, así como, el sentirse
agredidas o lastimadas, física o verbalmente durante el acto sexual, además de otras prácticas
mencionadas en el estudio.
El análisis de los resultados obtenidos a través de la aplicación del instrumento,
también ayuda a diferenciar no solo el tipo de violencia sexual ejercida, sino también los
comportamientos sexuales propuestos por Hernández y González, (2009) que incluyen los
tipos de contacto sexual y las tácticas utilizadas para obtener dicho contacto, con la finalidad
de evitar la normalización de dichas conductas violentas.
Dentro de las principales limitaciones podemos encontrar el tamaño de la muestra que
fue suficiente para permitir la generalización de la información recabada; la distribución de
las edades en rangos diversos; los análisis presentados en los cuales se podrían utilizar
determinados análisis estadísticos para buscar asociaciones o predicciones entre variables,
para así lograr identificar un perfil más robusto de las mujeres que han sufrido este tipo de
violencia; lo anterior refiere algunas de las más relevantes áreas de oportunidad del estudio
y que podrían ser subsanadas en futuras investigaciones.
Por otra parte, una de las principales fortalezas del estudio, es que permitió obtener
información a través de un estudio exploratorio que se enfocó a un solo tipo de violencia,
286
pues aunque se sabe que en general la violencia es un fenómeno completo que no se presenta
de forma aislada y única (Martínez, 2016; Romero-Sánchez y Megías, 2009; Krug et al., 2002
como se citó en Saldívaret al., 2015), es decir una persona que sufre violencia sexual, es
probable que también sea víctima de violencia física, psicológica o de otra índole. Sin
embargo, para el estudio y análisis de un fenómeno tan complejo, es enriquecedor conocer
datos específicos en relación a la forma en que se presenta, pues facilita la toma de decisiones
y la generación de acciones de prevención focalizadas que pueden incidir en la disminución
de este tipo de violencia.
Sería de relevancia en futuras investigaciones considerar aspectos socio culturales
que se conoce están asociados y que facilitan la generación y normalización de la violencia
de género y sexual (Alberdi y Matas, 2002), para determinar de manera más precisa los
posibles orígenes de la misma.
En el mundo, se establece la violencia contra las mujeres como una violación a los
derechos humanos (ONU, 1993). Los resultados recabados de estudios científicos pueden ser
un importante recurso para la generación de políticas públicas encaminadas a garantizar la
protección a este derecho. Así mismo, en concordancia por lo referido por Zamudio-Sánchez
et al. (2017) se considera que las universidades son un espacio de formación muy relevante
en una considerable cantidad de jóvenes y adultos, por lo que podría resultar un espacio
óptimo para repensar ideologías, prácticas, asimetrías de poder, entre otras que inciden en la
generación de diferentes tipos de violencia, pero sobre todo en la violencia de género y
sexual.
287
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Se analizan las tácticas de coerción sexual en parejas de universitarios, y su asociación con el tipo de compromiso con la relación y la violencia física y sexual sufridas. Participaron 175 estudiantes, 79 mujeres y 96 hombres. A partir de la propuesta de DeGue y DiLillo (2005), se desarrolló una nueva escala que mide coerción sexual. Los análisis factoriales exploratorios revelaron tres componentes: Insistencia, Chantaje Emocional y Culpabilización. La agresión sexual se midió con un único ítem. El compromiso y la violencia física sufrida se midieron mediante escalas ya existentes. El análisis discriminante confirmó que el grupo que sufre violencia física (victimizado) difiere significativamente del que no la sufre (no victimizado). Las variables que contribuyeron a dicha clasificación fueron el Compromiso Negativo y la Insistencia para el primer grupo, y el Compromiso Positivo para el segundo. Se discuten las implicaciones de los resultados para la prevención de la violencia.
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El objetivo de este artículo es analizar las representaciones sociales de los y las estudiantes universitarios en torno al hostigamiento sexual de los docentes masculinos a través de miradas lascivas. Se realizaron cuatro grupos focales con estudiantes de las licenciaturas en Derecho y Psicología de la Escuela Superior de Actopan de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. La muestra poblacional es de 28 mujeres y 20 hombres. La metodología de grupos focales no permite obtener en detalle la información de cada participante. Los estudiantes de ambos sexos manifiestan indignación y rechazo por este tipo de hostigamiento sexual; sin embargo, no lo expresan en términos de derechos humanos. Los resultados de esta investigación pueden aportar elementos para la elaboración del protocolo contra la violencia de género en la universidad. Las evidencias muestran que es indispensable desarrollar una vinculación más precisa entre la definición legal de miradas lascivas y los términos que al respecto utilizan los protocolos universitarios.
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La violencia sexual en Colombia ha motivado la expedición de múltiples normas legales y es uno de los puntos prioritarios de atención del Ministerio de la Protección Social.Objetivo y metodología: este estudio de corte transversal, cuyo objetivo fue establecer la frecuencia de la violencia sexual contra estudiantes de programas presenciales de pregrado de la Universidad de Caldas, utilizó encuestas anónimas y voluntarias entregadas a 950 estudiantes de 14 programas académicos, en los cuales estaban matriculadas 2.993 mujeres en el primer período académico del 2004.Resultados: se obtuvieron 298 respuestas de estudiantes de 10 programas, 55 (18,4%) de ellas informaron la existencia de uno o más eventos violentos (acoso sexual, violación) durante toda la vida universitaria. Los sucesos fueron analizados de manera independiente, reportando 84 casos de acoso sexual y 8 casos de violación. El 47,3% de los casos ocurrieron durante el primer año de vida universitaria; el 52,1% sucedió dentro de la Universidad, siendo el sitio más frecuente el aula de clase (16,3%); el agresor fue identificado más frecuentemente como docente (26,1%) y el acoso más frecuente fue referido como leve o verbal en 32 casos (34,8%). De los 8 casos de violación, 3 ocurrieron en el primer año de vida universitaria, 2 de ellos en los baños de la Universidad y 2 en casa del agresor. Los programas con mayor frecuencia de casos independientes fueron en orden descendente: educación física, enfermería y medicina veterinaria.Conclusión: la violencia sexual es un fenómeno que no es ajeno al ámbito universitario y se presenta en todas sus formas, desde el acoso verbal hasta la violación, sin que hasta ahora se haya visibilizado el problema dentro de la Universidad de Caldas.
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Violence. Concepts and elements for its analysis. In this essay a double approach to the concept of violence is presented. The first approach is a reflection about the term by counterpointing two meanings: one it is only concerned with the use of force to cause damage, while the other one widen its meaning by considering it as a negation of the other person or group; the extents and limitations of each concept are described. In the second approach, some important elements for its study are presented; these consider the causes, characteristics, consequences and assessments of diverse forms of violence.
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Sexual violence occurs when an individual obtains sexual interaction through coercion, intimidation, blackmail, lesions or threats of physical harm. It ranges from slight approaches to rape, and involves some kind of persuasion to obtaining unwanted sexual interactions; it happens more often in dating relationships. The aim of this paper is to measure the association of sexual attitudes and the acceptance of rape myths with sexual coercion in a sample of college students, and compare these variables by sex and age. The sample was non-proba-bilistic and included 630 students (51% had experiences of sexual coercion); 71% of men reported practicing sexual coercion. Women who practiced sexual coercion had a less traditional sexual attitude than men (F= 21.413, p<.001), and women who faced sexual coer-cion had a more permissive attitude in sexual interactions (F=37.432, p<.001). Men who faced sexual coercion blamed rape victims more than women (F=10.603, p=.001). Younger men also blamed rape victims more than the older ones (F=9.841, p=.002). When women use sexual coercion it seems to have a paradoxical implication regarding their gender role. It also appears to be a problem for negotiating safe sexual encounters; women who reported more sexual permissive-ness seem to participate more frequently in unplanned sexual interactions and they may be more vulnerable to coercion. It is necessary to modify beliefs about abusive sexual behaviors being normal in dating relationships.
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El artículo desarrolla una aproximación teórica y una "lectura crítica" del concepto de violencia y problematiza su dificultad de conceptualización dada la variedad semántica de la palabra que, como deja ver el artículo, es inmensa y termina por nombrar cosas bastante disímiles. Después de una reflexión general sobre el concepto y sus avatares, se detiene en buena parte de lo que ha sido la discusión sobre el tema en Colombia. Para hacer esta reflexión, la autora se apoya en diferentes y amplios referentes teóricos, que han sostenido su actividad investigativa durante los últimos 20 años (1989-2009).
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This paper presents a study about peer and dating sexual harassment among adolescents. Specifically, differences by sex, age and the developmental stage of the romantic relationships were analyzed in both, peer and dating sexual harassment in a sample of 490 adolescents (55,7% boys and 44,3% girls, mean age 16.08). Descriptive data showed that the presence of peer and dating sexual harassment was similar. Boys were more perpetrators in both, peer and dating contexts but no differences by sex were found for victimization indexes. An important effect of the developmental-stage of the relationships was found: peer sexual harassment were more frequent in ¿casual¿ and ¿mixed gender¿ stage whereas dating sexual harassment was more frequent in ¿serious relationship¿. For age, just differences in dating sexual harassment were found: older adolescents were more involved than younger ones
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El objetivo de este artículo es mostrar que para comprender adecuadamente la violencia de género debemos tomar muy seriamente que dicha violencia de género se nutre también de violencias institucionales, de acciones u omisiones realizadas por el Estado y sus autoridades. En la primera parte del artículo se indica de qué manera los instrumentos internacionales han desarrollado el concepto de violencias institucionales en el ámbito de la violencia contra las mujeres y cómo dicha violencia institucional puede tomar diferentes formas. En la segunda parte del texto, se utilizan dos investigaciones empíricas para mos- trar qué prácticas de violencias institucionales se estarían dando en la aplicación de la ley 1/2004, de medidas de protección integral contra la violencia de género. Se destaca cómo el tratamiento judicial del fenómeno, traspasado por prácticas androcéntricas y estereotipos de género, produce resultados que pueden ser entendidos como violencia institucional: baja tasa de condenas, estereotipos discriminantes en la conceptualización de la violencia de género y atención revictimizante a las mujeres. Para f inalizar, se exponen, partiendo de las propias mujeres, algunas de las experiencias de violencias institucionales en el ámbito del tratamiento penal de la violencia de género.