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Abstract

Resumen La noción de salud mental colectiva hace referencia a una propuesta alternativa a la perspectiva biomédica y conductual que ha ido adquiriendo centralidad en las publicaciones académicas de Brasil, España y Colombia, especialmente en las dos últimas décadas. Con el fin de comprender el sentido que adquiere dicha noción, se realizó un análisis del concepto desde una revisión narrativa que empleó criterios intencionados para la selección del material. Se identificaron matices particulares en cada país y/o sus problemáticas asociadas, en estrecha conexión con las particularidades históricas y socioculturales de cada escenario. Las violencias relacionadas con las lógicas manicomiales (Brasil, España) y aquellas derivadas del conflicto armado y la violencia política (Colombia) son las problemáticas en las que la salud mental colectiva aporta orientaciones epistemológicas y modelos de prácticas para el acompañamiento en contextos de sufrimiento social. El deslinde entre lo colectivo y lo comunitario es el principal reto conceptual que emerge de la intersección entre la salud mental y la salud colectiva.
Saúde Soc. São Paulo, v.32, n.3, e210693es, 2023 1
DOI 10.1590/S0104-12902023210693es
Artículos Originales
Salud mental colectiva: una revisión del
concepto en la literatura académica de Brasil,
Colombia y España
Collective mental health: a review of the concept in the
academic literature of Brazil, Colombia and Spain
Correspondencia
Dora María Hernández-Holguín
Calle 70, 52-2. Medellín, Antioquia, Colombia. CEP 055450
Dora María Hernández-Holguína
https://orcid.org/0000-0002-1050-6625
E-mail: doram.hernandez@udea.edu.co
Beatriz Elena Arias Lópezb
https://orcid.org/0000-0002-3326-0402
E-mail: beatriz.arias@udea.edu.co
Ángel Martínez-Hernáezc
https://orcid.org/0000-0002-5122-7075
E-mail: angel.martinez@urv.cat
aUniversidad de Antioquia. Facultad Nacional de Salud Pública.
Medellín, Colombia.
bUniversidad de Antioquia. Facultad de Enfermería. Medellín,
Colombia.
cUniversitat Rovira i Virgili. Medical Anthropology Research
Center. Tarragona, España.
Resumen
La noción de salud mental colectiva hace referencia
a una propuesta alternativa a la perspectiva
biomédica y conductual que ha ido adquiriendo
centralidad en las publicaciones académicas de
Brasil, España y Colombia, especialmente en las
dos últimas décadas. Con el n de comprender el
sentido que adquiere dicha noción, se realizó un
análisis del concepto desde una revisión narrativa
que empleó criterios intencionados para la selección
del material. Se identicaron matices particulares
en cada país y/o sus problemáticas asociadas,
en estrecha conexión con las particularidades
históricas y socioculturales de cada escenario.
Las violencias relacionadas con las lógicas
manicomiales (Brasil, España) y aquellas derivadas
del conicto armado y la violencia política (Colombia)
son las problemáticas en las que la salud mental
colectiva aporta orientaciones epistemológicas y
modelos de prácticas para el acompañamiento en
contextos de sufrimiento social. El deslinde entre
lo colectivo y lo comunitario es el principal reto
conceptual que emerge de la intersección entre la
salud mental y la salud colectiva.
Palabras clave: Salud Mental; Salud Colectiva;
Violencia; Comunidad.
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Abstract
INTRODUCTION: The notion of collective mental
health refers to an alternative proposal to the
biomedical and behavioral perspective that has
been gaining centrality in academic publications
in Brazil, Spain and Colombia, especially in the
last two decades. METHOD: In order to understand
the meaning acquired by this notion, an analysis
of the concept was carried out through a narrative
review that used intentional criteria for the
selection of the material. RESULTS: nuances were
identied in each country and / or its associated
problems, in close connection with the historical
and socio-cultural particularities of each scenario.
Violence related to asylum logic (Brazil, Spain),
and those derived from armed conict and political
violence (Colombia) are the problems where
collective mental health provides epistemological
and practical guidelines for accompaniment
in contexts of social suffering. CONCLUSION:
the delimitation between the collective and the
community is the main conceptual challenge that
emerges from the intersection between mental
health and collective health.
Keywords: Mental Health; Public Health; Violence;
Community.
Introducción
La noción de salud mental colectiva ha sido
propuesta como respuesta al abandono de lo social
desde las prácticas de atención que se fundamentan
en modelos como el biomédico. El propósito ha
sido superar la tradicional denición dicotómica,
articulada, por un lado, por una lógica de la
enfermedad en negativo, en cuyo caso “salud” es la
ausencia de enfermedad, y, por otro lado, aquella
que se ubica en un sentido positivo, para la cual
salud es sinónimo de “bienestar”, entendido como un
completo estado de equilibrio biopsicosocial (Coelho;
Almeida Filho, 2002; Hernández-Holguín, 2020).
Lo que se torna problemático en la perspectiva
biomédica y conductual es la centralidad del
tratamiento farmacológico, asumido prácticamente
como la única alternativa legitimada por la academia,
los medios de comunicación y el sector sanitario sin
que medie una interacción con otros saberes, lo cual
va en línea con el modelo médico hegemónico o MMH,
denido por Menéndez (1988, p. 451) como:
El conjunto de prácticas, saberes y teorías generados
por el desarrollo de lo que se conoce como medicina
cientíca, el cual desde nes del siglo XVIII ha ido
logrando establecer como subalternas al conjunto
de prácticas, saberes e ideologías teóricas hasta
entonces dominantes en los conjuntos sociales,
hasta lograr identicarse como la única forma
de atender la enfermedad, legitimada tanto por
criterios cientícos como por el Estado.
Para Mercedes Serrano-Miguel (2018), se trata de
un modelo en el que ha primado el establecimiento
de un orden jerárquico en las relaciones entre
profesionales y usuarios. Su fuerte tendencia a la
tecnicación y medicalización en las respuestas a
los problemas de salud ha generado un sistema de
consumo, cuya utilización lleva aparejada cierta
despersonalización y mecanicidad en las relaciones
terapéuticas, así como una progresiva exclusión de
la subjetividad en los procesos de atención.
Por su parte, la perspectiva centrada en la
búsqueda de la felicidad, independientemente de las
condiciones cómodas o precarias de vida, promueve
bienestar y armonía de las personas consigo mismas
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y con los otros, mientras parece dejar de lado las
condiciones sociohistóricas y culturales de quienes
no cumplen con los parámetros sociales esperados.
En realidad, en esta perspectiva, así como en la
perspectiva biomédica y conductual, cuando se ha
tratado de incluir lo social en los planteamientos
y prácticas, se ha hecho de manera subalterna,
solapada, funcionalista o mecánica.
En el campo de la salud mental, estos elementos
se tornan especialmente sensibles, pues a pesar de
la búsqueda de un trabajo interdisciplinario y de
las pugnas por denir sus objetos, sus métodos y
prácticas, es innegable que la lógica psiquiátrica
más convencional sigue teniendo un lugar preferente
frente a otras disciplinas que también participan
en los procesos de acompañamiento a personas y
comunidades en salud mental (Serrano-Miguel,
2018). Esta lógica, además, obvia el potencial de
determinaciones sociales de la salud mental que
están en juego y la participación activa que las
personas con sufrimiento psíquico pudieran tener
en su propio cuidado y atención. Martínez-Hernáez
y Correa-Urquiza (2017) retoman a Kleinman (1988)
para armar que en estas condiciones se produce una
“construcción burocrática del saber”, que deende
una jerarquía profesional de legitimidades entre
psiquiatra, psicólogo, trabajador social, entre otros.
Estas inquietudes han aparecido incluso en
las llamadas ciencias “duras”, que en algunos
casos se han sumado a una suerte de revolución
epistemológica para darle un lugar más protagónico
al sujeto en la producción de conocimiento.
Un ejemplo de ello en el campo clínico es la Medicina
Basada en Narrativas (Greenhalgh, 1999) o modelos
como la toma de decisiones compartida o apoyada
por los profesionales (Simmons; Gooding, 2017).
La salud mental es de hecho un campo complejo,
que ofrece orientaciones en pugna. En Brasil,
la noción de salud mental colectiva ya estaba presente
a nales de los 1980 en los cursos de formación de los
profesionales de la salud mental. En este contexto
Fagundes (2006, p. 95) describe el concepto no
tanto en relación con el estudio de la salud de las
poblaciones o del modelo preventivista, sino como
del proyecto de una “política pública de expresión y
armación de la vida en su diversidad, multiplicidad
y pluralidad”. Se trata de un concepto que adquiere
sentido en el debate de movimientos sociales en
salud colectiva en Brasil, Argentina (Spinelli, 2004),
entre otros países latinoamericanos (Breilh, 2013),
además de la inuencia de la psiquiatría italiana y la
reexión sobre los procesos de reforma psiquiátrica
que se empezaban a implementar.
En el caso colombiano (Hernández-Holguín,
2020), se ha evidenciado la escasez en la producción
académica de perspectivas de tipo cultural y
desde la determinación social de la salud mental,
con algunos estudios que han abordado la lectura
de la salud mental desde los planteamientos de la
medicina social/salud colectiva latinoamericana.
En España, las revistas de orientación más
psicosocial como Psiquiatría Pública y las
publicaciones que orecieron en la década de los
1980 en torno a la reforma psiquiátrica no han
mantenido su vigencia, con excepción de la Revista
de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.
Ahora, en ambos países, la menor producción
contrasta con la contundencia de los debates
que instalan, donde se abordan asuntos como
la patologización de la vida y las identidades,
la medicalización del sufrimiento y los usos sociales
de las categorías médicas (Arias-López, 2013;
Correa-Urquiza, 2018),
es decir, todo un debate ético
sobre el sujeto, su sufrimiento y su experiencia,
en clave de proceso histórico situado.
Lo provocador de estas propuestas nos
motivó a esclarecer la emergencia de la noción
de salud mental colectiva, que especialmente se
enunciaba desde la voz de académicos brasileños
(Fagundes, 2006), argentinos y españoles, y de
forma incipiente en la producción colombiana.
Así, el objetivo de este artículo es presentar una
revisión narrativa dirigida a la problematización
del sentido de lo que se nombra en la producción
académica como salud mental colectiva, así como
de los dos campos en intersección, la salud mental
y la salud colectiva en cuanto a sus presupuestos,
campos de acción, indagación y reexión; a n de
encontrar las vías de conuencia o de divergencia
en la producción académica procedente de Brasil,
España y Colombia, para así ampliar el horizonte
comprensivo de la forma como ha ido emergiendo
la perspectiva colectiva de la salud mental en estos
tres países.
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Metodología
Se realizó una revisión de análisis conceptual
(Guirao, 2015) con el interés de rastrear y lograr una
mejor comprensión de la noción de “salud mental
colectiva”, especialmente de sus antecedentes,
el contexto de surgimiento, las derivaciones, atributos
y énfasis, además de los referentes empíricos
asociados en Brasil, Colombia y España. La búsqueda
se hizo en las bases de datos Redalyc, SciELO, Dialnet,
Biblioteca Virtual de Salud (BVS) y Google Académico,
por medio de los descriptores “salud mental colectiva”
y “salud mental and salud colectiva”, teniendo como
idiomas de búsqueda español, portugués e inglés y
una delimitación temporal desde 1998 hasta 2020.
Se revisaron las fuentes bibliográcas de los artículos
encontrados y otros textos recomendados por los
autores. Se hallaron inicialmente 88 referencias,
de las cuales se descartaron tres, correspondientes
a reseñas de libros, quedando 85 entre artículos
originales y de revisión, informes de investigación
y libros. Estos fueron priorizados según pertinencia
temática y metodológica. De los 58 textos identicados
con alta pertinencia, se seleccionaron 38 para lectura
completa y análisis categorial y 20 para triangulación,
validación de los hallazgos y aportes en la escritura.
El análisis categorial se hizo de manera intratextual
e intertextual. Las categorías “reforma psiquiátrica”,
“violencia y salud mental” y “salud mental colectiva /
lo comunitario” son de carácter emergente, guiadas
por el objetivo del análisis y que se revisaron en
función de los énfasis para cada país, así como los
puntos en común en los planteamientos sobre “salud
mental colectiva” y “lo comunitario”. El análisis
documental dejó ver la necesidad y la búsqueda
de un concepto exible, abierto y situado de salud
mental que desde una perspectiva de salud colectiva
ha llevado a construcciones disímiles, coherentes
en este caso con las condiciones sociohistóricas de
Brasil, Colombia y España.
Resultados
El 41,3% de los textos analizados son
publicaciones de Brasil, el 32,8% de España y el
25,9% de Colombia. La revisión de la literatura
deja entrever que el marco sociohistórico en el que
emerge la salud mental colectiva, ya sea en sus
fundamentos o en la manera directa de nombrarla,
se articula al proceso de reforma psiquiátrica en
Brasil, de posreforma en España y al contexto del
conicto armado en Colombia. En todos los casos,
la violencia aparece como fenómeno y forma de
relacionamiento impulsado desde la conuencia de
saberes disciplinares y profanos, que cuestionan las
nociones y relaciones naturalizadas que desconocen
la experiencia del sufrimiento y promueven la
estandarización y mercantilización de la respuesta
social en un clima de estigmatización y exclusión,
que refuerza un círculo vicioso de violencias.
Otro asunto común es la incorporación y
reivindicación de lo comunitario, ámbito que
habiendo sido utilizado de manera funcionalista
por la salud mental preventivista es un espacio
privilegiado en el que se expresa la salud mental de
manera integrada y compleja.
Contextos de enunciación de la salud mental
colectiva: reformas psiquiátricas y violencias
Tanto España como Brasil experimentaron
difíciles momentos de dictadura militar a mediados
del siglo XX, cuyo momento de resolución e inicio
de democratización se dio a la par de un importante
movimiento por la defensa de los derechos de
las “personas psiquiatrizadas”, que ya se venían
denunciando a lo largo del siglo los abusos y malos
tratos que vivían estas personas en los manicomios.
En España, la democratización implicó
menos participación social que en Brasil, y la
reforma psiquiátrica fue orientada por instancias
gubernamentales hacia la desinstitucionalización
y el ofrecimiento de servicios multidisciplinarios
de salud mental en la comunidad. Solamente
después, los movimientos en primera persona
(Correa-Urquiza, 2018) de usuarios de servicios
de salud mental y sus familias sumaron sus voces
para convocar en la última década a la reexión
de experiencias alternativas a los servicios
tradicionales y de los derechos de las personas
diagnosticadas con trastorno mental, a la crítica
de medidas coercitivas y a la reivindicación de
modelos de atención participativos más horizontales.
Han venido a recordar algo que sí tenía centralidad
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en las reformas brasileña e italiana, pero no tanto
en la española: que la reforma debe ser permanente
para no recrear procesos de manicomialización en los
espacios de atención comunitaria en salud mental
y que debe estar abierta a las necesidades de los
usuarios. El papel de estos movimientos se sumó
a la sensibilidad de un grupo de profesionales que
ya habían tenido un rol protagónico en la reforma
psiquiátrica española (Desviat, 2012) o que más
tardíamente intentaron canalizar esta sensibilidad
mediante proyectos formativos, como el Postgrado
en Salud Mental Colectiva de la Universitat Rovira
i Virgili (edición incipiente en 2004 con el grupo
de Salud Mental Colectiva de Porto Alegre) y la
creación de espacios de defensa de los derechos de los
usuarios (Correa-Urquiza, 2018) y de investigación
(Pié-Balaguer; Correa-Urquiza; Martínez-Hernáez,
2021). En el caso de Cataluña, la emergencia de la
noción “salud mental colectiva” está vinculada a
la estrecha relación de estos investigadores con
profesionales, gestores e investigadores de la salud
mental brasileña y argentina.
La Reforma psiquiátrica brasileña se dio con
una mayor anidad con la psiquiatría democrática
de Italia, movimiento que demanda un análisis
histórico-crítico con respecto a la sociedad y la forma
como se relaciona con el sufrimiento y la diferencia,
en cuyo contexto la superación del aparato
manicomial es entendido “no solo como la estructura
física del hospicio, sino como el conjunto de saberes
y prácticas científicas, sociales, legislativas y
jurídicas que fundamentan la existencia de un lugar
de aislamiento, segregación y patologización de la
experiencia humana” (Amarante, 2016, p. 30). Otro
antecedente en la experiencia de Brasil se consolida
en 1980 con la propuesta de salud colectiva, la cual
surgió como un movimiento epistemológico, ético
y político comprometido con la transformación
social, en contra de intervenciones asistencialistas;
alternativa a la salud pública tradicional y a la
medicina preventiva (Paim; Almeida Filho, 1998),
y encontró mayor complejidad en las relaciones
“promoción–salud–enfermedad–cuidado” como
parte de sociedades complejas y contradictorias,
en contextos históricos particulares.
Para Onocko-Campos y Furtado (2006),
el conicto, las tensiones y las transformaciones en
el campo de la salud mental, asociadas a la reforma
del Sistema Único de Salud de Brasil, deben ser
analizadas en términos de rupturas epistemológicas
cuyo alcance no es solo conceptual, sino que debe ser
evidente en las prácticas. Por ejemplo, en relación
con “la locura” los autores proponen cuestionar los
principios que consolidan la lógica psiquiátrica,
centrados en las ciencias naturales; el concepto
de enfermedad mental, como error, sinrazón o
peligrosidad; el aislamiento y la institución asilar
como recursos terapéuticos, y el tratamiento
moral presente en las terapias normalizadoras.
Estas reexiones cuestionan la salud mental con
respecto a la lógica asilar como práctica central
tanto ante diagnósticos psiquiátricos como ante
otras problemáticas asociadas a la vida en sociedad.
El caso de Colombia es diferente. Por un lado,
no vivió periodos de dictadura prolongada como
España y Brasil, sino un corto periodo que dio
paso a un acuerdo entre los partidos políticos
tradicionales para la monopolización del poder,
lo que minó la participación social, aportó al origen
de guerrillas alzadas en armas y generó un proceso
de deslegitimación social de la democracia, con una
compleja historia de violencia y conicto armado
sostenido por décadas. Esto sumado a una histórica
violencia estructural marca un contexto provocador
de sufrimiento para muchos colombianos. De otro
lado, en el sector salud se llevó a cabo una reforma
al sistema de seguridad social en 1993, con un
evidente corte mercantil, que no solo dejó por fuera
las estrategias de trabajo comunitario, sino que
además relegó a un segundo plano la atención y
cuidado de la salud mental, la cual apenas empezó
a retomarse alrededor de 2005-2007 (Hernández;
Sanmartín Rueda, 2018).
En Colombia no podría hablarse en estricto
sentido de una reforma psiquiátrica, toda vez que el
discurso antimanicomial no ha tenido un contexto
institucional ni social que le dé pleno sentido.
Lo que se encuentra a lo largo de estas décadas
es el posicionamiento de la salud mental como
terreno de interés para las víctimas del conicto
armado, asunto que se concreta en la inclusión
de la perspectiva psicosocial en la Ley de víctimas
de 2011. Paralelamente, empieza a posicionarse
un abordaje de la salud mental desde la medicina
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social/salud colectiva, en el marco de experiencias
comunitarias, que desde su necesidad de enfrentar el
sufrimiento asociado a la violencia social y política
ha desarrollado prácticas sociales dirigidas a la
búsqueda de la paz (Rettberg; Quishpe, 2017), muchas
de las cuales constituyen prácticas de cuidado de
la salud mental. Esta particularidad ha permitido
un acercamiento desde una mirada no patológica
ni medicalizada del sufrimiento, causado por la
guerra, y la posibilidad de producción de salud en
relación con la construcción de paz y otras prácticas
de resistencia social.
Este breve recorrido permite entonces armar que,
en Brasil y España, el término salud mental colectiva
aparece muy ligado a los debates de sus explícitas
reformas psiquiátricas, mientras en Colombia está
relacionado con el logro de mayores comprensiones
en torno a las situaciones derivadas de la violencia
política y el conicto armado en ese país.
Las violencias en el debate de la salud mental
colectiva
La relación salud mental y violencia se puede
encontrar en varios momentos y situaciones: en los
debates después de las dos guerras mundiales
del siglo XX; en la lucha contra las dictaduras y
el reclamo de la libertad y la democracia; en los
movimientos contra instituciones de opresión,
dentro de lo que caben los hospitales psiquiátricos
y que llevaría a Basaglia a nombrar como crímenes
de la paz (Basaglia; Ongaro, 1977) el trabajo de
intelectuales y técnicos a favor del manicomio;
e igualmente las formas de relacionamiento que
producen sistemas de inequidad e injusticia social.
Todo esto se convierte en una lucha contra todas
las formas de violencia, ancada en las luchas por
la defensa de los derechos humanos.
Cooper (1980 citado en Correa-Urquiza, 2010,
p. 171) ya armaba que: “La violencia está en el
centro de nuestro problema”, es decir, la salud
mental colectiva resuena con las relaciones de
dominación, exclusión, expropiación y anulación
de las personas; es un campo que se deja interpelar
por dinámicas de subordinación, de imposición del
poder, lo cual incluye tanto manifestaciones de
fuerza física como formas más sutiles y simbólicas
de imponerlo. La salud mental colectiva expresa
entonces pretensiones inclusivas y de carácter
libertario, que reconoce el potencial que tienen las
personas para comprender su lugar sociohistórico y
actuar en consecuencia, así como para ser gestores
de apoyos y cuidados solidarios.
Derivaciones y énfasis
En Brasil, como ya se señaló, la salud mental
colectiva acompaña las críticas a los modelos de
salud mental comunitaria reproductores de las
lógicas psiquiátricas. En España, anima las prácticas
de trabajo con la comunidad para integrar a las
personas con diagnóstico psiquiátrico, especialmente
dinamizadas a través de experiencias creativas,
como es el caso de Radio Nikosia (Correa-Urquiza,
2010) y otras experiencias basadas en la dialogicidad
y las narrativas o en el arte, que cada vez se han ido
abriendo a la sociedad en general sin que haya de por
medio un interés clínico declarado, a pesar de sus
efectos terapéuticos. En Colombia, la riqueza de las
iniciativas comunitarias en poblaciones afectadas
por el conicto armado aporta a esta alternativa
con sus apuestas culturales, artísticas, de memoria
histórica y del vínculo comunal y con la tierra para
el cuidado de la vida.
Estas particularidades también expresan un
lugar diferencial de la participación del Estado.
En Brasil, son acciones en gran medida lideradas
desde entes gubernamentales, con lo cual la salud
mental colectiva asume formas institucionalizadas
de despliegue y funcionamiento. En España,
se encuentra una asociación colaborativa mixta
entre lo público institucional y las organizaciones
sociales, aunque existe una diversidad en las
diferentes comunidades autónomas que son las
que tienen las competencias en atención sanitaria,
servicios sociales y educación. En el caso de Cataluña,
por ejemplo, hay una red pública muy tercerizada
donde operan organizaciones y fundaciones que se
articulan en la prestación de servicios con modelos
de atención muy diversos que incluyen desde las
orientaciones biomédicas más hegemónicas hasta
modelos alternativos como el diálogo abierto
(open dialogue) nlandés (Seikkula et al., 2006).
En Colombia, por su parte, las acciones parecen
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circunscribirse principalmente a los intereses de
organizaciones sociales y académicas, y en menor
medida de propuestas estatales.
Brasil, como se dijo antes, logró llevar la
propuesta de salud colectiva a su sistema de salud,
en una época de posdictadura y de democratización,
aunada a una nueva Constitución, en la cual la salud
mental tomó un lugar relevante. Allí se combinaron
perspectivas de la salud colectiva y otras de la
salud mental, encontrando conuencias sobre la
concepción de la subjetvidad y la posición frente
al sufrimiento humano, además de elementos
estratégicos relacionados con una nueva concepción
de la clínica ampliada y la territorialización de los
servicios. La primera hace referencia a una clínica
centrada en el sujeto más que en la enfermedad
y en las circunstancias socioeconómicas de los
grupos, en la cual emerge la salud (Silva et al., 2007).
La territorialización de los servicios, por su parte,
se concreta en los Centros de Atención Psicosocial,
en los cuales se propone una salud mental que
produzca cuidados más allá del sufrimiento psíquico,
es decir, orientados a la producción de la vida
(Ferreira et al., 2016).
Las prácticas sociales en salud se asumen como
el escenario en el cual también se da la producción de
subjetividad, la resingularización de las relaciones
y la concepción del “loco” como actor social y sujeto
político de derechos, que discute el tratamiento,
la institucionalización y participa e interfiere
en el campo político (Torre; Amarante, 2001).
Se promueven las articulaciones interdisciplinarias
(Bedin; Kochenborger Scamparo, 2012) partiendo de
la comprensión del proceso salud-enfermedad en
su carácter social, cultural, biológico, económico,
entre otros factores que pueden afectar las formas
de vida. Uno de los logros en este sentido es el
proceso de autonomización que ha ido ganando el
campo artístico-cultural en Brasil (Amarante; Torre,
2017), desde el cual se están produciendo rupturas
con el paradigma psiquiátrico. Las experiencias que
involucran el arte y la cultura expanden los espacios
de ciudadanía y circulación social de los sujetos
con angustia mental o vulnerabilidad psicosocial,
no desde una instrumentalización, sino desde
instancias de promoción de su potencial artístico,
cultural y político.
En España, la propuesta de salud mental
también se vio marcada por los discursos de
desmanicomialización, para lo cual se crearon
redes de servicios de atención en salud mental que
se fueron articulando a iniciativas comunitarias.
Allí también se replanteó la concepción de sujeto,
las relaciones entre saberes, una posición ética
frente a la aflicción y el sufrimiento, y aunque
no se hallaron asuntos de la planicación, se
encontraron producciones que resaltan el valor de la
cultura y el arte como elementos facilitadores en el
proceso de creación de nuevas identidades, más allá
del rótulo de los diagnósticos psiquiátricos.
Frente al sujeto con sufrimiento mental,
los textos revisados en perspectiva de salud mental
colectiva proponen enlazar la enfermedad objetivada
por las disciplinas con la experiencia subjetiva
de la aicción, como dos campos de análisis que
se entrecruzan con las condiciones materiales y
estructurales que determinan e impactan al sujeto
y su trastorno (Correa-Urquiza, 2018). Así como en
las producciones brasileras, la producción española
hace un llamado por un sujeto histórico y político,
que participa activamente en su recuperación.
En el contexto español se introduce el concepto de
“lateralidad” a partir del cual la salud mental colectiva
se define, desde la permeabilidad entre diversos
saberes, como una hermenéutica de las relaciones
entre los saberes que operan en la construcción
de la salud y, por lo tanto, es múltiple, mutable,
dinámica y política (Martínez-Hernáez; Correa
Urquiza, 2017). Un ejemplo de esta permeabilidad
de saberes se ha dado en proyectos de la Guía GAM
(Serrano-Miguel, 2018) para la Gestión Autónoma
de la Medicación, una experiencia que se ha llevado
a cabo en Canadá, Brasil y España, y que parte de
la legitimación de la experiencia subjetiva de los
usuarios de servicios de salud mental y el aumento
de su capacidad de negociación con el personal de
salud en lo concerniente al uso de medicamentos y
otras decisiones en torno a su tratamiento.
En Colombia, los artículos revisados nos
muestran que los avances y abordajes en clave de
salud mental colectiva se han hecho por fuera de
la institucionalidad y de los sistemas formalizados
de atención en salud. La reforma al sistema de
salud, paradójicamente en el marco de una nueva
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Constitución política, representó un retroceso para
la salud mental en el país (Hernández-Holguín;
Sanmartín, 2018), de tal manera que las comunidades
afectadas por el conicto armado, la violencia política
y la violencia estructural se han visto abocadas desde
sus prácticas sociales a cuidar su salud mental,
en articulación muchas veces con sus luchas sociales.
La salud mental colectiva aparece como un marco
de referencia que da cabida a saberes diversos y
posibilita formas creativas de producción social
de salud mental, modeladas por las condiciones
sociales, históricas, económicas y culturales de
las comunidades. Bajo este abordaje, la salud-
enfermedad supera su connotación dicotómica
para convertirse en “elementos constitutivos de un
proceso que ocurre siempre en sociedad y en cultura
y son, por tanto, históricos […] un objeto complejo,
multidimensional y dialécticamente determinado”
(Ruiz-Eslava, 2009, p. 133, 136).
Desde estas perspectivas se da primacía al
sujeto y su acontecer cotidiano, sus relaciones
y conexiones, trascendiendo los rótulos y los
diagnósticos; fomentando las voces de los colectivos
que los sostienen e incorporan. De ahí que surjan
propuestas de resistencia, reivindicación y cuidado
atadas a lo que da sentido a la vida, por ejemplo,
la vida campesina: la producción de alimentos y la
relación con los territorios, en cuyas experiencias,
ajenas a la pasividad, es posible ubicar procesos
salutogénicos (Arias, 2016) o la tranquilidad y
estabilidad que representa el buen vivir y la armonía
para las comunidades indígenas (Ruiz-Eslava, 2015).
En estos acercamientos, la categoría “sufrimiento”,
por oposición a la categoría “trastorno”, permite
politizar e historizar el proceso de constitución
de los sujetos (Arias-López, 2013), en concordancia
con la singularidad de la experiencia vivida y de los
eventos de la vida cotidiana.
Deslindes y aclaraciones
La noción de salud mental colectiva en los tres
escenarios elegidos parece tener orientaciones
epistemológicas y rutas metodológicas insinuadas
o declaradas, pero no claridad en sus elementos
conceptuales. Por ejemplo, lo comunitario es un
concepto que aparece en los tres casos de forma
indiscriminada y ambigua, lo cual genera un
nodo problemático, en tanto vuelve confuso lo
que se nombra como salud mental colectiva y lo
que se nombra como salud mental comunitaria.
Recuérdese que, en estricto sentido, este último es
un término formalizado que nombra un modelo de
atención propuesto por la Organización Mundial
de la Salud como alternativa al modelo psiquiátrico
de atención a las personas con diagnóstico, cuya
connotación parece obedecer más al legado del
modelo preventivista y de la salud comunitaria
norteamericana, orientado al traslado de los
servicios médicos hospitalarios al ámbito de la
comunidad y no tanto al propósito de democratizar
las prácticas de atención.
A pesar de sus ambigüedades, la salud mental
colectiva incide en el proyecto de producir de forma
colaborativa y con todos los actores implicados un
escenario de salud mental y de proyectos de vida que
vaya más allá de las aspiraciones del modelo denido
como comunitario. De esta forma, intenta resolver el
décalage entre un sistema de servicios centrado en
la curación/paliación del trastorno y una demanda
de los usuarios y sus familias que es muy diversa,
pues incluye las necesidades básicas, empleo,
la no discriminación por razón de diagnóstico y la
recuperación de los derechos de ciudadanía, entre
otras demandas. La salud mental colectiva puede
entenderse como una alternativa al agotamiento de
la noción de salud mental comunitaria por no dar
respuesta a necesidades y aspiraciones que estaban
ahí; también por la banalización del concepto de lo
comunitario y su circunscripción a la dimensión
retórica más que a las prácticas, pues un dispositivo
no es “comunitario” por ubicarse meramente en un
barrio, sino por ser un modelo de atención que aspira
a la integralidad y a la relación dialógica con los
grupos sociales que asiste. La falta de formación en
ciencias sociales en el sentido de la salud colectiva
por parte de los profesionales de la salud mental
ha sido también una causa de este agotamiento,
pues no se les ha dotado de instrumentos para
realizar un análisis etnográco y de situación de
las comunidades donde operan o para incorporar
modelos dialógicos y participativos. De allí que los
autores de España hacen un llamado a revisar la
categoría de lo comunitario:
Saúde Soc. São Paulo, v.32, n.3, e210693es, 2023 9
Así, pueden observarse abordajes que no son sino
una mímica de lo comunitario y que terminan
asxiando semánticamente a los individuos […].
No se trata tanto de poner el énfasis en el dónde de
lo comunitario –que también–, sino en el cómo de
la concepción y la articulación de las prácticas y de
la transformación de los hábitos relacionales entre
sujetos, experiencias y relatos.
(Correa-Urquiza,
2018, p. 581, 583)
Un elemento central en esta problematización
es entender que en la perspectiva comunitaria es
fundamental el “lazo social”, en el que radica la
capacidad del sujeto para establecer vínculos con
los otros, que le permitan la vida en común (Ardila;
Galende, 2011). La comunidad como vínculo se
relaciona con un proyecto fundado en un conjunto
de creencias, valores, actitudes y sentimientos
compartidos en lo cotidiano, que posibilita la
construcción de un nosotros como tarea política
en contextos de pluralidad y tensiones (Torres
Carrillo, 2013).
Consideraciones nales
Llegados a este punto podemos armar que el
acercamiento a la salud mental colectiva en los
tres países tiene como presupuesto de partida una
crítica explicita al modelo médico hegemónico
MMH. Para ello, se ponen en intersección dos
campos que han ocupado lugares epistemológicos
marginales, como la salud mental –no el saber
psiquiátrico– y la salud colectiva, en que lo político
y lo ético aparecen como ejes que transversalizan
sus posturas teórico-prácticas. Las violencias y el
sufrimiento derivado de contextos inequitativos,
marginales y precarios son situaciones que han
alentado a los investigadores de los tres países
a buscar formas alternativas de comprensión
y cuidado, anclados en los debates frente a la
desmanicomialización, la defensa de los derechos
humanos y de la vida en dignidad.
En esta aventura de interseccionar los campos en
cuestión, se ponen como principios epistemológicos
la permeabilidad y porosidad entre saberes diversos,
el reconocimiento del sujeto y sus experiencias,
la importancia del contexto en la determinación de
la salud y el valor de la vida cotidiana y las prácticas
sociales como escenario para la producción de la
salud mental, en tanto capacidad de relación y
producción de proyectos vitales.
Un punto de confusión conceptual que muestra
esta revisión es la manera como se incorpora
la noción de la comunidad y lo comunitario.
La alusión en muchos de los documentos académicos
revisados a la salud comunitaria, a la salud mental
comunitaria, a los servicios comunitarios, entre
otros, impone un reto por deslindar sus alcances y
connotaciones, cuando se ponen en clave de salud
mental colectiva; por no hablar ya de la diferencia
entre comunidad y sociedad, que nos llevaría por
derroteros más complejos que no podemos abordar
en este artículo.
Esto implica superar las miradas instrumentales
que reducen lo comunitario a lo espacial geográco,
para avanzar hacia la noción de lazo social. Es decir,
lo común hace alusión al lazo social que me
permite vincularme con otros, mientras lo colectivo
nos permite comprendernos como insertos en
entramados culturales compartidos y modelados
por determinaciones sociales diversas que le dan
sentido al lazo social. Dicho de forma resumida:
lo colectivo pone el lazo social a trabajar por un
bien común. Lo colectivo, así, delinea un proyecto
y, por tanto, una política más para la vida que de
(gestión de) la vida.
En síntesis, a partir de la revisión realizada,
podríamos afirmar que la salud mental colectiva es
una propuesta consolidada en Brasil, defendida en
España y emergente/marginal en Colombia, que se
presenta como alternativa para la comprensión,
la atención y el cuidado de las problemáticas
asociadas a la vida de relación, generadora de
sufrimiento. Aunque es de subrayar el peligro
en el que se encuentra, ante la hegemonía de
una epistemología mundo que ha impuesto un
modelo geopolítico de verdad y ha negado la
posibilidad de que, desde otros saberes y otros
territorios (periféricos), se discuta sobre aquello
ya ordenado por las nosologías y los protocolos
clínicos, así como sobre el ordenamiento mismo
(Martínez-Hernáez; Correa-Urquiza, 2017). Este
es el gran reto para quienes nos orientamos por
la salud mental colectiva.
Saúde Soc. São Paulo, v.32, n.3, e210693es, 2023 10
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S1413-81232001000100006
Contribuciones de autoría
Hernández-Holguín trabajó en la concepción y diseño de la revisión,
en el análisis e interpretación de los datos, y en la escritura del
artículo. Arias López participó en la concepción y diseño de la revisión,
y en la escritura del artículo. Martínez Hernáez contribuyó con la
revisión crítica y con la redacción de la versión nal del artículo.
Agradecimientos
Este trabajo fue realizado con apoyo económico del Comité para el
Desarrollo de la Investigación (Codi) de la Universidad de Antioquia,
estrategia de sostenibilidad de los grupos de investigación; y de
Colciencias (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación)
Doctorados Nacionales 647/2014.
Received: 17/8/2021
Approved: 28/2/2023
TORRES-CARRILLO, A. El retorno a la comunidad:
problemas, debates y desafíos de vivir juntos.
Bogotá: CINDE, 2013.
... Aunque persisten debates sobre el uso de comunitario o colectivo en estas nuevas conceptualizaciones (89), es evidente que la incorporación de nuevas teorías y la aceptación de otras disciplinas no tradicionalmente asociadas con la salud han intentado superar la tradición de la psiquiatría comunitaria, el modelo médico y su relación con el capitalismo y las miradas gubernamentales que parecen distantes a las necesidades sociales. La influencia de estas teorías y enfoques se refleja en los esfuerzos por intervenir en condiciones históricamente descuidadas y en los que estamos en deuda como sociedad, como la violencia social y sus impactos en los lazos comunitarios (90). ...
Article
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Objetivo: explorar el desarrollo del concepto de Salud Mental Comunitaria en Latinoamérica, enfocándose en sus conceptualizaciones teóricas y teniendo en cuenta sus contextos académicos y sociopolíticos. Metodología: se realizó una revisión sistemática de la literatura en las bases de datos de Scopus, SciELO y Redalyc y en fuentes externas a partir de la utilización de términos DeCS. Resultados: fueron analizados 69 registros, en los cuales se evidenció que el término de Salud Mental Comunitaria en Latinoamérica ha sido un concepto dinámico en constante transformación y que su significado depende del momento histórico y la perspectiva gnoseológica en el que se utilice. Conclusión: la hegemonía del modelo biomédico y psiquiátrico, la replicación de lógicas asilares, las nociones de salud mental desde la enfermedad y el ejercicio de poder de los Gobiernos sobre las comunidades, son considerados como desafíos persistentes para la implementación de modelos comunitarios efectivos en salud mental en Latinoamérica.
... Por su parte, desde la salud colectiva latinoamericana se concibe la enfermedad -incluyendo la mental-como un marcador múltiple que remite a los órdenes biológico, cultural, histórico y social y que se orienta a comprender la "trama colectiva en que se generan y resuelven […] las enfermedades", abriendo la posibilidad de desarrollar una "terapéutica comprensiva" (4) . De esta manera, la salud mental colectiva se centra en el estudio de las "experiencias de aflicción", recuperando el "mundo social" del sufrimiento psíquico (5) , atendiendo a las determinaciones sociales de la salud mental, centralmente las violencias impuestas por las condiciones materiales de existencia y las relaciones de dominación; al mismo tiempo que reconoce la capacidad de agencia de las personas con sufrimiento psíquico para la comprensión de sus procesos y su participación en sus cuidados (6) . ...
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Las poblaciones indígenas presentan altas prevalencias de trastornos mentales y limitado acceso a servicios de salud mental. El objetivo del estudio fue analizar las trayectorias de atención a trastornos mentales de jóvenes indígenas residentes en la Zona Metropolitana de Oaxaca, México. Entre mayo y agosto de 2023, se llevó a cabo un estudio cualitativo basado en observación no participante, entrevistas en profundidad a siete personas jóvenes indígenas y entrevistas semiestructuradas a nueve personas profesionales de la salud, curanderas o responsables de grupos de ayuda mutua. Se identificaron procesos de occidentalización, no exentos de tensiones, en la forma de concebirse como jóvenes e indígenas, en el desarrollo de sus trastornos mentales y en la atención de estos, para lo cual utilizaron servicios psicológicos, psiquiátricos, grupos de ayuda mutua y, de manera limitada, medicina tradicional. Se concluye que en estos procesos se articulan y potencian racismos interpersonales, institucionales y epistémicos, que será necesario desarticular para mejorar la salud mental de personas jóvenes indígenas.
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Introducción: Existen nuevas comprensiones sobre salud mental que deben tomarse en cuenta e incluyen a la persona como sujeto social en un contexto sociocultural específico. Durante siglos y hasta nuestros tiempos se ha relacionado la salud mental con enfermedad, lo que ha llevado a fortalecer imaginarios sobre la locura y a sufrir un estancamiento en el desarrollo de comprensiones que permitan una mirada compleja y dinámica sobre la salud mental. Objetivo: Realizar un acercamiento a la comprensión de la salud mental vista desde la medicina social latinoamericana, retomando bibliografía relacionada. Método: Acercamiento conceptual y análisis documental sobre posturas complejas, socioconstruccionistas, críticas, que vuelven al sujeto protagonista de la vida relacional-colectiva, además de revisar material bibliográfico relacionado con salud mental, medicina social y comprensión de sujeto. Conclusiones: Se propone una comprensión de la salud mental que retorne al sujeto y a su acontecer cotidiano, considerando las condiciones sociales, históricas, económicas y culturales; a la vez que se tienen en cuenta las relaciones, las conexiones y la vida cotidiana, y fomentando las voces de los colectivos.
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Resumen Este artículo presenta una reflexión crítica sobre las perspectivas conceptuales en salud mental, en busca de nuevos sentidos para este concepto y sus implicaciones en el contexto de construcción de paz en Colombia. Para esto se realizó una revisión integrativa de la literatura, por medio de siete bases de datos bibliográficas y motores de búsqueda. Como resultado, se identificaron cinco perspectivas conceptuales de salud mental: 1) biomédica y conductual, 2) del bienestar y las potencialidades, 3) cultural, 4) psicosocial y 5) de la determinación social, cuyos fundamentos epistemológicos, sus aportes, críticas y limitaciones se describen en cada caso. Al encontrar mayor pertinencia en la propuesta de salud mental desde la salud colectiva/medicina social que desde la salud pública clásica para la construcción de paz en Colombia, se propone una mirada integral de la salud mental que tenga en cuenta su pertinencia socio-cultural desde una posición crítica y socio-histórica.
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In light of the broad growth of collectives, entities and federations that are defined as “in the first person”, the intention here is to problematize the question of the so-called profane or lay knowledge, its contexts and circumstances of expression and development, as well as its obstacles and difficulties to acquire a socially legitimized status. When we talk about profane knowledge, we refer to that conceptual elaboration that derives from the subjective experience of the psychic/emotional/social suffering. This knowledge frequently runs the risk of being a “blind spot” for the expert look, but, in various ways, acts and emerges as a constitutive element of survival strategies and self-care in the subjects of the so-called madness. This knowledge seeks to be accepted, recognized, and is presented as a key element when it comes to enabling the conditions of dialogue in the field of reflection on suffering and the construction of itineraries towards better living.
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Collective health is a paradigm with a long history in Latin America. Similarly, collective mental health has had an interesting development in certain Latin American countries, even acting to stimulate psychiatric reform. However, both paradigms appear to be encapsulated in specific times and places, among other reasons because of a hegemonic global-scale epistemology that, by imposing a naturalized model of truth, denies other forms of knowledge the opportunity to question not only already-established disease categories, treatment protocols and health policies, but the established order itself. In this article, we reflect on the power of ethnography, as both a form of knowledge and a social relation in itself, to broaden the space available for a possible field of collective health in a context where it is still incipient: Europe. The ethnographic point of view allows us to rethink that which is already accepted, creating permeability in entrenched practices and opening up surprising new possibilities.
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La determinación social de la salud es una de las tres categorías centrales de la propuesta para una epidemiología crítica, enunciada desde mediados de la década del 70 y luego desarrollada y complementada por otros autores especialmente de la corriente latinoamericana .Junto con las categorías reproducción social y metabolismo sociedad-naturaleza han conformado el eje teórico de una propuesta de ruptura con el paradigma dominante de la salud pública.
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Este trabajo tiene como propósito discutir acerca del lugar que ocupa y el sentido que tiene el concepto de comunidad en la perspectiva y propuestas de la salud mental comunitaria. Para ello se realiza un recorrido histórico del concepto mismo de comunidad, partiendo de sus orígenes en la sociología del siglo XIX, ligado a la añoranza de aquello que se estaba perdiendo por las transformaciones en los vínculos sociales producidas por la revolución industrial, hasta llegar a su resurgimiento teórico a fines del siglo XX, ligado a la necesidad y demanda de seguridad. A su vez, se revisa el sentido que ha tenido el concepto de comunidad en los diferentes movimientos de reforma psiquiátrica, y el que ha ido cobrando en el contexto presente, señalándose algunos de los retos que enfrentan las propuestas de salud mental comunitaria en la actualidad.
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En las últimas décadas se viene promoviendo en el mundo la reforma de sistemas de salud mental hacia servicios de base comunitaria e integrados en los sistemas locales de salud. Al respecto, se han reportado logros en algunos países latinoamericanos y del Caribe, mas no así en Colombia. Sobresalen en el mundo las brechas en la atención y la confrontación entre derechos humanos-criterios económicos, para la prestación de servicios en salud mental. Se hizo una investigación con enfoque histórico-hermenéutico en la que participaron 23 profesionales de la salud mental en entrevistas y un grupo de discusión; se realizó análisis categorial de la información. Se halló cómo los derechos humanos, la rentabilidad financiera, la calidad de los servicios y el estigma conforman directrices que orientan, de manera contradictoria, la salud mental en Colombia. Se discutió sobre la conveniencia de realizar un análisis ético y político de la política pública de salud mental en el país.
Article
Respecting a person’s choices about the mental health services they do or do not use is a mark of quality support, and is often pursued for moral reasons, as a rights imperative and to improve outcomes. Yet, providing information and assistance for people making decisions about the mental health services can be a complex process, and has been approached in various ways. Two prominent approaches to this end are ‘shared decision-making’ and ‘supported decision-making’. This article considers each of these approaches, discussing points of similarity and difference and considering how the two might complement one another. By exploring the contribution that each approach can make, we conclude by proposing how future application of these approaches can account for the broader context of decisions, including support for ongoing decision-making; the multitude of service settings where decision-making occurs; and the diversity in supportive practices required to promote active involvement.
Article
Objective. In Brazil, the context of implementation of health policies and, more specifically, mental health is characterized by significant changes. The municipality of Porto Alegre, capital of Rio Grande do Sul, has been at the forefront of mental health-related experiences that cause paradigmatic changes. At the same time, ways of thinking and acting are found which are resistant to change, and are focused on the biomedical model of care of the population. This article seeks to analyze the problem of this dynamic from the perspective of integrality, one of the conditions of the Unified Health System (SUS). Methods. A qualitative approach was used, associating complex thinking with the theme-field perspective, and analyzing the production of meanings in daily life, through discursive practices. The definition of the theme field was focused on the different areas of the planning, management and evaluation of mental health practices. Participants were people from those areas, including students, workers, managers, users and their families. Data were collected through field diaries, oral records of work sessions and public domain documents on the subject. Results. The research resulted in the evaluation processes of social practices involved in the field of mental health, and the preparation of strategies to face the challenges presented by the prospect of integrality in health. Conclusions. Integrality and complexity are highlighted as strategic operators of the approach to the subject in question, and in the pursuit of permanent construction of inclusion practices in mental health.