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Ocupación inca de Atacama y Coquimbo

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Abstract

La expansión del Collasuyo hacia el sur de Toconao, donde estaban sus términos, significo prolongar una ruta que siguiera la meseta altiplánica, donde se podían encontrar los elementos vitales sustanciales: agua y combustible. Aquellas fuerzas adelantadas del inca preparan el trazo, abren pozos y abrevaderos, construyen refugios que son elementales recintos pircados. Estos aposentos rústicos son los tambos o tambarías que todavía pueden reconocerse en ese prolongado camino.
Bol. Mus. Nac. Hist. Nat. Chile 34: 111 - 119 1975
Ocupación inca de Atacama y Coquimbo
Jor g e I rib a r r e n C h a r l ín *
INCA VIRACOCHA VISITA SU IMPERIO...
"H echa la visi'ca de Cuntisuyu entró en las provincias de Collasuyu, las cu a
les anduvo una por una, visitando los pueblos más p rincipale s... Visitó aque
lla costa de la m ar hasta Tarap acá .
Libro V, Cap. XXV, Inca Garcilaso de la Vega, p. 278.
Pues como el Rey In ca Yupanqui se viesse amado y obedecido, tan poderoso
de gente y hazienda, acordó emprender una gran empresa, que fué la conquista
del reino de Chili. Para lo cual, h abiéndolo consultado con los de su Consejo,
mand o prevenir las cosas necessarias. Y dexando en su corte los ministros
acostumbrados para el govierno y administración de justicia fué hasta Atacama,
que hazia Chili es la ultima provin cia que h a vía poblada y sujeta a su Imperio . ..
Libro VII, Cap. XVIII, p. 128.
La expansión del Collasuyo hacia el sur de namiento en el siglo XVI1 nos permiten dedu-
To conao, don de estaban sus términos, signi- cir que en fech as anteriores debieron de estar
ficó prolong ar una ruta que siguiera la meseta provistas de leña, agua y alimentos en can ti-
altiplánica, don de se pod ían encontrar los necesaria, existiendo cuidadores de ellos,
elementos vitales su stanciales: agua y com - que bebían atenerse a un funcionamien to y
bustible. Aquellas fuerzas adelantadas del inca aplicación reglamentada.
prep aran el trazo, abren pozos y abrevaderos . tlazado P°r los incas en esta re-
, . , , , gion de desiertos y alturas no está en con so-
y construyen refug ios que son elem entales nancia c(m otrog ^ ^
recintos pircados. Estos aposentos rústicos viaIes f Ueron de un considerable desarrollo
son los tambos o tambarías que todavía pueden y m0vieron a algunos comentaristas a com -
reconocerse en ese pro longado camino. Dis- pararlos elogiosamente con las vías romanas,
posiciones hispán icas que regulan su fu ncio- 1 Ta sa y or dena nzas s obre lo s t ribu tos de i ndio s h e
ch as p or e l g ober nad or M artin R ulz d e Ga mboa ,
Con serv ado r d el M use o A rqu eol ógi co de La S erena . 7 d e ma yo d e 1580. C ole cció n de Do cum ent os In é-
Caaill a 117. L a S erena . C hile. di tos p ara la H istor ia de Chil e, Jo sé Tor itoio Medi na-
112 BOLETIN DEL MUSEO NACIONAL DE H ISTO RIA NATURAL
Entre los límites de la actual p rovin cia de
Antofagasta, cru zando Atacama hasta el valle
de Copiapó, donde se pierde su huella, la vía
imperial es sólo un modesto trazado rectilí
neo hoya do de 60 cm . de ancho. O cupado por
varios siglos hasta avanzado el siglo XVIII,
se conserva bien visible en una larga trayec
toria, rectilíneo en los sectores llanos y en un
zigzag no violento al cruzar las profundas
quebradas El Juncal y El Carrizo.
Los investigadores del trazo trasandino, que
vendría a ser la vía paralela hasta Men ¿bza,
mencionan algunas obras de arte en aquella
vialidad. Si esta aseveración está fun dam en
tada en com probacion es fidedignas y no se
trata del posible error de considerar vías de
uso colon ial posterior, tendría que aceptarse
que hubo un criterio de asignar a esos caminos
una prepond erante importancia, en lo que
gravitaría el raciocinio de las ventajas eco
lógicas en favor de una de ellas.
La presencia inca tuvo que conllevar una
profun da transform ación en los pueblos abo
rígenes que encontraron a su paso. En la región
comprendida por las dos provincias de Ata-
cama y Coquimbo, desde hacía siete siglos se
había asentado en los valles irrigados y sobre
las caletas del litoral un pueblo de economía
agrícola-ganadera prevaleciente, pescadora y
recolectadora por antigua tradición. Disemi
nados por esos lugares donde hubiera agua de
ríos o vertientes, parece que no adquirieron
una organización jerárquica definida; aislados
o reunidos en poblados con mu y contados ha bi
tantes, no lograron establecer gobiernos ni
centralizar poderes. Los incas tenían una
poderosa institución dual de gobierno con una
jerarqu ía escalonada de clases y ayllus, cuer
po m ilitar y sacerdocio. Todo ese poder
resultaría avasallador com parado co n el sis
tem a de convivencia de los pueblos autóctonos,
de tan menor desarrollo.
Los aspec tos artesanales, que son los únicos
vestigios que se conservan del pueblo de cultu
ra diaguita, en la nomenclatura más am plia
mente conocida, tienen que haber sido
alterados, y en ellos la evolución debe resultar
más evidente.
En el aspecto textil, las muestras conser
vadas son escasas, las condiciones climáticas
no permiten una preservación; pese a la gran
cantidad de evidencias con que se hace pre
sente este pueblo que ha sido estudiado en 40
años de investigación arqueológica , no se
cuenta sino con fra gmentos diaguitas insigni
ficantes. En tanto existen en mayor cantidad
de ejempla res tejidos de in fluencia inca, de
los que pu eden encontrarse ejem plos en los
hallazgos de la mina de Las Turquesas, algunos
trazos bordados provenientes de una sepul
tura aislada cerca del mineral de El Salvador
y en las ofren das del cerro Las Tórtolas. (Ver
apéndices).
En la consideración de que deba suponerse
algún desarrollo del arte textil en el pueblo
diaguita, tenemos algunas com probacione s de
elementos in directos com o los vestigios de
lanas, la presencia de torteros, esa parte
con stitutiva de los husos para hilar, algunos
implementos del telar y el testimonio de las
figuras pintadas en algunos vasos ce rámicos.
En una pieza alfarera aparecen figuras h uma
nas con una túnica que llega a m edia pierna
con u na decoración cuadriculada de blanco y
negro; tenemos otro plato con figuras ó f t
personajes que lleva n de a marra a cu adrú
pedos dom esticados, segu ramente llamas;
también usan túnicas sem ejantes, aunque
unicolores rojas. Estos antecedentes que se
inform an en con dicion es tan precarias no
pueden compa rarse con aquellos otros a los
que se ha hecho refere ncia anteriorm ente.
La alfarería, por su abundancia, el notable
desarrollo y la aca bada fa ctura que había
alcanzado en los diversos períodos de la
cronología del pueblo diaguita, es la artesanía
más im portante y aquella que perm ite esta
blecer las eventuales influe ncias en el con tacto
con los incas.
Las formas alfareras son ampliam ente con o
cidas en esta Cultura Diaguita. Según un orden
de frecuencia estadístico (co ndición num érica
que resulta del análisis compa rativo entre las
coleccion es del Museo de La Serena y los
objetes u suales), tienen enorm e p repon de
rancia la olla y el ja rro zapato o ceram io
he tero morfo ; en aquellos finamente decorado s
del ritual funerario, el m ayor número está
representad o por los platos y co n menor
alcance por los denominados jarros patos y -
urnas.
En el perío do inca no se alteran las norm as
generales de las piezas alfareras dom ésticas
o usuarias. En aquellas finam ente pin tadas,
que form an parte de las ofrendas, se con ser
van las formas generales con cambios
fun damen tales en las estructuras de su o rna
mentación. Introducidas por los invasores,
aparecen aquellas formas generalizadas en el
Cuzco; el aríbalo, la olla con ped.estal y asa
levantada, el p lato playo co n figurillas o f or
mas esquemáticas en vez de asas y cros vasos
menores de formas típicas.
De estas observaciones llegamos a una
conclusión general; que si las form as no
J. IRIB AR REn Ch. / Ocup ación inca de A tacam a y... 113
cam bian fun dam entalm ente y si se enriquecen,
es en la ornam enta ción donde es posible
establecer va riaciones expresivas.
En tre los nuevos m otivos ornamen tales
Inco rporado s se incluy en fra njas de trián
gulos contrapu estos en series repetidas, los
motiv os d enominados por compara ción, fron
das de halech os y en especial los cam pos
cuadriculados y trazos cru zados form ando
losanges. El color que en las piezas alfareras
diag'uitas era predom inantem ente trico lor: ro
jo, blanco y negro, en algunos e jemplos más
sujetos a la orn amen tación original del Cuzco
se enriq uece con posibles oirá s tonalidades.
La pasta alfarera adquiere tam bién caracteres
de textura y coloración diferentes, apareciendo
una alfa rería de tonalidad am arilla (beige-
rosa), el color negro brillante y una alfarería
pintada c olor con cho de vino, entre las más
relevan tes. Estas características las hemos re
conocido en una reciente exploración a otro
tram o del Ca mino del Inca que antes no fue
Investigado.
Hemos exp licado que en aquellas piezas al
fareras diag'uitas que son tradicionales y se
sig uen p roducien do en el per íodo de acu ltu-
ración in ca es donde se o pera una tra nsfor
mación m ás profun da, destacándose que es
una c aracterística h abitual en los jarros pa
tos y en los amplios recipientes m al d enomi
nados urnas . En estas dos form as cerám icas
es donde se operan mayores cambios de tran s
formación estilística. Esto no ocurre co n idén
tica importancia en los platos. Deducimos que
edias trasfo rma cion es o cambios pueden obe
decer a u na con dición más profunda que la
que correspon de a un a simple transformación
de moda lida d estética.
En esas piezas de clasifica ción clásica, de
no min ación qiue es acertada si se considera la
jerarq uía de la ejecu ción alcanzada, se obser
va una preocupac ión de parte de los artesanos
indígenas po r cubrir los espacios con una or
nam entación minuciosa en los detalles de rea
lización y c on un vuelo en la factura que
resulta grad uado p or una operación premedi
tad a. Se h an c itado dentro de las normas
ejem plares que hacen el co mún de la decora
ción diag uita y que resultan situaciones de
exca pció n , algu nos errores en el desarrollo
del dib ujo que tuvieron que ser corregidos pre
cip itadam ente co n el agregado de u na fra nja
de nuevo dibu jo pa ra intercalarlo a ese desa
rrollo que resultó irregular.
La cre ación es el alcan ce m ás n otorio en
estos artesa nos alfareros del período trad icio
nal. C ada ceram io en el artesano tiene esa
conce pció n singular. Los ejempla res dobles
idénticos son de absoluta excepción. FRAN
CISCO L. CORNELY los ha señalado en condi
ción exclusiva en aquellas ofrenda s fu nera
rias de una misma sepultura. En ratificación
a ese con cepto definito rio le creación en el
trab ajo alfarero de un período determinado,
podemos agregar: a pesar de que los motivos
decorativos n o alcanzan a diez en sus esque
mas diferen ciados, en las muestras de los
museos casi n o existen piezas propiamente
duplicadas. Una alteración en los trazos, un
cambio en la posición de los esquemas estilísti
cos están siempre señalando las particulari
dades de esa indepen dencia creadora. En Ja
factura de la cerám ica in ca existe un profun
do y evidente contraste. Aquel freno del desa
rrollo orna mental hasta la desaparición de to
da minu ciosidad en la ejecució n de los mo ti
vos decorativos, aquel ahorro de los esfuerzos
que debía demandar una labor tan acabada,
tienen que encontrar una explicación Que no
sea la de una simple desviación de trabajo.
Habíamos señala do insistentem ente que en
las piezas jarros pa tos y urnas es donde m e
jo r se observa la variación de esos esquemas
estilísticos. Los jarros patos, nombre tradicio
nal que se con serva p or costumbre, aunque
resulta impropio, considerando q<ue no siempre
son ánades las figuras representadas y que
esta identificación resulta en mínima prop or
ció n dentro de las habituales clasificaciones
de objetos arqueológicos, sería más adecuado
acepta r la denomin ación de vaso con figura,
asa y gollete". En estos ceram ios, producto
de la influ encia o aculturación inca, se operan
una serie de transformaciones fundamen ta
les: el asa que en las piezas tradicionales o
clásicas era de sección circular, en la trans
form ación posterior resulta de sección recta n
gular. La cabeza biomórfica que representa al
pato o al hombre, en las nuevas circunstan
cias se tran sforma con varios ejem plos en una
figura enmascarada. La presencia de pequeñas
em inencias señala orejas, y la posición de
los ojos sobre la cabeza podría representar la
piel superpuesta de un animal, tal vez un
felin o; los rasgos faciales tienen poco en c o
mún co n el ave indicada.
La tran sformación y el predominio de uno
u otro m otivo animal no nos dará la pauta
que nos lleve a conclusiones improvisadas, que
tengan relación con un eventual cam bio totè
mico u otro argumento de con dición subjeti
va, imposibles de defender irrefutablemente.
Durante el período au tócton o se ha señala
do que los motivos geométricos y rectilíneos
8.— Mu seo...
114 BOLETIN DEL MUSEO NACIONAL DE H ISTO RIA NATURAL
con la tricrom ía prevaleciente poseían un no
table y acucioso perfeccionamiento. Durante el
período de aculturación existe un gran predo
minio en los m otivos decorativos del color
negro sobre el cam po blanco, siendo este úl
timo el dominante, pues aba rca lo s máximos
espacios. El rojo, en cambio, tiene una te n
dencia a ser minoritario. Los motivos en el
esquema estilístico resultan ser de una extre
ma simplicidad de ejecución; por lo general,
corresponden a cam pos de rom bos en cuyo es
pacio interno diversos trazos se cruzan en án
gulos diferentes configurando formas cua dri
culadas o de rombos repetidos. Estas mismas
ornamentaciones no resultan cu idadosamente
realizadas, siendo muy noto rio que falta aque
lla maestría en la obra artesanal propia de la
tradición alfarera díaguita.
Pudiera entenderse que, desde esa época y
con el desarrollo de la influ encia que significa
la aculturación inca, se pierde en gran parte
la jerarquía, aquel alto nivel alcanzado por la
maestría artística. Por otra parte, la ejecu
ción de m otivos decorativos queda reducida a
expresiones m uy elementales y de gran sim
plicidad. Las formas m ismas de las piezas
cerám icas en las que antes se observaba una
inten cionad a particularidad expresiva, ahora
desaparecidas, van acen tuando una determi
nada regularidad de factura, lo que resiente
aquellos aspectos tan notables de variabilidad
y ejecución singular que les eran tan c arac
terísticos.
De esta observación sobre los cambios en los
estilos en la artesanía alfarera durante el
período inca, en trabajos anteriores, hemos
deducido la profundida d de penetración de
una o rganización grandemen te evolucionada
sobre un pueblo autóctono co n un desarrollo
econ ómico -socia l no evolucionad o. En esa opor
tunidad hemos argumen tado que las obliga cio
nes de cancelar tributos, exigidas por los incas
como parte de su prevaleciente organización
socio-económ ica (para el caso, vale citar a
GARCILASO y otros cronistas que se refieren
al asunto señalan do que todos los pueblos del
imperio tenía n esa ob ligación ), se repartían
según fueran sus trab ajos y ocupacion es. En
esa consideración los artesanos (alfareros,
textiles, etc.) tendrían que aportar algún tipo
y cantidad, y esta asigna ción de tributos
obligaría a una producció n numérica exigible 2.
2 S obre l os tr ibut os e n la o rganiza ción In ca L oui s
Ba udin , en su ob ra El Im pe rio So cial ista d e
los In cas , 1940, seña la qu e se re fiere n a esa r egu
la ción , pl ante and o la H ipóte sis de q ue ésta n o c o-
lres pon día a un c abal co nce pto de en riq uec imi en
to de la ec ono mía del ré gim en, s ino qu e te nía el
pr inc ipal o bje tiv o d e m ant ener pe rma nen tem ent e
oc upa dos a lo s h abit ante s.
Aplicand o estos conceptos, diremos que en
tiempos de los incas la producción en ca nti
dad viene a concluir e n un producto fun cional,
ela borado en serie y sin esos atributos de per
feccionam iento y m aestría que les eran tra
dicionales 3.
LA EXPLOTACION MINERA
El trabajo sobre metales lo con ocemos en
el área como una lab or de antigu o desarrollo.
El pueblo de la cultura de El Molle, anterior
en varios siglos al de la Cultura Diaguita, co
nocía el cobre, la pla ta y el oro, y las artes m e
talúrgicas com prendían toda esa elaboración
del batido en forja, laminad o, el repujado y
posiblem ente el trefilad o. Parece que los dia-
guitas tenían cono cimientos análogos suficien
tes; co n el período de ocupa ción inca, se hace
presente un tra bajo de mayor intensidad en la
explotación minera. Se han publicado aq ue
llos trabajos con una pob lación numerosa en
Hoya de Caldera. Posteriormente se h an re
conocido en los alrededores de C achiyuyo, en
el sitio Los Infieles, trabajos que siguen a
ta jo ab ierto las vetas con metal; o tro tanto
ocurrió con faenas del mism o sistema de ex
plotación y posiblemente tam bi.én en socavo
nes en las minas del cerro C olorado, del mis
mo sector de Cachiyuyo, en la provincia de
Atacama. En ambas circu nstancias se re
cogieron las herramien tas utilizadas, que
consistían en grandes cuñas de piedra, algu
nas con señales de h aber sido enmangadas.
El proceso m etalúrgico p or seguir es el co
mú nmente cono cido; la m olienda e n los m a-
rayes de un tipo que todavía está en uso en
tre los pequeños m ineros, la fu ndición en
guairas cu ya existencia la describimos en al
gunos sitios del valle de C opiapó; luego el
proceso de vaciado en crisoles alfareros tr ípo
des y con un vertedero, de los que se encue n
tran ejemplares en el fundo Coquim bo y en
Peñuelas, inm ediato a La Serena, y finalmen te
moldes del tipo que enc ontró GONZALO AM-
PUERO en las excavaciones del fundo Co
quimbo.
Todo este proceso sign ifica ba el emipleo de
todo el desarrolllo m etalúrgico con ocido por
los diaguitas, y al que debe agregarse como
aporte de los incas: la fu ndic ión a la cera
perdida, la sold adura y el empleo de aleacio-
3 En o tra re visi ón des pués de b asta nte s a ños q ue
he mo s he cho en u na ant igu a pub lic aci ón d e J ohn H.
Ro we, Inc a C ultu re at t he Ti me o í t he S panis h
Co nq ues t", tu vim os la sor pres a de e nco ntr ar u n p á
rr afo e n e l q ue el in vest iga dor e spec iali sta « Sa la
qu e en l a art esan ía alf arer a i nca e xist e u na d om i
na nte te nde nc ia a la u nif orm id ad. U na a seve ració n
en la q ue s e co inc idía p lenam en te y en la q ue a ntes
n o h abí amo s rep ara do.
J. IRIBARR EN CH. / Ocup ació n inca de A tacama y . 115
nes co n otros m etales hasta ob tener el bron
ce. De to da esta gam a de desa rrollo m etalúr
gico se han pu blicado co ntribucione s en La
Serena.
Estos desarrollos en las ex plotaciones agrí
colas y min eras significa ron una activa ción
com ercial de trueques que en parte debe de
haberse rea lizado m ediante el transporte de
llam as cargadas. De esos atalajes de carga,
recientem ente se h an publica do algu nos a n
teceden tes al hacerse refere ncia a una m ina
de turquesas en El Salvador. El hallazgo de
pescado seco en el a copio de alimentos que
existía al interior del socavón de esa mina
de El Salvador exigió estudiar algunos ca mi
nos de transcurso in term edio h acia la costa.
Recientem ente investigam os en un tram o
del Ca mino del Inc a com prendido entre Inca
de Oro y Copiapó. Esa h uella caminera p o
dría salir al litoral p or la Quebrada de Fla
men co, u na vía n atural hac ia el m ar al sur
de Ch añaral. Sea que no se hizo un r econo
cim ien to su ficientemen te acucioso o no tuvi
mos fortuna, el hech o de finitivo es que no
la hallamos.
En fe cha muy reciente, el in geniero HANS
BERG HOLZ con su hijo Walther realizaron
investigaciones en la costa, en las inm edia
ciones de la Caleta Obispo, situada m uy ce r
ca na a la play a de Flam enco. Siguien do al
interior, encontrar on algunas tamberías y un a
sepultura in ca con piezas cerám icas entre las
que se incluye un aríbalo y otros objetos tales
co mo cinceles, pinzas depilatorias, punzón,
cuchillos y lámin as de cobre. En hueso, lernas,
espátulas con figuras adheridas y torteras de
diversos tipos. E n tejidos, trozo de posibles
género s que recubrían parte de los instrumen
tos metálicos. En piedra, puntas, puntas cu
chillos, p unta s de pr oyectil y cu chillos.
Estos h allazgos dem ostraron esos trá ficos
co n la costa que se andaban buscando.
Del co nce pto religioso indígena anterior a
los inca s son muy elem entales los anteceden
tes que pu edan tener algún asidero. La creen
cia en una vida ulterior que se man ifiesta en
los díaguitas com o parte de los ritos fun era
rios y en especia l en sus o frendas, es una
condición gen eralizada en g ran parte en los
pueblos indígenas, y, por lo tanto, no puede
considerarse c omo una cond ición excepciona l
y relevante. FRANCISCO L. CORNELY men
ciona los hallazgos de jarros patos y otras
piezas especiales en las tumbas del cementerio
del Olivar, inm ediato a La Serena, aducien do
la hipótesis de que su utilización está relacio
na da con posibles sím bolos to témicos que se
paran los clanes. Esta sugerencia del gran
investigador de esa cultura no parece tener
un m ayo r rigor en las pruebas, considerando
que los trabajos arqueológicos de esa época
no se ciñeron a un esquema m etódico sufi
ciente4.
Las construccion es rituales de los incas en
algunas cimas de montañas, los sacrificios
humanos y las ofrendas depositadas repre
sentan una co ncepción religiosa que no p ode
mos establecer si es más evolucionad a y per
feccionad a, dado el desconocimiento de los
rituales característicos en los grupos indíge
nas anteriores; pero al menos resultan más
exteriorizantes y ejemplares.
La con solidación de ese poder y la trans
form ación aperada por esta organización evo
lucionad a se hace más evidente con la gen e
raliz ación en el empleo de la lengua quechua.
En 80 añ os de dom inio ésta prevalece sobre
la lengua autóctona, que declina hasta su to
tal desaparición. La in vasión hispánica em
plea lenguaraces traídos del Perú que usan
como propia esa lengua general; algunos m i
sioneros5 p redican en quechua en la primera
evangelización de esta área. Esta generaliza
ción de una lengua y declinación de la ante
rior también pueden observarse en los topón i
mos, en los que son predominantes las raíces
quechuas al norte del Limarí, y hasta el
Choapa participan, produciéndose un dese
quilibrio co n ventajas para la etimología de
origen arau cano 6.
La preservación del régimen institucional
oblig ó a los in cas a establecer aquellos ba
luartes de defensas, los pucaraes. Como an te
ced ente sobre estos sistemas defensivos, cita
mos a CORNELY, quien indicó la existencia de
una fortaleza en el Valle de Elqui, atribuyén
dola al pueblo de la Cultura de El Molle. Esta
defen sa no parece tener aquellas característi-
4 A es e res pect o, po dría c itarse J ohn H. R owe , Inca
Cu ltur e at th e T ime o f th e S pani sh Co nqu est ,
qu ien d ice al r espe cto d e l os ayllu s q ue, p ara cl a
sif icar los en gr upo t oté mic o, ten drí a ne cesa riam ente
qu e de most rarse q ue e l a yllu tu vo no mb res d e
an ima l o v eget al o q ue lo s m iem bro s d e! a yllu
tu vie ron no mbr es de a nima l; q ue el los cre yero n en
su d esc ende nci a y q ue t uvi ero n un a act itud ce re
m oni al hac ia e sas e speci es, t ales c om o n o comer d®
esa ca rne y a lgun os r itos en q ue el an ima l se uti
liz ara co mo sí mb olo de l ay llu.
5 Viénd ose y a e l P. Ba ltasa r Pdñas e n C oqu imb o
(Fe brer o d e 1593) . . . to do el tie mp o q ue allí se de
tu vie ron lo s P P. lo ocu par on e n ha cer misi ón. .. a
lo s ind ios se le s h ici ero n d oct rina s con pro cesio nes
ño r la s ca lles, y se l es p red icó y co nfes ó e n l a len
gu a de l C uzco , qu e h asta allí la in tro duj ero n lo s
rey es I ncas y pers evera ha sta a hor a . H isto ria de la
Co mpa ñía d e J esús en Ch ile, P . Olivares.
6 J Ir ibar ren, 1957. R elac ione s en tre las Cu ltura s
Dí agui tas d e Ar gen tina y Chile.
116 BOLETIN DEL MUSEO NACIONAL DE H ISTO RIA NATURAL
cas exigibles a un em plazam iento bélico. Si
bien es cierto está ubicada sobre una montañ a
con un accidentado cam ino de acceso, n o se
observa en la descripción de CORNELY n ingún
sistema defensivo en etapas ni construcciones
logísticas adecuadas. Los argum entos de ubica
ció n resultan también escasamente significa
tivos si se observa la amplitud del valle en esa
área y, por otra parte, si se toman en cuenta
los lugares ocupacionales indígenas que resul
tan singularmente más importantes en la
margen norte del valle, en un sentido absolu
tam ente opuesto a la u bicación y emplaza
miento de la fortaleza. Considerando la des
cripción , diremes que una planicie circular
con un ligero pircado ubicado en esa altura
no resultaría eficazm ente estratégica; en
cambio, se evidenciarían las cond icion es nega
tivas de recursos para mantener con éxito el
asedio.
Los 'diaguitas, según parece, no conocieron
esos recursos de defensa militar. Es coetán ea
a la ocu pación in ca la constru cción de esos
pucaraes en el valle de Copiapó. En Punta
Brava, uno de ellos está estratégicam ente ubi
cado sobre la cim a de un cerro que angosta
el valle. Sus con tornos son de ascensos muy
dificultosos, salvo por una huella en zigzag
protegida por numerosas pircas con con tor
nos y a diversos niveles que permitían una de
fensa iprogresiva. Otro pucará al interior del
río Pulido, que está citado en la C rónica del
Reyno de Chile de GERONIMO DE BIBAR, po
siblemente tenga una estructura con análogos
caracteres defensivos.
A este pueblo diag uita-inca establecido en
los valles transversales de Atacam a y Coquim
bo, con sus respectivos gobiernos, ex plotacio
nes agrícola-gan aderas y mineras, sus artesa
nías y tod o el desarrollo cultural y económ ico,
es al que encuentran y subyugan los adelan
tados militares de Diego de Almagro y, más
adelante, los ca pitanes conquistadores de Pe
dro de Valdivia.
APENDICE 1
HALLAZGOS EN EL CERRO LAS TORTOLAS
El cerro, que tiene 6.332 m. y es una de las
cumbres principales en la Cordillera de los
Andes, ha sido ascendido en diversas oportu
nidades. A lgunos de los excu rsionistas que
llegaron a la cima hicieron trab ajos arqueo
lógicos exploratorios, verificando la existencia
de una plataform a de piedra en el sistema de
pircados, en la que se encon traron elementos
de segura procede ncia inca. Varios andinistas;
LUIS KRAHL y BION GONZALEZ y los Inves-
tigadores RENE NAVILLE y M ARIA MELLAN
DE PALAVECINO se h an referido in ext en
so a unos primeros hallazgos. GONZALO
AMPUERO y MARIO FANTIN, del Club Andi
no Mercedario de San Juan, han descrito, en
apretada síntesis, la sucesión de exploraciones
efectuadas en esa cum bre.
De los resultados de la primera investiga
ción a la cumbre del cerro Tórtolas, tomam os
las referencia s anotadas po r la distinguida
investigadora argentina y experta en textiles
señora MILLAN DE PALAVECINO. Según esa
autora, el m aterial co lectado, el cu al se con
serva en el Museo Nacional de Historia Natu
ral de Santiago, sintetizando consistiría en:
una figurilla tallada en valva de -molusco
Spondylus, que esta ba en vuelta p or una manta
en técn ica de ponc ho o warp fa ce con los
bordes term inados a co rto espacio con aguja
en un sistema de festón; una 'túnica o uncu
que tiene la particularidad de estar trabajad a
por escaques de dos colores, conseguidos por
tramas cortas o kelin; una bolsa p ara coca
con tram a de pon cho y algunos cordeles.
El tocado, fo rmad o por un ma nojo de plu
mas reunido por los cañones, se afirm a en la
nu ca y se despliega hacia la parte superior
En la segunda investig ación arqueológica,
en la que participan aquellos inv estigad ores y
otros más de la mism a in stitución deportiva, se
obtiene el h allazgo de dos figuritas femeninas:
un a de plata hueca, obten ida en té cnica de
la cera perdida y soldadura, respectivamente,
y otra figura recortada de una valva del mo
lusco Spondylus. Estas figuritas, como las de
más ofrendas, fu eron obsequiadas al Museo
Arqueológico de La Serena.
Entre los objetos gbnera cs Recolectados,
se puede cataloga r una serie de implem ent08
de madera de variado uso, en el que se inclu
yen palitos para hacer fuego. Tam bién una
bolsa de tejido vegetal muy fina mente elabo
rada que con tiene h ojas de coca.
Los tejidos que cubrían las figurillas, tr a
tándose de piezas de reducido ta maño, tienen
condición de miniaturas adecuadas a las cir
cunstancias de cada figura (lo que podríamos
llamar el aju ar ); consisten en una pieza cu a
dr an glar y otra rectangular. Estos p año s pre
sentan 3 ó 4 fran jas de variados color es: gris,
negro, blanco y marrón, to nos naturales exis
tentes en la lana de los auquénidos. En los
paños de igual dimensión de 14 cm. por lado
los bordes presentan festones de con dición li-
J. IRIBARRE N CH. / O cupación in ca de A tacama y . UT
mitada, lleva ndo el propio color de ca da fran
ja. En aqu ellas man tas rectan gulares de 13 cm.
por 8 cm . los m árgenes llevan un trabajo de
agu ja en form a de festón con hilos en diversu
com binación de colores: am arillo, rojo y verde.
FAJAS
Dentro del atuendo, figuran sendas fajas.
En la correspo ndie nte a la figurilla de concha
ésta tien e un a dim ensión de 15 cm. de largo
por 1 cm. de ancho, y aparece tejida en un co
lor unido m arrón que lleva una franja central
en la que se alternan rectángu los cè fondo
blanco y dibujo negro. En cada uno de estos
rectángu los, en doble faz y en color contrario,
por consiguiente, van apareciendo un circulo
con punto central, dos pequeñas figuras cu a
driláteras con dos p untos y rectán gulos divi
didos en cu atro segmentos. Las faja s term i
nan en sus extremos por cordones trenzados
de color blanco y marrón oscu ro o n egro.
La segunda faja , que tiene un fon do de co
lo r grana te, mide 12 cm. y 1,8 cm . de ancho. La
franja centrai decorad a 'tiene el fondo amari
llo y los motivos son azules oscuros. Estos tie
ne n la fo rma de escalones que fo rman orlas en
ángu los rectos y figuras piramidales. Esta faja
term ina en los extremos p or cordones tren
zados de colore s granate y azul.
LACILLOS
Están co nformado s por tejidos tubulares de
color m arrón , ornamentados co n dibujos do
bles de esquejes blancos. En sus extrem os ter
minan en cordones enlazados en lana de color
beige y granate, a los que van atados recortes
de Spondylus.
GRANDES ADORNOS DE DIADEMAS
DE PLUMAS
Co rresponden a adorno s ce fálicos de plumas
que se co ntin úan po r la espalda de los porta
dores que las llevan. Tien en esa disposición
circular y exipandida que sobresale com o un
toca do y luego cae sobre la espalda. Las plu
mas a tadas por los caño nes van insertas en
una condición imbricad a en un tejido en tec
nica de warp fac e . La form a dorsal es rectan
gular, en tanto que la cefálic a es de medio
círculo bastan te expandido. Este m edio círcu
lo es doble y form a una bolsa abierta que
perm ite in troduc ir holga dam ente la s cabe
zas de las figuritas.
El adorno com pleto de 1G cm. de longitud,
que corresponde al que lleva la figura realiza
da en conc ha marina, está recubierto íntegra
mente por plumas blancas. En ta nto que el
adorno de 9 cm. de largo, correspondiente a la
figurilla de plata, lleva una cubierta sobre
puesta de plumas rojas, salvo un pequeño bo r
de en plumas amarillas.
APENDICE 2
TRAMO DEL CAMINO DEL INCA
RUTA MINAS GALLEGUILLOS y EL MORADO
Una expedición arqueológica que se realizó
en abril de 1973, con el objeto de revisar un
tram o del Cam ino del Inca, que perm anecía
aún sin investigar, co ntó con el apoyo de la A d
ministración de la Empresa Minera de El Sal
vador y la colab oración de los funcionarios
del Departa mento de Extensión Cultural Sres.
FRANCISCO ORDUÑA y JAIME VEGA, y el
funcionario del Museo CARLOS LATORRE
SILVA.
El sector re corrido se estableció a partir
desde el cruce del C amino -del In ca con la ru
ta a las Mina's Galleguillos, y El Morado h a
cia el sur, aproximadamen te en un total de 10
Km., por un sector de muy difícil acceso, por
la abundancia de piedras y m ultiplicidad de
quebradillos que allí existen.
A partir del lugar en que la carretera cruza
al sendero, y a la distancia de 1 Km., se en
cuentran los prim eros tambillos (construccio
nes circulares o cu ad rangla res de piedras se
cas ordenadas en el sistema de pircas).
TAM BO I
En ese lugar h ay tres de esas construcciones
con un diámetro de 2 m. cada una.
TAMBOS GRUPO II
Un circulo de parecido diámetro se lo en
cuentra a 50 m. de distancia, y a 15 m. de
éste un grupo de diversos com partimientos
cuadrangulares de: 3, 2, 3.50 y 2.50 m. cada
uno. A una dista ncia semejante, un circulo
de 2 m. (A ), adosado a otro rectangular de
4 m. (B ). Una tercera construcción de 5 m.
de longitud y 2 m. de a ncho está ubicada a
4 m. de distancia ( C ); un pircado circular
de 3.50 m. (D ), a 18 m., y dos pequeños de
1.50 m. de diá metro quedan a su vez a 25 m.
118 BOLETIN DEL MUSEO NACIONAL DE H ISTO RIA NATURAL
(E ). Siempre hacia el sur, a 15 m., dos cerca
dos de 2 m. (F). A 5 m., un círculo con perí
metro de 2 m. ( G ), y distante a 6 m. un
cuadrilátero de 3 y 2 m. (H ).
TAMBOS GRUPO III
500 m. al sur se ob seivan cin co co nstruccio
nes aisladas; una es rectangular de 2 x 3 m.,
4 m. circulares y 2 m. de diámetro. Estas que
dan entre 9 y 4 m. distantes entre sí y a 10
ó 15 m. del Camino del In ca hacia el este.
Las construcciones en este grupo, por
excepción, aparecen 0.20 m. en un nivel más
profund o que el terreno natural.
TAMBOS GRUPO IV
A 1.200 m. del grupo II (A, B, C. D, E ), en
la confluencia de varias quebradillas, que
están ahora totalmente secas y suelen llevar
esporádicamente algún caudal originado por
las lluvias ocasionales, se encuentran en este
lugar dos tambos cuadrilongos muy pequeños
de 1.50 m., uno de form a oval con un diámetro
mayor de 7 m., uno circular y otros tres agru
pados de un diám etro de 1 m.
A 200 m., aislado, aparece un tambo rectan
gular de 2 y 1 m., respectivamente, dividido
en el centro por una de esas murallas de
piedras.
MATERIALES ARQUEOLOGICOS
SUPERFICIALES
En estos diversos grupos de habitaciones se
ha encontrad o una pequeña cantidad de fr ag
mentos alfareros que se detallan a continua
ción. Por la can tidad, se deduce que se trata
de la fra gme ntació n acciden tal de algunos
ceram ios en cantidad bastante limitada.
Otros materiales n o fueron encontrados
asociad os al trazado del C amino del Inca, y
en lugares aledaños, si los h ub o, es posible
que hayan sido recolectados en fecha histórica
por los usuarios de este camino.
La cond ición rudim entaria de estas habita
ciones y la dificultad de p roveer de agua y
leña, que parece haber sido una situación eco
lógica prevaleciente p or más de 400 años, no
nos perm ite considerar estos tambos sino com o
lugares h abitaciona les de tránsito. Natural
mente, en una tesis contraria, h abría que
considerar com o argumentos favorables a una
hipótesis diferente, algún cam bio en la pluvio
metría region al y las posibilidades de una
carpeta más fecunda en el desarrollo herbáceo
y arbustivo en esos llanos, lo que permitiría
una mayor sustentación y frecu encia de
cuadrúpedos de la fauna na tura l y una man
ten ción m ás adecuada p ara los auquénidos
domésticos.
TAMBO EN PUNTA DEL VIENTO
Se en cuentra este co mplejo hab itacio nal en
el sector más ba jo de una hondon ada de la sie
rra que corta al llano de este a oeste. Esta cir
cunstancia topog ráfica permite que el cam ino
que ha ido ascendiendo paulatinamente desde
el pu nto in icial en el cruce, prosiga en un
descenso no abrupto en otra planicie.
Esta continuidad de ha bita cion es ubicadas
en el tambo tiene una extensión de 17 m. y
4 m. en su anch o en el sector más amplio. De
sur a norte, se observan estos cuartos em pe
zando por un círculo de 1 m . de diámetro.
Luego todos los que siguen de form a rectangu
lar, tienen de 2 a 2.50 m. de an cho, y las
divisiones verticales que los separan se p rodu
cen a los 3, 4, 1.20 y 7.50 m. Com o continuación
de aquellos recintos, h acia el este, hay un
cuadrilátero de 4 m. de an cho y 7 m. de
longitud.
En las inm ediacion es hay dos corra les sepa
rados de 7 y 6 m. y 5 y 3 m. respectivamente.
MATERIALES SUPERFICIALES
En los contornos se en contraron , superficial«
mente, algunos fragmentos de un tip o similar
al material rústico descu bierto en las
inmediaciones de los tambos encontra dos a la
vera del camino, y escasos frag men tos pintados
del tipo diaguita en el período de aculturación
inca. Tam bién es im portante ei ha llazgo de
dos implem ento s ruedos que, por sus form as
y caracte rísticas, son similares a otros que
fueron en contrados en ya cimientos mineros
del period o inca y han sido descritos para las
minas de cerro Colorado en C achiyuyo, pro
vincia de A tacam a y Hoya de Caldera, pro
vincia de Coquimbo. Hay que destaca r que,
en las in mediaciones del tambo, existe una
mina de cobre con abundantes guías de carbo
nato de cob re y otras sustancias que se
conocen com o m alaquita y turquesas.
Junto con estos m ateriales arqu eológicos, na
turalmen te, se en contraro n todos los residuos
de basura de una ocupació n hu mana coetánea.
Por un lado, la trashum ancia de ocup ación
J. IR IBARR EN CH. / Ocu pación inca de A tacama y . 119
del ca mino ; y más que eso, seguram ente los
traba jos m ineras hasta época recien te han
altera do en form a pro funda la conform ació n
de este c omplejo habitacional.
MATERIALES ARQUEOLOGICOS
SUPERFICIALES RECOGIDOS
EN LOS TAMBOS
ALFARERIA
1) Tipo Beige/r osa (Clasificación 2.5 YR 6 -6;T.
Trozo de un posible ceram io único. Super
ficie engoba da con un baño en un color, ya
indicad o, ligeramen te más pronunciado que
la p asta natural del tiesto. Este engobe se
ha distribuido en form a irregular; hay sec
tores en que aparece más en grosado, con la
consiguiente m ayor intensidad colorimétrica .
Ap arecen bien marcados los trazos de pincel,
cuyo valor estimativo es de 1 cm. de anch o.
Cocim iento ox idante sin núcleo. Pasta con
muchas fallas en la unidad, quedando algunos
vacíos con las probabilidades que se señalan en
los textos de especialidad. En el antiplástico
se com pren de una arcilla escasam ente hom o
géne a y un pedregullo de ta maño mediano
a grande, origin ario de rocas ca lcáreas y cu ar
zo (1 a 2 mm. de tam añ o). Espesor medio:
4 mm.
Formas: Cántaro globular de cuello corto,
bordes evertidos y de sup erficie semiplana.
Posiblem ente con asas.
2) Tip o Corriente R ojo. S in engobe, color
ro jo natural. Superficie alisada co n abundan
tes pecas brillantes (óx ido fer roso), cocim iento
oxid ante incom pleto con n úcleo importante.
Pasta h omogén ea co nstituida de un antiplás
tico de arena cuárcica y un pedregullo que
incluye gran o de cristal de r oca de mediano
grosor, 1 mm. Espesor: 4 a & mm.
No es po sible establecer form as po r la
escasez y el tamaño rudimentario del m ate
rial: 12 fra gmentos .
Subtipo 2 A. Está constituido por un m ate
rial aná logo en la pasta y técnica; es ligera
mente más grueso. Su característica diferen -
7 P ata téd Ce ram lc» o f the We ster n M otm d a t A »
to vi. Pa pera o í th e P eab ody Mua eum, Ni 38, Harv ard
ün lv ers lty, C am brid ge, M asa. U.8.A.
cia tiva principal es llevar la cara interna, en
estos ceramios, cubierta con un depósito negro
uniforme.
De las formas, poco es dable decir: el tiesto
o varios de ellos llevaban un asa corta en
form a de cinta.
Tipo 3. Está relacionado con los dos ante
riores, en cuan to a pasta, con el carácter
diferenciador de que es probable que el co
cim iento se haya logrado en un horno fuligi
noso, reductor, puesto que el depósito del negro
de hum o afe cta a las dos caras del ceramio y
el n úcle o negro es de mayor y considerable
con sistencia.
Tipo 4. Pintado en color con cho de vin o
(Clasificación : 7.5 R, 5-6). Cocimiento oxida n
te, en co lor uniforme beige/rosa (superficie
sin pintura). La superficie aparece finam ente
bru ñida. La pasta uniformem ente cocida y sin
núcleo. Desgrasante: arena fin a cu árcica con
grit muy f ino imperceptible al o jo desnudo.
Form a: C ántaro globular, asiento plano
circular, cuello tan breve que es casi inexis
tente, y los bordes aparecen notoriamente
evertidos, asas cintilliform es de sección rec
tangular.
La pintura es brochada, el pigmento no ha
sido distribuido uniform emente ni en suficien
te cantidad y espesor. El color, cuya clasifica
ción dimos anteriorm ente, es de tono a prox i
mado granate. Grosor: 10 mm. en la base y
4 mm. en el cuello.
Nota G eneral: Es muy posible que los tipos
1, 2, 3 y 4 hay an sido formulados sobre frag
mentos en cada caso a una o dos piezas en
particular.
Tipo 5. Pintado Negro/gran ate. Las ca rac
terísticas generales de estos fragmentos son
análogas a las del tipo 4. La decoración en
color negro constituye la con dición diferen
cia l; corresponde a motivos lineales paralelos
y en diagona l; trazos que forman ángulos
agudos.
Alfarería R ojo Pintada. Sobre un frag men
to no puede reconstruirse un tipo; por lo tan
to, sólo cump limos con mencionarlo.
Alfarería Beige Clara Pintada. Algunos fr ag
mentos de asas de un aríbalo co n una pasta
que lleva ese en lucido, sobre el que se traza
ron algunas dec oraciones lineales en negro.
... cit.; Westfall y González op. cit.; González y Westfall 2006a; 2) el tramo sector Mina Galleguillos-El Morado, con la mención de algunos "tambos" y el hallazgo de restos cerámicos, entre ellos escasos fragmentos diaguitas recuperados en las construcciones a la vera del camino (Iribarren 1975); 3) el conjunto de instalaciones camineras del valle de Copiapó (Niemeyer 1986;Niemeyer et al. 1993); y 4) los indicadores viales del curso superior del Huasco (Stehberg 1995). Además, debemos agregar algunas instalaciones incaicas en la cuenca del río Jorquera, que podrían estar relacionadas con senderos o vías de circulación, representando posibles relictos de camino inka (Gaete op. ...
... En este sentido, se ha considerado al desierto sólo como un territorio vacío y de tránsito, con la conspicua y solitaria presencia del Qhapaq Ñan que proviene de Peine y llega hasta Copiapó (Mostny 1972: 157). A lo largo del tiempo se consolida esta visión, de allí los estudios monográficos que comprenden distintas extensiones y características de tramos viales incaicos desde el borde oriental de Salar de Atacama en dirección Sur hasta Juncal, o desde este punto hasta Mina Galleguillos-El Morado (Iribarren y Bergholz 1972-1973Iribarren 1975;Niemeyer y Rivera 1983;Hyslop y Rivera 1984). También se han señalado algunos detalles generales del tramo ubicado al Norte de Copiapó hasta el Oeste del Salar de Pedernales, con la presencia de los tambos Juncal, Carrizo y Río de La Sal; este último, cerca de El Salvador (Raffino 2004: 62-63). ...
... cit.; Westfall y González op. cit.; González y Westfall 2006a; 2) el tramo sector Mina Galleguillos-El Morado, con la mención de algunos "tambos" y el hallazgo de restos cerámicos, entre ellos escasos fragmentos diaguitas recuperados en las construcciones a la vera del camino (Iribarren 1975); 3) el conjunto de instalaciones camineras del valle de Copiapó (Niemeyer 1986;Niemeyer et al. 1993); y 4) los indicadores viales del curso superior del Huasco (Stehberg 1995). Además, debemos agregar algunas instalaciones incaicas en la cuenca del río Jorquera, que podrían estar relacionadas con senderos o vías de circulación, representando posibles relictos de camino inka (Gaete op. ...
Thesis
Estudio sistemático de caminos ceremoniales en los Apus (montañas sagradas) del Tawantinsuyu, con especial énfasis en el volcán Llullaillaco (6.739 m) y el Nevado de Chañi (5.896 m). Se realiza una propuesta metodológica para su estudio y se brindan indicadores arqueológicos para su localización. Se dan a conocer más de medio centenar de montañas con presencia de caminos ceremoniales.
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