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Colección Señales
Logos y Filosofía
Temas y debates contemporáneos
Andrés Felipe López López
Compilador y editor académico
2020
López López, Andrés Felipe
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos/ Compilado por
Andrés Felipe López López.
–Medellín: Editorial Bonaventuriana, 2020
354 p. −−(Colección Señales)
Incluye referencias bibliográficas
e–ISBN: 978-958-8474-95-3
1.Filosofía 2.Lógica 3.Verdad 4.Ciencia 5.Conocimiento 6.Filósofos
160(CDD 23)
L829
c
Universidad de San Buenaventura Medellín
Colección Señales
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos.
Compilador: Andrés Felipe López López.
Autores: Andrés Felipe López López, Olga L. Larre, Angélica María Rodríguez Ortiz, Juan
Camilo Hernández Rodríguez, César Augusto Guerra Villa, Danny A.J. Gómez Ramírez,
Juan Pablo Cardona Buitrago, José Daniel Hoyos Giraldo, Luis Fernando Benítez Arias,
Alejandro Molina Jaramillo, Ezequiel Quintero Gallego, John Edgar Congote Rojas, Nicolás
Duque Naranjo, Carlos Humberto Monsalve López, Carlos Gaviria Peña, Andrés Felipe Palacio
Pérez y Edgar Alonso Vanegas Carvajal.
Grupo de investigación: Centro Interdisciplinario de Estudios Humanísticos (CIDEH)
Universidad de San Buenaventura Medellín.
Universidad de San Buenaventura
Colombia
c
Editorial Bonaventuriana, 2020
Universidad de San Buenaventura Medellín
Coordinación Editorial Medellín
Carrera 56C N◦51-110 (Medellín)
Calle 45 N◦61-40 (Bello)
PBX: 57 (4) 5145600
editorial.bonaventuriana@usb.edu.co
www.usbmed.edu.co
www.editorialbonaventuriana.usb.edu.co
Coordinación editorial: Daniel Palacios Gómez, Universidad de San Buenaventura,
Medellín. Pablo Enrique Sánchez Ramírez, Universidad de San Buenaventura, Bogotá.
Asistente Editorial: Ezequiel Quintero Gallego
Corrección de estilo: Óscar Darío Cardozo Garzón
Diseño y diagramación: Carlos Gaviria Peña
Ilustración de carátula: María Gretel Álvarez Giraldo
Las opiniones, originales y citaciones son responsabilidad de los autores. La Universidad de
San Buenaventura salva cualquier obligación derivada del libro que se publica. Por lo tanto,
ella recaerá única y exclusivamente sobre los autores.
Los contenidos de esta publicación se encuentran protegidos por las normas de derechos de
autor. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin permiso
escrito de la Editorial Bonaventuriana.
e–ISBN: 978-958-8474-95-3
Cumplido el Depósito Legal (Ley 44 de 1993, Decreto 460 de 1995 y Decreto 358 de 2000).
Diciembre de 2020
Ética de la
responsabilidad
y sus implicaciones
en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal131
131 Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Es-
pecialista en Pedagogía y Docencia Universitaria por la Universidad de San Bue-
naventura, Bogotá. Licenciado en Filosofía y Teología por la misma Universi-
dad. Docente investigador del Centro Interdisciplinario de Estudios Humanísti-
cos (CIDEH) de la Universidad de San Buenaventura, Medellín. Catedrático de
la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. ORCID: https://orcid.org/0000-
0001-6124-3944. Correo electrónico: edgar.vanegas@usbmed.edu.co. Este capítu-
lo es el resultado de la investigación “Lógica. Temas y debates contemporáneos
(educación y enseñabilidad de la lógica y la ciencia, teoría de la verdad, lógi-
ca matemática, relaciones ciencia/ética, literatura e imaginación” de la línea de
investigación Antropología Franciscana, educación y formación del Grupo de Inves-
tigación Interdisciplinario para el Pensamiento y la Acción Dialógica (GIDPAD).
330 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
x
¿Podrá el conocimiento resolver nuestros problemas?
¿Podrá una “explosión” de conocimiento reducir la penuria
entre nosotros y hacernos justos, virtuosos y libres?
(Shattuck, 2008, p. 11)
Se quiere iniciar este capítulo con las mismas palabras que Witt-
genstein pronunció entre 1929 y 1930, cuando fue invitado a dictar
una conferencia en Cambridge:
Dado que tenía la oportunidad de dirigirme a ustedes, no
ibaa desaprovecharladándoles unaconferenciasobre lógi-
ca, por ejemplo [...]. Otra alternativa hubiera sido darles
lo que se denomina una conferencia de divulgación cien-
tífica [...]. Rechacé estas alternativas y decidí hablarles
sobre un tema, en mi opinión, de importancia general, con
la esperanza de que ello les ayude a aclarar sus ideas acerca
de él [...]. Mi tema, como saben, es la ética y adoptaré la
explicación que de este término ha dado el profesor Moore
en su libro Principia Ethica: «La ética es la investigación
general sobre lo bueno». (2009, p. 3)
A veces suena extraño hablar de ética y moral en un texto de-
dicado a la ciencia, la lógica y el lenguaje, pues en general se había
sostenido la dicotomía entre ética y ciencia, o en el mejor de los ca-
sos, la neutralidad de la ciencia respecto a la ética. Sin embargo, los
debates actuales sobre la relación entre ciencia y ética son cada vez
más comunes, pues la ciencia no solo es cognición, sino también ac-
tividad social y acciones humanas. Cuestiones como: ¿qué es ética y
qué ciencia?, ¿tendrá la ciencia que guiarse por estándares éticos o
es ella neutral?, ¿cuáles podrían ser sus relaciones e implicaciones?,
¿qué tipo de ética para la tecnociencia?, ¿cuál es la responsabili-
dad ética de la investigación en relación con la ciencia en el mundo
contemporáneo?, ¿cómo debería comportarse los científicos?, ¿qué
clase de valores deberían cultivar los científicos como virtudes? y,
finalmente, ¿por qué es cierto afirmar que, si la responsabilidad de
la ciencia es la verdad, la lógica es una de las fuerzas que realiza
esa responsabilidad ética? Estas preguntas son apenas la punta del
iceberg de los desafíos que plantea la ciencia y la tecnología a la
ética en los albores del siglo xxi.
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 331
En lo que sigue no se quiere emitir una evaluación apresurada de
las consecuencias de la ciencia en el desarrollo humano; más bien, el
propósito de esta comunicación se limita a mostrar la responsabi-
lidad ética del científico en los procesos de construcción de ciencia
(teorías o definiciones), intentando demostrar que el científico está
regido por un conjunto de máximas o postulados éticos y axioló-
gicos que orientan su actividad científica. Para ello, autores como
Apel (1985b), Echeverría (1995, 2002, 2003), Jonas (1995), Agazzi
(1996), Aranguren (1998), entre otros, servirán de apoyo.
El desenvolvimiento del capítulo se va a dar en un itinerario que
comprende tres momentos interconectados. Se parte del abordaje
de una nueva ética para la toma de decisiones y la realización de
acciones en la sociedad tecnocientífica; en un segundo momento,
se aborda el principio de responsabilidad como imperativo ético de
los científicos; finalmente, y como conclusión, se plantea un sistema
axiológico como orientador de las acciones del científico.
Una nueva ética para la toma de decisiones
y la realización de acciones en la sociedad
tecnocientífica
Berta es una mujer a quienes investigadores estadou-
nidenses –deliberadamente, sin su consentimiento y sin
posibilidad de tratamiento– infectaron con la bacteria
causante de la sífilis (enfermedad de transmisión sexual)
para hacer un estudio sobre la respuesta del cuerpo a es-
ta bacteria, y para entender cómo “prevenir” el desarro-
llo de la enfermedad en aquellas personas expuestas a la
infección Reverby (2011). Seis meses después de contraí-
da la enfermedad, Berta murió 132. (Realpe, 2012, p. 11)
Los experimentos realizados con seres humanos por el Nacio-
nal Socialismo durante la Segunda Guerra Mundial despertaron un
análisis sobre los valores éticos que sirvieron de guía al quehacer de
los científicos en esta época. A partir de allí, se crea la necesidad
de regular la actividad científica e investigativa a partir de pautas,
códigos y lineamientos que protejan, primeramente, la vida humana
132 Berta es uno de los pocos nombres que aparecen mencionados en el registro
de los pacientes inoculados con enfermedades venéreas en el “caso Guatemala”.
332 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
y su dignidad, pero también la vida en general y las intervenciones
que el científico hace sobre el mundo mismo. Así, fueron aparecien-
do el Código de Nüremberg (1947), La Declaración Universal de
los Derechos Humanos (1948), La Declaración de Helsinki (1964),
El Informe Belmont (1979), La Declaración Universal de Bioética
y Derechos Humanos (2006), La Declaración de Singapur (2010),
y otros lineamientos y protocolos nacionales y transnacionales en-
caminados a establecer puentes entre la ética, la ciencia (investi-
gación) y la tecnología, tal como lo anunció Potter (1971) con su
propuesta Bioethics: Bridge to the future.
Evocar la memoria histórica de la eficacia, obediencia y pulcritud
de altos jerarcas, ministros y funcionarios del Tercer Reich (1933-
1945), hasta los profesionales y operarios formados en los mejores
claustros universitarios y escuelas superiores del momento, con el
fin de responder a la maquinaria político-económica, puede ser tan
representativo para ilustrar las implicaciones éticas de la racionali-
dad científica como condición de posibilidad de la legitimidad de la
ciencia en el mundo contemporáneo. El caso de Berta, descrito ante-
riormente, no puede ser más el nombre de una mujer sin rostro; ella
es el símbolo de cualquier ciudadano en cualquier parte del mundo
que, bajo el principio ético de respeto a la persona, debe ser re-
ceptor de los avances científicos que la beneficien para su desarrollo
personal. Contrario a la premisa maquiavélica, el fin nuca justificará
los medios; ni todo lo que puede hacer la ciencia debe ser admitido
éticamente. La racionalidad científica y tecnológica deberán estar
siempre y en todo caso al servicio de la persona y de la sociedad.
Ética y ciencia no pueden ser dos realidades antagónicas que se
anulan mutuamente; por el contrario, ambas esferas deberán estar
vinculadas e interconectadas en beneficio del desarrollo humano.
Siendo la ética una indagación de los actos humanos en el prin-
cipio de la libertad, que se forja y se proyecta en acciones que
propendan a la felicidad, posibilita una fluida y rigurosa discusión
epistemológica con cada una de las disciplinas que conforman el
proceso de formación, cuando la reflexión ética se procura cuestio-
nar las intencionalidades y fines que se tienen en la producción de
ciencia y tecnología. La ética no puede entenderse sin sus escena-
rios de confrontación y constatación, razón por la cual los distintos
lenguajes, desde lo antropológico hasta lo matemático y desde lo
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 333
discursivo hasta lo experimental, permiten abordar problemáticas
comunes hacia soluciones compartidas. No sin razón, decía Koyré
(1977) que el pensamiento científico no está aislado de los proce-
sos históricos, culturales, sociales, religiosos y aún políticos de los
pueblos; por el contrario, la racionalidad científica emerge de un
conjunto de pausas de pensamiento, pautas de conducta, prácticas
religiosas, modos de vida y costumbres que finalmente configurar la
cultura. Y continúa diciendo Koyré (1977):
La ciencia, tanto la nuestra como la de los griegos, es
esencialmente theoria, búsqueda de la verdad [...]. Iti-
nerarium mentis in veritatem [...]. Este itinerarium no
avanza en línea recta. El camino hacia la verdad está
lleno de obstáculos y sembrado de errores. Y los fraca-
sos en él son más frecuentes que los éxitos. (pp. 386-387)
El historiador de la ciencia Koyré nos ayuda a precisar lo que en-
tendemos por ciencia desde el campo de la epistemología, entendida
como el conjunto de conocimientos encaminados a la consecución
de la verdad, la cual no está desprovista de aciertos y desaciertos
(ensayo-error) y de acciones correctas e incorrectas. De la definición
de ciencia de Koyré (1977), resalto cuando dice que es: Itinerarium
mentis in veritatem, parafraseando, quizás, la obra central del doc-
tor seráfico, Buenaventura de Bagnoregio; pues la ciencia es, en
efecto, un camino, un proceso y una búsqueda constante que reali-
za el científico, y que implica un conjunto de acciones morales, que
por lo mismo están propensas a una evaluación. Pero la ciencia no se
da en abstracto, sino que es un conjunto de acciones que emprende
alguien (agente) dentro de un contexto determinado (praxis). Dice
Koyré (1977), siguiendo a Aristóteles, que para que la ciencia nazca
y se desarrolle es preciso que confluyan por lo menos tres elementos:
Que haya hombres que dispongan de ratos de ocio [...];
que aparezcan hombres que encuentren la satisfacción
en la comprensión, la theoria [...]; y que este ejercicio
de la theoria, la actividad científica, tenga un valor a los
ojos de la sociedad. (p. 384)
Es decir, la ciencia es una actividad específica que realiza el científi-
co, quien elige los modos y las condiciones específicas en que la ciencia
(el conocimiento) se puede realizar. Aquí se interpreta que la “acti-
334 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
vidad científica” no se puede limitar a las teorías e hipótesis como
producto (resultados) del científico, “sino que incluye, sobre todo,
la actividad específica que ordena y prescribe la manera en que se
obtendrá el conocimiento, esto es, el modus operandi del investiga-
dor” (Sánchez, 2018, pp. 17-18). Y aquí es donde la ética juega un
papel importante en su doble tarea de fundamentación ética de la
ciencia y de guía y orientadora de los procesos científicos a partir
de un esquema axiológico determinado.
Desafíos actuales de la ética en la civilización
tecno-científica
Este título nos lleva a plantearnos una pregunta: ¿cómo propo-
ner, a las generaciones actuales, un nuevo paradigma de relación
entre ética y ciencia en una época tecnocientífica? Son muchas las
realidades que desafían el mundo contemporáneo: globalización, ur-
banismo, migraciones, pobreza, carrera armamentista, modificacio-
nes genéticas de seres vivos, etc. Y es innegable que estos impactos
repercuten en la escala de verdades y de valores que fundamen-
tan las actitudes y comportamiento de las personas. La racionali-
dad científica que inicio en el siglo xviii con la llamada revolución
industrial no ha parado de crecer hasta la revolución actual, que
Galeano (2004) denomina “revolución biotecnológica”. En efecto, si
la revolución industrial estuvo dominada por la física y su acon-
tecimiento fundamental fue la máquina de vapor de James Watt
(1769), la revolución biotecnológica está dominada por la biología
y su acontecimiento fundante es el descubrimiento de la doble hélice
del ADN (1953). De aquí que la ética haya devenido en bioética,
con el fin de fundamentar y guiar las acciones y decisiones éticas en
los nuevos conocimientos derivados de la investigación científica en
campos como la biomedicina, el bioderecho, la ingeniería genética,
la agroindustria, la ecología o la ingeniería molecular.
El panorama anterior plantea verdaderos retos y desafíos a las
implicaciones éticas de la ciencia en su configuración actual, situan-
do el núcleo del problema mismo. Como argumenta Restrepo (2007)
hay unos valores en juego que científicos y filósofos resuelven de dis-
tinta manera: desde quienes planten una inexorable relación entre
ética y ciencia, pasando por quienes plantean una neutralidad ética
de la ciencia, hasta quienes reconocen la independencia recíproca en-
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 335
tre ética y ciencia. Ya no es posible mantener una separación obsti-
nada ciencia versus ética, tampoco es posible mantener el mito tan
difundido de la neutralidad de la ciencia bajo el argumento que la
ciencia al ser teoría es amoral, pues responde exclusivamente a un
conocimiento epistemológico que no requiere ninguna ponderación
moral. Esta comunicación no se quiere demorar en discutir las tesis
de cada una de estas posturas, sino que más bien se limita a esque-
matizar la que, a juicio del autor, constituye la visión más actual y
equilibrada, a saber: la inexorable relación entre ciencia y ética.
Una nueva ética para la ciencia
¿Qué ética para la ciencia del siglo xxi? Es evidente que, si de-
fendemos una ciencia con ética, es necesario proponer el tipo de
ética que se corresponda con el quehacer del científico y que res-
ponda al nuevo momento histórico que vivimos. En este horizonte
de sentido, Cely (2015) ve
La urgente necesidad de una nueva ética que se ocupe
del cuidado y pastoreo de la vida humana y toda la del
planeta, so pena de extinción [...]. Es decir, un saber
humanístico íntimamente articulado con las ciencias de
la vida, para que sus juicios de valor moral protejan a la
cultura de cualquier desmadre demencial del conoci-
miento tecnocientífico. (p. 59)
La nueva ética que propugna Cely se muestra crítica frente a
una “ética metafísica” de corte esencialista, que Papacchini (2010)
sintetiza en los tres esquemas éticos-morales imperantes en Occi-
dente, a saber: el iusnaturalismo de corte religioso, el utilitarismo-
consecuencialista y las tesis kantianas. Estos tres sistemas imponen
deberes morales a partir de un conjunto indeterminado de códigos
deontológicos para comprobar el cumplimiento o no de unos prin-
cipios axiológicos que finalmente se reducen al cumplimiento de
normas. Esta ética responde a la pregunta ¿qué debo hacer?, ¿qué
es lo correcto? y ¿qué es ser bueno?, imponiendo imperativos racio-
nalistas trasnochados que “parecen haber agotado sus posibilidades
y dado de sí cuanto podía” (Camps, 1983, p. 81).
336 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
Para dar respuesta a las éticas del deber de corte metafísico,
aparecen nuevas éticas que puedan responder a los nuevos retos
y desafíos que nos propone el mundo actual. Estas éticas son de-
nominadas antiéticas, ya que son éticas situadas contextualmente
para responder a nuevas realidades socio-culturales de globaliza-
ción, urbanismo, pobreza, migración, etc. Peñuela (1997) (citando
a Camps, 1983) define las antiéticas del siguiente modo:
Frente a la ética clásica, sobre todo frente a la moral
kantiana, esto es, la moral del deber de la época moder-
na, surge una serie de pensadores que Victoria Camps
coloca dentro de las anti-éticas. Las antiéticas serían fi-
losofías muy seguras de sí mismas, que identifican un
mal general en la sociedad o en la humanidad y se plan-
tean como una solución que implica una transformación
de esa sociedad, de esa humanidad y con miras al logro
de una meta. (pp. 1-2)
Entonces, cuando hablamos de antiéticas nos referimos princi-
palmente a éticas emergentes situadas en un contexto determinado
y en un momento histórico concreto, que buscan responder a proble-
mas muy específicos de una determinada comunidad social a partir
de principios generales, que sirven como ejes orientadores de un
grupo de personas hacia la consecución de mayores niveles de civi-
lidad. En este mismo sentido, Cortina (2005) denomina las nuevas
éticas como éticas aplicadas; y el Departamento Administrativo de
Ciencia (2015), saberes prácticos, puesto que su finalidad no es el
conocimiento per se, sino la búsqueda del bien y la correcta exa-
minación de la vida humana. Se trata, entonces, de una filosofía
práctica que por ser contextual responde a problemas concretos de
contexto. Si bien la ética como disciplina tiene su propio estatuto
epistemológico, “partimos del hecho de que la ética no es un saber ni
teórico, ni científico, ni técnico ni administrativo [...], sino un saber
práctico” (Departamento Administrativo de Ciencia, 2015, p. 174),
y como tal, su aplicación práctica se modula de forma diferente res-
pondiendo a unas bases culturales, a unas pautas de pensamiento
y principios de verdad establecidos. Siendo práctica, la ética no se
reduce a puro deontologismo, es decir, a un conjunto de códigos, de
reglamentos o de principios dogmáticos e inmutables que rigen la vi-
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 337
da de las personas, de las profesiones o de las comunidades –sin con
esto querer decir que dichos recursos no sean necesarios–.
Tampoco se entiende la ética en la línea de una práctica débil,
esto es, como mero discurso que se lamenta constantemente, pero
sin afectar el sistema que critica; pura moralina que tolera lo in-
tolerable y conduce a una dejadez que lleva consigo un descenso
en el barómetro ético de la sociedad, donde el relativismo moral
es su principal característica. Es decir: ni una ética de la pulcri-
tud que conduzca a una rigidez dogmática e intransigente en las
prácticas científicas, condenando las más mínimas desviaciones del
comportamiento, ni una ética de la dejadez y del relativismo que
tenga la intención de “convertir ciertas acciones o ciertos objetos de
una acción en moralmente neutros o irrelevantes, exentos de juicio
moral”133 (Bauman y Donskis, 2015, p. 23). De allí que, el méto-
do de aprendizaje basado en problemas (ABP), el análisis de casos
concretos, la resolución de dilemas morales reales (o ficticios) y el
gobierno de las emociones se constituyan en métodos privilegiados
de enseñanza-aprendizaje para que el estudiante adquiera capacida-
des y habilidades éticas a partir de situaciones concretas de la vida.
Entonces, frente a las éticas clásicas, esencialistas y racionalistas,
emergen otras éticas o mejor antiéticas que no están interesadas en
nuevos códigos deontológicos, nuevos imperativos o el mero cum-
plimiento del deber por el deber. Podemos hablar de una ética de
las prácticas científicas, ética de la vida (bioética), ética de la com-
pasión, ética ciudadana, ética médica, ética de la responsabilidad,
etc. Pero en este escrito interesa principalmente referirnos a una
ética de la responsabilidad a partir de lo que Jonas (1995) ha acer-
tado en llamar “principio de responsabilidad”, dado que se trata de
una ética que por sus fundamentos e intencionalidades se corres-
ponde con el estatuto epistemológico y deontológico del científico
y el fin propio de la ciencia. Su intencionalidad se relaciona con el
comportamiento de la actividad del científico que finalmente es lo
133 Según Bauman, una de las características de las sociedades líquidas con-
siste en abstenerse de emitir una evaluación moral declarando ciertas acciones
morales como neutras o irrelevantes. Para caracterizar este comportamiento
Bauman utiliza el neologismo “adiaforización”, concepto extrapolado del cam-
po de la medicina, para indicar algo neutral; es decir, “ciertas acciones o ciertos
objetos de una acción son moralmente neutros o irrelevantes, exentos de juicio
moral” (Bauman y Donskis, 2015, p. 23).
338 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
que Departamento Administrativo de Ciencia (2015) denomina “in-
tegridad científica” (p. 71).
La responsabilidad como imperativo
ético de los científicos: Del principio de
responsabilidad a la prudencia responsable
Desde que Hans Jonas formula por primera vez el “Principio de
responsabilidad”, en su libro Das Prinzip Verantwortung: Versuch
einer Ethik für die technologische Zivilisation, original de 1979, la
responsabilidad en su múltiples tipologías y gradualidades se viene
institucionalizando como un principio ético de primer orden aplica-
do al actuar, tanto de personas naturales como de personas jurídi-
cas, comunidades, gobiernos, ONG, profesiones y actividades cien-
tíficas y tecnológicas. El punto de partida jonasiano noes otro que lo
que Margot (2008) denomina crisis de la Modernidad, fundamenta-
da tanto en la racionalidad científica llamada “razón instrumental”,
como en la propia biografía de Jonás, que lo llevó a constatar las conse-
cuencias del mal tanto por su origen judío en la experiencia de la sohá
como por su nacionalidad alemana en la experiencia del totalitarismo.
Esta realidad socio-política es el núcleo de fundamentación cuyo
presupuesto es que “el ser humano es el único ser conocido que pue-
de tener responsabilidad” (Jonas, 2001, p. 72); es decir, que la per-
sona humana al poder elegir deliberadamente distintas alternativas
tiene que asumir ciertas responsabilidades, pues “la responsabilidad
es la carga de la libertad” (Jonas, 2005, p. 49). Esta concepción de
ética parece adecuada para la actividad del científico. No obstante,
para los efectos que aquí nos interesa es preciso acotar la relación
ética-ciencia, al tiempo que precisar los tipos y las gradualidades
en que se entiende la responsabilidad, dado que esta no tiene un
único sentido.
De entrada, decimos que la responsabilidad “es el hecho de res-
ponder por sus actos, frente a los demás, y responder por el futuro
en general” (Vallaeys, 2016, p. 29). Sin embargo, esta es una concep-
ción bastante abstracta que, como dice el mismo Vallaeys, no pasa
de ser una promesa y compromiso voluntario, sin referentes sociales,
contextuales y jurídicos. En este sentido, la concepción de respon-
sabilidad de Agazzi (1996) avanza, frente a la definición anterior, al
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 339
argumentar que “la ciencia posee una responsabilidad propia en
cuanto está inserta en un ambiente social con el que interacciona
a través de inputs, outputs y mecanismos de feedbacks” (p. 324).
Dicho de otra manera: la ciencia tiene una dimensión social a la
que se debe, puesto que está inmersa en un contexto socio-cultural
que busca transformar para mejorar las condiciones de vida de las
personas, las poblaciones y sus entornos, en un marco de equilibrio
y diálogo constante; en este sentido, la ciencia no se puede convertir
en un ejercicio solipsista y narcisista, ocupada y preocupada por la
aplicación rigurosa del método experimental, pero ajena a los pro-
blemas humanos y éticos que la circundan. Esto es, que la ciencia no
se puede desarrollar desvinculada tanto del contexto socio-cultural
en que emerge como de la relación con las demás disciplinas cientí-
ficas. Por el contrario, el ejercicio del científico es un producto social
que brota como respuesta a problemas reales de contexto con el fin de
resolver dificultades concretas presentes en las comunidades, en tér-
minos de satisfacer las necesidades básicas de estas, sus aspiraciones
de calidad de vida y los criterios que otorguen sentido a la existen-
cia. “En otras palabras, la ciencia y la tecnología colaboran en abrir
horizontes a los valores morales de la cultura” (Cely, 2015, p. 45).
Consecuentes con lo anterior, nos apartamos de quienes llegan
a afirmar que la ciencia tenga pretensiones de neutralidad ética o
axiológica, puesto que, si se trata de una actividad realizada por
un agente, como venimos diciendo, dichas acciones son propensas
a una ponderación mediante una evaluación moral de tipo correc-
to/incorrecto. Evoquemos, a modo de ejemplo, el caso de la energía
atómica. Esta es una carrera que no hace otra cosa que acrecentar
el poder de los gobiernos y, en consecuencia, aumentar las posibili-
dades tanto para hacer bien –como posible fuente de supervivencia
en un futuro, una vez llegue a ser segura– como para hacer mal
–peligro de destrucción de la humanidad como se evidenció ya en
1945 con las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki–.
Por ello, el problema del uso de la ciencia no trae a
colación su neutralidad, ni a nivel de saber ni todavía
menos a nivel de actividad: en todo caso, lo que hace
surgir es una acrecentada demanda de responsabilidad,
sea de la colectividad que usa de la Ciencia, o sea de los
mismos científicos que se prestan a tal uso. De aquí que,
340 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
en cuanto tal, el problema sea ético en primer lugar, e,
inmediatamente después, político. (Agazzi, 1996, p. 80)
Esto quiere decir que la responsabilidad de la ciencia es en reali-
dad la responsabilidad de cada hombre, y en este sentido es una
cuestión ontológica, pues ser responsable no es otra cosa que la ha-
bilidad para responder justificadamente con razones suficientes de
los resultados de las acciones, ante la ley, ante la sociedad, ante las
directivas institucionales, pero principalmente ante uno mismo y
sus propias convicciones. Por esta razón, la responsabilidad se con-
figura como un “principio”, es decir, condición de posibilidad para
[...]; dice Jonas que si podemos ser responsable, entonces somos res-
ponsables; responsabilidad que está íntimamente relacionado con el
principio de precaución en cuanto responsabilidad con el porvenir,
con el futuro de la tierra y con las futuras generaciones.
Condiciones de posibilidad de la responsabilidad
del científico en sentido jonasiano
Hasta aquí hemos intentado señalar la responsabilidad ética del
científico, en tanto que la ciencia es una actividad exclusivamente
humana que implica decisiones y acciones de manera deliberada,
que conlleva necesariamente repercusiones en las personas, en la
cultura y en la sociedad. La ciencia no solo tiene un qué y un có-
mo, sino también un para qué, esto es, un telos. Se ha planteado
también una relación de la ciencia con la ética como marco de re-
ferencia, de tal modo que ciencia y ética coexisten en un nivel de
(co)responsabilidad, aunque cada una conserva su propio estatuto
epistemológico. Ahora bien, vale preguntar: ¿cómo entender este
concepto de responsabilidad aplicado a la ciencia? Con esto, lo que
se busca es demostrar que el estatuto epistemológico de la ciencia se
corresponde con un estatuto ético del científico a partir de una ética
de la responsabilidad.
Partamos diciendo que la responsabilidad no es una categoría
nueva en el discurso ético; sin embargo, el momento histórico y
geopolítico de la década de los 70, de una inminente destrucción
masiva a causa de la guerra fría, enfrentamiento entre el bloque
socialista (URSS) y el Capitalismo (EE. UU.), sí que reclama un
nuevo sentido de la responsabilidad. En efecto, dice Jonas (1995)
refiriéndose a la responsabilidad: “No se trata ciertamente de un fe-
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 341
nómeno nuevo para la moral; no obstante, la responsabilidad nunca
antes tuvo un objeto de tal clase y hasta ahora había ocupado poco
a la teoría ética” (p. 16). Jonas prevé un riesgo y una amenaza sin
precedentes de la ciencia y su brazo secular con la tecnología; pues,
si bien las repercusiones de las acciones morales del científico tenían
consecuencias delimitadas, ahora, bajo el signo de la tecnociencia,
la ética tiene un alcance global, con repercusiones en el futuro que
exige colocar la responsabilidad como un mandato, como una exi-
gencia; esto es, como un imperativo más allá de un discurso o de un
concepto metafísico.
El imperativo jonasiano es una exigencia no tanto de una con-
ciencia individual, sino de una conciencia colectiva, como deber
moral frente a la vulnerabilidad en que se encuentra la naturaleza
y el hombre mismo a causa los avances científicos y el progreso. Es-
te deber se expresa en un imperativo que, al igual que el kantiano,
tiene varias formulaciones:
Un imperativo que se adecuara al nuevo tipo de acciones
humanas y estuviera dirigido al nuevo tipo de sujetos de
la acción diría algo así:
“Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean
compatibles con la permanencia de una vida humana
auténtica en la Tierra”; o, expresado negativamente:
“Obra de tal modo que los efectos de tu acción no sean
destructivos para la futura posibilidad de esa vida”; o,
simplemente: “No pongas en peligro las condiciones de
la continuidad indefinida de la humanidad en la Tierra”;
o, formulado, una vez más positivamente: “Incluye en tu
elección presente, como objeto también de tu querer, la
futura integridad del hombre”. (Jonas, 1995, pp. 39-40)
Si bien este nuevo imperativo tiene su punto de inspiración en el
imperativo práctico kantiano y se asemeja en su formulación (pues
comparte una misma estructura, tiene pretensiones universales y se
aplica a cualquier forma de vida), su sentido es distinto y lo trascien-
de, por lo menos en tres diferencias: en primer lugar, el imperativo
jonasiano no se limita al fuero de lo individual (obra de tal modo
que), ni se enuncia como un axioma metafísico de connotaciones
abstractivas, sino que se sitúa en la esfera practica de contexto y
342 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
se vincula a la realidad del otro, del mundo y del futuro; por tanto,
no tiene pretensiones de ser categórico, sino solo hipotético, dado
que es condicionado: “si quieres que la humanidad sea debes tener
en cuenta los efectos futuros de tu acción” (Arcas, 2007, p. 183); en
segundo lugar, el deber kantiano nace de la conciencia moral que
descubre la ley moral, mientras que en Jonas, el deber nace del
riesgo del impacto científico y tecnológico sobre la naturaleza y las
consecuencias globales que se puedan desprender de aquí y, final-
mente, una tercera diferencia es que mientras para Kant la relación
ética-ciencia pasa desapercibida, Jonas (2001) establece una estre-
cha relación ética-ciencia, esto es, entre saber científico y saber mo-
ral, cuando declara:
Surge y se hace necesaria una estrecha conexión entre la
reflexión moral y el conocimiento de las ciencias natu-
rales y sus teorías [...]. El hecho de que debamos incluir
la ciencia de la naturaleza en nuestra reflexión ética es
una circunstancia nueva. (p. 61)
Aunque Kant escribe Zum ewigen Frieden (Sobre la paz perpe-
tua, 1795), en el siglo xvii i, la responsabilidad sobre las decisiones
y acciones todavía tenían un alcance local limitado en el tiempo y
en el espacio y con interlocutores copresentes; pero en la época de
Jonas, tal como lo expresa Vallaeys: “La responsabilidad, en la era
de la tecnociencia planetaria, no es solo individual sino social y global,
porque muchos de los daños lo son, como es el caso de los daños ecoló-
gicos, los riesgos nucleares, las crisis financieras, etc.” (2005, p. 357).
Por todo lo dicho, hay que afirmar que esta nueva responsabi-
lidad pide una nueva sensibilidad ética. En su sentido práctico, la
responsabilidad jonasiana tiene tanto un sentido ético como axio-
lógico, y aunque son dos esferas que no se pueden separar, pues
coexisten en una relación de reciprocidad, sí que se pueden ma-
tizar las diferencias; como imperativo ético, la responsabilidad es
una propuesta para responder a los desafíos del mundo moderno; y
como imperativo axiológico es un valor primario del científico que
lo obliga a actuar respondiendo a las exigencias que le plantea la
ciencia presente y futura.
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 343
Jonas logra configurar una ética de la responsabilidad bien funda-
mentada tanto desde el punto de vista tecno-científico como desde el
epistemológico al presentar argumentos sólidos para que el científico
actúe respondiendo a un nuevo marco referencial, que se le presenta
caracterizado por avances tecnológicos, sociedad del riesgo, carrera
atómica y manipulación genética. En palabras de Restrepo (2007):
La novedad estriba en el llamado evidente a aplicar en
las acciones tecnocientíficas la responsabilidad como im-
perativo ético, aunque como bien lo ha dicho el propio
Jonas, no en el sentido de imputación causal por los
actos cometidos, o responsabilidad subjetiva, sino en la
determinación por lo que se ha de hacer. (p. 93)
El principio de responsabilidad se constituye en un recurso pa-
ra el científico y para la comunidad científica en general, dado que
permite contrastar los avances científicos y los riesgos que estos pre-
sentan, así como los nuevos hallazgos y los desafíos que surgen con
el fin de evaluar coste versus beneficio. La responsabilidad ofrece
presupuestos éticos, axiológicos y epistemológicos para que, sin de-
trimento ni de la ética ni de la ciencia, se provea al científico y a la
comunidad científica de criterios fiables, seguros y objetivos para la
dirección y evaluación de proyectos de ciencia, tecnología e innova-
ción. Dicho de otra manera, el principio de responsabilidad, tanto
como discurso ético-moral o como principio axiológico, sirve de cri-
terio orientador para que el científico ejerza su actividad profesional
con prudencia responsable.
Limitaciones del principio de responsabilidad
en Jonas
Sin embargo, la idea de responsabilidad en Jonas no es la panacea
a los problemas científicos del momento; como toda propuesta, tiene
sus alcances y limitaciones. Echeverría (2003) sostiene que la pro-
puesta jonasiana es insuficiente y limitada para responder a los cada
vez más complejos problemas de Ciencia+Tecnología+Innovación
que nos plantea el sistema de ciencia e investigación del mundo
de hoy; y esto por cinco razones: en primer lugar, Jonas plantea
lo que Echeverría (2003) llama un monismo axiológico, donde los
valores ecológicos son centrales y los demás sistemas de valores se
subordinan a ellos; en segundo lugar, dado que lo que existe es un
344 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
pluralismo axiológico es necesario matizar la noción de responsa-
bilidad conforme al sistema epistemológico propia de la actividad
científica; en tercer lugar, y citando a Popper (1997), “la responsa-
bilidad moral de los científicos no se limita a su responsabilidad en
relación con la guerra o el armamento” (p. 123); en cuarto lugar,
el principio de responsabilidad es importante cuando el objeto al
que se aplica es la biosfera o parte de ella, pero no cuando se aplica
a otras entidades (objetos, personas, animales, etc.), puesto que el
asunto de la responsabilidad no se aplica siempre del mismo modo;
lo anterior nos lleva a una quinta limitación, y es que existen dife-
rentes tipos y gradualidades de la responsabilidad134 , dado que no
solo se deben evaluar los resultados de las acciones, sino también
otras variables.
Ni una ética de la pulcritud, ni una ética de la
dejadez. Una ética de la prudencia responsable
Aquí nos remontamos a la tradición aristotélica de la prudencia
(phrónesis) como una virtud mediadora que permite que el cientí-
fico tenga acciones éticas deliberativas orientadas a la consecución
del bien. Para el estagirita, la (Φρόνησις) es una de las virtudes
supriores –que él llama intelectuales–, junto con el entendimiento,
la ciencia y la sabiduría.
La prudencia se refiere a cosas humanas y a lo que es ob-
jeto de deliberación. En efecto, decimos que la función
del prudente consiste, sobre todo, en deliberar recta-
mente [...]. Tampoco la prudencia está limitada solo a
lo universal, sino que debe conocer también lo particu-
lar, porque es práctica y la acción tiene que ver con lo
particular. (Aristóteles, 2010, 1141 b8-11 171)
La prudencia es una actitud y disposición práctica para deliberar
con claridad sobre lo que es correcto e incorrecto, justo e injusto,
conveniente o inconveniente en una circunstancia dada.Se diferencia
134 Es necesario distinguir varios tipos de responsabilidad: individual, social,
profesional, moral, ecológica, entre otras. Para Echeverría (2003) el punto de
partida es que un científico ha de ser epistémicamente responsable, esto es, que
quien va a realizar las acciones éticas esté formado e informado científicamente
en la disciplina correspondiente y desde allí aplicar el tipo de responsabilidad.
Así podemos hablar de ciencia con conciencia.
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 345
de la ciencia (episteme) en que la phrónesis es práctica y, en con-
secuencia, el resultado es una acción; mientras que la episteme es
teorética y su resultado es un objeto. En este sentido la phrónesis
es una virtud inexorable para el hombre de ciencia, pues por ella el
científico “obtiene el discernimiento que permite indagar y juzgar
certeramente acerca de las acciones que nos conducen de manera
más eficaz a la consecución de una meta buena” (Irizar, González,
y Noguera, 2010, p. 167).
Sin embargo, juzgar cuál sea la mejor decisión en las acciones
científicas no es tarea fácil, pues las decisiones éticas en asuntos
científicos no dependen de una única variable, sino de múltiples
posibilidades y, por tanto, ponderar entre ellas aquella que ofrece
una solución, aplicando un criterio prudencial, requiere un análisis
multidisciplinar y bien justificado. Por eso decíamos que la phróne-
sis es una actitud y una disipación del espíritu que, por un lado,
no obstaculiza la actividad del científico en la consecución de las
hipótesis y teorías que busca, pero que tampoco instrumentalice al
ser humano y su dignidad, ni vaya en detrimento de los referentes
axiológicos de las personas, las comunidades y del planeta.
En este sentido, llegamos a afirmar que la ciencia está al servicio
del hombre y de la sociedad de la que forma parte y a la que se debe,
y no al contrario. Dicho de otra manera: el hombre de ciencia de-
be tener claro que en la sociedad tecnocientífica la primacía en los
procesos científicos lo constituye el hombre per se, ya sea como indi-
viduo o como población, y no la ciencia ni el método. La historia nos
ha demostrado suficientemente que la ciencia sin referentes huma-
nísticos ni axiológicos conduce a la humanidad entera a la catástrofe
y la aniquilación. Por eso, el científico, además de ser idóneo en la
ciencia de su experticia, pues conoce bien su estatuto epistemológi-
co y lo domina, también debe ser idóneo en el estatuto ético de di-
cha ciencia, a partir de unos referentes axiológicos que lo identifican
y lo llevan a actuar en ese sentido, privilegiando el bien común, la
primacía de la persona, la justicia social, la fraternidad universal y
la dignidad de toda criatura.
De este modo, pensamos que la responsabilidad prudencial se
configura como la guía más adecuada para la toma de decisiones y
la realización de acciones responsables para el científico. Como lo
346 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
expresa Morin (1982), la ciencia con rigor involucra necesariamente
el momento ético que dota a la ciencia de conciencia, acompañán-
dola de unos principios y axiomas amigables con la vida en su más
amplia acepción, con la vida humana en particular y con el eco-
sistema planetario. En definitiva, para hacer ciencia se requiere de
una ética que guíe, oriente y acompañe los procesos epistemológicos
del científico, porque como ya es sabido, no todo lo científicamente
posible es éticamente permitido.
Demos un paso más en esta idea de prudencia responsable a
partir de la propuesta de ética de la responsabilidad en tres di-
mensiones o en 3D como la denomina Vallaeys (2009). El punto de
partida de este autor es la crisis per se de la enseñanza ética en el
nivel universitario. Al respecto afirma:
Existe efectivamente dos estrategias pedagógicas muy
aburridas en cuanto a la formación ética: la primera,
más difundida en el Colegio, concibe la educación moral
como la prédica de un conjunto de valores y comporta-
mientos buenos por parte del profesor hacia sus alumnos
[...]. La segunda tendencia, más difundida en la Univer-
sidad, concibe más bien el curso de ética a partir de un
relativismo valorativo. (p. 10)
Como se percibe de la cita anterior, para François Vallaeys la
ética no debe ser ni lo uno ni lo otro, es decir, ni una ética de la
pulcritud rígida que condena la más mínima desviación moral ni
una ética de la dejadez que tolera lo intolerable, pues se trata de
dos extremos que desvirtúan ineludiblemente la finalidad misma
del saber ético que trasciende la propia individualidad. Esta ética
está lejos de ser una ética responsable y, por el contrario, es una
ética mezquina, ciega y egoísta reducida al primer y único plano
de la individualidad, pero sin mayores repercusiones en la sociedad
y menos aun en el nivel planetario. Es una ética de mínimos que
se limita al cumplimiento indiferente de preceptos y prescripciones
morales, pero sin un mayor impacto en la sociedad y en el planeta.
Seguramente no robamos, no matamos, no violamos y no agredimos
físicamente al otro –de hecho, evitar estas conductas son nuestro
deber como especie–, pero tampoco hacemos nada para evitar estas
conductas en los demás y alcanzar mayores niveles de civilidad.
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 347
Aquí es donde Vallaeys (2016) propone una ética en tres dimen-
siones o en 3D, que supera el único plano y que significa “[...]
no sólo cuidar de mis actos para con el prójimo, sino de nuestros
impactos colectivos sistémicos para con nuestros lejanos (los tra-
bajadores del otro lado del planeta que fabrican mis prendas y las
generaciones futuras que sufrirán de las escaseces producidas por
mi confort)” (p. 21). Se trata de una ética que transite al ámbito
individual de las virtudes, al ámbito público de la justicia social y
que, finalmente, se tenga como meta una ética de la sostenibilidad
planetaria. De este modo, se podrá hablar de una corresponsabili-
dad entre lo personal, lo público y lo global. Esta sí podría ser una
ética de la responsabilidad implicativa no solamente en el ámbito
ecológico y empresarial del que tanto se habla, sino también en el
científico, profesional y social.
La propuesta de Vallaeys (2018) se puede esquematizar del si-
guiente modo:
Tabla 1. Ética en Tres Dimensiones o ética en 3D
Ética en 3D Primera
dimensión ética
personal
Segunda
dimensión ética
pública
Tercera
dimensión ética
global
Principio rector Virtud Justicia Sostenibilidad
Valor Predominante Bondad Mutualidad Armonía
Sujeto del deber Auto-ética Socio-educativa Antropo-ética
Yo mismo, pen-
sando en mi acti-
tud frente a todos
los demás
Nosotros reunidos,
pensando en todos
nosotros en la comu-
nidad de derechos
Nosotros reunidos,
pensando en todo el
planeta para las ge-
neraciones futuras
Lógica Normativa Singularidad Pluralidad Totalidad
Ámbito de Legislación Persona individual
intra-personal
Sociedad humana
inter-personal
Especie humana
trans-personal
Resultado del deber Acto bueno Ley justa Mundo sostenible
Foco de atención Acción Interacción Impacto
Responsabilidad
asociada
Responsabilidad
Moral
Responsabilidad
Jurídica
Responsabilidad
Social
Fuente: Elaboración propia con información tomada de Vallaeys
(2018). Ética, Responsabilidad e Innovación. VI Congreso de ense-
ñanza de la ética. “Ética de lo público, Educación y Territorio”. Red
para la formación ética y ciudadana, Santiago de Cali, Colombia.
348 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
Para finalizar, me permito agregar que, hoy más que nunca, se
necesita una ética en tres dimensiones capaz de impactar las po-
blaciones, las sociedades y el planeta entero, pues la actual cris
sanitaria, económica y ecológica que estamos viviendo, a causa del
COVID-19, ha logrado evidenciar que ya no es posible actuar in-
diferentemente frente al entorno, pues las (in)acciones individuales
funcionan en espiral, de tal modo que repercuten necesariamente
en el ámbito social y planetario.
Conclusiones
La ciencia es importante para el desarrollo de las sociedades y
su contribución es cada día mayor; pero al mismo tiempo hay que
dejar claro que la ciencia necesita control, no solamente por la mis-
ma comunidad científica, sino control externo, puesto que, como
ha quedado dicho, las acciones del científico no son neutrales, co-
mo tampoco la ciencia lo es. Queda entonces claro que las acciones
y decisiones de tipo ético del científico requieren una ponderación
a partir de un sistema ético y axiológico que las determine. No
se pude seguir sosteniendo la neutralidad ética de la ciencia; esta,
como todas las demás acciones humanas, requieren no solo una va-
loración, sino un esquema axiológico que las oriente y las evalúe.
Pero ¿qué valores serían pertinentes para la ciencia del siglo xxi?
Cada vez más se requiere que las investigaciones de corte científi-
co cumplan con estándares éticos; esto es, que las investigaciones
reconozcan valores éticos que no solamente sirvan como orientado-
res de las acciones del científico, sino que además prevean posibles
desviaciones y evalúen consecuencias. Se deben respetar valores in-
dividuales, socio-culturales, morales, epistémicos, políticos, econó-
micos y medioambientales. En efecto, cuestiones como la verdad,
la responsabilidad, la honestidad, la prudencia y la integridad son
principios axiológicos que aparecen constantemente en el quehacer
del científico.
De manera concreta, los valores epistémicos como la precisión
lógica, el rigor científico, la adecuación empírica, la claridad me-
todológica, la prudencia responsable, la coherencia, la veracidad y
la intersubjetividad constituyen el sistema de valores que deben
orientar, guiar y evaluar las acciones (omisiones) del científico. Los
valores epistémicos emergen de dos principios fundamentales e in-
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 349
terconectados: por un lado, el principio de dignidad humana, cu-
ya integridad constituye la condición de posibilidad de los valores
epistémicos, al entender el ser humano como un fin en sí mismo y
no con fines instrumentales para alcanzar otros fines. Dicho de otra
manera: la ciencia no se puede olvidar que su fin último es un al-
guien (persona) en su individualidad y en sociedad, y no un algo
cosificado e instrumentalizado. Al lado del principio de dignidad hu-
mana emerge el principio de responsabilidad como una ética de la
corresponsabilidad, en los términos propuestas por el filósofo judío-
alemán Hans Jonas, puesto que integra herramientas para hacer
más digna la vida humana y más responsables con otras formas de
vida y con la biosfera tanto presente como con las futuras gene-
raciones. No desconocemos que, como toda propuesta, es limitada
y tienen sus alcances, pero la responsabilidad, tal como lo indica
Restrepo (2007), se torna interesante puesto que es una ética tanto
deontológica como teleológica, dado que considera tanto los deberes
como los fines de la acción científica.
A este propósito los aportes de Echeverría (2003) y de Ezekiel,
Emanuel, Wendler, y Grady (2000)135 son especialmente significati-
vos al momento de establecer relaciones entre ética y ciencia, dado
que nos proponen esquemas éticos y axiológicos que sirven para
orientar las acciones éticas del científico y poder determinar obje-
tivamente la viabilidad ética de una investigación científica.
En consecuencia, el esquema de valores epistémicos propuesto
en párrafos anteriores no es la única posibilidad existente; también
el esquema de principios propuesto por la bioética de corte princi-
pialista, de beneficencia, no-maleficencia, así como la justicia y el
respeto a la autonomía son útiles al momento de determinar si una
investigación científica cumple con los estándares éticos. Por su par-
te, Departamento Administrativo de Ciencia (2017) ha diseñado un
decálogo de la integridad científica, que sirven como marco referen-
cial axiológico para el quehacer del hombre de ciencia. Me permito
135 La propuesta de estos autores se ha convertido en un marco referencial
no solo para las prácticas éticas en el ámbito clínica, sino también en otras
disciplinas. Ellos proponen siete requisitos para determinar si una investigación
es ética: 1) valor: el conocimiento debe derivarse de la investigación; 2) validez
científica, rigurosidad; 3) selección justa de sujetos; 4) relación riesgo-beneficio
favorables; 4) revisión independiente; 6) consentimiento informado y 7) respeto
por los sujetos inscritos.
350 Ética de la responsabilidad y sus implicaciones en la ciencia
Edgar Alonso Vanegas Carvajal
parafrasear dicho decálogo: 1) consentimiento informado; 2) honra-
dez y responsabilidad; 3) idoneidad del científico; 4) documentación
íntegra y transparente; 5) comunicación abierta y oportuna de re-
sultados; 6) asumir responsabilidades; 7) evaluaciones imparciales;
8) declaración de conflicto de intereses; 9) confidencialidad y 10)
promover la integridad científica.
En definitiva, y como lo señala el Departamento Administrati-
vo de Ciencia (2017), para que la ciencia impacte positivamente el
desarrollo humano debe cumplir también estándares éticos que eva-
lúe las acciones del científico mediante juicios morales y protocolos
internacionales. Es decir, que el científico debe tener una doble ido-
neidad: epistémica y deontológica, con el fin de promover buenas
prácticas científicas, que lo conduzcan a mantener la integridad de
la ciencia.
Como corolario final, es necesario declarar el compromiso onto-
lógico de las ciencias, para insistir en la responsabilidad ética del
científico en la construcción de ciencia, a partir un esquema ético
y axiológico que oriente y guíe su responsabilidad epistémica. No
hay que pensar en ética y ciencia como antagónicos, sino establecer
puentes que las una, para así poder avanzar hacia una ética de la
ciencia o una ética para la ciencia. Identificar los elementos comu-
nes entre ética y ciencia nos permite entendernos como personas y
como sociedad, puesto que la ciencia emerge de una pluralidad de
valores de contexto.
Podríamos añadir otras consideraciones, pero las presentadas en
esta comunicación pueden ser suficientes para aceptar la ineludible
relación entre ética y ciencia y convencernos de que la actividad del
científico está orientada por un determinado esquema de valores y,
en particular, por los valores de tipo epistemológicos.
Logos y Filosofía. Temas y debates contemporáneos. 351
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