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Vol. 24, Núm. 4, julio-agosto 2023
Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Universidad Abierta, Innovación Educativa y Educación a Distancia (CUAIEED)
Este es un artículo de acceso abierto bajo la licencia de Creative Commons 4.0
Cómo Citar es te tex to
Luna Vázquez, Francisco Javier. (2023, julio-agosto). Alcaloides en la cultura: plantas y hongos alucinógenos mexicanos. Revista
Digital Universitaria (rdu) , 24(4). http://doi.org/10.22201/cuaieed.16076079e.2023.24.4.6
Alcaloides en la cultura: plantas y hongos
alucinógenos mexicanos
Alkaloids in Culture: Mexican hallucinogenic plants and mushrooms
Francisco Javier Luna Vázquez
Resumen
Se presenta una reexión acerca del papel que
han realizado las plantas y hongos alucinógenos
en la construcción de mitos y rituales, así como
en la armación de una realidad más allá de lo
tangible en la que ocupan un lugar particular
las prácticas que buscan la recuperación de la
salud. El común denominador en estas plantas y
hongos suele ser la presencia de alcaloides con
acción sobre el sistema nervioso central, por lo
que se pretende entender cómo dichos efectos
han tenido resonancia en la construcción
de estos mitos y rituales. Dada la diversidad
de plantas y culturas que las han utilizado,
solamente nos centramos en aquellos ejemplos
más representativos en México: toloache,
peyote, ololiuqui y los hongos alucinógenos.
Palabras clave: alcaloides, plantas
alucinógenas, hongos alucinógenos, peyote,
toloache.
Abstract
In this work, we present a reection on the role
that hallucinogenic plants and mushrooms have
played in the construction of myths and rituals,
as well as in the armation of a reality beyond
the tangible in which the practices that seek the
recovery of health occupy a particular place.
The common denominator in these plants and
mushrooms is usually the presence of alkaloids
with action on the central nervous system, thus
this text is intended to understand the way
those eects have taken part in the construction
of myths and rituals. Because of the variety of
plants and cultures that have used them, here
we focus on the most representative examples
in Mexico: toloache, peyote, ololiuqui, and
hallucinogenic mushrooms.
Keywords: alkaloids, hallucinogenic plants,
hallucinogenic mushrooms, peyote, toloache.
Vol. 24, Núm. 4, julio-agosto 2023
Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Universidad Abierta, Innovación Educativa y Educación a Distancia (CUAIEED)
Este es un artículo de acceso abierto bajo la licencia de Creative Commons 4.0
Francisco Javier Luna Vázquez
Facultad de Química, Universidad Autónoma de Querétaro
Obtuvo el doctorado en Ciencias Biológicas y de la Salud por la Universidad Autónoma Metropolitana
(Xochimilco), realizó una estancia posdoctoral en el Laboratorio de Investigación Química y
Farmacológica de Productos Naturales de la Facultad de Química de la Universidad Autónoma de
Querétaro, en la que actualmente está adscrito. Es profesor invitado en el Posgrado en Ciencias
Químico Biológicas de la Facultad de Química de la Universidad Autónoma de Querétaro, donde
realiza investigación en la línea de Identicación y puricación de compuestos de origen vegetal
con actividad farmacológica y elucidación de su mecanismo de acción. Actualmente es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores, nivel i.
francisco.luna@uaq.mx
orcid.org/0000-0002-8093-7068
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“Alcaloides en la cultura: plantas y hongos alucinógenos mexicanos”
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Introducción
Probablemente en todas las culturas y pueblos, a lo largo del tiempo, los
alcaloides han participado en la construcción de mitos, rituales y en la
armación de una realidad más allá de lo tangible. Asimismo, ocupan un
lugar particular las prácticas de chamanismo y en la búsqueda de la recuperación
de la salud y de respuestas ante los sucesos desconcertantes o desafortunados.
Para comprender el alcance de los alcaloides tendríamos que empezar por
entender qué son y el porqué de su importancia.
Los alcaloides son metabolitos secundarios, o
sea, compuestos sintetizados por los seres vivos
como respuesta adaptativa al medio ambiente. Éstos
presentan efectos fácilmente observables sobre el
ser humano. Entre los alcaloides encontramos a
la morna, procedente de la amapola; la cocaína,
de la planta de coca; la nicotina, del tabaco; o la
cafeína, del café.
Otros alcaloides que presentan efectos
psicotomiméticos sobre el sistema nervioso central,
o sea, que producen delirios, alucinaciones o
alteraciones en la percepción, fueron un aporte
fundamental no sólo para la medicina tradicional,
sino también en el desarrollo de prácticas rituales y
la creación de mitos y cosmogonías1 en los diversos
pueblos que los conocieron y utilizaron. En México
se han empleado, en la medicina tradicional y en
prácticas rituales, plantas y hongos cuyos efectos
han llamado la atención desde la época prehispánica
hasta nuestros días, al inducir cambios en la
percepción de la realidad y en la conciencia (ver
tabla 1).
En el presente texto hablaremos de algunas
de las especies más conocidas, buscando una
comprensión desde la perspectiva cientíca de
los usos y signicados que estas plantas y hongos
han tenido y siguen teniendo para las culturas
originarias de nuestro país.
Toloache
Toloache o toloatzin en náhuatl (ver gura 1). Su nombre cientíco es Datura
inoxia (Benítez et al., 2018; Martínez, 1991). El toloache se menciona en el Códice
Tabla 1. Regiones donde se
usan las diferentes plantas y
hongos con efecto alucinógeno.
Crédito: elaboración propia.
1 Narraciones en las que se da
respuesta al origen del universo
y de la humanidad.
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De la Cruz Badiano como remedio para los dolores de tipo nervioso (Biblioteca
Digital de la Medicina Tradicional Mexicana, 2009a); también se le ha utilizado
como relajante muscular y nervioso (Martínez, 1991). En la medicina tradicional
mexicana se emplea para aliviar el reumatismo, dolor de estómago, asma y
dolores musculares (Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana,
2009a). Sin embargo, el toloache, al igual que otras muchas plantas, ha tenido un
signicado más allá de estos usos medicinales.
Diversos pueblos originarios la mencionan en
su cosmogonía y es parte de diversos rituales: para
los huicholes, el toloache es Kieri Tewiyari, brujo mítico
responsable de la enfermedad y el engaño (Hernández,
1997) y lo consideran contrario o enemigo del peyote.
Esta relación entre ambas plantas alucinógenas se
presenta también en los pueblos de la Huasteca, en
los que relacionan la bondad al peyote y la maldad al
toloache; plantas que nalmente terminan asociando
a Lahax, dios del fuego (Muñoz-Mendoza, 2017). Por
su parte, los tarahumaras utilizan el toloache como
intermediario con los espíritus de los muertos, para
pedirles su intervención para propiciar la lluvia, siendo
los chamanes los únicos que pueden hacer uso de la
planta (Gaudreau y Gagnon, 2005).
Los componentes responsables de los efectos psicoactivos de esta planta
son los alcaloides atropina, hiosciamina y escopolamina (Gaire y Subedi, 2013).
Estos compuestos, como muchos otros alcaloides, tienen su acción sobre el
sistema nervioso, al modicar la acción de ciertos neurotransmisores.
Los neurotransmisores son moléculas que establecen la comunicación entre
las neuronas: una neurona libera el neurotransmisor y otra lo recibe a través de
una estructura llamada receptor. Esto pudiera entenderse si se piensa en un
partido de beisbol: la pelota es el neurotransmisor y sólo es posible atraparla si
se tiene el guante en la mano (el cual sería el receptor).
Los alcaloides que provienen del toloache tienen acción sobre cierto tipo de
receptores llamados receptores muscarínicos, bloqueando la acción del neurotransmisor
acetilcolina (Fatima et al., 2015). Nuevamente pensemos en el partido de beisbol, si se tiene
una pelota sostenida con el guante, difícilmente podrá atrapar otra. El bloqueo de estos
receptores lleva a una alteración en la liberación de otro neurotransmisor, la dopamina.
Esto provoca un estado de confusión mental, agitación, inquietud, pensamientos
incoherentes, desorientación espacio-temporal y alucinaciones (Volgin et al., 2019).
Estos efectos pudieron ser comprendidos como una ventana hacia una
realidad alterna que permitiría la comunicación con la divinidad y, por tanto,
el conocimiento de las respuestas a diversas inquietudes entre las que se
encuentran aquellas relacionadas con el origen de los pueblos, la muerte y la
enfermedad. A este efecto se le ha denominado acción enteógena.
Figura 1. Planta de toloache.
Crédito: Valke, 2016.
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Peyote
Denominado peyotl en náhuatl; jíkuri en tarahumara y hikuri en huichol (Martínez,
1991). El peyote (Lophophora williamsii) es una planta de la familia de las cactáceas,
que es endémica del desierto de Chihuahua y zonas aledañas (ver gura 2;
García Naranjo Ortiz de la Huerta y Mandujano, 2010).
Existen registros de su uso en el Códice orentino (Biblioteca
Digital de la Medicina Tradicional Mexicana, 2009b). A inicios del
siglo xx, el Instituto Médico Nacional lo señala que posee efectos
sobre el corazón. Algunos autores reeren su consumo como
alucinógeno y estimulante para resistir el hambre, la fatiga y el
sueño (Hofmann y Schultes, 1982; Martínez, 1991).
El peyote se emplea en diferentes regiones de México
para aliviar dolores reumáticos, dolores musculares, golpes,
quemaduras y fracturas. En el norte se emplea contra las
picaduras de escorpiones y mordeduras de víboras (Biblioteca
Digital de la Medicina Tradicional Mexicana, 2009b). De manera
similar al toloache, la importancia mítica del peyote va mucho
más allá de estas consideraciones terapéuticas.
El conocimiento del peyote y su uso en diversas ceremonias
rituales, adivinatorias y curativas continúan actualmente entre los Tarahumaras
y Huicholes. Una de las tradiciones más conocidas es la del pueblo huichol, que
lleva a cabo una peregrinación anual hacia la región de Real de Catorce (región
a la que ellos llaman Wirikuta), en San Luis Potosí, para la recolección del peyote.
Al peyote se le relaciona directamente con la luz diurna, el sol y la gura mítica
Tamatsi Kauyumari, que conduce a los humanos de vuelta hacia la luz cuando sus
almas se han perdido en la oscuridad. El peyote, más que curar como medicina, es
el vehículo para llevar la ofrenda a la deidad ofendida y así el alma vuelve a recuperar
su estado inicial. Por tanto, el peyote es un elemento que ayuda a mantener el
equilibrio cósmico (ver video 1; Bonglioli y Gutiérrez del Ángel, 2012).
Para los tarahumaras, fue el Padre Sol,
la divinidad creadora, quien deja en la tierra
a su hermano gemelo, Jíkuri (el peyote), como
gran remedio, como aliado protector, al que,
sin embargo, deben de suministrársele ciertos
cuidados para mantener su protección. Incurrir
en faltas rompe este equilibrio, que deberá ser
recuperado con ayuda del chamán, para alcanzar
nuevamente la sanación (Bonglioli y Gutiérrez
del Ángel, 2012).
Figura 2. Peyote. Crédito:
Dornenwolf, 2013
Video 1. Narración del
encuentro con el espíritu de
Híkuri. Crédito: Alejandro Trejo,
2013.
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Aunque posee más de 60 alcaloides, el mayoritario es la mescalina,
responsable de su acción alucinógena (Carod-Artal, 2015). La mescalina actúa
sobre los receptores de serotonina, la cual es otro neurotransmisor que
interviene en la regulación del estado de ánimo y la percepción, entre otras
funciones (Berger et al., 2009). La mescalina produce alucinaciones visuales,
auditivas, gustativas, olfatorias y táctiles, además de alteraciones en la percepción
del tiempo y el espacio (Dinis-Oliveira et al., 2018; Graziano et al., 2016).
Dados estos efectos sobre el sistema nervioso central, es posible
comprender el uso de esta planta en la concepción de un espacio y tiempo en
otro plano de realidad, así como en los rituales establecidos para alcanzar en
este mundo el equilibrio ya sea personal, comunitario o cósmico.
Ololiuqui y Tlitlitzin
Se le llama badoh (Ololiuqui) y badoh negro (Tlitlitzin) en zapoteco. Los aztecas
denominaban a la planta Coatlxoxouqui y a las semillas ololiuqui (ver gura 3;
Martínez, 1991). Las semillas de ololiuqui (Turbina corymbosa) y tlitlitzin (Ipomoea
violacea) han sido consumidas desde la época prehispánica por mayas y aztecas
por sus efectos sobre la percepción y la conciencia (Martínez, 1991).
Los zapotecas y mixtecas siguen empleando estas semillas
en rituales con nes de adivinación y curación (Fagetti, 2012).
El enfermo, a solas con el chamán, consume un preparado
de semillas molidas mezcladas con agua o aguardiente para
entrar en trance y conocer, en el momento en el que la semilla
“le hable”, el origen de aquello que lo aqueja. El conocimiento
de estas semillas suele ser reservado a las mujeres parteras
y curanderas (Fagetti, 2012). Para los mayas, el ololiuqui o
x-táabentum, es un símbolo de la esperanza, el nacimiento y la
trascendencia; está asociado a la dualidad muerte-nacimiento,
creación-destrucción (García-Quintanilla, 2012).
Estas semillas inducen alucinaciones visuales y auditivas,
un estado alterado de la mente y una pérdida de la noción
espacio-tiempo. Esta experiencia supone una conexión con
la divinidad que permitiría, en última instancia, acceder al
conocimiento del futuro o de la causa de una enfermedad
(Carod-Artal, 2015).
Los alcaloides presentes en estas semillas son la ergina y
la isoergina, los cuales tienen un gran parecido estructural con
la serotonina (Carod-Artal, 2015; De Gregorio et al., 2018; Taber
et al., 1963). Su acción en el cerebro es muy compleja, dando
como resultado la generación de alucinaciones y una percepción alterada de la
realidad, que a su vez lleva a suponer la existencia de una realidad extendida
donde se busca un encuentro con la divinidad.
Figura 3. Flor de oloiuqui.
Crédito: Ximena Cruz Hidalgo,
2019.
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Hongos alucinógenos (Psilocybe spp)
Se conocen aproximadamente 230 especies de hongos alucinógenos a nivel
mundial, de las cuales 50 se pueden encontrar en México (Carod-Artal, 2015).
Muchos han sido empleados desde tiempos prehispánicos por diversas culturas
mesoamericanas. Entre las especies más referidas en los ritos mazatecos y
zapotecos se encuentran P. mexicana (Pajarito; ver gura 4), P. cubensis (San
Isidro); P. caerulescens (Derrumbe) y P. zapotecorum (Corona de cristo) (Guzmán,
2011; Carod-Artal, 2015).
Al inicio de la presencia española en
América, se evidenció el uso de estos hongos con
nes curativos y rituales, subrayando el efecto
alucinógeno. Por ello, fue prohibido (Carod-Artal,
2015; Guzmán, 2011; Herrera, 2007). Sin embargo,
su empleo continuó de manera velada y poco a
poco fue incorporando elementos de la religión
cristiana, prevaleciendo su uso hasta la actualidad
en pueblos de la zona mazateca, chinanteca y
zapoteca de Oaxaca y entre nahuas del Estado de
México, Morelos y Puebla (Guzmán, 2011).
Un momento importante en la difusión de
la existencia y uso de estas especies fue a mitad
del siglo xx, al ser documentados. El primero en
registrarlos fue antropólogo estadounidense
Richard Evans Schultes y posteriormente el micólogo Gordon Wasson, quien
publica la descripción de una ceremonia ritual mazateca de curación a cargo de
la chamana María Sabina (Guzmán, 2011; Herrera, 2007).
Los rituales se pueden llevar a cabo con dos objetivos: curativos o
adivinatorios. El consumo de los hongos induce alucinaciones, alteraciones
tanto en la conciencia como en la percepción del tiempo y el espacio; también
puede experimentarse una variación en las emociones, que van desde el éxtasis
y los sentimientos placenteros hasta la ansiedad y la paranoia (Tylš et al., 2014).
Así pues, estos efectos pudieran interpretarse como la visita al mundo inmaterial
donde, de acuerdo a la cosmovisión mazateca, se encuentran los espíritus y
divinidades de la naturaleza.
Para los Mazatecas, la enfermedad es producto de un desequilibrio en la
energía, de una ruptura en el orden establecido o una violación de los acuerdos
entre el mundo de los humanos y el sobrenatural. Este desequilibrio es originado
por sentimientos o pensamientos negativos, o por seres que habitan en la
naturaleza. Así, el chamán o chjota chjine (gente que sabe) ofrece los medios al
enfermo para encontrar el origen de su enfermedad y poder alcanzar su curación
(Maqueda, 2018). El chamán es experto en el manejo de las alucinaciones, y, a
partir de ellas, encuentra los instrumentos de curación (Minero Ortega, 2015;
Figura 4. Hongos Psilocibe
mexicana o Pajarito. Crédito:
Cactu, 2007.
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Pérez Quijada, 1993). El compuesto que ha sido señalado como el responsable
de la acción alucinógena de estos hongos es el alcaloide psilocibina, el cual
también tiene un gran parecido al neurotransmisor serotonina.
Conclusión
El consumo de estas plantas y hongos, a través de rituales y ceremonias, ha sido
utilizado para conseguir respuestas a diversas inquietudes, entre las que se encuentran
aquellas relacionadas con el origen de los pueblos, la muerte y la enfermedad.
Las plantas ocupan un lugar particular en cada cultura, dependiendo
de lo que se obtiene o espera de ellas, así como lo que simbolizan. En este
sentido, una planta con efectos contundentes en la percepción y la conciencia
necesariamente la sitúan en un lugar relevante del universo simbólico y en la
interpretación del mundo de la cultura que la conoce y la hace propia.
Cabría entonces preguntarnos: ¿qué plantas actualmente tienen un lugar
relevante en nuestra cultura, tanto en nuestro país como a nivel global?
Sitios de interés
• Toloache, planta poco conocida en México (unam)
• El toloache o yerba del diablo (Arqueología mexicana)
• La ruta sagrada del peyote (New York Times)
• Teonanácatl, carne de dios, el nombre azteca para los hongos
alucinógenos
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