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Sobre la categoría género: una introducción teórico-metodológica

Authors:
Debates
en
Sociología.
N"8
1993
SOBRE LA CATEGORIA GENERO.
UNA
INTRODUCCION
TEORICO-METODOLOGICA~
Teresita De Barbieri*
1.-
Los movimientos feministas, resurgidos en los sesenta,
se
exigie-
ron
y
fueron exigidos de comprender
y
explicar la condición de subordina-
ción de las mujeres. Las primeras militantes rápidamente diagnosticaron que
en las disciplinas sociales
y
humanas hasta ese momento, no había información
suficiente que diera cuenta de
tal
la subordinación; que los cuerpos teóricos
o bien no trataban la desigualdad entre varones
y
mujeres o bien la justifi-
caban; que no había una historia al respecto que mostrara la génesis
y
desa-
rrollo de la dominación
y
predominio de los varones sobre las mujeres.2
*
Instituto de Investigaciones Sociales UNAM
1. Este artículo es la versión escrita, ampliada y corregida de la conferencia realizada en el
marco del Taiier sobre derechos reproductivos organizado por PRODIR, que tuvo lugar en
Sao Paulo del
3
al
7
de diciembre de
1990.
Estoy en deuda con las
y
los participantes del
taiier por los comentarios y críticas a quienes me es imposible identiiicar. Una versión más
trabajada contó con las opiniones y sugerencias de mis colegas del IISUNAM: Raúl Benitez
Zenteno. Regina Jiménez-Ottalengo, René fiménez. Humberto Muñoz, Eva Ramírez, así
como de Fernando Cortés, Héctor Hernández Bringas. Lorenia Parada y Martha Judith
Sánchez. Mary Godlsmith y Nelson MieUo tuvieron la paciencia de leer y cuestionar
diferentes redacciones. Con Antonieta Torres Arias, Marta Lamas
y
las compañeras de
Debate
feminlrra
estoy en deuda por las pláticas y discusiones de muchos años. Pero todas
y todos están eximidos de responsabilidad alguna.
2.
El
nuevo feminismo que aparece en los años sesenta en los países desamliados,
parte
y
se desarrolla en sociedades que previamente habían acordado el reoonocimiaito de los
Mediante el ejercicio de intuición y razón a la vez,
las
feministas
lan-
zaron
una
primera hipótesis: la subordinación que
afecta
a
todas
o casi todas
las mujeres es
m
cuestión
de
poder.
pero
éste no se ubica exclusivamente
en el Estado y en los aparatos burocráticos. Sería un poder múltiple, locali-
zado en muy diferentes espacios sociales, que puede incluso no vestirse con
los ropajes de la autoridad, sino con los más nobles sentimientos de afecto,
ternura y amor.
En la euforia del nacimiento de los grupos y las movilizaciones, la
primera actitud fue parricida. "Debemos olvida. lo aprendido" -se
decía-
"sólo rescatar algunos autores y autoras que como Federico Engels y Simone
de Beauvoir fueron objetivos y
se
colocaron de parte de las mujeres". La
propuesta primera llamaba a construir una teoría revolucionaria capaz de
quebrar el orden existente desde nuestras experiencias cotidianas.
El reto era inmenso y soberbio. Nada menos que hacer tabla
rasa
de
todo lo anterior: rechazar todas las herencias culturales, las formas de pensar,
los instrumentos para observar, las ideas y los valores en los que nos formamos.
Pero el problema no era fácil. ¿Cómo construir teóricamente una di-
ferencia del orden de la naturaleza y objeto de estudio de las disciplinas
biológicas en un fenómeno social, objeto de estudio de las ciencias sociales
y las humanidades?
Una vez
más
se volvió a plantear la relación entre naturaleza y cultura
y
a revitalizar las hipótesis del determinismo biológico en
la
explicación de
la desigualdad social y política.
Y
una vez más se llegó a la conclusión de
que la variación de los comportamientos sociales están más allá de las di-
ferencias biológicas,3 porque entre los seres humanos hasta la satisfacción de
derechos humanos contenidos
en
la declaración respectiva de las Naciones Unidas. Es la
extensión de este reconocimiento de las mujeres como sujetos de derecho inalimables e
imprescriptibles el ambiente en el que se gesta
y
desarrolla el movimiento. En otras
pa-
labras, puede decirse que el movimiento feminista en Última instancia y más
aüá
de
sus
diversas orientaciones políticas y teóricas, es la extensión
de
ese código ético elemental que
es la Declaración de los Derechos Humanos, a una categoría social que hasta ahora, a pesar
de todo. no goza
de
los mismos en muy diferentes aspectos de la vida
En
el movimiento
feminista. por lo tanto, hay un componente ético y moral que no puede soslayarse ni
confundirse con moralismo y moralinas necesarias de desterrar.
3.
Para una reseña del debate véase Lamas
(1986).
las necesidades más elementales de la sobrevivencia -alimentación, vivien-
da,
vestuario, etcétera- están determinadas por construcciones sociales.4
Para quiénes nos formamos en la sociología, la apuesta era reeditar a Durkheim
en el célebre capítulo sobre "El suicidio anómico" reemplazando el tiempo
físico por la diferencia sexual, pero a sabiendas de que una forma de suicidio
es más simple y coyuntural que una diferencia corporal que pesa desde tiem-
pos inmemoriales.
Una de las primeras propuestas identificó la subordinación femenina
como producto del ordenamiento patriarcal, tomando la categoría patriarcado
de Max Weber, como lo dice claramente Kate Millet. La organización social
actual no habría cambiado en esencia, sino sólo en apariencia, el orden exis-
tente en las sociedades arcaicas bíblicas. Los varones de la actualidad tendrían
pocas diferencias con los padres que disponían de la vida
y
de la muerte de
hijos, esclavos y rebaños. Es ése el ordenamiento social a destruir para liberar
a las mujeres, que sería a la población femenina lo que el capitalismo a la
clase obrera.
Rápidamente, la visión totalizadora del patriarcado se extendió
y
se
incorporó al discurso político
y
en el hacer académico. Pero no se precisaron
-porque evidentemente no había información, ni reflexión, ni tiempo como
para hacerla- los elementos constitutivos del sistema: núcleo del conflicto,
componentes, dinámica, desarrollo histórico, variaciones, períodos, etcétera.
La categona patriarcado resultó un concepto vacío de contenido, plano desde
el punto de vista histórico, que nombraba algo, pero no trascendía esa ope-
ración, de tal vaguedad que se volvió sinónimo de dominación masculina,
pero sin valor explicativo. Desde el punto de vista político pudo ser
útil
para
la movilización, pero no resistió la polémica con los críticos del feminismo
ni permitió dar cuenta de los conflictos inmediatos a resolver en la práctica
del movimiento.
De manera paralela,
un
contingente variado de mujeres académicas en
muy diversos países se dieron a una
tarea
más pequeña, pero que a la larga
resultó más fructífera. En lugar de pensar en construir la teoría producto de
un parto como el de Palas Atenea pero en cabeza de mujer, se propuso
generar conocimientos sobre las condiciones de vida de las mujeres; rescatar
4.
Un ejemplo en relación
con
la
caistnicción social del sentido de la alimentación la ofrece
Duby
(1983)
en
su
análisis
de
la economía europea en
la
edad media.
del pasado y del presente los aportes de
las
mujeres a la sociedad
y
la cultura;
hacealas
visibles en
la
historia, en la creación y
en
la
vida cotidiana En
principio,
una
pastura
más
empirista, que
partía
de reconocer las carencias de
información y reflexión existentes. Nacen desde entonces en los cenms
académicos y en organizaciones no gubwnamentales los proyectos,
progra-
mas,
institutos y centros de "estudios sobre la mujer" o "sobre
las
mujeres"?
que se multiplican en diferentes países del mundo.
Y
aún cuando
se
siguió
escuchando un
discurso
parricida, en la práctica de
la
investigación, no
rompieron con los andamiajes teóricos y metodológicos de
las
disciplinas en
que se formaron, aunque fmn sometidos desde entonces a
la
crítica constante.
Convendría distinguir desde esos momentos, dos posturas diferentes
que
han
acompaiiado a
la
investigación sobre las mujeres: una que centra el
objeto de estudio en las mujeres, es decir, en generar, acumular
y
revisar
información e hipótesis sobre
las
condiciones de vida y de trabajo,
la
creación
y
la
cultura producida por las mujeres.
Otra
que privilegiará a
la
sociedad
como generadora de
la
subordinación de
las
mujeres.
Para
ambas posiciones,
construir una
teoría
es a la vez
un
proceso
largo
y lento, que requiere de
información muy abundante, de buena información del presente y
del
pasado
y
de
un ejercicio permanente de diálogo entre hipótesis y datos. Para ambas
posiciones la apuesta académica consistió en construir objetos de estudios a
partir
de
recortes de
la
realidad empíricamente observables, que permitieran
formular hipótesis plausibles y teorías de alcance medio, con un asidero más
cercano a lo real. Se trataba de ir poco a
poco
definiendo el sexo social,
es
decir, observar, dimensionar,
dar
explicaciones coherentes a los hallazgos
acerca
de
la sociedad dividida en sexos. Renovar
y
crear técnicas de recolección
de información y análisis de los datos apropiadas a los objetos de estudio
construídos. La elaboración de la
teoría
quedó pospuesta en el corto plazo,
mas
no abandonada.
Las
dos posiciones reconocieron que el problema no era simple, lo-
calizado en un nivel, aspecto o problema.
Todas
las disciplinas sociales y
humanas
teni'an que
ser
revisadas y por lo tanto,
todas
estaban convocadas a
realizar sus aportes. Ambas planteaban la necesidad de acotar los objetos de
5.
Ei
empleo
de
la palabra
en
singular o plural no es
teóricammte
irrelevante, puesto que
la
mujer
hace
referencia a una esencia femenina
única
(el
amo
femenino). ahistórica, de
raíz
a
la
vez
biológica
y
metafísica. En
tanto
que
las
mujeres expresa
la
diversidad e historicidad
de situaciones
m
que
se
encuentran
las
mujeres.
estudio en el tiempo y en el espacio y controlar dimensiones tales como
condiciones de clase o estatus, localización, grupos de edad, estado civil,
etcétera. Pero mientras la primera perspectiva puso el énfasis en la genera-
ción de conocimientos sobre las mujeres
y
los determinantes de sus condi-
ciones sociales, con un claro predominio del estudio de las relaciones mujer-
varón
y
mujer-mujer (Hartmann, 1979), para la segunda,
las
premisas más
generales explícita o implícitamente formuladas sostenían:
a) La subordinación de las mujeres es producto de determinadas formas
de organización y funcionamiento de las sociedades. Por lo tanto, hay
que estudiar la sociedad o las sociedades concretas.
b) No se avanzará sólo estudiando a las mujeres, el objeto es más amplio.
Requiere de analizar en todos lo niveles, ámbitos y tiempos las relaciones
mujer-varón, mujer-mujer, varón-varón.
Es en esta búsqueda donde surge y se expande el concepto de género
como categoría que en lo social, corresponde
al
sexo anatómico y fisiológico6
de las ciencias biológicas. El género es el sexo socialmente constr~ido.~
Rubin (1986) lo define como:
El conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la
sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el que
se satisfacen esas necesidades humanas transformadas.
En otras palabras: los sistemas de génerolsexo son los conjuntos de
prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las so-
ciedades elaboran
a
partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica y que
dan sentido a la satisfacción de los impulsos sexuales, a la reproducción de
6.
En la especie humana se distinguen vanos niveles de la diferencia sexual: el sexo
cromosómico, el gonadial, el hormonal, el anatómico
y
el fisiológico. Pero este conocimiento
es muy reciente
en
la historia humana. por lo que puede suponerse que los sistemas
de
géneros se han constituido a panir de la observación de las difemcias anatómicas
y
fisiológicas que no han necesitado de microscopios electrónicos para hacerse evidentes.
7.
Para una revisión exhaustiva de la literatura sobre la categoría génem desde el punto de
vista antropológico y de la historia del concepto véase el importante trabajo
de
Lamas,
1986.
las especie humana
y
en general al relacionamiento entre
las
personas.
En
términos durkheimianos, son las tramas de relaciones
sociales
que determi-
nan
las
relaciones de los seres humanos
en
tanto
personas
sexuadas.
Los sistemas de sexolgénero son por lo tanto, el objeto
de
estudio más
amplio para comprender
y
explicar el par subordinación femenina-dominación
masculina.
La
apuesta es estudiar estos sistemas
de
acción social
y
el sentido
de la acción en relación con la sexualidad
y
la reproducción. Se trata de una
categoría más neutra que patriarcado, como sefiala Rubin (op. cit.)
-un
concepto de mayor generalidad y comprensión- puesto que deja abierta la
posibilidad de existencia de distintas formas de relación entre mujeres
y
varones, entre lo femenino y lo masculino: dominación masculina (pamarcal,
pero otras posibles no necesariamente patriarcales), dominación femenina o
relaciones igualitarias. Deja además abierta la posibilidad de distinguir for-
mas diversas en períodos históricos diferentes y como utopía, pensar la li-
beración de las mujeres desde otras maneras distintas de organización social.
Este es la ruptura epistemológica de la que
se
habla en la filosofía, tal
vez la más importante de los últimos veinte
aííos
en las ciencias sociales
(Harding 1988; Fraser, 1989). Se trata del reconocimiento de una dimensión
de la desigualdad social hasta entonces no tratada, subsumida en la dimensión
económica, ya en las thrías de las clases, ya en las de la estratificación
social.
2.-
Una lectura de la literatura existente da muestras claras de que las
cosas no son sencillas en esta materia. Una pregunta es si el grado de ela-
boración de la investigación en las distintas disciplinas sociales
y
humanas
permite hablar de una teoría. Pienso que estamos frente a conjuntos
de
hipótesis
que no han pasado la etapa de prototeorías o a lo más a teorías de alcance
medio, pero que faltan aún muchos vacíos sustantivos y metodológicos por
llenar.
Convendría distinguir las diversas maneras en que se emplea la cate-
goría género
y
el concepto de género, puesto que la literatura existente a
comienzos de los años noventa nos muestra usos no unívocos de la palabra.
Muchaslos autorasles sustituyen sin más la palabra sexo por género, en
un
proceso muy entendible (aunque no exento de frivolidad) una vez que este
último concepto se extiende y
se
pone de moda. Por ejemplo, en los estudios
de tipo macrosocial, -en la demografía, del mercado de trabajo,
la
educa-
ción, el comportamiento poütico, etc.- a la desagregación por sexo se le
llama género, pero no se llena de contenido la categoría, ni se explicita
a
qué
hace referencia. El comportamiento diferente entre uno y otro sexo se analiza
e interpreta como valores distintos de una misma variable independiente, pero
no se le
da
el contenido de una construcción social compleja, más allá de la
diferencia sexual anatomofisiológica.
Algo similar ocurre cuando la palabra género sustituye a mujeres. Joan
Scott
(1990)
señala que es frecuente en publicaciones e investigaciones
históricas hablar de "género e historia", cuando en realidad son estudios de
historia de mujeres. Esta observación puede extenderse a otras disciplinas
sociales y humanas,
y
que deriva en lo que en forma un tanto despectiva se
denomina "mujerismo" académico.
Lo
anterior no quiere decir que tanto las investigaciones macrosociales
como las históricas, los estudios de caso, etc., que describen en un momento
determinado aspectos de las condiciones de vida de las mujeres o de las
mujeres y de los varones no sean útiles, correctas
y
necesarias. Pero la ca-
tegoría género es algo más y requiere de
dar
espacio a la búsqueda de sentido
del comportamiento de varones y mujeres como seres socialmente sexuados.
Es decir, tener en cuenta que hay una serie de determinaciones sobre las
mujeres y sobre los varones que se expresan en,
y
a la que responden los
comportamientos observados.
En la literatura sobre la condición de las mujeres que conozco, yo
distingo tres perspectivas u orientaciones teóricas distintas.8 Una primera es
la denominada "las relaciones sociales de sexoW,9 que privilegia la división
social del trabajo como núcleo motor de la desigualdad. Esta comente ha
desarrollado importantes investigaciones acerca de la inserción femenina en
el mercado de trabajo, la participación sindical
y
el cambio tecnológico, se
desenvuelve en Francia y una de sus principales exponentes es Danielle
Kergoat. En esta perspectiva, el peso teórico del marxismo es muy claro
y
en
particular los estudios sobre la reproducción, aunque no significa que todos
8.
No me detendré en el análisis sistemático de las diferentes perspectivas teóricas que se han
perfilado hasta ahora, aunque reconozco que es una tarea necesaria de emprender a la
brevedad.
9.
En rigor las autoras que han desarrollado esta perspectiva no emplean el concepo de
género, aunque algunas de las inspiradas en ella, pero que dejan de lado la oitodoxia,
recurren a
él.
151
los aportes
al
género que incorporan
la
perspectiva marxista
se
afilien a esta
comente.
Entre quienes estudian la diferenciación desde el género, están -por
una
parte-
las
autoras y autores que lo conciben como
un
sistema jerarquizado
de status o prestigio social. Se trata de una perspectiva que en términos
generales no ha roto con el funcionalismo sociológico y que en le recupera-
ción de la teoría psicoanalítica, se afilia a las denominadas comentes del yo,
que
dan
el peso mayor a la socialización como aprendizaje de papeles que
se
repiten a lo largo de
la
vida.
La
autora más conocida es Nancy Chodorow
(1978)
a
partir
de su estudio de la maternidad.
Otra
perspectiva considera los
sistemas de género como sistemas de poder, resultado de un conflicto social.
Las
jerarquías sociales entre los géneros responden más que a prestigio, a
resoluciones del conflicto desfavorables hasta ahora para las mujeres frente
a los varones. Esta comente parte del análisis pionero de Gayle Rubin
(op.
cit.),
en el que somete a una crítica feminista las teorías de Lévi-Strauss sobre
el parentesco y el psicoanálisis en
la
vertiente lacaniana. Según esta autora,
éstas
serían las dos principales teorías en
la
que diferencia sexual tiene
un
lugar privilegiado y por encima de otras diferencias.10 Los desarrollos pos-
teriores han incorporado otras hipótesis y lineamientos provenientes de las
teorías del conflicto y del poder y recogen los aportes del posestructuralismo
-Foucault, Deleuze, Demda, entre otros. Se trata de una perspectiva en la
cual los fenómenos sociales (siguiendo metodológicamente a Marx),
se
de-
finen por las relaciones que guardan entre sí. De ahí que la contextualización
se vuelve un principio de primer orden todo a lo largo del proceso de in-
vestigación, desde la construcción de los objetos de estudio hasta el análisis
de la información y la interpretación de los resultados.
3.-
Me detendré en esta última perspectiva porque estoy convencida
que es la que abre más posibilidades para el análisis de los géneros en América
Latina.
Para
una mejor comprensión, debemos volver a las diferencias anátomo-
fisiológicas de los cuerpos humanos. Varones y mujeres tenemos la capacidad
10.
Rubin sostiene que
El
origen
&
la
familia,
la
propiedad privada
y
el
estado
de Engels es
un libro f~strante para loslas lectoreslas que conocen las investigaciones antropológicas
más recientes. "Sin embargo, las iimitaciones del libro no deben disimular su considerable
penetración.
La
idea de que las 'relaciones de sexualidad' pueden
y
deben distinguirse de
las 'relaciones de producción' no es
la
menor de las intuiciones de Engels"
(op.
cit., pág.
102).
desde muy temprano en la vida de producir con el cuerpo. Varones y mujeres
tenemos la posibilidad de producir placer en el cuerpo del otrola. Pero sólo
las mujeres tenemos un cuerpo que produce otro cuerpo (Torres
Arias,
1989).
Mujeres y varones somos imprescindibles para la fecundación, pero sólo el
cuerpo de las mujeres ha asegurado hasta ahora -y pese a los intentos
desmedidos de cierta ciencia por eludirlo-, la sobrevivencia del huevo fe-
cundado y por lo tanto de la especie humana. Todo grupo humano que pretenda
sobrevivir, debe asegurarse la existencia de un cierto número de mujeres
púberes que puedan reproducirlo. Hasta ahora, cualquier varón que desea
realizar su posibilidad de paternidad biológica debe asegurarse una mujer
dispuesta a gestar, parir y cuidar el fruto de la concepción. Si además desea
ejercer la paternidad social sin desarrollar muchos esfuerzos, debe asegurarse
una mujer dispuesta a acompañar el largo y lento proceso de maduración,
aprendizaje, socialización, es decir, realizar la maternidad social. Por lo tanto,
todo varón que busque trascender la muerte a través de la procreación debe
pactar con una mujer durante un lapso de nueve o más meses. En sociedades
que se proponen sobrevivir por más de una generación -y parece ser que
han sido muy pocas las que no se lo han propuesto a lo largo de la historia
conocida- el cuerpo femenino en las edades reproductivas es valioso y
ahí
hay un poder particular, específico del cuerpo de las mujeres. Aclaremos: no
es que el cuerpo femenino como entidad biológica tenga poder; son las so-
ciedades las que le otorgan poder. ¿Quién o quiénes controldn
la
capacidad
reproductiva de las mujeres? ¿Cómo ejercer el control sin eliminarlas o
destruirlas?
Pero para asegurarse un control efectivo sobre la reproducción, es
necesario actuar también sobre la sexualidad, puesto que lo que analíticamente
puede separarse, tiene dificultades en el plano de la práctica. En otras palabras,
controlar la reproducción de manera que el o los varones puedan reclamar
derechos sobre el producto específico de las mujeres, requiere de reglamentar
el acceso
al
cuerpo femenino: ¿quién o quiénes tienen las preferencias en el
acceso sexual? ¿quién o quiénes pueden tener con ella o ellas relaciones
sexuales? ¿Cómo crear mecanismos que aseguren a
la
vez
la
exclusividad o
la preferencia pero que no lo impidan de por vida?
Controlar el cuerpo de las mujeres lleva a dirigir el trabajo de las
mujeres, de manera de no dejar capacidad que se escape. Porque podría ser
que sin controlar la capacidad de trabajo, las mujeres tuvieran posibilidades
de dominar la sociedad o exigir el reconocimiento de su reproducción.
Como
se
puede ver
se
habla de control y no de eliminación del cuerpo.
Las
capacidades de reproduccibn, de
acceso
sexual y
de
trabajo no pueden
ser
extirpadas a
has
mujeres, porque si lo fueran desaparecerían
y
dejarían de
cumplir
las
funciones de sus cuerpos. De lo que
se
trata,
por lo tanto, es de
controlar esas capacidades, sin que les sean quitadas.
El problema entonces en sociedades de dominación masculina es cómo,
por qué, en qué condiciones, en qué momentos, desde cuándo los varones se
apropian de la capacidad reproductiva, de la sexualidad y de la fuena de
trabajo de
las
mujeres. ¿Cómo es que esos poderes de los cuerpos femeninos
se trastocan en subordinaciones? ¿Cómo es que los que no tienen en sus
cuerpos la posibilidad de gestar, parir, amamantar, transforman el órgano
reproductivo visible -el pene- en el símbolo del poder: el falo? ¿Cómo es
que si bien tanto el cuerpo de la mujer como el del varón tienen la capacidad
de producir placer en el otrola sólo el cuerpo femenino se constituye como
el objeto erótico en nuestras sociedades? ¿Cómo es que la capacidad de
trabajo de las mujeres es dirigida por las sociedades a la realización de
un
trabajo socialmente imprescindible pero desvalorizado?
Estas cuestiones nos llevan a recordar, una vez más, que en la especie
humana, el relacionamiento sexual no es sólo un intercambio químico que
asegura la reproducción de la especie. Mucho más allá, la sexualidad es el
conjunto de las maneras muy diversas en que las personas se relacionan como
seres sexuados con otros seres también sexuados, en intercambios que como
todo lo humano, son acciones y prácticas cargadas de sentido. Hay aquí
un
plano o nivel de análisis que se juega en el psiquismo, en
la
constitución de
los sujetos y los objetos de deseo, en la primera infancia y la resolución del
conflicto edípico, que es objeto de estudio de
la
psicología profunda, en el
cual no voy a entrar. Sólo quiero selialar que el psicoanálisis en sus distintas
vertientes, se ha construido teóricamente a partir
de
la observación
y
el es-
tudio del aparato psíquico en personas que viven en
las
sociedades occidentales
a finales del siglo
XIX
y durante todo el siglo
XX,
es decir, en una cultura
de dominación masculina particular. Como cientistas sociales nos interesamos
por las prácticas, símbolos, representaciones, valores, normas colectivos,
compartidos por los integrantes de una sociedad en distintos momentos del
tiempo y que son los que se absorben en el psiquismo en los años cmciales
de la primera infancia.
Esas prácticas, símbolos, valores, normas, representaciones, etc., son
cambiantes. Disponemos hoy de un acervo de conocimientos sobre la
histoncidad de las maneras del relacionamiento sexual y la reproducción que
dejan muy en evidencia las construcciones de sentido a su alrededor, ésas si
sociales y culturales: ideas y representaciones colectivas en tomo al cuerpo
de varones
y
mujeres, las relaciones sexuales, la fecundación, los sentimientos,
las normatividades muy dispares por las que se someten los cuerpos, los
controles que ciertos individuos, grupos e instituciones ejercen sobre loslas
otroslas (Aries, et al., 1987; Firpo, 1984) y que nos indican que en esta
materia se juegan muchas más tensiones colectivas que el placer individual
y la generación de nueva vida humana.
4.- Desde estas preguntas se derivan algunas consecuencias
metodológicas en las ciencias sociales. En primer lugar, que no existe la
mujer, como tantas veces se ha dicho, ni tampoco el varón (o el hombre).
Existen mujeres y varones en diferentes situaciones sociales y culturales que
es necesario explicitar.
La
primera tiene que ver con las etapas del ciclo de
vida. Estas últimas son también como el género, construcciones sociales como
ya lo sabemos a partir de los trabajos de Philippe Aries (1973), articuladas
unas con las otras.11 Es particularmente importante la o las etapas en que las
mujeres y los varones gozan de la plenitud de la capacidad de reproducirse,
puesto que a partir de su conocimiento se pueden captar los elementos claves
de las relaciones prevalecientes en el sistema de género, de las maneras en
que se ejerce el poder, de las representaciones imaginarias que lo justifican.
En nuestras sociedades son las figuras de madre, esposa y ama de casa para
las mujeres y las de jefe de familia y sostén económico principal del hogar,
padre y esposo desde donde es posible partir para estudiar el núcleo de las
relaciones de género.12 Las etapas previas permiten averiguar cómo se
moldean niñas y niños para aceptar
y
ejercer la desigualdad y las jerarquías
en función del género: desde el moño azul o rosa en las clínicas obstétricas
contemporáneas y el enterramiento de la placenta cerca o lejos de la vivienda
entre los mayas, los ritos de iniciación, los aprendizajes
y
enseñanzas forma-
1
l
Es necesario preguntarse si las distancias en tomo a las diferencias de edad
y
etapas de la
vida constituyen un sistema en
mismo o
si
forma parte del sistema de sexolgénero.
12
La
fuerte influencia del marxismo
en
los años setenta,
ilevó
a privilegiar el papel de ama
de casa
y
el análisis del trabajo doméstia en las mujeres de la clase obrera. Desde fines
de esa década, la maternidad cobra importancia, en tanto que
la
figura
de esposa no parece
haberse constituído en objeto de estudio por sí mismo.
En
relación
con
las figuras mascu-
linas puede decirse que todo está por hacene.
Ies
e Pnifamdes
y
tabs
las
prácticas
y
símbolos con los que
se
convive,
festeja
y
reprime en
las
diferentes culturas.
Las
etapas
posteriores pueden
mosnar el smaratenimiento o desdibujamientos variados de
las
distancias
y
jerarquias
y
la dismtnuci6n de
la
intensidad y fuem de
las
normatividades
respectivas. Como consecuencia, debemos abrimos a pensar los sistemas de
género sexo no do binarias, sino también con
más
de dos géneros, producto
de ambuir a
las
personas
en edades y sexos distintos en determinados me
mentos de la vida, de posibilidades, deberes, normas de conducta específicos,
capacidad de decisión
y
autonomía diversas. Por ejemplo, siempre me ha
llamado la atención que en
las
regiones de cultura andina o con influencia de
ésta, a laslos bebasies hasta los dos años se les llama "la guagua".
O
el lugar
particular que tienen en
algunas
culturas
de
evidente dominación masculina,
las
mujeres que han cerrado el ciclo reproductivo y han pasado la menopausia.
Es
decir, la dominación de los varones sobre las mujeres no siempre es
igual
a lo largo
de
las
etapas de la
vida
socialmente definidas.
Por
lo
demás,
la
literatura etnográf~ca e histórica está llena de ejemplos
ai
respecto.
Un segundo ámbito o contexto a delimitar lo constituye
la
organización
de la vida familiar
y
doméstica, espacio privilegiado de las mujeres e
identificado en nuestras sociedades como
el
lugar
de la subordinación fe-
menina. Hay que tener en cuenta
la
composición, tarnaao y ciclo de vida de
los hogares, porque no todas
las
unidades domésticas son nucleares en
un
momento dado, ni lo son a lo largo de la vida de las familias, como bien lo
sabemos en América Latina. En ellas, es necesario distinguir las diferentes
posiciones que ocupan
las
mujeres y los varones y los papeles que cumplen
a lo largo del ciclo de vida de
las
unidades domésticas y las familias. Asi-
mismo hay que tomar en cuenta las relaciones entre unidades domésticas y
entre parientes de fuera del gnipo doméstico.
El contexto de las condiciones económicas es ampliamente conocido y
en la situación latinoamericana tan imposible de quedar desapercibido que no
me extenderé sobre él. Se incluyen las diversidades y particularidades re-
gionales y locales. Conviene sin embargo recordar que no es lo mismo
un
análisis de clase que uno de estratificación social, puesto que en tanto el
primero busca comprender y explicar un conflicto, el segundo sólo describe
situaciones desiguales. En ambos, sin embargo hay elementos de carácter
estatutario que redefinen a los géneros: prácticas símbolos y representaciones
que
la
novelística y el cuento muestran
tan
bien y que conforman
la
vida
cotidiana
y
el relacionamiento entre los géneros: las maneras de hablar, vestir,
caminar, comer, reírse, etcétera.
En América Latina y en general en sociedades plurales desde el punto
de vista racial, es necesario dar cuenta del contexto étnico-cultural, bajo el
supuesto que los géneros se construyen de manera distinta en cada uno de
ellos. Pero también porque el relacionamiento entre personas de razas distintas
redefine las relaciones entre los géneros. Las abundantes monografías
etnográficas
y
los documentos existentes desde la época prehispánica
y
la
colonia, permiten una relectura desde la perspectiva del género. Muy escasos
son en cambio los estudios sobre el relacionamiento interracial-intergénero y
más concretamente las relaciones varón-mujer, varón-varón y mujer-mujer
entre personas de razas, etnias y culturas distintas. Esta perspectiva de análisis
es nueva, creo yo, y su puesta en el debate se la debemos en gran parte al
movimiento feminista negro de Brasil (Nascimento,
1980),
que ha permitido
deslindar el conflicto étnico del de clase, como una extensa literatura de
inspiración marxista y no marxista pretendió durante muchos años.
Al complejizar el análisis, se llegan a observar algunas cuestiones in-
teresantes. Desde la perspectiva de las clases, se había puesto de manifiesto
desde los inicios mismos de los movimientos feministas y los estudios sobre
las mujeres en América Latina, las relaciones desiguales entre mujeres que
tienen lugar en el servicio doméstico. La investigación histórica pone de
relieve que la dominación puede ejercerse de maneras diversas en el tiempo
y
mostrar que no todo tiempo pasado ha sido peor, como el positivismo y el
propio
Marx
suponían. Pero al ponerse en descubierto las tramas de relaciones
sociales en función del parentesco y en los ámbitos familiar y doméstico, es
decir, en mujeres que comparten la misma posición de clase
-e
incluso entre
quienes comparten subordinaciones de clase
y
de raza-, se advierte que la
subordinación
y
la condición femenina se redefine a lo largo del ciclo de
vida, y que algunas mujeres pueden gozar de poder sobre otras mujeres.
Más
aun, en contextos de alta dominación masculina, ésta puede tener como agente
dominador a ciertas y determinadas mujeres; al investirlas de autoridad, el
sistema crea zonas de incertidumbre, divide a las mujeres como género, impide
alianzas, la constitución de oposiciones cohesionadas y se legitima como
dominación.13
13 En México se observa en diferentes contextos urbanos y mrales una situación como la
mencionada, vinculada a las pautas de patrivirilocalidad y la convivencia de suegras y
nueras en el mismo espacio doméstico, más allá del autoritarismo y la neurosis de las
actoras. Aunque no ha sido suficientemente estudiado en sus modalidades y consecuencias,
se puede sostener que las suegras ejercen el control sobre el acceso sexual, la capacidad
de seducción y la capacidad de trabajo de sus nueras, sustituyendo
-en
pane-
la
presencia
y el control directo del hijoesposo (véase: Aranda, 1990,
De
Barbieri
et
al.,
1983;
De
Barbieri, 1990; González Montes, 1988).
5.-
Teórica y empíricamente. la perspectiva del género como conflic-
to remite a analizar:
a)
Los sistemas de parentesco, es decir, las normas y formas del matrime
nio, la filiación y la herencia, como lo ha indicado Rubin
(ibrd).
Es decir,
las mas de relaciones que orientan las lealtades y solidaridades más
elementales entre las personas de sexos y generaciones distintas, in-
cluyendo el tabú del incesto y las normas legales que reglamentan el
relacionamiento intra e interfarniliar, así como los conflictos y sus
resoluciones en dichos ámbitos.14
b) Tanto en los ámbitos domésticos como en el mercado de trabajo y en
otras esferas de la sociabilidad, es necesario analizar la división social
del trabajo según los géneros y las dinámicas particulares de la misma.
Para quienes desarrollamos esta perspectiva teórica, la división social
del trabajo es un ámbito fundamental del sistema de géneros, pero
como consecuencia del conflicto de poder y por lo tanto del control que
los varones ejercen sobre la capacidad reproductiva y el acceso sexual
a las mujeres, mas no como la clave desde donde se origina la subor-
dinación-dominación entre los géneros. Es decir, el control sobre la
capacidad de trabajo de las mujeres, si bien es uno de los elementos
centrales en el sometimiento del cuerpo femenino, no es el único, por-
que no es el que hace a la especificidad de la diferencia sexual, como
bien lo observó Rubin
(op.
cit.).
c) Si el sistema de géneros es un sistema de poder, remite a las maneras
cómo se estructura y se ejerce en los espacios reconocidos del mismo.
Es decir, es necesario dirigir la mirada a las definiciones de persona y
de ciudadanía en tanto sujetos de derechos y responsabilidades, a las
formas y contenidos de la participación en la esfera pública,
al
Estado,
el sistema político (y de partidos) y a la cultura política.15 Estos pro-
blemas están cada vez más presentes en la literatura sobre las mujeres
14.
Véanse. por ejemplo, los trabajos de Aranda
(1989)
y Gonzáiez Montes
(1988).
15.
Tradicionalmente
en
los estudios sobre las mujeres, como en otros vanos objetos de estudio
de las ciencias sociales. se ha distinguido entre la esfera pública
y
la privada.
La
primera
de predominio masculino
y
exclusión
de
las mujeres,
la
segunda definida como
el
ámbito
de
lo
femenino. Pero esta representación social diwtómica está hoy muy cuestionada
y
requiere de ser superada (véase Pateman,
1988;
De Barbieri,
1991).
y los géneros, donde se analiza y reflexiona sobre los movimientos
sociales creados por las mujeres (incluido el movimiento feminista en
sus diversas corrientes), la participación de las mujeres en el sistema
político institucionalizado y la orientación de las políticas estatales
dirigidas a atender las demandas de la población femenina.
A
partir de
estos estudios se hacen cada vez más evidentes el carácter masculino de
estas esferas, las dificultades para superarlo, los conflictos de intereses
opuestos entre los géneros cada vez que los privilegios masculinos son
cuestionados y se propone limitarlos, así como las alianzas que pueden
trascender el género imputado de los y las actoreslas. Es decir, varones
que toman partido y se comprometen con las demandas de las mujeres;
mujeres que actúan para mantener los privilegios del género masculino.
No hay que olvidar además, en estos espacios, el manejo de la capa-
cidad erótica de los cuerpos (femeninos y masculinos) hace parte de la
cultura política, así como las actitudes, el chiste, la burla y el chisme,
recursos fáciles para reducir a las contrincantes.
d) El análisis de los sistemas de género remite a considerar la subjetividad
de los distintos actores en el sistema, las formas como se estructura el
psiquismo y se constituyen los sujetos y objetos de deseo (Rubin,
op.
cit.;
Torres Arias, 1989; 1990; Lamas, 1986).
6.- Pensar y tratar de comprender la sociedad dividida en géneros
tiene algunas consecuencias metodológicas que quiero resaltar. Por un lado
exige recoger y analizar la información a partir de la variable sexo, en la
medida en que éste es el referente empírico más cercano e inmediato de
observar. Pero será el análisis de la información contextualizada la que podrá
dar cuenta del estado de los géneros en una sociedad y en un momento o
lapso determinados. En otras palabras, la variable sexo es condición necesaria
pero no suficiente para que un análisis social sea un estudio de género.
En segundo lugar, es necesario estudiar los ámbitos sociales donde
interactúan las personas en función de géneros distintos, los espacios de
evidente predominio y exclusividad de cada uno de ellos, pero también aque-
llas esferas de la sociedad aparentemente nuestras. Por ejemplo, investigaciones
sobre educación, la ciencia, las fuerzas armadas, las iglesias, etc., han sido
abordadas hasta ahora desde los conflictos y los intereses de la dominación
de clase. Pero un enfoque desde los géneros en estas esferas aparentemente
neutras de la sociedad, permitiría conocer con mayor precisión cuán ascépticas
o
sesgadas lo son en realidad, cómo se juegan y redefinen lo masculino
y
lo
femenino y elementos más sutiles, tales como los acuerdos y desacuerdos de
intereses en función del mantenimiento de
la
dominación sobre las mujeres.
En
la
filosofía, por ejemplo, las mujeres dedicadas a
la
epistemología se
preguntan acerca de
la
neuualidad de género de
las
ciencias físico-naturales
y en particular de
las
biológicas, no sólo por el lugar marginal que las mu-
jeres ocupan en
la
investigación y
en
las
burocracias respectivas, sino porque
el sesgo de algunos de los resultados de las investigaciones son consecuencia
de
la
construcción de los objetos de estudio, la manipulación de los datos y
de las interpretaciones de los mismos (Fox Keller. 1989).
En tercer lugar, hay que destacar que para comprender y explicar los
sistemas de género no basta con conocer los ámbitos donde mayoritariamente
varones y mujeres se expresan e interactúan, ni los espacios de la "nonnali-
dad" por donde transcurre la vida de la mayoría de
la
población. Se requiere
también de conocer
las
colas de
las
dismbuciones
y
esas zonas
oscuras
y
límites de la sociabilidad, sobre
las
que da miedo y produce dolor pensar. Por
ejemplo, junto al matrimonio, hay que estudiar el divorcio y el celibato; el
comercio sexual femenino y masculino; la hetero, la homo y la bisexualidad
y las llamadas perversiones; junto a la maternidad y la paternidad, la esteri-
lidad, la adopción,
la
negativa a reproducirse,
la
maternidad asistida, el filicidio,
la venta y el tráfico de niñas
y
nifios.
7.-
Hay algunas otras precisiones que me interesa realizar. Por una
parte, como sistema de poder que busca controlar el cuerpo y algunas de sus
capacidades, estamos en presencia de relaciones inestables e
inseguras.
Re-
cordemos la célebre frase de Foucault: "el poder se ejerce, no se posee. No
se
guarda
en una cajita" ni en un closet. Produce verdades, disciplina
y
orden,
pero también siempre está en peligro y amenazado de perderse. Por ello no
bastan leyes y normas, amenazas cumplidas y castigos ejemplares. Laslos
dominadaslos tienen un campo de posibilidades de readecuación, obediencia
aparente pero desobediencia real, resistencia, manipulación de
la
subordina-
ción. De ahí entonces que los lugares de control sobre las mujeres -en
nuestras sociedades el desempeño de los papeles de las madresesposas-amas
de casa- sean también cspacios de poder de las mujeres: el reproductivo, el
acceso al cuerpo y la seducción, la organización de la vida doméstica (Torres
Arias, 1989). Se vuelven entonces espacios contradictorios, inseguros, siempre
en tensión. Las mujeres pueden, por ejemplo, tener hijos que no sean del
marido, aparentar esterilidad o de plano negarse a tenerlo, embarazarse en
situaciones inoportunas, relacionarse sexualmente con otras
y
otros, seducir
para muy diversos fines, negarse a trabajar en el hogar e impedir la
sobrevivencia de sus integrantes, incluidos loslas bebeslas recién nacidoslas,
etcétera.
Justamente esa inestabilidad es lo que ha llevado a resolver el conflicto
mediante una estmcturación del sistema extremadamente poderosa. Porque
no hay que perder de vista que el sistema de género incluye también la
cooperación entre personas de sexos distintos, el relacionamiento afectivo y
el reconocimiento más personal e intransferible, en prácticas sociales en las
que además se juegan cuestiones
tan
fundamentales como la trascendencia de
la muerte. Esto significa que la superación del conflicto no puede ser la
guerra que mata y destruye al enemigo, sino
la
negociación permanente
(y
siempre inestable) que asegure la paz.
8.-
El género es una forma de la desigualdad social, de las distancias
y jerarquías que si bien tiene una dinámica propia, está articulado con otras
formas de la desigualdad, las distancias y las jerarquías sociales. Desde el
inicio de la investigación sobre las mujeres y los géneros se ha planteado la
articulación géneroclase, incuestionable por lo demás en América Latina.
Una serie de investigaciones llevadas a cabo en la región a lo largo de la
última década sobre los efectos de la crisis de endeudamiento en los sectores
populares, así como los estudios sobre reconversión industrial y del mercado
de trabajo,
dan
cuenta del crecimiento de la participación femenina en la
actividad económica generadora de ingresos. El notable incremento de las
mujeres unidas, con hijos menores, en actividades asalariadas intensivas de
mano de obra ha llevado
a
hipotetizar sobre la articulación género-clase. Se
sostiene que para el capital -nacional e internacional- esas mujeres subor-
dinadas en razón del género y de clase, le ofrecen una de las manos de obra
más baratas y explotables del mercado laboral mundial, porque a la vez que
capacidad de trabajo, tienen caractensticas psicológicas y entrenamiento des-
de las primeras edades que permiten aumentar los niveles de explotación:
sumisión ante la autoridad, disciplina, paciencia para el trabajo tedioso, dis-
ponibilidad para extender la jornada de trabajo, etc. La imperiosa necesidad
de cubrir los gastos del hogar cuando los varones adultos y jóvenes no pue-
den hacerlo, refuerza estas características y cualidades femeninas y permite
aumentar las tasas de explotación, la plusvalía y la acumulación del capital.
Pero ya Kate Millet lo señalaba en su trabajo de
1975
y la investigación
lo ha puesto de manifiesto una y otra vez que la cuestión es más compleja,
puesto que son las distancias de clase, de género, étnicas y raciales
y
de
generación las que se intersectan
y
articulan unas con las otras. Esto entraña
dificultades para
la
comprensión inmediata, como ya
se
ha visto, pero además
plantea una serie de preguntas sobre el cambio social del sistema de género
y
de la dinámica de
la
dominación
y
de
la
desigualdad
social
más generales.
Por ejemplo: ¿las distancias de género
y
generación constituyen dos sistemas
con cierta autonomía
y
dinámicas propias o forman parte de un mismo sis-
tema de diferenciación a
partu
de
características corporales? ¿Cómo
se
articulan
la dinámica de la reproducción del capital con
las
de
las
distancias y jerar-
quías entre los géneros,
las
generaciones y las
razas?
¿Están
los cuatro
conflictos en el mismo nivel o varían en importancia en
la
estructuración de
las distancias
y
la desigualdad
social
y el movimiento más general de las
sociedades?
Son -creo
yo-
preguntas cada vez más claramente formuladas, pero
de respuestas aún imprecisas para las sociedades del presente. Para otros
tiempos, algunas investigaciones histórica
dan
pistas
y
muestran resultados
interesantes en los que se articulan dos o más ejes de distancias. Autores
como Veyne (1984) cuando estudia los cambios en el alto Imperio Romano.
o Duby (198
1)
cuando analiza la aparición del sacramento del matrimonio en
el norte de Francia en el medioevo, muestran que las prácticas, símbolos y
representaciones sociales sobre las mujeres y los varones han cambiado como
resolución de conflictos en otras esferas sociales que poco tienen que ver con
la sexualidad
y
la reproducción. Hausen (1975) en cambio, encuentra que el
desarrollo de la sociedad burguesa en Alemania en el siglo
XIX
se
fue
moldeando con una progresiva polarización de los caracteres de género, que
evitó la competencia femenina en los negocios y en la política, a la par que
debía reconocerle ciertos derechos.
En América Latina, las respuestas posibles son cruciales para entender
la estructuración y la dinámica de nuestras sociedades: una dominación ca-
pitalista cada vez más concentrada y excluyente, el machismo .devastador, la
discriminación racial a grupos y personas no blancas o en proceso de
emblanquecimiento, la marginación de las personas en etapas no adultas de
la vida. Es decir, muchas otredades que, a pesar de los derechos formales, no
llegan a constituirse e interactuar como sujetos de derecho (personas) y como
ciudadanas
y
ciudadanos.
Para responderlas es tal vez demasiado temprano, puesto que se requie-
re de mayor investigación y reflexión más profunda que
la
que
se
ha desa-
rrollado hasta ahora. Metodológicamente nos obliga a continuar en la línea
seguida en la investigación sobre las mujeres que consiste en acotar
y
contextualizar los sujetos en estudio. Pero cada vez se vuelve más imprescin-
dible conocer a los dominadores: cómo los varones viven y se imaginan que
son las relaciones de género. Sería, por ejemplo, de mucha utilidad e interés
conocer con alguna precisión y detalle las prácticas y las representaciones
sobre el relacionamiento sexual y la reproducción de los varones adultos,
obreros, negros e indios en los que hay disonancias de poder y status muy
notorias: dominados como clase y como etnia, pero dominadores en las di-
mensiones de género y generación.
Y
por supuesto, las de los empresarios
blancos y adultos que ejercen el poder y la dominación en nuestros países y
en el mundo. Estas líneas de investigación y de reflexión sería muy conveniente
que las iniciaran y desarrollaran los varones interesados en las cuestiones de
género. No para crear otra división del trabajo más, sino porque dada la
virginidad de la cuestión, están mejor pertrechados vivencialmente que las
mujeres. Al fin de cuentas no hay que perder de vista que toda esta dimensión
de las sociedades se constituyó en objeto de estudio y logró avanzar, porque
las mujeres pudieron hablar con otras mujeres sobre cuestiones en las que
había un marco de referencia común.
Y
por lo tanto, sensibilidad para plantear
hipótesis, preguntas y comenzar a entender el sentido de las respuestas.
9.-
Quiero retomar ahora el problema del patriarcado. Como se puede
ver en una revisión de la bibliografía existente, la categoría género sustituyó
en el análisis y en el discurso político sobre la condición de las mujeres al
concepto de patriarcado. Sin embargo, en los últimos cinco aííos, se vuelve
a ver con insistencia la reaparición del concepto. ¿Qué ha pasado? Por lo que
conozco, han habido dos líneas académicas diferentes: una proveniente de la
etnología, la arqueología, la etnohistoria y el análisis de los mitos y de textos
literarios muy antiguos, la otra proviene de una lectura crítica de los clásicos
de la ciencia política.
Mediante la primera se vuelve a la prehistoria y a la crítica a la
historiografía dominante acerca de períodos muy antiguos.
Se
trata sin duda
de datos muy fragmentados y dispersos, pero que han permitido revisar las
ideas prevalecientes hasta ahora acerca de la evolución de la humanidad,
producidas en el siglo
XIX
(Badinter,
1986).
De alguna manera confirman la
hipótesis de Engels, en el sentido de que la dominación masculina y con-
cretamente las sociedades pamarcales son producto de un largo proceso llevado
a cabo en las sociedades neolíticas: el descubrimiento del papel del varón en
la gestación, el aumento de la productividad del trabajo que permitió la
acumulación de cereales, la sedentarización, el empleo generalizado de los
metales
y
la posibilidad de producir armas (es decir, de hacer la guerra)
serkm
10s elementas pxhcipaies que llevaron a la organización de la domi-
nación
con
base
masculina.
Esu,
pasó
por cambios fundamentales en las
esmctuaas del
parentescs,
que de matrilineales y rnatrifocales, pasaron a ser
cada
vez más
paérilúieas
y patrifocales (Badinter, 1986; Dupuis, 1987).
No hay que olvidar trabajos de investigación histórica sobre períodos
más
recientes, muchos de eilos lievado a cabo en la denominada escuela de
los
Amales
y en la historia
social,
los que permiten entender cambios en las
estructuras del
parentesco,
en los sentimientos
y
en términos más generales,
el relacionamiento entre varones y mujeres.
En la
segunda
vertiente ubico
las
investigaciones de la politóloga
australiana Carole Pateman (1988, 1990) quien al analizar críticamente el
pensamiento de los contractualistas de los siglos
XVII
a
XIX
señala que la
propuesta de cambio (que
al
final
munfó en las sociedades burguesas
instaurando el orden que hoy día nos rige) sustituye la dominación del padre
de familia -amo de siervos, hijos y haciendas-, por la de los hijos-hermanos
varones.
Por ambas
líneas
de conocimiento y reflexión, es posible entonces pensar
la dominación masculina con un comienzo en el tiempo, impreciso
y
vago,
pero
que permite desligar la subordinación de las mujeres de la evolución
"natural"
de la humanidad, y entenderla como un proceso histórico de re-
solución de conflictos. Permite además ver períodos
y
formas de dominación
masculina diversas, los factores y los actores que provocaron el cambio, las
altemalivas que
se
dieron a
las
mujeres y los varones, los discursos que
justificaron los cambios promovidos, etcétera. Finalmente, nos permite in-
terpretar las posibilidades y limitaciones de
las
perspectivas de cambio en la
actualidad.
Hubo un período de la historia que fue pamarcal, pero ni siempre ni en
todas
las sociedades el pahkcado
se
expresó
y
se
ejerció de la misma manera.
Otra
cosa
es el machismo, forma de organización social
y
de ejercicio del
poder de dominación masculina, pero donde las mujeres existen como sujetos
de algunos derechos
y
en la que tienen algunos espacios de autonomía, pero
también mucha indefensión. Un buen objeto de estudio en América Latina,
puesto que sabemos que no siempre
se
ejerce de la misma manera.
Para la práctica &rica y para la práctica política
se
requiere de conocer
y explicar los m'genes del problema que se busca superar. Es seguro que
nunca tendremos una historia completa, el pasado es
tan
remoto y los rasgos-
datos tan fragmentarios, que por más que se avance en el conocimiento será
difícil tener certezas. Pero por lo menos hay algunos atisbos que nos permiten
dar
sentido a nuestras propuestas de cambio radical en los sistemas de género/
sexo.
10.-
Como se puede apreciar, comprender y explicar la estructura y la
dinámica de los sistemas de géneros no parece ser simple. No se trata de
rellenar una teoría, como en un momento ingenuamente se pudo sostener en
particular en el ámbito de las mujeres marxistas. Tampoco se pudo efectuar
el parricidio propuesto en los inicios del movimiento feminista. Es un pro-
ceso en permanente tensión entre teoría y dato, entre hipótesis plausibles que
se llevan a contrastar y que de esta operación permite la reformulación de
nuevas hipótesis, a la luz de los conocimientos y las teorías viejas y nuevas.
Es un rompecabezas que se forma con innumerables piezas pequeñitas, que
se arman parcialmente y se vuelven a desarmar y rearmar ante cada hipótesis
y cada dato consistente y que arroja nueva luz al respecto. Las discusiones
y las carencias señaladas por las feministas de los sesenta, dieron origen a
una perspectiva de análisis social que ha permitido ordenar observaciones,
plantear hipótesis, analizar informaciones muy dispersas y diversas. Creo que
su vigencia prueba el vigor y las posibilidades teórico-metodológicas y po-
líticas que encierra
No obstante el trabajo acumulado no ha posibilitado construir todavía
un cuerpo teórico consistente. Hasta ahora se pueden señalar importantes
vacíos que deberán ser cubiertos para poder llegar a hablar propiamente de
una teoría. Hay vacíos en los objetos de estudio, el principal a mi manera de
ver es el mencionado acerca de la investigación y la reflexión que ha pri-
vilegiado a las mujeres y no ha generado información ni análisis desde la
perspectiva masculina
y
de los varones. Una segunda limitación, la percibo
en
la
carencia de crítica desde la perspectiva del género, de las grandes
teorías que han conformado el pensamiento de occidente. No basta repetir
que ni Platón ni Aristóteles ni Kant tuvieron en cuenta la diferencia sexual,
la sexualidad y la reproducción y que pensaron lo humano como masculino.16
16. Los trabajos de Pateman (1988), Alvarez-Uria (1988). Fraser (1989) entre otraslos autores,
constituyen una kea muy prometedora. Este último autor,
por
ejemplo. hace una revisión
crítica y contextualizada de la obra de
Descartes,
donde
explicita los motivos que llevaron
al füósofo a despreocuparse de
la
diferencia sexual.
En los países latinoamericanos
sería
interesante
una
revisión crítica desde
la
perspectiva de género de algunos de los autores que
han
reflexionado sobre
nuestras sociedades en distintos momentos históricos. Una tercera limitación
que veo radica en el privilegio en
las
ciencias sociales de los análisis de
tipo
estructural sobre los del movimiento
y
la acción, aunque no desconozco los
esfuerzos serios que se realizan en esta materia en los centros académicos
y
feministas de
América
Latina. Porque en el movimiento y el enfrentamiento
es como los actores
se
perfilan
y
definen en sus intereses estratégicos y
coyunturales, sus potencialidades y sus limitaciones.
Por otra parte, la vitalidad de la propuesta del género radica en que
ha
permitido seguir líneas diferentes de investigación, basadas en última instancia
en opciones teórico-metodológicas distintas. Un análisis
y
una
reflexión más
consistentes en cada una de
las
perspectivas seilaladas al comienzo. debería
afinar aspectos sustantivos de la estmcturación
y
funcionamiento del sistema
de género, profundizar en los elementos para
la
superación
y
el cambio del
mismo así como debería contener propuestas metodológicas específicas.17 Se
trata
pues de un campo abierto
al
debate, en el que
las
diversas perspectivas
deberán confrontarse en su coherencia interna, en su capacidad de explica-
ción y en
las
posibilidades que abren a
la
acción
y
la transformación de las
sociedades y de las probabilidades de vida de las mujeres y los varones.
17 No recojo aquí la mal llamada "metodología feminista" que se dirige
al
tratamiento per-
sonal con las entrevistadas
y
encuestadas en los trabajos de
campo
y
que enfatiza
la
"devolución" del conocimiento a las mujeres objeto de la investigación. Existen, por lo
danh. muchas formas de devolución del conocimiento
y
de
compromiso con las personas
que se abren
y
prestan
su
tiempo a laslos investigadon<s/es. a la
población
afeada y
en
general a la sociedad. Así
como
también muy diversas maneras
de
vincular la generación
de conocimientos con las necesidades del mismo de los gmpos sometidos.
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... Desde aquí, me propuse describir y elaborar explicaciones e interpretaciones culturales sobre las experiencias de las mujeres indígenas. Comencé a discutir los conflictos, las luchas y las formas de resistencia que las migrantes habían desarrollado al estar lejos del hogar familiar para lidiar con la dominación masculina (Bourdieu, 2006) y el patriarcado (De Barbieri, 1993;Lerner, 1990) que subyacen al sistema familiar mesoamericano (Mindek, 2003;Robichaux, 2002). ...
... Primero, las mujeres con las que trabajo pertenecen a dos grupos indígenas distintos y a distintas generaciones. En esta diversidad étnica, lingüística, etaria, histórica, y cultural distingo que, como mujeres, en palabras de Wittig (2006), pertenecen a una clase o grupo social, y comparten la experiencia universal de la subordinación, pero al mismo tiempo han luchado y se han resistido ante la opresión, la discriminación y la violencia por razones de género (De Barbieri, 1993). ...
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Los estudios de género y el pensamiento feminista han sido campos fértiles de trabajo intelectual y académico; durante las últimas décadas han generado herramientas teóricas para abordar problemáticas relacionadas con la igualdad de género en nuestras sociedades, pero también han generado cuestionamientos y replanteamientos el ámbito de la producción de conocimiento a nivel epistemológico y metodológico en las ciencias sociales. En este artículo damos cuenta de la forma en que la mirada de género ha transformado y definido el proceso de investigación y el quehacer metodológico en tres diferentes disciplinas–antropología, sociología y psicología social-, a través del itinerario de las autoras en el estudio de diferentes problemáticas sociales relacionadas con el género. A través de estos itinerarios mostramos la manera en que hemos incorporado miradas y herramientas de la perspectiva de género para la construcción nuestros marcos epistémicos y metodológicos en función de diferentes objetos de investigación: la perspectiva etnográfica en torno a la migración indígena femenina (Autora 2); un enfoque sociológico cualitativo que utiliza herramientas como la entrevista, la etnografía y la historia oral en torno al estudio de las familias y las emociones (Autora 3); y un enfoque de investigación psicosocial de tipo narrativo en torno a la construcción de identidades trans y la formación de masculinidades violentas (Autora 1). Posteriormente, ponemos en diálogo estos diferentes itinerarios identificando aspectos comunes y singularidades, así como desafíos inter y transdisciplinares para la investigación en género desde las ciencias sociales. El objetivo de este intercambio es contribuir a enriquecer los itinerarios con que es posible incorporar al género, no sólo como un campo temático, sino también como un enfoque metodológico en el estudio de problemáticas vigentes en nuestras sociedades.
... La investigación retoma argumentos de diversas autoras sobre la relevancia de utilizar un concepto relacional de inequidad de género ( De Barbieri, 1992;Rubin, 1996;Scott, 1996) que además incluya otras desigualdades económicas, socio-culturales, y de poder, entre hombres y mujeres con diferentes pertenencias de clase (altas, medias, populares) grupos étnicos (central en Bolivia) y que también tome en cuenta la posición en los sistemas de parentesco (hijos, abuelos, padres). Siguiendo a Parellá (2003) se tuvo como marco de referencia la subordinación en términos de género, clase social y etnicidad, lo que es más evidente en los trabajos de servicio doméstico, bastante frecuentados por las mujeres migrantes en España. ...
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Resumen: Introducción y Objetivo. El artículo retoma el debate sobre migración y cambios sociales desde una perspectiva de género, indagando si a raíz de la migración a España, las mujeres bolivianas que viven en la Región de Murcia modifican aspectos de género en su vida cotidiana. Metodología. A partir de una investigación cualitativa realizada a hombres y mujeres desde la unión de dos perspectivas: género y transnacionalismo, se profundiza en la auto-percepción de un colectivo poco conocido. Resultados. Los resultados conseguidos indican que las bolivianas pueden generar procesos de empoderamieno al tener prosperidad material, protección legal ante el maltrato, espacios físicos neutros de género, entre otras cosas. Conlusiones y discusión. En esta investigación se conlcuye que efectivamente hay cambios significativos en materia de género como consecuencia de haber migrado.
... Género: categoría analítica relacional que permite describir las características y roles socialmente construidos que se asocian con ser hombre o mujer en una determinada cultura o sociedad (Barbieri, 1993). Estereotipo de género: creencias y expectativas socialmente construidas y compartidas sobre las características, comportamientos y roles que se consideran apropiados para mujeres y hombres (Scott, 2008). ...
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El volumen que el lector tiene en sus manos aborda el fenómeno de la realidad virtual desde la perspectiva didáctica y, a la vez, hacia un horizonte en el que los actores tengan un factor positivo en la evolución de dicha disciplina. A su vez, se convierte en el estudio de una bisagra engarzadora entre batientes tan movilizadoras de la academia como son el turismo, siempre desde la venta del desarrollo sostenible. A su vez, subraya nociones importantes del trabajo de la mujer en la ciencia y la tecnología, sin dejar de lado las últimas experiencias en la proyección de ecosistemas comunitarios hacia otros escritos simbólicos. Una valiosa serie de instituciones apoyan estos estudios desde sus recursos y habilidades y aspiran al diálogo con ulteriores acometidas.
... La diferencia anatómica es el punto de partida de las representaciones sociales y condicionan la conducta en función de su sexo. De Barbieri (1993) distingue varios niveles en la diferencia sexual: el sexo cromosómico, el gonadial, el hormonal, al anatómico y el fisiológico […] los sistemas de géneros se han constituido a partir de la observación de las diferencias anatómicas y fisiológicas que no han necesitado de microscopios electrónicos para hacerse evidentes. (p. ...
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La realidad se encuentra en constante cambio por varios factores de índole política, económica, social, cultural y educativa, e incide en países multiculturales como México, que alber-ga 68 lenguas originarias, más sus variantes, y cuyos hablantes tienen sus propias maneras de pensar, ser y estar en el universo. Sin embargo, el marco legal es insuficiente para atender las demandas de las personas con discapacidad pertenecientes a estos grupos, en especial a las mujeres indígenas en dicha condición que tienen mayor vulnerabilidad y, por lo tanto, experimen-tan más desafíos. Por ello, en este artículo se entrelazan tres categorías intersecadas por nociones de género, cultura y sociedad en la voz de Constanza, quien hace visible su sentir, pen-sar y actuar. A través de su narrativa nos acerca a los sentidos y significados que construye una mujer ayuuk con discapacidad visual, que ha experimentado en su camino la discriminación por su condición física, social y cultural en una sociedad excluyente que solo valida lo uniforme.
... Para abordar y comprender la problemática planteada, se retoman lo lineamientos de la teoría feminista representada por autoras y autores como, por ejemplo, Acker (1992), Scott (1990), Lamas (1986), De Barbieri (1993), Fernández Poncela (1998. Desde este posicionamiento, la categoría género se construye mediante valores, creencias, símbolos, normas y relaciones de poder que definen el comportamiento de hombres y mujeres en base a sus diferencias sexuales, a la vez que adquieren significado en el plano social y cultural. ...
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Este libro es parte de los resultados de investigación de los últimos diez años que la autora ha realizado en el Instituto de Estudios Internacionales INTE en temas de migración, fronteras, género y movilidad. Desde ese lugar se abocó al estudio del norte de Chile, especialmente Tarapacá, buscando comprender las particularidades de este territorio marcado por la historia decimonónica, que cuenta con una alta interacción humana transfronteriza, y como el lugar de ingreso y tránsito de la migración latinoamericana y caribeña del siglo XXI. A partir de esta experiencia, el volumen aporta a un entendimiento más amplio de los espacios fronterizos, con una mirada histórica y actual, en la que las fronteras mantienen su función separadora pero al mismo tiempo se constituyen en un lugar de encuentro, circulación y cruce.
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El objetivo de este artículo es problematizar los liderazgos femeninos en la gestión del riesgo de desastres, como parte de las redes de trabajo con distintos niveles de interés y de incidencia. Mediante la etnografía, la perspectiva de género permite caracterizar estos liderazgos en el asentamiento de La Primavera (municipio de Barbosa-departamento de Antioquia, Colombia). Asimismo, la construcción social del riesgo permite discutir cuestiones sobre vulnerabilidad, resiliencia y participación de las mujeres en escenarios comunitarios traducibles en alianzas y/o conflictos, donde los liderazgos femeninos pasan por el empoderamiento, la resiliencia comunitaria y la estimulación de conflictos locales, para concluir que son liderazgos complejos que invitan a desidealizar los roles de las mujeres en estos contextos.
Chapter
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Atualmente, a diminuição gradual do interesse e da presença das mulheres nos estudos da família da educação física, da atividade física e do esporte, reflete um problema estrutural e cultural de uma perspectiva de gênero, na definição e caracterização dos estudos ligados às Ciências da Atividade Física e do Esporte, que se agrava ano após ano. A participação de estudantes do sexo feminino em todos esses cursos é menor do que a dos estudantes do sexo masculino em todos os casos, apresentando um desequilíbrio acentuado: em Ciências do Esporte, a porcentagem de mulheres é de 17%, no Bacharelado com 20,6%, e na Educação Esportiva com 32,2%, em média, e diminui à medida que o nível de educação aumenta, sendo de 15,7% na Educação Superior (Ministerio de Educación y Deporte, 2021).Portanto, embora um grande setor acadêmico e profissional acredite que a igualdade já tenha sido alcançada, devido ao que Valcárcel (2008) chama de "miragem da igualdade", os dados revelam uma dura realidade: em vez de avançar, ela regrediu. A igualdade teórica na educação ainda não levou à igualdade real, muito pelo contrário. Como resultado, o campo da educação no setor esportivo está sendo cada vez mais construído como um campo masculino. O problema é muito mais complexo do que incorporar as mulheres ao mundo do esporte, pois se trata de repensar a própria configuração do campo do conhecimento e feminizar a cultura esportiva, incorporando novos valores (Rietti; Maffía, 2005) que não se baseiem no sexismo e no androcentrismo das teorias científicas do século XIX, que procuravam demonstrar a inferioridade "natural" das mulheres, fundamentalmente em inteligência ou habilidades (García Dauder; Pérez Sedeño, 2017; Valls, 2008). O objetivo deste capítulo é apresentar uma proposta de inovação educacional no Ensino Superior que aborde a igualdade de oportunidades de homens e mulheres no campo da Educação Física e do Esporte, a partir de uma competência transversal e crítica, com base em uma disciplina do Mestrado em Ensino Fundamental, na Universidade de Valência.
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"In the following pages, I propose a review of the symbolic displacements of the concept of authorship as a function of the social subject —male or female— who writes in the context of 19th Century Mexico, marked by sexual binarism. As the feminine word gained ground in material supports, mainly journalistic, women built representations of the female writer that were soon questioned by the 19th Century literary culture, mesocratic and patriarchal. To this end, I will stick to a handful of key texts located in the press to expose this phenomenon, by analyzing the discursive marks that served to legitimize the differences between female and male creativity. In particular, I will examine the discursive devices that made it possible for a woman of this period to imagine and define herself as an author, revealing the incidence of gender in the process of articulating a national literary field, eminently shaped by androcentric laws.Keywords: female authority; writer; imagination; gender; literary field"
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