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Del pensamiento de monocultivo al pensamiento biodiverso: perspectivas teóricas de la educación ambiental para el desarrollo de sistemas alimentarios sustentables

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Abstract

El sistema alimentario se compone de un conjunto de relaciones e interacciones entre los diferentes actores participantes de las etapas de la cadena alimentaria, así como de los factores socioeconómicos, políticos y ambientales que intervienen en él. Actualmente, el sistema alimentario es escenario de crisis ambientales, derivadas de factores como la sobreexplotación de las tierras, el indiscriminado uso de agroquímicos, la concentración de mercados, la exclusión de pequeños productores, el desperdicio alimentario y el consumo insostenible. El consumo es uno de los últimos eslabones de la cadena alimentaria, en el cual, las personas a través de diversos factores deciden qué alimentos llevar a su mesa. Las decisiones de consumo tienen un potencial impacto en los sistemas de producción y en las políticas públicas alimentarias, por lo que un consumidor informado y sensibilizado podría aportar al desarrollo de los sistemas alimentarios sustentables. En este sentido, la Educación Ambiental influye no sólo en el saber del impacto que tiene el consumo de alimentos, si no también en la sensibilización y conciencia respecto al lugar que ocupa el ser humano en el planeta y la importancia de crear espacios y procesos que contribuyan al bienestar común, tanto de seres humanos como de los ecosistemas y seres vivos. Así pues, en el presente trabajo, reflexionamos sobre las perspectivas teóricas que desde la Educación Ambiental aportan al pensamiento biodiverso, para promover experiencias dialógicas y liberadoras que otorguen herramientas para la toma de decisiones reflexionadas y que puedan aportar a los sistemas alimentarios sustentables.
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Del pensamiento de monocultivo al pensamiento biodiverso: perspectivas
teóricas de la educación ambiental para el desarrollo de sistemas
alimentarios sustentables
Jéssica Geraldine Villatoro Hernández
Doctorante en desarrollo regional sustentable por El Colegio de Veracruz,
Xalapa
Monserrat Vidal Álvarez
Astrid Wojtarowski Leal
Profesoras-investigadoras de El Colegio de Veracruz, Xalapa
Palabras clave: consumo, alimentación, sistemas alimentarios sustentables
Resumen
El sistema alimentario se compone de un conjunto de relaciones e interacciones
entre los diferentes actores participantes de las etapas de la cadena alimentaria, así
como de los factores socioeconómicos, políticos y ambientales que intervienen en
él. Actualmente, el sistema alimentario es escenario de crisis ambientales,
derivadas de factores como la sobreexplotación de las tierras, el indiscriminado uso
de agroquímicos, la concentración de mercados, la exclusión de pequeños
productores, el desperdicio alimentario y el consumo insostenible. El consumo es
uno de los últimos eslabones de la cadena alimentaria, en el cual, las personas a
través de diversos factores deciden qué alimentos llevar a su mesa. Las decisiones
de consumo tienen un potencial impacto en los sistemas de producción y en las
políticas públicas alimentarias, por lo que un consumidor informado y sensibilizado
podría aportar al desarrollo de los sistemas alimentarios sustentables. En este
sentido, la Educación Ambiental influye no sólo en el saber del impacto que tiene el
consumo de alimentos, si no también en la sensibilización y conciencia respecto al
lugar que ocupa el ser humano en el planeta y la importancia de crear espacios y
procesos que contribuyan al bienestar común, tanto de seres humanos como de los
ecosistemas y seres vivos. Así pues, en el presente trabajo, reflexionamos sobre
las perspectivas teóricas que desde la Educación Ambiental aportan al pensamiento
biodiverso, para promover experiencias dialógicas y liberadoras que otorguen
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herramientas para la toma de decisiones reflexionadas y que puedan aportar a los
sistemas alimentarios sustentables.
El sistema alimentario como escenario de la crisis ambiental
El sistema alimentario se compone del conjunto de relaciones e interacciones entre
los actores participantes de cada una de las etapas de la cadena alimentaria, a
como de los factores socioeconómicos, políticos y ambientales que intervienen en
él.
Al respecto, diversas problemáticas se observan en sus diferentes etapas, por
ejemplo; en la etapa de producción, el objetivo de producir más alimentos en menos
espacio, ha llevado a la promoción de monocultivos y al uso indiscriminado de
fertilizantes y plaguicidas, Santivañez et al. (2017) mencionan que el 25% de las
tierras del planeta se encuentran degradadas y 40% de ellas están ubicadas en
zonas de alta marginación.
Además, de acuerdo a Bellarby et al. (2008) a nivel global la agricultura contribuye
de manera directa entre el 10 y 12% de las emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI), debido al uso de combustible fósil para las operaciones
agrícolas, la producción de agroquímicos y la conversión de tierras para cultivo.
Por otro lado, el sistema alimentario ha vivido las consecuencias del modelo
económico capitalista actual, es decir, se ha tornado hacia esquemas de
globalización, de liberación e intercambio comercial, la concentración del poder en
grandes empresas transnacionales genera la exclusión de pequeños productores
quienes no cuentan con la información, la tecnología y los procesos de producción
y distribución que exigen los grandes supermercados y empresas comercializadoras
de alimentos (Delgado, 2010).
Respecto a la etapa final de los alimentos, un tercio de los alimentos producidos
para consumo humano en el mundo, se pierden o desperdician. Esto equivale a
1,300 millones de toneladas de alimentos desaprovechados al año, lo cual significa
que cantidades enormes de los recursos destinados a la producción de alimentos y
emisiones de GEI causadas por su producción se pierden y se generan en vano
(Gustavsson, Cederberg, Sonesson, Van Otterdijk, & Meybeck, 2012).
Así pues, el sistema alimentario actual evoluciona en sintonía con el sistema
capitalista, trayendo consigo “beneficios” para el consumo, el incremento del capital
y el crecimiento empresarial constante, pero perjudicando profundamente el
ambiente y los grupos más vulnerables, como los pequeños agricultores, los cuales
aportan aproximadamente el 70% de los alimentos que consumimos a nivel mundial
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(Vía Campesina, 2019). Por lo tanto, se detecta la necesidad de realizar cambios
de fondo, para alcanzar un sistema agroalimentario sustentable.
El consumo responsable como factor clave para los sistemas alimentarios
sustentables
El consumo es uno de los eslabones finales de la cadena agroalimentaria, en este
caso los principales actores son los miembros de la sociedad, quienes, a partir de
diversos factores como el precio, la publicidad, los gustos y los efectos sobre la
salud, eligen qué productos llevar a su mesa.
Existe en el mercado, una sobre oferta de productos ultra procesados, los cuales
implican daños a la salud (INSP, 2020). Además, el envasado de los productos tiene
un fuerte impacto al medio ambiente, ya que son diseñados para ser desechados
una vez consumido el producto; se estima que los envases de comida y bebida son
los principales contaminantes de los océanos (González-Fernández et al., 2021).
Por ello, resulta urgente promover un consumo responsable, donde las personas a
través de decisiones informadas, se interesen en ofertas más respetuosas con el
ambiente, el comercio justo y la reutilización o eliminación de residuos (Sánchez
Castañeda, 2014).
La educación ambiental como herramienta para promover el consumo
sustentable
Al hablar de consumo responsable converge un concepto importante, la Educación,
específicamente la Educación Ambiental (EA), la cual influye no sólo en el saber-
conocer del impacto que tiene el consumo de alimentos, si no también en la
sensibilización y conciencia respecto al lugar que ocupa el ser humano en el planeta
y la importancia de crear espacios y procesos que contribuyan al bienestar común,
tanto de seres humanos como de los ecosistemas y seres vivos. En este sentido,
relacionaremos algunos conceptos e ideas de autores en torno a la educación
ambiental con el consumo alimentario.
El concepto de Educación Ambiental ha evolucionado con el paso de los años,
pasando de una perspectiva meramente enfocada en los recursos naturales a
posteriormente incorporar las dimensiones políticas, económicas, culturales y
tecnológicas.
Gaudiano y Ortega (2015) mencionan que:
La educación ambiental pretende transformar las relaciones entre el género
humano y la naturaleza a partir de la socialización de los asuntos ambientales
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y a través de ello, el ser humano genere una identidad propia mediante
valores clave, participación política permanente y constante y espacios
democráticos para el ejercicio ciudadano.
En este sentido, se espera que la educación ambiental fomente valores y estilos de
vida responsables con el ambiente, por lo tanto, esta debe dirigirse hacia la
adopción de modos de vida sustentables y más compatibles con el ambiente, donde
se ponga como prioridad el menor uso de recursos, en concordancia con las
capacidades planetarias. Para alcanzar esta aspiración, García (2005) menciona
que es imprescindible elevar el nivel de conocimiento e información, de
sensibilización y concientización por parte de los ciudadanos, científicos,
investigadores, gobiernos, la sociedad civil y todas las organizaciones nacionales e
internacionales.
Ahora bien, si relacionamos el consumo alimentario con la educación y el actual
sistema capitalista, encontramos rasgos de una educación bancaria, la cual define
Freire (1968) como aquella en la que no se considera la reflexión crítica o
constructiva, más bien se favorece la absolutización de la ignorancia, que constituye
lo que llamamos alienación de la ignorancia, es decir, la pérdida de la identidad,
¿cómo lo vemos reflejado en la realidad? Al observar la desvalorización de las
actividades tradicionales, los cultivos milenarios, la vida rural, la cual se ve opacada
por el auge de las grandes ciudades, la internacionalización y el consumo de
productos extranjeros, el “compro y luego existo”, por encima del consumo
responsable y local. Cuánto más se deposita la idea de que lo industrializado es
mejor, menos se desarrolla la conciencia crítica para identificar las repercusiones
que nuestro consumo tiene sobre el ambiente.
Por tanto, es importante tomar una postura liberadora, que respuesta a las
problemáticas socio económicas y ambientales que giran en torno al sistema
alimentario. En este sentido, la educación problematizadora, se presenta como una
oportunidad para la liberación del ser humano de aquellas tendencias dominantes
que arrasan con mentalidades y con ecosistemas, promueve la creatividad, estimula
la reflexión y las acciones sobre la realidad. Responde a la necesidad creadora de
los seres humanos, los cuales se identifican a sí mismos como proyectos, que se
saben inconclusos; como seres que conocen su historia y buscan la construcción
de un mejor futuro (Freire, 1968). Lo que se busca con la educación emancipadora
es acabar con el pensamiento de monocultivo, estandarizado y globalizado, más
bien, se espera promover la acción autónoma y responsable.
En su teoría de los "intereses constitutivos del conocimiento" Jürgen Habermas
(1971) citado en (Grundy, 1998), hace la diferencia entre interés e interés cognitivo;
el primero parte de la premisa de que la especie humana se orienta bsicamente
hacia el placer y lo que, sobretodo, proporciona placer es la creación de las
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condiciones que permiten que la especie se reproduzca; el interés cognitivo por su
parte, se fundamenta en la creación de las condiciones para la reproducción
humana a través de la racionalidad, lo que supone que las formas más elevadas y
puras de placer han de experimentarse en la razón, es decir, que se busca la
preservación de la vida organizada mediante el conocimiento. En este sentido, el
ser humano es capaz de generar conocimiento y analizar las problemáticas
ambientales que amenazan la preservación de la vida, esto se puede ver reflejado
en las decisiones conscientes respecto al consumo, al determinar que este es factor
clave e importante en aspectos sociales, económicos y ambientales.
Aunado a lo anterior, el interés puro por la razón se expresa en la forma de tres
intereses constitutivos del conocimiento: intereses técnicos, intereses prácticos e
intereses emancipadores. En este sentido, relacionamos el interés emancipador con
la educación ambiental y el consumo alimentario, debido a que este, puede dar lugar
a la acción autónoma, y responsable, basada en prudentes decisiones informadas
por cierto tipo de saber. Este interés genera teorías críticas, procesos de
autorreflexión, se ocupa de la capacitación de individuos y grupos a comprometerse
en una acción autónoma que surge de intuiciones auténticas, críticas, de la
construcción social de la sociedad humana, ejemplo de ello podrían ser los
movimientos en el mundo por la agroecología y el consumo responsable, ligados a
la protección de la biodiversidad, basados en evidencia científica pero enfocados a
intereses colectivos para la preservación de la vida en el planeta.
Al respecto, Gadotti (2017) menciona que es necesario fomentar a través de la
educación a ciudadanos planetarios con una visión global, como un organismo vivo
en constante evolución, donde predomine la cooperación y la solidaridad. Tal visión
representa un enorme reto, tomando en cuenta las profundas raíces que guarda el
sistema económico actual, sin embargo, es posible generar alternativas de
desarrollo sustentable, donde los miembros de las comunidades participen para el
logro de objetivos comunes y la solución de problemáticas específicas.
Ahora bien, una de las formas de promover procesos educativos que sean motores
de la reflexión crítica y la gestión de los recursos, es a través de la educación no
formal, la cual busca contextualizar los procesos educativos en ambientes vivos, es
decir, trasladar los conocimientos a las situaciones de la vida real, tomando en
cuenta los aspectos sociales, económicos, culturales y temporales de donde se esté
desarrollando el proceso. Novo (1996) menciona que la educación no formal
comenzó a despegar con el desarrollo de actividades y experiencias por parte de
grupos ecologistas e instituciones extra escolares de tipo local, los cuales son
agentes primordiales en su aplicación. La autora también menciona que los ejes
que vertebran la Educación Ambiental no formal son: la responsabilidad global, la
diferenciación entre crecimiento y desarrollo, la búsqueda de sociedades
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socialmente justas y ecológicamente equilibradas, la crítica al modelo de súper
producción y súper consumo para unos pocos y la escasez para la mayoría, así
como la valoración del protagonismo de las comunidades en la definición de su
propio modelo de desarrollo.
En este sentido, propuestas han surgido desde la sociedad civil, por ejemplo, la
Organización no Gubernamental (ONG) Slow Food, en su manifiesto pedagógico
menciona que “la educación es una responsabilidad individual y colectiva, común y
próxima que debe ser asumida y ejercida tanto en las escuelas, como en la política,
las asociaciones, las cooperativas, los centros culturales, las familias, entre otros
mbitos posibles”. Adems, menciona que “el alimento es el instrumento ideal para
experimentar y promover una educación articulada, compleja y creativa que valor
a la interdependencia, al medio ambiente y a los bienes comunes” (Slow Food, s. f.).
Bajo esta perspectiva, una de las estrategias de educación ambiental que se
propone, es la reconexión con los alimentos a través de la educación de los
sentidos, los cuales son componentes protagonistas en la toma de decisión respecto
al consumo y estilo de vida de cada persona. Así pues, las percepciones
representan un fenómeno subjetivo, pero el ambiente en el que vivimos representa
un lugar común que define afinidad y posibilidades de compartir.
En este sentido, existe un auge en torno al consumo de alimentos cada vez más
industrializados, los cuales fomentan un gusto repetitivo y monótono, siendo así
relegados productos naturales, locales y de temporada. Por lo tanto, la educación
del gusto va dirigida a la generación de experiencias que ayuden a reconocer e
interpretar los estímulos sensoriales y por lo tanto a repensar las decisiones de
consumo, favoreciendo a los alimentos del territorio en el que se desarrolla la
experiencia y ligándolos a su importancia social, cultural y ambiental.
Así pues, la tarea de la Educación Ambiental, es promover experiencias dialógicas
y liberadoras que hagan frente al sistema político, económico y social hegemónico.
El conocimiento y la sensibilización son herramientas emancipadoras, las cuales
otorgan al individuo la capacidad de tomar decisiones razonadas y reflexionadas,
que en conjunto pueden incidir en los sistemas productivos y en las políticas
alimentarias, por tanto, la Educación Ambiental juega un rol primordial para el logro
de la sustentabilidad.
Conclusiones
Se concluye que la producción, distribución y consumo de alimentos en el mundo
son al mismo tiempo víctimas y causantes de las situaciones socio ambientales que
se viven en la actualidad. Se requiere de la conversión de los sistemas
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agroalimentarios hacia enfoques sustentables, inclusivos, seguros, resilientes y
diversificados que aseguren la salud de los seres humanos, pero también del
planeta. Una de las etapas de incidencia en el sistema es el consumo, ya que influye
en los modos de producción, en las políticas públicas agroalimentarias y en el
ambiente. Por tanto, un consumo consciente, informado y sensibilizado, adquirido a
través de procesos educativos, traería consigo la generación de acciones e
iniciativas que promuevan el bienestar colectivo, tomando en cuenta que vivimos en
una gran comunidad llamada planeta tierra.
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quienes-alimentamos-a-la-poblacion-mundial/
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