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RESUMEN
Se presentan los resultados de las excavaciones (2006,
2017 y 2021) en un sector de la aldea del Hierro I del Cerro
de San Vicente (Salamanca). Se ha exhumado un agregado
informal de edicios y estructuras adjetivas de adobe cuyo
patrón espacial es afín al esquema transcultural patrilocal. El
artículo se centra en la casa 1 y sus cenizales. Tal vivien-
da fue excepcional por su larga e ininterrumpida biografía,
su mobiliario de barro –con dos poyos que pudieron acoger
hasta 20 personas y un hogar con forma de piel de toro ex-
tendida– y su abandono ritualizado –quemada c. 650-575 a.
C. y recrecida con adobes de sus paredes–. La excavación
reveló una alta concentración de molinos y vajilla na lo-
cal pintada, así como instrumental de labores especializadas
y altamente cualicadas –alfarería e hilado–. Sobresale un
lote de hallazgos inéditos en el interior de la península ibéri-
ca: exóticos abalorios y vajilla de fayenza del Mediterráneo
oriental, cerámica de engobe rojo fenicia y objetos litúrgicos
y coroplástica con paralelos tartésicos y mediterráneos. To-
dos estos hallazgos indican que la casa 1 acogió una asidua
actividad social –banquetes y transacciones con huéspedes–
TRABAJOS DE PREHISTORIA
79, N.º 2, julio-diciembre 2022, pp. 346-361, ISSN: 0082-5638
https://doi.org/10.3989/tp.2022.12303
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior
de la península ibérica: la casa 1 del Cerro de San Vicente
(Salamanca, España)*
An exceptional case of household archaeology from Early Iron Age Central Iberia: House 1
at Cerro de San Vicente (Salamanca, Spain)
Antonio Blanco Gonzáleza, Juan Jesús Padilla Fernándeza, Cristina Alario Garcíab,
Carlos Macarro Alcaldec, Eva Alarcón Garcíad, María Martín Seijoe, Linda Chaponf,
Eneko Iriarteg, Rocío Pazos Garcíaa, Jorge Sanjurjo Sánchezh, Alberto Dorado Alejosd,
Laura Toméi, Carolina Mallol Duquei, Natalia García Redondog, Ángel Carranchog y
Manuel Calvo Rathertg
* Trabajo realizado en el marco del proyecto “ARQPARENT - Arqueología del parentesco a través de la vivienda en la Submeseta Norte (1800-400
AC)” (PID2019-104349GA-I00) del Plan Estatal de I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación y con subvenciones de la Junta de Castilla y León
(B2017/006589 y SUBV-21086-SA) y del Ayuntamiento de Salamanca.
a Grupo de Investigación Reconocido Estudios de Prehistoria en la Península Ibérica (GIR PrehUSAL), Dpto. de Prehistoria, Historia Antigua y
Arqueología. Universidad de Salamanca. C/ Cervantes s/n. 37071 Salamanca. España. Correos e.: ABG ablancoglez@usal.es (autor de correspondencia)
https://orcid.org/0000-0003-4502-9651; JJPF juanjpad@usal.es https://orcid.org/0000-0001-5107-4390; RPG rocio_pazos_garcia@usal.es
https://orcid.org/0000-0002-8490-2954
b Arqueóloga. C/ Antonio Gala 10. 37193 Cabrerizos. Salamanca. España. Correo e.: cristinaalario@hotmail.com https://orcid.org/0000-0002-6343-6480
c Ayuntamiento de Salamanca. C/ Íscar Peyra 24-36. 37002 Salamanca. España. Correo e.: cmacarro@aytosalamanca.es
https://orcid.org/0000-0002-3535-0938
d Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada. Campus Universitario de Cartuja. 18071 Granada. España. Correos e.: EAG eva@ugr.es
https://orcid.org/0000-0003-2334-6496; ADA doradoalejos@ugr.es https://orcid.org/0000-0003-0351-7550
e Dpto. de Ciencias Históricas. Universidad de Cantabria. Avd. de los Castros s/n. 39005 Santander. España. Correo e.: maria.martin@unican.es
https://orcid.org/0000-0003-2924-7763
f Égypte Nilotique et Méditerranéenne (ENiM) unité mixte de recherche – Archéologie des Sociétés Méditerranéennes (UMR 5140 – ASM), Univer-
sité Paul-Valéry – Montpellier 3. Site St-Charles 2. Rue du Professeur Henri Serre. 34000 Montpellier. Francia. Correo e.: linda.chapon@univ-montp3.fr
https://orcid.org/0000-0001-7066-8899
g Dpto. de Historia. Universidad de Burgos. Pº Comendadores s/n. 09001 Burgos. España. Correos e.: EI eiriarte@ubu.es https://orcid.org/0000-
0001-8365-5616; NGR ngredondo@ubu.es https://orcid.org/0000-0002-2345-1715; AC acarrancho@ubu.es https://orcid.org/0000-0001-7119-6424;
MCR mcalvo@ubu.es https://orcid.org/0000-0001-9977-0192
h Instituto Universitario de Xeoloxía, Edicio de Servicios Centrales de Investigación (ESCI). Universidade da Coruña. Campus de Elviña. 15071 A
Coruña. España. Correo e.: jorge.sanjurjo.sanchez@udc.es https://orcid.org/000-0002-7559-8647
i Archaeological Micromorphology and Biomarkers Laboratory (AMBI Lab), Universidad de La Laguna. Avenida Astrofísico Francisco Sánchez 2.
38206 Tenerife. España. Correos e.: LT lhernant@ull.edu.es https://orcid.org/0000-0002-7429-0659; CMD cmallol@ull.edu.es
https://orcid.org/0000-0001-5143-4253
Recibido 7-III-2022; aceptado 24-VI-2022.
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior de la península ibérica: la casa 1 del Cerro... 347
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como cabaña de reuniones de un grupo corporativo extenso,
donde acabaron tan destacados objetos.
ABSTRACT
The excavations undertaken at the Early Iron Age vil‑
lage of Cerro de San Vicente (Salamanca) revealed an infor‑
mal aggregate of dwellings and ancillary buildings of adobe
which matches the cross‑cultural spatial pattern for patrilo‑
cal practices. The paper focuses on house 1 and its adjoin‑
ing middens. This dwelling was exceptional due to its long
and stable biography, its clay furniture –with two benches
for 20 people and a hearth in the shape of an oxhide– and
ritualized abandonment using an intense conagration dated
to 650‑575 BC and its lling with adobes. The excavations
revealed an unusual concentration of querns and ne local
hand‑made pottery. The excavations recovered implements
used for specialized and high‑quality crafts, such as pottery‑
making and weaving, as well as a set of nds unprecedented
in the interior of Iberia stands out: exotic faience beads and
tableware from the eastern Mediterranean, Phoenician red
slip ceramics, and liturgical terracotta items with Tartes‑
sian and Mediterranean parallels. All these ndings suggest
that house 1 was the gathering hall of an extended corporate
group where intense social activities –hosting banquets and
transactions with guests– took place and where such star‑
tling artefacts ended up.
Palabras clave: Arqueología del ámbito doméstico; paren-
tesco, patrilocalidad; comensalidad; Hierro I; importaciones
del Mediterráneo oriental; meseta central.
Key words: Household Archaeology; kinship; patrilocality;
commensality; Early Iron Age; Eastern Mediterranean im‑
ports; Iberian Meseta.
1. INTRODUCCIÓN
La arqueología del Hierro I meseteño está prota-
gonizada por comunidades campesinas ‘introvertidas’,
de pequeña escala y autosucientes (Fernández-Posse
1998; Ruiz Zapatero 2009, 2018; Delibes de Castro y
Romero Carnicero 2011; Arnáiz Alonso 2017). Pero,
al mismo tiempo, se habla de ‘centros de poder’ que
atrajeron importaciones e ‘inuencias’ y fueron obje-
to de aculturación desde el mediodía de la península
ibérica (Celis Sánchez 1993; Seco Villar y Treceño
Losada 1993; Romero Carnicero y Ramírez Ramírez
1996; Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís 2015; Arnáiz
Alonso y Fuente 2016). No se ha conseguido integrar
tales aspectos, aparentemente contradictorios, en un re-
lato social coherente.
Una fuente esencial de análisis social es el registro
fúnebre. Así, las necrópolis de cremación del Hierro I,
exclusivas del oriente meseteño, están facilitando nue-
vas interpretaciones (Liceras Garrido 2021). Pero en
el occidente de la meseta desconocemos el ritual fúne-
bre normativo. Por ello, la principal vía de avance para
proponer lecturas sociales es el ámbito doméstico. Los
intentos por identicar dentro de los poblados patrones
de distribución de actividades, pruebas de división del
trabajo y especialización artesanal o indicadores de ri-
queza o acceso diferencial a bienes y recursos topan
con notables obstáculos. Resulta muy difícil valorar
esas cuestiones a partir de sondeos estratigrácos (De-
libes de Castro et al. 1995; Álvarez-Sanchís y Ruiz-
Zapatero 2014). Además, la datación es poco rme y
su comprobación sigue abierta: depende de criterios
tipológicos relativos o del radiocarbono convencional
sobre muestras de vida larga, enmarcadas en un tramo
de la curva de calibración cuyo margen de incertidum-
bre es demasiado amplio. En suma, se dispone de do-
cumentación inadecuada para argumentar en términos
sociales o para pensar en generaciones.
En este artículo se condensan los resultados preli-
minares del trabajo de campo y los análisis de espe-
cialistas desarrollados en 2006, 2017 y 2021 en una
aldea del occidente meseteño con un programa de
investigación en curso: el Cerro de San Vicente (Sa-
lamanca) –en adelante CSV–. Las investigaciones en
este sitio permanecen en gran medida inéditas, salvo
pequeños avances (Blanco González et al. 2017; Ma-
carro y Alario 2021), y están contribuyendo a paliar las
dicultades señaladas. La relevancia del enclave radica
en su ubicación estratégica: en la región estannífera del
occidente peninsular, en un nudo de comunicaciones
entre el interior, el litoral atlántico –a través de la Bei-
ra– y el suroeste peninsular. Aquí nos centraremos en
una fase avanzada del Hierro I (siglos VII-VI a. C.) que
sobresale por la riqueza y variedad de su arquitectura
doméstica, excavada en extensión, cuya preservación
es óptima y se ha conseguido datar con una precisión
sin parangón para este intervalo. Todo ello permite
esbozar lecturas sociopolíticas tentativas. Además de
presentar los hallazgos más relevantes, este artículo
pretende encuadrarlos en un marco histórico en el que
resulten comprensibles. Para ello, nuestro enfoque
social se basa en el análisis del registro doméstico in-
formado por la ciencia arqueológica y por la literatura
actual sobre el parentesco.
2. MARCO TEÓRICO: ARQUEOLOGÍA
DOMÉSTICA Y PARENTESCO
La arqueología del ámbito residencial suele restrin-
girse a la descripción formal de viviendas y otras cons-
trucciones adjetivas. El Hierro I del valle del Duero no
ha sido una excepción a esta tendencia (e. g. Ramírez
Ramírez 1999). En la península ibérica, la adopción de
348
A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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los principios de la household archaeology procesual
mesoamericana está permitiendo prestar mayor aten-
ción al contenido de las viviendas y su articulación es-
pacial para su caracterización funcional y social (Gor-
gues 2008; Ruiz Zapatero 2009, 2018; Bermejo Tirado
2014).
Este trabajo pretende trascender la mera morfología
de las viviendas y suscitar lecturas sociológicas de la
rica materialidad doméstica del Hierro I regional. Entre
aquellas comunidades agrarias predominó la isonomía
y una homogeneidad material generalizada, no se re-
conocen funciones centralizadas y no hay indicios de
división social (Fernández-Posse 1998; Ruiz Zapate-
ro 2009; Delibes de Castro y Romero Carnicero 2011;
Arnáiz Alonso 2017). Pero ello no excluye que pue-
dan identicarse diferencias socioeconómicas. En tales
coordenadas sociológicas, el parentesco ha sido –salvo
raras excepciones– el principal eje de ordenación so-
cial de la producción, el consumo, la convivencia y el
acceso y transferencia de ocios y patrimonio. Por eso
es muy pertinente el estudio del ámbito doméstico des-
de el parentesco, tal como se entiende hoy día: como
principio cultural vertebrador de prácticas sociales, no
reducible a la liación biológica, que abarca aspectos
ideológicos y materiales (Godelier 2012; Sahlins 2013;
Ensor 2013, 2021; Souvatzi 2017).
En concreto, tantearemos aquí la oportunidad de
correlacionar la arquitectura doméstica con varios as-
pectos clave del hogar: el tamaño del grupo residente
y las costumbres de residencia posmarital y descen-
dencia. Para ello, nos basaremos en generalizaciones
interculturales estadísticamente signicativas entre la
arquitectura y diversas formas de organización docu-
mentadas etnográcamente (Chang 1958; Ensor 2013:
141-158). Con ello no se pretende reconstruir nada,
sino ensayar hipótesis sociológicamente informadas,
fundamentadas en el registro antropológico y arqueo-
lógico, que permitan orientar las observaciones y la
inferencia arqueológica.
Emplearemos el tamaño del espacio residencial de
la vivienda como un indicador válido, repetidamente
testado, del grupo que lo habitó: las casas inferiores a
40 m2 se asocian estadísticamente a unidades residen-
tes conyugales y no matrilocales (Chang 1958; Ensor
2021: 116-122). En la literatura consultada (Chang
1958; Ensor 2013, 2021; Souvatzi 2017) el concepto
de unidad conyugal se reere al menos a la madre con
su descendencia biológica o adoptiva y no conlleva
premisas etnocéntricas, patriarcales ni heteronormati-
vas moderno-occidentales.
La organización espacial del caserío también se
correlaciona estadísticamente con ciertas pautas de
residencia y descendencia y permite plantear hipóte-
sis al respecto. La agregación de casas pequeñas (<40
m2) ocupadas por unidades domésticas conyugales en
torno a un espacio central al que abren sus puertas se
asocia repetidamente con la patrilocalidad –los hijos
varones y sus familias conviven con el padre– o con la
virilocalidad –los hermanos/primos y sus familias resi-
den juntos– (Ensor 2021: 123-126). Respecto al diag-
nóstico de la descendencia a partir de la arquitectura
doméstica, un caserío con un esquema espacial formal
preestablecido suele corresponder a comunidades que
practican el parentesco unilineal –propio de linajes y
clanes–. En cambio, los grupos bilaterales o cognati-
cios se correlacionan estadísticamente con la neoloca-
lidad –la residencia posmarital lejos de los parientes
paternos y uterinos– y con caseríos dispuestos infor-
malmente, sin un diseño unitario previo (Ensor 2013,
2021; Souvatzi 2017). En este artículo mostraremos el
potencial de tales patrones interculturales para mirar
con nuevos ojos los vecindarios arqueológicos.
3. PRESENTACIÓN DEL SITIO
El Cerro de San Vicente es una aldea amurallada de
unas 1,3 ha de extensión en uno de los tesos de arenisca
de la capital salmantina, de 805 m s. n. m., bañado por
el río Tormes, sobre el que se yergue 30 m, y frente al
castro del Hierro II y la ciudad romana de Salmantica
(Fig. 1A). Se ha excavado el lugar desde 1990 hasta
2021 (Fig. 1B). La potencia sedimentaria del pro-
montorio es variable (2-3 m); hay indicios sueltos de
ocupación prehistórica desde el Bronce Final, pero los
restos arquitectónicos abarcan todo el Hierro I, hasta
su abandono a inicios del Hierro II. En 2006 se excava-
ron en área abierta 600 m2 en la zona más alta del teso
junto a su escarpe norte, de los que 400 m2 han que-
dado techados y acondicionados para su visita pública
(Fig. 1C). Este artículo se centra en esa cata, que ha
afectado al techo de su secuencia estratigráca.
La anatomía de la aldea, de arquitectura de barro
crudo, se caracteriza por la agregación errática de vi-
viendas, mayoritariamente de planta circular, de peque-
ño tamaño (<30 m2) y con alzados de adobes de varias
tonalidades (Fig. 2), que convivieron con algunas casas
de diseño rectangular desde los niveles fundacionales.
Se ha excavado una veintena de viviendas repartidas
por el promontorio. Estas se identican por la presen-
cia de un grueso hogar central y un poyo o banco corri-
do frente a su entrada; sus suelos son de barro apelma-
zado, aparecen siempre vacías de enseres y a menudo
quemadas. En los espacios abiertos entre las casas se
realizaron actividades al aire libre y se dispusieron
pequeños anexos (<7 m2) –graneros o almacenes– de
planta circular o rectangular, también de barro o adobe
(Fig. 2A). En esos ámbitos exteriores se acumularon
muladares con cenizas, muy ricos en utensilios domés-
ticos –cerámicos, líticos y metálicos, descartados antes
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior de la península ibérica: la casa 1 del Cerro... 349
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que reciclados–, residuos y desperdicios culinarios –
abundantes restos óseos de fauna–. En general, la es-
traticación en los diversos puntos intervenidos suele
alternar los lentejones cenicientos –fruto del vertido
reiterado de detritos tras la limpieza del hogar– con la
edilicia de barro, a menudo con refacciones y super-
posiciones aprovechando los cimientos previos (Blan-
co González et al. 2017; Macarro y Alario 2021). En
suma, el vecindario, muy denso, se caracteriza por la
redundancia vertical de edicios y el abigarramiento
constructivo horizontal.
La excavación de 2006 rebajó los niveles proto-
históricos unos 10-20 cm en toda la cata hasta perlar
las estructuras visibles, cuyos muros se delimitaron. El
caserío esbozado (Fig. 2A) pertenece al nal de la se-
cuencia prehistórica (fase III) y consiste en tres vivien-
das circulares completas con vestíbulo (casas 1, 2 y 4),
otras dos exhumadas parcialmente (casas 5 y 6) más
una construcción rectangular (edicio 3) y, en sus in-
tersticios, 13 estructuras subsidiarias (Macarro y Ala-
rio 2021). Solo se profundizó y seccionó puntualmen-
te, mediante catas, en las casas 1, 2, en el edicio 3 y en
algunas construcciones anexas para resolver relaciones
estratigrácas o conocer sus pavimentos. El edicio 3,
cuyo zócalo de adobes delinea una planta de 5 x 3 m y
10 m2 de espacio útil interno, aún no ha sido excava-
do –tan solo se ha delineado– pero hasta donde se ha
rebajado carece de hogar o poyo, lo que hace dudar de
su función doméstica. Un sondeo en la casa 1 permitió
detectar, bajo cuatro-cinco capas de adobes, el suelo y
el zócalo de la pared quemados y perfectamente pre-
servados. El interior de las viviendas circulares aparece
colmatado con adobes en hiladas concéntricas a soga,
más amasijos amorfos de barro y piedras para crear
supercies horizontales. El sector exhumado muestra
un conjunto de viviendas de uso coetáneo, datado por
cronotipología en los siglos VII-VI a.C. Cuatro esti-
maciones de radiocarbono sobre carbón vegetal no
consiguieron precisar más su fecha (Macarro y Alario
2021), al estar afectadas por la ‘meseta de Hallstatt’ (c.
800-400 cal AC) de la curva de calibración.
La óptima conservación de la casa 1 invitaba a
completar su excavación, así como a incidir en los ce-
nizales adyacentes, muy ricos en artefactos y ecofactos
relacionados con su trayectoria de uso. Estas tareas se
retomaron en 2017 y 2021 planteando un enfoque de
microarqueología para obtener un registro de alta reso-
lución. Se siguió una recogida exhaustiva de material
arqueológico –cerámica, metal, huesos– y se efectuó
un muestreo interdisciplinar de material constructivo y
sedimentos –incluyendo el cribado integral de toda la
tierra en seco y la otación selectiva– para caracterizar
y datar con mayor precisión este contexto doméstico.
Todas las muestras y el material selecto se topograa-
ron con una estación total y se hizo el levantamiento
Fig. 1. A. Localización del Cerro de San Vicente (Salamanca) en la
península ibérica; B. orografía del altozano con los sectores excava-
dos y la cata aquí estudiada, fuente: Mapa Topográco de Castilla y
León sobre ortofotografía del PNOA 2010; C. sector excavado entre
2006-2021, fotogrametría a partir de vuelo de dron (autor Alberto
Martín Esquivel). En color en la edición electrónica.
350
A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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fotogramétrico de las unidades estratigrácas (en ade-
lante UE) y estructuras. En las siguientes secciones re-
sumimos las principales observaciones preliminares de
las distintas líneas de evidencia investigadas –geoar-
queología, biomarcadores, antracología, arqueozoo-
logía, etc.–. Nos centraremos en la casa 1, ya que las
campañas recientes se han focalizado en su excavación
y documentación integral, frente al resto de estructuras
de la misma cata.
4. RESULTADOS DE LAS CAMPAÑAS DE 2017
Y 2021
4.1. Excavación de la casa 1
Presentaremos una lectura estratigráca sumaria
y en sentido inverso a su excavación, para facilitar la
comprensión del proceso de colmatado. La casa 1, de
planta circular irregular de entre 5,75 y 6 m de diáme-
tro interno –c. 28 m2– no es de las mayores conocidas.
Cabe en el rango promedio de tamaños de viviendas en
la aldea: entre 1,8 y 7,4 m de diámetro (Fig. 3). El edi-
cio abre su puerta al este, y se dene por un muro de
carga perimetral de adobes a soga (UE 102) que preser-
va cuatro hiladas. Hacia el sureste dispone de un ves-
tíbulo trapezoidal (UE 132) de adobes delimitado por
grandes bloques de arenisca. El pavimento interior es
de arcilla batida (UE 141). Buza hacia el norte y se re-
novó periódicamente, según permitió apreciar una pe-
queña cata que lo secciona (Fig. 3). El examen micro-
morfológico de la lámina delgada obtenida de ese corte
distinguió una alternancia entre dos tipos de facies: (a)
15 niveles de remozado (suelos pasivos) de arena na
y limo de grosor milimétrico. Estos suelos preparados,
compactados por pisoteo, están cubiertos por (b) 15 ca-
pas de sedimento con microrresiduos (posibles suelos
activos), incluyendo nísimas capas de microcarbones
y cenizas (García-Redondo et al. 2021: 13-14, g. 6).
Semejante microestratigrafía, así como sus característi-
cas composicionales y granulometría indican que cada
par de suelos –activo y pasivo– se preservaron por ha-
berse cubierto con una estera o alfombra tupida. Tales
elementos orgánicos habrían protegido las supercies
interiores de su erosión por pisoteo, además de haber
contribuido a la génesis de suelos activos, al permitir la
acumulación de polvo y residuos domésticos por per-
colación. Además, la microlaminación submilimétrica
apreciada en los suelos activos sugiere su barrido pe-
riódico, cada vez que se retiraran las esteras (Matthews
Fig. 2. Cerro de San Vicente (Salamanca). A. Planta de los 600 m2 excavados en 2006. Se muestran con distinta trama los elementos documen-
tados (estructuras y rellenos de adobes de varios colores, pavimentos interiores y exteriores/cenizales); B. hipótesis sobre el vecindario de patio
central de la casa 1, ampliando el sector excavado (recuadro tramado y en color) hacia el noreste. Se dibujan en línea continua las estructuras
detectadas arqueológicamente y en línea discontinua las hipotéticas. En color en la edición electrónica.
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior de la península ibérica: la casa 1 del Cerro... 351
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1995). Los resultados preliminares de biomarcadores1
señalan que todos estos suelos estuvieron impregnados
de grasa vegetal compatible con el aceite de oliva, si
bien falta la conrmación isotópica de este extremo.
Las viviendas excavadas tienen un solo banco co-
rrido salvo la casa 1 que contó con dos (Fig. 3): uno,
un posible vasar (UE 139) frente a la entrada –como es
habitual– y otro (UE 138) pegado a la pared occiden-
tal. En su centro dispuso de un gran hogar trapezoidal
(UE 141b) cuya forma no responde al habitual bloque
sobreelevado rectangular. Su eje mayor se orienta ha-
cia la entrada del edicio. El zócalo del muro, el hogar
y los poyos fueron enlucidos con sucesivas capas de
barro líquido, y en el zócalo del paramento interno se
aplicó pintura negra y roja. Este enlucido de barro apa-
recía intensamente quemado, incluso cocido, y una na
capa de ceniza (UE 140b) con abundantes restos de
1 L. Tomé. Aproximación geoarqueológica a un poblado de la Edad
del Hierro inicial: una visión a escala molecular del Cerro de San Vicen‑
te (Salamanca, España). Trabajo de Fin de Máster inédito. Universidad
Nacional de Educación a Distancia. Madrid, 2020.
carbón vegetal cubría el suelo, hogar y bancos. Su aná-
lisis antracológico preliminar ha documentado varios
taxones leñosos. En la muestra recogida a mano solo
se ha identicado el pino negral/piñonero (Pinus tp.
pinea/pinaster). Es una muestra muy homogénea con
indicadores de biodegradación de la madera: galerías
de insectos xilófagos e hifas de hongos. Ambos datos
apuntan a que estas maderas de pino fueron elementos
estructurales de la construcción –como un listón halla-
do in situ en el umbral de la entrada–. Esto es habitual
en los contextos de la Edad del Hierro afectados por
incendios y/o relacionados con madera trabajada (Mar-
tín-Seijo 2020). En la muestra recuperada por otación
del nivel de incendio UE 140b se han identicado tres
taxones leñosos, lo que evidencia el sesgo en este tipo
de contextos si solo se recogen los carbones de ma-
yores dimensiones. Además del pino negral/piñonero
predominante hay ramas de encina/carrasco/alcorno-
que (Quercus sp. perennifolio) y jara (Cistus sp.). Su
pequeño calibre apuntaría a un uso como elementos
constructivos más ligeros de esta casa (González et
Fig. 3. Planta fotogramétrica del sector intervenido en el Cerro de San Vicente (Salamanca) en 2017 y 2021, con indicación de las unidades
estratigrácas mencionadas en el texto. En color en la edición electrónica.
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A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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al. 2012), como en La Mata (Badajoz)2. Tal vez las ja-
ras fueran usadas como leña para acelerar el incendio,
como se ha planteado en Cancho Roano (Badajoz) (Ce-
lestino Pérez et al. 2003: 339).
El nivel de incendio UE 140b también rindió cuan-
tiosas (>700) y minúsculas esferulitas vitricadas cua-
sipuzolánicas, livianas y porosas3. Se trata de escorias
de ceniza (ash slag), un subproducto pirogénico acci-
dental de la fusión de la sílice del barro (Montero Ruiz
y Ruiz Taboada 1996: 70-71, lám. IV). Igualmente se
fundieron algunos elementos de bronce ternario (go-
terones) encontrados junto a la entrada. El vasar UE
139 presenta en su plataforma horizontal seis huellas
circulares de coloración interna más clara –no tan coci-
das–, aproximadamente equidistantes entre sí (Fig. 4),
que parecen corresponder a los fondos de objetos allí
depositados durante el incendio.
El interior de la casa 1 apareció colmatado con ado-
bes, piedras y barro para crear un relleno horizontal a la
altura de los poyos (Fig. 4). La diferencia de cota entre
el sur y el norte del solado se salvó añadiendo distin-
to número de capas. Sobre el estrato de cenizas (UE
140b) se colocaron adobes de caras rubefactadas y con
cenizas concrecionadas (UE 140 y 150), dispuestos a
soga junto a las paredes y sin orden jo hacia el inte-
rior. Entre ellos se vertieron echadizos o broza de ba-
rro. Para solventar el desnivel se dispusieron tres capas
o alcatifas de barro y adobes recortados, colocados de
manera concéntrica en la parte norte, la más rehundida
(UE 137a, 137b y 137c) frente a solo dos capas al sur.
Una vez nivelado el interior de la estancia, se siguieron
añadiendo adobes, barro, cenizas y lajas de pizarra (UE
136). Se coronó el conjunto, hasta donde se ha preser-
vado, con una última capa de adobes (UE 101), proba-
blemente seccionada por afecciones contemporáneas.
La interpretación de este paquete de material cons-
tructivo ofrece aspectos oscuros. ¿Estamos ante suce-
sivos recrecidos del suelo a lo largo de varias fases de
uso o ante un único episodio de colmatado rápido? El
esmero con que se colocaron los adobes –a menudo
calzados con pizarras y cerámicas, a modo de cuñas–
invita a pensar que se pretendió cimentar a nivel, para
edicar encima. La propia refacción del porche sugiere
que se quiso hacer accesible la estancia hasta el nal,
aunque no se usara necesariamente igual. En los hipo-
téticos suelos intermedios hay machones cenicientos,
pero ni se han reconocido claras supercies de uso, ni
2 D. M. Duque Espino. La gestión del paisaje vegetal en la Prehis‑
toria Reciente y Protohistoria en la Cuenca Media del Guadiana a partir
de la Antracología. Tesis Doctoral inédita. Universidad de Extremadura.
Cáceres, 2004. p. 676.
3 Estas apreciaciones se han beneciado del examen experto de D.
Damián Ramos Pereira (jefe del Servicio de Extinción de Incendios del
Ayto. de Salamanca) y D. Ignacio Montero Ruiz (IH-CSIC).
retazos de mobiliario de barro (¿emplearon implemen-
tos portátiles de madera?) y hay trozos cerámicos de
las mismas vasijas en distintos niveles (p. ej. en las UE
137 y 140). Las fechas de tales estratos no han resuelto
esta cuestión, pero han permitido aquilatar la de cierre
del suelo quemado.
4.2. Datación de la casa 1
En la intervención de 2006 se obtuvo una fecha
de radiocarbono convencional sobre carbón vegetal
(CSIC-2072, 2583 ± 30 BP) del nivel de incendio (UE
140b) cuyo rango radiocalibrado es 820-590 cal AC a
2σ (Blanco González et al. 2017: tab. 1). Para tratar de
anar la fecha del nal de la casa 1, se recurrió a técni-
cas experimentales alternativas: la luminiscencia ópti-
camente estimulada (OSL, por sus siglas en inglés) y el
arqueomagnetismo. En 2017 se tomaron nueve mues-
tras para OSL de adobes quemados y no quemados
del relleno, el vestíbulo y el suelo (UE 141). Cuatro
fueron procesadas para obtener cuarzo puro (Tab. 1).
M1 es un adobe del atrio sin relación con su incendio
nal. M2 procede del relleno intermedio (137b), cuya
fecha de último calentamiento (530 a. C. - 304 d. C.) es
por tanto posterior a ese incendio. Las muestras M3 y
M4, tomadas de la primera capa de adobes (UE 140)
colocados sobre los rescoldos del incendio interior se
relacionan con tal alteración térmica: M3 no es conclu-
siva (1049-431 a. C.), pero M4 sería la más próxima
al incendio nal (694-178 a. C.). Consideramos que se
trata de un muestreo de eventos de la biografía de esta
vivienda ocupada durante varias generaciones, cuyo
lapso temporal necesariamente es inferior al error de
Fig. 4. Cerro de San Vicente (Salamanca). Detalle del interior de la
casa 1 desde el noroeste: relleno de adobes y lajas de pizarras y vasar
UE 139 ennegrecido por el fuego (en primer término), con improntas
circulares menos cocidas. UE: Unidad estratigráca. En color en la
edición electrónica.
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior de la península ibérica: la casa 1 del Cerro... 353
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las dataciones obtenidas por OSL. Cabe así establecer
una edad media de la media ponderada de las edades
obtenidas por OSL en 2530 ± 172 BP, es decir en el
rango 648-341 a. C.
En 2017 y 2018 se tomó una batería de muestras
orientadas magnéticamente para analizar la direcciona-
lidad magnética, incluyendo 4 bloques del hogar (UE
141b), 2 bloques de la cata que seccionó el suelo UE
141 y 8 muestras de distintos puntos del sector occi-
dental de ese mismo suelo (UE 141). También se toma-
ron 27 muestras de material no orientado para análisis
de arqueointensidad: 14 escorias de ceniza del nivel de
incendio (UE 140b) y 13 porciones del fogón UE 141b.
La datación del último calentamiento del hogar puede
establecerse en 650-575 a. C. a 2σ y es una de las fe-
chas más precisas para mediados del I milenio a. C. en
Europa occidental (García-Redondo et al. 2021). Esta
datación coincide con la de OSL y precisa notablemen-
te su fecha, por lo que puede tomarse como el intervalo
de edad que mejor estima la ocupación de la casa 1.
4.3. Excavación de los cenizales del espacio
exterior
Como las construcciones apenas contienen objetos,
interesaba profundizar en los espacios exteriores entre
la casa 1 y el edicio 3, una zona de tránsito ocupada
por muladares (Fig. 3). Entre el muro oeste de la casa
1 y varias estructuras auxiliares de barro (UE 120, 124,
127, y 340) se excavó en 2017 el muladar oeste: un
paquete de ceniza muy rico en vajilla, macrorrestos ve-
getales –carbón vegetal y dos cariópsides de trigo– y
huesos de fauna consumida. Presenta un lentejón grisá-
ceo supercial (UE 107), relacionable con el incendio
de la casa 1; un nivel ceniciento-limoso (UE 143) muy
fecundo –757 piezas inventariadas– y bajo él una masa
arcillosa (UE 146). Se profundizó en estos cenizales
hasta el zócalo externo de la casa 1, de adobes a tizón
(UE 147).
Al sur de la casa 1, frente a su vestíbulo, la exca-
vación de 2021 afectó a 22 m2 de esta zona de tránsi-
to con cenizales y un hogar exterior, en lo que pudo
ser un ámbito semitechado (Fig. 3). Este muladar sur
contenía numerosos lentejones cenicientos (UE 327 y
329) intercalados con vetas arcillosas (UE 328 y 346).
Hasta que no se excave el edicio 3 es aventurado re-
lacionar tales vertidos de ceniza con alguna estructura
concreta. En este sector se identicó una estructura de
combustión exterior de planta ovoide con reborde de
adobes a soga (UE 343-344), conservada en parte y que
recuerda a un hogar de Los Cuestos de la Estación (Za-
mora) (Celis 1993: 99-101, láms. II y III). También se
reconocieron unidades negativas con rellenos sueltos,
como un hoyo de poste (UE 348), o una cubeta de boca
circular delimitada por adobes (UE 349). Por último,
se excavó un pequeño hoyo irregular delimitado con
piedras (UE 347), en cuyo interior se depositó un asta
de ciervo pulida y dentada en su parte distal y la epí-
sis de un húmero de cérvido. La próxima campaña
de excavación avanzará en la caracterización de estos
espacios exteriores.
4.4. Hallazgos reseñables
La frecuente limpieza y el vaciado de las estructu-
ras por los vecinos de esta aldea antes de su abandono
nos han privado de hallar repertorios domésticos en su
contexto utilitario. Lo más parecido a artefactos deja-
dos donde fueron usados, anes a desechos de facto
(Schiffer 1987), serían, en la mitad oriental de la casa
1, un cuchillo afalcatado de hierro y 17 fragmentos de
muelas de molinos barquiformes de arenisca y granito,
depositados –la mayoría bocabajo– sobre el nivel de in-
cendio UE 140b (Fig. 5A). Del relleno de la casa 1 y de
sus cenizales proceden más de 20 piezas similares, que
Mues-
tra Tipo UE Prof
(cm)
40K
(Bq/kg)
238U
(Bq/kg)
232Th
(Bq/kg) TRE DAE Edad
(a)
Error Edad
AC Error
Rango
M1 adobe no
quemado 132 72 616±29 31,1±6,6 56,1±3,7 3,33±0,45 6,9-10,6 2931 611 914 611 1524-303 AC
M2 adobe no
quemado 137b 96 731±33 48,7±10,2 71,7±4,2 4,19±0,58 8,7-13,4 2130 417 113 417 530 AC-304
DC
M3
adobe
muy que-
mado
140 108 222±11 21,2±4,4 43,8±2,2 1,90±0,24 4,0-6,0 2757 309 740 309 1049-431 AC
M4 adobe no
quemado 140 109 733±34 57,9±15,9 73,6±3,9 4,39±0,61 9,1-14,0 2453 258 436 258 694-178 AC
Tab. 1. Casa 1 del Cerro de San Vicente (Salamanca, España). Resultados de la luminiscencia ópticamente estimulada (OSL, por sus siglas en
inglés): TRE: tasa de radiación estimada (mGy/año); DAE: dosis acumulada esperada (Gy).
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A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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suman al menos 15 molinos, una cantidad inusualmen-
te alta frente a otras viviendas. Sobre el vasar UE 139
se recuperaron fragmentos remontables –con escamas,
desconchados y concreciones típicas de incendio– al
menos de dos cuencos cerámicos muy nos (Fig. 5B).
Las dos únicas vasijas completas halladas dentro de la
casa 1 se asocian al vasar UE 139 (Fig. 5D-F): una ta-
cita con asa y borde impreso ocultada tras el recodo de
barro, bajo una laja de pizarra (Fig. 5D) y otra parecida
recuperada sobre la plataforma de su extremo oriental
(Fig. 5E). Su pobre y tosca factura, cocción incompleta
y la presencia de hollín en el extremo opuesto al asa
indican su uso como candiles, costumbre desconocida
en tales fechas en el interior peninsular.
Algunos fondos planos de vajilla común fueron
usados como cuñas para calzar adobes. Entre el mate-
rial exótico, destaca un fragmento de fondo de cuenco-
plato de fayenza azul con temas vegetales pintados en
manganeso por ambas caras, insertado en vertical en-
tre dos adobes de la capa superior (UE 101) (Fig. 6A).
Otras piezas cerámicas parecen haber sido colocadas
entre los adobes: es el caso de porciones con pintura
poscocción de temas geométricos blancos sobre fondo
rojo (Fig. 5C). Esto también ocurrió en La Mota (Valla-
dolid) (Seco Villar y Treceño Losada 1993: 139-144) o
en el Cerro Borreguero (Badajoz) (Rodríguez Gonzá-
lez y Celestino Pérez 2019: 124).
Destaca el hallazgo, entre los adobes de relleno de
la casa 1, de una cuenta discoidal de fayenza azul co-
balto en parte quemada (UE 137b) (Fig. 6E) y un frag-
mento de base anular de jarro (oinochoe) de engobe
rojo fenicio (UE 137) (Fig. 6B).
En el exterior de la casa 1 se han recuperado uten-
silios para elaborar artesanías especializadas: alfarería
na y actividad textil de calidad de gran importancia
para la interpretación del sector (Blanco González et
al. e. p.). El cenizal oeste ha rendido objetos muy elo-
cuentes. Del techo (UE 107) procede una minúscula
cuenta de fayenza blanca que ha perdido el vedrío ex-
terno (Fig. 6F). De la capa cenicienta intermedia (UE
143), la más rica en hallazgos, proceden varios gal-
bos de cerámica común lisa y con pintura poscocción
recortados como chas (Figs. 6I y 6J), una fusayola
hemisférica de hueso, así como dos fragmentos de la
misma cuenta de collar discoide de fayenza verde tur-
quesa, con rotura antigua (Fig. 6D) y una cuenta de
collar cilíndrica de fayenza completa (Fig. 6C). En la
base del cenizal (UE 146) se encontró un amuleto de
fayenza azul cobalto representando un busto con pei-
nado hathórico (Fig. 6G).
Fig. 5. Cerro de San Vicente (Salamanca). Casa 1, objetos abandonados: A. molinos de vaivén sobre el nivel de incendio al norte del hogar UE
141b; B. restos de cuencos incisos sobre el vasar UE 139, estallados por el incendio; C. trozos de vasija pintada poscocción; candiles-tacitas
(escalas en cm); D. entre ambos bancos; E. sobre el vasar UE 139; F. Vista cenital y lugares de hallazgo de las lámparas, en la parte más oscura
de la estancia (véase Fig. 3). En color en la edición electrónica.
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Fig. 6. Cerro de San Vicente (Salamanca), Casa 1. Material mediterráneo importado (A-H): fondo de cuenco de fayenza (A), jarro de engobe rojo
fenicio (B); piezas de fayenza (C-H): cuenta de ensartar cilíndrica (C); cuentas discoides (D, E); cuenta con azul perdido (F); amuleto represen-
tando a Hathor (G); fragmento de gurita no identicada (H). Fichas recortadas sobre galbos de cerámica con pintura poscocción roja y amarilla
(I, J); Tejuelo sobre pie anular de cerámica lisa (K). En color en la edición electrónica.
356
A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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La excavación del muladar sur también rindió un
alto número de restos cerámicos lisos y con pintura
poscocción. Entre las importaciones cabe señalar un
fragmento de gurita de fayenza de azul intenso –po-
siblemente parte de una pieza zoomorfa– (UE 326)
(Fig. 6H). Por último, se recuperaron dos piezas de
coroplástica zoomorfa: una cabeza de cánido de terra-
cota con restos de pintura roja (UE 327) (Fig. 7A) y el
prótomo de un carnero de cornamenta rota (UE 329)
(Fig. 7B). Cabe recordar que ya en 2006, en este mis-
mo espacio exterior, se encontró un recipiente cerámi-
co askoide polípodo elaborado a mano e intensamente
bruñido, al que le faltan ambos extremos distales y
sus cuatro patas (Blanco González et al. 2017: g. 14)
(Fig. 7C).
Los cenizales han sido muy ricos en desechos cu-
linarios de fauna. Un primer examen de los proceden-
tes de las campañas de 2006 y 2021 revela el consu-
mo de ganado vacuno, lanar y porcino, por orden de
importancia en biomasa. Por número de restos (NR),
la familia Caprinae predominaría con mejor represen-
tación de ovejas que de cabras; los bovinos serían el
segundo taxón y el tercero los suidos. La mayoría de
las piezas óseas muestran marcas de procesado cárnico
y de termoalteración. La edad de muerte de bovinos y
ovicaprinos sigue un patrón mixto –benecio prima-
rio y secundario–, con especímenes jóvenes sacrica-
dos y adultos aprovechados para leche, lana y como
fuerza de tracción. Los restos de cérvidos cazados son
muy numerosos: aparecen todas las partes anatómicas
y suelen exhibir trazas de corte y termoalteración. El
grupo peor representado es el de los équidos. A falta
de un estudio tafonómico y paleopatológico completo,
desconocemos si sus restos culinarios responden a la
cría de animales para carne, o al consumo puntual de
bestias dedicadas al transporte o tracción.
5. DISCUSIÓN
Las intervenciones de 2006, 2017 y 2021 en el Ce-
rro de San Vicente abren una ventana a la anatomía de
un asentamiento del Hierro I del interior peninsular. La
superposición de edicios preservando los cimientos
previos, el descarte de abundantes enseres y restos cu-
linarios en los cenizales, la presencia de importaciones
mediterráneas y la obtención de dataciones numéricas
Fig. 7. Cerro de San Vicente (Salamanca). Elementos litúrgicos en el entorno de la casa 1: A. terracota con cabeza de cánido; B. terracota de
prótomo de carnero; C. askós cuadrúpedo. En color en la edición electrónica.
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior de la península ibérica: la casa 1 del Cerro... 357
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mediante métodos cientíco-naturales experimentales
animan a profundizar en una lectura funcional y social.
Las tres técnicas de datación numérica aplicadas,
más la seriación tipológica de la cerámica local y del
material exótico, fechan la clausura de la casa 1 a ca-
ballo entre la segunda mitad del siglo VII y principios
del siglo VI a. C. Así pues, el repertorio material aquí
analizado comprende momentos previos al incendio y
las décadas subsiguientes. La arquitectura de barro de
la casa 1 y su equipamiento doméstico pertenecen a
una fase avanzada de la biografía de la aldea. Las vi-
viendas redondas de adobe con porches cuadrangulares
son propias del nal de aldeas como la benaventana de
Los Cuestos (Celis Sánchez 1993: 102-114) o La Mota
(Seco Villar y Treceño Losada 1993: 134-144). Por en-
tonces los vecindarios se parcelaron y no es infrecuente
detectar lindes o barreras de piedras, como los excava-
dos en otros sectores del CSV (Blanco González et al.
2017) o con mayor claridad en La Corona/El Pesadero
(Zamora) (Misiego Tejada et al. 2013). En el sector
aquí analizado se han detectado lajas delimitando espa-
cios, cuyo patrón no es tan claro. En todo caso, se trató
de una etapa de demarcación de espacios semipúblicos,
cuando la aldea restringió el tránsito libre.
La casa 1 fue una vivienda, pero singularizada fren-
te a las otras dos decenas de casas excavadas, por (a)
su equipamiento y el elenco de actividades que acogió;
(b) su mobiliario; (c) su dilatada y estable biografía; (d)
su cuidado y costoso abandono nal, y (e) su localiza-
ción y articulación dentro del caserío.
Primero, la casa 1 tiene el tamaño pequeño (<30
m2) habitual de las viviendas del Hierro I regional (Ra-
mírez Ramírez 1999; Álvarez-Sanchís y Ruiz Zapatero
2014; Arnáiz Alonso 2017; Ruiz Zapatero 2009, 2018).
Siguiendo la citada generalización intercultural avalada
por la Antropología, ese tamaño es coherente con una
pequeña unidad residente, de tipo conyugal o nuclear
(Chang 1958; Ensor 2013, 2021). Ello es aplicable a
todas las viviendas (de planta circular y rectilínea),
documentadas en el CSV, que claramente dieren del
patrón de residencia matrilocal (>100 m2). Los elencos
de vajilla de almacén y cocina y los desperdicios culi-
narios constatados en los cenizales de las casas 1, 2 y 4
concuerdan con pequeñas células residentes, cuya die-
ta cárnica se basó en bóvidos y cabras/ovejas, algo de
caza y raramente équidos. En particular, la casa 1 alber-
gó actividades domésticas y dispuso de equipamiento
comparable al de otras viviendas, pero no en cantidad
ni calidad. Los cenizales oeste y sur, vinculados a este
edicio, han rendido enseres para el preparado, cocina
y consumo de alimentos, pero en proporciones inusua-
les. Dispuso de gran número de molinos barquiformes:
unas 40 porciones correspondientes a más de 15 mo-
linos, posiblemente para molturar alimentos –hay es-
tudios en marcha sobre residuos y tolitos– (Figs. 3
y 5A). Se ha recuperado algo de vajilla de almacenaje
y cocina, pero en menor cantidad que la alcallería de
consumo de los cenizales de viviendas próximas (casas
2 o 4). En la vajilla de mesa destacan las vasijas nas
locales para consumo individual (<15 cm de diámetro)
con pintura poscocción. Solo en las excavaciones de
2006 y 2017 en el techo del relleno interior de la casa
1 y su muladar oeste –la colección de 2021 está siendo
procesada– se registraron 376 fragmentos cerámicos
pigmentados. Suelen ser cuencos, pero también hay es-
cudillas y catinos troncocónicos. Se han identicado al
menos 42 recipientes distintos4 a partir de 50 fragmen-
tos de borde. Esta abundancia de trozos facilitó su re-
corte y reutilización como tejuelos o chas de tamaños
graduales –entre 8 y 1 cm– y de varios colores (Figs.
6I-K), según un fenómeno bien conocido en la proto-
historia peninsular (Fletcher et al. 1968: 270; Misiego
Tejada et al. 2013: 313). Tales ejemplares, mejor que
como piezas lúdicas, pueden interpretarse como ‘con-
traseñas’ o signos contables (tokens) para el cálculo
(Ruiz-Gálvez 2013: 188-193), o incluso como elemen-
tos votivos. Además, sobresale la vajilla simposíaca
exclusiva de esta vivienda, distribuida a través de los
circuitos fenicios, usando el término como sinónimo de
comerciante mediterráneo en sentido lato, no etnocul-
tural. Así cabe interpretar un jarro (oinochoe) de engo-
be rojo (Fig. 6B) para libar o escanciar bebidas, proba-
blemente vino, y un extraordinario cuenco de fayenza
egipcio sin paralelos peninsulares (Fig. 6A). Además,
la casa 1 se iluminó con candiles con asa (Fig. 5F) y sus
sucesivos suelos, impregnados de grasa vegetal, se cu-
brieron con esteras. Son aspectos sugerentes, pero no
exclusivos de esa vivienda: se conocen más lámparas
en otras catas del poblado y no se ha analizado la mi-
cromorfología de ningún otro edicio. En suma, en la
casa 1 se constata el procesado y el consumo alimenta-
rio a una escala que, al menos en el caso de las harinas
y ciertos líquidos, supera las necesidades de una uni-
dad doméstica. También se reconoce vajilla local pin-
tada de gran calidad. Su alto número informa de la asi-
duidad de tales celebraciones o del abultado número de
comensales. Su aparición junto a servicios de consumo
exóticos indica actos formales de comensalidad. Estos
posibles ágapes para invitados estuvieron iluminados
con versiones locales de lámparas y, verosímilmente,
terminaron con la rotura de la vajilla. La abundancia
de tejuelos es vinculable al cómputo de cantidades o
a la celebración de acuerdos. Estas observaciones en
la literatura antropológica se asocian a la recepción de
4 R. Dueñas Alonso. La cerámica pintada de la fase nal del Cerro
de San Vicente (Salamanca) (siglos VII‑VI AC): una aproximación a los
motivos decorativos. Trabajo de Fin de Máster inédito. Universidad de
Salamanca. Salamanca, 2019.
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A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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huéspedes, a los que se agasaja con banquetes y con los
que se negocia.
En segundo lugar, la casa 1 sobresale por su mo-
biliario de barro. Dispuso de dos bancos que ocupan
la mitad de su interior (Fig. 3), cuando otras viviendas
solo tuvieron uno. Ambos poyos podían acoger unas
20 personas sentadas, por lo que su aforo superó el del
hogar unifamiliar. También destaca su enorme fogón,
distinto al de otras viviendas, cuyos fogones fueron
menores, cuadrangulares y más elevados. Su forma,
con los lados mayores cóncavos (Fig. 3), recuerda a
una piel de toro extendida, ubicua por entonces en am-
bientes de fuerte interacción con los mercaderes levan-
tinos (Gómez Peña 2010; Graells i Fabregat y Sardà
Seuma 2011). Por su diseño y distribución del espacio,
la casa 1 podría compararse a las cabañas de reunio-
nes del Bronce Final sardo (Ruiz-Gálvez 2013: 212,
g. 4.11), aunque en CSV sí acogió tareas domésticas
como el almacenaje y la preparación de alimentos. Las
viviendas circulares de adobe fueron construcciones
multifuncionales y versátiles (Ramírez Ramírez 1999;
Ruiz Zapatero 2009, 2018). Por eso, en la coyuntura
histórica aquí analizada, el análisis de la naturaleza de
esta o de cualquier otra casa coetánea debe evitar plan-
teamientos dicotómicos excluyentes del tipo: edicio
‘privado’ y residencial de una única célula doméstica
frente a estancia comunitaria, para usos de represen-
tación ‘pública’ o supradomésticos. Posiblemente sus
usos y signicados se combinaron, alternaron y cam-
biaron con el tiempo, lo que exige mayor exibilidad
conceptual.
En tercer lugar, destaca la prolongada biografía
de la casa 1. Un sondeo que cortó en 2006 su muro
oriental (UE 102) comprobó que conserva paramentos
superpuestos de 80 cm (Macarro y Alario 2021: 34,
lám. 17). Teniendo en cuenta los niveles subyacen-
tes, no excavados, la secuencia muraria continua de la
casa 1 habla de una trayectoria ininterrumpida, frente
a la habitual alternancia estratigráca –por cambios de
uso– entre cimientos y cenizales. Ello es muy elocuen-
te de una biografía exitosa y estable, de reedicación
y refacción continuada –recuérdense los 15 episodios
de renovación del suelo UE 141– y de su permanencia
como referente en el paisaje aldeano. Ello refuerza su
faceta colectiva, como edicio de relevancia y referen-
cia comunitaria.
En cuarto lugar, la casa 1 descuella del resto por su
abandono, elaborado, costoso y ritualizado. Este nal
pautado conllevó la retirada de los enseres y el depósi-
to sobre el vasar UE 139 de seis objetos equidistantes,
que el calor no traspasó del todo y han dejado huellas
(Fig. 4). La casa 1 se sometió a un intenso fuego, al
que posiblemente se añadieron ramas de arbustos muy
inamables como las jaras. Tal fuego hubo de mante-
nerse encendido durante horas y consumió una canti-
dad importante de combustible vegetal, ya que la es-
tancia actuó como un horno, coció los revocos de las
paredes y fundió la sílice de los suelos y adobes de
barro –muchos de ellos rubefactados u oscurecidos por
una sola cara–, creando escorias puzolánicas por la alta
temperatura alcanzada (>800 ºC). Tras su ignición, las
cenizas y rescoldos del interior de la casa 1 se barrieron
en parte –el no lentejón ceniciento es incompatible
con el resto de huellas incendiarias–, para recrecer el
suelo con los adobes de sus paredes, colocados a soga
en hiladas concéntricas, como en el Soto de Medini-
lla (Valladolid) (Palol y Wattenberg 1974: 187-191).
El hecho de que en el Cerro Borreguero y en CSV se
intercalaran entre los adobes porciones de vasijas con
idéntica decoración geométrica de rejilla en blanco
sobre rojo (Fig. 5C) (Rodríguez González y Celestino
Pérez 2019: 124) no parece casual, ¿se compartieron
códigos simbólicos y rituales de clausura?
Por último, interpretar la casa 1 requiere conside-
rar su entramado arquitectónico dentro de la aldea. La
vivienda y el edicio 3 abren su puerta de entrada a
un espacio libre de construcciones (Fig. 2B). En el si-
glo VII a. C. la construcción de casas circulares había
arraigado con fuerza en la cuenca del Duero, mientras
la arquitectura de planta angular –que claramente remi-
tía a ambientes fenicios– se había adoptado de forma
más selectiva y esporádica. En el propio CSV los edi-
cios cuadrangulares aparecen desde sus niveles fun-
dacionales –c. siglo VIII a. C.–, pero son minoritarios
y se diseminan entre grupos de casas circulares. Junto
a la casa 5 –detectada en 2006 pero no excavada– hay
otro edículo rectilíneo menor (edicio 7) cuya entrada
también está careada hacia ese mismo foco (Fig. 2).
Así pues, el espacio entre la casa 1 y el edicio 3 pare-
ce ser el epicentro de un halo concéntrico de viviendas.
La hipótesis de trabajo que barajamos –aún no
comprobada con una prospección geofísica– es que
las construcciones excavadas formaron parte de un co-
rrillo de viviendas (Fig. 2B) cuyas puertas abrieron a
un patio abierto común. Según este planteamiento, las
pequeñas estructuras auxiliares –hornos, almacenes,
graneros– no habrían sido de uso exclusivo de cada
unidad conyugal, sino compartidas por ellas (Fig. 2).
Ello cuadraría bien con el patrón espacial típico de un
grupo residencial múltiple o polifocal, multifamiliar
y plurigeneracional (Hayden y Cannon 1982; Harris
1982; Grau Mira 2013). El diseño de este vecindario,
con viviendas anes a unidades conyugales agregadas
y abiertas a un patio compartido presenta una alta aso-
ciación estadística con el esquema espacial de un grupo
doméstico amplio o extenso que siguió costumbres de
residencia patri- o virilocal (Ensor 2013, 2021; Souva-
tzi 2017).
Además, en todos los sectores intervenidos en CSV
y en otras aldeas coetáneas del valle del Duero (Delibes
Un singular ambiente doméstico del Hierro I en el interior de la península ibérica: la casa 1 del Cerro... 359
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de Castro et al. 1995; Misiego Tejada et al. 2013; Ál-
varez-Sanchís y Ruiz-Zapatero 2014) se aprecia una si-
milar aglomeración errática de edicios, sin un planea-
miento orgánico ni estricto. Tal esquema intercultural
es consistente con formas de parentesco cognaticio o
bilateral, basadas en la exibilidad (Ensor 2013, 2021;
Souvatzi 2017). La combinación de grupos domésticos
múltiples, con bilateralidad y virilocalidad estuvo muy
extendida por el Mediterráneo durante los siglos VII y
VI a. C., como muestran, por ejemplo, los agregados de
viviendas encerrados por períbolos en Oropos (Grecia)
(Mazarakis 2007).
Los objetos aquí presentados adquieren mayor sen-
tido en su conjunto si se observa dónde aparecieron
(Fig. 2): entre una cabaña de reuniones –casa 1– y un
habitáculo de planta rectangular –edicio 3– aún no
excavado, pero cuya arquitectura y desechos en los
cenizales inmediatos sugieren un uso cultual. La plan-
ta y técnica edilicia del edicio 3, pese a su discreto
tamaño, no desentonan con los templos fenicios en
sus proporciones, orientación o en su triple partición
interna, que recuerda al mégaron. El edicio 3 tam-
bién evoca algunos santuarios peninsulares tempranos,
como Ratinhos (Moura, Portugal) o La Rebanadilla
(Málaga) (Suárez-Padilla et al. 2021). La presencia de
un hogar exterior frente a su puerta remite a esa misma
asociación espacial mediterránea –vericada en Alise-
da (Cáceres) (Rodríguez Díaz et al. 2015)– en la que
un agregado de edicios del grupo corporativo allí re-
sidente destina un tabernáculo a actividades de culto
doméstico a sus antepasados, como ocurre en Oropos
(Mazarakis 2007). En el mismo sentido apuntan algu-
nos elementos litúrgicos recuperados en los cenizales
entre la casa 1 y el edicio 3, como el vaso askoide
polípodo, posiblemente aviforme (Fig. 7C), como los
de El Carambolo (Sevilla) o Morro de Mezquitilla
(Málaga) (Horn 2005: gs. 6 y 7). También es muy
elocuente la coroplástica zoomorfa (Fig. 7A-B), cuyos
paralelos geográcamente más próximos son un pró-
tomo de carnero de La Corona/El Pesadero (Misiego
Tejada et al. 2013: 313, lám. 153) y las terracotas del
suroeste peninsular (Gomes 2020). No parece casual
que todos estos ítems aparezcan fracturados por puntos
no siempre vulnerables; la doble cornamenta del car-
nero (Fig. 7B) o los cuatro pies del recipiente askoide
(Fig. 7C) difícilmente se rompieron por accidente.
También cabe apuntar al posible papel litúrgico de los
tejuelos cerámicos como posibles exvotos –a menu-
do partidos–. En la misma línea cabría mencionar el
atuendo y elementos exóticos como los colgantes de
fayenza –en especial el amuleto hathórico, cuya icono-
grafía estuvo bastante extendida localmente–, que tal
vez no quepa considerar como meras baratijas o athyr‑
mata (Sherratt 2016). En escenarios coetáneos del
interior peninsular inmersos en el fenómeno cultural
orientalizante, como el bajo Ebro (Graells i Fabregat
y Sardà Seuma 2011) o en la mencionada región alise-
ña (Rodríguez Díaz et al. 2015), encontramos similar
coincidencia de prácticas de comensalidad muy ritua-
lizadas, arquitectura y mobiliario elitista o de prestigio
y una cultura material arcana y exclusiva, que evoca el
mundo mediterráneo.
Una de las fuentes de poder social en la época fue
la pericia artesanal. Como en los casos citados, en el
entorno de la casa 1 hay rmes indicios de elaboracio-
nes artesanales altamente cualicadas y técnicamente
muy exigentes, pero desarrolladas dentro del ámbito
doméstico, sin talleres ni barrios especícos. El hilado
se siguió haciendo generalmente con pesadas fusayolas
de arcilla (Macarro y Alario 2021). Sin embargo, en
los muladares de la casa 1 aparecieron torteras óseas,
más pequeñas y livianas –por entonces en boga en am-
bientes orientalizantes del sur y el litoral– que indican
la elaboración de bras nas y de alta calidad, posi-
blemente de lana (Basso 2018; Marín Aguilera 2019;
Grau Mira e. p.). En el mismo sentido es reseñable el
intenso consumo y descarte de vajilla na pintada pos-
cocción, algunas de cuyas herramientas alfareras han
sido recuperadas allí mismo (Blanco González et al. e.
p.). Además, en la aldea está muy bien documentada la
cerámica de pasta local con técnicas extrameseteñas:
de estilo Carambolo –tanto grabada como pintada en
rojo, o en rojo sobre engobe blanco como la beirana
(Celis 1993: 122-123, g. 15, n.º 1; Vilaça et al. 2018)–,
con uso esporádico de energía cinética, a molde, con
retícula bruñida o gratada. Todas esas destrezas nos
informan de labores muy especializadas, que requieren
un aprendizaje largo, pero de escala doméstica, cuya
extensión peninsular se ha relacionado con la movili-
dad femenina (Marín Aguilera 2019). En concreto, las
desarrolladas en el entorno de la casa 1 pudieron haber
sido estrategias de distinción social, propias del capital
simbólico de grupos corporativos aristocráticos (Maza-
rakis 2007: 166-168; Gorgues 2008; Grau Mira e. p.).
Estaríamos, en suma, ante personas con pericias arte-
sanales alóctonas, cuyo saber-hacer aprendieron en sus
hogares natales y transrieron al interior peninsular,
muy posiblemente mediante la movilidad posmarital
(Blanco González et al. e. p.).
6. CONCLUSIONES
Los resultados del sector excavado en el CSV entre
2006-2021 nos permiten reconsiderar ahora la parado-
ja del Hierro I meseteño planteada en la introducción
de este trabajo: entre opulencia y exotismo frente a
autarquía y homogeneidad material y social. En esta
aldea agropecuaria del interior peninsular podemos
comenzar a comprender cómo su organización social
360
A. Blanco, J. J. Padilla, C. Alario, C. Macarro, E. Alarcón, M. Martín, L. Chapon, E. Iriarte, R. Pazos, J. Sanjurjo, A. Dorado, L. Tomé, C. Mallol, N. García, Á. Carrancho y M. Calvo
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https://doi.org/10.3989/tp.2022.12303
y política combinó ambos vectores, aparentemente an-
tagónicos.
Se ha caracterizado exhaustivamente una vivienda
(casa 1) que destaca del común de las conocidas, si bien
la diferencia fue más cuantitativa que cualitativa. La
casa 1 reprodujo a mayor escala las mismas formas de
convivencia, consumo y descarte de la cultura material
vistas en otros puntos de la aldea. Hemos demostrado
que su análisis solo adquiere sentido si la integramos
en su vecindario inmediato. Así, hemos contorneado a
grandes rasgos uno de los grupos residentes en ese ba-
rrio: una unidad social colectiva, encargada de su alma-
cenaje, producción, consumo y mantenimiento, cuyos
miembros compartieron recursos, decisiones y obliga-
ciones y dejaron testimonio de una intensa vida social
que pivotó en torno a la casa 1. Ese grupo corporativo
fue muy exitoso –ya que perduró durante décadas e in-
cluso siglos– pero siempre operó integrado en la vida
aldeana, como un segmento de vecinos más. En la fase
aquí estudiada, tal grupo residente gozó de cierto rango
y desplegó indudables estrategias de distinción social,
a juzgar por su dedicación a artesanías especializadas,
sus cultos domésticos o su capacidad para atraer im-
portaciones y cónyuges.
En ese estadio avanzado de la biografía de la aldea,
de nes del siglo VII y comienzos del siglo VI a. C., la
casa 1 pudo servir de cabaña de reuniones de un gru-
po doméstico amplio patrilocal. Tal grupo de parientes
ocupó el vecindario intervenido y posiblemente reunió
a la pareja fundadora y sus hijos varones con sus fami-
lias, cada uno ocupando una vivienda conyugal pro-
pia. Por entonces cada hogar elemental o conyugal no
era una unidad autónoma de producción y consumo y
los grupos extensos de parientes-vecinos cobraban un
creciente protagonismo. A modo de hipótesis a veri-
car, nos preguntamos si tal estirpe pudo organizar-
se como una rama cognaticia virilocal –y, por tanto,
ginecomóvil– antes que como un linaje unilineal. La
bilateralidad sería una estrategia especialmente cohe-
rente cuando se persigue la manipulación exible del
parentesco para entablar alianzas de diversa naturaleza
con grupos distantes (Ensor 2013, 2021). Según esta
conjetura, el grupo doméstico asociado a la casa 1 ha-
bría funcionado inmerso en tales dinámicas de conecti-
vidad interregional: hospedando invitados, celebrando
banquetes y ritos en su honor y negociando acuerdos
y transacciones. Todas esas actividades precisaron una
cultura material especíca, que en parte acabó allí des-
cartada. A través de tales redes de larga distancia po-
dría resultar sociológicamente plausible la llegada a la
aldea salmantina de personas portando costumbres y
saber-hacer inculcados en su infancia –maneras culina-
rias, vestimenta, alfarería, edilicia, textiles, liturgia–. A
través de esos cauces también cabría comprender el in-
tercambio de sustancias como el estaño local a cambio
de exotica –bisutería y vajilla de lujo del Mediterráneo
oriental–. Llegados a este punto, son más las preguntas
que las certezas. Conamos en que este enfoque de ar-
queología social informado por la ciencia arqueológica
y el parentesco contribuya a responderlas
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos su ayuda a Bradley Ensor, Ignasi
Grau Mira, Javier Jiménez Ávila, Raquel Liceras Ga-
rrido, Alberto Martín Esquivel, Ignacio Montero Ruiz,
Manuel Pérez Gutiérrez, Damián Ramos Pereira, Alon-
so Rodríguez Díaz, Marisa Ruiz-Gálvez, Alejandra
Sánchez Polo y Gabriel Santos Delgado, así como a los
evaluadores de la revista.
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