El actual ecosistema comunicativo, las ingentes exigencias de una sociedad cada vez más hiperconectada, más compleja, y el raudo avance de las tecnologías de la información y la comunicación hacen necesarios nuevos perfiles profesionales que se adapten a las cambiantes dinámicas de hábitos de uso y consumo de contenidos, pero también de nuevas narrativas, formas de contar y registrar los acontecimientos y, sobre todo, de analizarlos de forma crítica para construir una ciudadanía consciente de su rol en la sociedad. Posverdad, noticias falsas, bulos, ciberanzuelos, bots y, en definitiva, formas de desinformación y manipulación se han adueñado del espacio digital en los últimos lustros, haciendo que el contenido nos persiga, pero que la información-de valor, certeza e interés-se nos oculte. Este apocalíptico escenario ha puesto en tela de juicio y ha menospreciado el valor del periodismo, incluso existiendo negadores de su importancia, cuando es justamente la apomediación, o ausencia de mediación profesional, la que ha convertido los contenidos en banalizaciones, pseudoperiodismo o periodismo de la no información. Las grandes operaciones críticas (análisis, interpretación y valoración) siguen siendo imprescindibles en un momento en el que es más necesario que nunca un periodismo que tienda hacia un horizonte de verdad frente al objetivismo dogmático y al relativismo subjetivista. Ese periodismo ético y de calidad deberá cimentarse en una relatividad intersubjetiva y dialógica, respetuosa con los acontecimientos y capaz de distinguir entre información y opinión, por más que la dimensión hermenéutica esté presente en ambos polos. Como recordaba Umberto Eco, todo es interpretación, pero hay límites, y unas interpretaciones son más adecuadas y respetuosas con los hechos que otras. Al mismo tiempo, los procesos y las dinámicas educativas en todos los niveles, pero muy especialmente en la universidad, han entrado en una pro-funda crisis que afecta tanto a los contenidos como a los procesos de adquisición de competencias, que no se limitan solo al conocimiento, sino también a la adecuada aplicación al mundo de la vida (Lebenswelt). Esta realidad resulta especialmente grave en los estudios de Comunicación, afectados por los vertiginosos avances de las tecnologías de la información, por las nuevas constata