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I. Buzek. ¿Qué quiere decir caló? Matices de un glotónimo
Estudios de Lingüística del Español 37 (2016), pp. 263-283!
© Estudios de Lingüística del Español 2016. Reservados todos los derechos.
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
¿Qué quiere decir caló? Matices de un glotónimo1
Ivo Buzek
Universidad Masaryk
ibuzek@phil.muni.cz
Resumen
El caló es en el español europeo un término polisémico en el que la realidad histórica a
veces ha ido de la mano con la realidad imaginada y el mito. Hoy día suele designar ‘la
lengua de los gitanos españoles’. Sin embargo, en el pasado solía significar ‘el argot de
la delincuencia’ o las dos cosas a la vez, sin que hubiese una línea divisoria nítida. El
objetivo de esta contribución será estudiar “de qué se ha hablado cuando se ha hablado
del caló” a lo largo de la historia. En primer lugar vamos a dirigir nuestra mirada al
pasado y a analizar fuentes para el estudio del caló para ver cómo los autores percibían
y caracterizaban el caló y con qué actitudes ideológicas. En casos de obras del pasado
son siempre miradas desde el punto de vista de la sociedad mayoritaria, puesto que
testimonios desde el interior de la comunidad gitana misma –que vamos a estudiar en la
segunda parte de nuestra aportación– no se producen hasta la época contemporánea.
Pretendemos pues ofrecer una visión de conjunto de la evolución del término,
condicionada por posturas tanto exógenas como endógenas que dependerían de quién lo
ha manejado y con qué actitudes ideológicas. Otro objetivo será ver si la actitud
exógena de la sociedad mayoritaria ha influido o no en la percepción y en el valor del
término, tal como se aprecia últimamente desde el prisma endógeno de algunos autores
procedentes de la comunidad gitana en España.
Palabras clave: Caló, gitano, argot de la delincuencia, ideología.
Abstract
Caló is in European Spanish a polysemous word that has often combined history with
an imagined reality or a myth. Today it usually designates ‘the language of Spanish
Gypsies’ but in the past it meant ‘criminal slang’ or both notions together, not excluding
each other. The aim of the paper is to study “what was being talked about when caló
was being talked about” through history. First we will see in certain detail historical
sources for the study of caló. We will be interested in how authors interested with caló
perceived and characterized it and what ideological attitudes they showed. Older
sources focused on the point of view of the mainstream society because testimonies
coming from Gypsy authors were not available until recently. In this paper we propose
to trace the evolution of the term as conditioned by exogenic as well as endogenic
points of view. We will pay attention to who used the word and with what ideological
attitudes. Another question would be whether the point of view of the mainstream
society has influenced the endogenic point of view, that is the perception and value of
the word as it is seen today by some authors of Spanish Gypsy origin.
Keywords: Caló, Gypsy, criminal slang, ideology.
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1. Introducción
Los nombres de las lenguas son voces con implicaciones pluridimensionales en los que
la denotación –supuestamente neutral– va de la mano con prejuicios y creencias
colectivas, tanto positiva como negativamente teñidas, y tanto de parte de los que
adoptan el nombre como propio (endónimo) como de parte de aquellos a los que les es
impuesto desde fuera (exónimo). A veces se trata de nombres que a primera vista
parecen claros y sólo posteriormente nos damos cuenta de que pueden tener
implicaciones connotativas en un segundo plano (desde el punto de vista
sociopragmático, diatópico, histórico, etc., con posibilidades de poder combinarse
dichas implicaciones entre sí). Uno de ellos es caló y para dar fe de lo que estamos
hablando basta ver su evolución en las ediciones del Diccionario académico (cf. Buzek
2013).
El caló ha sido en el español europeo un término polisémico en el que no siempre ha
sido claro qué factores obedecen al curso de la historia y qué son proyecciones de
estereotipos nacidos en el seno de la sociedad mayoritaria. Hoy en día el término suele
designar ‘la lengua de los gitanos españoles’, sin embargo, en el pasado –y en algunas
variedades geográficas del español hasta hoy día (cf. Lara 1992)– solía significar ‘el
argot de la delincuencia’ o las dos cosas a la vez, sin trazarse una línea divisoria nítida.
El objetivo de la contribución será estudiar “de qué se ha hablado cuando se ha hablado
del caló” a lo largo de la historia. Nos vamos a centrar básicamente en una mirada desde
el exterior, para tratar la evolución de la percepción del caló como exónimo. En esta
parte del estudio vamos a analizar fuentes para el estudio del caló, sobre todos sus
diccionarios (Buzek 2011a; Krinková 2014 y 2015), para ver cómo los autores percibían
y caracterizaban el caló, con qué actitudes pragmáticas y sobre todo ideológicas. En
casos de obras del pasado no tenemos alternativas, puesto que son siempre miradas
desde el punto de vista de la sociedad mayoritaria (Torrione 1993). En esta ocasión
vamos a excluir de nuestras consideraciones la imagen del caló asociada a los
repertorios del argot de la delincuencia, puesto que ya nos hemos dedicado a ellos en
otras ocasiones (Buzek 2011b y 2016).
Para procurar contrarrestar el peso del exónimo, en la segunda parte del estudio vamos a
ofrecer una mirada desde el interior de la comunidad gitana española misma, aunque de
una manera que en ningún momento pretende ser exhaustiva, ya que sería imposible y
muy probablemente también poco fructuoso en lo que se refiere a resultados esperables
si intentáramos buscar en todos los diversos materiales impresos o electrónicos qué
opinan los gitanos españoles sobre el alcance del término caló. Nos interesará ver cómo
reaccionan los gitanos mismos hacia la voz, si se identifican con ella o qué otro término
prefieren o preferirían, es decir, si la actitud exógena de la sociedad mayoritaria ha
podido haber influido en la percepción y en el valor que se aprecia últimamente desde el
prisma endógeno de la comunidad gitana en España. Para ello, nos basaremos sobre
todo en trabajos de autores gitanos (Ramírez Heredia 1994; Jiménez Gabarri 1999; y
Jiménez González 2009) y en las encuestas procedentes de recientes trabajos de
investigación de campo (Adiego 2005a y 2005b; Gamella et al. 2015).
Con todo ello, pretendemos ofrecer una visión contextualizada y panorámica de la
historia y del alcance actual de la voz caló en toda su posible complejidad ideológica y
social.
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2. La ideología, la biopolítica y sus relaciones con la lingüística: el caso del caló
Es bien sabido que la ideología y la lingüística no son entre sí desconocidas; siempre ha
habido manifestaciones de enfoques ideológicos subyacentes –tanto conscientes como
inconscientes– en obras lingüísticas y las ideologías se han preocupado por los usos de
las lenguas, puesto que “language is too important to leave to linguists and linguistics is
too valuable to ignore”, como decía Dell Hymes (en King 2015: 55).
Ahora bien, los gitanos españoles y el caló no han sido tan sólo objetos de estudio y de
opinar de lingüistas, tanto profesionales como aficionados, sino que el colectivo entero
–su manera de hablar y su modo de vivir en general– fue en su momento objeto de
interés de parte de las autoridades del Estado español y “el gitano” fue percibido como
un agudo problema demográfico y social a nivel nacional. Por tanto, creemos que sería
conveniente adoptar un marco más amplio y analizar las definiciones del caló no
solamente desde el ámbito de estudios de ideologías en lingüística, sino también desde
la perspectiva sociohistórica de la biopolítica (en términos de Foucault o Hacking; cf.
Vázquez García 2009).
En términos generales la biopolítica se define como “la conducción de las conductas
relacionadas con el ser humano en tanto organismo viviente, implicado por ello en una
serie de procesos vitales de alcance colectivo” (Vázquez García 2009: 5). En el caso
concreto de los gitanos se trataría de la “desacralización” de la pobreza en la Edad
Moderna (en contraposición a la Edad Media) y de transformar “al pobre y al
vagabundo en un «vasallo útil»”, lo que llevaría a “una rotunda descalificación del falso
pobre, el vagabundo” (Vázquez García 2009: 36 y 71; cf. también la bibliografía
adicional sobre el tema que cita el autor).
Los gitanos, parece que desde la Pragmática de Medina de Campo, de 1499, iban a
convertirse en un “verdadero prototipo de la holgazanería y el fraude” (Vázquez García
2009: 71), encarnando “al vagabundo por excelencia, y así lo establecen las leyes y lo
sugiere la tratadística de pobres” (80). Las estrategias que les serían aplicadas pasarían
“del rechazo a la asimilación mediante normalización disciplinaria” (80). Asimismo,
desde finales del siglo XVI en las fuentes administrativas y jurídicas españolas se
negaba con insistencia “la existencia de una «nación gitana»” (82). Tratadistas del siglo
XVII como Salazar de Mendoza, Sancho de Moncada, Fernández Navarrete o Juan de
Quiñones proponían aplicarles severos castigos (galeras, azotamiento público) o hasta
destierro de España (Vázquez García 2009: 80-81; Torrione 1988). En 1749, bajo el
reinado de Fernando VI y por iciativa del Marqués de la Ensenada, fue puesto en
marcha un plan de extinción y aniquilación completa de la forma de vida del colectivo
gitano, conocido hoy como “La Gran Redada” (Sánchez Ortega 1977; Gómez Alfaro
1993) para reeducarlos mediante trabajo forzoso y reintegrarlos al cuerpo del Estado;
para decidir la puesta en libertad en casos individuales se recurría a un informe secreto
sobre la vida y costumbres del afectado, realizado conjuntamente por los corregidores y
los párrocos (Sánchez Ortega 1977: 211). Bajo el reinado de Carlos III se llegó a
desarrollar un plan de asimilación apoyado por varias Pragmáticas Reales (Torrione
1988) bajo la condición de que los gitanos dejaran de usar su lengua, trajes y
costumbres; en casos contrarios se les seguía aplicando las mismas penas que a los
vagabundos (salvo el destierro, puesto que éste impediría que fueran aprovechados para
el bien del Estado en el futuro). El objetivo de toda la legislación contra los gitanos
promovida por las autoridades del Estado español en distintas épocas fue su nivelación
con el resto de los súbditos y ésta exigía “la aniquilación simbólica del colectivo”
(Vázquez García 2009: 85).
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Volviendo al tema general de los estudios de ideologías y de actitudes ideológicamente
motivadas en la lingüística, comenta Kathryn Woolard: “a simple (-minded?) reason is
that the term itself has been appearing with increasing frequency in studies of language”
(1992: 236). La razón es bastante obvia y está relacionada con el desarrollo de la
Sociolingüística y del Análisis del Discurso. Es un resultado natural de llevar a cabo
aportaciones interdisciplinares, de la curiosidad por lo que hacen otros y cómo
metodologías de unas disciplinas podrían enriquecer otras (cf. Blommaert 1999; o
Schieffelin et al. 1998).
En este trabajo vamos a seguir principalmente los conceptos de ideologías y su relación
con lenguas y con la lingüística tal como las ha definido y desarrollado Van Dijk en sus
escritos (1998, 1999 o 2003):
[D]efinimos las ideologías como ‘sistemas de creencias’ o, dicho de otra forma,
las creencias compartidas por los miembros de un grupo. Lo anterior significa que
las ideologías son inherentemente sociales, y están ligadas a la organización de
colectividades de actores sociales. [...] Y por la misma razón que no existen
lenguajes individuales, tampoco hay ideologías personales, sino solamente usos
personales de ideología. Encontramos acá una interesante similitud entre ideología
y lenguaje: ambos se definen solamente a nivel de grupo social o comunidad
cultural (Van Dijk 1999: 30).
O, como apunta más adelante el autor, “defino las ideologías como un sistema básico de
creencias que subyace a la cognición social de un grupo” (Van Dijk 1999: 31).
En el valor social de la ideología insiste también Althusser (1968: 191) cuando afirma
que:
Una ideología es un sistema (que posee su lógica y su rigor propios) de
representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos según los casos), dotados de
una existencia y de un papel históricos en el seno de una sociedad dada. Sin entrar
en el problema de las relaciones de una ciencia con su pasado (ideológico),
podemos decir que la ideología como sistema de representaciones se distingue de
la ciencia en que la función práctico-social es más importante que la función
teórica (o de conocimiento).
Pero es cierto que éstos serían tan sólo unos de los posibles matices del término, como
advierte Eagleton (1991: 1): “[t]he word ‘ideology’, one might say, is a text, woven of a
whole tissue of different conceptual strands”. Lo que tienen todos los aspectos de la voz
en común, continúa Eagleton, es que “ideology has to do with legitimating the power of
a dominant social group or class” (1991: 5). Otro aspecto importante es que relaciona
enunciados concretos con su contexto social: “ideology is a function of the relation of
an utterance to its social context” (Eagleton 1991: 9).
El investigador británico identifica seis estrategias propias de la legitimación del poder
que luego veremos con claridad adaptadas al ámbito de ideologías en actitudes
lingüísticas, tal como las han definido y ejemplificado Irvine y Gal (2000). Define
Eagleton las seis estrategias como sigue (1991: 5-6):
A dominant power may legitimate itself by promoting beliefs and values
congenial to it; naturalizing and universalizing such beliefs so as to render them
self-evident and apparently inevitable; denigrating ideas which might challenge it;
excluding rival forms of thought, perhaps by some unspoken and systematic logic;
and obscuring social reality in ways convenient to itself.
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Por tanto, habrá que tomar en consideración que tampoco los lingüistas –o descriptores
de hechos lingüísticos en general– han sido inocentes en este aspecto y que siempre han
tenido y tienen sus propios puntos de vista ideológicos con los que han abordado sus
tareas, legitimando –consciente o inconscientemente– intereses de los grupos de poder.
Tales actitudes les suelen llevar, naturalmente, a formular determinadas opiniones que
luego desembocan en sus respectivas consecuencias, como postulan Irvine y Gal (2000:
36):
[W]e are concerned not only with the ideologies’ structure but also, and
especially, with their consequences. First, we explore how participants’ ideologies
concerning boundaries and differences may contribute to language change.
Second, we ask how the describer’s ideology has consequences for scholarship,
how it shapes his or her description of language(s). Third, we consider the
consequences for politics, how linguistic ideologies are taken to authorize actions
on the basis of linguistic relationship or difference.
Argumentan las lingüistas norteamericanas que las ideologías en descripciones
lingüísticas distorsionan notablemente la realidad y conducen a sus promotores a
malinterpretar la complejidad de la situación sociolingüística de comunidades de habla
que son objetos de análisis, ya que frecuentemente los investigadores tienden a
relacionar determinadas variedades lingüísticas con personas y actividades “típicas”.
Irvine y Gal (2000: 36-37) han identificado tres importantes procesos semióticos que
intervienen en éstas y semejantes ocasiones: iconization (‘iconización’, en español),
fractal recursivity (‘recursividad fractal’) e erasure (‘elisión ideológica’).
Bajo iconización entienden las autoras la transformación de la relación de signo entre
las características lingüísticas y la imagen social con la que están relacionadas; es decir,
determinadas características lingüísticas llegan a ser consideradas como
representaciones icónicas de determinados grupos sociales y de sus actividades, como si
de algo inherente o natural se tratara (Irvine y Gal 2000: 37). En el caso del caló la
iconización sería la frecuente identificación del caló con el argot de la delincuencia;
sería, por tanto, una estrategia que contribuyera a la iconización de ciertas prácticas
lingüísticas en la comunidad gitana.
La recursividad fractal comprende la proyección de una oposición o de una serie de
relaciones que son operativas en un nivel hacia otro nivel u otro plano. Por ejemplo, una
oposición intragrupal puede reflejarse hacia relaciones intergrupales y al revés (Irvine y
Gal 2000: 38). En el caso del caló se trataría del hecho de que los últimos residuos de su
sistema de formación de palabras y de maneras de adaptar los préstamos de lenguas
mayoritarias han sido reinterpretados como recursos lexicogenéticos del argot de la
delincuencia en un sentido más general, en el sentido de que la reinterpretación operaría
como representación discursiva de la comunidad. Sería por ejemplo el caso de la
desinencia de la 3ª persona singular –l o –el de las raíces perfectivas que ha servido para
la adaptación de los verbos romaníes a la morfología del español (Krinková 2015: 149);
por ejemplo, camelar, formado a partir del romaní kamel’s ‘él quiere, ama’. Estas raíces
perfectivas a su vez han creado dobletes morfológicos que han sido reinterpretados
como ‘intensivos’; por ejemplo, dicar ‘ver’ y diquelar ‘observar’, o chanar ‘saber’ y
chanelar ‘entender (saber aún más)’, como podemos leer tanto en fuentes de estudio del
caló como en inventarios del argot de la delincuencia (Buzek 2016).
Y finalmente elisión ideológica es un proceso en el que por motivos ideológicos se
simplifica la situación sociolingüística y determinadas personas, actividades o
fenómenos sociolingüísticos llegan a ser prácticamente invisibles. A los hechos que no
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concuerdan con el esquema ideológico adoptado o no se les presta ninguna atención o
se explican sólo de paso como si no tuvieran ninguna importancia (Irvine y Gal 2000:
38). En el caso del caló la elisión ideológica se dejaría ver en postulados como por
ejemplo que los gitanos no son una etnia, sino españoles aficionados a la mala vida, o
que los gitanos han perdido por completo su lengua y lo que hablan es un mal andaluz
sazonado con la jerga criminal.
Estamos, por tanto, completamente de acuerdo con Irvine y Gal cuando dicen:
We propose that what is needed is to shift attention to linguistic differentiation
rather than community. But it is crucial to recognize that the differentiation is
ideologically mediated, both by its participants and by its observers (2000: 76).
En las siguientes páginas vamos pues a proceder sin más demora a la lectura de
definiciones y caracterizaciones del caló formuladas tanto desde fuera como desde
dentro de la comunidad gitana a través el prisma de los postulados teóricos de Van Dijk,
Althusser, Eagleton, Vázquez García e Irvine y Gal, para ver de qué se ha hablado
cuando se ha hablado del caló y por qué las definiciones se han formulado tal como se
han formulado.
3. ¿Qué es el caló? Una mirada exógena
A continuación vamos a analizar en orden cronológico las fuentes documentales para el
estudio del caló, tratadas en otras ocasiones desde otros puntos de vista, como ya hemos
comentado, en Buzek (2011a) y en Krinková (2014, 2015). En general se trata de obras
lexicográficas (diccionarios y vocabularios), y vamos a centrarnos en aquellas en las
que sus autores introdujeron observaciones sobre el caló, aunque fueran sólo breves.
Si dejamos de lado en esta ocasión los documentos legislativos de los siglos XVII y
XVIII contra los gitanos (transcritos y comentados en Torrione 1988), el primer autor
cuyas ideas sobre los gitanos y sobre el caló tuvieron notable impacto en el panorama
intelectual de la sociedad española de esa época y la inmediatamente posterior fue
Sancho de Moncada (1779 [1619]), autor del terrible tratado Expulsion de los gitanos, y
precursor de la Gran Redada de Gitanos de 1749 (cf. Gómez Alfaro 1993), en el que
argumentaba que
los que andan en España no son Gitanos, sino enxambres de Zánganos, y hombres
ateos, y sin ley ni Religion alguna, Españoles que han introducido ésta vida, ò
secta del Gitanismo, y que admiten à ella cada dia gente ociosa y rematada de toda
España (1779: 204)2.
En lo que se refiere a la lengua gitana, argumenta este tratadista que “toda maldad hacen
à su salvo, confiriendo entre sí en lenguage con que se entienden sin ser entendidos, que
en España se llama GERIGONZA” (1779: 210)3.
Si reparamos en las actitudes del autor según la taxonomía de Irvine y Gal –que las
autoras formularon en principio para procesos lingüísticos pero nosotros la extendemos
más bien a prácticas sociales–, nos damos cuenta enseguida de que acude a la
iconización para emblematizar el lenguaje de los gitanos como gerigonza, es decir,
como el argot de la delincuencia, y por ende, a los gitanos como una especie de
delincuentes natos, y a la elisión ideológica cuando les niega el estatus de etnia (o
‘nación’, como se podría decir también, de acuerdo con la terminología de la época).
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La elisión ideológica también es utilizada profusamente en la biopolítica ejercida por el
Estado hacia los gitanos, ya que negando la existencia de una “nación gitana” se abre la
puerta a su asimilación y a la extinción de su forma de vida (Vázquez García 2009: 82-
83; Gómez Alfaro 1993).
En lo que se refiere a aspectos lingüísticos, notamos un uso agresivo del léxico con
connotaciones fuertemente negativas (‘enxambres de Zánganos’, es decir, no
productivos para la sociedad; ‘hombres ateos’ –uno de los argumentos más fuertes, por
ello iba en cursiva–, ‘secta’, ‘gente ociosa y rematada’, ‘maldad’, etc.) que documentan,
contribuyen a formar y naturalizan las actitudes ideológicas del autor en el sentido de
sistemas de creencias compartidas por una buena parte de los miembros de la sociedad
de su tiempo.
Otro autor cuyas opiniones sobre lenguas (la gitana, en este caso) se perpetuarían
constantemente en obras posteriores fue el jesuita Lorenzo Hervás y Panduro con su
Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas [...] (2008 [1800-1805]). En cuanto
a lo que dice y cómo interpretar sus palabras, no difería considerablemente de lo que
escribía Moncada casi dos siglos antes; la única diferencia es el tono, si bien éste estaba
estilísticamente determinado, puesto que Moncada escribía un panfleto, es decir, un
texto argumentativo, mientras que el texto de Hervás es expositivo, es una enciclopedia:
[E]ste lenguage, llamado gerigonza por los españoles, se ha fingido
probablemente por los gitanos de España para suplir por el nativo que habian
olvidado, ó que habia perecido con la mezcla de los muchos españoles foragidos
que se habian unido con ellos. En España, como tambien en Italia, los gitanos han
olvidado y perdido casi totalmente su lenguage nativo, y queriendo continuar
tratándose con un lenguage desconocido á los españoles e italianos, han inventado
algunas palabras; y otras muchas las han formado, alterando la significacion de las
italianas y españolas, ó invirtiendo sus sílabas (Hervás 2008: 312).
También aquí vemos la elisión ideológica, tanto del idioma de los gitanos como de ellos
como etnia. Pero notamos en el fragmento estrategias de la recursividad fractal cuando
procesos de lexicogénesis propios del argot de la delincuencia, en concreto de la
germanía áurea, como metátesis, usos figurados, etc., se señalaban como propios del
gitano, dando a entender que no había notable diferencia entre ellos, es decir, tanto entre
el argot y el idioma gitano, como entre ambos colectivos. Además, acudía Hervás
constantemente a comparaciones con la situación en Italia como un argumento de
objetividad y generalización del fenómeno.
Las actitudes de Moncada y Hervás serían las que iban a prevalecer en la mayoría de las
fuentes procedentes del siglo XIX. Sería por motivos de ideología y también por el
hecho de haberse copiado los autores entre ellos. El plagio fue moneda corriente en toda
la lexicografía española de aquel entonces y el caso de los diccionarios del caló no fue
ninguna excepción. Estas formulaciones las encontramos sobre todo en los prólogos
(fue allí donde se solía introducir información sobre la lengua de los gitanos) y tanto
Moncada como Hervás fueron plagiados extensivamente (cf. Buzek 2011a). Pero si
hemos de mantener la cronología, primero nos tenemos que dirigir a dos obras que
fueron frutos de observaciones empíricas (la primera con seguridad; el caso de la
segunda es más problemático): el “Vocabulario de lengua ethigitana o de los gitanos”,
de comienzos del XIX, atribuido probablemente de forma errónea a José Antonio Conde
(transcrito en Torrione 1988) y The Zincali de George Borrow (1843 [1841]).
El vocabulario atribuido a Conde estaba temáticamente ordenado y las cuestiones más
generales de la lengua gitana fueron tratadas más bien de pasada. Se suele denominar de
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forma abreviada “Vocabulario de Conde” por haberse hallado entre sus papeles, pero no
hay ningún argumento de peso para seguir atribuyéndole la autoría a José Antonio
Conde (Buzek 2011a: 101). El autor daba fe del estado de código mixto del gitano-
español (pararromaní; cf. Krinková 2015) cuando afirmaba que “[l]os adjetivos
ethigitanos corren parejos con los de la lengua española” (en Torrione 1988: 362);
“haviendo con exacto examen registrado las derivaciones, y formaciones de nombres y
verbos de la lengua Ethigitana, en nada substancial se diferencia de la nuestra” (365); o
“[l]os Ethigitanos forman los tiempos de sus verbos como nosotros de los nuestros, pues
ya he dicho que en lo substancial corre todo parejo” (368). Bastante interesante es
también la observación sobre la estrategia de formación de palabras nuevas entre los
gitanos españoles: “quando los Gitanos no se acuerdan de sus voces propias, ó en su
lengua no hay termino que explique la cosa, entonces hablan assi, agitanizando” (380) y
aportaba unos ejemplos como rabizarar ‘rabiar’, mandizarar ‘mandar’ o vendizarar
‘vender’, entre otros.
Hay que reconocer que el autor se abstenía en general de comentarios denigratorios. El
compilador del vocabulario dio fe del estado mixto del gitano-español, atestiguando
procesos de la formación de palabras que desde el punto de vista del español parecían
más bien arbitrarios (“hablan assi, agitanizando”) pero que tienen su explicación interna
desde el punto de vista de la morfología del romaní (serían, por tanto, restos fosilizados
del sistema gramatical del romaní original; cf. Krinková 2015: 148-150). Fijémonos
también que el autor estaba consciente de que había existido una lengua propia de los
gitanos cuando decía: “en su lengua no hay termino que explique la cosa...” (Conde,
citado en Torrione 1988: 380).
El prisma ideológico en el vocabulario también está presente, pero esta vez travestido
de objetividad, propia de observaciones de un científico. Notamos rasgos de elisión
ideológica (“la lengua Ethigitana, en nada substancial se diferencia de la nuestra” (365)
pero el autor no acudía a la iconización de ‘gitano-delincuente’, como lo hemos visto
antes.
Una actitud similar la notamos también en Borrow (1843 [1841]):
The Gypsy dialect is at present very much shattered and broken, being rather the
fragments of the language which the Gypsies brought with them from the remote
regions of the East than the language itself: it enables, however, in its actual state,
the Gitanos to hold conversation amongst themselves, the import of which is quite
dark and mysterious to those who are not of their race, or by some means have
become acquainted with their vocabulary (1843: 315).
Though the words or a part of the words of the original tongue still remain,
preserved by the memory amongst the Gitanos, its grammatical peculiarities have
disappeared, the entire language having been modified and subjected to the rules
of Spanish grammar, with which it now coincides in syntax, in the conjugation of
verbs, and in the declension of nouns. Were it possible or necessary to collect all
the relics of this speech, they would probably amount to four or five thousand
words; […] for it is necessary to state here, that though such an amount of words
may still exist amongst the Gitanos in general, no single individual of their sect is
in possession of one-third part thereof, nor indeed, we may add, those of any
single city or province of Spain (1843: 332).
Es cierto que las opiniones lingüísticas de Borrow a veces hay que tomarlas con cautela
(cf. Buzek 2011a: 123), pero es bastante probable que su descripción del estado de
evolución del gitano-español sea acertada y correspondiente a la realidad de aquel
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entonces: estaríamos ante un pararromaní, y la descripción es muy similar a la aportada
por el autor del Vocabulario de Conde (al fin y al cabo, no habrá entre ellos un lapso de
más de 25 años).
Algunos años después del libro de Borrow salió el primer diccionario del caló
compilado por un autor español, Enrique Trujillo (1844), que inauguraría una tradición
lexicográfica de caló de aficionados. Torrione (1993: 147) los caracteriza
desdeñosamente como unos “filólogos de pandereta y entrada de sombra, [que]
saquearon a Borrow de manera indecente [...], y los demás se copiaron en cadena,
dilatando y corrompiendo aún más, con su gitanofilia, el empobrecido dialecto de los
gitanos españoles”. El comentario de Torrione es en general acertado, según
comprobamos con detalle en Buzek (2011a). En lo que se refiere a la información que
daban sobre el caló, se solían limitar a copiar, en mayor o menor extensión y fidelidad, a
Hervás o a Moncada:
La lengua propia de los gitanos no se descubre ni se puede descubrir en los que se
esparcieron por los reinos occidentales de Europa, sino solamente en los que
quedaron y aun hay en los orientales. Aquellos se esparcieron y recibieron en su
compañía gran número de foragidos europeos, por lo que su idioma se adulteró
fácilmente y pereció á poco tiempo. [...] En España como también en Italia, los
gitanos han olvidado y perdido casi totalmente su idioma nativo, y queriendo
continuar tratándose con un lenguage desconocido de estas dos naciones, han
inventado algunas palabras y formado otras alterando su significación ó
invirtiendo sus sílabas (Trujillo 1844: 15-16).
Hasta cierta época ha tenido mucha variacion su lenguaje, por las diferentes
personas de varios reinos que se les agregaban, ya fugitivos, ya vagabundos,
ociosos ó los que no encontraban medios de buscarse el sustento en su pais: [...].
En esta nacion [España] el último lenguaje que compusieron es del que se tratará,
y aunque muchos creen que todos lo hablan, debe hacerse una advertencia de ello,
pues los mas civilizados no lo entienden, y el que usan entre sí, y no con
frecuencia, es sacado de aquel y del mal andaluz, con lo que componen una jerga
semijocosa; asi como los que andan ambulantes por los campos y montes, que se
ocupan de hacer canastas y esquilar, son los que más bien lo poseen, aunque no
con mucha perfeccion (Jiménez 1997 [1853]: 6-7).
Con respecto al idioma primitivo de los jitanos, Grellman publicó un vocabulario
del que usaban los que andaban vagando por Alemania, que como ya hemos dicho
anteriormente, era un dialecto de la lengua malabara; pero este idioma pereció,
como era consiguiente, por la mezcla de las diversas lenguas que hablaban los
vagos europeos que se reunieron con ellos. Sin embargo, queriendo los jitanos de
España hablar entre sí un idioma que no pudiesen entender mas que las personas
de su raza, inventaron muchas palabras, que son las que damos á continuacion en
forma de diccionario, y de las cuales usan en sus conversaciones cuando no
quieren que los estraños se enteren de ellas; en los demas casos emplean el idioma
del pais que recorren ó en que habitan, pues ya dijimos que aprendian fácilmente
todas las lenguas (Campuzano 1980 [1848]: XXVIII-XXIX).
Esta raza de gentes tienen interés en que no se les entienda, y si bien no conservan
su primitivo lenguaje, han inventado palabras para entenderse entre sí, y son las
que damos á continuacion en forma de diccionario, con la ayuda del cual se les
podrá comprender cuanto hablen (D. A. de C. 1851: XI).
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Como vemos, son las mismas actitudes que ya hemos visto antes en los casos de
Moncada y Hervás, y detectamos aquí claramente todas los fenómenos de dominación
ideológica formulados por Irvine y Gal (2000): iconización (‘los gitanos no hablan una
lengua propia sino una jerga inventada para no ser entendidos; por tanto, si hablan una
jerga como los delincuentes y vagabundos serán iguales a ellos); recursividad fractal
(‘los gitanos forman las palabras de las misma manera que los delincuentes’); y elisión
ideológica (‘puesto que ya no hablan su propia lengua y se habían mezclado con
vagabundos, ya no son un pueblo, sino unos vagabundos también’). Es llamativa
también la observación de Jiménez de que “los mas civilizados no lo entienden”, la cual
identifica el abandono de la lengua propia con la civilización, es decir, con “nosotros”,
en oposición a la barbarie de “ellos”, los gitanos, que hablaban su propio idioma
identificado con una jerga (“semijocosa”). Jiménez acudió aquí al paradigma
civilizatorio, a la invención del “otro” –sin progreso, primitivo– frente a la racionalidad
y la civilización occidentales. Es una actitud doblemente racista: el racismo étnico y el
racismo de clase.
El caló mirado desde el prisma de Francisco de Sales Mayo, o Francisco Quindalé
(1999 [1870]) según rezaba su seudónimo, ya se notaba distinto –por lo menos de
fachada. En primer lugar, Quindalé procuró dejar bien claro que “las voces de germanía
nunca fueron gitanas; ántes por lo contrario las pocas que lo son las tomaron del caló los
rufianes de la época de Quevedo”4 (1999: 77), y con ello pretendió desmentir la
percepción del caló como un sinónimo del argot de la delincuencia. En cuanto a las
características generales del caló, lo describió como una variante pararromaní
contaminada por las invenciones de los aficionados no gitanos (hecho ya constatado por
Borrow):
En España, pues, á las peculiaridades gramaticales de la lengua original, han
sustituido las reglas de la gramática castellana, tanto en la sintáxis como en la
conjugacion de los verbos y declinacion de los nombres; pero dominando los
vicios de pronunciacion é incorreccion que distinguen especialmente á los
habitantes de Andalucía, á más de otros barbarismos de cierto lenguaje espurio
arreglado por seudo-literatos no gitanos (Quindalé 1999: 49).
No obstante, aunque Quindalé procuró distanciarse del caló espurio de los aficionados y
negó que el caló tuviera relación alguna con la germanía áurea, en su “Epítome de
gramática” que seguía a la cita en el volumen un par de páginas más adelante, intentó
reconstruir un “caló correcto”, totalmente de espaldas a la realidad lingüística del
momento. Fue una actitud ideológicamente motivada, la de un “científico” de clase
media-alta consagrado al positivismo que decidió borrar la realidad del gitano que
hablaba un pararromaní con rasgos del español popular y creó una imagen icónica de un
gitano que hablaría un “caló correcto”, un ideal imposible que no se materializaría
probablemente nunca, y por tanto, no sería un peligro para el orden social del Estado-
nación en el que los gitanos ya tenían su lugar fijo asignado. Huelga decir que en el
cuerpo del diccionario luego mezclaba las voces gitanas con las germanescas, como sus
predecesores.
Otro lexicógrafo del caló (y muy probablemente también un aficionado) fue Tineo
Rebolledo (2006 [1909]). Sus descripciones del caló fueron muy breves. Se limitó a
desmentir la relación entre el caló y el argot de la delincuencia y resaltó la relación
genética entre el caló y el sánscrito, pero sin aportar detalles (aunque al final del
volumen incluyó sin ningún comentario ni explicación unas notas gramaticales copiadas
al pie de la letra de Quindalé): “el caló no es un lenguaje inventado por ciertos
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I. Buzek. ¿Qué quiere decir caló? Matices de un glotónimo
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miembros enfermos de la sociedad, como algunos creen, sino dialecto derivado de otros
que ostentan un linaje de los más ilustres” (Rebolledo 2006: 5).
Félix Manzano López, o F. M. Pabanó (2007 [1915]), fue no solamente un lexicógrafo
del caló por afición, sino también un director de cárceles de profesión. Su obra no es un
estudio original, sino una compilación, aunque la más voluminosa hasta entonces
(Buzek 2011a: 182). Por tanto, no sorprende que encontremos aquí todas las opiniones
que se habían formulado hasta entonces sobre el caló. En principio, Pabanó rechazó la
idea de que el caló fuera un sinónimo del argot de la delincuencia:
El lenguaje caló (gitano) no es ciertamente un dialecto canallesco, de origen
carcelario ni presidial; ni procede, como cree la mayoría de las personas, de los
lugares de prostitución ni de la infamia, de los garitos, tabernas ni cachimanes.
[...] El caló, zincalé o romanó, que con los tres nombres se conoce esta forma de
hablar, es el dialecto usado en España por una raza sin hogar, descendientes de los
parias indios; y tiene por base otro idioma de los más nobles e ilustres (2007:
178).
No obstante, hay que tener en cuenta que la aparente objetividad del trato y el aprecio
del caló como un idioma heredero de “los más nobles e ilustres” sólo se refería a
estados pretéritos pero no a la realidad de su momento. Y aunque reconocía, como
leemos en el siguiente fragmento, que el caló de los aficionados fue una cosa inventada,
los restos lingüísticos pararromaníes los borraba decididamente y los identificaba con la
barbarie e inferioridad –social, moral– de los que los usaban (“los que ambulan por los
despoblados son los que mejor lo poseen”); mientras que la “civilización” la relacionaba
con la pérdida del idioma propio y el monolingüismo en español. Cabe destacar aquí la
estigmatización de la variación regional del español (“mal andaluz”), propia del
purismo academicista de entonces.
El caló hablado por los gitanos no es tal como tiene su representación en los
diferentes vocabularios que se han dado a luz. Además, son muy contados los
individuos que lo dominan: los más civilizados apenas lo entienden, y el que usan
entre sí se reduce, en los que más, a alguna que otra palabra procedente del caló
primitivo, mezclada con el mal andaluz. Los que ambulan por los despoblados son
los que mejor lo poseen, aunque con imperfección [...], todas las voces muy
alteradas y corrompidas; formaciones caprichosas, sin reglas, fundamento ni razón
[...]; con intromisión fraudulenta de voces de la jerga germanesca; en la cual
también y a la par se ha ingerido el caló; de forma que éste resulta agermanado y
la germanía aparece agitanada (Pabanó 2007: 183-184).
Al final del fragmento notamos estrategias de recursividad fractal cuando Pabanó
argumentaba que entre las estructuras léxicas y medios de formación de palabras en la
jerga de los delincuentes y el caló prácticamente no había diferencias notables. Y por si
cabía dudas, al final remató su argumentación afirmando que puesto que había según él
notable parentesco entre el caló y el sociolecto criminal, también lo sería –aunque no
del todo– entre los criminales y los gitanos:
Por la misma índole de su naturaleza y de sus costumbres, son los gitanos más
afines a la sociedad delincuente que a la sociedad común; sin que esto quiera decir
que tal afinidad haga que se confunda jamás la raza gitana con los hampones: sólo
existe entre ellos cierta vecindad y cierta semejanza de inclinaciones (2007: 186).
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En nuestra opinión, es una proyección de iconicidad clarísima de su parte habiendo
comprobado “objetivamente” la inferioridad nata de los gitanos y justificado su posición
en el fondo de la sociedad.
Otros autores-lexicógrafos, o más bien hábiles compiladores, fueron Dávila y Pérez
(1991 [1943]). Sus opiniones no diferían en absoluto de las de sus predecesores, pero al
final de un único párrafo que le dedicaron al caló y a sus características ofrecieron una
curiosa explicación usando el argumento de la autoridad (“el caló no es una jerga
porque fue objeto de estudio de destacados lingüistas”, nombrando a Borrow, Merimée,
Valle Inclán y al cardenal Mezzofanti).
Algunos creen que este lenguaje particular [caló] lo usan en todas las naciones los
gitanos, los ladrones, los tahures y los hombres de mal vivir, y que ha sido
inventado por ellos con objeto de que nadie entienda sus conversaciones, teniendo
por escuelas las cárceles y por cátedra los presidios; pero no es así, aun cuando
haya que reconocer el mayor uso que del “caló” hace la gente maleante. Buena
prueba de que el “caló” no es una jerigonza de exclusivo uso e invención de los
malhechores la tenemos, no solamente en la riqueza y dulzura de sus voces y en la
suavidad y armonía del lenguaje, sino que gran número de sabios han consagrado
horas de vigilia a su estudio (Dávila y Pérez 1991: 13-14).
El último diccionario del caló del que vamos a hablar porque contiene en sus páginas
comentarios sobre el habla gitana es el de Llorens (1991). Según hemos confirmado en
Buzek (2011a: 219), el diccionario de Llorens es un caso escandaloso de plagio, incluso
en un campo como el de la lexicografía del caló en el que la piratería siempre fue
moneda corriente. A continuación vamos a citar tres fragmentos a manera de
ilustración. Como se notará, son copias casi literales de los textos de Quindalé y de
Pabanó citados y analizados más arriba, así que no creemos que haga falta dedicarles
más tiempo.
El lenguaje familiar de los gitanos españoles es el caló, zincalé o romanó, que no
es como algunos lo definen una jerga rufianesca, ni tampoco es el habla particular
de las cárceles y presidios (aunque no se puede negar que ciertos grupos de
delincuentes utilizan dicho sistema oral para comunicarse entre sí), tabernas y
lupanares, ni tiene nada que ver con la germanía que se chapurrea en los antros de
vicio, aunque en aquél se encuentran palabras de ésta y en ésta algún modismo
caló; es éste un dialecto derivado de otros que todavía hoy se utilizan en el
Indostán. [...] En España, junto a las peculiaridades gramaticales de la lengua
original han sustituido las reglas de la gramática castellana, tanto en la sintaxis
como en la conjugación de los verbos y declinación de los nombres, pero
dominando las incorrecciones y los vicios de pronunciación, que distinguen
especialmente a los habitantes de Andalucía, comunidad española donde los
gitanos se fijaron más arraigadamente, como lo demuestra el entronque de su
lenguaje con aquél. [...] Son muy pocos los individuos de esta raza que emplean
en sus conversaciones vocablos de correcto caló; los más usan alguna que otra del
primitivo calé mezcladas con otras corrompidas o bárbaras o bien con voces de
germanía (Llorens 1991: 99-100).
Lo que nos sorprende en el caso de Llorens es el nivel de cinismo al atreverse a saquear
obras antiguas y en todos los sentidos obsolescentes, actualizando tan sólo la ortografía,
ya que aparentemente tanto a la autora como a la editorial la calidad del resultado final
era lo último que les preocupaba. Fue una actitud de desdén y de dejadez absolutas que
provocaron una contestación fuerte de parte de las asociaciones gitanas (Buzek 2011a:
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I. Buzek. ¿Qué quiere decir caló? Matices de un glotónimo
Estudios de Lingüística del Español 37 (2016), pp. 263-283!
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215). No creemos que la actitud de Llorens haya sido expresamente racista, ya que
según se puede ver de su bibliografía, ha sido una profesional de la pluma, capaz de
escribir sobre cualquier tema demandado.
Después de leer las fuentes para el estudio del caló a través de la óptica de Irvine y Gal
(2000) y sus parámetros de iconicidad, recursividad fractal y elisión ideológica, nos
damos cuenta de que el caló fue siempre presentado “como un argot del tiempo,
próximo al habla alegórica de los ciegos y a la jerga germanesca de los ladrones,
mendigos y rufianes” (Torrione 1993: 140), una imagen que pasaría a la experiencia
lingüística compartida por los hispanohablantes a nivel general y también “allende los
Pirineos como un registro de tercera categoría (Torrione 1993: 147).
Si nos preguntamos por las razones y buscamos una interpretación contextualizada más
amplia, podríamos leer las opiniones sobre el caló (y sobre los gitanos en general) como
una manera de procurar resolver un inminente conflicto ideológico. De acuerdo con Van
Dijk (1999: 32), “el conflicto ideológico sólo es posible entre culturas, mientras el
conflicto ideológico dentro de las culturas necesita definirse en términos sociales,
específicamente en los (sub)grupos determinados y sus creencias”. Por tanto, si el caló
fuera reconocido por autores españoles como una lengua (aunque mixta), propia de un
grupo venido desde fuera, esto dañaría la imagen de España como un estado nacional
(relativamente) homogéneo, una comunidad imaginada, en términos de Anderson (1991
[1983]), puesto que
la lengua tiene mucho más que un sentido semiótico; tiene también un sentido
retórico. La lengua no es entonces sólo un índice que apunta a una identidad
colectiva, sino que también permite que las identidades colectivas emerjan y las
naciones sean imaginadas (García 2007: 380).
Por ello autores españoles como Sancho de Moncada y Hervás y Panduro insistían tanto
en que los gitanos de su época no eran una etnia independiente, sino unos simples
vagabundos y criminales generalmente de origen nacional, aunque en principio
corregibles y reintegrables al cuerpo del Estado, si se les aplicaban las mismas penas
que a los vagabundos (Vázquez García 2009: 83-84). Negando la etnicidad de los
gitanos sería posible negar y borrar también los últimos restos de su lengua, presentarla
como una jerga de los delincuentes (nacionales) e imaginar una comunidad homogénea,
una nación española, en la que los gitanos no presentaban un conflicto ideológico (entre
dos culturas distintas), sino “tan sólo” un problema social dentro de la comunidad que
se resolvería mediante la asimilación, y ésta empezaría erradicando su lengua. Prueba
de ello serían los comentarios de Jiménez y de Pabanó de que “los más civilizados
apenas lo entienden [el caló]”.
4. ¿Qué es el caló? Una mirada endógena
A continuación vamos a ver cómo ha sido percibido el caló como término y qué
connotaciones ha tenido desde el punto de vista endógeno, es decir, qué han entendido
bajo el rótulo los propios gitanos españoles. Como hemos dicho más arriba, por razones
de extensión tuvimos que limitar considerablemente el corpus en el que nos basamos.
Por tanto, revisaremos tan sólo una selección de trabajos de autores gitanos que versan
sobre tales cuestiones lingüísticas (Ramírez Heredia 1994; Jiménez Gabarri 1999; y
Jiménez González 2009), así como encuestas sobre el tema procedentes de recientes
trabajos de investigación de campo, aunque éstos hayan sido llevados a cabo en general
por autores no gitanos (Adiego 2005a y 2005b; Gamella et al. 2015). Es cierto que no
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son muchos los trabajos seleccionados, pero creemos que a pesar de todo ello podrán
ofrecer por lo menos una visión panorámica y orientativa. Hemos acudido aquí más
bien a parámetros cualitativos y no cuantitativos. Ramírez Heredia, Jiménez Gabarri y
Jiménez González son autoridades reconocidas en el seno de su propia comunidad y,
por tanto, sus palabras pueden representar una opinión difundida entre una buena parte
de los gitanos españoles. En lo que se refiere a los datos de las investigaciones de
campo, es cierto que desde el punto de vista cuantitativo los trabajos de Adiego y de
Gamella et al. son más bien estudios de casos. No conocemos el número exacto de los
informantes de Adiego para ambos estudios pero el autor habla siempre sobre
individuos o familias concretos, mientras que en la investigación de Gamella de et al.
participaron 68 informantes; en fin, el número total de informantes para las tres
encuestas no habrá sido de más de cien personas. En lo que se refiere al perfil
sociolingüístico de los encuestados, los números según su sexo y la edad parecen
equilibrados. En cuanto a los factores del nivel socioeconómico y de educación,
prevalecen personas de clase baja y media baja con educación básica (a veces sin haber
terminado los estudios primarios) y muy poca presencia de personas de clase media con
educación universitaria. La mayoría de universitarios gitanos son jóvenes entre 20 y 30
años y son la primera generación con estudios superiores. Creemos no perpetuar los
tópicos cuando decimos que en total podrían representar una muestra válida de la
población gitana española a nivel general.
En primer lugar, es preciso advertir que hay un consenso general formulado desde el
propio ámbito de la comunidad gitana, y es que “si todo lenguaje tiene como misión
fundamental la comunicación, el caló hace tiempo que dejó de ser útil a este respecto”
(Jiménez González 2009: 154)5. Asimismo, creemos que la mayoría de las personas
implicadas (gitanas o no gitanas) suscribiría la definición del caló de Ramírez Heredia
(1994: 181): “[h]abla de los gitanos españoles que usan algunas palabras del romanó y
aplican en su integridad la gramática española”.
En cuanto a la extensión del uso real cotidiano –activo y pasivo–, Gamella et al. (2015:
64) anotan que “our data most likely measures passive knowledge of this lexicon,
because not much active use seems to be made of it”. Los mismos datos los aporta
también Adiego (2005a), aunque en otro estudio (Adiego 2005b: 6), con otro grupo de
informantes (una familia gitana de Épila, de Aragón), apunta que
they were able to enunciate complete sentences in Caló with relative ease. This is
very unusual: in general, the Gypsy informants I know are only able to remember
several words, many times with difficulty, and cannot build entire sentences in a
spontaneous way.
La actitud de los propios gitanos hacia el caló se perfila como bastante ambigua. Por
una parte, autores próximos a las asociaciones culturales y ciudadanas gitanas (aquí
representados por Ramírez Heredia y Jiménez Gabarri) a veces rechazan el concepto del
caló por refererirse a una lengua mixta, a un pararromaní, y no a una lengua
independiente y propia en todos los planos. Es una actitud ideológicamente motivada
que busca un distanciamiento lingüístico para reclamar un distanciamiento cultural, y
que está acorde con el concepto del nacionalismo lingüístico que empezó a surgir en los
siglos XVIII y XIX en Europa. No en vano, la definición del caló formulada por
Ramírez Heredia y citada en el anterior párrafo estaba precedida con la siguiente
introducción: “[p]or desgracia el kaló podría definirse de la siguiente forma: Habla de
los gitanos españoles [...]”. Por otra parte, es también frecuente oír hablar sobre
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‘corrupción’ o ‘empobrecimiento’, en el mismo sentido que en los textos de los
aficionados del siglo XX (ver supra). Dice por ejemplo Jiménez Gabarri (1999: 27) que
los gitanos de España hemos mezclado el romanó con el castellano, de forma que
esto ha dado como resultado la corrupción del romanó original y que la
castellanización del romanó nos impide a los gitanos españoles entendernos con
los gitanos europeos.
Por tanto, desde el ámbito de las asociaciones gitanas ha surgido un impulso para
reconstruir o, mejor dicho, reinventar un romaní ibérico, una variante estandarizada del
romaní peninsular, conocida también bajo el nombre de Romanó-Kaló. Sin embargo,
según comenta Jiménez González (2009: 157),
a pesar de sus esfuerzos por difundir sus hallazgos esta variante del caló
estandarizado no ha trascendido más allá de algunos artículos publicados en
Nevipens Romaní. Y no ha tenido aceptación tampoco entre los lingüistas
romaníes.
Y prosigue Jiménez González (2009: 159) diciendo que “el intento de reintroducir el
uso del romanó en España es una cuestión elitista y, por ello, minoritaria”. Otro tipo de
rechazo del caló viene motivado por el hecho de que los gitanos identifican los últimos
restos del pararromaní con el argot de la delincuencia, como han documentado en varias
ocasiones Gamella et al. (2015: 65). El fragmento se refiere a actitudes de los
encuestados hacia palabras concretas pero creemos que se podría extrapolar a la noción
del caló en general:
First, they argued that some of the proposed terms had become part of colloquial
Spanish, and therefore were apayao or non-Gypsy. Secondly, several informants
complained that some of the words in the questionnaire were not “Gitano” but
quincalleras, talegueras or choriceras, that is, typical of tinkers, thieves or
prisoners. This is congruent with the notion that, in the last two centuries, Caló
had become associated with the Germanía, the jargon used in prisons and criminal
underworlds that increasingly had incorporated Caló voices.
Notamos pues que los gitanos mismos –no todos pero una buena parte de ellos– han
adoptado una actitud que muestra una relación de iconicidad del concepto del caló como
un sinónimo para la jerga de los delincuentes. Por tanto, han aceptado la elisión
ideológica de rasgos lingüísticos propios y no los consideran como señas de identidad
étnica. Recordemos que hemos visto más arriba que éstos les fueron negados
vehementemente por los autores mencionados en el anterior apartado. La misma actitud
la documentó también Román Fernández (1995: 99) en su estudio del caló vallisoletano.
Otros gitanos han rechazado el caló porque lo han identificado con registros
desprestigiados del habla. Eso está relacionado con la actitud que acabamos de
comentar en el anterior párrafo pero se ha incorporado aquí también la noción de falta
de civilización, de la barbarie, tal como hemos visto más arriba en casos de diccionarios
de Jiménez (1997 [1853]: 6-7) y de Pabanó (2007 [1915]: 183). También aquí estos
gitanos han optado por aceptar la elisión ideológica que les había sido impuesto desde
la sociedad mayoritaria, contribuyendo a promover ellos mismos esa idea:
Lastly, a few informants excused themselves saying they knew little of “that
language” because it was representative of “old” Gitanos (antiguos or rancios –
literally rancid) and not the “modern” Gitanos they considered themselves to be.
In a telling case, a Gitano in his forties indicated his rejection of the interview by
saying: “Why are you asking me this? I am already civilised...” He associated
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Estudios de Lingüística del Español 37 (2016)!
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Caló with the stigmatisation suffered by many “typical” Gitanos (Gamella et al.
2015: 65).
Sin embargo, para otros gitanos el término caló tiene connotaciones positivas, aceptan
el parraromaní como propio y su cualidad de código mixto lo esgrimen con dignidad,
como una parte de su identidad. Afirma al respecto Jiménez González que “el caló es
una creación colectiva de los gitanos españoles” y “hoy día el caló sirve, básicamente
como herramienta identitaria básica. Es decir, sirve para identificarnos como gitanos
ante otros gitanos” (Jiménez González 2009: 152 y 154). En otras palabras –las de
Gamella et al. (2015: 87)–, “therefore Caló serves mostly as an emblematic token of
ethnic affirmation and resistance. Secondly, it is also used as a resource for enabling
exclusive, in-group communication in the presence of outsiders”; pero no en el sentido
de lengua secreta, ya que “for most of the people contacted, Caló is not a secret
language anymore” (Gamella et al. 2015: 63). Sería interesante poder identificar algún
patrón sociolingüístico que explique las diferentes actitudes dentro de la comunidad
gitana, pero son pocos los datos para poder sacar conclusiones al respecto.
Y finalmente apuntan Gamella et al. que el último valor del caló sería el afectivo, una
manera de recordar a los antepasados: “[i]n this sense the use of Caló adds a sense of
community to the interaction between Gitano people, often providing a sense of
remembrance of dear ones no longer present” (2015: 87).
Vemos pues que entre la comunidad gitana podemos encontrar varias
conceptualizaciones ideológicas sobre el caló con diversos matices tanto a su favor
como en contra de él.
En lo que se refiere a las actitudes negativas, se producen por adopción y adaptación del
concepto nacionalista del Estado-nación europeo, acuñado en los siglos XVIII y XIX en
el seno del romanticismo alemán y más tarde difundido en todo el Occidente, que
relaciona la lengua con la identidad nacional. Este marco ideológico impediría aceptar
como propia una lengua mixta y obligaría, por tanto, a los intelectuales gitanos a
reinventar una lengua estándar artificial, a espaldas del interés de la mayoría de la
comunidad gitana, según hemos leído más arriba en la cita de Jiménez Gabarri (1999:
27) y en el comentario que hace Jiménez González (2009: 157) sobre las iniciativas del
grupo de Ramírez Heredia y sus colaboradores que han promovido un neo-romaní
ibérico estandarizado, pero han hecho bastante poco para difundirlo y promocionarlo
entre la población gitana.
Otro matiz de la actitud negativa y relacionado también con el concepto nacionalista del
Estado-nación es el que niega que el caló podría ser una lengua propia de un grupo
étnico diferente de la sociedad mayoritaria. Se trataría de adoptar la opinión difundida
extensivamente en la sociedad española ya desde el siglo XVIII, que percibía el caló
(casi) como un sinónimo de la jerga de la delincuencia o un símbolo de la barbarie.
Abandonar el caló significaría para los gitanos en este sentido una condición necesaria a
integrarse en la sociedad mayoritaria, como hemos podido ver en el fragmento de
Gamella et al. (2015: 65) en el que uno de los informantes se muestra indignado a que le
pregunten palabras del caló y responde que él ya está civilizado. También hemos visto
que los informantes de Gamella et al. percibían con frecuencia las voces gitanas como
jergales o argóticas.
En cambio, los gitanos que valoran positivamente el término lo interpretan como una
seña de identidad de ellos, gitanos españoles, frente a otros gitanos que hablan otras
variedades del romaní u otros pararromaníes. Otros matices del caló que han señalado
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los informantes con frecuencia son los de la afectividad y de la nostalgia, siendo el caló
un recuerdo de sus antepasados y familiares desaparecidos.
En general podemos decir que los gitanos españoles aceptan con cierta fatalidad y
nostalgia la paulatina pérdida del caló (“una larga agonía”, según versa el título del
trabajo de Gamella et al. 2015), pero discrepan en cómo interpretarla y asumirla dentro
de la conciencia colectiva del grupo. Los representantes del colectivo adoptan diversas
posiciones que van desde la defensa del caló como una parte de su propia identidad
hasta un feroz rechazo por considerarlo el principal obstáculo para la integración y
aplaunden el abandono de las prácticas lingüísticas que singularizan a la comunidad:
Most Gitano people recognise that Caló has practically vanished from their lives
and is rarely used today. “Nothing is left”; “We do not speak it”; “All is lost” are
expressions often repeated in interviews. There is a perception of loss that is
generally regretted. Most Gitanos accept the death of Hispanoromani or Caló, as
unavoidable. Some even view the disappearance of Caló as another element of the
necessary modernisation experienced by the Gitano minority (Gamella et al. 2015:
88-89).
5. Síntesis (y conclusiones)
A lo largo del trabajo observamos las diferentes posturas y actitudes hacia el concepto
del caló, primero desde el punto de vista exógeno, es decir, desde la óptica de los payos,
de la sociedad mayoritaria, y a continuación desde el punto de vista endógeno, el de los
propios gitanos españoles. Conviene recordar que para la óptica exógena hemos acudido
a textos del pasado, mientras que para la endógena hemos manejado datos de encuestas
sociolingüísticas actuales llevadas a cabo entre pequeños segmentos de la población
gitana española. El objetivo fue ver las repercusiones de las representaciones
ideológicas exógenas en las conceptualizaciones ideológicas endógenas. Hemos leído
los testimonios de ambos grupos mediante el prisma de estudios de ideologías en el
discurso (enmarcado en el contexto de la biopolítica), aplicando tanto el aparato del
Análisis del Discurso como el de la Sociolingüística.
No ha sido sorprendente encontrar posturas ideológicamente motivadas en
enunciaciones de ambos grupos. En lo que se refiere a las miradas exógenas, hemos
documentado las tres actitudes de iconicidad, recursividad fractal y elisión ideológica,
tal como han sido descritas y definidas por Irvine y Gal (2000), muy difundidas y
generalizadas desde el siglo XVIII hasta el XX, y tratadas como verdades generales y
obvias, como “creencias fundamentales específicas” en palabras de Van Dijk (1999:
31). El principal motivo fue –creemos– mantener la imagen de España como un Estado-
nación lo más uniforme posible y no permitir que se aceptara la presencia de otro grupo
étnico llegado de fuera con una lengua propia. Por ello se insistía tanto en que los
gitanos no eran una etnia sino más bien pandillas de vagabundos y delincuentes,
compuestas en su mayoría por sujetos “nacionales”.
No obstante, esta imagen ideológicamente motivada acabó siendo aceptada (consciente
o inconscientemente) por una buena parte del colectivo gitano y ha generado una actitud
de rechazo hacia el caló con dos salidas diferentes: el abandono consciente del caló
como una necesaria condición de modernización e integración en la sociedad
mayoritaria, y la propuesta de elaboración –o reinvención– de un neoromaní ibérico
propio, una opción minoritaria y restringida tan sólo a ciertos círculos académicos.
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Huelga decir que ambas actitudes cumplen con el ideario ideológico europeo de lengua
como el espejo de identidad nacional y con el de Estado-nación.
Otras actitudes endógenas hacia el caló son positivas y abrazan el caló como un rasgo
identitario propio de los gitanos españoles o como un símbolo de recuerdo de los
antepasados. Es preciso recordar que éstas son funciones simbólicas orientadas hacia
dentro de la comunidad gitana española o hacia la etnia gitana en un sentido más amplio
para distanciarse de otros grupos gitanos que no hablan el caló (cf. Jiménez González
2009: 151), pero que dejan fuera de cualquier consideración a los payos, a la sociedad
mayoritaria.
Vemos, por tanto, que decidir qué es caló, si es una variante mixta del romaní o un
español agitanado, no es fácil, si no imposible. Depende no solamente de factores
“objetivos” u “objetivables” del nivel de su conocimiento activo y pasivo, sino también
de toda una serie de factores sociopragmáticos, socioculturales, étnicos y actitudes
ideológicas. Todo ello en conjunto hay que tomar en consideración para saber de qué se
ha hablado cuando se ha hablado del caló.
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Notas
1 Este artículo ha sido posible gracias al apoyo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Masaryk. Agradecemos a los revisores anónimos sus valiosos comentarios que han ayudado a mejorar
considerablemente el trabajo. Los errores que a pesar de todo ello persisten son sólo nuestros.
2 En las citas mantenemos la ortografía original.
3 Cursivas y versales del original.
4 Sobre el léxico de la germanía áurea, y sobre la germanía en Quevedo en particular, existe una rica
bibliografía. Véase, por ejemplo, la bibliografía que se recoge en Medina Morales (2005).
5 Como observan Gamella et al. (2015: 64), “[i]n more than twelve years of spending hours and days with
Gitano individuals and families in their homes, their celebrations, church services and occupations we
have never witnessed a spontaneous conversation in Caló beyond a couple of sentences or a few
intercalated words”.
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