ArticlePDF Available

Augustin GEORGE y Pierre GRELOT, (dirs), Introducción a la Biblia. Introducción crítica al Nuevo testamento, Barcelona, Ed. Herder, 1983, t. 111, vol. 11, 708 pp., 14 x 24.

Authors:
RECENSIONES
SCRIPTA
THEOLOGICA
17(1985/2)
En
cualquier
caso,
el
presente
volumen me
parece
un
exponente
representativo
de
la
exégesis bíblica
francesa
actual,
con
el alto
grado de erudición
crítica
histór
,ico-literaria, que
caracteriza
sus
preocupaciones
dominantes,
quizas en cierto
contraste
con
otras
líneas de interés más
directamente
teológico, que se
apreciaba
en la
aguda y excelente
producción
de
la
exégesis bíblica
francófona
de
décadas
pasadas.
José
Ma
CASCIARO
Augustin GEORGE-Pierre
GRELOT,
(dirs), Introducción a la
Biblia
.
Introducción crítica
al
Nuevo testamento,
Barcelona,
Ed.
Herder,
1983,
t.
111,
vol.
11,
708
pp.,
14
x
24
.
Este
volúmen
comprende
las
partes
V a
VIII
del
tomo
111,
que
completan
el volúmen I
(partes
I a IV) con los
estudios
correspon-
dientes a Sinópticos,
Hechos
y Corpus
paulinum.
La
parte
V
estudia
«las
otras
cartas»,
Hebreos
y
epístolas
católicas,
exceptuadas
las
de.
San
Juan.
Estas,
junto
al
IV
Evangelio y al
Apocalipsis,
forman la
parte
VI,
titulada
«la
tradición
joánica».
La
parte
siguiente
está
dedicada
a
«la
formación del
Nuevo
Testamento»,
mientras
que la
parte
VIII
se
dedica
a «los apócrifos del
Nuevo
Testamento».
Es
una
obra
ambiciosa
que
trata
de
poner
al
día
las
cuestiones
de siempre.
La
bibliografía
es
rica
y
variada,
puesta
al día. Sin
embargo, adolece de
una
laguna
bastante
común: se prescinde practi-
camente
de
toda
publicación
que no
sea
francesa,
alemana
o inglesa.
Así
en el índice de
autores
sólo figura
A.
Díez
Macho
de los de
habla
hispana,
aunque
en
la
obra
se
hayan
citado
casi
esporádica-
mente a
L.
Alonso
Schokel y D .
Muñoz
León.
Es
comprensible
quizá
que se
prescinda
de su
lectura
y estudio,
pero
creo
, que al
menos
como
noticia
bibliográfica
deberían
figurar
autore
's de
otras
áreas
lingüsticas, no sólo la
española,
máxime
cuando
el
aparato
bibliográfico se ofrece
tan
prolijo.
Es
cierto
que en
ocasiones
el tra-
ductor,
Marciano
Villanueva, o la
editorial
,
trata
de
subsanar
este
escollo,
pero
no siempre es así.
Es
un
detalle
mínimo, si se quiere,
pero
que
quizá
señalándolo
se
pueda
solucionar
en
obras
o edi-
ciones sucesivas.
A.
Vanhoye,
profesor
del
Instituto
Bíblico de
Roma,
hace
una
presentación
general de
Hebreos,
en
la
que
trata
de
la
posición de
este
escrito
en el Corpus
paulinum.
Habla
de las
distintas
opiniones
de
la
época
patrística
y deja
sentada
su
canonicidad.
Trata
del
texto
en mismo y de su género literario,
opinando
que se
trata
de
una
pieza
oratoria,
enviada
por
escrito
con algunos
añadidos,
al final, de
682
SCRIPTA
THEOLOGICA
17(1985/2)
RECENSIONES
índole
epistolar.
Estudia
la
estructura
y
pasa
luego a las
perspectivas
doctrinales,
así
como
al
estudio
de los
hipotéticos
orígenes de tipo
qumránico
o gnóstico.
Defiende
las afinidades
paulinas:
«Su
cristolo-
gía
en
particular
recuerda
la
de
las
cartas
de
la
cautividad:
el
Hijo,
imágen de
Dios,
elevado
por
encima
de los ángeles, que recibe
un
nombre
sobre
todo
nombre»
(P
.
68).
También
el
tema
del
sacerdocio
de
Cristo,
tan
característico
en Heb,
tiene
una
apoyatura
paulina
al
destacar
el
Apóstol
el régimen
transitorio
de
la
Ley
y
la
importancia
de
la
obediencia
redentora
de
Jesucristo.
«Puede,
pues, mantenerse
la
opinión
de que el
autor
de Heb
pertenecía
a
un
grupo
apostólico
paulino»
(p.
68).
Respecto
a
la
fecha de
composición,
piensa
Van-
hoye que debió
redactarse
antes
del
año
70.
J.
Cantinat,
del
Escolasticado
de los
Padres
de
la
Misión
(París),
estudia
las
cartas
de
Santiago,
Pedro
y
Judas.
En
todas
ellas sigue el
mismo
orden
.
Hace
primero
una
presentación
de
la
carta,
pasa
a los
-
principales
puntos
doctrinales,
trata
de su origen y,
por
último,
habla
de
la
canonicidad
.
Respecto
de
la
1
Pet
expone
diversas
hipótesis
sobre su
autenticidad,
sin definirse
claramente
sobre
ninguna
de
ellas
(cfr. pp.
93-96).
Más
adelante,
con
ocasión
de
la
carta
de
Judas,
habla
de
la
pseudonimia
y
deja
bien
sentado
que
«no
es
incompatible
con
la
canonicidad
de
la
carta»
(p.
106).
Este
recurso
era
frecuente
entre
los
escritores
deIs.
1.
A
pesar
de
eso,
«no
hay
que
transformar
una
posibilidad
en
una
certeza:
hacen
falta indicios
concretos
para
apoyar
la
hipótesis»
(p.
106).
En
otro
momento
observa
que,
con
este
recurso
a la
pseudonimia,
el
autor
no
intentaba
engañar
a sus
lectores, sino que
trataba
simplemente
de
reforzar
el
valor
de lo
que decía.
No
obstante,
señala
luego, que la
existencia
de
dicho
fenómeno hizo más exigen,te a la
Iglesia
a la
hora
de
aceptar
un
determinado
escrito,
sin
dejarse
llevar
por
el
hombre
bajo
el
cual
venía
envuelto
el
escrito
en
cuestión,
consciente
del
posible
suplanta-
miento.
Este
dato
hace
más
fuerte, a mi
entender,
el
valor
de
la
autenticidad
de los
escritos
tenidos
como
tales
por
la
Iglesia
y
reco-
nocidos,
además,
como
inspirados.
En
contraste
con
esa
postura
de
exigencia,
ocurrió
en
ciertos
sectores
separados
de
la
Iglesia
que
díchos
escritos
pseudonímicos
se
reconocieron
con
cierta
facilidad y
prontitud.
Así
ocurrió,
en
efecto,
con
determinadas
sectas
«que
encontraron
en
este
modo
de
expresión
un
medio
de
propaganda
fácil...» (p.
512).
Con
respecto
a
la
2
Pet,
a
pesar
de lo
dicho
sobre
la
pseudoni-
mia y lo difícil que debió
ser
que un
escrito
así
pasara
al
canon,
piensa
Cantinat
que
parece
«más
indicado
hablar
de
pseudonimia
o
ficción
literaria»
(p
.
121).
Entre
los
argumentos
en
favor de su
tesis,
señala
que los
males
denunciados
por
este
escrito
eran
de
un
época
posterior
a
San
Pedro
.
Es
una
cuestión
a
nuestro
entender,
que
no
aparece
del
todo
clara,
aparte
de que
tampoco
eran
tan
impre-
visibles los males que luego
ocurrieron
y que
la
2
Pet
denuncia
.
Esto
no
obsta,
sin
embargo,
para
que
Cantinat
lo
considere
un
escrito
ins-
pirado.
683
RECENSIONES
SCRIPTA
THEOLOGICA
17(1985/2)
Como
decíamos, la
parte
sexta
está
dedicada
a la
«tradición
joá-
nica».
Comienza
con
el
estudio
del
Apocalípsis,
a
cargo
de
M.
E.
Boismard,
conocido
profesor
de
L'Ecole
biblique de
Jerusalén.
Estu--
dia
los
problemas
literarios en donde
trata
del género
apocalíptico
y
de la formación y composición del escrito inspirado. Su preocupación,
tan
laboriosa
como
discutida,
por
determinar
las fuentes originarias
del
texto
actual,
le lleva a conclusiones-
hipotéticas
sobre los diver-
sos bloques que
podrían
constituir
el
material
inicial del
Apocalipsis.
Después
de referirse a
otras
opiniones sobre el mismo
tema,
con-
cluye diciendo que
«queda
todavía
pendiente de solución el
problema
,
de
la
composición
literaria
del
Apocalipsis»
(p. 147).
El
capítulo siguiente,
dedicado
al «mensaje y
enseñanzas
de
Apo-
calipsis»,
resulta
más
interesante.
Termina
estudiando
la
cuestión
del
«autor
y fecha de composición».
Parece
inclinarse
por
las últimas
décadas
del
s.I,
aunque
concluye que
también
«éste es
todavía
un
problema
pendiente de estudio» (p. 166).
La
sección
segunda
de
esta
parte
VI
corresponde
a las
cartas
de
San
Juan.
E.
Cothenet,
del
Instituto
Católico
de
París,
hace
un estu-
dio
literario
de
la
1
loh,
así
como
una
exposición
de las ideas recto-
ras de
este
escrito
y los
problemas
sobre sus orígenes.
Por
último,
brevemente,
trata
de
las
otras
dos
cartas
de
San
Juan
.
Considera
que
la 1
loh
«es el fruto de
una
auténtica
gnosis
cristiana,
que es a la
vez conocimiento y
comunidad,
y hunde sus raices en el
Antiguo
Testamento»
(p.
183)
Y
piensa
que fue
escrita
a finales del s. I (cfr.
p.
186).
Estudia
de forma
comparativa
el
IV
Evangelio
y la 1
loh
para
concluir
que entre ambos escritos
hay
una
evidente
paridad,
no
sólo material sino
también
formal.
Considera
que las
semajanzas
con
la 2 y 3
loh
imponen la
existencia
de un solo autor. Sin embargo,
habla
de
la
«escuela
joánica»
de
Efeso,
en donde la fuerte influencia
del
apóstol
San
Juan
bien
se puede
decir
que
está
latente
en todos
estos
escritos, de forma más o menos
decisiva
(cfr. p. 193). Res-
pecto al
Presbítero
de la 2 y 3
loh,
piensa
Conthenet
que
«la
inter-
pretación
más verosimil ve
en
el
Presbítero
a
una
de las personali-
dades
más '
conocidas
del mundo
joánico,
heredero
espiritual del
apóstol
Juan»
(p. 198). ,
La
sección
tercera,
dedicada
al
IV
Evangelio,
nos ofrece de
entrada
una
historia
panorámica
de la
interpretación,
«sin
duda
la
mejor vía de
aproximación
para
descubrir
sus
riquezas
y las perpleji-
dades
que
pueda
provocar»
(p.
205).
Continúa
con
los
problemas
literarios y
con
la
génesis de su formación «tal
como
se puede ras-
trear
a
partir
del texto
actual»
(p.
205).
Estudia
luego su fondo reli-
gioso, su
carácter
simQólico y los puntos
esenciales
de su teología.
Termina
tratando
«el
problema
de su autor» (p.
205).
Hace
una
referencia a los
autores
antiguos, quizá
demasiado
rápida,
para
terminar
diciendo que
«sería
un
error
menospreciar
estos
antiguos trabajos:
aunque
ignoran los
problemas
críticos
plan-
teados
por
la exégesis
moderna,
tienen la ventaja de
haber
sido
684
SCRIPTA
THEOLOGICA
17(1985/2)
RECENSIONES
escritos
por
teólogos y místicos cuyas profundas intuiciones
alcanza-
ban
a menudo
una
considerable comprensión espiritual de
la
obra
comentada» (p. 206).
De
la exégesis
contemporánea
habla
al
tratar
de Bultmann y su influencia.
Destaca
la
polémica
que suscitó,
pudiendo decirse que, «las discusiones
en
torno a
la
obra
de Bult-
mann no han tenido punto de reposo» (p. 212). También señala que
«se
han
dejado
oir
voces discordantes incluso entre sus discípulos»
(p. 212).
No
obstante,
reconoce que la exégesis de Bultmann
ha
dado sus frutos y
bastantes
exégetas, aunque
rechazando
las tesis
.extremas del sistema de Bultmann,
han
aceptado
algunas de sus
intuiciones (cfr. p. 213).
Habla
del «new look» del IV Evangelio,
según el cual se
hace
necesaria
la
presencia
de
una
tradición vincu-
lada
a
un
solo
autor,
aunque su
área
de influencia se derive
hacia
diversos sectores. A
la
hora
de fijar los distintos niveles red acciona-
les, que hay en el
IV
Evangelio, se
da
un
claro
conflicto de métodos
en mútua competencia (cfr. p. 217). Y añadiríamos que en franca
impotencia.
Así
«el mismo
Fortna
ha tenido que
reconocer
que no
existen indicios literarios con suficiente
capacidad
demostrativa
para
aislar la «fuente de las señales».
Juan
ha
sabido «reeditar»
tan
a
la
perfección y
ha
sabido imprimir de tal modo sus
propias
característi-
cas que el evangelio
presenta
una
«unidad estilística» (p.
228).
Es
muy importante, y
estamos
plenamente de acuerdo, que, «sin desco-
nocer los problemas del origen y de las fuentes,
parece
que
ha
lle-
gado la hora de
dar
prioridad a
una
lectura «sincrónica» del
IV
Evangelio, para situarle no en oposición con la
fe
común (E. Kase-
mann), sino como
una
componente original de
la
sinfonía doctrinal
del
Nuevo
Testamento»
(p.
218).
En
cuanto
a las posibles raices de
la
tradición
joannea,
refiere
las distintas hipótesis
presentadas
por
los estudiosos.
Así
habla
de la
Gnosis,
de
Qumrán
y del Judaismo.
Respecto
a
la
posible oposición
de
esas
corrientes de pensamiento
opina
que «las investigaciones
recientes
han
evidenciado que debe evitarse
esta
oposición simplista»
(pp. 291 s.).
En
realidad las diferentes corrientes culturales, más o
menos presentes
en
el IV Evangelio no
son
otra
cosa
que
claro
indi-
cio de
«una
adaptación
práctica
a las condiciones de
la
evangeliza-
ción, a
partir
del momento en que
ésta
franqueó los límites del
mundo judío, sujeto a los exclusivismos de su ley y de su
cultura
propia, incluso en las comunidades de la
diáspora»
(p.
309).
Recuerda
que
Juan,
lo mismo que
Pablo,
lo que hizo fue llevar el
mensaje a determinados sectores del mundo de su tiempo.
Con
el fin
de lograrlo «el lenguaje de la
fe
cristiana
se fue enriqueciendo pro-
gresivamente al
contacto
con
la
experiencia» (p.
309).
En
cuanto al texto joanneo, destaca su originalidad, así como la
necesidad de
interpretarlo
adecuadamente
,
para
desentrañar
toda
su
riqueza teológica, que va más allá de la superficie de sus
palabras.
«Encerrarlo
en
nuestras categorías literarias es mutilarlo» (p.
203).
Nuestro
evangelista recurre a los más diversos géneros literarios
como
son
la meditación teológica, el
drama
histórico, la discusión
685
RECENSIONES
SCRIPTA
THEOLOGICA
17( 1985/2)
rabínica,
«para
tejer un testimonio
en
favor de
Jesús,
Mesías
e
Hijo
de
Dios»
(p.
203)
.
En
otro
momento
habla
del
carácter
histórico de
este libro inspirado, aún reconociendo que
San
Juan
se
preocupa
más
de
interpretar
la historia que de referirla.
Así
, «el símbolo
brota
entonces del seno de la
realidad
examinada,
aunque
la
trasciende,
y
luego se
orienta
de nuevo
hacia
ella iluminando
otras
escenas
aná-
logas» (p. 311).
Esto
hace
que el IV Evangelio posibilite, también hoy, que «sus
lectores
accedan
a
una
fe
más profunda en
Jesús,
Mesías
e Hijo de
Dios»
(p.
311).
Recuerda
que los milagros en
San
Juan,
a diferencia
de los Sinópticos, tienen sobre todo el
carácter
de seméia y no dyna-
mis,
palabra
que
nunca
utiliza nuestro hagiógrafo,
para
el que · «los
milagros son
una
revelación en hechos que posee
una
doble dimen-
sión: cristológica y
sacramental»
(p.
314).
En
contra
de lo que en
ocasiones se
ha
dicho, la
interpretación
de los hechos que hace
San
Juan
no
merma
en
nada
su fidelidad histórica.
Lo
único que ocurre
es que «la historicidad de
Juan
debe
ser
juzgada
en
función de
esta
concepción del testimonio» (p.
323),
según la cual lo que se
presenta
a la vista se trasciende
con
la
visión de
la
fe.
Aplaudimos
y
hacemos
nuestra
la
observación de que el mismo evangelista «nos indica cla-
ramente de quién procede
esta
profundización del testimonio evangé-
lico.
El
Paráclito,
el
Espíritu
de
verdad
(14,17)
permite
remontar
desde
la
actualidad
eclesial a los tiempos de
Jesús»
(p.
324).
E .
Cothenet
hace
un
recorrido
por
la teología
joannea
y
destaca,
sobre todo, la Cristología y la Eclesiología. Respecto a los títulos
cristológicos, es
raro
que
omita
el de
Rey
de
Israel,
aunque consi-
dera
que
Ioh
1,49 es
una
confesión de
fe
(cfr. p.
342)
.
Estima,
siguiendo a Boismard y a otros, que es un título cristológico el de
«hijo de
José»
(cfr.
Ioh
1,45 y no
1,49,
como
por
error
se dice en
la
p.
342).
En
cuanto
a
la
Iglesia, pone de relieve su
presencia
velada
pero vigorosa en el
IV
Evangelio, así como su
carácter
sobrenatual,
a través de
la
que los
Doce
y sus sucesores «cumplen
una
misión de
evangelización y de santificación
(20,
21
s) bajo la guía especial del
Paráclito»
(p. 355).
Por
último
aborda
la cuestión del autor. Ya hemos
anotado
algu-
nas referencias anteriores sobre este tema, delicado y difícil a un
tiempo.
Con
R.E
. Brown
considera
que
«hay
que
saber
distinguir
entre el auctor (el que
garantiza
el contenido del texto) y el scriptor
(redactor
o
autor
en el sentido moderno de la palabra)>> (p. 356).
De
aquí se derivaría que el
autor
es
San
Juan,
aunque el scriptor
sea
difícil de localizar. Se refiere luego al testimonio de
Papías,
Prócoro
y
otros
autores antiguos
para
concluir
con
R.E.
Brown que «constitu-
yen una testificación antigua según la
cual
los discípulos de
Juan
contribuyeron al evangelio en
calidad
de escribas o como editores»
(p.
368)
.
Termina
afirmando que «de no
haber
estado
esta
obra
puesta
bajo el legítimo
amparo
y
la
garantía
de un testigo apostólico
de
primer
orden, su misma originalidad
habría
amenazado
con impe-
dir su
difu~ión
... Y, sin embargo, la Iglesia del
s.
II
acogió
esta
686
SCRIPTA
THEOLOGICA
17(1985/2)
RECENSIONES
obra, porque veía en ella
una
participación necesaria en la sinfonía del
testimonio apostólico» (p. 377).
La
parte séptima, a cargo de P. Grelot, también del Instituto
Cató-
lico de París, estudia la formación del
Nuevo
Testamento por orden
cronológico, en cinco etapas, desde la primitiva comunidad
hasta
las
vísperas de la formación del canon en
la
Iglesia. Algunas cuestiones
ya
fueron tratadas de alguna manera anteriormente y se repiten aquí, como
es la de
la
autenticidad de los escritos neotestamentarios. Se ponen de
relieve las objeciones de los críticos modernos, que de ordinario
Grelot
no comparte. Así,
en
p.
466,
defiende
la
autenticidad paulina de Colo-
senses. Respecto a
la
datación de
Mt
y Lc
la
coloca entre los años
69
y 95, época demasiado tardía a nuestro entender, sin que las razones
aducidas sean plenamente convincentes. Respecto a Efesios piensa
en
un posible discípulo del Apóstol que intenta «mantener firmemente
la
tradición dejada por Pablo» (p. 485).
Tampoco
las razones, casi todas
de tipo filológico, son decisivas a mi entender.
En
cuanto a las pastora-
les vuelve a recurrir a una tradición paulina recogida por un discípulo,
que recurriría a la pseudoepigrafía.
C. Bigaré es el autor de la parte octava, dedicada a los apócrifos
del
Nuevo
Testamento.
Presenta
un cuadro cronológico y hace luego un
recorrido sucinto por los diversos libros reseñados en dicho cuadro.
Concluye destacando el interés que estos escritos revisten
para
el cono-
cimiento de los libros neotestamentarios, así como
para
revalorizar el
genuino carácter de los escritos sagrados que, a
pesar
de las afinidades
estilísticas y lingüísticas conservan su valor propio y único.
Como
en otras obras recientes, la editorial
ha
decidido poner las
notas críticas al final y no a pie de página.
Deben
ser razones muy
graves ya que
el
uso de las mismas se hace verdaderamente enojoso.
No
obstante, estamos ante
una
obra
de alta divulgación, realizada con
rigor y solvencia. .
Antonio
GARCÍA-MoRENO
Franz
Joseph
SCHIERSE,
Introducción
al
Nuevo Testamento, Barce-
lona,
Ed.
Herder
(<<Biblioteca de Teología», 1), 1983, 227 pp.,
12 x 20.
Comienza el
A.
presentando en el prólogo
una
serie de motivacio-
nes que puedan inducir a leer
esta
obra, «pensada en primer lugar, aun-
que no exclusivamente,
para
estudiantes de teología y de pedagogía de
la religión» (p. 11).
La
primera motivación
la
constituye la importancia
de la formación general de
una
persona en
la
que
ha
de
haber
unas
ideas básicas sobre unos libros, que han dejado impronta
tan
profunda
en los dos últimos milenios de
la
historia universal.
La
segunda motiva-
ción está en la formación profesional de teólogos y pedagogos de
la
religión que,
para
adentrarse en el
Nuevo
Testamento, necesitan antes
687
ResearchGate has not been able to resolve any citations for this publication.
ResearchGate has not been able to resolve any references for this publication.