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EL IMPACTO COLONIAL EN LA LINGÜÍSTICA
DE LAS LENGUAS INDÍGENAS DE AMÉRICA
KLAUS ZIMMERMANN
Universität Bremen
The Colonial Impact on the Linguistics of Native American Languages
Abstract: The descriptions of the languages found in conquered countries have been
made for a long time by people linked to colonialism, especially spiritual colonialism,
with colonial ideology and colonial interests and with the application of theories and
concepts built and elaborated from other languages. Models of description created in
different socio-political and cultural contexts, which offer peculiar characteristics, were
applied, in addition to colonialist attitudes of supremacy. The methodological approach
of this analysis is based on the critical analysis of discourse. The objective is to analyze
the emergence and history of conceptual meanings and ideologies that continue to be a
guide and a persistent imprint of current linguistic thought created in the colonial spirit,
many of which persist in linguistics until today. The examples are mostly taken from the
descriptions of Native American languages: the empirical methods elaborated for elicit-
ing linguistic data, errors in the definition of categories and their causes, the context of
application of the descriptions for practical purposes, such as teaching and translation for
the purpose of Christianization, as well as the connection of linguists with the colonial
administration.
Keywords: colonial linguistics; missionary linguistics; historiography of linguistics; in-
digenous/native languages of the Americas; critical discourse analysis; ideology in lin-
guistics.
1. Ciencias del lenguaje y colonialismo: relación general e
interacción
La lingüística, o, mejor dicho, como se ha ido imponiendo cada vez más, las
ciencias del lenguaje, tienen que ver con la descripción de todas las lenguas del
mundo. Si preferimos decir ciencias del lenguaje, optamos por una perspectiva
pluridisciplinaria e incluimos todas las subdisciplinas: psicolingüística, sociolin-
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güística, historia de las lenguas, pragmática, lingüística aplicada como análisis
del discurso, planificación lingüística, etc.
Ya que la mayoría de las lenguas del mundo ha sido descubierta y objeto de análisis
y descripción en el contexto de la empresa de colonizar espacios y pueblos ajenos,
vale la pena resaltar la profunda conexión entre la lingüística y el colonialismo.
Las descripciones de las lenguas encontradas en los países conquistados se han
realizado durante mucho tiempo por personas vinculadas al colonialismo, espe-
cialmente al colonialismo espiritual, con ideología colonial e intereses coloniales,
y con la aplicación de teorías y conceptos construidos y elaborados a partir de otras
lenguas y según modelos de descripción emanados de aquellas, creados en con-
textos sociopolíticos y culturales diferentes que ofrecen características peculiares.
Si se estudia el impacto del colonialismo en las ciencias, se pueden encontrar
postulados como el de Jaime Marroquín Arredondo, quien en 2014 publicó Diá-
logos con Quetzalcóatl: humanismo, etnografía y ciencia (1492-1577). Este es-
tudio versa sobre la influencia del colonialismo en las ciencias de Occidente:
La obtención del vasto conocimiento indígena de la naturaleza americana fue un
antecedente fundamental para la transformación de la historia natural en ciencia na-
tural. Las prácticas empíricas y retóricas de los etnógrafos y naturalistas iberoameri-
canos […] anticiparon desde América la nueva ciencia, primero teorizada por Francis
Bacon a inicios del siglo XVII (Marroquín Arredondo 2014, resumen en la portada).
La idea de este libro es que la situación de los conquistadores y, sobre todo, de
los misioneros (entre ellos los lingüistas-etnógrafos, los frailes Andrés de Olmos
y Bernardino de Sahagún en el México del siglo XVI) que se encontraron frente a
hechos desconocidos y la tarea de su estudio, generó la invención de nuevas me-
todologías empíricas y la meta de objetividad. Si bien es cierto que hay huellas
de este acercamiento, puede que este sea solo un lado de la medalla. A este muy
necesario discurso de reivindicación de logros iberoamericanos hay que agregar
el discurso crítico que muestra la otra cara de la medalla: la situación de domina-
ción colonial produjo una perspectiva en la que los conocimientos se aplicaron
restringidamente de acuerdo a la utilidad y los intereses específicos de los colo-
nizadores y misioneros. Hubo, en este sentido, en las ciencias-descripciones de
las culturas indígenas de la época colonial la necesidad de reconocimiento obje-
tivo de los hechos en combinación con una visión de intereses práctico, político
e ideológico muy particular. Nos hace eco el título de un trabajo bien conocido
de Walter Mignolo: El lado oscuro del renacimiento (1995), en que describe los
efectos negativos de la colonización también en dominios que se consideraban
hasta la fecha más bien positivos, como, por ejemplo, la graficación (por medio
del alfabeto latino) de lenguas ágrafas, pero también de lenguas que tenían un
sistema pictográfico (como el náhuatl) o ideográfico (como el chino o japonés).
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
Hay otro aspecto que nos conduce a relativizar la hipótesis de Marroquín Arre-
dondo. Sabemos que no hubo recepción de los trabajos de la lingüística misio-
nera en la época colonial en Europa, es decir, no hubo influencia directa de los
conocimientos elaborados por la lingüística misionera (LM) sobre el desarrollo
de las ideas lingüísticas durante tres siglos, ya que las gramáticas y diccionarios
que elaboraron los lingüistas misioneros no fueron conocidos en la discusión
europea sobre lenguaje, estructuras gramaticales y léxicas. Su recepción ha sido
nula o muy restringida. Pero sí se puede concordar con la hipótesis de que los
lingüistas misioneros anticiparon la lingüística antropológica desarrollada a par-
tir del siglo XIX y ejecutada con grandes esfuerzos en el siglo XX. Sin embargo,
la lingüística antropológica desarrollada en los Estados Unidos de América de-
sarrolló semejantes acercamientos muchas veces sin apoyarse en los resultados
empíricos de los lingüistas misioneros. Quienes sí se apoyaron en estos traba-
jos pioneros formaron una excepción: eruditos como el jesuita español Lorenzo
Hervás y Panduro (1735-1809) (Hervás y Panduro 1979 [1800-1804]) y el filó-
sofo-lingüista y hombre de Estado Wilhelm von Humboldt (1767-1835) (Hum-
boldt 1994, 2009-2015) en el siglo XVIII y XIX, además de gente como Christoph
Gottlieb von Murr (1733-1811) en Alemania, James Burnett, Lord Monboddo
(1714-1799) en Escocia y John Pickering (1777-1846) en Estados Unidos.1
El tema del presente trabajo, no obstante, no es este aspecto, sino las huellas de
la visión y de la ideología colonialista sobre las lenguas en los estudios y des-
cripciones de la época colonial, es decir, en el campo de la lingüística. Nuestra
hipótesis es que el desarrollo de la lingüística, a partir de la empresa colonial,
está vinculado con la descripción de lenguas no maternas; pero más importante
es que la lingüística que estudia las lenguas de los pueblos colonizados lleva esta
impronta de enfoque colonialista. Analizar esta impronta no se debe a un acerca-
miento exterior, sino asume –por consideraciones metodológicas– una perspec-
tiva interna del dominio colonizador, o sea, la de las motivaciones e intereses
de una lingüística que ha sido durante siglos hecha por lingüistas involucrados
en la empresa colonial que compartían muchas veces las metas o por lo menos
algunas metas de la conquista y colonización de otros pueblos. Lo mismo vale
también para la lingüística misionera.
No hay nada nuevo en recordar el pasado colonial de grandes partes del mundo
y especialmente de América. Sin embargo, poco se analiza el impacto del colo-
nialismo, especialmente de una ideología colonial en las ciencias y en la lingüís-
1 Es de notar que, en la España del siglo XIX, es decir, después de las independencias de los
Estados hispanoamericanos, o, dicho de otra manera, después del régimen y aparato colonial,
no hubo interés acerca de la descripción de las lenguas amerindias (cf. Zimmermann 2012a).
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tica.2 Esto se debe a la reputación de las ciencias como campos de pensamiento
que se proclaman objetivos y libres de ideología. Creemos que no es el caso para
la lingüística de las lenguas americanas, africanas, australianas y asiáticas. En lo
que sigue se detalla esta hipótesis general.
2. Enfoque metodológico
Tenemos que distinguir, por un lado, el concepto de gramática mental como
sistema supuestamente existente en el cerebro que es la base del habla real y
el concepto de léxico como un conjunto de relaciones entre significantes y sig-
nificados y, por el otro, la descripción de esta gramática y léxico mentales. Lo
último, cabe repetirlo, son intentos de concebir las operaciones mentales y tienen
por ello necesariamente (tan solo) un estatus epistemológico de constructos. A
pesar de esta evidencia, se suelen confundir estos dos conceptos suponiendo
que la gramática escrita por lingüistas representa la gramática mental y que un
diccionario representa el conjunto del léxico mental de una lengua. No obstan-
te, las descripciones de lenguas (en forma de gramáticas y diccionarios) son
construcciones –en el sentido del constructivismo– y como tales se generan y se
difunden en discursos –en el sentido de Michel Foucault (1971)–. Es evidente
también que en la historiografía de la lingüística tenemos que ver con estos dis-
cursos, es decir, construcciones cultural, histórica, social, individual, en suma,
ideológicamente afectadas en su afán de acercarse a la realidad, no como des-
cripciones objetivas, si bien esta pueda ser su meta subjetiva. Además, hay que
saber que muchas veces las descripciones no son descripciones objetivas, sino
llevan una impronta de gramática normativa como atestiguan autodeclaraciones
como “reducir a arte” a las lenguas según el modelo por ejemplo de la gramática
normativa del español de Antonio de Nebrija. Por ello, nuestro acercamiento
está basado en el análisis crítico del discurso y nuestro objetivo es analizar la
emergencia e historia de significados conceptuales que siguen siendo una guía
y una impronta persistente de nuestro pensamiento. En nuestro caso se trata de
nociones e ideologías lingüísticas creadas en el espíritu colonial que persisten
hasta hoy en la lingüística. Los ejemplos están tomados sobre todo de descrip-
ciones de lenguas amerindias.3
2 Entre las pocas excepciones hay que mencionar el estudio pionero de Mignolo (1992) y el es-
tudio de Errington (2008). En este último se tematizan sobre todo la lingüística sobre lenguas
de Indonesia y de África.
3 Hay una variedad bastante grande de términos para referirse a las lenguas indígenas de Amé-
rica: amerindias, indoamericanas, precolombinas (los primeros dos con una connotación
ideológica subyacente debido al error de Colón de haber encontrado a la India), o términos
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3. Ideología colonial
La cuestión de colonialismo e ideología colonial en gramáticas y diccionarios
es dual: 1. ¿Existen estructuras en las lenguas creadas por el dominio colonial?
y 2. ¿Existen descripciones de estructuras lingüísticas resultado del pensamien-
to colonial en la gramaticografía y lexicografía que podemos calificar como
descripciones colonialistas (es decir, más allá de su ubicación temporal en la
época colonial)? Nuestros planteamientos versan ante todo sobre el segundo
aspecto.
Brevemente, ya que no es el tema de este análisis, para ejemplificar el primer
aspecto, cabe mencionar por lo menos algunos pocos efectos del colonialismo
en las lenguas:
– El desplazamiento de las lenguas indígenas americanas a nivel regional y so-
cial y su sustitución por el español y el portugués (e inglés, francés y neer-
landés).
– Todo tipo de transferencias de lenguas coloniales a las lenguas de los co-
lonizados; a nivel léxico, pragmático, discursivo y morfosintáctico, como
resultado del contacto (mayormente conflictivo) entre las lenguas. A título
de ejemplo se pueden mencionar transferencias léxicas en el dominio de la
administración política, religión y economía (nuevos productos de consumo,
nuevas estructuras económicas) bien conocidos y descritos, transferencias
gramaticales como preposiciones y conjunciones, adaptación de estructuras
sintácticas, creación de nuevos géneros textuales en lenguas indígenas (por
autores alóglotas) por transferencia y adaptación de estos géneros/tipos de
discursos de las lenguas colonizadoras (sermones, catecismos, teatro) a las
lenguas amerindias, la graficación (con base en el alfabeto latino) de las len-
guas (cf. Mignolo 1995; Avenne 2015), la elaboración de un lenguaje apto
para el dominio de la escritura caracterizada por la distancia entre autor y
lector/oyente (deixis intratextual, procedimientos de referencia a elementos
no perceptibles de la situación de enunciación, etc.) (cf. Söll 1974; Koch/
Oesterreicher 2007), la adaptación de sistemas de categorías sociales (crea-
como lenguas indígenas, nativas, originarias, aborígenes, autóctonas (que requieren la espe-
cificación “de América”, ya que las hay en otros continentes también). Estos últimos tienen
también una connotación ideológica colonial ya que nadie llamaría a las lenguas española
o alemana lengua indígena de España o de Alemania. El término “lenguas americanas” (ya
utilizado por Wilhelm von Humboldt) es adecuado, pero choca con nuevos significados de
“americano” como sinónimo de Estados Unidos de América. Me inclino en este artículo para
el término “indoamericano” (con énfasis en americano), si bien he utilizado en otras publica-
ciones también el término “amerindio”.
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dos por los colonizadores, como el sistema de castas) y de reglas de cortesía
(nominal, pronominal o flexivo). Todas estas influencias están probablemente
generando estructuras híbridas entre las estructuras lingüísticas europeas y
amerindias.
– La creación de variedades estándares para ciertas lenguas indígenas o lenguas
generales. Estas sufrieron simplificaciones introducidas por agentes alóglo-
tas, por ejemplo, la língua geral con base en el tupí en Brasil (cf. Rodrigues
1996) y el quechua y aimara de la región de los Andes (región del antiguo
reino de los Incas) (cf. Cerrón-Palomino 1997).
– La pidginización y criollización, que afectó las lenguas africanas introducidas
a América por la deportación forzada y la esclavitud.
No hace falta ahondar en una definición profunda de lo que es colonialismo;
tampoco cabe diferenciarlo aquí del imperialismo en los efectos políticos, eco-
nómicos y culturales en el mundo, ya que sus impactos son muy similares a
nivel lingüístico, tanto de los países coloniales como de los colonizados. El co-
lonialismo no solo cambió los aspectos arriba mencionados, sino también y más
persistentemente el pensamiento del mundo occidental en general (y de ahí de
los pueblos colonizados). Podemos llamar a esto la ideología colonial o, en tér-
minos del sociólogo peruano Aníbal Quijano (1992, 2000), colonialidad. Esta
ideología que surgió en la época colonial persiste aún después de haber termi-
nado oficialmente el régimen colonial y sigue existiendo hasta hoy en día en la
vida cotidiana de muchas personas (incluyendo indígenas), así como también en
las ciencias.
Debemos tener en cuenta que no hubo un solo tipo de colonialismo, sino varios.
No hubo una clara estrategia preconcebida de cómo colonizar y cuáles medidas
tomar para sus efectos. Se desarrollaron diferentes maneras de colonizar depen-
dientes tanto de las condiciones locales (geográficas, recursos económicos, re-
sistencia) como de las de cada poder colonial, dependiendo de sus posibilidades
militares y de control político, sus creencias e ideologías. Se inventaron –paso a
paso– estrategias de colonización y formas de regímenes coloniales con prime-
ras soluciones, con falacias, con fracasos y con correcciones y nuevas solucio-
nes. Algunas se aplicaron en otros sitios, algunas no. También hubo diferentes
opiniones en cada país colonizado en cuanto a cómo llegar a la meta colonial.
Suponemos que el área del lenguaje no formaba una excepción.
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4. La epistemología colonial
4.1. Ejemplos del impacto del colonialismo sobre la visión de las lenguas
indígenas y (en nuestro caso) de las lenguas indoamericanas
Las lenguas indígenas han sido descritas desde la visión de las lenguas de los
colonizadores, es decir, del paradigma de la lingüística europea que en esa época
era una derivación de la descripción gramática de la lengua latina. Eventualmente
hubo algunas influencias de conocimientos de lenguas como el griego, hebraico
y árabe o de la lengua materna del lingüista. Esto significa que las descripciones
han sido realizadas por lingüistas alóglotas, con una visión (teoría del lenguaje)
implicada en estas lenguas según conceptos teórico-descriptivos alóglotas y pa-
trones de descripción alóglotas (por ejemplo, la división entre gramática y léxi-
co). Auroux (1992) ha llamado a este hecho “exogramatización”. Desde un enfo-
que de análisis crítico tenemos que decir que la descripción no solamente se hizo
desde fuera, sino que estos “extranjeros” eran también colonizadores: ocupaban
un papel sociopolítico más importante, valiéndose de todos los instrumentos del
dominio político y del poder de definición de los hechos indígenas, incluyendo
los lingüísticos. Por eso es importante concebir este acto histórico como “exo-
gramatización colonial” (para distinguirlo de otros tipos de exogramatización).
La aplicación del modelo latino para la descripción de lenguas no es exclusiva
para las lenguas indígenas colonizadas. La gramatización de las lenguas como
el español, alemán o francés se hizo utilizando también el modelo latino, pero
por hablantes como Antonio de Nebrija (1492, 1495) en España, Valentin Ickel-
samer (1500-1547) en Alemania y Louis Meigret (1500-1558) en Francia. ¿Son
estas gramáticas poscoloniales (todos estos países habían sido colonizados por el
Imperio Romano)? ¿Cómo calificarlas: como endogramatizaciones que utilizan
un modelo extranjero diez siglos después de la caída del Imperio Romano, exo-
gramatización encubierta (en el modelo), o asimilación del modelo extranjero
aplicado a otra lengua, la propia?
Repensar la exogramatización en las colonias con la exogramatización en Europa
nos permite matizar más el problema. En ambos casos se trata de la aplicación de
un modelo elaborado para la descripción de otra lengua. En Europa se hizo por
nativos, pero también dejó sus marcas de la estructura de la lengua latina en la
gramaticografía de la lengua descrita, no reconociendo ciertas características, por
ejemplo, en el alemán, los marcadores discursivos. Otros capítulos son la exclusión
de la prosodia, la concentración sobre el lenguaje escrito, la orientación hacia la
morfología y la negligencia de la sintaxis independiente (cf. Gärtner 2007, para la
predominancia de la perspectiva morfológica frente a la sintáctica en la gramatico-
grafía del español). En ambos casos se ve una cierta violación de la realidad de las
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lenguas al aplicar la horma del modelo. Pero hay que ver también que esta no era
tan rígida como para evitar que se reconocieran formas propias de las nuevas len-
guas ni modificar gradualmente el modelo. Finalmente, la historia de la lingüística,
también de las lenguas europeas, demuestra una sucesiva modificación del modelo
latino durante siglos y hasta hoy o siquiera la elaboración de otros modelos teóricos
como por ejemplo la gramática de dependencia por Lucien Tesnière (1893-1954).
Otro aspecto es que, evidentemente, la comparación de lenguas, la ajena con la
propia, ayuda a reconocer particularidades. Es esta visión desde otra lengua que
está implícita en la aplicación de un modelo ajeno. Ese ha sido el caso en la des-
cripción de las lenguas nativas por nativos en Europa. Aquí vemos una diferencia
fuerte con la situación en América: la descripción-adaptación-comparación allá no
ha originado ningún cambio de perspectiva para la descripción de la lengua espa-
ñola o portuguesa. Bien se podría objetar que esto se debe al hecho de que el oficio
de los misioneros no era la descripción del español, pero tampoco encontramos
en las colonias ningún otro lingüista que se dedicara a la descripción del español
o portugués. La lingüística del español o portugués en América era inexistente y
emergió lentamente recién en el siglo XIX, concentrándose en las diferencias léxicas
con ninguno o poco empeño en repensar los modelos de descripción, a excepción
de Andrés Bello (1847). Sin embargo, esta falta de autorreflexión es síntoma de la
actitud colonial de autosuficiencia y superioridad, una actitud que frente al colo-
nizado no se cuestiona a su propio sistema de vida, creencias, certezas y actitudes.
4.2. Contrastividad y propósito misionero
Las lenguas indígenas han sido descritas desde pocos años después de las prime-
ras conquistas de América, especialmente en la Nueva España –no hubo descrip-
ción de lenguas indígenas ni en las Islas Canarias ni en las Antillas–. Los prime-
ros que sintieron la necesidad de dedicarse a esta labor de aprender y describir
las lenguas de los colonizados fueron los misioneros cristianos. La descripción
en forma de gramáticas y vocabularios tenía la meta de enseñarlas a los recién
llegados nuevos misioneros europeos. La visión de las lenguas indoamericanas
y su forma de descripción lleva la marca de su meta de enseñanza para no
hablantes nativos con conocimientos de la gramática latina, es decir, la marca
implícita de contrastividad (con lenguas europeas: el latín, el español y el portu-
gués) y pedagógica (¿cómo presentar los hechos verbales para que sean idóneos
al aprendizaje de europeos?). Hasta hoy prevalece esta visión de contrastividad
colonial en la preferencia de diccionarios bilingües (en vez de diccionarios mo-
nolingües) y las gramáticas de lenguas indígenas escritas en español, portugués
o inglés en vez de en la lengua indoamericana respectiva.
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4.3. El propósito de la descripción de las lenguas indígenas
El propósito de la descripción ha sido la evangelización –más bien una conquista
espiritual– con el fin de incitar a los nativos a abandonar una parte esencial de
su identidad cultural, la religión, y de adoptar otra, que venía del Medio Oriente
y había sido transformada durante un milenio en Europa. Esta es sin duda una
meta colonialista que implica la autoconciencia de superioridad de la religión
cristiana y la inferioridad de la religión indígena. Con esto, los contenidos se-
mánticos de las gramáticas y de los vocabularios eran de índole colonial, no
nativo. Aunque se hicieron algunos esfuerzos de documentar textos no cristianos
como los huehuetlahtolli (sermones elaborados en la cultura azteca) por Andrés
de Olmos (2002 [1547]) y Bernardino de Sahagún (1992 [1956]), no fueron
publicados en su tiempo por haber sido considerados peligrosos. El propósito
de la descripción no fue científico (en el sentido actual: encontrar las estructu-
ras y características de las lenguas sin interés aparte), sino proselitista, que era
parte de la dominación colonial. Sin embargo, en el transcurso del estudio de las
lenguas para sus propósitos se han hecho descubrimientos valiosos que quedan
documentados en varios análisis de la lingüística misionera en los últimos 25
años (cf. Zimmermann 1997a).
4.4. Los métodos empíricos: entre objetividad e interculturalidad
Mientras que los métodos inventados de elicitación de datos (un antecedente
de los corpus, colaboración con informantes nativos, interrogatorios; cf. López
Austin 1974; Ríos Castaño 2014b) han sido inventados por “necesidad” y con
un espíritu objetivista, el análisis y el método de descripción han sido inevitable-
mente inter y transculturales en el sentido de un acercamiento prefigurado por
ideas lingüísticas europeas. En otras palabras, la segmentación, el significado y
la función pragmática de palabras y estructuras de las lenguas antes descono-
cidas han sido matizados por las construcciones conceptuales de las lenguas y
culturas maternas y el latín.
5. Colaboración con la administración colonial
Algunos misioneros colaboraron directamente con la administración colonial y
el ejército. Al fraile franciscano Bernardino de Sahagún se le dio el oficio de
traducir al español su obra sobre la gente, costumbres, visiones del mundo y
lenguaje, escrita primero en lengua náhuatl; ordenada por Juan de Ovando y
entregada en 1570, para el uso de estos conocimientos por la administración
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Pluricentrismo,
políticas
académicas y los
discursos sobre
la lengua en la
cultura lingüística
hispánica
Pluricentrismo,
políticas
académicas y los
discursos sobre
la lengua en la
cultura lingüística
hispánica
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colonial (Ríos Castaño 2014a y b). El jesuita Joseph de Acosta (1979 [1590])
escribió el tratado Historia natural y moral de las Indias en el que da mucha
información sobre el uso económico de metales, plantas y animales. Lingüistas
misioneros actuaban como traductores para la administración, por ejemplo, en la
región zapoteca de México (cf. Schrader-Kniffki/Yannakakis 2014).
Los misioneros también se ocupaban de la descripción de la fauna y flora en
Nueva Granada por encargo de la administración colonial (Carrera de la Red/
Zamora Salamanca 2015). Luis de Valdivia, el jesuita español en Chile, fue de-
legado como mediador y traductor para negociar entre la administración colonial
y los mapuches para terminar con una sublevación y guerra anticolonial. Sos-
tenía y propugnaba la idea de que la evangelización era una mejor opción para
“pacificar” a los indígenas que la victoria militar. Pero también logró en otra
ocasión convencer al gobernador de una estrategia militar particular (Ridruejo
2007: 28-35).
6. Actitudes hacia las lenguas indoamericanas
La caracterización de las lenguas indoamericanas (y otras en el mundo) muchas
veces porta un rasgo difamatorio. Engelberg (2014: 316-317) distingue cuatro
ideologemas lingüísticos frente a las lenguas colonizadas (cf. también Errington
2008):
a) Ideologema de primitivismo;
b) Ideologema de (falta de) complejidad;
c) Ideologema de lenguas de expresión de la alta cultura frente a las de falta de
cultura;
d) Ideologema de alta expresividad frente a su falta o baja expresividad.
Como ejemplo en el mundo hispánico se encuentra la descripción del otomí
(lengua hablada en el altiplano de México). En la época colonial se le caracteriza
como lengua difícil, e incluso más tarde, en los siglos XIX y XX, esta idea es casi
un topos communis. El atributo “difícil” es una transferencia de la relación psi-
colingüística de aprendices alóglotas de la lengua a una calidad (negativa) de la
lengua. En algunos casos es una categoría difamatoria, incluso ha sido calificada
como bárbara. Da testimonio el gramático de esta lengua Neve y Molina (1767)
de este hecho:
No puedo menos que lamentar el total descuido que en este assumpto hà habido en
este Reyno, y la fatal desgracia de este Idioma; pues habiendo florecidos tantos, y
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
tan grandes Sujetos instruidos perfectamente en él, que pudieran haver dexado algún
método, por donde regirse, assi para aprehenderlo, como para enseñarlo, no lo han
hecho, calificando â este Idioma por mas barbaro, que todos los demás de este Emis-
ferio […] (Neve y Molina 1767, prólogo, sin página; cursivas nuestras).
Normalmente, este tipo de difamaciones pueden encontrarse en cronistas. Un
ejemplo es Antonio de Herrera (1947 [1601]), quien califica a los otomíes:
son los de esta nación otomí de baxo entendimiento; no tienen honra; son de vil y
cobarde ánimo, barbaros y tardíos en entender las buenas costumbres.
Extiende su opinión hacia la lengua:
y su lenguaje es muy duro y corto, porque aunque los religiosos han procurado de
imprimir la Doctrina Cristiana en esta Lengua, no han podido salir con ello (Herrera
1947 [1601]: 462).
Apoya su visión con el ejemplo de que esta lengua tiene diferentes tonos: “por-
que una cosa, diciéndola apriesa o despacio, alto o baxo, tiene diferente signifi-
cación”. Este caso es altamente significativo. Aparentemente ya existían lingüis-
tas misioneros que descubrieron el carácter tonal de esta lengua, lo que es una
observación sumamente importante (ya que fue confirmada recién en el siglo
XX) y el mismo Herrera da testimonio de esto; sin embargo, no es capaz de valo-
rar este descubrimiento, sino presenta este rasgo como una deficiencia:
a) “duro” y “corto” son para él categorías de deficiencia;
b) la incapacidad de encontrar medios de imprimir estas características fonoló-
gicas (es decir, una dificultad técnica para los fines de los misioneros coloni-
zadores) es una razón para calificarlas como deficientes.
Probablemente conviene atenuar nuestro juicio admitiendo que la descripción
por parte de los lingüistas misioneros fue meramente descriptiva (ese es el caso
de la gramática del otomí de Pedro de Cárceres, 1580) y la valoración negativa
estuvo en boca de otros contemporáneos.
Tenemos otro caso de un lingüista misionero del náhuatl: Agustín de Vetancurt
(fines del siglo XVII), que emite la siguiente opinión difamatoria sobre el otomí:
Otros [indios] hay [en la Nueva España que] aunque más políticos [que los chichime-
cos], son de ánimo tan soez y tan viles en el tratamiento de sus personas, que según la
lengua que hablan pronunciándola ya con los narices, ya con la garganta, ya con los
labios, [que] parece que fue inventada de aquellos judíos a quienes echaron cortadas
las lenguas, porque es la que menos les sirve para pronunciar la lengua (Vetancurt
1982 [1697]: 10).
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Un ejemplo más del mismo autor: “algunos conocen la Lengua Mexicana, pero
otros hablan un idioma tan corrupto y bárbaro, que por esa razón son llamados
otomíes, que es la lengua que en la provincia de México se considera como la
más difícil” (citado en Carl Sauer; cf. Guzmán Betancourt 2002). Es instructivo
el tipo de razonamiento del autor. Su calificación de corrupto y bárbaro está jus-
tificada para él por la dificultad de la lengua; otra vez una visión exterior, pues la
dificultad de aprendizaje del otomí como segunda lengua evidentemente es solo
una para los no nativos, es decir, los misioneros y colonizadores.
7. Errores de los lingüistas, ¿a qué se deben?
Desde los años noventa del siglo pasado han abundado, afortunadamente, es-
tudios que destacan los logros de los lingüistas misioneros (cf. Adelaar 1997;
Launey 1997; Suárez Roca 1992; Winkler 2007; Zimmermann 1997). Conco-
mitantemente surgen análisis que hasta hoy resaltan las deficiencias de las des-
cripciones misioneras. Algunos las vinculan con la situación colonial, otros las
atribuyen a la falta de habilidad y formación de los misioneros.
Antes de considerar algunos casos quiero aclarar de antemano que no es un
aspecto colonial en sí el no haber detectado bien algunas estructuras y caracterís-
ticas de las lenguas indígenas. Hasta hoy en día quedan aspectos lingüísticos no
reconocidos también en las lenguas europeas altamente estudiadas por lingüistas
que incluso han sido o son hablantes nativos. Más bien convendría analizar hasta
qué punto lo inadvertido en la lingüística amerindia se debe a la actitud de su-
perioridad de los misioneros y el uso colonial de sus elaboraciones. Para evitar
juicios prematuros e injustos, tenemos que distinguir entre errores “teóricos” y
errores inducidos por la ideología y el contexto colonial en la descripción lin-
güística. Se manifiesta este aspecto en los errores de descripción, de los que daré
algunos ejemplos:
– Ya hace mucho que Franz Boas –refiriéndose a las descripciones de lenguas
norteamericanas, pero cuya crítica vale también para las de América Central y
del Sur– lamentaba la inadecuación de la distinción tajante entre gramática y
léxico en la descripción de las lenguas amerindias (Boas 1966 [1911]: 33-34;
Silverstein 1979: 196).
– Durante mucho tiempo no se ha comprendido el hecho de que la lengua otomí
es una lengua tonal y por ello se han dado explicaciones erróneas en la des-
cripción de los tres tonos (alto, bajo y bajo-alto) y sus funciones significativas
a nivel de la palabra, lo que parecía muy “difícil” de esta lengua (Zimmer-
mann 1997).
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
– En el otomí no existía la categoría de adjetivo. Sin embargo, los misioneros
trataban a los sustantivos como si fueran adjetivos (Cárceres 1905 [1580]: 49;
Neve y Molina 1767: 105). Recién, algunos especialistas de la lengua otomí
(Palancar 2006; Bakker/Hekking 2010) creen que tan solo en la actualidad,
por influencia del español, emerge la categoría del adjetivo.
– En otomí no existía la categoría de preposición. Sin embargo, los misioneros,
con el propósito de presentar equivalencias a las relaciones expresadas en es-
pañol con preposiciones, ofrecen equivalencias semánticas traducidas en sus
gramáticas del otomí que, no obstante, gramaticalmente no tienen el estatus
de preposiciones; pero este hecho no se precisa. Este es un ejemplo de fusión
de un acercamiento práctico de índole traductológica y de un acercamiento
desde la gramática contrastiva (presentación en una gramática bajo la rúbrica
de preposiciones) que lleva a la confusión entre equivalencias semánticas (de
traducción) y de equivalencias gramaticales.
– Algo similar pasó, por ejemplo, en la descripción del pampango, lengua de las
Islas Filipinas. En esta no existe una distinción verbo y sustantivo. Sin embar-
go, gramaticógrafos misioneros “establecieron” las clases de palabras verbo y
sustantivo en estos términos gramaticales para dicha lengua (Ridruejo 2004).
– Dedenbach-Salazar (1997) demuestra que los misioneros que describieron la
gramática del quechua inventaron estructuras lingüísticas no existentes antes
en esta lengua. En este caso se trata de marcadores discursivos, que incluso
han sido codificados en sus gramáticas y aplicados en textos religiosos.
– También es conocida la falsa aplicación del concepto de morfemas flexivos
(existentes en las lenguas de los colonizadores y en latín). Esto lo demuestra
Emilio Ridruejo (2004: 185) para el pampango, una lengua que tiene una es-
tructura aglutinante.
– Luis de Valdivia reconoce el sistema verbal complejo con la doble incorpora-
ción de personas en el verbo de la lengua mapudungún mediante un proceso
que ha llamado transición. Parece que no ha reconocido otro proceso al que
recientemente se le ha venido a llamar “afijos indirectizantes” (Salas 1992:
131; apud Ridruejo 2007: 126).
– También en épocas posteriores, después de los avances de la lingüística teó-
rica en el siglo XIX, ocurren tales “errores”. Según el análisis de Hackmack
(2015), el africanista alemán, Carl Meinhof (1857-1944) y otros describieron
el sistema nominal del swahili como un sistema de casos, dando las categorías
de nominativo, genitivo, dativo, etc.; pero el swahili en realidad no tiene un
sistema de casos. Llama la atención que la lengua que sí lo tiene es el alemán,
la lengua de Meinhof. Este ejemplo es significativo y nos pide analizar con
más sensibilidad este fenómeno.
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Reconoce otro africanista, Velten, lingüista de campo, que “[n]o existe la de-
clinación de los sustantivos en swahili. Nominativo, dativo y acusativo suenan
igual”. Pero más adelante continúa la descripción considerando los casos:
El primero siempre se antepone al verbo, el dativo y el acusativo se pospone. Si
ocurren estos últimos en la misma oración, se antepone el dativo al acusativo, p.ej.
mwanamamkehuyu ana mtoto –esta mujer tiene un niño, mwanamume huyu ame-
mwonyesha mtoto maua yale –este hombre mostró al niño aquellas flores (Velten
1910: 35; traducción nuestra).
Este caso es muy instructivo: encontramos una clara constatación contradictoria
en el discurso de Velten, al decir que algo no existe y después mencionar las ca-
tegorías de caso del swahili (que en realidad no existen, pero fueron inventadas
por el lingüista) en su descripción. Sería demasiado fácil suponer que el autor
era tonto o esquizofrénico. Al contrario, es más adecuado partir de otra inter-
pretación: este lingüista describe la lengua africana para los lectores coloniales
alemanes, consciente de sus conocimientos gramaticales del alemán y latín. Por
ello presenta la estructura del swahili para el entendimiento y uso por parte de
estos lectores alóglotas delante del trasfondo de la lengua alemana y de la ma-
nera de concebir la gramática por parte de sus lectores. Estamos, entonces, no
delante de un error o una inadecuación teórica o empírica, sino de una estrategia
doble de facilitar el entendimiento intercultural en el contexto colonial.4 Es un
buen ejemplo de construcción intercultural; una estrategia que es contradictoria
a nivel lógico, pero útil a nivel pragmático-comunicativo. Este tipo de estrate-
gias se asemeja a las que conocemos bajo el nombre de implicaturas conversa-
cionales, descritas por H. P. Grice (1975: 45-47).5 Este ejemplo demuestra que:
a) la falta de adecuación (en la gramaticografía) no siempre es un signo de error
o incapacidad intelectual;
b) la falta de adecuación en el discurso lingüístico muchas veces obedece a una
lógica colonial, ya que el discurso se construye para el entendimiento de los
lectores alóglotas, ellos también (muchas veces) involucrados en tareas colo-
niales;
4 Esta estrategia no es necesariamente colonial. Puede darse también en contextos no colonia-
les. Pero el marco histórico facilita la adopción de esta estrategia para servir a los lectores que
se ubican en la sociedad colonialista.
5 Según Grice, violando las máximas conversacionales abiertamente se producen efectos co-
municativos de cortesía, ironía, metáfora, etc., ya que esta violación incita al oyente/lector a
suponer (implicatura) que el locutor o autor quería expresar otro sentido.
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
c) la falta de adecuación combinada con la denigración de la lengua, eso sí pue-
de tomarse como ejemplo de una actitud colonial de superioridad.
Este ejemplo es revelador tal vez retroactivamente para entender bien otros pre-
sumidos “errores” en descripciones misionero-coloniales del mundo iberoame-
ricano. En el ejemplo de Velten la contradicción es abierta y nos permite ver
con claridad que el autor presenta un fenómeno de una manera contraria a su
conocimiento para facilitar el entendimiento a los lectores.
8. Vocabularios
Es en los diccionarios o vocabularios donde encontramos el impacto de la actitud
colonial con más claridad. Transfiriendo el término gramatización de Auroux al
dominio de la lexicografía podemos hablar del trabajo de los misioneros como
exolexicograficación. Ya muchos analistas han destacado que en los dicciona-
rios misioneros se practica una mezcla de lo que hoy se suele distinguir como
la descripción del significado de las palabras y la información enciclopédica
(Zimmermann 2009)6 Las definiciones de cosas del Nuevo Mundo en los voca-
bularios/diccionarios misioneros estaban acompañadas de información acerca
de la utilidad para los colonos/misioneros; por ejemplo, acerca de lo comestible
de una planta, incluso sobre cómo preparar comida con ella, a veces comparan-
do la planta o la práctica culinaria con las que eran conocidas en Europa. Lo
mismo lo encontramos con la descripción de los dioses y creencias mágicas. La
decisión de los lexicógrafos misioneros de incluir información enciclopédica fue
inteligente considerando el uso de los vocabularios para los otros misioneros. La
perspectiva crítica revela que es un ejemplo de la función colonial del producto
lexicográfico.
En la parte semántica de la entrada lexicográfica aparece la visión colonial de
manera muy concreta. Las definiciones e informaciones no están elaboradas ni
para los indígenas ni para usos generales de índole científica, en este caso para
conocimientos biológicos o mineralógicos. Las descripciones semánticas están
configuradas para el uso de los colonizadores, como se desprende de la enun-
ciación metadiscursiva. Como tales, constituyen un tipo especial de discurso
colonial.
Un ejemplo de la manera de comparación para usos coloniales lo tenemos en:
6 Quiero apuntar al margen que esta distinción se cuestiona también hoy en día (Eco 1985; Lara
2010) argumentando que el buen uso de muchas palabras no es posible sin conocimientos
enciclopédicos.
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Il Tenbiguài non punge punto; ed è similissimo a que’ moscini, che si trovano alle bot-
ti […]. Più molesto del Tenhiguài (1) [Nota (1) In Isp. Mosquitos bovos] è il mosche-
rino chiamato dagli Spagnuoli Melèro. E’ nero, e della grossezza de’ Tenbiguài […].
Questo moscherino, il quale, com’ho detto, chiamasi in Ispagnuolo Melèro, potrebbe
dirsi nel nostro Italiano il Mellifero. Porta seco in fatti una specie di materia viscosa,
che ivi comunemente credesi mele (Gilij 1780-1784: IV, 276; cursivas nuestras).
He aquí algunos ejemplos de la indicación del uso práctico para colonos/misio-
neros.
En el Diccionario de Otomí de 1640 de un autor anónimo –probablemente Ho-
racio Carochi– encontramos el equivalente del español miel en otomí: anttäphi.7
A este equivalente sigue la información práctica: “También la toman [los indí-
genas] por el vino. Cej. Y pa la conserva”. Además, en esta definición se percibe
una huella fina de la categorización social colonial: hace referencia a ellos8 (los
indígenas otomíes). Con ello establece una construcción de diferenciación de la
población.
En una descripción de una lengua hablada en Colombia en el siglo XVIII, de Jo-
seph Gumilla, encontramos: “Las mujeres blancas de la costa dicha, después de
hervidos los cachipaes, los muelen, amasan y forman pan” (Gumilla, El Orino-
co, II, cap. XXI, 441).9
En el vocabulario de náhuatl, fray Alonso de Molina (2001 [1571]) ofrece la
siguiente información acerca de un cierto tipo de agua: “Agua conque lauauan
los pedernales, que eran como cuchillos conque sacrificauan y matauã los hom-
bres ante los idolos, la cual agua tenian en lugar de agua bendita, y en mucha
veneracion”. El misionero da como lema un tipo especial de agua. No dice nada
acerca de la consistencia de esta agua: si se prepara con ciertas plantas, hervida
o si procede de un lugar específico, sino su uso. Puede ser que el uso específico
se mencione por la incorporación/composición morfológica del lema náhuatl.
Aunque el lexicógrafo brinda una descripción de uso en la misma dicción que
en otras (Ellos lavaban, sacrificaban…), en este caso no sirve para utilizar el
instrumento como los indígenas lo hacían, sino que es una información neutral
acerca del uso para dar a conocer el significado de este tipo especial de agua.
Además, da una comparación con el mundo cristiano (en lugar de agua bendita
y para veneración).
7 Con esto se refiere al pulque, jugo del maguey/agave. Presenta este jugo que se bebe –a título
de comparación– como miel y la bebida como vino probablemente porque está fermentada y
contiene alcohol.
8 Ellos es pronombre prodrop incorporado al verbo toman.
9 Ejemplos tomados de Carrera de la Red/Zamora Salamanca 2015.
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
9. El vocabulario y guía bilingüe de Pedro de Arenas
En lo que sigue, se analizará un caso especial, el Vocabulario manual de las
lenguas castellana y mexicana de Pedro de Arenas (1982 [1611]). Este es un
diccionario y una guía de conversación a la vez,10 no un diccionario en el sentido
estricto. Es bilingüe y bidireccional. Contiene una sección con entradas en espa-
ñol y otra con entradas en náhuatl. Constituye una excepción, ya que, aunque no
se sabe casi nada del autor, por el texto se puede deducir que no era misionero.
Asunción Hernández de León-Portilla, en su introducción a la edición crítica,
opina que era un comerciante y que no era bilingüe, pues explica que Arenas
compuso una lista de palabras y expresiones que después fueron traducidas al
náhuatl por otra persona conocedora de esta lengua. Aparte hay que calificar a
este librito como una especie temprana del tipo discursivo intercultural “guía
bilingüe”.
Observamos en la lista de expresiones varios rasgos que pueden ser etiquetados
como coloniales.
– Las entradas son todas exhortaciones y preguntas.
– Las exhortaciones (que se realizan en modo gramatical imperativo) y las pre-
guntas están formuladas desde el punto de vista de un amo hacia un mozo.
– Las respuestas de los mozos no están documentadas.
– La relación de dominio (colonial) está manifiesta en muchas secciones, por
ejemplo, en “[p]alabras que comunmente se svelen dezir a vn moço quando
acude de mala gana à lo que le dizen, ò mandan” (Arenas 1982 [1611]: 102;
cursivas nuestras).
Otra vez surge una observación crucial: las expresiones presentadas no son en
sí mismas coloniales, sino reflejan la relación entre un jefe y un siervo. Es una
relación que existió en la Europa de la época también. El aspecto colonial se
manifiesta en la situación imaginada de enunciación, que estaba presente tanto
para el autor como para los lectores usuarios, que se trata de un jefe español y un
mozo indígena nahuatlhablante.
10 Después de terminar este artículo se encontró otro caso de guía de conversación, la Conver-
sación en lengua huasteca, del siglo XVIII de un autor anónimo, editado por Hurch/Meléndez
Guadarrama (2020) que tiene rasgos muy similares. Un tercer texto de este tipo es sobre la
lengua mazahua; cf. el análisis de Pellicer (2006).
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10. Elogios de lenguas indígenas, ¿un rasgo anticolonial?
Ahora bien, hay que destacar que este tipo de ideologemas de inferioridad o difa-
matorios acerca de las lenguas indígenas de las colonias arriba mencionadas no
es generalizado. Hay otros casos, también acerca del otomí, como Pedro de Cár-
ceres (1905 [1580]) y Alonso Urbano (1990 [1605]) –que fueron los primeros en
describir esta lengua en el siglo XVI–, que son meramente descriptivos. Acerca
de otras lenguas como el náhuatl aun hay elogios. Fray Andrés de Olmos, el pri-
mero que nos dejó una gramática impresa de esta lengua, dice en su Arte que es
“tan gran lengua” (Olmos 2002: 9 [1547: 21v]). Alonso de Molina, el primero en
confeccionar un diccionario bilingüe, compara el náhuatl con el latín, lo que en
sí mismo es un elogio de esta lengua: “Y porque el lenguaje y frasis destos natu-
rales [especialmente delos nahuas y Mexicanos] es muy diferente del lenguaje y
frasis latino, griego y castellano” (Molina 1945 [1571], Epistola nuncupatoria al
vicerey, s.p.). Y en su gramática explica:
Es la dicha lengua tan excelente y facunda […] la qual no es menos curiosa y delicada
que cualquiera delas otras, enla qual e yo compuesto este arte, conforme alas reglas
verdaderas y perfectas, con que los más sabios de los mexicanos la pronuncian (Mo-
lina 1945 [1571]: f. 35).
Bernardino de Sahagún se une a estas voces. Advierte repetidas veces que los
sacerdotes aztecas “usan de muy hermosas metáforas y maneras de hablar” (Sa-
hagún 1992 [1956]: VI, I, 299) en sus sermones, o dice, por ejemplo: “Es oración
de los satrapas, que contiene muy delicadas metáforas y muy elegante lenguaje”
(VI, III, 304).11
Joseph de Acosta (1590: 395) explícitamente contradice opiniones denigrantes:
“Que es falsa la opinión, de los que tienen alos Indios por hombres faltos de
entendimiento”, sustentando su opinión con varios argumentos.
Diego González Holguín atribuye al aimara “elegancia, abundancia y propie-
dad”, que son cualidades antes atribuidas al latín.
Lo que es más para erudición y perfección en esta lengua, porque esta erudición con-
tiene dos partes, una la copia y abundancia de todos vocablos […]. Y al quarto libro,
11 Cf. Ríos Castaño (2014a: 76): “In the prologue to Book VI Sahagún restates what Las Casas
and Olmos thought of these speeches; that they were emblematic of indigenous peoples who
are ‘wise, superior, and effective rhetoricians’ (sabios, Rhetoricos virtuosos, y esforçados)”;
cf. también Rios Castaño (2014b: 59).
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
lo que toca a la elegancia (como todas las partes de la oración, con las particulas de
ornato, en que consiste la elegancia en esta Lengua […] (González Holguín 1607: 4).
Estos pocos ejemplos pueden ser suficientes para demostrar que ambas actitudes,
las denigrantes y las enaltecedoras, coexisten entre colonizadores y lingüistas
misioneros en el mundo colonial. Surge la pregunta inevitable: ¿El enaltecer y
elogiar las lenguas indígenas es una actitud no-colonial o incluso anti-colonial?
Pensamos que no son difamatorias en lo que respecta a las lenguas, sino son
coloniales en otro nivel, ya que su elogio se debe contextualizar en la discusión
sobre qué lengua se debe utilizar para la evangelización; su elogio sirve a un
propósito colonial que tiene varias facetas: a) la de ejecutar la evangelización
en lengua indígena y no en castellano, lo que proponen otros actores de la admi-
nistración colonial; b) dar apoyo a la idea de establecer lenguas indígenas como
lenguas generales; y c) justificar el “nombramiento” de una determinada lengua
(el náhuatl, el quechua, el aimara, el tupí, el muisca) frente a otras, como lengua
general.
11. El impacto colonial en la época poscolonial
La ideología colonial y los conceptos y visiones establecidos en esta época per-
sisten muchas veces después del fin del colonialismo oficial, sobre todo en la
“lingüística de aficionados”, pero también de profesionales.
En el mundo iberoamericano de hoy se pueden observar tales orientaciones en la
visión desde la ex metrópoli:
– En la actualidad y desde hace unos 30 años se han venido legislando políticas
de derechos lingüísticos. Es de esperar que estas también se implementen.
Muchos lingüistas indoamericanos, muchas veces exprofesores de escuela,
reclaman la implementación de Academias de las lenguas indoamericanas
tomando como modelo la de la Real Academia Española, ya que consideran
que la existencia de una academia de la lengua es necesaria para la aceptación
de la lengua indígena, antes denigrada, como verdadera lengua (y no como
dialecto o lengua primitiva).
– Los lingüistas de los países iberoamericanos siguen modelos de descripción
oriundos de Estados Unidos de América o Europa para la descripción de las
lenguas indoamericanas. A nuestro modo de ver, esta aplicación no se orienta
precisamente al mejor modelo (que podría argumentarse). Estos modelos son
modelos emergentes para la descripción de lenguas indoeuropeas, hasta hoy
en día. Admitimos que en parte han integrado conocimientos obtenidos de
otras lenguas, pero también las de la gramática generativa siguen las pautas
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fundamentales de la descripción de la sintaxis latina de NP, VP, PrepP, etc.,
que no existen como tal en todas las lenguas, como hemos visto también en
este artículo. Por ejemplo, la incorporación en el náhuatl, la inexistencia de
la distinción entre sustantivo y verbo, la inexistencia de preposiciones en el
otomí, las lenguas ergativas que no tienen acusativo, etc. No se debe hacer
una aplicación de modelos, sino se deben cuestionar estos modelos teóricos a
partir del análisis de las lenguas. Además, creemos que esta aplicación de un
modelo a los datos se debe, por lo menos en parte, al prestigio de la antigua
metrópoli o de otras nuevas metrópolis como Estados Unidos de América. Se
pretende aprovechar el prestigio que el modelo ha ganado en otros contextos,
aplicándolo a la propia descripción.
– Las lenguas en que se describen las lenguas indoamericanas son tan solo las
lenguas española, portuguesa (o inglesa, francesa, alemana, etc.). Esto se debe
al hecho de que no hay o hay pocos lingüistas nativos de estas lenguas. Sin
embargo, debería ser la misma lengua indoamericana la lengua metalingüís-
tica. Asimismo, los lectores de las gramáticas y diccionarios indoamericanos
deben ser también los hablantes de estas lenguas, tanto a nivel de educación
escolar como para una lingüística de lo propio. ¿Por qué? Piénsese que hasta
hoy se presentan diccionarios y gramáticas de lenguas indígenas a los hablan-
tes de estas lenguas en una lengua ajena (con pocas excepciones12). Hasta que
no existan descripciones de lenguas en sus respectivas lenguas se perpetúa
un rasgo colonial. No hay que esconder que muchos colegas lingüistas en los
países iberoamericanos ni siquiera hoy en día se percatan de este rasgo de la
colonialidad.
– Otro aspecto de la actitud de colonialidad persistente concierne a las varie-
dades del español y portugués en América. Hasta el siglo XX e incluso hasta
hoy, las variedades del español en Hispanoamérica están consideradas por
muchos como inferiores en comparación con la variedad septentrional de Es-
paña. Esto se ve muy claramente en el espíritu de la lexicografía diferencial y
contrastiva. Incluso en los países hispanoamericanos la descripción del léxico
sigue bajo la actitud/cumpliendo la tarea de recoger los regionalismos curio-
sos descritos en español peninsular y dando equivalencias en esta variedad13
(Diccionario de mexicanismos 2010). Raros son los diccionarios integrales,
libres de la orientación colonial, como el Diccionario del español de México
(Lara 2010) y el Diccionario integral del español de Argentina (2008).
12 Por ejemplo, el diccionario del otomí elaborado bajo la dirección de Ewald Hekking (Hek-
king et al. 2010) que presenta el significado de las palabras otomíes en definiciones en lengua
otomí.
13 Cf. la reseña del Diccionario de Mexicanismos por Zimmermann (2012b).
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El impacto colonial en la lingüística de las lenguas indígenas de América
Conclusiones
1. Hemos visto que los aspectos coloniales en la lingüística son evidentes en
algunos casos, pero no fáciles de definir y de detectar de manera operacional
en los discursos lingüísticos.
2. Algunos de los lingüistas misioneros hablan de manera negativa o desde una
perspectiva eurocentrista y colonial sobre las lenguas indoamericanas. Al
contrario, un número considerable de ellos destacan la elegancia y expresi-
vidad de algunas de estas lenguas. Estas alabanzas se refieren a las “lenguas
generales”, lenguas a su vez normativizadas y elaboradas (con neologismos
léxicos) por los misioneros. Esta caracterización implica que opinaron que
son aptas para altos objetivos comunicativos, evidentemente para metas/con
objetivos de interés colonial y evangelizador.
3. Podemos tomar este tipo de valoraciones positivas como reacción a los ideo-
logemas negativos (cf. Engelberg 2014) existentes en la sociedad colonial y
tal vez en la iglesia secular.
4. Con ello buscaban –a nivel glotopolítico– justificar también su decisión de
evangelizar en las lenguas indoamericanas en vez del castellano. Por ello se
puede tomar esta caracterización positiva como una variante en el marco de
un disenso sobre la mejor estrategia colonial-evangelizadora.
5. La labor de analizar y describir lenguas extranjeras para aprenderlas y ense-
ñarlas con el propósito de comunicarse con el otro no es colonial por sí mis-
ma. Sin embargo, hacerlo para conquistar y dominar el espíritu colonizado
es un aspecto colonial de la descripción de lenguas, incluso si la forma de
descripción en sí misma no revela una actitud negativa. Es el contexto que
influye de manera decisiva en su carácter, ya que la lingüística misionera se
inicia después de la conquista militar y como alternativa o complemento de
la dominación por fuerza. De cualquier modo, aprovecha esa conquista y por
ello no puede hacerse abstracción de la opresión concomitante en el mundo
no religioso.
6. La exogramatización no es por sí misma un acto colonial. Pero la exograma-
tización con el propósito de la evangelización, con su meta de colonización
espiritual, hecha para una fracción de los colonizadores, los misioneros como
destinatarios, en vez de estar destinada a las necesidades de la población na-
tiva de estas lenguas, eso sí se puede considerar exogramatización colonial.
7. Tomar un marco de descripción elaborado para una lengua como modelo
para otra no es por sí mismo un hecho colonial, sino una forma de acerca-
miento, no inevitable desde el punto de vista epistemológico, pero tal vez la
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solución práctica más obvia y fácil de aplicar. Sin embargo, aplicando un tal
modelo por extranjeros, no nativos, con propósitos de dominación, se vuelve
inevitablemente colonial, ya que construye las lenguas bajo los presupuestos
teóricos de otra lengua y bajo el modelo de estructura de la lengua para la
cual ha sido construido anteriormente. Claro está que tomar y aplicar mode-
los extranjeros es una práctica inter y transcultural en el mundo entero. Si eso
se hace por los nativos como una decisión libre, no impuesta y con el espíri-
tu de mejoramiento y autoasimilación no se debe juzgar como colonial. No
obstante, según las circunstancias puede ser un indicio de autocolonización
si el autor/pensador lo hace para adquirir prestigio por el hecho de utilizar el
modelo creado en la cultura del colonizador o excolonizador. Esto ocurre no
pocas veces en situaciones poscoloniales.
8. Los errores y la falta de conocimientos adecuados no son un aspecto colonial
(la historia de la lingüística es una historia de errores y correcciones y me-
joramiento de conocimientos). Sin embargo, la falta de cuestionamientos14
acerca de la aptitud del modelo por parte del lingüista o de la autoridad su-
perior del Consejo de Indias que mandó la utilización del modelo (al sentirse
superiores tanto ellos mismos como a su lengua o la latina), revela una ac-
titud colonialista. Tal vez es difícil de detectar esta actitud, pero indudable-
mente existía.
9. La ideología colonial sigue vigente después de las independencias; incluso
aumenta y se observa tanto en las lenguas indoamericanas como en las mis-
mas variedades del español y portugués emergentes en las excolonias.
Referencias
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mericana: historia de un modelo descriptivo”, en: Zimmermann (ed.) (1997a), pp.
259-270.
14 Hay numerosos ejemplos de dudas acerca de la adecuación de la gramática por el mismo
autor (por ejemplo, tanto Andrés de Olmos, como Pedro de Valdivia lo hacen). Cabe agregar
que no hubo libertad de expresión científica en la época y por ello una presión fuerte por parte
de la Inquisición: Aguirre Beltrán (1983) habla de un gramático que fue juzgado por no haber
seguido el modelo de Nebrija.
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33
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