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Universidad del Rosario - Bogotá - Colombia
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Cómo citar este art ículo:
: Loaiza, Juan. “Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos
cientícos de emoción.” Ideas y Valores . Supl. (): -.
: Loaiza, J. (). Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos
cientícos de emoción. Ideas y Valores, (Supl. ), -.
: Juan Loa iza. “Controversia s en torno a los conceptos cotidi anos y conceptos
cientícos de emoción.” Ideas y Valores , Supl. (): -.
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
Sostengo que la controversia entre la teoría de las emociones básicas y el construc-
cionismo psicológico yace en diferencias sobre el rol de los conceptos cotidianos
de emoción en el ámbito cientíco. Para esto, analizo las discusiones en torno a la
universalidad de las expresiones faciales y a la existencia de correspondencias neuro-
siológicas para cada emoción. Muestro que en ambas discusiones estamos en un
espacio de subdetermi nación empírica, lo que impide sa ldar la controversia aludie ndo
a resultados experimentales. Finalizo con algunas sugerencias sobre cómo podría
saldarse la controversia.
Palabras clave: construccionismo psicológico, emociones básicas, psicología
folk, subdeterminación.
I argue that the controversy between Basic Emotion Theory and Psychological
Constructionism lies in d ierences regarding t he role of folk concepts of emotion in
the scientic domai n. To do so, I analyze t he discussions sur rounding the universal ity
of facial expressions and the existence of neurophysiological correspondences for
each emotion. I show that in both discussions we are in a space of empirical under-
determi nation, that precludes sett ling the controversy by appealing to experi mental
results. Finally, I conclude with some suggestions as to how to settle t he controversy.
Keywords: psychological constructionism, basic emotions, folk psychology,
underdetermination.
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departamen to de filosofía • facu ltad de ciencias hu manas • univ ersidad nacional de c olombia
Juan R. Loaiza
Introducción
Entre las distintas teorías cientícas de las emociones en la actualidad,
quizás la controversia más sobresaliente en el momento es aquella entre
la teoría de las emociones básicas (, por sus siglas en inglés, Basic
Emotion eory) y el construccionismo psicológico. En su formulación
clásica, la sostiene que las emociones corresponden a patrones
básicos de activación neurosiológica, patrones determinados por la
historia evolutiva de nuestra especie y, por lo tanto, jados en nuestra
biología. Estos patrones pueden agruparse en un conjunto limitado
de emociones básicas que constituyen la base de todas las emociones
posibles. Así pues, para la , todas las emociones son variaciones
dentro de un conjunto limitado de familias emocionales. Por su parte,
el construccionismo psicológico sostiene que las emociones son cons-
truidas en cada episodio emocional, esto es, no están determinadas
por conjuntos bien denidos de respuestas neurosiológicas, sino que
emergen de un proceso de categorización basado en sistemas afectivos
de dominio general. En consecuencia, no hay un conjunto limitado ni
jo de emociones posibles, sino tantas emociones como haya formas
de categorización posibles.
En la supercie, el desacuerdo entre la y el construccionismo
psicológico yace en cuál teoría tiene más evidencia a su favor. Es
frecuente ver investigadores de cada bando sostener que su teoría está
mejor conrmada que la otra y que los investigadores del otro ban-
do han dejado pasar algún tipo de evidencia. Sin embargo, creo que
el desacuerdo es mucho más profundo. A mi parecer, la controversia
entre la y el construccionismo es sobre cómo se debe jar el expla-
nandum de una teoría cientíca de las emociones y su relación con las
categorías con las que cotidianamente agrupamos y hacemos referencia
a nuestras emociones. Para la , la relación entre las categorías cien-
tícas que han de gurar en una teoría cientíca de las emociones y
las categorías cotidianas es a lo sumo tangencial, y es perfectamente
posible que una teoría cientíca de las emociones haga uso de categorías
completamente diferentes de aquellas que usamos en nuestra vida coti-
diana. Para el construccionismo psicológico, en cambio, los conceptos
cotidianos son constitutivos de las emociones, con lo cual una teoría
cientíca de las emociones debe considerarlos como parte de aquello
que la teoría pretende explicar. Si esta hipótesis es correcta, entonces la
controversia entre la y el construccionismo psicológico no se puede
resolver apelando a evidencia empírica, toda vez que esta evidencia será
interpretada desde lo que cada teoría considere como evidencia rele-
vante para explicar el explanandum de la teoría, cual sea que este fuere.
Para mostrar cómo la controversia entre la y el construccio-
nismo psicológico puede ser interpretada en esta línea, comenzaré
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
presentando cada una de las teorías en sus términos más generales. Cada
una de estas teorías tiene un número importante de variaciones que
mencionaré a continuación, pero me centraré en lo posible en los temas
y compromisos más generales que todas estas variaciones comparten y
que caracterizan a cada teoría. Luego de esta presentación, sostendré
por qué esta controversia no puede ser saldada apelando a eviden-
cia empírica, mostrando que en al menos dos de las áreas donde la
controversia es más fuerte tenemos casos de subdeterminación de
las teorías por parte de la evidencia. Tercero, para rastrear las razo-
nes que llevan a esta controversia, examinaré con más atención el
rol que asigna cada teoría a los conceptos cotidianos de emoción, y
mostraré cómo ambas teorías difieren en aspectos importantes con
respecto a esta cuestión. Finalmente, exploraré las consecuencias de
este diagnóstico para la investigación científica sobre las emociones.
¿Qué son la y el construccionismo psicológico?
La teoría de las emociones básicas ()
Como la presenté anteriormente, la sostiene que las emociones
corresponden a un conjunto jo y limitado de patrones de activación
neurosiológica. Cada uno de estos patrones constituye las llamadas
emociones básicas. Todas las emociones son, de una u otra manera,
variaciones de las emociones básicas, por lo que el objeto de estudio
principal de una teoría cientíca de las emociones lo consituyen, según
la , aquellas que hagan parte de las emociones básicas.
La puede entenderse como una familia de teorías que com-
parten este núcleo común. En la literatura actual hay al menos tres
variaciones importantes de la : la propuesta por Ekman (de
ahora en adelante clásica), la teoría diferencial de las emociones
de Izard y el programa en neurociencia afectiva de Panksepp. Es im-
portante notar que hay otras variantes más recientes de la teoría, como
la nueva de Griths y Scarantino; sin embargo, me enfocaré en las
tres principales, al ser estas las versiones más populares en la literatura.
La primera variante es la clásica de Ekman. Esta variante se
desprende de los estudios de Ekman sobre la universalidad de las
expresiones faciales (cf. Ekman ; Ekman et al.), y sostiene que hay
(para ) siete emociones que calican como básicas, a saber, la ira,
el temor, la sorpresa, la tristeza, el disgusto, el desprecio y la felicidad
(cf. Ekman y Cordaro). Cada una de estas emociones básicas se
caracteriza por poseer las siguientes propiedades:
. Señales universales distintivas.
. Presencia en otros primates.
. Fisiología distintiva.
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. Universales distintivos en los eventos antecedentes.
. Coherencia en la respuesta emocional.
. Iniciación rápida.
. Duración breve.
. Evaluación automática.
. Ocurrencia involuntaria. (adaptado y traducido de Ekman a)
Cada una de las emociones mencionadas es para Ekman una emo-
ción universal y biológicamente determinada en virtud de tener las
propiedades anteriores.
En la segunda variante, la teoría diferencial de las emociones de Izard,
tenemos también un conjunto de emociones básicas biológicamente
determinadas. Sin embargo, en contraste con la clásica de Ekman, la
teoría de Izard acepta la posibilidad de emociones no-básicas. Mientras
que Ekman sostiene que todo proceso afectivo constituye una emoción
básica o no es una emoción en absoluto, Izard acepta la existencia de lo
que él llama “esquemas emocionales”. Los esquemas emocionales son
interacciones dinámicas entre las emociones básicas entendidas como
“procesos afectivos generados por sistemas cerebrales evolutivamente
antiguos tras la captación de un estímulo ecológicamente válido” (Izard
) y la cognición. Estas interacciones producen evaluaciones de alto
nivel que, según Izard, pueden corresponder a las categorías cotidianas
de emoción. Así pues, por un lado, tenemos la existencia de emociones
básicas que pueden diferir de las categorías cotidianas de emoción y,
por otro, interacciones entre estas emociones básicas y la cognición
que pueden producir procesos a los que usualmente referimos con
nuestro vocabulario emocional cotidiano.
Por último, la tercera variante importante de la es la teoría de
la neurociencia afectiva de Panksepp. Según Panksepp, las emociones
son “los procesos psiconeuronales que son especialmente inuyentes
en el ujo dinámico de intercambios conductuales intensos entre
animales, así como con ciertos objetos durante circunstancias que
son especialmente importantes para la supervivencia” ( ). Estos
procesos psiconeuronales deben estar genéticamente predeterminados,
deben responder incondicionalmente a tipos de estímulo especícos
y deben involucrar la activación o inhibición de respuestas motoras y
autonómico-hormonales. En otras palabras, las emociones deben co-
rresponder a mecanismos innatos determinados biológicamente y
rastreables a lo largo de nuestra historia evolutiva.
En la construcción de la teoría, Panksepp es cuidadoso de separar
las categorías cotidianas de emoción de los nombres que atribuye a los
mecanismos que, según él, subyacen a toda respuesta emocional. Para
él, las categorías cotidianas reeren a procesos que no corresponden
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
uno a uno con los sistemas que él sostiene que son los sistemas
emocionales prototípicos. Emociones como la ansiedad y el pánico, si
bien pueden ser diferenciadas en el vocabulario psicológico cotidiano,
se corresponden con una actividad en un único sistema emocional. Así
las cosas, Panksepp preere adoptar una notación en la que los sistemas
emocionales básicos aparecen anotados en letras mayúsculas con el n
de distinguirlos de los términos cotidianos de emoción. Estos siste-
mas, siguiendo su última notación, son los sistemas de , ,
, , , y (cf. Panksepp ).
Como podemos ver, todas las tres variantes de la comparten
un núcleo común según el cual las emociones están determinadas
por respuestas biológicas especícas y donde su explicación debe dar
respuesta a la pregunta del rol que cumplen las emociones en nuestra
supervivencia. Asimismo, las tres variantes presentadas de la
separan las categorías cotidianas de emoción de cuál sea la terminología
con la que podamos referir a las emociones en contextos cientícos.
Para Ekman, Izard y Panksepp, la utilidad de las categorías cotidianas
en contextos cientícos, si hay alguna, es apenas heurística, pues las
categorías que realmente harían referencia a las emociones en el marco
de una teoría cientíca serían aquellas que la investigación encuentre
que están atadas a nuestra biología. Así pues, desde esta perspectiva,
las categorías cotidianas no forman parte de una teoría cientíca de
las emociones ni son factores constitutivos de nuestras emociones. En
otras palabras, para la , las categorías cotidianas de emoción no son
relevantes ni explicativa ni constitutivamente para el estudio cientíco
de las emociones.
El construccionismo psicológico
En el otro lado de la controversia, tenemos el construccionismo
psicológico, que sostiene que las emociones, en contraste con la ,
no corresponden con ningún sistema neurobiológico concreto. En su
lugar, esta perspectiva propone ver en las emociones construcciones
conceptuales que hacemos sobre sistemas afectivos de dominio general,
esto es, actos psicológicos en los que hacemos caer una categoría sobre
nuestra experiencia afectiva general.
La vertiente más popular del construccionismo psicológico en la
actualidad es la defendida por Lisa Feldman Barrett. Esta teoría parte
Es impor tante anotar que la te oría de Barrett se d esprende de la teoría const ruccionista
de James Russell (). Sin embargo, la teoría de Barrett goza actualmente de más
atención que la de Russell, por lo que no es equivocado considerarla como la versión
estánd ar. Para motivos de la d iscusión presente, hay una d iferencia centra l a considerar,
a saber, el constr uccionismo de Russel l, como la , es escéptico frente al uso de con-
ceptos cotid ianos de emoción en agenda s cientícas. E sto implicaría que l a controversia
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de un rechazo a las ideas centrales de la . En particular hay dos ideas
fundamentales que marcan la diferencia entre la y el construccio-
nismo de Barrett: a) la presunta correspondencia entre las categorías
cotidianas de emoción y alguna clase natural, y b) la universalidad de
las emociones.
Con respecto a la primera idea, el construccionismo de Barrett
rechaza el hecho de que las emociones correspondan a clases natu-
rales, suposición que, según Barrett, yace en el corazón de la (cf.
Barrett ). Las razones por las que Barrett cree que las emociones
no corresponden con clases naturales, que quedarán más claras más
adelante, son principalmente empíricas. Para Barrett, la neurociencia
y la psicología experimental han demostrado que no existen patrones
relevantes de activación neuronal o siológica, de experiencia psico-
lógica, de expresión o comportamiento que funjan como candidatos a
correspondencia uno a uno con categorías cotidianas de emoción. Esto
implicaría que debemos abandonar de base la idea de categorizar las
emociones en términos de clases naturales y optar por otra construcción
teórica para el estudio cientíco de las emociones.
La segunda idea con la que Barrett se separa radicalmente de la
es en el rechazo a la universalidad de las emociones. Recordemos que
una fuente de inspiración tanto interna como externa de la son los
estudios sobre la universalidad de las expresiones faciales hechos por
Ekman y Friesen en las décadas de los sesenta y setenta (cf. Ekman y
Friesen ; ; Ekman ). Según Ekman y Friesen, estos estudios
demuestran que existe un conjunto de expresiones emocionales que
son reconocidas universalmente, lo que según ellos sugiere que estas
emociones corresponden a patrones engranados en nuestra biología y
no se ven afectados por diferencias conceptuales o culturales. Barrett
rechaza esta tesis apelando tanto a evidencia empírica (cf. ) como a
críticas metodológicas (cf. Russell ). De este rechazo se sigue, según
Barrett, que no tenemos razón para pensar en las emociones por fuera
de marcos conceptuales y culturales concretos como pretende la .
¿Cómo se explican entonces las emociones según el construccionismo
psicológico de Barrett? Como dije antes, para Barrett, las emociones no
de la que me ocupo no es una entre la y todas las variantes del construccionismo
psicológico, si no con la versión de Barret t. Por lo pronto, pasaré por alto e sta dicult ad,
pues no resulta en un problema sustancial para el argumento, sino uno meramente
terminológico sobre si podemos usar el término general construccionismo psicológico
para la teoría de Barrett.
En otros trabajos he criticado esta inferencia y he sostenido que esta tesis no está
sucientemente bien denida (L oaiza ; Loa iza, “Variabilit y”). Sin embargo, para
motivos de la d iscusión presente concederé e ste paso, pues me enfoca ré en otro problema
concerniente a las consecuencias de este argumento en lugar de su premisa.
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
son más que formas en las que categorizamos experiencias afectivas de
dominio general. Para el construccionismo, nuestra vida afectiva no
se divide en emociones (con todo y sus categorías) y otros fenómenos
afectivos (e.g. estados de ánimo, sentimientos, etc.). Lo que tenemos
es una vida afectiva que se reduce a estados de excitación o inhibición,
estados que a su vez pueden ser positivos o negativos, i.e. tener alguna
valencia. Estas tuplas de excitación y valencia (que Barrett llama es-
tados de “core aect”) constituyen estados constantes de nuestra vida
consciente y subyacen a cualquier tipo de afectividad.
El proceso mediante el cual un estado afectivo (i.e. un estado de
excitación y valencia) pasa a ser un estado emocional es, entonces, el
proceso mediante el cual clasicamos nuestro estado afectivo general
haciendo uso de conceptos, esto es, generando representaciones men-
tales que agrupan estos estados afectivos de dominio general. De ahí
que, para Barrett, una emoción sea un acto conceptual, el acto psicoló-
gico de clasicar experiencias afectivas dentro de una categoría dada,
sea esta “tristeza”, “alegría”, etc. Este proceso de categorización en un
momento dado es lo que Barrett llama la “construcción psicológica”
de las emociones.
Estos conceptos, en cuanto dependientes del lenguaje emocional
que hayamos aprendido, son precisamente los conceptos cotidianos
de emoción. En este orden de ideas, el construccionismo ve en los
conceptos cotidianos de emoción no errores de nuestro aprestamiento
cultural concreto, sino partes constitutivas y explicativamente relevantes de
nuestras emociones. Puesto de otra manera, los conceptos cotidianos
de emoción no aparecen como meras etiquetas referentes a un proceso
presto a ser descubierto por la psicología experimental o la neurociencia.
En su lugar, estos conceptos aparecen como las categorías que permiten
el acto conceptual que lleva a la construcción psicológica de una emoción
en un episodio dado.
La discusión empírica
La controversia entre la y el construccionismo psicológico
a menudo es presentada como una diferencia que puede ser saldada
empíricamente. Especícamente, la controversia a menudo se presen-
ta como una controversia en torno al estatus de las emociones como
clases naturales, es decir, en torno a la presunta existencia de patrones
neuronales, siológicos o psicológicos que puedan corresponderse con
las categorías cotidianas de emoción. Si vemos la controversia de
esta manera, la estrategia de resolución es conceptualmente simple:
busquemos si existen patrones de activación neuronal, siológica o
psicológica, y examinemos la existencia de correspondencias de modo
experimental.
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Para quienes participan de esta controversia, el obstáculo es uno de
esta naturaleza. Por ejemplo, por parte de los teóricos de las emociones
básicas, Ekman y Cordaro arman, con respecto a las emociones para
las que no se encuentran todavía patrones neurosiológicos o expresivos
correspondientes, lo siguiente:
Hay emociones que no parecen tener señales disti ntivas: la vergüenza
[moral], la culpa, la vergüenza [social], la compasión familiar y la envidia.
Aunque la evidencia no está completa, esperamos que se encontrará que
[estas emociones] tienen las demás características presentes en las otras
emociones. ( )
Por su parte, el bando construccionista arma que su programa de
investigación se encuentra todavía en su infancia y, en consecuencia,
debemos esperar para ver la evidencia empírica que puede acumular:
Las revoluciones cientícas son difíciles. Al comienzo, los paradig-
mas nuevos llevan a más preguntas de las que contestan. [...] Un nuevo
paradigma apenas empieza antes de ser criticado por no proveer todas
las respuestas. Pero el progreso en ciencia es a menudo no contestar las
preguntas antiguas, sino hacer preguntas mejores. El valor de una nueva
aproximación nunca está basado en responder las preguntas de la apro-
ximación anterior. Este es el caso de la teoría de la emoción construida.
La evidencia de varios dominios de investigación es consistente con las
hipótesis propuestas [...], incluso aunque deseche algunas de las pregun-
tas sin contestar de la visión clásica. (Barrett -)
Sin embargo, creo que la estructura de la controversia es algo más
compleja. Para mostrar esto, analizaré a continuación dos campos en
donde esta controversia toma fuerza. En primer lugar, tenemos los
hallazgos sobre la presunta universalidad en expresiones faciales de
emoción. En segundo lugar, tenemos evidencia a nivel neuronal y
fisiológico. En ambos casos mostraré que la decisión entre una u otra
teoría no depende de la acumulación de más evidencia empírica. Esto
se debe a que, en ambos casos, la evidencia que un bando aduce a su
favor es considerada por el otro bando como irrelevante, lo que nos
lleva a un caso de subdeterminación empírica. Si tengo razón, la decisión
entre la y el construccionismo no es una decisión que depende de
la evidencia, sino de decisiones a nivel teórico y metodológico. Esto
me permitirá mostrar más adelante que esta decisión es sobre el uso
de conceptos cotidianos de emoción en el ámbito de la investigación
cientíca.
Antes de presentar el argumento principal, sin embargo, es
pertinente introducir dos conceptos centrales para el análisis que
quiero proponer. En primer lugar, debemos caracterizar qué constituye
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evidencia relevante o irrelevante para decidir entre distintas teorías
rivales. Segundo, debemos caracterizar qué signica que la decisión
entre teorías esté subdeterminada por la evidencia. Con estas dos
herramientas podemos analizar en qué sentido la evidencia de un
bando es considerada como irrelevante para otro y por qué esto cons-
tituye un caso de subdeterminación. Para propósitos de la discusión
presente, seguiré el análisis descriptivo que ofrece Helen Longino de
las relaciones entre evidencia e hipótesis.
Subdeterminación y relevancia evidencial
Tradicionalmente, la tesis de la subdeterminación se asocia con
la tesis Duhem/Quine. Según esta tesis, una teoría cientíca no se
conrma de manera aislada. Cuando buscamos conrmar una teoría,
extraemos una predicción, pero además asumimos varias proposiciones
auxiliares en el trasfondo (por ejemplo, que los instrumentos de medición
funcionan adecuadamente). Cuando surge alguna inconsistencia entre
una observación esperada y la teoría, la evidencia empírica nos dice
únicamente que las observaciones no han salido como esperábamos,
mas no nos dice por qué. En una situación tal, la decisión entre rechazar
la teoría (o alguna parte de ella) o las presuposiciones de trasfondo está
subdeterminada, esto es, queda abierta la posibilidad de que sea de
rechazar alguna proposición derivada de la teoría (i.e. concluir que la
teoría lleva a predicciones equivocadas) o de mantener la teoría intacta
y rechazar alguna presuposición de trasfondo (e.g. concluir que algo
ha salido mal con los instrumentos o la medición). En cualquier caso,
no es la evidencia sino algún otro factor el que determina cuál de los
dos cuernos del dilema tomar.
Longino ofrece una caracterización de la subdeterminación por la
misma línea que la ofrecida por la tesis Duhem/Quine, aunque ahora
en términos de relevancia evidencial. Para Longino, la evidencia por
sí sola no determina las hipótesis para las cuales se considera relevante.
En sus palabras:
Lo que determina si alguien toma algún hecho o supuesto hecho, x,
como evidencia de alguna hipótesis, h, no es una relación natural (por
ejemplo, causal) entre el estado de cosas x y aquel descrito por h, sino
otras creencias que la persona tiene con respecto a la conexión eviden-
cial entre x y h. ()
Según Longino, no es solo el hecho de tener cierta evidencia
disponible el que determina si una hipótesis es aceptada o rechazada,
sino también la presencia de creencias que conecten la evidencia con
la hipótesis. Estas creencias constituyen lo que Longino llama “creen-
cias de trasfondo”. Estas son creencias sobre las cuales los cientícos
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juzgan si un estado de cosas resulta relevante para determinar si una
hipótesis se dice conrmada o no. Dado algún conjunto de creencias
de trasfondo, Longino propone cuatro maneras en la que la evidencia
puede relacionarse con una hipótesis:
[...] cómo uno determina la relevancia evidencial, por qué uno toma
algún estado de cosas como evidencia para una hipótesis en lugar de para
otra, depende de las creencias propias, que podemos llamar creencias o
presuposiciones de trasfondo. Así, un estado de cosas determinado puede
ser tomado como evidencia para la misma hipótesis a la luz de diferentes
creencias de trasfondo, y puede ser tomado como evidencia para hipó-
tesis muy distintas e incluso conictivas dadas creencias de trasfondo
sucientemente conictivas. De modo similar, diferentes aspectos de un
estado de cosas pueden tomarse como evidencia para la misma hipótesis
a la luz de diferentes creencias de trasfondo, y pueden servir como evi-
dencia para hipótesis distintas e incluso conictivas dadas creencias de
trasfondo apropiadamente conictivas. ()
De lo dicho por Longino, podemos formular entonces una deni-
ción provisional de la relevancia evidencial y cuatro posibles formas en
la que esta puede variar. Un conjunto de estados de cosas se considera
relevante para una hipótesis en caso de que pueda tomarse como razón
para creer que la hipótesis es verdadera o falsa; es irrelevante en caso
de que no constituya una razón para determinar de ninguna manera
el valor de verdad de la proposición correspondiente. En caso de que
estos estados de cosas se tomen como relevantes, esto es, como razón
para determinar el valor de verdad de una proposición determinada,
decimos que estos estados de cosas constituyen algún tipo de evidencia
en favor o en contra de una hipótesis.
Sobre el uso de estados de cosas como evidencia, podemos dis-
tinguir cuatro casos posibles dadas diferentes creencias de trasfondo:
a)un conjunto de estados de cosas puede tomarse como razón para
determinar el valor de verdad de una misma hipótesis; o b)de distintas
hipótesis; o c)aspectos distintos de un estado de cosas pueden tomarse
como razón para determinar el valor de verdad de la misma hipótesis; o
d)de diferentes hipótesis. En otras palabras, un conjunto de estados de
cosas (o aspectos diferentes del mismo conjunto) pueden ser usados
como evidencia para una o varias hipótesis, dadas diferentes creencias
de trasfondo.
Finalmente, de la taxonomía anterior podemos ofrecer una denición
provisional de la subdeterminación empírica. Una decisión teórica está
subdeterminada por la evidencia en caso de que la acumulación de
observaciones no sea suficiente para decidir qué hipótesis aceptar y
qué hipótesis rechazar. Esto puede ocurrir en al menos tres maneras.
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
Primero, podemos tener casos en los que los mismos estados de cosas (o
aspectos de estos) se tomen como evidencia en favor de distintas hipóte-
sis, esto es, los casos b y d presentados anteriormente. Adicionalmente,
podemos tener casos en los que no podamos decidir si un conjunto de
estados de cosas constituye evidencia alguna, es decir, casos en los que
no es claro si un conjunto de estados de cosas puede usarse como razón
en favor o en contra de la aceptabilidad de una hipótesis. En estos
casos, no tenemos dos hipótesis siendo conrmadas o refutadas por la
misma evidencia, sino que no es claro si la observación de un conjunto
de estados de cosas puede usarse en absoluto para dirimir la decisión
entre hipótesis rivales.
Si la taxonomía presentada es plausible, la tarea a continuación
será la de aplicar estos conceptos al caso de la controversia entre la
y el construccionismo psicológico. Como mencioné anteriormente,
presentaré dos áreas de observación empírica en la que la controversia
toma fuerza: la cuestión de la universalidad de las expresiones faciales
y la correspondencia con patrones neurosiológicos. En ambos casos,
mi interés es mostrar que tenemos casos de subdeterminación, sea por
el uso de la misma evidencia para apoyar hipótesis diferentes o
por confusiones en torno a qué observaciones contarían como eviden-
cia para dirimir la discusión.
Evidencia en torno a las expresiones
Para los defensores de la , los supuestos hallazgos sobre la uni-
versalidad de las expresiones faciales de Ekman y Friesen mencionados
anteriormente son evidencia de que las emociones han de corresponder
a clases en el nivel biológico, i.e. deben estar determinadas por fuera
de esquemas conceptuales relativos a una cultura o sociedad particular.
Según ellos, los estudios sobre la universalidad de las expresiones son
robustos y el hallazgo de expresiones producidas y reconocidas de modo
universal es un hallazgo ampliamente reproducido y bien establecido.
Si esto es verdad, se seguiría que el escepticismo propagado por
los defensores del construccionismo psicológico sobre estos estudios
es injusticado. Y de tener razón, esta respuesta sirve de plataforma a
los defensores de la para argumentar que la única explicación
plausible de la universalidad es postulando mecanismos a nivel biológico
que sean compartidos por toda la especie, poniendo en duda el rol de los
conceptos cotidianos en la constitución de las emociones.
Por su parte, los defensores del construccionismo psicológico
insisten en que no tenemos evidencia de que haya expresiones
emocionales universales. Sobre este punto el construccionismo ofrece
dos argumentos centrales. Primero, apelan a críticas metodológicas a
los estudios de Ekman y Friesen que sustentan el argumento de la .
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Para ilustrarlo, consideremos el uso de diseños con decisión forzada en
los estudios de Ekman y Friesen. Como están construidos estos estudios,
los participantes deben clasicar un conjunto de fotografías con expre-
siones faciales y asociarlas a una historia que corresponde a distintas
categorías emocionales (i.e. una historia triste, una historia alegre, una
historia que despierta ira, etc.). La idea de Ekman y Friesen consistía
en evitar que los participantes tuviesen que aprender de antemano las
categorías de emoción con las que se había pensado la clasicación: si
la clasicación resultaba similar a la clasicación occidental, habría
buenas razones para pensar que esta clasicación es universal. Sin em-
bargo, como anota Russell (cf. ), esta metodología presupone ya un
conjunto de categorías y, además, deja de lado información contextual
importante en la detección de emociones mediante las expresiones fa-
ciales. Si usamos diseños donde el participante tenga más libertad de
clasicación (e.g. les pedimos que etiqueten libremente las fotografías),
la uniformidad en la clasificación disminuye radicalmente. Así las
cosas, el construccionismo presenta razones metodológicas interesantes
para sospechar de los hallazgos a propósito de la universalidad de las ex-
presiones faciales.
Aparte de las críticas metodológicas, los defensores del construc-
cionismo apelan también a evidencia empírica mostrando variaciones
culturales en la expresión de emociones. En un metaanálisis importante,
Elfenbein y Ambady mostraron que, cuando se analizan los datos de
cada emoción individualmente (en lugar de usar diseños contrastando
distintas categorías de emoción a la vez), hay muy pocas emociones que
son reconocidas de manera consistente a través de distintos grupos.
Adicionalmente, hay varios estudios que muestran que no hay corres-
pondencias entre la manera en la que personas occidentales interpretan
expresiones faciales y la manera en que otros grupos sociales lo hacen
(cf. Jack et al. ; ).
En respuesta a estas críticas, los defensores de la a menudo
aducen que la variación cultural se explica no por la ausencia de expre-
siones universales, sino porque distintos contextos culturales afectan la
manera en la que estas expresiones ocurren. Estas formas en las que
la cultura afecta las expresiones faciales son lo que Ekman llama “reglas de
expresión” (cf. Ekman y Friesen ). Dado que en distintas culturas
hay distintas reglas de expresión, la variación cultural se explica por
diferencias en estas reglas y no por la ausencia de expresiones deter-
minadas de manera biológicamente básica. En otras palabras, según
este argumento, es la cultura la que afecta las expresiones que de otra
manera observaríamos.
En este sentido, el estado actual de la discusión parece aceptar
como base empírica la observación de algunas formas de variabilidad
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
en torno a la clasicación e interpretación de las expresiones faciales.
Para el bando construccionista, estas observaciones se interpretan como
evidencia a favor de su teoría: el construccionismo, al esperar varia-
ciones culturales en términos de los conceptos con los que distintas
comunidades categorizan su experiencia afectiva, espera que haya este
tipo de variación a nivel expresivo. Sin embargo, para los defensores
de la , estas observaciones son irrelevantes para decidir entre una
u otra teoría: la variabilidad cultural en el ámbito de las expresiones
es tan solo la observación de un fenómeno anómalo, una violación de
una cláusula ceteris paribus según la cual, en condiciones “normales”,
podríamos observar las expresiones universales que postula la teoría.
Así pues, en el dominio de las expresiones faciales, llegamos a un
primer caso de subdeterminación empírica. Ambas partes están de
acuerdo con la observación de algunas formas de variabilidad cultu-
ral, es decir, están de acuerdo en algún sentido sobre los hechos. Sin
embargo, para un bando esto es evidencia en favor de la hipótesis cons-
truccionista, mientras que para el otro bando esta observación no es
evidencia de ningún punto crucial en esta discusión. Si tengo razón, la
acumulación de más evidencia no lograría resolver esta disputa, toda vez
que lo que para un lado es relevante para el otro no lo es. No se trata pues
de que acumulemos más observaciones de variabilidad cultural, toda vez
que estas observaciones siempre serán rechazadas por la , no como
observaciones erradas, sino como observaciones irrelevantes.
Evidencia neuronal y siológica
Otro foco de la discusión yace en la existencia de patrones neuro-
nales y siológicos. Para los defensores de la , hay buena evidencia
disponible de la existencia de dichos patrones. Esta evidencia se rastrea,
primero, en estudios sobre lesiones cerebrales que mostrarían que la acti-
vidad en algunas regiones del cerebro es condición necesaria de algunas
respuestas emocionales. Un ejemplo paradigmático de este tipo de estu-
dios son los estudios de LeDoux (cf. , ) sobre la amígdala. En
los estudios de LeDoux, se condicionan ratas para tener respuestas de
temor ante un sonido sometiéndolas a una jaula electricada en la que
se empareja el sonido con una carga eléctrica. Según reporta LeDoux, el
condicionamiento es exitoso en ratas neurotípicas, pero fracasa en ratas
cuya amígdala ha sido extirpada. En ese sentido, el hallazgo se interpreta
a menudo como evidencia de que la amígdala es la región en la que se
localizan las reacciones de temor (cf. Phelps y LeDoux).
Existe un número importante de críticas a esta forma de interpretar la evidencia. En
general, el he cho de que la amígdala sea necesa ria para este tipo de condiciona miento
no signica que podamos localizar las respuestas de temor en la amígdala. Es posible
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Además de los estudios sobre lesiones, otra fuente importante de
evidencia sobre la existencia (o ausencia) de patrones neuronales y
siológicos subyacentes a las emociones son estudios de clasicación
de información espacial obtenida a partir de resonancia magnética
funcional (f), tomografía por emisión de positrones (), y la
medición de respuestas electrodérmicas y cardíacas. Algunos estudios
(cf. Kreibig) y metaanálisis (cf. Vytal y Hamann) iniciales mostraron
presuntamente correspondencias entre algunas emociones y distintas
regiones del cerebro y patrones identicables de actividad autonómica.
Entre estas correspondencias se reportaron algunas entre el temor y la
actividad en la amígdala y la ínsula; la alegría y el córtex del cíngulo
anterior rostral y el giro superior temporal; la ira y el giro frontal
inferior y el giro parahipocampal, entre otras correspondencias a
nivel neuronal, así como correlaciones autonómicas importantes entre
la variabilidad en el ritmo cardíaco y la conductancia dérmica y emo-
ciones como el temor o la alegría.
Estos reportes iniciales parecían sugerir que la idea de localizar
emociones en la actividad de distintas regiones del cerebro era promete-
dora. No obstante, este optimismo se vio minado tras la publicación de
algunos metaanálisis inuyentes por parte del bando construccionista.
En el caso neuronal, Lindquist et al. presentaron fuertes críticas a la me-
todología en los metaanálisis anteriores, argumentando que la búsqueda
por patrones consistentes y especícos para cada categoría de emoción no
solo carecía de evidencia empírica, sino que tenía buena evidencia en
contra. Para cada una de las regiones candidatas a correspondencia y
propuesta en los metaanálisis anteriores, los investigadores mostraron
estudios que sugerían que cada una de estas regiones se activaba, no
solo para la emoción a la que supuestamente correspondía, sino para
otro sinfín de procesos psicológicos. La amígdala, por ejemplo, apa-
rece como una región activada en respuestas de temor, pero también
en respuesta a estímulos novedosos e inusuales en general, así como
parte de la activación relacionada con el disgusto. La ínsula anterior,
previamente asociada al disgusto, aparece como parte de procesos de
interocepción y consciencia corporal, incluyendo procesos como la
distensión gástrica. De modo similar ocurre con el resto de patrones
neuronales que habían aparecido antes como candidatos a correspon-
dencia, así como con los patrones siológicos encontrados previamente
(cf. Siegel et al.). Así las cosas, la cuestión empírica parecía girar ahora
a favor del construccionismo.
–y además probable– que las respuestas de temor dependan de sistemas complejos
que, si bien involucra n la amígdala , no se pueden reducir a la actividad en esta región.
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
A pesar de este giro a favor del construccionismo, la disputa sobre
la existencia de patrones neuronales sigue sin resolverse. En años
recientes hemos visto el surgimiento de métodos estadísticos cada vez
más sosticados para clasicar actividad neuronal en patrones discretos
candidatos a correspondencia. Estos métodos están basados en la cons-
trucción de clasicadores mediante el aprendizaje de máquina. La idea
detrás del uso de estos clasicadores es construir un modelo que busque
patrones de activación sin necesidad de predeterminar dónde estarían
los patrones de activación ni en cuántas categorías se dividen. El uso
de estos métodos de análisis de patrones multivariado (, por sus
siglas en inglés: multivariate pattern analysis) ha resultado en varios
modelos de clasicación de actividad neuronal presuntamente asociada
a algunas emociones con altos grados de conanza (cf. Saarimäki et al.
; Saarimäki et al. ).
Para los defensores de la , la posibilidad de clasicar patrones
neuronales usando constituye evidencia en favor de correspon-
dencias entre patrones neurosiológicos y las llamadas emociones
básicas. Para este bando, la razón por la cual estos patrones no se
habían encontrado antes era por motivo de las limitaciones tecnológi-
cas y metodológicas con las que se buscaban patrones a nivel neuronal
y fisiológico. Una vez desarrollada una herramienta como el ,
podemos encontrar los patrones subyacentes a nuestras emociones
y que, según ellos, prueban la existencia de correspondencias entre
patrones de activación neuronal y siológica y las emociones básicas.
Por parte de los construccionistas, los métodos estadísticos invo-
lucrados en el han sido foco de fuertes críticas. Para este bando,
estos métodos constituyen apenas un resumen estadístico trivial que
nada implica sobre la existencia de patrones especícos para cada cate-
goría de emoción (Clark-Polner et al.). Según este argumento, podemos
encontrar métodos estadísticos de clasicación de toda una cantidad
de fenómenos que no reejan ningún proceso causal. Así pues, en lugar de
negar que dicha clasicación exista, los construccionistas argumentan
que la taxonomía resultante no es más que un artefacto estadístico y,
en consecuencia, constituye una observación por completo irrelevante
para decidir la cuestión de la correspondencia entre las emociones y
los patrones de activación neuronal o siológica.
En este orden de ideas, llegamos nuevamente a un caso de subde-
terminación empírica. Para la , se aduce la posibilidad de clasicar
actividad neuronal o siológica como evidencia de la correspondencia
entre algunas categorías de emoción (las emociones básicas) y los patro-
nes encontrados. Para el construccionismo, sin embargo, estos patrones
son irrelevantes con relación a esta hipótesis, toda vez que constituyen un
ejercicio trivial de sosticación estadística. Así pues, las observaciones
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que son relevantes para un caso (y que por lo tanto constituyen evidencia
en favor de una hipótesis) son irrelevantes (es decir, no son evidencia de
hipótesis alguna) para el otro.
Hacia una resolución de la controversia
Como puede verse, a pesar de que la controversia entre la y
el construccionismo psicológico se presente como una controversia a
saldarse aduciendo únicamente a evidencia empírica, tenemos razo-
nes para pensar que la controversia es más profunda. Si tengo razón
en el análisis que he ofrecido, la decisión entre una u otra teoría de las
emociones está subdeterminada por la evidencia, toda vez que no son
claros cuáles estados de cosas podrían determinar una u otra hipótesis.
En otras palabras, no es claro cuál es la evidencia para decidir entre
ambas teorías, lo que lleva a que cada bando apele a observaciones que
para el otro bando son irrelevantes.
Ahora bien, ¿por qué ocurre esta dicultad en la controversia? ¿De
dónde se desprende la diferencia entre las observaciones que conside-
ramos relevantes para decidir entre una u otra teoría? A mi parecer, la
dicultad puede explicarse notando que existe un desacuerdo profundo
sobre el objeto de explicación de una teoría cientíca de las emociones.
En particular, las diferencias en torno al rol de los conceptos cotidianos
en la construcción de la teoría llevan a diferencias sustanciales en la
manera en que los investigadores buscan evidencia empírica en soporte
de una u otra teoría. Esto lleva a que la controversia no pueda resol-
verse empíricamente, pues no existe evidencia que pueda decidir los
desacuerdos conceptuales fundamentales que separan ambas teorías.
En esta última sección, ofreceré razones para identicar el punto
crucial de desacuerdo en esta dirección. Si estoy en lo cierto, será razo-
nable sugerir como ruta de resolución de la controversia una reexión
sobre el papel que cumplen los conceptos psicológicos cotidianos en
las ciencias de lo mental, en general, y sobre los conceptos de emoción,
en particular. Sin embargo, la forma de llevar a cabo este proyecto
quedará tan solo esbozada de modo general. Por lo pronto, mi interés
es diagnosticar el problema y sugerir de manera provisional algunas
vías de resolución.
La controversia en torno a los conceptos cotidianos
de emoción
Para reconstruir la controversia, recordemos las expectativas de
cada teoría en torno al uso de conceptos cotidianos de emoción. Para
la , los conceptos cotidianos de emoción no guardan relación
intrínseca alguna con los patrones de activación neuronal o siológica
que puedan explicar nuestra experiencia emocional. Así pues, según la
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
, las categorías cientícas de emoción podrán ser completamente
diferentes a aquellas usadas en contextos cotidianos. La expectativa es
que sería perfectamente posible encontrarnos con patrones emocionales
que no correspondan con las categorías cotidianas de emoción. Por esta
razón, Panksepp anota las categorías cientícas en mayúsculas y pro-
cura evitar el uso de términos atados a nuestro vocabulario cotidiano.
Tal es la separación que marca la entre conceptos cotidianos y
conceptos cientícos de emoción que algunos investigadores recomien-
dan separar por completo la teoría cientíca de las emociones de las
categorías cotidianas de emoción. Este es, por ejemplo, el argumento
propuesto por Scarantino. Según Scarantino, una teoría cientíca de
las emociones debe ocuparse de lo que él llama el “proyecto cientíco
de las emociones” (en inglés, Scientic Emotion Project). El proyecto
cientíco es que busca clases naturales que subyazcan a nuestra vida
emocional. Para Scarantino, este proyecto debe dejar de lado las
categorías cotidianas de emoción (que harían parte de lo que él llama
el “proyecto vernáculo de las emociones” o Folk Emotion Project), toda
vez que ve en estas últimas una potencial fuente de ruido innecesario.
Así, la expectativa es que un proyecto cientíco descubra patrones que
puedan clasicar como básicos y que, además, no deban corresponderse
con categorías cotidianas de emoción (cf. ; ).
Por su parte, el construccionismo psicológico no solo rechaza la
separación entre vocabulario cotidiano y cientíco, sino que ve en
los conceptos cotidianos factores constitutivos de la emoción. Para el
construccionismo, una emoción ocurre cuando categorizamos nues-
tra experiencia afectiva general usando un concepto aprendido en un
marco sociocultural concreto. Así las cosas, no es posible separar el
vocabulario científico del cotidiano, ni podemos esperar encontrar
patrones de activación independientes de nuestro vocabulario vernáculo.
La cuestión sobre si las categorías cotidianas de emoción son un
factor constitutivo de las emociones no marca, a mi parecer, la diferencia
central de la controversia en torno a la búsqueda por las clases naturales
y los patrones de activación neuronal o siológica y las respuestas ex-
presivas que presuntamente serían la base de nuestra vida emocional.
El argumento puede recogerse de la siguiente manera. Si las categorías
cotidianas de emoción no son constitutivas de la emoción, entonces es
posible separar el fenómeno al que hacemos referencia usando catego-
rías cotidianas y el fenómeno al que reeren los conceptos con los que
buscamos patrones de activación neuronal o siológica, o patrones
expresivos. En otras palabras, si los conceptos cotidianos de emoción
no son constitutivos de la emoción, no podemos garantizar a priori que
aquello que identicamos coloquialmente como una emoción sea lo
mismo que detectamos al buscar patrones en el ámbito cientíco. En
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este caso, es entonces una cuestión empírica si ambos fenómenos coinci-
den, esto es, si nuestras categorías cotidianas se ajustan a las categorías
con las cuales un programa de investigación cientíca clasica nuestra
vida emocional y que, en sentido estricto, serían los objetos genuinos
de una teoría cientíca de las emociones.
Adicionalmente, si las categorías cotidianas de emoción son constitu-
tivas de la emoción, la pregunta por la correspondencia no puede siquiera
formularse. La razón es que no podemos estudiar los patrones de activación
neuronal o siológica ni las expresiones emocionales con independencia
de las categorías cotidianas de emoción que los investigadores y los
sujetos de investigación utilizan para categorizar sus experiencias
afectivas. Si este es el caso, la independencia entre patrones de acti-
vación neuronal o fisiológica o expresiones y los fenómenos a los que
cotidianamente llamamos emociones es inconcebible; o, puesto de otra
manera, la correspondencia entre estos niveles es trivial.
Es importante notar que esta restricción impuesta por aceptar que
las categorías cotidianas de emoción cumplan un rol constitutivo es tanto
ontológica como epistémica (y con ello metodológica). Interpretada en
sentido ontológico, esta restricción arma que una experiencia afectiva
por fuera de una categoría determinada no constituye emoción algu-
na, por lo cual ontológicamente una emoción vista con independencia
de una categoría cotidiana no es más que un estado afectivo general.
Interpretada en sentido epistémico, la restricción lleva a que nuestro
acceso epistémico a las emociones, la manera en que podemos cono-
cerlas y posteriormente estudiarlas, esté ya mediado por las categorías
cotidianas de emoción. Así pues, es imposible tener acceso epistémico
independiente a las emociones, lo que lleva a que los métodos experi-
mentales que podamos desarrollar dependan intrínsecamente del uso
de estas categorías.
La consecuencia de que la pregunta por la correspondencia entre
un patrón de activación neuronal o siológico o de expresiones espe-
cícas y las categorías cotidianas de emoción sea trivial o no es que
las observaciones que permitirían decidir en favor de una u otra teoría
no son las mismas. Para la , la evidencia que probaría su teoría es
evidencia que puede recogerse con independencia de categorías coti-
dianas de emoción. Nuevamente podemos invocar aquí la distinción
entre una interpretación ontológica y una epistémica de la tesis anterior.
En sentido ontológico, es posible que existan patrones que llamemos
emocionales por fuera del uso de categorías cotidianas de emoción. Si
este es el caso o no, depende de la existencia de clases que correspondan
a activación neuronal, siológica o expresiva. En sentido epistémico,
la manera en la que accedemos al objeto de estudio de una teoría de la
emoción no está necesariamente mediado por categorías cotidianas.
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
Más aún, los diseños experimentales y estrategias de recolección de
evidencia empírica pueden desechar por completo el vocabulario
vernáculo sin sacrificar acceso epistémico al fenómeno.
Por su parte, desde la perspectiva construccionista, las obser-
vaciones recogidas mediante los mecanismos de la no serían
observaciones relevantes para una teoría de las emociones. Los posibles
patrones de activación neuronal o siológica observados con indepen-
dencia de las categorías vernáculas son patrones que para esta teoría no
constituyen respuesta emocional alguna. En ese orden de ideas, la
estaría haciendo caer la categoría “emoción” a un objeto de estudio que,
para el construccionismo, no es siquiera emocional. El construccionis-
mo psicológico puede entonces aceptar esta evidencia, pero negar que
sea evidencia en favor de la en cuanto teoría de las emociones. A lo
sumo, esta evidencia sería evidencia para hipótesis sobre nuestra vida
afectiva en general, pero sería evidencia sobre fenómenos que están por
fuera del objeto de estudio de la teoría de las emociones.
Adicionalmente, la evidencia recogida por los construccionistas,
que apela a la variabilidad neuronal y siológica, así como a variaciones
de expresión y conceptualización de las emociones en distintas culturas,
es evidencia que los defensores de la interpretan como dirigida a
formas de emocionalidad compleja que, según ellos, han de emerger a
partir de los mecanismos básicos que ellos postulan. En sentido on-
tológico, lo que los construccionistas muestran es la existencia de
influencias cognitivas de alto nivel y socioculturales sobre los pre-
suntos patrones emocionales básicos (e.g. inf luencia de reglas de
expresión, esquemas emocionales). En sentido epistémico, los cons-
truccionistas no tienen evidencia obtenida correctamente del objeto
de estudio que calicaría como el objeto genuino de una teoría de las
emociones. Para la , la evidencia que provee el construccionismo
no puede acceder genuinamente al fenómeno, toda vez que es evidencia
tomada desde un marco sociocultural preexistente que no nos dice
nada sobre la existencia de patrones subyacentes a nuestra vida social.
Así las cosas, la puede aceptar la evidencia construccionista, pero
ahora verla como meras variaciones sobre mecanismos emocionales
básicos que serían universales y serían el objeto de estudio legítimo de
una teoría cientíca de las emociones.
El caso más difícil para esta forma de reinterpretación sería el caso neuronal, pues
variac iones neuronales impor tantes sí podrí an poner en duda la existenc ia de patrones
básicos como los que formula la . Sin embargo, la puede apelar a formas abs-
tractas de clasicación como las que emergen en el análisis de patrones multivariado
() o a la existencia de patrones subcortica les que unirían la diversidad neuronal
a nivel neocor tical.
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Estrategias para resolver la controversia
Para cerrar, me gustaría considerar algunas estrategias para
resolver esta controversia. He sostenido que la posibilidad de resolver
esta controversia yace en una decisión sobre el uso de conceptos coti-
dianos dentro de un programa de investigación cientíca a propósito
de las emociones. También he mostrado que, en el caso de la y el
construccionismo, la diferencia radica en si los conceptos cotidianos
son o no constitutivos de la emoción. Esto implicaría que no es po-
sible saldar la disputa entre ambas teorías sin abandonar algún pilar
fundamental, sea la tesis según la cual las emociones pueden existir
con independencia de la forma en la que hablamos de ella en un marco
sociocultural concreto en el caso de la o la tesis según la cual las
emociones son construcciones psicológicas que ocurren al hacer caer
un concepto cotidiano sobre nuestra vida afectiva general en el caso
del construccionismo.
Si la controversia parece depender del abandono de algún pilar
central de cada teoría, ¿qué posibilidades hay de que la controversia se
resuelva? A mi parecer, hay una estrategia disponible a los investiga-
dores que merece su atención, a saber, el uso de conceptos cotidianos
como una heurística y no como una parte constitutiva de las emociones.
Para ilustrar esta estrategia, consideremos nuevamente el compromiso
de la con la existencia de patrones emocionales por fuera de nuestro
vocabulario cotidiano. Una de las ideas que motiva este compromiso es
a) la posibilidad de que nuestro vocabulario emocional cotidiano no co-
rresponda con el vocabulario cientíco y b) que podamos distinguir entre
hipótesis cientícas conrmadas en tornos a las emociones y creencias
cotidianas sobre estas. Esta es también la base de la recomendación de
Scarantino () de separar por completo las categorías cotidianas de
emoción de las categorías cientícas. No obstante, creo que esta estrate-
gia nos lleva a un cambio de tema problemático. Después de todo, ¿por
qué habríamos de llamar emociones a los patrones que encontremos
por fuera de nuestro vocabulario cotidiano?
La razón principal por la que no podemos separar el vocabu-
lario cotidiano del vocabulario cientíco por completo yace en que
las emociones son un fenómeno primordialmente cotidiano, esti es,
un fenómeno al cual hacemos referencia de manera cotidiana antes
que teórica. En ese orden de ideas, usar herramientas conceptuales
completamente separadas de las formas en las que identicamos el
explanandum de una teoría de las emociones nos puede llevar a una
teoría que ya no haga referencia alguna a aquello que una teoría de las
emociones debería explicar. Esto sugiere que el uso de conceptos coti-
dianos de emoción es un elemento necesario para construir una teoría
cientíca de las emociones.
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Controversias en torno a los conceptos cotidianos y conceptos científicos de emoción
No obstante, es importante anotar que podemos distinguir dos
formas de usar conceptos cotidianos de emoción en la construcción de
una teoría cientíca. Uno es en un sentido ontológico, esto es, usando
los conceptos cotidianos de emoción como reriendo a entidades que
la ciencia presuntamente ha de explicar. En otro sentido, usamos los
conceptos cotidianos de emoción en modo epistémico, esto es, como
herramientas que nos permiten acceder al fenómeno a explicar. En este
sentido, usamos conceptos como mecanismos heurísticos para comenzar
y guiar la investigación. Para recordar, la rechaza ambos usos,
mientras que el construccionismo psicológico los adopta.
A mi parecer, la distinción entre un uso ontológico y un uso epis-
témico de los conceptos cotidianos de emoción nos permite buscar un
campo común para dirimir la controversia entre las dos teorías en cuestión.
En particular, tenemos razones para adoptar un uso epistémico de los
conceptos cotidianos de emoción, pero podemos mantenernos agnós-
ticos sobre su uso ontológico. Puesto de otra manera, si bien debemos
hacer uso de estos conceptos para asegurarnos de no incurrir en un
cambio de tema al construir nuestra teoría, no debemos suponer que
existirán correspondencias entre cada uno de estos conceptos y en-
tidades especícas, incluyendo la suposición de que estos conceptos
sean constitutivos de estas entidades. Los conceptos cotidianos pueden
servir en modo heurístico para hacer referencia al fenómeno, sin que
esto nos comprometa con tesis sobre la constitución de las emociones.
Las razones por las que esta manera de usar los conceptos cotidianos
de emoción nos permite avanzar hacia la resolución de esta controversia
son dos. Primero, esta recomendación nos permite buscar fenómenos
comunes a ambas teorías donde resolver algunos problemas de subde-
terminación. Especícamente, podemos buscar fenómenos que a) por
una buena razón podríamos llamar emocionales, manteniendo nuestro
uso epistémico, pero b) nos mantenemos agnósticos sobre si estos con-
ceptos son constitutivos o no del fenómeno que estamos observando.
Este conjunto, presuntamente, sería el área de observaciones donde se
intersecan ambas teorías y donde ambos bandos pueden formular
hipótesis rivales bajo los mismos estándares de relevancia evidencial.
Si tengo razón, es aquí donde podemos evaluar, al menos parcialmente,
el éxito de cada teoría.
Segundo, esta recomendación exige concesiones menores a cada
bando, que pueden hacer sin abandonar los postulados más centrales
de cada teoría. Por el lado de la , concedemos que el uso de con-
ceptos cotidianos de emoción es necesario para evitar un cambio de
tema y garantizar que el explanandum de la teoría puede reclamar el
título de “emoción”. A cambio de esta concesión, mantenemos la posi-
bilidad de descubrir algunas formas de emoción que no corresponden
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enteramente con nuestras categorías cotidianas. En este caso, si bien la
investigación comienza siendo guiada por conceptos cotidianos, esta
no se compromete con la búsqueda de correspondencias uno a uno o
con tesis constitutivas sobre estos conceptos.
Por parte del construccionismo, la observación según la cual la
referencia al fenómeno se hace usando conceptos cotidianos es una
consecuencia de su tesis principal, según la cual construimos emocio-
nes usando estos conceptos. Ahora bien, la adopción de estos conceptos
como herramienta heurística no implica comprometerse con la idea
de que estos conceptos sean constitutivos de la emoción. Así las cosas,
concedemos al construccionismo la necesidad de usar conceptos coti-
dianos de emoción para hacer referencia al fenómeno, pero ponemos
entre paréntesis la idea según la cual estos conceptos son constitutivos
de la emoción y aceptamos la posibilidad de descubrir, una vez avanzada
la investigación, fenómenos que no correspondan con los conceptos
cotidianos de emoción, pero que podamos llamar emocionales. En
otras palabras, concedemos que los conceptos cotidianos han de guiar
la investigación, pero no presuponemos que estos conceptos sean parte
constitutiva del fenómeno a estudiar.
En este orden de ideas, la estrategia serviría para establecer el cam-
po de intersección entre ambas teorías, lo que ofrecería la posibilidad
de una resolución. Sin embargo, si esta será o no una estrategia exito-
sa es una cuestión que solo podrá establecerse con el avance de cada
programa de investigación.
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