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Abstract

Según varios filósofos del lenguaje contemporáneos, el argumento Frege-Geach plantea una objeción genuina para el expresivismo semántico. En el presente texto se sostiene que una manera eficaz de enfrentar y superar este argumento es modificando la concepción expresivista clásica. Se examinan el expresivismo clásico y el expresivismo mínimo y se propone una versión de este último que, a la vez que supera la objeción derivada del argumento Frege-Geach, tiene la ventaja de incluir dentro del espectro del expresivismo teorías que claramente tienen este “espíritu” pero que la caracterización clásica deja fuera.
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) ISSN: 0188-6649 (impreso) 2007-8498 (en línea) pp. 11-39
hp://doi.org/10.21555/top.v640.1970
Beyond Geach: A Place for Expressivisms
Más allá de Geach: un lugar para los
expresivismos
José Andrés Forero-Mora
Corporación Universitaria Minuto de Dios
Colombia
jforero@uniminuto.edu
hps://orcid.org/0000-0003-1940-4024
Recibido: 02 - 04 – 2020.
Aceptado: 17 - 06 - 2020.
Publicado en línea: 13 - 08 - 2022.
This work is licensed under a Creative Commons Aribution
-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License.
12 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
Abstract
According to some contemporary philosophers of language,
the Frege-Geach argument raises a genuine objection to seman-
tic expressivism. In this paper it is argued that an eective way
to confront and overcome this argument is by modifying the
classical conception of expressivism. Both classical and minimal
expressivisms are examined and a version of the laer is pro-
posed. This version overcomes the objection derived from the
Frege-Geach argument and has the advantage of including with-
in the spectrum of expressionism theories that clearly have the
same “spirit” but that the classical characterization leaves out.
Keywords: expressivism; Frege-Geach argument; assertion;
truth conditions.
Resumen
Según varios lósofos del lenguaje contemporáneos, el
argumento Frege-Geach plantea una objeción genuina para el
expresivismo semántico. En el presente texto se sostiene que
una manera ecaz de enfrentar y superar este argumento es
modicando la concepción expresivista clásica. Se examinan
el expresivismo clásico y el expresivismo mínimo y se propone
una versión de este último que, a la vez que supera la objeción
derivada del argumento Frege-Geach, tiene la ventaja de incluir
dentro del espectro del expresivismo teorías que claramente
tienen este “espíritu” pero que la caracterización clásica deja
fuera.
Palabras clave: expresivismo; argumento Frege-Geach;
aserción; condiciones de verdad.
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Introducción1
El expresivismo semántico es una posición sobre el signicado de
ciertos fragmentos del lenguaje cuya función no es la descripción del
mundo. Su origen suele ubicarse en el emotivismo clásico de Ayer
([1946] 1984) y Stevenson ([1937] 1963) acerca del signicado de los
términos y juicios éticos. Por su propia naturaleza, no hay dentro de
la losofía del lenguaje contemporánea una única teoría losóca que
pueda ser llamada “expresivismo”, sino que el término reere a una
familia de teorías que comparten ciertas características. Así, escuchamos
hablar de expresivismo lógico, modal, epistémico, ético, etc.
Para muchos estudiosos (Schroeder, 2008 y Skorupski, 2012,
por mencionar algunos), las distintas versiones contemporáneas del
expresivismo guardan demasiada relación con el expresivismo clásico, al
punto de que no han logrado superar la emblemática objeción planteada
por Geach (1960) acerca del uso incrustado (embedded) de los términos
con signicado expresivo. De acuerdo con esta objeción, conocida
como el argumento Frege-Geach, todas las teorías no descriptivistas
del signicado están condenadas al fracaso, pues no logran explicar
satisfactoriamente la aparición de términos con el supuesto signicado
no descriptivo dentro de estructuras veritativo-funcionales.
En el presente texto se sostiene que una manera ecaz de enfrentar la
objeción de Geach es modicando la concepción clásica del expresivismo.
En particular se modican dos de las características que, según esta
concepción, debe tener cualquier teoría para ser llamada “expresivista”
(i. e., su carácter local y su rasgo positivo). Esta modicación da como
resultado una concepción ligeramente distinta de las características
que debe tener una teoría para ser considerada expresivista; esta
puede denominarse “expresivismo mínimo” (cfr. Price, 2019; Frápolli y
Villanueva, 2012). Se propone al nal una extensión del expresivismo
mínimo que, a la vez que supera la mencionada objeción de Geach,
tiene la ventaja de permitir considerar como expresivistas teorías que
claramente tienen este espíritu, pero que la caracterización clásica
1  Agradezco a Jesica Álvarez, Miguel Ángel Pérez y a los dictaminadores
de la revista por sus útiles e iluminadores comentarios y sugerencias.
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deja fuera.2 Para mostrar esto, el texto se encuentra dividido en tres
secciones: en la primera se presentan las características generales que,
de acuerdo con la concepción clásica, debe tener una teoría semántica
para ser considerada expresivista; en la segunda se presenta y discute
el argumento Frege-Geach, resaltando sus alcances en contra de la
concepción clásica del expresivismo; nalmente, en la tercera sección
se introducen las modicaciones mencionadas evidenciando cómo esta
nueva concepción supera la objeción de Geach a la vez que ensancha los
límites del expresivismo mismo.
1. Expresivismo clásico
La etiqueta de “expresivismo” es usada en la losofía del
lenguaje contemporánea para referirse a visiones particulares del
signicado de muy diversos tipos. Bajo esta etiqueta suelen ubicarse
aquellas concepciones que arman que la función de un(os) grupo(s)
particular(es) de expresiones no es describir o representar algún aspecto
de la realidad, sino expresar sentimientos u otras actitudes no cognitivas
de los hablantes. La caracterización expresivista suele extenderse a los
enunciados (claims) en los que aparecen esos grupos de expresiones.
Así, como arman Bar-On y Sias (2013, p. 699), “de manera amplia, las
visiones expresivistas mantienen que los enunciados de un área relevante
del discurso [aquellos en los que aparecen los grupos de expresiones
que no tienen como objetivo describir] se ocupan de expresar estados
mentales o actitudes no cognitivas más que de describir o reportar un
grupo de hechos”. Esta caracterización preliminar permite observar tres
2 En la bibliografía actual no existe un consenso acerca de cuáles son
los tipos de expresivismo existentes; diferentes autores presentan diferentes
maneras de dividir el espectro de teorías expresivistas. Así, por ejemplo, para
Villanueva (2018) hay cuatro tipos de expresivismo: presemántico, semántico,
pragmático y postsemántico; Price (2011, 2013b) y Frápolli (2019), por su
parte, preeren dividir el espectro en dos. El lósofo inglés distingue entre
el expresivismo humeano y el expresivismo inferencialista, mientras que la
lósofa española preere hablar de expresivismo internalista (o psicologista,
según Simpson, 2020) y expresivismo externalista. La intención de este texto no
es presentar una taxonomía completa de los tipos de expresivismo presentes en
la losofía del lenguaje contemporánea, aunque las categorías de expresivismo
clásico y expresivismo mínimo (extendido) propuestas en este texto podrían
ayudar en esa tarea.
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características que tradicionalmente se han atribuido al expresivismo: es
una teoría local del signicado, no descriptivista, y se reere a la expresión
o manifestación de ciertas actitudes o estados mentales.
Los orígenes del expresivismo como teoría semántica se ubican
en las consideraciones sobre el signicado de enunciados y términos
éticos que hicieron a principios del siglo XX lósofos como Ayer ([1946]
1984) y Stevenson ([1937] 1963). De acuerdo con estos autores, términos
como “bueno”, “malo” y demás no sirven para describir algún rasgo
de la realidad, sino que expresan cierto tipo de actitudes del hablante.
Cuando alguien, por ejemplo, juzga una acción como “buena” o “mala”,
no está describiendo algún rasgo del mundo, sino que está expresando
determinada actitud o estado mental suyo con respecto a la acción que
está juzgando.
El expresivismo ético clásico es un gran ejemplo del carácter local
de cualquier teoría que aspire a ser clasicada como expresivista: el
tratamiento expresivista de los términos y juicios éticos que proponen
Ayer, Stevenson y sus seguidores convive y es compatible con
tratamientos no expresivistas de otros tipos de términos y juicios. De
hecho, como arman Price (2011, 2013a, 2013b) y Schroeder (2015), es en
este contraste, en esta bifurcación entre partes del discurso que se explican
de manera expresivista y partes que no, donde el expresivismo en su
sentido clásico suele encontrar su lugar. Tradicionalmente, este contraste
se ha hecho en términos de la dicotomía descriptivo/no descriptivo, esto
es, mediante la distinción entre expresiones cuyo signicado tiene
que ver con la descripción de algún rasgo o aspecto de la realidad y
expresiones cuyo signicado no tiene especialmente que ver con cómo
es el mundo. Esta dicotomía apoya la tesis de que hay enunciados cuyo
signicado no tiene que ver con la descripción de algún hecho o estado
de cosas, i. e., aquellos enunciados en los que son usadas expresiones no
descriptivas. Así, podemos expresar el carácter local3 y no descriptivo
del expresivismo de la siguiente manera:
3En términos estrictos, puede establecerse una distinción entre teorías
parciales, que intentan dar cuenta del signicado de fragmentos delimitados del
discurso, y teorías locales, que se proponen explicar el signicado de nociones
especícas. Frápolli (2019) llama a estas últimas “expresivismo centrado
en los términos” (term-focused expressivism). Según esto, la mayor parte de
expresivismos deberían ser clasicados como teorías parciales. No obstante,
es común caracterizar al expresivismo como una teoría local, reriéndose con
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(a) Las teorías expresivistas no explican el signicado
lingüístico en general, sino el signicado de un área
delimitada del discurso.
(b) El área del discurso explicado por la teoría
expresivista es el que contiene nociones que no
tienen como objetivo la descripción del mundo.
La conjunción de (a) y (b) da como resultado una caracterización
puramente negativa, pues, según esta, una posición expresivista no da
cuenta del signicado lingüístico en general y, además, el signicado de
la porción del discurso de la que se ocupa no debe entenderse en términos
descriptivos. Esta caracterización negativa suele ser complementada
positivamente por medio de una explicación del tipo de actitud o estado
mental expresado por estas áreas del discurso:
(c) Los enunciados o nociones que pertenecen al
área explicada por la teoría expresivista expresan
estados mentales conativos o no cognitivos.
Según la concepción clásica, el poder explicativo de una teoría
expresivista se encuentra precisamente en este rasgo, pues (c) permite
explicar cómo signican aquellas expresiones que no son usadas para
describir el mundo.
Schroeder (2015), utilizando como ejemplo el caso del expresivismo
en ética, se reere a este rasgo así:
Los expresivistas tradicionales en metaética mantienen
que creer que robar es malo es un tipo fundamentalmente
diferente de estado mental que creer que el césped es
verde. Mientras que creer que el césped es verde es un
asunto de tener una actitud hacia el estado de cosas
de “el ser verde del césped”, que tiene una dirección
ello indistintamente a aquellas teorías que intentan explicar el signicado de los
enunciados correspondientes a un fragmento bien delimitado del discurso (como
el emotivismo clásico o el expresivismo ético) y a las que intentan dilucidar los
rasgos semánticos de algunas nociones especícas (el expresivismo modal o el
expresivismo epistémico). Al respecto, cfr. Frápolli y Villanueva (2012), Bar-On
y Sias (2013), Schroeder (2015), Pérez Carballo y Santorio (2016), Price (2019) y
Simpson (2020).
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de ajuste mente-mundo, creer que robar es malo es un
asunto de tener una actitud hacia el robar que tiene una
dirección de ajuste mundo-mente —por ejemplo, la clase
de cosas para motivar a alguien a no robar o a odiar a
alguien que lo hace— (Schroeder, 2015, p. 162).
Esta manera de explicar la postura expresivista clásica por parte
de Schroeder deja ver su carácter psicologista, pues la diferencia de
signicados se explica en términos de la diferencia de estados mentales.
Así, por ejemplo, de acuerdo con esta visión, hay una diferencia entre
los signicados de (1) y (2):
(1) El césped es verde.
(2) Robar es malo.
El signicado de (1) se puede explicar en términos de un estado
mental que tiene como objetivo la descripción o representación del mundo,
mientras que el signicado de (2) se puede explicar en términos de
un estado mental de tipo distinto, cuyo objetivo no es describir algún
rasgo o característica del mundo. A los primeros estados mentales, a
aquellos que tienen como función describir algún rasgo de la realidad,
se les conoce como estados cognitivos, mientras que a los segundos se les
conoce como conativos o no cognitivos. La diferencia entre (1) y (2), como
sugiere Schroeder, puede explicarse a través de la diferencia entre los
estados mentales asociados con el predicado descriptivo “es verde” y el
normativo “es malo”. (2) no está dirigido hacia un estado de cosas que
sea “la maldad del robar”, sino que con él se expresa una cierta actitud
del hablante hacia la acción de robar. Caso diferente parece ocurrir
con (1), donde hay una parte del mundo hacia la que está dirigida el
enunciado; hay una propiedad, “ser verde”, que se predica de un objeto.
Considérese:
(3) Robar es apropiarse de algo que no es de uno.
De acuerdo con lo anterior, un enunciado como (3) no es un
enunciado con signicado expresivo, por cuanto puede ser explicado
en términos de un estado mental cognitivo.4 El expresivismo clásico
4  Villanueva (2018) examina una característica peculiar de los predicados
normativos, a saber, dejan de serlo una vez que se ponen de maniesto los
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considera que los enunciados que pertenecen a un área delimitada del
discurso (por ejemplo, la ética) expresan estados mentales o actitudes
conativas y que su signicado debe ser entendido en función de estas.
Dada la explicación anterior, Price (2011, 2013b) considera que la
tesis de la bifurcación (i. e., descriptivo/no descriptivo) es esencial para
el expresivismo clásico (él preere llamarlo “expresivismo humeano”),
pues el expresivista explica el signicado expresivo en contraste con el
signicado descriptivo. Así mismo, se observa que el expresivismo en
su sentido clásico es una concepción psicologista del signicado, pues
no solo acude a cierto tipo de estados mentales, sino que sostiene que
el signicado de aquellas partes del discurso que caen en el ala no
descriptiva de la bifurcación debe ser entendido en función de estos.
Ahora bien, la característica (c) puede encontrarse de manera
paradigmática en el expresivismo ético clásico de Ayer y Stevenson. En
el caso de este expresivismo, el hablante expresa un sentimiento (por
ejemplo, desaprobación) o una actitud frente a aquello que está juzgando.5
Sin embargo, la ética es solo uno de los distintos ámbitos para los que
se han propuesto explicaciones expresivistas. Como sugieren Chrisman
(2012) y Bar-On y Sias (2013), se pueden encontrar explicaciones
expresivistas sobre el signicado de partes del discurso distintas que
expresan estados conativos distintos. Según esta caracterización,
aunque los distintos tipos de expresivismos comparten (a), (b) y (c),
dieren en la especicación de esta última característica, en el tipo de
estado conativo expresado. Así, en la línea de Ayer y Stevenson, algunos
expresivistas éticos arman que lo que expresa un hablante mediante un
juicio ético es su aprobación o desaprobación respecto de determinadas
acciones (Ridge, 2007); otros, alejándose de esta posición tradicional,
arman que lo que expresa un hablante es la aceptación (o no) de una
norma (Gibbard, 1990; Pérez Carballo y Santorio, 2016); en el campo de
la epistemología, algunos expresivistas señalan que las atribuciones de
estándares bajo los cuales se realiza el juicio. Al respecto, compárense: “Messi
es el mejor jugador del mundo” y “Messi es el mejor jugador del mundo de
acuerdo con la UEFA”. El segundo es claramente descriptivo, mientras que el
primero no.
5  Rabossi (1971) presenta de una manera impecable el emotivismo clásico
y muestra claramente cómo esta teoría cumple con lo que aquí se ha llamado
características (b) y (c) y con lo que posteriormente se llamará característica (d),
es decir, que los enunciados éticos carecen de valor de verdad.
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creencia o conocimiento expresan el grado de aceptación o credibilidad
que un hablante tiene frente a un contenido proposicional (Schroeder,
2015) o el compromiso teórico que ese hablante maniesta frente a
determinada proposición (Chrisman, 2012; Richard, 2015); en el campo de
la losofía de la mente, siguiendo a Wigenstein, algunos expresivistas
arman que las atribuciones de estados mentales en primera persona
deben entenderse como expresiones y no como descripciones del estado
mismo (Wright, 1998; Bar-On, 2019). Entre otras versiones.6
De acuerdo con la caracterización clásica, lo que permite que
toda esta gama de posiciones sea agrupada bajo la misma etiqueta de
expresivismo no es una tesis especíca acerca de cuál o cuáles estados
conativos especícos expresa un tipo de expresión, sino la tesis más
general según la cual hay tipos de expresiones por medio de los cuales
los hablantes expresan estados mentales que no tienen como objetivo
describir el mundo (Schroeder, 2008, 2015; Bar-On y Sias, 2013; Richard,
2015; Pérez Carballo y Santorio, 2016; Simpson, 2020). Este rasgo hace
que, la mayoría de las veces, el expresivista clásico deenda que este
tipo de expresiones no son usadas para decir algo verdadero o falso (cfr.
Yalcin, 2011, p. 328), es decir, que los enunciados dentro de los cuales
aparecen estas expresiones carecen de condiciones de verdad.7 Esta
última característica puede ser formulada como (d):
(d) Los enunciados que pertenecen al área relevante del
discurso que pretende explicar la teoría expresivista
carecen de condiciones de verdad.
6  Los ejemplos de conjuntos de expresiones que han tenido un tratamiento
expresivista pueden multiplicarse. Otro caso es el de las modalidades epistémicas.
A este respecto arma Yalcin “creer que algo es posible no es considerar que el
mundo es de una manera más bien que de otra, no es pensar que se obtiene un
cierto tipo de hechos […] [;] decir que una proposición es posible o que puede
ser el caso es expresar la compatibilidad de la proposición con el estado mental
de uno” (2011, p. 312). Y agrega en una nota el pie: “expresar un estado mental
es, recordemos, algo distinto de describir que uno está en cierto estado mental”
(2011, p. 312).
7Este es un rasgo en el que se evidencia el vínculo estrecho entre esta
manera clásica de ver el expresivismo y la posición de Ayer: “si ahora generalizo
mi declaración anterior y digo ‘robar dinero es malo’ elaboro una oración que
no tiene signicación factual, es decir, que no expresa proposición alguna que
pueda ser ni verdadera ni falsa” (Ayer, [1946] 1984, p. 130).
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Por lo general, quienes deenden que una teoría expresivista debe
tener la característica (d) sostienen que esta se sigue de (b), pues, arman
Bar-On y Sias (2013), una vez que se reconoce que hay enunciados de
un dominio relevante del discurso que no se usan para describir, no es
difícil dar un paso más y considerar que tales enunciados carecen de
condiciones de verdad.8 Así, lo que dice (d) es que los enunciados que
contienen expresiones con signicado expresivo —como “es malo” en el
caso de (2)— carecen de condiciones de verdad.
Una teoría es expresivista en el sentido clásico si cumple con (a)-
(d). Esta es la concepción a la que generalmente aluden quienes hablan
de expresivismo sin más. Estos expresivismos son herederos directos
del expresivismo ético clásico de Ayer y Stevenson, aunque, como se ha
visto, esto no los obliga a sostener exactamente lo mismo que sostenían
estos autores. En especial, la diferencia entre los distintos expresivismos
clásicos se encuentra en la caracterización positiva de (c), es decir, en
el estado conativo expresado por aquellas nociones que son objeto de
estudio. Como se observará en la siguiente sección, el expresivismo así
comprendido es presa fácil de la objeción de Geach.
2. El argumento Frege-Geach
Son varias las objeciones que se han formulado al expresivismo
clásico. La más importante de ellas, y la que, de acuerdo con los
estudiosos, plantea un problema genuino para una posición expresivista,
es el conocido argumento Frege-Geach.9 Para Geach (1960), las
8Como se podrá notar, el presupuesto que parece estar detrás de esta
idea es que la verdad es la marca registrada y exclusiva del discurso que sirve
para describir el mundo. Se percibe aquí una identicación acrítica entre
verdad y discurso descriptivo. Este es un presupuesto inuenciado por una
concepción metafísica de la verdad como correspondencia, de acuerdo con la
cual p es verdadera si y solo si hay un hecho, situación o parte del mundo que
corresponde con lo que dice p. De acuerdo con este presupuesto, las condiciones
de verdad de una proposición deben ser explicadas según su poder descriptivo
(o representacional en algunos casos). Aunque este es un presupuesto bastante
aceptado en la losofía contemporánea, no por ello deja de ser discutible. En
Frápolli (2013, 2018) y Forero-Mora (2015, 2017) se presentan y discuten algunas
razones por las cuales esta idea debe ser revisada.
9 Este argumento es atribuido a Geach (1960), quien a su vez arma
que puede ser rastreado en Frege. Searle (1962), de manera independiente,
presentó un argumento similar, aunque ciertamente su formulación tuvo menos
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posiciones que cumplen con (a)-(d) “pasan por alto la distinción entre
llamar a una cosa ‘P’ y predicar ‘P’ de una cosa. Un término ‘P’ puede
ser predicado de una cosa en una cláusula si… entonces o en una cláusula
disyuntiva sin que la cosa sea llamada ‘P’” (Geach, 1960, p. 223). Si esto
es así, de acuerdo con el lógico británico, el expresivista tendría que dar
un signicado distinto a “P” cuando este término aparezca incrustado
(embedded) en una conectiva veritativo-funcional y cuando aparezca en
un enunciado en donde se llame a la cosa “P”.
El ejemplo de Schroeder tratado en la sección anterior permite
iluminar el punto de Geach. De acuerdo con el expresivista ético clásico,
mediante la emisión de (2) el hablante no está describiendo algún rasgo
del mundo, sino que está expresando un estado conativo (por ejemplo,
su desaprobación del acto de robar) y, con ello, no está armando algo
que pueda ser considerado verdadero o falso. El problema surge cuando
un enunciado como este aparece incrustado en una estructura veritativo-
funcional como (4):
(4) Si robar es malo, entonces debe ser castigado.
Aquí el antecedente del condicional no puede signicar la
desaprobación por parte del hablante del acto de robar, pues el
predicado “es malo” se está aplicando a la acción de robar sin que el
hablante esté efectivamente llamando mala a dicha acción. En este
caso, de acuerdo con Geach, el expresivista tendría que aceptar que (2)
signica de manera distinta cuando aparece en enunciados aislados y
cuando aparece dentro de una estructura veritativo-funcional, como
ocurre en (4).
Esta es la conclusión que le parece inadecuada a Geach, pues tendría
como efecto que argumentos que a la luz de la intuición son válidos sean
considerados como inválidos. A este respecto arma el lógico británico:
“esto [la posición del expresivista] signicaría que argumentos del
patrón ‘si x es verdadero (si w es malo) entonces p; pero x es verdadero
(w es malo); ergo p’ contienen una falacia de equivocidad, mientras que
de hecho son claramente válidos” (Geach, 1960, p. 223). Según este
acogida que la del lógico británico. El argumento está dirigido originalmente
contra el ascriptivismo de Hare; sin embargo, como señala Schroeder (2008),
puede extenderse a cualquier formulación (clásica) del expresivismo, esto es, a
cualquier formulación de una teoría que comprenda (a)-(d).
22 José Andrés Forero-Mora
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razonamiento, el siguiente argumento, intuitivamente válido, tendría
que rechazarse como inválido:
(5) Si robar es malo, entonces debe ser castigado.
Robar es malo.
Por lo tanto, robar debe ser castigado.
Si se observa de manera detenida, el argumento de Geach tiene la
forma de una reducción al absurdo: Si la concepción expresivista es
correcta, entonces los enunciados que incluyen términos con signicado
expresivo signican de manera distinta cuando aparecen en contextos
simples y cuando aparecen incrustados; si esto es así, entonces
argumentos como (5) serían inválidos, pues habría en ellos una falacia
de equivocidad (el antecedente de la primera premisa y la segunda
premisa signicarían algo distinto); sin embargo, (5) es un argumento
claramente válido (de hecho, es una instancia del modus ponens); por lo
tanto, la concepción expresivista está equivocada.
Esta manera de presentar el argumento deja ver que su principal
punto de ataque es (d), pues lo que está en juego es que algunos
enunciados que en contextos simples carecen de condiciones de verdad
puedan aparecer como argumentos de funciones veritativas. Esta es, a
primera vista, la tesis que genera la inconsistencia señalada en el párrafo
anterior. Sin embargo, sería un error pensar que el argumento Frege-
Geach solo ataca a (d) y deja incólumes a las restantes características
de una teoría expresivista. Por el contrario, el ataque del argumento
puede ser extendido a (c), y luego a (b), que según el expresivista clásico
tiene una conexión directa con (d). Uno de los casos que muestra con
mayor claridad cómo el argumento afecta a (c) es el de la negación. Para
observar este problema pueden compararse (2) y (6):
(2) Robar es malo.
(6) Robar no es malo.
El problema al que se enfrenta el expresivista clásico es la explicación
de la inconsistencia existente entre (2) y (6). La inconsistencia de un
conjunto de proposiciones (en este caso p y no p) generalmente se
explica atendiendo a sus condiciones de verdad; sin embargo, dadas las
características del expresivismo tradicional, especícamente (d), esta
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no puede ser una explicación válida para este caso, pues de entrada
las “proposiciones” involucradas carecen de condiciones de verdad.
Aquí se muestra, una vez más, el carácter psicologista del expresivismo
clásico, pues la inconsistencia se explica entonces en términos de las
actitudes conativas expresadas. Pero ¿cómo explica el expresivista la
inconsistencia entre dos actitudes conativas? He aquí el gran problema.
Una manera es postular dos actitudes distintas
(pueden ser desaprobación y tolerancia), armar que son
incompatibles y entonces denir “robar es malo” en
términos de desaprobar robar y “robar no es malo” en
términos de tolerar no robar. Pero […] tal movimiento
no explica por qué las actitudes de desaprobar y tolerar
son lógicamente incompatibles entre ellas. Simplemente
postula que son incompatibles sin explicar en qué
consiste esta incompatibilidad (Schwar y Hom, 2014,
p. 827. Los ejemplos han sido adaptados).
Aunque este primer intento de solución pueda parecer intuitivo,
en el fondo no es más que una petición de principio, pues se está
asumiendo justamente aquello que se quiere demostrar, a saber, que las
dos actitudes expresadas por (2) y (6) son inconsistentes.
Otra manera es armar que, al igual que ocurre con los estados
descriptivos, la inconsistencia de las actitudes conativas puede
explicarse a través de la inconsistencia de los contenidos a los cuales se
dirigen (Shroeder, 2008). Según esta estrategia, el expresivista tendría
que sostener que, al igual que la creencia de que p y la creencia de que
no p mantenidas al mismo tiempo son inconsistentes, la desaprobación
de robar expresada en (2) y la desaprobación de no robar expresada en
(6) son inconsistentes. Este, sin embargo, no es un camino libre de
obstáculos para el expresivista clásico: “el obstáculo es que incluso si los
estados de desaprobar robar y desaprobar no robar son incompatibles,
la última no es, de hecho, la actitud expresada por ‘robar no es malo’,
sino la expresada por ‘es malo no robar’” (Schroeder, 2008, p. 711).
De acuerdo con el defensor de la objeción de Geach, al toparse
con serias dicultades a la hora de explicar la inconsistencia de dos
enunciados en términos de las actitudes conativas que supuestamente
24 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
expresan, la característica (c) del expresivismo es también puesta en
entredicho.10
El defensor del argumento Frege-Geach comparte con el expresivista
tradicional un presupuesto descriptivista según el cual la verdad
únicamente entra en juego en el terreno de la descripción11 (ver nota
7 supra), pero a diferencia de este último, utiliza el presupuesto para
argumentar que cualquier enunciado que pueda entrar en una función de
verdad, que sea susceptible de tener condiciones de verdad, debe tener
signicado descriptivo. Si las condiciones de verdad de un enunciado se
relacionan directamente con sus condiciones de descripción, no puede
haber enunciados no descriptivos que tengan condiciones de verdad,
que es justamente lo que exige la objeción de Geach; la característica (b)
también es, pues, cuestionada.
Algunos autores consideran que el argumento que acaba de ser
explicado es un obstáculo insuperable para el expresivismo (Schroeder,
2008; Skorupski, 2012). Como el mismo Geach arma, aceptarlo
implicaría que cualquier teoría no descriptivista del signicado está
condenada al fracaso.12 La gran inuencia que ha tenido este argumento
ha llevado a que se desarrollen algunas propuestas híbridas, de acuerdo
con las cuales los enunciados pueden expresar al tiempo estados
mentales descriptivos (cognitivos) y no descriptivos (conativos) (Bar-
On y Sias, 2013). Dos ejemplos de este tipo de propuestas son el llamado
“expresivismo ético ecuménico” de Ridge (2007) y el “neoexpresivismo”
desarrollado por Bar-On (2015, 2019).
Según Ridge, el expresivismo ecuménico deende que una oración
como (2) expresa, por un lado, un estado de desaprobación de la acción
de robar en la medida en que esta es sancionada por algún tipo de
10 De hecho, la estrategia expresivista en este punto parece estar
condenada al fracaso, pues busca responder a una objeción lógica con una
estrategia psicológica.
11  Cfr. supra, nota al pie 8.
12  Las llamadas “teorías del error” en el ámbito de la metaética comparten
gran parte de las razones de Geach, pero rechazan su conclusión. Para ellos, lo
que en realidad sucede es que nuestras intuiciones acerca del valor de verdad
de juicios morales son infundadas. “Si nuestras intuiciones acerca de la verdad
(o falsedad) de juicios morales están equivocadas, también lo están nuestras
intuiciones acerca de la validez (o invalidez) de las inferencias. Por lo tanto, el
argumento Frege-Geach sería un espejismo” (Frápolli y Villanueva, 2013, p. 593).
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Más allá de Geach: un lugar para los expresivismos
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) ISSN: 0188-6649 (impreso), 2007-8498 (en línea) pp. 11-39
prescriptor o instancia normativa, y, por otro, una creencia que reere
anafóricamente a dicho prescriptor y cuyo contenido es que él, es decir,
la instancia normativa adecuada, desaprobaría la acción de robar (Ridge,
2007). Esta propuesta elude la conclusión del argumento Frege-Geach,
pues al existir una creencia, con un contenido evaluable, no hay ningún
problema en que este tipo de enunciados forme parte de estructuras
veritativo-funcionales.
Por su parte, la estrategia de Bar-On (2015) es distinguir entre la
s-expresión y la a-expresión. Para la lósofa norteamericana, cuando se
proeren expresiones como “me duele la cabeza” se está s-expresando la
proposición que atribuye la propiedad “dolor de cabeza” al sujeto que
está hablando, y, al tiempo, a-expresando el estado mental mismo, es decir,
el dolor de cabeza. Las condiciones de verdad se salvan, por cuanto estas
se dan en el nivel de la s-expresión y, con esto, no hay ningún problema
de que este tipo de enunciados estén dentro de estructuras veritativo-
funcionales.13
La estrategia de las propuestas híbridas es aceptar la objeción central
del argumento de Geach, pero moderar la explicación de la característica
(c) y el alcance de (b), a n de que los enunciados en cuestión puedan
aparecer incrustados. Para los expresivismos híbridos, lo que permite
superar el argumento Frege-Geach es que los enunciados expresivistas
13Es interesante observar que la propia Bar-On (2019) reconoce que el
aspecto más problemático del expresivismo se encuentra en las condiciones de
verdad de los enunciados que tienen este signicado. El neoexpresivismo que
ella propone pretende eludir esta objeción asumiendo que las condiciones de
verdad son las que se s-expresan a través de la oración, mientras que el carácter
no cognitivo se a-expresa a través del acto en su conjunto. Sin embargo, como
lo arma Frápolli (2019), Bar-On no desarrolla su propuesta semántica en
detalle. De hecho, la propia lósofa norteamericana parece reconocer aquí un
problema o, al menos, un asunto que necesita trabajo: “en el caso de las áreas del
discurso que involucren hechos ontológicamente problemáticos, reconocer que
el signicado puede ser especicado usando los bicondicionales [tarskianos]
derivados de una teoría de la verdad nos permite acomodar las continuidades
lógico-semánticas entre las áreas de los mencionados enunciados y áreas más
directamente descriptivas” (Bar-On, 2019, p. 31). Así, el neoexpresivismo
pospone la pregunta fundamental del argumento Frege-Geach (la pregunta por
las condiciones de verdad de las oraciones con signicado expresivo) apostando
por resolverla a través de las continuidades y relaciones que puedan establecerse
entre el discurso descriptivo y el no descriptivo.
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Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
tienen, en algún sentido, algún componente no expresivista, descriptivo.
El rasgo distintivo del expresivismo sigue siendo la expresión de estados
mentales no cognitivos, pero el expresivista híbrido añade que, por lo
menos en algunos discursos, estos pueden ser expresados al tiempo
con estados cognitivos, lo cual permite que puedan ser considerados
como verdaderos o falsos y que puedan entrar en estructuras veritativo-
funcionales.
3. Expresivismo mínimo extendido
Gran parte del éxito del argumento Frege-Geach se debe a la
aceptación de (d) junto con las supuestas conexiones que existen entre
esta y las características (b) y (c); para el expresivista clásico, (d) es la
conclusión obvia de (b). Sin embargo, esta conexión dista de ser obvia y,
en cambio, puede ser sometida a crítica. La supuesta incompatibilidad
entre el carácter expresivista y la posesión de condiciones de verdad
no es para nada evidente. De hecho, se puede mantener el espíritu
no descriptivista caracterizado por (b) sin comprometerse con (c) y
(d), es decir, sin aceptar que necesariamente estos enunciados tienen
que expresar alguna clase especial de actitud mental en función de la
cual se deba dilucidar su signicado, y sin apoyar la idea de que estos
enunciados no son aptos para ser evaluados en términos de verdad.
En los últimos años esta estrategia, o al menos una similar, ha sido
implementada por varios pensadores —cfr. Frápolli y Villanueva (2012),
Price (2013a, 2013b, 2019) y Frápolli (2019)—. El resultado de esta
propuesta es una caracterización del expresivismo que rechaza la parte
positiva del expresivismo clásico y se queda simplemente con su parte
negativa; de ahí que Frápolli y Villanueva (2012) hayan recomendado la
etiqueta de expresivismo mínimo para esta concepción.14
14Pérez Carballo y Sartorio atribuyen esta misma etiqueta a una visión
no solo diferente, sino opuesta a la aquí presentada. Según esta concepción, el
expresivismo mínimo es la conjunción de (a), (b) y (c). Para estos dos autores, el
expresivismo mínimo no alcanza a ser una teoría strictu sensu porque, para que
esto fuera así, “uno necesitaría decir más acerca de la naturaleza de las actitudes
no-cognitivas en juego y de su rol dentro de una losofía de la mente en
general” (2016, p. 610). La visión del expresivismo mínimo propuesta por Pérez
Carballo y Sartorio, tal como se puede ver, no es más que una formulación del
expresivismo tradicional que, de acuerdo con lo visto en las secciones anteriores,
está a un paso de aceptar (d) y sucumbir ante el argumento Frege-Geach.
27
Más allá de Geach: un lugar para los expresivismos
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) ISSN: 0188-6649 (impreso), 2007-8498 (en línea) pp. 11-39
En la primera sección de este trabajo, el carácter local de una teoría
expresivista, (a), fue explicado apelando a la tesis de la bifurcación que
acepta el expresivista clásico. Price considera que dicho carácter local
no es una condición necesaria para que una teoría sea considerada
expresivista. De hecho, el lósofo inglés aboga por un expresivismo global
en el que la estrategia expresivista sea utilizada para explicar todas las
clases de discursos más que para casos especiales (Price, 2011). Tal como
arma Simpson (2020), y como ya anticipaba Brandom (2013), más que
una refutación de (a), esta parece ser una radicalización.15
Simpson (2020) considera que en realidad lo que está detrás de
la posición globalista de Price es una negación de la idea de que haya
algún tipo de vocabulario cuyo signicado se explique únicamente con
referencia al mundo y una aceptación de que el signicado de términos
pertenecientes a diferentes categorías semánticas es susceptible de
diferentes explicaciones, aun si estas diferentes explicaciones se dan sin
apelar al descriptivismo. Este último rasgo es el que enfatiza Brandom
al armar que “el tipo de expresivismo acerca del vocabulario lógico,
modal y normativo […] es esencialmente, y no solo accidentalmente, un
expresivismo local. No todos los vocabularios pueden jugar el mismo
rol expresivo particular” (2013, p. 102). Lo que muestran Simpson
y Brandom es que la estrategia de Price de eliminar la bifurcación y
“globalizar” el expresivismo no riñe necesariamente con (a), es decir,
sigue habiendo un sentido muy importante en el que el expresivismo es
local.16 Puestas así las cosas, (a) puede entenderse de la siguiente manera:
(a*) Las explicaciones expresivistas respecto de distintas
clases de discurso pueden variar.
15  El propio Price vacila a la hora de describir su postura frente a la tesis
de la bifurcación: “la diferencia entre el expresivismo global que propongo y sus
ancestros locales radica principalmente en el rechazo, o modicación, de la así
llamada tesis de la bifurcación” (2013b, p. 147); y en un artículo reciente: “una
bifurcación así entendida [modicada] de ninguna manera va en contra de mi
propuesta de expresivismo global” (2019, p. 149). La discusión a fondo de la
propuesta de Price escapa al objetivo de este texto. Al respecto cfr. Price (2013a,
2013b y 2019).
16Así, ningún argumento que dependa de la imposibilidad de ofrecer
una clase de semántica o pragmática para algunos vocabularios, y otras para
otros, es plausible o sustentable” (Brandom, 2013, p. 109).
28 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
Ahora bien, Frápolli y Villanueva (2012) han criticado de manera
contundente la supuesta conexión alegada por el expresivismo clásico
entre el carácter no descriptivista y la carencia de condiciones de
verdad, es decir, entre (b) y (d). Para ver en qué consiste esta crítica, es
importante reconstruir el argumento por medio del cual el expresivista
clásico busca concluir (d) a partir de (b). Parafraseando a los lósofos
españoles, tal razonamiento se puede reconstruir de la siguiente manera:
si se asume una lectura descriptivista de las condiciones de verdad —i.
e., las condiciones de verdad de un enunciado descansan en su poder
descriptivo (o representacional)—, y además se acepta que el poder
descriptivo de un enunciado es función de las condiciones descriptivas
de sus expresiones constituyentes (principio de composicionalidad),
entonces la aparición de una expresión que carece de poder descriptivo
implica que el enunciado completo carece de condiciones de verdad.
Desde este punto de vista, los enunciados expresivistas no expresarían
contenidos proposicionales, pues, dado que uno de sus componentes
carece de una interpretación veritativo-condicional en términos
descriptivos, el enunciado en su conjunto carece de condiciones de
verdad.
Sin embargo, no hay nada en este razonamiento que indique que es
correcto a priori. No hay necesidad de negar que aquellas expresiones
que no son usadas para describir algún rasgo del mundo pueden
aparecer en complejos oracionales por medio de los cuales los hablantes
hacen aserciones. Estas expresiones pueden ser usadas dentro de las
prácticas para las cuales la verdad entra en consideración: “las nociones
expresivistas no son usadas para describir, pero aun así pueden ser parte
de aserciones” (Frápolli y Villanueva, 2012, p. 473). Aceptar esto último
implica desechar una posición descriptivista y composicional acerca de
la individuación de proposiciones y, en su lugar, asumir una especie
de funcionalismo proposicional en el que lo que se considera contenido
proposicional es justamente aquello que pueda funcionar como tal,
es decir, aquello que pueda ser armado dentro de las prácticas para
las cuales la verdad entra en consideración, sin importar cuál sea la
estructura interna.
Tradicionalmente se ha considerado que la individuación de
proposiciones se realiza en función de la estructura composicional
del contenido, esto es, atendiendo a sus partes. Esta postura “concibe
el proceso de individuación de contenidos como un mecanismo paso
a paso que nos lleva de la información semántica más básica en el
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Más allá de Geach: un lugar para los expresivismos
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) ISSN: 0188-6649 (impreso), 2007-8498 (en línea) pp. 11-39
nivel del signicado léxico de expresiones suboracionales, hasta los
matices más altos de signicado y contenido proposicional” (Frápolli
y Villanueva, 2016, p. 206). Desde esta perspectiva, los contenidos de
expresiones suboracionales y la manera en que estos están dispuestos
(estructurados) determinan el contenido proposicional.17
No obstante, esta no es la única manera en que se puede concebir la
individuación de proposiciones. Mientras que en esta visión tradicional
el protagonismo lo lleva el principio de composicionalidad, en la manera
alternativa, propia del funcionalismo proposicional, dicho protagonismo
lo lleva el principio de contexto. Como ya se dijo, de acuerdo con esta
postura, una proposición es aquello que puede funcionar como tal, es
decir, es aquello que puede ser contenido de un acto aseverativo exitoso,
independientemente de la estructura composicional que tenga. “Los
contenidos son individuados por sus conexiones con otros contenidos,
sin importar la estructura interna que podamos atribuirles” (Frápolli y
Villanueva, 2016, p. 207). Esto, por supuesto, no quiere decir que no sea
importante la pregunta por la estructura interna de las proposiciones
o por los contenidos de los elementos suboracionales; esta pregunta es
importante, pero solo en el contexto de una proposición o, mejor aún, en el
contexto de una aserción.
La concepción clásica del expresivismo tiene a su base el primer
método de individuación; la concepción mínima, el segundo.18 La
supuesta conexión entre (b) y (d) que ve el expresivista clásico está
17  Hay varias versiones del principio de composicionalidad que subyace
a esta postura. Un ejemplo de una formulación clara es lo que Recanati llama
“principio de composicionalidad generalizado”: “el valor semántico de una
expresión en todos los niveles es una función de los valores semánticos de sus
partes; esto es, (a) el carácter de una expresión es función del carácter de sus
partes, (b) el contenido de una expresión es función del carácter de los contenidos
de sus partes, y (c) la extensión de una expresión es función de la extensión de
sus partes” (Recanati, 2000, p. 5).
18Frápolli y Villanueva (2016) sostienen que el expresivismo pertenece
al segundo modelo, mientras que otras concepciones del signicado, como
el relativismo y el contextualismo, se alinean con el modelo tradicional. Sin
embargo, como se ha observado, hay una vertiente clásica del expresivismo que
se alinea con el modelo composicional de individuación; el modelo alternativo
está presente, aunque no exclusivamente, en el expresivismo mínimo,
especícamente de aquellas posiciones expresivistas que ponen en duda la
conexión entre (b) y (d).
30 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
basada en la individuación composicional de proposiciones. Este
expresivista asume que los contenidos subproposicionales que carecen
de poder descriptivo convierten al contenido de la proposición en la que
aparecen en carente de condiciones de verdad. Siguiendo la sugerencia
de Frápolli y Villanueva (2012), la posición del expresivismo clásico
puede comprenderse de una mejor manera si se hace una analogía entre
(2) y (7):
(2) Robar es malo.
(7) Juan es xsnjdh.
Ciertamente, la introducción de una expresión que no sirve para
decir nada del mundo, como “es xsnjdh”, convierte a (7) en carente de
condiciones de verdad: (7) no puede ser usada para decir algo verdadero
o falso. El expresivista clásico reclama un efecto similar para expresiones
como “es malo” en (2). Sin embargo, el funcionalismo proposicional
hace que la diferencia entre estos dos enunciados salte a la vista: (7)
no puede ser usada para armar, no puede hacer parte de un acto
aseverativo exitoso, mientras que (2) sí. El predicado que aparece en (7)
no representa algún rasgo del mundo, no sirve para decir algo de Juan,
porque es absurdo (no es una expresión signicativa); por otra parte, el
predicado que aparece en (2) no tiene una función descriptiva porque es
de orden superior, es decir, bajo él no caen objetos.19
Como lo ejemplica la diferencia entre la ocurrencia de
“es xsnjdh” en (7) y “es malo” en (2), las expresiones
de segundo orden no son vacíos en las estructuras
lingüísticas, ellas no bloquean el proceso de
interpretación. El contenido de una aserción de una
oración como “robar es malo” puede ser presentado
en términos veritativo-condicionales incluso aunque
el concepto “malo” no tenga como objetivo la
descripción del mundo. Hay una gran diferencia entre
ser veritativo-condicionalmente irrelevante y bloquear
una interpretación veritativo-condicional (Frápolli y
19Navarro (2017) discute en qué sentido los términos éticos se pueden
entender como funciones de orden superior, esto es, como funciones que no
tienen a objetos como sus argumentos sino, en este caso, a acciones.
31
Más allá de Geach: un lugar para los expresivismos
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) ISSN: 0188-6649 (impreso), 2007-8498 (en línea) pp. 11-39
Villanueva, 2012, pp. 477-478. Los ejemplos han sido
modicados).
Ahora bien, como se dijo anteriormente, adoptar el funcionalismo
proposicional no implica necesariamente que la pregunta por el
contenido de las expresiones suboracionales carezca de sentido; esta
pregunta tiene lugar en el contexto de un contenido proposicional
ya identicado; la pregunta por la estructura de la proposición sigue
siendo relevante para algunos propósitos teóricos aun cuando no sea
esta estructura la que determine el contenido proposicional mismo. La
indagación por el contenido de los elementos suboracionales puede
arrojar como resultado que algunas de estas expresiones son irrelevantes
en términos de la verdad o falsedad de la proposición sobre la cual
operan, es decir, tienen irrelevancia veritativo-condicional. Como se ha
mostrado recientemente en Frápolli (2013) y Forero-Mora (2015), este
rasgo puede evidenciarse de manera clara en el caso de “es verdad”.
Considérese:
(8) Bogotá es la capital de Colombia.
(9) Es verdad que Bogotá es la capital de Colombia.
Ambos enunciados tienen exactamente el mismo contenido y, en
este caso, el mismo valor de verdad: si (8) es verdadero, (9) también
lo es. Por extraño que suene, la partícula “es verdad” es veritativo-
condicionalmente irrelevante: no modica las condiciones de verdad del
contenido proposicional sobre el cual opera: las condiciones de verdad de
p no se modican cuando digo “es verdad que p”. Esto, sin embargo, no
implica que se bloquee la interpretación veritativo-condicional del acto
de habla en el cual es usada. Aunque (9) tenga una expresión suboracional
carente de contenido e irrelevante veritativo-condicionalmente, se
puede decir, con toda claridad, que (9) es verdadera. Algo similar ocurre
con el vocabulario modal: “la mayoría de lósofos están de acuerdo en
una concepción sobre la posibilidad según la cual, ‘es posible que p’ es
verdadero si hay un mundo posible en el cual p es verdadero […] [;] en
este caso, ‘es posible’ no altera las condiciones de verdad de p” (Frápolli
y Villanueva, 2012, p. 479).
Esta es una manera distinta de enfrentar el problema de la relación
entre las condiciones de verdad y el vocabulario expresivista que, como
se vio, es el centro del argumento Frege-Geach. Mientras que la visión
32 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
clásica del expresivismo mantiene (d), lo que esta modicación permite
es aceptar que el vocabulario con signicado expresivo ciertamente
tiene una relación distinta con las condiciones de verdad y, además,
que las oraciones en las cuales aparece este tipo de vocabulario son
susceptibles de expresar proposiciones, es decir, de ser contenido de
actos aseverativos exitosos. Así, en lugar de (d), se podría considerar a
(e) como característica de esta concepción mínima de expresivismo:
(e) Las expresiones con signicado expresivo no
modican las condiciones de verdad de la
proposición sobre la cual operan.20
(a*), (b) y (e), que son las características del expresivismo mínimo, son
rasgos puramente negativos. Frápolli y Villanueva (2012) sostienen que
basta con que una teoría tenga estas tres características para que pueda
ser considerada como expresivista: “a pesar de su nombre, una teoría
puede continuar siendo expresivista sin su lado positivo” (Frápolli y
Villanueva, 2012, p. 474). Price (2019), por su parte, tiene una impresión
similar; para el lósofo británico, basta con el carácter no descriptivo
para que una teoría pueda ser considerada como expresivista. Para estos
autores, no solo (c) es innecesaria para que una teoría sea considerada
expresivista, sino que también lo es cualquier rasgo positivo general; he
ahí lo mínimo de su propuesta.
Como se observará más adelante, la principal virtud del rechazo
a (c) es el ensanchamiento del espacio del expresivismo, pues permite
considerar como expresivistas ciertas teorías que claramente tienen el
mismo espíritu, pero que no apelan a actitudes conativas. No obstante, el
expresivismo puramente negativo parece perder poder explicativo: un
expresivismo que no diga qué expresa o hace maniesto el vocabulario
que quiere explicar termina siendo una teoría restringida y poco
satisfactoria. Este impasse puede ser superado si se modica (e) prestando
especial atención al carácter local expresado por (a*). Así, no hay un rol
general que cumplan todos los vocabularios expresivos, como expresar
un estado cognitivo, pero cada teoría expresivista, cada explicación de
20  Ayer parece haber contemplado esta posibilidad: “la presencia de un
símbolo ético en una proposición no añade nada a su contenido factual. Así, si
yo digo a alguien ‘usted obró mal al robar ese dinero’ no estoy armando nada
más que si dijese ‘usted robó ese dinero’. Solo estoy poniendo de maniesto la
desaprobación moral que me merece” (Ayer, [1946] 1984, p. 130).
33
Más allá de Geach: un lugar para los expresivismos
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un vocabulario especíco, debe contar con su “lado positivo particular”.
En realidad, lo que se propone aquí es una pequeña ampliación en el
expresivismo mínimo que permita exigir a las teorías expresivistas una
explicación positiva de aquello que expresa el vocabulario objeto de
estudio. El resultado de esta ampliación es, entonces, un expresivismo
mínimo extendido.21
Para dar cuenta de este “lado positivo particular” es necesario
realizar un análisis lógico-semántico (o lógico-pragmático, como también
podría llamarse) del vocabulario por explicar. Este análisis, a diferencia
de los análisis semánticos tradicionales, está enfocado a estudiar
los rasgos lógicos y semánticos de los actos lingüísticos en los cuales
se atribuye el vocabulario con signicado expresivo estudiado. Este
análisis tiene entonces dos partes, que en el fondo deben ser vistas como
dos caras de una misma moneda: por un lado, es necesario analizar lo
que los hablantes hacen cuando atribuyen dicho vocabulario; por el otro,
hay que preguntarse cuál es el impacto que este tiene en el contenido
del acto aseverativo dentro del cual es usado, esto es, el impacto en la
proposición sobre la cual opera.
La primera cara de la moneda deja ver que este es un análisis de
tipo pragmático. Así, por ejemplo, para saber cuál es el “lado positivo
particular” del vocabulario epistémico, el expresivista epistémico debe
preguntarse qué hace un hablante cuando arma que “sabe que p”;
para averiguar el “lado positivo particular” del vocabulario modal, el
expresivista modal debe analizar lo que hace un hablante cuando arma
“es necesario que po “es posible que p”; etc. Este primer paso, como
se puede observar, sitúa al vocabulario en el terreno de la aserción, con
lo cual asume de entrada el carácter veritativo de dichos enunciados,
sorteando así la objeción de Geach.
Con respecto a la segunda cara, de antemano por (e) se sabe que este
impacto no se da sobre las condiciones de verdad, pero este puede verse
como la manifestación de una actitud conativa, un modo de considerar
21  Podría pensarse que si se deende que una teoría expresivista no debería
renunciar a proponer explicaciones positivas, entonces no debería mantenerse el
término “mínimo” en el nombre de la propuesta. En realidad el expresivismo
mínimo extendido sigue siendo mínimo en el sentido en que se abstiene de
proponer una tesis positiva general, como (c) en el caso del expresivismo clásico.
Agradezco a uno de los dictaminadores de la revista por su observación en este
punto.
34 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
dicho contenido, una modicación en las circunstancias de evaluación
de dicho contenido, un compromiso inferencial, una explicitación de
los compromisos aseverativos adquiridos, etc. Todos estos son roles
expresivos llevados a cabo por distintos vocabularios; el expresivista
debe precisar cuál es exactamente el que lleva a cabo el vocabulario
estudiado.
En este sentido, para dar lugar al “lado positivo particular” que
debe hacer maniesto en una teoría expresivista, (e) podría modicarse
de la siguiente manera:
(e*) Las expresiones con signicado expresivo no
modican las condiciones de verdad de la
proposición sobre la cual operan, pero tienen un
impacto (no veritativo-funcional) sobre dicho
contenido.
La especicación del impacto, que es el “lado positivo particular”
de cada teoría expresivista, depende de las especicidades lógico-
semánticas del tipo de expresiones que se esté estudiando, es decir, de
lo que hagan los hablantes con los enunciados donde aparecen estas
expresiones y de la contribución que estas hagan dentro de dichos
enunciados. El análisis lógico-semántico del vocabulario especíco es
el que permite a una teoría expresivista contar con un “lado positivo
particular” y, en ese sentido, superar la falta de poder explicativo de
una teoría puramente negativa. Lo anterior, por supuesto, imposibilita
caracterizar de manera general el rasgo positivo de todo expresivismo,
pues la explicación de este rasgo siempre va a depender del tipo de
vocabulario del que se esté hablando. El expresivismo es necesaria y
no solo accidentalmente local, por ponerlo en términos brandomianos.22
22Es interesante observar que esta caracterización es compatible con el
expresivismo global defendido por Price. Independientemente de si la estrategia
expresivista es globalizada para todo discurso, es decir, independientemente de
si se asume una posición no descriptiva para todo vocabulario lingüístico, las
explicaciones no descriptivas de lo que expresa cada uno de estos vocabularios,
la función lingüística de cada uno de ellos varía; esto es justamente lo que
expresa (a*). Incluso aunque tomemos una actitud antirepresentacionalista para
explicar el signicado lingüístico, cada vocabulario tendría su función especíca
particular. Por esta razón, se puede decir que cualquier intento por explicar la
función expresiva de algún vocabulario particular es esencialmente local.
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La concepción mínima extendida del expresivismo sostiene que para
que una teoría sea expresivista debe cumplir con (a*), (b) y (e*). Esta
concepción enfrenta y supera el argumento Frege-Geach en la medida
en que asume el funcionalismo proposicional. Este funcionalismo acepta
que los enunciados en los que aparecen términos expresivos pueden ser
portadores de verdad en cuanto se comportan como proposiciones, es
decir, en la medida en que pueden ser contenido de un acto aseverativo
exitoso sin importar cuáles sean sus componentes internos. Así mismo,
esta manera de caracterizar el expresivismo rechaza (c) al considerarla
como una característica restrictiva, sin que este rechazo implique que la
función semántica de algún vocabulario especíco no pueda explicarse
en términos de los estados mentales no cognitivos expresados. Así, por
ejemplo, la intuición mayoritaria respecto al vocabulario ético y las
auto-atribuciones de estados mentales en primera persona (avowals) es
que estos vocabularios sirven para expresar una actitud no cognitiva por
parte del hablante, y estas claramente son teorías expresivistas. Lo que
implica el rechazo de (c) es que hay muchas más funciones expresivas
que la mera manifestación de un estado mental.
Antes de nalizar, quizá valga la pena mencionar brevemente dos
teorías que, según la concepción tradicional, están fuera del espacio del
expresivismo, pero según la concepción mínima extendida claramente
cuentan como teorías expresivistas: el expresivismo lógico y el
expresivismo alético.
En las observaciones que hace Wigenstein en el Tractatus ([1921]
1994) a propósito de las constantes lógicas ciertamente hay un
expresivismo lógico. Para el joven vienés, la función de las constantes
lógicas no es representacional: “Mi idea fundamental es que las
constantes lógicas no representan nada” (4.0312). Sin embargo, esto no
implica que las constantes lógicas no cumplan ninguna función en el
lenguaje; Wigenstein sugiere entenderlas como operaciones veritativas
que muestran (expresan, podría decirse) las posibilidades de combinación
de las proposiciones elementales. Por su parte, Brandom (1994)
considera que el vocabulario lógico tiene la función de hacer explícitos
los compromisos y habilitaciones (entitlements) inferenciales adquiridos
por los hablantes. No hay ningún estado mental conativo asociado a las
constantes lógicas, pero es claro que, a la luz de Wigenstein y Brandom,
hay aquí una función no descriptiva, puramente expresiva, que cumple
este vocabulario.
36 José Andrés Forero-Mora
Tópicos, Revista de Filosofía 64, sep-dic (2022) Universidad Panamericana, Ciudad de México, México
Por otro lado, Frápolli (2013) ha defendido una versión
contemporánea de la teoría prooracional de la verdad, según la cual las
atribuciones de verdad, esto es, los actos lingüísticos por medio de los
cuales decimos que una proposición es verdadera, hacen explícitos los
compromisos aseverativos que los hablantes adquieren cuando arman
determinada proposición. Así, la diferencia entre armar (8) y (9) es que
con esta última el hablante está haciendo explícitos los compromisos
aseverativos que adquiere cuando arma (8). Para decirlo brevemente,
de acuerdo con la lósofa española, el vocabulario alético es una
herramienta para expresar ciertos compromisos que adquirimos cuando
armamos proposiciones; cuando un hablante atribuye verdad a una
proposición se está presentando como alguien que tiene razones para
armar dicha proposición y, a su vez, habilita a su audiencia para que
utilice esa proposición en sus propias practicas aseverativas. De nuevo,
se reconoce la función expresiva del vocabulario estudiado, en este
caso el vocabulario alético, pero no hay estado mental conativo alguno
expresado por dicho vocabulario.
De acuerdo con la versión del expresivismo mínimo aquí defendida,
no solo es posible que las oraciones en las que aparecen términos
con signicado expresivo puedan expresar proposiciones, es decir,
puedan tener condiciones de verdad, sino que para explicar aquello
que expresan estos términos no son necesarias las actitudes mentales
conativas. Después de todo, se pueden expresar disposiciones, actitudes
prácticas, compromisos inferenciales, posibilidades de combinación,
etc., dependiendo siempre de las especicidades lógicas y semánticas
del tipo de expresiones que se quiera analizar.
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Chapter
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Mostraremos que el desacuerdo entre pesimistas y optimistas sobre la resolución racional de los desacuerdos profundos no se ubica en el nivel del contenido, de lo que están diciendo, sino en uno diferente. Para mostrar por qué es así, proponemos detenernos en el funcionamiento lógico-semántico del término clave en este desacuerdo: “racional”. Iniciaremos con el repaso de algunos argumentos que pesimistas y optimistas han esgrimido en su discusión, y comprobaremos la diferencia de estándares ya mencionada (sección 1); luego, nos detendremos en las particularidades lógico-semánticas de “racional”, y explicitaremos lo que hacen los hablantes cuando realizan movidas lingüísticas con él (sección 2); y para finalizar, volveremos sobre el desacuerdo entre pesimistas y optimistas, y mostraremos por qué, a pesar de la diferencia, permanece como un desacuerdo genuino y es importante seguir inmiscuidos en esta discusión. El análisis lógico-semántico nos mostrará que “racional” no es usado para describir un estándar de racionalidad independiente de cualquier contexto, sino para expresar ciertas actitudes respecto de lo que decimos o hacemos. A pesar de la diferencia de estándares, pesimistas y optimistas siguen inmiscuidos en un desacuerdo genuino porque discrepan acerca de ciertas actitudes que hay que adoptar con respecto a, en este caso específico, los DP.
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Philosophers are often interested in explaining significant contrasts between ordinary descriptive discourses, on the one hand, and discourses – such as ethics, mathematics, or mentalistic discourse – that are thought to be more problematic in various ways. But certain strategies for ‘saving the differences’ can make it too difficult to preserve notable similarities across discourses. My own preference is for strategies that ‘save the differences’ without sacrificing logico-semantic continuities or committing to deflationism about truth, but also without embracing either truth-pluralism or global expressivism. I motivate my preference by examining, as a test case, mentalistic discourse. I begin by reconstructing three philosophical puzzles that have led philosophers to think of mentalistic discourse as problematic (Section 2). These puzzles concern the semantic, epistemological, and metaphysical status of contrasts between first-person present-tense attributions – ‘avowals’ – and all other ordinary contingent attributions. I then briefly present my own, neo-expressivist strategy for addressing the puzzles (Section 3). Unlike traditional ‘simple expressivism’ (which is the analogue in the mentalistic realm of ethical emotivism), neo-expressivism is not committed to avowals’ being non-truth-apt or having non-propositional meanings. And yet it does not require embracing either deflationism about truth or global expressivism. It preserves continuities between mentalistic and other discourses while allowing us to capture discontinuities. Moreover, it is possible to apply the neo-expressivist framework in other areas where the notion of expression is deemed explanatorily useful, as illustrated by considering ethical neo-expressivism (Section 4). In the final section (5), I make more general comments on truth and meaning and tease out some of the commitments of the approach I advocate.
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Introduction: Expressivisms, Knowledge and Truth - Volume 86 - M. J. Frápolli
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In his text Truth, Chase Wrenn provides us with an exposition and a critical assessment of some of the main contemporary theories of truth. The author defends a form of deflationism to explain our concept of truth. This text focuses on Wrenn's exposition of deflationism and the alleged relation that this theory has with our intuitions about realism and the value of truth.
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We identify two senses of 'pragmatics' and related terms that give rise to two different methods of propositional individuation. The first one is the contextualist approach that essentially acknowledges contextual information to take part in the determination of what is said by the utterance of a sentence. In this sense, Pragmatics relies on the Principle of Compositionality and interprets propositions as structured entities. It epitomises the Building-block Model of Propositional Individuation. The general approach that makes what the agents do the grounding level of philosophical and linguistic analysis characterizes the second sense, Pragmatism. It finds its clearest expression in Peirce's Pragmatist Maxim, and it relies on (a particular interpretation of) the Fregean Principle of Context, and supports a view of propositions as unstructured entities. This is the Organic Model of Propositional Individuation. There is a test, the Analytic Equivalence Test, that tells apart the two models. According to it, the answer to the question whether a theory makes room for different but analytically equivalent propositions determines the model the theory belongs in. A positive answer classifies the theory as belonging to the building-block model; a negative answer allocates the theory within the organic model.
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A deep concern with consciousness and intentionality is one of the several things that has lately moved into the centre of the philosophy of mind. The issue of consciousness is often treated as something distinct from intentionality, but – as Tim Crane notes in his incisive new Foreword – there is now something of a sea-change. This classic volume may be at least partly responsible for the shift in how philosophy of mind is starting to be understood. Before its first appearance, discussions of consciousness and intentionality in the context of perception were in their infancy. The book was a departure from the way this part of philosophy was conceived. It pointed to new ways to look at the discipline, addressing both the epistemology of mind, and intentionality and consciousness, especially in connection with perception. Showcasing many leading figures in the field, it offers a splendid overview of the issues at stake.
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Global expressivism is the radical view that we should never think of any of our language and thought as representing the world. While interesting, global expressivism has not yet been clearly formulated, and its defenders often use unexplained terms of art to characterise their view. I fix this problem by carefully and clearly exploring the different ways in which we can interpret globalism. I reject almost all of them either because they are implausible or because they are bad interpretations of actual globalist views. I then argue that the most promising version of globalism, which we can find in the work of Huw Price, turns out to be completely compatible with the view of so-called ‘local’ expressivists. The debate between globalists and localists is therefore empty: the real interest in this topic lies not in this debate but in whether globalism is true and if so what follows from it.
Article
In this piece I characterise global expressivism, as I understand it, by contrasting it with five other views: the so-called Canberra Plan; Moorean non-naturalism and platonism; ‘relaxed realism’ and quietism; local expressivism; and response-dependent realism. Some other familiar positions, including fictionalism, error theories, and idealism, are also mentioned, but as sub-cases to one of these five.
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Emotivismo ético, positivismo lógico e irracionalismo
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How can expressivists make sense of the practice of communication? If communication is not a joint enterprise aimed at sharing information about the world, why do we engage in communication the way we do? Call this the problem of communication. Starting from basic assumptions about the rationality of speakers and the nature of assertion, we argue that speakers engaging in conversation about normative matters must presuppose that there is a unique normative standard on which the attitudes of conversational participants ought to converge. This gives the beginning of a solution to the problem of communication on behalf of expressivists.