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ISSN 2254-6901 | Vínculos de Historia, núm. 11 (2022)
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Conictividad social y movimiento sindical en Cuenca
durante la Transición española (1976-1978)
Unrest and trade union movement in Cuenca during the
Spanish Transition (1976-1978)
Diego Ruiz PanadeRo
Universidad Complutense de Madrid
dierui06@ucm.es
http://orcid.org/0000-0002-1269-9299
Fecha de recepción: 11-09-2020
Fecha de aceptación: 08-02-2021
RESUMEN
El presente artículo pretende contribuir al debate sobre el rol que jugaron los sindicatos como
canalizadores de la conictividad social en las provincias subdesarrolladas durante la Transición. De
esa forma, se parte de que las regiones rurales, aun carentes de un movimiento sindical potente,
se convirtieron en importantes espacios de confrontación política en los primeros gobiernos de la
monarquía. Cuenca se erige como arquetipo de región con escasos recursos de movilización que
debió esperar hasta un momento avanzado de la Transición para poner en marcha la maquinaria de
protesta. Así, a través de un análisis pormenorizado se estudia la importancia de los sindicatos como
canalizadores de la conictividad social y sus aportaciones a la democratización de España. Además,
se examina la organización y evolución de la protesta en un contexto de coacción gubernamental.
Palabras clave: sindicalismo; transición democrática; movimiento obrero; Comisiones
Obreras; Unión General de Trabajadores
Topónimo: Cuenca
Período: Transición española
ABSTRACT
This article aims to contribute to the debate on the role played by trade unions as conduits of
social conict in underdeveloped provinces during the Spanish Transition. It is based on the principle
that rural regions, albeit in the absence of a powerful trade union movement, became important
spaces for political confrontation in the rst governments of the monarchy. Cuenca stands out as the
epitome of a region with limited mobilization resources that had to wait until an advanced stage of the
Transition to set in motion its machinery of protest. Thus, through a detailed analysis, the importance
of trade unions as conduits of social conicts and their contributions to the democratization of Spain
is studied. Furthermore, the organization and evolution of protest are examined in a context of
government coercion.
http://dx.doi.org/10.18239/vdh_2022.11.25
| pp. 514-530
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Keywords: syndicalism, democratic transition, labour movement, Comisiones Obreras, Unión
General de Trabajadores
Places names: Cuenca
Period: Spanish Transition
1. INTRODUCCIÓN
El relato tradicional de la Transición ha interpretado el proceso de construcción de la
democracia como un bien otorgado por las élites políticas a la ciudadanía (Molinero e Ysàs,
2018). Desde esta visión, la sociedad se erige como sujeto pasivo que asiente y acepta las
decisiones de unos líderes políticos imbuidos de legitimidad democrática. Las dinámicas de
confrontación emanadas desde la sociedad civil se convierten, de esa manera, en elementos
secundarios que apenas incidieron en la consecución de las libertades. Esta concepción
de la Transición ha servido para reproducir un discurso que ignora por completo la acción
sindical y sus aportaciones a la democratización de España. Por el contrario, ha establecido
el consenso como lema de la Transición y la Constitución de 1978 como elemento mayoritario
de acuerdo entre las fuerzas políticas (Ortiz Heras, 2011: 341), minusvalorando el papel de
la conictividad social como factor modelador del nuevo proyecto democrático.
El cuestionamiento del carácter aparentemente apacible de la Transición ha dado lugar
a una abundante producción bibliográca centrada en la conictividad social, con obras ya
clásicas como las de Víctor Miguel Pérez Díaz (1987), Joe Foweraker (1990), Babiano Mora
(1995) y Carme Molinero y Pere Ysàs (1998). El trabajo aquí expuesto se incorpora a toda
esa corriente historiográca que cuestiona la naturaleza apolítica y pasiva de los territorios
rurales (Ortega López, 2003; Herrera González de Molina, 2007; y Lanero Táboas, 2018). Se
parte de la premisa de que el movimiento sindical resultó imprescindible para el incremento
de la conictividad social en las áreas subdesarrolladas del país, convirtiéndose en un
elemento clave a la hora de imposibilitar una vuelta al viejo sistema y asegurando la nueva
democracia con movilizaciones mayoritariamente pacícas. Por ello, se escoge Cuenca y el
sindicalismo como objetos de estudio, apostando por un enfoque desde la historia local que
permita obtener respuestas a los procesos de organización y movilización de los sujetos
sociales (Martín, 2008: 29).
Como objetivo principal se persigue, en primera instancia, estudiar la construcción del
movimiento sindical tras la muerte de Franco y atender a la transformación de la protesta en
el periodo de 1976-1978, que pasó de no tener vinculación sindical conocida a otra de mayor
calibre de mano de los dos grandes sindicatos: Comisiones Obreras (CC. OO.) y la Unión
General de Trabajadores (UGT). Dicha transformación llevó pareja la confrontación con el
Gobierno Civil por el uso del espacio público, por lo que estudiar la represión institucional
constituye otro importante objetivo a seguir para vislumbrar las actitudes antidemocráticas
de los primeros gobiernos de la monarquía. Además, un marcado propósito es el de entender
las relaciones entre sindicatos, pues siempre existió tanto una competencia evidente como
una actitud de colaboración en las luchas sindicales. Resulta necesario, por otra parte,
consolidar la línea de investigación centrada en el estudio de los sindicatos como elementos
difusores de valores democráticos en el medio rural.
Respecto al marco cronológico, se ha escogido como periodo de análisis la etapa de
1976-1978 por dos razones principales. En primer lugar, este espacio temporal contiene
el proceso de gestación de CC. OO. y UGT. En segunda instancia, la huelga del metal de
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1978 supone un punto y aparte en las movilizaciones obreras provinciales, ya que tras ellas
la unidad del movimiento sindical se vio fuertemente afectada. En cuanto a la estructura del
artículo, se ha vertebrado en torno a dos grandes ejes temáticos. El primero corresponde a
la conictividad pre-sindical y la construcción de los sindicatos en la provincia. El segundo
aborda la lucha por el uso del espacio público y la redirección del malestar social hacia las
instancias gubernamentales durante el año de 1978.
Por último, la investigación está sustentada sobre los fondos documentales del
Archivo Histórico Provincial de Cuenca (AHPCU). En concreto, han sido utilizados los
documentos pertenecientes a la sección “Gobierno Civil”, ya que esta estructura fue clave
en el control de la oposición durante la Transición (González Madrid y Ortiz Heras, 2020).
Para la reconstrucción de la UGT se ha recurrido a la Fundación Francisco Largo Caballero
(FFLC), caso que no ha sido posible para CC. OO. debido a la falta de documentación de la
época. No obstante, el Archivo Histórico del PCE (AHPCE) ha paliado parte de esa laguna
documental con informes de militantes comunistas en la década de 1970. Finalmente, para
los recursos hemerográcos se ha recurrido al repositorio digital del Centro de Estudios
de Castilla-La Mancha, que conserva la colección de El Banzo y a la Biblioteca Pública del
Estado de Cuenca, donde están depositados los números del Diario de Cuenca.
2. LAS MOVILIZACIONES PRE-SINDICALES DE 1976
Durante el gobierno de Arias Navarro se observa en el interior peninsular una situación
socioeconómica complicada, cuya causa principal se halla en la crisis agraria y el trasvase de
mano de obra hacia las áreas económicamente más dinámicas del país (Pardo Pardo, 2000:
272). Esta polarización, motivada por la escasez de trabajo, obligó a muchos trabajadores a
abandonar la provincia en un fenómeno conocido como éxodo rural, cuyas características
comparten gran parecido con otros países mediterráneos (González Fernández, 2019: 80-
81). Esta emigración supuso solo en Cuenca un descenso del 21’64 %—de 315 433 a 247
158 habitantes— entre 1960 y 1970, cifras muy por encima del 9’69 % en Albacete, 10’11
% en Toledo y 13’07 % en Ciudad Real, pero cercanas al 19’51 % en Guadalajara1. Por el
contrario, la capital se vio favorecida con un notable crecimiento del 18’81 % que fue desde
los 27 997 habitantes en 1960 a los 34 485 en 1970, gracias a la absorción de población
emigrante provincial en busca de trabajo2.
Este fenómeno contribuyó a la formación de barriadas obreras y a generar un clima de
malestar y marginación que se intensicó con el deterioro de la economía durante los años
setenta. En general, las provincias agrarias se vieron gravemente afectadas por las bajas
inversiones y el incumplimiento o retraso de las políticas prometidas por el régimen, con
problemas de asfaltado, malas infraestructuras públicas y el siempre presente chabolismo,
que aquejaba especialmente a las ciudades (González Madrid, 2008: 106). En Cuenca, los
barrios obreros atravesaban numerosas dicultades, tal como armaban algunos de sus
vecinos al subrayar la imposibilidad de ascenso social, el alto coste de vida y la falta de
recursos económicos y culturales. Unas declaraciones que subrayan las duras condiciones
de existencia y que anticipan la importancia de este capital social para las futuras protestas
(Radcliff, 2012: 32-36).
En efecto, el nuevo contexto tras la muerte de Franco posibilitó que las provincias
subdesarrolladas comenzaran a tener un rol cada vez más preponderante en la protesta
1 Datos calculados en base al Anuario Estadístico de España, según los censos de “población calculada, por
capitales, en 31 de diciembre de cada año” de 1961 y “Población, por sexo, y densidad por km. cuadrado en
las provincias y capitales” de 1971.
2 Ibídem.
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contra la dictadura. La organización del PCE a escala local resultó, en este sentido, clave
para la futura estructuración del movimiento sindical. Desde principios de 1970 se tiene
constancia de la difusión de propaganda y material del partido en la comarca de Motilla
del Palancar y La Almarcha, con referencias al periodo anterior a 19643. Se trataba de
actividades de baja intensidad cuyo rango de acción fue siempre muy limitado debido a
la represión franquista. No obstante, esas operaciones a pequeña escala asentaron las
bases para que en 1976 el sindicalismo tomara impulso, especialmente donde había cierta
concentración fabril como en Osa de la Vega y Motilla del Palancar.
La pequeña industria asentada en estos dos pueblos fue protagonista de algunas
de las primeras experiencias huelguísticas en la provincia, en paralelo a otras que tenían
lugar en Guadalajara (Pociños Martínez, Tieso de Andrés y Martín Merino, 2008: 181-183)
y Toledo (Díaz Díaz y Pacheco Jiménez, 2008: 250-252). Se trató, en primera instancia,
de huelgas que no contaron con el apoyo de ningún sindicato, entre otros motivos, por el
bajo grado de implantación sindical de CC. OO. y UGT, que todavía estaban en proceso de
creación. Basados más bien en el asambleísmo, los trabajadores impulsaron la negociación
del convenio colectivo al margen de la Organización Sindical Española (OSE), obteniendo
unos resultados nefastos dada la impericia de los comités de huelga.
Los primeros conictos tuvieron lugar en la fábrica de grifos de Osa de la Vega, de
origen barcelonés. Sus trabajadores promovieron tres huelgas entre julio de 1975 y enero
de 1976, reivindicando mejoras salariales y reducción de la jornada laboral. Nunca se llegó
a un convenio pacicador, pues a pesar de que hubo varios acuerdos estalló, a principios
de 1976, una huelga en consonancia a la del Baix Llobregat, que sin duda debía afectar a la
empresa matriz (Ferrer González, 2018: 100). Así, se negoció directamente con la patronal
sin la intervención de la OSE y fueron exigidas unas condiciones que superaban los límites
aceptables para la empresa, hecho que llevó al despido total de la fábrica y la amenaza de
cierre denitivo. Pese a todo, los trabajadores fueron readmitidos a excepción de nueve,
dos de ellos enlaces sindicales4.
Poco después, en febrero, se desarrolló un conicto colectivo en Motilla del Palancar,
lugar donde unos meses más tarde se formó la primera sección provincial de la UGT. Tras
haber consultado a la Delegación de Sindicatos del Vertical —quienes recomendaron no
usar una postura de negociación dura—, los trabajadores de la carpintería “Juan José Toledo
Toledo” decidieron ir a la huelga para exigir un aumento salarial de quinientas pesetas
más a la semana. La carencia de experiencia sindical los llevó a escoger una desacertada
estrategia de confrontación en la que se demandaba el incremento salarial inmediato, en
vez de esperar a la nueva tabla de salarios mínimos planeada por el gobierno para marzo.
En respuesta, el empresario reaccionó de forma contundente: se cerró la empresa, las
contratas quedaron anuladas y todos los trabajadores fueron despedidos, acabando el
asunto en magistratura5.
Tanto el conicto de Osa de la Vega como el de Motilla del Palancar se insertan
en una crisis económica y política que se extendió como una balsa de aceite durante los
años siguientes, expandiendo la conictividad y resultando un potente movilizador social
(Serrano Sanz, 1994: 144-145). En este sentido, para el gobierno de Arias Navarro resultaba
fundamental limitar las manifestaciones en aras de evitar una ruptura que signicara la
dirección del proceso transicional por la oposición. Las huelgas en estos pequeños pueblos,
aunque débiles por sí mismas, se unían al continuo crescendo de conictividad nacional,
3 AHPCE, sección Documentos PCE, Castilla-La Mancha, sig. 67, núm. 13
4 “Por tercera vez, a la huelga”, El Banzo, 1 de febrero de 1976.
5 Ibídem.
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de ahí las actitudes autoritarias de una patronal que veía peligrar los derechos obtenidos
durante la dictadura. Además, las negociaciones a espaldas de la OSE maniestan su
creciente falta de legitimidad respecto a la representación de la clase trabajadora por los
sindicatos obreros (Redero San Román y Pérez Delgado, 1994: 198). Es en esa coyuntura
donde emergieron actores hasta entonces ocultos pero que resultaron imprescindibles para
la articulación de la protesta social: los sindicatos de clase.
3. LA CONSTRUCCIÓN DE CC. OO. Y UGT EN LA PROVINCIA
Las huelgas de 1976 son solo un pequeño anticipo del ciclo de conictividad que se
avecinaba y que supondría un problema para los posteriores gobiernos. La expansión de
esta a zonas como Cuenca, donde no había una cultura obrera arraigada y cuya protesta
se veía dirigida a través de otro tipo de cauces, comenzaba a verse de forma cada vez más
nítida (Balfour y Martín García, 2011: 59). En este sentido, los sindicatos fueron actores
claves en el proceso de canalización de la conictividad y su redirección hacia las instancias
gubernamentales. Perseguidos durante años, muchos de sus aliados aprovecharon la
clandestinidad para tejer una red de oposición a la dictadura que cristalizó durante el primer
semestre de 1976, cuando el gobierno de Arias Navarro mostró tintes de continuismo con
relación a la dictadura (Domènech Sampere, 2012: 209).
La aparición de los sindicatos en Cuenca fue bastante tardía debido a la dicultad de
acceso a los recursos de movilización que ofrecía el entramado sindical ocial (Balfour y
Martín García, 2011: 48). El caciquismo rural y empresarial y el predominio absoluto de la
OSE, cifrado en treinta sindicatos para 1975, fueron también hechos determinantes que
retrasaron ese surgimiento (Peñuelas Ayllón, 2008: 130). En el caso de CC. OO., la sección
provincial se construyó al amparo del proceso de constitución sindical a nivel nacional tras
la Asamblea clandestina de Barcelona en julio de 1976, donde se decidió dar el paso de
movimiento sociopolítico a central sindical (Babiano Mora, 2001: 47). Dos trabajadores
conquenses, uno de Telefónica y otro profesor de enseñanza, participaron en la asamblea
con el claro propósito de levantar un sindicato obrero en la provincia (Moreno, 2012: 441).
El levantamiento de la sección provincial estuvo auspiciado por el PCE, que en
1975 comenzó a movilizar a la militancia6 y a traer sindicalistas de fuera como Francisco
García Salve —“el cura Paco”— o Nicolás Sartorius. El cofundador de CC. OO., y a su
vez militante comunista, visitó Cuenca el 28 de febrero de 1976 en lo que fue uno de los
primeros acercamientos de cara a la creación del sindicato. Su viaje se enmarca en un
contexto de aumento generalizado de la conictividad contra las medidas de Arias Navarro,
donde además Rodolfo Martín Villa impulsaba desde enero una reforma sindical de corte
continuista que aspiraba a contener el avance de los sindicatos democráticos (Redero
San Román y Pérez Delgado, 1994: 202). De esa manera, Sartorius aprovechó el altavoz
que le ofrecía la prensa alternativa para articular un discurso prodemocrático en el que
animaba a la ciudadanía conquense a plantear sus problemas, a manifestarse y construir
democracia en el ámbito municipal para poder lograr mejoras en las condiciones de vida de
los trabajadores7.
No hay que subestimar la capacidad de penetración de estos discursos en una
parte de la sociedad civil. La visita de Sartorius pudo signicar el impulso denitivo que el
sindicalismo local necesitaba, además de un balón de oxígeno para el PCE, que en aquellos
momentos preparaba la primera conferencia de la sección provincial. Esta tuvo lugar en abril
6 AHPCE, sección Documentos PCE, Castilla-La Mancha, sig. 67, núm. 8.
7 “Sartorius: Si el pueblo de Cuenca no plantea sus problemas, nadie se los va a resolver”, El Banzo, 1 de
abril de 1976.
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y en ella, aunque no se dieron referencias directas, se habló de la necesidad de exibilizar
las organizaciones del partido para vincular a las masas campesinas a su política, lo que
demuestra una clara intencionalidad de penetrar en el sector agrario conquense8. Es muy
posible que esta conferencia fuera el punto de partida para la presentación programática
de CC. OO. en Motilla del Palancar el 8 de agosto de 1976, así como la posterior reunión
clandestina en la Hoz de San Miguel, donde acudieron dirigentes nacionales como “el cura
Paco” y Macario Barjas.
Todo esto ocurría mientras se fraguaba la caída de Arias Navarro y el auge de Adolfo
Suárez en julio de 1976, que signicó un importante cambio tanto en el campo político
como en el sindical. Aunque los sindicatos todavía estaban ilegalizados, el nuevo proyecto
de reforma gubernamental marcaba como horizonte próximo el reconocimiento de las
libertades sindicales (Soto Carmona, 2012: 49); reforma que, de no ser por la conictividad,
no hubiera sido llevada a cabo. Sin embargo, la formación ocial de la primera dirección
conquense de CC. OO. no llegó hasta después de la legalización en abril de 1977, cuando
a instancias del secretario provincial del PCE, Pedro Benita, se produjo una reunión en la
iglesia del Cristo del Amparo. Para ese momento, el partido decía contar con organización en
cuarenta y siete pueblos de la provincia, cifra que evidenciaba el peso de la base campesina
(Barquín Armero, 2019: 206). Desde entonces, y tal como remarca Miguel Cañas Buendía,
secretario general de CC. OO. Cuenca entre mediados de 1978 y 1983, se dedicaron a
recorrer la provincia para consolidar otros núcleos locales y armar así una sección sindical
coordinada9.
El caso de UGT Cuenca resulta similar al de las CC. OO. Nació ocialmente tras
el XXX Congreso de la UGT, celebrado el 15 de abril de 1976 al amparo de una mayor
tolerancia gubernamental hacia las organizaciones no comunistas. En él, se establecieron
las bases de actuación y fue difundida la imagen de un sindicato histórico que se postulaba
como una clara alternativa sindical (Redero San Román, 2011: 167). Este crecimiento de su
popularidad ayudó a impulsar la creación de uniones locales por toda España y a atraer a
toda una nueva generación de trabajadores. Aprovechando ese estímulo, el 1 de diciembre
de 1976 se reunieron cinco personas en Motilla del Palancar para constituir la primera
Unión Local de UGT. Siempre con la asamblea como método organizativo, se escogió un
comité provisional de tres personas que debía encargarse de fomentar el sindicato a nivel
provincial10.
La edicación de la UGT se tornó complicada. Aunque se reconocían posibilidades de
expansión, la falta de personal para organizar el entramado sindical era queja habitual en
los militantes ugetistas11. Sin embargo, y pese a las dicultades, entre julio y noviembre de
1977 nacieron uniones locales en Arguisuelas, Las Pedroñeras, La Parrilla, La Villa de los
Hinojosos y Villamayor de Santiago, entre otros muchos pueblos12. La sección de Cuenca
capital se creó el 25 de junio mediante la participación de setenta trabajadores que, reunidos
en la calle Princesa Zaida, dieron paso al nacimiento de la Unión Local de Cuenca bajo
8 AHPCE, sección Documentos PCE, Castilla-La Mancha, sig. 67, “Primera conferencia del Partido Comunista
de España de la provincia de Cuenca”.
9 Entrevista mantenida en Cuenca el 6 de julio de 2020.
10 FFLC, sección Comisión Ejecutiva Confederal, sig. 002505-002, “Correspondencia con la Unión Provincial
de Cuenca”.
11 Ibídem.
12 FFLC, sección Comisión Ejecutiva Confederal sig. 002505-002, “Correspondencia con la Unión Provincial
de Cuenca”, núm. 5977, 6351 y 7447. En concreto, la documentación cifra en veintitrés las uniones locales
establecidas entre junio y noviembre de 1977.
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las premisas de unirse “en un sindicato de clase, libre, autónomo, revolucionario, unitario,
democrático representativo e internacionalista para luchar por sus justas reivindicaciones13”,
declaración que señala la permanencia de rasgos marxistas en el discurso ugetista.
El momento clave de este proceso fue la Asamblea Provincial del 10 de septiembre,
que nalizó con el establecimiento de los distintos cargos y en cuya acta se informaba
del rápido crecimiento de la Unión Provincial14. Muestra de ello es la carta con fecha
23 de julio de 1977, donde se informaba a Madrid de que la Unión Local de Cuenca
contaba con alrededor de 824 aliados en la capital, una cifra nada desdeñable si se
tiene en cuenta el corto periodo de vida de la sección sindical15. Para ese momento ya
decían contar con asistencia jurídica por lo que, a pesar de la obvia carencia de medios,
estaban en condiciones de preparar pequeños actos de movilización en defensa de los
trabajadores. La estructuración denitiva del sindicato se dio a comienzos de 1978, con
el surgimiento de las federaciones nacionales de industria, las uniones provinciales y
locales y las secciones de empresa en todas las regiones de España (Redero San Román
y Pérez Delgado 1994: 213).
4. LA LUCHA POR EL USO DEL ESPACIO PÚBLICO
La estrategia de CC. OO. y UGT cambió tras la fallida huelga del 12 de noviembre
de 1976, cuando fue vista como inviable una ruptura con el régimen y se pasó a escoger
nuevas tácticas de confrontación al gobierno de Suárez, en línea con el nuevo contexto
predemocrático. Dicha estrategia pasaba por alcanzar una democracia que permitiera la
libre actuación de los sindicatos en defensa de los trabajadores (Molinero, 2011: 151),
lo que requería evitar que el reformismo franquista construyera un sistema político a su
medida. El gobierno, por el contrario, necesitaba de la mayor estabilidad social posible, y
ello pasaba por dicultar a la oposición el uso del espacio público. Bajo este ambiente de
represión institucional se impulsó la Ley para la Reforma Política de noviembre de 1976, que
eliminaba las siete Leyes Fundamentales y anunciaba el proceso de apertura (Castellanos
López, 2011: 93). Su denitiva raticación en referéndum nacional el 15 de diciembre dotó
de legitimidad democrática al proyecto de transición.
La coacción estatal continuó durante los años posteriores debido a la necesidad de
Suárez de afrontar el nuevo periodo político: el 15 de junio de 1977 tuvieron lugar las
primeras elecciones democráticas desde 1936 y, pese a la victoria de la Unión de Centro
Democrático (UCD), la izquierda consiguió más del 43% de los votos, hecho que condicionó
totalmente la posterior evolución de la política española al imposibilitar una mayoría
absoluta del partido de Suárez. Meses más tarde, el 25 de octubre, se rmaban los Pactos
de la Moncloa en medio de una creciente crisis económica con el apoyo unánime de las
principales fuerzas políticas y sindicales (Serrano Sanz, 1994: 146-152). Las cada vez
mayores movilizaciones de los sindicatos, en busca de mejoras políticas, económicas y
sociales acentuaron la actividad represiva estatal, que se trasladó a los Gobiernos Civiles
de cada provincia.
La articulación del movimiento sindical en Cuenca se realizó en medio de esa
coyuntura, con una participación importante de las mujeres en el marco de las protestas
13 FFLC, sección Comisión Ejecutiva Confederal, sig. 002505-002, “Correspondencia con la Unión Provincial
de Cuenca”, núm. 4608 y 4609.
14 FFLC, sección Comisión Ejecutiva Confederal, sig. 002505-002, “Correspondencia con la Unión Provincial
de Cuenca”, núm. 5424.
15 FFLC, sección Comisión Ejecutiva Confederal, sig. 003195-001, “Correspondencia con la Unión Provincial
de Cuenca”.
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laborales (Díaz Sánchez, 2019). Bajo el asesoramiento de CC. OO. se desarrolló, durante
noviembre de 1977 en Mota del Cuervo, una huelga en la que ochenta y dos trabajadoras
del ajo reclamaron mejoras salariales y, de facto, la equiparación salarial con los hombres.
La connotación política del conicto era evidente, pues se clamaba implícitamente contra
un entramado laboral discriminatorio al cuestionarse aquel sistema asentado en la división
sexual del trabajo. Finalmente, gracias a la movilización masiva y el apoyo sindical, las
trabajadoras lograron un acuerdo de 738 pesetas diarias, nalizando con ello la huelga y
reincorporándose a sus puestos el 23 de noviembre (Peñuelas Ayllón, 2008: 173).
No debe menospreciarse el impacto que estas acciones tuvieron en la zona, máxime
tras la disolución del Sindicato Vertical en diciembre, hecho que abría las puertas a un
nuevo ciclo de conictividad sindical (González Madrid, 2019: 557). En este sentido, Miguel
Cañas Buendía recalca que el conicto de Mota “fue un exitazo impresionante, y eso creó
un ambiente en la comarca buenísimo”16. En efecto, la conictividad se fue esparciendo
como una balsa de aceite durante las semanas posteriores, con conictos como el de la
empresa Solera de Cañete. El 13 de enero, ocho trabajadoras hicieron un paro de dos
horas en reivindicación de condiciones laborales dignas y equipamiento adecuado para
trabajar, pues decían pasar un gran frío en las instalaciones. El resultado fue la adopción de
medidas desproporcionadas: suspensión de empleo y sueldo durante diez días y amenazas
de despido en lo que resulta un claro caso de represión laboral17.
En cualquier caso, estos actos ponían de maniesto la nueva atmósfera de jovialidad
en la provincia, y la UGT, al igual que CC. OO., supo emplearla a corto plazo. El 3 de enero de
1978 solicitó permiso de manifestación ante cuarenta y cuatro ayuntamientos para el día 14,
en reivindicación de los siguientes puntos: participación de pleno derecho de los agricultores y
trabajadores asalariados en los órganos de gestión del Ministerio de Agricultura, la abolición
del régimen especial agrario e integración en la Seguridad Social, precios rentables para los
productos agrarios así como el sostenimiento de las explotaciones pequeñas y familiares
y aquellos puntos que resultaran peculiares a cada pueblo18. Estas reclamaciones estaban
relacionadas con los graves desequilibrios económicos provocados durante el franquismo
y con la actitud paternalista y antidemocrática para con los agricultores, que apenas eran
escuchados a la hora de organizarse las campañas agrarias (Sabio Alcutén, 2006: 75).
La solicitud fue denegada de manera contundente por el gobernador civil, Antonio
Casas Ferrer, cuyas respuestas estuvieron caracterizadas por un fuerte autoritarismo. Su
extenso análisis se amparaba en tecnicismos para imposibilitar la movilización. Por ejemplo,
armaba no haberse proporcionado los datos personales de los organizadores ni el domicilio
social del sindicato. También arguyó que se infringía la Ley 19/1977 sobre regulación del
derecho de asociación sindical y que, por tanto, carecían de legitimación para llevar a cabo
cualquier actividad fuera de ese marco legal. Por si fuera poco, Casas Ferrer sostuvo que
las reivindicaciones de la UGT estaban comprendidas en los Pactos de la Moncloa, de forma
que el Gobierno Civil “no ve motivación suciente para iniciar movilizaciones en la calle”. En
realidad, todas estas justicaciones no revelan sino la política de “burorrepresión” impulsada
desde los Gobiernos Civiles, cuyo objetivo era dicultar, mediante trabas administrativas, el
uso del espacio público por parte de la oposición (González Madrid, 2016: 47).
Dichos obstáculos tenían, entre otros objetivos, neutralizar el poder creciente de la
izquierda en el contexto previo a las elecciones a Cámaras Agrarias (Moyano Estrada, 1984:
16 Entrevista mantenida en Cuenca el 6 de julio de 2020.
17 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 960.
18 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 261.
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38-39), lo que se tradujo en una represión indiscriminada contra el sindicalismo conquense.
Las altas tasas de acoso obligaron a Virgilio Zapatero Gómez, diputado del Partido Socialista
Obrero Español (PSOE) por Cuenca a protestar ante el ministro de Interior, Rodolfo Martín
Villa. En su misiva se quejaba de las actuaciones de Casas Ferrer y de la Guardia Civil,
que amenazaba, multaba, requisaba material y coaccionaba a los dirigentes sindicales,
llegando incluso al extremo de detener y obligar al secretario general provincial de UGT
Cuenca, Francisco Arias Solís, a char en el Gobierno Civil entre el 10 y el 15 de febrero
de 1978, amenazándole además con aplicarle el Código de Justicia Militar19. También CC.
OO. experimentó la misma situación al ser intervenidos clubes, asociaciones y asambleas
a ellos asociadas para controlar en todo momento su desarrollo20.
Por otra parte, la extrema derecha desempeñó un rol fundamental en la cohibición
del movimiento sindical y su uso del espacio público. Fuerza Nueva, el actor con mayor
capacidad movilizadora de la ultraderecha, protagonizó una parte considerable de los actos
y sucesos violentos durante la Transición (González Sáez, 2012: 365), tanto en las grandes
ciudades como en las provincias. En noviembre de 1977, en Cuenca capital, un grupo de
jóvenes vinculados a Fuerza Nueva asaltó la casa del artista Julián Grau Santos21, y el 26
de febrero de 1978 más de cien militantes de este partido se desplegaban delante del teatro
Xúcar —en cuyo interior tenía que celebrarse ese día un acto de la UCD— para distribuir
propaganda22. Estas provocaciones contaban con la connivencia de Antonio Casas Ferrer,
quien llegó a justicar el reparto de armas a unos somatenistas estrechamente vinculados
a la extrema derecha en Quintanar del Rey (Peñuelas Ayllón, 2008: 157). Todas estas
acciones, en su conjunto, estuvieron orientadas a evitar cualquier interferencia en el proceso
de transición política.
5. EL GRAN CICLO DE MOVILIZACIONES DE 1978
El caso conquense no es distinto al de sus provincias vecinas. En 1978 debían
renovarse los convenios colectivos rmados durante los años anteriores, lo que llevó a
intensas movilizaciones a partir del primer trimestre del año. Las huelgas en la “Sevillana
de Electricidad” en Puertollano o en la mina “Diógenes” de Ciudad Real son solo pequeños
ejemplos de la efervescencia vivida durante ese año (Arias Fernández, 2001). Así, se
incrementaron las acciones huelguísticas en un contexto de competencia y colaboración
intersindical por lograr mejores convenios colectivos, con la huelga del 23 de febrero en la
fábrica “Inga-2” de Belmonte, la de Alcalá de la Vega el día 25 o la de la empresa de maderas
“PINASA” a mediados de marzo, con ciento diez trabajadores en paro. Alimentadas estas
huelgas por UGT y CC. OO., los sindicatos demostraron que la colaboración entre centrales
sindicales resultaba capital para lograr victorias frente a la patronal23.
La conictividad no se circunscribió a la industria; el campo fue también un actor de peso
en las protestas conquenses. Desde todos los espectros del ámbito político se dedicaron
importantes esfuerzos y energías a ganarse el favor del mundo rural, especialmente
19 FFLC, sección Comisión Ejecutiva Confederal, sig. 002505-002, “Correspondencia con la Unión Provincial
de Cuenca”, núm. 8123.
20 “Prohibiciones, suspensiones, redadas, censuras... como en cualquier parte de España”, El Banzo, 1
diciembre de 1976.
21 “Cuenca, la Santa Inquisición versión 1977”, El País, 17 de noviembre de 1977.
22 “Categórico desmentido a los rumores populares y a una noticia radiofónica, sobre el comportamiento de
un grupo de ‘Fuerza Nueva’ de Madrid, el pasado domingo en nuestra ciudad”, Diario de Cuenca, 1 de marzo
de 1978.
23 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, s.n.
CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y MOVIMIENTO SINDICAL EN CUENCA...
Vínculos de Historia, núm. 11 (2022) | 523
por parte de la izquierda. La tractorada de 1977 responde en parte a esa búsqueda de
legitimación. Cerca de trescientos agricultores acudieron a la llamada de la Coordinadora
de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), de corte progresista, para
protestar por el abaratamiento de los productos agrarios, la equiparación de la seguridad
social agraria a los demás sectores y la eliminación de las jornadas teóricas (Cabana Iglesia
y Lanero Táboas, 2009). Aunque la auencia fue menor que en 1977, la tractorada de
1978 debe valorarse más por su importancia cualitativa en un contexto de burorrepresión
institucional (González Madrid, 2019: 551).
La participación de la izquierda queda demostrada en un informe donde se subraya
que de los cuatro pueblos movilizados dos eran focos del PCE: Aliaguilla y El Herrumblar24.
La experiencia positiva de la tractorada debió servir de estimulante para la preparación del
Primero de Mayo en la capital, convocatoria única para la provincia. El anterior intento de
manifestación en 1977 había sido prohibido en todo el país con el objetivo de mantener
la estabilidad social y debilitar a la oposición de cara a las elecciones generales de junio
(Babiano Mora, 2006: 83-84). Ahora, en el nuevo contexto cuasidemocrático, cobraba
diferente signicado: se trataba de asegurar la libertad de expresión en la esfera pública
y enfrentar las actitudes antidemocráticas del gobierno. En efecto, aunque se permitió la
manifestación, los sindicatos no tuvieron plena libertad de actuación, ya que hubo un control
milimétrico por parte de las autoridades para evitar desórdenes públicos que torpedearan
el proyecto de Suárez.
El acto contó con una modesta vigilancia policial —ocho inspectores de la comisaría
local—, si se compara con la de 1979, cuando ciento un policías fueron desplegados en
diversos lugares de la ciudad25. Aun así, las centrales sindicales sufrieron las habituales
trabas de Casas Ferrer, quien, amparándose en la legislación vigente, dicultó al máximo
las solicitudes de manifestación26. Requirió a las centrales sindicales diseñar un itinerario
seguro con el que “no se perturbe gravemente la vida ciudadana”, palabras ejemplicadoras
de la aversión que sentía hacia el uso del espacio público. Se exigía incluso comunicar los
textos de las pancartas y la propaganda de megafonía. De igual forma, quedaba prohibido
exhibir banderas pertenecientes a centrales sindicales o partidos no autorizados, en clara
referencia a la extrema izquierda y las banderas republicanas. En suma, se buscaba la
autocensura de los manifestantes debido al crecimiento de la actividad huelguística a nivel
nacional (Luque Balbona, 2013: 98-99).
El éxito de la concentración demostró la alta organización sindical lograda para 1978.
Las centrales fueron capaces de movilizar a mil trescientas personas pese a los numerosos
obstáculos burocráticos, las malas comunicaciones, la lluvia o la falta de transporte privado.
Casas Ferrer, por su parte, calicó el acto de fracaso27. Una valoración que da cuenta de
su temor hacia las movilizaciones obreras y que le llevó a sobredimensionar la capacidad
de convocatoria de los sindicatos. Sin embargo, cabe destacar que estos nunca tuvieron
la intención de romper el orden público. La mayoría de las manifestaciones que tuvieron
lugar ese día adoptaron un código de moderación que desmentía las ideas peyorativas
difundidas por el reformismo franquista, según las cuales las huelgas y ocupaciones del
espacio público contenían el germen de la guerrilla urbana (Baby, 2018: 85).
24 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, s.n.
25 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1208/2, s.n
26 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1208/2, núm. 867.
27 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1208/2, núm. 436.
diego Ruiz PanadeRo
524 | Vínculos de Historia, núm. 11 (2022)
Así pues, el Primero de Mayo en Cuenca fue clave al tratarse de la primera convocatoria
de manifestación a escala provincial con carácter colaborativo. Esto contribuyó a generar
sinergias en el movimiento sindical de cara a la exitosa huelga de la construcción que tuvo
lugar entre el 15 y el 22 de mayo de 1978, cuyos pasos seguían la estela de las grandes
huelgas en Barcelona (Mota Muñoz, 2010) y de los pequeños centros industriales. Con
anterioridad, UGT y CC. OO. habían obtenido en las elecciones sindicales de abril un 37’8
% y un 31 % de enlaces sindicales respectivamente28. Es posible que esto determinara el
predominio de CC. OO. en la construcción conquense y que la táctica de negociación fuera
distinta a la empleada en el sector del metal, dominado por la UGT.
La base del conicto radica en los Pactos de la Moncloa, que establecieron como
tope de crecimiento salarial un 22 % para 1978 en un intento de moderar la espiral precios-
salarios de los años anteriores (Serrano Sanz, 1994: 152). Los sindicatos, aunque aceptaron
dichos pactos, tendieron a reivindicar subidas por encima de ese límite debido a la pérdida
de poder adquisitivo de la clase trabajadora. Con esta línea de actuación acudieron CC.
OO. y UGT a una mesa de negociación que se extendió por varias semanas y que nalizó
con una propuesta inviable para la patronal: 835 pesetas diarias de salario base para el
peón y evitar una reducción de plantilla del 5 %29. Estancadas las negociaciones, se acordó
en la asamblea del 10 de mayo comenzar la huelga el día 1530. La importancia de estas
asambleas obreras para el sindicalismo conquense radica en el hecho de que se convirtieron
en auténticas escuelas de democracia, donde debían asumirse las posturas discordantes
acordadas por la mayoría (Román Ruiz, 2019: 211).
En general, el sector se hallaba muy decaído en toda España, con una tasa de paro
para 1978 del 18’6 %, la más alta de los tres sectores productivos31. El conicto, empero,
venía también impulsado por razones políticas. Era la primera gran huelga en la provincia
y resultaba una oportunidad única para reivindicar los derechos laborales, intrínsecamente
unidos a los derechos políticos que en toda democracia deben darse. Bajo este clima
hubo una alta participación, con un pico de 1 004 trabajadores en huelga de un total de
3 015, concentrándose 500 en la capital, 172 en Tarancón, 130 en Horcajo de Santiago y
distribuyéndose los restantes por la provincia32. El seguimiento fue total en la capital gracias
a la sólida organización sindical, que posibilitó un amplio repertorio de acciones con los que
asegurar el éxito de la huelga, como la disposición de mesas benécas en los principales
barrios obreros, partidos de fútbol recaudatorios o la distribución de propaganda33.
Un factor importante para la victoria fue el uso de piquetes informativos, que permitieron
reducir notablemente el número de trabajadores en activo durante esa semana. Aunque no
se produjeron problemas a raíz de su presencia, la Guardia Civil, temerosa de posibles
desórdenes públicos, empleó en determinadas situaciones medidas desproporcionadas al
suceso ocurrido. Tal fue el caso de ocho huelguistas desplazados a Villalba de la Sierra,
detenidos sin constancia alguna de actuaciones ilegales en la zona34. No obstante, estos
incidentes fueron excepcionales. La tónica general fue la de colaboración con las fuerzas
28 “El resultado de las elecciones sindicales españolas”, El País, 2 de abril de 1978.
29 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 10694.
30 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 2286.
31 Instituto Nacional de Estadística (INE) (1979): Estimación de desempleo. Disponible en https://www.ine.
es/inebaseweb/pdfDispacher.do?td=124180&ext=.pdf [Consultado 16/01/2021]
32 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, s.n.
33 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, s.n. Telefonemas con fecha 16 y 17 de mayo de 1978.
34 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 10083.
CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y MOVIMIENTO SINDICAL EN CUENCA...
Vínculos de Historia, núm. 11 (2022) | 525
de orden público y las autoridades municipales. De este modo, aunque se observan los
esfuerzos de Casas Ferrer por evitar que los huelguistas utilizaran el espacio público, no se
pusieron obstáculos para realizar asambleas en locales cerrados35.
Esta estrategia no resulta casual. En mayo se celebraban las elecciones a Cámaras
agrarias, lo que se tomaba como un ensayo de elecciones municipales y una oportunidad
de mantener la inuencia gubernamental en las áreas rurales (Herrera González de Molina,
2019: 68). El orden público, por tanto, debía ser lo más estable posible para asegurar la
victoria gubernamental, y ello pasaba por restringir la conictividad social. Así pues, tras
una semana de intensas movilizaciones, nalizó la huelga el 22 de mayo con la rma de
un convenio provincial que reconocía 750 pesetas diarias de salario base para el peón
frente a las 690 ofrecidas por la patronal. De esa manera, CC. OO. y UGT obtenían una
victoria denitiva que los aanzaba en el movimiento sindical de Cuenca, hito que resultó
imprescindible para organizar el último gran conicto en el sector metalúrgico.
Las causas del conicto del metal se encuentran en la renovación del convenio
provincial rmado en 1976. Cuenca, al igual que otras provincias de similares características
como Granada, vivía un incremento signicativo de las negociaciones colectivas en el sector
secundario (Ortega López, 1997-1998: 243). El Sindicato del Metal conquense, de mayoría
ugetista, reivindicaba el cumplimiento de la ley de relaciones laborales y una subida salarial
del 40 % frente al 22 % ofrecido por los empresarios. Ante la negativa de la patronal, el 26
de junio, bajo presión de las CC. OO., se llamó a la huelga indenida y fueron enviaron
piquetes informativos para detener la actividad productiva en las fábricas de otros pueblos,
como en la “Inga-2” de Belmonte. Pese a todo, el carácter pacíco de las protestas fue
preponderante, tal como atestiguó la Guardia Civil36.
El seguimiento fue masivo, con picos de participación del 95 % que sumaron a los casi
1100 trabajadores censados en Cuenca. Las fábricas “Peris Andreu” —162 trabajadores—,
“Carrocerías SEAT” y “Renault”, que formaban parte de la escasa industria local asentada
desde los años sesenta, aportaron la mayoría de los huelguistas, aunque también había
otras de importancia como la “Electra S.A.” de Tarancón —146 trabajadores—. La magnitud
de la huelga hizo que los resultados nales fueran mucho más amargos. El 8 de julio
nalizó el conicto con una victoria pírrica: aunque el nuevo convenio colectivo recogía las
mejoras establecidas en la ley de relaciones laborales, en lo salarial apenas se lograron
incrementos. Tras trece días de disputas internas y de intensas movilizaciones, el comité de
huelga accedió a un acuerdo desastroso: de las 840 pesetas diarias exigidas se aceptaron
568 para el peón, cifra muy inferior a las 750 obtenidas en la huelga de la construcción37.
En suma, la huelga del metal fracasó por la estrategia poco realista del comité
de huelga y la fortaleza de la patronal del metal. La adopción por parte de la UGT de
posiciones maximalistas, quizá por intentar seguir la estela de CC. OO. en la construcción
o por buscar desmarcarse de los Pactos de la Moncloa, tuvo un desenlace negativo que
acabó por dinamitar la unidad de acción sindical, tocada ya a nivel nacional tras la ruptura
de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales en 1976 (Marín Arce, 1996). Además,
la innegable vinculación entre las centrales sindicales y los partidos políticos —CC. OO./
PCE y UGT/PSOE— pudo motivar una lectura partidista del enfrentamiento intersindical y
35 Por ejemplo, el 15 de mayo se ordenó disolver una manifestación de quinientos obreros en el parque de
San Julián, en pleno centro de la capital, por considerarse una reunión ilegal sin permiso gubernativo. Por la
tarde se reunieron en recinto cerrado sin mayores problemas. AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1,
s.n.
36 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 1813 y 2055.
37 AHPCU, sección Gobierno Civil, sig. 1072/1, núm. 2055.
diego Ruiz PanadeRo
526 | Vínculos de Historia, núm. 11 (2022)
extender, con ello, el desánimo y la desconanza entre una parte de los trabajadores. Con
esa derrota se cerraba el gran ciclo de conictividad social y se aceleraba la competición
sindical, solo interrumpida a partir de entonces por acciones puntuales de colaboración
como la manifestación contra el terrorismo de noviembre de 1978 o el Primero de Mayo de
1979.
Cabe reexionar sobre la inuencia que tuvieron estas huelgas en el panorama
político nacional, ya que la conictividad no estuvo aislada en una sola provincia, sino que
se mantuvo conectada con el resto del país. En conjunto, fueron capaces de condicionar
la agenda política evitando que Adolfo Suárez tuviera plena libertad de actuación para
imponer su reforma política. La Constitución de 1978 es buen ejemplo de ello. Desde las
elecciones generales y hasta diciembre de 1978, la UCD había tratado de monopolizar el
proyecto constitucional, pero la rotunda resistencia de la oposición lo imposibilitó, de modo
que en la Comisión de Asuntos Constitucionales acabaron participando miembros de otros
partidos (Mainer y Julià, 2000: 49-50). En este caso, la conictividad social impulsada por
los sindicatos en las áreas rurales fue imprescindible para impedir que Suárez dirigiera
el proyecto transicional según su deseo, y esta evolución de la política española resulta
incomprensible si se saca de la ecuación matemática las huelgas en provincias como
Cuenca.
6. CONCLUSIONES
La canalización de la protesta en Cuenca por parte de los sindicatos fue un proceso
complejo al carecer la provincia de unas estructuras sindicales sólidas sobre las que
asentar las movilizaciones. Al igual que en la mayor parte de áreas subdesarrolladas, la
construcción del movimiento sindical estuvo determinada por la legalización de los sindicatos
y el cambio de contexto surgido tras la caída de Arias Navarro. Hasta entonces, la provincia
se caracterizó por experimentar protestas de intensidad limitada, impulsadas en pequeños
centros fabriles en los que todavía no existía un movimiento sindical claro, pero donde la
inuencia del contexto nacional permeabilizaba indudablemente.
La subida a la presidencia de Adolfo Suárez y la Ley para la Reforma Política de
1976 marcaron un período nuevo en la Transición, con un mayor aperturismo sazonado
de actitudes hostiles hacia la oposición. Al amparo de la legalización sindical en 1977
surgieron numerosas uniones locales por toda Cuenca, lo que permitió poner en marcha
acciones huelguísticas como las vividas en Mota del Cuervo a nales de año o el intento de
manifestación en enero de 1978. En este sentido, la expansión de la conciencia sindical fue
primordial para lograr calar en una población que no se resignaba a aceptar las imposiciones
gubernamentales. Acostumbrados a canalizar sus quejas a través de las estructuras de la
OSE, la crisis económica y la corrupción e inecacia del sindicalismo vertical motivaron un
acercamiento a los sindicatos obreros, más dispuestos a hacer valer sus derechos que el
sindicalismo franquista.
A este respecto, cabe destacar que la ciudadanía conquense experimentó la misma
problemática que tantos otros municipios de la España subdesarrollada: la represión de la
posguerra y la clandestinidad habían eliminado buena parte de la experiencia sindical en
la provincia. De ese modo, al iniciarse el cambio político no se poseía la pericia suciente
para canalizar el malestar social, aunque centrales como CC. OO. trajeron sindicalistas
de otras provincias más conictivas para que trasladaran los métodos organizativos al
inexperto sindicalismo conquense. Los sindicatos tuvieron que formarse en la organización
de protestas valiéndose del viejo método de ensayo y error, mientras competían entre ellos
por lograr la hegemonía representativa.
CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y MOVIMIENTO SINDICAL EN CUENCA...
Vínculos de Historia, núm. 11 (2022) | 527
Las consecuencias derivadas de esa inexperiencia pueden observarse en los distintos
casos analizados. Cuando una central sindical dirigía una negociación en un conicto
colectivo la otra trataba de impulsar su contraparte en algún otro. Así, desde la huelga de Mota
del Cuervo hasta las luchas del metal, el ambiente estuvo impregnado de esa competencia,
traducido en el control o no de los comités de huelga. En ocasiones se lograron notables
victorias, como en PINASA y la huelga de la construcción, donde se obtuvieron convenios
colectivos favorables. En otras, la falta de unidad provocó graves errores estratégicos que
conllevaron derrotas de gran calado, a las que se sumó una sensación de incomodidad por
el enfrentamiento intersindical, leído en clave partidista. En cualquier caso, el incremento
de la conictividad social no hubiera sido posible sin la canalización del malestar a través
de estos sindicatos.
Finalmente, el estudio del movimiento sindical conquense ejemplica, a pequeña
escala, los trances a los que se vio sometida la oposición en la transición a la democracia.
Dicultades tanto internas como externas, pues la burorrepresión institucional estuvo
siempre presente para tratar de asegurar el proyecto político suarista. Por otro lado, desde
estas páginas se ha intentado profundizar en las aportaciones que hicieron las áreas rurales
como Cuenca a la consolidación de la democracia, pero todavía quedan numerosas lagunas
debido a la limitación de las fuentes primarias. Debe acentuarse el papel de las mujeres
en el sindicalismo agrario conquense y la importancia de este en la conictividad rural, así
como ahondar en los sindicatos amarillos dirigidos desde las estancias provinciales contra
la oposición. La indagación en estas líneas de investigación reportará, en un futuro cercano,
excelentes resultados que permitirán una mayor comprensión de la Transición a escala
local.
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diego Ruiz PanadeRo
530 | Vínculos de Historia, núm. 11 (2022)
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CONFLICTIVIDAD SOCIAL Y MOVIMIENTO SINDICAL EN CUENCA...