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DE EDUCADOR A INSTRUCTOR: NECESIDAD DE CAMBIO
EN EL PARADIGMA EDUCATIVO.
Williams Uriel Ortiz Ortiz*
Instituto Cognitivo Conductual Tijuana
Psic.williamsortiz@icct.com.mx
Octubre de 2019
Tradicionalmente al docente se le ha
considerado un educador, sin embargo, en la era
moderna en que la educación ha abierto su
panorama hacia habilidades necesarias para la
vida, la figura del docente solo como educador
se ve limitada.
En esta concepción un educador es la persona
encargada de, valga la palabra, “educar”, quien
transmite una carga de conocimientos y valores
al educando. Para la enseñanza y adquisición de
las habilidades necesarias para la vida,
particularmente las llamadas “habilidades
socioemocionales”, se requiere un instructor,
alguien que, agregado al dominio de la teoría,
posee los recursos prácticos, es decir, aquellas
habilidades que pretende instruir en otros.
La necesidad de cambio en el paradigma
educativo parte de la figura limitada del
educador, figura a la cual tradicionalmente se le
ha otorgado la máxima autoridad en el aula y que
representa la fuente del saber incuestionable.
Desde la perspectiva instruccional el alumno
obtiene un papel activo-participante, es a la vez
diseñador y evaluador de su aprendizaje, ya que
exige el accionamiento de mecanismos prácticos
e instrumentales, sean estos nuevas conductas o
actitudes.
De quien está frente al grupo se exige
instrucción más que exposición, representación
más que memorización, modelamiento más que
explicación. Nótese el “más” en estas oraciones,
significa que, aunque se le otorga prioridad a
algunos elementos, ciertos procedimientos y
métodos de la educación clásica resultan
necesarios.
Un nuevo paradigma representado por el
instruccionismo requiere creación o
fortalecimiento de la autonomía, autoeficacia y
autorreforzamiento en el alumno. Conlleva
evolución en el sistema de evaluación, dejando
atrás la aplicación de exámenes que promuevan
la memorización de conceptos a corto plazo y no
la comprensión de estos. Esto es, pasar de la
evaluación tradicional a la evaluación formativa,
en la cual el alumno (como ya mencioné) tiene
la facultad de diseñar o por lo menos participar
en la estipulación de los criterios de evaluación,
proceso en el que se encuentra fuertemente
inmerso. Aquí el alumno propone, ejecuta y
representa, no solo responde.
Se promueven las habilidades y destrezas por
sobre el conocimiento teórico (también
necesario) y la solución de problemas por sobre
la pasividad pedagógica. La necesidad de
cambio en el paradigma educativo esta presente
y exige evolución.
“El que gana en letras y pierde en costumbres
más pierde que gana” - viejo adagio expuesto en
Comenio, 1657.
*Licenciado en psicología por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Maestría en
psicoterapia cognitivo-conductual por la Universidad Xochicalco campus Tijuana, actualmente estudiante
del doctorado en educación en la misma institución. Docente de licenciatura y posgrado. Terapeuta
cognitivo-conductual y de pareja. Fundador del Instituto Cognitivo Conductual Tijuana (ICCT)