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ÚLTIMA DÉCADA, N°58, M AYO 2022, PP. 257-288
EXPERIENCIA DE ACOSO SEXUAL EN
ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS Y LA
ESPACIALIDAD INTERSTICIAL COMO
DISPOSITIVO DE EXCLUSIÓN-NEGACIÓN1
HUGO MARTÍNEZ OCHOA2
SALVADOR SALAZAR GUTIÉRREZ3
RESUMEN
El objetivo del presente artículo es conocer la(s) experiencia(s) de acoso sexual
sufrida(s) por los estudiantes de una institución de educación superior en Ciudad Juárez,
Chihuahua, México. En el mismo, se pone especial atención en el acoso sufrido, espacios
donde se sufrió, sensaciones de seguridad e inseguridad en diferentes espacialidades y
sentimientos en diferentes espacialidades, dentro de la epistemología urbanista. En el
presente trabajo se realizó un estudio transversal y descriptivo, cuyos datos se obtuvieron
por un cuestionario con una muestra de 414 estudiantes en un período de tres meses de
mayo a julio 2021. Las conclusiones van encaminadas en ofrecer sugerencias que apoyen
la implementación de medidas de prevención para disminuir y/o erradicar el acoso sexual
en las espacialidades.
PALABRAS CLAVE: ESPACIALIDADES, DISPOSITIVO, INTERSTICIO, GÉNERO, ACOSO
SEXUAL
1 El presente artículo forma parte de un avance de investigación doctoral que lleva por nombre
«La construcción simbólica del espacio urbano neopatriarcal: la espacialidad intersticial como
dispositivo de exclusión-negación en el fenómeno del acoso sexual», mismo que se realiza en el
Doctorado en Estudios Urbanos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez financiado por el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, de 2019-2022.
2 Licenciado en Psicología por la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez), Maestro en
Acción Pública y Desarrollo Social por el COLEF (El Colegio de la Frontera Norte) y Doctorante
en Estudios Urbanos por la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez). Correo electrónico:
hugo_mar24@icloud.com
3 Miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel 2, Licenciado en Sociología por la
Universidad Autónoma de Aguascalientes, Maestro en Estudios Humanísticos por el Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Doctor en Estudios Científico-Sociales por
el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. Profesor-Investigador del
Departamento de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Correo
electrónico: chavachuy5@gmail.com
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 258
EXPERIÊNCIA DE ASSÉDIO SEXUAL EM ESTUDANTES
UNIVERSITÁRIOS E A ESPACIALIDADE INTERSTICIAL
COMO DISPOSITIVO DE EXCLUSÃO-NEGAÇÃO
RESUMO
O objetivo deste artigo é conhecer a(s) experiência(s) de assédio sexual sofrida(s) pelos
estudantes de uma instituição de ensino superior em Ciudad Juárez, Chihuahua, México.
Nele, é dada atenção especial ao assédio sofrido, aos espaços onde foi sofrido, às
sensações de segurança e insegurança em diferentes espacialidades e sentimentos em
diferentes espacialidades, dentro da epistemologia urbanista. No presente trabalho, foi
realizado um estudo transversal e descritivo cujos dados foram obtidos por meio de um
questionário com uma amostra de 414 estudantes em um período de 3 meses de maio a
julho de 2021. As conclusões visam oferecer sugestões que apoiem a implementação de
medidas de prevenção para reduzir e/ou erradicar o assédio sexual nas espacialidades.
PALAVRAS-CHAVE: ESPACIALIDADES, DISPOSITIVO, INTERSTÍCIO, GÊNERO, ASSÉDIO
SEXUAL
EXPERIENCE OF SEXUAL HARASSMENT IN UNIVERSITY
STUDENTS AND INTERSTITIAL SPATIALITY AS AN
EXCLUSION-DENIAL DEVICE
ABSTRACT
The objective of this article is to know the experience (s) of sexual harassment suffered
(s) by the students of a higher education institution in Ciudad Juárez, Chihuahua,
Mexico. In it, special attention is paid to the harassment suffered, spaces where it was
suffered, feelings of security and insecurity in different spatiality’s and feelings in
different spatiality’s, within the urban epistemology. In the present work, a cross-
sectional and descriptive study was carried out whose data were obtained by a
questionnaire with a sample of 414 students in a period of 3 months from May to July
2021. The conclusions are aimed at offering suggestions that support the implementation
of measures prevention to reduce and / or eradicate sexual harassment in spaces.
KEYWORDS: SPATIALITIES, DEVICE, INTERSTICE, GENDER, SEXUAL HARASSMENT
259 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
INTRODUCCIÓN
Una de las principales características del urbanismo es que no tiene una
acotación clara y sólida. Según Monclús (1995), la corriente urbanista ha incidido
en el proyecto arquitectónico, intervención política e incluso en los conjuntos
discursivos. Así también, De Solá (1996) asevera que el funcionalismo es uno de
los principios fundacionales y mayormente aceptados en la disciplina. Los
funcionalistas le otorgan al espacio una racionalidad monofuncional, en otro
orden de ideas, consideran que la construcción arquitectónica tiene una relación
única y la conducta humana se establece estática y monótona. A esto, Llano y
Valencia (2004) recuerdan que Le Corbusier afirma que el espacio doméstico,
público, privado y semipúblico se encuentra en una función mecanicista de
habitar-hacer.
Sin embargo, el espacio dista mucho de la monofuncionalidad. Según
Llano y Valencia (2004), una de las primeras escuelas en señalarlo fue la
sociología urbana, ello, desde pensadores como Munford, Wirth, Weber, entre
otros. La sociología urbana define a la ciudad y sus espacios, en lugares de
interacción secundaria. Pues, existen instituciones formales/informales,
actividades formales/informales, comportamientos legales/ilegales, entre otros.
Para los teóricos, la formalidad/informalidad produce interacción diferenciada
que da cuenta de la pluralidad de acontecer en el espacio. Así también,
académicos como Lefebvre y Castells teorizaron sobre el lugar, categoría que
permite dar cuenta de la experiencia, la percepción y la forma diferenciada de la
desigualdad socioterritorial, la clase social, política e incluso la pertenencia
(Llano y Valencia, 2004).
Es relevante dar cuenta de los diferentes criterios, análisis y discursos que
se han generado en torno al urbanismo en sus diferentes escuelas y pensadores.
Por su parte, Gregory (1985), mediante la geografía crítica y la hermenéutica,
aportó nuevos discursos al estudio del urbanismo. El autor refiere que no es
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 260
posible realizar un análisis de corte urbanista, si de por medio no se toma en
cuenta la estructura espacial y la estructura social. Esto, pues las estructuras
espaciales se encuentran implicadas en las sociales y las sociales en las
espaciales. En este sentido, el autor permite dar cuenta de la diferenciación en
uso, traslado y ocupación. Condiciones que dependen de múltiples categorías del
sujeto, tal como el género, la clase social, la política, entre otras.
Respecto a lo mencionado, una de las corrientes que más pone atención
al uso, traslado y ocupación diferenciada del espacio es el urbanismo feminista.
La escuela entiende a la ciudad como espacio masculinizado-patriarcal, que ha
segregado a la mujer al espacio privado y la ha invisibilizado en todo sentido
urbano (Col.lectiu Punt 6, 2019). Aquí, no solo se toma atención al uso
diferenciado del lugar-espacio por los contextos de las desigualdades
territoriales, clase social, situación política y pertenencia, también, se incluye la
categoría de género, la interseccionalidad, el patriarcado y la diferencia sexual
(Massey, 2004; Crenshaw, 1989; Lamas, 2018).
Desde el urbanismo feminista queda claro que la ciudad es un espacio de
uso diferenciado y que la mujer y otros cuerpos se encuentran segregados de
dicha espacialidad. Massey (2004) argumenta que la mujer puede ocupar los
espacios públicos, pero lo hace bajo una lógica de exclusión que la simboliza a
partir de su corporalidad como parte del espacio privado. En otro orden de ideas,
el contexto jurídico-político que habilita a la mujer a vivir el espacio público es
sobrepasado por las dinámicas heteropatriarcales en la espacialidad. En
referencia, Donzelot (1979) argumenta que el espacio público surge de las
propiedades jurídicas-políticas que están al resguardo y construcción del Estado,
tal como edificios de gobierno, escuelas, parques, calles, callejones, entre otros.
Por su parte, lo privado es todo aquello que corresponde a particulares que crean
espacios similares, pero con lógicas de exclusión (edificios, plazas, restaurantes,
entre otros). Sin embargo, esta visión no es suficiente para poder analizar a
261 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
profundidad las lógicas de ocupación, interacción y presencia de mujeres y otros
cuerpos en las espacialidades.
En la civilización occidental, en Grecia y Roma, se estableció el espacio
público-privado mediante la división sexual. El hombre se encontraba respaldado
por la normatividad para vivir el ágora4, donde participaba en asambleas público-
municipales y la cámara municipal. Así también, tenía permitido el uso del stoa5,
espacio para las relaciones de interacción social y el comercio. El lugar de las
mujeres se ubicaba en el ámbito del hogar (privado) referido como la oika6. La
diferencia se resume a que solo los ciudadanos podían acceder al ágora y al stoa.
Tanto para mujeres como esclavos y extranjeros, la ciudadanía les era negada.
Esto da cuenta de la organización estatal de ocupación de espacio, traslado,
derechos y exclusiones (Martínez, 2002 en Fuentes y Peña, 2011; Rabotnikof,
2008a).
Rabotnikof (2008a) invita a un análisis profundo de las categorías
público-privado en relación con el populus y la utilidad del individuo. «La res
publica representa la propiedad accesible universalmente al populus y como tal
extracomercio. Utilidad común, ley común y accesibilidad general se vinculan
en esta caracterización de la res publica» (p. 33). «La res privata se encuentra
situada, por contraste, in comercio e in patrimonio, relacionada con un poder
diferente, el pater familias, y ubicada en el ámbito cerrado, replegado sobre sí
mismo del domus, la casa» (p. 33). La escritora deja claro que lo público es la
equivalencia a lo estatal y lo privado es la política económica-mercantilista que
sienta las bases del desarrollo de la producción y el poder privado.
4 Cursivas de la autora.
5 Cursivas de la autora.
6 Cursivas de la autora.
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 262
Algo interesante es que lo corpóreo en el contexto de lo no masculino es
percibido y caracterizado como parte de lo privado y como propiedad masculina.
Sin embargo, estas visiones del espacio público-privado son los inicios de la
preocupación por el uso diferenciado del espacio. Visibiliza que el espacio no
solo tiene una lógica jurídico-política, sino también político-social y
heteronormativo-patriarcal, mismas que cuenta del uso diferenciado, acceso
diferenciado, vivencia diferenciada, entre otras (Llano y Valencia, 2004;
Rabotnikof, 2008a, 2008b; Fuentes y Peña, 2011; Donzelot, 1979).
Asimismo, desde Rabotnikof (2008a), los traslados, cuerpos, géneros y
derecho son condiciones de uso diferenciado que dan lógicas diferenciadas de
uso, ocupación y traslado en la espacialidad. Así también, los espacios se
configuran más allá de su condición dual público-privado. Tanto Pratt (2010)
como Massey (2004) advierten la existencia de espacios o espacialidades de
contacto que dan cuenta de experiencias y significados que sobrepasan lo
monofuncional y lo racional, e incluso que explican el uso diferenciado a partir
del género. En este sentido, la opresión y la imposición heterosexual masculina
son relaciones que tienen de base ideológica el sistema patriarcal que produce-
reproduce la heteronorma social, mediante el género, la interseccionalidad y la
diferencia sexual.
Es menester referir que el sistema patriarcal se inserta en relación con la
construcción simbólica social, como sistema apegado a la lógica biopolítica.
Desde Foucault (2014), existe la reflexión de que el sistema patriarcal es el
mecanismo de vigilancia de la sexualidad, donde todo aquello que se oponga al
privilegio heterosexual tiende al castigo. El ejercicio del castigo puede verse
reflejado en espacios visibles-no visibles, a partir de expresiones de acoso sexual,
abuso sexual, violación, feminicidio, entre otras formas de violencia sexual
explícita y no explícita (Monárrez, 2009).
263 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
A lo expuesto, una afirmación central es que el sistema patriarcal ha
configurado la presencia de lo masculino en lo colectivo-manifiesto-abierto y
excluye-niega lo no masculino e incluso lo traslada a la res privata-pater
familias-cerrado-domus. Misma condición que genera violencia ante la presencia
de lo no masculino en lo colectivo-manifiesto-abierto. Ante la afirmación surge
la pregunta: ¿qué tipo de violencia? Foucault (2014) ya refería que existen
violencias que disciplinan y que son permisibles y que operan desde el
dispositivo, las que se caracterizan mediante la función estratégica permisible
para el adoctrinamiento y el ejercicio del dominio mediante el saber-poder. Ello,
desde la condición de ver al espacio como institución, condición social y/o
interacción simbólica (Massey, 2004; Agamben, 2011).
Agamben (2011) interpreta el dispositivo desde tres condiciones: i) el
dispositivo incluye cada cosa (sea discursiva o no), tal como: discursos,
instituciones, edificios, leyes, entendidas policiacas, entre otras; ii) el dispositivo
siempre es estratégico concretamente, es decir, siempre está inscrito en una
relación de poder, y iii) el dispositivo es el resultado del cruzamiento entre el
poder y el saber. Sobre la pregunta de violencia, Kelly (1988) deja claro en su
concepto de continuum de violencia7, que la configuración patriarcal se presenta
bajo cinco tipos: física, sexual, psicológica, económica y emocional. La idea
central del continuum es que la violencia es una conducta contextualizada en la
espacialidad y que puede ser reproducida más de una a la vez e incluso la
totalidad en el mismo escenario. Sin embargo, para fines de la presente me
centraré en una tipología específica de violencia, es decir, la sexual, desde el
acoso sexual.
7 Cursivas de la autora.
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 264
1. ACOSO SEXUAL, EL SER UNIVERSITARIO Y LA
MATERIALIDAD DE LA EXCLUSIÓN-NEGACIÓN EN LA
ESPACIALIDAD
El acoso sexual8 cuenta con una peculiaridad: es una conducta
socialmente aceptada y reproducida. Se manifiesta mediante el piropo,
invitaciones reiteradas a salir, el intento de tocamiento, tocamientos e incluso
conductas que se rozan en la frontera entre el acoso y el abuso sexual. Esto ha
sido visibilizado por los estudios feministas y ha dado un peso al problema.
Asimismo, se trata de una conducta que yace como parte del tecnopoder del
patriarcado, una practica cotidiana en los diferentes espacios de contacto. Es
decir, no existe lugar en el que no se produzca. Cualquier tipo de contacto entre
un patriarca y un cuerpo femenino tendrá como consecuencia una manifiesta
deliberada o no de acoso (Stanley y Wise, 1992; Pratt, 2010).
Stanley y Wise (1992) argumentan que el acoso siempre ha existido. Sin
embargo, se no se hizo visible hasta que las mujeres trabajaron fuera de casa, por
las crisis liberales económicas; el acoso como violencia patriarcal se manifestó y
se reprodujo por la necesidad de las mujeres de conservar su empleo debido a la
crisis económica. Bajo dicho período, se visibilizó el acoso sexual en el ámbito
laboral. Las teóricas construyen una definición operacional para el acoso sexual
en el ámbito laboral:
Una conducta masculina indeseada y no correspondida que afirma
el rol sexual de una mujer por encima de su función como persona
y como trabajadoras y se estima que incluye actos de mirar,
comentar o tocar el cuerpo de una mujer, las proposiciones
relativas a conductas sexuales o citas amorosas y en última
instancia a la violación. (Stanley y Wise, 1992, p. 59)
8 Se podrá decir, explicar, definir, proponer, defender, etc., que el acoso sexual no
solamente es en contra de mujeres, que también lo sufren los hombres; sin embargo, las
formas de acoso y la reproducción de este son un problema mayormente en contra de la
mujer, no solo desde la lógica cuantitativa sino también desde la simbólica. Es un
problema social agudo, opresivo e invisibilizado en la mayoría de los espacios de
contacto.
265 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
Queda claro la construcción teórica del acoso en el ámbito laboral, sin
embargo, esto solamente es un primer acercamiento al fenómeno. Pues el acoso
es una violencia construida desde el patriarcado, el género y la diferencia sexual,
que permea en cualquier lugar en donde existe una relación entre un hombre y
una mujer. El acoso es uno de los recursos patriarcales por medio del cual se
materializa el poder masculino (Stanley y Wise, 1992), de modo que es el
resultado de la interacción desigual entre los géneros. Lamas (2018) está de
acuerdo con esta afirmación. Para ella, el acoso es una de las violencias sexuales
más preocupantes, pues, a la actualidad, aún resulta difícil probar qué pasó,
debido a que es una violencia sexual que en su mayoría no deja huellas. Uno de
los aportes más relevantes de la feminista mexicana es que hace visible que el
acoso se da en diferentes espacios, tales como el trabajo, universidad, escuelas
de educación básica, instituciones públicas, calle, transporte público, avenidas,
centros comerciales, entre otros. Estos espacios no solo cuentan con la
posibilidad de la agresión, también son morfologías que no lo penalizan. Podría
incluso decirse que los espacios son el dispositivo (desde la lógica de Foucault)
que produce las violencias del acoso mismo. En otras palabras, son espacios
patriarcales para la producción-reproducción del acoso a voluntad del patriarca
(Foucault, 1999).
Gaytán (2007) describe al acoso desde la teoría fundamentada y lo define
como una práctica cotidiana en diversas ciudades y partes del mundo. El mismo
afecta principalmente a mujeres, niños y homosexuales. «Una frase ofensiva, una
mirada lasciva o un toqueteo sexual, son experiencias de todos los días cuando
se trata de trasladarse a la escuela o al trabajo» (p. 5). Sin embargo, refiere la
autora, aun y cuando es una experiencia diaria, el acoso sigue siendo una
interacción invisible e incluso se encuentra fuera de las narrativas sociales. En
otro orden de ideas, es una violencia invisible, cotidiana, de breve duración y que
incluso en ocasiones aparece disfrazada de halagos y cortejos. Un punto
importante de Gaytán es invitar a pensar al acoso a partir de una conducta
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 266
cambiante, donde dicho cambio depende del espacio en el que se realice, contra
quién se realice y el interlocutor que derive en la expresión de la violencia sexual.
Por lo anterior, aunque la autora trabaja el acoso sexual en los espacios
públicos, también considera que esta espacialidad no es suficiente para
dimensionar a la conducta sexual de violencia. Al aplicar su metodología de la
teoría fundamentada explica que, «a pesar de que ocurre en lugares públicos, el
acoso sexual nos remite a cuestiones que son consideradas por las personas como
parte de su vida privada: los agravios verbales y físicos, las experiencias
desagradables con alusiones a la sexualidad, se dirigen directamente al aspecto
más íntimo de las personas» (Gaytán, 2007, p. 7). Esto hace explícito que, aunque
el acoso se da en espacios públicos, la trasgresión de la violencia opera incluso
en los contextos íntimos-privados de la víctima. Por ello, invita a describir al
acoso sexual como una conducta de espacios, que se da desde lo exterior y
penetra lo interior. En este sentido, la autora caracteriza al acoso en cinco
conductas: acoso expresivo, verbal, físico, persecución y exhibicionismo. Los
mismos cuentan con diferentes significados, gravedades, e incluso grados de
amenaza. La gravedad depende tanto de la conducta, el espacio y el contexto
general de la misma. El acoso es, entonces, una violencia que se gesta en los
espacios y que interactúa bajo sus cinco grandes pilares. La gravedad de este
depende del significado, tipo de amenaza, conducta, espacio y contexto.
Lo descrito por autoras como Stanley y Wise, Lamas y Gaytán deja claro
que el acoso sexual es una conducta que surge del patriarcado y que se ha ido
adaptando a la modernidad-posmodernidad desde el patriarcado, y que su anclaje
se encuentra determinado por el género y la diferencia sexual, canales
fundamentales para la expresión-control de la ideología referida (Stanley y Wise,
1992; Lamas, 2018; Gaytán, 2007; Lerner, 1990; Sharabi, 1992). Sin embargo,
se necesita dimensionar que la referida no solamente opera desde la
individualidad del sujeto masculino, también, desde el ejercicio de poder a nivel
institucional, gubernamental y no gubernamental (Foucault, 2014).
267 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
Un dato importante es que las teóricas feministas refieren que las
violencias de origen sexual-género son sumamente reprobables, e invitan a
dimensionar que incluso la reproducción de estas no es igual para todos los
cuerpos, es decir, varían en intensidad e incluso en grado simbólico (Lamas,
2018; Gaytán, 2007; Lerner, 1990). Para ello, la categoría de análisis de
interseccionalidad permite hacer visible la diferencia en la reproducción de acoso
en contra de las mujeres. Según Crenshaw (1989), lo interseccional permite dar
cuenta de que la situación política, clase social, pertenencia racial, edad, creencia
e ideología son condiciones que implican mayores grados de vulnerabilidad
frente a las violencias. En este sentido, es posible señalar que la reproducción de
acoso sexual será diferente tanto en el conjunto de condiciones interseccionales,
estrategias y el cruzamiento de poder-saber (Foucault, 2014; Agamben, 2011).
Es menester hacer mención a que el acoso sexual ha tenido su
reproducción en diferentes espacios y contra diferentes identidades. Una de ellas
a sido en contra de estudiantes universitarios. Echeverría y otros (2017)
realizaron un estudio con una muestra de 2.070 estudiantes de ambos sexos en la
Universidad Autónoma de Yucatán, donde encontraron que en mayor medida las
mujeres sufren más acoso y hostigamiento, con relación a los hombres. Por parte
de los hombres, la mayor incidencia que sufren es la tentativa a ser víctimas de
violación. En contexto, los profesores, compañeros hombres y otras personas son
quienes con mayor frecuencia acosan y/u hostigan a las mujeres.
Otro estudio relevante fue el realizado por Hernández et al. (2015) en
materia de acoso sexual contra estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y
del Instituto Tecnológico Federal. Respecto a la primera institución se aplicaron
un total de 901 cuestionarios y 266 en la segunda, en su totalidad fueron mujeres
con una muestra total de 1.167 estudiantes. En los resultados relevantes destaca
que 95 casos de las encuestadas del Instituto Politécnico Nacional han sufrido
caricias no deseadas por parte de un profesor, 72 casos de invitaciones a salir por
parte de un profesor y 65 de preguntas frecuentes sobre su vida sexual. En materia
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 268
del Tecnológico Nacional, 29 invitaciones a salir por parte de un profesor y 16
sobre caricias no deseadas por parte de un profesor.
En un último estudio, Vargas (2007) asevera que solamente cuatro
universidades en el país cuentan con protocolos para sancionar y atender el acoso
sexual contra estudiantes: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Universidad Veracruzana, Universidad Autónoma de Sinaloa y Universidad
Autónoma de Quintana Roo.
Lo anterior permite identificar y dar cuenta de que la falta de
instrumentación para su detección y la poca atención que han puesto las
instituciones mexicanas de educación superior privilegian la presencia y
reproducción de violencia sexual en materia de acoso. Así también, afirman que
el espacio se vive en forma diferenciada en las aulas y toda interacción en materia
escolar y no escolar para estudiantes.
Lo mencionado abre el abanico sobre cómo las espacialidades
intersticiales fungen como dispositivos de exclusión-negación bajo un contexto
patriarcal que genera una lógica espacialidad-interseccionalidad de experiencia
diferenciada del acoso mismo (Agamben, 2011; Massey, 2004; Pratt, 2010). Es
decir, el intersticio en relación con la interseccionalidad tiene la capacidad de
configurar los espacios morfológicos como espacios simbólicos-discursivos de
acoso sexual diferenciado, que dependerá del tipo de cosificación, la posesión
temporal del cuerpo, los tipos de subordinación y, por supuesto, la condición muy
particular interseccional de la persona. Pues la posesión tiene que ver con la
tenencia del cuerpo (en este caso la víctima) como cosificación o producto
temporal de propiedad y subordinación (Crenshaw, 1989). La autora invita a
pensar que la interseccionalidad, vista como subordinación, se da mediante lo
estructural, ya que indaga que la violencia sufrida por mujeres es diferente. Lo
estructural visibiliza que las mujeres son violentadas debido a su posición
económica-social-racial. Es entonces la interseccionalidad estructural, una
269 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
condición más atractiva para el ejercicio de la violencia patriarcal. Pues, se
entiende como la subordinación de segundo orden. En principio, por ser mujer
desde las lógicas de la diferencia sexual y el género, y segundo, por la
interseccionalidad estructural que posee la mujer en su cuerpo.
A modo de cierre, el acoso entonces no es sufrido en forma uniforme por
los cuerpos y la espacialidad-interseccionalidad es central como dispositivo que
genera condiciones diferenciadas de sufrimiento de acoso sexual. Este tipo de
condiciones también deja claro que espacialidad-interseccionalidad-acoso puede
ser el inicio de un sufrimiento y que la estructura de continuum de violencia
puede estar presente.
2. MÉTODO
2.1 PARTICIPANTES
Se tomó una muestra de 414 estudiantes de licenciatura en la Universidad
Autónoma de Ciudad Juárez, ubicada en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, de
los cuales un total de 77% fueron mujeres y 23% hombres de los diferentes
institutos de la universidad. El presente estudio se realizó durante tres meses: el
inicio de la recolección fue el mes de mayo de 2021 y la conclusión de este en el
mes de junio del mismo año.
Es adecuado mencionar que la presente muestra es no probabilística, ya
que el presente no contó con la temporalidad, costo y apoyo institucional para
poder generar una muestra con otras características. A ello, el muestreo fue por
conveniencia, es decir, las/os participantes fueron reclutados por invitación a
llenar una encuesta vía internet con relación a su experiencia de acoso sexual en
las diferentes tipologías, espacios y temporalidades.
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 270
Datos relevantes en relación con las participantes es que 65,2% tiene una
edad entre los 17 a 20 años, 22,8% de 21 a 24 años y 12% de 25 o más años. Un
85% de las mujeres estudian a tiempo completo, 10% estudia y trabaja (empleo
formal y/o informal) y 5% estudia y realiza labores domésticas. Así también, un
40% se transporta en vehículo particular, 45% en transporte público, 11,5% en
vehículo de transporte con conductor (Uber, DiDi, Indriver, otros) y 3,5% se
desplaza peatonalmente. Por parte de los participantes, un 32,5% tiene una edad
entre los 17 a 20 años, 47,8% de 21 a 24 años y 19,7% cuenta con 25 años o más.
Un 20% son estudiantes de tiempo completo, 78,9% estudia y trabaja (empleo
formal y/o informal) y 1,1% estudia y realiza labores domésticas. Con relación
al traslado, un 23,5% se traslada en vehículo particular, 75,4% transporte público
y 1,1% se desplaza peatonalmente (véase el Cuadro 1).
CUADRO 1. LAS/OS PARTICIPANTES, EDAD, OCUPACIÓN Y TRASLADO
Género
Dato
Mayor incidencia
Mujer
Edad
Ocupación
Traslado
17 a 20 años (65,2%)
Estudiante tiempo completo (85%)
Transporte público (45%)
Hombre
Edad
Ocupación
Traslado
21 a 24 años (47,8%)
Estudiante de tiempo completo y
trabajo formal/informal (78,9%)
Transporte público (75,4%)
Fuente: Elaboración propia.
2.2 INSTRUMENTO
La metodología de estudio fue de corte cuantitativo, exploratorio y
transversal, y la encuesta fue aplicada mediante Google Forms en formato en
línea. El objetivo de esta es conocer las experiencias de acoso sexual sufridas por
los y las estudiantes y los lugares de ocurrencia, así también, las sensaciones y
sentimientos que les generan ciertos espacios al acudir o transitarlos en solitario.
271 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
El cuestionario se compone de datos demográficos (10 preguntas),
sensaciones que causa visitar ciertos lugares sin compañía (9 preguntas),
percepción de lugares inseguros en la urbanidad (9 preguntas) y experiencias de
sufrir acoso sexual (5 preguntas). Las mismas se encuentran con respuestas
estandarizadas de opción múltiple en escala Likert, con una duración aproximada
de cinco a ocho minutos para el llenado en su totalidad. Cabe destacar que el
mismo es de corte de opinión sin una validación o estandarización.
2.3 PROCEDIMIENTO
La administración de la encuesta fue por medio de actividades
desarrolladas por parte de los investigadores, quienes invitaron de forma abierta
a participar en el estudio y contestar la encuesta. La invitación fue por medio de
enlace de encuesta en internet y en todo momento la misma se llenó de forma
anónima. Para incrementar la participación, se enviaron correos masivos a
estudiantes para responder el mismo en formato en línea.
3. RESULTADOS
La población femenina en un 60,2% sale del hogar sin compañía y 39,8%
lo hace acompañada. Por parte de los hombres, un 90,2% lo hace sin compañía y
un 9,8% acompañado.
Así también, existen datos relevantes sobre su presencia en ciertos
espacios sin compañía y su relación con la sensación que dicha situación les
genera. La población femenina siente un 65% desconfianza al acudir sola al cine,
12% tranquilidad, 9,1% ansiedad, 12,5% miedo y 1,4% otro. Por parte de la
población masculina, un 15% siente desconfianza al acudir solo al cine, 60%
tranquilidad, 5% ansiedad, 0,1% miedo y 19,9% otro síntoma. En relación con
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 272
acudir al trabajo sin compañía, un 30,8% de la población femenina siente
tranquilidad, 45,8% desconfianza, 15% ansiedad y 8,4% otro. En contraste, la
población masculina cuenta con una relación de 88,9% de tranquilidad al acudir
sin compañía al trabajo, 10,1% desconfianza y 1% otro. En la espacialidad de
parque público, la población femenina siente un 60% de desconfianza al acudir
en solitario, 33,3% ansiedad y 6,7% miedo. Asimismo, en la población masculina
un 34,5% siente desconfianza, 10,1% miedo, 50,6% tranquilidad y 4,8% otro.
Por último, la población femenina al acudir a un bar sin compañía siente 88,8%
miedo y 11,2% ansiedad. Por su parte, un 67,8% de la población masculina siente
tranquilidad, 12,2,% desconfianza y 20% otro (véase la Figura 1).
273 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la espacialidad intersticial como dispositivo de
exclusión-negación
FIGURA 1. POBLACIONES, ESPACIOS, PRESENCIA SIN COMPAÑÍA Y SENSACIONES
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de encuesta.
65%
12%
9,10%
12,50%
1,40%
45,80%
30,80%
15%
0%
8,40%
60%
0%
33,30%
6,70%
4,80%
0%
0%
11,20%
88,80%
0%
POBLACIÓN FEMENINA
Cine Trabajo Parque público Bar
15%
60%
5%
0,10%
19,90%
10,10%
88,90%
0%
0%
1%
34,50%
50,60%
0%
10,10%
4,80%
12,20%
67,80%
0%
0%
20%
POBLACIÓN
MASCULINA
Cine Trabajo Parque público Bar
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 274
En datos relacionados con estrategias al salir de casa sin compañía, para
la población femenina existe la incidencia en 50,9% de vigilar constantemente el
entorno, 8,1% portar teléfono en mano, 30,8% evitar ciertos lugares y 10,2%
caminar deprisa. En contraste, la población masculina en un 30,1% vigila
constantemente, 27,6% lleva teléfono en mano, 13,8% evita ciertos lugares, 18%
otro y 10,5% camina deprisa (véase Figura 2).
FIGURA 2. POBLACIONES Y ESTRATEGIAS AL SALIR DE CASA SIN COMPAÑÍA
Fuente: Elaboración propia.
Otro dato relevante es la sensación al transitar un lote baldío: para la
población femenina un 60,2% tiene pensamiento recurrente de evitar el lugar,
31,2% siente inseguridad, 8,1% miedo y 0,5% incertidumbre. Por otro lado, un
34,2% de la población masculina siente inseguridad, 14,2% miedo, 25,2%
incertidumbre, 10,2% otra sensación y 16,2% indiferencia (véase Figura 3).
50,90%
8,10%
30,80%
10,20%
0%
30,10%
27,60%
13,80%
10,50%
18%
VIGILAR ENTORNO
CONSTANTEMENTE
TELÉFONO EN
MANO
EVITAR CIERTOS
LUGARES
CAMINAR
RÁPIDO/DEPRISA
OTRO
Femenino Masculino
275 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
FIGURA 3. POBLACIONES, SENSACIÓN AL TRANSITAR UN LOTE BALDÍO
Fuente: Elaboración propia.
Otra información importante a la presente es la percepción sobre
inseguridad en los centros comerciales de la ciudad. La población femenina
refiere una mayor inseguridad en 40,8% centro histórico, 25,2% Sendero las
Torres, 182% Gran Patio, 11,8% otro, 2,8% Plaza Libramiento y 1,2% Sendero.
En relación con los masculinos: 32,8% Sendero las Torres, 21,8% Gran Patio,
15% Misiones, 11,4% otro, 10,2% centro histórico y 8,8% Plaza Libramiento
(véase Figura 4).
FIGURA 4. POBLACIONES Y PERCEPCIÓN DE INSEGURIDAD EN CENTRO COMERCIAL
Fuente: Elaboración propia.
60,20%
31,20%
8,10%
0,50%
0%
0%
0%
34,20%
14,20%
25,20%
10,20%
16,20%
PENSAMIENTO
RECURRENTE DE
EVITAR LUGAR
INSEGURIDAD MIEDO INCERTIDUMBRE OTRA
SENSACIÓN
INDIFERENCIA
Femenino Masculino
25,20%
40,80%
18,20%
2,80%
1,20%
0%
11,80%
32,80%
10,20%
21,80%
8,80%
0%
15%
11,40%
SENDERO LAS
TORRES
CENTRO
HISTÓRICO
GRAN PATIO PLAZA
LIBRAMIENTO
SENDERO MISIONES OTRO
Femenino Masculino
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 276
Así también, el centro comercial que se percibe más seguro para las
mujeres es Misiones con un 70%, 13,5% Sendero, 13,5% Plaza Libramiento y
3% otro. Para los masculinos, Sendero en un 42,2%, 32,8% Gran Patio, 21,4%
Sendero las Torres y 3,6% centro histórico (véase Figura 5).
FIGURA 5. POBLACIONES Y PERCEPCIÓN DE SEGURIDAD EN CENTRO COMERCIAL
Fuente: Elaboración propia.
También se cuestionó la confianza y/o desconfianza de la población en
seis espacios, ello, con la posibilidad de contestar mediante una escala Likert. En
primer lugar, los edificios abandonados, donde la población femenina refiere
80,2% de total desconfianza y 19,8% bastante desconfianza. En la población
masculina existe una relación de 38,5% bastante desconfianza, 23,5% ni mucha
ni poca confianza, 35% poca confianza y 3% nada desconfianza. Así también,
sobre casas abandonadas la población femenina refiere 78,2% total desconfianza,
20,8% bastante desconfianza y 1% poca desconfianza. En masculinos, 55,7%
total desconfianza, 25,2% ni mucha ni poca confianza, 15,8% poca desconfianza
y 3,3% nada desconfianza.
En avenidas, la población femenina hace notar un 15,6% ni mucho ni poca
confianza, 31,4% bastante desconfianza, 25% poca confianza, 22% total
desconfianza y 6% nada de confianza. Los hombres hacen notar un 31% ni mucha
ni poca confianza, 42% bastante desconfianza, 11% poca confianza y 16% total
70%
13,50%
13,50%
0%
0%
0%
3%
0%
42,20%
0%
32,80%
21,40%
3,60%
0%
MISIONES SENDERO PLAZA
LIBRAMIENTO
GRAN PATIO SENDERO LAS
TORRES
CENTRO
HISTÓRICO
OTRO
Femenino Masculino
277 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
desconfianza. En el espacio de barrios populares, las encuestadas femeninas
hacen notar 43% ni mucha ni poca confianza, 37% bastante desconfianza, 15%
poca desconfianza y 5% total desconfianza. Sobre los masculinos, un 12% ni
mucha ni poca confianza, 8% bastante desconfianza, 22% poca desconfianza,
43% total desconfianza y 15% nada desconfianza.
En el espacio de los negocios nocturnos, tal como el bar, las encuestadas
femeninas hacen notar 65,8% de bastante desconfianza, 30% total desconfianza
y 4,2% ni mucha ni poca confianza. Por parte de los hombres, 11,8% bastante
desconfianza, 29,2% total desconfianza, 40,5% ni mucho ni poco y 18,5% nada
desconfianza. Por último, en la espacialidad del centro comercial, por parte de
las femeninas encuestadas existe una incidencia de 80% ni mucha ni poca
confianza, 13% poca desconfianza y 7% bastante desconfianza. En masculinos,
un 33% poca desconfianza, 10% bastante desconfianza, 35% nada de
desconfianza y 22% total desconfianza (véase Figura 6).
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 278
FIGURA 6. POBLACIONES, ESPACIOS, CONFIANZA VS DESCONFIANZA
Fuente: Elaboración propia.
En relación con el acoso sexual, se les preguntó la incidencia de
experiencia y la expresión en la que lo han sufrido. En la población femenina, un
50% lo ha sufrido en varias ocasiones, 43,5% muchas ocasiones y 6,5% siempre.
En masculinos, 34% nunca lo ha sufrido, 60% en una ocasión y 6% en muchas
ocasiones. En materia de tipo de acoso, las encuestadas femeninas dan cuenta de
10% tocamiento, 22% intento de tocamiento, 8% persecución, 12%
exhibicionismo, 40% piropos y 8% ofensas de origen sexual. Así también, sobre
el lugar donde se sufrió el acoso, para las femeninas 3% en callejón, 30% escuela,
25% transporte público, 28% casa-hogar, 5% calle iluminada, 4% bar y 5%
terreno baldío. Por parte de los masculinos, 13% casa abandonada, 10% edificio
80,20%
0%
0%
0%
19,80%
78,20%
0%
1%
0%
20,80%
22%
15,60%
25%
6%
31,40%
5%
43%
15%
0%
37%
30%
4,20%
0%
0%
65,80%
0%
80%
13%
0%
7%
TOTAL
DESCONFIANZA
NI MUCHO NI POCO
DESCONFIANZA
POCA
DESCONFIANZA
NADA
DESCONFIANZA
BASTANTE
DESCONFIANZA
POBLACIÓN FEMENINA
Edificios abandonados Casas abandonadas Avenidas Barrios populares Bar Centro comercial
0%
23,50%
35%
3%
38,50%
55,70%
25,20%
15,80%
3,30%
0%
16%
31%
11%
0%
42%
43%
12%
22%
15%
8%
29,20%
40,50%
0%
18,50%
11,80%
22%
0%
33%
35%
10%
TOTAL
DESCONFIANZA
NI MUCHO NI POCO
DESCONFIANZA
POCA
DESCONFIANZA
NADA
DESCONFIANZA
BASTANTE
DESCONFIANZA
POBLACIÓN MASCULINA
Edificios abandonados Casas abandonadas Avenidas Barrios populares Bar Centro comercial
279 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
iluminado, 15% calle sin iluminación, 8% avenida grande, 8% barrio, 9% centro
comercial y 3% callejón.
Otro dato importante es sobre el número de agresores que cometieron el
acto de acosar; para las encuestadas femeninas 78% fue un agresor, 12% dos
agresores y 10% en grupo. En los encuestados masculinos, 30% un agresor, 40%
dos agresores y 30% en grupo. Así también, en contexto de reacción ante el acoso
la población femenina indica que 6% sonrió, 12% guardó silencio, 40% caminó
de prisa, 32% ignoró y 10% vigiló constantemente. En masculinos, 58% caminó
de prisa, 40% otra reacción y 2% vigiló constantemente.
Por último, la sensación frente al acoso fue en un 65% miedo por parte de
las femeninas, 15% desconfianza, 10% ansiedad y 10% otro. En masculinos, 20%
tranquilidad, 65% ansiedad y 15% desconfianza (véase el Cuadro 2).
CUADRO 2. ACOSO, DINÁMICA, LUGAR, AGRESORES Y SENSACIÓN
Hallazgo
Incidencia femenina
Incidencia
masculina
Resultado relevante
Frecuencia de
acoso
50% muchas
ocasiones
43,5% muchas
ocasiones
6,5% siempre
60% una ocasión
34% nunca
100% de la población
femenina ha sido acosada.
Tipo de acoso
40% piropos
22% intento
tocamiento
12% exhibicionismo
55% gritos de
contenido sexual
40% piropos
Piropo y grito de
contenido sexual son las
dos principales
expresiones de acoso.
Lugar de
acoso
30% escuela
28% casa-hogar
25% t. público
15% calle sin
iluminación
13% casa abandonada
10% edificio
iluminado
La escuela y la casa hogar
son los principales
lugares de acoso
femenino y en
masculinos, la calle sin
iluminación.
Agresor/es 78% un agresor
12% dos agresores
40% dos agresores
30% un agresor y
grupo
Un agresor es el principal
victimario de ambas
poblaciones.
Reacción ante
el acoso
40% caminó de prisa
32% ignoró
12% guardó silencio
58% caminó de prisa
40% otro
2% vigiló
Caminar de prisa es la
principal reacción de
ambas poblaciones.
Sensación ante
el acoso 65% miedo 65% ansiedad
Ambas sintomatologías
son parte de emociones
negativas.
Fuente: Elaboración propia.
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 280
4. DISCUSIÓN
El objetivo del presente documento es conocer la/s experiencia/s de acoso
sexual en estudiantes de educación superior en Ciudad Juárez, Chihuahua,
México y el cómo viven las espacialidades en materia de sensaciones y
percepciones de seguridad/inseguridad. A esto, es necesario destacar que fueron
un total de 414 participantes, de los cuales, 318 fueron femeninas y 96
masculinos. En materia estadística existe una población de 77% femeninas y 23%
masculinos. Así también, en datos demográficos, un 65,2% de las femeninas
tienen entre los 17 a 20 años, 85% son estudiantes de tiempo completo y 45% se
trasladan en transporte público. En los masculinos, 21 a 24 años tiene incidencia
de 47,8%, 78,9% son estudiantes de tiempo completo y trabajan
(formal/informal) y el 75,4% se traslada en transporte público.
Respecto a la espacialidad, la población femenina siente mayor
tranquilidad en el área laboral y el cine, por el contrario, la sensación de mayor
miedo se da en espacios nocturnos, como los bares. En adición, la población
masculina siente tranquilidad en cine, trabajo, parque público y bares. Así
también, tienden a no sentir miedo en ninguna espacialidad, salvo en baja
intensidad en el parque público. El análisis comparativo es relevante, ya que
según McDowell (1999), la identidad y el lugar dictan lo permisible en el espacio
y lo no permisible, a partir de la inculcación de los géneros mediante la violencia
patriarcal. En este sentido, lo masculino se entiende como lo permisible, quien
tiene derecho de transitar, ocupar e incluso disfrutar y, por el contrario, lo
femenino como lo excluido y negado. Es claramente tangible que las
participantes cuentan con mayores sensaciones de miedo en centros nocturnos y
solamente dos espacios de seguridad, o bien, con mayor sensación de seguridad.
Así también, la condición masculina tiende a no tener miedo en la espacialidad e
incluso a disfrutar todos los espacios referidos por los participantes.
281 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
Otro dato relevante es la estrategia al salir sin compañía, o bien,
deambular sin compañía al salir de casa. Las participantes tienden a vigilar
constantemente el entorno, evitar ciertos lugares y caminar de prisa. En los
participantes, vigilar el entorno constantemente, llevar teléfono en mano y evitar
ciertos lugares. Es importante hacer notar que existen similitudes en ambas
poblaciones. Para Nieto (2014), las estrategias en ocasiones recurren
directamente de la experiencia individual, misma que construye la experiencia
sociosimbólica tanto en lo social y político. En otro orden de ideas, es posible
aseverar que ambas poblaciones han tenido experiencias negativas en el traslado,
que los lleva a dichas iniciativas.
Así también, en sensaciones al deambular un lote baldío, la población
femenina hace notar que desarrolla pensamientos recurrentes de evitar el lugar e
inseguridad. En los masculinos mayormente es sensación de inseguridad e
incertidumbre. En estos espacios es común encontrar desechos tóxicos, llantas,
basura y toda índole de desperdicio. Además, tienden a ser extensos, despoblados
y sin vigilancia. Monárrez (2009) indica que son espacios permisibles para la
violencia, impunes y con antecedentes de asesinato tanto de hombres y mujeres.
No es una coincidencia que ambas poblaciones sientan inseguridad y traten de
evitar deambular por el lugar, por el contrario, es un antecedente que puede
derivar en experiencia, conocimiento de hechos violentos, narrativas, entre otras.
Los centros comerciales son otro espacio que se cuestionó, ello, tanto en
la percepción de inseguridad y seguridad. Para las femeninas tiene un alto incide
de inseguridad el centro histórico y Sendero las Torres. Por el contrario, la mayor
seguridad es percibida en Misiones y Sendero. En comparación, la población
masculina siente mayor inseguridad en Sendero las Torres y Gran Patio. Así
también, Sendero y Gran Patio tienen incidencia de seguridad. Los resultados son
relevantes: Monárrez (2009) identifica que el centro histórico es la zona de mayor
incidencia en desaparición y feminicidio desde la década de los noventa en
Ciudad Juárez. La inseguridad que identifican las participantes se encuentra a
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 282
partir de la experiencia narrativa, conocimiento periodístico e incluso registro
académico. Otro punto relevante son los centros comerciales Misiones y Sendero,
los mismos se encuentran ubicados en la zona de menor incidencia delictiva, por
esta razón, existe una racionalidad de percibirlos sin peligro, o bien, con mayor
seguridad (IMIP, 2020). Por parte de los masculinos, los centros referidos
inseguros se encuentran en la zona periférica con alto índice de delincuencia
(IMIP, 2020).
Sobre espacios de confianza y desconfianza, la población femenina tiene
total desconfianza en los edificios y casas abandonados. Por el contrario, cuenta
con nada de desconfianza en avenidas. Para los participantes existe una total
desconfianza en casas abandonadas y barrios populares. En nada de desconfianza
los centros comerciales y los bares. El presente sentimiento de confianza y
desconfianza no está basado en prejuicio, en muchas de las ocasiones le
anteceden experiencias, consumo de contenido de información sobre
acontecimientos negativos, o bien, relatos escuchados directamente de personas
conocidas o cercanos.
Con relación al acoso sexual, existen seis hallazgos importantes para el
presente documento, es decir, la frecuencia de acoso, tipo, lugar de incidencia,
agresor/es, reacción y sensación ante el acoso. En la población femenina el total
de la población ha sido acosada, mayormente a partir de piropos, intento de
tocamiento y exhibicionismo. Los lugares de alta incidencia son la escuela, la
casa y el transporte público. Existe una mayor posibilidad de ser agredida por un
sujeto o dos. Las reacciones de las encuestadas fueron caminar deprisa, ignorar
y guardar silencio. Así también, el miedo es el mayor sentimiento al experimentar
la agresión. En los masculinos, seis de cada diez han sido acosados en por lo
menos una ocasión, esto, a partir de gritos de contenido sexual y piropos. El lugar
de incidencia ha sido la calle sin iluminación, casa abandonada y edificio
iluminado. Mayormente son agredidos por dos personas o grupos y la reacción
frente a la misma es caminar deprisa, vigilar y otra no especificada. El
283 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
sentimiento de mayor presencia es ansiedad.
En discusión a los datos de acoso, Stanley y Wise (1992) afirman que el
acoso se encuentra y produce en todas partes. Esta afirmación es certera para la
población femenina, pues la totalidad en por lo menos una ocasión ha sido
agredida. Además, aunque la incidencia en masculinos es alta, la expresión de
acoso es diferente para las poblaciones. Por su parte, la femenina sufre el acoso
tanto en narrativas, intentos de tocamiento y exhibicionismo, en masculinos,
solamente en narrativas.
Sobre el lugar de agresión, las femeninas lo experimentan en escuela, casa
y transporte público, por su parte, los masculinos en calles, casas abandonadas y
edificios. La escuela y la casa son los principales lugares de acoso femenino. Esto
es relevante, ya que ambas instalaciones arquitectónicas, refiere Foucault (1999),
se viven como espacios otros, pues no coinciden con la lógica para la cual fueron
construidos. Tanto la escuela como el hogar son lugares para educar y proteger,
pero, al contrario, la población femenina vive estos espacios desde la otra lógica
de distopía. En otro orden de ideas, al acudir o encontrarse tanto en la escuela
como en casa, experimentan violencias sexuales por diferentes entes, situación
que no genera una sensación de alivio y protección, por el contrario, produce
desconfianza, temor y otras sensaciones negativas.
Así también, un agresor es el principal modus operandi del acoso sexual
para ambas poblaciones. En esta interacción, la reacción ante el acoso por las dos
poblaciones es caminar de prisa con sensaciones de miedo y ansiedad. A esto, en
materia de reacción ante la agresión sexual, Valencia (2010) refiere que es una
forma de subordinación que permite vivir como un producto, mercancía o
acumulación. El pasar deprisa ante la violencia y evitar la confrontación evita en
gran medida una violencia de mayor intensidad, o bien, de mayor duración. Esto
es relevante, pues está íntimamente ligado con la condición de traslado y uso del
espacio. McDowell (1999) explica que existe conjugación entre el espacio físico
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 284
concreto (tal como los espacios referidos en la encuesta como escuelas, transporte
público, casa, calle, centro comercial, entre otros), los territorios de permisibles
de acoso (territorio patriarcal) y la interacción entre los cuerpos, esto en su
conjunto es referido como la espacialidad intersticial, misma que funciona en la
presente como dispositivo desde la visión de Foucault (2005) y Rabotnikof
(2008a) y que favorece la presencia de lo masculino en lo abierto-manifiesto y
excluye-niega lo no masculino.
5. CONCLUSIÓN
La población femenina en total ha sido acosada en por lo menos una
ocasión; esto tiene relación con la afirmación de Stanley y Wise (1992) al
aseverar que no existe espacio en donde las mujeres no hayan sido víctimas de
violencia sexual. Un punto fundamental es que lugares como la escuela, la casa
y el transporte público son zonas de mayor riesgo para las referidas, donde sufren
acoso principalmente por expresiones de piropo, exhibicionismo y persecución.
En este sentido, ocupan el espacio de forma secundaria, situación que las lleva a
soportar o resistir violencias y tener respuestas pasivas ante la agresión, mismas
que van desde caminar rápido, evitar la confrontación e incluso guardar silencio.
Seis de cada diez mujeres sienten miedo al ser víctimas de acoso sexual, esto,
principalmente por un agresor y en menor medida por dos agresores.
En contraste, la población masculina no está exenta de sufrir el acoso; sin
embargo, lo hacen en menor incidencia a partir de la presente población e incluso
mediante expresiones de menor riesgo en relación con la población femenina. El
acoso en contra de los masculinos es principalmente mediante gritos y piropos,
en lugares de riesgo, tal como casas abandonadas. La agresión tiende a ser por
dos agresores o grupos y la reacción es evitar el conflicto al caminar de prisa,
además, tienden a sentir ansiedad seis de cada diez acosados.
285 Experiencia de acoso sexual en estudiantes universitarios y la
espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación
Los resultados guardan similitudes con los estudios realizados por
Echeverría y otros (2017), los que muestran que las mujeres sufren más acoso en
relación con los hombres. Así también, el estudio de Hernández y otros (2015),
quienes plantean que ellas tienen una mayor incidencia de sufrir acoso en la
espacialidad de la escuela. Esto es relevante, ya que, en comparación con las
instituciones de educación superior en México, existe una incidencia alta de
acoso, misma que se gesta en la institución y que la ausencia de protocolos,
instrumentación de detección y nula atención incentivan la reproducción y el
aumento del acoso sexual en contra de la población estudiantil, principalmente
contra mujeres.
En adición, el presente documento da cuenta de cómo la espacialidad de
la escuela9 (principalmente) genera una formación de comportamiento frente al
hecho de acoso (ignorar, caminar de prisa, guardar silencio), mismo que es el
disciplinamiento en los espacios-territorios, que a la vez adhieren la lógica de
vigilancia sobre los cuerpos no masculinos, tanto en las aulas, al transitar hacia
la escuela, o bien, al desarrollar actividades relacionadas con la institución. Así
también, como exclusión-negación de lo ajeno mediante el ejercicio de poder
(acoso sexual), a través de la pauta del poder-saber. Es decir, se expone que, ante
la presencia de población femenina en los espacios como la escuela, existe un
proceso de interiorizar el saber y mediante la heteronorma-neopatriarcal entender
el acoso en la espacialidad escolar, como una cotidianidad que disciplina su
estancia y es parte de su interacción. Por tanto, el acoso es el resultado de la
interacción territorio-cuerpo-saber y se vive en lo escolar (Foucault, 2014;
Agamben, 2011; Rabotnikof, 2008a).
9 Si bien es cierto que existe alta incidencia en transporte público y hogar, para fines de
la presente investigación se toma el resultado de mayor valor y también, el relacionado
con el cuerpo del documento.
Hugo Martínez Ochoa y Salvador Salazar Gutiérrez 286
Por último, el presente documento es un primer acercamiento al
fenómeno y requiere de mayores instrumentos metodológicos tanto en contexto
cuantitativo y cualitativo, para una mayor incidencia en resultados. Así también,
es importante considerar que existen necesidades imperiosas de desarrollar
medidas de disminución y/o erradicación del acoso sexual. Entre ellas, la
creación de protocolos de atención, reforma a los códigos internos de conducta
para profesores/as, empleados generales y estudiantes, creación de consejos
estudiantiles para el combate de violencia sexual, entre otros.
RECIBIDO: 10 DE AGOSTO DE 2021
ACEPTADO: 23 DE DICIEMBRE DE 2021
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