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BRIZ GÓMEZ, ANTONIO. Saber hablar, Madrid, Instituto Cervantes, Aguilar, 2008, 270 págs. [Montserrat Pérez Giménez]

Authors:
Antonio Briz Gómez (coord.) (2008): Saber hablar, Madrid, Instituto
Cervantes/Aguilar, 270 págs.
MONTSERRAT PÉREZ GIMÉNEZ
Universitat de València
Grupo Val.Es.Co
El presente volumen, coordinado por Antonio Briz, se propone servir
de guía para hablar bien, para enfrentarse a la producción del discurso
oral; trata de ser un modelo para el aprendizaje del saber hablar dirigido
a cualquier individuo que se vea en la necesidad de expresarse oralmente
en público.
Ya en la presentación, se alude a la importancia, cuando no necesidad,
de dominar el lenguaje, de disponer de una sólida competencia comunica-
tiva que permita comunicarse con éxito en diferentes situaciones, de diri-
girse a diferentes interlocutores con variados fines.
Dada su intención pedagógica, la obra posee una estructura clara y
organizada, dividida en nueve capítulos, en los que se avanza de lo general
(características de los buenos discursos orales, que gozan de adecuación,
coherencia, cohesión y corrección) a lo particular (variación discursiva de
géneros de carácter monológico y dialógico de diferentes ámbitos de uso).
En los diversos capítulos, los autores se sirven de consejos y ejemplos
ilustrativos, lo que favorece una lectura amena, incluso para un público no
especializado, lo que corrobora su finalidad divulgativa. Además, las ideas
importantes se destacan con letra cursiva, formato que se ha respetado en
la redacción de esta reseña.
En el capítulo 1, titulado “¿Qué es saber hablar?”, los autores justifican
la importancia de la comunicación lingüística, del dominio de la palabra.
Caracterizan el saber hablar como una capacitación lingüística y cultural que
permite a los individuos “comunicarse globalmente a pesar de la diversidad
cultural” (pág. 19).
Según afirman, la capacitación o competencia comunicativa es la base para
saber hablar bien en este universo global (pág. 19) y explican en qué consiste
dicha capacidad: “en el conocimiento preciso de la intención comunicativa
y de la situación en que se desarrolla la comunicación”, “en el aprendizaje
del uso correcto de la lengua” y “en la capacidad de integrar los dos cono-
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cimientos anteriores, lo que se llama comúnmente la competencia pragmá-
tica, el uso adecuado de ese lenguaje aprendido según el propósito u objeti-
vo y la situación” (pág. 20).
En las páginas que siguen, aclaratorias de lo que se analiza con mayor
pormenor en los sucesivos capítulos, los autores van aportando diferentes
rasgos que definen, de manera acertada, el saber hablar o, como precisan,
“el saber hablar bien”:
Es “ser capaz de enfrentarse verbal y extraverbalmente no solo ante
un público poco activo”, también saber preparar y saber ejecutar los dis-
cursos ante cualquier oyente o grupo de oyentes con los que se pretende
interactuar” (pág. 21).
Es “usar de modo ‘correcto’ el lenguaje,la‘norma gramatical’”
(pág. 23). En este sentido, remiten a la institución de la Real Acade-
mia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Espa-
ñola como autoridad en la materia. Por otra parte, aclaran que “la
corrección no tiene la misma medida en el discurso oral que en
el escrito” (pág. 25), pues las propias características del discurso
oral hacen que la construcción gramatical sea diferente y se altere
con frecuencia “debido a interrupciones y cambios del plan sintác-
tico”, etc. (pág. 25).
Es “usar de modo ‘adecuado’ el lenguaje” (pág. 26), “adecuado al
contexto comunicativo” (pág. 27), “adecuado a las características
del público y a las reacciones de éste durante el discurso” (pág. 30)
y “ajustado al tiempo” (pág. 32).
Es “producir ‘claramente’ el discurso” (pág. 32), tanto el conteni-
do como la expresión, esto es, equivale a tener las ideas claras”
(pág. 33) y a disponerlas y organizarlas de forma comprensible.
Además, conviene ser claro al articular y producir el habla (pág. 36).
En este sentido, afirman que “la naturalidad es una de las claves del
éxito” de eso que definen como buen discurso o saber hablar (pág.
37). Asimismo, subrayan la importancia que tiene la comunicación
no verbal: los gestos y las posturas, el espacio o distancia entre los
interlocutores, la orientación temporal y los elementos de aparien-
cia o aspecto personal (págs. 38-40).
Es “establecer y mantener las relaciones interpersonales, es velar
por la imagen ajena y propia” (pág. 40), en definitiva, ser cortés, lo
que se consigue mediante la búsqueda de un equilibrio en la protección
y maximización de las imágenes del yo y el (pág. 40). Más adelante,
los autores afirman que la cortesía en un mecanismo de acercamiento so-
cial en todas las lenguas y culturas, pero no todas las sociedades en-
tienden y practican del mismo modo dicha cortesía (pág. 42).
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Es “usar de modo estratégico el lenguaje para lograr los objetivos
previstos”, pues “al hablar intentamos siempre lograr la aceptación
y el acuerdo del otro” (pág. 44).
El capítulo 2, “Hablar correctamente”, se centra en una de las condi-
ciones indispensables para lograr hablar bien en público y ser adecuado
al contexto comunicativo: la corrección.
Los autores especifican que hablar con corrección significa:
a) “Pronunciar correctamente”.
b) “Respetar las reglas gramaticales de la norma lingüística, sin come-
ter errores de tipo morfológico o sintáctico”.
c) “Expresarse correctamente desde un punto de vista léxico”, sin
abusar, por ejemplo, de muletillas como “bueno”, “entonces”, etc.
(pág. 47).
Sobre la corrección fónica, explican que consiste en “pronunciar con
corrección, evitando errores ortológicos, y de modo natural, sin afectación”
(pág. 49). Los autores indican que “debemos tener en cuenta las normas de
pronunciación del español estándar cuya referencia es la norma común
de los hablantes cultos, mayoritaria entre los hispanohablantes”, observable
en ámbitos académicos, políticos, profesionales de alto nivel y en medios
de comunicación. Así, según advierten, se van a centrar en el análisis de fe-
nómenos observables en el español estándar, aunque valoran, justamente,
las variedades en la pronunciación y la diversidad de acentos (regionales y
locales), pues enriquecen la lengua española.
A continuación, los autores incluyen dos tablas que resultan de gran
provecho. La primera de ellas permite repasar los rasgos de pronunciación
característicos de determinadas letras que suelen presentar errores ortoló-
gicos, como la letra “v”, correspondiente al fonema bilabial oclusivo sonoro,
y como observación de uso indican “No pronuncie la vcomo una fsuave”
(pág. 52). La segunda tabla corresponde a la pronunciación de letras en po-
sición implosiva o trabada, como la
/p/ en “dioptría”; sobre ellas se ofre-
cen pronunciaciones que deben evitarse.
En cuanto a la corrección gramatical, afirman que es otro de los aspec-
tos que debe atenderse si se quiere hablar bien, en especial en situaciones
que requieren un uso formal y cuidado de la lengua. Ser correcto gramati-
calmente supone “prestar atención a las características lingüísticas, tanto
morfológicas como sintácticas, y tratar de respetar las convenciones s
estandarizadas de la norma culta” (pág. 58).
De nuevo, se solicita al lector que sea consciente de su propia variedad
dialectal, constatando que ninguna es mejor que otra aunque en todas
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ellas hay formas correctas e incorrectas de acuerdo con la norma” (pág. 59),
pues dicha norma, en definitiva, es común para todas las variedades dia-
tópicas del español.
Seguidamente, repasan las características gramaticales de la lengua oral
e incorrecciones en las que los hablantes suelen incurrir, pues un primer
paso es ser consciente de los errores gramaticales que uno comete. Para
ello, analizan un fragmento de conversación informal entre dos empleados
de una multinacional automovilística. En la transcripción de la conversación
se aprecian dos tipos de elementos:
Rasgos característicos de las interacciones orales informales, que
no tiene por q ser incorrectos, por ejemplo, uso de formas en-
fáticas, uso de deícticos y referencias al momento actual de la con-
versación, uso de pronombres redundantes con valor expresivo,
etc. Estas y otras características las clasifican en una ilustrativa tabla
(págs. 62-64).
Incorrecciones frecuentes cometidas cuando se habla, presentadas
de nuevo en una tabla (págs. 65-66): formaciones incorrectas de
verbos irregulares, uso incorrecto de infinitivos en lugar de impera-
tivos, usos incorrectos de los pronombres personales átonos de
persona (laísmo, leísmo y loísmo), etcétera.
Con respecto a la corrección léxica, explican que no resulta fácil expli-
car en qué consiste, pues la norma no es tan estable como la morfosintác-
tica, sobre todo cuando se emplea la lengua oral. Además, “el nivel léxico
[es] el que más variaciones y cambios ha sufrido y sufre en el devenir lin-
güístico, debido a factores tales como la influencia de otras lenguas (…),
la edad de los hablantes (…), la existencia del vocabulario específico de las
lenguas especializadas” (pág. 67).
En este apartado, revisan los siguientes aspectos:
Carencias y “vicios” xicos que hay que evitar. Realizan un repaso de
las características de lo que se suele definir como un “léxico pobre”,
a saber, vocabulario limitado,falta de precisión léxica,impropiedad léxica,
que puede deberse esta última a:
a) desconocimiento del significado de las palabras;
b) la coincidencia en la forma y en el sonido de dos palabras dife-
rentes que, debido a esta similitud, se confunden en el uso;
c) las deformaciones de palabras y expresiones por etimología
popular.
¿Qué podemos hacer cuando no conocemos una palabra? Explican los
autores que se puede hacer uso de “estrategias de comunicación
compensatorias como las descripciones y paráfrasis” (pág. 71).
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¿Qué implica la corrección léxica? Según afirman, “utilizar un vocabu-
lario amplio y rico en matices y significados, que nos sirva para mo-
delar de manera adecuada la expresión de nuestras ideas” (pág. 72).
Consejos prácticos para el uso correcto del léxico. Los formulan pensando,
como en toda la obra, en las situaciones más formales que requie-
ren de un cuidado especial en la expresión. Algunos de ellos son:
“asegúrese de tener disponible un vocabulario variado para no caer
en las repeticiones de las mismas palabras” (pág. 74); “practique la
agilidad mental para recuperar palabras en situaciones comunica-
tivas no planificadas” (pág. 74); “localice sus muletillas” (pág. 75),
etcétera.
El capítulo 3 lleva por título “La producción del discurso oral: la clari-
dad en las ideas” y trata sobre las dos primeras fases de las cuatro en las que
dividen la preparación de un discurso:
1ª) saber de qué se va a hablar (la invención);
2ª) ordenar las ideas (la disposición);
3ª) revestir de palabras las ideas (la elocución);
4ª) la puesta en acción (la memoria y la acción).
A lo largo del capítulo, con el fin de facilitar su comprensión, se ofre-
cen explicaciones a partir del análisis de dos situaciones en las que es ne-
cesario hablar en público: la de un alto ejecutivo que tiene una reunión,
y la de un recién licenciado que se enfrenta por primera vez a una entre-
vista de trabajo.
Como advierten los autores, lo primero que debe hacerse es analizar
las circunstancias en las que se va a producir nuestra intervención, así como el tipo
de público al que nos vamos a enfrentar, lo que dicho público espera de nuestro
discurso y, asimismo, lo que queremos y/o podemos conseguir (pág. 79). En este
sentido, realizan las siguientes afirmaciones:
“Todo discurso que no tenga en cuenta las circunstancias de emi-
sión está condenado al fracaso” (pág. 79).
“Sepa en todo momento cuáles son sus objetivos y sepa distinguir
lo básico de lo accesorio para un hipotético caso de negociación”
(pág. 81).
“Cada público admite como válido un conjunto diferente de argu-
mentos” (pág. 81).
Sobre la selección y ordenación de las ideas, recomiendan “elegir los argu-
mentos que mejor se ajusten a nuestros objetivos” (pág. 83). La selección
de argumentos está supeditada a una estrategia acorde con el objetivo que
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se persigue con el discurso. En esta etapa es necesario recopilar datos y
decidir cuáles y cuántos se van a utilizar. Asimismo, sugieren el empleo de
la argumentación (encadenamientos argumentativos) y de la apelación a los
sentimientos del auditorio (argumentos emotivos).
A continuación, se refieren a la ordenación y jerarquización de las ideas,
aspectos que resultan fundamentales, pues “la estructura de un discurso
determina su comprensión” (pág. 92). En primer lugar, distinguen las par-
tes en las que se divide un discurso:
La introducción, que consta de un saludo y unas palabras de agrade-
cimiento (captatio benevolentiae), así como de un resumen de los prin-
cipales puntos que se van a tratar y secciones en que se va a dividir el
discurso (partitio).
El cuerpo, que “puede constar de una narración de hechos previos;
un núcleo argumentativo en el que se desarrollan las principales ideas
del discurso; una refutación de los argumentos de los rivales y, final-
mente, un epílogo (pág. 95).
La conclusión y/o despedida, formada por unas palabras que creen
una buena impresión en el auditorio, así como por los agradecimien-
tos (pág. 98).
Seguidamente, explican diferentes modelos de estructuración de un discurso,
para lo que aducen las ventajas de cada uno y se sirven, como siempre, de
sencillos ejemplos. Puede tratarse de una estructura inductiva,deductiva,en-
cuadrada y/o en paralelo (págs. 98-102).
En el capítulo 4, “La producción del discurso oral: la claridad en la
expresión”, se aborda el estudio de ciertas habilidades lingüísticas que un
orador ha de dominar si quiere asegurar el éxito de su exposición. Dichas
habilidades consisten en tácticas verbales ytácticas prosódicas. Pero antes de
estudiarlas, recuerdan al lector que “el discurso no es algo que se elabore
sobre la marcha de forma espontánea, irreflexiva, etcétera, sino que es el
producto final de una elaboración previa, de ahí la conveniencia de plas-
marlo por escrito antes de ser expuesto” (pág. 105).
Sobre las tácticas verbales, constituyen una suerte de estrategias para
transmitir los llamados indicios de fiabilidad”, como la forma de hacer saber
al auditorio “que no le vamos a hacer perder el tiempo” o que se domina
el tema abordado en el discurso (pág. 106). Como advierten los autores, “el
discurso oral debe satisfacer unos mínimos lingüísticos; en la medida en que
se incremente la presencia de esos rasgos el resultado final será elocutiva-
mente tanto más eficaz” (pág. 107). En este sentido, especifican una serie
de cualidades para lograr una buena expresión (exposición) oral:
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1. Claridad: cualidad que se fomenta cuando la exposición se adapta a
las características de los receptores. Puede conseguirse mediante re-
cursos lingüísticos como la enumeración, “exposición sucesiva de par-
tes, de cualidades”; y la gradación, “presentación escalonada de ideas”
(pág. 108).
2. Precisión: “decir exactamente lo que se quiere decir sin dar pie a
ambigüedades o confusiones en el significado de las cosas” (pág.
109). Para lograrla, además, han de evitarse las muletillas, ya sean
“corporales” o “lingüísticas” (pág. 111). Recursos lingüísticos que
favorecen la precisión son la definición, la división coherente de con-
ceptos y la sinonimia.
3. Corrección, “abarca todos los aspectos de la normativa, desde la
pronunciación hasta la adecuación semántica, pasando por la bue-
na construcción sintáctica y el uso con propiedad de las palabras”
(pág. 113).
4. Concisión y elegancia. La premisa básica es “sea breve”. Se trata de
“ajustarse al tiempo sin traicionar el fondo del discurso” (pág. 115).
Para resultar elegante expresivamente, se ha de seleccionar de ma-
nera cuidadosa el estilo, el vocabulario, la sintaxis, etcétera.
En otro orden de cosas, los autores recomiendan la puesta en práctica
de la persuasión para asegurar la eficacia del discurso. Esta capacidad puede
fomentarse mediante el empleo de recursos expresivos como la captatio be-
nevolentiae, la demostración de una actitud de modestia, etc. Resultan útiles,
asimismo, las figuras de dicción y las figuras de pensamiento, que los autores
explican mediante ejemplos.
Con respecto a las tácticas prosódicas, suponen las habilidades lingüís-
ticas para controlar las cualidades de la voz, caracterizada desde el ámbito
segmental, suprasegmental y paralingüístico. Así, las cualidades que se han
de controlar son:
El volumen, que permitirá realzar los elementos importantes del discurso
(pág. 121).
Las pausas y la velocidad, que contribuyen a revitalizar el avance
del discurso mitigando el efecto de monotonía” (pág. 123).
El tono o altura musical de la voz, que debe estar en un nivel me-
dio, entre los tonos graves y agudos. A través del tono “se manifies-
tan el carácter del orador y su estado de ánimo: alegría, confianza,
inseguridad, etcétera” (pág. 124).
La flexibilidad, que supone “la capacidad del expositor para variar
todas las cualidades de su voz (…) en función de su interés persua-
sivo, a fin de evitar la monotonía expresiva” (pág. 125).
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Por lo demás, se proponen unos ejercicios prácticos, a modo de
consejos, para controlar la voz, como, por ejemplo, abrir bien la boca o
flexibilizar los labios. Además, queda descrita la entonación, con la que
el auditorio percibe informaciones prosódicas valiosas que “permiten discri-
minar datos sobre el estado emocional del hablante, sobre el grado de re-
levancia de la información transmitida, sobre el registro formal o informal
del discurso, sobre el origen social o geográfico del hablante, etcétera”
(pág. 127).
El capítulo 5, titulado “Elementos externos a la producción oral”, tiene
como objetivo “cuidar la puesta a punto y las condiciones de la exposición”
(pág. 131). Según explican los autores, “la palabra por sola no es suficien-
te: hay que ser elocuente” (pág. 131). Para ello, el orador ha de considerar
de partida unos puntos fundamentales: por un lado, la primera impresión del
público, la que desprende la imagen externa del orador; por el otro, el ner-
viosismo inicial, que irá a menos conforme avance la exposición y que se
debe tratar con naturalidad, es decir, sin reconocer abiertamente lo nervioso
que se está. Para aplacar los nervios recomiendan una buena preparación
de la exposición, lo que dará seguridad y confianza al hablar; también, dar
por sentado el interés del público y tener convicción en que la charla se
desarrollará con éxito.
Además, en el capítulo se distinguen seis apartados, detallados a conti-
nuación.
1. Elección del tipo de presentación más adecuado. El discurso pue-
de presentarse de varias formas: de memoria, la forma s tradi-
cional, “con su empleo se corre el riesgo de poca variedad en la
inflexión de la voz y de caer en la recitación” (pág. 134); leído, re-
comendado para aquellos oradores a los que hablar en público
les produce tensión; mixto, el orador desarrolla su tema sin leer, pero
cuenta con un material de apoyo al que puede acudir en caso de nece-
sidad” (pág. 138).
2. La disposición de la sala. Según recomiendan los autores, “antes de
hablar sería conveniente echar un vistazo al lugar en el que vamos a ha-
blar para saber si la elección del tipo de presentación es viable, y para
“estudiar la acústica de la sala” (págs. 140-141).
3. Situación del público y del orador. La postura que el orador haya
escogido para desarrollar su exposición determina algunos aspec-
tos de su elocución. Si es de pie, debe considerarse que el público
verá todo su cuerpo, por lo que debe controlar sus movimientos,
gestos y posturas, así como no darle la espalda al público. Si es sen-
tado, puede controlarse mejor el cuerpo y se ha de procurar una
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postura cómoda. Si es mixta, se alternarán la posición erguida (con
cierto movimiento) y la sentada, lo que dotará al discurso de “dina-
mismo corporal”, “recurso muy rentable de apelación al auditorio”
(pág. 144).
4. Uso de elementos técnicos. Los medios técnicos facilitan la expo-
sición, pero “pueden fallar en cualquier momento”, por lo que los
autores recomiendan revisar personalmente su adecuación (pág.
144) y tener preparadas alternativas, como ejemplarios o transpa-
rencias por si falla el ordenador o retroproyector. Los medios con
los que puede contarse son el micrófono, las transparencias, los ví-
deos y deoclips, las presentaciones con ordenador, las páginas
web y la documentación impresa (fotocopias, gráficos, etc.). Para
todos ellos, los autores ofrecen útiles consejos fundamentados en
la experiencia.
5. Interacción: preguntas y situaciones inesperadas. Como advierten
los autores, los imprevistos forman parte de cualquier intervención
y el orador ha de estar preparado para ellos. Dividen el conjunto
de imprevistos en tres grandes grupos: antes de comenzar a hablar,
puede que no se disponga del ordenador prometido o que se co-
mience más tarde, etc. (no resulta elegante culpar a la organización
de lo sucedido); durante su intervención, puede producirse, por ejem-
plo, un apagón (no debe fingirse que no se ha visto u oído lo suce-
dido); después de una intervención, pueden producirse preguntas del
público o comentarios de otros compañeros en una reunión de tra-
bajo, lo que es bastante esperable; por ello, se debe estar preparado
para el desacuerdo manteniendo la compostura. Se ha de escuchar
de forma atenta la pregunta y tratar de responder de forma precisa,
con cortesía.
6. El aspecto externo del orador. Según advierten los autores, la ima-
gen externa del orador puede hacer que la intervención se valore
o se rechace. Consideran la imagen desde tres puntos de vista: la
imagen inicial, “los oyentes la asumen desde el comienzo mismo
del discurso”; la imagen global, “impresión general que el público se
lleva a partir de todos los rasgos externos del orador”; la imagen
relativa, “derivada de una situación particular o de un lugar o mo-
mento específicos” (pág. 159). Por otra parte, distinguen aspectos
fundamentales que afectan a la imagen externa ofrecida por el ora-
dor, los que, por un lado, tienen que ver con la kinésica y la proxémi-
ca (gestos básicos, las manos, la mirada, posturas corporales y la
distancia interpersonal) y, por el otro, con la vestimenta. Para cada
aspecto se sirven de oportunas recomendaciones que todo orador
ha de considerar para lograr el éxito de su exposición.
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El capítulo 6 lleva por título “Imagen personal y cortesía al hablar. Las
relaciones con los interlocutores”. Versa sobre la imagen que proyecta un
orador y la cortesía verbal. Para aclarar en qué consiste esta última los auto-
res explican que un orador ha de servirse de mecanismos lingüísticos para
suavizar los mensajes menos agradables de oír o que requieran esfuerzo por
parte del interlocutor; además, según afirman: “[el orador] hará uso de las
formas corteses de trato social, empleará estrategias verbales que favorez-
can el acuerdo, la empatía o el reconocimiento hacia los demás” (pág. 167).
Para desarrollar el capítulo, los autores distinguen tres apartados:
1. La imagen personal en el discurso. La imagen se define como “el
deseo que las personas sentimos de ser valorados positivamente por
los demás, apreciados o respetados” (pág. 168). Pero, ¿cómo se
expresa la imagen en el discurso? Según los autores, mediante el
reflejo de unas actitudes. Por ejemplo, “controlar nuestra expre-
sión redundará en causar una mejor impresión” (pág. 169). Se tra-
ta de sacar partido a las cualidades positivas de cada uno. Un orador
ha de fomentar valores como el de la naturalidad, la autenticidad,
la sinceridad, la coherencia, la modestia, la positividad, la exigencia
y el ser transparentes. Como actitudes, “es importante mostrarse se-
guros y firmes en lo que decimos, pero a la vez evitar ser imposi-
tivos” (pág. 171). Además, conviene recordar que “no respetar la
imagen del otro también daña la nuestra” (pág. 173). Por último,
la pulcritud del mensaje también contribuye a transmitir una buena ima-
gen personal ante el auditorio” (pág. 174).
2. La cortesía verbal. En este apartado se distinguen dos tipos de
cortesía:
Cortesía protocolaria (normativa): “es una cortesía convencional
o ritual, propia de algunas situaciones comunicativas en las
que la tradición cultural ha establecido ciertos cánones de
comportamiento discursivo (pág. 178). Es la cortesía que regu-
la, por ejemplo, las fórmulas de saludo y despedida, las formas
de tratamiento a autoridades, etc. En el capítulo se considera
la relación de esta cortesía con la cultura y se brindan ejemplos
para los principales actos de habla sociales, como los saludos,
las despedidas, apelaciones al interlocutor, agradecimientos, fe-
licitaciones, disculpas, etcétera.
Cortesía estratégica: “se sirve de recursos comunicativos que
velan por la imagen del interlocutor con el objeto de que el
mensaje emitido resulte más eficaz” (pág. 178). Agrupan las
estrategias en dos bloques; por un lado, las estrategias de atenua-
ción “buscan minimizar las posibles molestias que nuestro men-
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saje cause al receptor” (pág. 188); por el otro, las estrategias de
intensificación “se proponen ensalzar al interlocutor, sea su ima-
gen, sea algún aspecto vinculado a él, su trabajo, su familia, su
discurso, etcétera” (pág. 188). Además, los autores ofrecen va-
riados ejemplos de mecanismos para atenuar e intensificar los
enunciados en diferentes actos de habla.
3. Adecuación a las expectativas del destinatario. Se insiste en la im-
portancia de tener presente al destinatario tanto al preparar la
exposición como al llevarla a cabo” (pág. 201). En este sentido, se
ofrecen recomendaciones sobre la selección de contenidos, el ni-
vel de lengua y registro que debe emplearse, la necesidad de ade-
cuarse al tiempo y la capacidad de atención del público, etcétera.
El capítulo 7 se titula Géneros discursivos I. Los géneros discursivos
en el ámbito científico-académico y profesional: monológicos”. Para co-
menzar, definen qué son los géneros discursivos y describen los criterios
para su clasificación. Además, justifican su clasificación de géneros basada
en los ámbitos de uso y en su carácter monológico o dialógico. Distinguen
tres variedades:
1. Conferencias y charlas. Se trata de discursos de carácter expositivo,
aunque también pueden contener elementos argumentativos. “Lo
aconsejable es que dure entre 45 y 60 minutos”, aunque en varian-
tes como las comunicaciones en congresos “la intervención dura
entre 20 y 30 minutos” (pág. 207). Además, establecen la estructu-
ra de una conferencia prototípica, al tiempo que aportan una serie
de recomendaciones y consejos prácticos.
2. Exámenes y oposiciones. En este caso, distinguen tres tipos:
a) los exámenes de preguntas y respuestas;
b) los exámenes y oposiciones de “cantar” temas;
c) los exámenes y oposiciones de explicar temas.
Para cada tipo se brindan consejos prácticos como saber de antema-
no quién será el examinador, llegar puntual, cuidar la vestimenta,
llevar una botella de agua, alzar la mirada y mirar a la cara, etcétera.
3. Defensa de proyectos. Establecen las modalidades de proyectos que
hay según los ámbitos (el académico, el profesional, el jurídico, el
político y el religioso). Lo que “tienen en común es la argumenta-
ción a favor (o en contra) de unas ideas” (pág. 221). Lo que distin-
gue a dichas modalidades es el tipo de ideas o proyectos que de-
fienden y el ámbito en el que tienen lugar. Describen cómo pueden
ser los argumentos y mo establecer su conexión. En este sentido,
ofrecen un repertorio de conectores y el tipo de relación que indi-
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can, por ejemplo, de certeza o constatación, de causa, de condición,
etc. Finalmente, concluyen con la enumeración de unos consejos
prácticos y con la ejemplificación del caso del ejecutivo, usado ya
en el capítulo 3.
El capítulo 8 lleva por título “Géneros discursivos II. Los géneros dis-
cursivos en el ámbito científico-académico y profesional: dialógicos”. Los
autores los clasifican en cuatro grupos:
1. Reunión de trabajo. Parten de su definición y ofrecen sus caracte-
rísticas. Además, establecen diferentes modalidades en función de
las necesidades concretas de cada situación: reuniones sectoriales
de organismos nacionales o internacionales, juntas generales, asam-
bleas, negociaciones, seminarios de trabajo, consejos y reuniones
en el ámbito docente, etc. Su pretensión no es tanto caracterizar
todas ellas, pero ofrecer “rasgos generales que definen estos dis-
cursos y los singularizan frente a los demás discursos dialógicos”
(pág. 230). Entre otros consejos, se recomienda conocer y estudiar
bien el orden del día, no pensar en el interlocutor como un adver-
sario, buscar la empatía, etcétera.
2. Debate, mesa redonda, coloquio. Tras la definición de cada tipo de
discurso, se indican modalidades según el ámbito de uso de que
se trate y consejos válidos para todos ellos, como organizar bien la
intervención siguiendo las fases de preparación estudiadas en el
capítulo 3; también, elaborar el discurso teniendo en cuenta que
la intervención va a ser escuchada, ceñirse al tiempo estipulado, ser
respetuoso con los otros participantes, etcétera.
3. Entrevista de trabajo. Después de definirla y caracterizarla, los auto-
res afirman que, a pesar de las posibilidades que ofrecen las nuevas
tecnologías, sigue prevaleciendo la entrevista cara a cara, pues “nin-
gún entrevistador suele renunciar a la posibilidad de tener sentado
frente a él al candidato para poder contar con todos los elemen-
tos de juicio posibles (págs. 242-243). Se distinguen dos momentos:
antes de la entrevista, el aspirante debe preparar las respuestas a las
posibles preguntas que le puedan formular; durante la entrevista, se
caracteriza por la desigualdad en la relación interaccional de los
dos interlocutores, pues “el entrevistador siempre lleva el control del
intercambio” (pág. 244); por una estructura de turnos de palabra cla-
ramente marcada; por tratarse de un ambiente formal, etc. Asimismo,
se expresan los consejos de rigor en estos casos: preparar muy bien
la entrevista antes de acudir a ella, ser puntual, cuidar la expresión
lingüística, mantener siempre el tono formal, etcétera.
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4. Conversaciones telefónicas profesionales. Se definen teniendo en
cuenta tanto las características de cualquier comunicación telefó-
nica (por ejemplo, la ausencia de comunicación no verbal, la posi-
bilidad de aparecer interferencias y cortes momentáneos) como
las propias del ámbito profesional (la necesidad de información
o de obtención de un servicio que el otro le intenta proporcionar o
facilitar, el interés común en el éxito de la llamada, etc.). Sobre los
consejos prácticos, se recomienda hablar con claridad, ser especial-
mente cortés, concentrarse en la conversación que se está mante-
niendo, etcétera.
El capítulo 9 y último se titula “Géneros discursivos III. Los géneros dis-
cursivos en el ámbito social”. Como bien advierten los autores, en estos
géneros, a diferencia de los estudiados en los capítulos 7 y 8, predomina la
intencionalidad emotiva: el orador manifiesta su impresión sobre un hecho
determinado” (pág. 253). Por tanto, “no es tan relevante la información que
se transmita, sino lo que siente el orador ante dicha situación y la relevan-
cia de la situación misma” (pág. 253).
Como principales rasgos de estos géneros los autores señalan su carác-
ter monológico; su pronunciamiento en ocasiones señaladas; su estructura y
contenido supeditados a la intención comunicativa del discurso social (la emoti-
va); y no ser un fin en mismos, sino que se utilizan como medios auxiliares
para dar protagonismo a lo que vendrá después (el banquete nupcial, la
inauguración, el entierro, la celebración de la jubilación, etc.)” (págs. 253-
254), entre otros.
Para desarrollar el capítulo los autores distinguen tres apartados, en los
que proceden de la misma forma: definen y caracterizan el género en cues-
tión, describen su estructura y ofrecen una serie de consejos prácticos.
1. Presentaciones. Deben presentar tres rasgos: ser breves, tener un
carácter laudatorio (sin caer en el exceso) e incluir una mención
explícita a la relación que une a presentador y presentado. Es im-
portante tener en cuenta los tratamientos que se requieren (págs.
259-260).
2. Inauguraciones, aperturas y clausuras. “Se trata de discursos para
celebrar el inicio o el fin de una actuación (pág. 262). Dichos discur-
sos sirven “para declarar oficialmente abierto o cerrado un evento
o inaugurado un edificio, puente, barco, un congreso, una sesión
parlamentaria, un curso académico, etc.” (pág. 262). Se caracte-
rizan por su brevedad y pueden estar pronunciados por una o varias
personas. La estructura del discurso está formada por el saludo, la
referencia a la ocasión del acto, el cuerpo central, los agradecimientos y
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final (pág. 263). Se aconseja saludar a los cargos asistentes, ser
breve, transmitir satisfacción, etcétera.
3. Otros discursos sociales: agradecimientos, discursos de alabanza y
brindis. De nuevo, la brevedad, la sinceridad y la adecuación a la situa-
ción son las características comunes. En los agradecimientos se re-
comienda sencillez en las palabras para que sean comprendidas
por el público; en los discursos de alabanza, informarse del currí-
culum o de la trayectoria vital del homenajeado, ser moderados,
etc.; en los brindis, procurar utilizar un estilo festivo o emotivo, ser
mesurado en los halagos, evitar las expresiones manidas y los tópi-
cos, etcétera.
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