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Hugo Martínez Ochoa. Licenciado en psicología por la Uni-
versidad Autónoma de Ciudad Juárez, Maestro en Acción Pú-
blica y Desarrollo Social por el Colegio de la Frontera Norte,
Doctorante en Doctorado en Estudios Urbanos por la Univer-
sidad Autónoma de Ciudad Juárez; su campo de investigación
se desarrolla en el urbanismo crítico, los estudios de género y
los contextos posestructuralistas de la geografía fenomenoló-
gica. Actualmente se desempeña como académico en la Uni-
versidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Historial editorial
Recepción: 28 de septiembre de 2021
Revisión: 9 de octubre de 2021
Aceptación: 27 de noviembre de 2021
Publicación: 16 de diciembre de 2021
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Espacialidad intersticial:
dispositivo de exclusión-negación
en el fenómeno del acoso sexual1
Interstitial Spatiality:
device of exclusion-denial in the
phenomenon of sexual harassment
Espacialidade intersticial:
dispositivo de exclusão-negação
no fenômeno do assédio sexual
Hugo Martínez Ochoa
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
hugo_mar24@icloud.com
R
El presente artículo pretende mostrar los avances de discusión teórica
sobre espacialidad intersticial como dispositivo de exclusión-negación,
que congura-favorece la presencia y la reproducción del acoso sexual.
A partir, del análisis teórico en diferentes disciplinas: urbanismo y las
concepciones teóricas de los feminismos, se generan aproximaciones
discursivas que permiten visualizar que el espacio, no es sólo una reali-
dad material-morfológica, también, un dispositivo que orquesta entre
otras cuestiones, el acoso sexual con todas sus condiciones. El aporte
radica en discutir la categoría de espacio que se ha congurado fuer-
temente desde el positivismo y plantear la categoría de espacialidad
intersticial como dispositivo.
Palabras clave: Espacialidades, dispositivo, intersticio, género, acoso
sexual
* Este artículo forma parte de un avance de investigación doctoral que lleva por
nombre “La construcción simbólica del espacio urbano neopatriarcal: la espacialidad
intersticial como dispositivo de exclusión-negación en el fenómeno del acoso sexual”.
*
Es pa c i a l i d a d i n t E rs t i c i a l
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is article aims to show the advances in the theoretical discussion on
interstitial spatiality as an exclusion-denial device, which congures-
favors the presence and reproduction of sexual harassment. From the
theoretical analysis from dierent disciplines: urbanism and the theo-
retical conceptions of feminisms; Discursive approaches are generated
that allow visualizing that space is not only a material-morphological
reality, but also a device that orchestrates, among other issues, sexual
harassment with all its conditions. e contribution lies in discussing
the category of space that has been strongly congured from positiv-
ism and raising the category of interstitial spatiality as a device.
Keywords: Spatialities, device, interstice, gender, sexual harassment
Resumo
Este artigo visa mostrar os avanços na discussão teórica sobre a espa-
cialidade intersticial como dispositivo de exclusão-negação, que con-
gura-favorece a presença e reprodução do assédio sexual. A partir da
análise teórica em diferentes disciplinas: o urbanismo e as concepções
teóricas do feminismo, são geradas abordagens discursivas que per-
mitem visualizar que o espaço não é apenas uma realidade material-
-morfológica, mas também um dispositivo que orquestra, entre outras
questões, o assédio sexual com todas as suas condições. A contribuição
está em discutir a categoria de espaço que vem se congurando for-
temente a partir do positivismo e propor a categoria de espacialidade
intersticial como dispositivo.
Palavras-chave: Espacialidades, dispositivo, interstício, gênero, assé-
dio sexual
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I.- I
El urbanismo, menciona Monclús (1995) es una disciplina sin acota-
ción clara y solida. En ocasiones, el mismo parte de conjuntos discur-
sivos, formas de intervención, proyectos arquitectónicos, entre otros.
Esto permite generar un análisis profundo respecto a la ciudad y sus
caracteristicas desde diferentes disciplinas o aperturas teóricas. Gre-
gory (1985) desde la geografía crítica y la hermenéutica, reere que no
es posible realizar un analisis de corte urbanista, sí de por medio no se
encuentran tanto la estructura espacial como la estructura social. Esto,
debido a que las estructuras espaciales se encuentran implicadas en las
sociales y se complementan para la interpretación desde un enfoque
hermenéutico.
La metodología de análisis de Gregory es elemental, debido
a que retoma la discusión de la escuela de sociología urbana y plantea
panoramas con otras disciplinas como la hermenéutica, la geografía
reexiva e incluso la fenomenología. En este sentido, una de las co-
rrientes contemporaneas que sigue las categorías de analisis referidas
es el urbanismo feminista. Es una corriente que entiende a la ciudad
desde un espacio masculinizado-patriarcal, que ha segregado a la mu-
jer al espacio privado y la ha invisibilizado en todo sentido urbano.
Aquí, no sólo se toma atención al uso diferenciado del lugar-espacio
por los contextos de las desigualdades territoriales, también a la cla-
se social, situación política y pertenencia1 (Col.lectiu Punt 6, 2019)
(Massey, 2004) (Crenshaw, 1989), (Lamas, 2018).
A lo señalado, Massey (2004) argumenta que la mujer puede
ocupar los espacios públicos, pero, lo hace bajo una lógica de exclusión
simbólica a partir de su corporalidad. En otro orden de ideas, la ocu-
pación de la mujer en el espacio en materialidad corporal, es sobrepa-
sada por las lógicas de dicotomia público-privado.
II.- D
El aporte radica en discutir la categoría de espacio que se ha con-
gurado fuertemente desde el positivismo y plantear la categoría de
espacialidad intersticial como dispositivo.
1. La categoria de género, la interseccionalidad, el patriarcado y la diferencia sexual,
son elementales en el análisis desde el feminismo.
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III.- D
Espacios públicos-privados ¿Para quién?
En la civilización occidental de Grecia y Roma se establecieron los
espacios público-privado, desde una conguración de división sexual
basada en la normatividad y la política. El hombre se encontraba res-
paldado por la normatividad para vivir el ágora, donde participaba en
asambleas públicas municipales y la cámara municipal. Así también,
tenía permitido el uso del stoa, espacio para las relaciones de interac-
ción social y el comercio. El lugar de las mujeres se ubicaba en el ám-
bito del hogar (privado) referido como la oika. La diferencia se resume
a que sólo los ciudadanos podían acceder al ágora y stoa, tanto para
mujeres, esclavos y extranjeros, la ciudadanía era negada (Martínez,
2002 en Fuentes y Peña, 2011) (Rabotnikof, 2008a).
Nora Rabotnikof (2008a) reere “es habitual referir el origen
de la oposición público/privado a la muy clara distinción entre la esfe-
ra doméstica, ligada a la resolución de necesidades básicas, y a la esfera
pública, entendida como ámbito de acción de una ciudadanía libre
en el tratamiento de los asuntos comunes, como polis” (p.32). A esto,
articula a la polis griega en relación a lo público en tres sentidos: 1) la
politeia incluye el tratamiento de asuntos comunes por ciudadanos, la
participación en la construcción y la defensa de la comunidad políti-
ca. 2) La actividad pública, siendo el contrario del ámbito doméstico
(privado), se desenvuelve en la luz del día y en presencia del otro. 3)
El demos es un espacio abierto a todos, donde existe una ampliación
progresiva a los iguales ante la ley. A lo descrito, la autora le llama “la
imagen clásica” (p.32).
Rabotnikof (2008a) invita también a un análisis profundo de
las categorías: público/privado, con relación a la condición del popu-
lus y la utilidad del individuo. “La res publica representa la propiedad
accesible universalmente al populus y como tal extra- comercio. Uti-
lidad común, ley común y accesibilidad general se vinculan en esta
caracterización de la res publica” (p.33). “La res privata se encuentra
situada, por contraste, in comercio e in patrimonio, relacionada con
un poder diferente, el pater familias, y ubicada en el ámbito cerrado,
replegado sobre sí mismo del domus, la casa” (p.33). La escritora deja
claro que lo público es la equivalencia a lo estatal y lo privado es la po-
lítica económica- mercantilista, que sienta las bases del desarrollo de
la producción y el poder privado. Algo interesante es que lo corporeo
en el contexto de lo no masculino, es percibido y caracterizado desde
lo privado y la propiedad masculina. Sin embargo, estas visiones del
espacio público-privado son los inicios de la preocupación por el uso
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diferenciado del espacio. Por ello, el espacio público-privado, tiene su
metamorfosis en varios escenarios: 1) normativo-funcional, 2) jurí-
dico-político, 3) heternormativo-patriarcal (Llano y Valencia, 2004),
(Rabotnikof, 2008a), (Rabotnikof, 2008b), (Fuentes y Peña, 2011),
(Donzelot, 1979).
Existe un tercer componente denominado signicado. Relph
(2007) entiende que el espacio tanto público como privado en rela-
ción con el signicado, cuenta con tres componentes: 1) conguración
física estática, 2) actividad y 3) signicados. Esto forma una nueva
descripción del entorno que puede ser clasicada como signica-
do-identidad. El autor, deja claro que el signicado del espacio puede
encontrarse en el entorno físico, en los objetos y actividades. Mismos
que no son propiedad de ellos, por el contrario, son propiedad de las
intenciones y la experiencia humana en el espacio. En este sentido, la
dimensión del signicado-identidad, abarca: lugar, espacio, persona,
tiempo y acto. Que dan la fusión del signicado-acto-contexto.
La visión de Relph me ayuda a poder plantear que la espacia-
lidad morfológica y la interacción, contextualizan un espacio en con-
creto desde la experiencia, y que dicha experiencia determina el uso
del espacio mismo (Llano, Valencia, 2004), (Gregory, 1985), (Martí-
nez, 2002 en Fuentes y Peña, 2011), (Rabotnikof, 2008a).
IV. R
Pratt (2010) y Massey (2004), son dos autoras urbanista que ponen
especial enfasis en los espacios de contacto y las espacialidades. Argu-
mentan que los espacios son heterogéneos, tienen la caracteristica de
vivirse de forma diferenciada y esto hace que la experiencia del sujeto
congure nuevas lógicas. En su conjunto, adopto ambas perspectivas
en una relación conceptual que denomino espacio intersticial. Inters-
ticio, debido a que por un lado se encuentra el medio físico morfo-
lógico (urbanidad material, cuerpos, entre otros), en otro extremo se
encuentra la actividad en lo morfólogico (traslado, ocupación espacial,
horarios de ocupación espacial, entre otros) y ambas producen signi-
cados en el contacto. Este contacto tiene una relación diferencial tanto
de género, interseccionalidad, diferencia sexual y patriarcado.
En este sentido, relaciono la opresión y la imposición hete-
rosexual masculina, a una base ideológica del sistema patriarcal que
produce-reproduce la heteronorma social, mediante el género, la in-
terseccionalidad y la diferencia sexual. Es menester referir, que el sis-
tema patriarcal, se inserta en relación con la construcción simbólica
social, a partir de un sistema apegado a la lógica biopolitica. Desde
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Foucault (2014), interpreto el sistema patriarcal, como mecanismo
de vigilancia de la sexualidad. Donde, todo aquello que se oponga al
privilegio heterosexual, es castigado. El castigo puede verse reejado
en espacios visibles-no visibles en expresiones de violencia sexual, tal
como el acoso sexual y otras (Monárrez, 2009).
A lo expuesto, considero que una armación central es que
la espacialidad intersticial como dispositivo, favorece-congura la
presencia de lo masculino en lo colectivo-maniesto-abierto y exclu-
ye-niega lo no masculino e incluso lo traslada a la res privata-pater
familias- cerrado-domus. Misma condición que genera violencia ante
la presencia de lo no masculino bajo la condición de lo heteronorma-
tivo-patriarcal. Ante esto, me surgen algunas preguntas que seguiran
mi hilo discursivo ¿Por qué caracterizar al espacio intersticial como
dispositivo? ¿Qué tipo de violencia? Foucault (2014) ya refería que el
dispositivo se caracterisa por ser una función estratégica que permite
y genera el dominio. Ello, desde la condición de ver al espacio como
institución, condición social y/o interacción simbólica (Massey,2004;
Agamben, 2011). En el intersticio desde el dispositivo recae en los tres
puntos desarrollados por Agamben a la interpretación de dispositivo
de Foucault: 1) el dispositivo incluye cada cosa (sea discursiva o no),
tal como: discursos, instituciones, edicios, leyes, entendidas policia-
cas, entre otras; 2) el dispositivo siempre es estratégico concretamente,
es decir, siempre está inscrita en una relación de poder; 3) el disposi-
tivo es el resultado del cruzamiento entre el poder y saber (Agamben,
2011).
Acoso sexual: materialidad de la exclusión-negación en la es-
pacialidad
El acoso sexual cuenta con una peculiaridad: es una conducta social-
mente aceptada y reproducida. Se maniesta mediante el piropo, in-
vitaciones reiteradas a salir, el intento de tocamiento, tocamientos e
incluso conductas que se rozan en la frontera entre el acoso y el abuso
sexual. Esto ha sido visibilizado por los estudios feministas y ha dado
un peso al problema. Misma que, es una conducta que yace como
parte del tecnopoder del patriarcado y que es además, una práctica co-
tidiana en los diferentes espacios de contacto (Stanley y Wise, 1992),
(Pratt, 2010).
Stanley y Wise (1992) reeren que el acoso siempre ha existi-
do. Sin embargo, se hizo visible hasta que las mujeres trabajaron fuera
de casa por las crisis liberales económicas. El acoso fue esa expresión
patriarcal que se reprodujo principalmente en el ámbito laboral y que
se visibilizó a partir de las teóricas feministas:
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Una conducta masculina indeseada y no correspondida que arma el rol
sexual de una mujer por encima de su función como persona y como traba-
jadoras y se estima que incluye actos de mirar, comentar o tocar el cuerpo de
una mujer, las proposiciones relativas a conductas sexuales o citas amorosas
y en última instancia a la violación (Stanley y Wise, 1992, p.59).
Queda claro la construcción teórica del acoso en el ámbito
laboral, sin embargo, esto solamente es un primer acercamiento al fe-
nómeno. Pues, el acoso es una violencia construida desde el patriar-
cado, el género y la diferencia sexual, que permea en cualquier lugar
en donde existe una relación entre un hombre y una mujer. El acoso,
es uno de los recursos patriarcales por medio del cual se materializa el
poder masculino (Stanley y Wise, 1992). De modo que, el acoso es el
resultado de la interacción desigual entre los géneros. Lamas (2018) se
encuentra de acuerdo. Para ella, el acoso es una de las violencias sexua-
les más preocupantes, pues, a la actualidad, aún resulta difícil probar
que pasó, debido a que es una violencia sexual, que en su mayoría no
deja huellas. Uno de los aportes más relevantes, es que la feminista
mexicana hace visible que el acoso se da en diferentes espacios: el
trabajo, la universidad, las escuelas de educación básica, instituciones
públicas, la calle, transporte público, avenidas, centros comerciales,
entre otros. Estos espacios, no sólo cuentan con la posibilidad de la
agresión, también, son morfologías que no lo penalizan en su mayo-
ría. Podría incluso decirse que los espacios son el dispositivo (desde
la lógica de Foucault) que producen las violencias del acoso mismo
(Foucault, 1999).
Gaytán (2007) describe al acoso desde la teoría fundamentada
y lo dene como una práctica cotidiana en diversas ciudades y partes
del mundo. El mismo, afecta principalmente a mujeres, niños y homo-
sexuales. “Una frase ofensiva, una mirada lasciva o un toqueteo sexual,
son experiencias de todos los días cuando se trata de trasladarse a la
escuela o al trabajo” (p.5). Sin embargo, reere la autora, aún y cuando
es una experiencia diaria, el acoso sigue siendo una interacción invi-
sible y que incluso, se encuentra fuera de las narrativas sociales. En
otras palabras, es una violencia invisible, cotidiana, de breve duración
y que incluso en ocasiones aparece disfrazada de halagos y cortejos.
Un punto importante de Gaytán es que invita a pensar al acoso, no
como una conducta reproducida en forma uniforme, por el contrario,
como una conducta cambiante. El cambio, depende del espacio en el
que se realice, contra quien se realice y el interlocutor que derive en la
expresión de la violencia sexual.
Por lo anterior, aunque la autora trabaja el acoso sexual en
los espacios públicos, también considera que esta espacialidad no es
suciente para dimensionar a la conducta sexual de violencia. Al apli-
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car su metodología de la teoría fundamentada explica “a pesar de que
ocurre en lugares públicos, el acoso sexual nos remite a cuestiones que
son consideradas por las personas como parte de su vida privada: los
agravios verbales y físicos, las experiencias desagradables con alusio-
nes a la sexualidad, se dirigen directamente al aspecto más íntimo de
las personas” (Gaytán, 2007, p.7). Esto hace explicito que, aunque el
acoso se da en espacios públicos, la trasgresión de la violencia opera
incluso en los contextos íntimos-privados, de la víctima.
Invito a dimensionar al acoso desde lo descrito por autoras
como Stanley y Wise, Lamas y Gaytán. Todas ellas, dejan claro que
el acoso sexual es una conducta que surge del patriarcado y que se ha
ido adaptando a la modernidad-posmodernidad desde el patriarcado,
y que su anclaje, se encuentra determinado por el género y la dife-
rencia sexual. Canales fundamentales para la expresión-control de la
ideología referida (Stanley y Wise, 1992), (Lamas, 2018), (Gaytán,
2007) (Lerner, 1990), (Sharabi, 1992). Sin embargo, también invito a
pensar que el acoso (mismo que ha sido denido como una conducta
de tipo sexual desde la opresión masculina), opera no solo desde la
individualidad del sujeto masculino, también, a nivel institucional, gu-
bernamental y no gubernamental (Foucault, 2014).
Las teóricas feministas reeren que las violencias de origen
sexual-género, son sumamente reprobables, e invitan a dimensionar
que incluso la reproducción de estas, no es igual para todos los cuer-
pos. Es de detacar que varían en: intensidad, reproducción e incluso en
grado simbólico (Lamas, 2018), (Gaytán, 2007), (Lerner, 1990). Para
ello, la categoría de interseccionalidad, visibiliza la diferencia en la
reproducción de acoso en contra de las mujeres. Para ello, lo intersec-
cional se integra por: situación política, clase social, pertenencia racial,
edad, creencia e ideología (Crenshaw, 1989). Crenshaw (1989) iden-
tica que aquellas mujeres que se encuentran en situación de vulnera-
bilidad (en la condición interseccional) sufren violencias con mayores
implicaciones, que incluso terminan en contextos de fatalidad. Las
formas de reproducción de la violencia referida serán diferente tanto
en conjunto heterogéneo, estrategia y el cruzamiento de poder-saber
(Foucault, 2014), (Agamben, 2011).
Espacialidades intersticiales e interseccionalidad
Lo descrito, abre el abanico sobre cómo las espacialidades intersticia-
les se desarrollan en dispositivos de exclusión-negación bajo un con-
texto patriarcal que generan una lógica espacialidad-interseccionali-
dad de experiencia diferenciada de acoso (Agamben, 2011; Massey,
2004; Pratt, 2010). Es decir, el intersticio en relación con la intersec-
cionalidad tiene la capacidad de congurar los espacios morfológicos
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en espacios simbólicos-discursivos de acoso sexual diferenciado. En
materia diferencial, dependerá del m tipo de cosicación, la posesión
temporal del cuerpo, los tipos de subordinación y por supuesto la con-
dición muy particular interseccional de la persona. Pues, la posesión
tiene que ver con la tenencia del cuerpo (en este caso el de la mujer)
en cosicación o producto temporal de propiedad y subordinación
(Crenshaw, 1989). La autora invita a pensar que la interseccionali-
dad, vista como subordinación, se da mediante lo estructural. Pues,
indaga que la violencia sufrida por mujeres latinas y afrodescendientes
es diferente a la de otras mujeres. Lo estructural, visibiliza que las
mujeres afros y latinas, se le violenta debido a su posición, econó-
mica-social-racial. Es entonces, la interseccionalidad estructural, una
condición más atractiva para el ejercicio de la violencia patriarcal. Esto
da cuenta de la subordinación de segundo orden. En principio, por ser
mujer desde las lógicas de la diferencia sexual y el género y segundo,
por la interseccionalidad estructural que posee la mujer en su cuerpo.
V. C / D
Desde la construcción teórica de Rabotnikof (2008a), Llano y Valen-
cia (2004), Fuentes y Peña (2011), Donzelot (1979) y Relph (2007);
entiendo que la dualidad público-privado fue caracterizada en un
principio bajo lo normativo-funcional y con caracteristicas dadas. Se-
guido, se dio la categoría política y la caracterización de espacios bajo
la heteronorma y lo patriarcal. Ello tuvo en consecuencia dar cuenta
de una conguración: física-estatica, interaccional y de signicado.
Ello, trajo consigo dos condiciones: 1) colectivo-maniesto-abierto
(masculino) y 2) res privata-pater familia-cerrado-domus (lo no mas-
culino).
En este sentido, en el caso concreto de la espacialidad in-
tersticial como dispositivo en relación con el acoso sexual, considero
que se desarrolla de la siguiente manera: 1) el dispositivo incluye las
formas de acoso (sea discursivo o no), tal como: exhibición, piropos,
persecución, intento de tocamiento, miradas lascivas, entre otras; 2)
el dispositivo intersticial siempre tiene una estrategia concreta en la
relación de poder, tal como: horarios de la espacialidad, lógica jurídica
(pública, privada, semi-pública), concentración de sujetos (colectivos
de hombres, colectivos de mujeres, entre otros grupos), altura de edi-
cios, características morfológicas (edicios, parques, construcciones
gubernamentales, plazas comerciales, entre otras); 3) el dispositivo in-
tersticial es el resultado del cruzamiento de poder (heteronormativo-
neopatriarcal) y el saber (exclusión-negación) (Pratt, 2010; Foucault,
2014; Agamben, 2011; Massey, 2004; Gaytán, 2007).
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