Available via license: CC BY-NC 4.0
Content may be subject to copyright.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles,
(92)
eISSN:
2605-3322
Cómo citar este trabajo:
Climent López, E.A., Lardiés Bosque, R., & Esteban Rodríguez, S. (2022).
Alternative economic practices at the local level in urban spaces: the case of Zaragoza (Spain). Boletín de
la Asociación de Geógrafos Españoles, (92). https://doi.org/10.21138/bage.3041
Prácticas económicas alternativas
de escala local en espacios urbanos:
el caso de Zaragoza
Alternative economic practices at the local level in urban spaces:
the case of Zaragoza (Spain)
Eugenio Antonio Climent López
ecliment@unizar.es
Raúl Lardiés Bosque
rlardies@unizar.es
Samuel Esteban Rodríguez
sestebanr@unizar.es
Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio
Universidad de Zaragoza (España)
Resumen
En las últimas décadas, con más intensidad a raíz de la crisis del 2008, han proliferado algunas
prácticas económicas alternativas al sistema dominante, especialmente en las áreas urbanas en
que los nuevos movimientos sociales han tenido más arraigo. Se toma como estudio de caso la
ciudad de Zaragoza, que estuvo gobernada en la pasada legislatura por una coalición de la
nueva izquierda, siendo uno de los llamados ayuntamientos del cambio. Se han seleccionado
prácticas que funcionan a escala local siguiendo procedimientos alejados de los convencionales:
huertos urbanos comunitarios, mercados y grupos de consumo agroecológico, monedas
Recepción: 14.08.2021 Aceptación: 03.11.2021 Publicación: 21.02.2022
Este trabajo se publica bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.
comunitarias (banco de tiempo, mercados de trueque y moneda social) y centros sociales
autogestionados. Se emplea una metodología cualitativa basada en entrevistas semiestructuradas,
combinada con cuestionarios cerrados y observación participante. Dichas prácticas se localizan
de modo disperso por todo el espacio urbano. Se han puesto en relación con los movimientos
sociales urbanos y con la política local. Se concluye que su impacto es limitado en términos
cuantitativos, pero que disponen de un amplio potencial transformador por las características de
sus practicantes y el apoyo de la administración local.
Palabras clave: agroecología; monedas comunitarias; movimientos sociales urbanos;
ayuntamientos del cambio.
Abstract
In recent decades, but more intensely as a result of the 2008 crisis, some economic practices
alternative to the dominant economic system have proliferated, especially in urban areas where
the new left-wing social movements have taken root. The city of Zaragoza is presented as a case
study; having been governed in the last legislature by a coalition of the new left, is considered
one of the so-called municipalities of change. Some practices have been selected that work on a
local scale following procedures that are clearly different from the conventional ones: community
urban gardens, agro ecological markets and consumption groups, community currencies -time
bank, barter markets, local exchange trade systems- and self-managed social centers. A qualitative
methodology based on semi-structured interviews, combined with surveys and participant
observation has been used. These practices are located scattered throughout the urban space.
They are related to urban social movements and local politics. It is concluded that their impact is
limited in quantitative terms, but that they have broad transformative potential due to the
characteristics of their practitioners and the support of local government.
Key words: agroecology; community currencies; urban social movements; municipalities of
change.
1 Introducción
Se entiende por prácticas económicas alternativas (PEA) las que “se desarrollan de un modo
diferente al de los dictados y convenciones de la corriente principal de la economía” (Leyshon &
Lee, 2003, p. 4), es decir, el capitalismo neoliberal, que a partir de la crisis económica de los
años setenta del siglo XX supuso el retorno al supuesto liberal clásico de que el mercado es el
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
2
mejor regulador de las actividades económicas. El estudio de dichas PEA ha conocido en la
geografía y en otras ciencias sociales un desarrollo tan amplio que puede hablarse, siguiendo a
Fickey y Hanrahan (2014), de un auténtico programa de investigación.
No existe una concepción única de qué pueda ser alternativo al sistema económico actual. Se
identifican al menos tres posicionamientos: el primero es un anticapitalismo radical, que
“denuncia la explotación, la depredación, la opresión, la exclusión y la desigualdad como
procesos y efectos consustanciales al capitalismo y propugna la construcción de una economía
dirigida a la satisfacción sostenible de las necesidades de todas las personas, no orientada hacia
el lucro particular” (Sánchez Hernández, 2019, p. 19). El segundo es un reformismo
preocupado por corregir los aspectos más dañinos del sistema, que “busca formas de vivir y
redefinir un capitalismo consciente de los límites sociales y ecológicos y trata de ver cómo
cambiar nuestros valores económicos para incluir el cuidado y el respeto a nuestras familias,
comunidades y otros saberes y culturas” (Harcourt, 2014, p. 18-19). El tercero amplía el foco,
“releyendo el paisaje económico del mundo occidental como un paisaje en gran parte no
capitalista, integrado por una pluralidad económica” (White & Williams, 2016, p. 1625).
Se han publicado algunos trabajos de catalogación y clasificación sistemática de PEA, de entre
los que cabe destacar dos: uno de carácter más teórico-conceptual, publicado el año en que
empezó la crisis de 2008 (Gibson-Graham, 2008, p. 617), y otro más orientado a la
investigación empírica en el contexto de las ciudades españolas, publicado cuando la recesión
había pasado ya (Méndez, 2015, p. 8). Uno y otro ofrecen perspectivas complementarias y
tienen en común que enumeran y describen una amplia gama de PEA.
El primero de ambos trabajos establece seis grandes grupos: 1) prácticas centradas en el
cuidado de otros y la provisión directa de bienestar material, como el trabajo en el hogar. 2)
Cooperativas de consumo, producción y trabajo, organizadas sobre la base de la solidaridad,
que distribuyen sus plusvalías entre sus miembros y la comunidad. 3) Movimientos que ponen en
el centro de la actividad económica el cuidado del medio ambiente, los paisajes y las formas de
vida, como el movimiento norteamericano Community Supported Agriculture. 4) Monedas locales
y complementarias, donde se incluyen los Local Exchange Trading Systems, bancos de tiempo y
mercados de trueque. 5) El “tercer sector”, integrado por cooperativas, mutualidades,
organizaciones de voluntariado, fundaciones y otras actividades sin ánimo de lucro. 6) Redes
informales de financiación, de alcance internacional, que facilitan directamente créditos o
donaciones, como las remesas de los emigrantes a sus países de origen. Esta relación muestra
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
3
una gran cantidad de prácticas orientadas a la satisfacción de las necesidades humanas
–prácticas económicas, por tanto– que funcionan con valores distintos a los dominantes en el
sistema capitalista e incluso al margen de los mecanismos del mercado.
El segundo de los trabajos citados clasifica las PEA en cuatro grupos: 1) prácticas de producción
de bienes y servicios: redes de productores agroecológicos, huertos urbanos comunitarios,
empresas de economía social, espacios de trabajo en común, cooperativas de trabajo asociado,
cooperativas de vivienda y cooperativas de comunicación. 2) Prácticas de intercambio: bancos
de tiempo, bancos de semillas, redes de trueque, mercados de productores y mercados de
reciclaje. 3) Prácticas de consumo: grupos de consumo agroecológico, cooperativas de
consumo, viajes compartidos, centros sociales y culturales, educación peer to peer,
universidades populares o libres, cooperativas culturales y viviendas colectivas. 4) Prácticas de
financiación: monedas alternativas y sociales, cooperativas locales de crédito. Esta relación
muestra que las PEA se insertan en todas las fases del circuito económico.
La literatura geográfica pone el acento en que “cuando se intenta construir prácticas no
capitalistas, la escala importa” (North, 2005, p. 221). Las PEA enumeradas se diferencian por la
escala o ámbito espacial en que se desenvuelven. Algunas lo hacen a escala global o
internacional: es el caso, por citar algunos ejemplos, de las redes que canalizan las remesas de
los emigrantes, de las redes de economía colaborativa que a través de plataformas digitales
operan en el espacio virtual o de las fundaciones del tercer sector y las organizaciones no
gubernamentales que operan en diversos países. Otras, por el contrario, tienen un alcance
meramente local, como los Local Exchange Trading Systems o los huertos urbanos comunitarios.
Otro aspecto crucial en el que insiste la investigación geográfica es hasta qué punto las PEA se
distancian de los modelos capitalistas de comportamiento económico (Zademach & Hildebrand,
2013). Se observa que algunas asumen plenamente las reglas del mercado, aun cuando se
guíen por valores distintos de los del capitalismo; es el caso de las entidades de economía social
-cooperativas de producción, por ejemplo- que se comportan en los mercados igual que las
empresas convencionales, pero tienen una forma de remunerar el trabajo de los socios o
distribuir beneficios basada en valores y criterios más sociales que económicos. Es también el
caso de la agricultura ecológica, cada vez más integrada en los circuitos comerciales
convencionales, aun cuando en ella los valores de respeto y cuidado del medio ambiente estén
por encima de la mera obtención de un beneficio económico. Otras PEA, por el contrario,
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
4
rechazan de plano los mecanismos del mercado e incluso el propio dinero; es el caso de los
bancos de tiempo o los grupos de consumo agroecológico.
Por tanto, cabe considerar en las PEA dos dimensiones, una espacial y otra funcional, en cada
una de las cuales pueden establecerse criterios de proximidad: en el primer caso esta viene
definida por la escala de actuación de la PEA -desde la local a la global- y en el segundo por su
grado de similitud con las prácticas económicas capitalistas -desde la plena aceptación de los
mecanismos del mercado hasta el rechazo de estos.
Este artículo centra la atención en las PEA que presentan el mayor grado de proximidad espacial
y el menor grado de proximidad funcional, es decir, las que operan exclusivamente a escala
local y funcionan según procedimientos muy alejados de los de las prácticas económicas
capitalistas.
Estas PEA surgen en las décadas finales del siglo XX, en el seno de movimientos sociales críticos
de las políticas neoliberales, pero han adquirido nuevo impulso a raíz de la crisis de 2008 y las
medidas gubernamentales puestas en práctica para salir de ella: “Especialmente en la periferia
europea la combinación de austeridad y políticas neoliberales de privatización y desregulación
han llevado a la incapacidad de los gobiernos para atender las demandas de los ciudadanos en
orden a salvaguardar la democracia y sus derechos” (Kousis & Paschou, 2017, p. 146). Esto ha
dado lugar a nuevos movimientos sociales de base y nuevos partidos políticos. En España dichos
movimientos convergieron en el llamado 15M, que tuvo como repercusión política directa la
creación de un nuevo partido y nuevas coaliciones, que en las elecciones locales de 2015
consiguieron las alcaldías de algunas grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza,
Cádiz, La Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol. Se les conoció como los “ayuntamientos del
cambio”.1
A partir de las reflexiones previas se concretan los objetivos de este trabajo: identificar y analizar
el funcionamiento de PEA de escala local que se encuentran alejadas de la operativa económica
convencional; establecer su relación con los movimientos sociales de base; definir y valorar sus
1 Las elecciones locales de mayo de 2019 alteraron posteriormente ese panorama: la agrupación electoral Madrid
en Común fue la más votada, pero el gobierno municipal pasó al Partido Popular, en coalición con Ciudadanos.
Zaragoza en Común sufrió una fuerte pérdida de votos y el gobierno pasó a la misma coalición que en Madrid.
Similar pérdida se produjo en las tres ciudades gallegas, cuyo gobierno pasó al Partido Socialista Obrero
Español. No obstante, siguen gobernando los mismos alcaldes, apoyados en las mismas coaliciones electorales,
en Barcelona, Valencia y Cádiz.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
5
formas de inserción en las políticas locales y su integración en el espacio urbano. La escala local
de dichas prácticas aconseja adoptar como método de trabajo el estudio de caso.
Se han publicado diversos estudios de caso sobre las PEA existentes en algunos “ayuntamientos
del cambio”, como Madrid (Gonick, 2016; Michelini et al., 2017; Méndez & Monteserín, 2019;
Méndez, 2018), Barcelona (Conill et al., 2012; García et al., 2015; Yates, 2015; Fernández &
Miro, 2016) y Valencia (Salom et al., 2017; Salom et al., 2019), pero también sobre otras
ciudades donde no han gobernado las nuevas agrupaciones electorales, como Valladolid
(Pascual et al., 2018), Oviedo (López & Benito, 2019), León (Benito & López, 2019) y Salamanca
(Sánchez et al., 2017). A ellos hay que añadir algunos estudios comparativos (Subirats & García,
2015; Díaz et al., 2018; González & Torres, 2019; Sánchez & Glückler, 2019). Para el presente
estudio de caso se ha elegido Zaragoza, una ciudad en la que los nuevos movimientos sociales
tuvieron el suficiente arraigo y fuerza como para acceder al gobierno municipal y que no ha sido
objeto de ningún trabajo monográfico, aunque sí está incluida en el ya citado de González &
Torres (2019).
El trabajo se organiza de la siguiente manera: en el apartado segundo se perfila el marco teórico
a partir del cual se conceptualizan las PEA de alcance local y su vinculación con los movimientos
sociales de base. En el apartado tercero se explica la metodología utilizada. A continuación se
presentan los resultados: cómo funcionan las PEA identificadas en la ciudad, qué relación tienen
con los movimientos sociales y con el gobierno local y cómo se integran en el espacio urbano.
Finalmente se discuten los resultados y se exponen las conclusiones.
2 Prácticas económicas alternativas de ámbito local: por una ciudad más
solidaria y un mundo más sostenible
A partir de la bibliografía disponible, especialmente los ya comentados trabajos de Gibson-
Graham (2008) y Méndez (2015), se han podido identificar y seleccionar un conjunto de PEA
que operan a escala local y funcionan según procedimientos muy alejados de los mecanismos
del mercado. En primer lugar cabe señalar las que tienen que ver con la agroecología,
movimiento social que a los valores ecológicos de respeto al medio ambiente añaden otros
emparentados con el comercio justo y la proximidad espacial. En segundo lugar están las
denominadas genéricamente monedas comunitarias, que tienen que ver con el intercambio de
bienes y servicios, siendo su principal característica el rechazo al dinero de curso legal. En
tercer lugar, los centros sociales autogestionados, donde, de forma gratuita, se prestan servicios
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
6
de carácter cultural, se gestionan proyectos comunitarios y se realizan tareas de reivindicación
social y concienciación política.
2.1 Prácticas agroecológicas
La agroecología surgió a raíz de la crisis económica de los años setenta del siglo XX y puede
definirse como “un movimiento social que atraviesa los territorios urbanos y rurales, y que se
desarrolla tanto en el Norte como en el Sur globales, hacia la sostenibilidad y la equidad en el
sistema agroalimentario” (López García, 2015, p. 32). Abarca las tres fases del circuito
económico de los alimentos –la producción, el comercio y el consumo– bajo los principios de
la sostenibilidad y el respecto al medio ambiente. La proximidad espacial se concreta en el
consumo de alimentos producidos localmente, pues evitar el transporte a largas distancias es una
de las claves del ahorro de energía y, por tanto, de la sostenibilidad ambiental. Se organizan
mediante el contacto directo entre productores y consumidores, al margen de los canales
comerciales convencionales. Además incorporan los valores del comercio justo, es decir, la
garantía de que el precio que recibe el productor cubre los costes de producción, aunque los
precios de mercado sean inferiores. Se han identificado y seleccionado tres PEA concretas: los
huertos urbanos comunitarios, los mercados agroecológicos y los grupos de consumo.
El movimiento de los huertos urbanos comunitarios surgió a raíz de la crisis de los setenta,
destacando las Green Guerrillas de Nueva York, nacidas como reacción frente al deterioro del
espacio urbano subsecuente al abandono de solares por la crisis. Los fundadores “centraron su
atención en una amplia parcela libre llena de escombros en la esquina de las calles Bowery y
Houston. Donde otra gente veía una parcela libre ellos vieron un huerto comunitario. La gente
donó su tiempo y su talento. Algunas tiendas y guarderías locales regalaron esquejes y semillas
de verduras. Así crearon la Granja y Huerto Bowery Houston e iniciaron un movimiento” (Green
Guerrillas, 2019). Actualmente hay 600 huertos comunitarios en la ciudad de Nueva York y el
fenómeno se ha extendido ampliamente por el mundo.
En España este movimiento social empezó bastante más tarde. Asociado en sus orígenes al
movimiento vecinal, a partir de 2011 adquiere mayor relevancia, impulsado por el movimiento
15M (Gómez, 2019, p. 89).
A partir de los años setenta del siglo XX proliferan los mercados agroecológicos, con el objetivo
de potenciar las formas de producción ecológicas y el contacto directo entre productores y
consumidores. En cierto modo son continuadores de los mercados urbanos tradicionales,
ubicados en plazas al aire libre, en los que los agricultores del entorno vendían sus productos;
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
7
estos mercados fueron desapareciendo, aunque algunos han mostrado una notable persistencia,
como los farmers’ markets británicos (Kirwan, 2006) o algunos españoles (Mauleón Gómez,
2012).
Los mercados agroecológicos surgieron en España en los años anteriores a la última crisis, pero
es a partir de 2011, tras el 15M, cuando han alcanzado mayor desarrollo. La iniciativa
normalmente ha sido de las asociaciones agrarias y de los productores (Espinosa Seguí et al.,
2020). Los gobiernos locales, por su parte, se han situado entre el apoyo decidido y una escasa
sensibilidad (Méndez & Monteserín, 2017, p. 201).
En el contexto del movimiento agroecológico se ha producido la eclosión de grupos de
consumo, integrados normalmente por unas pocas familias que se coordinan para comprar
directamente a productores. En España han tenido una rápida expansión desde principios de
siglo. El impulso inicial tuvo que ver con la dificultad de conseguir alimentos ecológicos, pues
solo los ofrecían algunas tiendas, con escasa oferta. Así es como se “comenzaron a formalizar
comunidades unidas por el consumo que les permitieran generar una demanda suficiente y
estable para conseguir que los productores locales les proveyeran con alimentos
agroecológicos” (Espinosa Seguí, 2019, p. 68). Este problema ya no existe, pues han
proliferado las tiendas especializadas y hasta las empresas de grandes superficies comerciales
ofrecen productos ecológicos, pero los grupos siguen activos, porque sus socios conceden gran
importancia a la relación directa con los productores, por la confianza que genera el trato
personal continuado. Contribuyen al sostén de las formas de producción ecológicas, pues dan
seguridad a los agricultores mediante sus pedidos regulares a precio justo. En este sentido
entroncan con movimientos extendidos en numerosos países, como la Community Supported
Agriculture de Estados Unidos, en la que consumidores y productores comparten los riesgos
económicos de la producción; ejemplo de esta agricultura con apoyo comunitario en España es
la asociación “Bajo el Asfalto está la Huerta” de Madrid (López García, 2015, p. 62; Michelini et
al., 2017, p. 685).
2.2 Monedas comunitarias
Las monedas comunitarias son un conjunto de prácticas de intercambio de bienes y servicios
que usan medios de pago distintos de las monedas de curso legal (Rice, 2014).
La más simple de las tres es el trueque, forma de intercambio de bienes anterior al uso de la
moneda, que sigue estando vigente en diversos contextos: “pudimos observar que el trueque ha
estado presente a lo largo de la historia, y se ha transformado y resignificado en función de los
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
8
desafíos que el propio entorno ha ido generando. Se trata pues de una práctica histórica que
gracias a su dinamismo se mantiene vigente hoy día” (Argueta & Cortez, 2016, p. 89-90).
Pueden revestir notable importancia en circunstancias y ámbitos geográficos en que la moneda
legal escasea o no circula bien. El mayor ejemplo es la “Red Global de Trueque”, fundada en
Argentina en 1995, que es una red de usuarios organizados en clubes de trueque para llevar a
cabo intercambios seguros en un momento en que la moneda oficial tenía un comportamiento
caótico (Sanz Casas, 2002). La iniciativa sigue viva, con altibajos: normalmente crece en épocas
de crisis y decrece en las de bonanza.
Los bancos de tiempo son sistemas de intercambio de servicios, cuya unidad contable es el
tiempo empleado. A diferencia del trueque, los intercambios no se realizan persona a persona,
sino mediante acuerdos multilaterales, garantizados por un órgano gestor, que hace de
intermediario, abonando y cargando, según corresponda, en la cuenta de cada usuario las horas
empleadas en la prestación de los servicios. Los socios deben tener un saldo equilibrado a
medio plazo (Pariza et al., 2014; Sanz, 2002).
Dedicar una parte del tiempo personal a ayudar a los vecinos ha sido una práctica habitual a lo
largo de la historia. La formalización de la misma en bancos de tiempo se produjo en la década
de 1980 en Estados Unidos. La iniciativa fue de Edgar Cahn, que la explica así: “quienes
desarrollamos el banco de tiempo quisimos mostrar que junto al dólar podía existir una clase
diferente de moneda. Rehusamos dar al dinero el monopolio en la definición del valor. El
sistema de mercado basado en el dinero no recompensa muchos tipos de trabajo crucial y
creímos que debería haber una forma de honrar y recompensar esta clase de trabajo” (Cahn &
Gray, 2015, p. 41). Esos tipos de trabajo crucial a que se refiere el texto citado son: criar niños
sanos, construir familias fuertes, cuidar de los mayores, revitalizar los barrios, preservar el medio
ambiente, hacer avanzar la justicia social y sustentar la democracia.
El primer banco de tiempo de España se fundó en Barcelona en 1998 y le siguieron otros,
ligados al movimiento vecinal, normalmente con el apoyo institucional de los ayuntamientos. Pero
es a partir de la crisis del 2008 y del 15M cuando se incrementa notablemente su número.
Los Local Exchange Trading Systems (LETS) son redes de ayuda mutua basadas en la comunidad
local que utilizan como unidad de cambio una moneda propia. Ello permite el intercambio
combinado de bienes y servicios. Se trata de una iniciativa desarrollada a ambos lados del
Atlántico desde finales de los ochenta (Sanz, 2002). En España se les denomina “monedas
sociales” y pueden definirse como sistemas monetarios creados al margen de las monedas
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
9
oficiales del país con el objetivo fundamental de promover proyectos de carácter local y poner
en valor activos y recursos locales que a menudo se encuentran fuera de los circuitos
económicos convencionales (Caravaca & González, 2019, p. 3). Tienen el mismo fundamento
fiduciario que las monedas oficiales, pero están ligadas siempre a los intercambios de bienes y
servicios.
Las monedas sociales llegaron a España a partir de la crisis de 2008: “La mayoría de ellas
nacen, pues, coincidiendo con los años en los que se hacían palpables los efectos de la crisis y,
en muchos casos, fueron promovidas por las asambleas de barrios o municipios creadas a raíz
del 15M” (González et al., 2019, p. 112).
Las monedas comunitarias, en resumen, se alejan radicalmente de las prácticas económicas
convencionales porque usan medios de pago distintos del dinero de curso legal. Son PEA de
escala local, pues la naturaleza de los intercambios, tanto de bienes como de servicios, así lo
exige.
Las monedas comunitarias son herramientas innovadoras para el desarrollo de la comunidad
(Mauldin, 2015) y medios adecuados para la construcción colectiva de una cultura alternativa,
pudiendo ser jalones de un itinerario para ir afianzando una comunidad: primero los mercadillos
de trueque, luego los bancos de tiempo y finalmente la moneda social (Llobera, 2013).
Los poderes locales mantienen actitudes diferentes ante este tipo de prácticas: en unos casos
indiferencia o tolerancia; en otros apoyo y promoción. Algunos ayuntamientos han creado
monedas propias –como el “Recurso Económico Ciudadano” de Barcelona (REC Moneda
Ciutadana, 2019)- pero sin la pretensión de que sean alternativas a la oficial, sino
complementarias; normalmente están concebidas como instrumento para llevar a cabo ciertas
políticas municipales, como potenciar el comercio de proximidad u otras.
2.3 Los centros sociales autogestionados: prestación de servicios socioculturales y
alojamiento de prácticas económicas alternativas
Estos centros son una concreción de diversos movimientos sociales que se oponen al sistema
desde presupuestos marxistas, anarquistas y feministas. Se les asocia normalmente con el
movimiento okupa porque muchos Centros Sociales Autogestionados (CSA) se ubican en
edificios públicos vacíos y abandonados durante mucho tiempo, que fueron ocupados y
acondicionados para “el desarrollo de actividades o funciones de utilidad pública que van
desde centros para la creación de autoempleo, tratamiento de toxicómanos, asesorías jurídicas, a
la animación sociocultural” (Dieste & Pueyo, 2003). Estos servicios se ofrecen de manera
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
10
gratuita, evitando cualquier tipo de transacción mercantil y favoreciendo el trabajo voluntario en
favor de la comunidad.
El movimiento okupa se ha desarrollado en numerosos países como una forma de lucha social
frente a la especulación urbana en todas sus formas.2 En España comenzó a mediados de los
ochenta, siendo 1996 un punto de inflexión “puesto que es cuando entra en vigor el nuevo
Código Penal que incrementa ostensiblemente el castigo a la ocupación y, al mismo tiempo,
porque es el año en el que se inaugura la mayor visibilidad mediática del movimiento”
(Martínez, 2003). A partir de 2011 se produce una convergencia con el movimiento 15M: en
este participaron integrantes del movimiento okupa, produciéndose una nueva oleada de
ocupaciones en numerosas ciudades (González et al., 2018).
Los CSA se desenvuelven a escala de ciudad o, más frecuentemente, de barrio. Su lejanía
respecto a las prácticas económicas convencionales queda de manifiesto en la gratuidad de los
servicios que ofrece y en la voluntariedad del trabajo de quienes los prestan. En el caso de los
ubicados en edificios ocupados, la lejanía es aún mayor, pues implica una forma de ver la
propiedad distinta de la convencional: los edificios públicos son un bien común y, por tanto,
pueden ser utilizados libremente por la comunidad, al margen de las instituciones públicas que
detentan la propiedad legal de los mismos.
Recapitulando, las siete PEA seleccionadas constituyen ejemplos de prácticas que se desarrollan
a escala local y que operan de un modo muy diferente al de la economía convencional, como
atestiguan su opción por los alimentos de proximidad y el comercio justo, su rechazo al dinero
de curso legal, la gratuidad de los servicios y la gestión comunitaria de los edificios públicos.
Estas prácticas son desarrolladas por movimientos sociales que impulsan la sostenibilidad
ambiental y la solidaridad social, valores que no se hallan en el centro del sistema capitalista, al
que dichos movimientos cuestionan en mayor o menor grado, desde la confrontación radical del
movimiento okupa a la búsqueda de una complementariedad, como plantea Cahn en su filosofía
de los bancos de tiempo. El hecho de que estas prácticas existan desde hace décadas en los
países capitalistas avanzados, con especial arraigo en las ciudades, así como su revitalización
desde la crisis de 2008, justifican plenamente que se les dedique un estudio en profundidad.
2 En este trabajo se hace referencia exclusivamente a la ocupación de edificios públicos para los fines sociales
indicados. La ocupación de viviendas tiene otras connotaciones que no tienen que ver con las PEA.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
11
3 Metodología
La primera tarea llevada a cabo en este estudio de caso ha sido la identificación y localización
de las prácticas agroecológicas, monedas comunitarias y centros sociales autogestionados
existentes en Zaragoza, mediante una búsqueda sistemática por palabras clave en Internet. La
práctica totalidad de las PEA de este tipo tiene una página web, individual o colectiva, de la que
se han tomado los datos de contacto, las estadísticas disponibles e información sobre proyectos
y actividades. No obstante, la mayor parte de la información ha sido obtenida directamente por
el equipo de investigación, mediante técnicas cualitativas y cuantitativas.
La técnica cualitativa utilizada sistemáticamente ha sido la entrevista semiestructurada. Una vez
establecido contacto con las PEA seleccionadas y obtenida su conformidad, se entrevistó a sus
responsables directos a partir de un guion abierto. Las entrevistas fueron grabadas y
posteriormente transcritas. El guion contenía preguntas sobre: creación, evolución y situación
actual de la PEA; organización y gestión; actividades desarrolladas; beneficios obtenidos por los
participantes; problemas y perspectivas de futuro; ámbito territorial de actuación y relación con
otras PEA.
Se realizaron 11 entrevistas, distribuidas entre todos los tipos de PEA (Tabla 1), constituyendo una
muestra representativa de las existentes en Zaragoza. En los casos del mercado agroecológico,
el banco de tiempo y la moneda social, PEA de las que existe una sola en la ciudad, se ha
entrevistado a las personas responsables de cada una. Existen 13 grupos pequeños de consumo
agroecológico, integrados en una red, y una cooperativa de mayor tamaño; se ha realizado una
entrevista al gerente de esta y otra al coordinador de la red. Los mercados de trueque disponen
de una red de información, a cuya coordinadora se ha entrevistado. De los 6 grupos de huertos
urbanos comunitarios se ha entrevistado a los responsables de cuatro de ellos.3 Finalmente, se
han mantenido reuniones con grupos de socios –así lo decidieron ellos, en vez de designar un
interlocutor único– en dos de los tres centros sociales autogestionados.
La técnica cuantitativa empleada ha sido la encuesta a los participantes en las PEA. Los
cuestionarios incluían preguntas sobre su perfil sociodemográfico, su valoración del sistema
económico actual y sobre aspectos concretos de cada PEA. Los cuestionarios fueron
3 En una entrevista se conversó con dos personas, responsables conjuntamente de dos grupos de huertos
urbanos.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
12
cumplimentados en línea y en papel. Los responsables de las PEA actuaron como facilitadores,
distribuyendo entre sus socios el cuestionario.
Las cifras de participantes en las PEA (Tabla 1) corresponden a aquellas cuyos responsables han
sido entrevistados. Disponen de registro de socios el banco de tiempo, los huertos urbanos, el
mercado agroecológico, la cooperativa de consumo y uno de los centros sociales
autogestionados, por lo que sus cifras pueden considerarse altamente fiables. Respecto a la red
de trueque, la cifra es una estimación de los asistentes al último mercado que se ha celebrado,
hecha por la persona entrevistada. La cifra de los grupos de consumo está calculada a partir de
la información parcial que ofrece la página web de la red. La moneda social no está operativa,
por lo que actualmente no hay participantes. Se han obtenido en total 96 cuestionarios: 84 a
través de la aplicación en línea y 12 en papel. El tamaño de la muestra así obtenida es suficiente
para un nivel de confianza de entre el 91% y el 92%; aunque su representatividad no es óptima,
existe la garantía de una fiabilidad razonable de los resultados.
Tabla 1. Prácticas económicas alternativas (PEA) en Zaragoza:
entrevistas y cuestionarios realizados
Tipo de PEA
Número
Participantes
Entrevistas
Cuestionarios
Huerto urbano
6
152
3
8
Mercado agroecológico
1
30
1
0
Cooperativa de consumo.
Grupo de consumo
1
13
80
148
1
1
4
19
Red de trueque
1
300
1
11
Banco de tiempo
1
788
1
46
Moneda social
1
0
1
0
Centro social autogestionado
3
170
2
8
TOTAL
27
1710
11
96
Fuente: elaboración propia
Otra técnica cualitativa, aplicada en el caso de los centros sociales autogestionados, ha sido la
observación participante. Dado el carácter asambleario de estos centros, los autores fueron
invitados a asistir a la asamblea para exponer los objetivos y características de la investigación;
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
13
ello permitió un conocimiento directo de su proceso de toma de decisiones y de algunos de sus
temas de interés, así como participar posteriormente en algunas de sus actividades.
Como las entrevistas son una fuente de información representativa y fiable, dada la posición de
las personas entrevistadas en las PEA, en ellas se ha basado prioritariamente el trabajo de
investigación. Cuestionarios, observación participante y páginas web aportan información
complementaria, a la vez que cumplen funciones de verificación, en el proceso comúnmente
conocido como triangulación (Moro & Lamarque, 2019).
4 Resultados: las prácticas económicas alternativas en Zaragoza
En este apartado se presentan los resultados de la investigación realizada: cómo funcionan las
PEA identificadas en la ciudad, qué relación tienen con los movimientos sociales de base y con
el gobierno local y cómo se integran en el espacio urbano.
4.1 Las prácticas agroecológicas
En Zaragoza, como muestra la Tabla 1, se han identificado los tres tipos de PEA agroecológicas
seleccionadas en el apartado dedicado al marco teórico, que corresponden a las fases de
producción, intercambio y consumo: seis huertos urbanos comunitarios, un mercado
agroecológico y catorce grupos de consumo, de entre los que destaca una cooperativa de
mayor tamaño.
Hay seis parcelas urbanas dedicadas a huertos comunitarios: dos de ellas se ubican en parques
públicos –el de San José y el Oliver, desde 1994 y 2008, respectivamente- y cuatro en zonas
libres dentro del espacio urbano: El Gancho (desde 2010), Parque Goya (2011), Hortal del
Canal (2014) y Delicias (2019). Las parcelas cuyos responsables han podido ser entrevistados –
todos menos El Gancho y Hortal del Canal- albergan un total de 152 huertos (véase localización
en Figura 1).
Todas las parcelas, excepto la de El Gancho, son de propiedad municipal. Las dos de los
parques públicos –que se ubican en barrios obreros– están gestionadas directamente por el
Ayuntamiento, que cede el uso de los huertos de forma gratuita a personas jubiladas o
pensionistas, que se turnan cada tres años mediante sorteo. El cultivo tiene que ajustarse a
patrones ecológicos y el Ayuntamiento facilita abono y herramientas.
La parcela de Parque Goya, donde hay 115 huertos, se ubica en un barrio periférico de clase
media, de reciente construcción. El Ayuntamiento, dentro del programa municipal “Agros” para
la recuperación de la huerta tradicional, convocó un concurso de licitación para la explotación
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
14
del espacio en forma de huertos ecológicos. El concurso lo ganó una asociación sin ánimo de
lucro que promueve, ente otras, actividades de ocio alternativo en la sociedad. Se cobra un
alquiler a los usuarios de los huertos para hacer frente al pago del canon municipal y los gastos
de funcionamiento de la parcela; el alquiler incluye el uso de herramientas, el trabajo de la tierra
con una mula mecánica dos veces al año, el abonado con productos ecológicos dos veces al
año y el agua. La asociación gestora se reserva algunos huertos para sus propios fines sociales.
El Hortal del Canal se ubica en otro barrio de clase media y reciente construcción. Forma parte
también del programa “Agros” y responde al mismo modelo que Parque Goya en cuanto al
régimen de concesión, que fue adjudicada igualmente a una asociación sin ánimo de lucro.
Figura 1. Localización de las prácticas económicas alternativas en Zaragoza
Fuente: elaboración propia
La iniciativa de los huertos de Delicias, que es un barrio obrero de la primera época de la
industrialización de Zaragoza, partió de entidades sociales sin ánimo de lucro que trabajan en
colaboración con las asociaciones vecinales. Presentaron un proyecto al Ayuntamiento, que lo
asumió, aportando una parcela de su propiedad y cediendo la gestión al colectivo de entidades,
que cubre los gastos mediante subvenciones municipales y recursos propios. Uno de los huertos
se dedica a usos comunes, otros tres se reservan para los proyectos de las entidades
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
15
promotoras, otros dos para proyectos de asociaciones y entidades del barrio y el resto son
huertos compartidos, asignándose cada uno a tres personas de tres unidades familiares distintas.
Los huertos de El Gancho se ubican en el casco histórico de la ciudad, en una parcela privada
con cuyo propietario el Ayuntamiento acordó una cesión temporal de uso, en el marco del
programa municipal “Esto no es un solar”, con el que se pretende que los solares sin
perspectivas de edificación próxima queden disponibles para uso de los vecinos. En este caso
se decidió acondicionarlo para huerto comunitario, cediéndose el uso y gestión a una entidad
social sin ánimo de lucro.
Todos los huertos citados han de atenerse a dos reglas básicas: cultivarse mediante métodos
ecológicos y dedicar sus productos al autoconsumo, en ningún caso a la venta.
El mercado agroecológico funciona todos los sábados del año, en horario de mañana, en el
centro simbólico de la ciudad, la Plaza del Pilar (Figura 1). Su implantación en 2009 supuso la
recuperación de los viejos mercados tradicionales. La iniciativa fue del Ayuntamiento, el Centro
de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI), la Unión de Agricultores y Ganaderos
de Aragón (UAGA) y el Comité de Agricultura Ecológica. Aprobada su normativa por el
Ayuntamiento, UAGA y CERAI quedaron como gestores del mismo.
Los participantes pagan una tasa municipal por ocupación de suelo público y deben acreditar
que son agricultores o artesanos con certificación ecológica o en fase de reconversión;
adquieren el compromiso de vender exclusivamente productos propios. Acuden unos 30
productores. No se dispone de recuentos sistemáticos de compradores, pero los gestores
estiman en unas dos mil personas las que acuden cada sábado.
Es un mercado de proximidad, por lo que se priorizan los productos procedentes de un radio
de 120 kilómetros en torno a Zaragoza. Lo que se valora principalmente es la contribución al
sostenimiento económico de los productores que han apostado por lo ecológico y la
recuperación de las relaciones directas entre estos y los consumidores.
Se han localizado en diversos barrios de Zaragoza (Figura 1) trece pequeños grupos de
consumo agroecológico, todos los cuales están integrados en una red virtual que cubre todo
Aragón (Eco Red, fundada en 2011) a la que también están adscritos agricultores y artesanos. La
red pretende crear vínculos entre consumidores y productores, con el objetivo de mejorar las
relaciones mutuas y facilitar el consumo de productos ecológicos. Los grupos de consumo que
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
16
la integran son de tamaño reducido.4 No están acogidos a ninguna figura legal, aunque alguno
se ha inscrito como asociación. En ellos cada familia asume una función –llevar la contabilidad o
encargarse de ciertos pedidos– y las tareas se reparten de forma consensuada; es normal que
las transacciones monetarias se hagan directamente, en metálico, sin recurrir a los medios de
pago que ofrecen las entidades financieras, como tarjetas de crédito o transferencias.
Además del compromiso ecológico, hay otros dos elementos destacables en estos grupos:
primero, una actitud hacia los agricultores en la línea del comercio justo, como refleja en sus
propias palabras la persona entrevistada:
Si yo compro borrajas a un productor, no se las voy a comprar a 40 céntimos, como
me las venden en la verdulería, porque es indigno, porque hay explotación en ese
precio fijo; si yo las compro a un euro sé que ese es el precio de la borraja en el
campo, que ese es el precio digno para el agricultor; yo creo que ahí sí que no hay
tejemanejes de ningún tipo, sino que hay una garantía de que estoy pagando lo justo
por eso.5
Segundo, la asunción de un sistema de certificación ecológica extraoficial, al que denominan
Sistema Participativo de Garantía, que la persona entrevistada define así:
Sistema de certificación alternativa al convencional, que consiste en que los propios
productores y grupos de consumo son los que certifican, a través de la confianza,
que el producto sea ecológico; el productor no tiene una certificación oficial, sino
que se basa en la confianza de los consumidores ahorrándose así las cuotas de las
certificaciones y ganando la confianza de la gente.6
La cooperativa de consumo “El Bisaltico” –que no está en Eco Red– se fundó en 2003, cuando
los consumidores tenían serias dificultades para abastecerse de producto ecológico por la
escasez de oferta y de puntos de venta. Llegó a tener 162 socios, pero ahora que la distribución
comercial ha mejorado cuenta con 80; cuando alguien se inscribe tiene que aportar una
cantidad inicial al fondo social. Dispone de tienda física (Figura 1) y la gestión diaria la lleva a
4 Los más grandes registrados en la ciudad agrupan a 20 familias; los más pequeños entre 5 y 7
(http://ecoredaragon.blogspot.com/p/grupos-de-consumo.html).
5 Entrevista a la persona responsable de Eco Red Aragón (27 de septiembre de 2017).
6 Entrevista a la persona responsable de Eco Red Aragón (27 de septiembre de 2017). En la página web de Eco
Red hay una relación de productores acogidos a este sistema
(http://ecoredaragon.blogspot.com/p/productores.html).
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
17
cabo un gerente con contrato y sueldo. Funciona como central de compras y acepta solo
productos con certificación ecológica oficial. Priorizan la compra directa y la proximidad, pero
no aplican estos criterios de forma exclusiva, pues trabajan también con distribuidores y
proveedores de otras regiones.
4.2 Las monedas comunitarias
Se han identificado en la ciudad ejemplos de los tres tipos de monedas comunitarias citadas en
el apartado dedicado al marco teórico: la más antigua es el banco de tiempo, al que siguieron
los mercadillos de trueque, organizados pronto en red, y finalmente la moneda social Ebro, de
tipo LETS, que actualmente no está operativa.
El banco de tiempo se creó en 2007, a raíz de la firma de un convenio entre el Ayuntamiento y
la Federación de Asociaciones de Barrio de Zaragoza, que es la entidad que lo gestiona. Su
vinculación al movimiento vecinal le permitió comenzar con un número significativo de socios y
funcionar desde el principio a escala de toda la ciudad. La gestión diaria la lleva una persona
contratada por la Federación, aunque es el Ayuntamiento quien aporta el dinero. La oficina está
en la sede asociativa, que ocupa un piso de propiedad municipal en el casco histórico, cedido
gratuitamente (Figura 1).
Tiene cerca de 800 socios, que ofrecen un amplio abanico de servicios: ayuda en el hogar,
reparaciones domésticas, clases, acompañamiento, mudanzas, actividades comunitarias y otras.
A lo largo del año se producen más de 200 intercambios, cifra sensiblemente inferior a la de
socios, lo cual revela el problema que comparte con la mayoría de los bancos de tiempo: la
dificultad de equilibrar la oferta y la demanda de servicios; dada la amplia gama de los que se
ofrecen se necesita un elevado número de socios que participen activamente para alcanzar un
umbral significativo de economías de escala (Climent & Lardiés, 2019a).
Cada servicio prestado se valora según el tiempo empleado, sin considerar ni su cualificación ni
su cotización económica; la unidad de valor de los intercambios es el tiempo de trabajo, bajo la
filosofía de que el tiempo de vida es igual de valioso para todo el mundo.
El objetivo principal del banco del tiempo, tal como afirma la persona entrevistada, no es
económico, sino social: reforzar el sentimiento de vecindad, a la par que crear redes de
autoayuda. Para favorecer la consecución de ese objetivo la persona encargada de la gestión
organiza actividades complementarias (visitas culturales o talleres) para que los socios se
encuentren y conozcan, propiciando el contacto directo que facilite los intercambios. En estas
actividades participan cerca de 400 personas al año.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
18
El primer mercado de trueque de que se tiene constancia en la ciudad tuvo lugar el año 2009
en Peñaflor de Gállego, una entidad de población (o barrio rural) del municipio de Zaragoza. Es
el de trayectoria más larga, pues se ha desarrollado una vez al año ininterrumpidamente hasta
2018. Fue iniciativa de uno de los grupos de consumo incluidos en Eco Red.
En 2011 dicho grupo, el Banco de Tiempo de Zaragoza y una fundación ligada a una asociación
vecinal decidieron crear la Red de Trueque de Zaragoza, para impulsar, organizar y coordinar
mercados de trueque en la ciudad. Desde entonces mantienen un blog que da información
puntual sobre dichos eventos, a la vez que asesoran y orientan a quienes quieren montar alguno.
Desde 2014 organizan una feria de trueque de toda la ciudad en el parque principal,
coincidiendo con las fiestas patronales (Figura 1).
Los mercados de trueque se desarrollan mediante eventos efímeros, igual que el mercado
agroecológico, pero a diferencia de este no disponen de un sitio estable ni de una periodicidad
fija: la Tabla 2 recoge los celebrados desde 2012. Se observa que las mayores frecuencias
coinciden con los años de la crisis.
Tabla 2. Mercados de trueque en Zaragoza (2012–2019)
AÑO
NÚMERO
ENTIDAD ORGANIZADORA
Asociación
de vecinos
Otra
asociación
Otra
PEA
Entidad
privada
Universidad
2012
13
7
-
5
1
-
2013
10
2
2
3
2
1
2014
15
5
1
5
1
3
2015
3
1
-
2
-
-
2016
4
-
1
3
-
-
2017
7
-
1
4
-
2
2018
6
1
-
2
2
1
2019
4
1
1
1
1
-
Total
62
17
6
25
7
7
Fuente: elaboración propia a partir de los Mercados de trueque en Zaragoza
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
19
Otra diferencia respecto al mercado agroecológico es que de este se encarga siempre el mismo
gestor, mientras que los de trueque son organizados por diversas entidades: destacan en primer
lugar las que desarrollan otras PEA, con el 40% del total de eventos. Siguen las asociaciones de
vecinos, con el 28%, algunos centros universitarios, otras asociaciones y algunas entidades
privadas. Los lugares de desarrollo cambian en función del organizador, coincidiendo con su
sede o con algún espacio público cedido.
No es posible saber el número de participantes en estos mercados. La persona entrevistada,
responsable de la feria de trueque, que es el evento más concurrido, estimó en unas 300
personas las que participaron en la última edición de la misma.
En los mercados de trueque está prohibido el uso de dinero: los intercambios han de ser de
bienes por bienes. El valor viene fijado por la utilidad real que reportan a quienes quieren
intercambiarlos: si un objeto ha dejado de ser útil a su propietario puede cambiarlo por otro, en
vez de tirarlo, con lo que se avanza hacia un consumo más responsable, como sugieren los
lemas de la feria de trueque: “Reducir, reutilizar, reciclar. Buscando dar una segunda vida a los
objetos. Cambiar cosas para cambiar las cosas”. A diferencia de los bancos de tiempo, en los
mercados de trueque los intercambios son bilaterales, aunque se permite llegar a acuerdos entre
tres o más personas.
Un colectivo ligado al movimiento 15M de Zaragoza creó la moneda social Ebro en 2012. Desde
el principio se integró en la plataforma digital Community Exchange System (CES), lo que
garantizó su convertibilidad con todas las monedas sociales incluidas en esta red global.7 Quien
quisiera formar parte del grupo de intercambio debía inscribirse previamente en la plataforma y
allí podía anunciar sus ofertas de bienes o servicios y ver las ofertas de los demás que pudieran
convenirle.
Para materializar intercambios se celebraban periódicamente mercados, con los que se
pretendía difundir la existencia de la moneda social entre un público más amplio y así hacer
crecer la comunidad. Al principio se realizó un mercado al mes, espaciándose progresivamente
a uno cada dos, tres y seis meses, hasta que se suspendieron en 2015. Las causas de esta
suspensión fueron el cansancio producido por el excesivo trabajo voluntario que asumía un
número reducido de personas y la dificultad de casar oferta y demanda, de modo similar a
como se ha explicado respecto al banco de tiempo. A la suspensión de los mercados periódicos
7 Es una plataforma en línea que presta servicio a 1091 grupos de intercambio en 102 países
https://www.community-exchange.org/home/
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
20
le siguió poco después el cese de actividad. La moneda social Ebro actualmente no está
operativa, aunque sigue inscrita en el CES, en situación de stand by, según expresión de la
persona entrevistada.
4.3 Los centros sociales autogestionados
El primer intento de creación de un centro social autogestionado (CSA) en Zaragoza se produjo
en 1986, cuando un grupo anarquista ocupó un local abandonado, que fue desalojado al cabo
de trece días. A él siguieron otros de mayor pervivencia y repercusión social, cerrándose un
primer ciclo en 2001, con el abandono del CSA Miju tras dos años de funcionamiento (Dieste &
Pueyo, 2003).
Actualmente hay tres en activo. El más antiguo es el Centro Social Okupado Kike Mur, creado en
el año 2010 tras la ocupación de un edificio de la antigua prisión provincial, en el barrio obrero
de Torrero (Figura 1). Cuando se construyó el nuevo centro penitenciario, en un municipio del
área periurbana de Zaragoza, la mayor parte de las dependencias de la vieja cárcel fueron
demolidas, construyéndose en su lugar unos bloques de viviendas sociales, pero se conservó el
edificio central. Dicho espacio debería haber albergado un centro cívico, pero el Ayuntamiento
–a quien se cedió el inmueble– nunca llegó a tener un proyecto claro. Tras años de abandono
fue ocupado por un colectivo de inspiración libertaria, que lo mantiene activo desde entonces.
En 2013 se creó el Centro Social Comunitario Luis Buñuel, también mediante ocupación de un
edificio público, una construcción de finales del siglo XIX –ubicada en el barrio medieval de
San Pablo (Figura 1)– que tuvo diferentes usos a lo largo de su historia, siendo instituto de
educación secundaria el último de ellos; dada la inadecuación de las instalaciones para esta
función se construyó un centro nuevo en un barrio vecino y el edificio quedó vacío en 2005, sin
que su propietario, el Ayuntamiento, previera ningún uso concreto, hasta que un colectivo del
movimiento 15M lo ocupó, manteniéndose así desde entonces.
El tercero, fundado también en 2013, es el Centro Social Autogestionado La Cartuja, ubicado en
la entidad de población (o barrio rural) del mismo nombre (Figura 1). Es una iniciativa mucho
más modesta, que utiliza el local de una peña, que lo cede sin contrapartida económica.
Estos centros se rigen por una asamblea semanal, en la que se toman las decisiones relativas a la
gestión interna y se aprueban las actividades a realizar. Entre estas se incluyen muchas de
carácter cultural, como conciertos, conferencias, espectáculos, talleres de arte, de bricolaje o
yoga. Pero son especialmente importantes –afirman las personas entrevistadas– las de carácter
social, como las que organizan colectivos feministas y antifascistas, plataformas como las de
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
21
afectados por la hipoteca o de apoyo a refugiados y a colectivos laborales. La participación en
las actividades está abierta a todo el mundo y es gratuita. El Luis Buñuel dispone de un servicio
de asesoría social y además ha llevado a cabo diversos proyectos comunitarios centrados en el
barrio.
Los dos centros ocupados disponen de una tienda gratuita: cualquiera puede donar lo que ya no
necesita y llevarse lo que precise. Además organizan periódicamente mercadillos de trueque. El
Luis Buñuel tiene un huerto comunitario en su patio. Este y el CSA La Cartuja son la sede de
sendos grupos de consumo agroecológico. La moneda social Ebro tuvo su sede y celebró la
mayor parte de sus mercados en el Luis Buñuel.
Los CSA, por tanto, desarrollan actividades variadas, preferentemente centradas en los servicios
socio-culturales, y además son sede y punto de apoyo de otras PEA.
4.4 Los participantes en las prácticas económicas alternativas
Los cuestionarios cumplimentados ofrecen información relevante sobre el perfil
sociodemográfico de las personas que participan en las PEA afincadas en Zaragoza. Cabe
señalar, para empezar, que existe un significativo desequilibrio de género: el 42% son hombres
y el 58% mujeres.
En la Tabla 3 se recogen otras características sociodemográficas, que permiten definir el perfil
de los participantes en las PEA: predominan los adultos de entre 35 y 50 años (45% del total),
las personas con educación universitaria (58%), los trabajadores en activo (69%), quienes viven
en hogares de dos personas (36%) y quienes disponen de un nivel de ingresos de entre 20 y
40 mil euros anuales (32%). Predominan, por tanto, los adultos de edad madura, viviendo en
pareja, con un nivel de formación alto e ingresos medio-altos.
Para captar su orientación ideológica, atendiendo a los tres posicionamientos sobre qué es lo
alternativo a que se ha hecho referencia en la introducción, se les planteó la siguiente pregunta:
“Indique con cuál de estas posturas se siente más identificado: 1) rechazo totalmente el
capitalismo como sistema económico y social; 2) intento corregir los aspectos más injustos del
capitalismo actual; 3) trabajo por construir unas relaciones económicas que me permitan vivir al
margen del capitalismo”.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
22
Tabla 3. Partícipes en Prácticas Económicas Alternativas: características sociodemográficas
GRUPO
EDAD
EDUCACIÓN
OCUPACIÓN
PERSONAS
POR HOGAR
INGRESOS
A
8
7
15
20
14
B
43
16
9
34
28
C
27
14
2
10
30
D
14
55
66
25
9
No contesta
3
3
3
6
14
Total
95
95
95
95
95
Valores de las variables en cada grupo
GRUPO
EDAD
EDUCACIÓN
OCUPACIÓN
PERSONAS
POR HOGAR
INGRESOS
(miles de
€)
A
<35
Primaria
Jubilado
1
<10
B
35-50
Bachillerato
Desempleado
2
10-20
C
51-65
FP
Estudiante
3
20-40
D
>65
Universidad
Activo
>3
40-60
Fuente: elaboración propia
La respuesta más frecuente fue la segunda, con el 57% del total; le sigue la primera, con el 24%
y la tercera, con el 19%. Vale la pena señalar que de esta tónica general se apartan los CSA,
donde la postura de rechazo es absolutamente mayoritaria, si bien hay que tomarlo con mucha
prevención dado el escaso número de participantes en los CSA que cumplimentaron el
cuestionario. De lo anterior se desprende que la mayor parte de quienes participan en el
conjunto de PEA seleccionadas en Zaragoza no pretenden acabar con el sistema, sino corregir
sus aspectos más injustos. Los anticapitalistas, es decir, quienes rechazan de plano el sistema,
son casi la cuarta parte del total y quienes pretenden vivir al margen del mismo, se acercan a la
quinta parte.
Otro rasgo destacable es que el 48% de las personas que han cumplimentado el cuestionario
afirma que participa en una sola PEA, frente al 52% que lo hace en más de una. De estas
últimas, una quinta parte participa solo en monedas comunitarias -por ejemplo, en el banco de
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
23
tiempo y los mercados de trueque- pero en los demás casos combinan alguna de estas con
alguna de las prácticas agroecológicas o con los centros sociales autogestionados. La
participación doble o múltiple muestra un compromiso personal con los valores de solidaridad
social y sostenibilidad ambiental.
A modo de recapitulación, puede afirmarse que los participantes en las PEA no son en su mayor
parte ni revolucionarios ni marginales, sino personas que pretenden vivir en la sociedad actual
mejorándola desde dentro. Tienen una formación elevada y un buen nivel de ingresos y
muestran un alto grado de compromiso personal.
4.5 Las prácticas económicas alternativas en el espacio y las políticas urbanas
Las PEA analizadas se localizan de forma dispersa por el espacio urbano, tanto en la ciudad
compacta como en las otras entidades de población, que en Zaragoza se denominan barrios
rurales (Figura 1). El mercado agroecológico y el banco de tiempo se ubican en el casco
histórico. Los mercadillos de trueque, por ser eventos efímeros y esporádicos, sin periodicidad
fija, no se han cartografiado, aunque sí la feria de trueque, que se celebra una vez al año en el
Parque Grande, situado al final del eje principal del ensanche burgués.
Los grupos de consumo se localizan por toda la ciudad: dos en el casco histórico, otros dos en
el ensanche burgués (Universidad), cuatro en barrios obreros de la primera industrialización
(Barrio de Jesús, Delicias y Torrero), otros dos en barrios recientes de clase media (Actur y
Valdespartera) y cuatro más en los barrios rurales (Casetas, Garrapinillos, Peñaflor y Cartuja
Baja).
Los huertos comunitarios tienen una localización periférica: tres se sitúan en los límites del
continuo urbano, en barrios de reciente construcción (Oliver, Parque Goya y Rosales del Canal),
dos en la periferia de barrios obreros de la primera industrialización (San José y Delicias) y uno
en el casco histórico.
Los centros sociales autogestionados se ubican en tres tipos de emplazamiento: el casco
histórico, un barrio obrero de la primera industrialización (Torrero) y un barrio rural (La Cartuja
Baja).
Una de las preguntas del cuestionario a los participantes en las PEA se refería al domicilio,
expresado en términos de barrio. Las 85 respuestas obtenidas se distribuyen de la siguiente
manera: 12 viven en el casco histórico, 9 en el ensanche burgués, 32 en barrios obreros de la
primera industrialización, 26 en barrios recientes de clase media y 6 en barrios rurales. Por
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
24
tanto, las personas que participan en las PEA se distribuyen también de forma dispersa por toda
la ciudad.
El Ayuntamiento de Zaragoza ha apoyado a muchas de las PEA aquí descritas.8 Donde más
claramente se aprecia la apuesta municipal por ellas es en las de carácter agroecológico: el
mercado agroecológico está incluido en la red de mercados municipales; los huertos urbanos
comunitarios se desarrollan en terrenos de propiedad municipal, cuya gestión lleva el propio
ayuntamiento o cede a otras entidades, en el marco del programa municipal Agros; el huerto de
El Gancho se sale de este esquema, pues está en una parcela privada, pero funciona también
dentro de un programa municipal, “Esto no es un solar”. Por el contrario, no hay apoyo
municipal a los grupos de consumo, porque se trata de iniciativas particulares e informales cuyos
promotores no lo solicitan.
Respecto a las monedas comunitarias, el Ayuntamiento fue impulsor del banco de tiempo y lo
apoya financieramente desde el mismo momento de su creación, aunque delega su gestión en
la federación de asociaciones de vecinos. Por el contrario, no hay apoyo municipal a los
mercados de trueque, porque se trata de iniciativas particulares e informales cuyos promotores
no lo solicitan; no obstante, apoya la feria de trueque anual mediante la cesión de uso de
espacio público y su inclusión en el programa de las fiestas patronales. No solicitaron apoyo los
promotores de la moneda social.
La actitud del Ayuntamiento hacia los CSA que ocupan edificios municipales es, como mínimo,
de tolerancia: siendo propietario de los mismos, no ha tomado ninguna iniciativa de desalojo,
mantiene el suministro de agua y se hace cargo de los gastos de electricidad. Esta actitud revela
un cierto reconocimiento a la labor sociocultural que realizan, de forma totalmente altruista y
voluntaria, sin coste para el erario público. En marzo de 2018, gobernando Zaragoza en
Común, se intentó ir más allá, mediante la firma de un convenio de colaboración con el Luis
Buñuel, para regularizar la ocupación: los ocupantes se constituyeron en asociación, presentaron
un proyecto de actividades y el ayuntamiento les cedió el uso del edificio para su desarrollo.
Dicho convenio fue recurrido judicialmente por otra asociación –con el apoyo del Partido
Popular– y el Tribunal Superior de Justicia de Aragón lo declaró nulo en noviembre de 2019. El
Ayuntamiento actual, gobernado por Partido Popular y Ciudadanos, no ha tomado ninguna
8 La ciudad ha tenido alcaldes del Partido Socialista Obrero Español durante 28 años (1979–1995 y 2003–2015)
y del Partido Popular en 8 (1995–2003). En 2015–2019 gobernó en minoría Zaragoza en Común, coalición
electoral ligada a Podemos. Desde las elecciones de 2019 lo hace una coalición del Partido Popular y
Ciudadanos.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
25
decisión tras la sentencia, por lo que se mantiene la situación de ocupación en las mismas
condiciones que antes.
5 Discusión
Los resultados del análisis realizado arrojan luz sobre el funcionamiento de las PEA, sus
limitaciones como alternativa al sistema y su relación con los movimientos sociales de base, así
como sobre el papel de la administración local. También permiten conocer y valorar su
integración en el espacio urbano.
5.1 Las prácticas agroecológicas: hacia una producción y consumo sostenibles
El principal rasgo que salta a la vista respecto a las prácticas agroecológicas en Zaragoza es su
falta de integración: los huertos comunitarios, el mercado agroecológico y los grupos de
consumo cubren las tres fases del circuito económico, pero no están conectados entre sí,
operando cada uno al margen de los demás.
Los huertos funcionan en régimen de autoconsumo, lo cual viene forzado por la normativa que
rige la producción alimentaria, pero además es coherente con la finalidad última de los mismos,
que no es económica, sino social: las entidades gestoras de los huertos no tienen como objetivo
la obtención de ingresos, sino crear ámbitos de socialización para colectivos menos favorecidos
(jubilados o jóvenes con problemas), reforzar los lazos internos de las comunidades de los
barrios en que se asientan y hacer visibles a los habitantes de entornos urbanos la íntima
vinculación de la sociedad con la naturaleza, plasmada claramente en el cultivo de la tierra para
la obtención de alimento. Esta es la tónica general, como ponen de manifiesto otros trabajos:
Gómez (2019) les atribuye una función social –favorecer relaciones entre familias del mismo
barrio– y otra didáctico-ambiental; Larrubia et al. (2020), estudiando el caso de Málaga, indican
que los huertos urbanos contribuyen al fortalecimiento de redes sociales y a la protección
medioambiental, merced al empleo de métodos ecológicos.
El mercado agroecológico reúne a productores profesionales –agricultores y artesanos- y
consumidores, que realizan operaciones de compra-venta en un espacio y tiempo previamente
fijados, con una periodicidad establecida. De todas las prácticas aquí estudiadas es la que más
se asemeja a las convencionales, en tanto que los vendedores persiguen la obtención de
beneficios económicos. No obstante, como afirman sus gestores, su objetivo principal no es
crematístico, sino demostrativo: se trata de que la población urbana conozca a productores del
entorno rural que cultivan la tierra de manera respetuosa con los procesos naturales y consuma
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
26
sus productos, los cuales reúnen una serie de cualidades alimenticias y simbólicas –sanos y
naturales- diferentes de las de los alimentos convencionales; se presupone que ese efecto
demostración ayudará a consolidar la producción agroecológica. En la misma línea se
manifiestan los gestores de los mercados de otras ciudades, en cuya opinión estos ofrecen
beneficios económicos, pero también de otro tipo: transformación de hábitos alimentarios,
promoción de la economía social y desarrollo de procesos de producción y consumo más
responsables con el medio ambiente (Méndez & Monteserín, 2017).
Pese a sus aspectos positivos el mercado agroecológico de Zaragoza presenta una limitación
importante: tratándose de una ciudad grande, un solo mercado ubicado en el centro resulta de
difícil acceso para los habitantes de los barrios; hacer un viaje en transporte público cargando
con las bolsas de la compra no es una experiencia cómoda y el uso del transporte privado
queda descartado por las restricciones de aparcamiento. Lo ideal sería avanzar hacia un modelo
de mayor dispersión, con varios mercados funcionando en la ciudad, establecidos de acuerdo
con las asociaciones de vecinos y los pequeños comerciantes de los barrios. Pero esta
posibilidad se enfrenta a una limitación difícil de superar: la falta de oferta, tanto por el número
de agricultores que podrían participar en ellos, como por el modesto tamaño de sus
explotaciones agrarias. Esta limitación se da también en Madrid, donde hay varios mercados,
pero las distancias a recorrer por los consumidores son muy altas, dado el gran tamaño de la
ciudad (Méndez & Monteserín, 2017).
El Ayuntamiento de Zaragoza apoya la iniciativa, a diferencia de lo que ocurre en otras
ciudades. Por ejemplo, en Alicante el mercado agroecológico está gestionado por grupos de
activistas por la soberanía alimentaria, tanto productores como consumidores, que no quisieron
aceptar lo que juzgaron como imposiciones de la autoridad municipal (Espinosa et al., 2020);
en él además no se exige una certificación ecológica oficial, asumiendo los sistemas
participativos de garantía a que se ha hecho referencia en el caso de los grupos de consumo.
Por todo ello el mercado alicantino presenta un carácter más alternativo que el de Zaragoza, en
el sentido de que sus prácticas están más alejadas de las convencionales. Por otra parte, el
mercado de Alicante se celebra en un huerto comunitario ocupado, lo que abre la puerta a una
cierta cooperación entre ambos tipos de prácticas, a diferencia de lo observado en Zaragoza.
La existencia de pocos mercados en las ciudades y su falta de integración con otras prácticas
agroecológicas muestran que queda un largo camino por recorrer “hasta convertirlos en un
verdadero modelo de consumo alternativo que vaya más allá de iniciativas valiosas pero
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
27
puntuales” (Méndez & Monteserín, 2017, p. 214). Para esto sería necesaria la implicación del
sector púbico, singularmente de los ayuntamientos; pero estos tienen actitudes muy diferentes,
como se ha visto en los casos de Zaragoza y Alicante. Por otra parte, un obstáculo difícil de
superar es el requisito de la venta directa: con él se cumple el objetivo de facilitar una relación
sin intermediarios entre productores y consumidores, pero obliga a aquellos a desplazarse y
llevar a cabo tareas distintas de las específicas de su profesión. Una organización de tipo
cooperativo entre productores podría facilitar la realización de estas tareas sin traicionar el
espíritu de la venta directa.
Los grupos de consumo agroecológico de Zaragoza funcionan al margen de los huertos
comunitarios, de los que no pueden proveerse, y del mercado agroecológico, al que no
recurren.9 Estos grupos son “experiencias de colaboración entre consumidores urbanos
organizados y productores agroecológicos de las áreas rurales o periurbanas próximas que
permitan superar la actual hegemonía de la gran distribución” (Michelini et al., 2017, p. 682),
mediante una relación comercial directa, sin intermediarios, que potencia la agricultura de
proximidad o kilómetro 0, como también se la denomina; en esto hay una clara coincidencia con
el mercado agroecológico.
Un rasgo definitorio de los grupos de consumo de Zaragoza, compartido con los de otras
ciudades, es que no exigen a sus proveedores una certificación ecológica oficial. Con ello
buscan beneficiar a los agricultores, para quienes la obtención de dichas certificaciones implica
unos gastos importantes, y a la vez manifiestan su rechazo a los mecanismos burocráticos del
sistema. En su lugar han establecido un sistema participativo de garantía, basado en la confianza
mutua, que refuerza los lazos entre productores y consumidores. Esto, unido al compromiso de
compra a largo plazo, supone un apoyo importante a los agricultores, en la línea de la
Community Supported Agriculture de Estados Unidos, cuyo ejemplo más relevante en España es
la asociación “Bajo el Asfalto está la Huerta” de Madrid (López, 2015).
A pesar de la falta de integración económica entre ellas y los problemas que se han expuesto,
las tres prácticas agroecológicas estudiadas en Zaragoza funcionan bien y exhiben una notable
vitalidad. Pero distan mucho de constituir un “sistema alimentario local alternativo”, en palabras
de Michelini et al. (2017). Para avanzar en esa dirección sería necesaria una mayor integración,
9 Los socios de los grupos de consumo pueden acudir al mercado agroecológico a título individual, como
cualquier otro ciudadano, pero no suelen hacerlo, puesto que su grupo les garantiza el aprovisionamiento de los
productos que requieren.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
28
lo cual exigiría, por una parte, que los huertos comunitarios cambiaran de enfoque –algo sin
sentido, dados los principios de sus entidades gestoras– o que surgieran nuevos huertos
gestionados por agricultores profesionales, capaces de cumplir plenamente con la normativa
alimentaria; algo de esto se está intentando en la ciudad por parte del Ayuntamiento, como se
verá más adelante. Por otra parte, sería necesario reforzar la conexión entre producción y
consumo; una vía para ello podría ser cambiar el enfoque de los grupos de consumo,
incrementando su tamaño y profesionalizando la gestión, pero esta opción, que supondría una
“neo-convencionalización, es decir, la adopción de formas de organización y gestión semejantes
a las que practica la distribución alimentaria hegemónica” (Sánchez & Espinosa, 2020, pp. 24-
25), es rechazada de plano por numerosos grupos de consumo, que se identifican plena y
radicalmente con el modelo actual. No obstante, esta es la línea que ha adoptado en Zaragoza la
cooperativa de consumo El Bisaltico, que fue pionera en el consumo agroecológico de la
ciudad, pero se viene enfrentando crecientemente a la competencia de la distribución
convencional –tanto de las tiendas especializadas como de las grandes superficies comerciales-
lo cual ha dado lugar a una reducción paulatina del número de socios; esta experiencia muestra
que la neoconvencionalización no es una vía fácil de llevar a la práctica con éxito por parte de las
cooperativas y grupos de consumo.
Para finalizar esta discusión sobre las prácticas agroecológicas, conviene no perder de vista que
están en la línea de los objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, entre los que se incluyen
la búsqueda de la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible.
5.2 Las monedas comunitarias: el problema de la masa crítica
Frente a la vitalidad de las prácticas agroecológicas, las monedas comunitarias se vienen
enfrentando en Zaragoza a serios problemas de funcionamiento, cuya manifestación más grave
fue la suspensión de la moneda social Ebro, que en la actualidad no está operativa; los
mercados de trueque tuvieron su mayor desarrollo en los años de la crisis, pero desde 2015 su
número ha disminuido notablemente; el banco de tiempo funciona por debajo de sus
posibilidades, como indica el hecho de que el número de socios casi cuadriplica la cifra anual
de intercambios.
El problema nuclear de estas PEA es la dificultad de equilibrar oferta y demanda; no es exclusivo
de Zaragoza, pues son numerosas las redes de colaboración de este tipo que no alcanzan un
tamaño suficiente para su viabilidad (Méndez, 2015). En efecto, si los asistentes a un mercado
de trueque son pocos y llevan pocos objetos para trocar, es difícil que coincidan en el mismo
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
29
espacio y tiempo un elevado número de personas con ofertas y demandas complementarias. El
banco de tiempo y la moneda social permiten mayor flexibilidad, porque los intercambios son
multilaterales y no sincrónicos, pero aun así es frecuente que algunos usuarios tengan ofertas
atractivas, con las que acreditan tiempo o moneda, y no puedan gastar porque no hay usuarios
que ofrezcan lo que ellos demandan; del mismo modo, algunos usuarios acumulan
excesivamente en su debe; los gestores están atentos a evitar estos desequilibrios, pero, si el
número de participantes es pequeño, el único medio para conseguirlo es restringir los
intercambios, es decir, no aceptar demandas de quienes deben demasiado ni ofertas de
quienes tienen una posición acreedora excesiva, con lo que se genera un círculo vicioso. Este
problema es general: según un trabajo sobre los bancos de tiempo de varias ciudades españolas
“los gestores [...] señalan claramente que la principal dificultad es la ausencia de una masa
crítica para encajar oferta y demanda” (Climent & Lardiés, 2019a, p. 139).
Otra de las razones de ese desequilibrio es que muchos participantes tienen una buena
disposición a ofrecer servicios, pero son reacios a demandarlos, como afirma la persona
responsable del banco de tiempo de Zaragoza. Autores como Markkanen & Burgess (2015)
constatan esta misma actitud, a la que se refieren como el obstáculo psicológico que impide
pedir ayuda, lo cual tiene que ver con el hecho de que muchos participantes en bancos de
tiempo asocian estos con tareas de voluntariado (Climent & Lardiés, 2019b); el voluntario es una
persona que ayuda, sin pedir nada a cambio, pero esa actitud no encaja con las monedas
comunitarias, que se basan en la reciprocidad.
No obstante, algunos bancos de tiempo muestran un importante dinamismo, como el de
Baracaldo, que ha alcanzado “una dimensión que supera nuestras más optimistas previsiones”
(Pariza et al., 2014, p. 46) o el de Gorbals, en la ciudad de Glasgow, que ha desempeñado un
papel destacado en el alivio de la pobreza y la exclusión social en un barrio especialmente
vulnerable (Seyfang, 2004).
González et al (2019), en un estudio comparado sobre varias monedas sociales en España,
constatan el debilitamiento de gran parte de ellas, remarcando así los problemas a que se
enfrentan estas prácticas. Una de las reflexiones que apuntan dichos autores es que la
recuperación parcial de la crisis económica ha podido influir en el desinterés por mantenerlas.
Las personas responsables de las monedas comunitarias actualmente existentes en Zaragoza
–banco de tiempo y mercado de trueque– insisten en que estas prácticas no tienen una
finalidad económica, sino social: fortalecer los vínculos entre las personas que integran la
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
30
comunidad. Coinciden en ello con las apreciaciones de numerosos autores, que consideran que
la función esencial de las monedas comunitarias es la de construir capital social (Collom, 2008;
Valor & Papaoikonomou, 2016). Para desarrollar esa función disponen de un punto fuerte: la red
de trueque y el banco de tiempo de Zaragoza están integrados y coordinados entre sí, a
diferencia de las prácticas agroecológicas.
5.3 Prácticas económicas alternativas, activismo y movimientos sociales
La población de Zaragoza es de 674 997 habitantes;10 los 1710 participantes en las PEA
analizadas (Tabla 1) son una minoría, aunque la estimación sea muy conservadora, como se
explicó en el apartado metodológico. Esto, unido a los problemas de funcionamiento señalados,
lleva a pensar que estas PEA tienen una capacidad de cambio o transformación social muy
limitada. No obstante, debe recordarse que sus practicantes no son un grupo marginal aislado
en un gueto, sino una población con un perfil sociodemográfico plural, en el que predominan
los niveles altos de estudios y medio-altos de ingresos, que vive y desarrolla sus prácticas a lo
largo y ancho de la ciudad. Su posicionamiento ideológico es crítico frente al capitalismo y su
actitud personal de compromiso social está fuera de duda. Por todo ello su influencia en la
ciudad puede ser mayor de lo que las cifras sugieren. Ni por su número ni por su
posicionamiento político están en condiciones de producir un cambio radical en el modelo
económico actual, pero pueden tener una influencia significativa orientando la sociedad hacia
posiciones más ecológicamente sostenibles y socialmente solidarias.
Estas PEA mantienen una estrecha vinculación con los movimientos sociales urbanos de base. En
algunos casos se trata de movimientos con décadas de historia y fuerte arraigo e influencia,
formalizados y articulados institucionalmente. Destaca en primer lugar el movimiento vecinal,
muy activo en la ciudad: las asociaciones de vecinos son impulsoras directas del banco de
tiempo y la red de trueque, cuya gestión asumen; colaboran también en la gestión de algunos
huertos urbanos y animan otras prácticas.11
Diversos movimientos de voluntariado, también de larga vida, organizados en fundaciones y
organizaciones no gubernamentales, han puesto en marcha algunas PEA, como los huertos
urbanos comunitarios. Organizaciones ecologistas fueron las que impulsaron la creación del
10 Instituto Nacional de Estadística: Cifras oficiales de población resultantes de la revisión del Padrón municipal a 1
de enero de 2019.
11 La persona responsable de la cooperativa de consumo agroecológico El Bisaltico explicó en la entrevista que las
asociaciones de vecinos habían animado y apoyado la creación de la cooperativa.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
31
mercado agroecológico, que actualmente gestionan, y las que inspiraron la creación de los
grupos de consumo agroecológico, aunque estos funcionan sin una organización formal.
Los centros sociales autogestionados son, de todas las descritas, las prácticas que mejor
encarnan el espíritu activista y alternativo. Despliegan en los barrios una intensa actividad de
servicios culturales y sociales, que trasciende al conjunto de la ciudad. Juegan además un papel
importante como animadores y anfitriones de todos los demás tipos de PEA.
Los dos más grandes de la ciudad se identifican con el movimiento okupa, también con décadas
de existencia. Este movimiento despierta recelos en buena parte de la población, que lo asocia
con la ocupación de viviendas de propiedad privada. Pero los CSA se ubican en edificios vacíos
de titularidad pública, por lo que no hay perjuicio a particulares; más bien al contrario, la
ocupación les da nueva vida y los ocupantes los cuidan, llevando a cabo las tareas de
mantenimiento necesarias. Estos centros funcionan de manera informal; no obstante, el Luis
Buñuel se inscribió como asociación para negociar con el Ayuntamiento. Por el contrario, el Kike
Mur, de inspiración libertaria, no se ha planteado en ningún momento su formalización. Esta
diferencia entre centros que buscan una cierta institucionalización y otros que la rechazan
abiertamente es común a otras ciudades (González et al., 2018).
A escala mundial las prácticas analizadas en este trabajo se originaron a raíz de la crisis de los
setenta del siglo pasado. Las identificadas en Zaragoza son más recientes: las primeras fueron el
huerto comunitario del Parque de la Memoria (1994), la cooperativa de consumo (2003) y el
banco de tiempo (2007). Las restantes se crearon a partir de 2008, en el contexto de la última
crisis, que fue factor impulsor: los productores agroecológicos, cuyos productos son más caros
que los convencionales, trataron de buscar nuevos mercados, lo cual favoreció la venta directa a
grupos de consumo, como iniciativa informal, y la puesta en marcha del mercado agroecológico
en 2009, como iniciativa formal. El incremento de la pobreza y otros problemas sociales
multiplicaron el trabajo de las fundaciones y organizaciones no gubernamentales y, por tanto,
tuvo que ver con la creación de los huertos urbanos comunitarios que ellas gestionan. Por lo
mismo, los mercados de trueque se vieron también impulsados.
El mayor desarrollo de las PEA a raíz de la crisis del 2008 hace pensar que los movimientos
sociales de nuevo cuño que convergieron en el movimiento 15M han jugado algún papel en
ello. Efectivamente, hay una vinculación concreta y directa de la moneda social y del centro
social autogestionado Luis Buñuel con militantes activos del movimiento 15M. Las demás están
ligadas a movimientos sociales de origen anterior, pero el 15M les dio un nuevo impulso,
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
32
claramente manifiesto en la acción de los CSA, que organizan y ofrecen su sede a algunas de
ellas.
5.4 Inserción de las prácticas económicas alternativas en las políticas urbanas
El Ayuntamiento de Zaragoza está adherido al Pacto por una Política Alimentaria Urbana (Milan
Urban Food Policy Pact, 2015), firmado por un centenar de gobiernos locales, y participa en el
programa europeo Life (European Commission, 2019). En este contexto viene desarrollando
actuaciones en el terreno de la agroecología, siguiendo dos líneas complementarias: la primera
es la recuperación para la agricultura de espacios no urbanizables insertos en el espacio urbano
y su periferia inmediata, en la línea de lo que hacen otros ayuntamientos, como el de Valencia
(Farinós et al., 2018), acompañada del apoyo a la transformación ecológica de tierras cultivadas.
La ciudad disponía en el pasado de una extensa huerta, que se fue transformando en un gran
alfalfar, en el clásico proceso de conversión a cultivos más extensivos –e incluso al abandono en
forma de barbechos sociales– derivado de la expansión del espacio urbanizado. El
ayuntamiento, por medio de los programas Life y Agros, está intentando recuperar la huerta
tradicional, con métodos de cultivo ecológico, para lo cual ha creado y gestionado el “Banco de
Tierras Huertas Km 0”. La segunda línea es la potenciación del comercio de proximidad de
productos ecológicos, mediante la reserva de algunos espacios en los mercados de titularidad
municipal. Los huertos urbanos comunitarios y el mercado agroecológico, en los que el
Ayuntamiento juega un papel central, forman parte de esa política local, que se complementa
con el mantenimiento de la red de huertos escolares de la ciudad.
Las PEA agroecológicas de Zaragoza no funcionan de forma integrada, como ya se ha dicho; su
integración podría venir de la mano de una inserción más profunda en esos programas
municipales de mayor alcance. En todo caso el Ayuntamiento parece estar jugando un papel
activo en la construcción de un sistema alimentario alternativo, que, como señalan algunos
autores (Méndez & Monteserín, 2017; Michelini et al, 2017), no sería posible sin el apoyo de la
administración local.
Respecto a las monedas comunitarias, el Ayuntamiento fue impulsor del banco de tiempo y lo
apoya financieramente desde el mismo momento de su creación. Son numerosos los bancos de
tiempo que cuentan con apoyo municipal en España (Valor & Papaoikonomou, 2016; Pariza el
al., 2014; Climent & Lardiés, 2019a) y en otros países, donde se valoran como herramientas
útiles para promover la inclusión social y el sentido de comunidad (Seyfang, 2004),
constituyendo buenos ejemplos de colaboración público-privada.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
33
La firma de un convenio entre el gobierno municipal de Zaragoza en Común y el CSA Luis
Buñuel va en la misma línea que las “Directrices para la cesión de espacios a entidades
ciudadanas”, que aprobó el Ayuntamiento de Madrid en el gobierno de la coalición Madrid en
Común (Méndez & Monteserín, 2019).
La coincidencia del CSA “Luis Buñuel” y del huerto urbano “El Gancho” en el mismo barrio
lleva a una reflexión sobre el papel de las PEA en la rehabilitación urbana. El barrio de San
Pablo –también conocido como El Gancho– es un ensanche medieval de la ciudad de
Zaragoza, que sufrió un intenso proceso de degradación a lo largo del siglo XX. La actuación de
los sucesivos ayuntamientos constitucionales ha ido revirtiendo poco a poco la situación, pero el
proceso es muy lento y todavía queda mucho por hacer. Recientemente han surgido entidades
vecinales, como Plataforma de Afectados del Gancho y Calles dignas, que reclaman medidas
contra la inseguridad (tráfico de drogas) y la degradación física del barrio (solares) a la vez que
alertan sobre la subida del precio de la vivienda y el riesgo de que se produzca un abandono
de los actuales propietarios y un proceso de gentrificación con tintes especulativos como el que
se ha visto en otras ciudades. De ahí la importancia de mantener el tejido social del barrio
mediante planes de rehabilitación. En este contexto, potenciar prácticas alternativas puede ser
una estrategia útil. Por ejemplo, la reconversión de solares vacíos en huertos urbanos y de
edificios abandonados en centros sociales y lugares de convivencia, como se ha hecho en el
barrio de San Pablo de Zaragoza. Por tanto, cabe concebir el análisis de las PEA también desde
el punto de vista de la planificación urbana, física y social, pues pueden ayudar a que el tejido y
las redes sociales de los barrios sobrevivan y prosperen, como se ha puesto de manifiesto
también en otros entornos, como el barrio del Oeste de Salamanca (Sánchez et al., 2017).
6 Conclusión
Desde que se generalizaron las políticas neoliberales, a partir de los años ochenta del siglo XX,
fueron surgiendo en los países occidentales prácticas económicas alternativas a las propias del
sistema, mostrando una notable diversificación. Algunas de ellas -en las que se ha centrado este
estudio- se desarrollan a escala local mediante procedimientos muy alejados de los típicos del
mercado. La proximidad espacial, el contacto directo entre los actores y la apuesta por los
circuitos cortos, sin intermediarios, son elementos esenciales de dichas prácticas. Varias de ellas
están integradas en redes, que en algunos casos tienen alcance internacional, como la
plataforma Community Exchange System, a la que se adhirió la moneda social Ebro; los grupos
de consumo agroecológico, por su parte, forman una red (“Eco Red”) de escala regional, junto
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
34
con agricultores y artesanos, y los mercadillos de trueque otra de escala local. Se trata en todos
los casos de redes de coordinación e intercambio de información, pero cada práctica concreta
desarrolla su actividad de forma independiente en su ámbito local.
Su alejamiento respecto de las prácticas capitalistas convencionales queda atestiguado por el
autoconsumo y la gestión comunitaria de los huertos, la relación directa productor-consumidor y
el establecimiento de un precio justo en los grupos de consumo, el rechazo al dinero
convencional en las monedas comunitarias o la gratuidad de los servicios y la gestión
comunitaria de los bienes públicos por parte de los centros sociales autogestionados. Ese
alejamiento de las prácticas convencionales plantea a estas PEA desafíos y problemas e impone
límites a su funcionamiento. Estas prácticas vienen desarrollándose desde la década de los
noventa, dándose la mayor proliferación a raíz de la crisis del 2008.
Quienes participan en Las PEA analizadas en este estudio de caso son una minoría de la
población, pero forman un colectivo socialmente diverso, en el que predominan los trabajadores
en activo con elevados niveles de formación e ingresos. Defienden unos valores diferentes de
los del sistema vigente, frente al que mantienen una actitud crítica, y están comprometidos en
movimientos sociales de base muy activos, especialmente los relacionados con el movimiento
15M.
Las PEA emanan de dichos movimientos sociales o entroncan con ellos. Su presencia en la
ciudad es muy pequeña y no es realista pensar que puedan provocar una transformación radical
de la base económica. Lo mismo cabe decir respecto al espacio que construyen: igual que en el
caso de Valladolid “no deja de ser un contrapunto marginal al generado por los actores
principales que operan en la producción del espacio urbano” (Pascual et al., 2018, p. 214). No
se puede ignorar que los movimientos sociales “dada la altamente individualizada estructura de
la sociedad contemporánea, están experimentando dificultades para construir lazos fuertes y
duraderos de solidaridad y cooperación entre la gente, lazos de unión que constituyen un
recurso fundamental para la acción colectiva” (D’Alisa et al., 2015, p. 330). Por eso una de las
preocupaciones expresadas por los responsables de las PEA estudiadas es la de construir o
reforzar lazos interpersonales que den cohesión a la comunidad.
No obstante, no conviene subestimar su capacidad de influir positivamente en la difusión de
valores en auge, como la sostenibilidad ambiental y la solidaridad social. La amplia dispersión
de las PEA en el espacio urbano, unida a la diversidad de quienes participan en ellas, hace
posible que desempeñen el papel de fermento para el cambio social: “ahora se reconoce que
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
35
los movimientos de base, unidos en complejas relaciones con, y a veces en oposición a, los
actores ‘convencionales’ gubernamentales y corporativos, pueden tener un poder
transformador” (Feola & Butt, 2017, p. 16).
Precisamente un punto fuerte de dichas prácticas, en el caso de Zaragoza, es que han contado y
cuentan con el apoyo del Ayuntamiento prácticamente desde sus inicios. Eso marca una clara
diferencia con otros casos, como Madrid (Méndez & Monteserín, 2019) y Valencia (Salom et al.,
2019), en los que el apoyo municipal se ha dado con los llamados “ayuntamientos del cambio”,
pero no antes ni después, en que esas ciudades fueron gobernadas por el Partido Popular.
Agradecimientos: Este artículo se integra en el proyecto de investigación “Espacios y prácticas
económicas alternativas para la construcción de la resiliencia en las ciudades españolas” (2016-
2018); Programa Estatal de Investigación, Desarrollo e Innovación Orientada a los Retos de la
Sociedad, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad y el Fondo Europeo de
Desarrollo Regional (FEDER); referencia CSO2015-65452-R (MINECO/FEDER).
Declaración responsable: Las/os autoras/es declaran que no existe ningún conflicto de interés
con relación a la publicación de este artículo. Los tres autores han participado en la organización
y redacción del mismo, asumiendo cada uno de manera más específica las siguientes tareas: E.
Climent y R. Lardiés la revisión bibliográfica, el trabajo de campo y el análisis; S. Esteban la
transcripción de las entrevistas, la elaboración de la base de datos y la cartografía.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
36
Bibliografía
Argueta-Prado, J.Q., & Cortez-Noyola, M. (2016). Trueque, intercambio y reciprocidad:
economía solidaria en las comunidades purépecha de Michoacán. Etnobiologia, (14), 79-89.
Retrieved from https://revistaetnobiologia.mx/index.php/etno/article/view/294/293
Benito del Pozo, P., & López-González, A. (2020). Urban resilience and the alternative
economy: a methodological approach applied to northern Spain. Geographical Review, (110),
322-340. https://doi.org/10.1080/00167428.2019.1684195
Cahn, E., & Gray, C. (2015). The time bank solution. Stanford Social Innovation Review, (13), 40-
45. https://ssir.org/articles/entry/the_time_bank_solution
Caravaca-Barroso, I., & González-Romero, G. (2019). Una mirada alternativa al desarrollo local.
Las monedas sociales en la aglomeración urbana de Sevilla. Scripta Nova,
XXIII(621). https://doi.org/10.1344/sn2019.23.22487
Climent-López, E., & Lardiés-Bosque, R. (2019a). Los bancos de tiempo y la reproducción de
comunidad a escala local. In J.L. Sánchez-Hernández (Coord.), Espacios y prácticas económicas
alternativas en las ciudades españolas (pp. 125-143). Aranzadi.
Climent-López, E., & Lardiés-Bosque, R. (2019b). Los ‘bancos de tiempo’ como herramienta para
afrontar la desigualdad y la vulnerabilidad social. Una mirada desde Zaragoza. In J.A. Nieto-
Calmaestra & C. Egea-Jiménez (Coord.), Colectivos en desventaja social y habitacional. La
geografía de las desigualdades (pp. 69-82). Universidad de Granada.
Collom, E. (2008). Engagement of the Elderly in Time Banking. The Potential for Social Capital
Generation in an Aging Society. Journal of Aging & Social Policy, (20), 414-
436. https://doi.org/10.1080/08959420802186282
Conill, J., Cárdenas, A., Castells, M., Hlebik, S., & Servon, L. (2012). Otra vida es posible.
Prácticas económicas alternativas durante la crisis. UOC.
D’Alisa, G., Forno, F., & Maurano, S. (2015). Grassroots (economic) activism in times of crisis.
Mapping the redundancy of collective actions. Partecipazione e Conflitto, (8), 328-
342. https://doi.org/10.1285/i20356609v8i2p328
Díaz, F., Lourés, M.l., & Pradel, M. (2018). Transformando los modelos de crecimiento y
cohesión: cambios en la gobernanza de Barcelona y Madrid. EURE, (131), 173-
191. https://doi.org/10.4067/s0250-71612018000100173
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
37
Dieste, J., & Pueyo, A. (2003). Procesos de regeneración en el espacio urbano por las iniciativas
de autogestión y okupación. Scripta Nova, VII(146). http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-
146(108).htm
Espinosa-Seguí, A. (2019). El papel de los grupos de consumo agroecológico en la construcción
de un sistema de distribución y un orden alimentario alternativos. In J.L. Sánchez-Hernández
(Coord.), Espacios y prácticas económicas alternativas en las ciudades españolas (pp. 65-85).
Aranzadi.
Espinosa Seguí, A., Lardiés Bosque, R., & Monteserín Abella, O. (2020). Mercados de
productores agroecológicos en España. Venta directa y local en un nuevo escenario de
relaciones de consumo. In J. Farinós Dasí (Coord.), J. Escribano, Mª P. Peñarrubia, J. Serrano &
S. Asins (Eds.), Desafíos y oportunidades en un mundo en transición. Una interpretación desde la
Geografía (pp. 301-311). Tirant Humanidades, Univesitat de Valencia.
European Commission (2019). LIFE Programme In European
Commission. https://ec.europa.eu/easme/en/life
Farinós i Dasí, J., Peiró, E., Lloret-Gual, P., & Vílchez-Muñoz, A. (2018). L’Horta, agricultura y
ciudad: historia y presente. Valencia capital mundial de la alimentación en 2017. Ería: Revista
cuatrimestral de geografía, (38), 287-305. https://doi.org/10.17811/er.3.2018.287-305
Feola, G., & Butt, A. (2017). The diffusion of grassroots innovations for sustainability in Italy and
Great Britain: an exploratory spatial data analysis. The Geographical Journal, (183), 16–
33. https://doi.org/10.1111/geoj.12153
Fernández, A., & Miró, I. (2016). L’economia social i solidària a Barcelona. Ajuntament de
Barcelona.
Fickey, A., & Hanrahan, K.B. (2014). Moving beyond Neverland: reflecting upon the state of the
diverse economies research program and the study of alternative economic spaces. ACME: An
International E-Journal for Critical Geographies, (13), 394-403. https://acme-
journal.org/index.php/acme/article/view/1013
García, M., Eizaguirre, S., & Pradel, M. (2015). Social innovation and creativity in cities: A
socially inclusive governance approach in two peripheral spaces of Barcelona. City, Culture and
Society, (6), 93-100. https://doi.org/10.1016/j.ccs.2015.07.001
Gibson-Graham, J.K. (2008). Diverse economies: performative practices for ‘other worlds’.
Progress in Human Geography, (32), 613-632. https://doi.org/10.1177/0309132508090821
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
38
Gómez-Gonçalvez, A. (2019). Huertos urbanos: laboratorios para la enseñanza y el aprendizaje
práctico de la alternatividad. In J.L. Sánchez-Hernández (Coord.), Espacios y prácticas
económicas alternativas en las ciudades españolas (pp. 87-106). Aranzadi.
Gonick, S. (2016). Indignation and inclusion: Activism, difference, and emergent urban politics
in postcrash Madrid. Environment and Planning D: Society and Space, (34), 209-
226. https://doi.org/10.1177/0263775815608852
González, R., Martínez, M.A., & Barranco, O. (2018). Autogestión de equipamientos y espacios
urbanos: los centros sociales okupados y autogestionados. In P. Ibarra, R. Gomà, S. Martí & R.
González (Coord.), Movimientos sociales y derecho a la ciudad. Creadores de democracia
radical (pp. 88-102). Icaria.
González-Romero, G., & Torres-Gutiérrez, F.J. (2019). Dimensión territorial y caracteres socio-
espaciales de las prácticas económicas alternativas. Aproximación a partir del análisis comparado
de casos. In J.L. Sánchez-Hernández (Coord.), Espacios y prácticas económicas alternativas en
las ciudades españolas (pp. 257-276). Aranzadi.
González-Romero, G., Torres-Gutiérrez, F.J., & Caravaca-Barroso, I. (2019). Cuestionando el
sistema financiero global: experiencias de monedas sociales en España. In J.L. Sánchez-
Hernández (Coord.), Espacios y prácticas económicas alternativas en las ciudades españolas
(pp. 107-124). Aranzadi.
Green Guerrillas (2019). Our history. In Green Guerrillas. http://www.greenguerillas.org/
Harcourt, W. (2014). The future of capitalism: a consideration of alternatives. Cambridge Journal
of Economics, (37), 1307-1328. https://doi.org/10.1093/cje/bet048
Hillebrand, S., & Zademach, H. (2014). Alternative economies and spaces: introductory remarks
In H. Zademach & S. Hillebrand, Alternative Economies and Spaces: New Perspectives for a
Sustainable Economy (pp. 10-22). Bielefeld: transcript
Verlag. https://doi.org/10.14361/transcript.9783839424988
Kirwan, J. (2006). The interpersonal world of direct marketing: examining conventions of quality
at UK farmers’ market. Journal of Rural Studies, (22), 301-
312. https://doi.org/10.1016/j.jrurstud.2005.09.001
Kousis, M., & Paschou, M. (2017). Alternative forms of resilience. A typology of approaches for
the study of citizen collective responses in hard economic times. Partecipazione e Conflitto, (10),
136-168. https://doi.org/10.1285/i20356609v10i1p135
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
39
Larrubia Vargas, R., Natera Rivas, J. J., & Carruana Herrera, D. (2020). Los huertos urbanos
como estrategia de transición urbana hacia la sostenibilidad en la ciudad de Málaga. Boletín de
la Asociación de Geógrafos Españoles, (86). https://doi.org/10.21138/bage.2972
Leyshon, A., & Lee, R. (2003). Introduction: alternative economic geographies. In A. Leyshon, R.
Lee & C. Williams (Coord.), Alternative Economic Spaces.
Sage. https://doi.org/10.4135/9781446220825.n1
Llobera, P. (2013). Iniciativas de re-comunitarización y des-mercantilización en la ciudad.
Documentación Social, (168), 135-158.
López-García, D. (2015). Producir alimentos, reproducir comunidad. Redes alimentarias
alternativas como formas económicas para la transición social y ecológica. Libros en Acción.
López-González, A., & Benito del Pozo, P. (2019). Los factores y límites de las prácticas
económicas alternativas en León y Oviedo. In J.L. Sánchez-Hernández (Coord.), Espacios y
prácticas económicas alternativas en las ciudades españolas (pp. 209-229). Aranzadi.
Markkanen, S., & Burgess, G. (2015): Introduction to time banking and time credits. Cambridge
Centre for Housing and Planning Research.
Martínez López, M. (2003). Viviendas y centros sociales en el movimiento de okupación: entre
la autogestión doméstica y la reestructuración urbana. Scripta Nova, VII
(146). http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-146(109).htm
Mauldin, R.L. (2015). Local currency for community development: policy barriers and support.
Journal of Community Practice, (23), 462–
476. https://doi.org/10.1080/10705422.2015.1091420
Mauleón Gómez, J.R. (2012). Mercados de agricultores en España: diagnóstico y propuesta de
actuación. Ager, (13), 53-84. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29624436002
Méndez, R. (2015). Redes de colaboración y economía alternativa para la resiliencia urbana: una
agenda de investigación. Biblio3W, XX(1139). http://www.ub.edu/geocrit/b3w-1139.pdf
Méndez, R. (2018). Redes económicas alternativas ¿para una sociedad postcapitalista? Algunas
experiencias en Madrid. In Las ciencias sociales y la edificación de una sociedad post-capitalista
(pp. 1-22). XV Coloquio Internacional de Geocrítica. Universidad de Barcelona, May 7-
12. http://www.ub.edu/geocrit/XV-Coloquio/RicardoMendez.pdf
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
40
Méndez-Gutiérrez del Valle, R., & Monteserín Abella, O. (2017). Redes alimentarias alternativas
en grandes ciudades: los mercados de productores agrarios en Madrid. Cuadernos
Geográficos, (56), 193-216.
https://revistaseug.ugr.es/index.php/cuadgeo/article/view/4049/5315
Méndez-Gutiérrez del Valle, R., & Monteserín Abella, O. (2019). Prácticas económicas
alternativas en Madrid: una aproximación. In J.L. Sánchez-Hernández (Coord.), Espacios y
prácticas económicas alternativas en las ciudades españolas (pp. 147-164). Aranzadi.
Mercados de trueque en Zaragoza (n.d.). http://truequezaragoza.blogspot.com/
Michelini, J.J., Méndez-Gutiérrez del Valle, R., & Abad Aragón, L.D. (2017) Movilización social y
alternativas alimentarias en áreas urbanas: los grupos de consumo agroecológico en Madrid.
Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, (194), 679-
698. https://recyt.fecyt.es/index.php/CyTET/article/view/76589
Milan Urban Food Policy Pact (2015). Pacto de política alimentaria urbana de Milán. In Milan
Urban Food Policy Pact. http://www.foodpolicymilano.org/wp-
content/uploads/2015/10/Milan-Urban-Food-Policy-Pact-_SPA.pdf
Moro-Gutiérrez, L., & Lamarque, M. (2019). El estudio de las prácticas económicas alternativas a
través de una metodología multitécnica. In J.L. Sánchez-Hernández (Coord.), Espacios y prácticas
económicas alternativas en las ciudades españolas (pp. 299-317). Aranzadi.
North, P. (2005). Scaling alternative economic practices? Some lessons from alternative
currencies. Transactions of the Institute of British Geographers, (30), 221-
233. https://doi.org/10.1111/j.1475-5661.2005.00162.x
Pariza, J., García, A., Fuentes, S., & Iñarra, J. (2014). El banco de tiempo de Barakaldo. La
comunidad como alternativa. Arbela: Hezkuntza aldizkaria, (46), 43-
46. https://sites.google.com/a/bgune04.net/arbela/arbela-46
Pascual Ruiz-Valdepeñas, H., Gil Álvarez, E., & Guerra Velasco, J.C. (2018). Práctica social,
economía alternativa y espacios de proximidad en la ciudad de Valladolid. Recerca, Revista de
Pensament i Anàlisi, (23), 193-218. https://doi.org/10.6035/recerca.2018.23.9
REC Moneda Ciutadana (2019). Empieza en el barrio. Cambia la ciudad In REC Barcelona.
Recurso Económico Ciudadano. https://rec.barcelona/es/inicio
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
41
Rice, J. (2014). A counter-hegemonic discourse of economic difference: A critical discourse
analysis of timebanking in the United States. International Journal of Community Currency
Research, (18), 1-10. http://dx.doi.org/10.15133/j.ijccr.2014.001
Salom, J., Pitarch, M.D., & Sales, A. (2017). Innovación social: estrategias urbanas en un
contexto de cambio. El caso de la ciudad de Valencia. CIRIEC-España. Revista de Economía
Pública, Social y Cooperativa, (91), 31–58. https://doi.org/10.7203/ciriec-e.91.10451
Salom Carrasco, J., Pitarch Garrido, M.D., Sales Ten, A., & Cornadó Camí, M. (2019). Prácticas
económicas alternativas e innovación social: el caso de la ciudad de Valencia. In J.L. Sánchez-
Hernández (Coord.), Espacios y prácticas económicas alternativas en las ciudades españolas
(pp. 165-184). Aranzadi.
Sánchez, J.L., Penela, A., Alonso, J.L., & Moro, L. (2017). Regeneración urbana, innovación
social y prácticas económicas alternativas en ciudades medias: el barrio del Oeste (Salamanca).
Ería. Revista Cuatrimestral de Geografía, XXXVII, 67-
82. https://doi.org/10.17811/er.1.2017.67-82
Sánchez-Hernández, J.L. (2019). Espacios y prácticas económicas alternativas en las ciudades
españolas. Aranzadi.
Sánchez-Hernández, J.L., & Glückler, J. (2019). Alternative economic practices in Spanish cities:
from grassroots movements to urban policies? An institutional perspective. European Planning
Studies, (27), 2450-2469. https://doi.org/10.1080/09654313.2019.1644295
Sánchez-Hernández, J.L., & Espinosa-Seguí, A. (2020). ¿Alternativa o adaptación? Los grupos
de consumo de alimentos ecológicos en el área urbana de Alicante. Scripta Nova. Revista
Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, XXIV,
(638). https://doi.org/10.1344/sn2020.24.27056
Sanz Casas, G. (2002). Las asociaciones de banco de tiempo: entre la reciprocidad y el
mercado. Éndoxa: Series Filosóficas, (15), 153-
164. https://doi.org/10.5944/endoxa.15.2002.5042
Seyfang, G. (2004). Time Banks: rewarding community self-help in the inner city? Community
Development Journal, (39), 62-71. https://doi.org/10.1093/cdj/39.1.62
Subirats, J., & García-Bernardos, A. (2015). Innovación social y políticas urbanas en España.
Experiencias significativas en las grandes ciudades. Icária.
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
42
Valor-Martínez, C., & Papaoikonomou, E. (2016). Time banking in Spain. Exploring their
structure, management and users´ profile. Revista internacional de sociología,
(74). https://doi.org/10.3989/ris.2016.74.1.028
White, R.J., & Williams, C.C. (2012). The Pervasive Nature of Heterodox Economic Spaces at a
Time of Neoliberal Crisis: Towards a “Postneoliberal” Anarchist Future. Antipode, (44), 1625-
1644 https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2012.01033.x
Yates, L. (2015). Everyday politics, social practices and movement networks: Daily life in
Barcelona’s social centres. The British Journal of Sociology, (66), 236-
258. https://doi.org/10.1111/1468-4446.12101
Boletín de la Asociación de Geógrafos Espa ñoles,
(92)
43