Available via license: CC BY-NC 4.0
Content may be subject to copyright.
REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Noviembre 2021, Número 104, 307-325
LA BRECHA DE MERCEDES VALDIVIESO,
ENTRE CONTINUIDADES Y RUPTURAS
Natalia Cisterna
Universidad de Chile
Santiago, Chile
natacisterna@gmail.com
RESUMEN / ABSTRACT
Este artículo se propone analizar La brecha (1961) de Mercedes Valdivieso en el marco de
una tradición de representaciones del sujeto femenino y su mundo, presentes en narrativas de
autoras latinoamericanas de la primera mitad del siglo XX. En la novela es posible identicar
una serie de imágenes que fueron congurando las autoras en sus distintas cciones y que
contribuyeron a pensar y visibilizar las condiciones de sujeción de la mujer en la sociedad
moderna. Asimismo, la novela se sitúa en esta genealogía aportando con nuevos enfoques
ideológicos, renovando con ello el arco de representaciones femeninas de la literatura de
mujeres. El análisis se centrará fundamentalmente en dos ejes: la imagen de la “otra” en
cuanto encarnación de una identidad de género disidente y la relación del yo femenino con
los espacios públicos y privados.
pALAbRAS CLAVE: narrativas de mujeres, autoras latinoamericanas, representaciones del sujeto
femenino, políticas de desposesión.
MERCEDES VALDIVIESO’S LA BRECHA,
BETWEEN CONTINUITIES AND RUPTURES
This article analyzes La brecha (1961) by Mercedes Valdivieso within the framework of a
tradition of representations of the female subject and her world, present in narratives by Latin
American women authors of the rst half of the twentieth century. It is possible to identify in
this novel a series of images that were congured by different female authors in their ctions
and that contributed to think about and make visible the conditions of subjection of women
in modern society. Likewise, the novel is situated in this genealogy, contributing with new
ideological approaches, thus renewing the arc of feminine representations in women’s literature.
308 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
The analysis will focus primarily on two axes: the image of the other as the embodiment of a
dissident gender identity and the relationship of the female self to public and private spaces.
K
EyWORDS
: women’s narratives, Latin American women writers, representations of the female
subject, dispossession policies.
Recepción: 15/07/2021 Aprobación: 24/08/2021
En uno de los pasajes de La brecha (1961), de Mercedes Valdivieso, su
protagonista pierde la conciencia y se ve de pronto sumergida en una espesa
niebla. En medio de la bruma blanca aparece la gura de Marta, su mejor
amiga, quien la arranca de ese adormecimiento y la regresa a la vida (62-63).
La protagonista se encuentra, por ese entonces, viviendo una difícil separación
conyugal, que aunque la hace vislumbrar con entusiasmo un futuro nuevo,
también la llena de incertidumbre. Resulta imposible no leer este pasaje sin
advertir la referencia a la novela de María Luisa Bombal, La última niebla
(1931). Escrita tres décadas antes, la historia de Bombal también nos describe
a una protagonista que, si bien no tiene planes de separarse, vive una crisis
matrimonial profunda que la lleva a experimentar su vida de casada como
un estado de inexistencia, una anulación permanente de su individualidad.
En la novela de Bombal, la niebla desdibuja las diferencias, homologa los
espacios, paisajes y subjetividades, y envuelve todo en una suerte de rueda
existencial sin variaciones. Así, la niebla como metáfora de una vida signada
por la imposibilidad de la autodeterminación y, en denitiva, del cambio, se
constituye en la imagen más representativa y categórica que nos ha ofrecido
la literatura chilena de la sujeción de la mujer en una cultura patriarcal.
La decisión de Mercedes Valdivieso de escoger la niebla como gura
central en el breve pasaje descrito no es casual. Como feminista y lectora
dedicada, entiende los alcances de tal evocación. El diálogo intertextual en
La brecha no solo es un homenaje a una obra pionera, como lo es La última
niebla, sino sobre todo una decisión política. A través de esta imagen, la
autora se reconoce en una tradición escritural de mujeres, que profundizó
en la conguración de subjetividades y experiencias femeninas, inmersas
en un sistema patriarcal asxiante y envolvente. Asimismo, abre una nueva
senda representacional. A diferencia de la protagonista de Bombal, la de
Valdivieso logra dejar atrás la niebla gracias al auxilio de su amiga. Este es,
sin duda, uno de los elementos más novedosos y rupturistas de la novela:
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 309
pone en escena la sororidad femenina como un factor necesario para superar
la condición de desposesión de la mujer y dar lugar a la constitución del yo.
En las páginas siguientes me interesa explorar, precisamente, cómo la
novela se identica en una historia representacional previa de escritura de
mujeres y, al mismo tiempo, la modica para así proponer nuevas posibilidades
simbólicas y políticas de constitución del sujeto femenino. Para desarrollar
esta reexión, me centraré en ciertos ejes que, a mi modo de ver, permiten
observar las continuidades y rupturas que despliega La brecha respecto a
las narrativas predecesoras. Estos ejes son la constitución de la “otra” en
relación a las protagonistas y los modos cómo el yo femenino se proyecta
en y redene los espacios en los que se despliega.
En este estudio usaré el concepto “desposesión” para referirme a las
diversas lógicas de sujeción que limitan la capacidad de autodeterminación
de los sujetos femeninos. En sus diálogos sobre los alcances políticos de esta
categoría, Judith Butler y Athena Athanasiou entienden la desposesión, por
una parte, como un conjunto de condiciones que impiden a las y los sujetos
ejercer su total voluntad sobre su individualidad puesto que, como seres
sociales, responden a un tejido de interacciones afectivas y culturales con
otras y otros. Por otro lado, la desposesión, señalarán las autoras, reere a
una serie de discursos restrictivos y políticas de control que en sociedades
jerárquicas despoja a las y los sujetos de toda autoridad sobre sí y su mundo
(Athanasiou 15-17). De tal forma que sus cuerpos, sus identidades, sus
historias, territorios y posesiones materiales serán determinados por un sistema
social, político y cultural sobre el que no tienen posibilidad de inuir. Si bien
la desposesión puede operar a partir de la represión e imposición forzosa,
también puede desplegarse de manera hegemónica. Es decir, instalando un
horizonte discursivo y simbólico en el que las y los sujetos creen identicar
sus auténticos deseos e intereses, quedando, sin embargo, atrapados en
modelos identitarios y sociales que les son ajenos y que obstaculizan toda
posibilidad real de autodeterminación:
En este sentido, la desposesión es algo relacionado con el concepto
marxista de la alienación, el cual opera en dos niveles: los sujetos
trabajadores son desprovistos de la habilidad de tener o poseer algún
tipo de control sobre sus vidas, pero al mismo tiempo son negados
de la conciencia de este yugo al ser interpelados como sujetos de una
libertad inalienable (Athanasiou 21).
310 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
De este modo, el concepto de desposesión permite entender cómo las
formas de privación que afectan a las mujeres en sociedades patriarcales –y
las determinan a roles asistenciales y pautas de comportamiento que impiden
su autonomía– son impuestas pero, asimismo, incorporadas y asumidas por
los sujetos femeninos como condiciones naturales de existencia, dicultando
con ello aún más la toma de conciencia del estado de sujeción. En las primeras
líneas de La brecha el carácter hegemónico y, por tanto, indiscutible de las
normas del sistema sexo-género se evidencia con claridad lapidaria:
Me casé como todo el mundo se casa. Ese mundo de las horas de
almuerzo, del dedo en alto, guardián de la castidad de las niñas.
Antes de los veinticinco años debía adquirir un hombre –sine qua
non– que velara por mí, me vistiera, fuera ambicioso y del que se
esperara, al cabo de cierto tiempo, una buena posición: la mejor
posible (Valdivieso 13).
De igual manera, la categoría de desposesión posibilita leer el proceso
de sujeción de la mujer en clave no solo cultural y política, sino también
económica y material. En tal sentido, es importante destacar que La brecha
es una de las primeras narraciones chilenas en abordar la subordinación
femenina considerando su situación de dependencia económica.
LA REDEFINICIÓN DE LA “OTRA”, MÁS ALLÁ DEL BINARISMO
Al igual que la protagonista de La última niebla, la de La brecha no tiene
nombre. Lucía Guerra-Cunningham señala que este recurso en la novela
de Mercedes Valdivieso permite universalizar la experiencia del personaje:
“la confesión íntima se transforma en un testimonio colectivo con un claro
propósito social” (6). En otras palabras, más que denir una individualidad
femenina, dueña de una subjetividad y una historia única, Valdivieso está
por sobre todo interesada en ofrecer un tipo femenino en el que muchas
pueden espejear su propia subordinación y así visibilizar las condiciones de
exclusión y sometimiento que las afectan. Sin desconocer la pertinencia de
esta lectura, a mi modo de ver esta ausencia de un nombre propio es parte de
la indeterminación a la que está connada la mujer, un “no ser” (Valdivieso
63) que la misma protagonista advierte cuando está sumergida en la niebla
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 311
en medio del desmayo. La ausencia de un nombre indica, así, otra ausencia:
la de un yo con capacidad de agencia sobre un proyecto vital propio.
En La última niebla ese “no ser” se materializa en la imposición del
marido de la protagonista a que esta reproduzca el modelo de la primera
esposa. Todo rasgo que evidencie una identidad particular y que la distancie
de la gura de la primera mujer es inmediatamente eliminado. El cabello rojo
y largo de la heroína, que la distingue del resto de las mujeres, será atado y
peinado para así amoldar su cuerpo al diseño autorizado de la mujer ideal. En
La brecha, la protagonista también experimenta esta política de anulación de
su diferencia. Desde los primeros pasajes de la novela, la narradora reconoce
que su vida debe ser como todas las otras vidas de mujeres. Se casa porque
todas se casan, porque ella ha sido inscrita en un paisaje femenino al que
debe ajustarse. Su responsabilidad es la de seguir un guion preestablecido: el
noviazgo autorizado por los padres, el esperado matrimonio con alguien de
su misma posición social, la maternidad y una vida dedicada al hogar y a los
suyos. En denitiva, madurar y envejecer primero bajo la tutela de los padres
y, luego, la del marido. Sin embargo, la protagonista decidirá apartarse de este
guion asignado a su género sexual, provocando un quiebre profundo con su
entorno familiar y la desazón del marido: “–¿Qué te imaginas? ¡Despreciando
siempre lo que yo estimo, viviendo ciega y sorda a lo que ha sido mi vida,
saltando sobre principios que cualquier mujer respeta, la religión, por ejemplo,
limitándose a un hijo!” (Valdivieso 41).
Esta decisión de distanciarse de un relato establecido deja a la protagonista
a la deriva en cuanto a imágenes y narrativas sobre las cuales construir su
individualidad y su proyecto personal. En este plano, la presencia de su amiga
Marta será fundamental para superar la desposesión e iniciar un camino de
reinvención de su identidad. Marta es denida por la protagonista como
una mujer de carácter, franca, que enviudó tres años antes y que goza de un
buen pasar económico. Marta ha tomado la decisión de no volver a casarse,
porque para ella las únicas razones que explican la necesidad de contraer
matrimonio es acceder a una holgada situación económica o vivir una gran
pasión (Valdivieso 59-60). Marta señala que, respecto a lo primero, tiene
recursos sucientes para vivir sin sobresaltos y no requerir el apoyo de un
varón, y, en cuanto a las pasiones, entiende que ellas no dependen del estado
civil. Marta es una mujer liberal, no solo es dueña de un nombre propio,
sino también de su vida. Encarna el antimodelo a la femineidad patriarcal
y por ello es percibida como una amenaza por el marido de la protagonista
(Valdivieso 60).
312 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
En las narrativas de mujeres de la primera mitad del siglo XX es frecuente
encontrar personajes femeninos, cercanos a las protagonistas, que no se ajustan
del todo a las normas del sistema sexo-género o abiertamente desobedecen
el mandato patriarcal. La prima que vive un amorío adúltero en La última
niebla; la hermana que decide huir de la casa de la tía e iniciar una carrera de
actriz de teatro en “La casa iluminada” (1944), de la chilena Marta Brunet;
Mercedes Galindo, la salonnière culta con una intensa vida social que genera
aversión entre las mujeres conservadoras de Caracas en Igenia (1924), de
la venezolana Teresa de la Parra; Dora, la estudiante despreocupada y libre
en Jirón de mundo (1919), de la mexicana María Enriqueta son algunos
ejemplos del universo amplio y variado de perles femeninos que desafían
la pasividad obediente y sacricial del “ángel del hogar”. Sin embargo, a
diferencia de como ocurre en La brecha, estos personajes femeninos no se
disponen catalizando una voluntad emancipadora en sus cercanas y apoyando
un proceso de transformación individual en sus pares de género sexual.
En su estudio sobre la literatura de autoras inglesas y norteamericanas
del siglo XIX, las críticas Sandra Gilbert y Susan Gubar profundizan en
aquellos personajes femeninos que, de manera disruptiva, encarnan valores
contrarios al mandato patriarcal:
Hasta las escritoras de apariencia más conservadoras y decorosas
crean una y otra vez personajes ferozmente independientes que
tratan de destruir todas las estructuras patriarcales que tanto sus
autoras como las heroínas sumisas de éstas parecen aceptar como
inevitables. Por supuesto, al proyectar sus impulsos rebeldes no en
sus heroínas, sino en mujeres locas o monstruosas (que son castigadas
como les corresponde en el curso de la novela o poema), las autoras
dramatizan su propia división, su deseo tanto de aceptar las censuras
de la sociedad patriarcal como de rechazarlas (92).
Si bien el análisis de Gilbert y Gubar se centra en un corpus distinto
al que revisamos acá, sus propuestas son pertinentes para indagar guras
similares en narrativas de mujeres de otros contextos culturales y épocas.
Para las investigadoras, estas imágenes de mujeres transgresoras a las normas
patriarcales pueden ser leídas como proyecciones de las autoras, de su
“ansiedad de autoría”. O, en otras palabras, de la necesidad de las escritoras
de problematizar modelos patriarcales de género sexual que las han situado
fuera de los espacios políticos y culturales y, por tanto, le han negado su
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 313
derecho a contribuir en sus esferas artísticas y literarias y a ser reconocidas
en cuanto creadoras. Sin embargo, esa “otra” caracterizada como una imagen
monstruosa que trastorna y desajusta en su recorrido extravagante el mundo
de la protagonista, reproduce la estigmatización patriarcal sobre aquellas que
osan desobedecer las normas de género sexual. En tal sentido, la imagen de
la “otra” en la escritura de mujeres está signada por la ambivalencia: expresa
metafóricamente la necesidad de discutir y desautorizar el mandato patriarcal
y, a la vez, replica los marcos simbólicos de dicho mandato al reducir la
diferencia a un elemento disociador y destructivo, que no solo amenaza el
orden sexo-género sino también a la propia protagonista.
En La brecha, Mercedes Valdivieso se distancia de este esquema dicotómico
de representación femenina, que instala, por un lado, a una protagonista que
cumple con las normas de género sexual y, por otro, a su antítesis, cuya presencia
se limita a sabotear el sistema sexo-género y desestabilizar las creencias de
la protagonista pero sin abrir posibilidades reales de emancipación en ella.
En tal sentido, Marta no solo demuestra preocupación por su amiga: también
la conoce, conoce su historia y su carácter. No irrumpe desequilibrando el
mundo convencional de la protagonista, porque ha estado desde siempre
a su lado, como parte de su círculo afectivo. Si en la mayoría de las obras
latinoamericanas mencionadas, la “otra” suele constituirse como una presencia
arrolladora, cuya entrada en la historia perturba el tiempo cíclico e invariable de
la protagonista, en La brecha, Marta se sitúa como un modelo femenino poco
convencional, pero en ningún caso extraño, lo que facilita que la protagonista
se pueda identicar con ella. En este sentido, la presencia de Marta aparece
como una posibilidad real de cambio y no como una anomalía.
Mercedes Valdivieso al apartarse de la denición tradicional de la “otra”
de la literatura de mujeres, supera la estigmatización de este tipo de personajes
femeninos que responde a los códigos morales de una sociedad patriarcal. Es
por ello que el personaje de Valdivieso está lejos del destino acostumbrado
de esas “otras” que pueblan las cciones. Marta no será condenada a un nal
aciago, al aislamiento o a quedar connada a un rincón del relato, desterrada
a un cronotopo distante de la historia de la protagonista. Su vida, sin la tutela
y el acompañamiento masculino, no está signada por la soledad sufriente. Por
el contrario, se desenvuelve a lo largo de la novela como una mujer autónoma,
con proyectos, dueña de una vida social activa y siempre cercana a su amiga.
Es importante mencionar que este no es el primer intento, en narrativas
de mujeres latinoamericanas, por superar los modelos de representación de la
otredad femenina asociados a lo extraño, guras raras que escapan totalmente
314 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
al mundo convencional de las protagonistas. En este plano se sitúa Dora,
la amiga de Teresa del Río, la esforzada institutriz protagonista de Jirón de
mundo de María Enriqueta. Dora es una estudiante independiente, vivaz, con
sentido del humor, condente y consejera de Teresa y que, a diferencia de esta
última, se desenvuelve con total espontaneidad en la esfera pública. Nada en
la descripción de Dora recuerda a esa individualidad femenina disociadora
que trastorna la vida de la protagonista y cuyo rol se reduce a provocarla.
Por el contrario, Dora termina siendo un remanso de tranquilidad para una
doliente Teresa. En la novela, Dora interrumpe brevemente la dicotomía
ángel del hogar/mala mujer que se encarna en los personajes Teresa del Río
y Laura Santiesteban –la hija caprichosa de la casa en donde Teresa ejerce
como institutriz–, respectivamente. Sin embargo, su presencia es tan fugaz
que no se traduce en una superación denitiva de este esquema binario.
Aunque con un mayor protagonismo que esta última, el personaje de Nina,
la estudiante universitaria de La mampara (1946) de Marta Brunet, que está
constantemente desaando los parámetros convencionales de femineidad,
también ocupa un lugar muy secundario en la historia. Connada a un par
de pasajes de la novela, Nina aparece como una muchacha inteligente,
defensora de su independencia y crítica de la supercialidad burguesa de
su familia. Si bien Nina es disruptiva en su entorno, su presencia crítica
no se describe como una suerte de anomalía. Por el contrario, en muchos
sentidos sus ideas, claramente expuestas, proyectan la visión autoral que
organiza ideológicamente el texto. En la novela Luz y sombra (1919) de la
puertorriqueña Ana Roqué, la dicotomía representacional de lo femenino es
desarticulada al instalar en un mismo plano de relevancia las historias de dos
amigas que toman decisiones distintas en su vida afectiva, lo que les acarreará
consecuencias también diversas. Ninguna de las dos protagonistas se ajusta
del todo a las características de ángel del hogar/mala mujer. Si bien Matilde
parece responder al modelo de una joven convencional, que busca realizarse
en un matrimonio feliz, también discute la desposesión de la que es víctima
y se rebela contra las decisiones paternas. Por otro lado, su amiga Julia, que
al inicio se dene como una mujer con autodeterminación, algo supercial
y ambiciosa, con el correr de la historia se verá envuelta en contradicciones,
padeciendo un matrimonio infeliz. En la novela, sin embargo, no hay ninguna
imagen que represente a una mujer dueña de sí y con posibilidades reales de
lograr exitosamente una vida fuera de las estructuras que dispone el sistema
sexo-género. En efecto, ambas amigas solo proyectan su futuro dentro del marco
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 315
del matrimonio
1
. Estos personajes femeninos, como tantos otros, demuestran
los esfuerzos creativos e ideológicos de las autoras por superar los moldes de
una otredad femenina que no puede sino reproducir estereotipos patriarcales.
Sin embargo, estas representaciones menos exageradas de la desobediencia
femenina y, por lo mismo, más complejas, terminan siendo personajes menores
en las tramas y no determinantes en el proceso de problematizar a fondo la
desposesión de ellas y de sus pares de género sexual.
Es particularmente interesante observar que, en La brecha, Mercedes
Valdivieso pone en voz de Marta la crítica a este modelo binario del ángel
del hogar/mala mujer: “pero la vanidad masculina es ciega: las mujeres se
entregan por amor o se prostituyen por dinero. Casos extremos. ¿Y el término
medio? ¿Una mezcla de amor y prostitución, de prostitución y amor?” (58). La
reexión de Marta, no exenta de una dosis de sarcasmo, deja en evidencia cómo
Valdivieso concibe a este personaje fuera esa lógica de opuestos femeninos.
LOS ESPACIOS DEL YO
Uno de los rasgos más signicativos de La última niebla de María Luisa
Bombal es el carácter homologador que tiene la niebla en los espacios en los
que se disemina. La bruma envuelve el campo y la ciudad desdibujando los
objetos, los elementos naturales, los diversos rincones y ámbitos en los que se
desplaza la protagonista. La niebla hace del afuera un no lugar, prácticamente
indenible e inexistente. El carácter ambiguo e irreal que tiene el exterior
para la protagonista contrasta con su vida en el espacio privado, presa de una
rutina familiar agobiante y marcada por las certezas lapidarias del marido.
Ninguno de estos espacios, ni el afuera difuminado por la niebla, ni
el adentro controlado por lógicas familiares, realmente le pertenecen. La
protagonista carece de un cuarto propio o de un lugar en la casa en la que
pueda denir y administrar a voluntad. Tampoco puede ejercer control en
los ámbitos externos. Salvo el momento en el que se sumerge en la fuente y
disfruta de su cuerpo libremente, en contacto con el ujo del agua, el resto
1 En relación con los modos en cómo Ana Roqué dialogó con una determinada
tradición simbólica de mujeres, recomiendo revisar el artículo de Natalia Cisterna y Lucía
Stecher. “Diálogos textuales y personales: Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué de Duprey y
el feminismo puertorriqueño a principios del siglo XX”. Anclajes XXI. 3, 2017, pp. 25-41.
316 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
de su experiencia en ese mundo externo está marcada por fuerzas que le
son ajenas y que escapan a su comprensión. La desposesión de un espacio
propio es parte importante de la sujeción que sufren las protagonistas en las
narrativas de mujeres. En Igenia, el cuarto heredado de la tía que recibe
María Eugenia Alonso al llegar a Caracas, decorado de acuerdo a lo que se
consideraba apropiado de una mujer virtuosa y la prohibición de ocupar el
resto de la casa para leer, tocar el piano o cualquier actividad personal que no
corresponda a la rutina doméstica, es parte de la violenta y efectiva mecánica
de anulación de la individualidad que sufrirá la adolescente. Asimismo, su
derecho de ocupar el afuera se ve restringido por la autoridad familiar, cuya
cabeza es el tío. La obligación de Nina de tener que compartir el cuarto con
su hermana en La mampara, un cuarto despersonalizado y decorado por la
madre con costosos muebles acordes al estatus económico de la familia, tiene
también como n situar a la estudiante dentro de los marcos de clase social y
de femineidad aceptados por el grupo. En Jirón de mundo, en tanto, Teresa del
Río carece totalmente de un espacio propio. Vive para satisfacer las demandas
de otras y otros en el mundo conventual y en la casa de los Santiesteban. Sus
obligaciones como institutriz le impedirán, incluso, aprovechar para sí ese
tiempo personal fuera de las horas de trabajo, en el cuarto asignado dentro
de la casona. La calle, por otro lado, la aterra: la marea de personas que
circulan en ella, el azar y la inestabilidad de la urbe se le presentan como
una amenaza y no como una oportunidad para alcanzar cierta independencia
en el anonimato citadino.
La posibilidad de reconocerse en un lugar y de administrarlo libremente
es uno de los anhelos más frecuentes en las protagonistas de narrativas
de autoras latinoamericanas. En Igenia, María Eugenia Alonso buscará
desesperadamente rincones en la casa de la abuela que escapen a la vigilancia.
Nina, en La mampara, discutirá la imposición de la madre de compartir un
cuarto con la hermana y exigirá su derecho a tener uno propio, en donde poder
estudiar y recibir a sus amistades. En Jirón de mundo, la institutriz, aunque
poseedora de un carácter sumiso y obediente de las normas de género, muy
distintas a las otras protagonistas, se dejará arrastrar por momentos por su
imaginación para desplazarse a otros lugares y compañías. El sueño termina
siendo, para muchas de estas protagonistas, el lugar por excelencia en el que
podrán elaborar con más libertad sus deseos, como es el caso de los personajes
femeninos centrales de La última niebla de María Luisa Bombal, Igenia de
Teresa de la Parra y la protagonista de “Soledad de la sangre” (1943) de Marta
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 317
Brunet. Al respecto, Lucía Guerra-Cunningham, reriéndose a las heroínas
de las narrativas de autoras chilenas de ese periodo, señalará:
Como ciudadana de segunda categoría condenada a las cuatro paredes
de una casa, como ser alienado en la rutina y monotonía del hogar, su
acto de subversión no es más que una incursión en lo amoroso, una
sublimación en su contacto con la Naturaleza de la actividad erótica
reprimida por el código moral, intentos que deben claudicar ante la
fuerza poderosa de las convenciones sociales (6).
Al igual que en las narraciones latinoamericanas previas, en La brecha
la sujeción femenina cristaliza en las dicultades que enfrenta la sujeto para
congurar su yo en esferas privadas y públicas sin la tutela o la vigilancia
de quienes representan la autoridad patriarcal. Al respecto, en su historia
se pueden distinguir cuatro etapas claves en el proceso de desposesión que
sufre y sus intentos por recuperar un mayor control de sí y sus espacios. La
primera etapa corresponde a su niñez, que ocupará algunos breves pasajes
en sus recuerdos. La casa familiar, en la que habita por aquel entonces,
tendrá como gura central al padre, el que, lejos de coartar su libertad a los
parámetros del sistema sexo-género, permite a su hija ejercer su voluntad
con relativa independencia a los parámetros de género. En aquellos días, el
matrimonio, la maternidad y una vida dedicada a labores hogareñas no son
parte del proyecto vital que el padre esboza para su hija: “–Cuando crezca,
nos iremos a Europa solos; no existirá mozalbete capaz de usted –me decía
él” (Valdivieso 13).
Salir de casa a encontrarse con amigos, usar juguetes masculinos, disponer
de su tiempo fuera y dentro del hogar son cosas que quedarán abruptamente
en el pasado con la muerte del padre. Al respecto, Andrea Kottow y Ana
Traverso plantearán que esta imagen de la muerte del progenitor, asociada al
n de una era de plenitud, está presente en una serie de narrativas de autoras
chilenas. La “expulsión del paraíso”, señalan las investigadoras, traerá consigo
la reclusión del yo femenino a las fronteras de su subjetividad, dando inicio
con ello a la necesidad de escribir (63).
Con la muerte del padre, se iniciará una segunda etapa en la vida de la
protagonista en la que las pautas de género sexual se impondrán sobre ella a
través del férreo mandato de la abuela materna: “–Eres mujer y aprenderás a
zurcir y a estar quieta; nadie querrá que a los diez días de casada te devuelvan
por inútil” (Valdivieso 14). La anciana corregirá el desvío al sistema sexo-
318 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
género en el que había incurrido la niña con la venia del padre, permitiendo
con ello que la protagonista se amolde a las reglas de género que rigen el
destino de todas. Ese periodo que va desde la muerte del padre hasta el
matrimonio se desplegará como una larga espera con esporádicas muestras
de resistencia en la época escolar. Este tiempo de antesala se desarrollará
en espacios determinados de acuerdo a su género sexual y clase social: la
casa de la madre, la escuela privada de niñas y la iglesia. La joven verá, así,
limitados sus movimientos a los mapas autorizados por la progenitora.
El tercer momento corresponde a su matrimonio. La protagonista pasa
de estar bajo la tutela de la madre a la del marido. El derecho de propiedad
que ejerce permanentemente Gastón, el esposo, sobre su cuerpo, tiempo y
espacios es total. Como un vencedor la exhibe, la arrastra a lugares públicos
que son importantes para él y a aquellos espacios personales que tienen
sentido en su historia afectiva, como la casa de su madre. Toda decisión que
la protagonista tome, como la de no tener más hijos o establecer vínculos
que no cuenten con la autorización de Gastón, será motivo de discusión y
reproche por parte de este. Por ejemplo, la relación estrecha entre ella y su
hijo, de la que el padre queda completamente fuera, despertará los celos del
esposo y profundizará la crisis de la pareja. En esa etapa de su existencia, el
proceso de desposesión, iniciado de modo sistemático en su infancia con la
presencia autoritaria de la abuela, se consolida. La posibilidad de desplegar
su individualidad en el mundo se cierra. El cónyuge determinará los espacios
en los que interactúa la protagonista, como también la forma en la que
participa en ellos: “Dejé pertenecerme por fuera y me amurallé por dentro”
(Valdivieso 20), señalará la mujer, recordando aquellos años de matrimonio.
A pesar del control que se ejerce sobre ella, encontrará formas para eludir la
vigilancia marital. La relación paralela que tendrá con otro hombre le permite
no solo establecer un tipo de vínculo sin las presiones y chantajes que sufre
en el seno del matrimonio, sino también contar con un lugar de encuentros
clandestinos en el que podrá sentirse a gusto; un espacio que ella manejará
y ocupará libremente. El departamento oculto termina siendo un espacio
de desahogo y de fuga que, sin embargo, no altera en nada su condición de
subordinación y responde más bien a ese mismo estado de amurallamiento al
que la arrincona el sistema patriarcal. En efecto, la imposibilidad de ser dueña
de sí y de contar con esferas propias de desarrollo individual solo le deja dos
alternativas: obedecer o burlar secretamente el mandato patriarcal, pero sin
desautorizarlo públicamente. El encuentro secreto de la protagonista de La
brecha en el departamento nos remite, de alguna manera, al furtivo romance
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 319
del personaje de María Luisa Bombal en la casa en la ciudad. Sin embargo,
la distancia entre ambas novelas es evidente. Mientras la relación adúltera de
la protagonista de Bombal se despliega en un estado de ensoñación y alcanza
tal grado de ambigüedad que la hace incluso dudar de su existencia, en La
brecha el romance por fuera del matrimonio no se pone en duda, llegando
a adquirir un carácter rutinario con tiempos de encuentros determinados.
La última etapa del proceso de desposesión y de lucha por ejercer su voluntad
se iniciará con la decisión de la protagonista de separarse y comenzar una nueva
vida junto a su hijo. Es en ese momento cuando para ella el mundo se ensancha
(Valdivieso 61), sobre todo gracias a la feliz intervención de su amiga Marta.
Gran parte de la narración se centra, precisamente, en describir esta etapa de
emancipación como un camino complejo y repleto de dicultades. No es común
encontrar en las narraciones de escritoras latinoamericanas de las primeras
décadas del siglo XX una representación del tránsito de las protagonistas hacia
un yo femenino empoderado, exponiendo las dicultades, desafíos y dudas
que debe enfrentar. En La última niebla o en Jirón de mundo, por ejemplo,
la autodeterminación ni siquiera es vislumbrada por sus protagonistas como
una posibilidad. Ambas están sumergidas en las contradicciones entre dar
curso a sus deseos (que apenas logran distinguir y procesar intelectualmente)
y el deber que les impone el sistema sexo-género. En Igenia, la etapa de
descubrimiento y exploración de su subjetividad corresponde al pasado parisino
de María Eugenia Alonso, caracterizado por cierta autonomía económica y el
relajo de la vigilancia familiar, que es interrumpida de manera repentina por
su obligado regreso a Caracas. La voluntad de autodeterminación cubrirá un
tiempo breve que ella rememorará con nostalgia en el encierro venezolano.
En La mampara, en tanto, Nina se presenta con una identidad y opiniones ya
formadas, omitiéndose el recorrido emocional e intelectual que le permitió
asumir esa posición crítica y, en denitiva, tomar distancia del arribismo
familiar y los modelos convencionales de género sexual.
En La brecha, en cambio, asistimos a un viaje de autodenición que nos
permite observar la emancipación femenina como un proceso difícil y marcado
por distintos retos y barreras que sortear. En este sentido, en la novela, la
independencia de la mujer no se alcanza con la nalización del matrimonio,
el que constituye una pieza más dentro de las dinámicas de desposesión que
afectan a una mujer. Por ello, La brecha no termina con la decisión de la
protagonista de abandonar al marido, más bien dicha decisión es el inicio de
un itinerario largo, en el que la tutela masculina se revela también en términos
económicos. En este sentido, La brecha es una de las primeras novelas en la
320 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
que, de manera explícita, la lucha por la autodeterminación femenina está
asociada a la superación de las precarias condiciones materiales a las que
están condenadas las mujeres. Tener recursos sucientes para alquilar un
departamento, garantizar su subsistencia y la de su hijo y gozar de cierto
bienestar económico son preocupaciones constantes para la protagonista
una vez que deja la casa del marido. La desposesión se vivencia por ella no
solo como una serie de impedimentos sociales y culturales que la obligan a
roles asistenciales dentro del matrimonio, sino también como la dependencia
material al varón. En la novela, en denitiva, se hace evidente que la sujeción
de la mujer responde a condiciones estructurales sociales, culturales y
económicas, que no se resuelven solo a partir de una decisión personal
de nalizar el vínculo matrimonial o abandonar una relación abusiva. Es
por ello que la autodeterminación femenina tiene en la novela un carácter
gradual y permanente: “Miro hacia delante y comprendo que falta mucho por
romper, porque falta mucho pasado que abrir” (Valdivieso 140-141), dirá la
protagonista hacia el nal de su relato.
En sus palabras, la emancipación es un proceso de luchas diarias que la
obligan también a examinar las políticas de desposesión de las que ha sido
víctima en el pasado y que todavía repercuten en su presente. La narración
estructurada como un ejercicio de memoria, que revisa los distintos episodios
de dependencia a lo largo de su vida, cumple esta función de “abrir el pasado”,
explorando críticamente aquellas vivencias en las que los mecanismos de control
se impusieron sobre su voluntad. En este marco, no dejan de ser paradojales
las palabras del marido, en medio de una discusión: “no olvides lo que te
enseñaron de niña” (Valdivieso 65), dirá desesperado al ver derrumbarse su
matrimonio. La exigencia de no olvidar el mandato patriarcal terminará siendo
asumida por la protagonista con un sentido totalmente distinto: efectivamente
no olvidará, pero no para obedecer sino para entender y desarticular dicho
mandato.
La decisión de separarse y de agenciar su vida lleva a la protagonista a
congurar sus propios desplazamientos y espacios. El mundo se le amplía,
pero también se cartografía desde una perspectiva no tutelada: “empezaba a
ensancharse la retina como si me quitaran vendajes de mucho tiempo sobre los
párpados” (Valdivieso 80). Su experiencia en la calle, paseando y observando
en distintas horas la vida urbana, harán de ella una âneuse atenta que identica
en la ciudad diferencias, simetrías y contradicciones. No pasará por alto a las
adolescentes con pantalones ajustados y cabellos sueltos, que despreocupadas
se bajan de las motos de los amigos. En contraste con su juventud limitada
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 321
a la iglesia, la escuela y la casa, la imagen de las muchachas será la postal
de una nueva forma de denir la femineidad de las jóvenes generaciones de
mujeres. Y así como la esfera urbana le ofrece los signos de una identidad
emancipada, abriéndole un futuro prometedor, también le muestra las zonas
más opacas de un desarrollo económico y social desigual. Las fachadas de
las mansiones con autos lujosos estacionados afuera, en contraste con la
modesta vida en el centro de la ciudad serán objetos de su observación crítica;
tampoco le serán indiferentes las masas de trabajadores agrupadas esperando
el autobús, sometidas a un ritmo laboral deshumanizador: “¡Cómo es posible
que soporten tanto!” (Valdivieso 83), dirá al contemplarlas.
Así, la protagonista de La brecha no solo toma conciencia de las
características de su propia subordinación, sino que también dimensiona
y discute el abandono y los abusos a los que están sometidos otros menos
favorecidos económicamente que ella. “Ya no puedo renunciar a pensar”
(Valdivieso 66), le dirá a su marido en un momento. Esta confesión constituye
la mejor descripción del particular proceso de autodenición que experimenta
la protagonista. Interrogar permanentemente el sistema sexo-género y las
lógicas de subordinación patriarcal que la formaron conlleva interrogar las
estructuras sociales de exclusión que afectan, en distintos grados, a hombres
y mujeres. En este punto concuerdo con las reexiones de Lucía Guerra-
Cunningham, quien plantea que la novela de Mercedes Valdivieso se aparta
del feminismo liberal, cuyas demandas se limitan a “conquistas parciales” en
el plano político y cultural. La brecha, señala la investigadora, se inscribe en
un feminismo de izquierda que busca modicar de manera radical el modelo
capitalista que da lugar a la explotación de mujeres y hombres, para “crear
una sociedad basada en la igualdad y la verdadera libertad” (9).
Es importante señalar que no son frecuentes las representaciones de
trabajadoras en espacios laborales urbanos en narrativas de autoras previas
a La brecha. Son contados los relatos de escritoras que presenten a mujeres
ejerciendo funciones en colegios, talleres e industrias, ocinas o editoriales
2
.
Uno de ellos es la novela La mampara de Marta Brunet, en la que una joven,
Ignacia Teresa, se ve obligada a salir de casa para desempeñarse como
2 Para ahondar en las escasas imágenes de mujeres en labores culturales y creativas, en
las narrativas de escritoras, sugiero revisar mi artículo “Ceremonias letradas: representaciones
del campo cultural en la narrativa de autoras latinoamericanas y caribeñas de la primera mitad
del siglo XX”. Taller de letras 59, 2016, 151-167.
322 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
secretaria en una ocina. La escena en la que la protagonista de La brecha
inicia su primer día de trabajo recuerda sutilmente la atmósfera laboral que
envolvía al personaje brunetiano. Al igual que en esta última novela, las tareas
de la protagonista de Valdivieso se desarrollan en un ambiente mecánico
y despersonalizado. Las relaciones con los jefes son frías y se limitan a
órdenes precisas. Las empleadas y empleados apenas se conocen y tienen
escasos espacios de interacción, por lo que el establecimiento de vínculos
y la identicación de intereses compartidos que den lugar a un sentido de
comunidad son prácticamente inexistentes. Una fugaz conversación con otra
empleada le muestra el verdadero sentido que tiene para las mujeres que la
rodean el trabajo:
–Te ves muy interesada en lo que haces.
Sus ojos se llenaron de asombro.
[…]
–Me desagrada del todo, pero tengo que vivir, ayudar en mi casa y
vestirme. Al salir del colegio, ser secretaria era lo más corto para
ganarse la vida. Ahora lo hago mecánicamente. ¡Pero lo que me
costó! (Valdivieso 128).
Tal como en La mampara, en La brecha el trabajo femenino es
deshumanizante y brinda escasas posibilidades para el progreso de la mujer.
Mercedes Valdivieso vuelve, así, sobre ideas centrales que estaban en las
cavilaciones de Marta Brunet en la década del cuarenta, pero que ya eran
parte de los debates y reexiones de las feministas desde los primeros años
del siglo XX
3
. De este modo, La brecha se sitúa en un recorrido de imágenes
y discusiones sobre el trabajo femenino presentes en la literatura y en escritos
políticos de mujeres.
El diálogo intertextual con La mampara no se limita a la representación de
la ocina y el trabajo femenino. La imagen de la protagonista de La brecha
en una fuente de soda, en medio de un break laboral, recuerda la ida a un
3 El Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH), en 1935,
planteaba en su programa político la igualdad salarial y la necesidad de mejorar la calidad de
vida y las condiciones laborales de obreras y empleadas. Al respecto, sugiero ver el boletín
ocial del MEMCH, La mujer nueva, del 8 de noviembre de 1935. Los números digitalizados
de este periódico se pueden encontrar en el sitio Memoria Chilena: www.memoriachilena.
gob.cl
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 323
lugar similar de Ignacia Teresa en la novela de Brunet. Sin embargo, mientras
el personaje de La mampara se autocompadece en el negocio de comidas y
anhela tener la compañía de un varón en la cual refugiarse, la protagonista
de La brecha disfruta plenamente esa cápsula de tiempo propio en la soledad
del establecimiento: “Aquel sitio era el tiempo que me imponía cuando salía
a la calle a respirar y pensar” (Valdivieso 129).
Al igual que otras narrativas de autoras latinoamericanas previas, la
novela de Mercedes Valdivieso asigna a la soledad un carácter emancipador
que permite a las protagonistas redescubrirse, explorar en su memoria los
momentos determinantes en sus vidas, elaborar proyectos y sumergirse en
ensoñaciones. Asimismo, la soledad las libera, aunque sea brevemente, de
las obligaciones sociales y los marcos valóricos que rigen el sistema sexo-
género. En este plano, la protagonista de La brecha no se aleja de otras
representaciones del tiempo personal femenino. Sin embargo, la soledad
adquiere en esta novela un sentido mucho más amplio que en obras como
La mampara, Igenia, La última niebla, Jirón de mundo o “Soledad de
la sangre”, por nombrar algunos relatos ya mencionados. En efecto, en la
novela de Valdivieso la soledad no se limita a constituirse como un tiempo
de aislamiento, de desconexión total con el afuera. Mientras en las otras
narraciones los deseos y sueños que tienen lugar en la esfera íntima no
encuentran espacios de expresión en el exterior y solo pueden manifestarse
en recónditos territorios propios, en La brecha las ideas y anhelos presentes
en el cronotopo personal se articularán con tomas de posición y decisiones
que se asumen en la vida pública. La división entre la vida secreta (marcada
por la soledad del cuarto) y la vida pública se desdibujará. La escena en la
que la protagonista deambula por su departamento, descubriendo rincones y
revisando sus recuerdos amontonados en distintas partes es particularmente
reveladora. En ella, la protagonista encontrará la fotografía de su matrimonio,
en la que aparece vestida con su traje de boda, con la mantilla heredada por
las mujeres de su familia, símbolo de un destino común de sometimiento
femenino (Valdivieso 77). La protagonista lanzará con energía la foto adentro
de un clóset, desechando con ello un modelo de femineidad que le ha sido
impuesto. El gesto privado tendrá una manifestación en la esfera pública
al romper con su marido e iniciar una vida sin su tutela. La fotografía, sin
embargo, no se quebrará como lo habría deseado, pero quedará arrinconada
en un lugar oscuro como imagen de un proceso de emancipación femenina
que no depende de un solo gesto o una conquista parcial de derechos, sino
de una suma de decisiones y luchas continuas.
324 REVIStA CHILENA DE LItERAtURA Nº 104, 2021
A MODO DE CONCLUSIÓN
Es posible reconocer la novela La brecha en el marco de una tradición de
representaciones femeninas elaboradas por autoras latinoamericanas que,
durante la primera mitad del siglo XX, conguraron imágenes del sujeto
femenino y su mundo que desaaron o interrogaron los paradigmas del sistema
sexo-género. En esta genealogía representacional e ideológica, la novela de
Mercedes Valdivieso se sitúa dando continuidad a una serie de preocupaciones
e ideas sobre el lugar de la mujer en una sociedad patriarcal pero, al mismo
tiempo, renovando, desde una perspectiva feminista, construcciones de
lo femenino que estaban presentes en las narrativas de mujeres que le
antecedieron. Al respecto, la novela invita a reinventar los modelos en los
que las mujeres nos reconocemos y leer desde una perspectiva histórica y
estructural la desposesión de la que somos víctimas. Para ello, nos despliega
una historia en la que se supera el binarismo ángel del hogar/mala mujer,
evitando exhibir la emancipación femenina como una simple performance
disruptiva y descontextualizada, para representarla como un proceso de luchas
constantes y de ocupación y resignicación de nuevos y antiguos espacios.
BIBLIOGRAFÍA
AtHANASIoU, AtHENA y JUDItH bUtLER. Desposesión: lo performativo en lo político.
Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2020.
boMbAL, MARíA LUISA. “La última niebla”. Obras completas. Santiago de Chile, Andrés
Bello, 1996.
bRUNEt, MARtA. La mampara. Obra narrativa. Novelas. Tomo I. Santiago de Chile,
Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2014.
______ “La casa iluminada”. Obra narrativa. Cuentos. Tomo II. Santiago de Chile,
Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2017.
______ “Soledad de la sangre”. Obra narrativa. Cuentos. Tomo II. Santiago de Chile,
Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2017.
DE LA pARRA, tERESA. Igenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba.
Lima, Ediciones Antártica, 1960.
ENRIqUEtA, MARíA. Jirón de mundo. Madrid, Editorial América, 1919.
gUERRA CUNNINgHAM, LUCíA. “Feminismo y subversión en La brecha de Mercedes
Valdivieso”. Literatura chilena. Creación y crítica 21, 1982, pp. 5-9.
La brecha de Mercedes Valdivieso, entre continuidades y rupturas 325
gILbERt, SANDRA y SUSAN gUbAR. La loca del desván. La escritora y la imaginación
literaria del siglo XIX. Madrid, Ediciones Cátedra, 1998.
Kottow, ANDREA y ANA tRAVERSo. Narrativas escritas por mujeres en Chile (1920-
1970). Santiago de Chile, Overol, 2020.
RoqUé, ANA. Luz y sombra. San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1991.
VALDIVIESo, MERCEDES. La brecha. Santiago de Chile, Zig-Zag, 1961.