Content uploaded by Eduardo Haene
Author content
All content in this area was uploaded by Eduardo Haene on Oct 01, 2021
Content may be subject to copyright.
Página 42 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Los árboles han ganado un merecido lugar en la geografía
de las ciudades. Aportan los servicios ambientales de la
vegetación urbana y son claves en el suministro de sombra,
cada vez más preciada por el aumento de temperatura que se
registra en muchas regiones. En la Argentina hay una incipiente
pero creciente comprensión de la importancia de las especies
vegetales nativas. Al pensar el bosque urbano, seleccionar los
árboles originarios de cada región brinda, además de todos
beneficios de las plantas usuales, un vínculo permanente
con la cultura local y refugio y alimento para la fauna. La
Organización Mundial de la Salud ha reconocido el aporte de
la biodiversidad en el bienestar humano. Lo comprendemos
con facilidad. La visita de picaflores y mariposas a nuestros
jardines no pasa inadvertida y es un motivo cotidiano de
disfrute. Poblar la ciudad de melodías, formas y colores de los
pájaros silvestres deleita a todos. Para los argentinos nacidos
y criados en ciudades esta biodiversidad de acceso diario es
una fuente de enriquecimiento perceptible y popular, que no
requiere de costosos y espaciados viajes para contemplarla.
Toda esta riqueza se logra sumando vegetales nativos y el
arbolado es uno de los componentes más notables de la flora
de la ciudad.
Pero este concepto madurado ampliamente enfrenta
limitaciones contundentes cuando pensamos en ecorregiones
sin árboles. En la Argentina, gran parte de la Puna y los Altos
Andes carecen de especies arbóreas. El desierto del Monte
presenta amplias superficies sin árboles, pero posee algunos
valiosos y puntuales bosques. En el pastizal pampeano no
hay árboles, pero tiene a su favor condiciones favorables
para su crecimiento y una oferta de especies en las unidades
de vegetación natural que lo rodean. Analizaremos aquí las
encrucijadas y posibilidades que nos brinda la estepa patagónica,
una ecorregiónsin árboles que combina aridez, urbanizaciones
crecientes y una atractiva aventura ambiental.
ESTEPA URBANA
Los poblados de la Patagonia extra-andina
recobran su naturaleza
Eduardo Haene
Eduardo Haene
Universidad de Belgrano
eduardohaene@hotmail.com
German Stoessel
Universidad Nacional de la
Patagonia Austral.
eduardohaene@hotmail.com
Daniel Testoni
Dirección Regional Patagonia
Austral - Administración de
Parques Nacionales.
dtestoni@apn.gob.ar
Leo Montenegro
lfmontenegro64@gmail.com
Página 43
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
Contando monedas
Buscar árboles nativos en la estepa patagónica es un desafío
que nos recuerda esos momentos de escasez en los en los que
tenemos que juntar hasta la última moneda para lograr una
compra. Esa es la sensación. Pues buscando especies nativas que
puedan cumplir el rol del arbolado urbano vamos encontrando
algunos arbustos que visualizamos como “moneditas” que
suman. Este es el primer paso a superar que nos trae la estepa.
Los arbustos más robustos de la Patagonia extra-andina los
podemos hallar en los sitios reparados de los vientos constantes
que caracterizan la región. Algunas cañadas también aportan
un suministro adicional de agua. Cuando iniciamos esta
búsqueda debemos tener en cuenta que estos arbustos fornidos
fueron los más empleados como fuente de leña, un recurso vital
para los pobladores patagónicos. La flora local está adaptada
al clima riguroso, pero a costa de un crecimiento lento. Hoy no
logramos visualizar la oferta natural de arbolitos o potenciales
arbolitos en amplias superficies de la estepa dado que la tasa
de extracción histórica de leña supera a la de su recuperación.
Hay una excepción valiosa es Gobernador Gregores, poblado
en plena estepa de la Provincia de Santa Cruz donde aún subsiste
la morada de uno de sus primeros habitantes. Las paredes
están construidas con latas abiertas. En su entorno, como un
abrazo fraternal del terruño, hay varios ejemplares arbóreos
del molle (Schinus marchandii), típico de la estepa patagónica.
El más grande tiene un tronco principal de 40 cm de ancho y
más de 5 m de alto; afortunadamente fue respetado cuando se
construyó un museo en el sitio de esa morada. En las cañadas
con arroyos de la zona se aprecia un fachinal de molles recios
y tortuosos. Gran parte de la población sobreviviente de la
especie aquí son rebrotes de ejemplares añosos.
Podemos interpretar que aquellos primeros colonos se
instalaron al reparo de los molles más corpulentos. Para cubrir
sus necesidades talaron el bosquecillo, pero mantuvieron a su
alrededor esos pequeños colosos que alcanzan porte arbóreo.
Nos recuerda a los campesinos en la patria de los algarrobos,
que pasan gran parte de sus vidas a la sombra de estos árboles
magníficos, respetados junto a sus hogares.
Nadia Nair Sotelo
Club de Observadores de Aves
de Río Gallegos
sotelonadianair@gmail.com
Ornela C. Marcone
Evangelina S. Vettese
Centro de Investigaciones y
Transferencia Santa Cruz
Página 44 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
En diciembre de 1939, cuando en el país
pocos percibían los temas ambientales que
hoy nos preocupan, Carlos D. Storni, por
entonces director de Agricultura, visitó
Gobernador Gregores. En ese tiempo San-
ta Cruz era un territorio nacional y esta
localidad se llamaba “Cañadón León”, un
topónimo que invita a imaginar el sitio
como morada o refugio del más fuerte de
sus habitantes. Storni dejó una señal pione-
ra del ambientalismo argentino en una
chapa sobre uno de los molles arbóreos.
Todavía hoy podemos leer su sentencia:
“Esta planta es una reliquia de lo que fue el
bosque de molle de esta región. Hombres,
mujeres y niños de Cañadón León deben
cuidarla y protegerla”. Lograr el contac-
to con el testimonio de Carlos Storni es
como encontrarse con una piedra preciosa
en la arena de un arroyo. Una joya para
exhibir. Un tesoro que inspira e ilumina.
Extender el bosque
Además de ensayar el rescate de los
arbustos más robustos de la región y con-
ducirlos con porte arbóreo, otra alternati-
va puede ser ensayar el cultivo de especies
del bosque andino-patagónico. Resulta-
rían las especies más adecuadas aquellas
que habitan el ecotono entre este bosque
exclusivo de la Argentina y Chile y la
estepa patagónica. Muestran cierta plas-
ticidad para vivir en las condiciones más
extremas que ofrece la Patagonia extra-
andina. En el contexto urbano, siempre
será clave un manejo cuidadoso, elegir
sitios reparados del viento y aplicar riego
en los meses más secos.
Ejemplar arbóreo de molle (Schinus marchandii)
en Gobernador Gregores, Santa Cruz. Este tipo de
individuos nos permiten comprobar el potencial
de algunas especies de la estepa patagónica como
árboles urbanos. Foto: E. Haene
El molle (Schinus marchandii
suma color en la estepa patagónica. Foto: E. Haene
Página 45
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
Ejemplar histórico de molle (Schinus marchandii) en Gobernador Gregores y plaqueta recordatoria dejada en
diciembre de 1939 por Carlos D. Storni. Foto: E. Haene
Página 46 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Un primer elenco para recomendar está compuesto por pehuén (Araucaria araucana),
maitén (Maytenus boaria), notro (Embotrium coccineum) y ñire (Nothofagus antarctica).
Las localidades más occidentales de la estepa patagónica tendrán mejores condiciones
ambientales. Allí se pueden emplear como fuente de ejemplares los adaptados a vivir
como avanzada del bosque sobre la estepa (ver “Bosques patagónicos en el pastizal
extra-andino”). Desde ya el sauce criollo (Salix humboldtiana) puede ser otra especie
a tomar en cuenta, pero tiene mayores requerimientos hídricos.
Resulta didáctico consultar ensayos previos del cultivo de estos árboles nativos
propios de ecorregiones vecinas. Podremos analizar qué medidas fueron más
efectivas para lograr su instalación, posibilidades exitosas de poda y condiciones
locales favorables. Es sumamente loable el interés despertado entre ciudadanos,
aunque sería oportuno aprovechar los ámbitos académicos para iniciar o continuar
este tipo de experimentación. En ese sentido son ideales las estaciones experimentales
del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, las reparticiones provinciales
equivalentes y los terrenos universitarios. Allí se podrían aplicar los conocimientos
técnicos y un monitoreo más riguroso para obtener aprendizajes. Los organismos
oficiales deberían asegurar continuidad, un aspecto significativo cuando estudiamos
seres vivos longevos como los árboles.
La plasticidad del maitén (Maytenus boaria) para vivir en zonas de ecotono bo sque-estepa permite seleccionarlo
para ensayar su cultivo en ciudades ubicadas en la ecorregión de la estepa patagónica. Foto: E. Haene
Página 47
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
Privilegiar la estepa
Pensando con una mirada más amplia,
para enriquecer la vegetación urbana con
la flora nativa en las localidades donde
reina la estepa patagónica lo más adecua-
do es homenajear a hierbas y arbustos.
Encontramos aquí un elenco maravilloso
de especies que cumplen adecuadamente
la combinación deseada como fuente de
servicios ambientales¹ (ver “La mata ama-
rilla, un arbusto muy vistoso de la Pata-
gonia árida”).
Desde ya, el componente ornamental será
el punto de partida a la hora deseleccionar
especies nativas para los poblados. La este-
pa patagónica ofrece plantas en forma de
matas compactas, algunas redondeadas,
sumamente decorativas en la medida que
acertemos con el diseño paisajístico. Un
ejemplo demostrativo lo brinda el neneo (Azorella prolifera, tradicionalmente conoci-
do como Mulinum spinosum).
La cualidad más sorprendente de este elenco nativo es aportar “momentos de gloria”,
esos períodos donde el desierto patagónico adquiere una paleta de colores inusitada.
Esas tonalidades destacadas se inician con la floración primaveral y se extienden,
para ciertas especies, durante el verano. Sobresalen las de floración masiva, cuando
cubren su follaje contonalidades llamativas, como la mata guanaco (Anarthrophyllum
desideratum). Con diferente intensidad, la fructificación brinda otras texturas, formas
y colores seductores.
En un paisaje donde los árboles no tendrán ni la abundancia ni la magnitud
logradas en condiciones más favorables, “volver” a la estepa como fuente de plantas
consumidos, disfrutados o que conducen a aumentar el bienestar humano tomando en cuenta la demanda de
Fuente: Balvanera, Patricia et al. Marcos conceptuales interdisciplinarios para el estudio de los servicios
ecosistémicos en América Latina. En E. Laterra, P., E. G. Jobbágy y J. M. Paruelo (ed.), Valoración de servicios
ecosistémicos: conceptos, herramientas y aplicaciones para el ordenamiento territorial. Buenos Aires, INTA. 2011.
740 páginas.
https://www.agro.uba.ar/users/paruelo/libros/Laterraetal_ValoracionServEcosistemicos.pdf, consultado en marzo
de 2021.
El notro (Embothrium coccineum) es un arbolito
del bosque patagónico apto para su ensayo en
parques urbanos de la Patagonia extra-andina.
Foto: E. Haene
Página 48 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
urbanas parece lo más apropiado. Calibrar la respuesta a riegos puntuales es un
aprendizaje valioso. La jardinería es un arte que tiene las herramientas adecuadas
para comprender las necesidades de cada especie y las medidas más efectivas para
lograr resultados vistosos.
El valor agregado de utilizar flora nativa en jardinería está dado por la vinculación de
estos elencos botánicos con la cultura local y la fauna. Son dos aportes significativos,
palpables, disfrutables, medibles. El paisaje resulta estratégico en la identidad. Cada
localidad de la Patagonia extra-andina podría elegir su flor nativa y darle un lugar
privilegiado en su estepa urbana.
Las especies autóctonas que mejor reflejan este “valor agregado” en la estepa son
los integrantes del género Berberis. Conocidos como “calafate” y “michay”, tienen
representantes emblemáticos en esta ecorregión. Bien conducidos con podas, suman
matas decorativas y setos tupidos (ver “Un jardín en la estepa”). Su floración aporta
color y la visita de insectos coloridos. La maduración de sus frutos es otra contri-
bución ornamental y fuente de alimento para pájaros silvestres. Sus bayas son la
materia prima del dulce más tradicional de Patagonia.
Las formas redondeadas del neneo (Azorella prolifera
Página 49
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
La mata guanaco (Anarthrophyllum desideratum) es
una especie nativa de la estepa patagónica que brinda
múltiples posibilidades para sumar colores en espa-
cios verdes urbanos. Foto: E. Haene
Según estudios recientes, la mata guanaco (Anar-
throphyllum desideratum) brinda néctar a las aves
silvestres, las cuales contribuyen con su polinización.
Es un buen ejemplo de cómo la inclusión de especies
nativas en los parques urbanos permite sumar una
oferta de alimento a la fauna de la región.
Foto: E. Haene
Paiaro, V.; Cocucci, AA; Oliva, GE; Sérsic, AN "El papel de aves no nectarívoras como polinizadoras de
027 (03): 312-325
Página 50 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
“Estepar” la mente
La máxima tan acertada de la arboricultura de seleccionar “el lugar correcto para
la especie adecuada” se amolda perfectamente con el concepto de estepa urbana. Si
contamos con información botánica, con el arte de la jardinería y con la estepa como
fuente de especies interesantes, ¿qué falta para desencadenar el regreso de la estepa
a los poblados patagónicos donde tiene su reinado? Lo único que falta son los actores
clave, o sea, nosotros.
El paisaje aparentemente desolado de la estepa patagónica, esconde tesoros para
el naturalista atento (ver “Revalorizando la estepa a través de la actividad física”).
Los espacios verdes públicos pueden convertirse en escenarios estratégicos donde
diseñar paisajes con la flora local de la estepa. Los jardines y parques privados
tienen libertad para mejorar. Es posible combinar matas de follaje perenne con
hierbas de surgimiento en primavera-verano para ornamentar con formas y
colores distintivos de cada ciudad. Planificación e instrumentación participativas
son herramientas sólidas para convertir los canteros en aulas de aprendizaje y
valoración. La interpretación del patrimonio permite generar comprensión de los
recursos distintivos que ofrece la flora de la estepa y su vinculación con la fauna y
la cultura locales. Escuelas y universidades tienen recursos a mano para estudiar
y monitorear los servicios ambientales de la vegetación nativa. El proceso aporta
disfrute, identidad y motivación.
La “estepa urbana” aflora en la mente de
los ciudadanos. Hoy es un momento ideal
para compartir los logros de quienes
embellecen las ciudades patagónicas con
flores silvestres rescatadas en un paisaje
que pensábamos desierto.
Berberis microphylla) aportan
be-
lleza y una fuente de alimento para insectos polinizadores.
Foto: E. Haene
Página 51
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
La melosa o botón de oro (Grindelia chiloensis) es una de las plantas típicas de la estepa patagónica que aporta
belleza y atracción de insectos multicolores.
Foto: E. Haene
Los frutos del calafate (Berberis microphylla) cons-
tituyen un recurso cultural ancestral. Su cultivo en
ciudades patagónicas tiene gran trascendencia para
acentuar la identidad de la región. Foto: E. Haene
Cultivo de guindo (Nothofagus betuloides) y calafate
(Berberis microphylla) en una vereda de Río Grande,
norte de Tierra del Fuego. Permite comprobar las po-
sibilidades de instalar especies leñosas en ciudades
donde domina la estepa patagónica, en este ejemplo
con un fuerte componente topiario.
Foto: E. Haene
Página 52 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
La mata guanaco (Anarthrophyllum desideratum), una especie con gran valor ornamental, característica de
la Patagonia austral tiene su especie hermana en la Patagonia norte, el neneo macho (A. strigulipetalum). Las
fotos de la primera fueron sacadas sobre la costa del Lago Viedma, Parque Nacional Los Glaciares (Santa Cruz)
y las fotos de la segunda en el Parque Nacional Laguna Blanca (Neuquén). Fotos: D. Testoni.
Página 53
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
Página 54 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
La mata guanaco amarilla (Anarthrophyllum desideratum) es bastante rara de encontrar, pero en el Parque
Nacional Los Glaciares se hallaron algunas poblaciones muy interesantes. Fotos: Simón Muniz.
Página 55
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
Notros (Embothrium coccineum) en el Seno Moyano, Parque Nacional Los Glaciares. Fotos: D. Testoni.
Jardín natural de paramela (Adesmia boronioides), neneo (Azorella prolifera) y mata mora patagónica (Senecio
patagonicus) en el Seno Moyano, Parque Nacional Los Glaciares. Fotos: D. Testoni.
Página 56 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Leña dura (Maytenus magellanica), un arbolito bajo con gran potencial como ornamental. Parque Nacional
Los Glaciares. Fotos: D. Testoni.
Página 57
Estepa Urbana. Los poblados de la Patagonia extra-andina recobran su naturaleza.
Página 58 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Pies masculino y femenino de molle (Schinus marchandii) en la costa del Lago Viedma. Fotos: D. Testoni.
AGRADECIMIENTOS
Quiero dejar un agradecimiento especial a Elizabeth Fogwill, Milagros Sánchez,
Gonzalo del Castillo e Ignacio Giorgio de Semana del Árbol y CeSus que
organizaron un curso de arbolado que fue el disparador del tema tratado aquí. A
todos los participantes del curso que incentivaron el intercambio de experiencias.
A Silvia Ferrari, Esteban Frere y Hernán Pastore, quienes amablemente facilitaron
contactos para ubicar especialistas de la región.
Página 59
Revalorizando la estepa a través de la actividad física.
Revalorizando la estepa a través de la actividad física
German Stoessel
La llegada de la pandemia del llamado SarsCovid 19 y la posterior declaración
de cuarentena a mediados de marzo de 2020, trajo modificaciones en las
costumbres y estilos de vida de todos nosotros. Estos cambios se produjeron tanto
en las grandes ciudades como en las pequeñas, y los pueblos del interior no fueron
la excepción.
El caso de Caleta Olivia, en el sur argentino, es uno de muchos.
Ubicada en el flanco norte de Santa Cruz, sobre las costas del Golfo San Jorge,
Caleta Olivia es la segunda ciudad de la provincia, con aproximadamente 70.000
habitantes (según el último censo -2010-, la población era de 51.733 habitantes). La
región se caracteriza por tener vientos predominantes del sector Oeste que pueden
alcanzar ráfagas de 120 km/h y precipitaciones que no superan los 200 mm anuales.
Su clima es templado, semiárido, de meseta.
Considerando estos datos, es común escuchar a muchos decir que Caleta Olivia
está en un “desierto”. Y esa calificación apresurada presupone que no hay nada, solo
basalto, solo cantos rodados y que nada puede crecer allí, tan solo algunas “matas”.
La llegada de la pandemia trajo modificaciones en los hábitos cotidianos, y una
de esas modificaciones fue el uso de los espacios públicos. Tendiente a evitar
aglomeramientos de personas, el uso de plazas, parques y el paseo costero, se vio
cerrado al público, por lo que la única opción para realizar actividades físicas fue y
es el campo.
El campo no es ni más ni menos que ese mal llamado “desierto”, que está cerca, al
lado nuestro y al que por tanto tiempo ignoramos.
Hoy, primavera de 2020, hay centenares de vecinos cuya única actividad aeróbica
es caminar, trotar o pedalear kilómetros dentro de esas extensiones que por mucho
tiempo carecían de valor para la mayoría de quienes lo consideran un “desierto”. Y
este hecho es sin dudas uno de los efectos positivos de las restricciones que trajo la
pandemia: que muchos vecinos puedan conocer y descubrir la variedad de plantas,
con sus características particulares.
Trotar por senderos inundados del aroma de mata negra (Mulguraea tridens)
o ligustrina (Mulguraea ligustrina) en flor (ambas especies pertenecían al género
Junellia) ha hecho que se redescubra algo olvidado y es el olor propio de la estepa,
tanto como el petricor después de una lluvia.
Página 60 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Lo mismo ocurre al rozar los pequeños arbustos de falso tomillo (Acantholippia
seriphioides), casi imperceptibles al paso del deportista que entrena, pero que liberan
un inconfundible olor a cocina, al tomillo de uso culinario.
Por si no bastara con deleitar nuestro sentido del olfato, también lo hacen con sus
colores a nuestra vista. Este es el caso del jazmín de campo (Menodora robusta), un
arbusto de la Familia de las Oleáceas, de tallos duros, espinosos y verdes, cuya altura
no supera los 40-50 cm, pero que en primavera deslumbra con su intensa floración
amarilla y su perfume (de allí su nombre común).
Berberis microphylla, mejor conocido como calafate, una Berberidácea famosa por los
dulces que se elaboran con sus frutos, también está presente y sorprende a caminantes
por su porte (puede llegar a los 2 metros) y abundante floración amarilla. Junto al
duraznillo (Colliguaja integerrima) y al molle (Schinus johnstonii) forman asociaciones
que se establecen sobre suelos profundos, franco-arenosos y al reparo de los vientos
del oeste, en cañadones y pliegues del terreno. Su presencia denota la existencia de
humedad edáfica y muchas veces una napa freática a poca profundidad.
Así es como el caminante paciente, no solo podrá observar en estos grandes arbustos
la diversidad de flora que crece al reparo, sino también la abundante fauna que hay
Mata negra (Mulguraea tridens). Foto: G. Stoessel
Página 61
Revalorizando la estepa a través de la actividad física.
en la estepa: piches, cuises, tucutucus, lagartos pequeños y liebres, además de una
gran variedad de aves.
El molle es el arbusto más grande de la estepa, cuyo uso histórico fue como
leña. Hay un creciente interés en su viverización y adaptación a entornos urbanos,
donde su uso como parte del arbolado urbano es posible y hay casos registrados
en Caleta Olivia.
Finalmente, es de destacar que este interés en usar especies nativas para jardines
xerófilos o agrestes también alcanza a varias especies más: zampa (Atriplex lampa),
mata fuego o mata guanaco (Anarthrophyllum desideratum), chuquiraga dorada
(Chuquiraga aurea) y chupasangre (Maihuenia patagonica), entre otros bellos arbustos
del desierto patagónico, de la estepa sureña.
Y en este punto, bien vale recordar al piloto y escritor Antoine de Saint-Exupéry,
para quien el desierto lo fue todo, y perderse en él fue la oportunidad de conocerlo.
Dicho esto, estamos invitados a recorrer y disfrutar la estepa, para descubrir
los tesoros que ofrece. Caminando, trotando o pedaleando, adentrémonos en ella,
conozcámosla, pues nadie puede valorar lo que no conoce.
Jazmín de campo (Menodora robusta). Foto: G. Stoessel
Página 62 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Calafate (Berberis microphylla). Foto: G. Stoessel
Aguada en los alrededores de Caleta Olivia, donde se aprecian calafate (Berberis microphylla) y molle (Schinus
johnstonii). Foto: G. Stoessel
Página 63
Revalorizando la estepa a través de la actividad física.
Fabiana (Fabiana nana). Foto: G.Stoessel
Chupasangre (Maihuenia patagonica). Foto: G.Stoessel
Página 64 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
La mata amarilla, un arbusto muy vistoso
de la Patagonia árida
Daniel Testoni
Se la conoce como mata amarilla o mata guanaco, pero en Neuquén la llaman
patahuilla. Su nombre científico es Anarthrophyllum rigidum y pertenece a la
familia de las Leguminosas (Fabaceae). Crece desde Mendoza hasta Santa Cruz.
Es un arbusto abundante; seguramente toda persona que ha visitado las rutas de
la estepa patagónica se cruzó con él. Su distribución más austral sería el Lago
Argentino (al oeste) y los alrededores del Parque Nacional Monte León (al este).
Puede ser una especie atractiva para cultivar como ornamental. Alcanza hasta
los dos metros de altura y pese a estar ramificada desde la base, da el aspecto
de un arbolito. Son llamativos sus tallos anaranjados o amarillentos y las hojas
grisáceas, persistentes todo el año. A finales de primavera, florece profusamente y
se transforma en una verdadera “mata amarilla”. Las flores se reúnen de a tres o
cuatro, en cabezuelas algo apretadas. El pétalo superior, conocido como estandarte,
lleva líneas rojas que atraen a los polinizadores. El fruto es una legumbre pequeña,
también llamativa por sus pelitos blancos. Vive en suelos arenosos formando
poblaciones grandes y su crecimiento es bastante rápido.
Esta especie ha sido intensamente utilizada como recurso leñero ya que, junto con los
molles, son las únicas plantas altas de la estepa patagónica. A esto se le suma que los
brotes tiernos y los renovales son ramoneados por cabras y ovejas. Por ello, en mu-
chos sectores las poblaciones han declinado con-
siderablemente. Sin embargo, donde ha cambiado
el manejo ganadero y la leña derivada de plantas
nativas fue reemplazada por la de sauces, álamos y
otras especies de más al norte, las poblaciones han
comenzado a recuperarse y se ven grandes exten-
siones de plantas casi idénticas en altura.
El cultivo de esta especie tan atractiva para el
embellecimiento de jardines y plazas de los po-
blados de la Patagonia extra andina parece ser
una opción acertada para evitar el uso de las exó-
ticas. Sobre todo, al estar adaptada a las condi-
ciones desfavorables de la zona, como la sequía y
los vientos fuertes, sus requerimientos son bajos
y podría ser utilizada sin mayores problemas en
el ámbito urbano.
Página 65
La mata amarilla, un arbusto muy vistoso de la Patagonia árida.
La mata amarilla (Anarthrophyllum rigidum) es un arbusto endémico de la estepa patagónica con un
gran potencial ornamental para incorporar en poblados. Fotos: D. Testoni.
Página 66 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Conservación in situ: un vivero de nativas y un proyecto de
restauración ecológica en el Parque Nacional Monte León
Daniel Testoni
El Parque Nacional Monte León, ubicado al sureste de la provincia de Santa
Cruz, conserva una muestra representativa del distrito central de la estepa
patagónica. Pese a parecer un ambiente homogéneo y donde sólo crece la mata negra
(Mulguraea tridens), protege una gran diversidad de plantas vasculares.
Hasta el momento, hemos registrado 190 especies, pertenecientes a 38 familias
y 101 géneros. Se distinguen tres ambientes: la estepa arbustiva graminosa de
mediano porte, en los bajos las praderas graminosas o mallines con predominio
de coirón dulce (Festuca pallescens) y en la costa se destacan los bosquetes de molle
(Schinus marchandii). Estos ambientes son únicos en el mundo y se encuentran poco
representados en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
El Parque Nacional fue creado en 2006 sobre lo que fueron tierras ganaderas y
muchos sectores aún presentan fuertes impactos de aquella actividad. Los bosquetes
Molle (Schinus marchandii) en la pingüinera del Parque Nacional Monte León (PNML). Fotos: archivo PNML
Página 67
Conservación in situ: un vivero de nativas y un proyecto de restauración ecológ ica en el Parque Nacional Monte León .
de molle han sido destruidos en gran medida para el aprovechamiento de su leña.
Además, la colonia reproductiva de pingüinos de Monte León ocupa bosques costeros
de molle. Pese a ser algo natural, las cuevas de los pingüinos dañan las raíces de los
molles, e incluso llegan a matarlos. Agotado el recurso, los pingüinos buscan otros
sitios para armar sus nidos. El problema radica en que las poblaciones de molle en
otros sectores de la costa de Santa Cruz han sido devastadas para el uso de la leña.
Con el objetivo de facilitar la recuperación de ambientes mediante técnicas de
restauración activa, en el área protegida se inició la reproducción de especies nativas
para ser plantadas en sitios estratégicos. Para ello fue necesario contar con un vivero
donde poder producir las cantidades necesarias de las especies clave.
La reproducción de hierbas y arbustos de la estepa patagónica no es una tarea sencilla,
ya que prácticamente no hay bibliografía sobre su cultivo. Esto fue superado gracias
a la dedicación del personal del área protegida, quienes metódicamente han realizado
pruebas de recolección, germinación, mantenimiento y rustificación de las especies.
En el vivero, se lograron estandarizar protocolos de trabajo para 40 especies. Entre
ellas, por supuesto, el molle; ya contamos con 30 individuos listos para plantar. Se
Cultivo de molles (Schinus marchandii) en el vivero de plantas nativas del Parque Nacional Monte León (PNML).
Se muestra el detalle de los cotiledones y de las primeras hojitas de la especie y un stock de plantines.
Fotos: archivo PNML
Página 68 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
ha seleccionado un sector del Parque cercano a la costa para su reintroducción y
se hará un seguimiento del estado de los individuos en su nuevo ambiente. Esto
permitirá planificar la repoblación sobre otros sectores del área protegida. Otras
especies serán reintroducidas en sectores degradados de la estepa.
Además de la restauración ecológica, el vivero es parte de un proyecto de educación
ambiental orientado a que las personas de las localidades vecinas conozcan y aprecien
la flora de la estepa.
Varias de las especies que se han logrado cultivar presentan gran potencial como
ornamentales; por ejemplo, el coirón pluma (Jarava neaei) es muy atractivo en
fructificación cuando sus largas aristas plumosas vuelan con el viento. El coirón
llama (Pappostipa humilis) presenta inflorescencias rojizas que parecen fuego en la
estepa. La paramela (Adesmia boronioides), el té pampa (Clinopodium darwinii) y la
mata negra (Mulguraea tridens), además de ser vistosas en flor, son muy aromáticas.
Algunas plantas nativas subarbustivas
o herbáceas coloridas podrían reempla-
zar muchas de las plantas tradicionales
(exóticas) que se suelen ubicar en cante-
ros y jardines. Entre ellas, en el vivero
se lograron reproducir el botón de oro
o melosa (Grindelia chiloensis), la facelia
o flor de la cuncuna (Phacelia secunda),
la arvejilla grande (Lathyrus magellani-
cus), la flor de papel (Armeria maritima),
la leonita purpura (Leucheria purpurea),
la perezia (Perezia recurvata), el lirio de
campo (Olsynium junceum), la arvejilla (Vi-
cia magellanica), entre otras.
Actualmente se trabaja en la publicación
de un cuadernillo o guía donde detalla
la metodología utilizada para propagar
cada especie. Esperamos que sea una he-
rramienta útil para fomentar el uso de la
flora nativa en los parques y jardines de
los poblados de la Patagonia.
Cantero de nativas en el centro de visitantes
del Parque Nacional Monte León (PNML). Dos
plantas con muy interesantes para utilizar como
ornamentales: la mata negra (Mulguraea tridens) y
el molle (Schinus marchandii). Fotos: archivo PNML.
Página 69
Un jardín en la estepa
Leo Montenegro
Cuando decidí comprar un terreno donde construir mi casa en Gobernador
Gregores, Provincia de Santa Cruz, descubrí que tenía un problema. Buscaba
un predio habitado por la naturaleza de la estepa. Pero quienes organizan los loteos,
lo primero que hacen es pasar una topadora y arrasar la vegetación espontánea. Le
dicen “sistematizar”.
Finalmente, en 2006 ubiqué un lugar a 1,5 km de Gregores donde se mantenía la
estepa patagónica. Las construcciones y el camino interno los hice respetando la
vegetación preexistente. Las plantas crecieron a lo largo de estos años y los vecinos
dicen que van escondiendo mi casa. Y es verdad.
Mantengo con riego un sector de césped. Indudablemente la flora silvestre a su
alrededor se vio beneficiada por el agua y ha mostrado una respuesta sorprendente.
He debido podar varias veces los arbustos para mantener libres los senderos.
No incorporo plantas. Lo que crece
espontáneamente en mi terreno trato de
cuidarlo. La mata negra (Mulguraea tridens)
es un arbusto hermoso; regala su perfume
un mes al año, uno de los más bellos de
la estepa. El molle (Schinus marchandii)
despide la fragancia agradable de su resina.
El calafate (Berberis microphylla) fructifica
en abundancia junto a la casa, tiene formas
y colores sumamente ornamentales. Mata
amarilla (Anarthrophyllum rigidum) y mata
guanaco o lengua de fuego (Anarthrophyllum
desideratum) son muy atractivas. Las
cactáceas con poco cuidado entregan flores
bonitas. Hay especies rastreras de flores
coloridas como Astragalus patagonicus y
verbenas (Junellia thymifolia, Mulguraea
ligustrina), todas aptas para confeccionar
canteros decorativos.
Ahora comprendo que no armé un jardín.
Lo que hice fue encerrar una parte de un
gran jardín llamado estepa patagónica.
Los calafates (Berberis microphylla) que son res-
petados en torno a las casas pueden constituir
arbustos ornamentales valiosos, acentuando la
identidad de la Patagonia, como se aprecia en una
vivienda de Gobernador Gregores, Santa Cruz.
Fotos: Leo Montenegro
Un jardín en la estepa.
Página 70 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Mulguraea tridens), especie típica de la estepa patagónica, perfuma los
jardines. Foto: Leo Montenegro
como Astragalus patagonicus. Foto: E.Haene
Página 71
Revelando la estepa patagónica urbana.
Revelando la estepa patagónica urbana
Nadia Nair Sotelo
En la ciudad de Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz, el clima es seco, frío y
ventoso. Aquí comenzamos a hablar de la estepa patagónica urbana. Para no
olvidar el paisaje natural, nuestra finalidad es conservar porciones con vegetación
nativa dentro de la ciudad.
Estamos a tiempo de rescatar plantas silvestres de la estepa que sobreviven en
bulevares, rotondas y/o veredas de barrios fundados hace 5 a 20 años. Hay ejemplares
de mata verde (Lepidophyllum cupressiforme), calafate (Berberis microphylla) y charcao
(Senecio patagonicus). Son las especies más ornamentales.
La mata verde es una especie típica de la Patagonia Austral. Para mantener la
identidad local, es de suma importancia incorporarla en el paisaje urbano, aportando
su hermoso color verde y, en primavera, flores amarillas con un perfume particular.
El calafate es un arbusto con frutos que adquieren un tono amarillo antes de
madurar y luego viran al azul oscuro. Según su ubicación, pueden sobrepasar 1,50
m de altura. El charcao es un subarbusto pequeño, común localmente, más vistoso
cuando se cubre de flores en enero.
Mata verde (Lepidophyllum cupressiforme) en vereda pública de Río Gallegos. Foto: Nadia Sotelo
Página 72 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
La vegetación nativa está adaptada a las condiciones del medio. Cultivada o respetada
en el ámbito urbano, no requiere un mantenimiento constante. Al conservar plantas
nativas en la ciudad, estamos manteniendo pequeños ecosistemas habitados por aves
e insectos. Estos parches de vegetación cumplirían la función de biocorredores,
incrementando la diversidad biológica en los barrios.
Nuestros antepasados aprovechaban los usos medicinales y tintóreos de las plantas
de la estepa patagónica. Es parte de nuestra historia. Las nuevas urbanizaciones
pueden mantener estos recursos valiosos en sus jardines y parques.
Estamos promoviendo la conservación de la vegetación local en espacios públicos
de Río Gallegos. Nuestra meta es colocar carteles con el nombre de cada especie
y sus usos tradicionales. En la medida que reconozcan su valor, los vecinos quizás
empiecen a conservarlas en sus jardines y veredas. Será una manera de vincular a la
sociedad con su patrimonio viviente.
Una calle suburbana embellecida por la vegetación de la estepa patagónica en Río
Gallegos. En primer plano se aprecia una mata verde (Lepidophyllum cupressiforme); más
atrás charcao (Senecio patagonicus) y calafate (Berberis microphylla). Foto: Nadia Sotelo
Página 73
Revelando la estepa patagónica urbana.
El calafate (Berberis microphylla) logra
una altura de 1,70m al resguardo de
cercos en Río Gallegos.
Foto: Nadia Sotelo
Página 74 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
El Chaltén elige rescatar y adoptar plantas nativas
Ornela C. Marcone
El Chaltén es el pueblo más joven de la Argentina. Se ubica en el ecotono bosque-
estepa y está inmerso en el Parque Nacional Los Glaciares. Por la belleza de
su entorno y las oportunidades laborales, cada año más familias de diversos orígenes
y culturas deciden establecerse en el lugar. Esto genera un crecimiento acelerado de
la urbanización en ausencia de una planificación acorde. Hoy cuenta con unos 2.000
habitantes, y es en este escenario, donde la coexistencia de diversos criterios de uso
del espacio viene desdibujando la identidad de naturaleza y montaña del pueblo. Es
así que se hace imperioso fortalecer estas bases identitarias que, sin dudas, son el
denominador común a todos sus pobladores.
En este contexto, se gesta "Anfibia", una
organización no gubernamental compuesta
por tres vecinos: un biólogo, una ecóloga y
quien les escribe, una publicista. Nos unen
la voluntad de fortalecer el vínculo armóni-
co de la comunidad con la naturaleza. Ante
la cercanía del Día del Árbol (29 de agosto
de 2020), y como primera actividad, deli-
neamos una planificación por etapas que
comenzó con la apertura de un registro
local de interés en adopción de una planta
nativa. La propuesta fue recibida con gran
entusiasmo, al punto que inmediatamente
diversos actores de la comunidad nos ex-
presaron su voluntad de sumarse.
Hacia los últimos días del otoño, Anfibia
en conjunto con diez voluntarios/as y
representantes de la delegación local del
Consejo Agrario Provincial (Santa Cruz)
se organizaron para poner en marcha
la segunda y tercera etapa: el rescate
y acondicionamiento de plantas. Fueron 27 especies nativas del ecotono. Entre
las herbáceas se pueden mencionar: abrojo (Acaena splendens), paramela (Adesmia
boronioides), topa-topa (Calceolaria biflora) y coirón blanco (Festuca pallescens).
Asimismo, mientras que se entregaron algunos arbustos propios del bosque
patagónico como el romerillo (Chiliotrichum diffusum), la murtilla (Empetrum
Grupo de voluntarios y voluntarias rescatando plan-
tas nativas en la banquina de la Ruta Escénica Nº 41.
Foto: Javier Rasetti.
Página 75
El Chaltén elige rescatar y adoptar plantas nativas.
rubrum), y la sietecamisas (Escallonia sp.), otros están más adaptados a la estepa de
transición como la mata guanaco (Anarthrophyllum desideratum), y el calafate (Berberis
microphylla). También se entregaron algunos árboles de ñire (Nothofagus antarctica).
Todas estas plantas procedieron de los bordes de la ruta que conduce al Lago del
Desierto; zona por donde volvimos a pasar días más tarde y nos encontramos con la
banquina arrasada por el paso de la máquina niveladora. En ese momento, sentimos
alegría por haber salvado lo que para ese entonces eran apenas unas ramitas.
Para evitarles estrés, inmediatamente
después de ser extraídas, realizamos el
trasplante en macetas y brindamos a los
voluntarios conocimientos sobre técnicas
tales como podas y riego. Esta tarea de-
mandó casi un mes de trabajo, y dio como
recompensa la supervivencia del 98% de
los ejemplares.
Con la primavera acercándose, organiza-
mos la última etapa: la adopción responsa-
ble. Para esto, previamente disertamos en
un taller virtual y gratuito titulado “Casas
nativas, tu lugar natural”, y diseñamos un
manual con formato de “Receta breve para
adoptar una planta nativa” a fin de compar-
tir con la comunidad saberes relacionados
a los cuidados que estas especies necesitan.
La campaña arrojó resultados altamen-
te positivos: 100 espacios verdes priva-
dos fueron fortalecidos mediante la adop-
ción de unas 500 plantas. Durante todo
el proceso, se contó con la participación
voluntaria de más de 20 personas, y se
reforzaron lazos interinstitucionales. No
faltaron tampoco las palabras de alien-
to que llenan de entusiasmo para seguir
enalteciendo la belleza de Patagonia Aus-
tral, revalorizando la función ecológica de
lo nativo, y fortaleciendo la relación de las
personas con la naturaleza cercana.
con la comunidad sobre técnicas para el
acondicionamiento de plantas recién extraídas.
Foto: Javier Rasetti.
Momento de entrega en adopción de las plantas
nativas en el invernadero del Consejo Agrario
Provincial - delegación El Chaltén. Foto: Javier
Rasetti
Página 76 FOLIUM Relatos botánicos • Número 4
Bosques patagónicos en el pastizal extra-andino.
De relictos forestales a espacios verdes urbanos
Evangelina S. Vettese
El ñire (Nothofagus antarctica) es una especie endémica de Patagonia. Sobre los
Andes forma masas boscosas continuas junto a la lenga (N. pumilio). Donde las
condiciones son apropiadas, es decir, suelos bien drenados, bajas temperaturas, y altas
precipitaciones, los árboles de ñire crecen erectos, alcanzan unos 15 metros de altura,
y presentan un pronunciado crecimiento radial. Ahora bien, donde las condiciones
no son las más adecuadas, estos árboles toman formas retorcidas, con troncos muy
ramificados y de menor altura. Lo curioso es que, gracias a estas adaptaciones
morfológicas, y a otras estrategias fisiológicas o reproductivas, la especie puede
tolerar condiciones de extrema humedad en mallines o turberas, y también subsistir
en ambientes de extrema sequía. Tal es el caso de los sitios semiáridos del ecotono
bosque-estepa ubicados en el extremo oriental de su distribución en la Argentina.
Es en aquel límite de tolerancia climá-
tica que el ñire suele formar parches mono-
específicos inmersos en una matriz esteparia.
Estas isletas de árboles marginales son
conocidas como "relictos".
Allí, la composición del sotobosque se
torna una mezcla de plantas propias de los
bosques como perejil de monte (Osmorhiza
chilensis), parrillita (Ribes cucullatum) y
chaura (Gaultheria mucronata), en equilibrio
con otras plantas propias de ambientes más
abiertos como coirón (Festuca pallescens),
siempreviva (Armeria maritima) o senecios
(Senecio patagonicus).
En los bosques andinos, el aire se siente
fresco y húmedo. Las aves se sorprenden de
nuestra presencia a distancia corta, y se albo-
rotan. El aroma de las hojas de ñire se huele
sutil pero auténtico, y la sensación de un fleco
de sol que se escurre entre las copas se siente
como una caricia en la cara. El terreno es ondulado, inclinado, y a pocos metros, hacia el
oeste, se alcanza la transición con el bosque mixto conformado por ñires y lengas.
Bosque relicto de N. antarctica en la Estancia
Cancha Carrera. Se observa el estado actual de
la invasión de especies exóticas como la pilosela
(Hieracium praealtum) y el vinagrillo (Rumex
acetosella). Foto: E. S. Vettese
Página 77
Bosque patagónicos en el pastizal extra-andino. De relictos forestales a espacios verdes urbanos.
En cambio, en los relictos muchas cosas cambian. La cobertura del dosel es menor,
y por lo tanto el sol llega con más intensidad al suelo. El ambiente huele diferente,
como a tierra seca. Esto, junto a las menores precipitaciones, provoca una disminución
en el crecimiento radial de los árboles, y dificultades para el establecimiento de
plántulas provenientes de semillas. Además, en estas zonas bajas el terreno es más
plano, y es recurrente observar evidencias de los usos antrópicos, tales como zonas
incendiadas, árboles cortados o dañados por ramoneo, bosteos de vacas y ovejas, y
mayor cobertura de especies exóticas palatables como Poa pratensis, o Rumex acetosella.
Es así como la configuración actual de estos ecosistemas es el resultado de la
intrincada historia de eventos geológicos, ecológicos y evolutivos ocurridos en una
escala de millones y miles de años, que se vio modificada por los disturbios culturales
recientes. Lo cierto es que estos relictos de ñire han logrado mantenerse en pie a lo
largo del tiempo a pesar de las inclemencias ambientales, climáticas, y antrópicas.
Por otro lado, dadas las características de aislamiento de los relictos con respecto
a los bosques continuos, ubicados en las zonas cordilleranas más frías y húmedas,
es probable que posean una mayor diversidad genética, y que presenten ejemplares
mejor adaptados a condiciones ambientales desfavorables.
Desde el aspecto genético, sus semillas podrían ser las más apropiadas para reforestar
zonas degradadas, y probablemente también presenten mayor supervivencia.
Estos particulares atributos, le confieren a los relictos sustanciales implicancias en
el desarrollo del arbolado urbano de las localidades patagónicas extra-andinas. Urba-
nizaciones que durante las últimas décadas se vienen desarrollando en ecorregiones
que no presentan árboles por naturaleza. Sin embargo, bien se podrían aprovechar
las bondades de esta no-
ble y plástica especie nati-
va, para el embellecimiento
de los espacios verdes, y
al mismo tiempo valorizar
la identidad de los paisajes
patagónicos. En definitiva,
usando el ingenio se puede
aportar al bienestar de toda
la comunidad sin recurrir a
la introducción de especies
procedentes de otras regio-
nes a nuestros poblados.
Bosques relictos de N. antarctica en la Reserva Provincial Punta Gruesa
(Santa Cruz), ubicada en el ecotono bosque-estepa patagónica. Foto:
E. S. Vettese