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Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria

Authors:
  • Colegio de Postgraduados Campus Puebla

Abstract and Figures

El estudio tuvo como objetivo realizar un análisis de las características de cada uno de los capitales que intervienen en los medios de vida y la relación que guardan con la seguridad alimentaria en los hogares del municipio de Xochiapulco, Puebla. A partir de los resultados se realiza un análisis de la seguridad alimentaria desde la perspectiva de los actores sociales en su ambiente socioeconómico, cultural y natural. Los resultados muestran que los capitales que dan soporte a la seguridad alimentaria de la población son tres; el capital natural, humano y social. El capital natural proporciona el acceso a los alimentos al 63% de la población estudiada mediante la autoproducción, con una disponibilidad en el año hasta de 4 o 6 meses de los productos más básicos, además de venta de frutas por temporada, recolección de especies nativas y explotación de recursos maderables. El segundo capital indica que la población tiene las capacidades físicas que permiten la disponibilidad de mano de obra para el abasto de bienes al hogar, aunque la debilidad es que no han tenido acceso a procesos de capacitación periódicamente, además del bajo nivel de escolaridad. Y el tercero, indica que la población tiene fuertes relaciones sociales específicamente en los lazos familiares, que permiten un trabajo colectivo en la producción de alimentos o la compra de ellos.
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Transformaciones rurales desde la agricultura familiar
en las regiones Centro y Sur de México
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar
en las regiones Centro y Sur de México
José Arturo Méndez Espinoza
Javier Ramírez Juárez
José Álvaro Hernández Flores
Editores
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
D.R. © Colegio de Postgraduados
Carretera Federal México-Texcoco km 36.5
C.P. 56230, Montecillo, Texcoco, México
Primera edición: Mayo de 2021
D.R. © El Colegio de Tlaxcala, A.C.
Av. Melchor Ocampo 28
C.P. 90600, San Pablo Apetatitlán, Tlaxcala, México
Primera edición: Mayo de 2021
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Méndez Espinoza, José Arturo
Ramírez Juárez, Javier
Hernández Flores, José Álvaro
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Ramírez Juárez, Javier. Sr. Ignacio Pérez Ramos, campesino de Tlaltenango, Puebla.
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La Aldea - Edición y diseño
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La Aldea - Edición y diseño
ISBN Colegio de Postgraduados: 978-607-715-427-3
ISBN El Colegio de Tlaxcala, A.C.: 978-607-7673-71-2
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Dr. Francisco José Gallego Moreno
Dr. Jairo Rojas Meza
Dr. Juan Maldonado Montalvo
El presente libro es una coedición del Colegio de Postgraduados y El Colegio de Tlaxcala, A.C.
Todos los capítulos incluidos en el presente libro fueron evaluados y dictaminados por pares
académicos a través del método de revisión por pares doble ciego.
© Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni
el almacenamiento en un sistema informático, ni la transmisión de cualquier forma o cualquier
medio, electrónico, mecánico, fotocopia, registro u otros medios sin permiso previo y por escrito
de los titulares del copyright. Se autoriza el uso de la información contenida en este libro para
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correspondiente y se reconozcan los créditos de cada autor.
Las ideas, datos y opiniones expresadas en este documento son responsabilidad exclusiva de
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o del Colegio de Tlaxcala, A.C.
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Méndez Espinoza, J. A., Ramírez Juárez, J. y Hernández Flores, J. A. (Eds.) (2021). Transformaciones
rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México, Colegio de
Postgraduados / El Colegio de Tlaxcala, A.C., México, 416 pp.
ÍNDICE
Introducción
¿De qué hablamos cuando hablamos de agricultura familiar? 9
Reproducción social 19
La agricultura como medio de vida sostenible en regiones indígenas.
Caso Huasteca hidalguense, México
Adriana Montserrat Pérez Serrano 21
Agricultura urbana y periurbana. Un análisis de sus límites
y potencialidades en el área conurbada de Puebla
José Álvaro Hernández Flores 47
Agricultura ribereña en los municipios de Alpoyeca
y Huamuxtitlán, Guerrero
José Isabel Olvera Hernández, Ernesto Aceves Ruiz
y Norma Marcela Álvarez Calderón 83
Disponibilidad de mano de obra y tierra en la agricultura familiar:
caso el ejido de Santa Ana Xalmimilulco, Huejotzingo, Puebla
Nicolás Pérez Ramírez, José Arturo Méndez Espinoza
y Wendy Jannette Ascencio López 117
Alimentación y estrategias de reproducción social
en el municipio de Calpan, Puebla, México
José Luis López González, José Arturo Méndez Espinoza
y Enrique Salgado Villavicencio 143
Reconfiguración territorial 169
Transformación del paisaje agrícola del valle de Atlixco, Puebla
Ignacio Ocampo Fletes, Luis Alberto Villarreal Manzo
y Víctor Genaro Luna Fernández 171
La transformación de la agricultura familiar
en la cuenca alta del río Atoyac, Puebla, México
Javier Ramírez Juárez 203
8
Conocimiento tradicional y transferencia
de tecnología 225
Combinación de conocimiento tradicional y moderno
en el sistema sociotécnico del cultivo de amaranto
Josset Sánchez Olarte, Haydeé Hernández Ruiz
y José Arturo Méndez Espinoza 227
Transferencia de semillas en localidades del Plan Puebla
en ámbitos de agricultura familiar
José Regalado López, Abel Gil Muñoz y Juana Cervantes Vargas 247
Diversidad genética y agricultura familiar. Los frijoles
de la región montaña de Guerrero, México
Ramón Díaz Ruiz, Orquídea de Dios Espinobarros
y Carmen Jacinto Hernández 275
Los tianguis como lugares históricos de intercambio
de la agricultura familiar en México
Rocío García Bustamante 295
Estado, actores sociales y política agraria 317
La agricultura familiar en el contexto de desarrollo forestal comunitario.
El caso de Ixtlán de Juárez, Oaxaca
Ciro Aquino Vásquez, Javier Ramírez Juárez
y Ricardo Clark Tapia 319
Agricultura familiar y política agrícola al suroeste de Tlaxcala
Guadalupe Juárez Morales 343
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria
en el municipio de Xochiapulco, Puebla
José Arturo Méndez Espinoza, Guadalupe Selene Zárate Guevara
y Javier Ramírez Juárez 367
De campesino a homo sacer. Agricultura, saber sustentable
y ecocidio territorial en San José Chiapa, Puebla
Rafael Alfaro Izarraraz y Susana Medina Ciriaco 391
9
Introducción
¿De qué hablamos cuando hablamos de agricultura familiar?
José Álvaro Hernández Flores,1 José Arturo Méndez Espinoza2
y Javier Ramírez Juárez3
Aunque las unidades familiares de pequeña escala constituyen, hasta
nuestros días, la modalidad de producción agrícola más extendida a nivel
global, el concepto de agricultura familiar (AF) es relativamente nuevo.
Hasta finales de los años setenta, la discusión académica en México y
en América Latina giró en torno de la permanencia y funcionalidad del
campesinado, noción que apelaba a la existencia de unidades de produc-
ción no capitalistas, cuya especificidad estaba dada fundamentalmente
por su carácter familiar y su autonomía relativa respecto del mercado.
La drástica reducción que experimentó la producción agrícola en
México desde principios de los setenta fue la piedra de toque que alimen-
tó el debate entre campesinistas y descampesinistas con respecto a las
posibilidades de subsistencia de una forma de producción considerada
arcaica —la campesina—, en un contexto de industrialización y urba-
nización acelerada. Esta polémica acerca de la cuestión campesina se
vio interrumpida por la debacle económica que precedió a las políticas
de estabilización y ajuste estructural en los países de América Latina.
En México, la crisis económica que tuvo lugar durante los años
ochenta reorientó la agenda de los estudios rurales hacia el análisis de los
efectos nocivos que derivaron de la desarticulación del andamiaje insti-
tucional que brindaba apoyo al sector primario, las reformas al artículo
27 constitucional y la firma del Tratado de Libre Comercio de América
1 Catedrático Conacyt, El Colegio de México, Centro de Estudios Demográficos, Urbanos
y Ambientales. Correo electrónico: jalvaro@colmex.mx
2 Profesor Investigador Titular, Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Correo elec-
trónico: jamendez@colpos.mx
3 Profesor Investigador Titular, Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Correo elec-
trónico: rjavier@colpos.mx
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
10
del Norte (TLCAN). El viejo debate sobre la viabilidad de la agricultura
campesina resurgió en las posturas que pronosticaron la desaparición de
las unidades agrícolas de pequeña escala, como resultado de su falta de
competitividad en un escenario de apertura comercial y libre mercado.
Un par de décadas más tarde, en pleno auge de la economía de merca-
do, y ante la evidencia de que las unidades tipificadas como campesinas
ni desaparecieron ni se modernizaron, la discusión sobre la agricultura
a pequeña escala, de carácter familiar, fue retomada en primera ins-
tancia por algunos organismos internacionales como la Organización
de las Nacionaes Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),
la Comisión Económica para América y el Caribe (Cepal) y el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), los cuales canalizaron buena parte
de sus recursos a elaborar un diagnóstico sobre su importancia y sus
contribuciones; y en segundo lugar, por la academia, que bajo la iner-
cia del discurso que se impuso en la arena internacional buscó validar
empíricamente el nuevo concepto.
El alza de los precios internacionales de los alimentos entre los años
2008 y 2009 fue un elemento que contribuyó, sin duda alguna, a posi-
cionar el concepto de agricultura familiar como un elemento central
en las políticas de seguridad alimentaria al atribuirle la producción
de 80 % de los alimentos a escala global.
En 2014, la FAO declaró el Año de la Agricultura Familiar. En el
informe sobre el Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación
de dicho año, el organismo internacional hace un recuento de los de-
safíos productivos y ambientales que deberá enfrentar la agricultura
en el futuro, señalando las limitaciones de los sistemas de producción
intensiva, y poniendo de relieve el papel que los agricultores familiares
desempeñan en la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible. En
el 2017, la FAO, en la declaración del Decenio de las Naciones Unidas de
la Agricultura Familiar (2019-2028), ratificó el compromiso de valorar
a los agricultores familiares como los agentes de cambio necesarios
para lograr el hambre cero y alcanzar los objetivos del milenio.
El informe de la FAO (2014) contiene la primera estimación global del
número de explotaciones familiares en el mundo: más de 500 millones de
granjas cuya propiedad o gestión se encuentra en manos de individuos
o de familias, y que dependen, sobre todo, de mano de obra familiar.
La magnitud de esta cifra supone que nueve de cada 10 explotaciones
Introducción
11
agrícolas en el mundo son de carácter familiar y que estas explotaciones
ocupan alrededor de 70 % a 80 % de las tierras agrícolas y producen más
de 80 % de los alimentos del mundo.
Si bien estos datos resultan reveladores en cuanto a las formas de
gestión y participación predominantes en las explotaciones agrícolas a
nivel global, poco nos dicen con respecto a las condiciones bajo las cuales
se desarrolla la producción agrícola, o las características que permitirían
tipificar a este tipo de unidades de producción. La definición de agricultura
familiar que adopta la FAO es tan amplia que abarca desde explotaciones
menores a una hectárea (72 % del total) que controlan 8 % de las tierras
agrícolas, hasta granjas superiores a las 50 hectáreas (1 % del total) que
tienen bajo su control 65 % de la superficie agrícola mundial. Es evidente
que el atributo familiar de las unidades consideradas bajo esta definición
significa cosas distintas en función de cada contexto.
Aunque existe cierto consenso con respecto a un conjunto de atri-
butos que debieran ser considerados en la determinación del carácter
familiar de la agricultura (uso intensivo de la fuerza de trabajo familiar,
gestión de la unidad por parte del jefe de familia y tamaño de la explota-
ción o producción), las condiciones sociales, económicas y agroecológicas
heterogéneas que predominan en cada país, aunado a las diferencias en
el tipo de variables e indicadores que se pueden construir a partir de los
censos nacionales, ha dado lugar a definiciones y tipologías muy diver-
sas. La inclusión o exclusión de segmentos poblacionales en función de
criterios operativos o de la información disponible, la determinación del
límite superior del tamaño de la finca, y los problemas para incorporar
el concepto de productividad de la tierra, entre otros, han dificultado la
elaboración de una definición operativa susceptible de ser generalizada.
El libro Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las
regiones Centro y Sur de México parte de la convicción de que la caracte-
rización del fenómeno de la agricultura a pequeña escala y la determina-
ción de sus aportes debe realizarse con atención al contexto específico,
concreto, en el que esta se desarrolla. Una definición construida de esta
manera permitiría diferenciar con mayor precisión los tipos de unidades
y productores, sus modalidades de articulación al mercado, sus requeri-
mientos básicos y su potencial productivo, entre otros aspectos.
En una primera aproximación podemos señalar, para el caso de Mé-
xico, la existencia de poco más de 4 millones de unidades de producción
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
12
con actividad agropecuaria o forestal, de las cuales 72.6 % posee menos
de 5 hectáreas. Este es el universo poblacional que, de acuerdo con
el criterio básico de tamaño de la finca, contiene las unidades que se
pueden clasificar como de pequeña agricultura o agricultura familiar.
Se trata de unidades con bajos niveles tecnológicos, y, en consecuencia,
de productividad, con superficies exiguas, acceso diferenciado a bienes
y servicios públicos, fuerza de trabajo predominantemente familiar y
estrategias diversificadas de generación de ingresos.
Pese a las diferencias internas que existen en función del acceso
y disponibilidad de activos con los cuales organizan su reproducción
cotidiana, así como de sus diversos grados de integración al mercado,
estas unidades de producción están reconocidas como un sector estra-
tégico en el abasto de alimentos, generación de empleos e ingresos en
México y América Latina.
Uno de los objetivos que orienta este libro es el de visibilizar los
aportes de los actores que materializan la agricultura misma, desde una
perspectiva familiar en la que interactúan hombres, mujeres, niños y
adultos mayores, tanto al interior de los grupos domésticos como con su
entorno. Bajo esta perspectiva, la agricultura familiar se concibe como
algo más que una actividad productiva; se le considera el eje mismo
alrededor del cual se articulan conocimiento, prácticas sociales y modos
de vida, en una dinámica productora y reproductora del territorio. El
libro busca, también, generar un espacio de diálogo entre investigadores
de diversas áreas que permita dar cuenta de la naturaleza polifacética
de este tipo de agricultura, así como de la pluralidad de acercamientos
teórico-metodológicos con que se aborda este objeto de estudio.
El libro está organizado en cuatro secciones:
Reproducción social
Reconfiguración territorial
Conocimiento tradicional y transferencia de tecnología
Estado, actores sociales y política agraria
La primera sección alude a la temática de reproducción social, en la
cual se presentan cinco estudios realizados en tres estados de la región
centro y sur de la república.
Adriana Montserrat Pérez, en su artículo “La agricultura como medio
de vida sostenible en regiones indígenas. Caso Huasteca hidalguense,
México”, utiliza el marco analítico de medios de vida sostenibles (MVS)
Introducción
13
para dar cuenta del lugar que ocupa la agricultura como medio de re-
producción social de las familias huastecas. La investigación se aborda
desde un análisis multidimensional, histórico y relacional que permite
comprender que, junto a la agricultura, la marginación y la pobreza
prevalecen como característica regional. La autora concluye que en
la Huasteca hidalguense, la ruralidad sigue manteniendo un carácter
eminentemente agrario, lo que responde a factores naturales y físicos,
pero, sobre todo, políticos, donde las relaciones de poder han reproducido
el sistema en beneficio de unos y restringido el acceso a los recursos
territoriales para el grueso de la población. En este contexto, la agricul-
tura es una estrategia de sobrevivencia, cuya valoración se extiende al
ámbito nutricional, sociocultural y simbólico.
Por su parte, José Álvaro Hernández Flores, en su texto “Agricultura
urbana y periurbana (AUP) y reproducción familiar: un análisis de sus
límites y potencialidades en el área conurbada de Puebla”, argumenta
que, pese a la expansión urbana regional sobre los municipios conur
-
bados a la capital del estado de Puebla, la agricultura no ha cedido
su primacía en lo que concierne a la organización del territorio y de
sus relaciones sociales. Lo anterior, en buena medida, debido a que
las familias campesinas siguen viendo en las prácticas agrícolas una
posibilidad de acceder a alimentos, ingresos y empleo productivo. De
esta valoración se desprende una propuesta de líneas de acción para
revitalizar la agricultura urbana y periurbana de este territorio, la cual
contempla medidas encaminadas a la difusión y adopción de tecnología
apropiada, la vinculación de la cadena agroalimentaria, el desarrollo
de circuitos de proximidad y la reactivación del apoyo institucional
al sector agropecuario.
José Isabel Olvera y otros autores analizan la agricultura que se
practica en la ribera del río Tlapaneco. En su texto “Agricultura ribereña
en los municipios de Alpoyeca y Huamuxtitlán, Guerrero” presentan la
condición de la agricultura ribereña como una variante de la agricultura
familiar que se caracteriza por practicarse en las orillas de los ríos. Se
reconoce que la importancia de esta agricultura radica en la gran diver-
sidad de especies que maneja, la cual permite a las unidades campesinas
tener producción en diferentes épocas el año, contribuyendo con ello
a la seguridad alimentaria y económica de las familias, favoreciendo
su reproducción y garantizando su permanencia a lo largo del tiempo.
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
14
Nicolás Pérez y otros autores, en “Disponibilidad de mano de obra
y tierra en la agricultura familiar: caso el ejido de Santa Ana Xalmi-
milulco, Huejotzingo, Puebla”, analizan dos problemas fundamentales
relacionados con la continuidad de las prácticas agrícolas a escala local:
la disponibilidad de mano de obra y de tierra. Para el caso de estudio
se constata que la disponibilidad de la fuerza de trabajo de las unidades
domésticas campesinas está siendo cada vez menos representativa como
criterio para caracterizar a la agricultura familiar, sin que ello signifique
necesariamente una limitante para su desarrollo y continuidad.
Por su parte, José Luis López y otros autores, en “Alimentación y
estrategias de reproducción social en el municipio de Calpan, Puebla,
México”, analiza los aportes de las diferentes estrategias de reproducción
social a la alimentación en el municipio de Calpan. El estudio da cuenta
de las estrategias que permiten el acceso físico y económico a los alimen-
tos en un contexto rural precarizado. En dicho trabajo se expone cómo la
identidad y la cultura alimentaria se construyen a través del cultivo de
la milpa y el huerto familiar, destacando este sistema productivo como
un recurso de carácter agroecológico.
La segunda sección hace referencia a la reconfiguración de los terri-
torios rurales a partir de dos estudios realizados en el valle de Puebla.
Ignacio Ocampo y otros autores, en “Transformación del paisaje
agrícola del valle de Atlixco, Puebla”, presentan una investigación socio-
histórica cuyo objetivo es comprender la forma en que el paisaje agrícola
de este territorio se ha modificado desde la Conquista hasta la actualidad,
profundizando en el período 2000 a 2015. Los autores concluyen que
la transformación del cambio en el patrón de cultivos se explica por el
valor económico de los productos cuyo destino principal es el mercado,
por lo que algunos cultivos han permanecido en el paisaje agrícola y
otros se han incorporado al ser más rentables por unidad de producción.
Por su parte, Javier Ramírez, en “La transformación de la agricultura
familiar en la cuenca alta del río Atoyac, Puebla, México”, analiza la
capacidad del campesinado para adaptarse a las transformaciones es-
tructurales, particularmente ante la ausencia de políticas de desarrollo
agrícola. Dicho estudio revela el proceso de adaptación de la agricultura
familiar, la cual ha mutado de ser una práctica de autosubsistencia a
una actividad crecientemente mercantilizada que, sin embargo, no ha
dejado de lado la producción de cultivos tradicionales.
Introducción
15
La tercera sección, referida a conocimiento tradicional y transferencia
de tecnología, expone cuatro estudios.
En el primero de ellos, Josset Sánchez y otros autores presentan el
texto “Combinación de conocimiento tradicional y moderno en el sis-
tema sociotécnico del cultivo de amaranto”, con el objetivo de conocer
la pertinencia que tiene la combinación de conocimiento tradicional y
moderno en las labores culturales que supone el manejo del sistema
amaranto, así como determinar el aporte económico que este cultivo
representa para los productores. Los autores destacan que el conoci-
miento tradicional, combinado con el uso de tecnología para llevar a
cabo las labores culturales del sistema amaranto, disminuye los costos
de producción y es congruente con la cosmovisión local de los produc-
tores, favoreciendo con ello un equilibrio parcial hombre-naturaleza.
En “Transferencia de semillas generadas en ámbitos de la agricultura
familiar”, José Regalado y otros autores exponen los resultados de una
experiencia de transferencia tecnológica, a partir de la cual se buscó
incrementar la disponibilidad de variedades de maíz de diferente ciclo
en seis municipios del valle de Puebla. La relevancia de dicho proceso
radica en el modelo de adopción y transferencia tecnológica que se
utilizó, el cual tuvo como eje el desarrollo de las actividades de inves-
tigación agronómica dentro de las parcelas de los propios agricultores.
Por su parte, Ramón Díaz y otros autores, en “Diversidad genética
y agricultura familiar: los frijoles de la región La Montaña de Guerrero,
México”, presentan un análisis de la importancia y características de los
frijoles que se producen en la región de La Montaña de Guerrero, enfa-
tizando su carácter de recurso genético, su manejo, y su trascendencia
regional como fuente de proteínas.
Finalmente, Rocío García Bustamante, en “Los tianguis como puntos
históricos de intercambio de la agricultura familiar”, presenta una inves
-
tigación de carácter sociohistórico en la que da cuenta de la evolución
de los tianguis, entendidos como espacios sociales persistentes cuyas
prácticas cotidianas y de convivencia reflejan los sistemas agrícolas,
las dinámicas de intercambio y las prácticas sociales vigentes en cada
período histórico. La autora de este trabajo analiza las transformacio-
nes que experimentaron los tianguis tras su inserción en la dinámica
capitalista contemporánea, destacando los aspectos que han favorecido
su persistencia y resiliencia.
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
16
La última sección incluye una serie de trabajos donde se explora la
vinculación entre el Estado y los actores sociales, a partir del contexto
institucional, las políticas agrícolas y la confrontación de distintas vi-
siones de desarrollo.
En “La agricultura familiar en el contexto del desarrollo forestal
comunitario. El caso de Ixtlán de Juárez, Oaxaca”, Ciro Aquino y otros
autores abordan la transformación agrícola familiar que experimenta-
ron algunas comunidades oaxaqueñas con acceso a recursos forestales,
tomando como referencia de análisis la implementación de las políticas
de corte neoliberal en México. Para los autores de este trabajo, el desa
-
rrollo forestal comunitario constituye un factor de transformación cuya
dinámica productiva ha impactado en la agricultura familiar, relegándola
a un papel de actividad económica secundaria.
Guadalupe Juárez, en su texto “Cambios agroterritoriales y nuevas
configuraciones agrícolas al suroeste de Tlaxcala”, muestra el proceso
de transformación que ha experimentado la agricultura familiar en el
municipio de Tepeyanco, Tlaxcala. La autora concluye que la agricultura
familiar campesina en la región de estudio ha tenido que adaptarse a las
circunstancias del contexto político e institucional, a los recursos con
los que cuentan las familias, y a los vaivenes del mercado, reelaborando
una amplia gama de estrategias para persistir.
José Arturo Méndez y otros autores, en el capítulo “Medios de vida
sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco,
Puebla”, evalúan los efectos que tuvo el Programa Seguridad Alimen-
taria en Zonas Indígenas SDR-CDI en los hogares rurales de un muni-
cipio ubicado en la Sierra Norte de Puebla. Los autores muestran que
el programa implementado en dicha localidad solo tuvo efecto sobre
el capital físico, sin que ello repercutiera en la reducción de la insegu-
ridad alimentaria. Los resultados muestran que las políticas públicas
para abatir la pobreza alimentaria requieren de enfoques integrales
relacionados con la conservación y fortalecimiento de los medios de
vida de las poblaciones rurales, particularmente los relacionados con
los capitales natural, humano y social, relacionados con la producción
de alimentos. Asimismo, debe considerar los elementos contextuales
que pueden potenciar o debilitar las intervenciones.
El texto de Rafael Alfaro y otros autores, “De campesino a homo sacer.
Agricultura, saber sustentable y ecocidio territorial en San José Chiapa,
Introducción
17
Puebla”, con el cual cierra este libro, analiza por qué los campesinos
de este municipio aceptaron vender sus terrenos a la ensambladora
Audi, pese a las graves afectaciones que implicaba la instalación de esta
industria para los recursos hídricos de la región. Para estos autores, la
imposición de un nuevo modelo de desarrollo territorial basado en la
actividad industrial está íntimamente asociada a una serie de procesos
de índole ideológica y socioeconómica que han debilitado la relación
entre los productores rurales y la tierra, lo que cuestiona la viabilidad
del modo de vida campesino en territorios que, por sus características,
resultan atractivos para el capital transnacional.
Más allá de la diversidad de temáticas específicas abordadas en cada
una de las secciones que integran este volumen, los trabajos incluidos
evidencian la gran variedad de metodologías, enfoques teóricos, con-
ceptos y visiones contemporáneas que se entretejen alrededor de las
prácticas agrícolas que se desarrollan a nivel familiar.
En particular, el libro ofrece una visión de las condiciones, pro-
blemáticas y retos que presenta la agricultura familiar en la región
centro de México (Puebla, Tlaxcala e Hidalgo) y los estados sureños
de Oaxaca y Guerrero. Los estudios de caso constituyen, en este sen-
tido, piezas de un mosaico diverso, pluricultural y representativo de
una agricultura conformada, en su mayoría, por pequeñas unidades
productivas, asentada principalmente en la producción de cultivos
básicos y fuertemente arraigada en las estrategias de reproducción
de las familias campesinas.
Finalmente, cabe señalar que la propuesta de este libro surge a partir
de la convergencia de intereses entre investigadores de distintas ins-
tituciones (Colegio de Postgraduados, El Colegio de México, El Cole-
gio de Tlaxcala, Universidad Iberoamericana, Universidad de la Sierra
Juárez, Universidad Autónoma de Tlaxcala) alrededor de la temática
concreta —la agricultura familiar— que es objeto de estudio de la Línea
de Generación y Aplicación del Conocimiento (LGAC) “Territorio y
estrategias de reproducción social de la agricultura familiar” del Colegio
de Postgraduados, Campus Puebla.
La propuesta de una obra de esta naturaleza cobra significado frente
a la necesidad de reconocer la diversidad regional y los múltiples aportes
de la agricultura familiar al desarrollo agrícola y rural del país, a la segu
-
ridad y soberanía alimentaria, así como de la diversidad de significados
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
18
e importancia que adquiere este concepto, dependiendo del nivel de
análisis y de las características geográficas a las que se remita no solo la
o el investigador, sino también el gestor de la vida rural en un país como
el nuestro. En este sentido, el libro forma parte de un esfuerzo colectivo
por aportar a una vía de desarrollo rural de la agricultura familiar, a
través de la formación de talento humano, y la generación, difusión y
aplicación de conocimiento científico y tecnológico.
367
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria
en el municipio de Xochiapulco, Puebla
José Arturo Méndez Espinoza,1 Guadalupe Selene Zárate Guevara2
y Javier Ramírez Juárez3
Introducción
El carácter complejo y multidimensional de la seguridad alimentaria
ha llamado la atención de Gobiernos y organismos de cooperación in-
ternacional, no solo por el número de personas que enfrentan insegu-
ridad alimentaria, sino también por la diversidad metodológica para
su medición y atención. La seguridad alimentaria está condicionada
por variables macroeconómicas relacionadas con la oferta y demanda
de alimentos, como ocurrió con el alza internacional de los precios en
2008, y la precariedad de los ingresos agravados por la crisis económi-
ca de 1995, que agudizaron la pobreza alimentaria en México. A dicha
fragilidad se han sumado, en los últimos años, fenómenos relacionados
con el cambio climático que cuestionan cada vez más las condiciones
productivas de la agricultura —errática por naturaleza— en regiones y
países de baja productividad. Asimismo, debe considerarse la diversi-
dad de características que presentan los hogares en su contexto, y, en
consecuencia, la disposición de activos disponibles relacionados con
el acceso y uso a los alimentos, así como el “acceso restringido a los
servicios básicos de salud e higiene, lo que disminuye la eficiencia en la
absorción de los nutrientes presentes en los alimentos” (Cuéllar, 2011,
p. 7), entre otros aspectos.
1 Profesor Investigador Titular del Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Correo
electrónico: jamendez@colpos.mx
2 Consultora independiente en seguridad alimentaria, egresada del Programa de Maes-
tría en Ciencias en Desarrollo Agrícola Regional del Colegio de Postgraduados, Campus
Puebla. Correo electrónico: gpeselene77@yahoo.com.mx
3 Profesor Investigador Titular del Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Correo
electrónico: rjavier@colpos.mx
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
368
Estudios realizados para determinar las causas de la inseguridad
alimentaria indican que esta puede ser consecuencia de factores inhe-
rentes al contexto, por ejemplo, guerras, conflictos civiles, pandemias,
problemas sanitarios, catástrofes naturales como sequías o inundaciones
y, principalmente, la pobreza extrema (FAO, 2006). Asimismo, el informe
sobre El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo menciona que
“todas las dimensiones de seguridad alimentaria resultan favorecidas
por una buena gobernanza, estabilidad política y estado de derecho, así
como por ausencia de conflictos y desórdenes internos, perturbaciones
causadas por condiciones meteorológicas o una excesiva volatilidad de
los precios de los alimentos” (FAO, 2015, p. 27).
A nivel global, la Organización de las Naciones Unidas para la Ali-
mentación y la Agricultura (FAO), en 2013, estimó que en el mundo vi-
vían 870 millones de personas en condiciones de inseguridad alimentaria,
la mayoría de ellas en países en vías de desarrollo; estas personas no
pueden disfrutar de una vida saludable y activa, entre ellos, más de 200
millones de niños menores de cinco años que tienen hambre y que no
disponen de las calorías y proteínas esenciales que necesitan para crecer.
Cifras más recientes señalan la existencia de 795 millones de personas
subalimentadas, lo que equivale a algo más de una de cada nueve a nivel
mundial para el período 2014-2016 (FAO, 2015); y para 2019 se estimaba
que más de 820 millones de personas en el mundo seguían padeciendo
hambre. Estos datos ponen de manifiesto el inmenso desafío que supone
lograr el objetivo del hambre cero para 2030; sobre todo en un contexto
en el que este fenómeno está aumentando gradualmente en varias regio-
nes, entre ellas, América Latina y el Caribe, aunque la prevalencia en la
región se sitúa todavía por debajo de 7 % (FAO, 2019, p. 3).
En América Latina, los problemas de seguridad alimentaria tienen un
rasgo distintivo que es la desigualdad de acceso a los alimentos (León,
Martínez, Espíndola y Schejtman, 2004); este hecho, aunado a la pobreza
extrema y el alza de los precios presentada en el 2008, dejó a millones de
familias desprotegidas, aumentando la vulnerabilidad de los más pobres
y dejando en la incertidumbre a más de 52.5 millones de personas que
representaban en ese momento 9 % de su población total (FAO, 2011).
La expresión de este problema en las personas que lo padecen es la
precariedad, resultado del no ejercicio de un derecho fundamental de los
seres humanos, que es el derecho a la alimentación (Figueroa, 2005). La
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
369
importancia de la alimentación es tal, “que es concebida como un dere-
cho social, tanto por organismos nacionales como internacionales y, por
tanto, es deber del Estado asegurar que todas las personas tengan acceso
a una alimentación suficiente y nutritiva” (Becerra y Ordóñez, 2019, p. 4).
En el caso mexicano, el derecho a la alimentación está establecido en
los artículos 4 y 27 de la Constitución; y, de acuerdo con Lemos, Vaca y
Cuevas (2018), las principales leyes que regulan el tema alimentario en
México corresponden a la Ley General de Desarrollo Social (LGDS), que
reglamenta la política social dentro de la cual se encuentra la atención
a la alimentación. Esta es implementada por la Secretaría de Desarrollo
Social (Sedesol) —hoy Secretaría de Bienestar— y la Ley de Desarrollo
Rural Sustentable (LDRS), encargada de la seguridad y la soberanía ali-
mentaria nacional, la cual es coordinada, a su vez, por la Secretaría de
Agricultura y Desarrollo Rural (Sagarpa). Al respecto, el Consejo Nacional

que en 2018 se identificaron, en el listado de programas y acciones fede-
rales, “27 programas federales y al menos 193 programas estatales en el
inventario estatal 2014, cuyos apoyos se asocian con la problemática y
los factores relacionados a la seguridad alimentaria” (p. 26).
No obstante, a nivel nacional, y de acuerdo con el Coneval (2020), una
quinta parte de la población de México (20.4 %) presenta carencia por
acceso a la alimentación, pese a una reducción de 1.3 puntos porcentuales
entre 2008 y 2018. En el caso del estado de Puebla, en el período citado se
registraron 0.4 puntos porcentuales por arriba del porcentaje nacional. En
este contexto, el objetivo del documento es analizar el efecto del Programa
Estratégico de Seguridad Alimentaria en zonas indígenas en el período
2006-2008, en los activos disponibles de los hogares rurales, para acceder
a la seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla.
El programa analizado tuvo como objetivo resolver los problemas
de inseguridad alimentaria mediante la tecnificación de las granjas
de traspatio y proyectos productivos, a través de asistencia técnica,
equipamiento, insumos y tecnología para aquellas familias de mayor
vulnerabilidad en seguridad alimentaria, además de que dispusieran de
fuentes de ingreso complementarias (Jiménez, 2008). Este programa solo
atendió a municipios con población indígena, con niveles de marginación
alto y muy alto y con pobreza alimentaria, de acuerdo con el Consejo
Nacional de Población (Conapo), como el caso del municipio estudiado.
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
370
La estructura del documento se divide en cinco apartados: en el
primero se abordan las principales características geográficas, sociales
y económicas del municipio estudiado; en el segundo se discuten las
categorías analíticas de seguridad alimentaria, agricultura familiar y
medios de vida sostenibles; en el tercero se reporta el proceso metodo-
lógico; en el cuarto se presenta el análisis y discusión de resultados, y
en el quinto apartado, las conclusiones.
Características geográficas, sociales y económicas de Xochiapulco,
Puebla
De acuerdo con el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo

norte del estado de Puebla. Sus coordenadas geográficas son los paralelos
19° 47’ 36” y 19° 37’ 06” de latitud norte y los meridianos 97° 37’ 06” y 96°
46’ 00” de longitud oeste; colinda al norte con Xochitlán de Vicente Suárez,
al este con Zacapoaxtla, al sur con Zautla y al oeste con Tetela de Ocampo
(Figura 1). Está ubicado a una distancia aproximada de 193 kilómetros de
la capital del estado en la zona serrana nororiente, y con una extensión de
59.73 km2, equivalente a 0.2 % del territorio estatal. El municipio presenta
un relieve muy accidentado; su topografía está determinada por sierras
que cruzan de sur a norte, entre las que destacan la sierra que se levanta
entre el río Apulco y el Zitlalcuautla, al poniente del municipio, y que lo
recorre de sur a norte por más de 10 kilómetros. Es una sierra elevada,


El municipio se localiza en las zonas de climas templados de la Sierra
Norte, donde destacan dos climas: templado húmedo con abundantes
lluvias todo el año en casi todo el municipio y templado húmedo con
abundantes lluvias en verano en un área reducida al norte.
Su territorio se ubica dentro de la cuenca del Tecolutla, y es recorrido
por varios ríos de sur a norte que corren encajonados entre las sierras,
hasta unirse finalmente al Apulco; entre los principales destaca el río
Zitalcuautla, que recorre el poniente por más de 13 kilómetros, sirviendo
de límite con Tetela de Ocampo, hasta unirse al Apulco, que sirve por
más de 10 kilómetros como límite con Tetela de Ocampo y Xochitlán de
Vicente Suárez, para luego unirse al Tecolutla. Por último, el río Chichilaco

Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
371
Figura 1. Localización geográca del municipio de Xochiapulco, Puebla
Fuente: Inegi (2021).

habitantes en la última Encuesta Intercensal 2015, con una composi-
ción por sexo de 52.3 % de mujeres y 47.7 % de hombres; mientras que

una estructura por sexo similar a la estatal, 52.9 % de mujeres y 47.1 %
de hombres (Inegi, 2015). Sin embargo, al analizar el período 1990-2015
para el caso municipal, se observa una pérdida de población en el 2015
respecto a 1990, en términos absolutos, de 17.85 %, la cual se acentúa a

un ligero predominio de mujeres (Cuadro 1). Asimismo, la Encuesta
Intercensal 2015 posiciona a Xochiapulco como el cuarto municipio con
mayor porcentaje de hogares con jefatura femenina, con 36.5 % para el
2015, superior al observado en 2010, con 31.2 %.
Cuadro 1. Población del municipio de Xochiapulco, Puebla, 1990-2015
1990 1995 2000 2005 2010 2015
Hombres 2 046 2 139 2 098 1 858 1 906 1 575
Mujeres 2 040 2 136 2 208 2 015 2 005 1 782
Total 4 086 4 275 4 306 3 873 3 911 3 357
Fuente: Censo General de Población y Vivienda 1990, 2000 y 2010; Conteo de Población y
Vivienda 1995, 2005 y Encuesta Intercensal 2015.
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
372
Respecto del grado promedio de escolaridad de la población de 15
años y más en Xochiapulco, este es de 6.4 años; específicamente, 76.4 %
tiene estudios básicos; 11.6 %, educación media superior; 5.2 %, superior;
8.4 % no tiene escolaridad y 0.2 % no especificó (Inegi, 2016).
Cuadro 2. Indicadores de pobreza de Xochiapulco, Puebla, 2010-2015
Indicadores Porcentaje
2010
Porcentaje
2015
Pobreza
Pobreza 80.6 80.7
Pobreza extrema 45.2 28.5
Pobreza moderada 35.4 53.2
Vulnerables por carencia social 14.8 11.9
Vulnerables por ingreso 0.8 1.9
No pobres y no vulnerables 3.8 4.5
Privación social
Población con al menos una carencia social 95.4 93.6
Población con tres o más carencias sociales 76.2 42.9
Indicadores de carencia social
Rezago educativo 37.3 34.0
Carencia por acceso a los servicios de salud 53.2 9.3
Carencia por acceso a la seguridad social 81.0 77.9
Carencia por calidad y espacios de la vivienda 4 9.5 2 9.9
Carencia por acceso a los servicios básicos
en la vivienda 66.9 63.9
Carencia por acceso a la alimentación 69.6 12.7
Bienestar
Población con ingreso inferior a la línea
de bienestar 81.4 83.6
Población con ingreso inferior a la línea
de bienestar mínimo 51.4 54.1
Fuente: Elaboración propia con base en los Indicadores de Pobreza por Municipio del Co-
neval (2015).
La actividad económica más relevante en el municipio es la agricul-
tura, que tiene como cultivo principal al maíz, del cual se reportan, para
2019, 743 hectáreas sembradas y cosechadas (SIAP, 2019).
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
373
Respecto de los indicadores de pobreza
4
en el municipio, el Coneval
(2015) reporta 80 % de la población en situación de pobreza para el año
2010, y sin cambios significativos para 2015 (Cuadro 2). En cuanto a los
indicadores de privación social, los datos indican un porcentaje alto de
población con tres o más carencias sociales: 76.2 % para 2010, y presenta
una disminución importante para el 2015, con 42.9 %.
Seguridad alimentaria, agricultura familiar
y medios de vida sostenibles
La preocupación por la seguridad alimentaria a nivel internacional es
un concepto que surge en la década de los setenta ante la escasez gene-
ralizada de alimentos, producto de una baja en la producción mundial.
De esta manera, el problema se asoció al manejo de inventarios y dis-
ponibilidad de alimentos. De Loma (2006) menciona que:
En la Declaración Universal sobre la Erradicación del Hambre y la Mal-
nutrición internacionalmente aprobada en 1974, se planteó la responsa-
bilidad común de toda la comunidad internacional para garantizar en
todo momento un adecuado suministro mundial de alimentos básicos […]
todos los países deberán cooperar en el establecimiento de un sistema
eficaz de seguridad alimentaria mundial (p. 308).
En la década de los ochenta, el concepto de seguridad alimentaria se
focalizó bajo una visión autárquica a partir de la autosuficiencia alimen-
taria
5
—producir localmente todo lo que se consume—. En los noventa,
y bajo la hegemonía del modelo neoliberal, se reconoce que la seguridad
alimentaria no es un tema asociado solamente a la disponibilidad de ali-
mentos, sino también al acceso a los mismos. En este sentido, coincide
4 Una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una caren-
cia social (en los indicadores de rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso
a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda
y acceso a la alimentación) y si su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y
servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias.
5 “La autosuficiencia alimentaria se entiende por el grado en que un país puede satisfacer
sus necesidades alimentarias con su propia producción […] Se relaciona con una pers-
pectiva global del desarrollo que subraya la necesidad de una autonomía, de una solu-
ción autocéntrica, mientras que la seguridad alimentaria es compatible con una visión
del desarrollo que no excluye la especialización internacional y las ventajas comparati-
vas” (FAO, 2014).
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
374
con lo planteado por Camberos (2000), quien sostiene que las verdaderas
dimensiones se encuentran en el acceso, ya que se ha demostrado que la
disponibilidad es suficiente para satisfacer la demanda de energía de los
habitantes del planeta.
A partir de los años noventa se incluyen los conceptos de calidad
alimentaria, inocuidad, adecuación nutricional, distribución intrahogar
y preferencias culturales, y se reafirma la seguridad alimentaria como
un derecho humano. En la Cumbre Mundial de Alimentación de 1996
se define el concepto que está vigente:
Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo
momento acceso físico y económico a suficientes alimentos para satis-
facer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los
alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana (Declaración de Roma
sobre Seguridad Alimentaria, p. 2).
En relación con la última característica, el Instituto Interameri-
cano de Cooperación para la Agricultura (IICA, 2009) agrega que el
acceso y disponibilidad de alimentos debe ser socialmente acorde a
las características culturales, e incluye la ayuda alimentaria. Para dar
viabilidad a este concepto, la FAO establece tres dimensiones: la oferta
adecuada de alimentos durante todo el año a nivel nacional y local
(disponibilidad); el acceso físico y económico de los hogares a alimentos
que sean de buena calidad y en cantidades suficientes (acceso), y que
la preparación de los alimentos asegure que las necesidades de los
integrantes de las familias queden satisfechas (utilización biológica)
(Becerra y Ordóñez, 2019).
Se enfatiza, así, la importancia de los ingresos y del acceso a los
recursos naturales —particularmente tierra— para poder allegarse de
los alimentos y tener una dieta adecuada; en este sentido, la FAO (2012)
menciona que
la inseguridad alimentaria es principalmente un problema de acceso,
que afecta en mayor medida a las personas en condición de pobreza y
particularmente de pobreza extrema. Esto explica que los indicadores de
hambre tengan una distribución espacial muy similar a la de pobreza, y
en particular, de la pobreza extrema (p. 28).
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
375
En síntesis, es posible afirmar que existe consenso en lo que respecta
a los elementos del concepto de seguridad alimentaria relacionados con
el acceso físico y económico a los alimentos, así como en la cantidad y
calidad adecuada, es decir, que sean nutritivos, inocuos y según sus pre-
ferencias culturales (Guardiola, et al., 2006; Trueba, 2006; Afonso, 2007).
Por otra parte, son variados los aspectos y contextos relacionados
con el problema de la seguridad alimentaria. Destacan entre ellos, con
mayor fuerza, la pobreza y el papel de la agricultura familiar en la
obtención de suficientes alimentos de calidad y cantidad para alcanzar
la seguridad alimentaria. En este sentido, Méndez, Juárez, Ramírez,
Martínez y Paleta (2020) afirman que:
La agricultura familiar se encuentra vinculada con el resguardo de elementos
patrimoniales asociados a la conservación de la biodiversidad, a paisajes
agrarios campesinos, patrones alimentarios culturalmente aceptados y ami-
gables con el medioambiente, técnicas culinarias tradicionales, y a formas
comunitarias de relacionarse de las familias campesinas, así como a repre-
sentaciones socioculturales asociadas con este tipo de agricultura (p. 262).
Por su importancia, el 2014 fue declarado por la FAO el Año Inter-
nacional de la Agricultura Familiar; y en el 2017 se proclamó el Decenio
de las Naciones Unidas de la Agricultura Familiar (2019-2028), con el
objetivo de valorar los múltiples aportes que genera, particularmente
el importante papel que desempeñan los campesinos familiares en la
erradicación del hambre y la construcción del futuro alimentario.
Sin embargo, el abordaje y tratamiento de la agricultura familiar debe
partir, entre otros reconocimientos, de la diversidad que presenta en
función de los contextos territoriales en que se establece, de los activos
disponibles —sociales, financieros, humanos, físicos y naturales— y de la
composición de la unidad familiar que condiciona la organización interna
para el desarrollo de las actividades agrícolas, ganaderas, silvícolas, de
pesca y recolección. Sin duda, el entramado socioterritorial que emerge
de las relaciones sociales comunitarias (red de relaciones solidarias y
recíprocas) que establecen los agricultores familiares permite entender
la multiplicidad de estrategias reproductivas que despliegan, ya sean
agrícolas o no agrícolas, de carácter local, regional o internacional, que
permiten su persistencia. De acuerdo con Moyano (2014):
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
376
La agricultura familiar coexiste en muchas zonas rurales con otro tipo
de explotaciones (por ejemplo, con las grandes o medianas empresas
de tipo capitalista), con las que puede mantener diversos grados de ar-
ticulación (sea en la forma de relaciones de dependencia, sea mediante
fórmulas de cooperación) (p. 134).

Las explotaciones agrícolas campesinas son muchos más resilientes que
las capitalistas y empresariales, lo que las convierte en un vehículo mu-
cho mejor hacia la soberanía alimentaria que otros modos de producción.
Esta resiliencia se debe a la forma en la que está enraizada en la sociedad,
ya que las explotaciones agrícolas campesinas se asientan básicamente
sobre recursos naturales y sociales controlados por la misma unidad
campesina (p. 18).
Sin embargo, al discutir la relación entre la agricultura familiar y
la seguridad alimentaria, para algunos autores, como Maletta (2011,
p. 11), es necesario precisar “que la autosuficiencia alimentaria no
es un criterio útil en relación a la seguridad alimentaria, la cual se
define desde hace mucho tiempo por el acceso a los alimentos y no
por producir esos alimentos en la propia finca”; asimismo, menciona
que el acceso a los alimentos puede provenir del autoconsumo, pero
en la inmensa mayoría proviene del mercado. De este modo, emerge
la importancia de los ingresos agrícolas y no agrícolas en un mayor
acceso a los alimentos, en adición a su producción física.
Finalmente, en relación con la agricultura familiar, es posible citar
que existe un relativo consenso respecto de las características que
guardan estas unidades productivas, que, sin embargo, merecen una
mayor discusión. Por los alcances del estudio, nos limitamos a su
identificación: son unidades con pequeñas dotaciones de tierra; utili-
zan fuerza de trabajo de tipo familiar, aunque de manera excepcional
pueden contratar fuerza laboral en alguna etapa del ciclo agrícola;
despliegan estrategias diversificadas de generación de ingresos; y son,
al mismo tiempo, unidades de producción y de consumo.
Para el análisis de los efectos que ha tenido el programa de seguridad
alimentaria en los hogares de Xochiapulco, Puebla, se utilizó el enfoque
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
377
de los medios de vida sostenibles (MVS), el cual permite examinar y
comprender los objetivos, alcances y prioridades de desarrollo de una
población (Departamento para el Desarrollo Internacional, 1999).
El enfoque de los medios de vida ha sido muy útil para el estudio de
la pobreza, sus causas y sus efectos (Abruzzese y Renzo, 2009). Mediante
este enfoque, la FAO ha buscado diagnosticar y abatir la precariedad en
el medio rural (Neely, Sutherland y Johnson, 2004). Los capitales que
integran el enfoque de los medios de vida permiten analizar la seguridad
alimentaria de una forma holística, considerando los diferentes elementos
que conforman cada capital y los factores externos que impactan en cada
uno de ellos, de tal manera que su relación o interacción permite explicar
el modo de vida de los pobladores de Xochiapulco.
El Departamento para el Desarrollo Internacional (DFID, por sus
siglas en inglés, 1999) menciona que el capital humano representa las
capacidades, aptitudes y bienestar humano. Este refiere no solo a los co-
nocimientos adquiridos con la educación escolarizada, sino que también
considera la educación adquirida mediante el conocimiento acumulativo.
Becker (1983) coincide con esta idea, al afirmar que el acervo de capital
humano habilita a los agentes para el desarrollo de distintas estrategias,
y que su escasez puede ser uno de los principales factores que inciden
en la pobreza (Abruzzese, 2009).
El capital social alude a la red de relaciones que se movilizan para
el desarrollo de actividades diversas (Coleman, 1990), mismas que for-
talecen los recursos culturales y morales que son aceptados por una
comunidad (Flores y Rello, 2001). Dichas redes funcionan a partir de
normas que favorecen la reciprocidad y fortalecen la confianza mutua
(Putman, 1995). En consecuencia, elementos como vecindad, reciproci-
dad, confianza, normas, entre otros, constituyen activos que permiten o
coadyuvan al cumplimiento de los objetivos —como la seguridad alimen-
taria— al interior de colectivos constituidos a través de redes sociales.
El capital natural considera los recursos que brinda el medioambiente
y que están disponibles para el uso de los pobladores de una región, entre
los que destacan los recursos maderables, la explotación de la tierra, el
agua y la biodiversidad (DFID, 1999), que es patrimonio de una sociedad e
indispensable para la vida económica de las personas (Bebbington, 1996).
El capital físico se refiere a la infraestructura básica de las poblacio-
nes, misma que se considera necesaria para su desarrollo. Tal es el caso
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
378
del acceso a los servicios públicos, medios y vías de comunicación, ca-
racterísticas de las viviendas, además de los activos con los que cuentan
para realizar las actividades productivas (DFID, 1999; Abruzzese, 2009).
En este trabajo se utilizaron como indicadores de capital físico las carac-
terísticas de las viviendas, los activos productivos para la producción de
alimentos y el estado de la infraestructura de las vías de comunicación.
Finalmente, el capital financiero considera los recursos económicos
que las personas disponen y ocupan para subsistir. Las partidas que
considera son: el dinero en efectivo, activos líquidos o créditos, y en-
tradas de dinero esporádicas, como pensiones, transferencias y remesas
(DFID, 1999; Abruzzese, 2009).
Metodología
Para el desarrollo de esta investigación se realizó un muestreo aleatorio

con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi)
2010), aplicando un nivel de confiabilidad de 95 %, y una precisión de
0.1. Así, se obtuvo una muestra de 87 hogares entrevistados.
Los datos fueron obtenidos mediante la aplicación de una encuesta
con preguntas abiertas y cerradas, acerca de los capitales de los medios
de vida que intervienen en la seguridad alimentaria de las familias. El
instrumento se aplicó tanto a familias participantes como no participantes
del programa de seguridad alimentaria, mismas que fueron seleccionadas
previamente con ayuda del padrón de beneficiarios registrados.
El análisis de los datos se realizó con el programa estadístico SPSS
versión 15.0 para Windows, mediante una prueba de T para muestras
independientes, con el objetivo de identificar si existen diferencias es-
tadísticamente significativas en cada capital analizado, así como los
indicadores de seguridad alimentaria.
El índice de capital natural se construyó identificando cuáles familias
tenían acceso a tierra y agua, teniendo como objetivo la producción de
alimentos. De tal manera que se asignó una escala de valores, donde
el 0 correspondió a los hogares que no tenían acceso a la tierra y el 1
donde la familia tenía acceso a la tierra (parcela y traspatio); en el caso
del acceso al agua, la escala de valores fue la misma, de 0 a 1. La calidad
de la tierra también fue otra variable considerada, cuyo rango de valor
iba de 1 cuando la tierra era de calidad buena; 0.66, regular, y 0.33, mala.
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
379
El promedio de los valores de acceso a la tierra, agua y la calidad de la
tierra dio como resultado el índice de capital natural.
El índice de capital físico consideró si los hogares contaban con in-
fraestructura productiva y de vivienda, en una escala de valores donde
1 se asignaba a los hogares que tenían infraestructura productiva y 0
si no la tenían. La misma escala se ocupó para la infraestructura de
vivienda, donde el 1 se asignó cuando el hogar tenía vivienda propia, y
el 0 cuando era rentada o prestada. El promedio de ambas variables dio
como resultado el índice de capital físico.
El índice de capital humano se integró por las variables de escolaridad,
capacidades diferentes, capacitaciones y salud. La escolaridad consideró
el grado de nivel de estudio promedio de los integrantes del hogar, asig-
nando un valor de 0 a 14, donde el 0 significaba que no contaban con
ningún grado de estudios, el 1 solo con el primer grado de primaria, y
así sucesivamente hasta llegar al grado de licenciatura. La variable salud
se obtuvo verificando el acceso a los servicios de salud, ya sea como
medio de seguridad social o que la familia podía acceder pagando los
servicios; en ambos casos se asignó un valor de 1, reservando el 0 para
aquellos hogares que no tenían acceso a servicios de salud (públicos o
privados). En el caso de las capacidades diferentes, la escala fue de 0 a
1, donde el 0 indicaba que algún miembro del hogar tenía alguna capa-
cidad diferente que le impedía trabajar, y el 1, que los integrantes del
hogar no acusaban tal condición. La variable capacitaciones consideró
el número de capacitaciones que había recibido el hogar, aplicando una
escala de valores de 0 a 1, donde el 0 se asignaba cuando el hogar no
había recibido ninguna capacitación sobre producción de alimentos,
el 0.33 cuando el hogar la había recibido de manera esporádica, 0.66
cuando las capacitaciones al hogar fueron bimestrales o trimestrales y
1 cuando fueron capacitaciones al menos mensuales. Una vez obtenidos
los valores de cada variable, se asignó un porcentaje a cada una de ellas
dependiendo de su importancia, de tal manera que a la educación se
le asignó un valor de 50 %, a la salud de 20 %, capacidades diferentes y
capacitaciones recibidas, 15 %, respectivamente.
El índice de capital social se obtuvo de las variables de participación
en grupos formales o informales y relaciones sociales de los hogares
para el abasto, producción o intercambio de alimentos. En esta última, la
escala de valores iba de 0 a 1, donde el 0 se asignaba cuando la familia no
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
380
se relacionaba con nadie para el abasto de alimentos, el 0.25 cuando se
relacionaba con al menos una persona, el 0.50 cuando se relacionaba con
dos personas, el 0.75, con tres personas, y el 1 cuando se relacionaba con
más de cuatro personas. A la variable participación en grupos formales
o informales solo se le asignó el valor de 1 cuando los integrantes del
hogar participaban en alguno de los grupos y 0 cuando no participaban
en ninguno. Los valores obtenidos tanto en relaciones sociales como en
participación en grupos de trabajo fueron promediados y esto generó
el índice de capital social.
Análisis y discusión de resultados
En el contexto sociodemográfico de los hogares estudiados se identificó
que 82 % de la población es indígena de la etnia náhuatl, en donde los
jefes (as) de familia son jóvenes, con una edad promedio de 47 años, y
con una media de escolaridad, para el caso de las mujeres, de tercer año
de primaria, y para los hombres, de quinto año. El 94 % de la población
entrevistada tiene acceso a los servicios de salud, y 4 % de la población
tiene alguna discapacidad que le impide realizar sus actividades produc-
tivas. Estas características de la población no tienen diferencia estadís-
ticamente significativa entre hogares participantes y no participantes.
No obstante, al comparar las medias en el análisis del desarrollo de
los capitales que integran la seguridad alimentaria, sí se encontraron
diferencias estadísticamente significativas, entre las que destacan el
capital social, físico y natural (Cuadro 3).
El índice de capital social muestra que las personas que participaron
en el programa de seguridad alimentaria presentan mejores relaciones
sociales, así como una mejor participación de los integrantes del hogar
en grupos formales e informales, siendo este un elemento que fortalece
la gestión de oportunidades de desarrollo necesarias para el hogar. De
este modo, aquellas personas que tienen mejor capital social son las que
más fácilmente pueden acceder a programas de Gobierno. También se
observaron mejores relaciones sociales, principalmente con familiares
—con vecindad en las propias comunidades—, con el objetivo de reali-
zar actividades productivas para el abasto de alimentos del hogar, así
como para su compra; sin embargo, esto no sucede para el trueque. En
consecuencia, es posible afirmar que aquellas personas que tienen mejor
capital social son los que acceden a programas de Gobierno. No obstante,
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
381
para Martínez (2003), en un entorno como el medio rural, donde los otros
capitales (económico y humano) son escasos y donde la acción del Estado
ha disminuido históricamente, no basta con tener capital social.
Cuadro 3. Comparación de medias de los capitales en el análisis de la seguridad
alimentaria de los hogares de Xochiapulco, Puebla
Estadísticos de grupo Prueba de muestras
independientes
Participación
en el
programa
NMedia
del índice Sig. t gl
Capital financiero
40 13 397.725 0.723 –0.683 92
No 54 15 516.667 –0.684 84.853
Capital humano
40 0.532 0.346 –0.395 92
No 54 0.541 –0.383 73.255
Capital social
40 0.274 0.013 2.723 87
No 49 0.191 2.627 67.274
Capital físico
40 2.525 0.000 11.497 92
No 54 0.000 9.8 76 39.000
Capital natural 40 0.554 0.037 1.396 92
No 54 0.513 1.460 91.995
Fuente: Elaboración propia.
El análisis en el índice de capital natural muestra que los hogares
que participaron en el programa de seguridad alimentaria tienen mejor
capital natural a diferencia de los no participantes, lo que se refleja en
el acceso a tierra y agua como elementos indispensables para la práctica
de actividades agrícolas de base familiar que favorecen la disponibilidad
de alimentos. Esto no implica que el programa de seguridad alimentaria
haya incidido en la mejora del capital natural de los hogares participan-
tes, sino que aquellos hogares que tienen el recurso agua y tierra son
los que pudieron acceder al programa; y que los hogares más pobres,
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
382
identificados como los menos poseedores de los recursos agua y tierra,
son lo que no fueron beneficiarios, contradiciendo, así, los lineamientos
de operación del programa, que establecían que este debía estar dirigido
a la población de más bajos recursos.
Estos datos coinciden con los encontrados por Gómez, Castelán,
Nava y Sánchez (2008) en un estudio desarrollado en el estado de Ta-
basco, donde se constató que el apoyo generado por un programa de
Gobierno no quedaba en manos de las personas de más bajos o escasos
recursos. En este sentido, Boltvinik y Damián, citados por Schteingart
(2006), señalan que los programas dirigidos a los pobres cometen dos
errores: el primero es la exclusión, que consiste en descartar individuos
realmente pobres, y el segundo es el de admisión, donde se admiten no
pobres dentro del programa como un método de inclusión.
En este mismo sentido, los hogares que desarrollan actividades agrí-
colas y que tienen mejores rendimientos en la producción de maíz son
aquellos hogares que no participaron en el programa de seguridad ali-
mentaria y que se proveen de alimentos mediante la agricultura familiar,
que generalmente son los más pobres, ya que dedican sus esfuerzos a
la autoproducción. Por ello, “se requiere una estrategia nacional de
seguridad y soberanía alimentaria que reconozca el valor multidimen-
sional de la agricultura y de la producción de alimentos que realizan
los campesinos” (Fletes et al., 2016, p. 131) .
También el capital físico presentó diferencias, ya que los hogares
que participaron en el programa acusaban un mayor acervo de este.
Esta diferencia está referida principalmente a los activos productivos y
no a la infraestructura de la vivienda, ya que los hogares participantes
cuentan con activos (corrales, microtúneles, sistemas de riego, etc.) que
fueron proporcionados por el programa, mientras que los hogares no
participantes generalmente carecen de activos para la producción de
alimentos; en lo que refiere a la vivienda, las características y servicios
de ellas no son diferentes estadísticamente.
De acuerdo con informantes claves, los hogares más pobres no ac-
ceden a estos programas porque no tienen los recursos económicos
para dar las aportaciones que les corresponden para adquirir bienes
materiales o cubrir los costos de arrastre de los mismos. De este modo,
se identificó que la marginalidad y la pobreza condicionan también el
acceso a los beneficios que otorgan los programas sociales.
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
383
Diversos estudios han comprobado que, generalmente, la atención de
las políticas públicas se encuentra dirigida a incentivar el capital físico,
omitiendo el resto de los capitales, siendo este un error para el objetivo
de diminución de los índices de pobreza, y con ello atenuar la inseguri-
dad alimentaria. Para Gómez et al. (2008), el tipo de apoyos otorgados
a las poblaciones no genera cambio alguno en el bienestar económico
ni en el modo de vida de los beneficiarios. Para autores como Márquez
et al. (2008), las acciones orientadas a aliviar la pobreza deben ir de la
mano con políticas dirigidas a elevar la productividad de las actividades
agropecuarias dentro de un enfoque más amplio de desarrollo rural que
considere otros aspectos, como los ambientales, mejoramiento de capital
humano y la capacidad de generar empleos.
Respecto del capital humano, este no presenta ninguna diferencia
estadísticamente significativa entre las medias, por lo que los hogares
participantes y no participantes tienen las mismas características en los
rubros de salud, educación y acceso a capacitaciones. En cuanto al tema
de las capacitaciones, elemento central del programa de seguridad ali-
mentaria que pretendía fortalecer al capital humano, 88 % de los hogares
entrevistados que accedieron al programa indicó que esta se impartió de
manera esporádica en el año, y solo 4 % con una temporalidad promedio
de tres a cuatro meses.
En el caso del capital financiero no se presentan diferencias estadís-
ticamente significativas, por lo que los ingresos no son diferentes entre
hogares participantes y no participantes.
Los valores registrados en los índices del grado de seguridad ali-
mentaria, acceso y variedad de los alimentos indican que no hay una
diferencia significativa en la comparación de las medias de hogares
participantes y no participantes; en consecuencia, el programa no tuvo
un efecto sobre la seguridad alimentaria (Cuadro 4). Por lo tanto, los
hogares no tienen mejor disponibilidad de alimentos por haber sido
beneficiarios del programa.
Esto mismo sucede con la variedad en el consumo de alimentos, ya
que los hogares que participaron en el programa no presentaron una
mejor variedad de alimentos consumidos con respecto a los no parti-
cipantes. En el caso de acceso a los alimentos, tampoco hay efecto del
programa, por lo que los hogares no acceden a más alimentos por haber
participado en el mismo.
Transformaciones rurales desde la agricultura familiar en las regiones Centro y Sur de México
384
Cuadro 4. Comparación de medias de la seguridad alimentaria de hogares
participantes y no participantes en el municipio de Xochiapulco, Puebla
Participación
en el programa N Media Sig.
Índice de seguridad alimentaria 40 0.724 0.268
No 54 0.770
Acceso a los alimentos 40 0.496 0.707
No 54 0.554
Grado de seguridad alimentaria 40 1.425 0.057
No 54 1.370
Variedad de los alimentos
40 0.819 0.711
No 54 0.778
Fuente: Elaboración propia.
Conclusiones
Los resultados del estudio permiten concluir que, entre los capitales dis-
ponibles por los hogares rurales estudiados, el capital natural se presenta
como la fortaleza principal para la práctica de actividades agrícolas de
tipo familiar y como fuente de abasto de alimentos de 63 % de los hogares
encuestados. De este modo, la atención a la inseguridad alimentaria no
debe centrarse únicamente en la dotación de insumos y materiales para
el incremento de la producción y disponibilidad de alimentos, sino en la
bísqueda de hacer más eficiente el uso y conservación de los recursos
naturales bajo el principio de sustentabilidad; además de capacitar a la
población ante eventuales choques que provocan que los alimentos dis-
minuyan o sean limitados, teniendo un efecto negativo y trascendental
en los pobladores de las comunidades rurales.
El programa de seguridad alimentaria solo presentó efecto en el
capital físico de los hogares rurales participantes a partir de la imple-
mentación de activos productivos. Sin embargo, no consideró los recur-
sos financieros y humanos necesarios para hacer frente a los costos de
mantenimiento y operación de la infraestructura proporcionada, lo que
generó un bajo impacto o éxito temporal a partir de la vida útil del activo.
Medios de vida sostenibles y seguridad alimentaria en el municipio de Xochiapulco, Puebla
385
Los resultados muestran que la intervención de las políticas públi-
cas para abatir la pobreza alimentaria requiere de enfoques integrales
relacionados con la conservación y fortalecimiento de los medios de
vida de las poblaciones rurales, particularmente los relacionados con
la producción de alimentos, como el capital natural, humano y social.
Asimismo, debe considerar elementos contextuales que pueden potenciar
o debilitar las acciones para alcanzar los objetivos.
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... Desde una perspectiva general, el estancamiento y rezago del campo mexicano en los últimos 40 años en México, deriva del agotamiento del modelo de industrialización por sustitución de importaciones y del impacto de la aplicación de políticas neoliberales, generando esta última, la globalización de la economía y una profundización de procesos de desigualdad social, empobrecimiento, desempleo y migración de la población del medio rural del país que depende de la agricultura; así como programas asistencialistas y clientelares de combate a la pobreza. Al respecto, ha sido prolífica la producción científica asociada a los procesos de modernización y globalización y sus impactos en el agro mexicano (Wallenius y Concheiro, 2016;López, et al., 2018;Méndez et al., 2021). Particularmente, la agricultura familiar representa una actividad fundamental en el sustento de los hogares rurales, no solo por su cuantía que se estima en el caso mexicano, en poco más de 4 millones de unidades productivas, de las cuales 73% posee menos de 5 hectáreas. ...
... En este contexto adverso para la reproducción del sector social productivo del país, han emergido diversas iniciativas de gestión, control y organización de los espacios rurales sustentados en el aprovechamiento de saberes y recursos específicos, que evidencian la territorialidad de la agricultura campesina, así como su flexibilidad, adaptación y posicionamiento ante procesos de exclusión en los diversos mercados en los que participan -de productos tradicionales y empleo- (Boucher y Riveros, 2017;Solís et al., 2020;Moreno y Ávila, 2022;Solís et al., 2022). Evidencia de ello, es su diversificación productiva e intensificación de sus vínculos rurales-urbanos para el desarrollo e inserción en actividades agrícolas y no agrícolas para la captura de ingresos extra prediales; así como de la disposición de redes sociales comunitarias de apoyo y ayuda mutua para la reproducción social y productiva de las unidades domésticas campesinas (Ramírez, 2008;Custodio, 2021;Warman, 2001, Méndez et al., 2021. Asimismo, para Arias (2020) los ingresos de los hogares rurales provienen hoy de la combinación de actividades de pluriactividad, pluriempleo, subsidios y remesas, pero en arreglos que resultan diferentes en distintos contextos regionales y micro regionales. ...
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La construcción sociohistórica de la cadena agroalimentaria maíz-tlacoyo (CAMT), se sustenta en la elabora­ción de un alimento de origen prehispánico y es representativa de un proceso de innovación social liderado por la propia comunidad. La CAMT, es dominada en la fase de producción y comercialización por los cam­pesinos, constituyéndose en una importante estrategia de generación de empleo e ingreso sobre la base de recursos propios, entre estos las tierras, las cosechas de maíz, el trabajo y el conocimiento en la elaboración del tlacoyo, donde la participación y trabajo de las mujeres es central. En este contexto, el objetivo del estudio, fue caracterizar y tipificar las Unidades Domésticas (UD) que participan en la CAMT a partir de la disposición de recursos locales. El estudio se realizó en una localidad del altiplano central de México, y se abordó como un estudio de caso de tipo exploratorio y analítico; para ello, se realizaron recorridos de campo, revisión biblio­gráfica y documental y se entrevistaron a 56 UD. Los resultados, indican que los elementos que caracterizan la inserción de las UD en la cadena agroalimentaria maíz-tlacoyo son: la posesión de tierras, el trabajo familiar, la producción de insumos, los conocimientos y el trabajo asalariado. Asimismo, es posible concluir, que las UD, utilizan en su totalidad recursos locales en su inserción en la CAMT, lo que les ha permitido su autonomía, consolidación y permanencia. También se identificó la pluriactividad como una componente del sistema de estrategias que desarrollan para su reproducción social y económica.
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Objetivo: Analizar la política alimentaria mexicana durante el periodo 2000-2018; cuantificar los niveles de la intervención de cuatro programas de apoyo al consumo de alimentos y los cambios en la carencia alimentaria a nivel estatal entre 2010 y 2015, y explorar el posible efecto de la intervención de tales programas sobre la carencia alimentaria. Metodología: Análisis documental y estadístico a partir de fuentes secundarias; este último incluyó la construcción de indicadores y la aplicación de la técnica de correlación estadística para cuantificar el grado de relación entre los niveles de cobertura y gasto de los cuatro programas en estudio a escala estatal, así como entre éstos y el comportamiento de la carencia alimentaria. Resultados: Los programas no comparten un patrón de distribución de recursos específico, aunque todos muestran una expansión de su cobertura relacionado con el aumento en su nivel de gasto. No obstante, el incremento de la intervención del conjunto de programas observado entre 2010 y 2015, de acuerdo con el análisis exploratorio realizado, no tuvo un efecto significativo en la reducción de la carencia y, en algunos estados, no logró evitar su incremento entre ambos años. Limitaciones: La parte del estudio exploratorio no profundiza en los factores contextuales que pudieran estar condicionando los resultados de los programas, para lo cual se requieren de nuevas investigaciones que delimiten su capacidad de intervención ante cambios importantes del entorno económico o social. Conclusiones: Los resultados indican que debe cuestionarse la efectividad de los recursos asignados a ciertos programas alimentarios, así como los criterios bajo los cuales se determinan entidades federativas prioritarias.
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Organismos internacionales y especialistas coinciden en que los problemas de crisis e inseguridad alimentaria se asocian con las políticas que diferentes países aplicaron en las últimas dos décadas, las cuales desmantelaron los programas de fomento a la agricultura, en particular de los pequeños productores. Aunque esta reestructuración neoliberal se realizó de manera heterogénea, los retos para reactivar la producción agroalimentaria sustentable y de calidad, así como de elevar los ingresos rurales, son de gran magnitud, y en ocasiones no aparecen en los objetivos de la política nacional. En este documento analizamos la forma en que la reestructuración ha impactado en ciertos patrones de creciente inseguridad alimentaria en México y Chiapas, así como la manera en que pequeños productores han adaptado y retado este proceso, constituyendo iniciativas con las que revalorizan la lógica de la agricultura campesina y de pequeña escala.
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The aim of this study was to analyze the causes of poverty and food insecurity in the Mexican countryside under the framework of public policy, with the purpose of contributing to the conceptual understanding of this problem through a documentary review with historical perspective. It addresses the conceptual development of food security, a priority issue on the public agenda with regulatory frameworks that have failed to guarantee the right to food. Food policies in Mexico are characterized by reflecting the international pattern of the food security approach, linked to the new global agri-food system, in which poverty and food insecurity constitute an opportunity for the corporate food regime that limits access to food for millions of people. of people. It is concluded that food security in Mexico has been limited to social policies to combat poverty, devoid of recognition as a structural problem of asymmetric economic development, so despite government efforts poverty and food insecurity has not been able to reverse. Finally, a knowledge dialogue is proposed between food safety and sovereignty approaches that contribute to the construction of alternatives with structural changes that, in addition to overcoming these two problems, will democratize the agri-food system in the country.
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Mientras que en los países desarrollados la agricultura familiar es vista como algo anacrónico, en los países en vía de desarrollo continúa siendo percibida como un modelo agrícola atractivo y funcional para promover el desarrollo rural y el bienestar de la población local, así como una vía para la seguridad alimentaria. En todo caso, la agricultura familiar es difícil de aprehender sea cual fuere el área geográfica de estudio, al ser un fenómeno complejo y multidimensional. En muchas áreas rurales, las explotaciones familiares mantienen formas específicas de interacción con el territorio, y como consecuencia de ello muestran una gran variabilidad en sus modelos de organización interna y de gestión social y económica. En este artículo, su autor revisa en primer lugar el concepto tradicional de agricultura familiar con objeto de comprobar cuáles de sus elementos son aún vigentes y cuáles están ya obsoletos. En segundo lugar, propone algunas ideas para estimular el debate y construir un nuevo concepto más actualizado y más ajustado a la realidad empírica de este tipo de explotaciones agrarias cuya lógica es distinta de la de las explotaciones de base empresarial.
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Se realizó un estudio para identificar y apreciar posibles indicadores que complementen formas de evaluación externas a programas oficiales de intervención agropecuaria. Se tomó como estudio de caso el subprograma local "Apoyo a Proyectos de Inversión Rural" (PAPIR) de Desarrollo Rural de la Alianza Contigo. Se trabajó con un enfoque participativo con investigadores y personas beneficiarias del programa en el año 2004 en Villa Victoria, Estado de México. Se emplearon métodos de carácter cuantitativo y cualitativo considerando como enfoque a los modos de vida sustentables con el fin de interpretar los resultados desde un punto de vista amplio. Se concluyó que no existe suficiente evidencia para comprobar la operatividad funcional de las normas de operación oficiales, existe una tendencia del fomento al desarrollo rural mediante un enfoque territorial con una visión productiva. Los resultados denotan la presencia de indicadores sociales, económicos y ambientales consolidados y otros que interactúan entre sí, que no han sido considerados por la burocracia al determinar cómo evaluar el impacto del PAPIR. Se encontró que el tipo de apoyos otorgados no genera cambio alguno en el bienestar económico ni en el modo de vida de los beneficiarios.
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En el presente artículo se examinan las estrategias productivas instrumentadas por los campesinos del oriente de Tabasco, para responder a las reformas estructurales. Al analizar los patrones de cambio de uso del suelo en sus parcelas, de 1988 a 2004, se identificaron dos tipos de sistemas productivos: a) agricultura de autoconsumo y b) ganadería de cría alternada con cultivos básicos. Más que tratar de ser competitivos, las estrategias campesinas buscan minimizar los riesgos para mantener su condición de productores y asegurar la subsistencia de la unidad familiar en el corto plazo. La disyuntiva campesina es continuar con la ganadería, que conlleva costos elevados para el medio ambiente y de la cual parecen condenados a ser excluidos, o incursionar en opciones forestales que pueden ser rentables a futuro. Se concluye que las políticas públicas deben fortalecer los medios de vida de las comunidades, según un enfoque amplio de desarrollo rural.
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Journal of Democracy 6.1 (1995) 65-78 As featured on National Public Radio, The New York Times, and in other major media, we offer this sold-out, much-discussed Journal of Democracy article by Robert Putnam, "Bowling Alone." You can also find information at DemocracyNet about the Journal of Democracy and its sponsor, the National Endowment for Democracy. Many students of the new democracies that have emerged over the past decade and a half have emphasized the importance of a strong and active civil society to the consolidation of democracy. Especially with regard to the postcommunist countries, scholars and democratic activists alike have lamented the absence or obliteration of traditions of independent civic engagement and a widespread tendency toward passive reliance on the state. To those concerned with the weakness of civil societies in the developing or postcommunist world, the advanced Western democracies and above all the United States have typically been taken as models to be emulated. There is striking evidence, however, that the vibrancy of American civil society has notably declined over the past several decades. Ever since the publication of Alexis de Tocqueville's Democracy in America, the United States has played a central role in systematic studies of the links between democracy and civil society. Although this is in part because trends in American life are often regarded as harbingers of social modernization, it is also because America has traditionally been considered unusually "civic" (a reputation that, as we shall later see, has not been entirely unjustified). When Tocqueville visited the United States in the 1830s, it was the Americans' propensity for civic association that most impressed him as the key to their unprecedented ability to make democracy work. "Americans of all ages, all stations in life, and all types of disposition," he observed, "are forever forming associations. There are not only commercial and industrial associations in which all take part, but others of a thousand different types -- religious, moral, serious, futile, very general and very limited, immensely large and very minute. . . . Nothing, in my view, deserves more attention than the intellectual and moral associations in America." Recently, American social scientists of a neo-Tocquevillean bent have unearthed a wide range of empirical evidence that the quality of public life and the performance of social institutions (and not only in America) are indeed powerfully influenced by norms and networks of civic engagement. Researchers in such fields as education, urban poverty, unemployment, the control of crime and drug abuse, and even health have discovered that successful outcomes are more likely in civically engaged communities. Similarly, research on the varying economic attainments of different ethnic groups in the United States has demonstrated the importance of social bonds within each group. These results are consistent with research in a wide range of settings that demonstrates the vital importance of social networks for job placement and many other economic outcomes. Meanwhile, a seemingly unrelated body of research on the sociology of economic development has also focused attention on the role of social networks. Some of this work is situated in the developing countries, and some of it elucidates the peculiarly successful "network capitalism" of East Asia. Even in less exotic Western economies, however, researchers have discovered highly efficient, highly flexible "industrial districts" based on networks of collaboration among workers and small entrepreneurs. Far from being paleoindustrial anachronisms, these dense interpersonal and interorganizational networks undergird ultramodern industries, from the high tech of Silicon Valley to the high fashion of Benetton. The norms and networks of civic engagement also powerfully affect the performance of representative government. That, at least, was the central conclusion of my own 20-year, quasi-experimental study of subnational governments in different regions of Italy. Although all these regional governments seemed identical on paper, their levels of effectiveness varied dramatically. Systematic inquiry showed that the quality of governance was determined by longstanding traditions of civic engagement (or its absence). Voter turnout, newspaper readership, membership in choral societies and football clubs -- these were the hallmarks of a successful region. In fact, historical analysis suggested that these networks of organized reciprocity and civic solidarity...
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Introducción La caracterización general de Brasil tiene por objetivo mostrar las informaciones que permitan una mejor comprensión de las características de Brasil, para mejor entendimiento de los posteriores análisis; y reflejar características generales, como clima, migración, etnia, educación y salud, que influencian la Seguridad Alimentaria BRASIL -CARACTERIZACION GENERAL La República Federal de Brasil está situada en el centro de Suramérica y confinada por Argentina, y el Océano Atlántico. Su área terrestre es de 8.511.965 Km² y ocupa el 48% del continente suramericano. Brasil se compone de 5 regiones: norte, nordeste, centro-oeste, sudeste y sur; 26 estados; un distrito federal en el centro-oeste (Brasilia, la capital); y 5.507 municipios (el número de municipios en un estado varía extensamente). El clima es principalmente tropical pero presenta diferencias entre las diferentes regiones, lo que justifica la diversidad en la vegetación y la producción de alimentos. En la región del norte predomina la humedad tropical, con las estaciones secas, debido a la alta concentración de agua de los bosques y de los ríos del Amazonas. La región nordeste, que tiene pocos ríos perennes, se considera la parte más caliente y más seca del país con sequía que se repite. El clima en la región del sudeste y del sur es principalmente subtropical, con bajas temperaturas en la alta altitud. En el centro-oeste dominan las lluvias tropicales (1). En 1998, se estimó un poco más de 165 millones de habitantes en Brasil y se prevé una población de 236 millones para el 2030. La población rural disminuyó debido a dos períodos principales de la migración. El primero ocurrió a partir de 1950-1970 y fue dirigido hacia las áreas metropolitanas sur -orientales e importantes, mientras que el segundo ocurrió entre 1970 y 1990, debido principalmente a la modernización de la agricultura. Por lo tanto, la población rural total cayó a partir del 49,6% de 1965 a 21% en 1996. Con una tarifa de crecimiento rural a partir de 1995-2000 estimada en el 6.2%, se espera que la población rural total caiga a 11,1% para el 2030. El resultado será una explosión demográfica en áreas desarrolladas y las ciudades principales. Las poblaciones de los municipios varían extensamente y más del 79% vive en las áreas urbanas. La densidad demográfica más alta se encuentra en el sudeste (72 Hab/Km²), seguido por el sur (40 Hab/Km²), el nordeste (29 Hab/Km²), la región centro-oeste (6 Hab/Km²) y del norte (3 Hab/Km²). El norte representa 45% del área total del país e incluye 7% de la población total. Esta relación de transformación se invierte en el sudeste (11% del área total) donde se concentra el 43% de la población total. A excepción del estado de Maranhão, que tiene 60% de la población rural, todos los estados son predominante urbanos (50% a 81%) (2,3,4). La población en cuanto a la distribución por edad en 1996 indica que en ese momento el 37.3% de la población tenía menos de 17 años de edad, 55,4% estaba entre los 18-59 años y el 7.3% era mayor de 60 años. Un aumento en la esperanza de vida se registró de 1980 (62 años) a 1997 (67.6 años). No obstante existen diferencias en el nivel subnacional: la esperanza de vida en las regiones nordestes y del sur es 58 y 65 años respectivamente, lo que muestra la distorsión social en Brasil. Los datos de la National Household Survey en 1996 indican que 55.2% de la población total eran blancos, 6.0% negro, y el 38.2% mulato (el 0.6% restante se localizó en la categoría otros).