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Extracivismo agrario
en América Laina
Edición: Licia López de Casenave
Diseño de tapa: Dominique Cortondo Arias
Diseño del interior y maquetado: Eleonora Silva
Extracivismo agrario en América Laina / Carla Poth...
[et al.] ; Coordinación general de Alberto Alonso-Fradejas;
Arturo Ezquerro-Cañete ; Ben M. McKay. - 1a ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : CLACSO ; Canadá : University
of Calgary ; Social Sciences and Humaniies Research
Council, 2022.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-813-264-8
1. América Laina. 2. Agricultura. 3. Biotecnología. I. Poth,
Carla. II. Alonso-Fradejas, Alberto, coord. III. Ezquerro-Ca-
ñete, Arturo, coord. IV. McKay, Ben M., coord.
CDD 306.364
Extracivismo agrario
en América Laina
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas
y Arturo Ezquerro-Cañete
(coordinadores)
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María Fernanda Pampín - Directora de Publicaciones
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Volveremos y seremos millones (Buenos Aires: CLACSO, noviembre de 2020).
ISBN 978-987-XXXXXXX
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Extractivismo agrario en América Latina (Buenos Aires: CLACSO, agosto de 2022).
ISBN 978-987-813-264-8
CC BY-NC-ND 4.0
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la Ley 11723.
La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras
colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no
necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.
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Índice
Agradecimientos .................................................................................................................... 9
Introducción ...........................................................................................................................11
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas
y Arturo Ezquerro-Cañete
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina.
Luchando en contra del capital en la ciencia ...........................................................47
Carla Poth
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia ..................91
Ben M McKay y Gonzalo Colque
Capítulo 3. Extracivismo agrario en el Cerrado brasileño .............................. 125
Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
Capítulo 4. Reproducción social, despojo y el funcionamiento
generizado del extracivismo agrario en Colombia ............................................163
Diana Ojeda
Capítulo 5. Extracivismo agrario y desarrollo sostenible.
La políica de expansión de la piña en Costa Rica ................................................189
Andrés León Araya
Capítulo 6. La inclusión de género en la producción
de agrocombusibles en la costa del Ecuador. Promesas ilusorias
de desarrollo rural en el marco de un nuevo extracivismo agrario ............221
Natalia Landívar García
Capítulo 7. La purga agroextracivista en Guatemala.
¿Hacia un futuro renovable pero insufrible? ........................................................ 259
Alberto Alonso-Fradejas
Capítulo 8. Producción extraciva de agave y tequila
en Jalisco, México .............................................................................................................. 305
Darcy Tetreault, Cindy McCulligh y Carlos Lucio
Capítulo 9. Extracivismo Forestal - Uruguay ........................................................343
Markus Kröger y Maria Ehrnström-Fuentes
Sobre los autores y las autoras .....................................................................................385
9
Agradecimientos
La idea de esta colección surgió hace ya algunos años - en 2014, du-
rante la Conferencia FLACSO-ISA sobre “Poderes globales y regio-
nales en un mundo cambiante”, organizada por la Universidad de
Buenos Aires en Argenina. Fue allí, en un almuerzo entre sesiones,
que Henry Veltmeyer nos propuso presentar una propuesta para un
libro sobre “extracivismo agrario” a la Criical Development Studies
Book Series de Routledge. En ese momento, los editores de esta colec-
ción estábamos en la fase inicial de desarrollo del concepto de ex-
tracivismo agrario como parte de nuestros respecivos proyectos
de invesigación doctoral sobre la economía y la ecología políica de
los complejos de culivos comodín en Bolivia, Guatemala y Paraguay.
Queremos por tanto agradecer especialmente a Henry Veltmeyer por
animarnos a seguir adelante con este proyecto, así como a las y los
demás co-editores de la serie, Elisa van Waeyenberge y Paul Bowles,
por apoyarlo.
Conceptualmente, este libro se benefició de las conversaciones y
debates sostenidos durante el taller sobre “Sistemas agroalimenta-
rios y futuros rurales: un análisis comparaivo sobre el carácter ex-
tracivo de la agricultura industrial”, celebrado en la Universidad de
Calgary en sepiembre de 2019. Nuestro más sincero agradecimiento
a todas y todos los paricipantes en el taller, y especialmente a las
y los autores paricipantes quienes hicieron posible esta colección.
10
Gracias también a Chelsea Klinke y Gertrude Samar por su apoyo
durante el taller y su excelente trabajo como correctoras de esilo de
la versión en inglés de este trabajo. También agradecemos al Conse-
jo de Invesigación de Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá
(Social Sciences and Humaniies Research Council - SSHRC), así como al
Centro de Invesigación Lainoamericana (Lain American Research
Center - LARC), la Facultad de Artes y el Departamento de Antropolo-
gía y Arqueología de la Universidad de Calgary por su apoyo al taller
y al proyecto del libro.
Muchas gracias también a las y los revisores anónimos por sus
comentarios, críicas y sugerencias sobre cada capítulo, así como so-
bre la idea de esta colección en su conjunto. Nuestro especial agra-
decimiento al equipo editorial de CLACSO, y especialmente a María
Fernanda Pampín, Lucas Sablich y Pablo Vommaro por su inesima-
ble apoyo para sacar a la luz esta publicación.
Por úlimo, agradecemos a Carolina Franco por la traducción del
libro y su apoyo en varias facetas del proyecto. Alberto Alonso-Fra-
dejas agradece a Adriana Pou Hernández por las conversaciones
mantenidas sobre este proyecto y su generosa inyección de moiva-
ción para llevarlo a cabo. Arturo Ezquerro-Cañete agradece a Likda
toda su paciencia, comprensión y apoyo emocional a lo largo de este
proyecto.
11
Introducción
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas
y Arturo Ezquerro-Cañete
Más allá de su fracaso de cara al cumplimiento de los Objeivos
de Desarrollo Sostenible [ODS] de la Agenda 2030 de las Naciones
Unidas, el modelo agroalimentario dominante está contribuyendo
a la destrucción de la vida en el planeta. Se prevé que el hambre en
el mundo alcance a más de mil millones de personas en 2023, mien-
tras que la pobreza sigue siendo, en gran medida, un problema rural,
ya que aproximadamente el 80 % de los pobres extremos del mun-
do viven en zonas rurales, la mayoría de los cuales dependen de la
agricultura para su subsistencia (FAO, 2018). Sin embargo, el sistema
agroalimentario dominante sigue apuntalado por teorías lineales de
modernización y discursos neomaltusianos que llaman a incremen-
tar la producción y la producividad para alimentar a una creciente
población mundial. Esto, mientras se dejan de lado las cuesiones de
acceso, control y distribución de alimentos, y de las contradicciones
biofísicas del sistema de producción, distribución y consumo de ali-
mentos y otras materias primas agrícolas globalizado y altamente
dependiente de insumos externos. La desi gualdad, insostenibilidad
y vulnerabilidad de este sistema se ha puesto aún más de manifiesto
bajo la pandemia del COVID-19 con el colapso de muchas cadenas
globales de suministro de carácter centralizado y entrega “justo a
iempo”. Los cierres y las restricciones fronterizas han limitado los
12
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
canales de distribución, lo que no solo ha afectado a la disponibilidad
de alimentos, sino que ha dejado a las y los trabajadores agrícolas en
una situación aún más precaria o incluso sin empleo, especialmente
en el caso de aquellas/os de carácter temporal. Las interrupciones
de las cadenas de suministro y la caída de la demanda amenazaron
los medios de vida de las y los agricultores, mientras que las y los
consumidores se enfrentaron simultáneamente a la escasez de ali-
mentos y al aumento de los precios (Clapp, 2020; ONU 2020). Es más,
los cambios en el uso del suelo ligados a la agricultura, la ganadería
y la silvicultura contribuyeron a un 23 % del total de las emisiones
antropogénicas netas de gases de efecto invernadero entre 2007 y
2016 (IPCC, 2019), mientras que la expansión de plantaciones de mo-
noculivos a gran escala es una de las principales causas de la defo-
restación y pérdida de biodiversidad (FAO, 2019, 2020).
Sin embargo, el modelo persiste y sigue ocupando un lugar des-
tacado en la agenda de los gobiernos nacionales y de inluyentes
organizaciones internacionales, especialmente cuando se trata de
inversiones para proyectos de invesigación agrícola (BFED e IPES-
Food, 2020). Sus defensores afirman que el modelo agroalimentario
dominante logrará desarrollar industrias que generarán oportuni-
dades de empleo de calidad, eslabonamientos producivos hacia ade-
lante y hacia atrás y procesamiento con valor añadido en los lugares
en los que opera (World Bank, 2007). Esta perspeciva sosiene que
las deficiencias del modelo pueden superarse con arreglos técnicos
como la agricultura “climáicamente inteligente” (World Bank, 2015),
combinada con mecanismos de gobernanza y códigos de conducta
corporaivos no vinculantes como los Principios para la Inversión
Responsable en la Agricultura promovidos por la FAO y el Banco
Mundial y la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma Sostenible, en-
tre otras estrategias disfrazadas de desarrollo sostenible (ver Alon-
so-Fradejas; León Araya, este volumen). Sin embargo, estos enfoques
despoliizados y arreglos técnicos han fracasado sistemáicamente
a la hora de abordar importantes cuesiones de poder, acceso y desi-
gualdad, mientras que los mecanismos voluntarios de gobernanza
13
Introducción.
de múliples partes interesadas suelen estar plagados de vacíos lega-
les que permiten que coninúen las prácicas habituales aun si ahora
maizadas por nuevos discursos de responsabilidad social corpora-
iva (Margulis et al., 2013; Dauvergne, 2018; Taylor, 2018; Alonso-Fra-
dejas, 2020).
Los gobiernos de todo el mundo, desde la izquierda progresista
hasta la derecha conservadora, siguen priorizando y apoyando el
modelo agroalimentario dominante incluso cuando sus principales
integrantes (como las y los agricultores, campesinos, trabajadores
rurales, y muchos pueblos indígenas y residentes rurales sin ierra)
se encuentran cada vez más despojados, excluidos y marginados por
la lógica y el funcionamiento del modelo imperante. En Bolivia, por
ejemplo, se promueve la llamada agricultura industrial como medio
para lograr la seguridad alimentaria, la soberanía alimentaria y la
prosperidad rural (véase McKay y Colque, este volumen). En Brasil,
incluso bajo los gobiernos progresistas de izquierda de Luiz Inácio
Lula da Silva y Dilma Roussef, entre cuyos paridarios se encontra-
ba el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra [MST] entre
otras organizaciones de jusicia agraria, el apoyo al agronegocio y su
expansión hacia nuevas fronteras aumentó (véase Sauer, 2019; Sauer
y Oliveira, esta colección). Hay, por supuesto, alianzas políicas estra-
tégicas en juego en estos contextos, pero el fundamento sigue siendo
la producividad (o una “revolución produciva”, en el caso de Boli-
via), la eficiencia técnica y la necesidad de industrializar el campo.
Pero, ¿este modelo industrializa realmente el campo? ¿Cuáles son sus
implicaciones socioeconómicas y ecológicas para diversos grupos
sociales y ecosistemas?
Este libro plantea y discute el concepto de extracivismo agrario
para ayudarnos a idenificar y exponer los rasgos extracivistas de-
predadores1 del modelo agroalimentario y de usos de los recursos
1
Hacemos una suil pero importante disinción entre un modelo “extracivo” y uno
“extracivista”. Aunque todas las formas de producción de bienes implican la extrac-
ción de recursos, algunas lo hacen en mayor medida que otras en términos de su esca-
la, ritmo y alcance. Así consideramos úil desde el punto de vista analíico diferenciar
14
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
naturales dominante.2 El concepto va más allá de los rasgos más apa-
rentes de los monoculivos y las exportaciones de materias primas y
se centra en la lógica inherente y el funcionamiento subyacente de
un modelo basado en la apropiación de las fuerzas de producción,
tanto mercanilizadas como no, de una manera extracivista. Este
proceso erosiona la autonomía de las y los agricultores, despoja a la
población trabajadora del campo, expropia la naturaleza y se apro-
pia de la plusvalía. En otras palabras, el modelo agroalimentario y de
usos de los recursos dominante es extracivista en su relación con
la naturaleza humana y no humana, y profundiza cada vez más la
brecha metabólica entre reproducción social y natural como resul-
tado de su afán de lucro. En muchos casos, estas dinámicas extraci-
vistas están subvencionadas o apoyadas directamente por el Estado,
al iempo que dependen del trabajo producivo y reproducivo no
remunerado de mujeres, niña/os y ancianas/os, lo que agrava las
relaciones desiguales de género y generacionales. Más que una de-
finición única de la noción de extracivismo agrario, esta colección
abunda en la diversidad de las caracterísicas extracivistas de la
agricultura de plantación corporaiva y altamente dependiente de
insumos externos en disintas formaciones socioecológicas de Amé-
rica Laina. Cada capítulo contribuye al concepto a su manera y des-
de perspecivas basadas en la economía políica agraria críica y la
ecología políica (feminista). De hecho, esta conversación entre los
estudios agrarios y ambientales es una de las principales contribu-
ciones conceptuales y metodológicas de este volumen.
En lo que resta de esta introducción hacemos un breve repaso de
la transformación de la agricultura a raíz de la penetración del capi-
tal industrial en ella, así como de sus principales contradicciones. A
entre las formas de producción agrícola (necesariamente) extracivas y las (altamen-
te) extracivistas.
2
Esta colección adolece de una contribución sobre el extracivismo pesquero. Véase
Bustos-Gallardo (2017), Barbesgaard (2019) y Ertör y Ortega-Cerdà (2019) para una
perspeciva similar en el caso de la pesca en Chile, Myanmar y Turquía, respeciva-
mente. También falta una contribución sobre macrogranjas de producción ganadera
intensiva (Weis, 2013).
15
Introducción.
coninuación, abordamos los rasgos extracivistas del modelo agroa-
limentario y de usos de los recursos dominante y planteamos el con-
cepto de extracivismo agrario para caracterizar mejor este modelo,
argumentando que ofrece uilidad analíica y políica en los debates
relaivos a las transformaciones agrarias y medioambientales, siste-
mas agroalimentarios, acción climáica y el desarrollo sostenible en
general. Finalmente, presentamos la colección, seguido de una dis-
cusión de los que consideramos los aspectos clave necesarios para
un análisis exhausivo del extracivismo agrario.
La transformación de la agricultura por el capital industrial
El modelo de “agricultura industrial” o “agroindustria” sigue domi-
nando el desarrollo agrícola en el sistema agroalimentario mundial
y presentándose como el principal medio para combair la pobre-
za y el hambre en el mundo, tal y como lo promueven las agencias
de desarrollo y las insituciones financieras internacionales más
inluyentes (Banco Mundial, 2007). El Informe de la Evaluación
Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología
en el Desarrollo Agrícola [IAASTD por sus siglas en inglés)] define la
agricultura industrial como aquella “que hace un uso intensivo de
capital, susituyendo el trabajo humano y animal por maquinaria
e insumos adquiridos” (IAASTD, 2009, pp. 563-564). Está altamente
mecanizada y especializada, orientada al monoculivo, suele ser de
gran escala, depende en gran medida de insumos externos industria-
lizados y está controlada por grandes corporaciones. Se basa en el
principio de la ventaja comparaiva, que anima a los países a especia-
lizar su producción agrícola; en los mercados distantes, que se basan
en el comercio internacional de alimentos como mercancía; y en una
compleja red de cadenas mundiales de productos básicos que están
controladas en gran medida por megafusiones corporaivas (véase
Sandwell, 2019).
16
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
En la literatura se vienen dando diversos debates sobre las im-
plicaciones sociales, económicas y ecológicas del modelo agroin-
dustrial frente a modelos alternaivos basados en la agricultura
cooperaiva, familiar o campesina y la producción agroecológica.
Estos incluyen tanto los viejos como los nuevos debates relaivos al
papel y la viabilidad de la agricultura familiar o campesina y de las
alternaivas de soberanía alimentaria para generar un excedente y
para alimentar al mundo (McMichael, 2009; Bernstein, 2014; Rubio
Vega, 2018); el desino del campesinado y la agricultura familiar de
pequeña escala ante los procesos de diferenciación social de natura-
leza demográfica o socioeconómica (Boltvinik, 2016; Kay, 2016; van
der Ploeg, 2018); la relación entre el tamaño de las explotaciones y
la producividad (Woodhouse, 2010); las contradicciones biofísicas
del modelo agroindustrial (O’Connor, 1998; Lef, 2006; Weis, 2010); y
el creciente interés e inversiones en ierras de culivo alrededor del
mundo (Deininger y Byerlee, 2011; Borras et al., 2012; Soto Baquero
y Gómez, 2012). Para quienes defienden el modelo agroindustrial, la
integración del campesinado y la agricultura familiar en cadenas
mundiales de productos básicos a través de sistemas de agricultura
por contrato se considera la forma más eficaz de aliviar la pobreza y
promover el desarrollo rural. Según el Banco Mundial (2007, p. 241),
por ejemplo, “las organizaciones de productores y la agricultura por
contrato son esenciales para que estos pequeños agricultores pari-
cipen en las cadenas de valor y aiendan la demanda de los super-
mercados” y “la agricultura por contrato [...] casi siempre da lugar a
ingresos más altos en comparación con los de agricultores similares
que no ienen contrato” (Minot y Ronchi 2014, p. 5). El enfoque de
“agricultura para el desarrollo” del Banco Mundial se basa en una
mirada económica neoinsitucional centrada en los costos de tran-
sacción, las economías de escala, la eficiencia monetaria, los fallos de
coordinación y el acceso a la tecnología, entre otros factores (Banco
Mundial, 2007; Minot y Ronchi, 2014). Sin embargo, sus voces críicas
sosienen que este modelo se centra en un enfoque tecnicista, basado
en una lógica residual y de mercado, que deja de lado importantes
17
Introducción.
relacionales de poder, acceso y control, y cambio ecológico (Gras et
al., 2009; Medeiros, 2015).
La transformación industrial de la agricultura —primero a través
de la mecanización que redujo la necesidad de fuerza de trabajo, lue-
go a través de la diseminación de semillas híbridas y genéicamente
modificadas [OMG] y, finalmente, por medio de la dependencia de
los agroquímicos— ha conducido a “una serie de apropiaciones par-
ciales y disconinuas de los procesos de producción rural laboral y
biológica” (Goodman et al., 1987, p. 2). Esto es lo que Goodman, Sorj y
Wilkinson denominan “apropiacionismo”, que está “consituido por
la acción de los capitales industriales para reducir la importancia de
la naturaleza en la producción rural, y específicamente como una
fuerza más allá de su dirección y control” (Goodman et al., 1987, p. 3).
Reducir la importancia de la complejidad de la naturaleza a través
de la simplificación y estandarización biológica es necesario para
que el modelo “industrial” logre economías de escala y mejore su efi-
ciencia técnica. Sin embargo, esta simplificación biológica y el apro-
piacionismo “requieren el uso crónico de una serie de anulaciones
biofísicas, o lo que es lo mismo, ‘arreglos’ perpetuos a corto plazo”
(Weis, 2010, p. 319). El “Milagro del Cerrado” de Brasil, por ejemplo,
requirió ferilizantes químicos para “arreglar” sus suelos ácidos y
poder plantar variedades de semillas mejoradas, aunque con im-
pactos ambientales devastadores para la sabana más biodiversa del
mundo (Nehring, 2016). Los monoculivos, en todo el mundo, se han
visto afectados por nuevas malezas, plagas y enfermedades que han
sido combaidas con cada vez más y más tóxicos plaguicidas quími-
cos, dando lugar a una creciente dependencia y endeudamiento de
las y los agricultores (Nicholls y Alieri, 1997; Bakker et al., 2020). La
adopción de la soja transgénica en Bolivia, por ejemplo, ha conlleva-
do un aumento drásico en el uso de agroquímicos que, no solo está
contaminando los suelos y las vías luviales, sino que también está
aumentando los costos de producción para las y los agricultores y
conduciendo a relaciones de deuda y dependencia con la agroindus-
tria (véase McKay, 2018).
18
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
Con las y los agricultores cada vez más dependientes de las semi-
llas transgénicas, los agroquímicos y la maquinaria, el capital indus-
trial ha capturado la agricultura eliminando parcialmente su base
material y la parte del proceso de producción natural que consideró
incompaible con la acumulación de capital (Goodman et al., 1987, p.
156). Sin embargo, todas estas anulaciones biofísicas conllevan cos-
tos ocultos que afectan a los medios de vida rurales, la salud huma-
na y el medio ambiente. Estos costos ocultos ponen en tela de juicio
un modelo que se enorgullece de su “eficiencia”. Como escribe Tony
Weis (2010, p. 321):
Para simplificar, estandarizar y mecanizar la agricultura, y aumen-
tar la producividad por trabajador, planta y animal, hay que superar
una serie de barreras biofísicas. El aumento de la eficiencia depen-
de, por tanto, de muchos arreglos no contabilizados, no renovables y
acivamente destrucivos, en los que la biomasa fosilizada desempe-
ña un papel indispensable. Aunque se trata de un cálculo complejo,
una esimación común es que la agricultura industrial requiere una
media de 10 calorías de combusibles fósiles para producir una sola
caloría de alimento [...].
La transformación de la agricultura por parte del capital industrial
no solo ha dado lugar a contradicciones e ineficiencias biofísicas,
sino que también ha alterado las relaciones sociales de producción,
propiedad y poder en el campo. La mecanización, la estandariza-
ción de los procesos laborales y el creciente uso de insumos exter-
nos han reducido la necesidad de fuerza de trabajo, mientras que
los esquemas de agricultura por contrato y la incorporación de las
y los agricultores a las cadenas globales de mercancías han introdu-
cido nuevas y suiles formas de controlar la ierra, el trabajo y otros
recursos naturales sin tener la propiedad directa sobre los medios
de producción. Además, el modelo producivo altamente intensivo
en capital excluye de la agricultura a muchas y muchos habitantes
de las zonas rurales, obligándolos a vender su fuerza de trabajo a
cambio de un salario, ya que todo, desde las semillas, los insumos,
19
Introducción.
la maquinaria y el acceso al mercado, ha pasado a estar controlado
por oligopolios con un poder e inluencia sin precedentes en el siste-
ma agroalimentario mundial (Sandwell, 2019; Clapp y Purugganan,
2020). Por ejemplo, los gigantes corporaivos de la agroindustria
ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus controlan aproximadamente el
75-90 % del comercio mundial de cereales (Murphy et al., 2012; Wesz
Jr., 2016). Asimismo, los sectores de las semillas, los agroquímicos y
la invesigación y el desarrollo [I+D] se caracterizan por sus altísimos
niveles de concentración de mercado.
En 2015 y 2016 se anunciaron tres fusiones colosales: Bayer-Mon-
santo, Dow-Dupont y Syngenta-ChemChina (con ChemChina como
nuevo actor en la escena mundial). Mientras que BASF, la úlima de
las Seis Grandes, no se fusiona, ha ido recogiendo partes de las otras
cinco empresas que han ido vendiendo durante sus fusiones, como
5900 millones de euros del negocio de semillas y herbicidas de Ba-
yer. A principios de 2017, se anunció que ChemChina se fusionaría
con otra empresa química china, Sinochem, para formar la mayor
empresa química del mundo. (Sandwell, 2019)
Las y los productores “independientes” ven erosionada su autono-
mía ante la creciente dependencia de insumos producivos comer-
ciales y el control corporaivo de la transformación y distribución.
Como plantea Kloppenburg (2004, p. 34), “los medios de producción
se plantan ante el agricultor como si fueran mercancías: se pueden
comprar, pero no se pueden reproducir de forma autónoma”. Este
proceso ata a las y los agricultores al capital fuera de la granja, eli-
minando importantes funciones de esta, al iempo que permite la
extracción de plusvalía en el entorno laboral no agrícola y la pre-
sión directa e indirecta sobre el o la agricultora (Bernstein, 1979;
Kloppenburg, 2004). Como sosiene Bernstein:
Las presiones que dan lugar a la “presión” sobre las formas de re-
producción simple incluyen las derivadas del agotamiento de la ie-
rra y la fuerza de trabajo dadas las técnicas de culivo empleadas,
los planes de “desarrollo” rural que fomentan o imponen medios de
20
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
producción más caros (semillas mejoradas, herramientas, uso más
extenso de ferilizantes, insecicidas, pesicidas, etc.) sin ninguna ga-
rantía de un aumento de los rendimientos del trabajo proporcional a
los costos incurridos, y del deterioro de los términos de intercambio
para la producción campesina. (1979, p. 427)
Más allá de la mercanilización y control de los agroinsumos, solo
cuatro empresas (BASF, Bayer, ChemChina y DowDuPoint) ienen
un presupuesto combinado que se esima veinte veces mayor que el
del Consorcio de Centros Internacionales de Invesigación Agrícola
[CGIAR por sus siglas en inglés] y quince veces el del presupuesto del
Servicio de Invesigación Agrícola del Departamento de Agricultura
de Estados Unidos para la invesigación en ciencias de los culivos, lo
que les da un control significaivo sobre la industria de la I+D agrí-
cola (Grupo ETC, 2015). Como sosiene Kloppenburg, la invesigación
agrícola ha sido “un medio importante para eliminar las barreras a
la penetración de la agricultura por parte del capital”, al mercani-
lizar los insumos agrícolas y desplazar las acividades producivas
fuera de la granja y hacia un entorno industrial (2004, p. 10). Aunque
las innovaciones agrícolas son ciertamente importantes, estas se
vuelven problemáicas cuando es un grupo pequeño e interesado el
que dicta la agenda de invesigación y las tecnologías y productos
resultantes disponibles en el mercado (véase Miller y Conko, 2001).
Con una inluencia y un control significaivos sobre la agenda de
invesigación agrícola, este oligopolio invierte en la configuración
técnica de la agricultura a través de coninuas innovaciones en sus
paquetes tecnológicos completos que incluyen semillas patentadas,
insumos agroquímicos y mecanización avanzada (véase Poth, este
volumen). Este control sobre la I+D y la producción de conocimiento
representa el poder del agronegocio sobre las ideas patentadas y la
innovación tecnológica y, en úlima instancia, su autoridad sobre los
términos de la producción agrícola moderna.
A medida que la mercanilización se profundiza en todos los
aspectos de la producción agrícola —conocimientos, semillas,
21
Introducción.
herramientas, ganado, ierra y fuerza de trabajo— estos se someten
a la disciplina del mercado. Y cuando ese mercado está controlado
por unas pocas compañías con poder oligopólico, estas ienen la ca-
pacidad de crear, extraer y, en úlima instancia, apropiarse de rentas,
energía y materiales en la medida en que lo deseen, y a menudo con
impunidad (véase Alonso-Fradejas, en este volumen). Es así que un
análisis más profundo señala las caracterísicas altamente extraci-
vistas del modelo agroalimentario y de usos de recursos dominante
que, más que industrializar el campo, lo depreda. Referirse a este ipo
de desarrollo agrícola como agricultura industrial es engañoso tanto
desde el punto de vista analíico como políico. Se precisa, por tanto,
de una nueva conceptualización que no solo ponga de manifiesto los
rasgos extracivistas de muchas instancias actuales de agricultura
corporaiva, sino que también contribuya a construir modelos de de-
sarrollo agrario justos, respetuosos con el clima, culturalmente per-
inentes y verdaderamente sostenibles.
Dinámicas extracivistas de la agricultura
El extracivismo ha sido calificado como un “modo de apropiación”
que apunta a las diferentes formas de organizar la apropiación de
disintos recursos naturales (materiales físicos, energía y procesos
ecológicos) para fines humanos en contextos sociales y ambienta-
les específicos (Gudynas, 2015). Dado que no “producimos” recursos
naturales, sino que nos apropiamos de ellos o los extraemos de la
naturaleza, Gudynas rechaza la noción de “modo de producción” al
referirse al extracivismo (p. 188). Desde esta perspeciva, el extraci-
vismo no es análogo a una industria, ya que los procesos industriales
de valor añadido suelen ocurrir en lugares diferentes a los de la ex-
tracción. Esto se basa en el argumento de Bunker (1984) de que
[...] la dinámica interna de las economías extracivas difiere significa-
ivamente de la de las economías producivas en sus efectos sobre el
22
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
entorno natural, sobre la distribución de las poblaciones humanas,
sobre la construcción de infraestructuras económicas y, por tanto,
sobre el posterior potencial de desarrollo de las regiones afectadas.
(p. 1019)
Bunker (1984) coninúa diciendo que
[...] cuando los recursos naturales se extraen de un ecosistema regio-
nal para ser consumidos o transformados en otro, los vínculos so-
cioeconómicos y ecológicos con el producto extraído ienden a una
pérdida de valor en la región de origen y a una acumulación de valor
en la región de consumo o transformación. (p. 1019)
El extracivismo no solo conduce a un intercambio económico y eco-
lógico desigual, sino que también puede tener consecuencias sociales
devastadoras. Los ingresos suelen aumentar y disminuir rápidamen-
te, las poblaciones se ven a menudo desplazadas, los ecosistemas son
destruidos y las élites políicas se vuelven suscepibles a formas de
corrupción. Para Bunker, estos procesos representan “modos de ex-
tracción”, una noción que introdujo para caracterizar las conexiones
sistémicas entre los cambios en
[...] las estructuras de clase; la organización del trabajo; los sistemas
de propiedad e intercambio; las acividades del Estado; la distribu-
ción de las poblaciones; el desarrollo de la infraestructura física; y
los ipos de información, creencias e ideologías que conforman la or-
ganización y el comportamiento social. (1984, p. 1020)
En otras palabras, el extracivismo engloba una serie de relaciones
sociales de explotación combinadas con un intercambio ecológico y
económico desigual. Por tanto, es importante considerar tanto las re-
laciones sociales de producción (la mercanilización de la naturaleza
humana) como la relación depredadora y explotadora del capital ex-
tracivista para con la riqueza natural que consituye el patrimonio
común del planeta Tierra (la mercanilización de la naturaleza no
humana).
23
Introducción.
Además de los sectores extracivos tradicionales (petróleo, gas,
minería), la agricultura, la silvicultura y la pesca se han enmarcado
en la literatura como formas potenciales de extracivismo (Acosta,
2013; Svampa, 2013). Gudynas (2010b, p. 2), por ejemplo, ha uilizado
el término de “extracivismo agrícola” para referirse a la agricultura
orientada al monoculivo, el uso de transgénicos, maquinaria y her-
bicidas químicos, con “poco o ningún procesamiento y exportación
del producto como mercancía primaria”. Gudynas sugiere que esto
no es una “industria” debido a que el uso del término industria impli-
ca la transformación con valor añadido, no la producción primaria
para la exportación (p. 2). Para Gudynas, la acividad agrícola que se
caracteriza por un alto volumen / intensidad de extracción, semi-
procesada y desinada a la exportación se considera extracivismo,
con especial referencia a las plantaciones de soja en América Laina
(Gudynas, 2010a, 2010b, 2013). Giarracca y Teubal (2014, p. 48) sugie-
ren que el término “también se aplica a un cierto ipo de agricultura
en la que los recursos esenciales, como el agua y la ierra féril, y la
biodiversidad, son degradados por el extracivismo”. Petras y Velt-
meyer (2014, p. 64) uilizan el término agroextracivismo en el con-
texto de la cuesión agraria del siglo XXI, argumentando que lo que
gobiernos como China y otros inversores internacionales “buscan
principalmente ierras para saisfacer su necesidad de seguridad de
productos agroalimentarios y energía, mientras que las corporacio-
nes mulinacionales del sector extracivo de la economía global se
preocupan principalmente por alimentar el lucraivo mercado de los
biocombusibles produciendo palma aceitera, caña de azúcar y soja”
o los denominados “culivos lexibles” o “culivos comodín”. Mariste-
lla Svampa incluye el agronegocio y la producción de biocombusi-
bles en su comprensión del nuevo extracivismo en América Laina,
“debido a que consolidan un modelo que iende a seguir un mono-
culivo, la destrucción de la biodiversidad, una concentración de la
propiedad de la ierra y una reconfiguración destruciva de vastos
24
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
territorios”, el cual está impulsado por lo que ella llama el Consenso
de los Commodiies (Svampa, 2013, 118-119).3
Por lo tanto, el extracivismo agrario se ha introducido bajo el pa-
raguas del extracivismo en general para referirse ampliamente a la
producción de monoculivos intensivos a gran escala para la exporta-
ción. Pero, ¿cuál es el carácter “extracivista” del extracivismo agra-
rio? ¿Son extracivistas todos los ipos de monoculivos a gran escala
con uso intensivo de productos químicos, y desinados a la exporta-
ción? Evidentemente, este ipo de producción agrícola puede adoptar
diversas formas en cuanto al control y uso de la ierra, las relaciones
laborales, la distribución del excedente y las relaciones sociales de
producción y consumo en general. Algunas plantaciones a gran es-
cala pueden requerir de una gran canidad de fuerza de trabajo, o
ser de propiedad cooperaiva de quienes las trabajan, reinviriendo
el excedente en la economía domésica, creando encadenamientos
hacia delante y hacia atrás, generando sinergias dinámicas intersec-
toriales y produciendo bienes de consumo con valor añadido para el
mercado interno. Aunque este ipo de agricultura industrial a gran
escala también adolece de muchos problemas socioecológicos, sigue
siendo disinta de la que está altamente mecanizada y requiere un
mínimo de fuerza de trabajo asalariada, orientada principalmente
a la exportación con poco o ningún procesamiento, controlada por
empresas en un mercado concentrado y altamente dependiente de
insumos agroquímicos. Es posible, entonces, que no toda la produc-
ción agrícola altamente intensiva en capital sea intrínsecamente ex-
tracivista, por lo que es importante analizar y especificar el carácter
y la intensidad extracivista del proceso de producción.
En algunos casos, iniciaivas (agro)extracivistas altamente me-
canizadas, como ciertas formas de producción de soja, apenas re-
quieren de fuerza de trabajo. Así, más que en una transferencia de
3
Para Svampa, el “Consenso de los Commodiies” se refiere al “inicio de un nuevo
orden económico y políico sustentado en el auge de los precios internacionales de las
materias primas y los bienes de consumo, cada vez más demandados por los países
industrializados y emergentes”. (Svampa, 2013, p. 117)
25
Introducción.
fuerza de trabajo a sectores industriales o de servicios, en contex-
tos de escasas oportunidades laborales esto resulta tanto en el in-
cremento como en el estancamiento de la población excedentaria
relaiva (Marx, 1867, véase Alonso-Fradejas, este volumen). En otras
palabras, en lugar de contar con una reserva de mano de obra que
permita mantener los salarios bajos para facilitar la acumulación
de capital, ciertas formas de extracivismo agrario se caracterizan
por la paradoja de que “los lugares (o sus recursos) sean úiles, pero
la gente no lo sea, por lo que el despojo se desvincula de cualquier
perspeciva de absorción de mano de obra” (Li, 2009, p. 69). En otros
casos, la expansión agroextracivista requiere de la explotación tan-
to el trabajo producivo como del reproducivo, como veremos más
adelante (véase Ojeda; Landívar García; Alonso-Fradejas, este volu-
men). Estas caracterísicas extracivistas de algunas formas de agri-
cultura corporaiva socavan las propias bases materiales de las que
depende su reproducción —y la apropiación de valor—, a una esca-
la sin precedentes (O’Connor, 1998). Esto no solo está provocando el
agotamiento del suelo, la destrucción ecológica, la emigración rural
y el aumento y estancamiento de “poblaciones excedentarias”, sino
que también está resultando en impactos catastróficos e irreversi-
bles para innumerables especies, incluida la nuestra.
Esta colección
Este libro consta de diez capítulos, incluyendo esta introducción.
Los nueve capítulos restantes presentan estudios de caso de varios
países de América Laina, en los que se analizan las caracterísicas
extracivistas de diversos sistemas complejos agrícolas y forestales.
Cada capítulo aporta al menos una perspeciva única sobre el con-
cepto de extracivismo agrario, contribuyendo a su uilidad analíica
y políica.
En el capítulo 1, Carla Poth analiza el Modelo Biotecnológico
Agrario en Argenina como expresión del extracivismo agrario.
26
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
Poth destaca el papel de la ciencia y lo que llama “producción-ex-
propiación-apropiación del conocimiento” como la raíz de la pene-
tración del capital en la agricultura y el comienzo del proceso (agro)
extracivista. Al controlar la I+D y desplazar, expropiar y apropiar-
se del conocimiento científico tradicional, la ciencia y la tecnología
son cualquier cosa, menos políicamente neutrales. Al servicio de los
intereses del capital, sosiene Poth, el desarrollo de las biotecnolo-
gías ha transformado las cadenas de valor agrícolas y las relaciones
agrarias de producción, abriendo nuevos espacios para que el capital
extracivista capture valor. Poth rastrea el desarrollo e insituciona-
lización de este modelo en Argenina, el cual consolidó y legiimó
una nueva fase de acumulación por despojo a través de alianzas en-
tre el Estado y el capital (incluso en I+D). Para Poth, la producción
de conocimiento y la dinámica políica a su alrededor son aspectos
clave del extracivismo agrario. Por tanto, no solo es importante que
las luchas emancipadoras tengan lugar en el campo, sino también
—como académicas/os, científicas/os e invesigadoras/es— en el
laboratorio.
McKay y Colque analizan los rasgos extracivistas del complejo
sojero de Bolivia en el capítulo 2, revelando las implicaciones socioe-
conómicas y socioecológicas de este modelo. Basándose en la biblio-
grafía existente sobre el extracivismo, proponen un marco para
caracterizar el extracivismo agrario en Bolivia basado en cuatro
rasgos interrelacionados: (i) volúmenes significaivos de materiales
extraídos, principalmente para la exportación, con poco o ningún
procesamiento; (ii) concentración de la cadena de valor y desaricu-
lación sectorial; (iii) alta intensidad de degradación ambiental; y (iv)
deterioro de las oportunidades y condiciones laborales en la zona o
el sector. A pesar de las fuertes relaciones entre el gobierno de Mora-
les y los movimientos campesinos / indígenas, este capítulo muestra
las contradicciones entre el discurso y la prácica en la Bolivia de Evo
Morales. Los autores señalan la dependencia del Estado del extraci-
vismo, no solo por las rentas extracivas, sino como parte de un pro-
yecto políico a través del establecimiento de alianzas con las clases
27
Introducción.
dominantes del capital agrario. Dado que el llamado modelo “agroin-
dustrial” se uiliza por parte de actores estatales y corporaivos para
legiimar la coninua expansión del complejo sojero, McKay y Col-
que argumentan que el concepto de extracivismo agrario no solo
es más preciso y úil analíicamente, sino también políicamente, ya
que conecta y establece paralelismos con debates históricos más am-
plios sobre extracivismo y enclaves extracivos.
En el capítulo 3, Sérgio Sauer y Karla Oliveira confrontan las na-
rraivas hegemónicas que legiiman los procesos de acumulación
asociados a la economía del agronegocio en Brasil. Mientras que los
discursos dominantes enmarcan la expansión de la frontera agrícola
como consecuencia necesaria e inevitable del proceso de desarrollo
nacional, Sauer y Oliveira argumentan que esta forma de extraci-
vismo agrario en boga está profundizando la apropiación de la natu-
raleza y la rápida disminución y destrucción del agua, la ierra y los
bosques, con poco o ningún beneficio para la sociedad o la economía
local. La ampliación de esta frontera agrícola es analizada como una
“zona sacrificada” a la expansión de la soja y la ganadería. Esta forma
de extracivismo agrario está avanzando hacia territorios tradicio-
nales y áreas de conservación, como la región de Matopiba, en el Ce-
rrado brasileño, generando nuevos y exacerbando viejos conlictos
socioambientales en la región. Los autores se centran en el Parque
Nacional de las Fuentes del Río Parnaíba para examinar las relacio-
nes conlicivas entre el desarrollo capitalista extracivo y la resis-
tencia popular relacionada con la apropiación de la ierra y el agua
en esta subregión de Matopiba.
Diana Ojeda incorpora una perspeciva de ecología políica fe-
minista al análisis del extracivismo agrario en el capítulo 4. Ojeda
examina las formas en que las relaciones de género son fundamen-
tales para el funcionamiento del extracivismo agrario a través de un
estudio de caso de las plantaciones de palma aceitera en la subregión
caribeña colombiana de Montes de María, argumentando que el ex-
tracivismo agrario se basa en, y profundiza, las disparidades de gé-
nero y las formas de violencia de género. El cambio de uso de la ierra
28
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
asociado al extracivismo agrario, en muchos casos de culivos ali-
mentarios tradicionales a plantaciones de culivos comerciales, hace
que muchas/os agricultoras/es se conviertan en compradores netos
de alimentos. Ojeda revela cómo este cambio de uso de la ierra ha
supuesto una mayor carga para las mujeres en el ámbito de la repro-
ducción social. Como son los hombres quienes son contratados para
trabajar en las plantaciones de palma aceitera, el trabajo reproduc-
ivo de las mujeres (principalmente) subvenciona la plantación y es,
por tanto, fundamental para el mantenimiento del modelo agroex-
tracivista. Además, la falta de reconocimiento y de pago del trabajo
de las mujeres en la reproducción social hace que las mujeres y otros
sujetos feminizados sean cada vez más dependientes de los hombres
asalariados y, por lo tanto, exacerba las relaciones desiguales de gé-
nero dentro del hogar. Si bien estos roles de género desiguales son el
resultado de las dinámicas del extracivismo agrario, Ojeda sosiene
que también son consituivos del mismo. Más que la explotación de
la fuerza de trabajo y la apropiación de la naturaleza, la dependencia
del extracivismo agrario del trabajo de reproducción social permite
la captura extracivista de valor en muchos niveles. La perspeciva
feminista de Ojeda aporta nuevas ideas y valiosas contribuciones
sobre el carácter extracivista de la agricultura de plantación y nos
desafía a pensar más detenidamente en las formas de extracción con
perspeciva de género.
En el capítulo 5, León Araya explora la relación entre el extraci-
vismo agrario y el desarrollo sostenible a través del caso de la pro-
ducción de piña en Costa Rica. Para ello, interroga las concepciones
actuales del extracivismo agrario al mismo iempo que las relaciona
con escuelas de pensamiento y cuesiones sociales más amplias. Para
León Araya, la literatura existente sobre el extracivismo (agrario)
resuena fuertemente con la teoría de la dependencia en términos
de relaciones centro-periferia, términos de intercambio desigual y
patrones renistas del capitalismo periférico. Sosiene que esta li-
teratura se ve limitada por la “trampa territorial” del pensamiento
dependenista, que iende a dividir los espacios y dinámicas políicas
29
Introducción.
nacionales e internacionales y a presentar el Estado nación como la
principal escala de análisis. En su estudio de caso sobre la expansión
de la piña, León Araya muestra cómo las fronteras agroextracivistas
se expanden a través de varios mecanismos, al iempo que operan
junto con discursos de desarrollo sostenible que ofrecen un halo
de legiimidad al alejar el debate de lo que se está destruyendo o ex-
trayendo, para llevarlo a lo que se está produciendo o sosteniendo.
Argumentando a favor de un concepto ampliado de extracivismo
agrario, León Araya propone ir más allá de la simple extracción de
materias primas para la exportación y de la perspeciva de que el ex-
tracivismo es una acividad controlada únicamente por el capital
transnacional, a una constelación más amplia de procesos humanos
y no humanos que deben conluir de maneras concretas para que se
dé la acumulación de capital.
En el capítulo 6, Natalia Landívar García explora la nueva diná-
mica extracivista de la producción de caña de azúcar en la costa de
Ecuador, argumentando que un proyecto de agrocombusibles patro-
cinado por el Estado facilita la expansión agroextracivista. A pesar
de la integración de las asociaciones de pequeñas/os productoras/es
en el proyecto de agrocombusibles, estas/os siguen someidas/os a
un modelo de producción bajo control corporaivo, lo que da lugar a
relaciones de deuda y dependencia, desiguales relaciones de género
y destrucción del medio ambiente. Para Landívar García, la inclusión
de los pequeñas/os productoras/es junto con los discursos de sobe-
ranía energéica y sostenibilidad no representa más que la ilusión
de fomentar un desarrollo rural inclusivo y sostenible, mientras se
persigue una forma de acumulación extracivista y dominada por
los hombres.
En el capítulo 7, Alonso-Fradejas analiza las implicaciones del
auge de los complejos corporaivos de culivos comodín de la palma
(de aceite) y la caña (de azúcar) en el contexto de las transformacio-
nes hacia la sostenibilidad para el empleo, los regímenes laborales y
la reproducción social y ecológica en Guatemala desde mediados de
la década de 2000. Para ello, uiliza tres conjuntos de criterios clave
30
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
para examinar el carácter y la intensidad extracivista de un modo /
forma de producción de bienes desde la perspeciva del trabajo y la
reproducción socio-ecológica: (i) el análisis del “metabolismo social”
del proceso extracivista; (ii) el examen paricular de los regímenes
laborales y de los regímenes reproducivos alrededor de la dinámica
extracivista; y (iii) la invesigación sobre cómo y en qué medida el
capital extracivista se apropia de la renta del suelo, intereses finan-
cieros, regalías por derechos de propiedad intelectual, pagos por ser-
vicios ambientales o subsidios públicos con fines de acumulación.
Alonso-Fradejas sosiene que las operaciones de los complejos corpo-
raivos de la caña y la palma vienen asentándose sobre un modelo de
extracivismo agrario que desata un proceso de “destrucción dege-
neraiva”. Este funciona tanto a través de un modelo producivo sin
perinencia cultural que destruye empleo y se basa en la apropiación
de trabajo no remunerado como mediante la generación de paisajes
ambiental y socialmente tóxicos, para purgar la vida en los territo-
rios de inluencia, de manera que no deja indemne a nada ni nadie.
En el capítulo 8, Darcy Tetreault, Cindy McCulligh y Carlos Lu-
cio cuesionan la idea de que el concepto de extracivismo agrario
deba limitarse a los culivos desinados a la exportación con poca o
ninguna transformación. Basándose en un estudio sobre la produc-
ción de agave y tequila en Jalisco (México), sosienen que el procesa-
miento domésico de la biomasa no compensa necesariamente los
negaivos impactos sociales y medioambientales de las acividades
agrícolas previas, sino que de hecho puede profundizarlos. Tetreault,
McCulligh y Lucio demuestran que este es el caso de la producción
industrializada de agave-tequila adoptando un enfoque que rastrea
lujos de materiales, contaminantes y dinero. De este modo exami-
nan la dinámica del control sobre la cadena de valor del agave-tequi-
la, la parte del tequila que se exporta, las tecnologías, las relaciones
empresa-agricultor y empresa-trabajador, las políicas públicas
perinentes y los impactos socioambientales. A través de este enfo-
que, los autores demuestran cómo la expansión e intensificación de
la producción de agave desde mediados de la década de 1990 se ha
31
Introducción.
caracterizado por el aumento de los volúmenes de extracción de bio-
masa, la degradación del medio ambiente, la marginación de las y
los pequeños productores de agave y el deterioro de las condiciones
laborales de las y los trabajadores del campo. En contraste con estos
hallazgos señalan la producción tradicional de mezcal como un mo-
delo alternaivo social y ecológicamente sostenible.
En el capítulo 9, Kröger y Ehrnström-Fuentes examinan el caso de
las plantaciones forestales a gran escala para la producción de pulpa
de celulosa en Uruguay, y evalúan sí, y de qué manera, las disintas
definiciones de extracivismo agrario son adecuadas para explicar
las dinámicas forestales. Para ello enmarcan el extracivismo fores-
tal como un ipo paricular de agroextracivismo con sus propias ca-
racterísicas, mecanismos de expansión y relaciones de extracción.
Los autores revelan cómo los proyectos forestales capturan grandes
extensiones de ierra y otros recursos naturales con licencia para
contaminar, uilizando sofisicadas campañas de legiimación para
expandir las fronteras extracivistas en nombre de la nueva bioeco-
nomía y el desarrollo sostenible. Kröger y Ehrnström-Fuentes sosie-
nen que los análisis desde la ecología políica, la ecología-mundo y la
ontología políica son importantes para comprender las paricula-
ridades y los ipos de extracivismos, y llaman a desarrollar estudios
exhausivos y sistemáicos sobre disintas formas de extracivismo a
través de diferentes sectores.
Cada uno de estos capítulos aporta una valiosa contribución a
nuestra comprensión de los rasgos extracivistas de la agricultura
corporaiva de plantación altamente dependiente de insumos exter-
nos. En la sección que sigue, sinteizamos los aspectos clave de estas
contribuciones que consideramos cruciales para un análisis exhaus-
ivo del extracivismo agrario.
32
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
Siete aspectos clave para analizar el extracivismo agrario
Esta colección, la primera de este ipo sobre el extracivismo agrario,
pone de relieve la diversidad de enfoques y perspecivas en el aná-
lisis de las caracterísicas extracivistas de los modelos agrícolas y
forestales dominantes en la actualidad. Al tender un puente entre los
estudios agrarios y ambientales críicos, esta colección plantea un
nuevo campo de estudio y ofrece perspecivas analíicas que van más
allá de los debates iniciales en la literatura sobre extracivismo rela-
ivos a la exportación de materias primas y el papel del capital trans-
nacional. A parir de las relexiones de este volumen, presentamos
aquí siete aspectos clave para analizar el extracivismo agrario: (i)
las paricularidades del sector y de las materias primas analizadas;
(ii) los lujos de capital; (iii) la cuesión del trabajo; (iv) dinámicas de
acceso y propiedad sobre los recursos; (v) los lujos de conocimiento;
(vi) los lujos de energía y materiales de la naturaleza no humana; y
(vii) reestructuración territorial y efectos sobre el modelo de desarro-
llo. Cada capítulo de esta colección aborda varios de estos aspectos,
aunque no necesariamente todos y cada uno. El abordaje de estos
aspectos en nuestros análisis nos ayudará a develar y comprender
las caracterísicas extracivistas de las transformaciones agrarias
y medioambientales, y a cuesionar la legiimidad discursiva de los
modelos imperantes de desarrollo agrícola y forestal. A coninua-
ción, discuimos brevemente estos siete aspectos con referencia a las
contribuciones de este volumen, ofreciendo un marco de referencia
para futuras invesigaciones sobre el tema.
En primer lugar, es importante que ampliemos la mirada empí-
rica del extracivismo agrario más allá de su anclaje actual en las
tendencias recientes en América Central y del Sur, y en paricular,
como señalan Tetreault, McCulligh y Lucio (este volumen), en la pro-
ducción de culivos comodín transgénicos bajo control corporaivo,
que han venido caracterizando el concepto en gran parte de la litera-
tura críica hasta la fecha (Giarracca y Teubal, 2014; Gudynas, 2015;
Ezquerro-Cañete, 2016; McKay, 2017, 2020; Alonso-Fradejas, 2020).
33
Introducción.
El examen de otros bienes agrícolas y forestales y componentes del
sistema agroalimentario a través de la lente extracivista invita a re-
evaluar empíricamente el alcance del concepto e introduce nuevas
preguntas sobre su uilidad políica y analíica. En este volumen, el
concepto de extracivismo agrario se aplica a culivos tan diversos
como el agave (Tetreault, McCulligh y Lucio), la piña (León Araya),
y la silvicultura (Kröger y Ehrnström-Fuentes), así como a los pro-
totípicos culivos agrícolas comodín de la palma aceitera (Ojeda;
Alonso-Fradejas), la soja (McKay y Colque; Poth; Sauer y Oliveira); y
la caña de azúcar (Alonso-Fradejas; Landívar García). Las paricula-
ridades de estos culivos agrícolas y forestales presentan una gran
diversidad en términos de lujos y dinámicas de conocimiento, capi-
tal y trabajo; el metabolismo social de la extracción de recursos; los
niveles de procesamiento, industrialización y efectos más amplios
sobre el desarrollo; y las relaciones y dinámicas políicas en torno
al acceso y control de los recursos. A pesar de esta diversidad, la pre-
sente colección revela los rasgos extracivistas socioeconómicos y
socioecológicos tras estas paricularidades sectoriales y de culivos.
Un segundo aspecto se refiere a los lujos de capital. Si bien mu-
chos de los complejos de culivos y árboles comodín analizados están
controlados por oligopolios, no siempre es el capital transnacional,
sino también clases de capital de ámbito domésico las que extraen y
se apropian de rentas, energía y materiales de la naturaleza humana
y no humana. Entender dónde y quién controla y se apropia de qué
lujos de capital es crucial para comprender los efectos más amplios
sobre el modelo de desarrollo. Si bien puede darse el caso de que la
mayor parte del valor se canalice hacia los “centros” de acumulación
de capital, es demasiado simplista pensar que se trata de procesos
unilaterales o unidireccionales, como señala León Araya (este volu-
men). Casi todas las contribuciones de este volumen destacan explí-
citamente el papel clave del Estado en el fomento y la facilitación del
extracivismo agrario, a menudo a través de alianzas con el capital
tanto transnacional como domésico para lograr beneficios econó-
micos y políicos. Por tanto, comprender como se ariculan los lujos
34
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
de capital y el control sobre el valor es fundamental para nuestro
análisis del extracivismo agrario.
Las dinámicas laborales diferenciadas son evidentes en toda la
colección, y representan un tercer aspecto clave para nuestro aná-
lisis. Mientras que en algunos casos la fuerza de trabajo se ha hecho
superlua para las necesidades de acumulación de capital (McKay
y Colque; Kröger y Ehrnström-Fuentes; Alonso-Fradejas, este volu-
men; véase también Ezquerro-Cañete, 2016), otros complejos de cul-
ivos siguen siendo intensivos en fuerza de trabajo y dependen de
diversas formas de explotación laboral. En México, por ejemplo, la “
jornalerización de la producción de agave” ha fragmentado la mano
de obra siguiendo las pautas del taylorismo, reduciendo los costos
de la mano de obra al transferir muchas de las tareas que requie-
ren menos destreza pero mayor esfuerzo físico a migrantes indíge-
nas del sur de México (Tetreault, McCulligh y Lucio, este volumen).
Además, como demuestra Alonso-Fradejas (este volumen), el régi-
men laboral “producivo” y visible se asienta sobre los remanentes
de trabajo no libre en las plantaciones y en el trabajo producivo in-
visible y no remunerado de mujeres, niñas y niños, así como sobre
el trabajo “reproducivo” afecivo y material gratuito en el hogar, a
menudo realizado por mujeres, niñas/os y ancianas/os. Asimismo,
para Ojeda (este volumen), la captura extracivista de valor se apoya
en la reproducción social y en las relaciones de género desiguales
dentro del hogar, enfaizando la imposibilidad de separar la produc-
ción de bienes de la reproducción social. Landívar García (este volu-
men) también explora las experiencias diferenciadas por género en
el sector agroextracivista, destacando la infravaloración del trabajo
femenino, y revelando el efecto desproporcionado sobre las mujeres,
cuyo trabajo termina subsidiando a un modelo extracivista que se
apropia de su iempo y esfuerzo.
Las dinámicas de acceso y propiedad sobre los recursos repre-
sentan un cuarto aspecto importante para nuestros análisis. Estas
son clave en todos los capítulos de este volumen e incluyen diver-
sas formas de apropiación (legal e ilegal) de los recursos naturales,
35
Introducción.
incluyendo además de la ierra los bosques (véase Kröger y Ehrns-
tröm-Fuentes, este volumen) y el agua (véase Sauer y Oliveira; León
Araya; Tetreault, McCulligh y Lucio; Alonso-Fradejas, este volumen);
y a través de acuerdos contractuales de deuda y dependencia que
permiten una captura de valor sin despojo (McKay y Colque; Landí-
var García, este volumen). En Brasil, Sauer y Oliveira (este volumen)
señalan un combo de inversiones, especulación financiera, recursos
públicos, colusión y expropiación violenta como los medios a través
de los cuales se amplían las fronteras agroextracivistas. El extraci-
vismo agrario requiere de una profunda transformación del uso de
la ierra y de la apropiación de la naturaleza que suele transformar
de raíz las relaciones de acceso y control sobre los recursos naturales.
Un quinto aspecto es el control y la inluencia sobre los lujos de
conocimiento. El extracivismo agrario implica no solo una “brecha
metabólica” en las relaciones materiales entre sociedad y naturaleza,
sino también una creciente “brecha de conocimiento” entre las prác-
icas producivas tradicionales y conocidas y nuevos métodos y tec-
nologías producivas de carácter intensivo protegidas por derechos
de propiedad intelectual (Alonso Fradejas; Poth; Tetreault, McCulli-
gh y Lucio, este volumen). Para Poth, las relaciones extracivistas en
el sector agrario no solo están sembradas en la ierra, sino que co-
mienzan a lorecer desde las esferas de la ciencia y la producción de
conocimiento. Poth muestra cómo el control sobre la producción de
conocimiento abre nuevos espacios para que el capital extracivista
capture valor. Kröger y Ehrnström-Fuentes (este volumen) señalan
cómo las jerárquicas relaciones ontológicas entre los conocimientos
indígenas y los de la modernidad, con la “ciencia” firmemente posi-
cionada en el segundo bando, borran las realidades y conocimien-
tos de quienes no se alinean con el aparato forestal moderno. En su
análisis de la dinámica políica del ambientalismo, León Araya (este
volumen) plantea que el concepto de desarrollo sostenible es apun-
talado por un conocimiento científico que despoliiza y jusifica
diversas formas de coerción mientras promueve arreglos técnico-ad-
ministraivos para trata los impactos socio-ambientales negaivos
36
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
de las transformaciones agrarias. Así, idenificar, rastrear y analizar
los lujos de conocimiento y sus dinámicas políicas es fundamen-
tal para nuestra comprensión de las dinámicas agroextracivistas
contemporáneas.
Un sexto aspecto se refiere a los lujos de energía y materiales de
la naturaleza no humana. Esto implica un análisis de cómo y has-
ta qué punto se agota, o extrae, la naturaleza, por quién y con qué
implicaciones (para quién) (Alonso-Fradejas, este volumen). Todos
los capítulos de este volumen señalan la destrucción ecológica ge-
neralizada inherente al extracivismo agrario, haciendo hincapié
en diferentes dinámicas y conexiones desde diversas perspecivas.
Alonso-Fradejas (este volumen) y Tetreault, McCulligh y Lucio (este
volumen) examinan el “metabolismo social” de la extracción de re-
cursos, señalando los enormes desequilibrios y contradicciones en
los lujos de energía y materiales asociados a la expansión agroex-
tracivista. En su capítulo sobre el extracivismo forestal, Kröger y
Ehrnström-Fuentes (este volumen) desmontan la imagen verde de
las corporaciones forestales, revelando los vínculos entre la silvicul-
tura y la extracción de nutrientes del agua y del suelo, con importan-
tes contribuciones al cambio climáico. Uilizando una perspeciva
de ecología políica feminista, Ojeda (este volumen) argumenta que
debemos tomar en serio el papel de la reproducción social en nues-
tros análisis del extracivismo agrario, lo que requiere incorporar la
naturaleza y el género a nuestro análisis, junto con la clase, la raza y
otras formas de opresión. Así, Ojeda muestra cómo el extracivismo
agrario deteriora las condiciones sociales y ecológicas que posibili-
tan la vida. Alonso-Fradejas (este volumen) plantea un argumento
similar sobre las formas en que el extracivismo agrario depreda-
dor limita o elimina las condiciones culturales y materiales para la
reproducción socioecológica. Es por esto que analizar los lujos de
materiales y energía es esencial para nuestros análisis, pues el ex-
tracivismo agrario conlleva la apropiación de la naturaleza a un
ritmo, escala y alcance sin precedentes que amenaza la vida en el
planeta.
37
Introducción.
El sépimo aspecto es el análisis de las formas de reestructuración
territorial y los efectos más amplios del extracivismo agrario sobre
el modelo de desarrollo. Entendemos la reestructuración territorial
como la búsqueda del control de “aquellos lugares y espacios donde
se produce un excedente [económico] mediante la configuración y
el control de las insituciones y relaciones sociales que rigen la pro-
ducción, la extracción y la acumulación” (Holt-Giménez, 2008). En
la mayoría de los casos, esta reestructuración es facilitada por el Es-
tado o incluso forma parte de un proyecto estatal. La comprensión
del proceso de reestructuración territorial involucra el análisis de
los seis aspectos previos, junto con el del papel y la naturaleza del
Estado y de las relaciones Estado-capital-sociedad, que inevitable-
mente van más allá del discurso estatal. La mayoría de las contribu-
ciones a esta colección, por ejemplo, cuesionan el marco discursivo
uilizado por varios gobiernos para legiimar la agricultura de plan-
tación corporaiva y altamente dependiente de insumos externos.
Los discursos oficiales han presentado este modelo como un pilar
del crecimiento y la recuperación económica (Sauer y Oliveira), que
promueve la acción climáica y el desarrollo sostenible (León Araya;
Alonso-Fradejas, Kröger y Ehrnström-Fuentes, este volumen), la in-
clusión social (Landívar García, este volumen) y que contribuye al
logro de la soberanía alimentaria (McKay y Colque, este volumen).
En Argenina, Poth (este volumen) muestra cómo el Estado ha sido
un actor clave en el apoyo y la promoción de la biotecnología “para
alimentar al mundo”. La autora sugiere que el papel del Estado en la
imposición de la propiedad privada, legiimando o naturalizando así
diversas formas de despojo, y en la expansión de la mercanilización
de la naturaleza es fundamental para el capitalismo extracivista y,
de hecho, facilita un proceso de reestructuración territorial. Ojeda
(este volumen) señala las formas en que las plantaciones de palma
aceitera en Colombia se desarrollaron mediante la ariculación del
despojo paramilitar, estatal y capitalista, el cual ha sido sostenido
y amplificado por un ataque sistemáico a la reproducción social.
La reestructuración territorial es parte integral del extracivismo
38
Ben M. McKay, Alberto Alonso-Fradejas y Arturo Ezquerro-Cañete
agrario, generando enclaves extracivistas y desariculación secto-
rial en algunos casos (McKay y Colque, este volumen) o un proceso
de “destrucción degeneraiva” que desencadena una purga social y
ecológica del campo que afecta negaivamente tanto a amigos como
a enemigos, independientemente de la especie, clase social, género,
etnia o medios de vida (Alonso-Fradejas, este volumen). Es así que
entender estos impactos más amplios sobre el modelo de desarrollo
y el papel del Estado en estos procesos es vital para el análisis del
extracivismo agrario.
Conclusión
En este libro examinamos la naturaleza y el carácter del extraci-
vismo de recursos, así como las formas y el grado en que el capital
ha transformado la agricultura y los medios de vida rurales en la
región lainoamericana. Para ello, nos enfocamos en una literatu-
ra emergente que categoriza a estas dinámicas como extracivismo
agrario, un concepto que consideramos que ofrece uilidad analíica
y políica en los debates sobre transformaciones agrarias, climáicas
y medioambientales, así como sobre los relaivos al modelo de de-
sarrollo y las transformaciones a la sostenibilidad de manera más
general. La noción de extracivismo agrario pone de relieve las ca-
racterísicas extracivistas depredadoras de la agricultura de plan-
tación corporaiva y altamente dependiente de insumos externos.
El concepto desafía frontalmente la noción de que este modelo es
producivo, eficiente y desencadena la industrialización del cam-
po. Al mercanilizar casi todos los aspectos de la cadena de valor y
apropiarse gratuitamente de otros, el capital extrae de la naturaleza
humana y no humana, contaminando el medio ambiente e (hiper)ex-
plotando, agotando o directamente desplazando a la fuerza de traba-
jo. Este modelo de desarrollo agrario (o forestal) comparte muchas de
las dinámicas que caracterizan a otros sectores extracivistas, como
la minería y los hidrocarburos, y merece ser conceptualizado como
39
Introducción.
tal. Más allá de la extracción de recursos naturales del ecosistema, el
extracivismo involucra un amplio complejo de relaciones sociales y
lujos de conocimiento, ideas, energía y materiales que permiten la
expansión coninua de la mercanilización de la naturaleza. Incluye
las operaciones del capital con sed de recursos, las modalidades de
acumulación y las relaciones sociales de producción / extracción.
Las diversas perspecivas que recoge este volumen ofrecen un análi-
sis exhausivo del extracivismo agrario contemporáneo. Esperamos
contribuir así a la uilidad analíica y políica del concepto en los
debates y estudios sobre transformaciones agrarias, climáicas y
medioambientales pasadas, presentes y futuras.
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47
Capítulo 1
El Modelo Agrario Biotecnológico
en Argenina
Luchando en contra del capital en la ciencia
Carla Poth
Introducción
Los discursos dominantes suelen afirmar que la biotecnología ha
desencadenado una “revolución agrícola”. Los medios masivos de
comunicación, la agroindustria, los agricultores y los políicos desta-
can los increíbles cambios generados por la introducción de semillas
genéicamente modificadas (en adelante, semillas GM), y cuan nece-
sarias son para alimentar a la creciente población mundial y com-
bair el hambre y la desnutrición. Basta leer artícu los como “Solo
la biotecnología salvará al mundo” publicado en el diario de mayor
circulación argenina, Clarín (29 de enero de 2001), o escuchar al ex-
ministro de Agricultura argenino Luis Etchevere decir “Tenemos la
firme posición de defender la biotecnología para alimentar al mun-
do” (MAGyP, 2019) para entender cómo este discurso es presentado
por el mainstream.
Pero, ¿qué significa esta revolución?
No hay duda de que las biotecnologías han transformado por
completo las cadenas de valor agrícolas. Han cambiado las formas de
culivar, los usos de la ierra, el suelo y el agua e, incluso, requieren
48
Carla Poth
insumos sintéicos externos para la producción. Han modificado las
lógicas clásicas de la propiedad y reformulado los roles de los actores
agrarios. Esta transformación se caracteriza por una serie de varia-
ciones biofísicas y la generación de “soluciones” técnicas que am-
plían y profundizan los procesos de mercanilización, lo que permite
que el capital extraiga valor de los agricultores, la sociedad, el Estado
y la naturaleza. A medida que el capital coninúa transformando la
vida agraria, estas dinámicas de extracción son la base de las rela-
ciones capitalistas subyacentes. Pero las relaciones extracivistas en
el sector agrario no solo se materializan en la exportación de gran-
des canidades de materias primas sino también en los ámbitos de la
producción de ciencia y conocimiento.
Argenina es un siio ideal para analizar cómo se desarrolla este
proceso, debido a que fue el primer país en introducir semillas trans-
génicas y biotecnologías en América del Sur. La producción de soja
transgénica (variedad Roundup Ready) aumentó de 50 000 hectá-
reas en 1996 (cuando se introdujo por primera vez) a 1,7 millones de
hectáreas en solo un año. Para 2022, Argenina ha legalizado 65 va-
riedades de semillas transgénicas (de soja, algodón, papa, cártamo,
alfalfa y maíz) y produce más de 24 millones de hectáreas de culivos
transgénicos. Además, ha desarrollado una variedad transgénica de
trigo, resistente a la sequía y tolerante al glifosato y al glufosinato
de amonio. Todos estos eventos son tolerantes al estrés climáico, los
herbicidas y pesicidas (como glifosato, glufosinato de amonio o áci-
do 2,4-diclorofenoxiacéico) y resistentes a insectos y virus.1
Este modelo ha demostrado ser efecivo en la creación de ganan-
cias para el capital oligopólico. Sin embargo, aún con una retórica
que apela a la idea de que “el agronegocio alimentará al mundo”, ha
fallado miserablemente en combair el hambre y mantener un me-
dio ambiente saludable. De hecho, a nivel mundial, la agricultura in-
dustrial solo produce alrededor del 30% de los alimentos, mientras
uiliza el 70% de la ierra y el agua y deforesta más de 13 millones
1
Información de la Comisión Nacional de Invesigación sobre Agroquímicos [CNIA].
49
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
de hectáreas por año, lo que resulta en una contribución significa-
iva al cambio climáico (ETC Group, 2017). Este modelo ha reducido
el empleo agrícola y despojado de ierras a los agricultores, ha fo-
mentado la emigración rural, al iempo que ha susituido diversas
variedades de culivos por culivos estandarizados y la ganadería
intensiva. Finalmente, ha provocado la contaminación ambiental
y la proliferación de enfermedades asociadas al uso de agrotóxicos.
Solo en Argenina, el uso de herbicidas ha aumentado de 50 millones
de kilogramos por año en 1996 a 525 millones de kg en 2018. Estos
impactos no han pasado desapercibidos y han generado el aumento
de los conlictos y los movimientos ambientales. Varios colecivos,
incluidos docentes e invesigadores, vecinos y vecinas de pueblos
fumigados, médicos y otros profesionales, denuncian este modelo,
mientras los movimientos campesinos intentan frenar su expansión
y los indígenas y consumidores cuesionan la propiedad intelectual
de las semillas. Finalmente, diversos equipos de invesigación en uni-
versidades públicas han sido críicos respecto al papel de la ciencia y
las políicas que están legiimando este sistema.
El objeivo de este capítulo es presentar el concepto de Modelo
Agrario Biotecnológico [MAB] como una forma de expansión del
extracivismo agrario en Argenina. El MBA implica un proceso de
cambio y reestructuración en el que las biotecnologías, y especial-
mente las semillas GM, configuran las relaciones agrarias de produc-
ción. La importancia de estas tecnologías en la dinámica del cambio
agrario requiere una comprensión más profunda de los laboratorios
y universidades en las que se producen, así como del proceso cons-
tante y luido de expropiación y reapropiación del conocimiento.
En la segunda sección, caracterizamos al MBA como una expresión
del capitalismo extracivo, presentamos el extracivismo como la
forma en que la acumulación de capital se manifiesta en territorios
pariculares, centrándonos en el papel de la ciencia y problemai-
zando por qué el extracivismo no es posible sin lo que denomina-
mos “producción-expropiación-apropiación del conocimiento como
valor de cambio”. También explicamos cómo las semillas GM nacen
50
Carla Poth
de la producción-expropiación-apropiación del conocimiento como
valor de cambio y por qué el MAB expresa la violencia de acumula-
ción por despojo que configura el capitalismo extracivo. En la ter-
cera sección, mostramos cómo los protagonistas de este modelo en
Argenina (que fortalece la integración de la ciencia y la agricultura
con fines de lucro) desarrollaron los marcos insitucionales y regu-
latorios para consolidar y expandir esta nueva fase de acumulación
de capital en la agricultura. Aquí, nuevamente, prestamos especial
atención al papel que juega la ciencia en los marcos insitucionales
y normaivos del Estado. Dividimos esta parte del análisis en cuatro
períodos diferentes que expresan diferentes patrones del modelo de
acumulación y revelan cómo el capital debe recrear coninuamente
nuevas formas de generar ganancias, transformarse y expandirse en
las relaciones agrarias e imponer nuevas dinámicas de explotación
basadas en la violencia y la construcción de legiimidad. La cuarta
sección concluye el capítulo con un llamado a invesigadores y aca-
démicos-acivistas a coninuar la lucha contra las formas de extrac-
ivismo agrario en los ámbitos de la invesigación y la academia.
El Modelo Agrario Biotecnológico:
una fase de capitalismo extracivo
Para entender el MAB necesitamos analizar las formas en que el
capital se manifiesta en lo rural. El capital siempre está buscando
las condiciones materiales para su creación. Su existencia depende
de su capacidad de expansión y de la posibilidad de construir las
condiciones para absorber los excedentes. Para hacer esto, necesita
controlar, temporal y espacialmente, la producción y el trabajo. Pero
las mismas condiciones que facilitan la expansión y acumulación
del capital —trabajo y naturaleza— también pueden conducir a su
destrucción y crisis. Por eso cuando vemos las manifestaciones del
capital en el territorio evidenciamos su crisis intrínseca. La crisis es
el camino ineludible y necesario para la acumulación coninua de
51
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
capital. El capitalismo, como modo de producción predominante
que configura las relaciones sociales, trata de superar sus crisis de
acumulación postergando en el iempo y expandiendo en el espacio
sus formas de materialización. El llamado “ajuste espacio-temporal”
se convierte en una metáfora de las soluciones del capital a sus crisis.
Como propone Harvey (2004), el capital requiere desplazamientos
temporales (inversión de capital en proyectos de largo plazo o gastos
sociales, como educación e invesigación) y desplazamientos espa-
ciales, a través de la apertura de nuevos mercados, mercanilización,
capacidades producivas y nuevas posibilidades de recursos y traba-
jo en nuevos lugares. Estos desplazamientos revelan que la reproduc-
ción del capital es posible gracias a procesos de “acumulación por
desposesión” (Harvey, 2004) que requieren la coninua expropiación
y apropiación de territorios, recursos y mano de obra. Como dice
Luxemburg:
El capitalismo necesita estratos sociales no capitalistas como merca-
do de su plusvalía, como fuente de abastecimiento de sus medios de
producción y como reservorio de fuerza de trabajo para su sistema
asalariado. [...] Siendo las asociaciones primiivas de los indígenas la
protección más fuerte para sus organizaciones sociales y para sus
bases materiales de existencia, el capital debe comenzar por planifi-
car la destrucción y aniquilación sistemáica de todas las unidades
sociales no capitalistas que obstruyen su desarrollo. (1951, p. 368)
En América Laina, donde los costos relaivos de expropiación de
territorios y recursos naturales son bajos, el extracivismo expresa
las formas de acumulación del capital, ya que reproduce la dinámica
de despojo requerida para su acumulación (Seoane, 2012). El extrac-
ivismo se expande a través de un mecanismo de acumulación por
despojo que “obiene posesión inmediata de importantes fuentes de
fuerzas producivas como la ierra, la caza en los bosques primiivos,
los minerales, las piedras preciosas y los minerales, los productos de
la lora exóica como el caucho, etc.”; “libera las fuerzas de trabajo y
las obliga a servir”; e “introduce una economía mercanil” y “separa
52
Carla Poth
el comercio y la agricultura” (Luxemburg, 1951, p. 369). El capital ex-
tracivo intenta penetrar las relaciones no comerciales con el medio
ambiente y los seres humanos y elimina las formas de resistencia
conviriéndolas en una sociedad mercanil capitalista. La acumula-
ción por desposesión impone una nueva forma de vincular las rela-
ciones sociales donde el valor de cambio, representado por el dinero,
es el nexo social dominante.
Por esta razón, se argumenta aquí que la violencia es parte fun-
damental del extracivismo. La consolidación del extracivismo im-
plica la destrucción de la estructura material, cultural y ambiental
de las redes socio-territoriales, apropiándose del medio ambiente, la
mano de obra, las habilidades y el conocimiento, con mecanismos
similares al robo y depredación descritos por Karl Marx en el primer
volumen de El Capital. Pero, ¿es el capital extracivo contemporáneo
lo mismo que las formas de depredación descritas por Marx en los
orígenes del capitalismo? ¿Es incluso lo mismo que los mecanismos
de la colonización de América Laina? Podríamos decir que el extrac-
ivismo es una condición para la reproducción coidiana del capital
debido a la forma en la que la acumulación por desposesión se ma-
nifiesta en los territorios ricos en recursos naturales. Pero también
tenemos que decir que, en la actualidad, los mecanismos de robo y
depredación del pasado han evolucionado y se han expandido en las
sociedades modernas a través de dos nuevas formas que es funda-
mental entender. En primer lugar, las formas actuales de extracivis-
mo implican a menudo una acumulación por despojo a una escala
infinitamente superior al proceso de acumulación original, debido
en parte a las innovaciones científicas y tecnológicas. La escala, en
este contexto, no se refiere a un número cuanitaivo, sino a la resig-
nificación completa de lo que es o no “mercancía” y las relaciones
antagónicas que consolidan esta mercanilización y reproducción
del capital. En segundo lugar, aunque el capital ha consolidado la
producción de conocimientos y tecnologías como elemento cons-
ituivo de la dinámica de explotación, la subsunción de la natura-
leza, el trabajo y el conocimiento bajo el capital han superado los
53
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
límites de la imaginación (Gilly y Roux 2009; Roux 2008). Por ello, es
fundamental entender las formas actuales de producción de cono-
cimiento a través de un proceso permanente de “producción-expro-
piación-apropiación del conocimiento”.
Este proceso nos ayuda a entender cómo la producción de conoci-
miento se vuelve también conliciva, sujeta a las fuerzas antagónicas
de clase en la sociedad capitalista. El conocimiento, como condición
objeiva del trabajo, iene que separarse del mismo trabajo que lo
genera o produce y se convierte en un territorio en disputa (véase
Giraldo y Rosset, 2018). A medida que el conocimiento es producido
y expropiado por las fuerzas de la clase dominante, se mercaniliza y
pasa de ser “la propiedad pigmea de los muchos a la enorme propie-
dad de los pocos” (Marx, 1887, p. 541). Este proceso implica una cons-
tante resignificación y cooptación del conocimiento: su reducción
a una “simple forma de cálculo y control técnico” donde “la moder-
nización ha reprimido la variedad, variabilidad e indeterminación
del mundo para ajustarlo a las exigencias de la producción” (Rullani,
2004, p. 100).
Para entender los rasgos extracivos del capital es importan-
te analizar no solo la función específica de este conocimiento y las
tecnologías que produce, sino reconocer los caminos concretos que
dan forma a la producción de saberes, las dinámicas uilizadas en
la expropiación y despojo del conocimiento, y las caracterísicas de
la reapropiación del mismo (Poth, 2019). La ciencia cristaliza la pro-
ducción-expropiación-apropiación del conocimiento como valor de
cambio, expresando diferentes mecanismos de subsunción del tra-
bajo al capital, así como también formas en las que ella misma se
subsume a la creación de valor. Así la ciencia profundiza el despojo
y consolida la idea del conocimiento como mercancía, ampliando en
úlima instancia la reproducción del capital.
Esta producción de conocimiento se concentra en universidades
y laboratorios que dependen de la financiación del sector privado.
En efecto, la información producida es privada y los invesigadores
están limitados por estas corporaciones que imponen acuerdos de
54
Carla Poth
confidencialidad (Lander, 2006). Como expresan Levins y Lewonin
(1985), este proceso promueve prácicas individualizadas, merito-
cráicas, pragmáicas y reduccionistas dentro de los laboratorios, y
consolida la estrategia del secreto académico para retener la infor-
mación. Apoya la competencia científica, alineando la invesigación
con los intereses de las empresas que invierten en los laboratorios.
De este modo, el capital controla qué, para quién y cómo invesigan
los invesigadores.
El capital necesita acaparar el conocimiento, despojar el conoci-
miento de otras culturas y biopiratear los recursos genéicos (Augs-
ten, 2005; Roux, 2008). Otra forma de analizar el despojo dentro de
los espacios de invesigación es la insitucionalización y el traslado
del conocimiento público a las esferas privadas. De este modo, si
hace años la producción de conocimiento público permitía dispu-
tar las dinámicas, los objeivos y los receptores de la invesigación,
hoy en día las disputas se eliminan con la consolidación de una cien-
cia pública que iene que producir conocimiento en asociación con
corporaciones privadas para los mercados, muchas veces a través
de asociaciones público-privadas. Como nunca antes, el paradigma
Schumpeteriano2 de la innovación se cristaliza en el sistema científi-
co, conectando el crecimiento económico con el acceso a las innova-
ciones. Este paradigma se manifiesta en la creación de asociaciones
entre empresas y centros de invesigación financiados por los Esta-
dos, la transferencia tecnológica y la creación de bienes de “alto va-
lor agregado” (Langer, 2011).
2
Este paradigma apoya la relación entre innovación y acumulación, desde una vi-
sión endógena del cambio tecnológico. Las innovaciones son la clave del crecimiento
económico y de los beneficios sociales. Desde esta visión, la promoción de las capa-
cidades tecnológicas esimula la competencia, aumentando la producividad. De esta
manera, las insituciones de invesigación se integran con los sistemas de innovación
mediante políicas públicas que incorporan la ciencia con la producción, incremen-
tan los presupuestos desinados a la ciencia aplicada y a la transferencia de tecno-
logía, y aumentan la autofinanciación de las insituciones científicas y tecnológicas
(Langer, 2011).
55
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
Por úlimo, los mecanismos legales para apropiarse del conoci-
miento, como los derechos de propiedad intelectual, han consolidado
formas de acumulación a nivel global. Para crear valor, una mercan-
cía debe poder circular y difundirse, pero bajo marcos legales que
garanicen y faciliten la capacidad de obtener beneficios. Como dice
Rullani, “el valor de cambio del conocimiento está completamente
ligado a la capacidad prácica de limitar su libre difusión” (2004, p.
102). Así, otra condición necesaria para garanizar el capitalismo
extracivo es la consolidación del Estado y sus marcos legales para
legiimar y naturalizar este despojo, imponiendo la propiedad priva-
da en nuevos espacios, profundizando y ampliando la mercaniliza-
ción. La violencia sistémica del capital extracivo se insitucionaliza
en los marcos legales, criminalizando a quienes reclaman el derecho
preexistente de la propiedad comunitaria (Giaretto y Poth, 2015).
El capital extracivo es el corazón de la acumulación de capital en
América Laina. No es una mera técnica de extracción ni un simple
mecanismo de las empresas transnacionales para extraer recursos
naturales. El extracivismo es una expresión territorial de la acumu-
lación de capital en su conjunto. Muestra la reconfiguración de la
reproducción del capital en el iempo y en el espacio, representa nue-
vas lógicas de producción y configura nuevas formas de resistencia
contra este proceso.
¿Cómo se relaciona este extracivismo con la producción agraria?
El extracivismo agrario ha sido la forma en que el capital se ha
consolidado en los territorios lainoamericanos. El capital, dentro de
la cadena agraria, ha profundizado la búsqueda de una renta dife-
rencial, concentrando el control de todos los eslabones de la cadena
agraria en las corporaciones y ampliando la escala de producción,
en nuevos territorios y consolidando nuevas mercancías (Giarraca y
Teubal, 2013; Palmisano, 2016).
El extracivismo agrario también ha configurado la penetración
del capital por medio de nuevas estrategias de control de los recursos
(ierra, semillas, biodiversidad, etc.) y a través de dinámicas estatales
contradictorias para consolidar la acumulación de capital y apoyar
56
Carla Poth
la legiimidad políica de este modelo (McKay, 2018). Esos cambios
imponen no solo concentración y desplazamientos económicos y te-
rritoriales, sino también las consiguientes violaciones a los derechos
humanos (salud, alimentación, agua y otros) y la creación de demo-
cracias selecivas (Aranda, 2015a) donde la paricipación es excluida.
Esta forma de extracivismo agrario representa también la cons-
itución de una cadena agraria donde las biotecnologías y su prin-
cipal innovación —las semillas GM— cristalizan las relaciones
antagónicas y las lógicas de acumulación del capital. Es lo que se
denomina el MBA (López Monja et al., 2009). Con las biotecnologías,
el capital puede controlar el proceso de la vida desde su inicio, defi-
niendo las condiciones de existencia de cada organismo modificado.
De esta manera “controlar el proceso de reproducción de la vida es
simultáneamente un objeivo y un mecanismo para construir poder”
(Ceceña, 2004, p. 24). Las biotecnologías manipulan, se apropian y
controlan la naturaleza e incluyen mecanismos de mercanilización
dentro de las semillas, creando variedades que están en relación sim-
bióica con el iempo y los ritmos del capital. Por lo tanto, las semillas
se convierten en mercancías desde el principio. Las semillas GM son
una expresión de la expansión del capital en la reproducción de la
vida, en la que las condiciones de existencia de estas nuevas vidas
biológicas son definidas bajo la lógica del mercado.
A medida que las lógicas del capital penetran en las semillas, estas
se insertan en los mercados capitalistas. Las semillas GM permiten a
los agronegocios construir lo que Lander (2006) llama la “utopía del
mercado total”, donde los mercados capitalistas se expanden a otras
regiones y espacios, incorporando mercancías que antes no era posi-
ble apropiar o comercializar, como la naturaleza y el conocimiento.
El uso generalizado de los organismos genéicamente modificados
[OGM] ha permiido a los capitales concentrados crear un “paquete
cerrado biotecnológico”, compuesto por semillas modificadas e in-
sumos químicos que organizan la producción y la inversión, y dan
forma a las relaciones producivas y a las lógicas de innovación (Gras
y Hernández 2013; Postone 2002).
57
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
Evidentemente, las semillas GM han tendido un puente entre los
laboratorios y los campos. El capital agrario no solo se genera den-
tro del proceso de la cadena de valor agraria, sino dentro del siste-
ma científico, donde las empresas invierten para producir nuevas
biotecnologías. Como dice Kloppenburg, “la invesigación agrícola
también puede considerarse un medio importante para eliminar las
barreras a la penetración del capital en la agricultura” (2004, p. 10).
Los laboratorios y las universidades se convirieron en un elemento
orgánico de acumulación de capital dentro de la producción agraria,
generando y centralizando el conocimiento biotecnológico para las
corporaciones (Goldstein, 1989; Lander, 2006). Esta acumulación de
conocimientos viene precedida de la expropiación y apropiación de
los conocimientos agrarios tradicionales y de los recursos genéicos
que se mercanilizan para producir más beneficios. Esta relación
conduce directamente a la apropiación de materiales y conocimien-
tos genéicos por parte de las empresas. Se basan en el conocimiento
de las comunidades indígenas y campesinas para realizar expe-
rimentos en los laboratorios y concluir que es un “invento” (López
Monja et al., 2009, p. 94).
La creación de mecanismos legales para apropiarse del conoci-
miento y de los recursos naturales profundiza esas tendencias con-
centradoras de la acumulación. Por ejemplo, las leyes de semillas y
los derechos de propiedad intelectual se están homogeneizando en
toda América Laina, aumentando el iempo de cobertura de las pa-
tentes, incluyendo la apropiación de organismos vivos (como plan-
tas o semillas) y, finalmente, estableciendo una “doble protección”3
(Perelmuter, 2013).
Las biotecnologías han potenciado la escala de acumulación por
despojo en los territorios agrarios. Han reconfigurado la estructura
económica en su conjunto, consolidando una cadena agraria don-
de los laboratorios y las universidades son lugares fundamentales
3
Esto significa que la nueva normaiva nos permite proteger las semillas con leyes de
patentes y con el Sistema de Protección de las Variedades Vegetales.
58
Carla Poth
para la creación de estrategias de acumulación, generando nuevos
mercados y oligopolios de mercado. Esas tecnologías (y las semillas
GM) también cristalizan la producción-expropiación-apropiación
del conocimiento como valor de cambio. Se crean con una visión
científica que naturaliza la producción de conocimiento privado en
las universidades públicas (por ejemplo, Monsanto financiando una
maestría en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos
Aires) o la apropiación privada de invesigaciones en laboratorios
con fondos públicos, como el Insituto de Agrobiotecnología de Rosa-
rio [INDEAR].4 En este contexto, el trabajo de los invesigadores está
orientado por intereses corporaivos; legiimando, por ejemplo, la
propiedad intelectual privada de innovaciones que se consolidaron
con recursos públicos.
La producción-expropiación-apropiación del conocimiento
como valor de cambio se consolidación el trabajo de los invesiga-
dores que, además de producir conocimiento en los laboratorios,
se asocian con corporaciones (incluso adquiriendo acciones de las
empresas) o forman parte de insituciones reguladoras del Estado
(Shurman y Munro, 2010). Así se refuerza un circuito cerrado en
el que las biotecnologías y los OGM son presentados como la úni-
ca forma de producir. En este marco, el Estado legaliza y legiima la
acumulación mediante el despojo de conocimientos y recursos natu-
rales (semillas, agua y ierra).
Sin embargo, el capital extracivo no solo puede verse en el esla-
bón de los insumos de la cadena agraria. El MBA también muestra
una violencia explícita y suil de acumulación por despojo en otras
fases de la producción (Lapegna, 2019). Por un lado, MBA acumula
capital explícitamente al desplazar a campesinos y otros poblado-
res rurales, destruir el medio ambiente a través de la deforestación
4
Creado en 2010, se muestra como una de las experiencias paradigmáicas de coo-
peración entre el sector público (que forma y uiliza recursos humanos) y la empresa
Biosidus que invierte capital físico. Los proyectos de INDEAR “se orientarían priorita-
riamente a responder a necesidades específicas de la cadena de valor agroindustrial
organizada”. Video insitucional de INDEAR, en www.indear.com.
59
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
generalizada y la pérdida de biodiversidad, e incluso asesinar a ac-
ivistas sociales (como Crisian Ferreyra).5 Por otro lado, iene meca-
nismos más suiles de despojo, promoviendo el endeudamiento la
dependencia de los productores, destruyendo economías regionales
y negando las problemáicas ambientales que genera esta produc-
ción intensiva (Pengue, 2017). Por úlimo, el MBA está generando
problemas epidemiológicos masivos y se ha vinculado con la propa-
gación de enfermedades zoonóicas como el COVID-19 que han resul-
tado en un “genocidio silencioso” (Rossi, 2020; Wallace, 2020).
El MBA expresa una forma de extracivismo agrario. Y cuando
decimos esto no nos referimos a que el MBA implique solo la extrac-
ción intensiva de los recursos naturales con baja valorización para la
exportación por parte de las empresas transnacionales, como descri-
be Eduardo Gudynas (2011). El MBA expresa el extracivismo en las
regiones agrarias porque es en sí el corazón de la reproducción del
capital en América Laina. Es imposible entender la acumulación de
capital en esta región sin observar esta forma específica de extraer
valor, así como sus crisis y antagonismos asociados.
En Argenina, el MBA comenzó a tomar impulso durante la dé-
cada de 1990, cuando el Estado desarrolló un marco regulatorio li-
berando OGM, expandiendo el uso de agroquímicos. Esos marcos
regulatorios expresaban la integración entre la estructura agraria
y la producción de conocimiento, privilegiando los intereses comer-
ciales de los OGM con la preeminencia del principio de equivalencia
sustancial. En la siguiente sección, rastreo la consolidación de este
modelo en Argenina a lo largo de cuatro etapas clave.
5
Crisian Ferreyra era un campesino del Movimiento Nacional Campesino Indígena
[MNCI] que fue asesinado en 2011 en el marco de la avanzada territorial del agrone-
gocio sojero en la provincia de Saniago del Estero. Para más información ver https://
www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-181517-2011-11-18.html.
60
Carla Poth
El Modelo Biotecnológico Agrario en Argenina:
cuatro etapas de consolidación
Durante los años 90, Argenina inició un proceso que transformó su
estructura agraria, apostando por la producción biotecnológica para
entrar en los mercados globales desde una posición estratégica. La
consolidación del modelo agroexportador implicó una mejora de la
producividad y la compeiividad, basada en la producción de bienes
primarios. Desde entonces, cada administración posterior ha creado
las condiciones para ampliar y consolidar el MBA, pero no lo hicie-
ron de la misma manera. En esta sección, mostraré cómo los marcos
regulatorios se adaptaron a los diferentes conlictos que tuvieron
lugar en los niveles geográficos global y local a lo largo de cuatro eta-
pas temporales. En la primera etapa (1991-1997) se muestran los pa-
sos iniciales de los marcos regulatorios y la creación de la Comisión
Nacional de Biotecnología Agraria [CONABIA]. En la segunda etapa
(1998-2003) se destacan los múliples conlictos que surgen en el seno
del MBA y los diferentes intentos por resolverlos. El tercer período
(2004-2008) se caracteriza por un momento de reestructuración y
diversificación insitucional, donde el Estado respondió de manera
integral a ciertos desafíos planteados por diversos actores colecivos.
Finalmente, en la cuarta etapa (2008-2019) se aborda el surgimiento
de los debates públicos en torno a los agrotóxicos. A parir de ahí, los
marcos e insituciones reguladoras de las semillas GM tuvieron que
enfrentarse a nuevos ipos de obstáculos y conlictos.
En cada etapa, nos centramos en el papel que el conocimien-
to científico jugó para garanizar los intereses comerciales de las
empresas transnacionales y consolidar la dominación políica del
MBA.
61
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
El primer período (1991-1997): el consenso de la Comisión
Nacional de Biotecnología Agraria - CONABIA
En 1991 se creó la CONABIA dentro de la Secretaría de Agricultura
con el propósito de diseñar todos los marcos normaivos relaciona-
dos con las semillas GM (res.124/91). Aunque se considera una comi-
sión experta y tecnocráica más que políica, la comisión iene más
poder e inluencia en las decisiones políicas sobre los OGM que
cualquier otra insitución estatal. Evalúa los estudios de impacto am-
biental presentados por las empresas, establece normas técnicas y
de bioseguridad y actúa como consultora para otros organismos gu-
bernamentales. Centraliza toda la información relacionada con los
OGM y dictamina sus propios mecanismos de funcionamiento. Esta
Comisión es tan importante que no hay ninguna autoridad políica
que cuesione su toma de decisiones.6
Es posible idenificar dos razones fundamentales para comenzar
a crear los marcos regulatorios relacionados con los OGM. En primer
lugar, desde finales de la década de los 80 varios países como Estados
Unidos, Canadá y México (e incluso algunos países de Europa) comen-
zaron a debair diferentes marcos regulatorios para los OGM. Estos de-
bates demostraron que la comercialización de los OGM sería un tema
importante en las décadas siguientes. En segundo lugar, hubo presio-
nes locales por parte de las empresas semilleras que intentaron realizar
experimentos con diferentes semillas y vacunas transgénicas. Aunque
estas empresas se dirigieron a diferentes insituciones estatales como
el Servicio Nacional de Calidad e Inocuidad Alimentaria [SENASA]7
6
Esto cambió en 2017, cuando el ministro de Agricultura detuvo la liberación del
trigo transgénico que había sido aceptado por la CONABIA. Esto lo veremos en una
próxima sección.
7
El SENASA es un organismo estatal que regula y cerifica los programas y práci-
cas relacionados con la sanidad animal y vegetal, y vela por la seguridad, higiene y
calidad de los alimentos. Este organismo también libera y clasifica los agro-tóxicos
uilizados en la producción agraria (y para otros usos).
62
Carla Poth
y el Insituto Nacional de Semillas [INASE],8 ninguna de ellas tenía la
experiencia necesaria para monitorear y controlar la producción o
comercialización de esos OGM y no existían protocolos de funciona-
miento. Las empresas de semillas, como Nidera y Syngenta, pusieron el
tema en la agenda gubernamental y se asociaron con Organizaciones
No Gubernamentales [ONG] agrarias como la Asociación Argenina de
Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola [AACREA], la Aso-
ciación Argenina de Productores de Siembra Directa [AAPRESID] 9 y el
Foro Biotecnológico Argenino,10 para impulsar una agenda a favor de
los OGM.
La CONABIA está compuesta por expertos de perfil científico que
fueron seleccionados de tres sectores principales (res. 124/91): el siste-
ma científico (universidades, organismos de invesigación y labora-
torios), el sector público (funcionarios del INASE y otros organismos
del Estado) y el privado (especialmente representantes de cámaras
de semillas y ONG científicas que promueven las biotecnologías).
Para los creadores de la CONABIA el conocimiento de los expertos
garanizaría la imparcialidad de sus decisiones (evitando conlictos
de intereses), así como un amplio espectro de conocimiento que pu-
diera crear consenso sobre las biotecnologías (Poth, 2019).11
8
El INASE es un organismo estatal que dirige todo lo relacionado con el mercado
de semillas en Argenina, cerifica y controla la calidad de las semillas, y controla la
aplicación de UPOV 78 en nuestro país.
9
AACREA es una asociación compuesta por agrónomos que promueven el desarrollo
tecnológico de la producción agraria. AAPRESID es otra asociación que promueve la
producción con siembra directa. Ambas organizaciones fueron actores fundamenta-
les para promover la expansión de los cambios tecnológicos agrarios, consolidando
una forma de producción gerencial y expandiendo las innovaciones biotecnológicas.
10
Este Foro está integrado por empresas de semillas e insituciones relacionadas con
las biotecnologías. Desde su inicio, promueve las relaciones entre el Estado, la ciencia
y el sector privado, y difunde lo que considera los beneficios de las biotecnologías
para la sociedad.
11
Los primeros organismos que integraron la Comisión fueron: El INTA (Insituto
Nacional de Tecnologías Agrarias), la Universidad de Buenos Aires, el Foro
Biotecnológico Argenino, el CONICET (Consejo Nacional de Invesigaciones
Científicas y Tecnológicas), la Dirección Nacional de Producción y Comercialización
Agraria y el SENASA.
63
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
Pero, ¿qué ipo de conocimientos y formación debían tener estos
expertos para ser incluidos? ¿Por qué la CONABIA pensó que estos
conocimientos pariculares podían formar un consenso? Para en-
tender la expericia de los miembros de la CONABIA e idenificar de
dónde derivan su expericia, presento más adelante las “trayectorias
educaivas, académicas y laborales” de diez miembros de la comi-
sión. Esta información se presenta en un sociograma (véase la figura
1.1) que muestra los diferentes sectores de los que fueron reclutados
(invesigación, sector público, sector privado). Estas trayectorias
muestran los principales lugares de formación, experiencia acadé-
mica y trabajo de donde derivaron su experiencia que fue valorada
para su admisión en la CONABIA. El objeivo de este sociograma es
idenificar qué lugares fueron comparidos por estos miembros, y
construir redes donde “la información y las ideas se mueven fácil-
mente a través de la especialidad, dando un senido de comunidad”
(Granovetter, 1973, p. 12).
Al observar las trayectorias educaivas, ubicadas en la parte infe-
rior del sociograma que presentamos en la página siguiente, pode-
mos ver que la mayoría de los integrantes comparieron formación
de grado en universidades públicas (en diferentes regiones del país),
cursando disciplinas similares: Ingeniería Agronómica (con for-
mación técnica produciva) y Ciencias Biológicas. La formación de
posgrado parece ser homogénea, con formación técnica en univer-
sidades y laboratorios del exterior. Estas trayectorias consolidan la
invesigación aplicada relacionada con la Ingeniería Genéica y las
especializaciones en el campo de los OGM y los agrotóxicos. Las tra-
yectorias académicas de quienes provienen del sector público y de la
invesigación están adscritas a insituciones públicas con múliples y
diversas fuentes de financiación (públicas o privadas). Solo en el sec-
tor privado se observan algunas diferencias dado que no necesaria-
mente han tenido trayectoria de invesigación. Con sus trayectorias
laborales en espacios académicos (en la parte superior del sociogra-
ma), vemos que la mayoría de los miembros trabajaron como inves-
igadores (solo dos no lo hicieron) y, al menos una vez durante su
64
Carla Poth
FIGURA 1.1. Sociograma: trayectorias educaivas, académicas y laborales
Fuente: Elaboración propia. Los expertos seleccionados son representaivos
del ipo de experto- técnico que compone la CONABIA
FUENTE: Cuadro de elaboración propia
xxxiii
xxxi
65
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
carrera, han realizado invesigaciones dentro de un acuerdo públi-
co-privado. La mayoría ha trabajado en la gesión académica.
Asimismo, la figura 1.1 nos permite ver que solo un caso de en-
tre los once trabajados, invesigó en el sector privado, con la agencia
reguladora de una empresa transnacional de semillas. Por úlimo,
en el cuadro observamos que los integrantes pertenecientes al sector
público (sistema científico público) muestran una mayor adaptación
a los diferentes ipos de trabajo (asesoramiento al sector privado, in-
vesigación), áreas de trabajo (global o nacional) y sectores (privado
o público).
Cuando se analizan estas trayectorias, se evidencia que, aunque
los miembros de la CONABIA fueron convocados desde diferentes
sectores, la mayoría ha trabajado en áreas similares y comparte
trayectorias parecidas. Esto ayuda a explicar por qué estos actores
pudieron construir perspecivas y prácicas comparidas. Al sumar
este sociograma con una visión diacrónica de sus trayectorias, po-
demos idenificar que el conocimiento que recopilaron estos ex-
pertos, las formas en que definen y abordan las biotecnologías, y el
papel que juega el conocimiento en el sistema producivo se vuelve
similar en las cosmovisiones de los integrantes de la comisión. Los
miembros de la CONABIA afirman que el conocimiento iene que te-
ner una “aplicación en el mercado”. Este conocimiento se relaciona
con los aportes financieros que las empresas realizan, en asociación
con universidades o insituciones como el Consejo Nacional de In-
vesigaciones Científicas y Técnicas [CONICET].12 Estas asociaciones
público-privadas requieren que la producción de conocimiento este
ínimamente ligada a la rentabilidad que el mismo pueda generar en
el mercado. De esta manera, los recursos públicos se uilizan para
generar conocimiento que luego es mercanilizado y controlado por
el sector privado.
12
El CONICET es un organismo público encargado de dirigir y coordinar la mayor
parte de la invesigación científica y técnica que se realiza en las universidades e ins-
itutos de Argenina.
66
Carla Poth
En el contexto de los OGM, los expertos de la CONABIA también
comparten la idea de que las semillas GM no ienen necesariamente
consecuencias sociales, medioambientales o sanitarias negaivas. Sos-
ienen que la ingeniería genéica puede reducir cualquier diferencia
entre las semillas GM y las convencionales, seleccionando los atributos
deseables y eliminando cualquier riesgo. Estas perspecivas compar-
idas se concretan en los marcos normaivos que regulan las semillas
GM. La selección de expertos con formación técnica, la confidencialidad
(como forma de mantener la información y garanizar los beneficios de
las empresas) y la consolidación de la equivalencia sustancial13 como
columna vertebral de la regulación de las semillas GM muestran lo que
llamamos “producción-expropiación-apropiación del conocimiento
como valor de cambio”, que cobra forma en las trayectorias académicas
y se consolida en los marcos regulatorios (véase la Tabla 1.1).
Tabla 1.1 Concepciones comparidas que se materializan en la normaiva
Concepciones compartidas sobre
las biotecnologías y los OGMs Regulación
El conocimiento debe estar asociado a la
producción. Si las compañías no reciben
benecios de lo investigado no invierten
en investigación. El principal objetivo del
proceso de investigación es poder introducir el
conocimiento y las tecnologías en el mercado.
Los expertos seleccionados para componer
la CONABIA están relacionados con el
sistema cientíco y con la estructura
agraria (no se relacionan con la
investigación básica sino con la aplicada)
Las compañías deben tener garantizados los
benecios para invertir en investigación. Por esta
razón, el conocimiento no puede ser difundido
libremente. La mejor manera de promover una
inversión segura es a través del secreto cientíco
y los derechos de propiedad intelectual
Los marcos regulatorios garantizan la
condencialidad y el secreto al público
de la información comercial considerada
“sensible”
Las semillas GM no tienen riesgos, porque
la investigación cientíca permite control
la estabilidad genética y garantizar la
predictibilidad de su comportamiento.
La equivalencia sustancial es el principio
que rige el marco regulatorio de liberación.
El mismo establece que si no hay diferencia
demostrable entre un cultivo GM y un
cultivo no- GM, no puede asumirse la
posibilidad de riesgo
Fuente: Elaboración propia del autor.
13
La equivalencia sustancial exige que un nuevo culivo, en paricular los OMG, de-
muestre que es tan seguro como su homólogo tradicional (OCDE, 2000).
67
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
El conocimiento científico adquirido por estos expertos representa
la producción-expropiación-apropiación del conocimiento como va-
lor de cambio, que configura un marco normaivo que permite la rá-
pida liberación de las semillas GM. La equivalencia sustancial, como
señalan Barret y Abergel (2000, p. 5), “en el proceso, la evaluación mi-
nuciosa de los peligros medioambientales y el diálogo público signi-
ficaivo, han sido dejados de lado por el imperaivo de comercializar
los culivos GM de forma rápida y compeiiva”.
El conocimiento científico permite crear consenso y repele la
paricipación pública. Los que no están de acuerdo con el discurso
científico dominante o no lo enienden son excluidos o marginados.
Dentro de la CONABIA, los expertos han creado un antagonismo
epistemológico que disingue entre científicos y otros actores, sien-
do estos úlimos excluidos de la toma de decisiones por no tener los
argumentos científicos (aunque muchos sean científicos de las mis-
mas disciplinas). La exclusión promovida por este conocimiento ex-
perto fue tan fuerte que organizaciones como la Federación Agraria
[FAA] y la Sociedad Rural [SRA] —que representan diferentes inte-
reses agrarios— no fueron consideradas para paricipar en esta co-
misión.14 En cambio, otras asociaciones agrarias, como AACREA o
AAPRESID, fueron consideradas para asesorar en esos temas.15
Así, el lenguaje científico dentro de esta insitución estatal se con-
virió en la forma de homogeneizar una perspeciva políica y eco-
nómica que apoyó desde el inicio el desarrollo de las biotecnologías
para promover el MBA y, al mismo iempo, fue el filtro para evitar
14
Los reguladores dijeron que esas organizaciones no estaban interesadas en la polí-
ica tecnológica para la cadena agraria.
15
La Asociación Argenina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola es
una insitución que promueve el desarrollo tecnológico y empresarial de la agroin-
dustria. Está compuesta por pequeños grupos de agricultores y técnicos conocidos
como grupos CREA. La Asociación Argenina de Productores de Siembra Directa
[Aapresid] es una organización no gubernamental sin fines de lucro que promueve el
paradigma agrícola para aumentar la producividad, basado en la innovación, la cien-
cia y la red de gesión del conocimiento. La mayoría de los reguladores de la CONABIA
paricipan en ambas organizaciones.
68
Carla Poth
la paricipación del público que podría amenazar esta dinámica de
producción interpelando los marcos regulatorios. La ciencia, por lo
tanto, creó una armonía críica dentro de la estructura políica del
MBA. Con este consenso, Argenina liberó en 1996 la soja GM Roun-
dup Ready, la primera semilla GM de Monsanto.
El segundo período (1998-2002): adaptación creaiva
Aunque la adopción inicial de las semillas GM pareció no tener
conlictos, los argumentos en contra de la inserción de los OGM co-
menzaron a hacerse visibles a parir de este período. En Argenina,
mientras la soja RR se expandía más de 10 millones de hectáreas en
un año, comenzaron a emerger los conlictos territoriales. A nivel
internacional, tres grandes problemas pusieron en peligro la co-
mercialización de los OGM y empujaron a la CONABIA a revisar sus
marcos regulatorios. En primer lugar, tuvieron que prestar atención
a las negociaciones del Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad
[PCB]. Estas negociaciones eran relevantes porque el objeivo princi-
pal del protocolo era formar una perspeciva integrada respecto a la
comercialización de OGM a nivel internacional, tomando en cuenta
diversas perspecivas sectores sociales y organismos gubernamenta-
les (Josling y Babinard, 1999). Estas voces diferentes se evidenciaban
en la retórica popular de la época e incluían temas como el lujo de
genes, la diversidad alimentaria, los riesgos medioambientales, las
consecuencias sanitarias, los riesgos económicos y sociales, la diver-
sidad cultural y la paricipación democráica (Lövei et al., 2007). A
los paneles del PCB le siguieron foros populares organizados en todo
el mundo que mostraron y denunciaron los impactos de los OGM y
problemaizaron este modelo agrario extracivo. Estas experiencias
fueron esenciales, porque se consituyeron en un canal de comuni-
cación coninuo que generó, globalizó, muliplicó y empoderó las lu-
chas locales contra el MBA (Shurman y Munro, 2010).
69
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
En segundo lugar, mientras se negociaba el PCB, la Unión Euro-
pea [UE] comenzó a aplicar una moratoria de facto para prohibir las
importaciones de soja RR. Hasta 1998, la UE era el principal merca-
do de exportación de los productos argeninos, pero esta moratoria
suspendió las importaciones del culivo GM durante cinco años. Los
representantes de la UE dijeron que la novedad de los productos bio-
tecnológicos hacía incierto su riesgo, lo que jusificaba la aplicación
del principio precautorio (Motta, 2008).
Finalmente, en 1998, Brasil entró en estos debates cuando la soja
RR entró en el país ilegalmente desde Argenina. El Ministerio de
Ciencia, Tecnología, Innovaciones y Comunicaciones de Brasil inició
entonces el proceso para liberar su propia soja RR a través de la Co-
misión Técnica Nacional de Bioseguridad [CTNBio] en julio de 2000.
Este proceso encontró resistencias, especialmente entre los movi-
mientos campesinos y las ONG medioambientales. Sin embargo, en
2003, bajo el gobierno de Lula da Silva, se aprobó la comercialización
de soja RR. Finalmente, en 2005, Brasil aprobó una Ley de Biosegu-
ridad que dio plenos poderes a la CTNBio y raificó la producción y
comercialización de semillas GM en el país (Menasche, 2002; Poth,
2010).
A medida que la resistencia traspasaba las fronteras nacionales,
las organizaciones de Argenina también se vieron inluidas para
presionar contra el MBA. Las campañas de eiquetado, las demandas
contra los culivos GM ilegales, el crecimiento de los movimientos
campesinos contra la expansión agroextracivista, la mayor visibi-
lidad de los impactos de los pesicidas en la salud y las luchas de los
productores orgánicos para mantener su producción a salvo de los
pesicidas fueron algunas de las formas en que la resistencia comen-
zó a surgir dentro del MBA en Argenina (Poth, 2019).
El Estado argenino tuvo que reaccionar ante estos conlictos
para mantener la legiimidad y el acceso al mercado de sus culivos
GM. A nivel internacional, Argenina pasó a formar parte del llama-
do Grupo de Miami (con Brasil, Estados Unidos y Canadá) que, en
el marco del PCB, frenó el eiquetado y la evaluación de riesgos de
70
Carla Poth
los OGM e impulsó la incorporación de estas regulaciones (o la falta
de ellas) en la normaiva de la Organización Mundial del Comercio
[OMC] (Newell, 2009; Gebre Egziabher, 2007). También presentó de-
mandas a la UE en el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC
en el contexto de su moratoria para detener las importaciones de
OGM en la región (Motta, 2008).
A nivel nacional, el Estado argenino tuvo que reformar sus mar-
cos regulatorios. Aunque los miembros de la CONABIA afirmaban
que las semillas GM no presentaban riesgos ambientales ni sanita-
rios, tuvieron que ponerse en sintonía con el consenso mundial para
no perder mercados de exportación. Los nuevos marcos regulatorios
trataron de evitar los riesgos comerciales uilizando mecanismos
científico-técnicos que aseguraran que existían mínimos riesgos am-
bientales y sanitarios asociados a los OGM, generando así ceridum-
bre a los importadores mundiales de OGM argeninos.
De esta manera, Argenina comenzó a exigir el aislamiento de los
culivos GM para controlar el lujo genéico (res. 226/97), reguló el
eiquetado de las semillas GM para su exportación (res. 34/98) y creó
el control poscosecha (res. 289/97). El Estado también creó los requi-
sitos y criterios para autorizar los OGM para uso alimentario (res.
511/98), incluyendo el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agro-
alimentaria [SENASA] en la evaluación. Por úlimo, aprobó el “Ma-
nual de Registro de Productos Fitosanitarios” (res. 440/98 y 350/99)
e incluyó en la CONABIA a la Cámara Argenina de Sanidad Agrope-
cuaria y de Ferilizantes [CASAFE],16 reconociendo la relación entre
las semillas GM y los pesicidas.
En esta etapa, la “evaluación ambiental” solo se centró en la re-
lación entre los culivos GM con otros culivos para la exportación,
pero no con el ecosistema en general. La evaluación de ese “riesgo
agronómico” se basaba únicamente en la necesidad de proteger los
culivos orientados a la exportación. Mientras, el eiquetado de las
16
CASAFE es una organización privada que agrupa a empresas nacionales e interna-
cionales que producen ferilizantes y productos químicos para la producción agraria.
71
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
semillas GM también era exclusivamente para la exportación, no
para los mercados locales (Poth, 2019).
De esta manera, los conlictos globales impusieron el principio
precautorio como elemento regulatorio que la comisión tradujo en
el riesgo comercial. A través de la adaptación creaiva del marco re-
gulatorio, las nuevas resoluciones administraivas respondían a los
riesgos ambientales y sanitarios, pero siempre teniendo como ob-
jeivo la resolución de los problemas comerciales que estos riesgos
traían aparejados en los mercados globales. Así, se le daba una res-
puesta “científica” a un problema políico como era el de mantener
el pilar biotecnológico, central para el funcionamiento producivo y
económico del MBA. Esto implicó a su vez cambios en el andamiaje
insitucional, con la creación de una instancia específica por fuera
de la CONABIA que sujetaba las decisiones técnico-científicas al ries-
go comercial. El lenguaje científico se veía así supeditado a la posibi-
lidad de sostener políicamente una economía de exportación con
soporte en el MBA.
Pero estas adaptaciones han estado plagadas de tensiones y con-
tradicciones no resueltas. Sus discursos dominantes basados en la
innovación científica dejaron de ser efecivos porque las bases que
sustentaban este discurso estaban cada vez más deslegiimadas y
excluidas. En este contexto, era necesario crear un nuevo marco nor-
maivo que aportara más seguridad a la MBA.
El tercer periodo (2002-2009): aprender de la experiencia
Durante la crisis argenina de 2001,17 las discusiones sobre los OGM
pasaron a un segundo plano y el MBA se expandió para transformar
17
La crisis de 2001 fue una crisis políica, económica, social e insitucional que estuvo
precedida por un movimiento popular que exigía “Que se vayan todos” y que forzó
la dimisión del presidente Fernando de la Rúa. Esta crisis se caracterizó por una pro-
funda recesión y un conlicto representaivo. Sus principales consecuencias fueron
la devaluación de la moneda en 2002, y una revisión insitucional para reconstruir la
72
Carla Poth
completamente el sector agrario. A pesar del aumento de la superfi-
cie de culivo y de la producividad, este periodo puso de manifiesto
cómo los beneficios no se distribuían entre la mayoría de los agricul-
tores, sino que se concentraban en manos de las empresas. La crisis
también llevó a reforzar la inserción de Argenina en los mercados
globales como exportador de materias primas, ya que los inversores
se aprovecharon de la crisis, y el aumento del precio internacional de
las materias primas permiió un ciclo de nuevas ganancias para este
sector (Bonnet, 2015).
La crisis en Argenina también provocó la necesidad de generar
más ingresos a través de las exportaciones, pero los mercados globa-
les habían cambiado significaivamente. La inserción de nuevos pro-
ductores mundiales de culivos GM (como Brasil18 y Paraguay), y la
aparición de nuevos consumidores (como China), exigieron cambios
en la estructura organizaiva de la MBA (Slipak, 2012).
Adicionalmente, los conlictos insitucionales surgidos en las fa-
ses anteriores no se resolvieron y se hicieron necesarias reformas
estructurales. De acuerdo al diagnósico del Estado, la reformula-
ción de las insituciones y la legalidad del MBA siguió tres estrate-
gias principales. En primer lugar, el Estado reconoció la diversidad
de conlictos que surgieron durante la implementación del MBA.
Sin embargo, a diferencias de las fases anteriores, el Estado enten-
dió que era necesario darles una respuesta políica, diversificando
el andamiaje insitucional y pensando en el problema del MBA des-
de una perspeciva integral. En segundo lugar, y relacionado con lo
anterior, el Estado debía converirse en un mediador entre disintos
sectores (desde la burguesía agraria19 hasta los campesinos, indíge-
legiimidad de las insituciones políicas. El sector agrario tuvo un papel sustancial en
la configuración de la crisis y sus soluciones.
18
Brasil no solo aumentó su superficie culivada, sino que también desarrolló su pro-
pia semilla transgénica con la corporación estatal de invesigación EMBRAPA.
19
Organizaciones como la Federación Agraria Argenina [FFA], la Sociedad Rural
Argenina [SRA], las Confederaciones Rurales Argeninas [CRA] y la Confederación
Intercooperaiva Agropecuaria [CONINAGRO] volcaron su producción en las biotec-
nologías, pero no fueron consideradas al inicio de la normaiva del MAB.
73
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
nas y organizaciones sociales ambientalistas). Finalmente, la tercera
estrategia partía de la idea de que la única forma de agregar valor a
las exportaciones de commodiies era a través de la promoción de la
producción de conocimiento como políica de Estado, enfrentando a
nuevos compeidores, como Brasil.20
En 2009, la creación del Ministerio de Agricultura permiió al
Estado intervenir en todos los aspectos de la cadena agraria, con-
templando el MBA de forma integral. Este ministerio tramitó los con-
lictos de dos maneras. Por un lado, pasó a incorporar los múliples
temas y debates que surgían, reconociendo la existencia de la diver-
sidad de sujetos agrarios y rurales con los que era necesario negociar
y debair políicamente. Por otro lado, implicó un proceso en el que
las insituciones estatales redefinieron discursivamente esos conlic-
tos según su lógica, criterio y necesidades. Si bien esta contención de
los conlictos permiió la recomposición del andamiaje insitucional
generando ciertos niveles de estabilidad políica, la internalización
de estos conlictos en el aparato del Estado se volvió incierta ya que
no supuso la resolución efeciva de estos problemas.
Nuevos organismos estatales comenzaron a responder a las de-
mandas del MBA, proponiendo políicas para el sector agrario en su
conjunto. El Estado comenzó a tener un impulso acivo en la bús-
queda de mercados globales para la agroexportación y creó nuevas
leyes y programas de agricultura familiar que intentaron cooptar o
apaciguar a algunas organizaciones ambientales, movimientos cam-
pesino-indígenas y otros organismos agrarios. Finalmente, el Esta-
do evitó tratar los conlictos relacionados con los agrotóxicos en el
nivel federal de gobierno. Y si bien esto facilitó a un gran número
de organizaciones ambientalistas conseguir la implementación de
algunas regulaciones de carácter local (ordenanzas municipales,
esto fomentó la fragmentación, dificultando la ariculación de estos
20
Para el 2011, Brasil no solo había adoptado velozmente un gran número de semillas
GM, reviriendo el lugar pionero de Argenina, sino que ya contaba con el primer
evento transgénico desarrollado localmente por la estatal EMBRAPA, el poroto resis-
tente a un virus.
74
Carla Poth
movimientos que, solo en algunos casos, lograron promover resis-
tencias provinciales o nacionales (Giaretto y Poth, 2015).
En este contexto, aunque la CONABIA parecía desaparecer, siguió
trabajando, pero moldeando sus lógicas en esta nueva etapa. La eva-
luación de riesgos u otras respuestas técnicas no fueron suficientes
para enfrentar todos estos nuevos desafíos Su estrategia integral fue
reforzar las “lógicas políicas” en detrimento de las decisiones eco-
nómicas y técnicas. Por eso, coninuó trabajando, pero se amparó en
un sinnúmero de insituciones que filtraron los conlictos políicos
asociados al MBA (Poth, 2019).
Al mismo iempo, el Estado comenzó a tener un papel acivo en
el proceso de inversión y en la definición de las orientaciones cien-
tífico-tecnológicas. La CONABIA guio este proceso. La creación del
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Produciva, en di-
ciembre de 2007, con Lino Barañao al frente de la cartera, mostró
una nueva jerarquización del sistema científico-tecnológico. La pro-
puesta fue converir la ciencia y la tecnología en un pilar de este pro-
yecto políico, establecer líneas prioritarias de invesigación basadas
en las biotecnologías y formar e incorporar capacidad científica para
desarrollar el MBA.21
Pero, ¿qué ipo de ciencia y tecnología se financió? ¿Cuál fue la ló-
gica de producción de conocimiento que se desarrolló en este marco?
La Ley de Desarrollo y Producción de Biotecnología Moderna,
aprobada en 2007, definió que el Estado se encargaría de garanizar
la inversión en productos biotecnológicos y estableció exenciones
fiscales para las empresas que invirieran en invesigación biotecno-
lógica, al iempo que creó un fondo para esimular el sector. También
consolidó la cooperación entre los sectores público y privado.22
A parir de aquí, la producción-expropiación-apropiación del co-
nocimiento como valor de cambio, cristalizada en la CONABIA, se
21
De hecho, Lino Barañao es biólogo molecular, especializado en ingeniería genéica.
22
Este papel fue raificado por el CONICET, y por diferentes programas de inversión
en biotecnología dentro del Ministerio de Ciencia y Tecnología y dentro del Ministerio
de Agricultura.
75
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
convirió en una políica de Estado coherente y se expandió median-
te el incremento del financiamiento público y la generación sistemá-
ica de redes de invesigación entre los sectores público y privado. La
invesigación con fines prácicos (relacionada con los mercados), los
acuerdos de desarrollo tecnológico público-privados (INDEAR como
experiencia exitosa), el fortalecimiento de la apropiación del cono-
cimiento en pos de beneficios (a través de la reforma de los marcos
legales para fortalecer los derechos de propiedad intelectual) y el re-
conocimiento de las biotecnologías como algo a desarrollar dentro
del sistema científico-tecnológico (expansión de las carreras univer-
sitarias, crecimiento exponencial del financiamiento público para el
desarrollo de líneas de invesigación consideradas estratégicas) es
el resultado de esta políica de estado. A parir de este desarrollo, el
sistema científico estandarizó prácicas, reglas y dinámicas de inves-
igación consistentes con esta lógica de producción de conocimiento
consolidada en la CONABIA y sus expertos.
La cuarta fase (2008-2019): nada está cerrado
Si bien el Estado desarrolló una fuerte políica de apoyo a la mer-
canilización del conocimiento, no podemos decir que el sistema
científico se alineó completamente a este proceso. La ciencia debe
ser pensada como una forma de producción-expropiación-apropia-
ción del conocimiento, en un movimiento dialécico y en disputa
permanente. La expansión de esta políica de producción-expropia-
ción-apropiación del conocimiento como valor de cambio intentó
homogeneizar las estructuras y las prácicas dentro de los espacios
de invesigación. Sin embargo, generó un terreno féril para el sur-
gimiento de un nuevo momento en el antagonismo dentro del MBA,
y lo que llamamos el “efecto Carrasco” fue esencial para desarrollar
esta nueva arista de la disputa.
Andrés Carrasco fue presidente del CONICET de Argenina y di-
rector del Laboratorio de Embriología de la Universidad de Buenos
76
Carla Poth
Aires. Comenzó a invesigar los impactos de los agrotóxicos en la sa-
lud de los embriones tras ver un mapa realizado por el grupo de ac-
ivistas medioambientales “Madres de Ituzaingó”, en Córdoba. Este
mapa, llamado “mapa de la muerte”, muestra las formas en que las
personas que vivían cerca de la producción de soja GM enfermaban
y morían debido a la exposición a los agrotóxicos. Carrasco mostró
en el laboratorio que estas enfermedades (plasmadas en el mapa) es-
taban asociadas a la exposición permanente de los vecinos del barrio
a los agrotóxicos. En 2009, los resultados de Carrasco se publicaron
en los medios de comunicación y se difundieron ampliamente, pro-
vocando un profundo impacto y revolucionando el sistema cientí-
fico. Representantes de las principales organizaciones técnicas del
MBA (AAPRESID, AACREA) y cámaras empresariales como CASAFE
reaccionaron contra Carrasco, y este fue denunciado por actores es-
tatales de alto nivel, como el ministro de Ciencia, Lino Barañao, y las
élites de la agroindustria. El Ministerio creó una comisión especial
de invesigación de agroquímicos con el objeivo de evaluar la infor-
mación científica y las afirmaciones de Carrasco relacionadas con el
glifosato. Además, el CONICET declaró públicamente que el trabajo
de Carrasco no fue financiado ni avalado por su organismo (Motta,
2018).
El informe final de la comisión concluyó que “bajo un uso respon-
sable del glifosato, este producto iene un bajo riesgo para la salud
humana y el medio ambiente” (CNIA, 2009, p. 3). Este informe fue
la posición oficial del CONICET y del Ministerio. Sin embargo, los
hallazgos de Carrasco fueron publicados en revistas internaciona-
les y recibieron el aval de la comunidad científica global. Al mismo
iempo, inluyeron en muchos científicos y médicos que también co-
menzaron a denunciar las consecuencias del MBA, cuesionando el
ipo de ciencia y tecnología que se promovía a nivel estatal (Skill y
Grinberg, 2013).
Desde entonces, empezaron a surgir muchos discursos relaciona-
dos con el tema dentro de las universidades y los ámbitos académi-
cos. En 2010, el primer Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos
77
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
Fumigados consolidó las relaciones entre científicos y organizacio-
nes territoriales y concluyó con la creación de una red de médicos. Se
iniciaron las Cátedras de Soberanía Alimentaria y surgieron nuevas
invesigaciones sobre los impactos ambientales y sanitarios de los
agroquímicos. Estas nuevas invesigaciones intentaron facilitar el
intercambio de conocimiento colaboraivo entre las comunidades y
la academia para idenificar nuevas enfermedades relacionadas con
los agrotóxicos (como los campamentos sanitarios de la Universidad
Nacional de Rosario, o la invesigación en Monte Maíz de la Univer-
sidad Nacional de Córdoba), para idenificar la contaminación del
agua asociada al glifosato (Ronco et al., 2016), para ver la persistencia
de los agrotóxicos en los alimentos y otros productos agrarios (Te-
lam, 2015; Aranda, 2015b), y para ver la presencia de pesicidas en
sangre y orina. Esta relación entre ciencia y las organizaciones te-
rritoriales redefinió la resistencia al MBA y aportó una visión más
amplia del problema y una visibilidad críica a la producción de co-
nocimiento, creando como resultado nuevas formas de construirlo.
De este modo, la invesigación de Carrasco no solo aportó nuevas
evidencias para legiimar las luchas territoriales contra el BAM, sino
que abrió una discusión dentro del sistema científico sobre las pers-
pecivas epistemológicas y el papel de la ciencia en la cadena agraria
(Poth y Manildo, 2021).
Este nuevo debate dentro del sistema científico se trasladó a otras
arenas y controversias, proporcionando a los ciudadanos argumen-
tos científicos para apoyar las luchas judiciales y regulatorias. En
2012, hubo una causa judicial contra productores agropecuarios que
fumigaban en el barrio Anexo de Ituzaingó, en Córdoba. Este juicio
terminó con una sentencia condenatoria y fue importante por su
capacidad de poner el problema de las fumigaciones en la agenda
y consolidar nuevas redes de resistencia. Los invesigadores parici-
paron en el juicio y acompañaron acividades similares en las calles,
que sirvieron para mostrar la complejidad del MBA, así como para
denunciar las semillas GM y el papel de la CONABIA. También se
denunciaron los organismos públicos y las empresas privadas que
78
Carla Poth
promueven el uso de semillas GM, incluida la CONABIA por su falta
de transparencia y la ausencia de paricipación pública y de evalua-
ción de riesgos (exigida por la Ley General del Ambiente, N.° 25675).
Complementariamente a estos mecanismos legales, los medios
de comunicación expusieron el conlicto de intereses y el secreismo
que amparaba a este organismo público.
¿Cuál fue la respuesta de la CONABIA a estos debates? En 2010, la
CONABIA abarató y facilitó la liberación reglamentaria de los OGM,
introdujo más insituciones privadas y eliminó la segunda fase de
evaluación para los eventos apilados23con el objeivo de facilitar la
liberación de OGM y de clausurar la paricipación de las decisiones
políicas en la comisión. Y estos cambios fueron efecivos. De los 65
eventos liberados en Argenina, 47 fueron liberados en esta úlima
fase, incluyendo una nueva semilla hecha en laboratorios naciona-
les, con la cooperación entre el sector privado y el público.
Figura 1.2 Porcentaje de semillas OGM liberadas en cada fase
Fuente: Elaboración propia del autor. Información extraída de la página del
Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, 2020.
23
Los eventos apilados son semillas que ienen más de una modificación genéica en
su ADN. La CONABIA decidió que, si cada evento había sido liberado por separado, no
era necesario evaluar los riesgos cuando se combinan en una sola semilla.
79
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
Como podemos ver en la Figura 1.2, todos los cambios normaivos
tendieron a promover la liberación de semillas GM año tras año.
Aun así, la CONABIA tuvo que considerar algunas de estas deman-
das. En 2013, tuvo que hacer público su reglamento y su composición
(aunque la comisión publicó las insituciones, no se conocían los
miembros) (res. N.° 10/13). Después, tuvo que incluir un mecanismo
consulivo para recibir comentarios en la segunda fase de la evalua-
ción de riesgos. Aun con todos estos cambios, la laxitud legal de sus
mecanismos ha sido criicada en un informe de 2019 de la Auditoría
General de la Nación (organismo de control del Estado). Este informe
destaca la ausencia de paricipación pública, ya que no se conocie-
ron ni se hicieron accesibles los mecanismos de consulta. El infor-
me también señala que el funcionamiento interno de la CONABIA
es desconocido por el público, lo que entra en conlicto con la Ley de
Acceso a la Información Pública (N.° 27 275). El informe señala que
los gobiernos federales no están representados24 y que la regulación
ignora los convenios internacionales poniendo en peligro la biodi-
versidad y la seguridad alimentaria. A pesar de estos conlictos y crí-
icas, la CONABIA sigue siendo uno de los principales promotores
del MBA bajo las mismas lógicas que en sus inicios.
Finalmente, la coexistencia desde 2008 de la CONABIA (promo-
viendo el MBA) y la Secretaría de Agricultura Familiar (que enfrenta
la expansión de este modelo proponiendo la agricultura agroecoló-
gica), representa una nueva dualidad compleja de la cadena agraria.
Esta políica contradictoria se basa en la idea de que es posible sos-
tener un monoculivo controlado por las empresas y dependiente de
los paquetes biotecnológicos en paralelo a un sector agrario basado
en las pequeñas y medianas explotaciones familiares que uilizan
métodos de producción agroecológicos para las economías regiona-
les. Esta estrategia políica fue eficaz para contener a algunas organi-
zaciones políicas y crear una nueva legiimidad insitucional. Pero
24
La Consitución Nacional señala que los gobiernos federales son los responsables
de gesionar los recursos naturales.
80
Carla Poth
también intenta crear un equilibrio armónico entre dos modelos
que se excluyen mutuamente: por un lado, la lógica capitalista del
MBA necesita expandirse para sobrevivir y, por otro, la agricultura
agroecológica pone en peligro esa expansión (cuesionando el uso y
la propiedad de la ierra, la reproducción de semillas y el uso de agro-
tóxicos). Esta contradicción pone sobre la mesa un nuevo conlicto
que todavía está por definirse.
Nada ha concluido
Este capítulo comenzó con un debate sobre las biotecnologías y las
semillas GM como una revolución. En cierto modo, los cambios ra-
dicales nos han obligado a pensar en las regiones agrarias de una
manera completamente diferente. Nada volverá a ser lo mismo, con
un patrón de acumulación basado en las ganancias que ha incorpo-
rado tanto a los recursos naturales como a las prácicas comunita-
rias en su dinámica de valorización. Como nunca antes, el capital
ha penetrado en las relaciones agrarias, buscando nuevas formas de
acumulación y consolidando el extracivismo en todas sus formas.
La producción de conocimiento ha sido su mejor aliado y su más va-
liosa mercancía.
Hoy en día es imposible pensar en cualquier aspecto de la cade-
na agraria sin conectar el territorio (sus lógicas, iempos y organiza-
ción) con lo que ocurre en los laboratorios o las universidades (lo que
se invesiga y para quién). La acumulación de capital agrario es un
juego que se juega antes de la siembra. Las biotecnologías han cam-
biado no solo las formas de hacer ciencia sino también la estructura
agraria. En la ierra y en los laboratorios, el capital trata de subsumir
cada célula, acaparándolo todo, buscando crear las condiciones para
la acumulación. Esta conexión indisoluble iene que formar parte de
nuestro marco analíico si queremos entender la lógica subyacente
de los modelos agrícolas dominantes y su tendencia a ser de natura-
leza y carácter extracivo.
81
Capítulo 1. El Modelo Agrario Biotecnológico en Argenina
En Argenina, las alianzas entre el Estado y el capital que apoyan
el MBA han quedado al descubierto y la “neutralidad y objeividad”
científica uilizada para apoyar este modelo ha sido desacreditada. El
Estado argenino ha consolidado el proyecto capitalista con el MBA,
uilizando la ciencia como fundamento. Así, la dominación políica
y la explotación económica del capital necesitan de la ciencia para
consolidar el proyecto extracivista agrario. Por eso, quienes luchan
contra el MBA, e incluso contra el extracivismo, están creando nue-
vas formas de producir conocimiento y están expropiando y rea-
propiándose, de forma críica, de algunas estrategias de la ciencia
hegemónica.
En esos momentos revolucionarios, incluso dentro de la ciencia,
hay que recordar la premisa marxista que dice: la única razón para
que el capital se expanda es su crisis intrínseca de acumulación,
generada por el antagonismo de clase. Esta crisis es la que nos ase-
gura que nada ha terminado. El proceso de mercanilización en el
agro y en los laboratorios no ha concluido. Este capítulo muestra
cómo se desarrolla este antagonismo, examinando cómo complejas
formas de la economía, la políica y la ciencia se integran en la es-
tructura total de acumulación del capitalismo agrario. Queda claro
por qué la producción de conocimiento es un aspecto principal del
extracivismo agrario, pero también es un importante territorio de
disputa. Conceptualizar esto como un proceso de producción-expro-
piación-apropiación del conocimiento nos permite entender esta
disputa y las formas en que la ciencia ha sido instrumental para la
expansión agroextracivista.
Las luchas contra el extracivismo han abierto una caja de Pan-
dora, poniendo en disputa la ciencia, exponiendo las políicas y la
producción de conocimiento dentro de la ciencia y evidenciando que
la “neutralidad” que uiliza la ciencia está manchada por la domi-
nación capitalista. Algunos pueden argumentar que la tecnología
no es el problema, sino cómo se uiliza. Pero, como he mostrado en
este capítulo, este punto de vista solo puede apoyarse si no vemos
el antagonismo del capital extendido dentro de la producción de
82
Carla Poth
conocimiento. Las disputas relacionadas con el MBA muestran que
el conocimiento científico y las tecnologías son el problema porque
son una parte importante de la acumulación de capital y, en úlima
instancia, de la extracción.
Las tecnologías y el conocimiento no son neutrales. Como inves-
igadores, tenemos el compromiso de revelar el carácter feichista
que borra los antagonismos dentro de la ciencia y las tecnologías.
Para reapropiarnos de ellas, tenemos que recuperar nuestro trabajo
creaivo y destruir nuestra subsunción dentro de la producción de
conocimiento, destruyendo así los patrones de dominación que di-
funde el capital.
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412, 500, 39, 57, 644, 362, 249, 710, 510, 10.
91
Capítulo 2
Dinámicas extracivas
en el sector agrario de Bolivia
Ben M McKay y Gonzalo Colque
“La soja permite lograr la soberanía alimentaria del país”. Este fue el
mensaje que surgió de un Foro celebrado en La Paz en 2014, organi-
zado por los representantes de la agroindustria boliviana (ANAPO,
2014). Dijeron que el “grano de oro”, como lo llaman, no solo ayuda
al país a alcanzar la soberanía alimentaria, sino que genera más de
100000 empleos directos e indirectos. Gracias a las semillas modi-
ficadas genéicamente [OMG], indicaron, no solo ha aumentado la
producividad, sino que han disminuido los costos de producción
al requerir menos agroquímicos, y todos los productores, ya sean a
pequeña o gran escala, han adoptado y se han beneficiado de estas
nuevas tecnologías. El mensaje clave del evento quizá lo haya formu-
lado de forma más clara José Luis Landivar Bowles, presidente del
Insituto Boliviano de Comercio Exterior [IBCE]:
El noble culivo de la soja juega un rol trascendental en la cadena
(clúster) de oleaginosas del país al ser su producción el eslabón prin-
cipal que da inicio a una serie de otras acividades o eslabones de ge-
neración de valor; bajo un sistema de producción sustentable, esto es,
económicamente viable, medioambientalmente sostenible y social-
mente responsable, aportando a la soberanía alimentaria boliviana
con la producción de proteína de origen vegetal que se transformará
92
Ben M McKay y Gonzalo Colque
en alimento para los humanos, proteína animal y fuente de energía
renovable, al margen de generar ingentes divisas por las exportacio-
nes con valor agregado, impuestos y empleos de calidad.
Para la agroindustria que opera en Bolivia y su élite terrateniente,
la soja se ha converido en el culivo comercial más importante y en
el único culivo transgénico permiido legalmente en el país desde
2005. Las plantaciones de soja ocupan más de un tercio de toda la
superficie culivada en el país, y el culivo de la oleaginosa no solo
es el principal rubro de exportación agrícola, sino una de las tres
principales exportaciones totales del país (en términos de valor), for-
mando uno de los pilares del modelo de desarrollo extracivista de
tres verientes, junto con los hidrocarburos y los minerales (Insituto
Nacional de Estadísica [INE], 2020). La soja transformó el paisaje del
país, susituyendo los culivos tradicionales y convencionales y las
ierras forestales, y cambió significaivamente las formas y relacio-
nes de producción, propiedad y poder. Este capítulo analiza las diná-
micas extracivas del modelo agrícola boliviano desde la ópica de la
economía políica agraria y la ecología, y cuesiona las afirmaciones
de los representantes del agronegocio y del Estado. En lugar de un
desarrollo agrícola de ipo industrial que implique un procesamien-
to con valor añadido, vínculos sectoriales y generación de empleo,
argumentamos que el complejo soyero de Bolivia se caracteriza me-
jor como una forma de extracivismo agrario. El extracivismo agra-
rio pone en primer plano de nuestro análisis el carácter extracivo de
la llamada agricultura industrial, y nos permite indagar las implica-
ciones socioeconómicas y socioecológicas del modelo agrícola.
En Bolivia, la agricultura industrial, o la agroindustria, se uiliza
como un marco discursivo para legiimar el modelo dominante de
desarrollo agrícola actual. Impulsado por las lógicas neomaltusianas
y las teorías de la modernización, el modelo dominante de desarrollo
agrícola gira en torno a la consecución de los máximos rendimientos
y eficiencias mediante arreglos técnicos y la expansión de la fronte-
ra. A nivel mundial, el sector agroalimentario se ha corporaivizado
93
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
y concentrado cada vez más, controlado en gran medida por unas
pocas empresas mulinacionales que colaboran entre sí para con-
trolar el complejo agroindustrial (véase Clapp, 2018). La inluencia
y el poder de la agroindustria sobre todos los aspectos de la cadena
de valor ha dotado al modelo agroindustrial de legiimidad y autori-
dad en el campo, ya que la invesigación y el desarrollo pasaron a ser
controlados en gran medida por unos pocos conglomerados agroin-
dustriales. El extracivismo agrario, como concepto, desafía esta le-
giimidad y autoridad al revelar la forma y el carácter extracivo de
este modelo y sus implicaciones socioeconómicas y socioecológicas.
El presente capítulo está estructurado de la siguiente manera: en
la sección que sigue analizamos el carácter extracivo del comple-
jo sojero de Bolivia, planteando cuatro caracterísicas clave del ex-
tracivismo agrario que, según nuestros argumentos, ienen uilidad
analíica y políica. En la tercera sección, profundizamos en algunas
de las dinámicas más recientes del cambio agrario, incluyendo los
extensos incendios forestales que arrasaron Santa Cruz en 2019, las
nuevas iniciaivas de biocombusibles en 2018 y la reciente legisla-
ción relaiva a los organismos genéicamente modificados [OMG]
aprobada en 2020 por el gobierno interino no elegido en urnas. Fi-
nalmente, concluimos con algunas relexiones sobre la uilidad
analíica y políica del extracivismo agrario como concepto y en re-
ferencia al caso boliviano.
Extracivismo Agrario en Bolivia
La inserción de Bolivia en el sistema agroalimentario corporaivo es
un hecho relaivamente nuevo. En 2005 se legalizaron las semillas
de soja transgénica,1 introduciendo nuevos paquetes tecnológicos e
insumos e incorporando a muchos pequeños productores a nuevas
1
Aunque se legalizó en 2005, la soja transgénica entraba ilegalmente años antes des-
de los países vecinos, Argenina y Brasil.
94
Ben M McKay y Gonzalo Colque
relaciones y formas de producción. La integración de los pequeños
propietarios en el complejo de la soja, que representan la mayoría
rural, ha llevado a una mayor dependencia de los insumos externos
—es decir, pesicidas y ferilizantes de base química, semillas trans-
génicas, maquinaria pesada—, así como a un control cada vez más
monopolizado del almacenamiento (silos), el procesamiento y el ac-
ceso a los mercados externos o de exportación.
Esta transición coincidió con la elección de Evo Morales y el
Movimiento al Socialismo [MAS], que llegó al poder con un apoyo
abrumador de las poblaciones históricamente marginadas del país,
incluyendo algunos de los movimientos sociales más inluyentes en
representación de los indígenas, los campesinos y otros habitantes
rurales (véase McKay, 2018a). A pesar de los intentos anteriores de
reforma agraria, en 1953 y 1996, la estructura de la propiedad de la
ierra en Bolivia siguió siendo muy desigual, basada en el minifun-
dio y la agricultura de subsistencia en el aliplano occidental y los
monoculivos a gran escala e intensivos en capital en las ierras bajas
del este. Ambos “no interactúan ni se complementan entre sí” (Kay y
Urioste, 2007, p. 69). De hecho, la reforma agraria de Bolivia quedó
inconclusa y el ascenso de Evo Morales y el MAS al poder llegó con la
esperanza de un cambio transformador.
Al asumir el control del aparato estatal, el gobierno del MAS
promeió una “revolución agraria”, que transformaría la estructura
desigual de la tenencia de la ierra e incorporaría al Nuevo Modelo
Económico, Social, Comunitario y Producivo conceptos como so-
beranía alimentaria, derechos de la madre naturaleza y vivir bien.
Sin embargo, estas promesas no se cumplieron, ya que el MAS aca-
bó adoptando una alianza estratégica con el sector del agronegocio,
cambiando su discurso hacia la expansión de la frontera agrícola y
asociando contradictoriamente el complejo de la soja con la seguri-
dad y soberanía alimentaria. En lugar de democraizar y tomar el
control del sistema alimentario, Bolivia se volvió más dependien-
te que nunca de las importaciones de alimentos durante el primer
mandato del MAS, con importaciones de alimentos por valor de
95
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
1 100 millones de dólares (Urioste, 2011, p. 31). Aunque se lograron
importantes avances en cuanto a la formalización de los títulos de
propiedad de los territorios indígenas, nunca hubo un intento serio
de reformar realmente la estructura desigual de la propiedad de la
ierra (véase Urioste, 2012; Colque et al., 2016). Por el contrario, se
formó una alianza entre el Estado y el capital que permiió al MAS
ganar apoyo y aliviar las tensiones de oposición entre los grupos eco-
nómicamente poderosos, manteniendo su poder y control políico,
al iempo que permitía a las élites agroindustriales y terratenientes
aumentar su control sobre la ierra y el complejo de la soja en las
ierras bajas del este.2 Esta alianza dio lugar a varias fricciones in-
ternas en el MAS y entre muchos de sus integrantes. Como dijo el ex
viceministro de ierras de Bolivia, Alejandro Almaraz (2014, p. 54),
después de separarse y converirse en críico del MAS, “el proyecto
indígena y campesino [...] ha sido derrotado, y se han reinstalado los
intereses y el poder dominantes del sector empresarial, los oligarcas
y los laifundistas”. Esta dinámica agraria ha permiido a las élites
agroindustriales y terratenientes aumentar su control sobre la ierra
y los complejos agrícolas de Bolivia, lo que ha dado lugar a un mode-
lo de desarrollo agrícola extracivo más que industrial en cuanto a
forma y carácter.
El extracivismo agrario, tal y como se conceptualiza aquí, se basa
principalmente en la literatura sobre el extracivismo, paricular-
mente como un modo de acumulación (Acosta, 2013) y apropiación
(Gudynas, 2015), así como en las tres dimensiones planteadas por
Gudynas (2013) relaivas a la escala (volumen de material extraído),
los impactos ecológicos (intensidad de la extracción) y el desino de
los recursos (semiprocesados para la exportación). Como modo de
acumulación, el extracivismo agrario implica unas relaciones so-
ciales de producción y reproducción pariculares en la fase actual
de la agricultura capitalista en la que se extraen la renta del suelo y
2
Para un análisis de la políica que hay detrás de dicha estrategia y de la dinámica de
las relaciones Estado-sociedad-capital en Bolivia, véase McKay (McKay, 2018b, 2020).
96
Ben M McKay y Gonzalo Colque
la plusvalía y se deterioran o desaparecen las oportunidades y condi-
ciones laborales mediante nuevas formas de control y exclusión de
la cadena de valor. Tomando estos factores junto con las dimensio-
nes del extracivismo de Gudynas e inspirados en el trabajo de Alon-
so-Fradejas (2015; en esta colección), caracterizamos el extracivismo
agrario en Bolivia con los siguientes cuatro rasgos clave interrela-
cionados (i) volúmenes importantes de materiales extraídos, prin-
cipalmente para la exportación, con poco o ningún procesamiento;
(ii) concentración de la cadena de valor y desariculación sectorial;
(iii) alta intensidad de degradación ambiental; y (iv) deterioro de las
oportunidades laborales y de las condiciones de trabajo en las zonas
de explotación.
Estas cuatro caracterísicas no pretenden representar una defini-
ción única del extracivismo agrario; más bien, ponen de manifiesto
el carácter extracivo de la llamada agricultura industrial en las esfe-
ras socioeconómica y socioecológica, con especial énfasis en la esca-
la (escala de los materiales extraídos o escala del capital implicado),
el control (sobre las cadenas de valor y el acaparamiento del control)
los vínculos sectoriales (o la falta de ellos) y el grado en que el sector
representa un enclave extracivo. El grado y la forma del extracivis-
mo en los sectores agrarios variará sin duda en los disintos contex-
tos y complejos de culivos, como demuestra esta recopilación.
El complejo de la soja en Bolivia debe entenderse en el contexto
de la estrategia de desarrollo nacional más amplia del país, basada
en un modelo de desarrollo neoextracivista. El aumento del papel
del Estado en la economía boliviana desde 2006 ha coincidido con
una estrategia de laissez-faire en el sector agrícola. A diferencia de
otros sectores extracivos (por ejemplo, los hidrocarburos) en los que
el Estado se apropia de parte de las rentas a través de impuestos y
pagos de regalías, los impuestos sobre la ierra y la agroexportación
son casi insignificantes. El mecanismo legal para transferir parte de
la renta de la ierra al Estado es el impuesto sobre la ierra, que se
aplica únicamente a los medianos y grandes propietarios en función
del tamaño de la ierra. Sin embargo, el impuesto sobre la ierra no se
97
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
aplica en la prácica. Los gobiernos municipales encargados de la re-
caudación no ienen la capacidad administraiva ni los mecanismos
para hacer cumplir y recaudar el impuesto. Para la producción y las
exportaciones agrícolas, existe un régimen fiscal especial conocido
como Régimen Agrario Unificado [RAU] que también se aplica úni-
camente a los medianos y grandes propietarios de ierras y susituye
al Impuesto al Valor Agregado [IVA], al Impuesto a las Transacciones
[IT], al Impuesto sobre las Uilidades de las Empresas [IUE], y otro
régimen fiscal complementario al Impuesto al Valor Agregado (RC-
IVA). Sin embargo, según los actores estatales de los municipios de
Santa Cruz, este impuesto también carece de aplicabilidad y, aunque
se aplique, contribuye muy poco a los ingresos del Estado. En las ie-
rras más fériles del país, en Santa Cruz, por ejemplo, el RAU ascien-
de a 3,83 dólares (25,42 Bs.) por hectárea al año, una pequeña fracción
comparada con las rentas de los recursos extraídos y los beneficios
de los que se apropian los terratenientes y la agroindustria.
La expansión del complejo sojero también ha detenido la refor-
ma agraria o revolución agraria, que era una parte importante de la
agenda políica de Morales cuando llegó al poder en 2006. El aban-
dono del plan inicial de Morales de llevar a cabo una reforma agraria
redistribuiva a través de la expropiación, junto con la falta de im-
puestos estatales sobre la ierra y la producción agrícola y los nuevos
decretos establecidos para legalizar el uso de nuevos OMG (véanse
las siguientes secciones), son muestras concretas del poder y la in-
luencia del lobby del agronegocio en Santa Cruz. La políica de esta
alianza entre el Estado y el capital va más allá del alcance de este do-
cumento, pero al respecto existen trabajos críicos como de Webber
(2017), McKay (2018b) y Tilzey (2019). En las secciones siguientes, el
complejo soyero de Bolivia se analiza según las cuatro caracterísicas
interconectadas del extracivismo agrario.
98
Ben M McKay y Gonzalo Colque
Importantes volúmenes de exportación de materias primas
La primera dimensión del extracivismo agrario, tal y como se de-
fine aquí, se refiere al volumen de materias primas extraídas y des-
inadas a la exportación con poca o ninguna transformación. Los
volúmenes se consideran grandes o significaivos en relación con
otras exportaciones de base agrícola, mientras que el procesamiento
solo es significaivo si genera vínculos sectoriales de valor añadido y
oportunidades de empleo. En Bolivia, la superficie de culivo de soja
ha aumentado drásicamente en los úlimos veinte años, con un vo-
lumen que pasó de 995 500 toneladas métricas (t) en el año 2000 a 1
921 330 t en 2019, mientras que la superficie de ierra dedicada a este
culivo pasó de 490500 hectáreas (ha) a 1 028 000 ha durante el mis-
mo período (ANAPO, 2019). En 2019, el 80 % del total de la soja y sus
derivados se desinó a la exportación (ANAPO, 2019).
Al tener un componente de valor añadido, el proceso de produc-
ción podría desencadenar ariculaciones sectoriales con los sectores
complementarios que se dedican a la transformación industrial y a
la fabricación, creando empleo desde el inicio (upstream) hasta el fi-
nal (downstream) de la cadena. Pero dado que la soja se transforma
en torta de aceite y harina para la exportación, no existe ariculación
sectorial y genera poco empleo. La torta de aceite de soja debe ser
procesada de nuevo para converir en alimento para animales o en
productos de consumo. El importante volumen de soja producida,
semiprocesada y desinada a la exportación, representa la primera
de las cuatro caracterísicas del extracivismo agrario en Bolivia.
Concentración de la cadena de valor
y desariculación sectorial
La segunda dimensión del extracivismo agrario en Bolivia iene que
ver con la concentración del control de la cadena de valor y la falta
99
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
de ariculación sectorial. La mayoría de los componentes de la cade-
na de valor no se producen en Bolivia, lo que significa que su plusva-
lía asociada se apropia en otros lugares. La mayoría de las semillas
transgénicas de Bolivia, por ejemplo, provienen de Argenina, y solo
cuatro empresas controlan el 86 % del mercado de semillas, mien-
tras que los agroquímicos se importan de China (48 %), Argenina (22
%), Brasil (7 %) y Paraguay (7 %) (Insituto Nacional de Innovación
Agropecuaria y Forestal [INIAF], 2015) (SENASAG, 2014). Además,
cuatro de las seis principales empresas controlan el 85 % del merca-
do de la soja, donde los rubros de almacenamiento, procesamiento y
exportación son propiedad de agroempresas transnacionales, entre
las que se encuentran las mulinacionales estadounidenses ADM y
Cargill (AEMP, 2013; McKay, 2018c). También se importa la maquina-
ria pesada —tractores, fumigadoras y cosechadoras— que susituye
la mano de obra y cambia todo el proceso producivo con incremen-
tos sustanciales de producividad. Esta maquinaria es importada
principalmente de Brasil (61 %), Estados Unidos (10%) y Argenina (9
%) (INE, 2016).
La producción de estos valores de uso genera plusvalías que tam-
bién son importadas a Bolivia para aumentar la producividad del
trabajo y, en úlima instancia, extraer más valor de la producción de
soja. La ferilidad natural del suelo boliviano es una fuente de valor
de uso en el proceso de producción que, mediante la aplicación de
fuerza de trabajo e insumos agroindustriales, produce la plusvalía
representada por la soja, una agromercancía intercambiada en los
mercados internacionales. Los insumos agroindustriales y la meca-
nización han disminuido sustancialmente el iempo de trabajo so-
cialmente necesario para producir soja, reduciendo la necesidad de
mano de obra y extrayendo más valores de uso de la naturaleza a
través de la intensificación, aumentando así la plusvalía relaiva de
la que se apropian los agroindustriales y los productores capitalistas.
La ferilidad natural del suelo varía en función de las zonas geo-
gráficas, lo que permite a quienes controlan los suelos más favora-
bles apropiarse de más plusvalía. También la ferilidad natural del
100
Ben M McKay y Gonzalo Colque
suelo aumenta la producividad del trabajo y permite la apropiación
de los beneficios excedentes, ya sea por el productor capitalista o por
quienes controlan la ierra en forma de renta del suelo (renta diferen-
cial I) (Marx, 1981). Además, diferentes capitales (semillas, productos
agroquímicos, maquinaria) también pueden producir más valor (al
menos temporalmente, debido a la disminución de la ferilidad del
suelo) en canidades iguales de ierra uilizando la misma canidad
de fuerza de trabajo. Este es el atracivo de la innovación tecnológica
en la agricultura, como las variedades de semillas de alto rendimien-
to, los insumos agroquímicos y la mecanización avanzada. Se trata
de otra forma de plusvalía extraída de la naturaleza (como valor de
uso), que puede ser apropiada como plusvalía por los productores ca-
pitalistas o como renta del suelo (renta diferencial II) por los terrate-
nientes (Fine y Saad-Filho, 2004). En otras palabras, la renta del suelo
son las ganancias excedentarias que se apropian los propietarios de
la ierra. En el contexto del complejo soyero de Bolivia, la principal
fuente de valor se apropia a través de la renta del suelo, aunque se
necesita algo de trabajo para extraer el recurso y llevarlo al mercado
en forma de mercancía.
El centro de la producción de soja, en el que se basa todo el com-
plejo, es la ierra. El control sobre la ierra significa el control sobre
dónde se produce la soja (y la plusvalía). La ierra y el trabajador,
como dijo Marx (1976, p. 638), son “las fuentes originales de toda ri-
queza”. La ierra sirve como medio de producción, al proporcionar
nutrientes para que la soja crezca, y encarna parte del proceso de
producción (Harvey, 2006). Por supuesto, se requieren otros insumos,
como la fuerza de trabajo, las semillas y la maquinaria, pero la ierra
sigue siendo fundamental. Sin embargo, la propiedad formal de la
ierra se ha vuelto cada vez menos importante para la apropiación de
la plusvalía dentro del proceso de producción debido a los procesos
de exclusión produciva y control de la cadena de valor (véase McKay
y Colque, 2016; McKay, 2018c).
El complejo sojero boliviano se caracteriza por la importación
de productos terminados (semillas transgénicas, agroquímicos,
101
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
maquinaria), la circulación de este agrocapital por los suelos bolivia-
nos controlado por una pequeña minoría de agrocapitalistas, el con-
trol concentrado del proceso producivo por unas pocas empresas y
la exportación de la soja semiprocesada en su forma de mercancía.
La extracción de la plusvalía del proceso producivo y la apropiación
por parte de unas pocas empresas nacionales y mulinacionales
(concentración de la cadena de valor), junto con la falta de encadena-
mientos con otros sectores de la economía nacional (desariculación
sectorial), representan una dimensión importante del extracivismo
agrario en Bolivia.
Alta intensidad de degradación ambiental
La tercera dimensión del extracivismo agrario en Bolivia se refiere
a la intensidad de la degradación ambiental en la región, o sea las
prácicas agrícolas insostenibles que ienen efectos duraderos, más
directamente en las comunidades cercanas a las zonas de produc-
ción, pero también en sus zonas de inluencia. La producción de soja
altamente mecanizada y transgénica se basa en una serie de práci-
cas agrícolas y de uso de la ierra insostenibles asociadas a la dismi-
nución de la ferilidad y la erosión del suelo, la contaminación de
las fuentes de agua, las altas tasas de deforestación y la pérdida de
biodiversidad, que contribuyen a los cambios climáicos, como el au-
mento de las inundaciones y las sequías (Hecht, 2005; Pengue, 2005;
Müller, Pacheco, et al., 2014). Esto está relacionado con el fuerte uso
de ferilizantes sintéicos y agroquímicos necesarios para tratar los
monoculivos a gran escala, la mecanización de la producción y la
expansión masiva de la frontera agrícola para servir a los mercados
de exportación, principalmente para la alimentación animal y la
producción de biodiésel (Catacora-Vargas et al., 2012).
Desde la legalización de las semillas transgénicas, la canidad de
agroquímicos uilizados en la producción ha superado con creces
la superficie de culivo, pasando de 12,6 millones de kilogramos en
102
Ben M McKay y Gonzalo Colque
2010 a 38,3 millones de kilogramos en 2014, mientras que la superfi-
cie culivada solo aumentó un 28 % (SENASAG, 2014). La extracción
ecológica que se está llevando a cabo como resultado de la expansión
del complejo agroindustrial de la soja es evidente y está agotando
el suelo y amenazando la salud y la seguridad de las comunidades.
Los productores de soja dan fe de ello, explicando que año tras año
nuevos ipos de malezas y plagas amenazan sus culivos y requieren
nuevos ipos de herbicidas y pesicidas. Un destacado dirigente cam-
pesino de Cuatro Cañadas, Paulino Sánchez, llegó desde Potosí en
1983, recibió cincuenta hectáreas del gobierno. Dijo que uno de los
problemas más difíciles para los agricultores de hoy es el agotamien-
to de la ferilidad del suelo. “El suelo está perdiendo sus nutrientes”,
dijo. “Hay compactación por la maquinaria y la gente uiliza muchos
productos químicos, por lo que el rendimiento está disminuyendo”.
Desde la legalización de las semillas transgénicas, los rendimientos
han luctuado entre 1,3 y 2,7 toneladas métricas por hectárea, lo cual
es difícil para la seguridad económica de los agricultores, ya que, por
cada hectárea, una tonelada de cosecha cubre aproximadamente el
coste de producción, dijo. Sin embargo, los que pueden permiirse las
mejores semillas y tecnologías no sufren en la misma medida el cos-
te de esta degradación medioambiental, al menos en el corto plazo.
Sánchez también explicó que muchas personas están preocupadas
por los riesgos de inverir en la producción debido a los altos costes
y a los frecuentes periodos de sequía e inundaciones. Algunas perso-
nas lo han perdido todo debido a los desastres naturales y, por tanto,
no quieren arriesgar todos sus ahorros en un tractor o una cosecha-
dora con tanta inceridumbre.
Estas catástrofes naturales, especialmente los efectos de El Niño
y La Niña, afectan cada vez más no solo a los agricultores y sus co-
sechas, sino a comunidades enteras. Desde 1990 hasta 2015, se han
producido un total de 25 inundaciones que han provocado la muer-
te de 674 personas y han afectado a cerca de 3 millones (EM-DAT,
2016). Aunque la expansión de la frontera agrícola de Bolivia y la
consiguiente deforestación no son ciertamente la única causa del
103
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
aumento de la frecuencia y la gravedad de las inundaciones y las se-
quías, la pérdida de bosques inluye en gran medida en los climas
regionales y globales, ya que los bosques no solo desempeñan un
importante papel como sumideros de carbono, sino que también
devuelven agua a la atmósfera a través de la extracción de agua del
suelo por las raíces de los árboles, lo que se conoce como “servicio de
transpiración” (Malhi et al., 2008).
Un estudio de Naciones revela que, en los úlimos 30 años, Bolivia
ha perdido más de 6 millones de hectáreas de bosque y iene una de
las tasas de deforestación per cápita más altas del mundo (320 me-
tros cuadrados por persona y año), 20 veces más que la media mun-
dial (16 metros cuadrados por persona y año) (UN-REDD, 2010). El 75
% de esta acividad de deforestación se localiza en Santa Cruz, con
una tasa media de deforestación de 200000 hectáreas al año entre
2000 y 2010 (Cuéllar et al., 2012).
Un estudio de Müller et al. (2013) encontró que entre 1992 y 2004,
el 72,6 % de los 1,88 millones de hectáreas de bosques talados en las
ierras bajas de Bolivia fueron eliminados debido a la agricultura
mecanizada de mediana y gran escala (53,7 %) y a la agricultura de
pequeña escala (18,9 %), siendo la ganadería la causante del 27,4 %
restante. Este período coincide con la expansión inicial de la fronte-
ra agrícola, cuando las áreas culivadas de soja pasaron de 164 920 ha
en 1992 a 602 000 ha en 2004 (ANAPO, 2015). A finales de la década de
los noventa, por ejemplo, tres comunidades menonitas abandonaron
más de 100000 ha de ierras de soja debido a la erosión, compacta-
ción y agotamiento del suelo y se trasladaron al norte para despejar
nuevos territorios, vendiendo sus ierras a los ganaderos (Fearnside,
2001). Sin embargo, para el período comprendido entre 2005 y 2010,
Müller et al. (2014) descubrieron que los principales impulsores de la
deforestación en las ierras bajas se habían inverido, y que la gana-
dería representaba el 59,7 % y la agricultura mecanizada (24,6 %) y la
agricultura a pequeña escala (15,9 %) representaban un 41,3 % combi-
nado. A medida que los precios de la ierra aumentan y las condicio-
nes del mercado hacen que el culivo de la soja sea más rentable que
104
Ben M McKay y Gonzalo Colque
la ganadería, los ganaderos se ven empujados a nuevas zonas, lo que
desencadena más deforestación y abre nuevas áreas para la futura
expansión de la soja (Fearnside, 2001; Hecht, 2005; Weis, 2013).
La deforestación no solo ha provocado una pérdida de biodiver-
sidad, sino que también afecta a las comunidades que dependen de
los bosques para su subsistencia, en paricular los territorios indíge-
nas de Lomerío, Guarayos e Isoso, que se encuentran dentro y alre-
dedor de la frontera agrícola en expansión. Un estudio de Vadillo et
al. (2013) concluye que la expansión de los monoculivos a gran esca-
la es una de las principales amenazas para el territorio indígena de
Lomerío y el pueblo chiquitano, que colecivamente iene derechos
sobre cerca de 260000 ha, de las cuales el 60% son bosques.
Guarayos es otro territorio indígena amenazado por la expansión
agro extraciva. Situado al norte de la zona de expansión, muchos
agricultores de Cuatro Cañadas y San Julián buscan ierras en Gua-
rayos y sus alrededores, donde la frontera agrícola se está ampliando
como resultado de la deforestación ilegal, la ocupación y los acuer-
dos de ierras entre líderes indígenas y agricultores de soja. A pesar
de estas amenazas a los pueblos indígenas y a la biodiversidad de la
que muchos dependen para su subsistencia, la agenda del gobierno,
anunciada por el vicepresidente García Linera y los representantes
de la agroindustria de la Cámara Agropecuaria del Oriente Boliviano
en 2012, era aumentar la frontera agrícola en un millón de hectáreas
por año hasta 2020 para “garanizar la soberanía alimentaria” (Gar-
cía Linera, 2012; Heredia García 2014). Esto ejemplifica el intento del
Estado de jusificar y legiimar formas de acumulación de capital a
través de discursos populares, sirviendo a los intereses de las élites
terratenientes y de la agroindustria, mientras que los agricultores
pobres en capital, los habitantes del campo y los pueblos indígenas
siguen siendo excluidos y amenazados por las consecuencias am-
bientales de la expansión.
Las consecuencias de la deforestación son mucho más profundas
y van más allá de la pérdida de bosques y biodiversidad. Los bosques
proporcionan una importante cubierta vegetal, evitan la erosión,
105
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
absorben las precipitaciones y regulan los patrones meteorológicos
y climáicos. Hay muchas pruebas de que la deforestación amplifica
el riesgo de inundaciones y agrava la gravedad de los ciclos climái-
cos de El Niño-Oscilación del Sur [ENSO] (Bradshaw et al., 2007; Mal-
hi et al., 2008). Las rápidas tasas de deforestación han coincidido con
el aumento de las inundaciones en Bolivia, con las inundaciones más
catastróficas de la historia reciente en 2007-2008 y 2014. En 2007, las
inundaciones desplazaron a más de 100000 familias, causando la
muerte de cincuenta personas y afectando a 366 000 ha de ierra cul-
ivada, mientras que en 2008 las inundaciones provocaron la muerte
de otras sesenta y siete personas y el desplazamiento de noventa y
siete familias cuando el Río Grande, que bordea las principales co-
munidades productoras de soja de El Puente, San Julián, Cuatro Ca-
ñadas y Pailón, subió entre 3 y 4,5 metros (Banco Interamericano de
Desarrollo [BID], 2014). En 2014, ochenta y cinco municipios se vie-
ron afectados, lo que provocó el desplazamiento de unas 24 036 fami-
lias, la destrucción de 713 viviendas, la muerte de cuarenta y cuatro
personas y la afectación de 352 ha de ierra culivada (BID, 2014). En
mayo de 2015, más de cien comunidades, solo en el municipio de San
Julián, perdieron gran parte de sus cosechas debido a las inundacio-
nes. Abraham Guzmán, del Núcleo 20 de San Julián, perdió toda su
parcela (45 ha), mientras que aproximadamente 700 ha de su comu-
nidad se inundaron. Para los pequeños agricultores esto supone la
pérdida de los ingresos de casi todo un año, mientras que su inver-
sión inicial en insumos agrícolas los lleva a endeudarse —a veces
con agroindustrias como ADM, Gravetal, Mónica o FINO, o con otros
agricultores—, lo que podría llevarlos a tener que vender sus ierras.
El fenómeno ENSO y las inundaciones siguen aumentando en
intensidad y frecuencia. En la década de 1960, el departamento de
Santa Cruz experimentó condiciones normales el 74 % del iempo
sin el fenómeno climáico ENSO, mientras que, en la primera década
del siglo XXI, la región experimentó el fenómeno ENSO el 76 % del
iempo con una mayor gravedad y frecuencia de las inundaciones
y la sequía (ACF-IN, 2009). La creciente ocurrencia y severidad de
106
Ben M McKay y Gonzalo Colque
las inundaciones y sequías no afecta a todos por igual. En la zona
de expansión de la soja y especialmente en los municipios de Cuatro
Cañadas y San Julián la gran mayoría de los pequeños agricultores
ocupan parcelas en la zona de inundación alrededor del Río Grande,
mientras que los grandes agricultores ocupan las ierras más fériles
y ligeramente más altas al este de la carretera principal.
Aunque la deforestación debido a la expansión de la frontera agrí-
cola ha sido idenificada como uno de los principales contribuyentes
al incremento en la frecuencia e intensidad de las inundaciones y la
erosión en el Plan de Uso del Suelo de Santa Cruz, se han establecido
nuevas leyes que excusan la deforestación ilegal (Ley 739), aumentan
los límites de deforestación (Ley 741) y amplían las inspecciones re-
glamentarias (de dos a cinco años) para asegurarse de que la ierra
cumple una función socioeconómica (Función Económica y Social)
(Colque et al., 2016). En lugar de implementar regulaciones estrictas
contra la deforestación y promover prácicas de reforestación y sos-
tenibilidad, el gobierno está inviriendo cerca de 17 millones de dó-
lares en proyectos de construcción para proteger a las comunidades
y las ierras producivas con el fin de facilitar la coninua expansión
de la frontera agrícola para servir a los intereses del complejo so-
jero (ANAPO, 2015). Estas soluciones residuales no abordan las cri-
sis ecológicas sistémicas que se desarrollan debido a la producción
de monoculivos a gran escala y a la expansión de la frontera. Los
agricultores se encuentran con más inceridumbres que nunca, en
términos de rendimientos voláiles, debido a la disminución de la
ferilidad del suelo y el aumento de las necesidades de agroquímicos,
la sequía y las inundaciones debido al sistema ENSO, las tormentas
de polvo, la pérdida de biodiversidad y la incapacidad de diversificar
la producción, además de la contaminación de las fuentes de agua en
gran parte debido a la fumigación generalizada.
Un estudio realizado por Mekonnen y Hoekstra (2011) del Centro
del Agua de Twente, en los Países Bajos, reveló que cada tonelada de
soja cosechada requiere una tonelada de agua. Teniendo en cuenta la
canidad total de cubierta forestal que se pierde, la disminución de la
107
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
ferilidad del suelo, la pérdida de biodiversidad y la contaminación
del agua, el resultado será un marcado déficit ecológico y un poten-
cial de crisis ecológica si persiste este modelo de producción.
La penetración capitalista en la agricultura y la apropiación de
las semillas, los ferilizantes, el control de plagas e incluso la mano
de obra por parte de la industria ha llevado al “socavamiento dis-
coninuo pero persistente de elementos discretos del proceso de
producción agrícola, su transformación en acividades industriales
y su reincorporación a la agricultura como insumos” (Goodman et
al., 1987, p. 2). Este proceso, que Goodman et al. denominan “apropia-
cionismo”, ha provocado esta grieta irreparable en el metabolismo
socioecológico. La susitución de los insumos naturales por los in-
dustriales permite la extracción acelerada de la naturaleza como un
“regalo gratuito”, anulando las limitaciones ecológicas anteriores,
mientras que los paquetes tecnológicos de ferilizantes sintéicos,
semillas transgénicas, agroquímicos y mecanización anulan igual-
mente los conocimientos, las prácicas y los requisitos laborales
tradicionales de los agricultores, haciéndolos cada vez más depen-
dientes de la agroindustria o incluso obsoletos para ella. Esta separa-
ción y desprecio por el metabolismo socioecológico lleva a descuidar
la regeneración natural y la simbiosis de los procesos agroecológi-
cos, así como a una rápida degradación del medio ambiente a través
de la externalización de los costes y las soluciones tecnológicas. Ta-
les anulaciones biofísicas son insostenibles y su tendencia a generar
crisis ecológicas y a trasladarse a nuevos terrenos verdes expone las
contradicciones aceleradas de la agricultura capitalista “industrial”
(Weis, 2010).
Con casi el 80% de la soja de Bolivia y sus derivados desinados a
la exportación, la soja no solo se extrae y se apropia para la realiza-
ción de valor en otros lugares, sino que el modo de extracción dismi-
nuye la capacidad produciva de los recursos naturales a largo plazo,
lo que conduce a un empobrecimiento ecológico y a un intercam-
bio ecológico desigual entre los países comerciantes (Bunker, 1984).
Como afirma Bunker (1984, p. 1053) en su importante trabajo sobre
108
Ben M McKay y Gonzalo Colque
las economías extracivas de exportación en la cuenca del Amazo-
nas y su tendencia a los lujos netos desiguales de intercambios de
materia y energía con las economías industriales producivas o ar-
iculadas, “[d]ebemos considerar los efectos de la explotación de la
mano de obra y de la explotación de los ecosistemas completos como
fenómenos separados pero complementarios, que afectan ambos
al desarrollo de regiones concretas”. La extracción o expropiación
de la naturaleza es una caracterísica definitoria del extracivismo
agrario en Bolivia. Como escribió Bunker hace más de 30 años, “las
consecuencias ecológicas y demográficas de estos trastornos proba-
blemente durarán mucho más que la demanda de la mercancía o el
modo paricular de extracción que la proporciona” (1984, p. 1056).
Para Bolivia, el empobrecimiento socioeconómico y ecológico de
su principal modo de extracción, la minería, debería servir de cru-
do recordatorio. El trágico subdesarrollo y empobrecimiento de la
que fuera la mayor y más rica ciudad minera de Bolivia, Potosí, o la
más reciente desaparición del segundo lago más grande de Bolivia, el
Lago Poopó, del que dependen cientos de familias para su subsisten-
cia, ejemplifican las duras realidades del extracivismo.
Deterioro de las oportunidades y condiciones laborales
La cuarta dimensión del extracivismo agrario en Bolivia se refiere a
la falta de oportunidades laborales y al deterioro de las condiciones
de trabajo en el complejo soyero.
Desde el punto de vista laboral, no hay nada intrínsecamente in-
deseable en la producción mecanizada de soja. De hecho, la mayoría
de la gente preferiría beneficiarse del aumento de la producividad
laboral y de las condiciones laborales menos exigentes físicamente
en el sector de la agricultura mecanizada. En otras palabras, la meca-
nización como forma de producción agrícola no es lo que consituye
un problema en sí mismo, sino las relaciones sociales de producción
asociadas a dicha forma dentro del contexto socioeconómico más
109
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
amplio. Cuando la forma de producción disminuye sustancialmente
la necesidad de mano de obra en una economía sectorial y social-
mente desariculada, puede dar lugar a poblaciones excedentarias
(Li, 2009). Y esto es precisamente lo que está ocurriendo en el com-
plejo sojero de Bolivia. La afirmación de la ANAPO y el IBCE de que
la soja genera 100 000 puestos de trabajo es extremadamente in-
exacta y engañosa. Aparte de la exageración del empleo directo, las
afirmaciones sobre el empleo en almacenamiento (1431) y transporte
(26824) implican empleos temporales y precarios. Las instalaciones
de almacenamiento y procesamiento emplean de 2 a 6 personas a
iempo completo, entre 7 a 14 técnicos a iempo parcial y otros 7 a
14 trabajadores generales a iempo parcial. Además, los conducto-
res de camiones de transporte (internos) son contratados durante
la cosecha, que abarca algunos meses del año y sin ningún ipo de
seguridad laboral ni prestaciones. Por úlimo, las cifras de empleo
facilitadas por ANAPO se refieren a la cosecha de soja de verano, la
época más intensa y lucraiva del año para la producción agrícola.
Para las cosechas de invierno, las esimaciones de empleo total se re-
ducen a poco más de 40000 personas e incluyen los mismos empleos
a iempo parcial y precarios. La medición de la generación de empleo
sectorial debe envasarse en empleo estable y anual, no en oportuni-
dades laborales precarias de uno o dos meses de duración.
Esta dimensión del extracivismo agrario no se limita a la menor
necesidad de mano de obra asalariada en el proceso de producción,
sino que también iene relación con el deterioro de las condiciones
laborales, en términos de salud, seguridad y precariedad. El corte
manual de la caña de azúcar en Brasil, por ejemplo, sigue proporcio-
nando un medio de vida a unas 500000 personas, pero las condicio-
nes son extremadamente exigentes tanto mental como físicamente,
a menudo similares a las condiciones de esclavitud (Alves, 2006; Mc-
Grath, 2013). Los datos de la Comisión Pastoral de la Tierra de Bra-
sil (Comissão Pastoral da Terra) revelaron que 10010 trabajadores
fueron liberados de las condiciones laborales de esclavitud en el
sector de la caña de azúcar entre 2003 y 2010 (Brasil, 2011). Además,
110
Ben M McKay y Gonzalo Colque
en referencia a las plantaciones de palma aceitera y caña de azúcar
en Guatemala, Alonso-Fradejas (2015, p. 492) afirma que “mientras la
mano de obra y los acuerdos laborales se organizan de forma lexi-
ble para maximizar la extracción de excedentes, las condiciones de
trabajo están dañando la salud física y mental de los trabajadores
de forma grave e incluso mortal”. Ambas dimensiones del trabajo
se consideran parte del extracivismo agrario. En el complejo sojero
altamente mecanizado de Bolivia, es la falta de uilidad del trabajo
para la acumulación de capital lo que está generando exclusión y po-
blaciones excedentes.
En conjunto, estas caracterísicas apuntan a un modelo de desa-
rrollo agrícola insostenible y perjudicial para la mayoría rural, con
graves implicaciones socioeconómicas y socioecológicas. No se trata
de un modelo de industrialización del campo, sino de extracción de
valor, exclusión laboral y expropiación de la naturaleza. Pero no solo
el complejo sojero iene estas caracterísicas extracivas. Las recien-
tes dinámicas agrarias en Bolivia están exacerbando y reforzando el
modelo extracivo de la agricultura con importantes implicaciones
para los medios de vida y el futuro del campo.
Dinámica agroextraciva reciente:
incendios forestales, biodiésel y OMG
En la línea de fuego
El auge de la soja tropical terminó seduciendo al gobierno de Evo
Morales que, dejando de lado su retórica ecologista, forjó una alian-
za políica y económica con el sector del agronegocio. Esta coalición
público-privada ha converido los bosques de la Chiquitanía y la
Amazonía en territorios emergentes para la economía agroextrac-
iva. La progresiva desregulación de las leyes de protección de los
bosques, así como de la lucha contra la apropiación privada de las
ierras estatales, ha desencadenado una carrera desenfrenada de
111
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
acaparamiento de ierras, que ahora forma parte de los motores que
explican la intensificación de los incendios forestales.
Aunque el extracivismo agrario es objeto de atención pública
desde hace algunos años, los incendios forestales de 2019 alertaron
sobre la magnitud del problema, no solo en Bolivia sino también en
Brasil. Los bosques y las regiones vinculadas a las fronteras agrícolas
de ambos países sufrieron incendios que llamaron la atención del
mundo entero. Los incendios forestales de Bolivia ienen una ínima
conexión con los que se propagan por la Amazonia brasileña. Esta
conexión no se basa en que los incendios forestales incontrolables
se exiendan a través de las fronteras, que es lo que alegó el gobierno
boliviano en una primera reacción defensiva; sino que ambos países
ienen una agenda similar: la expansión a gran escala de las ierras
culivables y los pasizales para la ganadería extensiva y la agricultu-
ra de monoculivo.
Más que un fenómeno natural o un acontecimiento accidental, se
trata de una técnica de expansión fronteriza facilitada por el Estado
y llevada a cabo por las élites terratenientes.
En las fériles ierras bajas de Santa Cruz, Bolivia, los incendios se
extendieron por 3,6 millones de hectáreas, lo que representa casi el
10% de la superficie total del departamento y un aumento de cinco
veces en los incendios forestales en comparación con el año anterior
(TIERRA, 2019). Más de la mitad (52,7 %) de la superficie quemada era
ierra pública, mientras que el resto (47,3 %) era propiedad privada
(individual y coleciva), incluyendo predios agroindustriales, territo-
rios indígenas —Tierras Comunitarias de Origen [TCO]—, propieda-
des comunitarias y predios de mediana y pequeña escala (TIERRA,
2019). Si bien los incendios forestales no son una novedad en los paí-
ses que pracican la tala y quema, conocida como chaqueo en Bolivia,
estos incendios sí representan una anomalía y están relacionados
con la intensificación de la acividad humana que se expande hacia
nuevas fronteras para incorporar nuevas ierras para las acividades
agrícolas y ganaderas, así como para repoblar los pastos de las ha-
ciendas ganaderas. A esto se suma la falta de medidas de precaución
112
Ben M McKay y Gonzalo Colque
para el manejo del fuego, lo que provocó incendios que se volvieron
incontrolables.
¿Una nueva era en el desarrollo del biodiésel?
A finales de 2018, los representantes de la agroindustria y el gobier-
no lanzaron el inicio de la llamada “era del biodiésel”. La inversión
público-privada compromeida asciende a unos 2 000 millones de
dólares, esimando que se necesitarían al menos 250000 hectáreas
de nuevas ierras para que este proyecto arranque y sea rentable.
Alimentado por los discursos de “energía verde” y sostenibilidad,
el programa de biocombusibles pretende aumentar la producción
de soja y caña de azúcar para biodiésel y etanol anhidro, respeciva-
mente. El lobby del agronegocio presionó al gobierno para que legali-
zara nuevas variedades de culivos OMG, a la vez que presionó para
que se lexibilizaran las normas y regulaciones sobre deforestación
y quema, algo que se concedió en el período 2017-2019 (la Ley 741 y el
DS 3973, considerados como “puertas legales” para el desmonte y la
quema de bosques). Además, la cartera de negocios establece que el
Estado será el principal comprador del biocombusible para uilizar-
lo como adiivo y susituto parcial del diésel importado.
La desregulación de la deforestación, combinada con los dis-
cursos estatales para ampliar la frontera agrícola para los biocom-
busibles, proporcionó condiciones favorables para la escalada de
los incendios forestales y así abrir nuevas áreas sin consecuencias.
La aceptación de los biocombusibles por parte del Estado generó
grandes expectaivas entre los terratenientes de la Chiquitanía inte-
resados en habilitar más ierras de culivo. A esto se suma el nuevo
acuerdo comercial con China para exportar carne vacuna que, cier-
tamente, incenivó la apertura de nuevas ierras para el pastoreo de
ganado.
Después de que el gobierno de Morales fuera susituido en me-
dio de un escándalo políico con denuncias de fraude electoral,
el gobierno de transición de Jeanine Añez retomó la agenda de los
113
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
biocombusibles a principios de 2020. El gobierno de Añez aceleró
el apoyo estatal para incenivar la inversión privada y asegurar la
compra estatal de etanol y la futura producción de biodiésel a través
de contratos estatales que garanizan las compras a precios subsidia-
dos. Sin embargo, esta intención fue interrumpida y la inceridum-
bre se cierne ante la volailidad de los precios de petróleo. La caída
del precio internacional del petróleo por debajo de los 30 dólares
el barril y la inceridumbre del mercado energéico en el año 2020
han puesto en peligro la viabilidad del proyecto de biocombusibles.
Las autoridades gubernamentales anunciaron que raificarían los
acuerdos de compra de etanol estatal y, aunque anunciaron reunio-
nes con el sector cañero, no han hecho públicos los términos en que
se firmaron los documentos, por lo que no hay certeza sobre el mon-
to de compra estatal compromeido y el precio a pagar.
El impulso de los OMG
El 7 de mayo de 2020 se aprobó el Decreto Supremo 4232 con la in-
tención de acelerar la adopción de cinco culivos transgénicos: soja,
maíz, trigo, caña de azúcar y algodón. Esto responde a las deman-
das del agronegocio para el uso de la “biotecnología”, algo que forma
parte de una negociación permanente con el Estado. En 2019, Evo
Morales promulgó el Decreto Supremo 3874 para agilizar la legaliza-
ción de dos nuevas semillas transgénicas de soja: HB4 e intacta. Este
impulso a la legalización de los culivos transgénicos se ha combina-
do con la liberalización de las agroexportaciones, que se dio en dos
momentos recientes: la aprobación del Decreto Supremo N.º 3920 en
2019, que amplía al 60% los cupos de exportación libres de soja, y la
liberalización total de las exportaciones decretada por Jeanine Añez
en 2020.
Uno de los argumentos uilizados para acelerar la adopción de
los culivos transgénicos fue que ayudaría a combair la inminen-
te crisis alimentaria que provocaría la pandemia del COVID-19 y la
cuarentena. El lobby del agronegocio retomó el discurso inicial de
114
Ben M McKay y Gonzalo Colque
ser el garante de la seguridad y la soberanía alimentaria y que, para
cumplir con esta responsabilidad social, necesitaba nuevas facilida-
des por parte del Estado para ampliar las áreas de culivo. El Plan
de Reacivación del Sector Agropecuario para la COVID-19, presen-
tado por la Confederación Nacional Agropecuaria [CONFEAGRO] al
gobierno incluye una línea de crédito de 500 millones de dólares por
cinco años, dos años de gracia y una tasa de interés del 4 % anual
(CONFEAGRO, 2020). Esta peición no ha pasado desapercibida para
diversos sectores de la sociedad civil, como acivistas medioambien-
tales, pequeños productores, defensores de la agricultura sosteni-
ble, campesinos de las ierras altas, comunidades indígenas de la
Amazonia y ierras bajas, entre otros. Los argumentos esgrimidos
por el sector del agronegocio han sido desacreditados y ha quedado
claro que este sector, en alianza con el Estado, intenta aprovechar
la pandemia para avanzar en su agenda de expansión de la frontera
agroextraciva (ver Mamani, 2020). Revisando rápidamente la lista
de culivos solicitados, se puede deducir que el principal interés no es
producir alimentos para combair la crisis alimentaria, sino ampliar
la producción de soja que se exporta casi en su totalidad al merca-
do internacional, además de legalizar la siembra de maíz amarillo
transgénico que se uiliza mayormente para alimentar al ganado.
El nuevo impulso a la expansión de los culivos transgénicos que
representa un conlicto permanente en la sociedad, también arroja
dudas sobre si el complejo de la soja es económicamente viable o
si se apoya en mecanismos extraeconómicos para acumular bene-
ficios. Una cuesión importante se refiere a los rendimientos de la
soja transgénica, que no son significaivamente superiores a los del
culivo convencional. Los rendimientos de la soja han sido voláiles,
con un promedio de rendimiento en 2019 de apenas 1,91 toneladas
por hectárea que representa el registro más bajo desde que se inició
la siembra legal de este culivo transgénico en Bolivia. Después de
casi quince años de uso de semillas transgénicas, los aumentos de
rendimiento han sido triviales, con apenas un 16 % por encima de
los niveles anteriores a 2005 (Colque, 2020). Si se ienen en cuenta
115
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
los costos de producción, los agricultores están en realidad peor que
antes. De 2002 a 2014, los costos de producción de los agricultores de
soja aumentaron de 263 a 475 dólares por hectárea, y su dependen-
cia de un único culivo les ha converido en compradores netos de
alimentos, someidos a productos alimenicios voláiles y altamente
procesados (McKay, 2020).
Este ipo de agricultura extraciva se ve acentuado por la prácica
generalizada de la élite agroindustrial y terrateniente de captar el
apoyo estatal a su favor. El sector agroindustrial boliviano no solo
iene un carácter y una forma extraciva, sino que depende en gran
medida de privilegios extraeconómicos, especialmente en los mo-
mentos en que los precios de los productos agrícolas son bajos. Los
privilegios del sector quedan demostrados por los acontecimientos
mencionados. Los incendios forestales, además de las desastrosas
implicaciones ecológicas, relejan la relajación de las regulaciones
ambientales lograda a través de alianzas entre el Estado y el capi-
tal y el ejercicio del poder y la inluencia del agronegocio sobre las
decisiones del gobierno nacional. Los proyectos de expansión de los
biocombusibles, además de reforzar el modelo agroextracivista a
costa de la mayoría rural (campesina), implican compras estatales
a precios superiores a los del mercado. A la luz de estos hechos, el
extracivismo agrario no se asemeja a la narraiva del sector pri-
vado, que es un sector producivo que genera múliples beneficios
económicos y sociales de manera sostenible. Por úlimo, los recien-
tes intentos de extender los culivos transgénicos en Bolivia no solo
amenazan aún más la agricultura campesina de pequeña escala,
sino también la rica diversidad de culivos tradicionales en todo el
país. La generalización de los culivos transgénicos hará, sin duda,
que el país sea más dependiente de las importaciones de alimentos,
ya que los monoculivos transgénicos desinados a la exportación
susituyen a los culivos tradicionales de consumo interno.
116
Ben M McKay y Gonzalo Colque
Conclusión
Este capítulo ha revelado las implicaciones socioeconómicas, políi-
cas y socioecológicas del complejo sojero y del modelo agrícola boli-
viano en general. Está claro que el llamado grano de oro de Bolivia
contribuye muy poco a la seguridad alimentaria del país, por no ha-
blar de la soberanía alimentaria. De hecho, los grandes cambios en el
uso de la ierra para pasar de los culivos tradicionales a los “indus-
triales” han hecho que el país sea más dependiente de las importacio-
nes de alimentos para saisfacer su demanda interna, mientras que
el control corporaivo del culivo más importante ha provocado una
pérdida de autonomía entre las mayorías rurales, algunas de los cua-
les quedaron excluidas y otras atrapadas en relaciones de deuda y
dependencia. En lugar de industrializar el campo, este modelo basa-
do en monoculivos transgénicos de exportación, a gran escala y con
uso intensivo de capital, iene un carácter y una forma extracivos,
por lo que caracteriza mejor como extracivismo agrario. Como una
categoría conceptual, sostenemos que el extracivismo agrario es úil
tanto desde el punto de vista políico como analíico para entender
las nuevas dinámicas de cambio agrario provocadas por este modelo
de desarrollo. Desafía directamente la noción de agroindustrializa-
ción al exponer la falta de vínculos industriales, de generación de
empleo, de sostenibilidad y de beneficios para la economía y la so-
ciedad nacionales. Los insumos industriales son importados y con-
trolados por un mercado oligopólico, circulan por el suelo boliviano
y extraen la riqueza natural en forma de mercancía de exportación.
El complejo sojero boliviano se asemeja a un enclave extracivo, des-
ariculado social y sectorialmente del resto de la economía, con una
producción desinada a los mercados de exportación, mientras se
erosiona la propia base material y produciva de la que depende.
Mientras que los discursos dominantes del Estado y de las clases
del capital intentan legiimar y jusificar este modelo, el extracivis-
mo agrario como concepto pone el carácter extracivo en el primer
117
Capítulo 2. Dinámicas extracivas en el sector agrario de Bolivia
plano de la discusión. En el contexto actual marcado por un mode-
lo de desarrollo extracivista que invade los territorios indígenas,
excluye a los pequeños propietarios y conduce a una deforestación
generalizada; la unificación contra todas las formas extracivistas
ofrece una plataforma paraguas para la lucha contra la injusicia
global. Aunque la extracción de recursos naturales en Bolivia no es
nueva, la forma en que el Estado ha seguido ampliando las fronteras
extracivas refuerza las formas existentes de explotación socioeco-
nómica y ecológica. Ya sea por causa de la extracción de minerales,
hidrocarburos o productos agrícolas, los habitantes de las zonas
rurales y las clases trabajadoras se enfrentan a un deterioro de sus
opciones de subsistencia. La convergencia contra estas formas de
extracivismo puede facilitar las alianzas políicas entre los diversos
grupos sociales afectados por el extracivismo. Este capítulo espera
contribuir tanto analíica como políicamente a los debates en curso
en la región, analizando las dinámicas extracivas en el sector agra-
rio en Bolivia y desafiando los discursos dominantes de industriali-
zación agrícola y desarrollo rural.
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Capítulo 3
Extracivismo agrario
en el Cerrado brasileño
Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
Introducción
Durante los días 20 a 23 de noviembre de 2019, las cadenas de no-
icias nacionales anunciaron el despliegue de la “Operación Lejano
Oeste”, llevada a cabo por la Policía Federal en varias ciudades del
estado de Bahía y en el Distrito Federal. La operación policial desi-
tuyó al presidente del Tribunal de Jusicia de Bahía y se llevó deteni-
dos a cinco jueces. Una invesigación llevada a cabo por el Ministerio
Público Federal alegó delitos de corrupción, blanqueo de dinero y
organización criminal. Todos ellos estaban relacionados con el “gri-
lagem” —acaparamiento de ierras públicas y de usos comunales a
través de un esquema de defraudación de documentos— revelado en
el oeste de Bahía que se presume involucra a jueces, abogados y gran-
des terratenientes (Camargo, 2019).
El esquema se construyó sobre la venta de sentencias judiciales
que legalizarían el acaparamiento de ierras públicas y comunales
en la región de la frontera agrícola conocida como Matopiba. Acró-
nimo derivado de los estados de Maranhão, Tocanins, Piauí y Bahía,
esta región ha sido vista en los úlimos años como la “más nueva”
frontera agrícola caracterizada por las tendencias globales en la
126
Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
intersección de la ierra agrícola y las finanzas (Mançano Fernandes,
2019).
Según las invesigaciones, las sentencias judiciales habían legali-
zado unas 360000 ha, pero el esquema de sentencias para la venta
implicaba más de 800000 ha en disputa (Fernandes, 2019). Este se
convirió en otra historia de apropiación ilegal de ierras (acapara-
miento de ierras con fines especulaivos) a lo largo de una fronte-
ra que había sido transformada para la producción de soja a gran
escala, lo que indica cómo ha procedido el extracivismo agrario en
Brasil.
A pesar de que el acaparamiento de ierras ha sido históricamente
un componente fundamental, el extracivismo agrario no puede re-
ducirse a las apropiaciones ilegales de ierras públicas o comunales
y a su perspeciva especulaiva. Como parte de la llamada cuesión
agraria, es más bien un proceso estructural de “acumulación por des-
posesión” (Harvey, 2003) que incluye diversas formas de apropiación
(legal e ilegal) de recursos naturales, más allá de la ierra, como los
bosques, el agua y los minerales (recursos subterráneos) con con-
secuencias sociales. El extracivismo agrario brasileño se compone
de una combinación de inversiones en la producción de monoculi-
vos intensivos a gran escala para la exportación en laifundios muy
grandes, aniguos laifundios (Delgado, 2013) y procesos especulai-
vos (financiarización). Cuenta con el apoyo (recursos públicos) y la
connivencia (lexibilización de las leyes) del Estado (Marins, 2012),
que ha impulsado la expansión de las fronteras agrícolas, trans-
formando el uso de la ierra y profundizando la apropiación de la
naturaleza.
En Brasil el extracivismo agrario contemporáneo surgió a parir
de la implementación de la revolución verde a mediados del siglo XX.
Se ha basado en la concentración de la ierra (grandes explotaciones)
(Insituto Brasileño de Geografía y Estadísica [IBGE], 2017), la espe-
culación y el “grilagem” (acaparamiento de ierras), y no se reduce
a su dimensión produciva. El extracivismo agrario está estrecha-
mente relacionado con la especulación financiera, especialmente
127
Capítulo 3. Extracivismo agrario en el Cerrado brasileño
después de la crisis económica de 2008. Históricamente, ha estado
arraigado en los pactos de poder entre las élites agrarias (grandes te-
rratenientes), la agroindustria y el Estado (Delgado, 2013). Incluso,
con base en narraivas neoliberales (Mançano Fernandes, 2019), re-
fuerza las posiciones políicas conservadoras, lo que resulta en po-
breza y desi gualdad (Marins, 2012).
En las úlimas décadas, el bioma del Cerrado (sabanas brasileñas)
se ha converido en un motor económico, ganando la atención inter-
nacional como la más reciente y mayor frontera agrícola (The Econo-
mist, 2010). La región representa casi una cuarta parte del territorio
nacional y más de la mitad de la producción de soja brasileña (IBGE,
2017). A pesar de su suelo relaivamente ácido y su infraestructura
subdesarrollada, el Cerrado en general y el Matopiba en paricular
se han converido en un desino importante para las empresas de
agronegocios a gran escala (Favareto, 2019), profundizando los pro-
cesos de extracivismo agrario al abrir nuevas áreas dedicadas a los
culivos desinados a la exportación (Flexor y Leite, 2017). Además,
como lugares de “la degradación del otro” (Marins, 2012) y donde
se despliegan rápidamente formas de acumulación por desposesión.
La frontera de Matopiba se consituye en uno de los lugares donde el
extracivismo agrario es más evidente en Brasil.
Como es común con las ierras desinadas a la expansión capita-
lista, la Matopiba está marcada por altos niveles de inversiones na-
cionales y extranjeras, combinados con pobreza, desi gualdad y bajos
niveles de protección ambiental (Favareto, 2019). Frente al avance de
la frontera agrícola, las comunidades rurales resisten y defienden
sus territorios y bienes comunes, especialmente el derecho de acceso
y control del agua de calidad. Se trata de una relación conliciva en-
tre el desarrollo capitalista extracivo y la resistencia popular (Velt-
meyer y Zayago Lau, 2019), en la que los principales actores son los
indígenas y las comunidades tradicionales de la región de Matopiba
(Mançano Fernandes, 2019).
La tendencia a la financiarización de la ierra ha afectado com-
promisos nacionales de larga data con la reforma agraria y la
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Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
demarcación de territorios, que se estancaron desde el gobierno de
Roussef (2012-2016) y el breve gobierno de Temer (2016-2018) y fue-
ron completamente abandonados por el gobierno de Bolsonaro en
2019 (Sauer et al., 2019a). Las crisis políicas y económicas que se han
apoderado del país en la úlima década han sido presentadas como
evidencia de la necesidad de lexibilizar las restricciones a la inver-
sión extranjera. Así, estos años de crisis desde 2016 han dado impul-
so a los procesos de financiarización y desposesión (Harvey, 2003)
del campo brasileño (Flexor y Leite, 2017), específicamente a lo largo
de la frontera de Matopiba (Favareto, 2019).
El discurso oficial ha retratado el agronegocio como el sector más
estable en una economía erráica que, por lo demás, ha frustrado la
inversión internacional (Sauer, 2018; Leite et al., 2019). La noción de
“agronegocio” ha tenido un significado diferente en Brasil que en
Estados Unidos, por ejemplo, donde se forjó en la década de 1960
(Gryszpan, 2012). El concepto comenzó a uilizarse a mediados de la
década de 1990 en Brasil, en un intento de superar la historia de la
modernización agrícola asociada a la concentración y la especula-
ción de la ierra, los conlictos agrarios y la baja producividad. El
agronegocio se vinculó entonces al discurso de la modernización, la
eficiencia técnica —producción basada en inversiones privadas en
tecnología, asociada al concepto reduccionista de “industrialización
de la agricultura”— y un sector rentable (Gryszpan, 2012). Según Del-
gado (2013, p. 62), el agronegocio brasileño es un “pacto virtual de
economía políica”, con crucial apoyo estatal y público, que perpetúa
el poder de los grandes terratenientes.
A lo largo del gobierno de Temer, y en los años anteriores, los elo-
gios al agronegocio orientado a la exportación fueron un pilar de la
retórica de recuperación económica que caracteriza al extracivis-
mo agrario en Brasil. Los procesos de concentración de la ierra, la
deforestación y la expansión del agronegocio estuvieron presen-
tes a lo largo de los gobiernos de Lula (2003-2010) y Roussef (2011-
2016); generando la expulsión de las poblaciones rurales del campo
y el aumento de los conlictos por la ierra. Tal como se preveía estas
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Capítulo 3. Extracivismo agrario en el Cerrado brasileño
tendencias se aceleraron durante la presidencia de Temer (véase
Sauer, 2018). Bajo el gobierno de Bolsonaro (2019-2022), el panorama
sigue siendo sombrío, con más tensiones y conlictos en el campo,
ya que el gobierno ha ofrecido abiertamente su apoyo políico a los
grandes terratenientes y ha actuado para legalizar el acaparamiento
de ierras, lexibilizar las reglas de control ambiental y fomentar las
inversiones extranjeras (Sauer et al., 2019a), incluso liberar la mine-
ría en ierras indígenas.
En este capítulo se analizará cómo se ha promovido el extracivis-
mo agrario a lo largo de las fronteras agrícolas y sus implicaciones
para los territorios tradicionales y las áreas de conservación, concre-
tamente en la región de Matopiba del Cerrado brasileño. Se analiza-
rá la ampliación de la frontera agrícola como parte del Cerrado como
“zona sacrificada” para la expansión de la producción de soja y la
ganadería. Por úlimo, se discuirá el caso del Parque Nacional de la
Fuente del Río Parnaíba como caso representaivo para explicar los
conlictos socio-ambientales causados por la expansión de la fronte-
ra agrícola, y la resistencia social relacionada con la apropiación de
la ierra y el agua en el Matopiba.
Extracivismo agrario: la apropiación de la ierra
y la naturaleza en la frontera agrícola brasileña
En la década de los 40 y posteriormente con un impulso renovado
tras el régimen militar dictatorial de 1964, en Brasil se consolidó una
políica de expansión económica orientada a la producción agrícola
y ganadera. Según el discurso oficial, esta políica tenía dos objei-
vos fundamentales: (i) ocupar espacios vacíos en todo el territorio
nacional (especialmente aquellas regiones con ierras baratas) y (ii)
minimizar los conlictos de tenencia de la ierra en las regiones sur,
sureste y noreste del país (Delgado, 2013). La llamada Marcha hacia
el Oeste fomentó la ocupación de la región central de Brasil y orientó
diferentes lujos migratorios, centrándose en la ocupación de ierras
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Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
públicas y comunales y en la exploración de áreas del bioma del
Cerrado y de la Amazonia (Marins, 1996).
La implementación de las tecnologías de la revolución verde en
el centro-sur del país a parir de la década de 1960 —que formaba
parte del plan de industrialización o modernización de la agricultu-
ra de la dictadura militar— no dio lugar a cambios significaivos en
la lógica de expansión de las fronteras agrícolas contempladas en la
Marcha hacia el Oeste (Sauer y Leite, 2012). Los cambios en los fac-
tores de producción —la adopción de la mecanización intensiva, los
ferilizantes químicos y las semillas seleccionadas— modernizaron
las grandes propiedades (laifundios) (Marins, 1996), pero no modi-
ficaron la concentración de la ierra ni disminuyeron la expansión
de la frontera en sí. Por el contrario, la modernización de las grandes
propiedades con crédito subsidiado y apoyo estatal estuvo vinculada
a incenivos (especialmente exenciones tributarias para la industria
y las empresas financieras) desinados a inversiones privadas y pro-
yectos de colonización (Hecht, 2005), que sirvieron de base para la
profundización del extracivismo agrario y la concentración de la
ierra (IBGE, 2017).
Según Marins (1996), en la década de 1970 las sociedades lai-
noamericanas —incluido Brasil, a pesar de sus diferencias con la
América española— estaban moldeadas por la lógica de las fronteras
agrícolas. El crecimiento económico y las relaciones sociales estu-
vieron marcados por la movilización y el desplazamiento geográfi-
cos, ya que se alentó a los países a uilizar las ierras “no ocupadas” o
“insuficientemente ocupadas” (Hecht, 2005), demostrando una total
indiferencia y desprecio por el uso actual de la ierra por parte de
las poblaciones locales, los pueblos indígenas, los campesinos, las
comunidades tradicionales y otros. Además de estar situadas geográ-
ficamente en los márgenes, las fronteras agrícolas son cruciales para
mantener bajos los precios de las ierras disponibles para su apropia-
ción, o las inversiones privadas en ierras “insuficientemente ocupa-
das” (es decir, ierras baratas o “libres”). Estas fueron promovidas con
incenivos públicos que subvencionan las inversiones en tecnologías
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Capítulo 3. Extracivismo agrario en el Cerrado brasileño
modernas (maquinaria, productos químicos, infraestructura de al-
macenamiento) que impulsan el crecimiento agrícola y reducen las
“brechas de rendimiento” presentes en las fincas no capitalizadas y
en la agricultura campesina (Banco Mundial, 2010).
Tales procesos revelan la base histórica del extracivismo agra-
rio en Brasil. Según muchos autores (Svampa, 2019; Gudynas, 2018;
Acosta, 2013), el extracivismo y sus conceptos asociados —como
neoextracivismo y posextracivismo—, son producto de una trayec-
toria histórica de desarrollo presente en toda América Laina desde
su colonización. La estrategia detrás de este extracivismo ha impli-
cado una dependencia económica de la explotación de los recursos
naturales, asociada a una violenta expansión de las fronteras y a la
exportación de sus recursos naturales, además del despojo y el geno-
cidio vinculados a la “invención de Europa y la expansión del capi-
tal” (Svampa, 2019, p. 16).
Los ciclos económicos impuestos por esta lógica capitalista traje-
ron grandes contrastes a una región que se encontró dividida entre
el desarrollo de sus fuerzas producivas basado en la rentabilidad de
un sistema exportador construido sobre sus recursos naturales, por
un lado, y la pobreza extrema, la desi gualdad y las resistencias socia-
les (Veltmeyer y Zayago Lau, 2019) por el otro. Así comenzó la apro-
piación a gran escala, caracterizada por la exportación de materias
primas y un gran nivel de dependencia de la economía global (Svam-
pa, 2019). En consecuencia, el extracivismo no define únicamente a
la minería, sino que está presente en cualquier ipo de explotación y
apropiación de la naturaleza, incluida la agricultura (Acosta, 2013).
Sin embargo, desde principios del siglo XXI, con el aumento glo-
bal de los precios de las materias primas —el llamado “boom de las
commodiies”— la región ha sido tesigo del surgimiento de nuevas
posibilidades en las que el capital extracivo está consolidando la ex-
pansión y la apropiación de los recursos naturales, especialmente en
lo que respecta a la ierra. Esta nueva fase del extracivismo se deno-
mina neoextracivismo (Svampa, 2019; Acosta, 2013), especialmente
por la distribución de ingresos y ganancias del estado (recaudación
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Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
de impuestos a la exportación) con políicas sociales. El modelo se
ha visto favorecido por la planificación y la gesión, el uso intensi-
vo de tecnologías y el compromiso de ierras “no uilizadas” y otras
ya abiertas a la producción agrícola y ganadera (Hecht, 2005). Estos
elementos son apoyados además por los incenivos gubernamenta-
les desinados a ampliar las fronteras y aumentar la compeiividad
brasileña en el mercado internacional de productos agrícolas (Sauer,
2018).
En esta nueva fase del extracivismo, surgen algunas “rupturas
y coninuidades” (Svampa, 2019). Estas coninuidades se deben a la
memoria colonial del extracivismo en los países lainoamericanos
y a un imaginario de abundancia infinita de recursos naturales en
la región, que impulsa la expansión de las fronteras (Marins, 2012).
Las rupturas son consecuencia de la profundización de la degrada-
ción de la ierra, lo que resulta en nuevas formas de resistencias y
disputas políicas y sociales que involucran la ierra, el territorio y
los recursos naturales (Veltmeyer y Zayago Lau, 2019).
Las narraivas hegemónicas que apoyan el extracivismo —y el
extracivismo agrario— se basan en una serie de argumentos y actos
políicos (Almeida, 2011). Buscan construir y sostener el apoyo públi-
co (subsidios estatales y respaldo legal) que legiima los procesos de
acumulación asociados a las acividades extracivas (Gudynas, 2019).
Esto se exiende e incluye el apoyo al agronegocio (principalmente
a los grandes monoculivos y a la ganadería), y a la apropiación de
ierras y recursos naturales, incluyendo las apropiaciones ilegales,1
basándose en la narraiva de que aumentar la producción para la ex-
portación es la única solución (Svampa, 2019).
1
Las Medidas Provisionales N.° 759, emiidas en diciembre de 2016 por Temer, y la
N.° 910, publicada en diciembre de 2019 por Bolsonaro, se inscriben en la lógica his-
tórica de la apropiación de ierras basada en el apoyo del Estado. Estas leyes fueron
emiidas para legalizar (emiiendo títulos de propiedad) tenencias ilegales de áreas
públicas de hasta 2 500 ha, con pagos muy bajos, ya que los valores más altos serán
del 50% del valor de mercado de la ierra (Leite et al., 2019).
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Capítulo 3. Extracivismo agrario en el Cerrado brasileño
Como sosiene Almeida (2011, p. 102), estos aparatos de jusifica-
ción de los discursos políicos, el apoyo de los medios de comunica-
ción, las invesigaciones académicas y los mecanismos judiciales
podrían entenderse como agroestrategias que actúan para promo-
ver la expansión de las fronteras agrícolas como “la única solución
a la crisis del sistema alimentario y a todos los problemas relaciona-
dos con las cadenas de suministro de alimentos”. Consituyen una
parte importante de una agenda políica más amplia —que abarca
a las agencias mulilaterales y a los medios de comunicación— y
se basan en una narraiva ínimamente ligada a las necesidades de
abastecimiento de alimentos. Incluyen discursos que apoyan la re-
lajación de los mecanismos legales y el apoyo financiero del Estado
a la agroindustria. Para Almeida (2011), estas agroestrategias están
formadas por complejas coaliciones con intereses comparidos que
pueden unificar a gobiernos conservadores y populistas, corporacio-
nes financieras e intereses mediáicos. Esta alineación puede llevar a
lecturas amplias y difusas de estos temas, resaltando la importancia
de las tecnologías y minimizando a los efectos de la concentración
de la ierra, exaltando las posibilidades del mercado (exportación) de
materias primas y minimizando los efectos del cambio climáico.
Las agroestrategias, como una combinación de narraivas y ac-
ciones políicas, también abarcan un conjunto de iniciaivas desina-
das a eliminar los obstáculos judiciales y formales a la producción,
al iempo que facilitan grandes extensiones de ierra a los intereses
industriales (Almeida, 2011). El pacto políico que engloba esta estra-
tegia se hizo claro y concreto en los cambios propuestos en el Código
Forestal en 2012, especialmente la propuesta de reducir la Reserva
Legal (área forestal protegida) en la Amazonia, aumentando la dis-
ponibilidad de ierra para la agricultura y los pastos (Sauer y França,
2012).
Marcado por narraivas económicas ultraliberales y un exacer-
bado conservadurismo políico y moral, el gobierno de Bolsonaro
(2019-2022) ha profundizado aún más este pacto políico al iem-
po que ofrece su apoyo explícito a proyectos caracterizados por el
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Sérgio Sauer y Karla R. A. Oliveira
extracivismo agrario. Para ello, dictó la Medida Provisional 910, que
regularizó las ocupaciones ilegales de ierras públicas y abrió la po-
sibilidad de que se itularan ocupaciones similares de hasta 2 500
ha en cualquier lugar de Brasil (Sauer et al., 2019a). Ha fomentado
públicamente la expansión de la frontera agrícola y el aumento de la
producción de soja y ganado en ierras indígenas y tradicionales (co-
munes), así como en áreas protegidas. Su ministro de Agricultura —
aniguo presidente del Frente Agrario Parlamentario, más conocido
como Caucus Rural— ha apoyado incondicionalmente los proyectos
de ley del Congreso desinados a desregular la inversión extranjera
en la ierra (Castro et al., 2017).
Analizando los procesos recientes de acumulación, Delgado
(2013) definió las dinámicas políicas y económicas del extracivismo
agrario uilizando el concepto de “economía del agronegocio”. Este
se basa en un pacto de poder con caracterísicas similares a las de
una agroestrategia (Almeida, 2011) y el extracivismo (Acosta, 2013).