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Sobre lo (im)propio de la política feminista. Feminismos y populismos

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Los feminismos se hicieron masivos. Su presencia en el espacio público es contundente, aún hoy en medio de la crisis causada por la pandemia del COVID-19. Sus manifestaciones públicas, convocadas y sostenidas en la actualidad por las redes sociales, se multiplican y exceden ampliamente las históricas fechas y expectativas. Las demandas feministas ya no involucran sólo a las mujeres, ni a lo que tradicionalmente se consideró como "temas de mujeres". Hoy cualquiera puede ser feminista, así como casi cualquier tema de la agenda pública puede ser analizado desde una perspectiva feminista. Las implicancias de esta interpelación desmesurada están despertando fuertes reacciones y cierto recelo en diversos sectores sociales, aunque no exclusivamente entre los más conservadores. De hecho, las reacciones más sorprendentes del crecimiento exponencial de los feminismos quizás se encuentren entre quienes se reconocen a sí mismes como feministas. En lo que sigue quisiera abordar este inusual y paradójico escenario, polemizando con algunas de las interpretaciones que predominan a la hora de comprender y posicionarse sobre este desborde feminista. En concreto, mi indagación se orienta a cuestionar ciertos presupuestos y operaciones interpretativas que se sostienen desde algunos abordajes hacia el fenómeno populista y sus recientes vínculos con los feminismos, como un modo de abordar la política feminista y su (im)propiedad.
Sobre lo (im)propio de la política feminista
Feminismos y populismos
1
Natalia Martínez Prado
2
Los feminismos se hicieron masivos. Su presencia en el espacio público es contundente, aún hoy
en medio de la crisis causada por la pandemia del COVID-19. Sus manifestaciones públicas,
convocadas y sostenidas en la actualidad por las redes sociales, se multiplican y exceden
ampliamente las históricas fechas y expectativas. Las demandas feministas ya no involucran sólo
a las mujeres, ni a lo que tradicionalmente se consideró como “temas de mujeres”. Hoy
cualquiera puede ser feminista, así como casi cualquier tema de la agenda blica puede ser
analizado desde una perspectiva feminista.
Las implicancias de esta interpelación desmesurada están despertando fuertes reacciones y
cierto recelo en diversos sectores sociales, aunque no exclusivamente entre los más
conservadores. De hecho, las reacciones más sorprendentes del crecimiento exponencial de los
feminismos quizás se encuentren entre quienes se reconocen a sí mismes como feministas. En
lo que sigue quisiera abordar este inusual y paradójico escenario, polemizando con algunas de
las interpretaciones que predominan a la hora de comprender y posicionarse sobre este
desborde feminista. En concreto, mi indagación se orienta a cuestionar ciertos presupuestos y
operaciones interpretativas que se sostienen desde algunos abordajes hacia el fenómeno
populista y sus recientes vínculos con los feminismos, como un modo de abordar la política
feminista y su (im)propiedad.
¿Populismos feministas? Mezclas que hacen ruido
Uno de los principales efectos del exceso de límites del feminismo, como advertíamos
anteriormente, es que ya no les pertenece sólo a las mujeres, ni siquiera a las feministas. Es
decir, la marea feminista no obedece exclusivamente a una mera extensión de demandas,
históricamente reconocidas como “feministas”, como pueden ser la demanda por el derecho al
aborto o una vida libre de violencia de género. En realidad, son cada vez más las demandas
históricamente ajenas a los feminismos que hoy se tiñen de feministas, que se mezclan y, de ese
modo, contaminan lo que históricamente conocíamos como feminismo.
Visto de otra manera, podríamos advertir que la masividad de los feminismos no obedece
exclusivamente a la extensión de demandas o identidades de género al interior de los
feminismos. La extensión también responde a la mutua imbricación entre tradiciones e
ideologías políticas. Es decir, a la rica y tensa variedad de tradiciones políticas históricamente
vinculadas a los feminismos -socialismo, liberalismo, anarquismo, marxismo- hoy se suman
nuevas e inesperadas conjunciones, entre ellas, el populismo.
No ha sido usual la indagación en torno al peculiar nexo que se establece entre el populismo y
los feminismos. Aunque este escenario viene mutando a un ritmo acelerado, no sólo por la
1
Publicado en Revista Pensar desde abajo, Memoria y Cultura, Fundación Andaluza; Número 9 (2020);
URL: http://pensardesdeabajo.org/articulos/sobre-lo-impropio-de-la-politica-feminista/
2
Investigadora (IDH-CONICET), docente universitaria (FemGeS, Universidad Nacional de Córdoba).
natalia.martinezprado@ffyh.unc.edu.ar
actualidad y pregnancia de los feminismos, sino también debido al “momento populista” en alza
que, desde algunos enfoques, estaríamos atravesando (Mouffe, 2018; Brubaker, 2017)
3
.
Lo cierto es que, aun reconociendo la efectivización de este cruce, la mayoría de los abordajes
suelen considerarlo forzado o inconsistente. Por un lado, porque la comprensión populista del
“pueblo” habilitaría cierta indistinción de género. Como señala una de las referencias más
citadas, el populismo no llega a tener “una relación específica con el género; de hecho, las
diferencias de género, como todas las demás diferencias dentro del ‘pueblo’, se consideran
secundarias, si no irrelevantes, para la política populista” (Mudde, Rovira Kaltwasser, 2015:16).
Este tipo de lectura advierte que, aunque la equidad de género pueda estar en la agenda
populista, nunca llega a ser un asunto central de su proyecto político (Emejulu, 2011); su
importancia fluctúa según el contexto.
Desde otras perspectivas, el lazo entre populismo y feminismo vendría a ser directamente
forzado, porque son polos opuestos del espectro político (Kroes, 2017; Roth, Baird, 2017). Como
se suele señalar, las versiones más recientes de populismos de derecha son abiertamente
misóginas y sexistas, se oponen al matrimonio de personas del mismo sexo, al aborto e, incluso,
a los estudios de género (Korolczuk, Graff, 2018; Mayer, Šori, Sauer, 2016). Pero hasta en los
populismos de izquierda habría aspectos centrales que los constituye como esencialmente
contrarios al ideario feminista
4
: la tendencia homogeneizante o antipluralista de su narrativa
política, estructurada en términos confrontativos y antagónicos entre dos bloques -las elites y el
pueblo, es el primero. Si bien los feminismos también suelen referirse a la dominación masculina
en términos dicotómicos -como un eje que divide a la sociedad en grupos dominantes (varones)
y subordinados (mujeres)-, la lógica populista obliteraría las prácticas políticas interseccionales
propia de los feminismos de la última ola (Emejulu, 2011; Roth, Baird: 2017). Es decir, no habría
lugar para las múltiples diferencias que intersectan fruto de la dominación, no lo del
patriarcado, sino también del capitalismo, del racismo, de la heteronorma o del colonialismo,
entre otras fuentes de opresión. El hecho de que esa polarización se haga en términos
confrontativos y/o agresivos sería otro de los rasgos distintivos con el feminismo, que se vincula
con el que más se insiste: el culto al líder. Aun habiendo mujeres en roles protagónicos en las
gestiones y/o partidos populistas que se analizan, parece haber un acuerdo unánime en señalar
que la centralidad que adquiere el líder masculino, carismático y paternalista, como aspecto
definitorio de los populismos, es uno de los rasgos que definitivamente lo apartan del
feminismo. No sólo porque la práctica política feminista insista en la horizontalidad -organizativa
y en la toma de decisiones- en constante cuestionamiento a la política jerárquica y
representativa, sino porque esos rasgos son precisamente los que caracterizan la hegemonía
masculina de la política (Kantola, Lombardo; 2019). Es decir, la concepción de la política que
prima en el populismo -jerárquica, carismática, agresiva, polarizada- sería una versión
3
Véanse las indagaciones más recientes de Löffler, Luyt, Starck (2020); Di Marco, Fiol, Schwarz (2019); Di
Marco (2011); Barros, Martínez Prado (2020, 2019); Martínez Prado (2018); Kantola, Lombardo (2019);
Abi-Hassan (2017); Askola (2017); Mudde, Rovira Kaltwasser (2015); Keskinen (2013); Meret, Siim (2013);
Norocel (2013); Kampwirth (2010).
4
Algunas diferencias que se señalan para el caso de los populismos de izquierdas, en relación a los de la
derecha, es que habría mejores posibilidades para la equidad de género en los cargos representativos, así
como mayor injerencia de los feminismos en los discursos públicos y en las propuestas parlamentarias.
Tomando en cuenta estas diferencias, se refieren a “populismos excluyentes” y “populismos inclusivos”
(Mudde, Rovira Kaltwasser; 2013; Kantola, Lombardo; 2019).
prototípica de los valores masculinos que los líderes populistas abiertamente promueven y
representan (Löffler, Luyt, Starck, 2020).
Populismos en singular
Uno de los efectos de la multiplicación de indagaciones sobre el populismo es la posibilidad de
advertir que su imprecisión y ambigüedad no son sólo rasgos que lo constituyen, sino también
parte de las condiciones de posibilidad de su propia expansión como categoría analítica. Es decir,
y como ha sido señalado por Ernesto Laclau, la vaguedad e indeterminación no son sólo atributos
propios del populismo, sino rasgos indisociables de nuestra realidad social. En ese marco,
nuestra tarea no debería consistir “tanto en comparar sistemas de ideas en cuanto ideas, sino
explorar sus dimensiones performativas”, en contextos definidos (Laclau, 2005:28). A la luz de
la expansión de experiencias reconocidas como populistas en todo el mundo, nuestra tarea ha
de orientarse a la comprensión de las condiciones singulares por las que el populismo fue capaz
de construir sentidos políticos relevantes -incluso para los feminismos- y desde allí atender su
potencial y limitaciones. El establecimiento de principios generales sólo ocluye la atención a las
circunstancias específicas por las que ciertos rasgos comunes entre experiencias disímiles
adquieren sentido. Detengámonos un momento a precisar esto.
Como apuntamos al comienzo, uno de los rasgos cuestionados del populismo es la apelación
indistinta que remite su referencia al “pueblo”. Aunque son los populismos quienes hoy han
hecho de su invocación un rasgo propio, la referencia al pueblo ha sido recurrente en múltiples
ideologías y tradiciones políticas, desde la revolución francesa en adelante. En este marco, no
deja de ser llamativo que desde diversas interpretaciones se acuerde que la propia apelación al
“pueblo” se considere, como principio, ajena a la práctica política de los feminismos. Como
advertimos con anterioridad, una de las razones que sostiene este extrañamiento,
aparentemente extendido, es que la referencia al pueblo sería indistinta, en términos de género,
y que se inscribe de manera antagónica y homogeneizante. Por un lado, se señala que la
indistinción disimula la desvalorización de las cuestiones de género, su relativa prescindencia o
eventual manipulación en la agenda política del momento
5
. Por eso, las propuestas populistas
que se erigen como feministas -o alineadas a los feminismos- se interpretan como
contradictorias o ambivalentes; en otras palabras, no se tomarían al feminismo en serio. Por
otro lado, se cuestiona la división antagónica y homogeneizante que opera en el populismo
como un modo de subestimar la opresión de género, frente a otros conflictos sociales. El
antagonismo privilegia y jerarquiza sólo un tipo de opresión sobre otras y anula, de esa manera,
la posibilidad de atender a las múltiples diferencias -y luchas sociales- que intersectan.
Ahora bien, hay ejemplos llamativos desde estos mismos estudios donde se puede advertir que
la apelación al “pueblo”, a pesar de ser indefinida -como uno de sus principios definitorios más
potentes (el llamado puede orientarse a cualquier sector social)- produce una interpelación que
siempre es definida (el llamado convoca a unos sectores sociales más que a otros), y ese llamado
5
También se puede reconocer aquí el cuestionamiento histórico de los feminismos a las categorías
universales que, en palabras de Simone de Beauvoir, hicieron de lo masculino, lo positivo y lo neutro. Es
decir, “el pueblo”, como categoría identitaria inclusiva no dejaría de remitirnos a un imaginario masculino
donde son fundamentalmente los hombres -su situación y condiciones- quienes toman la voz del pueblo
y sus calles.
adquiere sentido en un contexto singular
6
. Pasemos a analizar ahora un momento el modo en
que ciertos populismos de derecha en los países nórdicos europeos adoptan o proponen
políticas de género. En general, estas políticas se conciben como “contradictorias” o “ambiguas
porque, a la par de un posicionamiento liberal a favor de los derechos de las mujeres y la equidad
de género, promueven políticas conservadoras promotoras de la familia tradicional y sus roles
de género (Mayer, Ajanovic, Sauer, 2014; Emejulu, 2011). Pero la contradicción se constata sólo
si esas políticas se desvinculan de sus condiciones de emergencia. Esto es, las experiencias
populistas referidas sostienen políticas liberales que promueven los derechos de las mujeres, no
tanto por una convicción alineada a los feminismos y sus demandas, sino en contra de ciertos
flujos de inmigración y lo que conciben como una “islamización de Europa” (Mudde y Rovira,
2015). Lo mismo ocurre con la promoción de la familia tradicional y sus valores: más que
obedecer exclusivamente a una postura “antifeminista”, es una interpelación que busca
atemorizar sobre el declive demográfico de la población nativa frente a la inmigrante, y/o
reforzar ciertos valores que se conciben como propios de una cultura-nación. Ni siquiera la
apelación al pueblo en estos casos es indistinta, ni se polariza exclusivamente en términos
binarios y homogéneos. Como advierten ciertos estudios indagados, hay una definición muy
precisa “interseccionalismo exclusivo”, denominan a esta operación- en la construcción del
pueblo y su enemigo, en términos de etnia, religión, nacionalidad y sexualidad (Mayer, Šori,
Sauer, 2016; Norocel, 2013).
A una conclusión similar podemos llegar a partir de los análisis efectuados sobre los populismos
de izquierda, tanto los provenientes de América Latina, como el caso del estado español, por
ejemplo. Analizando el modo en que Evo Morales, Hugo Chávez o Pablo Iglesias se han
posicionado en torno a las cuestiones de género, se concluye que sus posicionamientos han sido
“ambivalentes” a pesar de que sus líderes -en mayor o menor medida- explícitamente se
alinearon y promovieron la agenda de agrupaciones de mujeres y feministas de sus países. Por
un lado, porque sus posturas no se tradujeron en equidad de género en los cargos
representativos y su lenguaje nunca dejó de ser “masculino”: las palabras usadas, los chistes, el
tono vulgar, son algunos de los factores que se señalan como propios de la masculinidad
hegemónica reproducidos por los líderes populistas (Kantola, Lombardo, 2019; Caravantes 2018;
Mudde, Rovira Kaltwasser, 2015). Por el otro, porque aun cuando en sus discursos hayan
reconocido y valorizado positivamente el rol de las mujeres en la política, reprodujeron los
estereotipos y prejuicios de género tradicionales vigentes en la cultura patriarcal latina y de
Europa del sur -las mujeres como madres, cuidadoras, esposas y amas de casa (Verge, 2013;
Mudde, Rovira Kaltwasser, 2015; Lombardo, 2017)
7
. Ahora bien, si atendemos que desde estos
mismos enfoques se advierte la importancia de la cultura nacional o el contexto político a la hora
de comprender las implicancias del vínculo entre populismos y feminismos, ¿desde qué criterios
se afirma la ambivalencia de sus efectos?, ¿desde qué feminismos se posicionan para llegar a
este tipo de conclusiones?
6
Advirtamos que esa inscripción singular del llamado se sostiene a lo largo del tiempo, es decir, tiene una
historia y a veces habilita la configuración de cierta identidad. Es decir, habilitando que la llamada al
“pueblo” en determinado lugar se reconozca como parte de una tradición política en singular -
nacionalista, de izquierda, peronista, etc. La apelación al pueblo, en este sentido, nunca es neutral, como
tampoco contiene en sí misma sentidos generalizables.
7
Un análisis similar se realiza con experiencias históricas como el peronismo de Juan Domingo y Eva Perón
en la Argentina. Véase Conniff (1999), Kampwirth (2010). Para una lectura detenida en los efectos políticos
de la ambigüedad significativa del discurso de Eva Duarte y el vínculo de los feminismos con las tradiciones
políticas del periodo, véase Martínez Prado (2012).
“Feminismos” hay uno solo
Uno de los rasgos definitorios de los feminismos, que ha estado presente a lo largo de toda su
historia, pero se hizo particularmente manifiesto en la actualidad, es su heterogeneidad
constitutiva. La usual referencia en plural, como “feminismos”, constata que es uno de los
atributos que más se reconoce entre les activistas. Nadie puede hablar “en nombre del
feminismo”, no sólo por las conocidas críticas a la política tradicional representativa -
históricamente erigida por y para los varones cis, blancos y heterosexuales- sino también por la
multiplicidad de proyectos feministas en pie. Hay feminismos radicales, socialistas y marxistas,
feminismos populares, feminismos negros, feminismos lesbianos, transfeminismos y
feminismos comunitarios, por sólo nombrar algunos. Y sus diferencias no sólo hablan de las
diferencias que intersectan, en términos sociológicos -como rasgos descriptivos de un sector de
la sociedad según su etnia, sexualidad, o color de piel. Hablan, sobre todo, de proyectos políticos
disímiles; proyectos que, a veces, se vinculan en redes y alianzas, y muchas otras se enfrentan
en disputa abierta.
En este marco, referirnos al vínculo entre populismos y feminismos abre un dilema que parecería
que ninguno de los estudios analizados tuvo el propósito de atender. En la mayoría de las
aproximaciones, la referencia al cruce entre feminismos y populismos se despolitiza en una
lectura descriptiva -aparentemente neutral- desde la categoría de “género”. Es decir, se
restringen a contabilizar la presencia de mujeres en los partidos, su participación en cargos
directivos, electivos, el perfil de género de sus simpatizantes o electores, las políticas propuestas
o implementadas hacia las mujeres o las minorías sexuales, las definiciones de la masculinidad
femineidad en sus discursos, sin vinculación alguna de ese análisis con las demandas o
proyectos políticos de los feminismos locales. También se realizan extensiones de sentido de un
feminismo sobre el resto, desconociendo o invisibilizando las históricas discusiones habilitadas
por los propios feminismos al respecto. Como, por ejemplo, cuando se refieren a la equidad de
género como el último propósito del feminismo, o al rol de la maternidad y la responsabilidad
en los cuidados en la identificación excluyente de las mujeres, desconociendo los enormes
debates e implicancias en la configuración identitaria de los activismos regionales -no
exclusivamente situados en América Latina o los países europeos del sur. Por último, algunos
enfoques optan directamente por definir qué entienden por “política feminista”, o se refieren a
una política más “emancipatoria” que otra, nuevamente, sin atender a las prácticas y
definiciones políticas de los feminismos locales, sus proyectos políticos e implicancias, incluida
la eventualidad de una alianza con los partidos políticos o las gestiones de gobierno analizadas
8
.
Dicho esto, quisiera detenerme en lo que pareciera ser el presupuesto fundamental para
sostener la imposibilidad de la articulación entre feminismos y populismos. Si el populismo es la
materialización de la concepción hegemónica, tradicional y masculina de la política, la práctica
8
En el trabajo de Cas Mudde y Rovira Kaltwasser se llegan advertir las disputas políticas entre las
agrupaciones de mujeres, feministas e indígenas en el caso de Bolivia, y sus efectos en la articulación con
el gobierno de Evo Morales, aunque ello no llega a modificar su enfoque y criterios de análisis, derivados
de una concepción nutrida en los feminismos liberales de la igualdad. Lo mismo podría decirse del estudio
de Caravantes (2018). Aun señalando las implicancias disruptivas de Podemos en el sistema político del
estado español -que no sólo adopta políticas feministas explícitas en alianza con agrupaciones feministas,
sino que centra su proyecto político desde el feminismo (Ema, Montoto, Serra, Caretti, 2015); concluye
que se trata de una performance sostenida sólo en términos retóricos, que informa la construcción
simbólica identitaria del partido sin llegar a afectar del todo su funcionamiento.
política del feminismo se distinguiría, precisamente, por su configuración enfrentada a esa
política. Esto es, si la (vieja) política - “masculina” - se caracteriza por ser representativa,
jerárquica, agresiva, -y en el caso de ser populista es, además, polarizada y nutrida de líderes
masculinos carismáticos y paternalistas- la (nueva) política feminista se definiría por su
contrario: es directa (asamblearia), horizontal, solidaria, interseccional y colectiva. ¿Pero es
acaso ésa la forma de la política feminista en los casos analizados?, ¿hay efectivamente una
forma (legítima) de hacer política desde los feminismos? ¿qué formas políticas se han ido
produciendo e identificando como propias desde los feminismos?
Admitiendo que las respuestas a estas preguntas deben ser obligadamente situadas, basta con
un breve recorrido para constatar que la política feminista se ha ido definiendo, no sólo en
oposición al “patriarcado” o a los rasgos que históricamente se le fue atribuyendo a la política
tradicional hegemónicamente masculina, sino también en contra de proyectos feministas
vigentes y alternativos. Por nombrar sólo algunos ejemplos, globalmente reconocidos, la
práctica política del feminismo radical emerge en los EEUU como una práctica enfrentada a la
experiencia frustrante de muchas mujeres en partidos políticos de izquierda, pero su definición
política como radical obedece también a su oposición a las estrategias adoptadas por el
feminismo liberal de la National Organization of Women (NOW), así como a la supeditación de
la opresión sexual frente a la de clase de algunas activistas marxistas (Echols, 1989). El feminismo
italiano de la diferencia de la Librería de Mujeres de Milán se organiza en oposición al imaginario
masculino de la diferencia sexual, pero también en contra de la reivindicación de igualdad de
derechos para las mujeres propias del Movimento di Liberazione delle Donne (MLD) (Librería de
Mujeres de Milán, 1991). El feminismo autónomo latinoamericano emerge en contra de la
injerencia estatal y de los organismos internacionales en la agenda y el lenguaje de los
feminismos, pero también en oposición a la consolidación del feminismo institucional en la
región (Olea Mauleón, 1998). De ahí que: ¿Se puede confluir, atendiendo a estos casos
paradigmáticos, en algún tipo de “política feminista” equivalente?, ¿sobre la base de qué
experiencias se sostiene que las prácticas horizontales, autónomas, asamblearias,
interseccionales son las únicas legítimas entre los feminismos?, ¿es lo propio de la política
feminista su enfrentamiento excluyente a la política tradicional “masculina”?
En nombre del feminismo: notas sobre su (im)propiedad
Si la masividad de los feminismos nos dio, una vez más, la posibilidad de constatar su
conformación radicalmente heterogénea, todavía está en ciernes la manera en que podemos
aprehender esa heterogeneidad en términos epistemológicos, pero, sobre todo, políticos. Es
decir, ¿cómo descifrar las implicancias de una tradición que alberga en misma múltiples
prácticas y proyectos políticos?, ¿cómo abordar a los feminismos sin caer en un relato unitario
que subsuma la multiplicidad de sus experiencias?, ¿cómo reconocer lo propio del feminismo
sin menguar la impropiedad de su carácter?
A modo de ensayo, y como cierre de esta breve exposición, propongo un modo de abordar estas
preguntas atendiendo a ciertos modos ya perceptibles de lidiar con esa heterogeneidad.
La primera posibilidad, es estableciendo una restricción a priori de la heterogeneidad aceptable
para los feminismos y desde ahí anclar sus horizontes de emancipación. En este escenario de
inesperada masividad, algunas referentes de hecho ya han salido a marcar sus fronteras
señalando diferencias inaceptables, como que no puede autodefinirse feminista quien se
proclame en contra del derecho a abortar (hooks, 2017). Desde una operación similar, y como
he procurado advertir brevísimamente en este escrito, también hay múltiples intentos por
definir rasgos esenciales al feminismo que lo harían incompatible con algunas tradiciones
políticas vigentes, como el populismo. El inconveniente con esta alternativa es que, en realidad,
no se asumen las implicancias de las diferencias inherentes a los feminismos y antes bien se las
desconoce, o se las deslegitima (“eso no es feminismo”, “esto es feminismo”), asumiendo
criterios políticos, que usualmente no se explicitan, o directamente afirmando lo que se
considera criterios de verdad -que no dejan de ser políticos, aunque en un plano ontológico.
Pero, ¿no fue precisamente la visibilización e impugnación de esos criterios excluyentes lo que
impulsó la interpelación creciente de los feminismos? A diferencia de otras tradiciones políticas
que históricamente resolvieron sus pujas y enfrentamientos mediante la adopción de principios
doctrinarios o la ruptura y nueva organización de las diferencias, el feminismo se caracteriza por
adoptar una vía novedosa. Las diferencias se organizan al interior de sus propios frentes y desde
allí se disputa “la verdad” (provisoria) prevaleciente. Y este proceso no desencadena acuerdos
unánimes o definiciones de prácticas políticas homogéneas. Las diferencias conviven en tensión,
y la tensión genera movimientos, con diferentes ritmos y efectos. La inclusión de la demanda
por el derecho al aborto en el Ni Una Menos de Argentina, uno de los frentes feministas
emblemáticos del país, no fue el resultado de un principio de identidad feminista, sino de una
fuerte discusión al interior de sus filas
9
. La definición de un “feminismo ganador” desde el
interior de Podemos no fue fruto de una decisión verticalista de líderes confrontativos, sino
parte de un complejo proceso -aún en ciernes- de inclusión de prácticas y demandas feministas
a una organización partidaria singular.
Otra manera de inscripción de las diferencias de los feminismos ha sido la de organizarlas según
atributos sociales descriptivos inclusivos, ámbitos o terrenos de actuación y desde allí,
establecer la potencialidad de sus estrategias y demandas (más o menos interseccionales, más
o menos transversales, etc.). Desde este marco, la heterogeneidad feminista se comprende
como un abanico de “experiencias de opresión” identificando la singularidad de los sectores
movilizados, según sean mujeres cis, heteros, trans, maricas, obreras, de clase media, indígenas,
villeras, gordas, etc. organizadas como feminismos cis, transfeminismos, feminismos gordos,
feminismos maricas, etc. Una versión similar, es reconociendo el lugar o ámbito de actuación de
los feminismos: feminismos académicos, feminismos sindicales, feminismos partidarios, etc. El
problema con esta alternativa es que la inscripción de las diferencias podría ser infinita -y no lo
es- y no se llega a comprender en realidad cómo ésta o aquella diferencia devino importante, ni
por qué lo hizo como lo hizo -por ejemplo, por qué la “etnia” en algunos casos da pie a
“feminismos negros” y “feminismos de color” o, en otros casos, habilita la configuración de
“feminismos comunitarios”. Por otro lado, tampoco es cierto que “todas las diferencias valgan
lo mismo”, ni que su sola mención habilite la politización esperada de sus demandas. Sólo hace
falta atender la agresividad que llegan a adquirir algunas de las proclamas hacia el interior de
los debates feministas para comprender que la interseccionalidad no siempre se traduce en la
politización de las diferencias, sino más bien al contrario, suele ser un medio para despolitizarlas.
En contraposición a estas alternativas, habría una tercera vía para abordar las diferencias entre
los feminismos y los horizontes políticos que se abren asumiendo, como principio, que la
heterogeneidad no es una alternativa a ser o no tenida en cuenta -es un hecho político
insoslayable, aunque hacerlo no tenga en sí mismo ningún sentido a priori asignado. Es decir, la
9
La demanda por el aborto no pudo erigirse como demanda en la primera movilización
del NUM, fundamentalmente promovida por los feminismos. Véase Ni Una Menos, sitio web oficial:
https://niunamenos.org.ar/
heterogeneidad de los feminismos no nos dice qué diferencias han de ser excluidas, ni tampoco
afirma que esas diferencias puedan ser infinitas, ni que valgan todas lo mismo. Más bien nos
obliga a atender las condiciones por las que ésa y no otra diferencia se hizo relevante para ciertos
feminismos y cómo fue que, de hecho, se inscribió con el resto. Lo esencial aquí, ya no es
exclusivamente quiénes se nombran como “feministas”, ni qué demandas o prácticas políticas
llevan a cabo, sino cómo todos esos elementos se vinculan entre sí con las historias singulares
que se han ido erigiendo “en nombre del feminismo”. Como en cualquier tradición política, la
definición de lo que importa no está exenta de conflicto e intentos de subsumir ciertas
prioridades sobre otras. En algunos casos, las diferencias son irreconciliables y se visibilizan
hasta con el nombre y apellido de sus referentes -como en el manifiesto del “feminismo del
99%” que llama a excluir al 1% del “feminismo corporativo” de Hillary Clinton y Sheryl Sandberg
(Arruzza, Bhattacharya, Fraser, 2019). En otros, las diferencias conviven de manera más o
menos tensa, en éste o aquél frente, por más o menos tiempo. En cualquier caso, es imposible
comprender sus implicancias sin atender cómo y bajo qué forma y condiciones devinieron
presentes y valiosas.
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... Ya en Hegemonía y estrategia socialista interpeló a sus colegas y lectores para situar el pensamiento teórico en el escenario global de su tiempo para poder pensar las transformaciones estructurales del capitalismo que condujeron al declive de la clase obrera en los países postindustriales, la penetración de las relaciones capitalistas de producción en todas las áreas de la vida social, los efectos burocráticos del Estado de Bienestar, la crisis del llamado "socialismo real", y los movimientos sociales surgidos durante la segunda mitad del siglo pasado, entre ellos, el ecologismo, el colectivo LGBTIQ+, y el feminismo. Sin embargo, como sabemos por las distintas contribuciones teóricas y los diferentes movimientos inscritos en la práctica política y social, no existe un feminismo (Martínez, 2020). ...
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Para la perspectiva antiesencialista no existen identidades esenciales organizadas en torno al género o la clase, sino formas de identificación. Para Chantal Mouffe esta comprensión de la subjetividad resulta imprescindible para elaborar una teoría y práctica política feminista con pretensiones hegemónicas en una democracia plural y radical. El objetivo del presente trabajo es brindar una aproximación a su propuesta política feminista, frente a los modelos postulados por el liberalismo y por los feminismos excluyentes, y concluirá en la importancia de dicho enfoque para inscribir la lucha feminista en una cadena plural y radical. Motiva esta investigación de método hermenéutico el valor de los aportes que la filosofía política contemporánea puede ofrecer al feminismo y la vacancia de la tematización propuesta por la autora en los estudios de género.
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This article analyzes antigenderism as a coherent ideological construction consciously and effectively used by right-wing and religious fundamentalists worldwide. In what follows we examine the basic tenets of antigenderism, shedding light on how it contributes to the contemporary transnational resurgence of illiberal populism. We argue that today’s global Right, while selectively borrowing from liberal-Left and feminist discourses, is in fact constructing a new universalism, an illiberal one, that replaces individual rights with rights of the family as a basic societal unit and depicts religious conservatives as an embattled minority. The article focuses on anticolonial frame, which has evolved into a powerful metaphor for the arrogance of Western liberal elites, a discursive device divorced from actual colonial history, which is why it has worked in countries such as Poland. The conservative version of anticolonialism simply equates gender egalitarianism with colonization and often compares it with twentieth-century totalitarianisms and global terrorism, or even the deadly Ebola virus. We argue that this version of the anticolonial frame works in the service of illiberal populism by demonizing global elites and claiming to come to the defense of ordinary people worldwide.
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Little research has explored the gender dimension of political actors who have emerged in response to the erosion of Western mainstream parties after the Great Recession. This article analyzes the case of Podemos, a party inspired by the protest movement Indignados, which has disrupted the Spanish two-party system in only two years. Through the analysis of its leadership’s discourse, I expose the constitutive friction between Podemos’ commitment to “new” alternative practices and the “feminization of politics,” and the reproduction of “old” and “masculinized” politics through a competitive rationale. I characterize this rationale with four features that underlie a dominant masculine party culture: (1) emphasis on winning and aggressive strategy, (2) adversarial style and internal confrontation, (3) hierarchy based on intellectual authority, and (4) charismatic masculine leadership. I suggest that this originates from a populist notion of empowerment and political power that relies on a patriarchal and dominant understanding of successful politics.
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"The growing institutionalization of rights in EU has inspired a debate about the gap between the EU polity and citizens’ abilities to influence multilevel governance and politics. The objective of the paper is to discuss diversity in the European public spheres from a gender perspective. The paper aims to contribute to debates about theoretical approaches and models to study gender and diversity in the public sphere in general and in particular The European Public Sphere (EPS). It also reflects on methodological frames and research strategies adopted to study the EPS with examples from two EU-projects, the VEIL- project and the EUROSPHERE-project . <br
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The article considers the future prospects of the struggle for gender equality in light of the growing appeal and electoral success of parties embracing populist nationalism and anti-immigration as their platform. Considering many such parties are known for viewing the promotion of gender equality as unnecessary or even harmful – except when they highlight immigration as a threat to female emancipation – it is important to explore what, if anything, the electoral success of populist-nationalist parties means for the direction of gender equality policies. The article examines this question in the Finnish context. Though the Finnish state’s commitment to gender equality is well-established, questions can be asked about the future prospects of gender equality policies in light of the electoral rise of the populist anti-immigration party Perussuomalaiset (or ‘True Finns’), especially since the party joined government in May 2015. The article scrutinises the recent record of PS in parliament and government, elucidating on the challenges that populist-nationalist parties create for gender equality in (allegedly) ‘women-friendly’ welfare states. The case study particularly focuses on gender equality in the context of balancing work and family and freedom from violence, discrimination and harassment. It raises questions that are of broader relevance to the future of gender equality in Europe, considering the Nordic states have been viewed as models for a gender egalitarian society and frontrunners in the promotion of gender equality within the EU.
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The paper contributes to the discussion on (re)framing processes of gender equality focusing in particular on right-wing populist discourses in Austria. Our frame analysis of 50 texts published by four right-wing (extremist) parties and movements reveals that traditional (family) values, women's “free choice”, and LGBT rights play important roles in right-wing populist (re)framing processes of gender equality. Our data also show notable inconsistencies with regard to the meanings attached to gender and gender equality within the discourses studied. For instance, right-wing populists are, on the one hand, concerned with the protection of “the traditional family”—which means being against e.g. same-sex marriage and emphasizing women's wish to stay at home. On the other hand, these same actors argue against immigration by using gender arguments in a different and even contradictory manner, claiming that e.g. Muslim men are bound by their “culture” to discriminate women and LGBT people. Our intersectional approach, analytically focusing on different meanings that gender equality acquires at the intersections with ethnicity, nationality, religion/culture, and sexuality, shows that within right-wing populist discourses inconsistencies in the framing of gender and gender equality arise in relation to the shifting meanings attributed to the essential dichotomy of “us” versus “them”. While the discursive construction of antagonistic positions is essential for right-wing populism, the groups/people designated to fill these “slots” might differ according to topic. We argue that “intersectionality from above” is one of populists' instruments to gloss over inconsistencies and to (re)frame gender equality in an on-going process of (re)negotiations of meanings.
Article
When democracy was restored in Southern Europe in the 1970s, Greece, Portugal and Spain elected less than 7% of women in their respective national parliaments. Despite sharing similar political, cultural and socioeconomic traits, some decades later, women's representation shows great variation across the region, even if party gender quotas were progressively adopted and legislative quotas have been recently passed in all countries. Hitherto, differences in patterns of women's representation and quota reforms in Southern Europe remain largely unexplored. Departing from a feminist-institutionalist approach this article investigates how the institutions affecting political recruitment, particularly gender quotas, have combined both across and within countries thereby producing dissimilar outcomes. I argue that the main explanatory factor accounting for cross-national differences in the institutionalisation of gender equality in political office is the role played by the main left-wing party in promoting quota reforms and in driving broader institutional change.
El pueblo feminista. Movimientos sociales y lucha de las mujeres en torno a la ciudadanía
  • Di Marco
• Di Marco, Graciela (2011), El pueblo feminista. Movimientos sociales y lucha de las mujeres en torno a la ciudadanía. Buenos Aires: Biblos.
The Spanish gender regime in the EU context: Changes and struggles in the wake of austerity policies
  • E Lombardo
• Lombardo, E. (2017). "The Spanish gender regime in the EU context: Changes and struggles in the wake of austerity policies". En Gender,Work and Organization 24(1): 20-33.
Populism, media and education: challenging discrimination in contemporary digital societies
  • Birgit Sauer
Sauer, Birgit (2016). "Gendering 'the people': heteronormativity and 'ethno-masochism' in populist imaginary". En: Ranieri, Maria (ed.). Populism, media and education: challenging discrimination in contemporary digital societies, (Routledge research in education, 158). Abingdon; New York: Routledge, pp. 84-104.
Exclusionary vs. inclusionary populism: comparing contemporary Europe and Latin America
• ---. (2013) "Exclusionary vs. inclusionary populism: comparing contemporary Europe and Latin America", en Government and Opposition, vol. 48, no. 2, 147-74.